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Página 1 El Sexenio Democrático (1868-1874). Economía y Sociedad en el siglo XIX 2015-2016 El Sexenio Democrático (1868-1874). Economía y Sociedad en el siglo XIX Evolución Política del Sexenio Democrático Se conoce por Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo de la historia de España transcurrido desde el triunfo de la revolución de septiembre de 1868, conocida como “la Gloriosa” hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874 de Martínez Campos en Sagunto, que supuso el inicio de la etapa conocida como Restauración. La actividad política será muy dinámica ya que se puede rastrear la participación de grupos políticos unionistas, moderados, progresistas, demócratas y republicanos, en cuyo campo de acción también intervienen el movimiento obrero y la cuestión de Cuba, iniciada en esa época. El proceso político se puede dividir en tres etapas: Revolución Democrática de 1868, la “Gloriosa” Monarquía Constitucional (1868-1873): Regencia (1868-1869) y Monarquía de Amadeo (1870-1873) I República (1873-1874). Después de estas tres etapas la situación política del país desembocaría en la Restauración borbónica. Revolución Democrática de 1868 - La “Gloriosa” Causas El movimiento revolucionario de septiembre de 1868 es consecuencia de la acumulación de causas muy variadas. a.- Causas económicas : producidos por los efectos de la crisis económica de 1866

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El Sexenio Democrático (1868-1874). Economía y Sociedad en el siglo XIX

Evolución Política del Sexenio Democrático Se conoce por Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo de la historia

de España transcurrido desde el triunfo de la revolución de septiembre de 1868, conocida como “la Gloriosa” hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874 de Martínez Campos en Sagunto, que supuso el inicio de la etapa conocida como Restauración.

La actividad política será muy dinámica ya que se puede rastrear la participación de grupos políticos unionistas, moderados, progresistas, demócratas y republicanos, en cuyo campo de acción también intervienen el movimiento obrero y la cuestión de Cuba, iniciada en esa época.

El proceso político se puede dividir en tres etapas: Revolución Democrática de 1868, la “Gloriosa” Monarquía Constitucional (1868-1873): Regencia (1868-1869) y

Monarquía de Amadeo (1870-1873) I República (1873-1874).

Después de estas tres etapas la situación política del país desembocaría en la Restauración borbónica.

Revolución Democrática de 1868 - La “Gloriosa”Causas El movimiento revolucionario de septiembre de 1868 es consecuencia de la

acumulación de causas muy variadas.a.- Causas económicas: producidos por los efectos de la crisis económica de

1866 Caída de las acciones de las empresas ferroviarias, de los títulos de la deuda del

Estado y del precio del suelo en las grandes ciudades; provocando la quiebra de muchas empresas y bancos, que en su caída, arrastraron a sus depositarios de fondos.

Malas cosechas de 1867 y 1868 que provocaron una crisis de subsistencia, complicando la vida a los amplios sectores de la población más humilde, tanto rural como urbana. b.- Causas políticas: en el terreno político, las causas apuntan a la agonía del régimen político moderado por:

El fallecimiento de los principales defensores de la monarquía isabelina: O’Donnell (1867) y Narváez (1868).

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La corrupción misma del régimen liberal a diferentes niveles.

El mantenimiento de los moderados en el poder por el intervencionismo de la Reina que prohibía la vuelta de los progresistas al gobierno, por lo que sólo le quedaba a éstos la vía insurreccional

La Revolución de 1868Las causas antes mencionadas había generado un descontento popular,

engrosada con una serie de acontecimiento de facilitaron la preparación del movimiento revolucionario que correspondió a un grupo minoritario de la élite política. Este sentimiento se manifestó antes de la Revolución de 1868 en dos ocasiones:

En 1865, un artículo de Castelar (republicano) contra la Reina (“El Rasgo”) ocasiona su detención; desencadenando motines impulsados por estudiantes y apoyados por los progresistas; que fueron duramente reprimidos en la llamada “Noche de San Daniel”1.

En 1866, el general Prim coordinó esfuerzos de militares y civiles progresistas y demócratas para organizar un pronunciamiento, provocando el fallido levantamiento del cuartel de San Gil en Madrid; reprimido de forma muy dura.

A pesar del anterior fracaso, la actividad golpista continuó con la preparación de un nuevo pronunciamiento, que se inició en agosto de 1866 con la firma del pacto de Ostende (1866)2; aunque la revolución no se concretó hasta 1868.

Iniciada en septiembre con el pronunciamiento de la armada en Cádiz dirigida por el almirante Topete, fue rápidamente secundado por los generales Serrano y Prim. Seguidamente, los militares sublevados difunden el manifiesto de la España con Honra en el que se pide la expulsión de la Reina y el establecimiento de un gobierno provisional que asegure el orden y la regeneración política del país mediante la

1 Se denomina Noche de San Daniel o Noche del Matadero a la del 10 de abril de 1865 en la que la Guardia Civil y unidades del Ejército reprimieron de forma sangrienta a los estudiantes de la Universidad Central de Madrid que realizaban una serenata en la Puerta del Sol de apoyo a su rector, Juan Manuel Montalbán, depuesto por orden gubernamental al no haber destituido a varios catedráticos —como Castelar y Salmerón— por sus posiciones contrarias al planteamiento ideológico oficial establecida por el gobierno de Narváez.2 Pacto de Ostende, compromiso establecido por representantes del Partido Progresista y del Partido Demócrata con el fin de lograr el derrocamiento de la reina española Isabel II, cuyo acuerdo fue adoptado el 16 de agosto de 1866 en la ciudad belga de Ostende. Se pretendía, además, la elección mediante sufragio universal masculino de una asamblea constituyente que decidiera sobre la forma de gobierno, creándose para el seguimiento del Pacto un centro revolucionario permanente que se estableció en la también ciudad belga de Bruselas, bajo la presidencia de Juan Prim y Prats, su principal inspirador y promotor. Los firmantes del acuerdo fueron, en su mayoría, los emigrados anti-isabelinos residentes en las principales ciudades europeas, quienes habían logrado el respaldo de los desterrados políticos en las islas Canarias. Dado que se pretendía sustituir el régimen sustentado por el Partido Moderado y por la propia Reina, se intentó lograr atraer a los miembros de la Unión Liberal, lo cual consiguieron en vísperas del propio triunfo de la revolución de 1868 con el conocido como Pacto de Bruselas, firmado el 30 de junio de 1867

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proclamación de libertades (de expresión, de asociación y de reunión) y la convocatoria de Cortes constituyentes por sufragio universal masculino. El levantamiento se consolida con el enfrentamiento militar de Alcolea que termina con el triunfo de la revolución de 1868 y la salida a Francia de Isabel II.

Monarquía Constitucional (1868-1873): Regencia (1868-1869) y Monarquía de Amadeo (1870-1873)

Regencia (1868-1869)Tras la victoria, se creó un gobierno provisional dónde los hombres fuertes

fueron Prim y Serrano que se rodearon de ministros progresistas, demócratas y unionistas; dejando fuera a los republicanos. Entre las medidas más significativas que se pueden destacar durante este período fueron la implantación de la peseta como nueva moneda española, y el proyecto de abolición de la esclavitud en las colonias (“Ley de Vientres”).

