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El (sub) desarrollo en Latinoamérica: una propuesta alternativa y ascendente a la lógica del capital Pablo Gutiérrez Villarroel Resumen Este artículo intentará reflexionar sobre el (sub) desarrollo en Latinoamérica, sus características principales, las consecuencias vistas en la región, y a la vez se planteará una propuesta ascendente de desarrollo, incluye elementos de organización regional y comunal, como una alternativa a la lógica del capital. Palabras clave: Desarrollo, subdesarrollo, pobreza, alternativa ascendente, Latinoamérica, organización regional y comunal. The ( sub) development in Latin America : an alternative proposal and up to the logic of capital Abstract This article will attempt to reflect on the development un Latin America, its main characteristics, the consequences seen in the region, and also will consider a proposal for upward development, including elements of regional and community organization. Estudiante de sociología de tercer año, Universidad Viña del Mar. Chileno. [email protected] || Población Ferroviaria, Viña del Mar. Noviembre de 2013.

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El (sub) desarrollo en Latinoamérica y una propuesta ascendente

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El (sub) desarrollo en Latinoamérica: una propuesta alternativa y ascendente a la lógica del capital

Pablo Gutiérrez Villarroel(

Resumen

Este artículo intentará reflexionar sobre el (sub) desarrollo en Latinoamérica, sus características principales, las consecuencias vistas en la región, y a la vez se planteará una propuesta ascendente de desarrollo, incluye elementos de organización regional y comunal, como una alternativa a la lógica del capital.

Palabras clave: Desarrollo, subdesarrollo, pobreza, alternativa ascendente, Latinoamérica, organización regional y comunal.

The (sub) development in Latin America: an alternative proposal and up to the logic of capital

Abstract

This article will attempt to reflect on the development un Latin America, its main characteristics, the consequences seen in the region, and also will consider a proposal for upward development, including elements of regional and community organization.

Keywords: Development, underdevelopment, poverty, upward alternative, Latin America, regional and community organization.

Introducción

Se suele distinguir en la emergencia del concepto extraeconómico de «desarrollo», dos distintas dimensiones del capitalismo, las que poseen un dinamismo o diálogo estructural entre sí: la primera tiene relación directa con la conformación del modelo productivo capitalista instauradas en los territorios de los Estado-nación burgueses latinoamericanos, que se caracterizan por ser modelos de economías extractivas y exportadoras de materias primas, principalmente; y, la segunda dimensión se da en el proceso de expansión –avasalladora, por lo demás- del modelo económico a nivel planetario, consolidado económicamente a través de la transnacionalización o internacionalización del capital. Por supuesto que aquello requiere de Estados jibarizados, y economías «sociales» de mercado, es decir, economías totalmente abiertas y desreguladas, donde el Estado (o mejor, la sociedad) no tendría rol alguno.

Aunque la preocupación sobre el desarrollo como fenómeno, comenzó hace varios siglos atrás, no es hace mucho que América Latina posee el ímpetu -material y espiritual- de dirigirse hacia allá. La idea originaria de avance y de progreso caló hondo en el pensamiento de nuestras sociedades, y las influencias que tiene en los intelectuales de estas latitudes son considerables, sobre todo de aquellos fieles a las élites dominantes. Ahora bien, sabemos que la historia de nuestro continente, sobre todo aquella historia económica, ha pasado por varios pasajes que al parecer no han ayudado a posibilitar condiciones para el desarrollo capitalista. En el presente artículo hablaremos sobre los escollos que debe enfrentar el «desarrollo» para su realización, o más bien, para que las sociedades puedan encauzar sus energías sociales hacia ese lugar, el sitio de la redención moderna.

El capitalismo, aunque se ha reformado (y radicalmente), aún necesita de los rieles modernos para hacer llegar -humeantemente y a toda marcha- su visión de mundo, su desarrollo, ese lugar incandescente donde se funde el hierro del desarrollo y el progreso.

Frente a los problemas que nos presenta la visión clásica y neoclásica del desarrollo, es necesario contribuir al debate “transformador”, de la mirada y lectura que se puede realizar desde «subdesarrollo». Creo imprescindible escribir desde los lugares del orbe dónde aún no están absolutamente fabricadas las condiciones para llegar al «desarrollo» ¿Será posible que América Latina pueda, efectivamente, llegar a este sitio tan inmaculado? ¿Podemos y debemos todos beneficiarnos del desarrollo en un contexto democrático? ¿Existen visiones o alternativas que provengan “desde abajo”, que hagan relación con conseguir mejorías en la existencia de los pueblos? Trataré de encontrar respuestas, en la relación que efectuaré de ciertos elementos sociológicos, con el fin de que éstas ayuden a construir alternativa, que pueda ser parte de la contribución, pequeña y modesta, por lo demás, al debate sobre el desarrollo desde una posición latinoamericana y alternativa al capital.

I. Aproximación a la mirada convencional acerca del desarrollo y su implicancia en el subdesarrollo: un primer paso

La posibilidad de desarrollo en estos rincones del mundo donde lo que se vive es el subdesarrollo. La sola idea de que los países latinoamericanos pudieran transitar hacia el desarrollo es un fenómeno que se le apareció de pronto, violentamente, a los economistas y políticos de los países capitalistas desarrollados –junto a ellos siempre la parte servicial y obediente de la academia. La economía (“desarrollada”), principalmente, carecía del arsenal teórico-conceptual que poseen hoy en día, por lo cual se realizó, con escasas herramientas empíricas, un abordaje al entendimiento del fenómeno del subdesarrollo utilizando como referencia la historia socioeconómica de las propias potencias ya ultradesarrolladas; y desde allí construir leyes que aplicarían en la realidad social latinoamericana, aunque también en otras regiones subdesarrolladas del mundo.

Es decir que desde algunas escuelas, como la norteamericana principal pero no exclusivamente, se comenzó a trabajar el tema en relación a las “etapas” del crecimiento económico, estableciendo paralelos conceptuales entre “la evolución histórica de los países capitalistas desarrollados, y el presente y futuro de los países subdesarrollados” (García Rabelo, 2009: 39). Esto se condice directamente con la idea muy controversial de universalidades, de supuestas constantes transversales de las sociedades humanas, que no obedecerían contexto sociohistórico alguno. Sería parte de la información genética que la especie trae consigo. Cada una de las etapas, el avanzar de una en otra, supone la realización de metas específicas: se deben cumplir los requisitos para pasar a la siguiente etapa, procurar que nadie te devore para poder sobrevivir. Esta idea es básica en el concepto de desarrollo trabajado desde muchas visiones científicas y filosóficas positivistas. Los cambios de cada una de las etapas serán reflejados en los cambios en las dinámicas de las economías de cada pueblo. Desde el punto de vista económico se dice que los ritmos de crecimiento económico aumentarían, lo que permitiría el tránsito teleológico hacia el “destino”. Los intelectuales capitalistas ponen énfasis, en su análisis de la historia económica, en el “momento de despegue” que supuso la Revolución Industrial para las economías de los países ahora desarrollados. Básicamente ese momento es reconocido cuando la burguesía, como clase capitalista, ejerce su poder-sobre la sociedad (más bien las comunidades) y crea la base material de su poder económico y político.

