El Sufrimiento de Toros y Novillos en La Lidia Con y Sin Encierro Previo

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EL SUFRIMIENTO DE TOROS Y NOVILLOS EN LA LIDIA CON Y SIN ENCIERRO PREVIO. Los bovinos de raza de lidia son rumiantes, y por lo tanto animales que en la escala evolutiva pertenecen al grupo de los no depredadores. Son animales gregarios y por tanto pacíficos en su ambiente natural, salvo que perciban peligro, en cuyo caso, en la mayoría de las ocasiones, tenderán a huir. Si la zona de escape o de fuga, que estos animales tienen perfectamente establecida en su medio natural, es invadida, podrán optar por el ataque como defensa. Sobre el encierro previo a la lidia: Podemos entender el encierro, tal y cómo se realiza en la ciudad de Pamplona, como una huída de los animales en manada conducidos desde un principio por los mansos o cabestros, desde los corrales hasta la plaza, lo que debe reportarles cierto grado de tranquilidad, aunque resulta evidente que supone un sobreesfuerzo para los toros que participan y un factor de estrés previo a la lidia. Según estudios realizados, el encierro incrementa el daño muscular y hepático de las reses que han participado en ellos. También se afirma que el encierro favorece la respuesta de adaptación a la lidia, mejorando el rendimiento en lo que respecta al eritrograma (recuento de glóbulos rojos) y leucograma (recuento de glóbulos blancos), así como la disminución de las tasas de cortisol y lactato en las reses que participaron en ellos antes de la lidia; se afirma que los bovinos que han corrido un encierro previo se caen menos en la plaza.

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Documento de la asociación de veterinarios abolicionistas de la tauromaquia y el maltrato animal que analiza el sufrimiento de los toros y novillos en la lidia, con y sin encierro previo

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EL SUFRIMIENTO DE TOROS Y NOVILLOS EN LA LIDIA CON Y SIN ENCIERRO PREVIO.

Los bovinos de raza de lidia son rumiantes, y por lo tanto animales que en la escala

evolutiva pertenecen al grupo de los no depredadores. Son animales gregarios y por

tanto pacíficos en su ambiente natural, salvo que perciban peligro, en cuyo caso, en la

mayoría de las ocasiones, tenderán a huir. Si la zona de escape o de fuga, que estos

animales tienen perfectamente establecida en su medio natural, es invadida, podrán

optar por el ataque como defensa.

Sobre el encierro previo a la lidia:

Podemos entender el encierro, tal y cómo se realiza en la ciudad de Pamplona, como una huída de los animales en manada conducidos desde un principio por los mansos o cabestros, desde los corrales hasta la plaza, lo que debe reportarles cierto grado de tranquilidad, aunque resulta evidente que supone un sobreesfuerzo para los toros que participan y un factor de estrés previo a la lidia. Según estudios realizados, el encierro incrementa el daño muscular y hepático de las reses que han participado en ellos. También se afirma que el encierro favorece la respuesta de adaptación a la lidia, mejorando el rendimiento en lo que respecta al eritrograma (recuento de glóbulos rojos) y leucograma (recuento de glóbulos blancos), así como la disminución de las tasas de cortisol y lactato en las reses que participaron en ellos antes de la lidia; se afirma que los bovinos que han corrido un encierro previo se caen menos en la plaza.

Normalmente, mientras el grupo permanece compacto, los toros no suelen defenderse del acoso de los corredores. Los mayores peligros durante los encierros se producen cuando alguno de los animales queda cortado y aislado del resto, situación ésta que sin duda les provoca sensación de miedo e incluso pánico. Aun así, es evidente que no podemos negar el intenso estrés que padecen los toros durante el recorrido por lo novedoso de la situación en la que se encuentran inmersos (bullicio, centenares de personas a su alrededor, firme deslizante...) Una muestra del comportamiento pacífico que tienen estos animales, cuando se encuentran en grupo, es el de la reacción que tuvieron cuando se encontraron con la montonera a la entrada de la plaza de toros de Pamplona en el año 2013. Ninguno de ellos hizo intención de cornear a las decenas de personas que yacían en el suelo, limitándose a saltar por encima o buscar las posibles salidas por los callejones abiertos en los laterales de la puerta de entrada al coso. Algunas fotos que pudimos ver en medios de prensa mostraban la cara de pánico que tenían algunos de los toros e incluso algunos de los mansos. Su instinto de huir de esta situación evitó lo que pudo ser una tragedia.