Pero sin duda alguna el logro más significativo de este gobierno será la convocatoria de las primeras elecciones bajo sufragio universal (masculino) en las que votarían todos los hombres mayores de 25 años, cuyos resultados configurarían la Asamblea Constituyente de 1869 y consolidarían a los partidos del gobierno provisional, pero no pudo evitar también carlistas y republicanos consiguieran 20 diputados cada uno.

Así se inició un proceso constituyente para una nueva Constitución (Constitución de 1869) cuyos puntos más importantes son:

La Soberanía pertenece a la Nación “de la cual emanan todos los poderes”

Reconoce un amplio régimen de libertades entre las cuales destacamos: el Sufragio Universal (masculino), derechos de reunión, asociación y expresión; reconocimiento de la libertad de residencia, de enseñanza, de culto y la inviolabilidad del correo.

España es definida como un Estado Monárquico y Hereditario Se establece una división de poderes en la cual sobresale el Poder

Legislativo (dividido en dos Cámaras) sobre el Poder Ejecutivo (nominalmente en manos del Rey al poder elegir a su jefe de gabinete, pero que debía contar con la control de ambas cámaras para gobernar de forma eficaz) y el Poder Judicial (que es declarado claramente independiente)

Finalmente otro elemento significativo que se iniciará en este periodo será el “Grito de Yara”, origen del levantamiento en la isla de Cuba azuzado por la falta de derechos de los colonos, conocido historiográficamente como “Guerra Grande” o “Guerra de los 10 años” (1868-1878).

El planteamiento de España como un estado monárquico, generó la necesidad de buscar un candidato adecuado para el trono. El candidato debía ser católico, de una

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casa con tradición liberal y que no inquietara a ninguna de las potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Prusia); y por supuesto, los Borbones estaban vetados. Con estas condiciones la única vía adecuada era la opción de Amadeo de Saboya. Las Cortes constituyentes le nombraron rey de España el 16 de noviembre de 1870 y juró la Constitución el 2 de enero de 1871.

Monarquía de Amadeo I de Saboya (1870-1873)Pero la España que se encontró este italiano todavía se encontraba revuelta

por la creciente inestabilidad republicana y carlista, que trató de ser reprimida por Prim; pero a finales del año 1870, Prim, el auténtico valedor de la Revolución y del propio Amadeo, fue asesinado. Esto provocó un problema insalvable para el nuevo monarca a corto plazo que no pudo solventar por la oposición de:

a.- Los republicanos, puesto que preferían un régimen republicano.b.- La Iglesia Católica, debido a que Amadeo era vista como la personificación

de la Constitución de 1869, que establecía la libertad religiosa y la separación total entre Iglesia y Estado.

b.- Los carlistas, que veían en la salida de Isabel II la posibilidad de que su pretendiente ocupara el trono; pero sus intenciones se vieron truncadas con la llegada del Saboya. La debilidad de Amadeo les impulsará a llevar a cabo una nueva intentona carlista que se iniciará como una revuelta 1872 y se convertirá en un conflicto abierto a partir de 1873, con la salida de Amadeo I y la conversión de España en una República.

d.- Los sectores industriales, temerosos que el nuevo rey apruebe medidas cada vez más liberales (como la Ley Figuerola3), que provocasen una crisis en la industria española al no ser tan evolucionada y competitiva como la europea.

e.- La aristocracia terrateniente, convencidos que el nuevo modelo de estado democrático acabaría con el dominio oligárquico (caciquil) que había ido formando durante los años del reinado de Isabel II.

A esto hay que sumar las dificultades del creciente problema de Cuba, los intentos de golpe de Estado de los republicanos, los fallidos intentos de asesinado ejecutados contra su persona, la división entre los partidos del gobierno que quebrantaron la base del régimen de la Revolución de 1868; y el acercamiento de los moderados y unionistas participantes en la Revolución a la opción que representaba Alfonso y que aglutinó Cánovas.

Este proceso provocó el aislamiento de Amadeo I, que no encontró un apoyo decidido por parte de ningún elemento político y sin posibilidades de gobernar de forma efectiva, abdicará en su nombre y el de sus descendientes, el 2 de febrero de 1873, abriendo por primera vez la posibilidad de que los republicanos se hicieran con el poder.

3 Esta ley no establecía ningún tipo de traba a la importación de productos y contemplaba una redacción paulatina de tarifas aduaneras hasta que estuvieran todas por debajo del 15%.

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I República (1873-1874)Este periodo de la historia de España en el que por primera vez el Estado se

organizó mediante la forma de gobierno republicana. El fracaso de la monarquía de Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873, abrió camino al régimen republicano, con una duración de un año escaso (11 meses), hasta el 3 de enero de 1874 4. Lo cierto es que la opción republicana se activó debido a la desafección de los monárquicos por encontrar a alguien que ocupara con dignidad el trono.

La inestabilidad gubernamental fue su principal característica, puesto que en tan corto periodo de tiempo se sucedieron cuatro presidentes con seis gobiernos con mismo problemas de etapa de Amadeo I (Cuba y el Carlismo que había iniciado un nuevo levantamiento militar en 1872), a los que habría que añadir el conflicto cantonalista que se desató en el país en 1873. La mejor forma para organizar el proceso político de la I República es a través de los gobierno de sus presidentes

Estanislao Figueras (11 de febrero de 1873 – 11 de junio de 1873)Ante la falta de candidatos para ocupar el trono español tras la renuncia de

Amadeo, la opción republicana se vio como solución “de orden” para la situación de vacío de poder creado. Además contaba con el precedente exitoso de Francia con el gobierno del general MacMahón, tras la caída del Napoleón III y la llegada de la III República en el país vecino.

Por ello España se convirtió en una república a pesar de tener una mayoría parlamentaria y una Constitución monárquicas. Con estos elementos de base, alcanzó la presidencia de la República Estanislao Figueras, abogado catalán y reputado parlamentario republicano, que desde un primer momento gobernó tratando de acercar posturas entre los monárquicos y republicanos (su primer gobierno estaba formado por ministros monárquicos y republicanos), pero fue poco menos que imposible por la presión de los republicanos más radicales que querían dar a España una nueva configuración y convertirlo en un ESTADO FEDERAL .

El detonante de su salida del gobierno fueron las elecciones de junio de 1873 donde un ambiente de crispación política5 produjo que los monárquicos y los republicanos moderados no hicieran campaña, facilitando la victoria de los republicanos federalistas encabezados por Pi i Margall, que se convertirá tras su victoria en el nuevo Presidente de la República

Francisco Pi i Margall (11 de junio de 1873 – 18 de julio de 1873)Tras el abandono de Figueras, se le encargó formar gobierno a Francisco Pi i

Margall, líder federalista catalán y vencedor de las elecciones de junio de 1873. Inició su periodo de gobierno con la aprobación de un nuevo texto constitucional (Constitución Federal de 1873) con el cual pretendía colmar las expectativas de los 4 No perdamos de vista que el régimen se mantuvo como republicano entre enero y diciembre de 1874, pero que realmente funcionó como una dictadura militar iniciada por el golpe de estado de Pavía y dirigida de forma “Macmahonista” por el duque de la Torre, el general Serrano.5 Se llegó a producir un intento de golpe monárquico que fracasó por la acción decidida del ministro de Gobernación, Francisco Pi i Margall

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federalistas más radicales; pero la lentitud en su aplicación y la acusación al texto de ser poco ambicioso, provocó una reacción violenta entre los seguidores más radicales del federalismo que iniciaron un levantamiento en Cartagena (12 de julio) declarándose Cantón Libre e Independiente de Cartagena: había arrancado el movimiento cantonalista

EL MOVIMIENTO CANTONALISTA Se puede definir como una insurrección política de diversas ciudades levantinas

y andaluzas que pretendían constituir una federación de cantones autónomos. El 12 de julio la insurrección estallaba en Cartagena (Murcia). Federales intransigentes tomaron el Ayuntamiento y nombraron una junta revolucionaria; dueños de la ciudad, se apoderaron del arsenal y del puerto con toda la flota española. Días más tarde, el general Contreras asumió el mando militar de las fuerzas sublevadas, mientras los cantonalistas elegían jefe del cantón a Roque Barcia. En medio del inicio del levantamiento cantonal, el proyecto de constitución federal era rechazado por las Cortes. Pi i Margall dimitió al ver rechazado su proyecto, dejando el gobierno en manos de Nicolás Salmerón.

