El via crucis en la asuncion

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Con Jesús de la Muerte a la Vida VIACRUCIS Viacrucis: camino de la cruz desde la injusta condena a muerte de Jesús, el justo, hasta sepultura esperanzadora del que es vida y camino. Viacrucis: camino de la cruz siguiendo la verdad de la Palabra de Dios, hecha carne viva en Cristo que muere, hecha vida en nosotros para que aprendamos a darla como Cristo. Viacrucis: camino de cada día cargando con la propia cruz, que sólo a la luz de la cruz de Cristo tiene sentido. Cruz de dolor, de la soledad, cruz de la vida bajo la esclavitud del pecado y de la muerte. Viacrucis: camino de la cruz del hombre, llamada a ser cruz gloriosa cuando la vida humana va unida a la de Cristo. En los momentos de silencio, de día y de noche, me llama la atención y me conmueve un llanto que proviene de la Cruz. La primera vez que escuché salí de casa, y buscando alrededor encontré a un hombre crucificado “Déjame desclavarte de la Cruz” le dije, e intente extraer los ásperos clavos de los pies, pero El me contestó: “Déjame donde estoy, pues no bajaré de la Cruz hasta que todos los hombre, todas las mujeres, todos los niños se junten para sacarme de aquí”. Entonces le dije: “Cómo puedo yo aguantar tu llanto? Qué puedo hacer por ti?” Me respondió: “ Vete al mundo entero y diles a todos los que encuentres que hay

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Con Jesús

de la Muerte a la Vida

VIACRUCISViacrucis: camino de la cruz desde la injusta condena a muerte de Jesús, el justo, hasta sepultura esperanzadora del que es vida y camino. Viacrucis: camino de la cruz siguiendo la verdad de la Palabra de Dios, hecha carne viva en Cristo que muere, hecha vida en nosotros para que aprendamos a darla como Cristo.

En los momentos de silencio, de día y de noche, me llama la atención y me conmueve un llanto que proviene de la Cruz.

La primera vez que escuché salí de casa, y buscando alrededor encontré a un hombre crucificado

“Déjame desclavarte de la Cruz” le dije, e intente extraer los ásperos clavos de los pies, pero El me contestó:

“Déjame donde estoy, pues no bajaré de la Cruz hasta que todos los hombre, todas las mujeres, todos los niños se junten para sacarme de aquí”.

Entonces le dije: “Cómo puedo yo aguantar tu llanto? Qué puedo hacer por ti?”

Me respondió:

“ Vete al mundo entero y diles a todos los que encuentres que hay un Hombre clavado en una Cruz”.

Viacrucis: camino de cada día cargando con la propia cruz, que sólo a la luz de la cruz de Cristo tiene sentido. Cruz de dolor, de la soledad, cruz de la vida bajo la esclavitud del pecado y de la muerte. Viacrucis: camino de la cruz del hombre, llamada a ser cruz gloriosa cuando la vida humana va unida a la de Cristo.Celebrar el Viacrucis es esforzarse por tomar conciencia de la Pasión de Jesús. De la Pasión que Jesús enfrentó entonces, y de la que enfrenta hoy: en los que son solos, sin pan, sin trabajo, sin casa, sin esperanza, sin fe.Hacerse cargo de estos sufrimientos significa tenderle la mano a Jesús. El va buscando personas generosas que como San Pablo, acepten revivir su pasión. (Col 1,24)

La última cena de Jesus

y sus santos apóstoles

La Última Cena, tuvo lugar en la noche de la preparación de la Pascua judía, un tiempo muy sagrado para la nación judía en recuerdo de cuando Dios salvó a los judíos de la plaga de muerte de todos los primogénitos en Egipto.

Jesús dispuso la cena intencionalmente, instruyendo a Sus discípulos dónde celebrarla. Sus doce discípulos estuvieron con Él durante y después de la comida. Es aquí cuando Jesús hace la predicción de que Pedro negaría conocerle tres veces antes de que el gallo cantara en la mañana, lo que resultó cierto.

Jesús también predijo que un discípulo, Judas Iscariote, le traicionaría, lo que también fue cierto. La Última Cena fue una reunión para que Cristo fraternizara con Sus discípulos por última vez antes de Su arresto y crucifixión.

Es aquí, bajo la mirada llena de miedo e indiferencia de un jefe llamado a juzgar, que se cumple la antigua profecía de Viejo Simeón. Es ahora, frente al tribunal de un pobre juez humano que Jesús aparece como señal de contradicción.

Hay quien proclama sus milagros y quien lo acusa de ser un impostor. Un hombre es llevado a juzgarle, un hombre es llamado a proclamar clara y sonoramente quien es en verdad este acusado, que divide y separa los corazones de los hombres.

