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,... El significado de «significado»t':) . Hilary PUTNAM Universidad de H arva rd El lenguaje es la primera gran área de la capacidad cognitiva del hom- bre de la que estamos empezando a disponer de una descripción que no es esquemática en demasía. Gracias al trabajo de los lingüistas transfor- macionales contemporáneos 1, se está en el proceso de elaborar una muy sutil descripción de algunos lenguajes al menos. Ciertos rasgos de estos lenguajes parecen ser universales. Los rasgos de esa índole que resulten ser «específicos de la especie» -«no susceptibles de explicación median- te algunas consideraciones generales que apelarian a la utilidad funcio- nal o a la simplicidad de sistemas arbitrarios al servicio de las funciones dellenguaje»- puede arrojar alguna luz sobre la estructura de la mente. Aunque es extremadamente difícil decir en qué medida queda así ilumi- nada una estructura universal del lenguaje, en tanto que algo opuesto a una estructura universal de las estrategias de aprendizaje general que son innatas2, el hecho mismo de que pueda tener lugar esta discusión testi- monia la riqueza y la generalidad del material descriptivo que los lin- güistas están comenzando a proporcionarnos; y testimonia también la po- pularidad del análisis, en tanto en cuanto los rasgos que parece que son candidatos a considerarse rasgos lingüísticos «específicos de la especie» Publicado originalmente en K. Gunderson (com.): Language, Mind and Knowledge, Min- nesota Studies in the Philosophy of Science, VII (University of Minnesota Press, Mpls) c 1975 University of Minnesota. I Las personas que han contribuido a este área son en la actualidad demasiado nume- rosos como para dar una relación de todas ellas: los primeros fueron, naturalmente, Zellig Harris y Noam Chomsky. 2 Para una discusión de este tema, véase H. Putnam: «Innateness Hypothesis» and Ex- planatory Models in Linguistics». Synthese, 17 (1967),12-22 (reimpreso en Philosophical Pa- pers, vol. 2: Mind, Language and Reality, Cambridge University Press, 1975); Noam Chomsky, Problems of Knowledge and Freedom, New York, 1971, 1971, cap. I. Teorema, vol. XIV / 3-4. Editorial d~ la Universidad Complutense. Madrid. 1984 ~:ant , .

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    Hilary PUTNAMUniversidad de H arva rd

    El lenguaje es la primera gran área de la capacidad cognitiva del hom-bre de la que estamos empezando a disponer de una descripción que noes esquemática en demasía. Gracias al trabajo de los lingüistas transfor-macionales contemporáneos 1, se está en el proceso de elaborar una muysutil descripción de algunos lenguajes al menos. Ciertos rasgos de estoslenguajes parecen ser universales. Los rasgos de esa índole que resultenser «específicos de la especie» -«no susceptibles de explicación median-te algunas consideraciones generales que apelarian a la utilidad funcio-nal o a la simplicidad de sistemas arbitrarios al servicio de las funcionesdellenguaje»- puede arrojar alguna luz sobre la estructura de la mente.Aunque es extremadamente difícil decir en qué medida queda así ilumi-nada una estructura universal del lenguaje, en tanto que algo opuesto auna estructura universal de las estrategias de aprendizaje general que soninnatas2, el hecho mismo de que pueda tener lugar esta discusión testi-monia la riqueza y la generalidad del material descriptivo que los lin-güistas están comenzando a proporcionarnos; y testimonia también la po-pularidad del análisis, en tanto en cuanto los rasgos que parece que soncandidatos a considerarse rasgos lingüísticos «específicos de la especie»

    Publicado originalmente en K. Gunderson (com.): Language, Mind and Knowledge, Min-nesota Studies in the Philosophy of Science, VII (University of Minnesota Press, Mpls) c 1975University of Minnesota.

    I Las personas que han contribuido a este área son en la actualidad demasiado nume-rosos como para dar una relación de todas ellas: los primeros fueron, naturalmente, ZelligHarris y Noam Chomsky.

    2 Para una discusión de este tema, véase H. Putnam: «Innateness Hypothesis» and Ex-planatory Models in Linguistics». Synthese, 17 (1967),12-22 (reimpreso en Philosophical Pa-pers, vol. 2: Mind, Language and Reality, Cambridge University Press, 1975); Noam Chomsky,Problems of Knowledge and Freedom, New York, 1971, 1971, cap. I.

    Teorema, vol. XIV /3-4. Editorial d~ la Universidad Complutense. Madrid. 1984

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    no son, en ningún sentido, rasgos superficiales o fenomenológicos dellen-guaje, sino pertenecientes al nivel de la estructura profunda.

    El inconveniente más serio de todo este análisis, en la medida en queresulta importante para el filósofo, es que no se ocupa del significado delas palabras. El análisis de la estructura profunda de las formas lingüís-ticas nos proporciona una descripción de la sintaxis de las lenguas natu-rales incomparablemente más poderosa que nunca. Pero la dimensión dellenguaje asociada a la palabra «significado», pese al actual aluvión de es-fuerzos heroicos, cuando no mal encaminados, sigue en la oscuridad enigual medida que siempre.

    En este ensayo deseo explorar por qué ha ocurrido esto. En mi opi-nión, la razón por la que la denominada semántica está en mucho peorestado que la teoría sin táctica es que el concepto precientífico sobre el quese basa la semántica -el concepto precieIitífico de significado-- se en-cuentra mucho peor perfilado que el concepto precientífico de la sintaxis.Como sucede corrientemente en filosofía, las dudas escépticas en torno atal concepto no ayudan para nada a esclarecer o a mejorar la situaciónmás de lo que lo hacen las afirmaciones dogmáticas de los filósofos con-servadores de que todo anda bien en el mejor de los mundos posibles, quees éste. La razón por la que el concepto precien tífico de significado estémal perfilado no se aclara recurriendo al argumento escéptico o nomina-lista de que los significados no existen. De hecho, el resultado de nuestradiscusión será que los significados no existen del modo en que tendemosa pensar que lo hacen. Pero tampoco los electrones existen como Bohr pen-só que lo hacían. Existe toda la diferencia del mundo entre esta afirma-ción y la de que los significados (o los electrones) no existen.

    Voy a hablar casi enteramente del significado de palabras más que delsignificado de oraciones, porque tengo la impresión de que nuestro con-cepto de significado-de-una-palabra es más defectuoso que nuestro con-cepto de significado-de-una-oración. Pero haré algunos breves comenta-rios sobre los argumentos de filósofos como Donald Davidson, que insis-ten en que el concepto de significado-de-una-palabra debe ser secundarioy en que el estudio del significado de las oraciones debe ser primario.Puesto que considero que las teorías tradicionales del significado se ali-mentan de mitos (nótese que el tema del «significado» es el tema filosó-fico por excelencia del cual no hay otra cosa sino «teoría»; literalmente:nada a lo que se le pueda poner el cartel de, o ridiculizar mediante laspalabras, «el punto de vista del sentido común»), será necesario que 'dis-cuta y trate de desenredar un cierto número de temas a propósito de loscuales las opiniones heredadas son, creo yo, falsas. El lector me prestarásu máxima ayuda en la labor de aclarar estos puntos si amablemente asu-me que no hay nada claro de antemano.

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    Significado y extensión

    Desde la Edad Media, al menos, los que han escrito de teoría del sig-nificado han pretendido descubrir una ambigüedad en el concepto ordi-nario de significado y han introducido un par de términos -extensión eintensión, o Sinn (sentido) y Bedeutung (referencia), o lo que sea-" para des-hacer la ambigüedad de la noción. La extensión de un término, en el par-loteo lógico común, es simplemente el conjunto de cosas de las que el tér-mino es verdadero. Así, «conejo», en su sentido más común en español,es verdadero de todos y solos los conejos, de modo que la «extensión» de«conejo» es precisamente el conjunto de los conejos. Incluso esta noción-y en esta nebulosa materia es la menos problemática- tiene, no obs-tante, sus problemas. Aparte de los que hereda de la noción, emparenta-da con ella, de verdad, el ejemplo precedente de «conejo» en su sentidomás frecuente en español ilustra uno de esos problemas: estrictamente ha-blando, «conejo» no es un término, sino un par ordenado que consta deun término y de un «sentido» (u ocasión de uso, o algo más que distingaa un término en un sentido del mismo término usado en un sentido dife-rente) que tiene una extensión. Otro problema es éste: un «conjunto», ensentido matemático, es un objeto «de-sí-o-no»; cualquier objeto dado per-tenece definitivamente a S o definitivamente no pertenece a S, siendo Sun conjunto. Pero las palabras de una lengua natural no son generalmen-te del tipo «de-sÍ-o-no»: seguramente hay cosas de las que la descripción«árbol» es claramente verdadera y cosas de las que «árbol» es claramen-te falsa, pero hay multitud de casos dudosos. Peor aún: la línea divisoriaentre los casos claros y los casos dudosos es ella misma difusa. Así, la idea-lización involucrada en la noción de extensión -la implicada al suponerque hay una cosa como el conjunto de las que es verdadero el término «ár-bol»- es realmente muy extrema.

    Recientemente, algunos matemáticos han investigado la noción deconjunto difuso -es decir, de un objeto al que pertenecen o no otras co-sas con una cierta probabilidad o hasta un grado de probabilidad dado,en vez de pertenecer a él al modo «sÍ-a-no». Si se deseara realmente for-malizar la noción de extensión, en tanto que aplicada a los términos deuna lengua natural, sería preciso emplear «conjunto difusos» en vez deconjuntos en el sentido clásico.

    El problema que supone que una palabra tenga más de un sentido sesolventa comúnmente considerando cada uno de los sentidos como una

    palabra diferente (o mejor: considerando que la palabra lleva subíndicesinvisibles, como 'gallina.' -animal de una cierta especie; 'gallinaz' -co-barde; y como si 'gallina.' y 'gallinaz' o lo que fuere resultaran ser pala-bras completamente distintas).a) Esto conlleva de nuevo dos idealizaeio-

    a) En este punto el texto inglés dice: «... (or rather, by treating the word as if it carried

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    nes extremas: suponer que las palabras tienen muchos sentidos de una for-ma definida, y suponer que todo el repertorio de sentidos está fijado deuna vez y para siempre. Paul Ziff ha investigado recientemente3 en quémedida distorsionan estas dos suposiciones la situación real en la lenguanatural; sin embargo, seguiremos ateniéndonos a estas idealizaciones.