En los días siguientes, la insurrección cantonal se extendió a otras ciudades: Valencia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Alicante, Granada, Salamanca. Salmerón, nuevo presidente, dedicó todos sus esfuerzos a sofocarla. Los generales Pavía y Martínez Campos tomaron uno a uno los cantones (26 de julio a 8 de agosto). El cantón de Cartagena resistió el asedio manteniéndose independiente hasta el final de la I República y sólo se rindieron tras el golpe de Estado del general Pavía (3 de enero de 1874), al serles prometido el indulto general y el reingreso en el Ejército de los militares sublevados (13 de enero de 1874). A pesar de este indulto general muchos cantonalistas fueron deportados. Los cantones llevaron a cabo una política social cercana a los parámetros del pensamiento anarquista y socialista: suprimieron monopolios, reconocieron el derecho al trabajo, la jornada de ocho horas y terminaron con los impuestos sobre consumo (derecho de puertas); aunque nunca las tendencias socialistas y anarquistas lograron imponerse (sólo en Cádiz, Sevilla y Granada tuvieron cierta influencia).

Nicolás Salmerón (18 de julio de 1873 – 7 de septiembre de 1873)Tras la renuncia de Pi i Margall, Nicolás Salmerón se hizo con la presidencia de

la República. Filósofo krausista6 y humanista de firmes convicciones, tuvo que afrontar los tres problemas graves: la Guerra Carlista (en la cual los carlista había cobrado ventaja tras las victorias de las batallas de Erual y Montejurra), la Guerra Grande Cuba (dónde los EE.UU. trataron por todos los medios hacerse con el control de la isla ya fuera haciendo propuesta de compra o apoyando a los líderes cubanos) y la rebelión Cantonal. A pesar de encontrar en una situación tan violenta, abandonó la presidencia

6 Se denomina así a un planteamiento filosófico que considera que Dios es en sí mismo todo el universo y cualquier elemento que se encuentre en la naturaleza es la representación de Dios, y por lo tanto atentar (y no respetar la ley natural) contra esas representaciones es atentar contra Dios.

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de la República antes de tener que dar el visto bueno a una pena de muerte (lo que habría ido contra sus principios personales), cuando llevaba sólo mes y medio al frente del gobierno.

Emilio Castelar (7 de septiembre de 1873 – 3 de enero de 1874)Con la renuncia de Salmerón, Emilio Castelar pasó a ser el Presidente de la

República. Formó un gobierno centralista que buscaba tener mayor autoridad para poder hacer frente a la situación, especialmente a los tres “cánceres” del régimen: Cuba, el carlismo y el cantonalismo. Gobernó durante cuatro meses, que finalizaron abruptamente con el pronunciamiento del capitán general de Madrid, Manuel Pavía. El golpe de Estado de Pavía (3 de enero de 1874), realizado para reforzar la autoridad de Castelar, aunque sin su consentimiento, puso de manifiesto la debilidad del poder civil ante el poder militar y constante intervencionismo en la política española

El Gobierno “Macmahonista” de Serrano (3 de enero de 1874 – 29 de diciembre de 1874)

Tras el golpe de Estado, Pavía convoca a todos los partidos políticos para formar un gobierno de concentración nacional, que dará el poder al general Francisco Serrano y Domínguez, duque de la Torre. Este instauró una especie de dictadura republicana de talante conservador pero con ciertas aspiraciones liberales (tomará como referencia de gobierno el del mariscal francés MacMahon, encargado de reprimir la Comuna de París en 1871, y que mantendrá en el poder bajo una mezcla de estricto orden público y acciones gubernativas de carácter paternalista). Su ambición era perpetuarse como dictador, pero se había abierto el camino para la restauración de los Borbones, precipitada en aquel mismo año por el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto.

Causas de caída de la I RepúblicaBien es cierto que los acontecimientos hicieron sospechar que la República no

tendría una fácil implantación en España y las causas de su fracaso son:a.- La falta de una sólida base republicana fue un problema de cara a la

consolidación del nuevo régimen. La sociedad española estaba compuesta mayoritariamente por población campesina con un elevado índice de analfabetismo y desmovilización política. Por el contrario, una minoría oligárquica (nobleza y alta burguesía), tendía hacia un régimen monárquico piramidal, del cual se beneficiaba, y del cual el Caciquismo era su instrumento preferido. Las capas burguesas, donde tenía su clientela el republicanismo, eran escasas y estaban dispersas, salvo en ciudades de cierta entidad, con el problema de que en estos mismos núcleos el movimiento obrero también reclutaba a sus principales seguidores y restaba posibilidades de incrementar la masa social de republicanismo.

b.- La grave situación de la primera gran crisis internacional del capitalismo (1873), por lo que trasfondo económico de la I República fue muy negativo. Las protestas sociales aumentaron considerablemente (amparadas en una libertad organizativa y reivindicativa), generando desórdenes públicos que se asociaron muy

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rápidamente al Republicanismo, por lo que nunca fue visto como una opción política aceptable por los grupos sociales más conservadores, amantes del orden.

c.- Las dos guerras heredadas del periodo anterior: la de Cuba y la tercera Carlista, que lejos de aliviar la situación hacendística impidieron además cumplir algunas promesas más “republicanas”, como la abolición de quintas y consumos (derechos de puertas). Y el problema Cantonalista no hizo sino agravar la situación. El incumplimiento de las promesas frustró a las bases sociales republicanas, que rápidamente se asociaron a un incipiente movimiento obrero, dejando de apoyar al movimiento republicano.

d.- La división dentro del propio republicanismo entre un modelo centralista (defendido por los republicanos más moderados) y un modelo federalista (asociado al ala radical de los republicanos). La falta de definición de un modelo de España la indecisión gubernativa que fomentó el Cantonalismo (y a la larga el regionalismo y nacionalismo).

Agricultura, industria y transportes en el XIX

La economía española se puede definir como dual7 tanto sectorialmente (una industria en pleno proceso de crecimiento frente a la hegemonía de la producción agraria), geográficamente (el interior se encuentra estancado, frente a la pujanza de la periferia) y estructuralmente (conviven formas productivas del pasado con las nuevas propias del capitalismo y del liberalismo). A esto hay que sumarle una insuficiente red de transportes y comunicaciones, con carreteras heredadas del siglo XVIII y un ferrocarril con sólo 3 líneas férreas: Barcelona-Mataró (1848), Madrid-Aranjuez (1851) y Gijón-Langreo (1853)8.