En el plano emocional son muchos los estímulos que podemos considerar para concluir que

psicológicamente estos animales sufren: separación, salida de sus explotaciones ganaderas,

transporte, ubicación en lugares extraños y desconocidos (corrales y chiqueros), aislamiento,

presencia de público, ruidos, música y todo lo que la lidia supone para ellos, con o sin encierro

previo.

La presencia del torero y de sus subalternos en la arena constituye para estos animales una

amenaza que se presenta ante ellos como un depredador que pone en peligro su vida y contra

el que deben defenderse, dadas las escasas posibilidades de huir que tienen en esos recintos.

Desde la colocación de la divisa (un doble arpón de 8 cm) en su cuello antes de salir al ruedo,

hasta la aplicación de la puntilla, todos los estímulos que perciben estos animales les suponen

dolor y sufrimiento. Discrepamos por tanto con todos aquellos que afirman que el

comportamiento del toro durante la lidia viene motivado por la defensa de un territorio, el

redondel en que será maltratado y dado muerte, que le resultará totalmente desconocido; un

lugar hostil al que ha sido conducido. Se ha llegado a afirmar que lo primero que hace un toro

al saltar a un ruedo es orinar para marcar el territorio, poniendo en marcha la agresividad

natural que atesoran, lo que es sin lugar a dudas un despropósito.

En el mundo de la tauromaquia está en pleno debate algo que se conoce desde hace más de

70 años, y que es el denominado afeitado, un fraude que también provoca un enorme

padecimiento en los animales que lo sufren dadas las condiciones en que se realiza en las

ganaderías de lidia. Además, los reglamentos taurinos contemplan la legalidad del descornado

y del despuntado en determinados festejos como los de rejones y los festejos populares, que

también provocan sufrimiento en los animales que lo padecen, dada la inmovilización en el

mueco que sufrirán para la realización de dichas amputaciones.

La lidia de toros consta de tres tercios: el de varas, el de banderillas y el de muerte.

TERCIO DE VARAS

El toro es sometido al castigo de las puyas, faena que lleva a cabo el picador desde su caballo.

Las puyas tendrán la forma de pirámide triangular, con aristas o filos rectos; de acero cortante

y punzante y sus dimensiones, apreciadas con el escantillón, serán: 2,6 cm de largo (las hay de

3,9 cm) en cada arista por 1,9 cm de ancho en la base de cada cara o triángulo; estarán

provistas en su base de un tope de madera o plástico PVC que sujete la pirámide. El referido

tope, de forma cónica, deberá tener 2,5 cm de diámetro en su base inferior y 5cm de largo,

terminado en una cruceta fija de acero, de brazos en forma cilíndrica, de 5 cm desde sus

extremos a la base del tope y un grosor de 0,8 cm.

A pesar de que en teoría la puya no debería penetrar en el cuerpo del animal más de lo que

mide (7,6-8,9 cm) hasta el tope, existen estudios post mortem de estos animales que certifican

que los trayectos abiertos por las varas pueden llegar a medir hasta 30 cm, con una media de

20-22 cm. Cada puyazo puede llegar a abrir hasta 7 trayectorias diferentes.

En las plazas de primera categoría, el toro deberá entrar al caballo del picador como mínimo

dos veces, y en el resto lo que el torero considere oportuno, salvo que el presidente del festejo

opine lo contrario.

Hay estudios que reflejan perfectamente las lesiones que provocan los puyazos en el animal y

las razones de su aplicación.

El lugar de colocación de los puyazos debería ser entre la 4ª y 6ª vértebra cervical, en una zona

muy musculada de esta raza de bovino doméstico, el morrillo, pero lo cierto es que esto ocurre

sólo en el 20% de las ocasiones.

Los puyazos suelen aplicarse por detrás de la cruz, zona ésta mucho menos musculada, lo que

provocará tremendos daños anatómicos.

Además de las lesiones musculares, y en función del lugar de la colocación, las puyas van a

lesionar y seccionar, tendones, ligamentos, venas, arterias, nervios, costillas y sus cartílagos de

prolongación, y si son laterales podrán penetrar en la cavidad torácica provocando lo que se

conoce como neumotórax, lo que provoca un grave compromiso respiratorio.

