El uso del cuaderno en el nivel inicial / María Laura Sámchez
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La educación es una construcción histórica y como tal debe ser permeable a los cambios que los nuevos paradigmas imponen. Sin embargo, mi experiencia como docente de tercera sección en jardines de infantes públicos de la provincia de Buenos Aires me ha permitido observar la enorme cantidad de padres, docentes y directivos que se rehúsan a abandonar prácticas pedagógicas obsoletas hace ya muchos años. Una muestra de esta situación son las controversias que año tras año se originan con relación a la alfabetización de los alumnos de la última sala del jardín de infantes.
Un poco de historia
El nivel inicial surge relacionado con la necesidad de alfabetización, como ciclo preparatorio para la educación primaria. Tradicio-nalmente, en la última sección del jardín de infantes (pre-escolar) se trabajaban ejercicios -primero con materiales concretos para luego trasladarlos al plano gráfico- que tenían como fin entrenar la precisión de la motri-cidad fina, el manejo del espacio gráfico, la clasificación y seriación de elementos, la correspondencia término a término, la ubicación espacial, entre otros. Estas ejercitaciones perseguían la adquisición de nociones que prepararían a los niños para el ingreso exitoso al primer grado de la escuela primaria.
No obstante, desde 1965 queda establecida, en territorio bonaerense, la independencia del nivel inicial de otros niveles. Progresivamente, el jardín de infantes abandona su carácter propedéutico hacia el nivel siguiente, perdiendo vigencia su designación como pre-escolar.
Desde entonces, se reconoce la importancia de sus contenidos específicos, los cuales se articulan con las propuestas de los diseños curriculares de los niveles siguientes. De esta manera, se respeta la continuidad de los procesos.
Se resalta que garantizar la articulación entre niveles y la continuidad en el sistema educativo no significa que el nivel inicial tenga por objetivo preparar para la educación primaria. El nivel inicial tiene sus propios objetivos y contenidos, posee identidad propia y de ninguna manera es su función adelantar un tipo de trabajo que es responsabilidad del nivel siguiente.
¿Qué sucede en la actualidad?
En lo que respecta específicamente al área de Prácticas del Lenguaje, ya no alcanza sólo con adquirir las reglas de conversión fone-ma-grafema para aprender a escribir y leer. Muchos miembros de la comunidad educativa aún creen que la mejor y única manera de enseñar y aprender a leer y escribir es deletreando palabras, escribiendo todos los días "Hoy es día soleado" y dando "tareas para el hogar" en cuadernos escolares que parten de hojas en blanco y van progresivamente acotando el espacio. Para ellos, durante el primer cuatrimestre de sala de 5, es imprescindible preparar al alumnado para usar el cuaderno de aprestamiento y en el segundo cuatrimestre lo emplean con el fin de prepararlos para la escuela primaria.
Contrariamente a lo anteriormente expuesto, el paradigma actual apunta a un enfoque comunicativo, buscando la apropiación crítica del lenguaje con el objetivo de educar participantes activos de la cultura escrita, es decir, lectores y escritores competentes. Dado que el nivel inicial es el primer escalafón del sistema educativo, tiene la obligación de iniciar a sus alumnos en las prácticas sociales que realizamos con el lenguaje (hablar, escuchar, leer y escribir) y en los quehaceres que llevamos a cabo como hablantes, lectores y escritores.
Para lograrlo, se adaptan las situaciones de comunicación de la vida cotidiana y se las traslada al interior de las salas con el
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objetivo de que los alumnos conozcan de manera significativa las diferentes variedades, registros y estrategias discursivas y aprendan a seleccionar las más adecuadas según la situación de comunicación. Es decir que, para que los alumnos actúen como lectores y productores de textos, es necesario permitirles el acceso a la diversidad de materiales escritos y utilizarlos con diferentes propósitos: informar, entretener, recomendar, compartir, investigar, seguir instrucciones, etcétera.