Sector agropecuarioLa agricultura seguiría siendo la principal actividad económica del país. Aún en

1900 ocupaba a dos tercios de la población activa, proporcionaba más de la mitad de la renta nacional y tenía un peso decisivo en las exportaciones.

En España, la Revolución Agrícola no tuvo gran influencia hasta finales del siglo XIX; y se mantuvieron los viejos sistemas de explotación, por lo que aumentó la producción pero no el rendimiento. Las únicas innovaciones las encontramos en el litoral valenciano con cultivos hortícolas y frutícolas especializados (por ejemplo las naranjas). También es reseñable la especialización de las islas Canarias en el cultivo de plátanos, tomate y tabaco.

El producto principal sigue siendo el trigo, y gracias a la política proteccionista de los gobiernos moderados, el área cultivada se incrementó y permitió que entre 1830-70, España fuera autosuficiente. A pesar de esta situación, el fantasma del

7 Según el historiador Nicolás Sánchez Albornoz8 La Red de Caminos Reales es una estructura de forma radial que conecta Madrid con las principales ciudades de la periferia

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hambre seguía estando presente por la especulación de los precios del grano9. El otro gran cultivo es la vid, que triplica el área de cultivo y duplica los rendimientos; convirtiéndose en un artículo básico de nuestras exportaciones10. El olivo es el cultivo al que se dedican amplias superficies en la mitad sur. En el norte, son el maíz y la patata los cultivos que aseguran la alimentación de la población.

Respecto a la ganadería, continúa dominando el sector lanar, aunque va decayendo debido a las desamortizaciones que favorecieron la extensión de los cultivos a expensas de los pastos, y la abolición definitiva de los privilegios de la Mesta (1834). El continuo incremento en la demanda de carne por los núcleos urbanos hizo que progresara el sector porcino, y también se desarrolló el equino utilizado para el laboreo del campo.

Pero el elemento marcará el campo español será la estructura de la propiedad. La práctica monopolización de la propiedad en manos de grandes instituciones y personas notables, impedía en la práctica las condiciones adecuadas de cambio económico y social. Por ello se trató de crear una “capa de medianos propietarios” que incentivara la producción y la innovación agrícola, para lo cual los diferentes procesos desamortizadores trataron proceder en ese sentido pero con un éxito escaso. El impulso arrancó desde las Cortes de Cádiz, iniciándose la labor de desvincular los bienes de la nobleza y desamortizar los bienes eclesiásticos y municipales para sacarlos al mercado libre, al tiempo que se intentó crear esa “clase media” rural cercana a los intereses liberales.

También acuciado por la falta de liquidez, el Estado Liberal buscó diversas fórmulas para obtener una fuente de ingresos estable para tratar de enjugar la deuda secular que arrastraba desde finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. La desamortización, primero de los bienes eclesiásticos y luego de los pueblos, fue la medida de mayor trascendencia tomada por los gobiernos liberales, y se desarrolló durante el S. XIX y parte del XX. Este proceso desamortizador suponía dos momentos: primero la incautación por parte del Estado de esos bienes, por lo que dejaban de estar amortizados y se convertían en bienes nacionales; y segundo, la puerta en venta, mediante pública subasta, de las mismas. El producto de lo obtenido lo aplicaría el Estado a sus necesidades. Destacables dentro del siglo XIX fueron las de Mendizábal (1836) y Madoz (1855).

9 En años de buenas cosechas, los precios se mantuvieron altos por falta de competencia exterior, pero en los años de malas cosechas los precios se disparaban provocando sucesivas crisis agrarias. Debido a los bajos salarios de los jornaleros, la amenaza del hambre continuó siendo permanente, y la escasa capacidad de compra de campesinos y jornaleros afectó negativamente al desarrollo del comercio y a la incipiente industrialización.10 Se debe en parte la epidemia de filoxera que atacó a los viñedos franceses, y que permitió el crecimiento de los españoles para la exportación.

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El decreto de Mendizábal publicado en 1836, en medio de la guerra civil con los carlistas, puso en venta todos los bienes del clero regular (frailes y monjas), se confiscaba los diezmos eclesiásticos, y en 1837 se amplió la acción al sacar a la venta los bienes del clero secular (los de las catedrales e iglesias en general)11.

El 1 de mayo de 1855 Pascual Madoz sacó a la luz su Ley de Desamortización General. Se vieron afectados las propiedades que no se habían visto afectadas por la desamortización de Mendizábal, así como los bienes de propios y bienes comunales de los Concejos y Ayuntamientos12.

La mineríaEn las últimas décadas del siglo XIX la explotación del subsuelo se convirtió en

el sector más dinámico de la economía nacional, aunque desde principios hasta el segundo tercio del siglo ésta se encontraba sin desarrollar de manera adecuada por falta de material, desconocimiento tecnológico y ausencia de demanda de extracción de cualquier tipo de mineral; todo lo cual estaba rociado de la legislación harto complicada que no estimulaba su desarrollo.

La Revolución de 1868, no cambio las cosas en gran medida, aunque modificó el marco legal para facilitar las concesiones, lo que atrajo un importante capital extranjero de demandaba los productos del subsuelo español en su camino por la Revolución Industrial.Las numerosas explotaciones mineras fueron un factor decisivo para equilibrar la balanza de pagos española, y aunque también hubo inversiones hispanas, nunca sus explotaciones fueron capaces de sobrepasar en dinamismo y potencial tanto humano como técnico a las financiadas por extranjeros.

El inicio de la industrialización en EspañaDesde mediados del s. XIX se daban ya los requisitos indispensables para que

España emprendiera su carrera en busca de la industrialización, tardía ya con respecto al resto de Europa. A partir de ese momento, y hasta la década de los años setenta, entraron capitales, técnicas y proyectos empresariales procedentes del extranjero

11 La ejecución de esta última se llevó a cabo unos años más tarde, durante la regencia de Espartero. De esta forma quedaron en manos del Estado, y no sólo se subastaron tierras sino casas, monasterios y conventos con todos sus enseres, incluidas obras de arte y libros. Su resultado fue cuando menos cuestionable ya que ninguno de sus objetivos se cumplió apareciendo problemas operativos como los gastos que generaron los religiosos desenclaustrados y la creación de un servicio de beneficencia estatal, que hasta la fecha era una actividad llevada a cabo por los religiosos.12 El objetivo era similar al de Mendizábal, aunque aquí el dinero obtenido fue destinado a la industrialización del país y a la expansión del ferrocarril. En este proceso la burguesía con dinero fue la gran beneficiada, pero nuevamente los objetivos no se volvieron a cumplir; al tiempo que provocaron el hundimiento económico de muchos ayuntamientos y la ruina de pequeños campesinos, que se vieron forzados a emigrar a la ciudad o a convertirse en jornaleros.

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(Francia e Inglaterra) y se produjo la inversión de la nueva burguesía capitalista española.