Además, y así se afirma en estudios consultados, podrán provocar la rotura de estructuras

óseas como son las apófisis espinosas e incluso transversas de vértebras torácicas. También

pueden resultar lesionadas las escápulas y sus cartílagos de prolongación.

Durante la suerte de varas algunos de los nervios más afectados son los plexos braquiales,

imprescindibles para que estos animales tengan una adecuada locomoción, y que inervan las

extremidades anteriores. También se reconocen lesiones a nivel de médula espinal.

La función del tercio de varas es debilitar al animal por la pérdida de sangre que se le provoca,

que se ha estimado en un 8-18% de su volumen sanguíneo (un toro de 500 kilos tiene

aproximadamente 37 litros de sangre), por la dura lucha que el toro establece con el caballo, y

ahormarle la cabeza, es decir, lesionar las estructuras anatómicas que permiten que estos

animales levanten y giren la cabeza.

También se lesionan músculos necesarios para elevar los hombros y desplazar las escápulas. Se

da la circunstancia de que, en ocasiones, los caballos de los picadores pisan a los toros,

provocándoles severas cojeras durante la lidia.

Además, hemos documentado mediante el visionado de numerosas corridas, que los picadores

dejan suelto el estribo del lado por el que el toro acude al caballo, un armazón de hierro que

pesa 30 kilos, que impacta numerosas veces con la anatomía del animal durante su lucha

contra la vara de picar.

La suelta del estribo puede producirse antes de que el toro contacte con el peto del caballo o

bien durante la acción del picador. Como consecuencia de este hecho, se describe en la

tauromaquia lo que se conoce como "crimen del estribo del picador", que resulta en que un

alto porcentaje de estos animales sufren fisuras y fracturas de cráneo durante este tercio, y

numerosos traumatismos por los golpes de este objeto contra diversos lugares de su cuerpo,

especialmente cabeza, cuello y espalda.

Se afirma que estas lesiones, las fracturas y fisuras, están presentes hasta en el 60% las

cráneos de las cabezas de toros trabajadas por el taxidermista de la plaza de Las Ventas de

Madrid.

Del mismo, modo hemos documentado lo que se conocen como maniobras ilegales de los

picadores, que se realizan en la mayoría de las ocasiones (en más del 80% de las veces), y que

figuran como prohibidas en los reglamentos taurinos.

El fin de las mismas es provocar aún más daños físicos en los animales, metiendo y sacando la

puya varias veces, utilizándola como un sacacorchos, o bien impidiendo que el toro pueda huir

del caballo cuando siente dolor.

Recordamos que se debe facilitar la huida de los animales por el lado derecho del caballo

cuando quieren escapar del dolor.

Los caballos de los picadores son adecuadamente preparados para el trabajo que deben

realizar, es decir, soportar las embestidas de los toros.

Se les anula la capacidad de oír con la colocación de piezas de madera rígidas en su conducto

auditivo, y de ver, con la colocación de un pañuelo que les tapa los ojos. En algunos escritos se

apunta la posibilidad de que se les administran tranquilizantes en dosis bajas para que sean

capaces de soportar el estrés que presumiblemente padecen.

También son numerosas las lesiones oculares en los toros certificadas al final de la lidia.

Muchas de ellas derivan de los golpes de los globos oculares y sus anejos con el peto del

caballo, los burladeros y durante el transporte.

• Fracturas del borde orbitario del arco superciliar.

• Úlceras de córnea.

• Protrusión de la membrana nictitante.

• Desprendimiento de retina.

• Luxaciones y subluxaciones de cristalino.

• Hemorragias intraoculares.

Otros daños incluyen la rotura de cuernos y las fracturas de extremidades.

TERCIO DE BANDERILLAS

Es el segundo tercio de la lidia. Consiste en clavar 6 arpones (en ocasiones hasta 8) en las zonas

anatómicas previamente lesionadas por las puyas.

Las banderillas deberán ser de modelos que se retraigan o cuelguen tras su incursión, con

empuñadura de madera no superior a 2,2 cm de diámetro y con una longitud total del palo, no

superior a 70 centímetros y de un grosor no superior a 1,8 cm de diámetro. El arpón de las

banderillas ordinarias, en su parte visible, será de una longitud no superior a 6 cm, de los que 4

cm serán destinados al arponcillo, que tendrá una anchura máxima de 1,8 cm.

