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Antropoformas, Nueva Época Año 2, No. 2, pp. 42-58 Julio-Diciembre 2012 42 EL VALOR DE LA PROCREACIÓN Y EL EMBARAZO DESDE LA COSMOVISIÓN MESOAMERICANA Karla Paola López Miranda* Estefanía Pérez Tinoco** RESUMEN: El presente trabajo está orientado a la recopilación histórica del valor otorgado a la procreación y el embarazo en Mesoamérica. Para ahondar sobre el tema habrá que hablar acerca del ejercicio de la sexualidad heterosexual, la consideración de la concepción desde variadas perspectivas, lo ocurrido durante el período de gestación, el momento del parto y la maternidad. Los temas anteriores girarán en torno a la cosmovisión mesoamericana. PALABRAS CLAVE: embarazo, procreación, sexualidad, cosmovisión, Mesoamérica ABSTRACT: This work is aimed at collecting the historical value placed on procreation and pregnancy in Mesoamerica. To expand on the subject we should be talking about the practice of heterosexual sexuality, the consideration of conception from various perspectives, the occurrences during the time of pregnancy, childbirth and motherhood. The above topics will be focused on the Mesoamerican worldview. KEY WORDS: pregnancy, procreation, sexuality, worldview, Mesoamerica * Estudiante de la Licenciatura en Antropología Social, Universidad Autónoma del Estado de México, [email protected]. ** Estudiante de la Licenciatura en Antropología Social, Universidad Autónoma del Estado de México, [email protected].

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EL VALOR DE LA PROCREACIÓN Y EL EMBARAZO DESDE LA COSMOVISIÓN MESOAMERICANA

Karla Paola López Miranda*

Estefanía Pérez Tinoco**

RESUMEN: El presente trabajo está orientado a la recopilación histórica del valor

otorgado a la procreación y el embarazo en Mesoamérica. Para ahondar sobre el

tema habrá que hablar acerca del ejercicio de la sexualidad heterosexual, la

consideración de la concepción desde variadas perspectivas, lo ocurrido durante el

período de gestación, el momento del parto y la maternidad. Los temas anteriores

girarán en torno a la cosmovisión mesoamericana.

PALABRAS CLAVE: embarazo, procreación, sexualidad, cosmovisión, Mesoamérica

ABSTRACT: This work is aimed at collecting the historical value placed on

procreation and pregnancy in Mesoamerica. To expand on the subject we should be

talking about the practice of heterosexual sexuality, the consideration of conception

from various perspectives, the occurrences during the time of pregnancy, childbirth

and motherhood. The above topics will be focused on the Mesoamerican worldview.

KEY WORDS: pregnancy, procreation, sexuality, worldview, Mesoamerica

* Estudiante de la Licenciatura en Antropología Social, Universidad Autónoma del Estado de

México, [email protected].

** Estudiante de la Licenciatura en Antropología Social, Universidad Autónoma del Estado de

México, [email protected].

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I. Introducción

El presente documento tiene como objetivo principal exponer y aproximar un análisis

del valor otorgado a la procreación y al embarazo en Mesoamérica, para lo cual se

considera necesario realizar un acercamiento a la visión de la sexualidad como uno

de los pilares que propician la procreación, así como abordar las ideas que se tenían

respecto a la concepción de un nuevo ser. Asimismo, es de suma importancia

recalcar el papel que juega la cosmovisión, ya que la totalidad de estas sociedades

prehispánicas conforman una unidad cultural en un tiempo y espacio determinado,

compartiendo creencias, religión, costumbres, tradiciones, etc.

Se realizará, en primer lugar, un recorrido por el sistema de creencias

mesoamericano, se reflexionará de manera particular en torno a las prácticas

sexuales, como el medio para la procreación o como una vía para la obtención de

placer. En este sentido se recuperará la propuesta de Alfredo López Austin,

desarrollada en su obra Cuerpo humano e ideología.

Debe considerarse que el ejercicio de la sexualidad con fines de procreación era un

aspecto de suma importancia en la vida de Mesoamérica, por tal motivo, se dedicará

un apartado específico a la reflexión en torno a este tema, subrayando la dimensión

mítica que contiene. En esta línea se retomarán los planteamientos que aparecen en

el texto Procreación, amor y sexo entre los mexicas de José Alcina Franch.