    Consideremos ahora los términos compuestos «criatura con corazón»y «criatura con riñones». Suponiendo que toda criatura con corazón po-see un riñón, y viceversa, la extensión de estos dos términos será la mis-

    ma. Pero obviamente diferen en cuanto a su significado. Asumiendo quehay un sentido de «significado» según el cual el significado = la exten-sión, debe haber otro sentido de «significado» según el cual el significadode un término no es su extensión, sino otra cosa: digamos que el «con-cepto» asociado con el término. Denominemos a esta «otra cosa» la in-tensión del término. El concepto de una criatura con corazón es un con-cepto claramente diferente del concepto de criatura con riñones. Así que Iestos dos términos tienen diferente intensión. Cuando decimos que tienen "1diferente «significado», el significado = la intensión. I

    I

    1ntensión y extensión

    Algo parecido a lo dicho en el párrafo precedente se da en las exposi-ciones usuales de las nociones de «intensión» y «extensión». Pero no essatisfactorio en absoluto. El por qué no lo es constituye, en un sentido, eltema principal de todo este ensayo. Sin embargo, ya desde el principiopuede hacerse alguna observación: primera de todas, ¿qué pruebas hayde que «extensión» sea un sentido de la palabra «significado»? La expli-cación canónica de las nociones de «intensión» y «extensión» se parecemucho a esto: «en un sentido, 'significado' significa extensión y en el otrosentido 'significado' significa significado». El hecho es que aunque se pre-cise la noción de «extensión», por referencia a la noción lógica fundamen-tal de verdad (y sin olvidar las extremas idealizaciones subrayadas másarriba), la noción de «intensión» no se hace más precisa que la vaga (y,como hemos visto, engañosa) noción de «concepto». Es como si alguienexplicara la noción de «probabilidad» diciendo: «en un sentido 'probabi-lidad' significa frecuencia y en otro sentido significa propensión». «Pro-babilidad» nunca significa «frecuencia», y «propensión» es al menos tanpoco claro como «probabilidad».

    Por no ser clara, la doctrina tradicional de que la noción de «signifi-cado» posee la ambigüedad extensión/intensión tiene ciertas consecuen-

    invisible subscripts, thus: 'rabbit.' -animal of a certain kind; 'rabbit2'- coward; and as if'rabbit.' and 'rabbit2' or what ever were different words entirely).»

    3 Esto lo discute Ziff en Understanding understanding (especialment-e en el capítulo VIII),New York, 1972.

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    El significado de «significado» 349

    cias típicas. Muchos filósofos tradicionales concibieron el concepto comoalgo mental. Así, la doctrina de que el significado de un término (es decir,el significado «en el sentido de intensión») es un concepto que llevaba con-sigo la consecuencia de que los significados son entidades mentales. Fre-ge, y más recientemente Carnap y sus seguidores, se han rebelado, no obs-tante, contra este «psicologismo», según lo bautizaron. Apercibiéndose deque los significados son propiedad pública -que el mismo significado pue-de ser «captado» por más de una persona y por personas situadas en tiem-pos diferentes- sostuvieron que los conceptos (y, por lo tanto, las «inten-siones» o significados) eran entidades abstractas, en vez de entidadesmentales. Sin embargo, «captar» estas entidades abstractas siguió siendoun acto psicológico individual. Ninguno de estos filósofos puso en dudaque entender una palabra (conocer su intensión) no fuese precisamentecosa de estar en un cierto estado psicológico (de alguna forma, al modoen que sabe cómo extraer mentalmente los factores de un número es exac-tamente cosa de estar en un cierto estado psicológico muy complejo).

    En segundo lugar, el manido ejemplo de los términos «criatura con co-razón» y «criatura con riñones» pone de manifiesto que dos términos pue-den tener la misma extensión y diferir en cuanto a su intensión. Pero seconsideró obvio que la inversa era imposible: dos términos no pueden di-ferir en extensión y tener la misma intensión. Es interesante darse cuentade que nunca se ofreció argumento alguno en pro de esa imposibilidad.Probablemente, eso refleja la tradición de los filósofos antiguos y medie-vales, que asumieron que el concepto que corresponde a un término noes sino una conjunción de predicados y, por lo tanto, que tal concepto pro-porciona siempre una condición necesaria y suficiente [que algo debe po-seer] para caer en la extensión del términ04. Para filósofos como Carnap,que aceptaban la teoría verficacionista del significado, el concepto que co-rresponde a un término proporciona (en el caso ideal, cuando el términotiene un «significado completo») un criterio de pertenencia a la extensión

    4 Esta tradición arraigó porque el término cuyo análisis provocó toda la discusión den-tro de la filosofía medieval fue el término «Dios» y porque se pensó que el término «Dios»se definía por medio de la conjunción de los términos «Bueno», Omnipotente», «Omniscien-te», etc. -las llamadas «Perfecciones»-. Había no obstante, un problema, porque se supu-so que Dios era una Unidad, y la Unidad escluiría que Su esencia fuese de algún modo com-pleja -.-es decir, «Dios» habría de definirse a través de una conjunción de términos, peroDios (sin comillas) no podía ser el producto lógico de dos o más propiedades distintas, puesse consideraba que incluso esta clase de «complejidad» altamente abstracta era incompa-tible con Su perfección de Unidad. Es ésta una paradoja teológica con la que los teólogosjudíos, árabes y cristianos lucharon denodadamente durante siglos (por ejemplo, en la doc-trina de la Negación de Privación, de Maimónides y Santo Tomás). Tiene gracia que teoríasque en la actualidad conservan su interés, como el conceptualismo y el nominalismo, fue-sen propuestas inicialmente como solucines al problema de la predicación para el caso deDios. Tiene gracia también que el modelo de definición favorito de toda esta teología -.-elmodelo de conjunción-de-propiedades- haya sobrevivido, al menos por sus consecuencias,en la filosofía del lenguaje hasta el presente día.

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    (no sólo en el sentido de 'condición necesaria y suficiente', sino en el másfuerte de modo de determinar ('way of recognizing') si una cosa cae o nodentro de la extensión del término). Por eso, estos filósofos positivistas sesentían perfectamente felices manteniendo al respecto el punto de vistatradicional. Con ello la teoría del significado viene a descansar en dos su-puestos no cuestionados:

    (1) Que conocer el significado de un término no es sino cosa de estaren un cierto estado psicológico (en el sentido de «estado psicológico» se-gún el cual los estados de memoria y las disposiciones psicológicas son«estados psicológicos»; naturalmente, nadie pensó que conocer el signifi-cado de una palabra fuese un estado de conciencia continuo).

    (11)Que el significado de un término (en el sentido de «intensión») de-termina su extensión (en el sentido de que mismidad de intensión impli-ca mismidad de extensión).

    Argüiré que no hay ninguna noción -no hablemos ya de la de signi-ficado- que satisfaga al mismo tiempo estos dos supuestos. El conceptotradicional de signficado es un concepto que se basa en una teoría falsa.

    «Estado psicológico» y solipsismo metodológico

    Para mostrar esto, necesitamos primero aclarar la noción tradicionalde estado psicológico. En un sentido, un estado es simplemente un pre-dicado diádico cuyos argumentos son un individuo y un tiempo. En estesentido, tener una altura de metro ochenta, tener un dolor, conocer el alfa-beto e incluso hallarse a mil kilómetros de París son todos ellos estados. (Ad-viértase que usualmente el tiempo se da por sabido tácita o «contextual-mente»; la forma completa de una oración atómica elaborada a partir deestos predicados sería «en el tiempo t, x tiene una altura de metro ochenta»,«en el tiempo t, x tiene un dolon>. etc.) No obstante, en ciencia se acostum-bra a limitar el [uso del] término estado a propiedades que se definen apartir de parámetros del individuo que son fundamentales desde el pun-to de vista de la ciencia dada. Así, medir metro ochenta es un estado (des-de el punto de vista de la física); tener un dolor es un estado (desde el pun-to de vista de la psicología mentalista); conocer el alfabeto podría ser unestado (desde el punto de vista de la psicología cognitiva), aunque es di-fícil asegurarlo; pero no sería natural pensar que hallarse a mil.kilóme.. _tros de París sea un estado. En cierto sentido, un estado psicológico es,simplemente, un estado descrito por la psicología. En este sentido, puedeser trivialmente verdadero decir que conocer el significado de la palabra«agua», por poner un ejemplo, sea un «estado psicológico» (visto desdela perspectiva de la psicología cognitiva). Pero no es éste el sentido deestado psicológico que hace al caso a propósito del supuesto (1).

    Cuando los filósofos tradicionales hablaban de estados psicológicos (oestados «mentales»), adoptaron un supuesto al que podemos dar el nom-

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    El significado de «significado» 351

    bre de supuesto de solipsismo metodológico. Este supuesto es el de queningún estado psicológico propiamente dicho presupone la existencia deotro individuo que no sea aquél al que se atribuye el estado. (De hecho,el supuesto era que ningún estado psicológico presupone ni siquiera laexistencia del cuerpo de ese sujeto: ;SiP es un estado psicológico propia-mente dicho, debe de ser lógicamente posible que una «mente desencar-nada» esté en P.) Este supuesto se halla muy explícito en Descartes, peroestá implícito en la mayor parte de la p~icología filosófica tradicional.Adoptar este supuesto es, naturalmente, adoptar un programa restrictivo-un programa que limita de forma deliberada el alcance y la naturalezade la psicología para cuadrar con ciertas ideas mentalistas preconcebi-das o, en algunos casos, con una reconstrucción idealista del conocimien-to y del mundo. Lo que a menudo pasa desapercibido es cuán restrictivoresulta este programa. Por ejemplo, estados psicológicos tan comunes yespectaculares como el estar celoso han de reconstruirse, si es que se tratade conservar el supuesto del solipsismo metodológico. Pues, en su uso co-mún, x está celoso de y implica que y existe; y x está celoso por la atenciónque y le presta a Z implica que tanto y como z existen (aparte de x, por su-puesto). Así, estar celoso y estar celoso por la atención que alguien le prestaa otro no son estados psicológicos permitidos por el supuesto del solip-sismo metodológico. (Los denominaremos «estados psicológicos en senti-do amplio», y nos referiremos a los estados permitidos por el solipsismometodológico como a los «estados psicológicos en sentido estricto»). Loque el solipsismo metodológico exige es reconstruir tener celos de modoque yo pueda tener celos de mis propias alucinaciones o en las ficcionesde mi imaginación, etc. Sólo si asumimos que los estados psicológicos ensentido estricto tienen un grado significativo de cierre causal (de modoque se facilite la enunciación de leyes psicológicas, allimitarnos a cons-dierar estados psicológicos en sentido estricto) está justificado que nosembarquemos en esta reconstrucción o en adoptar el supuesto del solip-sismo metodológico. Pero, en mi opinión, tres siglos de fracaso de la psi-cología mentalista es una tremenda evidencia en contra de esta forma deproceder.