Mas el hombre, Pilato, se contenta con mandar a pedir un poco de agua y se lava las manos. Lavar las manos, gesto higiénico, sano y saludable, se volvió desde ese momento imagen de miedo casado con la tolerancia, símbolo de pecado de omisión. Frente al hambre y a la aflicción, al desempleo y al abandono, a la violencia y a la brutalidad, a la falta de amor y al desespero, el hombre a menudo sólo sabe lavarse las manos.

Te pedimos Señor, líbranos de la manía de las manos limpias y del miedo a comprometernos. Cada vez que llegue hasta nosotros, Señor, un llamado atribulado, una súplica angustiosa, danos misericordia para responder a la miseria, danos voluntad para actuar, aunque actuando manchemos nuestras blancas manos limpias y delicadas.

I

Estación

Jesús es condenado a muerte

II

Cuando vio delante de sí el gran madero, El Señor Jesús tomó la cruz con las dos manos.

El Evangelio dice claramente: “y la estrecho contra su hombro y contra su cuerpo con las dos manos”, proclamando con aquel gesto que el necesario instrumento de su Pasión se vuelve instrumento de su misión. No hay un solo hombre, no hay un solo cristiano que no escuche un día, cualquier día a lo largo de la vida, un pueblo de hermanos gritando su nombre y no vea levantarse delante de sí, irrecusable e incomprensible, la cruz de la misión para realizar, un mensaje para anunciar, un combate para emprender, una semilla para sembrar o una vida para compartir.

La cruz da miedo, la voluntad la rechaza y quiere decir NO. Mientras en la realidad, se debe decir SI a la misión, y también a la Pasión; SI a Dios y al hombre, SI al mensaje y a la lucha. Mas no un si tibio y miedoso, triste y resignado, sino un SI caluroso y decidido. Es necesario decir SI, pero con las manos; con las dos manos, como las dos manos firmes y generosas del Cristo agarrando la cruz.

Señor, un día en que la fraternidad universal nos empuje a poner mano a la obra acatando el desafiante compromiso de hacer mas humana la vida de tantos hermanos, has que seamos capaces de meternos de lleno en la misión que nos es confiada y trabajar en ella con las dos manos, tal como las hiciste Tú aquel día.

Estación

Jesús con la cruz a cuestas

III

Estación

Jesús Cae por primera vez

Aquí t tenemos, Señor, caído improvisamente bajo el peso de la cruz.

Aquí tenemos tal como de antemano te habían visto Isaías y Jeremías, tus profetas. Despreciable como un gusano, con el rostro pegado al suelo.

Y cómo duele pensar que pueden ser las nuestras esas manos que te empujan para que caigas mas de prisa y con más dolor.

En medio de tantas manos que te empujan, que nos empujan, ¿no habrá una, por lo menos una que te detenga, que nos detenga para que no caigamos?

Ya que nuestras manos no te detienen, no pueden detenerte ¿no podrían las tuyas detenernos a nosotros en esta primera caída, en las que se cae como por sorpresa?

¿Dónde sucedió? ¿En una calle de la ciudad, estrecha y tortuosa, entre ventanas atestadas de comadres y grupos de hombres en las veredas? ¿o fuera de los muros?

Allí, donde el sendero comienza a subir hacia el monte? ¿Dónde sucedió? Nadie lo sabe. Sólo la tradición cuenta que de repente: “¡Hijo mío! ¡Así no! ¿Por qué hiciste esto? Sola, sin tu padre, afligida, estuve buscándote como te busque por tres días a los doce años. ¿Recuerdas? En la misma ciudad capital. ¡Mi niño perdido!”

De improviso, el hombre que carga la crus ve alegrarse hacia él las conocidas manos, las manos maternales de su madre María. Manos de María en la subida al Calvario son las manos de quien sabe que Dios quiso necesitar de las débiles manos humanas para realizar la obra de su designio, el designio de su amor. Manos de María, son las manos del consentimiento y de la colaboración, de la acogida y de la participación. Ella ahora las abre y, al abrirlas, recibe en ellas su parte que no le será quitada en el misterio, en el misterio de la redención del mundo.

Suelta, Señor, nuestras manos vacilantes y temerosas para que se extiendan hacia Ti en la hora en que pasarás desfigurado como mendigo, o marginado, o preso; en la hora de que pasarás debajo de nuestras ventanas mientras vas hacia el Calvario.