En Latinoamérica este caso no es tal, ya que existieron pocas burguesías con las características industriales de los países del Primer Mundo, paradójicamente al igual que España, que fue potencia brutalmente colonizadora de gran parte de nuestro continente, se vivieron situaciones socioeconómicas parecidas –el nexo es evidente-: es decir, no existió una clase que industrializó (por lo tanto proletarizó) a la sociedad. La génesis de la economía que se practicaba en América Latina se distanciaba mucho de manera de hacerlo por Europa occidental (Salazar, 2009). Las elites españolas de la época se dedicaron a concentrar el capital y a realizarse como clase ociosa, quizá en eso coincidimos. Parte importante de lo que permitió el despilfarro y el jolgorio (el consumo) aristócrata de aquella época en España, fue una ética –ethos- fuertemente católica que impedía reconocer en el trabajo asalariado algún elemento positivo. Al contrario, era el consumo el encargado de darle dinamismo al sistema, el consumo es el elemento que encierra contenidos de estatus. No se industrializa, se es arrendatario y se vive cómodamente de la renta de la tierra. Se vive para el placer (Moulian, 1998. Conde, 1994).

Esta lógica y/o lectura que el «desarrollo» tiene respecto del «subdesarrollo», se sustenta en la idea que existen procesos que se habrían “congelado” en las regiones periféricas del mundo, por lo que se debería apuntar los esfuerzos, tanto políticos como económicos, en hacer avanzar la trayectoria “natural”, ayudar a alcanzar el despegue, a través de inversiones estratégicas para conseguirlo. Pero es habitual, una conducta casi instintiva que supone la necesidad de sobrevivencia, que nos surja la(s) pregunta(s): ¿cuál es, efectivamente, ese “lugar” a dónde deberíamos llegar?, ¿cuál es la etapa final que se pretende conseguir a costa de tantos “esfuerzos abnegados” por parte de políticos, economistas y, en nuestro caso también militares, que han hecho todos sus esfuerzos para que la realidad social y la historia vaya por los mismos causes de sociedades tan distintas a las nuestras? Lo propuesto, por cierto, como etapa final sería arribar a una sociedad utópica. Una sociedad productora sin fin, donde sea la característica principal el alto consumo masivo generalizado, sería poder finalmente desembarcar en aquel sitio donde todo te lo garantiza la capacidad y posibilidad de consumo, tanto para ricos como para pobres. Pero los pobres, si no tienen dinero pueden endeudarse. Todos pueden y deben participar en el consumo, éste sería la cúspide del capital globalizado y distribuido que funcionaría de manera perfecta, cuál reloj suizo. Se afirma desde la lógica neoclásica que “la humanidad podría generalizar [totalizar] el patrón de consumo (personal y productivo) de los países desarrollados” (García, 2009: 40).

Figura 1. Etapas del crecimiento económico en Rostow.

El cuadro explica en su eje vertical el ingreso per cápita, que iría avanzando históricamente. El punto 1 es una Sociedad Tradicional con bajos ingresos per cápita, ubicadas en el siglo XVIII. El punto 2 serían las condiciones previas al despegue económico, en el siglo XIX, aumentando los ingresos per cápita. El punto tres refleja el despegue, a final de dicho siglo. El punto cuatro del gráfico, refleja el “camino a la madurez económica” ya en el siglo XX. Ya a final de ese siglo se comienza a masificar el alto consumo masivo: la etapa de la “especulación futurista”.

Esta visión pone al «crecimiento económico» como homónimo de «desarrollo», lo que también fue compartido por las lógicas keynesianas posteriores a las crisis de las décadas de los ’20 y ’30. Esta corriente deja de ser optimista en relación a las etapas antecesoras de esa fase del capitalismo, e intenta darle solución a los problemas contemporáneos que se presentan en la estructura socioeconómica de los países, problemas que develan la crisis producida por elevados niveles de desempleo y el estancamiento económico, principalmente. La acción de la política económica debía estar enfocada en conducir a la economía hacia un ritmo expansivo que permitiera asegurar el pleno empleo de las sociedades. Si bien es cierto que la teoría del crecimiento no posee relación con las problemáticas vividas en los países del subdesarrollo, se realizó una suerte de “homologación” de procesos ocurridos en el primer mundo, con los procesos experimentados en el tercer mundo. Desde las ciencias sociales existe vasta literatura que hace referencia a este error teórico-conceptual, que trae nefastas consecuencias en el campo social.

Esta visión convencional sobre el desarrollo también involucra el proceso reduccionista económico, que se expresaría en identificar como causa del subdesarrollo la baja acumulación de capital. Por ello es que los autores clásicos y neoclásicos buscan encarecidamente influir en la apertura de los mercados subdesarrollados al devenir global, lo que se asumía –y asume- como una dirección positiva que se podría tomar para otorgar ventajas económicas tanto a las regiones subdesarrolladas, como a las desarrolladas: “todos ganaríamos, el beneficio también será global”. Con esta acumulación de capital que podrían realizar las naciones del tercer mundo se garantizaría una eventual etapa de industrialización que permitiría el “empate” entre las economías “periféricas” y las del “centro” (García, 2009: 42). Estoy convencido que tras esta concepción socioeconómica del escenario mundial emanada desde la economía clásica y neoclásica, no hay sólo insuficiencias teóricas. Hay falacias que terminan por estructurar institucionalmente a las naciones para permitir las condiciones asimétricas en las cuales nos regimos. Bajo esta forma de pensar, siempre estaremos en desventajas comparativas en relación a los países del primer mundo, por lo que se hipoteca la posibilidad de desarrollo y nuestras economías se comportan aún más volátiles.

Lo que sigue de esta visión sería la idea de crecer económicamente, es decir permitir a través de la institucionalidad de los Estados-nacionales burgueses la concentración acumulativa de grandes cantidades de capital, lo que permitiría una posterior redistribución que involucraría las mejoras que permitirían llegar al «desarrollo». La verdad que podemos conocer a través de la Historia, nos menciona que estos procesos y esta visión ha logrado niveles radicalmente elevados de pobreza y miseria, en el peor de los casos y; de obediencia y control en el mejor de los casos.

“la concepción del desarrollo que lo identifica con la maximización de la riqueza, no solamente carecía de una vocación por la equidad, sino que asumía un enfoque secuencial del desarrollo social con respecto al desarrollo económico. En pocas palabras, la prioridad estaba en promover el crecimiento económico y con este el ingreso por habitante. El enfrentamiento de los restantes problemas del desarrollo estaría subordinado a lograr ese propósito, ya que el crecimiento económico continuado les iría dando solución. Por ello, no sería necesaria la adopción de políticas dirigidas a combatir la pobreza y otros males sociales; cualquier acción dirigida a la redistribución de los ingresos resultaría contraproducente, pues dilataría la solución del problema principal. Sería algo así como un ‘sacrificio necesario’ que tendría que realizar los desposeídos” (Ibídem: 43).

