Elementos Nº 87. Leo Strauss: ¿padre de los neocons?

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Elementos 87

LEO STRAUSS¿PADRE de los NEOCONS?

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ElementosRevista de Metapolítica para

una Civilización Europea

Director:

 Jesús J. Sebastián Lorente 

Revista electrónica

Elementos Nº 87

LEO STRAUSS¿PADRE de los NEOCONS?

Dirección electrónica:

http://elementosdemetapolitica.blogspot.com.es/

Correo electrónico:

[email protected]

Sumario

Leo Strauss: filosofía, política y valores,por Alain de Benoist , 3

Leo Strauss, el padre secreto de los “neocon ”,por Esteban Hernández, 7

Leo Strauss y la esencia de la filosofía política,por Eduardo Hernando Nieto, 9

Leo Strauss, los straussianos  y losantistraussianos , por Demetrio Castro, 14

Leo Strauss, ideas sin contexto,por Benigno Pendás , 20

Leo Strauss: los abismos del pensamientoconservador, por Ernesto Milá , 27

Leo Strauss y la política como (in)acción,por Jorge San Miguel , 37

Leo Strauss y la recuperación de laracionalidad política clásica,

por Iván Garzón-Vallejo, 40

¿Qué es filosofía política? de Leo Strauss. Apuntes para una reflexión sobre el

conocimiento político, por Jorge Orellano, 49

Leo Strauss y su crítica al liberalismo,por Alberto Buela , 60

Leo Strauss y la redención clásica del mundo

moderno, por Sergio Danil Morresi , 62

Leo Strauss: lenguaje, tradición e historia,por Jesús Blanco Echauri , 75

Mentiras piadosas y guerra perpetua: LeoStrauss y el neoconservadurismo,

por Danny Postel , 86

La mano diestra del capitalismo: de Leo

Strauss al movimiento neoconservador,por Francisco José Fernández-Cruz Sequera , 93

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Leo Strauss: filosofía, política y valores 

Hasta hace unos pocos años, el nombre de Leo Strauss apenas

se conocía entre los académicos, los filósofos y los politólogos.Desde hace algún tiempo, sin embargo, ha adquirido una celebridadpóstuma que, sin duda, sorprenderá a muchos. Una serie de artículosy libros recientes sobre el hecho de cómo la “inspiración secreta” delos neoconservadores llegó al poder en los Estados Unidos conGeorge W. Bush. Lanzad esta teoría en 2003 por William Pfaff en unartículo en el Herald Tribune , la tesis se ha desarrollado, sobre todo,en los libros de Anne Norton y especialmente Shadia B. Drury:"Strauss -escribió Drury- es el pensador clave para entender la visiónpolítica que inspiró a los hombres más poderosos de Estados Unidosbajo George W. Bush".

 ALAIN DE BENOIST

La tesis se basa en el hecho de que muchosneoconservadores eran o habían sido alumnosde Strauss o de sus discípulos. Este fue el casode hombres como Paul Wolfowitz, William eIrving Kristol, Richard Perle, Elliot Abrams,Robert Kagan, Abram Shulsky, Norman

Podhoretz, Werner Dannhauser, David Brook,Leon Kass y de muchos de sus colegas, que hoyse expresan en publicaciones como The WeeklyStandard , The Wall Street Journal , Commentary , The

 New Republic , Public Interest , The National Review ,etc.

De ahí a considerar que "el camino aBagdad pasa por Leo Strauss", como se ha llegoa escribir, hay una línea que no se puedensuperar sin caer en las teorías del

conspiracionismo o de la erróneainterpretación. Sobre todo porque muchosstraussianos (Stanley Rosen, CharlesButterworth, Joseph Cropsey) nunca hanapoyado la actual política exterior de la CasaBlanca, y que entre los críticos de Strauss seencuentran también autores incluidos en laderecha como Claes Ryn, Barry Alan Shain oPaul Gottfried. Ensayistas como Steven B.Smith ( Leyendo a Leo Strauss  ) y Catherine y

Michael Zuckert ( La verdad sobre Leo Strauss  ) hanrefutado, a su vez, las afirmaciones de Drury.

Para Leo Strauss, la comprensión filosóficapasa, sobre todo, a través del estudio de lahistoria de la filosofía. Por lo tanto, aboga porun retorno reflexivo a los temas desarrolladospor los antiguos, entre ellos Aristóteles yPlatón. En la tradición de los filósofos

medievales, judíos y árabes, como Averroes, Avicena y al-Farabi, descubrió el ideal delfilósofo, ya que es mediante el estudio deSpinoza y Hobbes, y después Maquiavelo,cuando se compromete a explorar lamodernidad. Su enfoque es leer e interpretar latradición filosófica europea, lo que le llevó asentar las bases de una filosofía política,actualizando la querella entre los antiguos y losmodernos, y reanudando de nuevo la cuestión

central de la "teología política".Pocos filósofos anteriores a Strauss han

otorgado tanta importancia al concepto defilosofía política. Apoyándose principalmenteen la tesis desarrollada por Platón en suRepública , Strauss afirma que la filosofía es laprimera forma de los estudios de opinión ( doxa  )en la Ciudad, y llegó a la conclusión de que laprimera filosofía no es la metafísica, sino lafilosofía política. La pregunta fundamental de la

filosofía: "¿Qué es la buena vida?", también ensí misma es eminentemente política. Strauss noevoca la filosofía con fines políticos, como lohicieron los hombres de la Ilustración, sino que

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retorna a la política para permitir que la filosofíapueda comprenderse mejor a sí misma. Lafilosofía política, dice, es un intento de pasar dela opinión al conocimiento, exponiendo lascuestiones fundamentales sobre la acción y lapolítica públicas y sobre la sociedad.

El filósofo debe prestar atención a lapolítica, pero la Ciudad no agrada al filósofo, yaque éste busca, sobre todo, la felicidad, no lasabiduría. El filósofo, también desafía lasconvenciones que rigen la vida de los hombres.

 Al tratar de transformar para el conocimientolas opiniones generalmente aceptadas, élamenaza el orden de la Ciudad. Es por eso quedebe adoptar un enfoque pragmático ycauteloso, especialmente cuidadoso con “la

media de todo para todos”. El "elitismo" de Strauss, que a menudo se

ha malinterpretado, no tiene otro origen.Strauss considera que la divulgación de laciencia o la filosofía representan un peligro parala estabilidad del vínculo social (tema que yaaborda Rousseau en su Discurso sobre las ciencias ylas artes  ). De ahí su teoría sobre la "escrituraesotérica", expuesta en 1952, en La persecución yel arte de escribir , comentando sobre el "arte

olvidado de la escritura" para entender mejorcómo se concibe la relación entre elpensamiento y la sociedad, y cómo los filósofosestán interesados en la comprensión de ellosmismos. Strauss señala que lo que se enseña alos estudiantes sobre las antiguas escuelasfilosóficas, difiere de lo que ha sido divulgadopor un gran número de filósofos, no sólo paratratar de escapar de la censura, sino porque ladivulgación indiscriminada de una serie de

 verdades podría llegar a constituir un peligro

social.Los modernos, como sabemos, han

adoptado la posición inversa. Para los teóricosde la Ilustración, es la educación general detodos la condición misma del progreso: el"oscurantismo" debe dar paso a la razón,porque todo el mundo es igual ante la ciencia yla verdad. El pensador debe ilustrar a las masascomo sea posible. Esto también significa que esel presente el que debe dar lecciones al pasado.

En el parte frontal de la facultad dondeLeo Strauss enseñó en Chicago, se podía leer lamáxima de Lord Kelvin: "Todo lo que no

puede medirse no puede ser objeto de laciencia." Es precisamente esta afirmación la queStrauss refuta, ya que la misma se fundamentaen la distinción weberiana entre hechos y

 valores, que él consideró catastrófica.

Intentar cumplir con la "neutralidadaxiológica" implica distinguir radicalmente entrehechos y valores (el “ser” y el “deber ser”),haciendo del estudio de los hechos el únicoobjeto de las ciencias sociales, lo cual, diceStrauss, es ignorar que la acción humana nuncacarece de orientación política, y que elcomponente político de los fenómenoshumanos se basa en primer lugar en un sistemade valores. No se pueden estudiar lashumanidades sin tener en cuenta los valores

que dan impulso a la conducta humana. Laprueba está dada por la pregunta: ¿cuál es elmejor sistema político? - donde la nociónmisma de "mejor" se refiere directamente a los

 valores.

Una verdadera "ciencia del hombre" nopuede separar el análisis de los hechos de unareflexión sobre los valores, porque esa es laúnica manera en que podemos concebir lanoción de “bien común”. Como ya habían visto

los antiguos, la vida política, que es unacaracterística de la naturaleza humana, se basaen acciones y opciones que existen para el biencomún. Esto a su vez implica la noción definalidad, que domina el pensamiento antiguo.Platón dice que todo en la naturaleza tiene unafunción específica que refleja su naturaleza.Para Aristóteles, la naturaleza de los seres seordena a los efectos que le son propios. Lanaturaleza no puede ser concebidaindependientemente de un fin: el desarrollo de

una “cosa” es el cumplimiento del fin de lanaturaleza. En el hombre, la virtud es elcumplimiento de su propia naturaleza, sin quedeba interpretarse como el resultado de undeber-ser.

El bien común es, por definición, lapropiedad de la persona, ya que no procede dela ley positiva, sino de la ley natural. Elloimplica un cuestionamiento permanente de losfundamentos de la legitimidad de las decisiones

políticas. "Reconocer la existencia del biencomún no es más que la voluntad de someter lalibertad personal a un orden moral, escribe

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Strauss, pero hay que crear el espacio para unadeliberación sobre el sentido que queremos dara nuestra condición ciudadana." Esto significaque el bien común es la fuente fundacional dela legitimidad de las decisiones, la legalidad esen sí misma la legitimidad que se ordena para

ese propósito.Leo Strauss, a partir de ahí, ataca

frontalmente al positivismo y al historicismo,cuya aparición, en la línea de la tradición de

 Augusto Comte y Hegel, constituye la tercera vía -la primera corresponde a la obra deMaquiavelo, la segunda a los filósofos de laIlustración- de una modernidad en la queStrauss no duda en ver la fuente del nihilismoeuropeo.

 Al positivismo, que sólo considera los"solos hechos aislados", le reprochadesacreditar todo pensamiento procedente de laevaluación y no reconocer la cualidad de lasciencias como formas de conocimiento quepretenden ser éticamente neutrales. Por lotanto, no puede llegar a ningún conocimientogenuino del bien común. El historicismo, porsu parte, afirma que todo el pensamientohumano es sólo el resultado de circunstancias

históricas, mientras que ofrece un ambiciosoplan de desarrollo humano que encuentra supunto culminante en la ideología del progreso.

Reflexionando sobre la "crisis de nuestrotiempo", Strauss también ataca el relativismo delos valores, tema que será después largamentedesarrollado por Allan Bloom en  El almadesarmada   (1987), pero también por AlainFinkielkraut en La derrota del pensamiento. Elrelativismo plantea que todos los valores son

iguales, que todos los puntos de vista son verdades arbitrarias. Incluso construye una reglamoral: "no deben cuestionarse los valores delos demás”. En esta "tolerancia obligatoria"Strauss no  ve más que una “ignorancia deseminario”. El relativismo, para él, también setraduce en una incapacidad para reaccionarcontra la tiranía: el nazismo no fue nada másque la expresa respuesta de Alemania a la crisisde la modernidad.

No hay duda a los ojos de Strauss: la victoria de los modernos se confunde con eltriunfo del relativismo y del nihilismo moral. Ladistinción radical entre los hechos y los valores,

en efecto, ha tenido como consecuencia ladesconexión del pensamiento político de todointerrogante filosófico. La crisis de nuestrotiempo, dice Leo Strauss, deriva de que lacuestión de la finalidad de la existencia ha sidoexcluida de la política y de la razón. La

modernidad reposa sobre una dialécticadestructiva, en cuanto toma la medida delhecho de la razón separándola de toda reflexiónsobre los valores como motor de la actividadhumana. Entonces, el bien se confunde siemprecon el placer, la crítica de la tradición devieneella misma en una tradición, la tradición de losque pretenden que ya no es necesario creer encualquier cosa y que el nihilismo es el horizonteinsuperable de nuestro tiempo.

En Derecho Natural e Historia   (1953), LeoStrauss también hace hincapié en la diferenciaentre la tradición del derecho natural clásico,que es una ley objetiva, y la ley naturalmoderna, que llevó a la historización de la ley yla ideología los derechos humanos. La crisis delderecho natural moderno es que la ley distingueal hombre y del ciudadano. En esto es elheredera del cristianismo, que hace del hombreel titular de su libertad definitiva, conindependencia de su inclusión en un cuerposocial.

Heinrich Meier señala correctamente queLeo Strauss considera la filosofía, no como unadisciplina académica, sino como una forma de

 vida: "La filosofía es una forma de vida que sebasa en el cuestionamiento radical, y adquiere launidad interna por que la interrogación y lainvestigación van a satisfacer cualquierrespuesta que extrae su legitimidad de unaautoridad superior".

En 1964, Leo Strauss declaró que el"problema teológico-político” fue el temacentral de toda su investigación. La querella delos antiguos y los modernos dio un giro en ladécada de 1930, específicamente en cuanto alorigen con el que las diferentes actitudes de lasdos escuelas se enfrentan al problemateológico-político: "Una filosofía que creepoder refutar la posibilidad del Apocalipsis yuna filosofía que no cree poder hacerlo: ése es

el verdadero significado de la querella de losantiguos y los modernos".

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El "problema teológico-político" enStrauss sostiene la tensión entre dos polosirreconciliables: la razón y la revelación, lafilosofía y la teología, la sociedad ordenada dederecho y el bien común de la sociedadgobernada por un cuerpo perfecto - en una

palabra, para citar un famoso dicho: Atenas y Jerusalén.

"No podemos, escribe Heinrich Meier,concebir ninguna objeción más poderosa contrala vida filosófica que una basado en la creenciaen un Dios omnipotente." ¿Qué decir? Esafilosofía considera que no puede haber libertadpara cuestionar si la respuesta está dada poradelantada por la fe. Es por eso que Strauss noduda en afirmar que "la Biblia tiene la única

pregunta que razonablemente pueda hacerse ala pretensión de la filosofía", y también que "albasarse en un acto de fe es fatal para cualquierfilosofía". Como una forma de vida, la filosofíarepresenta una protesta radical contra el modode vida basado en la obediencia de la fe. Enotras palabras, dice Strauss, "la posibilidad de larevelación implica la posible irrelevancia de lafilosofía." Frente a la pregunta fundamental:"¿Cuál es la buena vida?", la filosofía y, portanto, la revelación, pueden adoptar enfoquesopuestos. "La reconstrucción de la filosofíapolítica y la confrontación con la religiónrevelada, dice Heinrich Meier, son dos aspectosde una misma empresa."

Leo Strauss no se pronuncia todavía por“Atenas contra Jerusalén” o “Jerusalén contra

 Atenas”. Piensa que es más bien la tensiónentre estos dos polos -las demandas conflictivasde la religión y la filosofía- , lo que constituyóhasta el siglo XVIII la fuerza de la civilización

occidental. Debe seguir siendo el Apocalipsisun desafío para la filosofía, al igual que lafilosofía sigue siendo un reto para el

 Apocalipsis.

Frente a los modernos que consideran queel pasado no puede educar, Leo Strauss noaboga por un retorno al pensamiento antiguo,sino que sólo quiere abordar la modernidad sinperder sus principios, reabriendo la actitudfilosófica de los antiguos, que favorece la

pregunta sobre el sentido y el propósito, enlugar de dirigir al positivismo y al cientificismo.Es por ello por lo que sostiene que el estudiodel pasado es un camino hacia la libertad: nohay vida sin el sentido consciente de un legado.

 Y es también por esto que impugna

radicalmente el progreso moral de lahumanidad: "El hombre moderno, escribe, esun gigante que no sabemos si es mejor o peorque el hombre antiguo".

La ideología moderna del progreso está ensí vinculada al deseo cartesiano de conquista dela naturaleza, "el hombre se convierte en amo yseñor de la naturaleza para mejorar su propiacondición." En el racionalismo moderno, queproclamó la autonomía humana olvidando que

es básicamente un "ser ambiguo", la razón noes más que la garantía metafísica de unaconcepción técnica de la existencia individual ycolectiva. La ideología del progreso sirve paraidentificar "el Estado universal y homogéneo",donde Strauss contempla "un Estado en el quela base de la actividad humana se derrumba oen la que el hombre pierde su humanidad -el“estado del último hombre", sobre el quehablaba Nietzsche. Resueltamente“antiglobalista”, Strauss afirma que la amistad,como la ciudadanía, implica una ciertaexclusividad.

Muy apreciado en Francia por Raymond Aron, así como también por Claude Lefort,quien hizo mucho para dar a conocer su obra,Leo Strauss, sin duda, ha revivificado lafilosofía política en un país donde se tendía adiluir en las ciencias sociales dominadas por elpositivismo. Con todo, Strauss sigue siendo unautor bastante difícil, cuya lectura se presta a

muchas interpretaciones erróneas. Su forma deargumentar no se efectúa a partir de unaexposición sistemática de su pensamiento, perosu historia de la filosofía puede resultarsorprendente. Ello transforma la lectura en untrabajo de exploración que invita a superarciertas oscuridades.

© Extractos del artículo publicado en 2007 por LeSpectacle du Monde.

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Leo Strauss, el padre secreto de los“neocón” 

Leo Strauss fue un filósofo secreto, cuyos pensamientos no semostraban transparentes a sus lectores y sólo eran accesibles leyendo entrelíneas. A pesar de que dedicó su trabajo académico a la interpretación deautores clásicos como Platón o Maquiavelo, en la actualidad está de moda yestá siendo tremendamente influyente entre quienes llevan a cabo tareas dedirección en la administración Bush.

ESTEBAN HERNÁNDEZ

Strauss nació en Alemania a finales del sigloXIX, pero su aliento ha llegado hasta el XXI.Es conocido por ser uno de los padres, y elpensador más influyente, de losneoconservadores actuales. No obstante, unlibro reciente, (Reading Leo Strauss: politics,philosophy, Judaism) firmado por un profesorde Ciencia política de Yale, Steven B. Smith, leseñala como un defensor de la democracialiberal alejado de los preceptos neocon.

No son sólo contradictorias las visionesque nos transmiten acerca de su doctrina,también lo son las informaciones que noshablan de su carácter. Strauss (1899-1973),quien emigró a EEUU en 1938, enseñandoprimero en la New School of Social Researchde Nueva York y más tarde en la Universidadde Chicago, fue, además de un profesorinfluyente, un personaje contradictorio, amigode las formas autoritarias y enemigo de la

modernidad hippie, capaz de imponer la músicaclásica (Mozart) a sus alumnos para evitar quese aficionasen al pop y, dicen, transmisorselectivo de sus enseñanzas, a las que sóloaccedían estudiantes afines.

Huntington, Fukuyama y Wolfowitz,entre sus discípulos

La reputación de Strauss aumentógrandemente en la medida en que alumnossuyos fueron tomando posiciones en el suelo

público. Primero en ámbitos académicos,donde la presencia conservadora fue creciendogracias a Irving Kristol, Norman Podhoretz,

Samuel Huntington, Seymour Martin Lipset, oDaniel Bell. Allí también tuvieron éxito exalumnos y protegidos de Strauss como FrancisFukuyama, Allan Bloom, autor de El cierre dela mente moderna (Plaza y Janés, 1989), Harry

 Jaffa, Harvey Mansfield y, aunque no seconsidere ahora dentro de la escuela de Strauss,Robert Kagan.

 También es nutrida la lista del sectorpúblico, donde, entre otros, aparecen Paul

 Wolfowitz, el considerado cerebro de lareacción estadounidense tras el 11-S; elMagistrado del Tribunal Supremo Clarence

 Thomas y el Juez Robert Bork; también losneocon Lewis Libby, y William Bennett; John

 Ashcroft, el ex Fiscal General; o el editor deNational Review William F. Buckley.

Pero su influencia no ha sido sólo directa.El Proyecto para un Nuevo SigloEstadounidense (PNAC, en las siglas inglesas)

dirigido por su ex alumno William Kristol, unode los grupos neoconservadores de mayorrelevancia, por el que han pasado un buennúmero de funcionarios, y al que pertenecenDick Cheney, Donald Rumsfeld, Richard Perle,o Richard Armitage. Es uno de los think-tanksde mayor peso en la política estadounidense.

El uso de la mentira y la manipulación política

Para la profesora canadiense, de laUniversidad de Calgary, Shadia B. Drury, lasideas de Strauss han impregnado sobremanerala práctica de la administración Bush. Según

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afirmó en Leo Strauss and the American Righty en The Political Ideas of Leo Strauss, elfilósofo de origen alemán creía firmemente enla eficacia de la manipulación en política. Lasmentiras podían ser útiles y debían usarse siservían para que la mayoría, que necesita ser

dirigida, siga el camino correcto. Tambiénrecordaba cómo Strauss recogía la visión deCarl Schmitt de que toda acción política estababasada en el combate de amigo contra enemigo.

Pero, sobre todo, negaba que Strauss fueseun defensor a ultranza de la democracia liberaly partidario de la extensión de esa clase derégimen por todo el planeta. Según Drury, los

 valores defendidos como esenciales por losneoconservadores como la religión (a la que

califican como el cemento de la sociedad), elpatriotismo o la moral, sólo eran válidos paralas masas; no para quienes sabían elevarse porencima de ellas, abrazando así ideas propias deNietzsche. Strauss creía en el derecho natural,pero el del fuerte a dominar al débil.

El otro Leo Strauss

Para Steven Smith, visiones tales delpensamiento de Strauss nada tienen que ver conlas enseñanzas del viejo profesor. Strauss,

afirma, nunca fue neoconservador en sentidoestricto, no militó en ningún partido político nifraguó un programa sobre el que pudieranapoyarse esta clase de propuestas políticas. Dehecho, desconfiaba respecto de la capacidad dela teoría política para influir en las decisiones dequienes ostentan el poder.

Porque, según Smith, la esencia de lamirada política de Strauss es el escepticismo; enla medida en que no hay certidumbres en el

juego de partidos, la arena política se vuelve ellugar ideal para el diálogo y la discusión. ParaStrauss, lo que definía a los filósofos era sudeseo imperioso de saber. El filósofo era radicaly por ello, la política debía ser moderada,dejando los combates más fuertes para el

pensamiento. Antídoto contra las patologías de la

 política moderna

Para Smith, la cuestión es qué motivosllevaron a tergiversar el legado de un hombrecuyo pensamiento quedaba ligado a otrosliberales de derecha como Isaiah Berlin oRaymond Aron. Gentes que, como Strauss,defendieron ideas que se vieron relegadas,durante los años sesenta y setenta, a un segundoplano. Quizá por ello, la reactivación de susobras en tiempos posteriores estuvieron muyligadas a una suerte de contrarrevolución: la eradel Estado de bienestar, los derechos civiles y elmovimiento hippie fue la diana primera y másevidente de discípulos suyos, como AllanBloom.

Mientras, para la gran mayoría de losautores estadounidenses, Leo Strausscontinuará siendo no sólo el padre de los

neoconservadores, sino la figura que mejorrepresenta una cosmovisión ligada a la fuerza, elpatriotismo, la religión y el liberalismoeconómico. Hay otras perspectivas, defendidaspor profesores cercanos a Strauss, para quienesla mejor aportación del autor nacido en

 Alemania es recordarnos que la libertad de unamente educada es el mejor antídoto contra laspatologías de la moderna política de masas.

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Leo Strauss y la esencia de la filosofía política

Etiquetado por los medios de comunicación[1] y cierta literatura

aparentemente académica [2] como la eminencia gris delneoconservadurismo norteamericano simplemente por el hecho de quealgunos de sus discípulos y amigos como Harvey Mansfield, en Harvard,

 Allan Bloom en Cornell, o Joseph Cropsey en Chicago fueron en algúnmomento maestros de personajes hoy emblemáticos dentro de laadministración conservadora, en especial de la política exterior, comoPaul Wolfowitz, William Kristol, Abraham Shulsky o Francis Fukuyama.Leo Strauss (1899  –  1973) fue sin duda uno de los más significativos yserios filósofos –  en el verdadero sentido de la palabra –  del siglo XX.

EDUARDO HERNANDO NIETO

Nacido en Alemania en el seno de unafamilia judía bastante ortodoxa y conservadora,recibió su doctorado en filosofía en el año de1921 en la Universidad de Hamburgo. Tras losproblemas surgidos en Alemania por la llegadadel Nacional Socialismo, emigra a los EstadosUnidos, continuando su actividad docente en laNew School of Social Research (centro de

reunión de muchos emigrados judíos europeos)y a partir de 1949, en la Universidad deChicago, como profesor de filosofía política endonde fue nombrado profesor distinguido de lacátedra Robert Maynard Hutchins y luego de suretiro en 1968, continua aun en la docencia enel Claremont College en California y en el Saint

 John´s College en Maryland. [3]

 Autor de una obra bastante contundenteque incluye más de un docena de libros y más

de ochenta artículos académicos, logróasimismo reunir a una serie de brillantesalumnos que con el correr de los años seconvertirían en muy destacados profesores  –  conocidos como straussianos - que irradiaríantambién entre sus mismos alumnos lasenseñanzas filosóficas de su maestro,sustentadas principalmente en la recuperación yla lectura de los grandes autores de la filosofíapolítica tanto antiguos como modernos. [4]

En realidad como señalan Nathan Tarcov y Thomas L. Pangle, (precisamente otros dosimportantes discípulos suyos), la mayorpreocupación de Strauss siempre estuvo en

comprender la naturaleza de la crisis deoccidente y la crisis de la modernidad yjustamente para entender mejor este problemaes que se concentra especialmente en el estudiode la etapa anterior a la modernidad, es decir, elpensamiento antiguo:

“La respuesta de Strauss a la crisis de la

modernidad fue un estudio de la filosofíapolítica tanto moderna como antigua. Puestoque la crisis era resultado de las expresionesmás recientes de lo que se hallaba implícito enlas premisas esenciales de la filosofía políticamoderna, era imposible ir adelante directamentey resolverla con base en esas doctrinas másrecientes. Era necesario, más bien, retrocederpor lo menos provisionalmente, y tratar derecuperar esas premisas en sus formasoriginales anteriores para ver si la crisis podía

superarse con base en ellas.” [5]  A pesar de los problemas que traería

consigo la modernidad [6], era preciso noignorarla y poner mucha atención en susgestores y desarrollo [7], puesto que elfenómeno de la ilustración había nacidotambién como una corriente de oposición a losprincipios filosóficos antiguos y por ello, almantener vivo el pensamiento modernotambién hacíamos lo propio con el

pensamiento antiguo. En realidad, en estosmomentos que se cuestiona tanto a lamodernidad a través de propuestas filosóficas ypolíticas genéricamente denominadas como

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postmodernas[8], se estaría produciendotambién la exclusión y olvido del pensamientoantiguo, por lo que se entendía el sentido demantener todavía vivo el discurso moderno.

 Ahora bien, en relación a la mismanaturaleza de la modernidad se podríaconsiderar que la modernidad en muchosaspectos no había podido percibir la tensiónentre las ideas que la constituyeron [9] y menosaún percatarse de la crisis en la que sedesenvuelve [10], esto probablemente porquesus convicciones como la idea del progreso, laseparación entre hechos y valores, el relativismoy el historicismo lo impidieron [11].Evidentemente, también estos elementos nopermitieron que se tome en serio a la filosofía

política antigua (que quedaba superada porejemplo por la filosofía moderna) y con ello seimpedía también encontrar o conocer lasalternativas a la crisis que se hallabanjustamente antes de que la misma modernidadnaciera. De allí entonces, la necesidad de hurgaren las ideas políticas del pasado.