En las banderillas negras o de castigo, el arpón, en su parte visible, tendrá una longitud de 8

centímetros y un ancho de 0,6 cm. La parte del arpón de la que sale el arponcillo será de 6,1

cm, con un ancho de 2, y la separación entre el terminal del arponcillo y el cuerpo del arpón

será de 1,2 cm. Las banderillas negras tendrán el palo con una funda de color negro con una

franja en blanco de siete centímetros en su parte media.

Las banderillas son también conocidas como "avivadores", y se utilizan para "despertar" o

"espabilar" al animal, que se encuentra físicamente agotado después de la lucha con el caballo

del picador, y provocarle un dolor intenso, además de aumentar la pérdida de sangre. Lesionan

fundamentalmente músculos que ya han sido destrozados por las puyas. Si aplicamos un

estímulo doloroso sobre una zona recientemente lesionada, el dolor será aún más intenso.

TERCIO DE MUERTE

Es el último tercio de la lidia, y comprende la parte de toreo con muleta, y la consecución de la

"suerte suprema", es decir la muerte del animal mediante la aplicación de la estocada, el

descabello (en caso de ser necesario) y la puntilla.

Durante la faena de muleta el animal sufre un intenso castigo físico, que se traduce en

importantes lesiones a nivel de los músculos encargados de la locomoción y enderezadores del

raquis, y que nada tienen que ver con los lesionados por las puyas y las banderillas.

No olvidemos que los bovinos en general, y éstos no son la excepción, pasan solo un 3% de su

tiempo diario explorando el terreno en el que viven, es decir, ejercitándose de alguna manera.

Someter a estos animales a la exigente movilidad de la faena de muleta, les provocará

importantes alteraciones orgánicas que describiremos más adelante.

También es frecuente observar caídas de los animales durante la lidia que están

perfectamente estudiadas según cómo las manifieste el toro.

Entre este tipo de caídas se encuentra la más frecuente, aquella que lesiona la zona del carpo

de estos animales por el arrastre y roce con la arena de la plaza de la zona dorsal de la

articulación del menudillo. Este tipo de problema, el de las caídas durante la lidia, que

preocupa mucho en el mundo de las ganaderías de lidia, ha querido ser subsanado mediante el

entrenamiento de los toros y novillos en las ganaderías, pero hay estudios que demuestran un

peor comportamiento de estos animales entrenados. Parece ser que se caen más, y que sus

gasometrías son peores, así como los niveles de lactato en sangre y tejidos. Pensar que el toro

de lidia es un atleta entrenado que sabrá dosificar sus esfuerzos es de todo punto absurdo.

Existen estudios que demuestran, además, que la constante fijación de la mirada en el engaño

y los constantes giros que estos animales se ven obligados a realizar, siguiendo la muleta,

además del dolor que padecen, les van a provocar una importante disminución en su

capacidad visual, es decir, de distinguir los objetos. Se reconoce en estos estudios que habrá

un importante cansancio en los centros nerviosos responsables de la visión. Sus músculos

mantenidos en constante movimiento sufren agotamiento nervioso.

La vasoconstricción a nivel del encéfalo y de los centros nerviosos responsables de la visión,

conducirá a la incapacidad del animal para apreciar la morfología de los objetos y su

localización, según avanza la lidia.

En los tratados de tauromaquia se habla de lo que se conoce como "estocada ideal", que sería

aquella que entrando por lo que conoce como "hoyo de las agujas", entre el 4º y 6º espacio

intercostal, provocaría una corta agonía en el animal, antes de aplicarle el descabello (si fuera

necesario) y la puntilla. Este tipo de estocada seccionaría importantes vasos de la cavidad

torácica como es la vena cava caudal. Por desgracia este tipo de estocada es muy poco

frecuente (no más de un 14% de ellas).

El estoque es una espada de acero de 80-88 cm de largo, que una vez clavado va a penetrar en

el tórax del animal, y va a seccionar todas las estructuras anatómicas que encuentre a su paso,

es decir, lóbulos pulmonares y bronquios. Incluso si la estocada es muy anterior, podrá

seccionar tráquea y esófago.

En ocasiones son tan traseras que traspasarán el diafragma clavándose en el hígado y en la

panza.