El proceso industrializador en España, que pasó por diferentes fases o etapas que exponemos a continuación:

De 1808 a 1830: Estancamiento industrial como consecuencia del pobre mercado interior. Los acontecimientos políticos (guerra de Independencia, guerras carlistas,

emancipación americana). Escasez de Recursos. Ausencia de nuevas técnicas de la revolución industrial

De 1830 a 1860: Arranque de la industrialización en los sectores textiles y del hierro. Modernización en determinadas regiones dónde existen importantes fuentes

de materias primas y los primeros núcleos industriales.De 1860 a 1913: período de crisis con etapas de fuerte crecimiento y desarrollo.

Se suele hablar, por lo tanto, de fracaso industrializador o de industrialización incompleta, expresiones con las que con frecuencia los historiadores calificamos al desarrollo industrial español:

Por sectores industriales podemos destacar:

Industria textilCataluña había aprovechado su experiencia anterior y posterior a la Guerra de

la Independencia, y la pérdida del mercado americano, para modernizarse. En los años treinta había optado por sustituir la industria de la lana por la del algodón; y al introducir la máquina de vapor (mule jenny, 1803) se aumentó la producción y se mejoró la calidad abaratándose los precios. El gobierno legisló medidas proteccionistas y prohibió la entrada de manufacturas extranjeras de algodón, lo que permitió el máximo apogeo de la industrial textil catalana entre 1830 y 1860, que sólo se vio truncada por la penetración de productos textiles del extranjero a partir de 1880.

Industrial siderúrgicaEl desarrollo de la industria siderúrgica en España estuvo condicionado hasta

fines del siglo XIX por las limitaciones de la demanda. El fuerte incremento de ésta procede fundamentalmente de los avances de los sectores primario, textil y de transportes de la segunda mitad del siglo XIX, siendo el principal demandante el ferrocarril.

Los altos hornos sustituyeron a las viejas ferrerías y forjas. Los principales altos hornos los encontramos en la costa sur con Málaga y Marbella como principales centros. Se dan también en Mieres y La Felguera (Asturias) cuando el precio de la fundición del carbón vegetal no pudo competir con la del carbón mineral. La

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introducción de los primeros convertidores Bessemer y los hornos Siemens-Martin contribuyeron decisivamente a la modernización de la siderurgia de Vizcaya, que tomó gran importancia a partir de 1880 debido a sus adelantos técnicos en la producción de acero, que no afrontaron los empresarios andaluces. Tal fue el crecimiento que sólo la asociación de empresas garantizaba el continuo crecimiento, siendo un magnífico ejemplo la Empresa de los Altos Hornos de Vizcaya, que es la unión de los Altos Hornos de Bilbao, La Vizcaya y la Iberia.

Los transportesLa accidentada configuración de la geografía española dificultó que existiera

una red de comunicación interna permanente. Con llegada del siglo XIX, también se impuso la necesidad de ampliar la red de carreteras y mejorar su trazado a partir del proyecto radial que se inició en tiempos de Carlos III. Así los 3.500 kms. de carreteras se vieron incrementados, según Vicens Vives, en 19.000 en 1868.

El transporte por mar registró también una evolución conectada con las mejoras tanto en la navegación, como en los barcos y los puertos que los albergaban, aunque su crecimiento es ínfimo si lo comparamos con el resto de Europa13.

Sin embargo, la gran novedad del transporte fue la construcción de la red ferroviaria. La expansión del ferrocarril era el indicador más fiable del grado de industrialización alcanzado. Antes de 1855 ya existían algunos tramos, cortos y a todas luces insuficientes para el ritmo económico que necesitaba el país; situación debida a problemas económicos, geográficos, técnicos y de inestabilidad política14. Esto iba a cambiar durante el decenio 1855-1865, puesto que fue el momento inicial de la expansión ferroviaria.

El punto de partida hay que situarlo en la Ley General de Ferrocarriles de 1855.. Se utilizaron todos los recursos posibles para la construcción de una red ferroviaria: creación de sociedades anónimas, subvenciones, realización de obras de infraestructura a cuenta del Estado, garantías de una rentabilidad mínima para el capital privado invertido, bancos, etc...; pero la ley de 1855 presenta otro aspecto no tan positivo, por cuanto fue una cesión a la presiones de los capitalistas extranjeros, fundamentalmente franceses. El art. 20 de la ley permitía las importaciones, exentas de impuestos, de locomotoras, raíles y maquinaria. Y estos capitalistas, obviamente, estaban bastante más preocupados por la rentabilidad inmediata de las sociedades de inversión en la red viaria de nuestro país, que por el proceso de industrialización española.

13 Por mencionar tan sólo un dato de referencia, el 100% del tonelaje que movían los barcos españoles suponía tan sólo ¡el 7% de total de las mercancías británicas!.14 Aquí cabe mencionar las líneas de Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1849), aunque la primera vía férrea española la encontramos en Cuba (La Habana-Güines) realizada en 1837 con tecnología estadounidense y asociada a la producción azucarera de la isla

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Entre 1848 y 1868 se tendieron más de 5.000 kms de vía y se trazaron tres líneas fundamentales: Madrid-Alicante (1858), Barcelona-Zaragoza (1862) y Madrid-Irún (1864). También se constituyeron compañías gestoras del servicio ferroviario como la conocida MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante). Pero con la situación política entre 1865 y 1868, la expansión se detuvo quebrando muchas compañías (salvo dos, la MZA y la del Norte, gracias la inyección de dinero desde el gobierno y a un acuerdo interno entre ellas para evitar la competencia) y no se recuperará hasta la época de la Restauración. La red ferroviaria española fue tardía y se cometieron numerosos errores en la financiación, estructura de la red (radial), anchura (diferente a la europea), etc... En cualquier caso ha sido considerado como uno de los principales motores de la industrialización.

Dinero y BancaLa promulgación de la Ley de Bancos de Emisión y Sociedades de Crédito de

1856 puede ser considerarse el punto de arranque de la modernización del sistema bancario español. Antes de esta fecha coexistían instituciones propias del Antiguo Régimen, como las casas de banca o los comerciantes-banqueros; pero con las reglas del capitalismo y del Estado Liberal, todo tenía que ser diferente. Esos cambios se fueron produciendo de forma progresiva, pudiéndose establecer etapas:

1829-1848: Se mantienen entidades del Antiguo Régimen, como el Banco Español de San Fernando (antes de San Carlos), con capacidad de emitir moneda; y el Banco de Isabel II fundado en 1844, que teniendo las mismas capacidades que el San Fernando, además sería la primera entidad de crédito. Ambas entidades consiguieron salvar una fuerte depresión bancaria, tras la cual decidieron unirse en 1856 en lo que se conocerá como Banco de España. En Barcelona se fundó el Banco de Barcelona pero con un carácter comercial y privado con la capacidad de emitir moneda (1844).

1850-1874: Se observó una fuerte expansión que permitió la apertura de pequeñas sociedades de banca en muchos lugares de España, pero la crisis del capitalismo de 1870-1873, terminó con muchas de esta instituciones y permitió que el Banco de España obtuviera el monopolio de la acuñación y emisión de moneda.

1874-1900: Tras la crisis de la banca privada de 1870-1873, ésta comenzó a reconstruirse como competidora abierta del Banco de España.

En suma, quedó asentada definitivamente la organización y el establecimiento del sistema capitalista con el que España afrontaría el siglo XX, el cual permitiría la movilidad de capitales nacionales y extranjeros mediante los siguientes instrumentos: empresas, sociedades mercantiles, bancos y Bolsa.