Evidentemente, el aparente interés deStrauss en la historia de las ideas políticas nonacería de la supuesta superioridad de ésta

respecto a otras formas de conocimientopolítico sino que se convertiría en realidad en laforma que adoptaría Strauss para hacercomprender su mensaje en un entornodominado por el historicismo [12], teniendotambién presente que en el fondo toda historiadel pensamiento o de la filosofía, es filosóficaen si misma. [13]

La modernidad en realidad había perdidomucho al olvidar que la política busca siempre

conservar o cambiar algo y por ello toda acciónpolítica pretende evitar un daño o hacer unbien, con lo que su accionar gira siempre entorno a lo bueno [14], como los pensabanSócrates o Platón, quienes considerabanefectivamente que toda acción política se dirigíaa alcanzar el conocimiento de lo bueno, de labuena vida y la buena sociedad. [15] Así pues, laesencia de la filosofía política se encontraba enla búsqueda del mejor régimen político [16]como el mismo Strauss lo señalaba

expresamente:“Filosofía política es el auténtico intento

por conocer tanto la naturaleza de las cosas

políticas como del correcto o el buen ordenpolítico” [17] 

En este sentido, era preciso hacer desde uninicio, una distinción entre filosofía política ypensamiento político, pues si bien toda filosofíapolítica era pensamiento político, no todopensamiento político podía ser consideradofilosofía política. De hecho, el pensamientopolítico no hacía ninguna distinción entreopinión y conocimiento [18] , en tanto, que lafilosofía política si lo reconocía y pretendía enel fondo transformar las opiniones políticas enconocimiento político. El conocimientopolítico que busca la filosofía política se dirigeasí a comprender la naturaleza de las cosaspolíticas y esto en realidad era lo que

antiguamente se conocía como ciencia política(  politike episteme  ). [19]

Ciertamente, es común a cualquier personael conocer algo sobre leyes, impuestos,instituciones públicas, corrupción, sufragioentre muchos otras cosas políticos, pero estodista mucho de comprender la naturaleza de lapolítica que sería algo más propio del estadista,de aquél que posee realmente conocimientopolítico o sabiduría política.

Si como señalaba Strauss siguiendo a losantiguos, que el tema de la filosofía política erael “Hombre y la Ciudad” [20], entonces elconocimiento político implicaba tambiénposeer un conocimiento cabal de la propianaturaleza humana, lo cual ya nos dejaba ver lacomplejidad de la filosofía política análoga a lacomplejidad del hombre y su naturaleza.

“Todo el conocimiento de las cosaspolíticas implica asunciones respecto a la

naturaleza de las cosas políticas; esto es,asunciones que conciernen no sólo a unasituación política dada, sino a la vida política ola vida humana como tal”. [21] 

Sin embargo, había que recalcar que la ideade filosofía política implicaba siempre búsquedade la verdad política mas no su posesión, peropara aproximarnos a dicha verdad era necesarioabordar la realidad en su totalidad.Precisamente, esta característica esencial de la

filosofía política parece perderse en el mundomoderno que gracias a la visión científicapositivista ha fragmentado el conocimiento,

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tratando así de simplificar una realidad que yano alcanzaba a entender. Al hacer esto, lafilosofía política dejó de ser la “ciencia” o saberque abarcaba todos los asuntos concernientes alhombre, apareciendo en su reemplazo laeconomía, la sociología, entre otras, quitándole

entonces su propósito y fines [22]. Lamodernidad, en este caso, siendoconcretamente científica e histórica, desacreditóel conocimiento filosófico al considerarloacientífico y ahistórico:

“El rechazo de la filosofía política poracientífico es una característica del positivismode hoy. El positivismo no es más lo que sedeseó que fuese cuando Augusto Comte looriginó. Aun concuerda con Comte en el

sentido de afirmar que la ciencia moderna es laforma más alta de conocimiento, precisamente,porque su propósito no es más como lo teníanla teología o la metafísica, un conocimientoabsoluto del “Por Qué”, sino un conocimientorelativo del “Como”. Pero, tras haber sidomodificado por el utilitarismo, elevolucionismo, y el neo  –   kantismo, se haabandonado completamente la esperanzacomtiana que una ciencia social moldeada sobrela ciencia natural estaría en condiciones desuperar la anarquía intelectual de la sociedadmoderna. Alrededor de la última década delsiglo XIX, el positivismo de la ciencia socialalcanzó su forma final al considerar que existeuna diferencia fundamental entre los hechos ylos valores, y solamente los juicios fácticos sonde competencia de la ciencia: la ciencia socialcientífica es incompetente para pronunciarjuicios de valor, y debe evitar hacer cualquierjuicio de valor. Así en lo concerniente al

término “valor”, en enunciados de esta clase ,difícilmente podemos decir más que “valores”significan tanto cosas preferidas como tambiénprincipios de elección.” [23]

La neutralidad valorativa propuesta por lamodernidad, se convirtió así en el granproblema para la permanencia de la filosofíapolítica pues ya desde los primeros autoresmodernos como Maquiavelo, se apreciaba elintento por neutralizar los conceptos políticos,

por ejemplo, en el caso del término “Príncipe”que aparecía como una palabra “neutra” frentea lo que implicaría hablar de monarcas otiranos, que si poseen una carga valorativa

concreta, peor aún, en ninguna parte de dichotexto había alguna referencia al término “biencomún” . [24] 

 Así, se puede desprender de todo lo dicho,que la filosofía política nació estrechamenteligada a la vida política, pero que este hecho fuedejado de lado por la filosofía política modernaque se creó a partir del método y del lenguajecientífico, esto a partir del siglo XVI [25] :

“Actualmente , la ciencia política puedecreer que al rechazar o separarse de la filosofíapolítica, permanece de manera más directa conla vida política; sin embargo, solo entra encontacto con la realidad política a través de lamediación de las ciencias naturales modernas ola reacción contra la ciencia natural , y a travésde un número de conceptos básicos heredadosde la tradición filosófica, a pesar del desprecio oignorancia que pesa sobre ellos” [26] 

Por ello, esta será la base del desarrollo dela llamada “ciencia política moderna” que dejade interesarse en el problema fundamental de lafilosofía política que era como ya habíamos

 visto, la búsqueda del mejor régimen político,desplazándola por problemas de caráctermetodológico, lo que evidencia en último

término la desconexión de la ciencia políticacon la realidad política. [27]

Ciertamente, como ya lo había anotado unconocido pensador político, la esencia de lapolítica se basa en la oposición entre amigos yenemigos [28], así también, Strauss admitía quelos conflictos entre personas que defiendenposiciones contrarias es una característica de la

 vida política. Esto muestra también que cadauna de las partes considera que su demanda es

buena (inclusive en muchos casos que estambién buena para los demás) o justa, por loque todo conflicto requiere de un arbitraje,siendo el filósofo político el árbitro porexcelencia en este caso del conflicto político.[29] La tarea del filósofo político, implicaentonces el conseguir un acuerdo entre laspartes en disputa como un buen ciudadano quecolabora con la unidad de la comunidad.

El filosofó político puede entonces con su

manejo de la “ciencia política” [30] lograrsoluciones inclusive fuera de su misma ciudaden la medida que los problemas políticos son en

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el fondo problemas de carácter humano. Talhecho, nos conduce al tema central de lafilosofía política que es el de la virtud [31] y elmodo como podemos alcanzarla. Este fueevidentemente un tema de gran preocupaciónpara Strauss, como lo fue también para los

filósofos clásicos, por ello el énfasis en torno ala educación para la virtud, educación para lalibertad o educación liberal, que fue tambiénuna inquietud para algunos de los pensadoresmás importantes de la política moderna comoRousseau o Mill y que no es otra cosa que laeducación que nos conduce hacia la cultura,

 vale decir, el cultivo de la mente y de nuestrocarácter [32].

Notas:

[1] Precisamente en dos de los diarios másimportantes del planeta como el New York

 Times y Le Monde aparecieron las primerasasociaciones mediáticas entre Leo Strauss y laGuerra de Irak. Ver al respecto los artículos de

 James Atlas, “Leo –   Cons: A Classicist´sLegacy: New Empire Builders”, en The New

 York Times, Mayo 4, 2003 y de Alain Fronchon& Daniel Vernet, “Le Stratege et lePhilosophie”, en Le Monde, Abril 15, 2,003. 

[2] Nos referimos concretamente al libro dela cientista política canadiense Shadia B. Drury,Leo Srauss and the American Regime. New

 York: San Martin Press, 1999 y al de AnneNorton, Leo Strauss and the Politics of

 American Empire. New Haven: Yale UniversityPress, 2004. Curiosamente, ambos librosseveramente criticados por los discípulos deStrauss tienen la peculiaridad de evitar las citasde la misma obra de Strauss por lo que sus

conclusiones entran más bien en el terrenoideológico y especulativo careciendo del rigoracadémico que se requeriría para un proyectode esta índole. Sin embargo, son estos “ligeros”textos los que sirven de sustento a la prensapara poder establecer los nexos entre LeoStrauss y la política de Bush.

[3] Para una mayor referencia sobre su pasopor la academia norteamericana ver la parteprimera de Leo Strauss, the Straussians, and the

 American Regime, editado por, Deustch L.Kenneth & Murley, John A. Lanham, Maryland:Rowman & Littlefield Publishers, 1999.

[4] East, John P. “Leo Strauss and American Conservatism” en: Modern Age, thefirst twenty  –   five years, a selection , editadopor George A. Panachis. Indianapolis: LibertyPress, 1988. p.257

[5] Tarcov Nathan & Pangle, Thomas L.“Leo Strauss y la Historia de la FilosofíaPolítica” en: Strauss, Leo & Cropsey, Joseph.Historia de la Filosofía Política. México: Fondode Cultura Económica, 1993, p.854.

[6] Que se comprenderá mejor a través dela lectura de su artículo, “The Three waves ofmodernity”, en: An Introduction to PoliticalPhilosophy, ten essays by Leo Strauss. Gildin,Hilail. (editor) Detroit: Wayne State UniversityPress, 1989

[7] Entre ellos se destacan ciertamenteHobbes, Spinoza y Maquiavelo, ver porejemplo sus textos, The Political Philosophy ofHobbes, its basis and its genesis. Chicago:Chicago University Press. 1963; Spinoza´sCritique of Religión. New York: SchockenBooks, 1965 y Thoughts on Machiavelli.Chicago: Chicago University Press, 1978

[8] Para una comprensión de lo que implica

postmodernidad se puede revisar: Lyotard, JeanFrancois. The Postmodern Condition: A reporton knowledge. Manchester: ManchesterUniversity Press, 1992; Sarup, Madan. AnIntroductory Guide to Post –  Structuralism andPostmodernism. Hertfordshire: Harvester

 Wheatsheaf, 1993; Lyon, David.Postmodernidad. Madrid: Alianza, 1996 oPippin, Robert B. Modernism as PhilosophicalProblem. Oxford: Blackwell, 1993.

[9] En realidad no hace muchos años quecomienza a hacerse más popular la literaturaque ha venido destacando esta naturalezacontradictoria de la modernidad entendidaprincipalmente en su variante racionalistafrancesa, desde la ya clásica obra del profesorIsaiah Berlin. Four Essays on Liberty. Oxford,Oxford University Press, 1969, o Against theCurrent, essays in the history of ideas. London:

 The Hogart Press, 1955; de Alasdair MacIntyre. After Virtue, a study in moral theory. London:

Gerald Duckworth & Co. Ltd, 1981; MichaelOakeshott. Rationalism in Politics and OtherEssays. London: Methuen & Co. Ltd, 1962; y

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más recientemente, John Gray. Two Faces ofLiberalism. Cambridge: Polity Press, 2,000

[10] “La crisis de Occidente consiste en unOccidente que ignora cuál es su propósito” ,Strauss, Leo.

Introducción a: The City and Man.Chicago: Chicago University Press, 1978, p.3

[11] Lo cual demuestra también algofundamental que es la misma naturalezacontradictoria de la modernidad.

[12] Tarcov, Nathan & Pangle L. Thomas(…) p.855. 

[13] Strauss. Leo. Philosophy and Law,contributions to the understanding of

Maimonides and his predecessors. Albany, NJ:State University of New York, p.41.

[14] Strauss, Leo. “What is politicalphilosophy” en: What is Political Philosophy,and other studies. Chicago: Chicago UniversityPress, 1988. p. 10. Existe edición en español,¿Qué es Filosofía Política?. Madrid:Guadarrama, 1970.

[15] Ibid.

[16] Natural Right and History. Chicago:Chicago University Press, 1953. pp. 135  –  140;“Philosophy as Rigorous Science and PoliticalPhilosophy” en: Studies in Platonic PoliticalPhilosophy. Chicago: Chicago University Press,1983, p.29; “On Aristotle´s Politics” en: TheCity and Man. p. 17.

[17] WIPP (...) p. 12

[18] Ib.

[19] Ibid., p. 14. También, Liberalism

 Ancient & Modern. Chicago: ChicagoUniversity Press, 1995. pp.203 – 223. Ojo que nohay que confundir esta noción de cienciapolítica con lo que puede ser hoy la cienciapolítica alejada completamente de la idea de lobueno y construida más bien en base a laseparación entre hechos y valores. Más adelanteahondaremos en este tema.

[20] Strauss, Leo. The City and the Man.

[21] WIPP (...) p. 16; Xenophon´s SocraticDiscourse, an interpretaion of oeconomicus.Ithaca: Cornell University Press, 1970. p. 83.

[22] WIIP (...). p.17.

[23]- Ibid., p. 18.

[24] Strauss, Leo. Thoughts on Machiavelli.(...) p.26. Aunque es verdad que esto ocurre endicho texto y no en Los Discursos sobre laPrimera Década de Tito Livio por ejemplo. Másadelante desarrollaremos este problema conmayor amplitud.

[25] “On Classical Political Philosophy” en: WIPP (…) pp. 78 –  79.

[26] Ibid., p. 79.

[27] Ib.

[28] Schmitt, Carl. El Concepto de loPolítico. Madrid: Alianza, 2,001. Para unareferencia a la relación entre Carl Schmitt y Leo

Strauss se puede ver el libro de Heinrich Meier.Carl Schmitt and Leo Strauss, the hiddendialogue. Chicago: Chicago University Press,1995.

[29] “On Classical Political Philosophy” en: WIPP (…) pp. 80 - 81.

[30] En este caso, entendida como una seriede habilidades y aptitudes como la prudencia, lasabiduría práctica, la inteligencia entre otras, ydestinada a regir la buena marcha de una

comunidad, por ello, las comillas paradiferenciarla de la Ciencia Política moderna quecarece de esa finalidad. Cfr. “On ClassicalPolitical Philosophy” en: WIPP (…) pp. 82. 

[31] “El tema central de la filosofía políticaclásica es la virtud, o la excelencia humana. Laspreguntas que típicamente preocuparon aSócrates y sus seguidores son: ¿Qué es la

 virtud? ¿Puede enseñarse?, y si es así, ¿Cómo?,¿Cuál es la educación que hace a un ciudadano

y a un ser humano completo?, ¿Qué es unestadista y un ciudadano virtuoso? ¿Qué es un verdadero amigo?, ¿Quién o qué es merecedorde un amor apasionado? Pangle. L. Thomas.Introducción a: The Rebirth of ClassicalRationalism, an introduction to the thought ofLeo Strauss. Chicago: Chicago University Press,1998. p. xiii.

[32] What is Liberal Education?”, en: AnIntroduction to Political Philosophy, ten essays

by Leo Strauss.(…). p. 311.© Nomos contra Anomos -http://eduardohernandonieto.blogspot.com.es

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Leo Strauss, los straussianos y losantistraussianos

El de Leo Strauss (1899-1973), quién lo iba a decir, ha acabadosiendo, en estos primeros años del siglo veintiuno, un nombreconocido más allá del estrecho círculo de estudiosos de la filosofíapolítica que sabían de él y entre la mayoría de los cuales nodespertaba particular entusiasmo. Tampoco entre los más que ahoraconocen su nombre y lo dejan caer hay demasiado aprecio por elhombre y sobre todo por su obra. Pero de él se habla en periódicosy otros medios de comunicación para públicos no especializados yhasta ha llegado al cine. Esta última circunstancia, más que unaanécdota constituye un síntoma muy revelador de qué Strauss es elque parece haberse hecho famoso.

DEMETRIO CASTROEn el otoño de 2003, pocos meses después

de la invasión de Irak y el derrocamiento deSadam Hussein, Tim Robbins, cuyo activismopolítico compartido con su mujer, SusanSarandon, es bien conocido, estrenó en Los

 Ángeles una pieza que al año siguiente serepresentó también en Nueva York y ya en

2005 se convirtió en película distribuida pormedios no convencionales. La pieza encuestión, titulada Embebed , el término con el quese denominó la incorporación a unidadesmilitares de los periodistas que cubrieron lasprimeras fases de la campaña, relata la conjurapara llevar una guerra innecesaria a un paísimaginario del Cercano Oriente, Gomorra, y laforma en que para ello se manipula lainformación y se engaña a la opinión pública.Bien fácilmente, por cierto. El complot lo

dirigen unos cuantos personajes enmascaradoscuyos nombres y otras señas, más que ocultar,identifican con toda claridad a funcionariosrelevantes de la administración Bush. Pues bien,estos personajes amorales y aviesos actúan, enla puesta en escena de Robbins, ante un telónen el que se proyecta la cara de Strauss a quiendirigen oraciones y saludan al grito de ‘HailStrauss!’ .

La inspiración ideológica de la política que

ha tenido como eje la doctrina del ataquepreventivo, la política de combatir las amenazasterroristas atacando a algunos de los países que

alientan o sostienen a quienes las practican, lapolítica de presencia activa norteamericana enescenarios convulsos con ánimo detransformarlos en pacíficas democraciasprocederían de Leo Strauss. Más aun, él sería elinspirador del movimiento neocon, larenovación del pensamiento conservador

americano a finales del siglo veinte. En lo quecon-cierne al primer supuesto, la fuenteoriginaria de la imputación parece estar en unode los personajes más confusos, y para nopocos también confundido, de la políticanorteamericana, Lyndon LaRouche; alguien queha hecho casi de todo, desde refundarinternacionales trotskistas o ser candidatoimpenitente a la presidencia del país, sin olvidaruna estancia en la cárcel por oscuros manejosfinancieros de la fundación que preside, pero

que pasa por ser persona extraordinaria-mentebien informada y perspicaz, con ínfulasintelectuales. Respecto a la inspiración neocon , elorigen estaría en la politóloga canadiense ShadiaDrury (que en buena medida ha podidotambién inspirar a LaRouche) secundada porotros académicos.

En The Truth about Leo Strauss   CatherineZuckert y Michael Zuckert dedican buena partede la introducción a desentrañar cómo se ha

creado y difundido en medios periodísticos yacadémicos esa idea que hace de un profesor defilosofía política poco conocido en su momento

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y sin especial dedicación a la política activa,incluso como analista, el gurú del pensamientoneo-conservador e inspirador de la políticaexterior americana actual. Más allá del planopropiamente intelectual  — la posible influenciade un autor o de un con-junto de ideas para

inspirar una orientación determinada de laacción política — , es probable que en el fondoalienten poderosas y muy contagiosasinclinaciones a estructurar la visión derealidades complejas en términos decontubernio y maquinación, de mentes ocultasy desconocidas, perversas pero sutiles, capacesde encubrir la verdadera naturaleza de las cosascon apariencias, de señalar grandes e innoblesobjetivos y de diseñar medios truculentos dellegar a ellos. Trivialidades y circunstanciasfortuitas sirven para reforzar tales convicciones.Por ejemplo, que Paul Wolfowitz, de tanimportante intervención en la política delDepartamento de Defensa bajo el gobierno deGeorge Bush, hubiese estudiado en Chicago, launiversidad de la que fue profesor Straussdurante casi toda su vida y siguiese dos de suscursos, parece una confirmación poco rebatiblede que todo encaja, aunque se sepa que el

 verdadero mentor de Wolfowitz fue Albert

 Wohlstetter (1913-1997), el teórico de ladefensa nuclear firme, quien en aquellos añosenseñaba en el Departamento de CienciaPolítica de Chicago. Incluso en trabajos decalado académico la presencia de los straussianos  se muestra proteica y expansiva, sin límitesprecisos y siempre en ampliación. No sólo seles encuentra en la universidad y en laadministración, sino que se les supone tambiénuna virtualidad particular para intervenir enproyectos editoriales, corporaciones o thinktanks . Tal omnipresencia se explica porque alfinal un straussiano puede ser cualquiera a quienquepa encasquetarle esa denominación, y hasta“people who were not educated by Straussians becomesubject to their influence and enjoy their patronage”.  Pero originariamente serían discípulos directoso indirectos de Strauss, especialmente endepartamentos de Ciencia Política y muy enparticular en Chicago. Aunque, desde luego,bajo el punto de vista de quienes menos se

identifican con ellos, no son o habrían sido sóloserenos amantes de la filosofía o discretosintrigantes.

No es, por tanto, muy prometedoradentrarse por esos caminos, salvo que tengaun especial interés por esa variedad delpensamiento mágico que son las explicacionesconspirativas. Y sin embargo, la ya largaatención al pensamiento de Strauss no deja de

merecer consideración. Primero, quizá, comomuestra de la vitalidad de la Filosofía Políticapese a que se venga entonando su responsodesde mediados del siglo veinte; segundo, poralgunas de las propias ideas de Strauss.

No especialmente reconocido en vida, elinterés por su obra no dejó de crecer desdepoco después de su muerte. La publicación en1987 de un conjunto de artículos en PolicyReview , por entonces revista de la conservadora

Heritage Foundation , vino a ser algo así como laconsagración de Strauss como teóricoconservador. Un año antes se había celebradoun congreso bajo el patrocinio de laUniversidad Hebrea de Baltimore y la JohnsHopkins con el título de El legado humanistade Leo Strauss. En él se abordaron casi todoslos asuntos relevantes que caracterizan supensamiento: el magisterio de los clásicos y laperennidad de la filosofía antigua, el esoterismo,

 Atenas y Jerusalén, la critica a la modernidad.

Podría decirse que quedaron perfiladas asídos supuestas escuelas o líneas straussianas . Lade los straussianos   de la costa Este, masacadémica y filosófica, y la de los de la costaOeste, mas dados a la acción política6, unencasillamiento posiblemente más útil por loesquemático que real. En ocasiones, viendo aquiénes se toma por figuras representativas deuna u otra facción es complicado concluir quées lo que hay en ellos de straussianos ; es decir, en

aquellos de los que se conoce obra escrita nosiempre hay conexión clara y evidente con losasuntos que cultivó Strauss, el modo en que lohizo y las conclusiones que estableció. Deforma que es poco dudoso que “straussiano” esquizá en la mayoría de los casos una etiquetasimplificadora y de conveniencia, si bienaceptada y sostenida por muchos de aquellos aquienes se aplica. Puede suceder, incluso, queno sea de Strauss el empuje esencial que

caracterice a la corriente straussiana  de la políticanorteamericana actual. Anne Norton es muycategórica al respecto: “Bloom, far more than

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Strauss, had shaped the Straussians who govern America”. 

Lo cierto es que el libro de Norton tieneinterés principalmente como ejemplo deliteratura antistraussiana . Y quizá no de la mejor.En sus páginas ajusta cuentas ideológicas ypolíticas con unos cuantos académicos, aunqueno se ensaña tanto con ninguno como con AlanBloom (1930-1992). Además de sugerir su co-responsabilidad en el suicido de un colega alque hicieron el vacío por haber adoptadodeterminadas posturas en política académica, leacusa abiertamente de cripto-racista, misógino,elitista, antidemócrata, e incluso saca a relucirsus gustos y aficiones sexuales. Sin embargo, lamezcla de análisis, opinión y experiencia

personal como parte del argumento da laimpresión, paradójicamente, de que su libroestá inspirado en el más famoso de los deBloom, The Closing of the American Mind.  Lasanalogías acaban ahí. Porque el de Norton esun libro confuso, con pasajes logrados yapuntes interesantes pero débilmenteestructurado, plagado de anécdotas y cotilleosen los que tan pródiga es la vida universitaria,pero falto de argumentos y base informativaadecuada, y, sobre todo, incapaz de definir suobjeto: en ningún momento explica qué, omejor, quién es straussiano y por qué. Laindicación de partida que apunta a una doblecondición straussiana , (“the philosophic lineage thatcame from Leo Strauss” y “a set of s tudents taking thatname, regarded by others — and regarding themselves  —  as a chosen set of iniatiates into a hidden teaching”  ) nise mantiene claramente en el texto ni pareceresponder a elementos de identidad sólidos, acontenidos intelectuales y usos metodológicos

homogéneos y estables. Hasta el punto de queen cierto modo los straussianos   serían, al final,enemigos o renegados de su maestro: “Theconception of philosophy, the breadth of learning foundin Strauss and among his students stands in sharpcon trast to the stubborn ignorance of the Straussians”. 

Por estos y otros motivos el libro deNorton, si regocijante para muchos, no llegó atener particular aceptación académica, y entrelas escasas reseñas que cosechó las hubo

especialmente críticas. Los de su colega Druryson, en cambio, textos de irreprochable facturaacadémica, aunque no sin ocasionalesdebilidades en algunos de sus argumentos. Por

ejemplo, la afirmación categórica, en tiemposde gobierno de Bill Clinton, de que “[t]he powerand influen-c e of Strauss’s students in Washington is awell- documented fact”   se sustenta sólo eninformaciones de prensa. Pero, sobre todo, enesta obra sostiene una tesis: el

neoconservadurismo norteamericano, tambiénhasta cierto punto el canadiense, habría recibidode Strauss sus rasgos específicos que, para laautora, serían, entre otras cosas, un estado deánimo o sentimiento de crisis, la aprensiónhacia el nihilismo, la relevancia de lo religioso,la desconfianza hacia el pluralismo y lahostilidad hacia el liberalismo (en el sentidoamericano, lo que en el léxico político españolse llamaría más bien progresismo). Aún más,esos rasgos habrían supuesto unatransformación de fondo en el basamentoideológico del Partido republicano, unamutación en la que lo conservador habríaquedado anegado por lo específicamentereaccionario. Sobre todo, aunque no de unmodo del todo preciso, Drury aclarasuficientemente qué entender por straussiano. Sino se la interpreta mal se trataría de discípulosdirectos de Strauss, intelectuales preparados porél (se dice que dirigió más de cien tesis) a fin de

influir discretamente en las decisiones delpoder, en las acciones concretas de lospolíticos, para  — más o menos —   reinvertir elcurso de la historia americana, y casi de lahistoria en general, saliendo al paso de losinexorables efectos del racionalismo ilustrado,del nihilismo, del secularismo y del liberalismo.En una palabra, de los pilares de la modernidad.Hay algo ambiguo en esto, porque si por unaparte los straussianos , como intelectuales a fin decuentas, deben afanarse por hacerse oír por elpoder, también como elite tienen que prohijarsu propia clase dirigente o hacerse parte de ella.“For the Straussians, the practical political problem isto get the people to choose the natural aristocracy whoshould govern…They relieve that the task at hand is tounseat the liberal elite and replace it with a conservativeelite that is more favorable disposed to the advise of thewise”. Para nada menos que “to use the popular Will tode  feat American liberalism”. 

Sea como quiera, cautos y selectos, losstraussianos   se habrían propuesto cambiar elmundo conforme a un modelo, quizá mejor uncontra-modelo, diseñado por Strauss. No

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especifica Drury si esos straussianos   actúan deconcierto, cómo se organizan si es que lohacen, ni por qué son tan eficaces atrayéndoselas diferentes corrientes antiliberales, como loslibertarios, los comunitaristas, los republicanosy las feministas, esto último pese a que “the

 phalocratic character of Leo Strau ss’s philosophy isundeniable” . Entre lo mejor del libro de Druryfigura su análisis del neoconservadurismo, unode cuyos aspectos discutibles es el filiarlo enexceso a la actividad de los Kristol, padre e hijo,Irving y William. No hay duda, en cualquiercaso, de la influencia de ambos en laorientación del pensamiento conservadornorteamericano ni en la importancia de lasposiciones neo-con en la política americana delas últimas décadas. Lo que no está tan claro essi, como acaba ocurriendo en el libro de Drury,straussiano  y neocon , las ideas y personasrepresentativas de una cosa y otra, sonintercambiables o son todo uno. Si todaexpresión del conservadurismo político  — o lasmás importantes —  puede acabar refiriéndose alas peculiares ideas filosóficas de Strauss. Porimportante que pueda ser esa influencia, víaKristol o cualquier otra, la sinécdoque entérminos de  pars pro toto es una figura estilística

sin valor analítico, y da la impresión de que alengranar a Strauss y sus discípulos con elneoconservadurismo, Drury abusa de elladebilitando su análisis.