En el caso de muchas realidades latinoamericanas, el crecimiento económico está asociado principalmente a la explotación irracional de recursos naturales no renovables. Es el caso de Chile, país principalmente exportador de materias primas mineras, el cobre. Esta industria trae consigo procesos de aguda contaminación ambiental, entre otros efectos nocivos que no pueden ser inmediatamente evidenciados. Es una “bomba de tiempo” en cuanto al deterioro ambiental que aparentemente está llegando a un punto de saturación, un nivel de no-retorno; aunque quienes se benefician directamente de ello promueven la idea que lo hacen responsablemente, bien se sabe las consecuencias e impactos que tienen los espacios industriales en la Naturaleza de una nación. Es imperativo considerar al Medio Ambiente como eje principal del desarrollo de nuestros pueblos, si es que nos proponemos alejarnos de las lógicas establecidas, las que nos empujan con sus gigantescas fuerzas hacia el precipicio.

La idea de perseguir –frenéticamente- el desarrollo que ha inculcado el neoliberalismo en las sociedades latinoamericanas a través de las clases oligarcas y burguesas, ha significado un gran cambio en la composición del Estado-nacional y también ha supuesto una transformación de la sociedad en su conjunto, siempre en desmedro de los intereses públicos, aquellos intereses básicos que abarcan a las mayorías. Se nos dice desde la economía neoclásica, que el “modelo” posee grandes bondades, la mayoría ancladas en el mercado y el sector privado, el cual es analizado minimizando las limitaciones que se intentaron evidenciar anteriormente, y se excluyen, también, las evidentes deficiencias que posee.

La aplicación del modelo neoliberal ha supuesto una mayor diferenciación entre los ricos y los pobres, provocado principalmente porque después de “impulsar” el crecimiento económico a través de la acumulación de capital, no existió la redistribución de los ingresos. La taza se comenzó a chorrear, pero “le han puesto un plato debajo del fondo” para así, volver a ingresar ese contenido de capital de vuelta al centro acumulador. El agotamiento, desde mi perspectiva, del sistema neoliberal se evidencia porque la «mano invisible» no se ocupa de dar solución a los problemas básicos de los pueblos. Las reformas que se le han realizado al sistema tampoco han logrado esto. Por ello es que esa «mano invisible» no se preocupa de la satisfacción colectiva de necesidades, no crea república ni sociedad, no socializa la riqueza sino la pobreza, está preocupada de dirigir los flujos de capital hacia un destino conocido por todos, pero de pertenencia privada. Sin impuestos, sin fiscalización, sin moral, sin resistencias. El desarrollo es la explosión de la libertad económica, el quiebre de la posibilidad del ser humano por bien-administrar ese bien (valor) tan preciado y fundamental.

II. Posdesarrollo, visiones alternativas y desarrollo mundial como problema

El posdesarrollo denuncia el secuestro, por parte del pensamiento burgués, del concepto de desarrollo, el que se asocia al sistema económico del libre mercado globalizado, la fase del capitalismo contrarreformado de corte imperial. La intención del posdesarrollo es destruir la “estructura mental” basada en la idea del desarrollo, para desterrar el uso de esta palabra secuestrada “desde arriba”. Por ello hay autores, como G. Rist, que preconizan la idea que el desarrollo no es deseable, ya que se le atribuye a un engaño que mantiene el status quo, es decir que le permite ser al capitalismo occidental y a las corporaciones transnacionales. La dominación del centro a la periferia se mantendría y se perfeccionaría cada vez más, llegando a altos niveles de sofisticación. Bajo las ideas del posdesarrollo los beneficios que obtienen los grupos dominantes a través de los mecanismos económicos asociados al desarrollo, son a costa de la insatisfacción de la mayor parte de la humanidad.

El fin del conflicto social basado en la cruza entre el capitalismo globalizado y la democracia occidental, es la receta de las corrientes de pensamientos posmodernos y globalizatorios, más bien la propuesta concreta. Es lo que Fukuyama propone en su libro El fin de la historia, por lo que ante ello el posdesarrollismo propone “el fin del desarrollo”, hasta dejar de incluir el concepto desarrollo en teorías que apuestan por el cambio (transformación) social.

Si bien lo anteriormente expuesto son las ideas generales de la teoría posdesarrollista, podemos apreciar que es un inicio o una suerte de cimientos, donde erigir las alternativas económicas y sociales al desarrollo neoliberal. Son pensamientos que contribuyen al desarrollo alternativo, aquel que pretende que todos, el cuerpo social completo, pueda materializar sus capacidades productivas mediante la toma de decisiones autónomas a nivel individual y grupal, lo que estarían por fuera de los intereses de los grupos controladores del proceso globalizador, a través del control popular de las actividades económicas y sociales. El empoderamiento es crucial para lograr estos objetivos, ya que de lo que se trata es de adquirir el poder como concepto, lo que incorporaría la concepción que existió una población que conquistó el control directo sobre sus vidas, teniendo la capacidad de ser actores propios de su propio desarrollo. Cabe señalar al respecto que “no todo proceso participativo incluye la toma de decisiones por parte de los agentes implicados, puesto que muchas veces la participación se realiza a nivel consultivo, o en el mejor de los casos, considerando la posibilidad de delegar poderes en la población solo de forma parcial” (Hidalgo, 2009: 220).

Lo anterior es de suma importancia si queremos aproximarnos a una reconfiguración estructural de las sociedades latinoamericanas para poder alcanzar nuestros propios grados de desarrollo, forjando desde Latinoamérica los designios que nos esperan. Por ello se propone reinstitucionalizar los Estados-nacionales, desde su orientación ontológica hasta los mecanismos burocráticos, para garantizar el funcionamiento de una democracia que promueva la participación, en pos de poder construir la sociedad que el capitalismo jamás nos ha permitido.

Lo anteriormente expuesto corresponde a visiones que buscan revisar críticamente proceso de desarrollo, porque en él ven eventuales y contingentes calamidades e injusticias que no se desean para el contexto global. Por ello el posdesarrollo o el desarrollo alternativo, como propuestas desde la teoría para tomar un rumbo que no involucre tantos riesgos para la humanidad.