Esta última circunstancia está contemplada en un estudio en el que se recogía que el 9,5% de

las estocadas se daba esta circunstancia, lo que lleva a la parálisis total o parcial del nervio

frénico, lo que provoca una agónica insuficiencia respiratoria.

Incluso hay estocadas, las que se denominan "que hacen guardia", que traspasan los pulmones

de lado a lado saliendo parte el acero de la espada por el lado contrario al que ha sido

introducido.

En función de los daños que provoque el estoque, el animal sufrirá una lenta agonía, durante

la que podrá tener o no estertores, eliminar o no sangre por su boca y/o nariz, en mayor o

menor cantidad, y en todas las circunstancias sufrir una lenta asfixia por el acumulo de sangre

en su cavidad torácica.

Si tras la estocada el animal no cae en un tiempo más o menos corto, se procederá, por parte

del matador, a utilizar el descabello, una espada que tiene un tope a 10 cm de su punta. Se

introduce entre el 1º y 2º espacio intervertebral cervical y secciona la médula espinal

provocando una tetraparesia en el toro, que doblará las manos y quedará preparado para

recibir la puntilla. El descabello es una faena complicada, que en muchas ocasiones requiere

muchos intentos. Se dan casos en que los matadores, si no aciertan de forma rápida, pinchan

con la punta del verduguillo (descabello) el morro del animal para que humille y baje más la

cabeza, aumentando su dolor y su sufrimiento.

Una vez descabellado, se utilizará la puntilla por parte de un subalterno, un cuchillo de 10 cm

de hoja que introducido entre el hueso occipital y el atlas (1ª vértebra cervical), va a seccionar

el bulbo raquídeo o tronco encefálico, un centro nervioso que comunica la médula espinal con

el encéfalo, y que se ocupa de la regulación autónoma del latido cardiaco y de la respiración.

Está documentado de forma científica que la lesión parcial de este centro nervioso no provoca

la muerte, siendo necesaria la destrucción total del mismo para hacerla posible.

Así mismo hemos documentado que son muchas las ocasiones en que los puntilleros dejan

vivos a los animales dándose casos en que las orejas les son cortadas aún vivos o son

arrastrados por las mulas sin estar muertos. Del mismo modo algunos areneros asfixian a los

animales en los que se da esta circunstancia, aplicando su pie sobre los ollares y la boca como

hemos visto en filmaciones de corridas de toros. Debemos recordar que el uso de la puntilla

como método de sacrificio fue prohibido en los mataderos de la UE, en los que es obligatorio

el aturdimiento previo de los animales antes de su sangrado.

Sabemos que aproximadamente el 90% los bovinos sacrificados con puntilla en los mataderos

presentan reflejos compatibles con la vida varios minutos después de su aplicación, mientras

que, con aturdimiento previo, esta circunstancia solo se observó en un 8% de ellos.

Sobre la modalidad de lidia a caballo, lo que se conoce como rejoneo, y en concreto al estilo

español, los reglamentos taurinos establecen las medidas de los rejones convencionales y de

castigo (cumplen la función de las puyas de la lidia a pie), farpas, banderillas, y rejón de

muerte, que durante la corrida se aplican sobre la anatomía de los animales.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el padecimiento de los toros y novillos

utilizados en esta modalidad es similar al que padecen los que intervienen en la lidia a pie. En

España los toros utilizados en festejos en los que intervienen rejoneadores, sufren también el

efecto del descabello y de la puntilla tras la aplicación del rejón de muerte.

OTROS DAÑOS DURANTE LA LIDIA

Además de los daños físicos que hemos expuesto hasta ahora, diversos estudios científicos

hacen referencia a las numerosas alteraciones que sufren los animales lidiados, en lo que se

refiere a los parámetros bioquímicos. Las analíticas sanguíneas realizadas en toros lidiados

demuestran que ningún parámetro se encuentra en valores basales o fisiológicos. Todos se

encuentran por debajo o por encima de lo que se puede considerar como normal o fisiológico.

Esto nos indica que hay un gran sufrimiento muscular (certificado por biopsias de músculos de

la locomoción y enderezadores del raquis, que se han realizado en estos animales).

Los niveles de CPK, LDH (ambos marcadores de la función muscular), transaminasas

(marcadores de la función hepática) y marcadores de la función renal se elevan

considerablemente.