La atención a las obras anteriores parecenecesaria para mejor dar cuenta del proceso queha conducido a que Strauss sea más conocido ylos términos en que ese conocimiento se haencuadrado. En no pequeña medida medianteuna reducción de su pensamiento, una

esquematización de sus tesis y una proyeccióncasi mecánica de ciertas facetas del mismosobre determinadas posiciones políticasrelativamente recientes y en su mayoríasustentadas después de su muerte pordiscípulos más o menos directos o antiguosestudiantes suyos. La obsesión de Strauss por elesoterismo y lo velado, lo hermético de muchasde sus afirmaciones, lo críptico de su estilo hantenido que contribuir, sin duda, a que seanposibles interpretaciones que no siempre

parecen fundadas en una lectura sensata y sutilde sus obras. En realidad, Strauss escribió sobretodo glosando o descifrando el pensamiento de

otros  — Baruch Spinoza, Thomas Hobbes, alFarabi, Moisés Maimonides o NicolásMaquiavelo —   por lo que la deducción deposiciones propias no es siempre inmediata nifácil. Es cierto, además, que su obsesión por laescritura críptica, por la enseñanza esotérica,

puede hacer que los registros de lectura de susobras no siempre sean transparentes yasequibles. Por ello son de agradecer libros enlos que se intenta sistematizar y esclarecer esepensamiento. Dadas las circunstancias, pareceinevitable algún tinte polémico en elplanteamiento y la exposición, pudiendoentenderse en cierto modo como respuestasdefensivas de los straussianos . Así, los Zuckertadmiten escribir desde la gratitud a quienllaman su maestro y también con “a bit ofrighteous indignation at the injustice being done him” .Un libro como el suyo consagrado a Strauss ycon dedicatoria, entre otros, a Allan Bloom y

 Joseph Cropsey y escrito desde elDepartamento de Ciencia Política de Chicagoautorizaría a ponerles a ambos en la nómina destraussianos   activos. Pero habría que recordar,para no perder de vista lo aventurado de lasgeneralizaciones, que Michael Zuckert sesignificó por una temprana y resuelta oposición

a la intervención en Irak, al parecer, empresacentral del programa político straussiano.

 A Thomas L. Pangle, también reconocidostraussiano, no se le escapan los riesgos deescribir en tales parámetros polémicos, como lohace él para salir al paso de lo que considera losmás extendidos y crasos errores en torno alpensamiento de Strauss. Porque así losstraussianos , a quienes considera “an embattledand dispersed minority”, caen en el peligro de

“slipping into a defensiveness that can perhaps distortthinking, as well as impinge upon collegiality”.  Nopodría decirse con seguridad que él hayasorteado totalmente esos riesgos.

Distinto es el caso de Daniel Tanguay. Elsuyo es un libro de implacable rigor, basado enlectura muy a fondo de las obras de Strauss ytambién en un uso inteligente pero noexhaustivo de su documentación personaldepositada en la Regenstein Library   de la

Universidad de Chicago. Construye con ellouna génesis del pensamiento straussiano sospechosamente coherente y trabada, en undesarrollo lineal desde sus primeros escritos y

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su obra inicial sobre Spinoza que cuaja en unplatonismo maduro cuya piedra de toque lahabría tenido en al Farabi. Aquí las referenciascircunstanciales quedan en segundo plano, lapolítica norteamericana no tiene cabida ni eltérmino neoconservadurismo se menciona. La

política a la que se alude es la de la Alemania desu juventud y su principal preocupación a esterespecto es la del sionismo que abandona peroque dejaría en él una huella duradera en formade reserva respecto al liberalismo, incapaz deresolver plenamente la cuestión judía. Tanguayconviene en que el sentido último delpensamiento de Strauss es difícil dedesentrañar, tanto más cuanto en sus escritoshay una deliberada voluntad de ocultación. Contodo, parece poco dudoso que su médulaestaría en un rechazo de la Ilustración y lacrítica a la modernidad filosófica y política.

Si se lee a Strauss y a los que sobre la obrade Strauss escriben como lo hace Tanguay, y nosobre el papel de sus discípulos y seguidores enla política actual de los Estados Unidos, quizásean esos dos los aspectos que mayorcuriosidad pueden suscitar, admitiendo todo loque de subjetivo pueda haber en ello. Nosupone eso que otras cuestiones recurrentes enStrauss como la relación teología/política o lafundamentación de los derechos naturales seanirrelevantes. Pero en última instancia, lo quedestaca y hace original su pensamiento,encadenándose de un modo u otro todas lasdemás cuestiones con éstas, es su técnica paraahondar en el significado de los textos más alláde su sentido aparente, y lo que se podría llamarsu revuelta contra la modernidad. En la medidaen que la modernidad se aparta de la filosofía

antigua, ambos elementos estarían conectados. Aun más, son ambas cuestiones estrechamenteenlazadas, en tanto que para Strauss es obligadala vuelta o “recuperación” de esa filosofíaantigua y para hacerlo posible sería imperativoestar en condiciones de llegar al verdaderosentido de los textos, algo que los enfoques yrecursos analíticos convencionales no permiten.Hay en el fondo una interpretación de lahistoria de la filosofía como proceso extraviado,como saber que lejos de elevarse y afinarse con

el paso del tiempo, creciendo en hondura ycertidumbre con su propio desarrollo, sequiebra en un momento determinado. Algo, esa

división entre antigua y moderna filosofía, quecalifica de catastrófico. Los efectos de lacatástrofe se habrían evidenciado en la segundamitad del diecinueve, con Friedrich Nietzsche,el positivismo y su atención a los hechoscontrastables antes que a los valores, y con el

historicismo, en cuyo vientre habría llegado elrelativismo que en el léxico de Strauss suele sersinónimo de nihilismo. Para él, el predominiodel historicismo, o su modo radical nihilista, y elde un tipo humano especial, descomprometidoy romo, algo así como lo que José Ortega yGasset veía en el hombre-masa, constituyen lossíntomas de “la crisis de nuestro tiempo”, unparecer sostenido sobre la idealización de los

 valores y las realidades sociales del mundopremoderno y en especial de la Antigüedad. Laproposición historicista de que las realidadeshumanas, entre ellas los valores vigentes, sólose entienden plenamente en su propiacircunstancia histórica, en los márgenes de sumarco temporal (y también cultural cuando elhistoricismo clásico se reforzase con lasaportaciones de la antropología), significa paraStrauss una renuncia o una imposibilidad deacceder al conocimiento real. Una especie desegunda caverna, como la del mito de La

República, una prisión intelectual de la que sólocabe librarse volviendo a los clásicos, lo quesupone, entre otras cosas, la revisión ydesasimiento de la filosofía que se articula entorno a la Ilustración.

Para concebir esto hay que presuponer unsaber intemporal, unas verdades perennes,siempre iguales a sí mismas y anteriores oexternas a los seres humanos que puedanpensarlas, articularlas, usarlas en sus relaciones

con otros hombres o para explicarse a símismos. Un saber que puede exponerse en unlenguaje intemporal, con palabras y conceptosque tienen un mismo e indubitable sentidotranshistórico para quienes han penetrado en él.Hombres que, conveniente-mente iniciados,pueden leer igual el mismo texto al margen desu circunstancia cultural y de su tiempo.

Rebaten con cierto calor los straussianos   lacensura a Strauss de desconocer el valor del

contexto como parte necesaria de la explicacióndel texto. Desde que su distinción entre sentidoaparente y superficial por un lado, y sentidoprofundo y real por otro, se explica en esencia

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como efecto de las cautelas impuestas por elriesgo representado por las censuras y lasortodoxias intolerantes, es claro que locontextual no falta en su esquema. Pero lacuestión no es ésa, y hace ya mucho que loseñaló Quentin Skinner. La cuestión es si el

texto  — y en particular el texto político, que esun texto, sobre todo, para hacer con él algopolíticamente —   tiene un sentido propio,unívoco, constante, intemporal. Si los textostienen una única lectura real posible e inmutableaunque no evidente. El problema no es sólointerpretar los silencios, embozos y efugiosexigidos por la precaución y la autocensura,sino el alcanzar el sentido reservado orestringido del texto, el significado del mismoque no es para todos. O sea, conocer la clave dela falsedad del texto.

Da la impresión de que en el enfoquestraussiano  domina una interpretación pocoelaborada de texto, de la fuente. No sóloporque los efectos heurísticos y metodológicosdel giro lingüístico que tan profundamente hainfluido en las humanidades y las cienciassociales desde hace un cuarto de siglo están porcompleto ausentes, no ya en los escritos delpropio Strauss que murió antes de poderconocer las implicaciones de los nuevosenfoques, sino también en sus glosadores, quecuando lo enfrentan tiene poco que decir sobreello. Los Zuckert llevan a cabo, con todo, uninteresante análisis de Strauss en relación con

 Jacques Derrida, viendo a ambos comopensadores postmodernos, uno conservador,otro izquierdista, aquél mucho más y máshondamente postmoderno. Por encima deanalogías de discutible relevancia (el origen

judío por ejemplo) el punto de conexión estaríaen la lectura múltiple de los textos que amboshabrían sostenido, en la variabilidadinterpretativa, aunque no caben muchas dudasde que el modo de entender el sentido yconsecuencias de esa variabilidad por parte decada uno de los dos autores sea asemejable.Poco o nada supo Strauss de Derrida (yprobablemente viceversa) por eso el ejercicio deconfrontación o diálogo que los Zuckertdesarrollan aunque interesante, es pura ficción

expresada en condicionales y potenciales, unamera construcción contrafactual.

Pero hay algo previo y más simple. Se hadicho con frecuencia que en el acercamiento deStrauss al texto hay una impronta más o menosdifusa del modo en que la erudición bíblicaprocede respecto al libro. Hay, en efecto, algode masoreta en ese enfoque hermenéutico,

aunque sólo sea en la visión del texto comounidad cerrada. La historia de los textosantiguos es, sin embargo, demasiado compleja yllena de azares como para admitir que puedanser unidades enterizas, cencidos. En lospreliminares de su Utopía incluye Tomás Moroel incidente del mono que, en el barco, alcanzaun fardo de libros rompiendo páginas de variosde ellos que de este modo quedan mutilados ofragmentarios. Es una metáfora excelente, deun humanista excelente, respecto a laincertidumbre con la que el lector tiene queacercarse a textos de tiempos muy remotos,pasados por diferentes manos, glosados,interpolados, retraducidos. No hay que recordarcómo para la crítica platónica hay dudas seriassobre la autoría de los Diálogos, sobre laintegridad de lo que el propio Platón pudoescribir y la intervención de la Academia y enespecial de Palemón, tres generaciones después.Lo mismo cabría decir respecto a Aristóteles y

el Liceo y la fidelidad de sus libros acroamáticosy sus libros esotéricos. Por eso también resultapoco convincente el enfoque straussiano, su

 visión del texto antiguo como una unidadsuficiente en sí misma y reflejo del pensamientoexpreso y encriptado de un pensador concreto,con un mensaje inequívoco y confidencial paraquien sabe leerlo. Algo que inclina alescepticismo. Que hay algo de fantasía enpretender que es posible volver a una genuinatradición socrático-platónica sin lasmediaciones del presente y el pasado. Que paraello es suficiente, o al menos imprescindible,leer los textos de un modo intemporal, dialogarcon ellos en un lenguaje común y compartido.

 Todo lleva a pensar que en gran parte esostextos son fruto de variaciones prolongadas enel tiempo y en las que los mensajes se adaptan alo que la circunstancia concreta invita a resaltaro entender preferentemente. Como puede estarpasando ahora con los libros, de autoría bien

segura e integridad incuestionable, del mismoStrauss.

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Leo Strauss, ideas sin contexto

Hastío intelectual o gusto por la paradoja. Acaso es un nuevo

ciclo en la vida más bien aburrida de la Academia. No estoy seguro.Lo cierto y verdad es que Leo Strauss está de moda. Todo vale con talde superar la tiranía que John Rawls y sus epígonos ejercen todavíasobre los índices de las revistas especializadas, a pesar del desafíoposterior de republicanos y comunitaristas. Tal vez sea un buenpretexto para reforzar la ruina de la modernidad, una vez hechapedazos la construcción burguesa del yo racional. La inquina contra laIlustración, seña de identidad epocal, utiliza lo mismo a posmodernosy ocurrentes que a pensadores de gran calado.

BENIGNO PENDÁS

Strauss pertenece, por supuesto, a estasegunda categoría. Sólo uno de los grandeses capaz de recuperar en pleno siglo XX eldebate inmemorial entre la fe y la razón.Sólo un hombre libre de prejuiciospretendería enseñar el amor a la sabiduría auna comunidad de iniciados que aspiraban afilósofos-reyes, aunque casi ninguno pasó desubsecretario. Muy pocos son capaces deplantear un choque frontal contra la pasiónigualitaria que preside ese Estado social (másque político) que Tocqueville llamabatambién «democracia». Unoutsider  genialdispuesto a desafiar al espíritu de la época,que sustituye el dualismo vigente entreprogresistas y conservadores por una visiónagónica  – al modo agustiniano –   sobre elconflicto entre el bien y el mal. Visto desde

los tópicos al uso, hay quien se rasga las vestiduras ante el regreso de la filosofíapolítica genuina (esto es, la clásica) en luchacontra la falacia modernista infiltrada por elcientificismo y sustentada por la ideología.Una propuesta difícil de asimilar para suscolegas atrapados entre la politicalscience  conductista y la teoría políticaconstructivista. No es extraño que – fuera desu círculo –  suscitara tantas antipatías.

Strauss, en efecto, no deja indiferente anadie. Ni siquiera suele merecer el beneficiode la duda1.  Hay que estar a favor o encontra. Pero, antes de tomar una decisión

tan compleja, conviene leer su obra conesmero. Mal asunto. Es más fácil contaranécdotas sobre Allan Bloom y el resto desus discípulos, y remitirse acasoal Ravelstein  de Saul Bellow, que no esprecisamente la mejor novela de tan ilustreescritor. Por ejemplo: «Ravelstein conocía el

 valor de una camarilla. Él tenía la suya. Laconstituían estudiantes que él había formadoen filosofía política, y amigos de muchosaños. La mayoría se habían formado, al igualque el propio Ravelstein, con el profesorDavarr, y se servían de su vocabularioesotérico [...]. Los había influyentes, todosestaban bien informados. Constituían ungrupo cerrado, una comunidad». El maestrolos había conducido a través de los secretosde Platón, de Maimónides, de Maquiavelo,

de Shakespeare y «así hasta Nietzsche y másallá». Con un requisito previo: para seradmitido en el círculo era imprescindible leera los clásicos en griego. Blanco y en botella.Es difícil resistir la tentación de comparar aestos aprendices de brujo con los Cheney,

 Wolfowitz, Perle, incluso, Rice yotros practitioners ; en definitiva, con los «neo-cons»  – ahora penitentes –   y sus estrategiaspara el nuevo orden mundial, dejando parael final algún despectivo ajuste de cuentas

hacia el Bible Belt  y sus fundamentalistasimplacables. Mal camino. Con Strauss pasalo mismo que con Heidegger o con Sartre:

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quien los acusa de nazis o de estalinistasintenta justificar ante el mundo (a veces,también ante sí mismo) una ignoranciaenciclopédica. Esta vía ofrece el pretextopara despachar en pocas líneas a unpensador complejo y sutil, cuya lectura

reclama talento y sosiego, que ofrece más delo que da y termina por irritar al másentusiasta de sus admiradores. Sin embargo,nuestro autor distingue con frecuencia entreel filósofo y el sectario, y Heinrich Meier  – como veremos –  defiende siempre al maestrocon un argumento inteligente: de la escuelafundada por Strauss surgieron filósofos, y nosólo straussianos. Aunque ya hemos dichoque este singularart of writing  no está alalcance de todos: él se dirige «al que tieneojos para ver» y está dispuesto a hacerlo«con el ojo desarmado».Strauss es un pensador esotérico por

 voluntad propia. A veces no hay quien loentienda, ni siquiera con una traducción muyaceptable como la que firma Leonel Livchitsdel libro que nos ocupa. Una fórmulainfalible para poner en peligro una vocaciónes aconsejar a un buen alumno lamagna Historia de la Filosofía Política ,

codirigida con su discípulo Joseph Cropsey(en español, México, Fondo de CulturaEconómica, 1993). Incluso para uninvestigador avezado, comparar la Meditaciónsobre Maquiavelo (Madrid, Instituto deEstudios Políticos, 1964) con el usomaquiaveliano moderno, desde Skinner yPocock hasta el reciente Del Águila-Chaparro, exige plantear con honestidad unaduda irresoluble: ¿están hablando del mismopersonaje? Al fin y al cabo, Strauss aceptaretóricamente la opinión (antes) comúnsegún la cual Maquiavelo era un «diablo».Pero no hay que olvidar, añade con ironía,que «el diablo es un ángel caído». Es muyprobable que algunos ensayistas de modaprefieran eludir la inteligente reflexiónsobre ¿Qué es la Filosofía Política? (Madrid,Guadarrama, 1970). La referenciapermanente a los clásicos hace más atractiva,pero no menos inaccesible, la lectura

de Sobre la tiranía   (Madrid, Encuentro, 2005)y de Liberalismo antiguo y moderno (la editorialKatz anuncia una próxima edición española).

 Allí figura un ensayo, «¿Qué es la educación

liberal?», que se encuentra entre lo mejor deStrauss al margen de sus comentariostextuales. La respuesta invita a una lecturaintensa: «El producto más acabado de unaeducación liberal es un ser humanocultivado»5.  También están en el mercado

títulos como Persecución y el arte deescribir  (Valencia, Pre-Textos, 1996), Derechonatural e historia (Barcelona, Círculo deLectores, 2000) y ¿Progreso oretorno? (Barcelona, Paidós, 2004). Elmaterial es abundante. Hay una buenabibliografía en el libro de Meier, que eleditor anuncia sin reparos como «la máscompleta» publicada hasta la fecha. Debe deser así, a juzgar por las ciento cuarenta y seisreferencias que incluye. El propio Meier, con

 Wiebke Meier, es responsable de la ediciónde las obras completas de Strauss( Gesammelte Schriften , publicada en Stuttgart y

 Weimar, por J. B. Metzler, a partir de 1966). Ya lo sabemos casi todo sobre el jovendiscípulo de Cassirer, profesor judío huidodel nazismo y maestro durante muchos añosen Chicago, nacido en 1899 en algún lugarde Hessen y fallecido en Chicago en 1973.

Hechas las presentaciones, hay que dejarclaro que Strauss no es un pensador comolos demás. ¿Dónde está la diferencia?Primero y principal: no hay contexto. El lectores situado sin preámbulos in medias res : nohay concesión alguna hacia las peripecias dePlatón en Siracusa, las amistadespromacedónicas de Aristóteles o el ocioforzoso de Tucídides. No hay literaturasecundaria . Es preciso entender a los filósofosde la Antigüedad sin atender a su

originalidad, sino a su contribución secreta aldespliegue de una verdad universal,necesariamente anónima. Hay que amar el«todo» filosófico y no sólo el «todo»historicista ( the whole historical process)  de losprogresos y los contextos. Por eso, Strauss

 vistió su propia filosofía casi exclusivamentecon el manto del comentario (Meier). En lasnotas a pie de página los inquilinoshabituales son Tomás de Aquino, Spinoza oHegel, y nadie de ahí para abajo. Acaso

algún historiador al que elogia, como Fustelde Coulanges, o bien que le desagradaprofundamente, como Gomme. A veces

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discrepa, por citar ejemplos notorios, deSabine o de Wolin, pero nunca menciona asus colegas universitarios estadounidensesni, por supuesto, a los conductistas, aquienes desprecia sin excepción. ¿Venganzasutil? Al cabo, Strauss nunca dejó de ser para

ellos un «europeo», incluso un pensador«perverso». Wolin le distingue con unamanía irreprimible porque lo considera unreaccionario fundador de sectas. Sinembargo, Strauss nunca se declaróantidemócrata, tal vez como gesto degratitud al país de Jefferson y Lincoln que leabrió las puertas tan generosamente.

Hay más rarezas. En los autores queexamina le importa tanto qué dicen como qué

callan. En rigor se apropia de los clásicos,adivina sus intenciones, hace suyos losaciertos y los errores, justifica sin reparos lasacciones y las omisiones. Es mucho más queun narrador omnisciente: es el alter ego dePlatón o de Aristóteles. Incluso corrige a losatenienses en Melos, cuando dicen cosas «sindarse cuenta». Los argumentos tienden a sersibilinos: aclaran esto o ignoran aquello enfunción de razones y pasiones ocultas pormuchos siglos de comentarios superficiales.Él desvela el misterio, pronuncia el oráculo,dice cuándo los demás hablan por hablar...Las interferencias son permanentes. A veceses poco convincente: por ejemplo, cuandopretende probar que el número de capítulosde El Príncipe y los Discorsi  ocultanmisteriosas cifras codificadas. Por supuesto,no se conforma con el «canon» vulgar en lashistorias de la teoría política: rescata aMaimónides y Alfarabí, y dedica capítulo

propio a Descartes y a Husserl, por citarsólo lo evidente. Otorga a Aristófanes unlugar de privilegio que nadie le habíaatribuido nunca: a su juicio, el comediógrafoateniense anticipa de forma luminosa losargumentos que justifican el tránsito dela fisis  al nomos , con objeto de «politizar lafilosofía», más que de «filosofar sobre lapolítica».

 Vamos a lo importante.

Strauss impugna (o mejor: no reconoce) eltriunfo de la razón ilustrada sobre la fe revelada através del constructivismo cartesiano y de la

ciencia aplicada. Ni siquiera admite que Atenas y Jerusalén puedan llegar a un puntode encuentro. De hecho, atribuye la máximarelevancia a la filosofía política no como uncapítulo de la filosofía general, sino comorefugio del pensador genuino para buscar un

aliado en su lucha implacable contra la visión teológica. Así, según él, la filosofíapolítica es un producto de la muerte injustadel Sócrates real, sublimado por el personajeplatónico, víctima de los dioses de la ciudadencarnados en el demos . El filósofo busca yencuentra un aliado peligroso que se llamapoder. El Príncipe le promete libertad, peronunca le deja emanciparse y le exigedesplegar su visión al servicio de quien pagala factura. Víctima de esa traición, la razónqueda a merced del viejo principio teológicoque ajusta las cuentas con su eternoenemigo, al que no perdona su carácterconstitutivamente antropocéntrico. Así pues,el «nervio» de la historia occidental es elconflicto irresoluble entre las perspectivasbíblica y filosófica de la vida. Volveremosluego sobre el asunto.

La ciudad y el hombre  consta deintroducción y de tres capítulos de extensióndispar y ordenados  – muy a su manera –   alrevés de lo que manda la cronología:primero Aristóteles, luego Platón y el último

 Tucídides. Original, pero no tanto:recuérdese que  El sentido de la historia , de suamigo Karl Löwith, empieza por Burckhardty acaba por la Biblia. La puesta en escena estriunfal. La crisis de Occidente reclama elregreso a la Antigüedad clásica. Es precisoliberar a la filosofía política del dominio de

las ciencias sociales y devolverla a su luchacon la teología. El núcleo de la crisis derivadel predominio inaceptable de la puraideología. Ha pasado medio siglo: la ediciónoriginal de The City and Man   se publicó enThe University Press   of Virginia(Charlottesville, 1964). El lector abrumadosigue punto por punto las referencias aSpengler y al búho de Minerva y asume sinproblemas el vínculo entre la degradación deOccidente y la pérdida de objetivos morales.

Pronto salta la sorpresa. «Democratizar» elmundo para garantizar la seguridad de losnuestros forma parte del infausto proyecto

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moderno, hijo de la idea de progreso.¿Habrán leído esto los «neocons» másinfluyentes? ¿Qué pensaría el maestro sobreel Gran Oriente Medio y la teoría dela Nation-Building?  No importa demasiado: lapolítica no es geometría y admite unos

cuantos desórdenes e incoherencias. Al fin yal cabo, Strauss estuvo siempre alejado de la

 vida cotidiana y su admirable construcciónintelectual carece de efectos en la vida real.Sigamos, pues, con la crítica de lamodernidad. La sociedad próspera yuniversal es sólo una ideología y no una

 verdad científica, ni siquiera una teoría quemerezca ser defendida. Habrá que mirar alpasado, porque el maestro de Chicagopromete emociones fuertes: a partir de

 Aristóteles tenemos a nuestra disposiciónotra forma de ver las cosas. Veamos cuál.

Sin embargo, el capítulo dedicado alautor de La Política   es muy decepcionante.Es un escrito confuso, en el que convivenintuiciones brillantes con disquisicionesreiterativas. Entre las primeras, la visión dela desigualdad humana como fundamento dela polis , de manera que la ciudad es «la únicaasociación capaz de consagrarse a una vidade excelencia», en abierta oposición conRousseau, para quien la fundación de laciudad permite reemplazar la desigualdadnatural por la igualdad convencional. Lo -ideal sería una ciudad sin demos  (léase, sinpobres o plebeyos) porque sólo los mejoresson capaces de asumir el modo de vidafilosófico. Descorre así «un velo» (¿acaso elde la ignorancia?) y se sitúa más alládel nomos. Aristóteles sería, por tanto, el

fundador de la Política precisamente por serel descubridor de la virtud moral, sobre labase de que sólo unos pocos – y no siempre –  pueden alcanzar la máxima libertad bajo elimperio de la ley. En cambio, el ginebrinosólo ofrece al disidente de la voluntadgeneral ese trágico destino que consiste en«la obligación de ser libre». Entre lo menosconvincente, la eterna disputa sobre lossofistas y Sócrates y la distinción entrenaturaleza y convención, que concluye

donde a él le gusta: sólo se toma en serio lapolítica el que reconoce que hay cosas queson justas por naturaleza. Ni rastro, por

cierto, del Aristóteles «republicano», ahorade moda.

El capítulo sobre Platón (una versiónampliada del correspondiente en su Historiade la Filosofía Política  ) nos devuelve al mejorStrauss. Páginas y páginas girando sobre símismo, en torno al número de los diálogosplatónicos, quién habla y quién calla, quépersonajes son simpáticos o antipáticos paraSócrates, por qué el maestro decide incluireste o aquel asunto en la conversación. Elobjetivo, como siempre, es hacer suyas lasrazones últimas del pensador, rellenar losespacios vacíos, fill the gaps . De vez encuando, un chispazo de genio. Así: Sócratesfue el portavoz de Platón, pero «hablar a

través de un hombre que fue conocido porsu ironía equivale a no afirmar nada». O esteotro: «Lo primero que Platón hace a suslectores es convertirlos en personasausteras». Disfruta interrumpiendo eldiálogo entre Sócrates y sus interlocutores,introduce nuevas cuestiones, imaginarespuestas probables. Se recrea en ladescripción de la fundación gloriosa y sus

 variantes: la ciudad sana, la ciudad feliz y laciudad de la belleza, gobernada por losfilósofos. De vez en cuando, se cruzanHobbes, con su artefacto mecánico llamadoLeviatán, y Kant, con su moralidaddivorciada del arte y la naturaleza. Strauss esimbatible cuando sube y baja por las laderasde la república platónica. Cuando culpa a

 Trasímaco como encarnación de laInjusticia, por cuya boca habla la ciudadiracunda. Cuando convierte a Glaucón, elorador más colérico, en asistente de Sócrates

a la hora de fundar la ciudad de la Justicia,en cuyo origen se sitúan las diferenciasnaturales entre los hombres y cuya validezdepende de que los mejores se alejen de la

 vida privada, fuente de corrupción eindisciplina. Esto es, el clásico argumentoantiliberal, según el tópico de Platón, sinreferencia alguna  – faltaría más –   a la opensociety  de Karl Popper.