Desde los años ’90 se vislumbra una notoria oscuridad en la evolución que ha tenido la economía mundial globalizada. Muchas consecuencias nefastas para la población, son de carácter estrictamente económico. Empero también existen otras circunstancias que podrían ser denominados como problemas extraeconómicos, en tanto relación dialéctica con la sociedad. Estos problemas pueden ser sintetizados en la proliferación de guerras multimillonarias, la aún viva pretensión hegemonizante de EE.UU., el aumento de las migraciones internacionales e intranacionales, en búsqueda de los lugares donde hay mayor concentración de capitales. También la aparición o reaparición de problemas sanitarios, enfermedades y epidemias que constantemente aparecen en las “zonas perdedoras”. A esto sumar las catástrofes naturales que tienen un tremendo impacto económico para todos, es la repartición igual de los daños provocados por la industrialización capitalista moderna, el efecto boomerang (Beck, 1998).

Por otro lado vemos como los países que se suponen desarrollados, Europa occidental específicamente, y que por consiguiente y en teoría no tendrían que lidiar con externalidades del sistema económico, en la historia reciente experimentó un cambio estructural que se introdujo a través del “severo proceso de disciplinamiento monetario-financiero de sus economías” (Baró, 2009: 240). La UE a partir de la entrada del “euro” en el sistema, se provocó una “notable contracción económica y elevados niveles de desempleo” (Ibídem). Desde lo ocurrido en las naciones subdesarrolladas se lee que también experimentaron diversas consecuencias sociales y políticas, a causa de la situación recesiva de la economía mundial;

“de la escalada de proteccionismo comercial practicado, sobre todo por los países desarrollados de los vaivenes ocurridos en las cotizaciones de las monedas, de la tendencia al estancamiento, primero, y a la reducción después, de los flujos de la denominada Ayuda Oficial al Desarrollo; del mantenimiento de su papel marginal en los flujos de inversiones extranjeras directas y, en definitiva, de su frágil inserción en la economía mundial” (Ibíd.: 241).

El desarrollo mundial tiene una característica en cuanto a sus contradicciones y conflictos presentes a nivel global, como por las desproporciones, desequilibrios y desajustes que se presentan a nivel internacional y regional. Por lo que mantener el actual orden capitalista supondría una situación de vulnerabilidad extrema. La naturaleza del actual proceso del desarrollo global se ajuntan a tres características principales, que menciona Silvio Baró: a) Desajuste, que involucra la distribución de la riqueza mundial, el poderío mundial, sobre todo en la toma de decisiones de políticas económicas; b) Contradicción, entre la racionalidad capitalista y la del planeta, entre las potencialidades científico-técnicas y el nivel de soluciones a problemas de la humanidad, y entre los recursos humanos y las zonas del planeta útiles y marginadas.; y c) Amenaza a la supervivencia de los naturales, caracterizada por el gran nivel de contaminación, y la irracional explotación de los recursos naturales (Ibíd.). Sin duda éstos no son los únicos problemas que presenciamos hoy en día en nuestro contexto de subdesarrollo. El siguiente esquema propuesto por Baró, ilustra de mejor manera los tipos de problemas:

Figura 2. Carácter sistémico de los problemas globales (Ibíd.: 247)

Aunque hemos revisado algunas alternativas a la idea de desarrollo propuesto desde “arriba”, vemos que aún faltan aquellas que puedan situarse de “igual a igual” con las ideas dominantes. La falta proposiciones o respuestas frente al desarrollo, no es sólo fruto de la ortodoxia neoliberal, de la economía neoclásica, otorgándole a su paradigma la posición más elevada (status científico ideologizado) en la práctica económica, social y política. No sólo la ciencia económica burguesa propone ésto, sino también las estructuras gobernantes de los Estado-nación (de origen, también, burgués) de Latinoamérica, han actuado conforme a los marcos normativos y valóricos impuestos desde arriba. Frente a eso, sumándose las condiciones materiales de injusticia y desigualdad que parecen ser parte integral del sistema económico internacionalizado y que se han globalizado tal cuál los mercados, o más bien junto a ellos, se convierte en una tarea imperioso la creación de alternativas que razonen no sólo sobre un camino, sino múltiples posibilidades de recorrido, que obedezcan a la trayectoria histórica de los pueblos, dotando de importancia a las diferencias en las composiciones institucionales de cada Estado-nación, pero que a su vez, puedan compartir un mismo norte con los demás: el fortalecimiento económico y sociopolítico sustentable (Pérez Soto, 2009). Se intenta superar la contradicción de proposiciones entre sociología y economía, e ir más allá de esta disputa teórica prototípica.

Debemos considerar que la alternativa no se puede dar separada o, mejor dicho, no puede ser construida “a espaldas” del contexto de globalización neoliberal actual. Aquello constituiría un error de proporciones. Se deben considerar los factores que articulan el escenario global existente, aunque se debe incluir en la reflexión el elemento de riesgo en el que vivimos, acentuando la urgencia de toma de decisiones democráticas que nos llevan a salidas frente al problema emanado desde el neoliberalismo: la pobreza, el deterioro de la Naturaleza, la participación de las comunidades en la toma de decisiones y el progreso homogéneo de la región, entre otras; es decir que las decisiones políticas-económicas que se tomen (o que se deberían tomar) como alternativas, deben considerar también, la sobrevivencia de millones de seres humanos y otras especies, antes de perseguir “la plenitud” de la vida. Al respecto, es importante señalar:

“El desarrollo no es una meta que se deberá alcanzar al final del camino, sino una progresiva evolución de los requisitos hacia el fin perseguido” (Ibídem: 251).

Aunque esta mirada pueda ser refutada por su teleología y por la linealidad de pensamiento, lo cierto es que los fenómenos del desarrollo y la tan ansiada y esperada llegada a ese sitio “sacrosanto” que representaría el desarrollo mismo, debe ser conducente a la mejora de las condiciones materiales de las comunidades, desde lo local, lo estatal-nacional y lo continental. Esto necesariamente requiere, desde este punto de vista, una organización en todos los niveles de la sociedad, por ende, un rol más activo del Estado para intervenir en la infra y superestructura, dinamizando el diálogo entre ambas, y delimitando políticas que apunten a un fin en común que considere el bienestar de las mayorías. Eso es lo que exige, por lo menos, la democracia.

Por esto es necesario apuntar la alternativa como una superación del sistema, “la impronta de la formulación de modelos específicos adecuados a las condiciones de cada país, la política para el desarrollo expresada como síntesis de dos planos: de la economía política y la política económica” (Ibíd.). Es decir, que la primera se debe abocar al análisis de la economía política, para a través de un estudio riguroso de las relaciones sociales de producción se puedan clarificar los elementos del problema del subdesarrollo. Por otro lado, la política económica debiera considerar políticas económicas cortoplacistas que se ocupen de las coyunturas políticas de la economía, y otra de largo plazo que se ocupe sobre los problemas estructurales de la economía, y así sea capaz de tomar rumbos que se ajusten al desarrollo acorde al contexto de cada país, y a su vez al contexto latinoamericano. No se puede seguir buscando con excusa del desarrollo, la acumulación, el crecimiento y la concentración de capitales producidos por la industria o por el sistema financiero.