Las alteraciones que sufren los electrolitos indican, entre otras circunstancias, deshidratación

que se acompaña de hipovolemia. Las gasometrías nos van a indicar que hay altos niveles de

dióxido de carbono en la sangre y tejidos de los bóvidos lidiados, que se acompaña de hipoxia,

y que estos animales padecen lo que se conoce como acidosis metabólica, marcador

inequívoco de sufrimiento, por las altas concentraciones de lactato. Los niveles de

determinadas hormonas como la ACTH, cortisol y endorfinas (opiáceos endógenos), nos

indican un altísimo estrés, que termina siendo crónico o no adaptativo, y así se reconoce en

algunos estudios realizados al respecto.

HIPÓTESIS QUE MINIMIZA EL SUFRIMIENTO DE LOS TOROS DE LIDIA.

En el año 2007 apareció una hipótesis que ponía en entredicho el sufrimiento de estos

animales durante la lidia. Su autor, un veterinario, argumentaba que los altos niveles de

betaendorfinas y los no excesivamente altos valores de cortisol en sangre, que había

detectado en los análisis post mortem de estos animales, indicaban que serian capaces de

neutralizar el dolor que se les había provocado y de controlar el estrés que su estancia en la

plaza y la lidia les había producido.

Argumentaba, además, que la importante descarga de epinefrina (adrenalina) durante el

"combate" minimizaba su padecimiento.

Con respecto a esta hipótesis nuestra asociación, AVATMA, ya ha dado las respuestas

oportunas, que procedemos a resumir.

Es incorrecto calificar a las endorfinas como hormonas del placer y de la felicidad. Existen

estudios científicos que demuestran que estos opiáceos endógenos no se descargan durante el

orgasmo ni en el sexo masculino ni en el femenino (la idea de que así ocurría hizo que se las

llamara hormonas del placer). Con respecto a su calificación como hormonas de la felicidad, ya

que se les atribuía la sensación de placer que el ser humano dice que siente tras la realización

de un ejercicio físico, debemos apuntar que existen estudios que dicen que si no se sobrepasa

la capacidad física para realizar algún tipo de actividad, obtenida gracias al entrenamiento,

estas hormonas no aumentan en nuestra sangre.

Es cuando el organismo empieza a sufrir por haber superado su capacidad de adaptarse a una

determinada actividad física, cuando aumentan de forma exponencial. A mayor padecimiento

físico mayor es la cantidad de picogramos/ml que podemos encontrar en los sujetos

analizados. Existen además estudios secuenciados en mujeres de parto que indican que a

mayor estrés y dolor padecido durante el alumbramiento, mayores son los índices de

endorfinas.

Del mismo modo estudios realizados en fetos a los que se les realizó trasfusiones de sangre

por vía intrahepática, concluyeron que estos hormonas tienen una importante relación con el

estrés y no tanto con el dolor que produce en ellos esta maniobra médica. De hecho se sabe

que los fetos que nacieron de partos complicados (distócicos o de sufrimiento) tienen altos

niveles de estas hormonas.

Además, tras contrastar publicaciones científicas aplicadas a diversas especies animales,

hemos identificado otras causas por las que estas hormonas aumentan en los mamíferos, y

todas ellas están relacionadas con el sufrimiento y están presentes en la lidia de toros. Son las

siguientes: estrés, dolor, hiperglucemia (aumento de los niveles de glucosa en sangre), hipoxia

(falta de oxígeno), hipovolemia, traumatismos, heridas, acidosis metabólica, hemorragia,

sufrimiento físico o ejercicio físico extenuante, lesiones musculares, inmunosupresión,

hambre, sed, inflamación.

Podemos concluir que las endorfinas son unos marcadores inequívocos de que el organismo

intenta defenderse intentando paliar el sufrimiento, y que nada hay de especial por tanto en

que el toro durante la lidia las produzca en grandes cantidades.

En cuanto a la referencia que se hace en esta hipótesis sobre los no excesivamente altos

niveles de cortisol, hemos de apuntar que dichas determinaciones se hicieron sobre toros

muertos y previamente lidiados, y con su Sistema Nervioso Central alterado y lesionado por las

circunstancias anteriormente apuntadas como es la sección de la médula espinal y del tronco

encefálico.

Los estudios científicos consultados al respecto indican que, para que las determinaciones de

hormonas relacionadas con la respuesta a nivel del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal puedan

ser tenidas en cuenta, es indispensable la integridad del Sistema Nervioso Central,

circunstancia que es evidente que no se da en estos animales analizados.