Suelta, Señor, nuestras manos para que se extiendan hacia Ti, humildes y valientes, y que al recogerlas nos sea concedida la serena alegría de traer en ellas nuestra porción de tarea en atendimiento amoroso a la miseria humana.

IV

Estación

Jesús encuentra a su Santísima Madre

V

Estación

Simón el Cirineo ayuda a cargar la cruz

En aquella hora un hombre regresaba de su trabajo bajo el sol caliente del mediodía, con prisa de llegar a su casa. ¿Fue de buena voluntad, o murmurando aburrido, que con sus manos toscas, callosas, color tierra, cogió la crus del Señor?

Nadie lo sabrá nunca.

Lo que sabemos es que Jesús aceptó con agrado la ayuda medio descortés, rezongona y forzada del Cirineo.

Si un día fuéramos llamados a dar un poco de amor a alguien que no sepa lo que es amar y ser amado, o dar algo de alegría a alguien que ya no quiera vivir, a aliviar el sufrimiento de alguien que sufra sin saber por qué, tal vez no lo sepamos, mas nuestras manos estarán siendo las toscas manos del Cirineo que cargan con la cruz de un Jesús que ignoramos.

Que lo hagamos entonces con gran amor, Señor, aunque sin saberlo; con gran amor y no por casualidad o por sorpresa, forzados o por interés.

Danos ojos para ver en cada cruz que encontremos una limpia imagen de tu propia cruz. Danos ásperas manos de Cirineo para tomar esta cruz y ayudarte a llevarla hasta el Calvario.

VI

Estación

La Verónica limpia el rostro de Jesús

¿De dónde llega? ¿Cómo apareció en medio de la muchedumbre esa mujer desconocida?

Los Evangelios ni la nombran siquiera y el nombre que le quedó, Verónica, significa solo: el verdadero rostro.

¿De dónde viene esta mujer, que ver el condenado bajo su máscara de esputos, sangre y polvo, se enfrenta al pueblo y a los soldados y extiende las manos para limpiar y enjuagar aquel rostro desecho?

La respuesta del Señor a las buenas manos de la mujer es la imagen de su rostro impreso en el pobre lienzo utilizado.

¡Pobres los pobres, si no fuera por los otros pobres! Las manos de Verónica y su lienzo barato en el camino hacia el Calvario simbolizan al pobre que encuentra a otro más pobre y no le niega un poco de lo poco que tiene.

Que tengamos, Señor, estas manos de Verónica, un lienzo cualquiera y la suerte de grabar en nuestra vida la imagen impresa de tu verdadero rostro.

VII

Estación

Otra vez estamos frente al Señor caído rostro en tierra. ¿No era suficiente, Señor, haberte adorado una vez postrado bajo el peso de la cruz? ¿Por qué entonces otra caída? Es que nadie jamás cae dos veces de la misma manera. Segunda caída. La del hombre, no al comienzo, mas a la mitad de la vida. La del hombre cansado, casi decepcionado, la del hombre que también queriendo levantarse nuevamente no sabe a donde ir, ni si vale la pena ir. Cuando caíste Señor, por segunda vez, es posible que en medio de aquella multitud de manos que te empujaban haya habido una que se extendía para ayudarte.

Cuando mal te podías mover bajo el peso de la cruz y el peso bien mayor del odio y de la mentira, es posible que en medio de aquellas manos que te empujaban haya habido una que te puso nuevamente en pie.

Señor, caído por segunda vez, prepáranos para extender las manos a tantos que viven el horror de esta segunda caída, que caen por aburrimiento o tristeza, por decepción o desánimo por un gran vacío en el alma o en el corazón. Prepáranos para extender las manos llenas de esperanza y de alegría y, para esto crea en nosotros una reserva de esperanza, haz brotar en nosotros una fuente de alegría.

Jesús cae por segunda vez

VIII

Estación

Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús

Esta vez algo llamó la atención en aquel condenado tan diferente. Con sus manos, dice el evangelista, se golpeaban el pecho, lloraban y se quejaban. Mas el Señor les habló con velada censura: Es bueno golpearse el pecho con las dos manos cerradas, golpearse muy duro y hacer penitencia; mas es necesario usar las manos también para otra cosa: para actuar y hacer algo.

Es bueno llorar y levantar hacia el cielo gritos de quejas; mas es necesario que, llanto y lamento no impidan luchar, plantar y construir. La censura de Jesús llega hasta nosotros y nos toca en el fondo de nuestra conciencia. Frente al pobre y al abandonado, al ambiento y al marginado, ¿Quién sabe si nos portamos como las mujeres de Jerusalén? A lo mejor nos golpeamos demasiado el pecho y actuamos poco, reducimos nuestro amor a los demás a quejas contra la situación, insultos contra los hombres, gemidos contra las injusticias.