    Sea como fuere, podemos enunciar ahora de modo más preciso lo quesostuvimos ya al final de la sección precedente. Sean A y B dos términosque difieran en cuanto a su extensión. Por el supuesto (11), su significado(en el sentido de «intensión») debe ser diferente. Por el supuesto (1), co-nocer el significado de A y conocer el significado de B son estados psicoló-gicos en sentido estricto -porque así fue como entendimos el supuesto(1)-. Pero estos estados psicológicos deben determinar la extensión de los tér-minos A y B en la misma medida en que los significados (las «intensiones»)lo hacen.

    Para ver esto, tratemos de aceptar lo contrario. Naturalmente, no pue-de haber dos términos A y B tales que conocer el significado de A sea elmismo estado que conocer el significado de B, incluso aunque A y B po-

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    sean extensiones diferentes. Porque conocer el significado de A no es tansolo «captar la intensión» de A, con independencia de qué pueda signifi-car esto; es también saber que la «intensión» que uno ha «captado» es laintensión de A. (Por eso, quien conozca el significado de «rueda» captapresuntamente la intensión de su sinónimo alemán Rad; pero si no sabeque la «intensión» en cuestión es la intensión de Rad, no se dirá de él que«conoce el significado de Rad».) Si A YB son términos diferentes, conocerel significado de A es un estado diferente de conocer el significado de B,sean o no los mismos los significados de A y de B. Pero, por el mismo ar-gumento, si / l Y /; son diferentes intensiones y A es un término, saber que/ les el significado de A es un estado psicológico diferente de saber que /2es el significado de A. Así pues, no puede haber dos mundos lógicamenteposibles LI y L2, que sean diferentes, tales que, por ejemplo, Oscar estéen el mismo estado psicológico (en sentido estricto) en LI y en L2 (en to-dos los respectos), pero que en LI Oscar entienda A con el significado / lY en L2 Oscar entienda A con el significado /2, (Porque, si los hubiere, enLI Oscar estaría en el estado psicológico saber que / l es el significado deA y en L2 Oscar estaría en el estado psicológico saber que /2 es el signifi-cado de A, y éstos serían estados psicológicos (en sentido estricto) diferen-tes e incluso -suponiendo que A tenga tan sólo un significado en cadamundo para Oscar- incompatibles.

    Dicho brevemente: si S es del tipo de estado psicológico que hemos es-tado discutiendo -un estado psicológico de la forma saber que / es el sig-nificado de A, donde / es una «intensión» y A es un término-, entoncesen todo mundo lógicamente posible en el que el hablante esté en el esta-do psicológico S «vale» la misma condición necesaria y suficiente de per-tenencia a la extensión de A. Porque el estado S determina la intensión /y, por el supuesto (11), la intensión equivale a una condición necesaria ysuficiente de pertenencia a la extensión.

    Si nuestra interpretación de la doctrina tradicional de la intensión yla extensión les hace justicia a Frege y a Carnap, en lo que respecta a lateoría del significado, todo el tema del psicologismo/Platonismo pareceuna tempestad en un vaso de agua. (Naturalmente que este dualismo sig-nifica algo muy importante dentro de la filosofía de la matemática.) Por-que incluso en el caso de que los significados sean entidades «platónicas»,en vez de mentales, según el punto de vista de Frege-Carnap, «captar» es-tas entidades es presuntamente un estado psicológico (en sentido estric-to). Más aún: el estado psicológico determina unívocameñte la entidad

    «platónica». De modo que tome uno la entidad platónica o el estado psi-cológico como lo que es el «significado», parece cosa de convención. Yop-tar por el estado psicológico apenas si tendría la consecuencia que Fregretemía: la de que los significados dejen de ser públicos. Porque los estadospsicológicos son «públicos» en el sentido de que diferentes personas (e in-cluso gentes de diversas épocas) pueden estar en el mismo estado psico-lógico. De hecho, el argumento de Frege en contra del psicologismo es úni-

    "111111 I I II II II II 11 II 1 I r II I I I II11 11111111111111.......--

  • El significado de «significado» 353

    camente un argumento contra la identificación de los conceptos con even-tos mentales particulares, no con entidades mentales en general.

    El carácter «público» de los estados psicológicos entraña, en particu-lar, que si Oscar y Ernesto entienden una palabra A de modo distinto, de-ben estar en estados psicológicos diferentes. Pues el estado de saber que laintensión de A es, por ejemplo, 1 es el mismo estado al margen de si es Os-car o Ernesto quien esté en él. Por lo tanto, dos hablantes no pueden es-tar en el mismo estado psicológico en todos los respectos y comprenderel término de modo diferente; el estado psicológico del hablante determi-na la «intensión» (y de aquí que, por el supuesto (II), la extensión tam-bién) de A.

    Es esta última consecuencia conjunta de los supuestos (1) y (II) la queafirmamos que es falsa. Defendemos que es posible que dos habitantes sehallen exactamente en el mismo estado psicológico (en sentido estricto),a pesar de que la extensión de un término A en el idiolecto de uno difierade la extensión de ese término en el idiolecto del otro. La extensiónno queda determinada por el estado psicológico.

    En secciones posteriores pondré esto de manifiesto con detalle. Si escorrecto, hay dos vías para quien desee rescatar al menos uno de los su-puestos tradicionales: renunciar a la idea de que el estado psicológico (ensentido estricto) determina la intensión, o renunciar a la idea de que laintensión determina la extensión. Consideraremos estas dos posibilidadesdespués.

    ¿Están los significados en la cabeza?

    Con la ayuda de un. ejemplo de ciencia-ficción menor explicaré ahoraque los estados psicológicos no determinan las extensiones. Pensando enlos ejemplos de ciencia-ficción que vienen a continuación, supondremosque en algún lugar de la galaxia hay un planeta al que llamaremos laOtra Tierra «

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    354 H ilary Putnam

    «agua» no es H20, sino uno diferente cuya fórmula química es muy largay complicada. Abreviaré esta fórmula hablando del XYZ. Supondré queXYZ no se distingue del agua a temperaturas y presiones normales. Enparticular, sabe como el agua y como el agua apaga la sed. Imaginaré tam-bién que los océanos, lagos y mares de la Otra Tierra contienen XYZ, yno agua; que llueve XYZ, y no agua, etc.

    Si una nave espacial de la Tierra llegara alguna vez a la Otra Tierra,entonces al principio se supondrá que «agua» tiene el mismo significadoallí que en la Tierra. Cuando se descubriera que «agua» en la Otra Tierraes XYZ, esta suposición se rectificaría; y la nave espacial terráquea trans-mitiría entonces el siguiente informe:

    «En la Otra Tierra, la palabra 'agua' significa XYZ».

    (A propósito, éste es el tipo de uso de la palabra «significado» que ex-plica la doctrina de que la extensión sea un sentido del «significado». Perotomemos nota de que, si bien «significa» sí que significa algo como tienepor extensión a, en este ejemplo, uno no diría

    «En la Otra Tierra, el significado de la palabra 'agua' es XYZ,

    a menos que, como mera posibilidad, todo adulto que hable español enla Otra Tierra sepa que «agua es XYZ». Podemos dar cuenta de esto entérminos de la teoría del significado que desarrollaremos más abajo; demomento, nos limitamos simplemente a observar que, aunque el verbo«significa» algunas veces significa «tiene por extensión a», la forma no-minal «significado» nunca significa «extensión».)

    Dejándonos llevar por un principio de simetría, si una nave espacialde la Otra Tierra visitara nuestro planeta alguna vez, la primera suposi-ción sería la de que «agua» tiene el mismo significado en ambos plane-tas. En cuanto se descubriera que en la Tierra «agua» es H20, la nave dela Otra Tierra enviaría este informe:

    «En la Tierras, la palabra 'agua' significa H20».

    Démonos cuenta de que no hay problema alguno que tenga que vercon la extensión del término «agua». La palabra (como solemos decir) tie-ne dos significados diferentes: en el sentido en que se la usa en la OtraTierra, el sentido de aguaoT, lo que nosotros llamamos «agua» no es aguaen absoluto; mientras que en el sentido en que se la usa en la Tierra, elsentido de aguaT, lo que los habitantes de la Otra Tierra llaman «agua»

    5 O mejor, dirán: «En la Otra Tierra (el nombre que darían a la Tierra en este otro planeta-H.P.), la palabra «agua» significa H20».

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  • El significado de «significado»

    pura y simplemente no es agua. La extensión de «agua» en el sentido deaguaT es el conjunto de las totalidades formadas por moléculas de H20,o algo parecido; la extensión de «agua» en el sentido de aguaoT es el con-junto de las totalidades formadas por moléculas de XYZ, o algo parecidoa eso.

    Retrocedamos ahora en el tiempo hasta 1750. Por aquel entonces nien la Tierra ni tampoco en la Otra Tierra se había desarrollado la quími-ca. Los típicos terráqueos que hablaban español no sabían que el aguaconstaba de hidrógeno y oxígeno, y el típico otro-terráqueo que hablaraespañol no sabía que el «agua» constase deXYZ. Sea Oscarl un típico te-rráqueo que hablase español; y sea Oscar2 su contrapartida en la Otra Tie-rra. Podemos suponer que no hay ninguna creencia que Oscarl tuvieraacerca del agua que no la tuviese Oscar2 acerca del «agua». Si así se de-sea, se puede suponer incluso que Oscarl Y Oscar2 eran el 000 el dobledel otro en cuanto a su apariencia, sentimientos, pensamientos, monólo-go interior, etc. Sin embargo, la extensión del término «agua» en la tie-rra era H20 tanto en 1750 como en 1950; y la extensión del término«agua» en la Otra Tierra era XYZ tanto en 1750 como en 1950. Oscarl YOscar2 entendían el término «agua» de forma diferente en 1750, pese a es-tar en el mismo estado psicol6gico y pese a que, dado el estado de la cien-cia en ese tiempo, a sus respectivas comunidades científicas les llevaríaunos cincuenta años descubrir que entendían el término «agua» de mododiferente. Así pues, la extensión del término «agua» (y en realidad su «sig-nificado», en el uso preanalítico de este término) no es una función delmero estado psicológico del hablante.

    Sin embargo, podría objetarse, ¿por qué habríamos de aceptar que eltérmino «agua» tiene la misma extensión en 1750 que en 1950 (en amboscasos en la Tierra)? La lógica de los términos de clase natural, como«agua», es materia compleja, pero lo que sigue puede valer como esque-ma de una respuesta. Supongamos que señalo un vaso de agua y digo«este líquido se llama agua» (o bien: «a esto se le llama agua», suponien-do por el contexto que el marcador «líquido» se da como obvio). Mi «de-finición ostensiva» de agua tiene el siguiente presupuesto empírico: quela porción de líquido que estoy.señalando se encuentra en una cierta re-lación de mismidad (por ejemplo, x es el mismo líquido que y, o x es lo mis-mo que y) con "la mayor parte de..la sustancia a la que yo y otros hablan-tes de mi comunidad lingüística hemos llamado «agua» en otras ocasio-nes. Si este presupuesto fuese falso, porque -por poner un caso-- ignoroque estoy señalando un vaso de ginebra y no un vaso de agua, entoncesno pretendería yo que mi definición ostensiva hubiese de aceptarse. Porello, la definición ostensiva trasmite lo que podríamos llamar una condi-ción, necesaria y suficiente, falible (

  • r 1

    356 Hilary Putnam

    pírico se cumple. Si no es así, queda activada una de entre una serie decondiciones de «marcha atrás», por decirlo de este modo.

