El Tungsteno
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UNIVERSIDAD NACIONALFEDERICO VILLARREAL
FACULTAD DE INGENIERIA CIVIL
REALIDAD NACIONAL
TEMA: RESUMEN DE LA OBRA EL TUNGSTENO. ALUMNO: VERDE CARBAJAL Jenchluis Ricardo
LIMA-2015
CÓDIGO: 2014500105
UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL-FACULTAD DE INGENIERÍA CIVIL Página 1
De origen mestizo y provinciano, su familia pensó en
dedicarlo al sacerdocio: era el menor de los once hermanos;
este propósito familiar, acogido por él con ilusión en su
infancia, explica la presencia en su poesía de abundante
vocabulario bíblico y litúrgico, y no deja de tener relación
con la obsesión del poeta ante el problema de la vida y de la
muerte, que tiene un indudable fondo religioso. Vallejo cursó
estudios de segunda enseñanza en el Colegio de San Nicolás
(Huamachuco). En 1915, después de obtener el título de
bachiller en letras, inició estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Trujillo y de Derecho
en la Universidad de San Marcos (Lima), pero abandonó sus estudios para instalarse como maestro
en Trujillo.
En 1918 César Vallejo publicó su primer poemario: Los heraldos negros, en el que son patentes las
influencias modernistas, sobre todo de Rubén Darío (a quien siempre admiró) y de Julio Herrera y
Reissig. Esta obra contiene, además, algún augurio de lo que será una constante en su obra: la
solidaridad del poeta con los sufrimientos de los hombres, que se transforma en un grito de rebelión
contra la sociedad. Acusado injustamente de robo e incendio durante una revuelta popular (1920),
César Vallejo pasó tres meses y medio en la cárcel, durante los cuales escribió otra de sus obras
maestras, Trilce (1922), un poemario vanguardista que supone la ruptura definitiva con el
Modernismo.
En 1923, tras publicar las estampas y cuentos de Escalas melografiadas y la novela corta Fabla
salvaje, César Vallejo marchó a París, donde conoció a Juan Gris yVicente Huidobro, y fundó la
revista Favorables París Poema (1926). En 1928 y 1929 visitó Moscú y conoció a Vladimir
Maiakovski, y en 1930 viajó a España, donde apareció la segunda edición de Trilce. De 1931, año
de un nuevo viaje a Rusia, son El tungsteno, novela social que denuncia la explotación minera de
los indígenas peruanos, y Paco Yunque, cuento protagonizado por el niño del título, que padece los
abusos de un alumno rico tras su ingreso en la escuela. En 1932 escribió la obra de teatro Lock-
out y se afilió al Partido Comunista Español. Ese mismo año regresó a París, donde vivió en la
clandestinidad, y donde, tras estallar la guerra civil española, reunió fondos para la causa
republicana.
Entre sus otros escritos destaca la obra de teatro Moscú contra Moscú, titulada posteriormente Entre
las dos orillas corre el río. Póstumamente aparecieron Poemas humanos (1939) y España, aparta de
mí este cáliz (1940), conmovedora visión de la guerra de España y expresión de su madurez
poética. Contra el secreto profesional y El arte y la revolución, escritos en 1930-1932, aparecieron
en 1973.
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Cuando la empresa norteamericana “Mining Society” logro porfin adueñarse de las minas de
tungsteno de Quivilca, en el departamento del Cuzco, de inmediato llego al Perú la orden gerencial
de Nueva York disponiendo el comienzo de la extracción del mineral.
Una avalancha de indios procedentes de Colca lleno la mina en poco tiempo para satisfacer las
labores de minería.
En Quivilca se instalaron junto a los peones y mineros, míster Taik y míster Weiss, gerente y
subgerente de la “Mining Society”; el cajero de la empresa, Javier Machuca; el ingeniero peruano
Baldomero Rubio; el comerciante José Marino, que había tomado la exclusiva del bazar y la
contrata de peones para la “Mining Society”; el comisario del asiento minero, Baldazari y el
agrimensor Leónidas Benítez, indios de la región, fueron ingenuamente estafados por obreros,
peones y sobre todo por los inescrupulosos Marino, Machuca y Baldazari.
Los soras cambiaban sus plantaciones y sus animales por cosas banales como garrafas, franelas en
colores, botellas pintorescas, paquetes policromos, fósforos, caramelos, vasos transparentes etc. Los
soras es sentían atraídos por estos objetos, como ciertos insectos a la luz.
El primero en operar sobre las tierras de los soras para enriquecerse fue José Marino, quien formo
una sociedad secreta con el ingeniero Rubio y el agrimensor Benites. Este contubernio tuvo que
vérselas en apretada competencia con Machuca,Baldazari y otros que también despojaban de sus
bienes a los soras.
José Marino adulaba a todo el que, de una u otra manera, podía serle útil. Un día que Marino debía
ir de Quivilca a Colca, se reunieron en su bazar para despedirlo, Leónidas Benites, Míster Taik, y
Míster Weiss, el comisario Baldazari, Rubio y Javier Machuca.
La botellas de champaña fueron desfilando raudamente y en cada, ¡salud!, Marino no
desaprovechaba la oportunidad para adular a todos los presentes.
Cuando ya estaban ebrios Marino propuso jugar a “La rosada” a los dados; esta era una de las
queridas de Marino. Muchacha de 18 años, serrana, ojos grandes y negros y empurpuradas mejillas
candorosas, la había traído de Colca, como querida, un apuntador de las minas, junto con sus
hermanas Teresa y Albina.