Además, apuntamos la hipótesis de que, dados los continuos estímulos aversivos que padecen

estos animales desde el momento en que son embarcados para su transporte (e incluso antes

si es que fueron manipuladas sus cornamentas), y salen de sus explotaciones, es probable que

se produzca el agotamiento de la glándula adrenal para responder adecuadamente ante tantas

situaciones estresantes sumadas unas y otras.

- El eje Hipotálamo – Hipófisis - Adrenal es inhibido cuando se produce la agresión en una zona

denervada o bloqueada, ya que no existe estímulo neurológico aferente’.

-Wilmore en 1976, demostró que: ‘La respuesta a estímulos nociceptivos, requiere vías

neuronales intactas’.

-El estrés continuado provoca insuficiencia de respuesta (agotamiento) a través de la corteza

adrenal a las órdenes por parte del hipotálamo (CRF) y la hipófisis (ACTH) durante la lidia.

Alarma-Adaptación-Agotamiento

-CIRCI: Insuficiencia cortico esteroide en estados críticos: Los enfermos en estado crítico

presentan insuficiencia suprarrenal, y bajos niveles de cortisol, no pudiendo responder

adecuadamente ante el estrés que experimentan.

No nos cabe duda de que los toros, poco antes de morir en la plaza, se encuentran en estado

crítico y que por lo tanto padecerán lo apuntado anteriormente, lo que se define como CIRCI.

En el año 2014 apareció una tesis doctoral, dirigida por el veterinario que lanzó la hipótesis

que minimizaba el estrés y el dolor que podían padecer estos animales durante la lidia. En ella

se afirmaba haber secuenciado las valoraciones hormonales en cuanto a las endorfinas y el

cortisol tras cada uno de los tercios de la lidia, es decir, después del tercio de varas, del tercio

de banderillas y del tercio de muerte, asegurando que mientras se producía un aumento

exponencial de los valores de opiáceos endógenos, se producía un descenso de los valores del

cortisol en sangre. Lo cierto es que, en dicha tesis, no se explica la metodología seguida para la

obtención de las muestras de sangre correspondientes a cada uno de los tercios de la lidia,

aunque en algún medio de prensa y en alguna manifestación pública del mencionado

veterinario, hacía referencia a la colocación en los toros, en las mismas ganaderías, de unos

chips dirigidos por un mando a distancia que recogían muestras de sangre cuando él lo

estimaba oportuno durante la corrida, y que luego recuperaba en el desolladero una vez

muertos los animales, para proceder a los análisis pertinentes con las muestras obtenidas.

Creemos imprescindible que en dicha tesis debería haber aparecido información al respecto,

en el apartado de metodología, cosa que no ha ocurrido y sobre lo que pediremos las

oportunas explicaciones.

Queremos apuntar además, que para la colocación de estos supuestos "artilugios", los toros de

lidia deberían haber sido anestesiados, lo que implicaría que su carne no podría ser consumida

hasta mucho después de dicha manipulación. Carecemos de datos al respecto, que

evidentemente reclamamos.

De cualquier forma con o sin estos métodos de recogida de las muestras de sangre, que hemos

pedido en numerosas ocasiones que se muestre, sin éxito, las conclusiones de los estudios de

AVATMA no cambian, sino que muy al contrario los reafirman: conforme avanza la lidia, el

dolor y todas las alteraciones orgánicas apuntadas anteriormente, que padece el animal, van

en aumento, y provocarán la elevación de opiáceos endógenos como respuesta al sufrimiento.

Por el contrario conforme pasan los tercios de la lidia, estos animales verán mermada su

capacidad de responder ante las situaciones estresantes de tipo emocional por agotamiento

de las respuestas neurofisiológicas a nivel del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal.

En conclusión, como veterinarios afirmamos que la lidia de toros, con o sin encierro previo, es

un ejercicio de maltrato y tortura animal que debe ser abolido, y que cualquier hipótesis que

pretenda hacer creer que el padecimiento de los toros durante la lidia no es tan intenso como

se piensa, deberá ser respondida por los organismos que rigen la actividad veterinaria tanto a

nivel académico como profesional.

Informe realizado por José Enrique Zaldívar Laguía. Presidente de AVATMA (Asociación de

Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal), en nombre de los 267

veterinarios que forman parte de la misma.

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