Es necesario recalcar que estos objetivos no se deben contradecir entre sí, para no comprometer la alternativa al desarrollo del capital, “es decir, que el tránsito a la alternativa será en convivencia con las relaciones capitalistas de producción, pero que los pasos a dar busquen romper con las estructuras capitalistas en medio de sus propias relaciones de producción. Empero, se debe considerar la heterogeneidad de los elementos que constituyen a los “países subdesarrollados”, en cuanto a que no debe existir un camino único, tal como lo supone la economía neoclásica, sino que debe ser consecuente el camino con las condiciones materiales y políticas de cada Estado-nación, lo que implica un desarrollo mismo de los sistemas democráticos en concordancia con los contextos socioculturales de cada rincón.

Esto debe ir de la mano, fuertemente ligado, a la idea de cooperación entre naciones subdesarrolladas, entendiendo que cada una conforma un todo que nos define en el plano global. Por ello, es importante trabajar sobre el fortalecimiento de los lazos de cooperación, sea entre Estados-nacionales o mejor, directamente entre entidades sociales y económicas de los pueblos. Las razones para este proceso de cooperación son muy bien explicadas en el Informe a las VII Cumbre de Países no Alineados:

“Constituye un instrumento de lucha contra la dependencia neocolonial derivada de viejos vínculos históricos con antiguas metrópolis, y que se plasman en una profunda subordinación productiva, comercial, financiera, tecnológica, intelectual y cultural” (Castro, 1983: 166)

Por ello, y por la gran diversidad económica existente en el Tercer Mundo, en la periferia, sumado a la gran cantidad de recursos naturales que se poseen, y de los niveles socioeconómicos que se ha alcanzado en algunos lugares, permiten analizar las posibilidades de complementación económica eficiente, que podría significar la obtención de beneficios colectivos concretos.

III. Comunitarismo, participación popular y planificación (local-regional) del desarrollo

El comunitarismo nace como una respuesta, construida desde el pensamiento cristiano avanzado. Es una respuesta a las características de desigualdades de clase en la sociedad capitalista, que determinan desigualdades e injusticias estructurales. Lo que precisamente promueve el comunitarismo, es la construcción de una estructura social fundada en el principio de que la tierra y los bienes productivos (incluyendo aquí el capital financiero, comercial e industrial) pasen a manos de los trabajadores, quienes serían los componentes principales de la comunidad. Por lo que este paso significaría superar la contradicción elemental del capitalismo: capital-trabajo. El comunitarismo podría unir en un solo sujeto los dos conceptos de la contradicción, solucionándola o mejor dicho, superándola (Silva y Chonchol, 2009).

La voluntad productiva de la comunidad, que se convierte en voluntar colectiva en cuánto se re-adueña de la economía y organiza planificadamente el mejoramiento de la totalidad del colectivo, sin existir ya diferencias de clases, sería lo que le otorgaría el dinamismo necesario para su desarrollo en concordancia con las necesidades reales de la sociedad. “La economía comunitaria es el antecedente para que los hombres se integren en una verdadera comunidad fraternal. La idea comunitaria es por eso una idea de liberación humana” (Ibídem: 40). Es importante hacer un nexo de lo recién dicho con algunas ideas emanadas desde la actual sociología chilena. Se nos dice que en la revolución francesa, cuando el mundo políticamente entendido, se divide entre izquierda y derecha, la primera se hace cargo del valor universal de la igualdad. La derecha, por su parte, se hace dueña de la libertad; pero en esta división del contenido valórico emanado de dicha revolución, la fraternidad había quedado huérfana (Mayol, 2012), por lo que el ideario comunitario vendría a reivindicar éste valor.

Por ello la idea de lo comunitario por sobre el ordenamiento estatocéntrico, del cuál el capitalismo ha podido beneficiarse enormemente. Siguiendo con las ideas expuestas, podemos decir, en cuanto al paralelo Estado-nación y comunidad (en este caso representada en el municipio, que sería el equivalente a la comuna):

“Una brecha tanto ideológica como práctica se abre entre el Estado-nación, que se vuelve cada vez más anónimo, burocrático y remoto, y la municipalidad, que es el único dominio fuera de la vida personal con el que el individuo debe lidiar de un modo muy directo. No vamos al Estado-nación para encontrar escuelas adecuadas para nuestros niños, para encontrar trabajos, cultura y lugares decentes para vivir, Nos guste o no, la ciudad es todavía el ambiente más inmediato que encontramos más allá de la esfera de la familia y los amigos y con el cuál estamos obligados a enfrentarnos con el fin de satisfacer nuestras necesidades como seres sociales” (Bookchin, 2012: 183).

Podemos ver que existe una idea muy concreta sobre el ordenamiento social, emanadas desde posturas alternativas al capital. Podemos apreciar ideas que nos hablan sobre el ordenamiento territorial en torno a una economía común, que logre aglutinar los distintos actores sociales en un fin común. Aquello debería estar garantizado mediante mecanismos intensos de participación popular (o ciudadana, si se prefiere).

La participación ciudadana aquí se condice con la visión de la democracia participativa; debe ajustarse el sistema político a mecanismos intensos de participación, logrando generar una estructura tal que permita la colaboración de la mayor cantidad de miembros posible. Me considero partidario de la democracia directa y entiendo que la única forma estatal que puede garantizar tal cosa, sería un modelo enfocado en lo comunal (o municipal, como ya se mencionó), entendiendo a la comuna como aquella organización propuesta por Marx en “la guerra civil en Francia”:

“La comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos por la clase obrera. La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. En vez de continuar siendo de instrumento del Gobierno central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos políticos y convertida en instrumentos de la Comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los servidores públicos deberían devengar salarios de obreros. Los intereses creados y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos dignatarios de los mismos. Los cargos públicos dejaron de ser propiedad privada de los testaferros del Gobierno central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente la administración municipal, sino toda la iniciativa ejercida hasta entonces por el Estado.” (Marx, 2009)

Aunque esta propuesta pueda ser considerada utópica, existen antecedentes históricos de una realización política administrativa de estas características. Estos impulsos pueden llegar a empujar, efectivamente, a la sociedad sin clases. No es casualidad que en la última época de viejo Marx, dándose cuenta del fenómeno que se desarrolló en Francia, dejara de utilizar el concepto de “dictadura del proletariado”. Al parecer este mecanismo reunía mejores cualidades y estaba anclado en procesos históricos. Menciono todo esto para recalcar la necesidad de participación en la estructuración de una sociedad que sea capaz de integrar, desde la horizontalidad praxiológica, a los integrantes de la Comuna.

Dicho esto, me gustaría recalcar el papel de lo participativo, en contraste con lo delegativo o representativo (estrategia clásica de la burguesía para hacerse del poder total. No basta con el poder económico, también necesita del poder político. La ilusión de la economía abierta nos dice que la mano invisible controlará los designios de la infraestructura, sin necesidad de preocuparse por el Estado; en el neoliberalismo financiero-especulativo el rol del Estado es fundamental, por eso la “sed” por beber del poder estatal por parte de la clase dominante).