El ganador del “premio” fue el comisario Baldazari; Marino de inmediato envió a su sobrino Cucho
en busca de la muchacha, quien llego a los pocos minutos. El exceso de licor provoco tal
degeneración que “La rosada”, que se llamaba Graciela, fue poseída por todos los presentes.
La muchacha se había negado a las exigencias de José Marino, pero este le había dado una pócima
que la embriago hasta privarla. La muchacha no vio el amanecer y murió por efecto de la droga que
le administrara José Marino. Míster Taik exigió absoluta discreción.
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La llevaron a su casa y dijeron a sus hermanas que le había dado un ataque y que yace le pasaría. Al
otro día la enterraron. Las hermanas de la difunta fueron donde Míster Taik a pedirle justicia por
que consideraban que a su hermana la habían matado. El gringo las boto y todo quedo archivado en
el pasado.
En colca José Marino tenía otro bazar en sociedad con su hermano Mateo; la firma se llamaba
“Marino hermanos”. Los hermanos Marinos eran originarios de Mollendo y hace ya unos doce años
que se habían establecido en la sierra. Poco apoco habían ido escalando posiciones para llegar al
lugar en que estaban, pero siempre con la adulación y la falta de escrúpulos como armas.
Había en casa de Mateo una india rosada y fresca bajada de la puna a los ocho años y vendida por
su padre, un mísero apasero, al cura de Colca; se llamaba Laura, y cuando José venia de Quivilca,
Lura solía acostarse también con el a escondidas de Mateo.
Laura en el fondo odiaba a su patrón y amante; cuarentón, colorado, medio legañoso, redrojo,
grosero, sucio y tan avaro como su hermano José. La raíz de este enconoradicaba en el hecho del
desprecio encamisado e insultante que Mateo ostentaba por Laura cuando había gente en casa de
“Marino hermanos”, afín de que nadie creyese lo que todo el mundo creía: que era su querida; esto
le dolía profundamente, a Laura.
José la retenía con la astucia y el engaño prometiéndole que la haría su mujer ante todos, cuando el
tono de su hermano Mateo la dejara como lo hozo con la madre de su hijo Cucho. Esa noche fue
Mateo el primero en deslizarse hasta la cocina donde dormía Laura para ponérsela brutalmente.
A los pocos minutos fue José, quien aprovechando que Mateo dormía, visito a la joven india en la
cocina. Laura le confeso que estaba preñada de el; este se negó a tal compromiso. José había
contado a su hermano que Míster Taik le había pedido cien peones mas para la mina de tungsteno
que explotaba la Mining Society.
Como no era fácil convencer a los indios para tan dura tarea, en la cual ya habían casi desaparecido
los soras, fueron a buscar al subprefecto Luna para que les facilitara dos gendarmes. Este les
manifestó que carecía de personal y que el escaso que estaba a su cargo los tenia ocupados
“cazando” conscriptos. Dos yanaconas, Braulio conchucho e Isidoro Yepez, fueron traídos desde
Guaca pongo a Colca, para ser enrolados en el servicio militar.
Sin sombrero, bajo un sol abrazador, los encallecidos pies en el suelo, los brazos atados hacia atrás,
amarrados por la cintura con un lazo de cuero al pescuezo de las mulas, los yanaconas fueron
arrancados de sus hogares y atravesando ríos, quebradas y pedregales, fueron llevadas a Colca ya
casi agonizantes por dos crueles y sanguinarios gendarmes. El pueblo, sediento de venganza, se
vuelca contra la oficina del alcalde y lideradas por el herrero del pueblo, Servando Huanco, exigen
justicia.
Braulio Con chucos no pudo resistir mas tiempo y cayo muerto en la oficina del alcalde Para,
delante del prefecto Luna, el secretario boda, el juez Ortega, el gamonal Iglesias y el medico Riaño
quien certifico su muerte.
Servando dio entonces un salto a la calle entre los gendarmes, lanzando gritos salvajes, roncos de
ira, sobre la multitud ¡un muerto! ¡Lo han matado los soldados! ¡Abajo el subprefecto! ¡Viva el
pueblo! La confusión, el espanto y la refriega fueron instantáneos.
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El enfrentamiento entre la persecución de estos últimos con el pretexto de restablecer el orden
publico. No se respeto ninguna vivienda; todas fueron violentadas en busca de los “sublevados”.
Los más encarnizados en la represión fueron el juez Ortega y el cura Velarde.
En una reunión ofrecida por el alcalde Para, los hermano Marino llevaron a un rincón al subprefecto
Luna y lo convencieron para que este les facilitara veinticinco indios que estaban en la cárcel, los
cuales en la madrugada, emprendieron viaje a las minas de Quivilca.
Pocas semanas después, el herero Servando Huanca conversaba en Quivilca con Leónidas Benites,
quien había sido arrojado de su puesto de agrimensor. Perdiendo además su sociedad de cultivo y
cría con José Marino.
Con palabras desgarradoras, Huanca logro que Benites despertara del letargo en que estaba sumido
y se diera cuenta que los pobres indios eran no solo explotados, sino también maniatados por los
Yanquis y por los malos hombres como José y Mateo Marino que servían incondicionalmente a
tipos sin escrúpulos como míster Taik.
Benítez proporciono un documento que demostraba que míster Taik no era yanqui sino alemán, y
que con esa evidencia podría fregar a la “Mining Society”. Ambos hombres se unieron para iniciar
la rebelión de los indios contra sus opresores. Lo que había terminado de decidir la actitud de
Benites, era el amor que sentía por la difunta Graciela a quien el recordaba y amaba en silencio.