Es en este punto en donde caben algunas preguntas: si nuestra función es preservar el sentido de las situaciones comunicativas en la vida extra escolar, ¿acaso en la vida cotidiana usamos un cuaderno en el que anotamos todo? ¿Por qué insistimos en que todos los alumnos usen el mismo estilo de cuaderno para registrar las mismas cosas? ¿Cuándo, fuera de la escuela, escribimos el estado del tiempo?
Re-pensando el uso del cuaderno
A partir de lo anteriormente expuesto, es necesario resignificar el uso del cuaderno con el objetivo de proponer a los niños actividades desafiantes que sean promotoras de aprendizajes significativos. Para esto, el primer paso es planificar actividades que contemplen el bagaje cultural que traen los alumnos de sus hogares y del ambiente socio-cultural que los rodea, dado que hoy se encuentran permanentemente estimulados desde las publicidades, los medios de comunicación, los juegos didácticos e incluso desde la enseñanza sistematizada de muchos padres.
Una de las posibles opciones es explorar con los niños diferentes estilos de cuadernos (lisos, rayados, cuadriculados, libretas; cuadernos A4, oficio, escolares, de tapa dura y banda, etc.) para que perciban las diferencias, ventajas y desventajas de cada uno. Luego, los niños escogerán el que más les guste y les resulte más cómodo.
Este cuaderno debe utilizarse como agenda de registro de las actividades cotidianas y significativas para los alumnos, tales como: anotar el puntaje de un juego, la canción que aprendieron en música, una receta de cocina, registrar mediante dibujos y/o escrituras alguna salida educativa, usarlo en sus hogares para completar encuestas u observaciones (por ejemplo, qué cosas tiramos a la basura), etcétera. Cada alumno debe decidir qué, cuándo, dónde y cómo registrar.
El uso de las agendas de registro en el nivel inicial suele tener un efecto tranquilizador para las familias que creen que sus hijos sólo aprenden siguiendo el estilo de trabajo de la escuela.
Otra de las opciones, quizás la que más resistencias genera, es no emplear cuadernos, sino directamente confeccionar soportes según cada necesidad de registro. Por ejemplo, realizar agendas telefónicas, calendarios, cuadernos de registros para la evolución de nuestras plantas, agendas de ciencias, álbumes de figuritas, recetarios culinarios, listados (de compras, de los libros
retirados de biblioteca, de los juegos que nos presta ludoteca, de los autores leídos, etc.), confeccionar nuestros propios carnets para la biblioteca de la sala, etcétera.
Los anteriores soportes posibilitan el registro de lo producido y ofrecen verdaderas situaciones desafiantes a las posibilidades cognitivas de los niños, aproximándose indiscutiblemente a las situaciones reales de comunicación. Cada propuesta determinará el tipo de soporte más adecuado para ella: hojas sueltas, cuadernos, carpetas, libretas, etcétera.
Por último, es deseable destacar que el hecho de que se estimule a los pequeños alumnos a leer y escribir por sí mismos no significa que deban egresar leyendo convencionalmente y produciendo escrituras alfabéticas. Sólo la escritura convencional del nombre propio es contemplada dentro de los contenidos del área Prácticas del Lenguaje y para lograrlo no deben realizarse actividades aisladas o meras ejercitaciones. Por el contrario, se debe contextualizar este contenido en el marco de situaciones significativas. Progresivamente, dichas escrituras, junto con los carteles de información y rótulos de la sala, se vuelven estables y pasan a ser fuentes de información para nuevas escrituras.
La necesidad de compartir para innovar
Es necesario poner sobre el tapete algunas prácticas instaladas y naturalizadas en el nivel inicial con relación al cuaderno de clases. Entiendo que a muchos les resulte dificultoso concebir que no es el cuaderno en sí mismo el que constituye la propuesta de enseñanza. Existe otra multiplicidad de actividades y experiencias cotidianas en la sala, no registradas en un cuaderno, que ofrecen a los alumnos ricas situaciones problemáticas para aprender de manera significativa y en situaciones reales.
Si estas experiencias son compartidas con la comunidad educativa, explicando su importancia y demostrando sus resultados, considero que lentamente comenzarían a desvanecerse los cuadernos de aprestamiento. NE
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