    El punto clave es que la relación mismoL es una relación teórica: sialgo es o no es el mismo líquido que éste, es cosa que, para ser estableci-da, puede llevar una cantidad indeterminada de investigación. Más aún:incluso habiéndose obtenido una respuesta «definida» por medio de la in-vestigación científica o de la aplicación de alguna prueba de «sentido co-mún», la respuesta es falible: incluso en el caso más «seguro» la investi-gación futura podría llegar a darle la vuelta. Así, el hecho de que un his-pano-hablante podría haber llamado «agua» a XYZ en 1750, aunque él olos que siguiesen no habrían llamado agua al XYZ en 1800 o en 1850, nosignifica que el «significado» de «agua» cambiara en ese intérvalo parael hablante medio. En 1750 o en 1850 o en 1950 uno podría haber apun-tado con el dedo al líquido del lago Michigan en tanto que ejemplo de«agua». Lo que cambió fue que en 1750 habríamos pensado erróneamen-te que XYZ guardaba la relación mismoL con el líquido del lago Michi-gan, mientras que en 1800 o en 1850 habríamos sabido que ése no era elcaso (ignoro, naturalmente, el hecho de que el líquido del lago Michiganera en 1950 un agua dudosa).

    Modifiquemos ahora nuestra historia de ciencia-ficción. No sé si pue-de hacer uno ollas y sartenes con molibdeno; y si puede haberlas así, ig-noro si se las podría distinguir fácilmente de las ollas y sartenes de alu-minio. (No sé nada de todo ésto, incluso a pesar de tener en mi léxico lapalabra «molibdeno».) Así que supondré que las ollas y las sartenes de mo-libdeno no pueden distinguirse de las ollas y ser ten es de aluminio, a noser por un experto. (Para subrayar este punto, repito que, hasta donde yosé, esto podría ser verdadero; ya fortirori podría ser verdadero, en lo quese me alcanza, por «conocer el significado» de las palabras aluminio y mo-libdeno.) Supongamos ahora que el molibdeno es tan común en la OtraTierra como lo es el aluminio en la Tierra, y que éste es tan raro allí comoel molibdeno lo es aquí. En particular, supongamos que en la Otra Tierralas ollas y las sartenes de «aluminio» están hechas de molibdeno. Final-mente, supongamos que las palabras «aluminio» y «molibdeno» tienenlos papeles cambiados en la Otra Tierra: «aluminio» es el nombre del mo-libdeno y «molibdeno» es el nombre del aluminio.

    Este ejemplo comparte algunos rasgos comunes con los ejemplos an-teriores. Si un vehículo espacial de la Tierra visitara la Otra Tierra, losvisitantes no sospecharían que las ollas y las sartenes de «aluminio» queahí encontraran no estaban hechas de aluminio, especialmente cuandolos habitantes de la Otra Tierra se lo dijeran. Sin embargo, hay una im-portante diferencia entre ambos casos. Un metalúrgico de la Tierra po-dría descubrir muy fácilmente que el «aluminio» era molibdeno, y un me-talúrgico de la Otra Tierra podría hallar con igual facilidad que el alu-minio era «molibdeno». (Las comillas de la oración precedente pretendenindicar los usos de los hispano-hablantes de este último planeta.) Mien-

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  • El significado de «significado» 357

    tras que en 1750 no había nadie, ni en la Tierra ni en la Otra Tierra, quepudiera haber distinguido el agua del «agua», la confusión del aluminiocon el «aluminio» afecta tan solo a una parte de las comunidades lingüís-ticas implicadas.

    El ejemplo conduce a lo mismo que el precedente. Si Oscar) y Oscarzfuesen hablantes canónicos del español de la Tierra y del que se habla enla Otra Tierra, respectivamente, y ninguno posee una instrucción profun-da de química o de metalurgia, puede que no haya diferencias en sus est-dos psicológicos cuando usan la palabra «aluminio»; sin embargo, hemosde decir que en el idiolecto de Oscar) «aluminio» tiene por extensión alu-minio y en el idiolecto de Oscarz tiene por extensión molibdeno. (Hemosde decir también que Oscar) y Oscarz dicen cosas diferentes con «alumi-nio», que «aluminio» tiene en la Tierra un significado diferente del quetiene en la Otra Tierra, etc.) Vemos otra vez que el estado psicológico delhablante no determina la extensión (o el «significado», hablando en tér-minos pre-analíticos) de la palabra.

    Antes de seguir comentando todavía este ejemplo, permítaseme ponerotro que no es de ciencia-ficción. Supongamos que usted es como yo y queno puede distinguir un olmo de un haya. Seguiremos diciendo aún queen mi idiolecto «olmo» tiene la misma extensión que en el de cualquierotra persona: a saber, el conjunto de todos los olmos, y que el conjuntode todas las hayas es la extensión de «haya» en todos nuestros idiolectos.Así pues, en mi idiolecto «olmo» tiene una extensión diferente de la queen el suyo tiene «haya» (como debería ser). ¿Es realmente creíble que estadiferencia de extensión esté causada por alguna diferencia en nuestrosconceptos? Mi concepto de olmo es exactamente el mismo que mi concep-to de haya (he de confesarlo). (Esto muestra, de paso, que identificar sig-nificado «en el sentido de jntensión» con concepto no puede ser correcto.)Si alguien intentara heroicamente mantener que la diferencia entre la ex-tensión de «olmo» y la extensión de «haya», en mi idiolecto, se explicapor una diferencia en mi estado psicológico, siempre podemos refutarleconstruyendo un ejemplo del estilo de los del «caso de la Otra Tierra»-basta con invertir los papeles de las palabras «olmo» y «haya» en talplaneta (al modo como lo hicimos con «aluminio» y «molibdeno» en elejemplo anterior-). Más aún, supongamos que tenga yo un Doppelgangeren la Otra Tierra que es «idéntico» a mí molécula por molécula (en el sen-tido en que dos co~batas puedan ser «idénticas»). Si es usted un dualista,supongamos también que mi Doppelganger tenga los mismos pensamien-tos verbalizados que yo, que tenga los mismos datos sensoriales, las mis-mas disposiciones, etc. Sería absurdo pensar que su estado psicológico di-fiera en algo del mío; sin embargo, él «dice» haya al proferir «olmo» y yo«diría» olmo al proferir «olmo». ¡Córtese el pastel como se quiera, perolos «significados» no pueden estar en la cabeza!

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  • -

    358 H ilary Putnam

    Una hipótesis socio-lingüística

    Los dos últimos ejemplos dependen de un hecho lingüístico que, aun-que sorprenda decirlo, parece no haber sido nunca señalado: que hay unadivisión del trabajo lingüístico. Apenas podríamos emplear palabras como«olmo» y «aluminio» si no hubiera nadie que estuviera en posesión de unapauta para reconocer los olmos y el aluminio; pero no todos aquellos paraquienes la distición es importante son capaces de hacerla. Cambiemos deejemplo: consideremos oro. El oro es importante por muchas razones: esún metal precioso, cumple una función monetaria, tiene valor simbólico(para mucha gente importa que el anillo de bodas que llevan sea realmen-te oro y que no sólo parezca ser oro), etc. Consideremos a nuestra comu-nidad una «factoría»: en esta «factoría» algunos hacen el «trabajo» de lle-var anillos de boda que sean de oro, otros hacen el «trabajo» de vender ani-llos de boda que sean de oro, otros hacen el «trabajo» de decir si algo esrealmente o no de oro. No es en absoluto necesario y tampoco es eficazque todo el mundo lleve un anillo de oro (o unos gemelos de oro, etc.), oque el que discuta el «precio del oro», etc. se encargue de comprar y ven-der oro. Ni es en absoluto necesario ni eficaz que todo el que compre yvenda oro sea capaz de decir si algo es o no realmente oro, en una socie-dad en la que la falta de honradez en este respecto sea poco común (ven-diendo invitaciones) y en la que, en caso de duda, pueda uno consultarfácilmente a un experto. Y ciertamente no es ni necesario ni eficaz quetodo el que tenga ocasión de comprar o de llevar oro encima sea capazde distinguir con todo el grado de fiabilidad preciso si algo es o no real-mente oro.

    Los hechos precedentes son sólo ejemplos de división mundana del tra-bajo (en sentido amplio). Pero engendran una división del trabajo lingüís-tico: todo aquel para el cual el oro sea importante por cualquier razóntiene que aprender la palabra «oro»; pero no tiene por qué aprender elmétodo de determinación de si algo es o no es oro. Puede fiarse de una sub-clase especial de los hablantes. Los rasgos de los que generalmente sepiensa que se hallan presentes en el caso de un nombre general -condi-ciones necesarias y suficientes de pertenencia a la extensión, modos de de-terminar si algo está en la extensión (

  • El significado de «significado» 359

    en la sociedad y con el alza de la ciencia, más y más palabras comienzana exhibir este tipo de división del trabajo. «Agua», por ejemplo, no la mos-traba en absoluto antes del surgimiento de la química. Hoyes necesarioobviamente que todo hablante pueda reconocer el agua (fiablemente, encondiciones normales), y es probable que todo hablante adulto conozcaincluso la condición necesaria y suficiente «el agua es H20», pero sólounos pocos de ellos podrían distinguir el agua de líquidos que superficial-mente se le parecen. En caso de duda, los otros hablantes se fiarían deljuicio de estos «expertos». Asi, el modo de identificación de estos hablan-tes expertos lo posee también, a través suyo, el cuerpo lingüístico colec-tivo, aunque no esté en posesión de cada miembro individual de este cuer-po; y de esta forma el hecho más buscado que tenga que ver con el aguapuede llegar a formar parte del significado social de la palabra, a la parque siga siendo desconocido para casi todos los hablantes que la apren-dan. Me parece que será muy importante para los sociolingüistas inves-tigar el fenómeno de la división del trabajo lingüístico. Referida a él, qui-siera proponer la siguiente hipótesis:

    Hipótesis de la universalidad de la división del trabajo lingüístico:

    En toda comunidad lingüística se da la clase de división del trabajolingüístico acabada de describir: es decir, toda comunidad lingüística po-see al menos algunos términos cuyos correspondientes «criterios» sólolos conoce un subconjunto de los hablantes que los aprendieron y cuyouso por parte de los restantes depende de una cooperación estructuradaentre éstos y los hablantes de los subconjuntos relevantes.