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Del estamentalismo a la sociedad de clasesEl cuadro de la sociedad española del siglo XIX es dinámico puesto que presenta

pervivencias del Antiguo Régimen al tiempo que transformaciones que terminarán alcanzando el siglo XX. Si bien es verdad que la sociedad estamental había desaparecido jurídicamente, dos nuevos elementos serán el filtro social que dará forma a la sociedad española: la riqueza y la propiedad.

Ya entre 1833 y 1843 en medio de una permanente agitación política se instauraron los principios de una sociedad burguesa y capitalista. Una sociedad de ricos y pobres, de clases sociales y no de estamentos, ordenada por la posesión o la carencia de riqueza. La riqueza, nueva definidora de la posición social, es otorgada por la propiedad: sólo los propietarios pertenecen a las clases dirigentes, los no propietarios son los trabajadores y jornaleros, que carecen de derechos políticos, y sólo cobran los días que trabajan, Por eso el deseo de establecer la propiedad privada, sin las limitaciones del Antiguo Régimen, es el principal objetivo de las revoluciones liberales del s. XIX, y esto provocaría la formación de una nueva clase social dirigente, en la que estuvieran unidos los antiguos señores nobles y los nuevos propietarios capitalistas.

A pesar de lo apuntado, lo cierto es que la sociedad española conserva muchos elementos provenientes del Antiguo Régimen, y nos dibujan una sociedad anacrónica, algo que veremos perfectamente plasmado durante la etapa de la Restauración hasta el alzamiento conservador que dio inicio a la Guerra Civil (1936-1939). Tales transformaciones, sin suponer grandes novedades, permitieron unos cambios mucho más profundos y generales en el siglo XX. Con los presupuestos anteriores se pueden advertir algunos aspectos especialmente claros:

Estamos ante una sociedad claramente rural: sirva como ejemplo que en 1860 el 85% de la población español vive en el campo15.

Predomina el analfabetismo que afecta a ¾ de la población en 1877, siendo mayor el porcentaje en las mujeres que rondan el 85-90 %.

A lo largo del siglo XIX hay una preponderancia de las clases bajas (65 %) que tiende a disminuir considerablemente, sobre todo en núcleos de población grandes de más de 10.000 habitantes.

Hay una perceptiva debilidad de las clases medias. Una de las vías más habituales para llegar a este grupo fue entrando a formar parte de la maquinaria estatal, ser un elemento importante dentro de Universidad o tener una profesión liberal.

15 Aproximadamente el 86 % de los españoles de finales del siglo XVIII vivía en poblaciones de menos de 10.000 habitantes, y tal tanto por ciento se mantuvo hacia 1860 (85,5 %). La población española que vivía en campo sólo descendió en 100 años (siglo XIX) un 8 % (del 70 al 62 %).

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La burguesía de los negocios fue muy reducida y con una mentalidad poco competitiva puesto que su referente social seguía siendo, aunque en menor medida, la nobleza.

Los eclesiásticos y sus auxiliares descienden de manera brutal durante el siglo XIX, en gran medida a las medidas desamortizadoras16.

Se modificó de forma notable la clase aristocrática: desaparece la figura del hidalgo, dejando sólo en este grupo social a la nobleza titulada, que aunque pierden sus privilegios sociales; mantienen su papel político y una gran influencia social y económica.

La sociedad española se caracteriza por el número elevado de militares, herederos de ciertos valores conservadores y elitistas heredados de “la hidalguía”, llevaron a que jugara un papel fundamental dentro de la política española del siglo XIX y XX, partiendo del descrédito que les sugería la actividad política17.

La pervivencia de una redes clientelares asentadas desde inicios del siglo XIX, que se ajusta a los nuevos parámetros que la sociedad impone y reclamaA continuación dibujaremos una serie de perfiles sociales por clases para tratar

de dar una imagen clara de la sociedad española:

La NoblezaEn comparación con el Antiguo Régimen, la alta aristocracia perdió su papel

dominante, si bien siguió teniendo un enorme peso e influencia. Numéricamente también disminuyó, al tiempo que también hubo dentro de ella una reorganización, puesto que el “hidalgo” perdió sus privilegios como noble, dejando la aristocracia como un conjunto de nobles titulados. Y aunque su papel pareció ser disminuido por la acción del Estado Liberal, los nobles españoles se colocaron a la cabeza del liberalismo para evitar ser arrollados por éste, se aprovecharon de las medidas liberalizadoras, y desde esa posición de dirección controlaron perfectamente el proceso de implantación del Estado Liberal en España, al tiempo que se convertían en referente social para la clase emergente: la Burguesía.

Pero esta adaptación fue minoritaria. Muchas familias no se ajustaron a los parámetros de la nueva economía liberal, dónde habían desaparecido sus derechos sobre la propiedad –mayorazgos y vinculaciones-, aunque seguían gastando como si dispusieran de las mismas rentas que en Antiguo Régimen, por que pronto su balance de cuentas fue completamente negativo lo que les llevó a la enajenación de sus bienes, perdiendo paulatinamente la propiedad original de la casa, como ocurrió con los Duques de Osuna y de Medina-Sidonia.

16 A finales del siglo XVIII había un sacerdote por cada 160 almas, y en 1870 se contabiliza un cura por 400 individuos.17 Aquí hay que encajar la idea defensores de la Patria.

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Al tiempo apareció un nuevo tipo de nobleza de “nueva planta” cuyo origen debemos situarlos en una burguesía de negocios y el “profesionalismo” de la política liberal, donde algunos de sus miembros veían su lealtad a la Corona recompensada con la concesión de títulos nobiliarios.

Por otro lado la figura del hidalgo castellano, miembro de la nobleza, habían convertido su situación en la forma legal de no tener que tributar en impuestos directos, ser reclutado por la milicia o tener que alojar forzosamente tropas en su casa. Pero la llegada del Estado Liberal, quebrantó esa situación de privilegio, y los hidalgos fueron desapareciendo progresivamente de la mentalidad popular.

Las clases mediasEn palabras de José María Jover Zamora, son aquellas que ocupan un lugar

indeciso entre la aristocracia y las clases populares. Dentro de ellas podemos hablar de una burguesía de los negocios y de una clase media administrativa. La primera se podría definir como aquellas que tiene, aparte de un magnífico nivel económico, una iniciativa para los negocios o la empresa: personas con iniciativa para los negocios, algo que sería privativo de este grupo social. Este grupo social mantiene una ideología social que tiene en común el género de trabajo, el nivel socioeconómico, la cultura, los derechos políticos e intereses que defender. Todo ello lleva a una cierta conciencia de “comunidad” y mantener relaciones sociales entre ellos y con la nobleza.

Mientras que las clases medias administrativas agrupan a otros sectores sociales o laborales que no pueden identificar con la burguesía de los negocios. Controlan la administración, el ejército, la cultura, la enseñanza, la información (la prensa). El sistema liberal, con todos los mecanismos de movilidad social que introdujo dentro de España, permitió a este grupo social una mejora de su posición con respecto al Antiguo Régimen, puesto que los arrancó de las capas más altas de clase baja, para darles cabida dentro de la clase media.

