El solipsismo es nuestra trgicomedia.

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 54 I El solipsismo es nuestra tragicomedia. Un hombre es un ser enclaustrado en su propio mundo. Cada hombre es el tiempo y es el espacio. Así pensaba Leibniz y así pensaban los huicholes. Nadie puede salir de su propio tiempo ni su propio espacio. A nadie nos está permitida la otredad. Sabemos que exis- te, del otro lado de la realidad, pero la otra orilla es inalcanzable. Y es que es imposible invadir otra vida. Permane- ceremos siempre encerrados. Hay un pájaro atrapado en un huevo indestructible. La única forma que el pá- jaro llegue a volar es que se vuelva mi- núsculo y decida hacer del interior de la cáscara su cielo simulado. La relación de intensidad de ese ser con su propio mundo, el mundo que él es, su relación concénrica, espiral, con su mundo úni- co, se llama  poesía. La ex-istencia se refiere al emerger. La in-sistencia, al ensimismamiento. La poesía se refiere a nuestra in- sistencia. La poesía se refiere al saberse adentro. Por ende, la poesía pertenece más a la esencia del hombre, porque se refiere a la relación intensiva que man- tiene consigo mismo, con su propio abis- mo. La poesía sabe que le está vedada la salida. Y a lo decía Antonio Machad o: Heriberto Yépez Con el tú de mi canción no te aludo, compañero: ese tú soy yo. Pero si la función metafísica de la poesía es la in-sistencia, la de la narra- ción es harto más turbia. La ficción tiene que ver con la fantasía de abandonar el huevo inquebrantable, la ficción es la pseudo-ruptura del cascarón. ¿Quién inventó el mito de que hemos logrado salir del útero? Lo i nvento un narrador, el narrador primordial, el primer hilo. Lo que la narración sostiene es la existencia de una zona intermedia entre individuos, una frontera que puede cru- zarse por éstos, una zona de nadie, wast- eland, buffer zone o páramo, que la narra- ción llena de historias. Un relato es un cordón umbilical en- tre dos barrancos. Un cordón umbilical imposible. Trataremos por siempre de volver a reunirnos. Pero la reunión es imposible. Para sentir que hemos salido de noso- tros, para sentir que existe un mundo común, inventamos historias, en que unos tenemos que ver con otros, en que hay encuentros, coincidencias, en que hay exterior es comunes. T oda narración es una ridícula armonía prestablecida. La literatura tiene una función melancólica. Estamos tratando de no El solipsismo es nuestra tragicomedia  Heriberto Yépez Tijuana, BC, 1974. Estudió la li- cenciatura en Filosofía en la UABC, donde actualmente impar- te clases. Es autor de más de una decena de libros, en los diferentes géneros: Poesía, Ensayo y Novela. Autor de las novelas A.B.U.R.T .O  y El matasellos editadas por Edito- rial Sudamericana. [email protected]

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Articulo sobre el solipsismo.

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    IEl solipsismo es nuestra tragicomedia.Un hombre es un ser enclaustrado ensu propio mundo. Cada hombre es eltiempo y es el espacio. As pensabaLeibniz y as pensaban los huicholes.Nadie puede salir de su propio tiemponi su propio espacio. A nadie nos estpermitida la otredad. Sabemos que exis-te, del otro lado de la realidad, pero laotra orilla es inalcanzable. Y es que esimposible invadir otra vida. Permane-ceremos siempre encerrados.

    Hay un pjaro atrapado en un huevoindestructible. La nica forma que el p-jaro llegue a volar es que se vuelva mi-nsculo y decida hacer del interior dela cscara su cielo simulado. La relacinde intensidad de ese ser con su propiomundo, el mundo que l es, su relacinconcnrica, espiral, con su mundo ni-co, se llama poesa.

    La ex-istencia se refiere al emerger.La in-sistencia, al ensimismamiento.

    La poesa se refiere a nuestra in-sistencia. La poesa se refiere al saberseadentro. Por ende, la poesa pertenecems a la esencia del hombre, porque serefiere a la relacin intensiva que man-tiene consigo mismo, con su propio abis-mo. La poesa sabe que le est vedadala salida. Ya lo deca Antonio Machado:

    Heriberto Ypez

    Con el t de mi cancinno te aludo, compaero:ese t soy yo.