¡Basta ya de lágrimas!, dice Jesús mientras sube al Calvario. Sirve mas una pequeña acción, un simple gesto cualquiera para mejorar los tiempos, para levantar una persona caída, y devolverle la esperanza, para cambiar la situación del mundo. Y si todo resulta imposible, sirve por lo menos cargar con su propia cruz y ponerse en camino; pues, esto también construye más que el llanto y lamento.

Concédenos, Señor, golpearnos el pecho en la noche de tu Pasión; pero que a la luz del día pongamos nuestras manos a trabajar para construir un mundo mejor para tus hijos.

IX

Estación

Jesús cae por tercera vez

En el difícil camino de dolor, en el desaliento de la miseria, hay un momento particularmente peligroso. Es, cuando después de perderlo todo: poder, bienes, alegría, esperanza, el hombre se da cuenta que ha perdido también a sus amigos, que le falta en la vida una mano fraterna.

“Yo no tengo a nadie” decía el paralítico, al pie de la piscina, cuando Jesús lo curó: “yo no tengo a nadie”. Tu tercera caída debajo de la cruz es la más dura, Señor, porque se parece a aquella en la que el hombre caído se pregunta si vale la pena levantarse de nuevo, y simboliza claramente el estado de quien no puede contar con nadie, pues ya no tiene amigos.

Alrededor nu8estrio son muchos los que viven esta situación sin salida, este estado de vacío, mas allá del cual todo es posible; hasta la tragedia de la desesperación, hasta el vértigo de la seducción de la muerte. El grito que nos llega desde estos abismos de clamor de quien se ahoga y pide socorro, es el gemido del agonizante en las fronteras de la muerte.

¿Qué será de todos ellos?

Todo depende de si alguien les extiende una mano amiga, no importa de quien sea.

Por las angustias de tu tercera caída, danos, Señor, la gracia de ser esta mano desconocida e inesperada en la vida de tantas personas tristes y desamparados.

Y si un día nos escucharas gritando “yo no tengo a nadie”, que no nos falte una mano amiga, encarnación de tu propia mano, capaz de levantarnos del abismo de muestro dolor para devolvernos a la vida.

X

Estación

Jesús es despojado de sus vestiduras

Una rica señora adornada de joyas; un niño envuelto en harapos en los débiles brazos de su madre; un mendigo casi desnudo en sus trapos a la entrada de la iglesia. Estas tres escenas me vuelven a la memoria cada vez que llego a esta estación del Viacrucis. “Lo despojaron de sus vestidos”. Antes de quitarle la vida, le quitan todo.

Desnudo y elevado sobre el monte eres la trágica imagen de toda una multitud despojada también de sus vestidos: los mal vestidos, los aislados, los desarraigados, los oprimidos, los marginados, todos aquellos para los cuales no hay sitio en este mundo.

Señor, despojado de tus vestidos para ser crucificado, repara de alguna manera la desnudez de tantos hermanos que se desvisten en el pecado, o por los pecados ajenos no tienen con qué vestirse.

Perdona nuestras manos si ellas fueron causa de tu desnudez al despojar algún hermano nuestro de sus vestidos o de su dignidad.

Haz que ellas vistan a los desnudos, no apenas con vestidos de tela, mas con el respeto a la belleza y nobleza de la persona humana.

Los Evangelios resumen en una sola frase todo el misterio de la Redención: “Lo clavaron a la cruz de pies y manos y con él a dos malhechores, una a la derecha y el otro a las izquierda, y Jesús en medio”.

Ahora en tres cruces están clavados tres pares de manos, y estas manos clavadas tienen en común el mismo destino. Las manos crucificadas del buen ladrón encuentran cerca las manos crucificadas de Jesús. “Nosotros merecemos el castigo, mas este no hizo nada malo”.

Señor, que al contemplar las manos extendidas del buen ladrón brindándote todo lo que le queda de bondad y compasión, aprendamos que, a pesar de ser pecadores, podemos sin embargo dar todavía algo de nosotros.

Que aprendamos que nuestros pecados no son barreras para el bien y que nuestras manos abriéndose al prójimo , encontrarán siempre tus manos crucificadas.

XI

Estación

Jesús es clavado en la Cruz

XII

“En tus manos, Padre, entrego mi espíritu”. Fueron estas las últimas palabras de Jesús. Palabras de abandono total, de absoluta confianza.