Las clases bajas o populares. El nacimiento del movimiento obrero.Las clases populares españolas se pueden dividir en dos: rural (mayoritaria

durante el siglo XIX) y urbana (en constante crecimiento a lo largo del siglo). La primera mantenía fuertes pervivencias del modelo social rural del Antiguo Régimen, con un trabajo cíclico que marcaba toda su forma de vida, sin apenas cambios e innovaciones, lo que influía en una forma de ser conservadora y ultramontana (la influencia de la Iglesia era perceptible), poca amiga de los cambios; sobre todo de aquellos que afectaban a su mundo y su manera de vivir.

La llegada del Estado Liberal fue acogida con recelo y rechazo por parte de la población rural, que se veía amenazada por los cambios y se acogió a cualquier opción que defendiera sus derechos y su forma de vida o que sencillamente no aceptara los principios liberales. Así el Carlismo (en el norte de España) y el Anarquismo (en Levante

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y Andalucía) se convirtieron en corrientes de pensamiento y acción apreciadas en el mundo rural.

Pero las transformaciones que progresivamente iban alcanzando la producción agraria obligaron a una lenta pero imparable migración del campo a la ciudad para la búsqueda de nuevas oportunidades laborales y sociales que la guerra y las expropiaciones por las desamortizaciones les negaban. A partir de los años 40 los barrios periféricos crecieron amontonándose en ello los campesinos en paro con sus familias a la búsqueda de un empleo en la incipiente industria.

La proporción de esta población era ínfima pero en constante crecimiento que se aceleraría durante el siglo XIX, siendo especialmente significativa en Barcelona, Madrid y en los núcleos siderúrgicos vasco y malagueño.

La situación de estos barrios era terrible: consistentes en barracas y chabolas construidas precipitadamente, sin servicios sanitarios, de alumbrado ni limpieza, sin empedrar, etc…; eran foco seguro de enfermedades infecciosas de todo tipo entre las que la tuberculosis y el cólera destacaron por sus efectos catastróficos.

Quienes encontraban empleo se tenían que someter a jornadas de 12 a 14 horas, atendiendo a un trabajo monótono, con ruidos estridentes y continuos y unas condiciones de salud laboral inexistentes, y sin otro descanso que los domingos18. Trabajaban por igual hombres, mujeres y niños de hasta 6 y 7 años de edad. Los salarios eran muy bajos y apenas permitían una alimentación consistente básicamente en pan, habichuelas y patatas. A las enfermedades infecciosas había que añadir las sociales: el alcoholismo y las enfermedades venéreas, en parte inevitable en un medio social embrutecido en el que se hacinaban familias enteras en habitaciones compartidas. El analfabetismo era general: afectaba al 69% de los hombres y al 92% de las mujeres.

Al principio los trabajadores no comprendían demasiado bien porqué eran así sus condiciones de vida. O bien procedían de una sociedad campesina, en la que la jornada la marcaban el clima y las faenas agrícolas, y en la que las condiciones de vida eran más saludables, por dura que fuera la faena, o bien venían de antiguos talleres artesanos, en los que el trabajo estaba regulado y protegidas sus condiciones de vida y vivienda. La eliminación de los gremios en los años 30 había acabado con todo el sistema de asistencia y socorro mutuo que antiguamente garantizaba al trabajador frente a la adversidad. Ahora se encontraba convertido en una pequeña pieza de la gigantesca maquinaria fabril, sometido a una rutina que le era incomprensible y frustrante y viendo su salario degradarse cada vez más, en parte a causa de la competencia de mujeres y niños.

18 La vida media de los obreros catalanes era de 19 años, frente a los 40 de la clase alta barcelonesa.

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Desde la década de los años 30 se incorporan a las fábricas el vapor, iniciándose la mecanización en España, que produjo la reducción de puestos de trabajo. Ante esto se produjeron algunos movimientos de destrucción de maquinaria (luddismo), el más conocido de los cuales fue el incendio de la fábrica Bonaplata en Barcelona (1835) 19, como primeros ejemplos de organización obrera defensora de sus derechos.

En las décadas de los treinta y cuarenta fueron apareciendo los primeros atisbos de organización, básicamente por dos vías: la formación de sociedades de ayuda mutua y la difusión de las ideas de los socialistas utópicos. En 1839 el gobierno permitió la creación de sociedades obreras con fines benéficos o de ayuda mutua. Al amparo de ese permiso, en 1849 Juan Munts fundó la Sociedad de Protección Mutua de Tejedores de Algodón, que dos años después tenía 50.000 afiliados. Pronto proliferaron por todo el país sociedades semejantes. Al principio sólo pretendieron defender los salarios, sin llevar más lejos sus peticiones. Pero los moderados las prohibieron, y la mayoría de ellas pasó a la clandestinidad.

En cuanto al socialismo utópico, fueron las teorías de Fourier y de Cabet las que penetraron en España: en Cádiz, donde Joaquín Abreu intentó montar un falansterio, que fue un fracaso, y en Barcelona donde Abdón Terradas y Narcís Monturiol organizaron grupos cabetistas, que pronto se relacionaron con los republicanos. También fueron llegando las teorías de Saint-Simon, Blanquí y Proudhom, de la mano de escritores como Ramón de la Sagra o Pi y Margall.

El socialismo utópico se fijo más en las consecuencias negativas del capitalismo que en las causas que las habían provocado. Planteó soluciones teóricas a este problema que cuando intentaron ser llevadas a la práctica fracasaron. Pretendía conseguir la igualdad social mediante el reparto de los beneficios del trabajo a través del colectivismo. Planteó soluciones filantrópicas o caritativas en las que el cooperativismo era la idea principal.

Sin embargo, hasta la mitad de siglo la mayoría de los obreros no comprendían contra quién debían defender sus intereses y hacían causa común con sus patronos y se opusieron a los gobiernos progresistas reclamándoles el mantenimiento del proteccionismo, atribuyendo las crisis industriales y los bajos salarios a la competencia inglesa. En aquellos años, las reivindicaciones eran muy concretas: salariales, de seguridad en el trabajo, de horarios. Nadie planteaba la necesidad de un sindicato o de un partido político.

Fue a raíz de los disturbios de 1848 cuando comenzaron a relacionarse las reivindicaciones obreras con las ideas democráticas y republicanas. A finales de los

19 Curiosamente, los asaltantes eran campesinos y pescadores que buscaban trabajo en la industria, y fueron los propios trabajadores de la fábrica quienes intentaron evitar el incendio. Pero, en general, el luddismo apenas tuvo repercusión en España.

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años 40 se dedicaron a publicar la primera prensa obrera: Sixto Cámara, Fernando Garrido, Ordax Avecilla o Francisco Pi y Margall; fundaban un periódico, publicaban varios números y, cuando era prohibido por el gobierno, volvían a publicar otro de distinto nombre. Los más avanzados se apartaron del progresismo, en el que veían la defensa de los intereses patronales y no la de los obreros. En 1849 algunos de ellos participaron en la fundación del partido demócrata.

Hay que esperar al Bienio Progresista (1854-1856) para que de forma definitiva los trabajadores separen su movilización de la de los patronos. Tras apoyar el levantamiento de los progresistas, las reivindicaciones obreras fueron reprimidas duramente por el gobierno en calles y rechazadas legalmente en el Parlamento, al aprobarse un estatuto laboral que en la práctica defendía los derechos de los patronos20. La situación se fue deteriorando tanto en lo social como en lo económico y propició el regreso de Narváez de la mano de O’Donnell en 1856, momento en el cual las organizaciones obreras fueron prohibidas. En adelante el movimiento obrero se politizó abiertamente y sus dirigentes pasaron a apoyar al partido demócrata y a los republicanos. Estos incorporaron algunas reivindicaciones obreras a su programa.