    En particular, tendría interés descubrir si los pueblos extremadamen-te primitivos son excepciones ocasionales a esta hipótesis (lo cual indica-ría que la división del trabajo lingüístico es un producto de la evoluciónsocial) o si incluso ellos la exhiben. En este segundo caso, se podría con-jeturar que la división del trabajo, incluyendo el lingüístico, es un rasgofundamental de nuestra especie.

    Es fácil ver cómo este fenómeno explica algunos de los ejemplos da-dos más arriba del fracaso de los supuestos (l) y (11). Cuandoquiera queun término se halle sujeto a la división del trabajo lingüístico, el hablan-te «medio» que lo aprenda no adquiere también nada que fije su exten-sión. En particular, ciertamente no es su estado psicológico individual loque fija su "extensión; es sólo el estaso socio-lingüístico del cuerpo lingüís-tico colectivo al que pertenece el hablante lo que determina la extensión.

    Podemos resumir esta discusión séñalando que hay dos clases de he-rramientas en el mundo: herramientas, como un martillo o un destorni-

    lládor, que pueden ser usadas por una sola persona; y hay herramientas,como un barco a vapor, que, para ser usadas, requieren la actividad coo-

  • 360 Hilary Putnam

    pera tiva de un cierto número de personas. De las palabras se ha pensadoen demasía que respondían al primer modelo de herramienta.

    1ndicabilidad y rigidez6

    El primero de nuestros ejemplos de ciencia-ficción -«agua» en la Tie-rra y en la Otra Tierra hacia 1750- no conllevaba división del trabajolingüístico o, al menos, no la implicaba del mismo modo que los ejem-plos de «aluminio» y «olmo». No había (por lo menos en nuestra histo-ria) «expertos» en agua hacia 1750 en la Tierra, ni expertos en «agua» ha-cia 1750 en la Otra Tierra. El ejemplo puede presentarse, no obstante, demodo que suponga división del trabajo lingüístico a través del tiempo.(Aquí no desarrollaré la forma de analizar el ejemplo así.) El ejemplo síque entraña cosas -que ahora discutiremos- que son de fundamentalimportancia para la teoría de la referencia y para la teoría de la verdadnecesana.

    Hay dos formas obvias de contarle a alguien lo que uno dice con unapalabra de clase natural, como «agua» o «limón». Uno puede dar una delas llamadas definiciones ostensivas -«éste líquido es agua»; «este ani-mal es un tigre»; «esta fruta es un limón» (donde la cursiva trata de in-dicar que los «marcadores» líquido, animal, fruta pueden hallarse explí-citos o implícitos). O bien uno puede proporcionar una descripción. Eneste caso, la descripción consta, como es típico, de uno o más marcado-res, junto a un estereotipo7 -una descripción normalizada de rasgos dela clase que son «típicos» o «normales» o, en cualquier caso, estereotipa-dos. Generalmente, los rasgos centrales del estereotipo son criterios -ras-gos que en situaciones normales constituyen una forma de establecer siuna cosa pertenece a la clase o, al menos, condiciones necesarias (o con-diciones necesarias de carácter probabilitario) de pertenencia a la clase.No todos los criterios empleados por la comunidad lingüística, en tantoque cuerpo colectivo, se incluyen en el esterotipo, y en algunos casos losesterotipos pueden ser bastante vagos. Por eso (a menos que yo sea un ha-blante poco representativo), el esterotipo de un olmo es precisamente elde un árbol de hoja caduca. De hecho, estos rasgos son condiciones nece-sarias de pertenencia a la clase (quiero decir, «necesarias» en sentido laxo;no creo que «los olmos son árboles de hoja caduca» sea analítico), peroestán lejos de ser modos de identificación de los olmos. Por otro lado, elestereotipo de un tigre nos capacita para reconocer a los tigres (a menosque sean albinos o que se presenten alguna otra circunstancia atípica), y

    6 Lo esencial de esta sección lo presenté en una serie de conferencias que dí en la Uni-versidad de Washington (en el Summer Institute in Philosophy) en 1968, así como en unaconferencia en la Universidad de Minnesota.

    7 Véase «¿Es posible la semántica?», Philosophical Papers, vol. 2.

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  • El significado de «significado» 361

    el estereotipo de un limón nos permite generalmente reconocer los limo-nes. En el caso extremo, el estereotipo puede ser sólo el marcador: el es-terotipo de molibdeno podría ser justamente que el molibdeno es un me-tal. Consideremos estas dos formas de incrementar el vocabulario de unapersona con un término así.

    Supongamos que señale un vaso de agua y que diga «esto es agua»,para enseñarle a alguien la palabra «agua». Hemos descrito algunos delos presupuestos de este acto y el modo en que esta clase de explicaciónsemántica es falible. Tratemos ahora de aclarar más aún cómo se suponeque ha de interpretarse.

    A continuación, adoptaré como primitiva la noción de «mundo posi-ble». Hago esto por creer que la noción es cabal en varios de sus sentidosy que, incluso en el caso de que fuera necesario hacerla más precisa, escientíficamente importante. Asumiré, además, que al menos en algunoscasos cabe hablar de un mismo individuo como si existiera en más de unmundo posible8. Nuestra discusión tiene una buena medida en cuenta laobra de Saul Kripke, aunque las conclusiones suyas y mías se obtuvieronde forma independiente.

    Sean MI YM2 dos mundos posibles en los cuales yo exista, en los queexista este vaso y en los cuales dé una explicación del significado [de unapalabra] señalando este vaso y diciendo «esto es agua». (No supongo queese líquido del vaso sea el mismo en ambos mundos.) Aceptemos que enMI el vaso esté lleno de H20 y que en M2 el vaso esté lleno de XYZ. Su-pondremos también que M I es el mundo real y que XYZ es la sustancia ala que comúnmente se llama «agua» en el mundo M2 (de modo que la re-lación entre los hispano-hablantes de MI Y los hispano-hablantes de M2sea exactamente la misma que la relación entre los hispano-hablantes dela Tierra y los hispano-hablantes de la Otra Tierra). Entonces, hay dos teo-rías que uno podría barajar acerca del significado de «agua».

    (1) Uno podría decir que «agua» era relativa-al-mundo, pero de signi-ficado constante (es decir, la palabra tendría un significado relativo cons-tante.) Según esta teoría, «agua» significa lo mismo en MI que en M2; sóloque en MI el agua es H20 y en M2 es XYZ,

    (2) Uno podría decir que el agua es H20 en todos los mundos (la sus-tancia llamada «agua» en M2 no es agua), pero que «agua» no tiene el mis-mo significado en MI Y en M2.

    Si lo que se dijo anteriormente sobre el caso de la Otra Tierra era co-rrecto, entonces no hay duda de que la teoría buena es (2). Cuando digo«este líquido es agua», el «este» es, por decirlo así, un «este» de re en par-ticular, el sentido de mi explicación es que «agua» es cualquier cosa queestá en una cierta relación de equivalencia (la relación que llamamos

    8 En realidad. este supuesto no hace falta para lo que sigue. Lo que sí se precisa es quela misma clase natural pueda existir en más de un mundo posible.

    -- . . .. .

  • 362 Hilary Putnam

    «mismoL» más arriba) con la porción de líquido referida mediante «este»en el mundo real.

    Podríamos simbolizar la diferencia entre las dos teorías del siguientemodo: Según la teoría (1), es verdad que

    (1 ') (Para todo mundo M) (Para todo x de M) (x es agua = x está en larelación mismoL con la entidad a la que «este» refiere en M),

    mientras que según la teoría (2):

    (2') (Para todo mundo M) (Para todo x de M) (x es agua = x .está en larelación mismoL con la entidad a la que «este» refiere en el mundoreal MI).

    (Llamo a esto una diferencia en el «alcance» porque en (1') «la entidad ala que 'este' refiere» se halla dentro del alcance del «Para todo mundoM» -como explicita la frase cualificadora «en M»-, mientras que en (2')«la entidad a la que 'este' refiere» significa «la entidad a la que 'este' re-fiere en el mundo real» y tiene por ello referencia con independencia de lavariable ligada «M».). .

    K.ripke denomina «rígido» a un designador (en una oración dada) si(en esa oración) refiere al mismo individuo en todo mundo en el que eldesignador designe algo. Si hacemos extensiva la noción de rigidez a losnombres de sustancias, entonces podemos formular la teoría de K.ripke yla mía diciendo que el término «agua» es rígido.

    La rigidez del término «agua» se sigue del hecho de que cuando doyla definición ostensiva «este líquido es agua», me decanto por (2') y nopor (1 ').

    Podemos decir también, siguiendo a Kripke, que cuando doy la defi-nición ostensiva «este líquido es agua», el demostrativo «este» es rígido.

    Lo que K.ripke fue el primero en observar es que esta teoría del signi-ficado (o del «uso», o de lo que fuere) de la palabra «agua» (y también deotros términos que designan clases naturales) tiene consecuencias sor-prendentes para la teoría de la verdad necesaria.

    A fin de explicar esto, permítaseme introducir la noción de relacióntransmundana. Una relación diádica recibirá el calificativo de transmunda-

    na cuando se la entienda de modo que su extensión sea un conjunto de pa-res ordenados de individuos que no estén todos en el mismo mundo posible.Por ejemplo, es fácil darse cuenta de que la relación igual de alto que es unarelación transmundana: basta con apercibirse de que si, por ejemplo, xes un individuo de un mundo M 1 que mide metro setenta (en M 1) e Y unindividuo de M2 que mide metro setenta (en M2), entonces el par ordena-do pertenece a la extensión de igual de alto que. (Puesto que unindividuo puede tener diferentes alturas en diferentes mundos posibles enlos que ese mismo individuo exista, no es, propiamente hablando, el par

    .. -.JI;-!I 11 1 J J I J J J I I I I I I I r I I J r I I I J I I I I I I I I lit I t I I I J I J 1 j I1 11 1 J,J..LU &1--

  • El significado de «significado» 363

    un elemento constituyente de la extensión de igual de alto que,sino en realidad .)

    Análogamente, podemos entender la relación mismoL (mismo líquidoque) como una relación transmundana, pensando que un líquido del mun-do M 1 que tenga las mismas propiedades físicas (en M 1) que las que po-sea (en M2) un líquido de M2 está con éste en la relación mismoL.

    Entonces, la teoría que hemos estado presentando puede resumirse di-ciendo que una entidad x, de un mundo posible arbitrario, es agua si, ysólo si, se encuentra en la relación mismoL (tomada como relación trans-mundana) con la sustancia que llamamos «agua» en el mundo real.

