El Rostro de Anita

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Hacía años que Ana vivía la misma pesadilla. Lo que había comenzado como un exabrupto, se había convertido con el tiempo en una cruel costumbre. Ana era golpeada por su esposo y lo aceptaba, no le gustaba, le dolía el alma mucho más que el cuerpo, pero lo aceptaba. enía una hi!a pequeña y sentía pánico de comenzar de nuevo sola. "lla podía aguantar, rearmarse, perdonar, hacer como si nada pasara, todo por Anita. #u marido les daba un buen pasar y si bien a ella no le importaba el dinero, sí le preocupaba el $uturo de Anita. " sola no podría darle ning%n bienestar. Ana !usti&caba, callaba, tapaba y se engañaba pensando en que alg%n día su esposo cambiaría, que de!aría el alcohol, que cuando tuviese menos presiones ya no sería violento, que no se eno!aría por todas aquellas cosas que, siendo simples, se habían convertido en preámbulos de las tormentas. Ana trataba, una y otra vez trataba, de ordenar, de esconder el alcohol, de colocar cada cosa no en su lugar, sino en el lugar d'nde su esposo las quería ver, pero todo era in%til. Ana perdonaba, una y otra vez. #e ilusionaba con un pedido de perd'n que se desvanecía en el siguiente golpe. Ana se a$erraba a una vida que no era vida, pero que sostenía por el $uturo de su hi!a. #e miraba en el espe!o luego de cada golpe y tambi(n se había acostumbrado a su imagen. #e maquillaba con una pericia que disimulaba y mucho el horror violáceo que se instalaba en su rostro. odo por Anita y su $uturo. )unca quiso escuchar y no $altaron voces que le hablaran, que la aconse!aran, que le di!eran que ese presente no podía augurar ning%n buen $uturo, ni para ella, ni para su hi!a. *as' el tiempo y Anita de!' de ser pequeña. +onvertida en una adolescente, demasiado se parecía a una mu!er y por ende se convirti' tambi(n en una eventual presa del horror dom(stico. Ana no lo vio, no lo quiso ver, hasta que un día no le qued' más remedio. olvi' a su casa y encontr' a Anita llorando en un rinc'n tapándose la cara con ambas manos. )o hizo $alta preguntar nada. La !oven levant' el rostro y $ue como ver su imagen en un espe!o. "n el rostro de su hi!a, Ana vio por primera vez la dimensi'n del horror. +on su niña no, con su pequeña !amás. La imagen de su hi!a golpeada la golpe' y por primera vez en tanto tiempo, en un tiempo in&nito, supo que había que decir basta. er sus marcas en el rostro que más amaba le dio la $uerza para hacer lo que !amás había hecho. Hizo un par de llamados, empac' sus cosas y las de su hi!a y sali' de su casa, de!ando atrás lo que nunca tendría que haber sostenido, el in&erno. Antes de llegar a la casa de su hermana, se detuvo a cumplir con ella misma y lo que era más importante, a cumplir con Anita y su $uturo. #ali' de la comisaría con una mezcla de sensaciones, alivio, tristeza, culpa por no haberlo hecho antes y miedo, miedo al $uturo.

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Anita

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Haca aos que Ana viva la misma pesadilla. Lo que haba comenzado como un exabrupto, se haba convertido con el tiempo en una cruel costumbre.Ana era golpeada por su esposo y lo aceptaba, no le gustaba, le dola el alma mucho ms que el cuerpo, pero lo aceptaba. Tena una hija pequea y senta pnico de comenzar de nuevo sola. Ella poda aguantar, rearmarse, perdonar, hacer como si nada pasara, todo por Anita. Su marido les daba un buen pasar y si bien a ella no le importaba el dinero, s le preocupaba el futuro de Anita. Ella sola no podra darle ningn bienestar.Ana justificaba, callaba, tapaba y se engaaba pensando en que algn da su esposo cambiara, que dejara el alcohol, que cuando tuviese menos presiones ya no sera violento, que no se enojara por todas aquellas cosas que, siendo simples, se haban convertido en prembulos de las tormentas. Ana trataba, una y otra vez trataba, de ordenar, de esconder el alcohol, de colocar cada cosa no en su lugar, sino en el lugar dnde su esposo las quera ver, pero todo era intil.Ana perdonaba, una y otra vez. Se ilusionaba con un pedido de perdn que se desvaneca en el siguiente golpe.Ana se aferraba a una vida que no era vida, pero que sostena por el futuro de su hija.Se miraba en el espejo luego de cada golpe y tambin se haba acostumbrado a su imagen. Se maquillaba con una pericia que disimulaba y mucho el horror violceo que se instalaba en su rostro. Todo por Anita y su futuro.Nunca quiso escuchar y no faltaron voces que le hablaran, que la aconsejaran, que le dijeran que ese presente no poda augurar ningn buen futuro, ni para ella, ni para su hija.Pas el tiempo y Anita dej de ser pequea. Convertida en una adolescente, demasiado se pareca a una mujer y por ende se convirti tambin en una eventual presa del horror domstico.Ana no lo vio, no lo quiso ver, hasta que un da no le qued ms remedio.Volvi a su casa y encontr a Anita llorando en un rincn tapndose la cara con ambas manos. No hizo falta preguntar nada. La joven levant el rostro y fue como ver su imagen en un espejo.En el rostro de su hija, Ana vio por primera vez la dimensin del horror. Con su nia no, con su pequea jams.La imagen de su hija golpeada la golpe y por primera vez en tanto tiempo, en un tiempo infinito, supo que haba que decir basta. Ver sus marcas en el rostro que ms amaba le dio la fuerza para hacer lo que jams haba hecho.Hizo un par de llamados, empac sus cosas y las de su hija y sali de su casa, dejando atrs lo que nunca tendra que haber sostenido, el infierno. Antes de llegar a la casa de su hermana, se detuvo a cumplir con ella misma y lo que era ms importante, a cumplir con Anita y su futuro.Sali de la comisara con una mezcla de sensaciones, alivio, tristeza, culpa por no haberlo hecho antes y miedo, miedo al futuro.Caminaron unas cuadras y Ana se dio cuenta que la maana era hermosa. Pens en qu le ofrecera a su hija y cmo comenzara de nuevo, pero no se preocup, las cosas se iran acomodando. Ahora saba que, lejos del horror, el futuro de Anita poda ser bueno, sin dudas, sera muy bueno.Y de pronto, un rayo de sol -de esos que obran milagros- ilumin el rostro de Anita y Ana supo que la vida poda volver a comenzar.