Strauss desmonta con precisión el

argumento clásico sobre la Repúblicaplatónica como equivalente de la idea dejusticia. La condición humana es ajena a laperfección eterna e inmutable, de ahí que la

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ciudad justa sea acaso como el retrato queposee una belleza perfecta sólo en virtud delarte del pintar. Es hoy «poco probable»,concede con ironía, que se lleve a la prácticapor una concurrencia afortunada entre reyesy sabios. Hablando en serio, la ciudad justa

es imposible porque exige la ausencia delmal, y ello es contrario a la naturaleza. Perosobre todo (esto es lo mejor) porque «noposee ningún atractivo para nadie, exceptopara los amantes de la justicia». Elplatonismo sería así una invitación a cultivarla vida filosófica frente a la irracionalidad dela política y de la gente vulgar. Dice lomismo, casi con las mismas palabras,Sheldon Wolin en Politics and Vision . Porsupuesto, no se le cita.

 Tucídides somete a dura prueba elmétodo straussiano. El intérprete no estácómodo, el vuelo pierde su altura majestuosay se echa en falta la grandeza de Platón y de

 Aristóteles. Por eso duda; apunta intuicionespara luego desmentirlas; ensaya caminos querenuncia muy pronto a transitar. ¿Tucídideshistoriador? Eso decimos todos, y éltambién. Pero luego descarta que sea unhistoriador «científico» (sea ello lo quefuere), porque ignora los factoreseconómicos y culturales, pretende realizaruna obra definitiva e inserta discursosredactados por él mismo. No le parecesuficiente, aunque alaba el análisis objetivode terremotos, pestes, eclipses y sequías, asícomo el papel poco lucido que desempeñanlos dioses. ¿Acaso un historiador «poeta»?Lo deja caer, pero luego lo rechaza. Muchaspáginas después, cuando el asunto parece

relegado, vuelve al tópico más extendido: heaquí la génesis de la historia política, in statunascendi  . Eso debe ser. Veamos otroejemplo. Siempre se ha dicho que Tucídidesera filoespartano, como casi todos losoligarcas atenienses. Strauss insiste conrazón en su preferencia por los modoslaconizantes. Así pues, la maravillosa«Oración fúnebre» expresa los sentimientosde Pericles y no los suyos. De acuerdo.Incluso el gran discurso es seguido por la

descripción aséptica de la peste y losdesastres de la guerra. Pero luego resulta quesus pensamientos son más propios de la

«innovadora» Atenas y hasta adivina que elprincipio convencional de los capítulos (yasaben: Tucídides, hijo de Oloro, ateniense denación...) encierra un mensaje para lasgeneraciones futuras. Otros hermososdiscursos perfilan la fortaleza dialéctica de

sus paisanos frente a la torpeza de loslacedemonios en el uso de la palabra, con larara excepción de Brasidas. Se trata de lasólida pieza oratoria de Atenágoras, eldemagogo de Siracusa, y la que pronuncianlos ciudadanos anónimos que estaban enEsparta «para otra cosa», antes de empezar laguerra.

Hay mucho más. Un análisis riguroso dela diferencia entre imperio y hegemonía y de

la «democracia imperial». Unas páginasdeslumbrantes sobre las ciudades «enreposo» y «en movimiento» y sobre lacomparación entre la guerra del Peloponesoy sus ancestros, reales o imaginarios (la

 Atlántida, Troya, las guerras médicas...). Laimportancia otorgada al acontecimientoinduce a Strauss a discernir el hiloconductor: Tucídides ha descubierto louniversal en lo particular, porque elhistoriador  – con referencia expresa aHobbes –   «presenta los universales ensilencio». Indaga a partir de ahí losconceptos de naturaleza humana, deconcordia y discordia, el mar y la tierra, laélite y la masa, la barbarie y el «grecismo»(así lo llama el traductor; helenismo sería unaopción equívoca). En cambio, es menosafortunada la distinción forzadaentrediké  y ánanke , justicia y necesidad ocompulsión, mal resuelta en una discusión

premiosa sobre las causas verdaderas ydeclaradas del comienzo de la guerra.

El diálogo de Melos ofrece un campoespecialmente atractivo para un pensadorbrillante. Se abre, en el libro de Strauss, conuna reflexión aguda: «El asunto no esdeterminar lo justo sino lo factible», porquelas preguntas sobre la justicia sólo surgencuando el poder es «más o menos» igual paraambas partes. Termina con una conclusión

impecable: «Los melianos son derrotados enel discurso antes de ser derrotados en loshechos». En realidad, sólo apelan a la justiciados géneros de oradores: los que están

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indefensos y los que son injustos. El desastrede Sicilia, por cierto, obedece a las mismasrazones que llevaron a la ruina a Melos.Después de explayarse, Strauss vuelve a susasuntos. Se inclina por un Tucídides que dapreferencia a su ciudad natal y lo excluye,

por tanto, de la larga lista de pensadoressubyugados por Esparta, descritos porElisabeth Rawson en un libro estupendo,apenas conocido entre nosotros. Se decantapor considerarlo como un historiador«filosófico», en nada inferior a suscompañeros de los capítulos anteriores. Enpuridad, según el penúltimo requiebrostraussiano, Tucídides nos enseña la ciudadtal y como ésta se ve a sí misma, con lareligión como elemento crucial, a pesar de sureferida apariencia como científico aséptico.He aquí la especialidad de nuestro autor:desvelar el alma genuina de un pensadorelíptico frente a la limitada capacidad decomprensión de tantos colegas superficiales.Eterno privilegio del sabio que ve la luz allídonde la gente vulgar está perdida entre lassombras de la caverna.

 Vamos con el libro de Heinrich Meier,editor  – como se dijo –   de las obras

completas straussianas. Se trata de unespecialista que sabe muy bien cuál es suobjetivo: organizar toda la doctrina deStrauss alrededor del eje teológico-político,porque «la refundación de la FilosofíaPolítica y la discusión con la fe en laRevelación son dos caras de la mismaempresa», a cuyo servicio pone la tradiciónhistórica del pensamiento político en todassus dimensiones. Ahogado en el dilema [ the

 grip ] de la teología política: así se definióalguna vez el filósofo de Chicago, y en tornoa este asunto capital gira la monografía delprofesor alemán, un estupendo ejemplo deliteratura secundaria que aclara, matiza ydota de sentido a las explicaciones delmaestro. Siempre con el riesgo de caer enuna suerte de empatía personal con el autorobjeto de tantos desvelos. No es nadanuevo: nos ha pasado a casi todos. A partirde ahí, el discurso consiste en salvar las

contradicciones y en integrar cada línea(incluidas algunas notas a pie de página enescritos menores) en un supuesto proyectocoherente y sistemático, acaso imaginario,

porque ninguno de los grandes lo concibiócon tanto ardor y dedicación. Teología yfilosofía actúan como dos polos de atracciónque configuran la verdadera querella entreantiguos y modernos: dirección divina odirección humana, un problema que la razón

moderna ha procurado eludir a través de unaalianza entre ciencia, filosofía y poder, almodo de Hobbes o de Spinoza. Se parte, entodo caso, de un acto de voluntad personal,y no de la necesidad o la evidencia, si bien elpunto de vista filosófico peca por falta desinceridad al negarse a reconocer su origen

 voluntarista. Cuestión de vanidad.

 Ya conocemos el objetivo último: ganarpaz y comprar seguridad, caldo de cultivo

del burgués utilitarista dispuesto a sacrificarla trascendencia a cambio de un marcopropicio para hacer negocios. Strauss se alzafrente a ese proyecto. Impugna la razónilustrada y su deriva liberal-estatista. Por eso,aunque Meier no lo sepa apreciar, gustatanto a los posmodernos como a lospremodernos. Se le perdona, incluso se leagradece, que renunciara a una refundación«política» de ese proyecto moderno,perspectiva apetecible para un judío alemánrefugiado en Estados Unidos, la City ofHeaven ilustrada. Tiene su mérito, por elcontrario, mantener como adversaria a lamentalidad «liberal» y su plasmación eninstituciones que sitúan la filosofía alservicio de la voluntad de poder. Lo extrañoes que Strauss siempre identifica liberalismocon racionalismo estatista, más fácil dederrotar desde su planteamiento que latradición evolucionista y austera de la

libertad según el nominalismo y el CommonLaw . ¿Por qué asegura Strauss que lafilosofía no puede permitirse el lujo de sermodesta? Otra vez la vanidad eterna de losintelectuales, supongo.

 Volvamos a Meier. Refundar la vidafilosófica como alternativa a la religiónconduce a cierta indiferencia acerca delcontenido de la llamada divina, algo que  – como Strauss reprocha a Spinoza –   «no le

concierne como filósofo». A la hora dedeterminar la vida religiosa, da lo mismocristianismo que judaísmo, incluso queislamismo. Algo falla aquí en el sólido

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razonamiento straussiano. Tal vez surenuncia al contexto le exige mantener eldiscurso en el plano intemporal de las ideasplatónicas, olvidando que la política no esgeometría y que en la vida real la lógica delas consecuencias es mucho más eficaz que

la lógica de las intenciones, buenas o malas.Hay, no obstante, momentos apasionantes,como el esbozo de diálogo entre el teólogo yel filósofo sobre la genealogía de la fe en laRevelación o el análisis de la obedienciaabsoluta como necesidad lógica del Diosomnipotente. No hay lugar, por tanto, parauna pretensión racional, que surge pordefinición de la duda y del escepticismo.

Es digno del mayor elogio el esfuerzo de

la editorial Katz por poner al día en españollas obras de Leo Strauss. Además, lasediciones son excelentes, las traduccionescorrectas y casi no hay erratas. Merece lapena dedicar un tiempo a Strauss. Suenfoque inteligente y sutil lanza un torpedocontra la línea de flotación intelectual del

mundo moderno. Pero no da en el blanco:hace más daño a la razón ilustrada la ridículayuxtaposición de ocurrencias posmodernasque los requiebros esotéricos del sabio. Acambio, libera a la teoría política de lasinsípidas ciencias sociales que introducen

una división tajante entre hechos y valores ypretenden que nada puede afirmarse en elterreno de las preferencias subjetivas. Susadmiradores exageran la percepción deStrauss como el gran mensajero, después deNietzsche, que anuncia la crisis final de lamodernidad. En lucha contra los teólogos, lafilosofía paga un precio muy alto, tal vezimprescindible: la alianza con el poder legarantiza los presupuestos políticos quepermiten el modo de vida filosófico.Destruye de este modo la libertad quepretendía preservar. Habría que indagar si talcosa existió alguna vez. ¿No será acaso esalibertad una ilusión sinóptica, predicable tansolo de quien rompe las cadenas en lacaverna platónica?

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Leo Strauss: los abismos del pensamientoconservador

La revista “Time” en su edición del 17 de junio de 1996, nombraBAa Leo Strauss (1899 –1973), como una de las figuras “más influyentes ypoderosas en Washington”. Leo Strauss, un desconocido… Ennoviembre de 2002, cuando estaba clara la voluntad agresiva de laadministración Bush contra Irak, Christopher Hitchens, defensor de laintervención, publicaba “Machiavelli in Mesopotamia”.

ERNESTO MILÁ

Un artículo en el que escribía:

“El arte del encanto de la explicación alcambio del régimen en Bagdad es que dependede premisas y objetivos que no se puedenpermitirse explicar públicamente, al menos porparte de la administración. Dado que Paul

 Wolfowitz es de la escuela intelectual de LeoStrauss  – y como tal aparece en su disfraz deficción de la novela “Ravelstein” de SaulBellow- se podría incluso suponer que disfrutade este aspecto arcano y oculto del debate”. Elartículo nos puso en la pista de un extrañofilósofo cuyas ideas son compartidas por la élitede la administración Bush. De hecho, un chistepublicado en un conocido semanario políticoalud ía a los “Leo-cons”, en lugar de los “neo-conservadores”, pues, en efecto, el núcleoideológico del conservadurismo norteamericanoactual está inspirado por Leo Strauss.

Existen escuelas de pensamiento

enfermizas y otras inquietantes. Las enfermizasson meramente especulativas, verdaderasmasturbaciones mentales, que muestran ideasexcéntricas en relación al pensamiento racionaly razonable. En cuanto a las inquietantes sonaquellas escuelas enfermizas cuyos partidarios ymentores han decidido llevarlas a la práctica acualquier precio. Leo Strauss se sitúa como elartífice de una escuela de pensamientoinquietante, no sólo por qué su pensamiento es

enfermizo, sino por qué buena parte de susdiscípulos iniciados constituyen lo esencial de laadministración de George W. Bush.

El filósofo desconocido 

Nacido el 20 de septiembre de 1899 enKirchain, en la región de Hessen (Alemania) yfallecido el 18 de octubre de 1973, era hijo deHugo Strauss y Jannie David. Leo Strauss erahijo de un piadoso comerciante judío, habitualde la sinagoga de su ciudad y a los 17 años yaera sionista.. Estudio bachillerato en Marburg ydurante la Primera Guerra Mundial fuereclutado por el ejército en donde sirvió comointérprete. Acabado el conflicto, en 1921, sedoctoró en filosofía en la Universidad deHamburgo.

Dirigió sus primeros pasos por elexistencialismo y orientó sus estudios hacia lafilosofía de Husselr y de Heidegger. Su primerlibro, sobre el filósofo judío Spinoza fuepublicado en 1930. En un momento en el queel antisemitismo aumentaba en Alemania,Strauss se había especializado en la filosofía

judía medieval y había sido contratado en Berlínpor la Academia de Investigación Judía.Provisto de una beca, abandonó Alemania1932; primero se estableció en París (donde secasó) y luego en Cambridge en 1938. Susegundo libro, publicado cuando elnacionalsocialismo ya se encontraba en elpoder, en 1935, trataba sobre Maimónides. EnLondres, publicó un estudio sobre la filosofíapolítica de Hobbes. Acto seguido, pasó a

EEUU de donde no volvería a salir en toda su vida.

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 A partir de 1937 fue profesor en laUniversidad de Columbia y luego, de 1938 a1948 enseñó Ciencias Políticas y Filosofía en la

 New School for Social Research de Nueva York, endonde permanecería hasta su jubilación en1968. Sus libros, a partir de esos momentos,

empiezan a ser extraños e incluyen enigmáticasespeculaciones de aparente inocuidad. Estatendencia se hará aún más palpable a partir de1949 cuando fue contratado como profesor defilosofía política de la Universidad de Chicago.De este pargo período destacan sus obras sobreMaquiavelo (1958), Sócrates y Aristófanes(1966), Derecho Natural e Historia (1953), LaCiudad y el Hombre (1964) y Liberalismo

 Antiguo y Moderno (1968), ninguno de loscuales ha sido traducido al castellano.

Pasó sus últimos años de enseñanza, entre1968 y 1973, como profesor honorario en lasuniversidades de California y Maryland, períodoen el cual profundizó sus estudios sobre laGrecia clásica. Falleció en 1973 en Annapolis.

En febrero-marzo de 2000, la UniversidadComplutense de Madrid organizó un seminariotitulado “La filosofía Política de Leo Strauss,1899-1973”, dirigido por Javier Roiz. Roiz

define la obra de Strauss como “una defensa dela teoría frente a la avalancha de la politologíapositivista de la postguerra”. Y luego, en lapresentación del seminario, añade: “Tambiénquedan tras él muchos seguidores que leconocieron de cerca y asimilaron susenseñanzas, alumnos que hoy son ellos mismosfiguras de la academia, la política o las artes.

Son los conocidos como straussians ostrausianos, escuela que sigue siendo una voz

influyente en la ciencia políticanorteamericana”. Pues bien, efectivamente,estos strausianos con conocidos por otroscomo “la cábala” y, en cualquier caso,constituyen la médula del pensamientoneoconservador norteamericano, el motorideológico de la administración Bush. Eleditorialista de “The New York Times”escribió: “Si 25 personas cuyo nombre conozcohubieran sido exiliadas a una isla desierta, nohubiera habido guerra de Iraq”. Pues bien, estos

25 “iniciados”, son sin excepción strausianos. 

Cuando la verdad es peligrosa 

Leo Strauss es considerado como padrino einspirador del “Contrato con América”elaborado en 1994 como manifiesto del PartidoRepublicano. Otros han considerado que eldiscreto movimiento strausiano es el “mayormovimiento académico de los EEUU en elsiglo XX”. Pero es difícil llegar hasta el fondode este movimiento y muy complicado accedera la médula de su pensamiento, en primer lugarporque ninguno de sus libros ha sido publicadoen España (y apenas sólo un comentario en laRevista de Estudios Políticos) y, en segundolugar, por la discreción que muestran sus“iniciados”. A decir verdad, si no se perteneceal círculo de “iniciados”  no se puede estar

seguro de si se ha llegado al núcleo central delpensamiento de Strauss. Enseguida entenderánel por qué.

La verdad que mata y destruye 

 Al-Farabi fue un hombre excepcional.Había nacido en el 870 cerca de Farab en elactual Uzbekistán, residió en Bagdad, Alepo yDamasco y es considerado por los historiadoresárabes como “el segundo maestro”, siendo

 Aristóteles el primero. De hecho, Leo Strauss,

llegó a Al Farab examinando sus comentariossobre Aristóteles. En Bagdad asistió a laslecciones del médico cristiano Yuhanna ibnHaylan, siendo condiscípulo del tambiéncristiano Abu Bisr Matta, traductor de

 Aristóteles. Vivió también en Alepo yDamasco. Escribió un catálogo de las ciencias,lógica, matemáticas, psicología, música ypoética. Sus comentarios a las obras de Platón ya las de Aristóteles, son famosos. Muchas de

sus obras se han perdido, apenas nos hanllegado treinta en árabe, seis en hebreo y tres enlatín. Al-Farabi considera a Platón y Aristótelescomo los fundadores del pensamientofilosófico. Al igual que otros neoplatónicos,busca realizar una simbiosis entre ambospensadores, afirma que sólo pueden serexaminados como complementarios. Se teníagran poder como músico sobre las audiencias,como la primera vez que llegó a la corte deDamasco, cuando consiguió con un

instrumento hacer reír, provocar tristeza ydormir al público, sucesivamente. Divide losefectos de la música sobre el hombre en tres: el

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agradable, el imaginativo y el apasionado. Lamúsica sirve para olvidar las penas, para hacersentimientos más intensos o para suavizarlos ypara exaltar la imaginación del oyente cuandoacompaña a la poesía.

¿Por qué hablamos de Al-Farabi? Porquede él extrae Strauss la perversa, pero racionalidea, de que puede decirse la verdad con laspalabras… para engañar. Strauss contaba unahistoria de Al Farabi en la que éste, para escaparde una ciudad en la que lo buscaban se disfrazóde borracho y se proveyó de un timbal quesonó histéricamente al acercarse al centinela dela puerta. Este sabía que el Sultán buscaba a Al-Farabi, famoso por su austeridad, humildad,ascetismo y mortificación; cuando le preguntó

al mendigo quién era, éste le contestó “Soy Al-Farabi”. El centinela no lo creyó y de le dejópasar. A veces vale la pena decir la verdad…para engañar. Pues bien, el sistema de LeoStrauss propone algo parecido.

Para Strauss la verdad es peligrosa ydestructiva para la sociedad. Desde el principiode los tiempos, los hombres han elaboradomentiras para poder vivir con más tranquilidad.La religión, por ejemplo. La esperanza en el

más allá, en el castigo a los malos y en el premioa los buenos, la reencarnación, la resurrección,la vida eterna, la imagen misma de Dios… todoello no son más que esperanzas para poder

 vivir. Son “mentiras necesarias”, sin las cuales,lo más probable es que la mayoría de sereshumanos se desesperarían e incluso sesuicidarían al saber que este valle de lágrimas notiene un final feliz. Strauss, aprendió deNietsche que sólo unos pocos están encondiciones de conocer la verdad sin

derrumbarse. Los filósofos no pueden decir loque piensan verdaderamente.

En su análisis sobre Aristóteles y Platón,Strauss había descubierto algunos elementosincomprensibles, de una banalidad exasperanteque era indigno del pensamiento de aquellossabios. Examinando otros textos sapienciales dela antigüedad, llegó a la conclusión de que losantiguos utilizaban frecuentemente distintosniveles de lenguaje (Al-Farabi le indujo también

esta idea) el más profundo de los cuales estádedicado a aquellos escasos y especiales serescapaz de comprenderlo. Si no hubieran

utilizado el secreto, los filósofos de laantigüedad, habrían sido frecuentementeperseguidos y linchados por los ciudadanos.Nadie puede soportar la verdad si esta ataca lomás íntimo de sus esperanzas, sin reaccionarairadamente.

La “logia” o la “cábala” straussiana 

El propio Leo Strauss, al desarrollar ideasque, básicamente son elitistas y contrarias a lopolíticamente correcto, opuestas a la esencia delos valores típicamente americanos, se cuidómucho de expresar con claridad sus ideas quesolamente podían ser expuestas a círculoscerrados y transmitidas de maestro a discípulo.Este es el motivo por los que, en la actualidad,los seguidores de Strauss hayan recibidodistintos nombres por parte de observadorespoco avezados que han visto en el apoyomutuo de que hacen gala sus partidarios y elpuesto que ocupan en la cúspide de laadministración americana, el signo distintivo deuna secta de poder: para unos se trata de una“logia”, otros han bautizado al círculo con elnombre de “la cábala”. 

El procedimiento de transmisión de la“iniciación” seguido por Strauss consistía en

trabajar y mentalizar a los que realizaban con éllos doctorados de fin de carrera. De ahí surgióun centenar de nombres, muchos de los cualespasaron a ser profesores universitarios que, a su

 vez, realizaron otras “iniciaciones”, y asísucesivamente. De la misma forma que Al-Farabi utilizaba el tres como número mágico,Strauss divide a sus estudiantes en trescategorías: los “filósofos”, los “caballeros” (o“gentiles”) y el resto. Los primeros asumían la

“verdad esotérica” inherente a su filosofía, lossegundos asumían sólo los postuladosexotéricos y, en cuando a los últimos,decididamente, no habían logrado comprenderla profundidad de su pensamiento. Solo las dosprimeras categorías eran consideradas como“iniciados” y solo la primera, los “filósofos”,conocían el secreto de los secretos: la verdaddesnuda y sin maquillaje.

En la actualidad, han sido iniciados cuatrogeneraciones de “filósofos”, lo que facilita unoscuantos cientos de partidarios que “están en elsecreto” y se apoyan mutuamente. A un núcleoasí le es fácil hacerse con un espacio académico,

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mediante las recomendaciones. Este apoyomutuo se realiza aun cuando, aparentemente,existan discrepancias en las opiniones delrecomendado y del recomendador.

Pero esta técnica de crecimiento tienetambién una vertiente política: a través de los“bancos de cerebros” en los que estánpresentes straussianos que forman parte de laadministración, se logra reclutar nuevos altosfuncionarios y situar a los peones propios enlos terrenos más influyentes: grupos como elProyecto Nuevo Siglo Americano o el Institutode Empresa Americano, forman parte de esteentramado

La mentira necesaria 

Sabemos cuáles eran las fuentes delpensamiento de Staruss en la antigüedad: Aristóteles, Platón, Maimónides, Al-Farabi…pero también es altamente tributario de trespensadores modernos: Federico Nietzsche,Martin Heidegger y Carl Schmidt a los que dauna interpretación particular.

De Heidegger, Strauss extrae el odio por lamodernidad, el rechazo al cosmopolitismouniversalista y a la sociedad corrupta que el

filósofo debe contribuir a reformar sino adestruir. De Schmidt, la necesidad de establecerclaramente distinciones entre amigo-enemigo yla “reteologización de lo político, la unión depolítica, religión y moral”. No es que le intereseni la religión ni la moral, pero considera quetienen una capacidad de movilización muysuperior a la política. Strauss cree que religión ymoral son un fraude elaboradoconscientemente por los sabios paratranquilizar a quienes no están dispuestos a

conocer la verdad. De Nietzsche extrae laconcepción del “hombre superior” que, para él,es el “filósofo”, considerando como tal a aquelque conoce la verdad.

Shadia Drury, autora de “The PoliticalIdeas of Leo Strauss” (1988) y “Leo Strauss andthe American Right” (1997), afirma que “LeoStrauss fue un profundo creyente en la eficaciay la utilidad de las mentiras en la política”.Naturalmente, Strauss matizaba este concepto

hablando de “mentira noble”, utilizando laterminología platónica. Para Strauss losfilósofos antiguos suponen la cúspide del

pensamiento universal, el particular Aristótelesy Platón, pero la interpretación que hace deambos es muy particular. En primer lugar,sostiene que en los Diálogos de Platón, no es

 Aristóteles quien habla, sino Trasímaco. Y Trasímaco es un personaje que atrae

profundamente a Strauss.Había nacido en Calcedonia de Bitinia

(Megara), en el Bósforo, el año 450 a. C;excelente retórico y orador, estaba interesadopor la enseñanza de la ética y la política. Seconserva un fragmento de una intervenciónsuya en la Asamblea Ateniense, en el que

 Trasímaco aconseja armonía entre los partidos,y evitar que sea el ansia de poder lo que legitimesus luchas partidistas. Su realismo le llevaba a

afirmar que la justicia era el interés del másfuerte y que las leyes son dictadas por los queejercen el poder para beneficiarse de ellas. Asípues, la justicia beneficia al gobiernoestablecido, esto es, al más fuerte y los Estadosjustifican sus abusos mediante las leyes. Elrealismo de Trasímaco le lleva a considerarcomo es la justicia, no como debería ser,porque para él el núcleo de la cuestión en la

 vida social es el dominio del fuerte sobre eldébil. Platón pone en sus labios en “LaRepública” estas frases: “La injusticia beneficiaa su autor y la justicia perjudica”. (Platón,República, I, 343c ss.). “La injusticia beneficia asu autor y la justicia perjudica”. (Platón,República, I, 343c ss.). Trasímaco era un sofista,pero también practicaba el realismo político queluego recuperará Strauss.

Strauss opinaba que puede pensarse entérminos de realismo político… pero es muchomás peligroso actuar en política provisto de

esos criterios. Si la población llegara acompartir las opiniones de Trasímaco, porejemplo, sobre la justicia, el orden social seríainviable. Los “filósofos” deben ocultar susposiciones para no herir los sentimientos y elego de las personas y para protegerse a ellosmismos y a la élite de gobierno de las posiblesrepresalias. Entonces es cuando aparece lasombra Nietzsche sobre el pensamiento deStrauss.

No existe, para el “filósofo”, otro derechonatural que el de los superiores sobre losinferiores, los amos sobre los esclavos y los

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“filósofos” sobre la plebe. Son lo que Straussllama “las enseñanzas tiránicas de los antiguos”.Manejando citas de Platón y textos clásicos,entre otros sobre la escuela pitagórica, concluyeque los “antiguos estaban decididos a mantenerestas enseñanzas tiránicas en secreto porque no

era probable que el pueblo tolerara el hecho deque estaban destinados a la subordinación”. Enefecto, podrían exteriorizar su resentimiento enforma de persecución y, para evitarlo, lamentira debía ser el chaleco antibalas de los“filósofos” y de la élite de los superiores, frenteal vulgo.

 A lo largo de su enseñanza, Strauss supoimbuir a sus discípulos dos nociones que sedesprendían de todo esto: ellos eran la élite de

la sociedad y, al mismo tiempo la minoríaperseguida. No dudó en afirmar que “eldisimulo y el engaño es la justicia peculiar de lossabios”. Para hacer digerible este conceptoalude a la idea de “noble mentira” sostenidopor Platón y que el ateniense utiliza confrecuencia: una historia cuyos detalles sonficticios, pero en cuyo núcleo existe una verdadprofunda. Platón era perfectamente conscientede que los seres originarios no tenían forma deesfera, sin embargo así lo sostuvo en su diálogoEl Banquete, a efectos de poder demostrar elorigen de la atracción sexual. Los seresandróginos y esféricos era, pues, una “noblementira”. 

Los tres tipos humanos según Strauss 

El tres es el número clave para Straus comolo fue también para Al-Farabi. Cada individuoen la sociedad puede ocupar, desde superspectiva, tres estratos: “sabios”, “señores” o

“gentiles” y “vulgo”. Shadia Drury,comentarista de Strauss, nos los define: “Lossabios son los amantes de la dura verdaddesnuda y sin alteraciones. Son capaces demirar al abismo sin temor y sin temblar. Noreconocen ni Dios ni imperativos morales. Sondevotos, por sobre todas las cosas, de labúsqueda por sí mismos de los “altos” placeres,que procura simplemente el asociarse con susjóvenes iniciados. El segundo grupo, losgentiles, son amantes del honor y la gloria. Son

los más cumplidores de las convenciones de susociedad – es decir, las ilusiones de la cueva. Son

 verdaderos creyentes en Dios, en el honor y en

los imperativos morales. Están listos y deseososde acometer actos de gran heroísmo yautosacrificio sin previo aviso. Los del tercertipo, la mayoría del vulgo, son amantes de lariqueza y el placer. Son egoístas, holgazanes eindolentes. Pueden inspirarse para elevarse por

encima de su embrutecida existencia sólo por eltemor a la muerte inminente o a la catástrofe”.  