    Supongamos, ahora, que no se haya descubierto todavía las propieda-des físicas importantes del agua (en el mundo real) -en particular, toda-vía ignoro que el agua es H20-. Puedo disponer, sin embargo, de mediossatisfactorios para reconocer el agua (naturalmente, cabe que cometa unpequeño número de errores que no sea capaz de detectar hasta alcanzarun estadio posterior del desarrollo científico), pero no conozco la micro-estructura del auga. Si estoy de acuerdo en que un líquido con las pro-piedades superficiales del agua, aunque con una micro-estructura distin-ta, no es agua en realidad, mis medios para identificar el agua (mi «defi-nición operacional», por decido así) no pueden considerarse una especi-ficación analítica de qué ha de tener algo para ser agua. Mejor aún: la de-finición operacional, al igual que la definición ostensiva, es simplementeuna forma de indicar un patrón -de indicar esa sustancia del mundo realtal que para que x sea agua, en un mundo cualquiera, x ha de estar en larelación mismoL con los miembros normales de la clase de las entidadeslocales que cumplen con la definición operacional. El «agua» de la OtraTierra no es agua, incluso aunque sea como dice la definición operacio-nal, porque no está en la relación mismoL con la sustancia local que cua-dra con la definición operacional; y la sustancia local que cumple con ladefinición operacional, pero que posea una micro-estructura distinta dela del resto de las sustancias locales que se ajustan a la definición opera-cional, tampoco es agua, ya que no se halla en la relación mismoL con losejemplos normales del «agua» local.

    Supongamos ahora que descubra cuál es la micro-estructura del agua--que el agua es H20-. En este momento, seré capaz de decir que la sus-tancia que hay en la Otra Tierra, a la que antes confundí con el agua, noes realmente agua. Si usted me describe, no. ya otro planeta dé este "Uni-verso nuestro, sino de otro universo posible en el que haya una sustanciacon la fórmula química XYZ, que pase el «test operacional» del agua, ha-bremos de decir que esa sustancia no es agua, sino tan solo XYZ. Ustedno habrá descrito un mundo posible en el que «el agua es XYZ», sino puray simplemente un mundo posible en el que habría lagos de XYZ, en el quela gente bebería XYZ (y no agua), etcétera. De hecho, una vez que hemosdescrito la naturaleza del agua, no habrá ya mundo posible alguno en elque el agua no tenga esa naturaleza. Una vez que hemos descubierto que

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    ....

    364 H ilary Putnam

    el agua es (en el mundo real) H20, no habrá ya mundo posible alguno enel que el agua no sea H20. Concretamente, si un enunciado «lógicamenteposible» es el que es verdadero en algún «mundo lógicamente posible»,no es lógicamente posible que el agua no sea H20.

    Por otro lado, podemos imaginar perfectamente bien experiencias quenos convencerían de (y que harían que fuese algo racional creer) que elagua no es H20. En ese sentido, es concebible que el agua no sea H20.¡Es concebible pero no es lógicamente posible! La posibilidad de conce-bir no es prueba de la posibilidad lógica.

    Kripke denomina enunciados epistémicamente necesarios a los enun-ciados que son racionalmente intocables (suponiendo que los haya). A losenunciados que son verdaderos en todos los mundos posibles los califica,simplemente, de necesarios (o, a veces, de «metafísicamente necesarios»).De acuerdo con esta terminología, la idea que acabo de exponer puede re-formularse así: un enunciado puede ser (metafísicamente) necesario yepistémicamente contingente. La intuición humana carece de acceso pri-vilegiado a la necesidad metafísica.

    Desde Kant ha habido una gran distancia entre los filósofos que pen-saban que todas las verdades necesarias eran analíticas y los filósofos quepensaban que algunas verdades necesarias eran sintéticas a priori. Peroninguno de estos filósofos cayó en la cuenta de que una verdad (metafí-sicamente) necesaria podía no ser a priori: la tradición kantiana fue tanculpable como la tradición empirista al decir que era lo mismo verdadmetafísica que verdad epistémica. En este sentido, el reto de Kripke a ladoctrina heredada va más allá de la oscilación usual empirismo/kantismo.

    En este escrito, pese a todo, mi interés está puesto en la teoría del sig-nificado, y no en la teoría de la verdad necesaria. La noción de indicabi-lidacP ha servido para formular algunas ideas que tienen mucho que vercon las de Kripke. Durante mucho tiempo se ha reconocido que palabrascomo «ahora». «esto», «aquí» son indicado ras o [palabras] de ejemplaresreflexivos (

  • ....

    El significado de «significado» 365

    nes en dos diferentes idiolectos; pero no se sigue de eso que el conceptodel yo sea de algún modo diferente del concepto que mi Doppelganger ten-ga de sí mismo.

    Ahora bien, hemos mantenido que la indicabilidad va más allá de losmorfemas y palabras indicadoras obvias (también, por ejemplo, de lostiempos verbales). Nuestra teoría puede resumirse diciendo que palabrascomo «agua».tienen un elemento indicador oculto: el «agua» es una sus-tancia que guarda con el agua de por aquí una cierta relación de simila-ridad. En un tiempo o en un lugar distintos, o incluso en otro mundo po-sible, el agua, si es que ha de ser agua, ha de estar con nuestra «agua» enla relación mismoL. Así pues, la teoría de que (1) las palabras tienen «in-tensiones», que son algo parecido a los conceptos vinculados a las pala-bras de los hablantes; y que (2) la intensión determina la extensión, nopuede ser verdadera en lo que toca a las palabras que designan clases na-turales, como «agua», por la misma razón por la que no puede ser verda-dera para el caso de palabras obviamente indicadoras, como «yo».

    La teoría de que las palabras que, como «agua», designan clases na-turales son indicadoras deja, sin embargo, abierta la cuestión de si en eldialecto español que se hable en la Otra Tierra «agua» tiene el mismo sig-nificado que «agua» en el dialecto de la Tierra, aunque sus extensionesno sean las mismas (que es lo que normalmente decimos de «yo» en losdiferentes idiolectos», renunciando así a la doctrina de que «el significa-do (la intensión) determina la extensión»; o bien optar, como hemos pre-ferido hacer, por [la tesis de] que la diferencia de extensión sea ipso fac-touna diferencia en el significado, renunciando con ello, en lo que respec-ta a las palabras que designan clases naturales, a la doctrina de que lossignificados son conceptos o, en realidad, entidades mentales de cualquiertipo que uno desee.

    No debería haber dudas, sin embargo, en cuanto a que la doctrina deKripke acerca de las palabras que designan clases naturales son designa-dores rígidos y la nuestra, según la cual son palabras indicadoras, seandos formas de hacer la misma observación. De todo corazón aceptamoslo que dice Kripke al escribir:

    «Supongamosque fijamos la referencia de un nombre por medio deuna descripción. Incluso haciéndolo así, no convertimos en sinónimos elnombre y la descripción, sino que, en vez de esto, usamos el nombre rí-'gidamente para referirnos al objeto aSí'nombrado, incluso'al hablar desituaciones contrafácticas en las que la cosa nombrada no satisfaría ladescripción en cuestión. Ahora bien, es esto lo que creo que es verdad entales casos de denominación {'naming') en los cuales la referencia se fijapor medio de una descripción. Sin embargo, de hecho creo también que,a pesar de lo que muchos han dicho recientemente, la referencia de losnombres raramente o casi nunca se fija mediante una descripción. Y espor esto por lo que no estoy completamente de acuerdo con Searle cuan-do dice: 'No es una descripción, sino más bien un haz de descripciones.

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    366 Hilary Putnam

    una familia de propiedades, lo que fija la referencia: Afirmo que, en estesentido de propiedad, en absoluto se usan propiedades»lO.

    Seamos realistas

    Deseo comparar ahora mis ideas con otras que, al menos entre los es-tudiantes, son populares (y que, al parecer, han surgido espontáneamen-te). Adoptemos para esta discusión la palabra oro como ejemplo de pala-bra que designa una clase natural. No haremos distinciones entre «oro»y su pareja en legua griega, latina, etc., y nos limitaremos a «oro» en elsentido de oro en estado sólido. Dicho esto, afirmo: en dos mil años «oro»no ha cambiado de extensión (o no ha cambiado de modo significativo).Nuestros métodos de identificación del oro se han hecho increíblementesofisticados. Pero la extensión de XQuoó~ en el dialecto del griego de Ar-químedes es la misma que la extensión de oro en mi dialecto del español.

    Es posible (y podemos suponer que así son las cosas) que hubiera frag-mentos de metal de los que no pudo establecerse que no fueran de oro,con anterioridad a Arquímedes, que hubiese o haya también fragmentosde metal de los que no se pudiera determinar en tiempos de Arquímedesque no fueran de oro, pero que con las técnicas modernas podemos dis-tinguir del oro con bastante facilidad. Sea X un fragmento de metal así.Obviamente, X no se encuentra en la extensión de XQuoó~,en el griego delÁtica, aunque un griego antiguo habría confundido a X con oro (o, mejor,con XQuoó~).

    La tesis alternativa es que «oro» sinifica lo que cumpla la «definiciónoperacional» contemporánea de oro. Hace cien años, «oro» significó lo quese ajustaba a la «definición operacional» de oro en uso de hace cien años;«oro» significa ahora lo que atiene a la definición operacional de oro aluso en 1973; y XQuoó~significaba lo que cuadraba con la definición ope-racional de XQuoó~que se usó entonces.

    Un motivo común para adoptar este punto de vista es un cierto escep-ticismo hacia la verdad. Según la tesis por la que abogo, cuando Arquí-medes afirmó que algo era oro (XQuoó~), no se limitaba a decir que teníalos rasgos superficiales del oro (en casos excepcionales, algo puede perte-necer a una clase natural y no tener, de hecho, las características aparen-tes de esa clase natural); estaba diciendo que tenía la misma estructuraoculta (la mísma «esencia» por así decido) de cualquier pedazo n'ormalde oro. Arquímedes había dicho que nuestro hipotético fragmento de me-tal X era oro, pero habría estado equivocado. Sin embargo, ¿quién ha dedecir que se habría equivocado?

    10 S. Kripke, «Identity and Necessity» (en M. Munitz, com.: ldentity and lndividuation,New York, 1972, 135-164), pág. 157.

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  • El significado de «significado» 367

    La respuesta obvia es: somos nosostros (empleando para ello la mejorteoría que tengamos a mano). Hay mucha gente para quien la pregunta(¿quién ha de decir/o?) tiene fuerza y para quien nuestra respuesta carecede ella; o bien para quien nuestra respuesta tiene fuerza, pero para quienla pregunta no la tiene. ¿Por qué sucede esto?

