El Tren de la Vida - Memo

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El Tren de la Vida Lo importante es que cuando uno deja el tren, las personas que quedan en él, tengan el mejor recuerdo de uno. Guillermo Aguilar Cordero Octubre 10, 2015

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Guillermo Aguilar Cordero en celebración de sus 90 años escribe El Tren de la Vida.

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El Tren de la VidaLo importante es que cuando uno deja el tren, las personas que quedan en él,

tengan el mejor recuerdo de uno.

Guillermo Aguilar Cordero

Octubre 10, 2015

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años...

¿Estoy soñando?

No, no sueño. Ese tren al que subí un martes, 15 de setiembre de 1925 a las 12 del mediodía, en El mesón de San Isidro de Grecia en Alajuela… no se ha detenido; A pesar de los peligros vividos y del largo viaje de 90 años.

Sólo sé: Que Jehová se manifestó a mi hace ya mucho tiempo, diciendo:

Desde mi niñez ha estado la mano de Dios sobre mí; En aquellos momentos difíciles, diez veces en peligro de muerte, Que recuerde y fuera consciente de ellos, diciendo: “Hijo, continuemos, aún nos falta camino por andar.”

En este viaje, he podido amistar con personas que no conocía, Quienes dejaron recuerdos inborrables, que permanecen frescos en mi memoria.

También traté con pasajeros ingratos, que hicieron tambalear mis principios, y hasta que llegué a dudar de mi forma de pensar… Porque a este tren de la vida, sube de todo.

“Con amor eterno te he amado; Por

tanto, te prolongué mi misericordia.”

Jeremías 31:3

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Tal vez pude entender al que bajó, pero… ¿Y al que subía? ¡Cuantas experiencias he tenido en este viaje, Cuantas sorpresas, cuantas desilusiones!

Cuantas veces me entusiasmé con nuevos amaneceres, o al acercarse la noche, pensando en que durante el viaje, tendrían noches con hermosos sueños.

Me asomo a la ventana y veo en una curva cuán largo es el tren en el que viajo; Pasajeros bajando en sus respectivas estaciones, Dejando tras de sí familias, amigos y proyectos.

En ese devenir de personas vi entrar hombres jóvenes, en cuyo rostro se reflejaba el entusiasmo, la ilusión de que durante el viaje, o al fina,

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Obtendrían lo que buscaban:

Riquezas, un buen trabajo, buenos amigos, una buena esposa, en fin…

Ver cumplidos los sueños que los acompañaron por tanto tiempo, Y esperaban que, antes de terminar e viaje, se cumplirían.

Vi en algunos asientos, ancianos… Ya en ellos no era igual, no había entusiasmo, las ilusiones sólo eran una quimera, solo les preocupaba cómo llegar al final.

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Vi subir mujeres, que observaban si algún caballero les cedería un lugar, quizá porque en la vida no lo habían encontrado… Mientras fueran en el tren, tenían esperanza.

Vi muchos padres. Subían con sus hijos, felices,Y los vi después bajar solos, Dejándolos que siguieran acompañados por extraños.

Aún recuerdo que yo fui como uno de ellos.Cuando mis padres me acompañaron hasta cierto lugar, Y un día recibí la noticia terrible:

“Hijo, ya llegamos a la estación, aquí

nos bajamos… Continúa.”

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Los seguí con mi vista por la ventana, vi que no se habían quedado en la estación. Ya fuera, vi que Alguien los tomo de la mano, y los llevó directo al cielo.

Brotaron de mis ojos muchas lágrimas, y de mis labios una alabanza a Dios… Por sus vidas, por su descanso y por su testimonio.

Seguí viendo, entraban más mujeres; Unas acompañadas por sus parejas, otras por su pareja y sus niños, ¿Cuántos bajarían solitos dejando su familia?

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La vi detenerse en el andén, Prestaba atención a todo lo que rodeaba; Me acerque a ella cautelosamente, le pregunté si podía estar a su lado, lo cual aceptó.

Habiendo despertado en mí tanta admiración, creí conveniente hacer mi viaje más placentero: Le pedí que por favor, permaneciera más

tiempo a mi lado, y aunque le pareció extraño, aceptó.