Strauss, siguiendo a Platón, creía que elideal político supremo es el gobierno de lossabios, pero tal gobierno es imposible porqueen las democracias formales es el “vulgo” quiendecide. Así pues será necesario recurrir a lamentira y a la simulación para controlar ymanipular al vulgo. Utilizando una citailocalizable de Jenofonte, alude a que “el

gobierno encubierto de los sabios”, es facilitadopor “la abrumadora estupidez” de los gentiles,los cuales “mientras más crédulos, simples ypoco perceptivos sean, más fácil será para lossabios controlarlos y manipularlos”. 

Es fácil comprender el drama de Strauss,extremadamente alejado de la modernidad y desus valores. Para él, la justicia, el orden, laestabilidad, el respeto a la autoridad, carecen desentido porque son precisamente estos valores

en los que se reconoce el vulgo. En nuestraépoca, el vulgo ha tenido todo aquello a lo queaspiraba en otras épocas, pero, ni siquiera conesto han remediado su situación, todo locontrario, de hecho, hoy están más reducidasque nunca a su papel miserable de bestias decarga. Los cuarenta años que pasó Strauss enEEUU no sirvieron para que aceptara los

 valores de la mentalidad de aquel país. Enrealidad, estaba convencido de que el procesodegenerativo de los tiempos modernos estaba

más avanzado en EEUU que en cualquier otrolugar y que la vida, tal como previera CarlSchmidt se había trivializado.

La combinación entre democracia formal,economía liberal y trivialización de la vida,terminarían, según Schmidt y Strauss,destruyendo la política y convirtiendo la vida enun entretenimiento. En realidad, Schmidt yStrauss coinciden en percibir la política comoun conflicto entre grupos enemigos dispuestos

a competir y luchar hasta la muerte. El serhumano, para Strauss, lo es sólo en tanto estádispuesto a luchar, vencer, o morir. Y es

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entonces cuando llegamos a la noción deguerra, a su necesidad y a su ineluctabilidad. Laguerra sustrae de las comodidades y de lamodernidad y, finalmente, termina restaurandola condición humana.

La guerra, nuestra madre 

Desde la perspectiva straussiana, la paz esalgo negativo y la guerra lo positivo,especialmente si se trata de una guerra perpetuade destrucción limitada. Es difícil adentrarse eneste terreno por que pertenece al dominio de lo“esotérico” es decir, a aquello que solamente hasido confiado a los “iniciados”, así pues hay queutilizar los análisis globales de Strauss y lafunción desempeñada por sus discípulos en elseno de la administración Bush.

La tradición histórica norteamericana sebasa en la percepción de los EEUU como“Nación elegida por Dios”. Evidentemente,Strauss no puede asumir este planteamiento, entanto que ateo impenitente. Sin embargo, esrigurosamente cierto que uno de los jefes defilas actuales de los straussianos, Harry Jaffadijo que “EEUU es la Sión que alumbrará almundo”…, lo cual dada la irreprimibletendencia de los straussianos a la mentira, no

puede asegurarse si es una proclama sincera osimplemente otra “noble mentira”, o inclusosino encubre otra verdad más profunda.

 Ahora bien, si es cierto que Straussconsidera que en EEUU existe la mayoracumulación de élites que puede entender sus

 valores, la victoria de este país en la lucha por lahegemonía mundial, sería considerada por él,más como un fracaso que como un progreso,porque tendería a relajar a la opinión pública

norteamericana y, por tanto, a aumentar elhedonismo y cualquier otro rasgo distintivo dela “plebe”. La extensión del mercado y de lademocracia a todo el globo acarrearía una épocade paz tan absolutamente idílica que el hombrequedaría “emasculado”. El “último hombre”nietzscheano terminaría por extinguirse y latrivialización de la vida que auguraba Schmidtse generalizaría. Por eso es bueno imbuir en laplebe  – según Strauss- las ideas de patriotismo,honor y gloria y unir todo esto a lossentimientos religiosos que destilan losnorteamericanos desde los orígenes. Así pues,es mejor que los EEUU no construyan una

“pax americana” que, finalmente, terminaríaarrastrándolos, sino que es mucho másadecuado implicarlos en una “guerrapermanente”. 

“El cierre de la mente americana” 

 Allan David Bloom (1930-1992), hijo únicode una familia modesta, tras sus estudiosuniversitarios en Baltimore, se interesó por losproblemas educativos. Se doctoró en sociologíaen la Universidad de Chicago (1955) y estudió yenseñó en París (1953-55) y Alemania (1957).

 Al volver a EEUU impartió cursos para adultosen la Universidad de Chicago, más tarde en lade Toronto y luego en la de Tel Aviv. Era unstraussiano riguroso.

En el prefacio de su libro “A los gigantes ya los enanos”, colección de ensayos escritosentre 1960-90, indica que su educación"comenzó con Freud y terminó con Platón".Realizó este tránsito guiado por su interés enlos temas de la educación. El descubrimiento deuno mismo era el elemento central de todaeducación correcta. A partir de los años 70empezó a relacionarse con Leo Strauss y susiniciados que lo auparon hasta que lapublicación de “The closing for the American

Mind” consiguió mantenerse en la lista de loslibros más vendidos durante diez semanas, auna pesar de la aparente banalidad y la escasasistematización de la obra.

En 1968, publicó su traducción ycomentario sobre la República de Platón que élmismo consideró como la traducción más literalde esta obra, opinión que muchos especialistascuestionan. En 1987 traduciría de nuevo “ElEmilio” de Rousseau. Su obra “Historia de la

Filosofía Política” fue corregida por LeoStrauss. Pero sería “The Closing of the

 American Mind” la que hizo de Bloom unmillonario. El libro fue editado también en

 Japón.

Cuando supo que su muerte era inevitable acausa del SIDA, Bloom encargó a su amigoSaul Bellow, también de origen judío, colegasuyo en la Universidad de Chicago y PremioNóbel de Literatura que le escribiera una

novela, más o menos, biográfica (Bellow habíaalcanzado fama como autor de "Herzog". En1965 obtuvo el "Premio Internacional de

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Literatura" y el Premio Nóbel de Literatura en1976). En esta novela, titulada “Ravelstein”,entre otros personajes, aparece Bloom con elnombre de “Ravelstein”, Strauss es “Davarr”(“palabra” en hebreo) y el propio Bellow es“Chickie” (“Pollito”). 

La novela se inicia en el Hotel Crillon deParís, en donde Bloom organiza una cena parados docenas de personas escogidas. Al díasiguiente, acompaña a Bellow a los lugares máscaros de París. Entre otras lindezas compranuna americana amarilla por 5000 dólares.Luego, en un café, Bloom derrama sobre laprenda una taza de café y ríe histéricamente,mientras Bellow intenta tranquilizarlo. Estasarta de excentricidades sin orden ni concierto

sirven para pasar revista a algunas ideas deanticipación: describe algo que se asemeja aInternet y un sucedáneo de teléfono móvil.Recordemos que estamos en 1992 cuando estoselementos tecnológicos eran absolutamenteinusuales. Entre otras anécdotas, explica queBloom recibió una llamada de Wolfowitzdurante la guerra del Golfo. Éste le dijo aBloom que las tropas americanas no avanzaríansobre Bagdad, el cual les animó a hacerlo. Losméritos literarios de esta obra son modestos,sin embargo, valdría la pena recordar que suintención era glosar la obra de Bloom y desvelarsu relación con las altas esferasnorteamericanas. Sin duda, algunos símbolosutilizados por Bellow seguramente requeriríanun estudio profundizado de las obras de Bloomy examinarse mediante el recurso al simbolismo(es evidente que la chaqueta amarilla de Bloomalude al oro y que la mancha de café, implica elcontraste con la muerte; en cuanto a la “risa

incontrolada” remite al descubrimiento de ladualidad como motor del mundo).

Como buen straussiano, Bloom eramisógino. En efecto, los straussianos siemprealudían en sus escritos a los “filósofos”,exhortaban a los estudiantes o “losmuchachos”, “hombres jóvenes e inteligentes”,pero nunca a mujeres. De hecho, Bloom erahomosexual y murió víctima del SIDA. Amantede la música clásica, odiaba el rock y la

contracultura. Como todo el grupo  – Kojève,Strauss, él mismo- eran intelectuales que habíanbuceado en el mundo clásico y en la filosofíagriega para encontrar respuestas a las eternas

preguntas planteadas por los pensadores detodos los tiempos. Todos ellos buscaban“relecturas”, “nuevas interpretaciones”, maticesno advertidos antes en las traducciones previas,y buscaban un sentido oculto y velado en lostextos de Platón. Al igual que los textos de

Strauss, su lectura es difícil, da la sensación deque, hasta cierto punto trata temasintrascendentes y que lo hace recurriendo aargumentos de poco interés. Luego, uno sepregunta si entre el texto, aparentemente banal,que ha leído no se esconde alguna clave quelleve a algo más profundo.

 A Bloom le preocupa la crisis de todos los valores desencadenada con la contracultura y larevolución de los años 60. En el terreno de la

educación esta crisis se evidencia en laproliferación de los valores del relativismomoral y el liberalismo como estilo decomportamiento. Su tendencia a la crítica delmodelo de enseñanza liberal puede sercompartido por cualquier conservador, sinembargo, en donde aparecen las ideas propiasde Bloom que enlazan con las de Strauss es ensu apreciación de la filosofía clásica y es aquí endonde, al igual que Strauss, tiene unainterpretación personal que rompe con losintentos de aproximación anteriores a lafilosofía de Platón y Aristóteles y que enlaza entodo con la visión de Strauss. Y esto lleva denuevo a la clave interpretativa cuyos únicosposeedores son los straussianos, es el “secretode la escuela” transmitido a los “iniciados”, estoes, a los estudiantes discípulos. Bloom comoprofesor universitario “inició” a muchos deellos, los cuales, tras pasar a ser profesoresuniversitarios, han graduado a otros muchos

más. Alexandre Kojève y las raíces de la

 política postmoderna 

Raymond Aron cuenta en sus memoriasque el 29 de mayo de 1968 le llamó porteléfono Alexandre Kojève y le animó a que seinteresase por lo que estaba sucediendo. Kojèvele dijo que los disturbios le producíanrepugnancia, según cuenta Aron, porque “nadiemata a nadie”. Probablemente si Aron hubiera

conocido a fondo la filosofía de Kojève,hubiera tenido esta respuesta presente sinnecesidad de formular la pregunta.

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Shadia Drury, autora del mejor estudiodivulgativo sobre Strauss, abordó también deforma natural el pensamiento de este nuevoeslabón en la cadena del pensamientoneoconservador norteamericano. En efecto, sulibro “Alexandre Kojève: The Roots of Post-

Modern Politics” ev idencia la correlación entreambos filósofos. Strauss y sus discípulosapreciaban las obras de Kojève, a pesar de lasdiscrepancias que ambos reconocían. El puntode partida de Kojève es la fenomenología deHegel a partir de la cual realiza una digresiónsobre el tema de la esclavización del “siervo”por su “amo”. Ese sería el primer acto“verdaderamente humano” en la medida en que“humanidad supone negar la naturaleza. Alarriesgar su propia vida sometiendo al esclavo,el amo repudia su propio temor a la muerte enaras del “reconocimiento” o “prestigio puro”,que según Kojève es algo puramente humano,no natural. De esta manera, el maestro devieneun verdadero ser humano por primera vez. Elesclavo, en cambio, al someterse a laservidumbre por miedo a la muerte, devienesubhumano. Pero con el devenir del tiempo laantigua sociedad de amos esclavistas nobles essustituida por una sociedad en que todos son

esclavos: la sociedad cristiana. Y, por último, viene el “fin de la historia”, una “tiraníauniversal homogénea”, en la que todo el mundo“reconoce” a todos los demás como esclavos yamos a la vez”. Así resume Shadia Drury elinicio de la teorización de Kojève.

El hecho de que el inicio de la reflexióntenga que ver con la dominación y la sumisiónencierra un trasfondo problemático innegable.Se diría que la reflexión inicial y que la que sigue

son productos de una mente desviada yenferma, muy enferma, pero no por ello menosracional, casi de un psicópata paranoicoobligado a justificar a la saciedad su deseo dehacer el mal. Porque, en el fondo, lo que sigueen la teoría de Kojève es la predicación de una“violencia purgativa”. Al hablar de los procesosrevolucionarios francés (1789) y ruso (1916),lejos de lamentar los terrores inherentes aambos, enfatiza el papel del terror comocomponente central del proceso revolucionario.

Sin terror no hay revolución. En mayo del 68 loque hubo fue el juego lúdico de lossituacionistas que no fue más allá del cóctel

molotov y el gesto agresivo. Paro Kojève si unarevolución sólo gesticula es que no esrevolución, sino una pantomima: “Sólo graciasal Terror  – escribe- se realiza la idea de lasíntesis final que satisface definitivamente alhombre”. 

 Y lo justifica. No basta con que el hombrerenuncie a Dios en nombre del ateísmo paraalcanzar un estado de libertad. No hayliberación sin lucha. La simple negaciónintelectual no basta. Si la síntesis final a realizares la que surge del proceso histórico queculmina en amo-esclavo (la “tiranía universalhomogénea”), de ahí que el producto de síntesisdeba ser, necesariamente, trabajador y guerrero.Esto implica que deba introducir “al elemento

muerte arriesgando su vida conciente de sumortalidad”, pero ¿cómo puede ser posible estoen un mundo sin amos en el que todos sonesclavos? ¿cómo? Mediante el terror a loRoberspierre, “vehículo perfecto paratrascender la esclavitud” y, concluye Kojève:“Gracias al Terror [con mayúscula] se realiza laidea de la síntesis final, que satisfacedefinitivamente al hombre”. Y Drury añade:“Stalin entendía la necesidad del terror y notuvo miedo de cometer crímenes y atrocidades,de la magnitud que fuesen. A ojos de Kojève,esa era parte integral de su grandeza. Loscrímenes de un Napoleón o Stalín, pensabaKojève, eran absueltos por sus éxitos y logros”. 

Georges Bataille era discípulo de Kojève.Drury lo sitúa en relación a éste: “A juicio deBataille, la condición semimuerta de la vidamoderna tiene origen en el triunfoincuestionable de Dios y sus prohibiciones, larazón y sus cálculos, la ciencia y su

utilitarismo… La primera tarea a realizar esmatar a Dios y sustituirlo con el Satanás

 vencido, puesto que Dios representa lasprohibiciones de la civiización. Rechazar a Dioses rechazar la trascendencia y adoptar la“inmanencia”, lograda mediante la intoxicación,el erotismo, el sacrificio humano y la efusiónpoética. Sustituir a Dios con Satanás tambiénsignifica sustituir la prohibición con latransgresión, el orden con el desorden y la

razón con la locura”. Kojève creía, como Strauss, que la

reducción del ser humano a bestia esclava era

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paralelo a la trivialización de la vida. Ambospensaban que en este proceso los EEUUestaban en vanguardia. La economía terminaríadestruyendo la política, para ambos la políticaera el campo de batalla adecuado en el quegrupos humanos hostiles luchaban hasta la

muerte (en esto estaban influido por CarlSchmidt). El hombre para ambos, era hombresy tenía dignidad solo cuando aceptaba la muertecomo regla del juego: por eso, solamente laguerra y el terror podían detener la decadenciade la modernidad caracterizada por elhedonismo absoluto, es decir por laanimalización. La guerra puede restaurar lacondición humana.

 Tanto Kojève como Strauss eran

absolutamente ateos y consideran que no hayfundamento racional para la moral que, enconsecuencia, no tiene razón de ser. De ahí quelos acontecimientos políticos no puedenmedirse en términos de moralidad. No son, nipodrán ser jamás “buenos” o “malos”, sino aligual que los definió Nietzsche “grandes” o“pequeños”. En este sentido los straussianos de

 Washington practican “la gran política”, ajena ala moral y la “guerra permanente”, ajena aldolor de la “plebe”. Y luego pueden dormir porla noche… 

El “hombre natural” está dominado por elhedonismo y la búsqueda de la comodidad. Es,por esto rechazable. Así que hay quemovilizarlo en beneficio de un proyecto quesolamente los “filósofos” conocen (aquí ya esStrauss quien habla) y que utiliza algunosresortes profundos del hombre: el nacionalismo(esto es, el arraigo a la tierra natal explicada porKonred Lorenz y el pensamiento etológico) y la

religión (especialmente el mesianismo inherenteen la cultura americana que compartesinceramente, tanto la “plebe” como los“gentiles”). De ahí que el núcleo delpensamiento neoconservador norteamericanoesté dominado por estas dos líneas:nacionalismo y mesianismo. Eso posibilita a lacivilización americana para restaurar el régimendel Terror que Kojève considera inevitable.

 Algo ha cambiado en EE.UU: las

libertades  A partir de la influencia de los straussianos

en la administración americana puede

entenderse un fenómeno que se puso demanifiesto tras los ataques del 11-S: la regresiónde las libertades en EEUU.

Con razón o sin ella, entre 1948 (Golpe dePraga e inicio de la Guerra Fría) y 1989 (Caídadel Muro de Berlín y fin de la Guerra Fría), losEEUU aparecieron como el campeón mundialde las libertades, especialmente en Europa endonde más se sentía el peligro comunista conlos tanques del Pacto de Varsovia a pocas horasde la frontera francesa. Pero todo esto hacambiado y ahora ya no hay excusa posible paralas intervenciones agresivas de Norteamérica enel exterior. Desde que terminaron los cuarentaaños de Guerra Fría muchas cosas hancambiado en EEUU.

La clase dirigente norteamericana es hoyuna plutocracia oligárquica que sirve a suspropios intereses. Es en el seno de esta clase endonde se sitúa la élite de “filósofos”straussianos.

La teoría de la guerra permanente puesta enpráctica por los EEUU, ha demostrado quehoy, en 2004, éste país ya no lucha por las“libertades democráticas” en todo el mundo…sino por el control de las reservas mundiales de

petróleo. Pero esta nueva situación genera uncambio en las relaciones de EEUU con el restodel mundo y la necesidad de otra políticainterior. A nivel internacional, los EEUU sehan visto progresivamente aislados ydesprovistos de aliados. Hoy deben afrontar lacompetencia de las potencias emergentes(Unión Europea, Rusia y China) y lo hacen conuna mala situación interior (un déficit brutal sinprecedentes en la historia). A nivel interior,

deben procurar que la población –la “plebe” delos straussianos- pese lo menos posible en la vida política del país. Deben limitarse a votar: ylo pueden hacer, pero sometidos a unbombardeo constante de noticias einformaciones falsas. El control de la mayoríade grandes cadenas mediáticas por parte degrupos extranjeros ha hecho que muestrenpoco interés por intervenir en la políticainterior, a diferencia de lo que ocurrió durantela Guerra de Vietnam. Pero, para desgracia del

stablishment  la aparición de Internet ha permitidola circulación instantánea de informaciones detodo tipo, libre y sin control. De ahí que tras el

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11-S, la administración Bush haya enfatizado elcontrol de Internet y la censura del correoelectrónico. Esto, unido a los sistemas decontrol de las comunicaciones a través de laRed Echelon, hace que la privacidad de lascomunicaciones sea, en este momento, un

espejismo.La acción de los straussianos, su desprecio

por la plebe, su insistencia en la “mentiranoble” para justificar el dominio de los“filósofos” sobre los “débiles”, así como latendencia del capitalismo norteamericano aintervenir directamente en política generandoun gobierno plutocrático, ha tenido comoconsecuencia final el debilitamiento de lademocracia norteamericana.

Llegados a este punto hay que cuestionar laLey Doyle que establece la imposibilidad deguerra entre las democracias y la seguridad deuna paz perpetua en cuanto la democraciatriunfe en todo el mundo. Tal tesis fueaprovechada por el straussiano FrancisFukuyama para elaborar su teoría sobre “El Finde la Historia y el último hombre”. Lo queolvidan Doyle y Fukuyama es que no existesólo un tipo de democracia, sino una

multiplicidad de formas democráticas muydiferenciadas (en 1914, las democráticasInglaterra y Francia, declararon la guerra a

 Alemania que tenía un parlamentodemocráticamente elegido y, entre 1948 y 1989la Guerra Fría fue una confrontación entre las“democracias occidentales” y las “democraciaspopulares”) y que, en la actualidad, el problemaque aqueja a los EEUU es una regresión quealeja de la democracia que hemos conocido ylleva a formas plutocráticas y oligárquicas.

EEUU ya ha iniciado el tránsito en esadirección. En la actualidad es innegable quedicho proceso se ha acelerado desde el 11-S.Los straussianos insertados en la

 Administración Bush, fieles a su principio de la“mentira noble” necesaria, exageraron laamenaza terrorista del 11-S y la aprovecharonpara cercenar las libertades públicas en el país ypara acometer una serie de agresionesexteriores. Y todavía hace falta establecer qué

ocurrió en realidad el 11-S y por qué laadministración no hizo nada para evitar losatentados, aun cuando habían sido alertados desu preparación.

En tanto que el pensamiento straussiano esmuy precavido con sus afirmaciones másconflictivas e insiste en la virtud del secreto y dela iniciación de maestro a discípulo, resultadifícil establecer donde termina la falta deescrúpulos y el maquiavelismo de susrepresentantes en la Administración. Es posibleque vaya mucho más allá de lo que hatrascendido: de hecho, las iniciativas de los“filósofos” strausianos generan muertes…muertes del enemigo ficticio y en el propiobando. A partir de ahí, es posible intuir que la

responsabilidad de los straussianos el 11-S vamucho más allá de haber permitidosimplemente un “crimen noble” para justificarsu irrupción en Afganistán e Irak y el inicio del“conflicto permanente” que impedirá unasituación de paz mundial. Esta situación, segúnsu análisis, terminaría haciendo triunfar el reinodel “último hombre” del que hablara Nietzsche.Sólo el conflicto permanente, la apertura sin finde los conflictos que se promueven, la luchacontra micropotencias (Afganistán, Irak, Irán,Siria, Corea, Cuba), harán posible que los“filósofos” gobiernen sobre la “plebe”,amparados en “mentiras nobles” y casus belliprefabricados.

Los actuales EEUU, a pesar de su debilidadeconómica, de su tendencia a oponersemilitarmente a potencias de tercera o cuarta fila,de su voluntad imperial y del mesianismoinherente a su tradición histórica, son hoy unpeligro para todo el mundo a causa de las

teorías que inspiran a su clase dirigenteneoconservadora y que le separan del campo delas democracias. Y eso es lo terrible: que apartir de ese momento, la Ley de Doyle ya notiene vigencia. En esto ha desembocado losrazonamientos de Leo Strauss y sus discípulos.Una vez más el sueño de la razón ha producidomonstruos.

© Ernesto Milà –  infokrisis –  [email protected]

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Leo Strauss y la política como(in)acción

El libro del año hasta ahora ha sido Le capital au XXIesiècle , del economista francés Thomas Piketty. Como antes¿Por qué fracasan los países? de Acemoglu y Robinson,este nuevo Capital ha conseguido traspasar las fronterasde varias especialidades y convertirse en lectura y tema dedebate incluso entre quienes normalmente no se acercan a

textos técnicos sobre economía política. Y esto a pesar de sus seiscientas y pico páginas y de no habersido traducido aún a nuestro idioma. Pero no teman: esto no es la enésima reseña del libro de Piketty.

 Al contrario, con Piketty (y Acemoglu) pretendo ilustrar el creciente protagonismo de los científicossociales en el debate público y, con esta excusa, reflexionar sobre el racionalismo en política con un

crítico radical.

 JORGE SAN MIGUEL

Una premisa fundamental desde (al menos)los tiempos de Francis Bacon es que elconocimiento es el preámbulo de la acción. Ytanto la derecha como la izquierdacontemporáneas — recuérdese la undécima tesis

sobre Feuerbach de Marx —   han asumido engeneral que la política consiste en hacer cosas; yhacerlas además con la vista puesta en unacierta idea del futuro. Los libros citados másarriba, por ejemplo, pretenden revelarproblemas o regularidades de la política y laeconomía, pero no solo eso: además, señalan uncurso de acción o, cuando menos, la necesidadde la acción. Cosa no muy distinta sucede connuestro reciente libro La urna rota: la crisispolítica en España tiene ciertas causas,

 vinculadas tanto con la configuración delEstado desde la Transición como con laburbuja inmobiliaria (y las rentas procedentesde Europa); y una vez identificadas esas causas,es posible proponer y debatir soluciones enrespuesta.

En su versión extrema, esta idea es lo queChris Dillow denomina managerialism: elprejuicio de que para cada problema existe unasolución, y que esta es identificable y aplicablepor los gestores. No es paradoja que Dillow, uneconomista que transita por vías no muy lejanasdel marxismo analítico, eche de menos en el

debate público a los conservadoresoakeshottianos  — y algún día deberemos hablarde Michael Oakeshott también — . Es decir, aconservadores que lo son porque abrazan unradical escepticismo ante la perfectibilidad de la

sociedad y la capacidad de la política parasolucionar todos los problemas  — frente a losque en muchos casos (quizás la mayoría) solocabría una orteguiana «conllevancia» — . O,como decía el propio filósofo inglés, la nave delEstado no tiene rumbo ni puerto de arribada, nimás proyecto que el mantenerse a flote.

Leo Strauss ejerce una contestación másradical aún, incluso si es menos explícita, a laidea de política como acción, como solución de

problemas. La filosofía de Strauss se alza contrala Ilustración y contra las ciencias sociales detradición weberiana, a las que achaca el pecadofundamental de intentar distinguir entre hechosy valores. La política es para Strauss (como paraOakeshott) una actividad sui generis que nopuede reducirse a modelos y que mantienesiempre su carácter de práctica o saberprudencial (phrónesis).

Leo Strauss nació en territorio del antiguo

reino de Prusia, en el seno de una familia judíaconservadora. Formado en el neokantismo,estudió con Ernst Cassirer en Hamburgo, ytambién entró en contacto con Husserl y

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Heidegger. Militó brevemente en el sionismo,aunque acabaría apartándose de él. En sus añosformativos entabló relación con las principalesfiguras intelectuales del momento, comoNorbert Elias, Paul Tillich o Carl Schmitt (conel que mantuvo abundante correspondencia).

En 1932, en vísperas de la llegada al poder delnazismo, abandonó Alemania para proseguir sucarrera académica en Francia; ya no regresaríasalvo durante alguna visita breve. Pasó porInglaterra antes de instalarse en EstadosUnidos, y desde 1949 ejerció en la Universidadde Chicago, con la que se le asocia ya parasiempre.

Un aspecto llamativo del pensamiento deStrauss, también por cuanto alimenta las

múltiples teorías conspirativas que en torno a élse tejen, es su distinción entre un saber«esotérico», u oculto, y otro «exotérico», visible.

 A lo largo de la historia, los filósofos se habríanexpresado en el lenguaje moral imperante encada tiempo, para hacer su actividad aceptable.En consecuencia, la interpretación de sus textosrequiere un proceso hermenéutico capaz de leerentre líneas y desbrozar el mensaje oculto, la

 verdad esencial, tras los ropajes de laconformidad. El saber filosófico tendría portanto un carácter disolvente: al final del caminoestá siempre el horizonte, o la amenaza, delnihilismo.

En este sentido, es significativa la relaciónque Leo Strauss mantuvo siempre con lafilosofía de Heidegger, la gran figura oscuraque, a su juicio, se alza en medio del siglo, ycontra la que Strauss lucha e intenta construir(por ejemplo, en el críptico Natural Right andHistory) resistiendo la fuerza que ejerce sobre

él. También fruto de su visión de la historia dela filosofía política como una sucesión de hitosen forma de autores y textos esenciales es surecuperación de pensadores olvidados opreteridos en el canon occidental, comoMaimónides. Otra oposición fundamental paraStrauss enfrenta la naturaleza y la cultura. Elproceso civilizatorio es una huida de lanaturaleza. De hecho, en un pasaje de NaturalRight and History, Strauss señala que no hay

una palabra en el Antiguo Testamento para lanaturaleza, la Physis griega.