Las aportaciones de Fray Bernardino de Sahagún relativas al mito de la gestación

del dios Huitzilopochtli, son de ayuda para abordar el pensamiento mesoamericano

alrededor de la concepción y gestación. En lo concerniente al momento del parto y la

maternidad, se hará referencia a la participación por géneros en el parto, enfatizando

sobre el papel de la mujer en dicha práctica, así como a algunas de las

consideraciones respecto a los lugares más propicios para llevar a cabo tal labor.

Enfocando la exploración hacia la posterioridad del parto, se hablará acerca de los

cuidados brindados al recién nacido con el fin de protección, y se expondrán algunas

prácticas vinculadas a los puntos corporales de unión entre la madre, el hijo y el

cosmos.

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II. Mesoamérica: sus límites geográficos

La idea del pasado mexicano inevitablemente nos transporta a la dimensión histórica

de lo que en su momento fue la civilización mesoamericana en su totalidad cultural.

En torno a su determinación conceptual giran muchas opiniones desde diferentes

perspectivas, sin embargo, con base en tres categorías fundamentales de análisis

histórico (lo espacial, lo temporal y lo cultural), se ha alcanzado cierto consenso en

definir a Mesoamérica como una superárea cultural delimitada, que comprende una

franja considerable del territorio mexicano actual.

En este trabajo se considerará la definición de Mesoamérica asentada

fundamentalmente en la delimitación territorial. Resulta necesario mencionar que los

límites geográficos de esta superárea no siempre han sido los mismos, puesto que

han sufrido modificaciones a lo largo del tiempo, conectadas con el cambio de

escenario histórico de las culturas; pese a ello, no pierde relevancia el análisis

geográfico como una herramienta para la comprensión de la realidad cultural. Dicho

esto, puede señalarse que Mesoamérica ha sido dividida en seis áreas culturales:

1. Occidente. Comprende total o parcialmente territorios de los actuales

Estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán y Guerrero.

2. Norte. Comprende total o parcialmente territorios de los actuales Estados de

Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas, Jalisco,

Aguascalientes, Guanajuato y Querétaro.

3. Centro de México. Comprende total o parcialmente territorios de los actuales

Estados de Hidalgo, México, Tlaxcala, Morelos y Puebla, y el Distrito

Federal.

4. Oaxaca. Sus dimensiones casi coinciden con las del actual Estado de

Oaxaca, aunque comprende parte de los territorios colindantes de

Guerrero, Puebla y Veracruz.

5. Golfo. Comprende total o parcialmente territorios de los actuales Estados de

Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo, Veracruz, Puebla y Tabasco.

6. Sureste. Comprende total o parcialmente territorios de los actuales Estados

de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, y los

países centroamericanos de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras,

Nicaragua y Costa Rica. (López, 2001: 79).

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III. Sexualidad y cosmovisión mexica

La cosmovisión de las sociedades guía la vida y el devenir de los individuos que en

ella se integran, entendiendo ésta como un conjunto complejo de ideas y creencias

en las que se fundamentan costumbres, prácticas, constructos sociales y formas de

la dinámica cotidiana. 1

En las culturas mesoamericanas la cosmovisión presume un carácter ciertamente

simbólico, mágico y religioso que se encuentra claramente impregnado en el aspecto

sexual de la vida prehispánica. Como muestra de ello, existe una estrecha conexión

entre la dimensión de la corporalidad humana y la dimensión del cosmos, que debe

contar con un equilibrio complementario para el funcionamiento y fortalecimiento de

ambos; una representación de dicho equilibrio es la dualidad existente entre lo

masculino y lo femenino.