A partir de ese momento, aquel viaje cambió:El paisaje que veía a través de la ventana, fue diferente, El ruido de ese tren, al rechinar sus ruedas, era música a mis oídos.

De pronto, algo sucedió: El tren avanzó entre selvas y hermosos jardines,Cautivos por la exuberancia del bosque y el aroma

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de las flores, nos fundimos en un abrazo.

Parecía eterno… el tren avanzó muchos kilómetros, Cuando volvimos en sí, a la realidad, muchas cosas habían cambiado;

Y sin darnos cuenta, vivíamos una nueva dimensión.

Había nuevos pasajeros, algunos asientos desocupados,Se escuchaba una mezcla de risas, y sollozos de pasajeros que llegaron, Y otros que partieron dejando lágrimas y un gran vacío.

En determinado momento, ella se sentó frente a mí, Nuestros rostros quedaron iluminados por el sol que entraba por la ventana;

La vi tan bella, que más me parecía un sueño.

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Un día hermoso y soleado, arrullados por el ruido del tren, A nuestro lado nos contemplan tres hermosas criaturas, que se disponían acompañarnos en este viaje: Eran nuestros hijos.

Comenzamos a vivir desde ese día innumerables y muy hermosas experiencias; Ya no tomábamos en cuenta ni la distancia ni el tiempo,

Todo era alegría y alabaza a Dios.Pero en este tren no había sorpresas, Nos acostumbramos a ver subir y bajar personas, Unas amables, otras

no tanto, y cuando se iban, dejando mucha tristeza.

Un día, inesperadamente, cuando ese tren avanzaba, nos cubrió una nube; todo se oscureció.

Y repentinamente, se dejó oír la voz de mi amada esposa que nos dijo:“Ya llegué… los amo…”

Esa última frase: “Los amo”, produjo en nosotros alivio para el dolor que seguía, Cuando se separa de uno lo que más ama: Su compañera, su amiga y hermana,

Todo queda en silencio.

Después…

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Todo cambió, el rechinar de las ruedas del tren se agudizó,

La luz que entraba por la ventana ya no era tan brillante,Probablemente, aquellos jardines que nos embriagaronya estaban llenos de cardos, y de flores muertas.

¡Mi amada!

No dijo más.

Alguien que conocemos espiritualmente, ese día 16 de mayo del 2014 a las 8 y 22 de la mañana, se sentó a su lado, y tomándola en Sus tiernos brazos, La sacó del tren.

La trasladó a un jardín, donde las flores no se marchitan,ni crecen cardos, ni se escucha el rechinar de ruedas;Y aquella escasa luz que penetró al final por la ventanase transformó en una luz gloriosa, celestial.

Igual que con mis padres, lloré; pero ya no estaba solo.

Junto con mis hijos y nietos le di gracias a Dios, El consuelo inmediato, vino de Él… Con estas palabras:

“Estando atribulados en

todo, pero no angustiados” 2 Corintios 4:8

Observando por a ventana de nuestra fe, y confiados en Su promesa, Casi podíamos escuchar:“Ven buen siervo fiel…entra en el gozo de tu Señor.”

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Ese tren no se detuvo, continuó su viaje, Eso pasaba todos los días, en todas las familias que en alguna estación habían subido.Algunos, temerosos, veían adelante, tratando de ver su estación…

Tal vez, no alcanzaban a verla, pero allí estaba,sin duda; Pensaban en su familia, amigos y pertenencias, En cuántas cosas dejaron de hacer y que ya no había tiempo,

La estación estaba muy cerca.

No sé cuándo hará una parada el tren para que yo baje Adelante, me parece ver una luz, tenue y próxima;

¿Será la luz de la estación donde debo bajarme?

Intuyo, que es mi estación… Que se acerca la hora.

Este es el tren de la vida.

Avanzo unos pasos y a la salida veo un cuadro precioso,

Que lleva impresas estas palabras,Para que los que viajamos podamos leerlas:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo

la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”

Juan 14:27