    La razón, creo yo, estriba en que la gente tiende a ser en sus intuicio-nes anti-realista o decididamente realista. Para alguien acusadamente an-ti-realista, carece de sentido decir que lo que esté en la extensión del tér-mino de Arquímedes 'XQuoó~haya de determinarse utilizando nuestra teo-ría. Porque el anti-realista no considera nuestra teoría y la de Arquíme-des dos descripciones aproximadamente correctas en algún dominio fijode entidades independientes-de-toda-teoría, y tiende a ser escéptico haciala idea de «convergencia» en la ciencia: no cree que nuestra teoría seauna descripción mejor de las mismas entidades que Arquímedes estabadescribiendo. Pero si nuestra teoría es únicamente nuestra teoría, enton-ces es tan arbitrario utilizarla para determinar si X está o no en la exten-sión de 'XQuoó~como valerse para ello de la teoría del hombre de Nean-derthal. La única teoría que no resulta arbitrario utilizar es aquélla a laque el hablante se adscribe.

    La dificultad estriba en que para un decidido anti-realista la verdadno tiene sentido más que como una noción intra-teórica 11.El anti-realis-ta puede usar la verdad intra-teóricamente, en el sentido de una «teoríade la verdad como redundancia»; pero carece de las nociones de verdady referencia disponibles extra-teóricamente. Pero la extensión está atadaa la noción de verdad. La extensión de un término es justamente aquellode lo cual (el término) es verdadero. Mejor que tratar de conservar la no-ción de extensión via un operacionalismo problemático, el anti-realistadebería rechazar la noción de extensión como lo hace con la de verdad(en el sentido extra-teórico que haga al caso). Como Dewey, por ejemplo,él puede refugiarse en una noción de «afirmabilidad fundada» («warran-ted assertability»), en vez de en la de verdad (relativizada al método cien-tífico, si se piensa que hay un método científico fijo, o al mejor de los mé-todos disponibles en el momento, si está de acuerdo con Dewey en que elmétodo científico mismo evoluciona). Entonces puede decir él que «X esoro ('XQuoó~)'era fundadamente afirmable en el tiempo de Arquímedes yque no lo es hoy (de hecho, esta afirmación es mínima, en el sentido deque representa aquello en lo que el realista y el anti-realista pueden po-nerse de acuerdo); pero la afirmación de que X estaba en la extensión de'XQuoó~se rechazará como carente de significado, al igual que la de queX es oro ('XQuoó~)'era verdadera.

    11 Para una discusión de este punto. véase mi ensayo «Explanation and Reference». enG. Pearce y P. Maynard (comps.). ConceptualChange. Dordrecht Reidel. 1973. 199-221. Reim-preso en Philosophical Papers. vol. 2. 196-214.

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    368 H ilary Putnam

    Es bien sabido que el operacionalismo estrecho no puede explicar conéxito el uso real de los términos científicos ni el de los de sentido común.Versiones debilitadas del operacionalismo, como la versión que hizo Car-nap de la teoría de Ramsey, cuadran con, si no es que explican, el uso cien-tífico real (¡principalmente porque las versiones debilitadas cuadran contodo uso posible!), pero al coste de hacer que la comunicabilidad de losresultados científicos sea un milagro. Está más allá de toda duda que loscientíficos usan los términos como si los criterios a ellos asociados no fue-ran condiciones necesarias y suficientes, sino caracterizaciones aproxima-damente correctas de algún mundo de entidades independientes-de-la-teo-ría, y que hablan como si en una ciencia madura las teorías posterioresfueran, en general, descripciones mejores de las mismas entidades queaquéllas a las que las teorías previas se referían. En mi opinión, la hipó-tesis de que esto es correcto es la única hipótesis que puede explicar la co-municabilidad de los resultados científicos, el cierre de las teorías cien-tíficas aceptables por la lógica de primer orden, así como muchos otrosrasgos del método científico 12. Pero no es tarea mía defender esto aquí.Mi tesis es que si hemos de usar las nociones generales de verdad y deextensión de un modo extra-teórico (en particular, si hemos de conside-rar definidas estas nociones por enúnciados expresados en lenguas deotras teorías que no la nuestra), debemos aceptar la perspectiva realista,a la cual pertenecen estas nociones. La duda de si podemos decir nosotrosque X no está en la extensión de «oro», tal como Juan usó esta palabra,es la misma duda que la de si tiene sentido pensar en si el enunciado deJuan «X es oro» es verdadero o falso (y no sólo afirmable fundadamentepor Juan, pero no por nosotros). No hay progreso alguno en la idea deque debamos adherirnos a una teoría del significado insostenible, a finde que la noción de verdad, que es esencialmente realista, cuadre con lospropios prejuicios anti-realistas.

    Un segundo motivo para adoptar una explicación operacionalista ex-trema es una aversión hacia las hipótesis inverificables. A primera vista,puede parecer como si estuviésemos diciendo que «X es oro (XQuoó~)>>erafalsa en los tiempos de Arquímedes, aunque Arquímedes no pudo habersabido en principio que era falsa. Pero no es ésta exactamente la situa-ción. El hecho es que hay muchísimas situaciones que nosotros podría-mos descubrir (usando la misma teoría que nos dice que X no es oro) enlas que X se habría. comportado de un modo muy diferente .del [modo enque se comportaría el] resto de las sustancias que Arquímedes considera-ba oro. Quizás, al fundirse, X se habría convertido en dos metales dife-rentes, o su conductividad habría tenido otras propiedades, o se habría

    /2 Para una iluminadora discusión de precis-amente estos tres puntos, véase Realism andScíentific Epistemology, de R. Boyd (sin publicar, copia xerografiada distribuida por el au-tor, Departamento de Filosofía, de Cornell).

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    El significado de «significado» 369

    evaporado a una temperatura diferente, o lo que sea. Si hubiésemos lle-vado a cabo los experimentos con Arquímedes de testigo, podría no ha-ber conocido la teoría, pero habría podido comprobar la regularidad em-pírica «X se comporta de un modo diferente del propio de las sustanciasque, en varios aspectos, catalogo como XQu(Jó~».Eventualmente, habríallegado a concluir «X puede no ser oro».

    La idea es que incluso en el caso de que algo cumpla los criterios usa-dos en un momento de tiempo dado para identificar el oro (es decir, paraestablecer si algo es oro), puede comportarse, en una o más situaciones,de un modo diferente del que caracteriza al resto de las sustancias quecumplen los criterios. Puede que esto no demuestre que no sea oro, perosugiere la hipótesis de que, a la larga, cabe que no sea oro, incluso en au-sencia de toda teoría. Ahora bien, si hubiésemos procedido a informarlea Arquímedes de que el oro tenía tal y tal estructura molecular y de queX se comportaba de modo distinto por tener una estructura molecular di-ferente, ¿hay alguna duda de que estaría de acuerdo con nosotros en queX no es oro? Sea como sea, preocuparse porque cosas que pueden ser ver-daderas (en un cierto tiempo) no puedan verificarse (entonces), me pareceridículo. En cualquier respecto razonable hay seguramente cosas que sonverdaderas y que no pueden verificarse en ningún tiempo. Por ejemplo,supongamos que haya infinitas estrellas binarias. ¿Debemos verificaresto, ni siquiera en principio?13

    Hasta aquí hemos tratado de razones metafísicas para rechazar nues-tra explicación. Alguien, sin embargo, podría discrepar de nosotros encuanto a los hechos empíricos que tienen que ver con las intenciones delos hablantes. Esto sucedería, por ejemplo, si alguien pensara que Arquí-medes (en el Gedankenexperiment antes descrito) hubiera dicho: «No im-porta si X se comporta verdaderamente de un modo diferente del de losotros pedazos de oro; X es un pedazo de oro, porque X tiene tales-y-cualespropiedades, y esto es todo lo que conlleva ser oro». Aunque no podamosen realidad estar seguros de que todas las palabras del antiguo griego quedesignan clases naturales tenían las propiedades de las correspondientespalabras del español actual, no cabe ninguna duda en cuanto a las pro-piedades de estas segundas. Si dejamos a un lado los prejuicios filosófi-cos, entonces creo que sabemos perfectamente bien que ninguna defini-ción operacional proporciona una condición necesaria y suficiente de apli-cación de una palabra de esa especie. Podemos dar una «definición ope-racional», un haz de propiedades 610 que sea, pero la intención no es nun-ca la de «hacer al nombre sinónimo de la descripción». En lugar de esto,

    13 Véase mis ensayos «Logical Positivism and the Philosophy of Mind», en PhilosophicalPapers, vol. 2,441-451; «'Degree of confirmation' and inductive logic», en Philosophical Pa-pers, vol. 1: Mathematics, Matter and Method (Cambridge University Press, 1975), 270-292;«Probability and Confirmation», Philosophical Papers, vol. 1,293-304.

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  • 370 Hilary Putnam

    «usamos el nombre rígidamente» para referimos a cualesquiera cosas quecompartan la naturaleza que poseen las cosas que se atienen a ladescripción.

    Otros sentidos

    Hasta el momento hemos analizado el sentido predominante de las pa-labras que designan clases naturales (o, mejor dicho, la extensión predo-minante). Pero es típico de estas palabras que posean varios sentidos. (Ziffha sugerido incluso que poseen un continuo de sentidos.)

    Parte de esto puede explicarse recurriendo a nuestra teoría. Para quealgo sea agua, por ejemplo, ha de guardar la relación mismoL con ciertascosas. Pero, ¿qué relación es mismoL?

    x está con y en la relación mismoL sólo en caso de que (1) x e y seanlos dos líquidos, y (2) x e y compartan importantes propiedades físicas.El mismo término «líquido» es una palabra que designa una clase natu-ral que no intentaré analizar aquí. El término «propiedad» es un términode amplio espectro que hemos analizado en otros escritosl4. Quiero de te-nerme ahora en la noción de importancia. La importancia es una nociónrelativa a intereses. Normalmente, las propiedades «importantes» de unlíquido, de un sólido, etc. son las propiedades que resultan importantesdesde un punto de vista estructural: las que especifican de qué se halla úl-timamente hecho un líquido, un sólido, etc.: si de partículas elementales,de hidrógeno u oxígeno, de tierra, aire, fuego, agua o de lo que sea, y decómo se disponen o combinan estos componentes para producir las ca-racterísticas superficiales. Vistas así las cosas, lo que caracteriza a una tí-pica gota de agua es consistir en H20. Puede que sí o puede que no seaimportante que haya impurezas; así, en un contexto «agua» puede signi-ficar agua químicamente pura, mientras que en otro signifique: sustanciadel lago Michigan. Y un hablante puede referirse a veces a XYZ como sise tratase de agua, si uno usa la palabra así. También es corrientementeimportante que el agua esté en estado líquido; pero en ocasiones no lo es,y uno puede llamar agua a una simple molécula de H20, o agua al vaporde agua (

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    El significado de «significado» 371

    en Marte. Es decir, se parecen completamente a los tigres, pero la basede su química no es el carbono, sino la silicona. (¡Un caso notable de evo-lución paralela!) ¿Son tigres los «tigres» marcianos? Depende del con-texto.