Producto de esta visión son los múltiples mitos que giran en torno a ella, de los

cuales uno de los más representativos es el “Mito de origen” (Quezada, 1997), que

hace referencia a la unión de una pareja divina heterosexual cuyos protagonistas

son los dioses Tonacatecuhtli (Señor dador de la Vida) y Tonacacíhuatl (Señora

dadora de la Vida), quiénes engendraron a cuatro hijos: Tezcatlipoca (Dios Rojo),

Tezcatlipoca (Dios Negro), Quetzalcóatl (Serpiente emplumada) y Huitzilopochtli

(Dios de la Guerra). A los descendientes de los dioses se les atribuye la formación

del cosmos y de la tierra, y a los dos últimos la creación del hombre y la mujer

(Uxumuco y Cipactonal), así como los mecanismos que los beneficiarían en la vida

material. (Quezada, 1997)

El modelo de vida de los dioses era trasladado al plano de lo terrenal en donde era

imitado por el hombre como una ejemplificación para la vida mortal. Ya se ha

resaltado la importancia de la dualidad, una vez comprendido esto ha de

1 En palabras de López Austin, la cosmovisión “…puede definirse como un hecho histórico de

producción de pensamiento social inmerso en decursos de larga duración; hecho complejo integrado como un conjunto estructurado y relativamente congruente por los diversos sistemas ideológicos con los que una entidad social en un tiempo histórico dado, pretende aprehender el universo” (López, 1996: 472).

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mencionarse cuáles son los criterios de diferenciación entre hombre y mujer como

representantes de lo dual.

En principio tal diferenciación se apega a la dimensión simbólica, en donde la mujer

cubre la representación de la fertilidad a través de la diosa Tlazoltéotl, quién portaba

el poder sobre la tierra agrícola y la protección de la fecundidad, mostrando una

analogía entre la matriz femenina y la tierra de cultivo, así como entre la germinación

de los alimentos con la fecundación de un nuevo ser. De la misma forma, respecto al

varón, existe una representación meramente simbólica equiparando su miembro con

el bastón plantador (la coa), es decir, siendo este el medio que posibilita la entrada

de la semilla a la tierra, para que ésta sea fecundada y dé fruto.

Debido al hecho de que la cosmovisión mesoamericana tenía énfasis en las

relaciones duales no había una presencia tan marcada de inferioridad hacia la mujer,

otorgando valores justos a ambos en las sociedades. Sin embargo, se asumían

papeles diferentes de acuerdo a los atributos fisonómicos que cada uno recibía de

los dioses, a la mujer se le otorgaba como destino el matrimonio, la procreación y la

vida dentro del ámbito doméstico, mientras que al hombre se le habilitaba por su

fuerza física para trabajar la tierra y dar sustento a la familia.

Partiendo de esta mirada, el ejercicio de la sexualidad requería de dos actores que a

su vez se integraban en una complementariedad, el hombre y la mujer como pareja

heterosexual, en el que los elementos generadores de ambos se unían mediante las

relaciones sexuales. Las prácticas sexuales mesoamericanas estaban regidas por

dos principios, que marcaban una distinción entre las encausadas a la procreación, y

aquellas con fines eróticos.

Dentro de dichas prácticas se encuentra implícito el estado civil de la pareja, por lo

que con el matrimonio como una institución reguladora de la sexualidad se daría

lugar a las relaciones con fines de procreación, por otro lado, existirían las relaciones

de carácter extramarital y libre cuya única finalidad sería la obtención del placer

carnal, dichas relaciones eran regidas por la diosa Xochiquétzal (diosa del amor

erótico).

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Las relaciones sexuales eran consideradas como una fusión biológica y cósmica de

lo masculino y lo femenino. El placer era producto del regalo que los dioses hacían

al hombre, sin embargo, no había que atentar contra el equilibrio mediante los

excesos, debido a que durante la actividad sexual se establecía un desequilibrio

corporal al propiciarse la salida del tonalli, que podía llegar a ocasionar enfermedad

e incluso la muerte del individuo. Los excesos sexuales —de acuerdo con esta base

de pensamiento, producían daños fisiológicos al hombre, por ejemplo, la pérdida del

semen y la grasa. Por sobre lo anterior, la actividad sexual gozaba de suma

importancia en las sociedades mesoamericanas, al ser un medio que ayudaría a

mantener el equilibrio del hombre y del cosmos.

Uno de los sitios que personificaban la dualidad de lo femenino y lo masculino era el

temazcal, punto de reunión de hombres con mujeres al desnudo para tomar el

tradicional baño de vapor. La importancia del temazcal en la sexualidad

mesoamericana radica en que su uso sagrado permitía el encuentro de ambos

sexos, aludiendo al hecho de la sexualidad procreadora.