Pero el profano que quiera echar un vistazoen persona a la obra de Strauss hará mejor enno empezar por un texto tan oscuro como ese,sino, por ejemplo, con el capítulo dedicado a Larepública de Platón en The City and Man, sinduda uno de sus ensayos más accesibles y

reveladores. En él, Strauss nos conduce desdeel descenso inicial al Pireo («Katében…») através del laberinto de lecturas y sentidospresentes y pasados, para mostrarnos lo pocoque sabemos en realidad de un textofundamental como La república y de las

 verdaderas intenciones de su autor. Que, enrealidad, no estaría dando ninguna fórmula parael buen gobierno  — de nuevo el prejuiciobaconiano de la acción — , sino más bienintentando mostrar «la naturaleza de las cosaspolíticas».

La crítica fundamental a la concepciónstraussiana de la teoría política como unasucesión de grandes nombres y grandes libros(solidificada en ese magno ladrillo que es suHistory of Political Philosophy con JosephCropsey) es la efectuada por el contextualismo.Para el contextualismo, todo canon es unailusión óptica de nuestra mirada retrospectiva,que contempla solo las obras que hanpervivido, pero no necesariamente las quefueron más leídas en su tiempo o las quemotivaron y enmarcaron los debates de los quesurgen las otras: no existe ninguna «granconversación» entre los pensadores a través deltiempo. Quentin Skinner, la figura másdestacada de la escuela contextualista, es uno delos mayores especialistas vivos en Hobbes.Quizá no sea casual que el contextualismo hayanacido y arraigado en Gran Bretaña, en una

tradición filosófica y política tan lejana delidealismo continental. O que las lecturas deStrauss sobre Hobbes no sean quizá de lo másinteresante de su obra, y que incluso las críticasque efectuó a Carl Schmitt aludan a la filiaciónhobbesiana  — y, por tanto, esencialmentemoderna: de nuevo la filosofía como preludio ala acción —  de la concepción política del jurista.

Pero la mayor parte de la controversia (ydel interés, por qué no decirlo) que suscita

Strauss procede del hecho de que, segúnalgunos, su filosofía haya alumbrado una de lascorrientes políticas más vilipendiadas (y engeneral mal entendidas) de las últimas décadas.

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Sería preciso otro artículo para esbozar siquierauna introducción a la historia delneoconservadurismo; baste aquí decir que setrató en su momento de intelectuales próximosal trotskismo y la izquierda antiestalinistaamericana, muchos de ellos judíos, reunidos en

torno a la revista Commentary, como IrvingKristol, Norman Podhoretz, GertrudeHimmelfarb o Jeane Kirkpatrick. Durante laposguerra mundial, el grupo fue moviéndose ala derecha (en términos muy esquemáticos) a lapar que figuras políticas como Ronald Reagan,bajo cuya presidencia vivirían sus primeros díasde gloria. En su itinerario conservaron comoprincipio básico una agenda exterior basada enla democratización, incluso forzosa, y elreforzamiento del poder diplomático y militaramericano — por cuanto entendía que EE. UU.era el único hegemón capaz de llevar a términodicho programa — . A las figuras de primerahora, ante todo intelectuales, les han idosucediendo otras de filiación a menudoambigua, como Dick Cheney, DonaldRumsfeld, Elliot Abrams, Paul Wolfowitz oCondoleezza Rice, fuertemente asociados conlos gobiernos del segundo Bush.

Si es cierto que desde elneoconservadurismo de primera e inclusosegunda hora se ha querido reivindicar enocasiones a Strauss como un padre espiritual, esmás que dudoso que el filósofo se sintiera agusto con ello. No ya por la agenda(tomémonos la licencia de hablar de unaagenda) del neoconservadurismo, sino por elhecho mismo de hacer política y tener unaagenda. Pues, recordemos, Strauss es ante todoun pensador intrigado por «la naturaleza de las

cosas políticas», al que la praxis le preocupa másbien poco y que, sobre todo, da la espalda al

 vínculo entre filosofía y acción. Difícilmentepodría sentirse atraído por un proyecto tanbaconiano, y tan arrogante, como democratizarel mundo a gorrazos. Más interés tiene la figura

de Allan Bloom, discípulo de Strauss, amigo deSaul Bellow y cauce por el que algunosneoconservadores, como Wolfowitz, recibieronal alemán. Bloom estudió también con elhegeliano Alexandre Kojéve, corresponsal deStrauss y uno de los padres del «fin de lahistoria», y fue un buen lector de Platón y undefensor de los «grandes libros»; su The Closingof the American Mind es una de las grandescríticas a los actuales Estados Unidos a travésde su universidad.

En España la recepción de Strauss ha sidotardía y en general pobre, muy dependiente delas modas políticas y de su presunta asociacióncon los neoconservadores americanos. El lectorinteresado puede acercarse a él a través deGregorio Luri, quizá el mayor experto españolen Strauss, que ha escrito una minuciosabiografía intelectual del filósofo, Erotismo yprudencia (y es autor además de un volumenintroductorio sobre neoconservadurismo, Elneoconservadorisme americà). El pensamientode Strauss es difícil, incómodo, a menudocríptico y carente de respuestas. Pero inclusoquienes abrazamos una visión más baconianade la política, y la necesidad de hacer cosas,haríamos bien en mirar de reojo a los escépticosradicales que, como Strauss y Oakeshott, nosalertan de la futilidad de muchos de nuestrosafanes políticos.

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Leo Strauss y la recuperación de laracionalidad política clásica 

 Vivimos, recogiendo la sugerente analogía de Bauman, en unasociedad tipo perchero. Es decir, una comunidad en la que cadaindividuo busca encontrar un perchero donde colgar sus miedos. Esapercha es un pseudo espacio de comunión entre los ciudadanos.Puede ser: bajar de peso, dejar de fumar, dejar el alcohol, protegersede los delincuentes, algún drama compartido, un gremio profesional,un club social, o sencillamente, un grupo de amigos. Las perchas sontantas cuantas causas comunitarias puedan encontrarse en la sociedadactual, y su grado de relevancia depende no tanto de su objeto, comodel valor que le confieran sus participantes.

IVÁN GARZÓN-VALLEJO 

Introducción

El “peso numérico”, la empatía mediáticaque suscite, la habitualidad con la que se instalaen el imaginario colectivo, o la capacidad paradespertar el interés de otros por esa percha,

puede conducir a considerar tal causa comotema de bienestar público, y no como lo queefectivamente es: una sumatoria depreocupaciones privadas que buscan unaexpresión conjunta, un desahogo más confiabley confirmatorio precisamente porque escompartido -real o ficticiamente- por tantosotros. La consecuencia de ello es la redefinicióndel espacio público, que conlleva que lo públicosea vaciado de sus contenidos individuales y nocontenga objetivos propios, pues no es más que

un conglomerado de preocupaciones yproblemas privados.

Si tratamos de hallar una explicación alporqué la política no es en nuestro tiempo unespacio de convocatoria universal, un ámbitocohesionante y definidor de las identidadescolectivas, habría que volver, como siempre, alser humano. Pero específicamente al papel de larazón. La razón fue considerada como un ídolodurante la modernidad, capaz de dar sentido y

ofrecer las pautas de organización de unasociedad que, al emanciparse de la autoridad dela Iglesia y de la metafísica clásica, pretendepropiciar la construcción de un mundo casi

ideal y perfecto en permanente progresomaterial y espiritual. No obstante, ese ídolo caeestrepitosamente en la centuria pasada, sobretodo por el impacto de las guerras mundiales,pues los proyectos políticos que las sustentantambién apelan a la racionalidad para su

legitimación. Como correlato a tal situación,desde distintas tradiciones teóricas emergenformas de pensar que contradicen el espíritu dela modernidad y apuntan in nuce que no existeuna verdad única, y que, por tanto, no se puedeafirmar una concepción objetiva, universal y

 vinculante del bien común y de la politicidadhumana.

Filosóficamente, quizás el fenómeno másrepresentativo de nuestro tiempo es la crisis de

la razón. Se trata de una forma mentis que hapuesto entre paréntesis la posibilidad y lacapacidad de la razón humana de llegar arespuestas plenas y satisfactorias acerca delsentido de la existencia. Políticamente, lasmanifestaciones de esta situación son muy

 variadas, pero podrían sintetizarse en elescepticismo ante la posibilidad de descubrirdesde la política un horizonte de bien comúnque sea válido para todos. La sociedad actual,cada vez más fragmentada y dispersa, parece nogenerar consensos a partir de los grandesideales políticos que en otras épocas llevaron acientos de hombres a ofrendar su propia vida o,

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sencillamente, a concebir lo público como unespacio de sentido comunitario. En estesentido, la sociedad contemporánea comportaun fenómeno políticamente inédito.

 Aristóteles entendía que aunque lacomunidad política nace a causa de lasnecesidades de la vida, solo subsiste para vivirbien. La época medieval descubre en la religiónlos sentidos de cohesión e identidad política, loscuales legitiman la estrecha relación entre lapolítica y la religión que configura la llamadaCristiandad. En la modernidad, por el contrario,la ciudadanía otorgada por el Estado-nación seconvierte en la nueva forma de vinculaciónentre los individuos, la cual supone un vínculode sumisión al Estado que, al mismo tiempo,

sustituye la lealtad religiosa, étnica, local ocultural específica. En un contexto racionalistacomo el moderno, se hace más patente lapretensión de reforma política de la razónhumana. En este sentido, Burleigh destaca que“lo que a los filósofos les interesaba eran lasreformas ilustradas más que una revolución

 violenta”. En este horizonte comparativo seentiende que es históricamente sui generis unaépoca en la que se arroja sistemáticamente unmanto de duda sobre las capacidades de larazón humana para identificar y movilizaresfuerzos colectivos en aras de unos idealespolíticos, considerados buenos y justos. Enefecto, la teoría posmoderna actual rechaza laecuación moderna razón = libertad(emancipación), y problematiza las formasmodernas de racionalidad como deductivas yopresoras. En esa línea, la posmodernidad sedistingue por un fuerte rechazo de lailustración, y específicamente, de las teorías

unificantes y totalizantes, toda vez que asumeque éstas comportan el eclipse de la índolediferencial y plural de lo social, así como lasupresión de la pluralidad, la diversidad y laindividualidad en favor de la conformidad y lahomogeneidad. Precisamente en un contextocomo éste se justifica el estudio de la obra delprofesor Leo Strauss, quien hizo de la vuelta alos clásicos una suerte de antídoto contra lastendencias modernizantes, positivistas ehistoricistas de su tiempo, en el entendido que

relativizaban el papel de la razón, y con ellodesvirtuaban la tarea de la filosofía política.

Nacido el año 1899 en Alemania, Strauss seforma en las universidades de Marburgo,Hamburgo y Friburgo. En la década de lostreinta se instala definitivamente en EstadosUnidos donde alcanza el mayor prestigiointelectual. Allí es profesor en la New School

for Social Research (1938-1949), en laUniversidad de Chicago (1949-1967), en elClaremont Men´s College (1968-1969) y en elSaint John´s College, hasta su muerte en 1973.Su producción intelectual se condensabásicamente en 15 libros (los tres primeros enalemán, y los 12 restantes en inglés). Criticado ydenostado, seguido y admirado, así comorelegado e incomprendido, Leo Straussconstituye una rara avis, puesto que, en uncontexto histórico en el que en Estados Unidosse da el auge de la llamada revoluciónconductista, la cual aboga por el estudio de losasuntos políticos desde una perspectivaempírica y conductual, Strauss propone una

 vuelta al pensamiento político clásico, en elentendido de que en éste se encuentranplanteados los problemas políticos perennes.

 Así, “el retorno a los clásicos busca por lomenos dos cosas: el replanteamiento de losgrandes problemas y la lección de sus

penetrantes respuestas”. Comprender la épocaclásica buscando en ésta las claves desuperación de la crisis actual de Occidenteparece haber sido la obsesión del célebreprofesor de Chicago University.

En este trabajo, mi propósito consiste enseñalar los argumentos que, desde la obra deLeo Strauss, sugieren la recuperación de laconcepción clásica de la razón política, y conella de la filosofía política tal como la entiende

el autor, con vistas a sugerir su vigencia en elcontexto posmoderno, caracterizado por unaracionalidad procedimental. En otras palabras,el artículo pretende mostrar si el enfoque y lospropósitos de la razón política clásica puedentener validez en el debate políticocontemporáneo, en el contexto de una sociedaddemocrática y pluralista. En contravía dealgunos intérpretes del profesor alemán,considero que los términos recuperación,rehabilitación o renacimiento, y no retorno o

regreso, expresan mejor el propósito de laempresa Straussiana, puesto que por pasajesaparece con claridad que la vuelta sobre los

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autores clásicos está justificada en la medidaque allí habían sido planteados en formamagistral los grandes problemas políticos, loscuales han sido soslayados por las tendenciaspositivistas e historicistas que influyen en eldiseño de la ciencia política contemporánea.

Considerar que en Strauss hay una evidenteintención de retorno al medioevo por cuentadel planteamiento de los asuntos teológico-políticos8  es una conclusión que se extrae deuna lectura que, quizás, sobrevalora elsignificado esotérico de algunos de sus textos,pero que no da cuenta del hilo conductor quepuede vislumbrarse en el conjunto de su obra.

 A fin de desarrollar mi propósitoargumentativo acerca de la vigencia de la

racionalidad política clásica, seguiré el siguienteitinerario: en primer lugar, llevaré a cabo unacomposición de lugar que pretende situar lascaracterísticas de la crisis de la razón occidental,particularmente como la concibe Strauss. Ensegundo término, delinearé algunos de losaspectos más relevantes de la concepciónStraussiana de la filosofía política, con el fin decaracterizar los rasgos distintivos de laracionalidad política clásica, para terminarsugiriendo por qué ésta tiene vigencia en elcontexto contemporáneo. Aunque el tema de laracionalidad ha sido abordado desde distintasperspectivas teóricas, entre las que se destacanla epistemología, la metafísica, la teología y laantropología, acá ensayo una aproximacióndesde la filosofía política, trazando losproblemas más relevantes de tipo filosóficopara comprender la situación de la racionalidad,pero siempre con el propósito de conducirlos alplano político. En este sentido, las referencias

epistemológicas, metafísicas, teológicas oantropológicas tienen un carácter funcional, yno se puede esperar de éstas desarrollosexhaustivos, toda vez que, en último término,sólo pretenden hacer posible la comprensión deeste ámbito de la vida humana.

La crisis de Occidente como crisis de larazón

¿Qué justifica la vuelta sobre la racionalidadpolítica clásica? La respuesta Straussiana es

simple y categórica: debido a la crisis de nuestrotiempo, y la misma puede dividirse en dos

aspectos: la crisis de Occidente y la crisis de lafilosofía política moderna.

La crisis de Occidente es la crisis de lacivilización, y la civilización, que se definecomo “la cultura consciente de la humanidad,es decir, aquello que hace a un hombre,hombre, la cultura consciente de la razón”,supone además un estrecho vínculo con elaprendizaje, por eso precisamente, lainterpretación nacionalista de la ciencia o de lafilosofía implica que no podemos aprendernada realmente valioso de alguien que nopertenezca a nuestra nación o a nuestra cultura.Como con-secuencia de la crisis, el objetivocivilizador se volvió incierto. Para Strauss,Occidente tiene un objetivo común que a su

 vez implica una vocación universal, y que sepresenta ante los hombres con claridad ycerteza. Hoy, escribe, ya no poseemos esacerteza y esa claridad. La causa de la crisis deOccidente es la desconfianza en el objetivouniversal de su existencia, la consecuencia es laperplejidad. En la primera parte del siglo XX,

 varios autores definen la situación occidentalcomo de crisis de la civilización. Intelectualescomo Christopher Dawson, Oswald Spengler,

 Arnold Toynbee, Hillaire Belloc, son algunosde quienes plantean tal diagnóstico. Se trata, ensuma, de un tópico en la producción de algunosautores occidentales, entre los que se cuentaLeo Strauss.

 Ahora bien, que la crisis de Occidente sedebe a la crisis de la racionalidad lo pone enevidencia Strauss al estudiar el nihilismoalemán, entendido precisamente como “elrechazo de los principios de la civilización ensí”, y como la afirmación voluntarista de las

 virtudes militares. La falta de resistencia alnihilismo se debe fundamentalmente a ladevaluación y desprecio de la razón que, a sujuicio, es una e inmutable, pues si fuesecambiante, sería dependiente de las fuerzas quecausan el cambio y se haría esclava de lasemociones. Una vez negado el imperio de larazón resulta difícil hacer una distinción que nosea arbitraria entre las emociones nobles y lasbásicas.

El diagnóstico de la crisis de Occidentesugiere el influjo de la Guerra Fría en laperspectiva straussiana. Como tantos

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ciudadanos occidentales, STRAUSS tiene lapreocupación de que el mundo pueda llegar aser comunista y que con ello desaparezca laherencia política liberal y democrática que tantoaprecia. En ese marco, señala que lacontroversia política fundamental de la época se

libra entre la democracia liberal occidental -cuyo epicentro es Estados Unidos- y elmarxismo -cuyo epicentro es la UniónSoviética-. Más aún, la misma existencia deOccidente está amenazada por Oriente -léasepor el modelo marxista- como no lo estuvonunca, específicamente por el comunismo, querepresenta la forma más extrema deldespotismo universal, así como el nihilismoalemán, cuyo campeón es Hitler, representa unaamenaza a los principios eternos de lacivilización. Sin embargo, más allá de lasconsideraciones con evidentes ecos políticoscircunstanciales, para Strauss el núcleo de lacrisis contemporánea de Occidente reside enque la filosofía política moderna es reemplazadapor la ideología. Esta conversión ideológica setraduce en que la filosofía política esreemplazada por la historia de la filosofíapolítica, con lo cual se sustituye “una doctrinaque afirma ser verdadera por una visión general

de errores más o menos brillantes”. Es decir, elquehacer filosófico-político mismo sereemplaza por la exposición de las doctrinas yteorías políticas que tuvieron lugar en lahistoria. Como buena parte del trabajoacadémico de Strauss consistió en estudiar talesautores y doctrinas, no se puede inferir que,para él, tal empresa no tuviera valor. Lo quepretende resaltar es la marginación de la propiabúsqueda filosófica so pretexto de la meraexposición histórica. Con ello se desvirtúa lafinalidad de la filosofía política.

En síntesis, la crisis de la racionalidadoccidental se explica desde las doctrinasmodernas que, a partir de la validez universal deun solo principio, niegan la posibilidad delconocimiento racional. Las dos causas de lacrisis de Occidente que destaca el profesorStrauss no solo convergen en la crisis de lamisma racionalidad occidental, sino quedesembocan en un mismo problema puesto

que, en cuanto la filosofía política supone laafirmación de un modo de vida fundado en unaforma de pensar válida y universal, la crisis de la

razón en Occidente implica una crisis de lafilosofía política20. En este marco, su objetivoes reivindicar la posibilidad de tratarracionalmente las cuestiones políticas; o lo quees lo mismo, restituir la filosofía políticanormativa que en el siglo XIX quedó atenazada

por el positivismo y el historicismo.Se puede constatar que la crisis de la razón

puesta de relieve por Strauss s una realidadlatente en el contexto contemporáneo. Vattimoha resumido el espíritu del contexto filosóficopolítico posmoderno al plantear: “Qué quedade la relación filosofía-política en un mundo enel que, sea como consecuencia del final de lametafísica, sea como afirmación de lademocracia, no se puede ya pensar la política en

términos de verdad?” Así, es muy sugerenteconstatar que, en sus orígenes y en susmanifestaciones, la crisis de la racionalidadposmoderna posee un notable carácter político.Para Lyotard, por ejemplo, el holocausto de

 Auschwitz representa el fracaso o la eliminacióndel pueblo como un soberano moderno que, asu vez, había sido fuente de legitimidad despuésde la Revolución Francesa. Para el filósofofrancés, se trata de un populicidio que abre laposmodernidad. Del mismo modo, losintelectuales más representativos de la centuriapasada, como Hbermas, Hrkheimer, Aorno,Lotard, Fucault, Wttgentstein y Rrty, acometenempresas filosóficas que coinciden básicamenteen la crítica de la razón, ya sea en forma denegación, deconstrucción o de reconstrucciónde la misma, como ha mostrado el profesorSuárez Molano.

¿Pr qué (y en qué sentido) la filosofía política clásica? 

En el intento por superar una crisis,usualmente la mirada se dirige hacia adelante yno hacia atrás. Por ello, saldré al paso de unaobjeción que seguramente ha aparecido en ellector: ¿la vuelta a los clásicos no supone unaempresa anticuada, nostálgica, de un pasadoque no volverá, o cuando menos, una meracuriosidad erudita? La lectura de las obras deStrauss muestra que el norte de supreocupación no es principalmente histórico, ni

tampoco arqueológico o erudito, aunquesupone un alto grado de erudición y rigorhistórico. El propósito intelectual de la

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recuperación de la racionalidad política clásicase inscribe en la certeza de que algunos de losproblemas contemporáneos han sidoplanteados en esencia en la época antigua, y quelas herramientas conceptuales de una cienciapolítica contemporánea de cuño empírico, o de

una filosofía política que ha devenido enideología, no permiten una comprensiónadecuada de tales fenómenos. Consciente deesta objeción escribe Strauss: “o es el ejerciciodesinteresado y masoquista del anticuario ni laexaltación desinteresada del romántico lo quenos induce a volvernos con fervor, con una

 voluntad incondicional de aprendizaje, hacia elpensamiento político de la antigüedad clásica.Nos impele a hacerlo la crisis de nuestrotiempo, la crisis de Occidente”. Del mismomodo, es necesario aclarar que la lealtadprimordial de Strauss es con la filosofía clásica,no con la ciudad clásica ni con el arte clásico.En otras palabras, su compromiso es con unacivilización que tiene la razón como norte y nocon la cultura, cuyas expresiones pueden ser,paradójicamente, inauditamente bárbaras. Ensíntesis, la enseñanza de Strauss sobre la políticapuede entenderse como un intento de reavivar,adaptar y aplicar, en las circunstancias de

nuestro tiempo, la tradición filosófica socrática.Desde esta perspectiva se extrae una propuestaciudadana como eje formativo: la educaciónliberal. ¿En qué consiste?

La educación liberal “es la educación en la

cultura o para la cultura”. Su producto es un serhumano cultivado, puesto que, así como latierra necesita labra-dores, la mente necesitamaestros. En su aspecto público, la educaciónliberal es un antídoto contra la cultura de masas,pues responde a la pregunta sobre cómoconciliar un orden que no sea opresivo con unalibertad que no sea solo licencia. Strauss ladefine como una escalera para ascender de lademocracia de masas a la democracia en susentido originario, o en otros términos, paraestablecer una aristocracia dentro de la sociedadde masas. Hay que precisar que dichaaristocracia no es propiamente una forma degobierno -Strauss se inscribe en el consenso

democrático contemporáneo- sino unpredominio del elemento sapiencial e intelectualque le aportan algunos ciudadanos ilustrados ala sociedad. De hecho, el profesor germano

reconoce que la educación liberal no es unacuestión de masas, sino el privilegio de unaminoría, y en contravía de Platón, aclara quequienes han recibido dicha educación no tienenpor este sólo hecho un derecho propio agobernar la comunidad política. Para

ejemplificar la vigencia de la educación liberalse hace necesario remitirse a un problema queya había sido planteado en la época clásica yque retoma su actualidad en el siglo XX: el de latiranía. Se trata de un peligro tan antiguo comola vida política, y por ello tan antiguo como laciencia política misma. Sin embargo, cuando latiranía aparece bajo nuevas formas en el sigloXX, la ciencia política contemporánea no sabereconocerla, en buena medida por cuenta de laférrea distinción weberiana entre hechos y

 valores que ha influido en las ciencias sociales, ya partir de la cual se considera que el nombremismo “tiranía” implica un juicio de valor quees indigno de la investigación netamentecientífca . Según Strauss, el mismorazonamiento se aplica al tema de la virtud.Evidenciando que hoy en día al problema de la

 virtud se le da el ropaje de “calidad de vida”,“justicia” o “ética”, Strauss apunta que siqueremos saber qué es la virtud debemos

 volver a la Ética de Aristóteles. Allí seencuentra una respuesta más elaborada y menosambigua34.

En el contexto contemporáneo, LeoStrauss no es el único autor que se haempeñado en la empresa de la recuperación dela razón. Desde una perspectiva post-ilustradase encuentra Jürgen Habermas, para quien elproyecto de la modernidad es inacabado, y enlas relaciones intersubjetivas impera la

necesidad de una razón comunicativa. AlasdairMacintyre aboga también por un retorno a lafilosofía clásica pero acentúa una relectura ypuesta al día de la misma. No obstante, elpropósito straussiano parece inédito en cuantose encamina a una vuelta a los clásicos, con elánimo de hallar allí las cuestiones políticasperennes que permitan una mejor formulaciónde los problemas actuales. Ello no implica labúsqueda de recetas mágicas y definitivas entales autores. Tal empresa no es razonable,

puesto que “solo nosotros que vivimos en elpresente podemos encontrar una solución a losproblemas del presente”, aclara Strauss. 

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Entonces, ¿por qué propugnar por unretorno a la racionalidad política clásica? Porqueel contexto contemporáneo o postmodernoaparece como insuficiente. Porque vivimos unasituación de crisis que tiene diversasmanifestaciones, una de ellas, que la política no

parece ser capaz de responder con herramientasepistemológicas adecuadas a los desafíos de unasociedad compleja. La racionalidad políticacontemporánea carece de vigor argumentativopara plantear correctamente los problemas másrelevantes del ámbito público, y así proponeralternativas que doten de sentido y cohesión alas sociedades pluralistas. También porque laacción política ha marginado su teleología -elbien común-, convirtiéndose en unapermanente lucha por el poder, cuyo ejercicioestá desligado de criterios éticos yantropológicos. En suma, porque el idealdemocrático y liberal muestra diariamente susinsuficiencias y su incapacidad para que puedaser asumido como ideal político coherente ygarante de la dignidad de todos los sereshumanos.

La vigencia de la racionalidad políticaclásica 

La filosofía política clásica reivindica elpapel de la razón como vehículo comunicativo,la cual hace posible el diálogo político, el cuales, a su vez, expresión de la naturaleza delhombre como zoón politikón. Paracomprender el valor de la filosofía políticaantigua, especialmente griega, es obligatorioestudiarla en sus textos, con la finalidad dellegar al verdadero sentido de los mismos36,algo que los enfoques positivistas e historicistasno permiten por su correlato relativista. De allí

el carácter letrado de la educación liberal por laque aboga Strauss, una educaciónprincipalmente libresca, en cuanto se trata deestudiar los grandes libros que dejaron lasmentes más grandes, y de emprender unestudio en el que los alumnos másexperimentados ayuden a los principiantes yalumnos menos experimentados. La antigüedadclásica se estructura sobre la base de la estrecharelación entre la filosofía política y la vida

política, de allí que las cuestiones políticasbásicas sean planteadas en asambleas, consejos,clubes y gabinetes, y están formuladas entérminos inteligibles y familiares, lo que lleva a

que sean discutidas principalmente por losadultos en su sano juicio. En la épocacontemporánea, Strauss asume que talorientación filosófica se concreta en la actituddel filósofo o del científico social hacia lasociedad que pretende comprender. Ante ésta

tiene el deber de respetar la perspectivatradicional de la sociedad, aunque ello noimplica que no la critique de maneraconstructiva. En efecto, respecto de lademocracia liberal, que es el régimen políticodominante, Strauss que la estima por lademocracia no lleva a adularla, sino a quererperfeccionarla. En este marco, se evidencia queStrauss valora ampliamente la perspectiva delciudadano, particularmente de aquel que esreflexivo y amplio de miras. Al ampliar elespectro de los participantes en el debatepolítico, este enfoque no trae comoconsecuencia la disminución del nivelintelectual de la reflexión política pública. Másbien, pretende justificar la crítica al positivismoy el historicismo vigentes, poniendo enevidencia que las ciencias sociales se deben, oestán al servicio de la sociedad, y no al revés.Por el contrario, la perspectiva positivista de lasciencias sociales trae como consecuencia que

éstas se privan de antemano de la capacidad deenjuiciar la realidad social desde un punto de vista normativo, y por tanto, renuncian a daruna respuesta vinculante a la preguntaespecífica de la filosofía política: la pregunta porel mejor régimen político.