    Pero si la funcin metafsica de lapoesa es la in-sistencia, la de la narra-cin es harto ms turbia. La ficcin tieneque ver con la fantasa de abandonar elhuevo inquebrantable, la ficcin es lapseudo-ruptura del cascarn. Quininvent el mito de que hemos logradosalir del tero? Lo invento un narrador,el narrador primordial, el primer hilo.

    Lo que la narracin sostiene es laexistencia de una zona intermedia entreindividuos, una frontera que puede cru-zarse por stos, una zona de nadie, wast-eland, buffer zone o pramo, que la narra-cin llena de historias.

    Un relato es un cordn umbilical en-tre dos barrancos. Un cordn umbilicalimposible.

    Trataremos por siempre de volver areunirnos. Pero la reunin es imposible.Para sentir que hemos salido de noso-tros, para sentir que existe un mundocomn, inventamos historias, en queunos tenemos que ver con otros, en quehay encuentros, coincidencias, en quehay exteriores comunes. Toda narracines una ridcula armona prestablecida.

    La literatura tiene una funcinmelanclica. Estamos tratando de no

    El solipsismo es nuestra tragicomedia

    Heriberto YpezTijuana, BC, 1974. Estudi la li-cenciatura en Filosofa en laUABC, donde actualmente impar-te clases. Es autor de ms de unadecena de libros, en los diferentesgneros: Poesa, Ensayo y Novela.Autor de las novelas A.B.U.R.T.Oy El matasellos editadas por Edito-rial [email protected]

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    perder el pasado. Ese intento se llamahistoria.

    En el presente, que es puro despren-dimiento, estamos solos. Es en la imagi-nacin donde construimos la ficcin deun mundo compartido. Slo en la me-moria no somos perros solitarios. Losque escribimos, creamos compaas,creamos amos. Escribimos ligas.

    El narrador est tratando de religarsecon el mundo. Su religacin la busca atravs de la creacin de redes de aconte-cimientos relacionados, a travs de tri-bus de personajes, de mundos que cap-turan a muchos, mundos que aseguranque existen otros. Por eso es siniestra laliteratura, porque la narracin es lo quemantiene la ilusin del mundo.

    IILa ficcin es que nuestras historias nosinvolucran a ms de uno; la realidad,que habitamos nicamente la soledad.Vivir en una frontera, la frontera deMxico y Estados Unidos, me ha dotadode la ilusin de que podemos llegar alotro lado. La ilusin dotada por la fron-tera es la ilusin de que el cruce es po-sible. Pero el cruce es slo un mito. Elmundo no puede ser simblico. El mun-do solamente puede ser dibolico. Quelo uno y lo otro se junten no es asequi-

    ble. El acceso siempre est amurallado.No hay entrada o salida que exista.

    La funcin metafsica de la narracines su funcin fronteriza. Contandohistorias creamos la ilusin de que unostenemos que ver con otros. La fronteraes siempre ficticia.

    Lo que entra en la narracin, ya notiene vuelta atrs, es una frontera quesolamente puede ser cruzada una nicavez, pero no una frontera de adentrohacia fuera, sino excluisvamente un ca-mino hacia el desbarrancadero interno,porque apenas entra algo a la ficcin,ya no puede retornar de ella, ha cruzadoel horizonte de los sucesos en que msall de ste, todo suceso se desvanece,se ha vuelto fantasa. Y cuando algo seha vuelto fantasa ya no puede volver arecuperar su verdadera ontologa.

    Si cruzas la frontera de la ficcin,nunca regresars a la realidad.

    IIILa ficcin es una zona de cruce, una

    especie de pasadizo que te conduce auna realidad imaginaria, en donde losseres tiene vnculos drsticos o pasionesresistentes, lazos ms estrechos o mpe-tus magnticos. Y el mundo supuesta-mente real no es ms que el lugar al quellegamos a travs de cierto pasadizo, ha-ce ya varios miles de aos. Este mundo

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    no es ms que una plaza pblica, por asdecirlo, un campo abierto donde noshemos reunido, habiendo salido denuestras madrigueras, un zcalo que, porcierto, est a punto de ser atacado porlos militares.

    Estoy seguro, por ejemplo, que losmayas se fueron de la pennsula a travsde un pasadizo abierto por una ficcin.Asimismo sucede con los migranteshacia Estados Unidos. Todos nos vamospor pasadizos ficticios. Estos pasadizosson el recorrido por el cordn umbilical,son la caminata larga por ese canal.