Posterior al contacto con los españoles, la concepción y práctica de la sexualidad

indígena sufrió grandes transformaciones, siendo las represiones sexuales basadas

en la moral religiosa el principal centro de control y restricción. Términos como

“pecado” y “lujuria” fueron implantados a raíz de la conquista española, así como las

dicotomías “bueno y malo”, “sagrado e impuro”; mismas que no tardaron en

trasladarse a la vida sexual de los indígenas, muestra de ello es la insistencia

española en la extinción del temazcal, visto por ojos extranjeros como un sitio de

perversión sexual, adulterio y promiscuidad. Tal imposición tenía su base en el

desconocimiento de la cosmovisión ritual que representaba el temazcal para los

indígenas.

IV. La concepción y el periodo de gestación

4.1 La concepción

Al acto de concebir un nuevo ser en Mesoamérica se le atribuía un valor percibido

desde dos posturas: lo teológico y lo fisiológico.

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4.1.1 Lo teológico: mitos mesoamericanos

Como se corrobora, la importancia del mito en las sociedades radica en que su

presencia brinda explicaciones al origen de la vida mediante narraciones ficticias que

involucran la participación de los dioses sobre los procesos de creación.

El mito más próximo a la representación del origen de la concepción es el que narra

el engendramiento de Huitzilopochtli, dicho relato se desarrolla en el cerro de

Coatepec, lugar donde Coatlicue (madre de todos los dioses) se encontraba

barriendo el cerro, dicha acción la llevó a su encuentro con una esfera de plumas,

misma que recogió y guardó bajo su seno, para continuar con su labor. Lo mágico

del mito es expresado al concluir su tarea, cuando Coatlicue descubre que la esfera

de plumas ya no está bajo su seno, sino que ha sido fecundada encontrándose

ahora en su vientre, es en este momento en donde la concepción de Huitzilopochtli

ha sido afirmada. Al enterarse el resto de sus hijos de la misteriosa concepción que

su madre ha logrado, decidieron conjuntamente sentenciarla a muerte, por lo que

emprendieron la marcha hacia el cerro de Coatepec, encabezados por Coyolxauhqui

(la luna), mientras tanto Coatlicue conversaba con Huitzilopochtli sobre las

intenciones de sus hermanos, por lo que Huitzilopochtli liberó de preocupaciones a

su madre pidiéndole como único favor que le diera la ubicación precisa de sus

hermanos; una vez llegados a la cumbre los cuatrocientos surianos, Coatlicue le

suplicó a Huitzilopochtli diera prisa a su nacimiento, entonces, se dice que él nació

como un hombre pintado de azul, vestido de guerrero con su lanzadera de turquesa,

sobre su cabeza traía plumas finas, puso fuego en la serpiente llamada Xiuhcóatl,

misma que utilizó para defender a su madre de las intenciones de sus hermanos. A

los cuatrocientos surianos los lanzó hacia el universo convirtiéndolos en estrellas y

lanzando a Coyolxauhqui desde lo alto del cerro, ya fragmentada la transfiguró en la

luna (Sahagún, 1982).

El mito anterior es una clara ejemplificación de la explicación que los indígenas

daban a la concepción desde el plano terrenal, implicando a los dioses como

entidades mágicas dadoras de vida. Cabe mencionar que dentro de este tipo de

explicación del origen del ser, no era participe ningún tipo de práctica sexual, sino

que todo se fundamentaba en entidades y principios mágicos.

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4.1.2 Lo fisiológico: fluidos corporales

En contraste a la visión teológica, se encuentra el punto de vista fisiológico, que

otorgaba prioridad a la fecundación como consecuencia de la actividad sexual,

hecho que daba lugar a la modificación del cuerpo humano mediante la fluidez del

semen. A dicho líquido se le atribuían propiedades procreadoras, ya que gran parte

de las creencias sobre la concepción giran en torno a éste fluido; por ejemplo, los

mexicas creían que la formación del nuevo ser sólo era posible gracias a la debida

acumulación del semen en el vientre femenino, de no ser suficiente el semen

depositado dentro, se tendrían gusanos como producto.