 A juicio de Leo Strauss, una de las formasde contrarrestar la especialización de lasciencias sociales, que en el análisis pierden de

 vista el todo, y con ello lo esencial, es

precisamente el retorno a la perspectiva delciudadano de a pie, o del sentido común. Perotal indicación no supone un mero deseo o unbienintencionado consejo. Implica unaexigencia metodológica: que el civismo seaasumido como la matriz de las ciencias sociales,y con ello de la ciencia política. La consecuenciaes que la ciencia social se convierte en unaservidora del civismo o, en todo caso, se debeilustrar el civismo mirando mucho más allá deél, pero siempre en la misma dirección que

aquél indica41. Para la ciencia política quepromueve Strauss, esto implica la combinaciónde un compromiso crítico “que así como no

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supone neutralidad valorativa, tampocosignifica compromisos ideológicos partidistas, ocon tendencias de izquierda o de derecha”,aunado con la perspectiva de los ciudadanosparticipantes, los cuales argumentanracionalmente en defensa de sus propias

convicciones. Al asumir este enfoque, Straussinsinúa el retorno hacia la racionalidad políticaclásica, toda vez que, a su juicio, en la Políticade Aristóteles está contenida una comprensióncoherente e integral de lo político, pues allí laciencia política es la forma plenamenteconsciente de la comprensión del sentidocomún de lo político.

En el contexto político norteamericano,Strauss precisa que el tema político rector de

este tiempo es la democracia liberal. Tal dato noconlleva la adulación de la misma, o sugerir laimposibilidad de su reforma o cambio, menosaún si, como he señalado, para Strauss la ideadel mejor régimen político es el tema medularde la filosofía política. Requiere, por parte delcientífico social, la comprensión de lademocracia como el ethos de dicha sociedad.

 Así las cosas, se trata de trascender laperspectiva ciudadana local y comprenderdesde adentro los fenómenos humanos quedebe interpretar el intelectual o el científicosocial, y asumir la filosofía política con uncompromiso vital. Para ello debe aceptartransitoriamente como verdaderos los valoresde la sociedad que estudia. No situarse comoun árbitro externo imperturbable que, porcuenta de su perspectiva crítica, desplaza elconocimiento de las realidades objetivas, puesbajo esta perspectiva, por lo demás propia de lanueva ciencia política, “desde la misma

perspectiva se podrían observar triángulos opeces”. Pero además, el sujeto en cuestión enlas ciencias socia-les no es únicamente unintelectual o un científico social. De hecho, estambién un hombre que actúa, alguien que estáinmerso en los fenómenos políticos quepretende comprender. De allí que se le imponela obligación de criticar los demás puntos de

 vista y los valores que se proponen en nombrede aquellos que él asume como válidos. Así, elestudio de los fenómenos políticos no pretende

una asepsia o neutralidad valorativa que, en laopinión Straussiana, es imposible, sino que,tomando distancia del nihilismo moral al que

parece desembocar la distinción weberiana, sesitúa en el escenario de “un estado de guerra detodos contra todos” en el que las armas son lasdiferentes opiniones y argumentos, pero quetermina en una coexistencia pacífica a porcuenta de la confianza en la razón y en la mesa

del consejo, es decir, de la deliberación y laretórica ejercidas públicamente. Porconsiguiente, si se tiene en cuenta la valoraciónStraussiana del civismo, de la perspectivapolítica del ciudadano, y del talante socrático dela propuesta del profesor de ChicagoUniversity, difícilmente se puede sostener demanera válida que se trata de una filosofíapolítica elitista, antidemocrática y autoritariacomo sostiene López De Lizaga.

La propuesta Straussiana parece tener unaire de familia con el modelo contemporáneode la democracia deliberativa. No obstante, laracionalidad política clásica estructura ladiscusión política como un instrumento en latoma de decisiones del ámbito público, y nocomo un fin en sí mismo. Strauss destaca, porejemplo, que la ciencia política surge comoretórica, específicamente como una parte deésta. Sin embargo, con el tiempo se fueconsolidando la distinción como dos disciplinasdistintas, y por ello los filósofos clásicosterminan siendo considerados con razón comolos fundadores de la ciencia política en elsentido definitivo de esta expresión. Lademocracia deliberativa tiene un trasfondoinstrumental, procedimental y abstracto que se

 ve reflejado en la importancia del lenguaje y dela discusión acerca de las reglas de la discusión,lo que es diametralmente opuesto a laracionalidad política clásica que reivindica

Strauss. Para esta racionalidad, el debatepolítico tiene un trasfondo epistemológico-realista y moral clásico, que se enfoca en laconstrucción del mejor orden político.

De cualquier modo, a pesar de lasdiferencias apuntadas, la democraciadeliberativa constituye una sugerente propuestapor vincular la discusión de los asuntospúblicos con un mayor número de ciudadanos,con lo cual se pone de relieve la complejidad

del ámbito público contemporáneo, así comolas carencias de la democracia participativa en lasociedad de la información. Según el modelo dela democracia deliberativa, todos los ciudadanos

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tienen derecho a participar en las deliberacionesde los asuntos públicos, incluso a intervenir enla definición de los asuntos por discutir, toda

 vez que no existen reglas iníciales que limiten laagenda de la conversación ni la identidad de losparticipantes. Así las cosas, aunque desde el

punto de vista de la concreción y del contenidode la racionalidad, la democracia deliberativa yla racionalidad política clásica reivindicadas porStrauss diferencia notablemente, el aire defamilia entre las dos teorías reside en poner derelieve la racionalidad humana como uninstrumento intersubjetivo de discusión ydeliberación de los asuntos públicos. En elactual contexto postmoderno, caracterizado porla impugnación de las posibilidades de la razónhumana y en la apatía de los ciudadanos por laparticipación pública, quizás esta empatíaconceptual no represente un aspecto menor.

 Ahora bien, siguiendo a Strauss, laracionalidad política clásica puede caracterizarsebásicamente por el carácter sustantivo de lamisma. Éste se manifiesta en dos aspectos: larazón como búsqueda de la verdad, y la razónentendida en clave ética o moral.

En primer lugar, la razón como búsqueda

de la verdad, y no como posesión niautocomplacencia en los conocimientosadquiridos. En este sentido, para Strauss lafilosofía política constituye la búsqueda del bien

político completo y objetivo, “el más grande dela humanidad, capaz de elevar a todos loshombres más allá de sus pobres selves”.Guglielmina lee a Strauss del mismo modo

cuando apunta que “el diagnóstico de unadestrucción de la razón es verdadero y elpensamiento griego, al proporcionar un patróntrascendente y objetivo, constituye sin duda laúnica alternativa”. En el quehacer del filósofopolítico, esta concepción de la verdad se enlazaconcretamente con las preguntas por el bien yla justicia. En la obra straussiana aparece claroque, sin el planteamiento de tales cuestiones, lafilosofía política deja de ser una scientia prácticay se convierte en mera descripción de loshechos políticos. Del mismo modo, es evidente

que la verdad no se reduce meramente a lo queconsientan los miembros de la comunidadpolítica.

En segundo lugar, la razón entendida enclave ética o moral, es decir, la razón comorectora del ser humano que, mediante elconocimiento del bien, se permite guiarlo haciala realización práctica de la bondad, y con ellohacer posible una vida feliz. Al modo clásico,

tal comprensión de la razón debe verificarsetambién en el plano político, y tiene comopresupuesto metodológico la recuperación de lapregunta por lo correcto, la cual se plantea elhombre en cuanto hombre, y se lo proponeprecisamente en la esfera de lo político, lo quelleva a que las preguntas por lo justo y lo buenosean regla y medida de toda comunidad política,lo cual, desde una perspectiva aristotélica, sitúaa quien formula tales interrogantes ante lamisma gramática del orden político. Elplanteamiento de la pregunta por el bien es unacondición de la concepción política straussiana.La política misma expresa este ideal, pues la

 vida política permite saber qué debe entendersepor “hombres buenos”, esto es, aquellos queestán dispuestos a poner el interés común porencima del interés privado y de los objetos desus pasiones, y además, son capaces de hacerlo.O bien, aquellos que disciernen en cadasituación cuáles son las acciones nobles y justas

y las realizan precisamente por ser éstas lo queson, y no por alguna razón ulterior. En otrostérminos, “dado que hay un  vínculo necesarioentre la moral (cómo debería vivir el hombre) yla ley, hay un vínculo necesario entre ladignidad del hombre y la dignidad del ordenpúblico”. 

En síntesis, la recuperación de la preguntaacerca de cómo deben vivir los hombresimplica la vuelta sobre la perspectiva de la

ciencia política clásica, la cual se orienta por lapregunta por la perfección del hombre, paraculminar así con la descripción del mejor ordenpolítico, la realización del cual, curiosamente, seconsidera producto del azar.

En el debate público, la asunción de unarazón política plantea las preguntas acerca delbien y la justicia desde una perspectivafilosófica realista, y por consiguiente, se hacecargo de la posibilidad de hallar respuestas

 verdaderas a tales cuestiones, y sitúa los asuntospolíticos ante la existencia de un ordennatural63 previo y normativo. En este sentido, laperspectiva de Strauss hace posible el

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redescubrimiento de la ley natural comofundamento de la conducta humana, sugiriendoasí la imposibilidad de renunciar a un nivelmetafísico de argumentación en la deliberaciónpolítica.

 Al igual que en nuestro tiempo, en la épocaclásica son frecuentes en la ciudad los conflictosentre los hombres que defendían posicionesopuestas acerca de la justicia y de la mejororganización de la polis. Strauss hace notarcómo al filósofo político le corresponde dirimirtales disputas, convirtiéndose en árbitro parexcellence, pues al estar por encima de lasdiferencias partidistas y particulares puedecontemplar con claridad la situación de laciudad y proponer las soluciones más acertadas.

La vida política supone diálogo, deliberación,pero ante todo, un tipo de diálogo sustantivo,es decir, que más allá de las pautas retóricas yformales que lo inspiren o de las reglascomunicativas, discursivas y procedimentalesque lo rigen, tiene un propósito intrínseco: labúsqueda de la verdad, una verdad que seconcibe desde un fuerte componente ético omoral, toda vez que la pregunta que inspira la

 vida política clásica -tanto teórica comopráctica- es: ¿cuál es el mejor orden o régimenpolítico?, en el entendido que este régimenpolítico contribuye a la felicidad de la persona.Los griegos tienen conciencia de la insuficienciade los diferentes tipos de régimen, o de loscondicionamientos antropológicos y socialesque tienen sus concreciones históricas. Por ellose hace necesaria su permanente revisión ycrítica. Aristóteles, por ejemplo, se empeña enmostrar los pro y contra de cada uno de los

regímenes políticos. Del mismo modo, esextraña una suerte de blindaje implícito oexplícito a la forma de gobierno dominante,más aún con descalificaciones de diversa índolea quienes formulan un cuestionamiento a laimplementación del mismo.

El carácter sustantivo de la racionalidadpolítica clásica no solo se pone en evidencia enel aspecto moral que se desprende de susconsideraciones, sino también en el papelcentral que asume la decisión en el debatepolítico. Strauss anota que el tema decontroversia fundamental es la cuestión relativaal tipo de hombres que deben tener la últimapalabra en los asuntos políticos, es decir,quiénes deben decidir. En ese marco, el diálogo,

la deliberación y la persuasión son situados enel ámbito político como medios e instrumentosde los asuntos políticos, no como fines en símismos. En último término, pretendenpropiciar una mejor decisión, esto es, aquellaque sea más verdadera, buena y justa.

Finalmente, dado que Strauss no propugnauna vuelta al pasado por sí mismo sino en vistasa las lecciones sustantivas que se pueden extraerde allí para nuestro tiempo, más que en un

retorno, una vuelta o un estudio histórico de lafilosofía política clásica, la clave de lectura de suobra está en la recuperación de la racionalidadpolítica clásica, la cual se funda sobre laperspectiva cívica que hace posible que lapregunta por el mejor régimen político siempreesté vigente en el seno de la sociedad. A mimodo de ver, ésta es la mejor lección que nosha ofrecido este profesor universitario.

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¿Qué es filosofía política? de LeoStrauss. Apuntes para una reflexiónsobre el conocimiento político

Leo Strauss es considerado uno de los pensadores delos problemas políticos contemporáneos más importantesde nuestra época (Gavito, 2002; Garzón-Vallejo, 2009).

 JORGE ORELLANO

Su preocupación por la forma como elhombre piensa su mundo, los asuntos políticos,la buena sociedad y la democraciacontemporánea fueron el centro de susreflexiones en el campo de la filosofía políticaque, en todos sus argumentos, fue una apuestapor el mundo ateniense que dio origen alpensamiento occidental. La formulación de superspectiva de comprensión de esos problemaspolíticos, orientada por la preocupación sobrelo que debe ser el mejor gobierno para la

sociedad, lo inscribe en la tendencia normativade la epistemología política (Arnoletto, 2007).

El propósito de este ensayo es abordar losargumentos de carácter teórico y metodológicoque sirven de soporte a la defensa de la filosofíapolítica por parte de Leo Strauss como formade conocer y comprender el mundo. Esteanálisis se centra en el trabajo ¿Qué es filosofíapolítica? y sigue las líneas expositivas de esetexto.

Organizamos la exposición con unaspuntualizaciones sobre lo que puedeidentificarse con el ideal de sociedad buena omodelo político correcto. Seguimos con ladistinción entre filosofía y filosofía política paraluego abordar las diferencias entre filosofíapolítica clásica y filosofía política moderna querealiza Strauss.

 Analizamos la preocupación del autor porconfrontar las tesis positivistas e historicistas

que devienen en pérdida de relevancia de lafilosofía política en nuestros tiempos. Cerramoscon algunas consideraciones sobre los temas

objeto de reflexión por parte de la filosofíapolítica tal, como lo expone Strauss, y supertinencia para pensar un mundo como elnuestro, con características totalmente distintasa la visión de la filosofía política clásica y susimplicaciones para el conocimiento de larealidad contemporánea.

Democracia como modelo ideal yneoconservadurismo

Para Strauss, el problema central de la

filosofía política encuentra asidero en lasconcepciones del bien presentes en lospensamientos que guían la acción de loshombres en el ámbito político, bien se trate deconservar un determinado orden político o biende cambiarlo. Problematizar esas opinionesconduce a plantear la adquisición delconocimiento, particularmente delconocimiento de lo político.

 Toda acción política, pues, está dirigida pornuestro pensamiento sobre lo mejor y lo peor.Un pensamiento sobre lo mejor y lo peorimplica, no obstante, el pensamiento sobre elbien. La conciencia del bien que dirige todasnuestras acciones tiene el carácter de opinión:no nos la planteamos como problema, peroreflexivamente se nos presenta comoproblemática. El mismo hecho de que nosotrospodamos plantearla como problema nos llevahacia un pensamiento del bien que deja de serproblemático; nos encamina hacia un

pensamiento que deja de ser opinión paraconvertirse en conocimiento (Strauss, 1970).

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Cuestionar los pensamientos que tienen loshombres sobre el bien y los problemas que sederivan de ello es lo que para Strauss representael objeto de la filosofía política. Se trata de unaidea del bien, identificada con una concepcióndel mejor orden político u orden social justo.

La carencia de reflexión sobre este punto,en la época que le tocó vivir, es lo que conducea Strauss a plantear cierta decadencia de lafilosofía política como perspectiva de reflexióny análisis. Sin embargo, lo anterior deja abiertootros problemas: ¿Qué se entiende por el mejororden político? ¿Sobre qué premisas es posibleadmitir una visión normativa de la realidad enesos términos? ¿Es posible hoy encontrar unadefinición unívoca de ese orden ideal?

Para Strauss estaba claro que ese ordenideal era la democracia occidental fundada encriterios liberales, en la cual se conservan rasgosdel republicanismo; protección de libertadesindividuales y control institucional del poder.La democracia occidental, en la perspectiva deStrauss, se oponía a las formas totalitarias delpoder, como lo fueron las experiencias delnazismo y el comunismo soviético con susnefastas consecuencias para la humanidad y la

política misma. Y esa defensa no se quedabaahí, sino que además se aspiraba a proyectarlacomo un modo de vida universal, unaaspiración hecha no sin dudas y críticas: a pesarde la defensa de la democracia, Strauss veía conrecelo el hecho de que, al estar fundada en unamoral universal y no en una revelación divina,la democracia admitía la posibilidad de que ellamisma albergara tendencias religiosascontradictorias, hecho que se manifestó en loque denominó el problema judío (Tarcov y

Pangle, 1993).Esa aspiración es lo que ha impulsado la

crítica al pensamiento de Strauss, y con ello alpensamiento norteamericano sostenido en susideas, y su pretensión por consolidar lademocracia como sistema político universal, loque ha merecido el calificativo deneoconservador, dentro del espectro ideológicodel pensamiento político norteamericano. Dehecho, tal como señala Alfredo Toro Hardy

(2005), los mismos representantes delneoconservadurismo norteamericano seautocalifican de “imperialistas democráticos”. 

La defensa de la democracia por parte deStrauss trataba, igualmente, de una apuesta poruna educación cívica que permitiera trascenderla cultura de masas que reina en la democraciapopular y avanzar hacia un modelodemocrático, como inicialmente se concibió, es

decir, como una orientación aristocrática(Tarcov y Pangle, 1993), en el sentidorestrictivo del ejercicio de la ciudadanía. De estaúltima consideración deriva la inclinación porconsiderar la obra de Strauss como una visiónempírica y cívica de la política (civismometodológico).

Filosofía y filosofía política

El pensamiento sobre los asuntos políticosy la posibilidad de cambiarlos o conservarlosrequieren cierta formalización. Strauss remite ala revisión de las formulaciones clásicas de lopolítico y del papel que juegan las personas enese orden, planteadas en la filosofía griega de lamano de autores como Platón o Aristóteles.Ésta es la razón que le otorga preponderancia ala filosofía política clásica del mundo ateniensey que Strauss contrapone a las pretensionesreduccionistas de la ciencia y el historicismo dela era moderna.

Strauss considera a la filosofía, en términosgenerales, como una visión integral debúsqueda de la verdad, de búsqueda delconocimiento universal de las cosas. A su juicio,la razón de ser de la filosofía radica en eldesconocimiento que el hombre tiene sobre lascosas del mundo, lo que sirve de base paraabocarse de manera sistemática a conocer la

 verdad. Es por tanto una labor permanente,dinámica, no un estado definido: “La búsqueda

sería innecesaria si ese conocimiento estuviese ala mano” (Strauss, 1970). En el lenguaje de lateoría del conocimiento, podríamos decir queStrauss introduce, a su manera, una dudametódica: “Sólo sé que no sé nada”, lo cualrefleja la ignorancia sobre las cosas como puntode partida del esfuerzo por alcanzar elconocimiento. Una suerte de dudametodológica similar puede observarse en lapremisa de Durkheim (1986) cuando pide tratara los hechos sociales como cosas, es decir,

como algo que no conocemos.Pero es una duda que se supera por vía

inductiva al adherirse a la observación aplicada

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por los filosóficos clásicos, quienes la usaroncomo método para sustentar sus reflexiones,propuesto por la filosofía griega: el filósofoobserva la realidad, y a partir de susobservaciones y del contacto con la gentepuede definir lo que realmente quiere y la forma

que permita superar las meras opiniones delcomún de las gentes. Además, lo que seformule como modelo político ha de poseercomo cualidad su generalidad, es decir, no hacereparo en particularidades histórico-concretas,sino que persigue formular modelossusceptibles de aceptación por todos loshombres.

Se trata de una labor cognitiva, que en elcaso de la filosofía política se aprecia en la

aspiración por superar las opiniones sobre lopolítico por un conocimiento más certero ymetódico. Es dentro de esta concepción dondeLeo Strauss inscribe la filosofía política:

En la expresión “filosofía política”,“filosofía” indica el método, un método que almismo tiempo profundiza hasta las raíces yabarca en extensión toda la temática; “política”indica tanto el objeto como la función. Lafilosofía política trata del objeto político en

cuanto es relevante para la vida política; de aquíque su tema se identifique con su meta, comofin último de la acción política. El tema de lafilosofía política abarca los grandes objetivos dela humanidad: la libertad y el gobierno o laautoridad, objetivos que son capaces de elevaral hombre por encima de su pobre existencia(1970).

La filosofía política implica un tránsito de laopinión de lo político hasta un nivel de

conocimiento de la esencia de lo político, locual se convierte en su tarea primordial. Laspersonas poseen cierta opinión sobre las cosassin necesidad de conocerlas en su totalidad;igual sucede con lo político. Por tanto, la laborde la filosofía política es conducir a lasuperación de esas opiniones y colocar alhombre en una situación de dignidad con baseen su conocimiento de los asuntos políticos.

En palabras de Strauss: “La filosofíapolítica consiste en el intento de adquirirconocimientos ciertos sobre la esencia de lopolítico y sobre el buen orden político o elorden político justo” (1970). 

Para Strauss la filosofía política comocampo de reflexión de lo político se distinguede otras formas de reflexión. Así, la filosofíapolítica se distingue del pensamiento político encuanto éste se basa en el estudio de ideasasociadas con nociones, comentarios,

imaginación, convicciones, creencias, etcétera,relacionadas con principios políticos, y ademáses indiferente a la distinción entre opinión yconocimiento. Por su parte, la filosofía políticaes un esfuerzo consciente, coherente y continuopor sustituir las opiniones por conocimientosciertos. Los hombres siempre han tenidopensamiento, pero la filosofía política apareceen un momento preciso de la historia. Elpensamiento político se desarrolla a través derelatos, leyes, códigos, discursos, etcétera. Encambio, la filosofía política se desarrolla mejor através del tratado (Strauss, 1970). El tratado esla metodología de la filosofía política clásica,mientras que para la filosofía política modernalo es la narrativa. En el campo de la filosofía,los tratados constituyen la formalización eruditade las reflexiones que sobre determinadosproblemas hacen los filósofos. Es su manera dedecir las cosas y de estructurar sus argumentos.En el caso de Strauss, el tratado versa sobre la

reivindicación de la filosofía política en tantoforma integral de comprender el mundo y deguiar las acciones de la recta conducta de laspersonas.

La filosofía política se diferencia de la teoríapolítica en que esta última consiste en unestudio comprensivo de la situación política quesirve de base para la construcción de unapolítica en sentido amplio, es decir, paraorientar cursos de acción. Son estudios

circunscritos al caso de estudio, cuyosprincipios son aceptados por la opinión públicao por buena parte de ella y, a juicio de Strauss,conduce a asumir de manera dogmáticaprincipios políticos que bien pudieran ponerseen cuestión.

Filosofía política no es teología política. Lateología política es una enseñanza políticabasada en la revelación divina; en cambio, lafilosofía política se limita a lo que es accesible a

la mente humana por sí sola. De cierta manerapudiéramos señalar que en este aspecto lapropuesta de Strauss se relaciona con lapretensión del positivismo por guiar el

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conocimiento sólo sobre cosas empíricamente verificables; no por casualidad admite como válidos los intentos iniciales de Comte al quererguiar el desarrollo del conocimiento. Sinembargo, lo que destaca aquí es un desiderátumque debe enfrentar aquella persona resuelta a

cultivar el mundo del saber: hay momentos enque es preciso transgredir límites a lasaspiraciones del conocimiento como, porejemplo, las normas religiosas. De ahí que entre

 Jerusalén, que representa ese mundo de piedady restricciones divinas, y Atenas, comoreferente del cultivo del saber, Strauss sedecanta por esta última (Gavito, 2002).

Lo que diferencia a la filosofía política de loque Strauss denomina ciencia política

“científica” es que ésta es autosuficiente yafilosófica. Ambas son incompatibles en lamedida en que la ciencia política no requierenada de la filosofía política: sólo se basa endatos a partir de los cuales deduce susconsideraciones de lo político, mientras que lafilosofía política consiste en un “intento porcomprender la esencia de lo político” (Strauss,1970). En el caso de la filosofía política, noniega su dimensión normativa derivada de la

 valoración dada por lo que Strauss denomina“amor a la verdad”. 

 A diferencia de la opinión política, que sebasa en suposiciones, errores, creencias,prejuicios, etcétera, la filosofía política secontrapone a ella, puesto que se orienta porsustituir las meras opiniones por unconocimiento certero, coherente y crítico de losasuntos políticos. Este proceso se hace difícilen el contexto de una sociedad dinámica demasas, caracterizada por cambios rápidos y la

complejidad de las relaciones. En esta situación,dentro de la descripción de Leo Strauss, laespecialización del cultivo del conocimiento sematerializa en disciplinas como la cienciapolítica:

El conocimiento político es hoy más difícilde adquirir y queda anticuado con mayorceleridad que en otros tiempos. En estascircunstancias se hace necesario que un númerodeterminado de hombres se dedique

exclusivamente a la tarea de recoger y asimilarel conocimiento sobre lo político. Es a esta

actividad a la que hoy frecuentemente se ledenomina ciencia política (1970).

Esta búsqueda del conocimiento es unatarea refinada, que a veces deviene enenseñanzas que pueden transmitirse en aulas yconduce a la consolidación de una éliteacadémica especializada guiada por el amor a la

 verdad. Esta misma dificultad para comprenderlos asuntos políticos hace que Strauss apuestepor una democracia administrada por unaaristocracia, no por criterios de exclusión ni pormero elitismo, sino porque en el mundo de loshombres no todos pueden dedicarse a losasuntos filosóficos y políticos (Gavito, 2002).No obstante, queda la duda acerca de la formacomo podrían ser integrados en la deliberación

pública las exigencias o criterios acerca del biende quienes no cuentan con un juicio tanrefinado como los académicos o decisorespúblicos, lo que a su vez podría traducirse enproblemas de paternalismo alienante y tambiénde confrontación e integración de derechos enel marco institucional, problemas que han sidoabordados contemporáneamente por las teoríasde la decisión racional (Harsanyi y Rawls).

 A pesar de la distinción que pudiera darse

entre el estudioso y el no estudioso de lapolítica, ambos convergen en un mismo punto:su centro de atención es “la situación políticadada, e incluso, en la mayoría de los casos, lasituación política concreta en el país delindividuo que realiza la investigación” (Strauss,1970). Sin embargo, más allá de esto, lo queimporta es que desde que la inmediatez y loconcreto del momento dejan de ser referenciapara el pensamiento, surge -el en foquefilosófico de lo pol ítico. “Solo cuando el aquí y

el ahora desaparecen como centro de referenciapuede surgir el enfoque filosófico o científicode lo político” (Strauss, 1970). 

El amor a la verdad que suscribe la filosofíapolítica converge con el interés de la filosofíapolítica clásica por encontrar el mejor régimenpolítico. Se trata de visiones integrales ytrascendentes del mundo, que superan losmomentos históricos precisos. Se hace evidenteaquí una vez más esa dimensión normativa

ausente en las visiones científicascontemporáneas, que fragmentan la realidadpara su análisis, vía especialización analítica, y

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que eran reprochadas por Strauss. En ciertaforma, ese amor a la verdad encontrará unnicho en los espacios académicos antes que enlos hombres de acción, sólo que a los hombresde ciencia se les reconoce mayorresponsabilidad en la concepción de mundo

que se plantee en la medida en que seencuentran en la tensión entre el conocimientoy la acción. Si aquí se admite que los hombresde ciencia en sus respectivos espaciosacadémicos han de promover cierta forma de

 vida y no otras, generarían un conflicto que,desde otra perspectiva, difícilmente puedaresolverse. Es lo que plantea Max Weber alexplicitar su duda acerca de “… si en laenseñanza académica se debe o no ‘hacerprofesión’ de las propias valoraciones prácticasfundadas en la ética, en los ideales culturales obien en una concepción del mundo” (2001).