La I Internacional en EspañaTras “la Gloriosa” de 1868, la economía española pasó a un estado de

crecimiento progresivo, pero no refrendado por la serie de transformaciones sociales ansiadas por obreros y campesinos. La detención del proceso revolucionario, con el mantenimiento de las quintas y la simple sustitución de los consumos por otros impuestos, entre otras, trajeron dos consecuencias: la separación definitiva del movimiento obrero, respecto de los partidos demócrata y republicano, y la rápida implantación en España de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).

20 Tras participar en la revolución apoyando a los progresistas, el movimiento obrero cobró un gran desarrollo. Durante todo el año se sucedieron las protestas contra la generalización de hiladoras y tejedoras mecánicas (selfactinas), y los disturbios llevaron a frecuentes choques en la calle contra las tropas. En 1855 la conflictividad creció y la movilización obrera se extendió a toda la ciudad de Barcelona. La respuesta gubernamental fue la represión. El dirigente obrero José Barceló fue condenado irregularmente y ejecutado por un crimen que no había cometido. A raíz de ello, el 1 de julio estalló una huelga general que paralizó la ciudad. Tras diez días de lucha en las calles contra las tropas, los dirigentes obreros llegaron a un acuerdo con el enviado de Espartero, el general Saravia, para mantener los sueldos y los convenios colectivos hasta que las Cortes aprobaran una nueva reglamentación laboral. Por otro lado, dos líderes obreros fueron enviados a Madrid para exponer sus quejas a los diputados. Los dos dirigentes, Juan Alsina y Joaquín Molar, se presentaron con un escrito respaldado por 33.000 firmas procedentes de todo el país. Pedían el reconocimiento del derecho de asociación, la reducción de la jornada a diez horas, el mantenimiento de los salarios y el derecho de negociación colectiva; también solicitaban el establecimiento de tribunales partidarios para dirimir (resolver) los conflictos. Pero el proyecto de Ley del Trabajo que finalmente aprobaron las Cortes, defendido por Alonso Martínez, era mucho más pobre y defendía en la práctica los intereses patronales: establecía la media jornada para los niños y un máximo de diez horas para los menores de 18 años, limitaba las asociaciones al ámbito local y siempre que no rebasaran los 500 miembros, legitimaba los convenios colectivos sólo en empresas de menos de 20 trabajadores, y establecía Jurados para arbitrar conflictos compuestos exclusivamente por patronos.

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En octubre de 1868 llegó a España Giuseppe Fanelli, un miembro de la AIT enviado por Bakunin con el objetivo de organizar la sección española de la Internacional, sobre la base de las tesis anarquistas que propugnaba el líder ruso. Fanelli estableció dos secciones, en Madrid y Barcelona, que comenzaron a rodar a partir del mes de noviembre y enero, respectivamente. El foco de Barcelona, que agrupaba ya más de 30 sociedades, formaba el grupo más sólido de todo el país y su secretario general, Rafael Farga Pellicer, asistió al Congreso de la Internacional en Basilea, donde contactó con Bakunin y reafirmó su apoyo a las tesis anarquistas..

En junio de 1870 se celebró en Barcelona el I Congreso de la Sección española de la Internacional, al que asistieron unos 90 delegados en representación de unos 30.000 afiliados. El Congreso reguló la organización de secciones y federaciones de oficios, y fijó objetivos sindicales –la mejora de las condiciones de vida de los obreros- y políticos –la revolución social–. También estableció un Consejo Federal, donde la mayoría catalana impuso la orientación anarquista, de no-colaboración ni alianza con las fuerzas políticas burguesas. Pronto tales tesis empezarían a ser discutidas, pero en 1870 la fuerza del asociacionismo catalán era incuestionable.

En la primavera de 1871, ya bajo el reinado de Amadeo de Saboya, y cuando los trabajadores españoles preparaban su segundo Congreso, sobrevino la insurrección de la Comuna de París. El impacto que la revolución causó en las clases medias y en los grupos dirigentes europeos fue enorme, y en España, se tradujo en una serie de medidas represivas contra la AIT. Se prohibieron las reuniones y las huelgas, se cerró publicaciones y varios líderes detenidos, mientras el Consejo Federal se instalaba en Lisboa ratificando la línea anarquista de la AIT.

La política represiva del gobierno llevó a aprobar la ilegalización de la AIT en España, aunque la impugnación de la medida ante el Tribunal Supremo por considerarla inconstitucional, impidió su aplicación inmediata.

En diciembre de 1871 había llegado a Madrid el dirigente de la Internacional Paul Lafargue, partidario de Marx. Entró en contacto con los principales miembros del grupo madrileño: Anselmo Lorenzo, Francisco Mora, José Mesa y Pablo Iglesias, que aceptaron sus tesis. Así se produjo la división dentro la sección española de la AIT, con unos focos anarquista en Barcelona y socialista en Madrid.

Al comenzar 1873 la Internacional española contaba con más de 25.000 afiliados, un tercio de los cuales pertenecían a las federaciones catalanas. Estaba claramente implantada entre los obreros textiles, la construcción y las artes gráficas, con varios miles de afiliados; menos importantes eran las federaciones campesinas –salvo en Andalucía-, de ferroviarios y de mineros. Entre los dirigentes, había una

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mezcla considerable entre hombre de procedencia obrera e intelectuales de clase media, estos últimos de ideología más radical y próxima al anarquismo.

La proclamación de la República provocó una oleada de manifestaciones y huelgas que forzaron a unos empresarios atemorizados a hacer concesiones importantes en horarios laborales y salarios. Una vez más, Barcelona actuó como punta de lanza del movimiento reivindicativo. En Andalucía las movilizaciones se tradujeron en ocupaciones de tierras y en asaltos indiscriminados, aunque en la mayor parte de los casos los jornaleros actuaron al margen de las consignas de la AIT21.

Simultáneamente, estalló la sublevación cantonal que no contó con el respaldo de los dirigentes de la AIT; aunque muchos obreros internacionalistas participaron activamente en la insurrección, especialmente en Sevilla, Málaga y Valencia. Esa participación fue utilizada por los sectores conservadores para presentar la insurrección cantonal como un movimiento revolucionario, e incluir a la AIT en la subsiguiente represión. Tras haber sofocado la insurrección, el gobierno de Serrano decretó, el 10 de enero de 1874, la disolución de la AIT, aunque la mayoría de sus líderes pasaron a la clandestinidad.

En conjunto, el Sexenio significó una etapa de clara toma de conciencia política y organizativa para el movimiento obrero español, a través de su adscripción a la Internacional, así como el momento de asimilación de las principales corrientes ideológicas que existían en el mundo obrero europeo.

21 Los sucesos más graves se produjeron a partir del 7 de julio en Alcoy, donde los obreros hicieron una huelga general en reivindicación de menor duración de jornada y alzas salariales. El alcalde y la Guardia Civil se enfrentaron a los huelguistas, que sitiaron la casa consistorial. Tras veinte días de asedio, llegaron las tropas enviadas por el gobierno, pero el alcalde Albors ya había muerto en los combates. También en Barcelona se produjo una huelga general el 14 de julio.