Otro ejemplo figurativo de la trascendencia de este líquido para la generación de

vida, es el que se da a conocer en la comunidad de San Miguel Acuexcomac (con

población de descendencia náhuatl):

Si el cuerpo femenino produce la leche que nutre al niño, el cuerpo masculino

posee el fluido que lo engendra, el esperma <es la naturaleza> del hombre, la

<agüita que botan>. Para algunos es la misma sangre que ha pasado por un

proceso de transformación. Su origen es en general desconocido, algunos

piensan que proviene de los testículos, los cuáles se reconocen como el punto

de concentración de la fuerza masculina. Tampoco para los antiguos

habitantes de México había una relación clara entre los testículos y el esperma,

se creía que este se producía en la médula. De hecho, la palabra omícetl, que

designan al semen, significa literalmente <lo óseo que se coagula>. (López,

1972, en Fagetti, 1998: 96)

A la par de la creencia de que el semen era transformado en sangre como fuente de

nutrición, lo mismo ocurría en la mujer, ya que cuando la fecundación ha sido exitosa

la sangre menstrual es retenida con el propósito de alimentar y nutrir a la criatura.

De lo contrario, la sangre femenina corre y baja por el cuerpo como un indicador de

que la fecundación ha sido fallida en el vientre, esta creencia se vincula a la luna y a

su involuntariedad sobre la mujer para otorgarle la posibilidad de procrear.

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4.2 El periodo de gestación

El tonalamatl, el calendario de la gestación humana, especifica que son 260 las

noches que separan al parto de la concepción. Durante este periodo se

suceden nueve lunas y la aparición de cada una representaba una etapa del

desarrollo fetal. Al término del embarazo, la novena luna, la de Tláloc,

gobernaba las aguas del amnios. (Brotherstone, 1994, en Fagetti, 1998: 133)

Alrededor del tiempo en que el nuevo ser tiene vida dentro del vientre se han

construido múltiples mitos y creencias sobre las que se establecen las series de

cuidados recomendados a la madre durante su periodo de gestación. Asimismo, el

amplio conocimiento sobre el campo de la salud y la herbolaria hace referencia a los

cuidados médicos a seguir por la mujer fecundada.

4.2.1 Cuidados tradicionales: mitos y creencias mágicas

Los mitos están asociados a diversas partes integradoras del cosmos

mesoamericano, pudiendo asociarse a astros, animales, o incluso a los mismos

hombres y a su cuerpo.

En Mesoamérica los ciclos calendáricos tenían fuerte influencia en la vida de las

embarazadas, los últimos días del siglo (pasados 52 años) eran de suma

importancia para ellas debido al gran movimiento astrológico que las fechas

implicaban; para protegerse de las influencias malignas que estos acontecimientos

desencadenaban, las mujeres se cubrían el rostro con máscaras de maguey, sin

embargo, estaba latente el temor de que las mujeres encinta se asemejaran a las

cihuapipiltin (mujeres muertas en el parto) y se transformaran en fieras que

devorarían a los humanos, por lo que se les encerraba solas en algún sitio seguro

para evitar posibles daños (Viesca, 1992).

Existe una amplia variedad de estos relatos que aún se encuentran vigentes en la

cosmovisión de las sociedades actuales mexicanas. Destacan los relacionados con

los fenómenos lunares, de los cuales el más típico es el de los eclipses (que implica

la desaparición temporal del sol o de la luna), fenómeno a cuya exposición por parte

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de la embarazada podía traer consecuencias negativas al hijo, tales como el

nacimiento con labio leporino, cuerpo de ratón, nariz “comida”, boquituerto, ojos

bizcos (en razón de que la luz de la luna está hacia el lado contrario de la luz del

ocote con el que la madre se alumbra), entre otras deformidades; el labio leporino

era producido por la sustancia lunar luminosa que contenía al conejo, el cuál podía

tomar posesión del niño y este nacería con el labio superior partido por efecto del ser

que lo invade. Dentro de los mecanismos de defensa que las mujeres emplean para

proteger a su producto se encuentra el uso de un listón rojo amarrado a la cintura,

sujetado con un espejo o una moneda. Otro mito relacionado con los astros es el

que cuenta que la mujer embarazada no debe dormir durante el día, ya que corre el

riesgo de que su hijo nazca con los párpados abultados.

Para evitar que el recién nacido presentara malformaciones físicas, en Mesoamérica

se aconsejaba a las mujeres evitar mofarse de los defectos físicos de otras

personas, por el contrario se le recomendaba contemplar personas agraciadas para

que su hijo también fuera bien parecido; así también, la embarazada no debía fijar

insistentemente la mirada en una criatura, ya que podría causarle el “mal de ojo”.