    En el caso de esta teoría, como en el de cualquier otra ortogonal almodo en que la gente ha pensado previamente acerca de algo, es inevita-ble que surjan malas interpretaciones. Una que ha aparecido ya es la si-guiente: un crítico ha sostenido que el sentido predominante de, digamos,«limón» es aquel según el cual todo lo que tenga (un número suficientede las) propiedades de un limón es un limón. El mismo crítico ha suge-rido que tener la estructura oculta -el código genético- de un limón esuna condición necesaria para que algo sea un limón cuando «limón» seusa como término de la ciencia. Me parece que estos dos asertos se debena una confusión o, quizás, a un par de confusiones complementarias.

    El sentido en el que, literalmente, cualquier cosa con las característi-cas superficiales de un limón es necesariamente un limón, lejos de ser eldominante, es extremadamente marginal. En este sentido, algo sería unlimón con tal de saber y de parecerse a un limón, incluso si su químicatuviera como base la silicona, por ejemplo, o si un microscopio electró-nico revelara que era una máquina. (Aún incluyendo el crecer «como unlimón» entre sus carcterísticas superficiales, no se exluirían los limonesmecánicos; ¡puede que el limonero fuese también una máquina!)

    Al mismo tiempo, el sentido en el que se tiene que tener el código ge-nético de un limón para serio no es el mismo sentido que el técnico (si lohay, que lo dudo). El sentido técnico, tal como yo lo veo, sería uno en elque «limón» resultaría sinónimo de una descripción en la que se especi-ficase el código genético. Pero cuando dijimos (por variar de ejemplo) quepara ser agua se tiene que ser H20, no quisimos decir, como aclaramos,que el hablante haya de saber esto. Unicamente al confundir la necesidadmetafísica con la epistémica cabe que se concluya que, si la condición ve-ritativa (metafísicamente necesaria) que ha de reunirse para ser agua esla de ser H20, entonces «agua» ha de ser sinónima de H20 -en cuyo casose trata ciertamente de un término de la ciencia-o Y análogamente: in-cluso aunque el tener el código genético de un limón proporcione el sen-tido predominante de «limón» (como yo creo), no se sigue de esto que «li-món» sea sinónimo de una descripción que especifique el código genéti-co, explícitamente o de otro modo.

    El error de pensar que hay un sentido importante de «limón» (quizás,el sentido predominante) según el cual tener las características superfi-ciales de un limón es al menos una condición suficiente de algo, si es queha de tratarse de un limón, se hace más plausible cuando se incluye entrelas características superficiales la de ser fértil en fecundación cruzada conlimones. Pues la característica de la fertilidad en la fecundación cruzadacon limones presupone la noción de limón. Así pues, aún obteniendo deeste modo una condición suficiente, considerar que esto es inconsistente

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    372 Hilary Putnam

    con la caracterización ofrecida aquí es pedir el principio. Más aún, la ca-racterización que procede en términos de «características superficiales»que presuponen saber qué es un limón (como la de ser fértil en la fecun-dación cruzada con limones) no proporciona condiciones veritativas quenos permitan decidir qué objetos de otros mundos posibles (o qué objetosa un millón de años-luz de aquí) son limones. (Además, no creo que estacaracterización, pidiendo el principio como lo hace, sea correcta, ni si-quiera como condición suficiente. Creo que uno podría imaginar casos enlos que algo que no fuese un limón fuera fértil al fecundado con otros li-mones, y que pareciera un limón, etc.)

    También podría tratarse de excluir el caso del limón mecánico (¿má-quina limonosa?) que «crece» en un árbol mecánico (¿máquina arbórea?)diciendo que su «crecimiento» no era rea\mente crecimiento. Esto es cier-to; pero lo es porque crecer es un verbo que comparte la naturaleza de laspalabras que designan clases naturales, y a él se aplica el género de aná-lisis que hemos estado presentando.

    Otra confusión que habría que evitar es la siguiente: interpretar el aná-lisis que hemos desarrollado como si de él se dedujera que los miembrosde la extensión de las palabras de clase natural tienen necesariamente unaestructura oculta común. Podría haber resultado que las porciones de lí-quido que llamamos «agua» no poseyeran características físicas comunesde importancia, a no ser las superficiales. En ese caso, la condición nece-saria y suficiente que ha de reunirse para ser «agua» sería la posesión deun número suficiente de características superficiales.

    Incidentalmente, hay que decir que el último enunciado no implicaque el agua podría no haber tenido una estructura oculta (o que el aguapodría haber sido cualquier otra cosa excepto H20). Cuando afirmamosque podría haber resultado que el agua careciera de estructura oculta, loque queremos decir es que un líquido sin estructura oculta (por ejemplo,muchas porciones de distintos líquidos, con algo en común salvo caracte-rísticas superficiales) podría haberse parecido al agua, haber sabido comoel agua, haber llenado los lagos, etc., que están realmente llenos de agua.Brevemente dicho: podríamos haber estado en la misma situación epis-temológica, con respecto a un líquido sin estructura oculta, que aquéllaen la cual estuvimos en un tiempo con respecto al agua 15.

    Hay, en realidad, prácticamente un continuo de casos. Ha resultado,por ejemplo, que algunas enfermedades no tenían estructura oculta (loúnico que tenían en común los casos paradigmáticos eta un haz de sín-tomas), mientras que se ha visto que otras poseían una estructura ocultacomún, en el sentido de una etiología (como la tuberculosis). En ocasio-

    15 Compárese esto con lo que dice Kripke sobre el «atril de hielo» en «Naming and Ne-cessity» (en G. Harman y D. Davidson, comps., The semantics of Natural Language, Dor-drecht, Reidel, 1972.

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    El significado de «significado» 373

    nes, todavía no sabemos qué pasa; hay aún en la actualidad una contro-versia aguda a propósito de la esclerosis múltiple.

    Un caso interesante es el del jade. Aunque los chinos no reconocen ladiferencia, el término «jade» se aplica a dos minerales: a la jadeita y a lanefrita. Químicamente, la diferencia es considerable. La jadeita es unacombinación de sodio y aluminio. La nefrita está hecha de calcio, mag-nesio y hierro. ¡Estas dos, bastantes diferentes, micro-estructuras produ-cen las mismas cualidades de textura!

    Volvamos por un momento al ejemplo de la Otra Tierra. Si tanto elH20 como el XYZ hubiesen abundado ambos en la Tierra, se habría pre-sentado un caso similar al de la jadeita/nefrita: habría sido correcto decirque había dos clases de «agua». Y en lugar de decir que «resultó que lasustancia que hubiese en la Otra Tierra no era en realidad agua», tendría-mos que decir «resultó que era la clase XYZ de agua».

    Resumiendo: si hay una estructura oculta, ésta determina generalmen-te qué sea ser un miembro de una clase natural, no sólo en el mundo real,sino en todos los mundos posibles. Dicho de otra forma: determina quépodemos y qué no podemos suponer contrafácticamente acerca de la cla-se natural (

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    374 Hilary Putnam

    ejemplo elaborado por Roger Albritton. Imaginemos que algún día se des-cubre que los lápices son organismos. Hacemos un corte en ellos y los exa-minamos con el microscopio electrónico, y vemos la trama casi invisiblede nervios y otros órganos. Los espiamos y les vemos desovar y asistimosa su desarrollo hasta convertirse en lápices completos. Descubrimos queestos organismos no están imitando a los otros lápices (artefactos). Nuncahubo, ni hay todavía, más lápices que estos organismos. Seguro que es ex-traño, pero hay inscripciones en muchos de estos organismos -como: A.w. FABER CASTELL 9000 3H-c); quizá se trate de organismos inteligen-tes, y ésta es su forma de camuflarse. (También hemos de explicar porqué nadie intento jamás manufacturar lápices, etc., pero éste es, en algúnsentido, un mundo posible.)

    Si esto fuera concebible, y estoy de acuerdo con Albritton en que loes, sería epistémicamente posible que los lápices fueran organismos. Se si-gue que los lápices son artefactos no es epistémicamente necesario en el sen-tido más fuerte y que no es, a fortiori, analítico.

    Vayamos con cuidado, sin embargo. ¿Hemos mostrado que hay unmundo posible en el que los lápices son organismos? Creo que no. Lo quehemos mostrado es que hay un mundo posible en el que ciertos organis-mos serían las contrapartidas epistémicas de los lápices (según la frase deKripke). Empleando de nuevo el recurso de la Otra Tierra, imaginemosesta vez que los lápices que hay en la Tierra sean lo que pensamos queson: artefactos manufacturados con los que escribir, mientras que en aquelotro planeta sean orgnaismos a la Albritton. Imaginemos, además, quelos habitantes de ese planeta lo ignoren por completo -que tengan sobrelos lápices exactamente las opiniones qu~ nosotros tenemos-o Cuandodescubriésemos esto, no diríamos: «algunos lápices son organismos».

    Supongamos ahora que la situación, tanto en la Tierra como en la OtraTierra, sea como en el ejemplo de Albritton. Entonces diríamos que «loslápices son organismos». Por ello, el que esos «organismos-lápiz» de laOtra Tierra (o de otro mundo posible) sean o no realmente lápices está enfunción de si los lápices del lugar son o no son organismos. Si los lápicesdel lugar fueran lo que pensamos que son, un mundo posible en el quehaya organismos-lápiz no es un mundo posible en el que los lápices seanorganismos; tampoco ahora hay ningún mundo posible en el que los lá-pices sean organismos (como, naturalmente, no lo son en el mundo real).Es necesario, en el sentido de ser verdadero en todos los mundos posibles-metafísicamente necesario, por tanto--, que los lápices sean artefactos.Pero no se sigue de ahí que sea epistémicamente necesario.

    Se infiere que «lápiz» no es sinónimo de ninguna descripción -ni si-quiera aproximadamente sinónimo de una descripción aproximada. Cuan-do usamos la palabra «lápiz», pretendemos referimos a todo lo que tenga

    e) En el original: «BONDED Grants DELUXE made in U.S.A. N.o 2».

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    El significado de «significado» 375

    la misma naturaleza que los ejemplos normales de lápices cercanos quehaya en el mundo real. «Lápiz» es tan indicadora como «agua» U «oro».

    En un sentido, el caso de los lápices que resultaban ser organismos escomplementario del caso que discutí hace algunos años acerca de los ga-tos que resultaban ser robotsl6. Katz ha argüido17 que describí errónea-mente ese caso: que debería haberlo hecho de modo que resultara que enese mundo no hubiera gatos. Katz admite que podríamos decir «ha resul-tado que los gatos no eran animales, sino robots»; pero aduce que éstaoración presenta una desviación semántica, y que lo que quise decir seexpresa media