    Los llamados escribientes abrimostales pasadizos. Nosotros, sin embargo,no somos los que avanzamos, sino quesomos los guardianes de estas apretadaspuertas. Somos los agentes fronterizos,vigilantes de garita.

    Esta profesin, a ciencia cierta, nosva atrofiando. Nos vuelve incapaces deactuar debidamente en el mundo detrs,del cual somos vigas paranoicos. No po-demos llegar a los mundos abiertos.Siendo los que abrimos el boquete, so-mos impedidos de la fuga.

    Todos han credo que Kafka era elhombre que aguardaba que la puerta dela Ley le fuese abierta. Pero no ha sidoeste su verdadero puesto. Kafka era elguardia. He ah su verdadera desgracia.

    Los narradores construimos mundos.Para que esos cosmos se sostengan, im-ponemos leyes. Somos esencialmente le-gisladores. Demiurgos autoritarios. Ins-tauramos rdenes u hordas. Determi-namos personajes, pues el ser desea serlibre y somos nosotros los que volvemosa esclavizarlo al nombre, a la funcin,al lazo. La vida, por lo menos, mata asus personajes. La escritura, en cambio,los conserva en frascos.

    Cada historia obliga a una cantidadtragicmica a iterarse. Este nmero deseres, objetos, dilogos, ideas, paisajes,repiten un mismo acto cada vez que al-guien procura esa historia, como si setratase de un aldea que repite una idn-tica historia cada vez que llega unforastero. Cada narracin es un loop.

    Una serie de escenas que se repitencada vez que el lector, el oyente, lo soli-cita.

    Pobres mundos los de las ficciones:son prisiones. Son mundos ciclados. Al-gn da, sin embargo, las cosas, palabraso sujetos de estos mundos encerradosse librarn de sus leyes de reincidencia,se liberarn de sus tramas y legislacionesimpuestas por los narradores y, yadesatados, desearn cruzar la frontera.

    Desearn ir de su territorio a otro.Podrn hacerlo?

    No lo creo.

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    Por todas partes, habr muros.Es este tipo de informacin la que

    gua mi escritura. Saber que vienen losmuros. Saber que vienen los militares.Yo tambin esclavizo seres. Los encierroen relatos.

    Pero procuro, quiz por crueldad oquiz por hipocresa, introducir en esosmundos motivos que los conduzcan amotines o rebeliones. Como guardiafronterizo, como mal migra, permito laentrada ilegal de drogas violentas,mujeres enloquecedoras, ideas infelices,insoportable injusticia, pasadosenfurecedores, constructores denarcotneles.

    Adorno tena mucha razn cuandodeca que lo sospechoso no es retratarla realidad en forma de averno. Losospechoso es la constante invitacin aescapar del infierno.

    IVA veces me pregunto qu pasara sidejsemos de contar historias.

    Creo que lo que pasara es que, alprincipio no nos bamos a dar cuenta,pero algo comenzara a suceder, algoextrao. Y a los minutos, nos miraramosunos a otros, como preguntndonos quhacemos juntos, como aquellos quellevan muchos aos en un bunker ysbitamente alguien abre la puerta y les

    pregunta qu hacen todos ellos,amontonados, ah adentro. Y ningunocontesta. Solamente comienzan a salir,cabizbajos, por la portezuela. Y con esadispersin, volveramos cada quien a susoledad primigenia, cada quien a supropio ncleo. Y conforme avanzase eseensimismamiento, conforme cesasen lasrelaciones, ante nuestros ojosdesapareceran, uno a uno, todos losobjetos del mundo, que slo existenporque tenemos historias en queinventamos una relacin con cada ente,para as tener amplia familia verista,pero apenas se despeje esta ilusin, nadade lo que vemos permanecera ileso,todo se ira yendo, persona por persona,cosa por cosa, gracias a que la memoria,gracias a que la narracin, ha cedido ensu esfuerzo de mantenerlo todo junto.

    Y al final, slo quedaramos nosotrosante un paisaje vaco, en que no existesiquiera tiempo. Al desvanecerse todolo otro, comenzara un viaje interno, elviaje potico. Pero tambin ese viaje, eseensimismamiento, terminara pronto ycon su despedida, todo desaparecera,es decir, desaparecera el yo y suvoluntad de cohesin.

    Para alcanzar el nirvana, pues,necesitara terminar la narracin,necesitara terminar la poesa. Pero noterminarn. No somos tan fuertes. A