Respecto a los alimentos se le advertía a la mujer fecundada que masticar chicles

endurecería el paladar del bebé, engrosaría sus encías y se le dificultaría mamar,

por lo tanto, moriría.

4.2.2 Cuidados médicos: el temazcal y otros

El cuidado del embarazo y la atención en el parto estaban bajo el cargo de la

partera, quién se daba a la tarea de dar a conocer a la embarazada toda la serie de

cuidados a seguir, precisando las indicaciones que ésta debía evitar y las que debía

realizar; dicha serie de cuidados incluían aspectos alimenticios e higiénicos, dentro

de los cuáles el baño de temazcal era de suma importancia.

La partera era quién preparaba el baño a la mujer encinta, poniendo especial

atención a la temperatura del agua, ya que al excederse el calor podría “tostar a la

criatura”, igualmente, indicaba la constancia con que debía tomarse el baño; una de

las acciones a considerar dentro del temazcal era que la partera palpara el vientre

de la embarazada para verificar la posición en la que se encontraba el bebé, si se

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sentía una mala colocación del feto, entonces se practicaba la técnica de la “versión

por maniobras externas” para enderezarlo y facilitar posteriormente la labor de parto.

En cuanto a la dieta a seguir por la embarazada, debían cumplirse todos sus antojos

para que el niño no sufriera de necesidad. Se recomendaba comer alimentos

blandos y calientes, no ingerir tamales pegados a la olla, puesto que esto podía

ocasionar que el niño se pegara a su vientre y se tuvieran dificultades en el parto.

Por otro lado, dentro de los cuidados físicos, se sugería no hacer esfuerzos

levantando cosas pesadas, corriendo, brincando, así como evitar la exposición al sol

y la cercanía con el fuego, permanecer en estado de tranquilidad anímica, no llorar

ni estar triste.

El ejercicio de las relaciones sexuales era importante para “cargar de fuerza” al niño

con el propósito de beneficiar su desarrollo, únicamente eran recomendadas dentro

de los primeros meses de gestación, de ocurrir más avanzado el embarazo se

provocaría al niño “suciedad” y podría adherirse al vientre con el semen ocasionando

un parto más difícil y doloroso.

V. El momento del parto y la maternidad

5.1 La labor de parto

El parto era llamado la hora de la muerte, pues se consideraba que la mujer

sostenía una batalla en la que podría triunfar o sucumbir. (Sahagún, 1979:

381)

Uno de los sitios ideales para realizar la labor de parto era el temazcal, ya que la

arquitectura era análoga al útero femenino. El papel de la partera durante todo el

embarazo y principalmente durante el momento del alumbramiento era

imprescindible, al ser la única mujer capacitada y con conocimientos médicos

necesarios para asistir a la parturienta. La partera cumplía con el cometido de

encargar a las mujeres en labor a las diosas de los embarazos y los partos (Toci,

deidad protectora de las parteras y Cihuacoatl); no podía iniciarse la labor sin antes

pronunciar un conjuro.

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Tras comenzar los dolores de parto se trasladaba a la parturienta al temazcal, una

vez ahí se le daba un bebedizo hecho a base de cihuapatli (hierba molida abundante

en oxitocina) para acelerar las contracciones, sin embargo, esta sustancia debía ser

manejada con sumo cuidado ya que su exceso podría provocar el aborto; en

ocasiones dicho estimulante era mezclado con la cola de tlaquatzin, remedio

empleado también en la Nueva España (Fagetti, 1998). La posición más común para

llevar a cabo la labor de parto era en la que se adoptaba un flexionamiento corporal

de la mujer en cuclillas, con los muslos separados y doblados apoyados en el

vientre, con la finalidad de ejercer presión sobre él.

Existían con frecuencia partos sin éxito; cuando el esfuerzo de la madre no era

suficiente para dar vida al niño, la partera pedía la autorización de los padres de la

mujer para practicar la “adelgaza” con el fin de extraer el producto del vientre, dicho

procedimiento consistía en introducir un cuchillo de obsidiana o pedernal por la

vagina con el objetivo de extraer en trozos el cuerpo del pequeño difunto. El destino

de los niños muertos durante el parto estaba en el cielo protegido por Tláloc, en

donde sus almas arribarían al llamado “árbol de las tetas”, de donde beberían leche

mientras eran llamados de nuevo a la tierra para existir en un nuevo vientre.