Creo que la planificación en cuanto a los territorios, debe estar sujeta a un proceso de cambio –o mejor, revolución- democrática, bajo los aspectos participativos mencionados anteriormente. Un ejemplo insigne de proceso democratizador participativo es el caso del Ecuador, país en dónde primero, existe una participación activa de los Pueblos Originarios en lo atingente al territorio que ocupan. Segundo, existen casas vecinales legislativas que se ocupan de la informar y promover la deliberación popular en torno a distintas temáticas que no sólo afectan directamente a la comunidad, sino temas públicos que son transversales societalmente. En tercer lugar, en Ecuador se crearon puntos de Encuentro Ciudadano, que también cumplen un papel informativo sobre el proceso constructivo y evaluativo de una Ley. Finalmente podemos apreciar la construcción por parte del poder central, los puntos legislativos universitarios; lo que ayuda a fortalecer el vínculo entre la Universidad, como un espacio social de fortalecimiento democrático, con un marcado rol público y de una institucionalidad científico-académica comprometida con la realidad social. Aunque existen, afortunadamente, centenares de experiencias de prácticas democráticas horizontales en otros sectores del continente y del mundo, la recién mencionada encierra mejor los elementos que considero necesarios.

“Es tiempo que haya espacio para que exista una planificación reflexiva de la modernización y sus variados efectos, y ella se construye desde los ciudadanos…El logro de una participación ciudadana que tenga como horizonte la búsqueda de un desarrollo territorial sustentable en los planos social, cultural y ambiental deber recorrer un camino largo, sinuoso y plagado de obstáculos…Pero sin duda un desafío inmediato es potenciar acciones que permitan romper la matriz reduccionista de la élites, para quienes la ciudadanía sólo deber ser convocada para la recursividad de una democracia formal, representados por las elecciones.” (Haefner Velásquez).

La idea es arrebatarle el poder a las élites, para que el mundo popular también participe en la planificación territorial. Y esta “toma de poder” no se debe dar ni por odios ni por resentimientos ante las élites –aunque indudablemente mucho de eso hay en la sociedad- sino porque el poder político que ostentan es expropiado a la ciudadanía. Cuando esto sucede, vemos que la conducción de los procesos democráticos toma un cariz plutocrático, dañino para la república.

“El hito crucial es avanzar a una democracia de ciudadanos activos, reflexivos y movilizados hacia la consecución de territorios con calidad de vida….Territorios en los cuales se puedan articular seria y prospectivamente las lógicas del mercado y unas políticas públicas sinergizadas y contundentes que orienten, regulen y fiscalicen los procesos de transformación territorial y que no sean simples espectadores de los procesos de cambio y, actúen reactivamente solo para hacerse cargo de las costos cada mas graves de la modernización en las economías emergentes….Las políticas públicas con énfasis territorial se deben sustentar en una reflexión seria y transdisciplinaria en torno a las consecuencias del "capitalismo desorganizado" (Lasch y Urry, 1994) en la calidad de vida de las personas. (Ibídem).

Ponerle freno al capitalismo, en tanto distinción desarrollo/subdesarrollo globalizado, se vuelve una tarea crucial para generar una participación ciudadana efectiva y holística, que promuevan el desarrollo local y la planificación común, que permita construir una alternativa a las relaciones sociales que se dan bajo el actual orden dominante.

“Lograr una articulación de diversos actores para planificar el desarrollo regional y local con una mirada prospectiva presenta aristas complejas, pues esta siempre condicionado por la coyuntura, intereses particulares, cálculos electorales, burocracia, falta de visión, inflexibilidades organizativas, recursos, etc., pero por sobre todo requiere contar con un liderazgo y animación proactivo que permita el surgimiento de iniciativas y su integración dentro de objetivos estratégicos, así como para motivar a la población que participe del proceso….Esta labor de liderazgo requiere de un tipo de soporte político o institucional que tome ágilmente la iniciativa de la dinamización y liderazgos de los procesos locales. Especialmente, por la evolución de nuevos escenarios que debemos enfrentar y las complejidades que como comunidad hay que resolver. Por cierto, que sobre estos puntos pueden (y deben) existir opiniones divergentes; pero lo realmente significativo es activar procesos endógenos de articulación, pues sin ellos se hace extremadamente difícil y errático hacer emerger capacidades que logren revalorizar el conjunto de nuestros recursos regionales y locales y buscar una utilización óptima de su potencial.” (Ibíd.)

Personalmente considero que el liderazgo es un elemento positivo para la generación de alternativas al desarrollo capitalista, pero se debe prestar atención de no cometer errores históricos que nos lleven a la rápida mutación que puede tener un líder, en autoridad. Y eso sería tremendamente perjudicial para el desarrollo libre y racional de los procesos económicosociales de un territorio, comuna o región. Por ello es importante siempre tener en consideración que las ideas alternativas al desarrollo globalizador deben partir por definir el poder, como poder-creativo-colectivamente, lo que supone dinamismo en el campo social. Creo que cuando los liderazgos que pueden enriquecer el diálogo en un momento, pasan a convertirse en autoridades, éstas pueden llegar a utilizar muy fácilmente el poder-sobre, ya que se le tendrían que dar, necesariamente, atribuciones delegativas.

IV. La importancia de la planificación del cambio social

Es durante la década de los noventa donde la configuración territorial no sólo de Chile, sino de América Latina en su conjunto, se modifica como resultado de diversos procesos, con diferente origen. Procesos exógenos y endógenos, variables económicas, sociales, políticas y culturales afectaron a la población y a su movimiento, a la localización de las actividades productivas y a los instrumentos de planificación y gestión (Rodríguez Vignoli, 2000; 7). De manera amplia, podríamos decir que la configuración tiene relación, en un primer lugar, con el fenómeno de globalización (y por ende con el desarrollo), ya que “modifica la matriz locacional de actividades económicas y de población, alterando la clásica división entre regiones marginales, a la lógica de expansión territorial del modelo de crecimiento vigente y regiones con sectores económicos en declinio, ya que la velocidad y signo de los cambios obligan a una reconversión productiva permanente” (Ibídem).

En los ’90 es cuando la geografía económica, social y política cambia de manera drástica (debido a muchas variables, pero la que destaca es la democratización ligada a la neoliberalización de las sociedades latinoamericanas posdictatoriales). Esto porque la población comenzó a ocupar nuevos espacios, se desplazó intensamente entre áreas que estaban pobladas (rurales y urbanas), lo que trajo consigo una modificación en los patrones de distribución en los territorios. Si bien la actividad económica en algunos sitios hizo crisis, en otras demostró un gran dinamismo; existió un fenómeno de relocalización de los procesos productivos en el territorio. Se reconoce también en esta década la toma de decisiones políticas que apuntaban a la desconcentración en el amplio sentido de la palabra.