Las manos de Padre, a quien Cristo se entrega, son la mejor imagen de una misión de servir a todos, recibida un día lejano. Puede ser que nosotros estemos reduciendo nuestra vida a algo insignificante o sin sentido: ganar dinero o gastarlo, aprovechar el placer, el poder, la gloria, la diversión. Sin embargo en el instante decisivo no se tomará en cuenta nada de todo esto. En el atardecer de la vida es sólo sobre el amor que seremos examinados.

¿De qué sirvió tui vida? ¿Qué valor tuvo? ¿Qué fruto dio?. Estas serán tus preguntas, Señor. Y me responderás tú mismo: que ella tiene el valor del amor que la animó.

Como Jesús al final de su Viacrucis, sea esta, Señor, nuestra esperanza, nuestra seguridad, nuestra alegría: que en el atardecer de la vida logremos superar el examen definitivo del amor.

Estación

Jesús Muere en la Cruz

XIII

Muerto Jesús, José de Arimatea con sus manos quitó el cuerpo de la cruz, lo envolvió en el sudario y lo llevó a su tumba excavada en roca.

Las manos de José de Arimatea son las manos de la misericordia llevada hasta el final. La misericordia que no tiene plazos ni límites, que continúa hasta siempre.

Con José de Arimatea vino Nicodemo, que tiempos atrás se había encontrado con Jesús de noche, por miedo. Ahora lo hace a la luz del día para cumplir su último servicio.

Las manos de Nicodemos, son las manos del valor en el amor. Es necesario estar libres de cualquier miedo, no `preocuparse de lo que dirán los demás, cerrar el oído a las críticas enfermizas, y extender las manos a los necesitados con decisión y amor, quienes quieran que sean, estén donde estén.

Que las manos de José de Arimatea y las de Nicodemo, nos recuerden que le falta a nuestra hermandad si no es llevada hasta las últimas consecuencias y hasta el fin.

El Cuerpo de Jesus es bajado de la cruz y

Puesto en las manos de su madre

XIV

En la resplandeciente madrugada de aquel domingo, tres mujeres se mueven de prisa y van hacia la tumba de su Señor.

¿Qué manos serán capaces de mover aquella piedra que cierra la entrada del sepulcro?

Mas el Evangelio dice que encontraron la tumba abierta y vacía. Manos de ángeles habían corrido la piedra y ahora indican el itinerario del Resucitado.

Manos de ángeles de la Pascua, manos que construyen esperanza sobre el vacío de la muerte, manos que toman la mano de prójimo y lo conducen hasta su propia resurrección.

Recuérdame siempre, oh Jesús resucitado, que después de haberlo dado todo, me falta dar todavía aquello que mis hermanos necesitan más que toda una vida. Me falta darles certeza, seguridad y esperanza, una invencible esperanza.

Que nuestras manos, Señor, finalmente transfiguradas, corran la piedra del sepulcro que te esconde a muchos, desde demasiados siglo.

Que nuestras manos agarren tu sudario y lo levanten como una bandera de victoria. Que proclamen la inquebrantable certeza de tu triunfo, y sobre todo siembren en el corazón afligido y ansioso del hombre la gran esperanza que brotó en aquella madrugada del sepulcro excavado en la montaña, de tu sepulcro, oh Cristo resucitado.

Estación

El cuerpo de Jesus es colocado en el sepulcro

¡Cristo Resucitado!

Grita al mundo,

Con tu vida,

¡que Cristo resucitó,

Que está vivo,

Y sigue haciendo camino con nosotros!

Da testimonio de su amor,

Amando,

Porque también para ti

“la vida es Cristo”.

VIVIR LA PASCUA, es predicar la Buena Nueva hasta los confines últimos de la Tierra; es gritar la esperanza a toda la humanidad; es comprometerse para que todos tengan vida y la tengan con abundancia.

XI

Estación

Cristo Resucitado

Señor Jesús:

Tú, inocente fuiste acusado;

justo, fuiste juzgado;

santo, fuiste condenado;

Hijo del hombre fuiste torturado,

crucificado y matado;

Hijo de Dios, fuiste blasfemado y negado;

Rey, fuiste elevado en una cruz;

Tú, la Vida, fuiste la muerte,

y muerto resucitaste a la vida.

Tú, Señor, tomas como hecho a ti

lo bueno y lo malo que hacemos a otros.

Venimos a pedirte perdón por lo que

te hemos hecho sufrir a ti y

a nuestros hermanos,

y a proponernos remediarlo en lo que esté

de nuestra parte.

Ofrecemos al Padre celestial nuestros sufrimientos y

los de todas las personas, junto con los tuyos, para la salvación del mundo.

Realizado por:

Pbro. Fernando Pucha Barahona

La Asunción – Bolívar

2011

ECUADOR