5.1.1 Las mujeres muertas en el parto

Y si por ventura los padres de la paciente no permiten a la partera que

despedazase a la criatura, la partera la cerraba muy bien de la cámara donde

estaba, y la dejaba sola, y si ésta moría de parto, llamábanla

<mocihuaquetzqui>, que quería decir mujer valiente; y después de muerta

lavabánla todo el cuerpo y jabonábanla los cabellos y la cabeza, y vestíanla de

vestiduras nuevas y buenas que tenía, y para llevarla a enterrar su marido la

llevaba a cuestas a donde la habían de enterrar. La muerta llevaba los cabellos

tendidos…Y aunque la muerte de esa mujer que se llamaban

mozihuaquetzque, daba tristeza y lloro a las parteras cuando morían; pero los

padres y parientes de ella alegrábanse, porque decían que no iba al infierno,

sino a la casa del sol, y que el sol por ser valiente la había llevado para sí.

(Sahagún, 1982: 178-183)

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El parto era una de las principales fuentes de mortalidad femenina, a la mujer que

perecía durante el alumbramiento se les llamaba cihuapipiltin (mujer preciosa) o

mozihuaquetzque (mujer valiente), eran reconocidas como guerreras que iban

acompañando al sol del cenit al occidente. Al llegar al cielo para merecer el nombre

de cihuapipiltin, la mujer muerta en el parto debía ser primeriza, asimismo debió

haber tenido un parto muy difícil, doloroso y cargado de sufrimiento para poder ser

una mozihuaquetzque.

El cuerpo de las mujeres muertas en el parto, en específico de las mozihuaquetzque,

era considerado algo sagrado debido a su valentía y fortaleza mostrada en la labor

de parto, por lo que los guerreros tomaban su cabello y el dedo medio de la mano

izquierda en presencia de las parteras, pues creían que tener bajo su propiedad

estos fragmentos del cuerpo de ella, los llenaría de valentía y poder inhibiendo el

miedo para enfrentar la guerra.

En Mesoamérica consideraban que las almas de las cihuapipiltin eran ánimas

envidiosas, vengativas y celosas, que bajaban a la tierra transformadas en criaturas

descarnadas que dañaban principalmente a los niños y a los hombres jóvenes,

trayéndoles dolencias que les producían mucho sufrimiento e incluso hasta la

muerte; también perjudicaban a las mujeres parturientas poseyendo sus cuerpos

para complicar el parto y provocarles la muerte.

5.2 El puerperio: la lactancia y la maternidad

5.2.1 El recién nacido

El trabajo de la partera no concluía con la asistencia en el parto, continuaba

haciéndose cargo del recién nacido y de la madre, comenzando con la realización de

un baño ceremonial de purificación al nuevo ser, lavando con agua caliente tres

partes específicas de su cuerpo: la boca, el pecho y la cabeza, esto con la finalidad

de limpiar las impurezas que traía consigo el niño generadas por los deseos

sexuales de sus padres durante su gestación, una vez concluido el ritual los niños

permanecían puros y libres de apetito sexual, capaces de crear un puente entre lo

divino y lo terrenal.

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Se debía tener un cuidado especial con el recién nacido para proteger su alma,

misma que le era asignada desde el momento en que tomaba forma humana en el

vientre, sin embargo esta alma, inquieta, podía escaparse con el deseo de regresar

al mundo de donde provenía, es decir, a los cielos; para evitar esto, se le ataba en

uno de los puños y en el tobillo contrario una hebra de algodón recién hilado para

que el cruce diagonal del hilo, simbólicamente “amarrase” el alma al cuerpo. El

nombre verdadero del niño era el nombre de su alma, del cual únicamente tenían

conocimiento sus padres y abuelos, ya que si alguien más lo sabía podía usarlo para

dañar a la persona (Guiteras, 1984).