Entre los procesos que ejercieron un mayor impacto en esta reestructuración destaca la globalización, como ya se mencionó, con todo lo que ella significa. Con la apertura de los mercados a la internacionalización del capital, los mercados nacionales se transforman en puntos de inflexión en cadena de flujos de capital, bienes y servicios con desarraigo de sus bases territoriales. Esto genera zonas ganadoras (el centro del capitalismo), que se logran insertar beneficiosamente a las reglas del juego de la globalización; como crea, a su vez, zonas perdedoras (la periferia del capitalismo), que se mantienen al margen del desarrollo.

El protagonismo que llegan a tener los actores locales está ligado a los procesos de redistribución del poder entre las entidades territoriales (Ibíd.), que se tornaron en entes activos de los procesos económicos y políticas a escala nacional e internacional. Los diseños de planificación regional realizados desde arriba hacia abajo se evidenciaron a sí mismos como poco eficaces. Aunque no existió un cambio de paradigma en el diseño institucional, sí se cambió y rediseñó en muchos países la institucionalidad central de planificación. Esto como antecedente histórico.

Ahora bien, yendo directamente a aquellas fuerzas que “moldean”, de cierta manera, la configuración territorial, no sólo en Chile sino que en la región latinoamericana, encontramos que está determinada por un conjunto de factores. Es la dinámica demográfica de las subdivisiones de un territorio lo que determina la magnitud de su ocupación, es decir, qué cantidad de población hay en cada una de las subdivisiones. La velocidad en que se expande o contrae la población, define el perfil demográfico (estructurando el territorio o localidad según sexo, edad, lo que es clave para la gestión de políticas públicas acordes a la realidad, la asignación de recursos y las decisiones de los agentes económicos). Aunque la dinámica demográfica no es el determinante del patrón de asentamiento de la población en un determinado territorio. En la configuración de éstas encontramos fuerzas socioeconómicas, ecológicas, tecnológicas, culturales y políticas. Estas fuerzas, de forma amplia, son definidas cómo:

“a) El atractivo de las diversas áreas para su ocupación, que depende de muchos atributos. (…) i) económicos: posibilidades de ganarse la vida; explotación de recursos naturales; presencia de consumidores, abastecedores, mano de obra y potenciales aliados o contrapartes para empresas y personas; ii) educativos: oferta de formación y capacitación para alimentar los diversos rubros que se despliegan en determinado territorio; iii) calidad de vida: disponibilidad de espacio, existencia de servicios básicos y equipamiento, paisaje y ambiente grato; iv) seguridad ciudadana: ausencia o bajos índices de criminalidad, resguardo público y/o privado, privacidad; v) políticos: gobierno subnacional honesto, confiable, emprendedor, preocupado por las libertades y derechos ciudadanos; vi) sociocomunitarios: comunidad residente integradora, confiable, visible, pujante, dinámica, etc.” (Rodríguez Vignoli, 2002: 9-10).

Otro elemento relevante es la conectividad que ofrece la modernidad, dependiendo de la conexión, vías y medios de transporte con los que cuente una localidad. La conectividad, desde una mirada económica, se mide en costos de traslado o de comunicación, factor que también es relevante de destacar.

Los atributos que posee una localidad no están correlacionados, necesariamente, con una misma escala de preferencias por parte de los actores. También, los atractivos, ventajas o beneficios que ofrece un lugar tiene como contrapartida costos y el más evidente es el que recae sobre los agentes a través del sistema de precios (como el valor del suelo); aunque, también existen otros costos directos para los actores de mucha importancia (como la salud, por ejemplo). “Un asunto destacable es que al menos una parte de los costos de la localización pueden ser socializados, ya sea como el uso de bienes públicos o por externalidades” (Ibídem). Hay que agregar un último fenómeno en esta clasificación que tiene relación con la expulsión o rechazo que es parte de la migración. Un desastre natural puede generar expulsión de un determinado lugar a otro. “La habitabilidad de los diferentes territorios, se refiere a los rasgos físicos, geomorfológicos y ecológicos del lugar que facilitan la localización de población”, “Su importancia se reduce con el avance tecnológico e institucional, pues aquel amplía el dominio humano sobre las condiciones externas, logrando sitios inhóspitos, en principio, devengan hasta amistosos” (Ibíd.) El emplazamiento, dependiendo de las variables de los elementos naturales (agua, tierra, etc.) también es un factor que actúa como incentivo o restricción a la hora de configurar un territorio; también un elemento central son las posibles amenazas ambientales. Esto es propio tanto para Chile como para América Latina.

Por otro lado la historia, que se expresa en la preexistencia, para cada generación, de un patrón de distribución territorial, cuyas raíces y fuerzas estructurantes son lejanas en el tiempo. Este patrón tiene gran inercia por su envergadura física, financiera y humana, por los intereses que involucra y por las prácticas e instituciones generadas a su alero (Ibíd.: 11). La política, tanto en sus diseños e intervenciones públicas que explícitamente buscan favorecer o penalizar algunas zonas mediante señales de distinta naturaleza, como en su dimensión de disposiciones normativas que imponen límites para los traslados de población entre lugares o, por el contrario, establecen el traslado de individuos, hogares y hasta comunidades enteras. Aquí también están las políticas sin propósitos explícitos en cuanto a la localización de población en el territorio pero que generan incentivos o estímulos para la redistribución de la población.

Todas estas fuerzas mencionadas y categorizadas actúan en contextos socioeconómicos, culturales e ideológicos que les dan sentido, o al menos, les definen márgenes de posibilidad. Esos contextos están dados por las modalidades productivas y la división internacional del trabajo, los avances tecnológicos, la institucionalidad, y los estilos de vida (Ibíd.). Por ello es que urge poder visualizar el panorama para contribuir, desde este tipo de diseño, al cambio social que reclaman los pueblos del subdesarrollo.

Por último quiero referirme puntual y sintéticamente al proceso de descentralización, primordial en los contextos de resistencia frente a la concentración de capitales en sectores determinados, oligarquizando a cierta parte de la población, mientras otra queda a merced del “libre” y desreglado mercado. La descentralización sería motivo de fortalecimiento de un sistema de economía democrática, apuntado a descentralizar el concentrado flujo de las decisiones políticas, para tener un mejor control sobre el ejercicio que los gobernantes realizan en la sociedad. En este sentido, nos podríamos referir a este mecanismo como control social sobre sí. El control local de los distintos sistemas productivos, enmarcados en un proyecto nacional de cooperación entre regiones y naciones, puede ser un doble estructural: profundizar una democracia ejercida por la voluntad popular –en cuanto a direcciones y procedimientos de lo político-; y la participación republicana comunitaria en la «acción política» que los individuos realizan en el contexto del dinamismo social en el que se desenvuelven.