Existían diversas costumbres en torno a algunas partes del cuerpo del recién nacido,

el ombligo era considerado la parte central del cuerpo y la otra mitad o el doble

espiritual de la persona, por lo que las prácticas que con él se realizaban eran

trascendentales. Depositar el ombligo bajo la tierra era una de las más comunes, y

representaba un enlace con la fertilidad del campo; en caso de ser un ombligo

femenino se enterraba cerca del fogón para asegurar que sería una buena hija y una

buena esposa. Otras formas de tratar el cordón umbilical desprendido del cuerpo era

bañándolo en mezcal para establecer un estrecho vínculo entre el varón y el licor, ya

que dicho líquido le proporcionaba las fuerzas vitales (Tibón, 1905). Otra de las

creencias, señalaba bañar con miel el ombligo de la niña para asegurar que ésta

fuera dulce, consecuente y tuviera deseos de ser madre.

Los árboles son elementos de la naturaleza muy representativos en la cosmovisión

mesoamericana, por lo que la costumbre de colgar los ombligos en las ramas,

preferentemente altas, era augurio de que sus dueños no tendrían miedo a escalar

los árboles y tomar sus frutos, de igual forma, esta práctica se asociaba al éxito de

las personas en el transcurso de sus vidas (Tibón, 1905).

5.3 Lactancia y maternidad

Al día siguiente del nacimiento, el bebé comienza a beber la leche almacenada en el

seno materno; se creía que cada seno estaba unido a dos puntos diferentes del

cuerpo: uno al corazón y otro a los pulmones, las niñas al succionar absorben la

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leche obtenida del corazón, en cambio, los niños al succionar absorben la leche

obtenida del pulmón. (Fagetti, 1995)

Dentro del pensamiento mesoamericano, la mujer que acababa de parir debía

permanecer tres días en cama, los siguientes cuarenta días había de cuidar su

alimentación evitando ingerir alimentos que pudiesen dañar al infante,

principalmente los fríos como las verduras, el aguacate, el mango y la piña.

Únicamente debía comer alimentos calientes, como el atole de maíz, frijoles, tortillas,

caldo de carne, de pollo o de gallina, pero algo que no tenía que faltar en su dieta

era beber suficiente agua de arroz con el propósito de producir leche en abundancia.

(Fagetti, 1998)

VI. Conclusiones

Es muy vasto el mundo de ideas que rondan en torno a sucesos como la

procreación y el embarazo en la vida mesoamericana. El acercamiento a estos

procesos, refleja la estrecha conexión prevaleciente entre la cosmovisión y el

acontecer cotidiano, en la gran conformación cultural de Mesoamérica.

Como era tal la trascendencia de la cosmovisión para los grupos indígenas

precolombinos, ésta se encontraba verdaderamente inmersa en cada una de las

actividades, sucesos y momentos de su vida; no sólo se hallaba presente en cada

esfera sino que además actuaba como un punto de cohesión entre una y otra.

Partiendo de lo anterior, puede comprenderse que para poder hablar de procreación

y embarazo ha sido inevitable realizar una aproximación general a la visión de la

sexualidad, sus prácticas y formas de ejercicio (marital y extramarital), así como los

mitos y ritos relacionados a ella, en el contexto mesoamericano. En lo que toca al

embarazo, se consideró pertinente incluir la esencia de ciertas prácticas

terapéuticas, tratamientos y cuidados implementados durante el periodo de

gestación y posterior a él, tales como el temazcal y la relevancia de éste en tanto vía

de sanación y vínculo entre los padres, el hijo y el cosmos.

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No es posible concebir el parto como un hecho aislado al embarazo y, mucho

menos, ignorar el periodo posterior a ambos, pues aún concluida la etapa de

gestación, continúa presente la fuerte carga simbólica atribuida a la procreación,

expresada, en parte, en el desarrollo de múltiples y variadas prácticas rituales sobre

el cuerpo del nuevo ser.

Es verdaderamente amplio y fascinante el sistema ideológico erigido alrededor de la

formación de una nueva vida. El trabajo aquí expuesto se conformó a manera de un

breve recuento histórico de cómo los dos procesos referidos se interpretaron y

significaron en el devenir de la cotidianidad en Mesoamérica. Resultaría valioso y de

interés, para investigaciones posteriores, retomar la temática con el fin de reflexionar

sobre la continuidad de esta base de pensamiento prehispánico, en algunas

creencias y prácticas de la actual sociedad mexicana.

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