Conclusiones

El presente artículo repasó, primeramente, la visión convencional con el que se trata del tema del desarrollo/subdesarrollo. Pudimos ver como la visión clásica y neoclásica cae en una gran inconsistencia científica cuando pretende proyectar los destinos de los países subdesarrollados tomando como base la experiencia histórica de los países desarrollados. La economía de un país del Tercer Mundo puede presentar crecimiento económico, como es el caso emblemático de Chile, Jaguar y pionero del neoliberalismo radical; sin que ello signifique un quiebre en el patrón de inserción en la economía mundial. El crecimiento puede darse sin que se de, por ejemplo, la diversificación de la producción ni se alcancen, siquiera, los niveles básicos de industrialización.

Si bien pueden existir incrementos en los niveles de ingreso por habitante, esto no necesariamente expresa un mejoramiento de las condiciones de vida a las que se enfrenta gran parte de la humanidad, se vio que el crecimiento económico puede significar altas tasas de concentración de capital en unos pocos grupos económicos. Tal como puede haber expansión del crecimiento, también lo puede hacer la pobreza, la miseria, la desigualdad, y esa larga lista de nefastos etcéteras. También mencionar que el crecimiento económico puede estar asociado a la explotación irracional de los recursos naturales no renovables, acompañado de un proceso de contaminación ambiental cada vez más nocivo.

Ante aquello, existen corrientes de pensamiento progresistas que apuesta a hacer frente, desde la disciplina científica y el activismo social, a la composición de la realidad moderna. El pensamiento posdesarrollista, por un lado propone volver a una administración a manos de los trabajadores, y dejar de utilizar el concepto de desarrollo, en tanto que tal expresa la dominación de unos sobre otros. El posdesarrollismo propondrá, en respuesta, “el fin del desarrollo” para poder entrar a realizar prácticas que desplacen la estructura económica teleológica del capital mundializado. Por otra parte, pero en el mismo eje analítico, desplegué la teoría esencial del desarrollo alternativo, aquel que pretende que todos, la comunidad total, pueda materializar sus capacidades productivas mediante la toma de decisiones autónomas a nivel individual y grupal, lo que estarían por fuera de los intereses de los grupos controladores del proceso globalizador, a través del control popular de las actividades económicas y sociales.

También dimos un paseo por la idea de concebir al desarrollo moderno como un problema trascendental. Raíz de los epifenómenos sociales. Aquí nos referimos a las fuerzas económicas globales, que configuran un escenario de riesgo absoluto, primero para la periferia, pero mediatamente afectaría también al centro del capitalismo.

Se trabajó, además, en el concepto de comunitarismo, que vendría a ser una respuesta a las condiciones de estructuración social que se da en el capitalismo, principalmente a las referidas por las clases sociales. El comunitarismo pretende superar la antigua contradicción marxista entre Capital y Trabajo. El principio básico de dicha superación sería el control de la tierra y de los bienes productivos por parte de una colectividad democrática, representada en siempre presente figura transformadora del trabajador, pero se le agregaría también, la de comunidad. Un solo sujeto revolucionario que nace como una suerte de convergencia entre las fuerzas populares.

La participación popular en la reconfiguración sería crucial para generar el cambio sistémico, porque se requeriría para una participación efectiva, la democracia directa. La práctica sociohistórica de ella podría conducirnos a una realidad distante y distinta de la propuesta por el capitalismo. Estos procesos, a su vez, producen un enriquecimiento en la práctica popular del desarrollo local y la planificación territorial en común, emanada del dinamismo que supondría este tipo de ordenamiento societal. Es por ello que se propone una planificación al servicio de los cambios sociales, que pongan especial énfasis en la participación, y la posibilidad de construir un beneficio colectivo, que sea el logro de aquello.

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( Estudiante de sociología de tercer año, Universidad Viña del Mar. Chileno. [email protected] || Población Ferroviaria, Viña del Mar. Noviembre de 2013.

� El «desarrollo» primeramente será entendido como un proceso que trae consigo una serie de elementos de suma importancia para la teoría social, con especial relevancia aquellos económicos, políticos, y sociales. Algunos de esos elementos se tratarán en el presente texto, asumiendo que los tópicos en los que se hará la reflexión son de una mucha más amplia interpretación teórica-científica.

� Paradojalmente con su nombre, la “economía social de mercado” no se preocupa de crear sociedad. Las relaciones que se determinan en el campo social serían las que la normativa económica permite.

� Es necesario aclarar un punto: el mercado desregulado requiere de tener la posibilidad de contar con las arcas fiscales en los episodios de crisis autoinmunes. En el capitalismo contrarreformado no existe una desaparición del Estado, sino un acortamiento de sus márgenes normativos.

� Sin embargo, a mirada de muchos, la mirada propuesta por las disciplinas del capital, continúan siendo carentes en cuanto al plano teórico-conceptual.

� Una de las fundamentales características de las ciencias es que son capaces de establecer regularidades y leyes sobre las mismas.

� En la literatura se destaca las concepciones keynesianas tan recurrentes en la economía política tradicional.

� Entre los que destaco a Rostow, W. W. Véase El proceso de crecimiento económico.

� En base a lo señalado por Marx (2010) en su egregio capítulo XXIV. La así llamada acumulación originaria. En El Capital.

� Al contrario de la ética protestante tratada por Weber.

� Walter Whitman Rostow. Economista estadounidense, dogmático seguidor del la “libertad” económica. Cuadro de la Figura 1 sacado en Ramírez (2008), visto en: http://ref.scielo.org/yfwjmh

� Sobre la distinción entre Centro (Occidente beneficiado por el capitalismo) y Periferia (No-occidente perjudicado por el capitalismo) se refiere el filósofo vasco-salvadoreño Ignacio Ellacuría.

� Institucionalidad construida en base a la lógica capitalista, lo que permite el funcionamiento «a piacere» de la economía “social” de mercado.

� Una de las posibilidades de resistencia lingüística que puede tomar la ciencia sociológica es romper con el concepto económico de “explotación de recursos”, por el de “relación con los recursos”. Aunque puede parecer una perogrullada, sabemos que el lenguaje crea estructuras, por lo que prestar atención a los significados es de suma ayuda.

� Véase del autor: “El desarrollo: historia occidental de una creencia”.

� El control popular de la actividad económica es la columna vertebral del poder popular, entendido como la realización sociopolítica del proyecto del movimiento popular.

� Me refiero aquí al concepto «riesgo», desde lo expuesto por Ulrich Beck (1998) en su texto “La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad”. Paidós. Barcelona.

� Nuevamente, en términos beckianos.

� Al hablar de América Latina incluyo al Caribe. – Las siguientes ideas fueron expuestas en el primer certamen de este ramo, dado en el mes de septiembre del presente año.

� El control social sobre sí lo entiendo como un mecanismo de autogobierno, de control no sólo sobre el derecho de escoger a los gobernantes (líderes), sino sobre la práctica política concreta que éstos realizan, estar vigilantes para que no se den proceso autoritario alguno.