 Weber no descarta que el académico expresesus valoraciones específicas sobre problemasconcretos, lo que exige es lo que llama“honestidad intelectual”, es decir, que elacadémico sea claro ante sí y ante susestudiantes al momento de precisar cuándo unaaseveración es resultado de observacionesempíricas o deducidas lógicamente y cuándo

corresponden a valoraciones prácticas, denaturaleza subjetiva.

Hacer filosofía política no es tan sencillocomo parece, ya que el simple hecho de quetodos los hombres poseen ideas vagas oconocimientos específicos sobre distintos temasdificulta la posibilidad de acuerdos que validenlo que es verdadero. La peculiaridad del fin delo político, el bien común, introduce un nivel decomplejidad para su conocimiento, puesto que

el significado que pueda atribuírsele a esetérmino es de por sí problemático. Esaproblematicidad, a decir de Strauss, se traduce a

 veces en un menosprecio de los fines políticosque los reducen a meros compartimientos deotras disciplinas, e impide que se aprecie lasituación en su totalidad. Sin embargo, esto nodespeja la preocupación por lo que ha deentenderse por fines políticos y Strauss atribuyeesa dificultad al carácter comprensivo de losfines políticos.

Saber en qué consiste la victoria no esproblemático; lo es esencialmente, sin embargo,comprender el significado del bien común. La

ambigüedad que rodea a los fines políticosproviene de su carácter comprensivo. Entoncessurge la tentación de negar o eludir el caráctercomprensivo de lo político y tratarlo como uncompartimiento más (1970).

Diferente es la formulación decomprensión de Max Weber para quien lacomprensión consiste en captar la lógica defondo que subyace a la acción de los actoressociales sin que esto implique algúncompromiso de acción. En la formulacióncomprensiva de Weber se tiene como premisala dificultad por aprehender la realidad social ensu totalidad; de ahí que se asume la realidadsocial como infinita y es la visión delobservador la que define los ámbitos de interés

para el análisis, la cual aborda medianteherramientas unívocas como lo son los “tiposideales”. 

La comprensión de los problemas políticosen la formulación de Strauss se refiere a laatribución de significados relevantes paraaquellos procesos sociales que conduzcan a lasuperación de las condiciones deincomprensión de la humanidad y permitantrascender hacia un estado mejor; se trata no

sólo de una teoría política, sino, además, de unapráctica política que conduzca a una sociedadde bienestar y justicia, y en ese afán introduceelementos como la moral republicana, la virtudy la libertad de los hombres como referentespara ese modelo de sociedad justa susceptiblede ser universalizable.

El planteamiento de Leo Strauss sobre lafilosofía política es una búsqueda permanentede la verdad sobre el mejor orden social; es un

pensamiento que integra en sus reflexiones ladimensión normativa y procura superar lasideas vagas por un conocimiento certero acercade los objetos políticos.

Filosofía política clásica y filosofía política moderna

El contexto histórico y político que le tocópresenciar a Leo Strauss lo condujo aconsiderar la decadencia de la filosofía política,en razón de la escasa reflexión sobre los

asuntos políticos, el objeto de la filosofíapolítica, su método y la función que podríadesempeñar en la sociedad contemporánea.

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Para ese entonces, a decir de Strauss, sólo hasobrevivido la tendencia por hacer historia de lafilosofía política, en particular en el ámbitoacadémico de su época, sobre todo porqueconsideran a la filosofía como contraria a lahistoria y la ciencia.

Para Strauss la filosofía política clásica es laforma original de la filosofía política de la manode autores como Aristóteles o Platón (Strauss,1993). De ahí en adelante todo es derivado, esdecir, todo el planteamiento filosóficocontemporáneo tiene un antecedente en lasreflexiones clásicas.

La filosofía política clásica surge cuando sederrumban todas las tradiciones políticas sinque surja una nueva, y por esta razón la filosofíapolítica clásica es atradicional. “La filosofíapolítica clásica es atradicional, porque pertenecea aquel momento creador en que se derrumbantodas las tradiciones políticas y no ha surgidotodavía una tradición filosófica-política”(Strauss, 1970). A decir de Strauss, anterior aese momento las observaciones filosóficas serealizaban mediadas por tradiciones, mientrasque con el advenimiento de la filosofía políticaclásica la observación se da por proximidad

entre el filósofo y la realidad: más allá de unareflexión teórica, es una práctica política quedelibera sobre lo bueno y lo malo de lasacciones de los hombres, no sustrayéndose dela vida pública que le permite apreciar las ideasdel bien y del mal.

Es una filosofía libre de todo fanatismo,porque se da cuenta de que el mal no puede serdesarraigado totalmente y, por tanto, de que losresultados que se deben esperar de la política

no pueden ser más que modestos. El espírituque la anima puede expresarse en términos deserenidad y sobriedad sublimes (1970).

Lo más importante de esta formulaciónclásica de la filosofía política es la aspiración acomprender los fines políticos más allá delinmediatismo temporal y contextual, y sudedicación por plasmar principios universalespara todos los hombres. A decir de Strauss, nootra preocupación era el interés por pensar lamejor forma de gobierno que se obtiene deconceptos como aristocracia, democracia omonarquía. De cierta manera, es lo que ha

 venido en llamarse virtud, esa dedicación a

reflexionar y procurar el bien común, quedistinguen a los ciudadanos dignos. Es lo quedestaca Strauss de los textos de Platón y, tantocomo los contenidos de esos textos, laimportancia de los regímenes como temaprimigenio de la filosofía política.

Strauss deriva de las lecturas de Platón quelos regímenes son diversos y derivan de lasleyes que resultan del razonamiento de loslegisladores y esto plantea una cuestión de sumaimportancia: ¿Cuál de los regímenes enconflicto es mejor y, en último término, cuál esel sistema perfecto? Más allá de la respuesta aeste problema, apunta a considerar lacoincidencia de elementos comunes odiferentes que puedan intervenir en los destinos

de los regímenes en cuestión; lo que valedestacar es la necesaria reflexión filosófica.

Strauss admite que la filosofía políticaclásica adolece de dos objeciones: (a) esantidemocrática y (b) está basada en la filosofíanatural y la cosmología clásicas, ambasdeclaradas falsas por la ciencia moderna. Loprimero se debe, a decir de Strauss, a que losclásicos dieron preponderancia a la virtud endetrimento de la libertad, y esto tiene una

razón: la libertad es ambigua porque se prestatanto para el bien como para el mal. En cambio,la virtud implica la formación de la persona através de una educación moral, conducente a ladefensa de la democracia como régimenpreferible al resto de las formas de gobiernoexistentes, algo que se hace patente para lasdemocracias contemporáneas:

… en el grado en que la democracia percibaesos peligros se verá obligada a pensar en elevar

su nivel y sus posibilidades, volviendo a losclásicos en busca de sus nociones sobre laeducación: una educación que nunca podrá serpensada como instrucción de masas, sino unaeducación a la máxima altura para aquellos aquienes la naturaleza ha dotado de ese nivel(Strauss, 1970).

Política y educación reflejan dos tipos deconocimientos que se vinculan en razón de la

 visión de conjunto que aporta la política sobrelos fines humanos y que se proyecta sobre loshombres a través de la educación. En definitiva,para la filosofía política clásica el fin de la vidapolítica es la virtud, entendida como amor a las

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leyes y vocación para dedicarse al bienestar dela comunidad política, identificada esta últimacon una suerte de gobierno autocrático o mixto.

 Y el orden político identificado como el mejores la aristocracia o el gobierno mixto.

Por su parte, la formulación moderna de lafilosofía política considera que esa idea de

 virtud cívica y régimen óptimo es irreal y sedistancia de la filosofía política clásica. Tal vezdonde mejor se expresa esta crítica es en elanálisis que realiza

Strauss de Maquiavelo, de quien deduceque: “Es erróneo todo planteamiento de lopolítico que culmine en una utopía,describiendo una forma de gobierno óptimacuya actualización es altamente improbable”.Siguiendo con Maquiavelo, el cuestionamientode las virtudes se retrae al momento anterior ala virtud, una instancia amoral, esto es,Maquiavelo reflexiona sobre la imposibilidad deque la moralidad sea el resultado de unacondición amoral, por lo que las virtudes noson tales, sino sólo en el contexto de unasociedad donde se forman los hombres, con susparticularidades y sus defectos. Precisamente,con las reflexiones de Maquiavelo se invierte la

fórmula que sostenía que la virtud antecede albien, y ahora la definición del bien antecede a la virtud, por lo que ser virtuoso en este últimosentido implica ser libre de toda dominaciónexterna, conlleva la preponderancia de la ley, lagloria y el poder.

…no podemos definir el bien de lasociedad, el bien común, en términos de virtud,sino que, por el contrario, tenemos que definirla virtud partiendo del bien común. Es este

modo de comprender la virtud lo que, endefinitiva, determina la vida de las sociedades.Por bien común tenemos que entender losobjetivos que todas las sociedades persiguen enla realidad. Estos objetivos son: libertad frente atoda dominación extranjera, estabilidad osupremacía de la ley, prosperidad, gloria ypoder. La virtud, en el sentido propio de lapalabra, es el conjunto de hábitos que serequieren o que conducen al logro de este fin. Yeste fin, y sólo él, es lo que hace que nuestras

acciones sean virtuosas. Todo lo que se hagapor razón de este fin es bueno. Este fin justificalos medios. La virtud no es nada más que la

 virtud cívica, el patriotismo o la dedicaciónexclusiva a los intereses propios de lacomunidad (Strauss, 1970).

La preocupación de esta formulaciónmoderna de la filosofía política sería distinta a laque contemplara la filosofía clásica y se centraráen una lógica crítica de las formulacionesanteriores y con temas disímiles por parte de losdiferentes autores. Siguiendo el métodonarrativo, los diferentes autores, que a decir deStrauss representan la primera etapa de lamodernidad de la filosofía política, expondránsus argumentos y sus concepciones de ver losasuntos políticos y la vida de los hombres. Así,mientras que para Maquiavelo el interés era elrégimen de gobierno y el deseo de gloria como

coactivo para que los hombres se adhieran a las virtudes republicanas, para Hobbes era laciudadanía y la justicia los temas centrales,estructurados en una lógica del temor quedespierta el instinto autoconservador de loshombres contra el poder de la autoridad. Locke,por su parte, introduce un argumento denaturaleza económica, la propiedad, parajustificar y explicar la lógica de funcionamientode la nueva sociedad moderna. Montesquieureflexionó sobre la compatibilidad entre virtudrepublicana y las ansias individualistas delcomercio y la riqueza; razonamiento que vaconsolidando el criterio de individualidaddentro del orden social moderno.

Para Strauss, con Rousseau se inicia lasegunda etapa de la modernidad de la filosofíapolítica (1970) y  – en sus conclusiones sobreesos autores –   significó retomar la visión clásicaque conduciría a una visión más radical de lamodernidad. Los argumentos de Rousseau, en

el análisis de Strauss, implican una mirada a lapolis griega pero con ojos de la modernidad,puesto que se conservan ciertos razonamientosanclados en pensadores modernos, argumentosde los cuales destacan la definición de derechosque hagan innecesarios la apelación a losderechos naturales. De estos argumentosderivará la idea de una inequívoca voluntadgeneral, idea que ha conducido a ciertototalitarismo en la medida en que funda la

obligación de los ciudadanos hacia lacomunidad política y restringe la libertadindividual. Rousseau, de acuerdo con Strauss,considera que la sociedad justa es el fin que los

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hombres han de perseguir luego de constatarque los hombres se han apartado de su estadode naturaleza perfecto, que no exigía marcharhacia una sociedad civil.

La filosofía política de la mano de autorescomo Hegel, Kant, sucumbe a la tentación deintegrar la historia en los planteamientosexplicativos de la filosofía política, esto es, laaspiración por integrar el orden perfecto en larealidad social, lo que se manifiesta en lafilosofía política de la historia.

En los planteamientos de esta segundaetapa de la modernidad destacan los axiomasdentro de esta estrategia argumentativa quesirven de infraestructura teórica que, sinembargo, sucumbe a la tendencia porincorporar a la historia como elementosustancial de la filosofía política. Sigue así unalógica deductiva antes que inductiva, comosucedía en la formulación clásica de la filosofíapolítica apoyada en las observaciones.

Filosofía política, positivismo ehistoricismo

Strauss cuestiona que el análisis de losasuntos políticos se encuentre dividido en

compartimientos que se especializan en unámbito de la realidad, sin visión de totalidadsobre el objeto de estudio. Peor todavía, Straussdeplora que la filosofía política sea consideradaajena a la ciencia moderna, en particular a laciencia de corte positivista.

Entre las razones que Strauss identificapara explicar el desprestigio de la filosofíapolítica se encuentran la preponderancia de ladistinción entre hechos y valores en elplanteamiento científico apuntalado por elpositivismo, y la consolidación del historicismoy su crítica a la filosofía como disciplina deconocimiento.

Pareciera que Strauss reconociera ciertaimportancia al positivismo, en particularcuando toma en consideración la formulaciónque hiciera Comte y su aspiración por superarla anarquía intelectual en el mundo de lasciencias. Sin embargo, el desarrollo posteriorque sigue el positivismo de la mano delutilitarismo, el neokantismo y el evolucionismodisipan esa aspiración (Strauss, 1970).

Para Strauss, la ciencia social positivista esavalorativa y éticamente neutra. En el análisisde Strauss, las ciencias sociales positivistas semantienen imparciales ante el conflicto que sepresenta entre el bien y el mal,independientemente de las nociones del bien y

del mal que se ponen en juego. El campo de lasinvestigaciones y discusiones de la cienciamoderna, a decir de Strauss, sólo puedefuncionar a partir de una liberación de losjuicios morales, de una abstracción absoluta:“La ceguera moral es indispensable para elanálisis científico”). Para Strauss el riesgo queconlleva esta actitud es el conformismo, larutina y la instauración del nihilismo: lacontemplación de la realidad sin intención deintervenir en ella, un estado de indiferenciahacia logros concretos en la realidad.

En el fondo, el reclamo por considerar a losintelectuales como parte de una realidadconcreta es lo que ha hecho que se vuelque lasmiradas hacia las condiciones éticas y loscompromisos morales hacia la sociedad: losintelectuales no pueden negar que ellos mismosson parte de la sociedad y son en esenciaciudadanos, más aún, ciudadanos concualidades diferentes a todos los demás, lo quelos coloca en situación de aportar visionessobre el mundo que puedan ayudar a mejorarsu situación, algo que es todavía más pertinenteen contextos democráticos.

¿Cuáles son las premisas del positivismo ydel historicismo y cuáles los argumentos queopone la filosofía política que formula Strauss alas posturas positivistas?

•  Es imposible el estudio de los

fenómenos sociales, sobre todo de losfenómenos sociales más importantes, sin queeste estudio lleve consigo juicios de valor. ParaStrauss es difícil no atribuir valoraciones a loshechos del mundo, algo que se hace evidenteinclusive en los propios análisis científicos, porejemplo, cuando se clasifican los regímenespolíticos en “demócratas” o “autoritarios”seguramente se está haciendo una valoración delo que es rechazado en-con traste con la idea dedemocracia. Es decir, los conceptos mismos

introducen una normatividad en el análisis.•  La exclusión de los juicios de valor se

basa en la presunción de que la razón humana

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es esencialmente incapaz de resolver losconflictos entre valores- dis tintos o entresistemas de valores diferentes. Strauss nocomparte la tesis de la insolubilidad de losconflictos de valores. Esta posición remite aconsiderar que rechaza la inconmensurabilidad

de los valores y que en consecuencia es posibleintroducir juicios orientados a la soluciónmediante categorías- universales. Esa soluciónpasa por la instauración de un orden mundialsostenido sobre valores igualmente universalesorientados a generar bienestar a todos loshombres en un contexto definido por unasociedad global de naciones (Tarcov y Pangle,1993). En particular, ésta sería su apuesta por lademocracia occidental concebida a partir de lasreflexiones clásicas.

•  La creencia de que el conocimientocientífico (entendido por tal el conocimiento aque aspira la ciencia moderna) es la formasuprema de conocimiento humano llevaconsigo el desprecio de todo el conocimientoprecientífico.

Para Strauss, el conocimiento parteinevitablemente de ciertas ideas de lo que sonlas cosas y eso obliga a un planteamiento

dialéctico que viavilice la comprensión delcontexto que hace posible esas ideas y de losobjetos de la realidad. De hecho, la filosofíapolítica tiene como punto de partida esas ideasprevias sobre lo político que luego se preocupaen superar hasta alcanzar un conocimientocertero.

•  El positivismo se conviertenecesariamente en historicismo. La aspiraciónpor comprender las diferentes culturas desde el

punto de vista de los esquemas conceptualesdel mundo occidental introduce el análisishistórico cuyo énfasis consolida la tendenciahistoricista en el análisis de lo político alrelativizar los conocimientos de las diferentesdisciplinas.

El historicismo se diferencia delpositivismo en que: (a) abandona la distinciónentre hechos y valores; se admite que cadamodo de comprender implica unas valoracionesespecíficas; (b) niega toda exclusividad a laciencia moderna en la interpretación delmundo; hay muchas visiones para hacerlo; (c)rechaza la consideración del proceso histórico

como algo eminentemente racional; (d) niega el valor a la teoría evolucionista aduciendo que laevolución del hombre, partiendo de un ser nohombre, hace ininteligible su condiciónhumana.

En definitiva, el historicismo descartacualquier planteamiento que tenga como temacentral la idea de la sociedad ideal o del mejorrégimen. Esto es consecuencia lógica delrelativismo que introduce en la consideracióndel devenir de la humanidad.

El historicismo rechaza el planteamientodel tema de la buena sociedad, o sea, de lasociedad ideal, como consecuencia del carácteresencialmente histórico de la sociedad y delpensamiento humano: no es radicalmentenecesario hacer brotar el tema de la buenasociedad; ese tema no se plantea al hombre; susimple posibilidad es el resultado de unamisteriosa concesión del destino (Strauss,1970).

Para Strauss el positivismo deviene enhistoricismo y así se constituye en el enemigoque debe enfrentar la filosofía política, y laforma de llevar a cabo esta labor es revisandolos postulados de la filosofía política clásica y

los derroteros que siguió la filosofía políticacontemporánea para llegar a una perspectiva delo que la filosofía política puede hacer en losmomentos cruciales de la humanidad.

El historicismo relativiza el pensamiento alpretender atarlo a un contexto sociohistóricoparticular. Concluye que ninguna interpretaciónes verdadera fuera de ese contexto. Elhistoricismo del siglo XX exige que cadageneración reinterprete su pasado desde su

propia experiencia y teniendo en cuenta supropio futuro.

Para Strauss, el reto de la filosofía políticaes enfrentar al historicismo, puesto que dichopensamiento introduce un relativismo temporalcontextual de la reflexión política, atándola asituaciones específicas, cuando la filosofíapolítica, a decir de Strauss, se orienta porformular visiones que trascienden lasparticularidades temporales. El reto de la

filosofía política, en la lógica de losplanteamientos de Strauss, es definir criteriosque sirvan de soporte para instaurar referentes

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normativos para la convivencia social en unmundo que cada vez se aleja más de una razónúnica para pensar su existencia. La apuesta deStrauss implica el rescate de la racionalidadclásica precisamente en un contexto donde larazón moderna encuentra dificultades para

definir referentes objetivos y normativos para laconvivencia social (Garzón-Vallejo, 2009).

Reflexión no concluyente

Las reflexiones de Leo Strauss sobre losasuntos políticos álgidos para el hombre tomancomo referente inicial la filosofía políticaclásica, entendida como una búsquedapermanente de la verdad sobre el mejor ordensocial y de ahí elevar al hombre hacia un nivelmejor de su vida. Es un pensamiento queintegra la dimensión normativa y procurasuperar las ideas vagas por un conocimientocertero acerca de los objetos políticos; de ahíque considere las ideas clásicas del civismo, la

 virtud y la libertad.

Sin embargo, dos temas derivados de suplanteamiento impulsan a nuevas reflexiones.El primero se refiere al modelo políticodefendido por Strauss. Si bien las dudasiniciales acerca de cuál es el mejor orden social

y político se disipan al identificarlo con lademocracia occidental, siembra la duda sobre laposibilidad de una visión unitaria del mundoque pudiera conducir a cierto sesgo paracomprender los problemas políticoscontemporáneos al defender una únicaconcepción del bien. Esto se hace másproblemático si consideramos la diversidad deformas y contenidos que adquieren lasdemocracias contemporáneas.

Un ejemplo de la dificultad por definir unaidea del bien y su realización en las institucionesempíricas puede apreciarse en las obras de JohnRawls, quien en su Teoría de la justicia formulaun planteamiento con aspiraciones de erigirseen la solución racional al problema de elecciónpública para definir una “sociedad bienordenada” y luego el giro que da en Liberalismopolítico, donde (a) renuncia a la aspiración deque la Teoría de la justicia se convierta en lasolución definitiva del proceso de decisiónracional, y (b) considera que la aspiración poruna “sociedad bien ordenada” está alejada de larealidad y es utópica (Rawls, 1979). En

Liberalismo político, admitirá Rawls que ladiversidad de criterios acerca de la vida buenaes una consecuencia lógica del ejercicio libre dela razón. Siguiendo las reflexiones de IvánGarzón-Vallejo, la crisis de la razón en elámbito político se sintetiza en “el escepticismo

ante la posibilidad de descubrir desde la políticaun horizonte de bien común que sea válidopara todos” (2009). 

La aspiración de Strauss por consolidar unorden social universal se enfrenta alhistoricismo y con ello viene de la mano sucuestionamiento al relativismo político renuentea admitir la crítica a ciertos regímenes querechazan el modelo político definido por laslibertades individuales. Esto se traduce en la

inquietud por plantearse las condiciones deposibilidad de universalización de principios dejusticia o de premisas políticas que aspiran adefinir una idea única del bien igualmente

 válidas para los hombres en cualquiera de suscontextos sociohistóricos. Precisamente, en lasegunda mitad del siglo pasado aparecerá unaformulación que atienda a la preocupación pordefinir concepciones del bien acordes con

 visiones democráticas y liberales conpretensiones de universalidad: nos referimos ala obra de John

Rawls y a las formulaciones utilitarias quese le contraponen, el neoutilitarismo de JohnHarsanyi. En ambas propuestas se procuradefinir lineamientos para guiar la reflexiónmoral (Ralws) y racional (Harsanyi) de laspersonas y a partir de ahí obtener decisionespúblicas óptimas para la sociedad. Sin ánimosde profundizar en esos planteamientos, lo queimporta es destacar que la razón moderna, y

con ello quizás la filosofía política misma, aúntiene mucho que decir para pensar los asuntosque atañen al orden sociopolítico de loshombres (Pérez Schael, 1999).

El segundo problema en los planteamientosde Strauss es su rechazo a la distinción entrehechos y valores para fundar una visiónexplicativa del mundo. Ciertamente, laformulación científica moderna se levanta sobreesa distinción pero la reflexión parte por

considerar lo que puede observarse y no lo queha de observarse a partir de premisas planteadascomo absolutas. Un ejemplo de esto lo tenemos

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en la formulación fundacional de la sociologíacon autores como E. Durkheim (1986) y M.

 Weber (2001). Ambos autores reconocen laimportancia de los valores para el hombre y lasociedad, pero igualmente reconocen lainterferencia que los valores pueden ejercer en

la comprensión de la realidad.El énfasis en diferenciar la filosofía política

de la perspectiva científica de la política reflejacierta resistencia por la evolución conceptual yel cambio de perspectivas de análisis. Esto nodeja de ser problemático hoy día, puesto que lasdiversas teorías para observar la realidad socialse han multiplicado y eso obliga a plantear elpapel que pueda jugar la filosofía política en laactualidad. Al respecto pueden considerarse las

observaciones de Niklass Luhmann sobre la

necesaria cooperación entre sociología yfilosofía para abordar el problema de la moral yla ética en los tiempos contemporáneos, asícomo su rechazo a una inspiración en lafilosofía clásica para acometer tal tarea (1998).

Es innegable que los hechos de la realidadconnotan cierta valoración, pero quedarnos conesas “prenociones” interfiere en la posibilidadde comprender el mundo más allá de nuestraspropias convicciones políticas. Antes bien, si enalgo la ciencia y la filosofía pueden ayudar alhombre a tomar decisiones útiles es mostrandoal mundo tal como es y no como quisiéramosque fuese. A fin de cuentas, esto último es unaapuesta nuevamente por la razón moderna.

© Politeia, vol. 33, núm. 45, julio-diciembre,

2010.

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Leo Strauss y su crítica al liberalismo

Sin lugar a dudas la principal influencia intelectual entre losneoconservadores ha sido Leo Strauss quien fue objeto de culto durante susúltimos años en Chicago, y él y algunos admiradores aparecen en la novela de

Saul Bellow Ravelstein.

 ALBERTO BUELA

Leo Strauss nació el 20 de septiembre de1899 en en Kirchhain, junto a Marburgo, en laprovincia de Hessen, Alemania, hijo de unpequeño y piadoso comerciante judío. Asistió ala escuela secundaria en Marburgo y sirvió

como intérprete en el ejército alemán durante laPrimera Guerra Mundial. Obtuvo un doctoradoen la Universidad de Hamburgo en 1921 por sutesis de filosofía supervisada por Ernst Cassirer.Más tarde viajó a Berlín para trabajar en la

 Academia de Investigación Judaica. En 1932obtuvo una beca y abandonó Alemania. Vivióen París y Cambridge hasta 1938, año en que setrasladó definitivamente a los Estados Unidosde América.

La obra posdoctoral de Strauss incluyóestudios sobre Husserl y Heidegger, y en 1930 y1935 publicó sus primeros libros sobre dosemblemáticos autores judíos como Spinoza yMaimonides. Estos dos primeros trabajossignan de una vez y para siempre el carácterjudío del pensamiento de Strass, lo que va acondicionar, tal como demostraremos en esteartículo, toda su crítica a la democracia liberal,desde este exclusivo punto de vista. Después deun período en que realizó investigaciones enLondres, publicó The Political Philosophy of

 Thomas Hobbes (La filosofía política de Thomas Hobbes) en 1936.

En 1937, se trasladó a la Universidad deColumbia, y desde 1938 hasta 1948 fueprofesor de Ciencias Políticas y Filosofía en laNew School for Social Research, New York.Durante ese período escribió On Tyranny(1948) y Persecution and the Art of Writing(1952).

En 1949, pasó a ser profesor de filosofíapolítica en la Universidad de Chicago, y allípermaneció durante 20 años. Sus obras en este

período incluyen Natural Right and History(1953), Thoughts on Machiavelli (1958), Whatis Political Philosophy? (1959), The City andMan (1964), Socrates and Aristophanes (1966),y Liberalism Ancient and Modern (1968).

Entre 1968 y 1973, Strauss fue profesor enuniversidades en California y Maryland, ycompletó su obra sobre los discursos de

 Jenofonte y Sócrates y Argument and Action ofPlatón's Laws (1975). Después de su muerte,ocurrida en Annapolis, Maryland, en octubre de1973, fue publicada la colección de ensayosStudies in Platonnic Political Philosophy (1983).

Su proyección político-práctica la sintetizóla estudiosa Shadia Drury, autora del libro "LeoStrauss and the American Right" de 1999 yactualmente profesora de teoría política en laUniversidad de Regina en Saskatchewan,Canadá cuando afirma que “el uso del engaño yla manipulación en la política actual de EstadosUnidos se origina directamente en las doctrinasdel filósofo político Leo Strauss (1899-1973).Entre sus discípulos están los neo-conservadores que han guiado gran parte de laagenda política de la Administración Bush”. 

De sus dieciséis obras se destacan Laciudad y el hombre, El derecho natural y lahistoria y Sócrates y Aristófanes. Se defiende enellas la recuperación de la filosofía política y ladefensa de la teoría frente a la avalancha de lapolitología positivista de la postguerra. Esto hadeterminado que Strauss tenga,paradójicamente, gran ascendencia hoy en lamayoría de los politólogos de la derechafilofascista o paganizante. De Carl Schmitt,

Strauss adopta la concepción de la políticacomo el enfrentamiento amigo-enemigo. PeroStrauss radicaliza a Schmitt al proponer lareteologización de lo político, la unión de

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política, religión y moral - aun cuando piensacomo Maimónides que ambas son un fraudeperpetrado por los sabios y los filósofos paraengañar al pueblo que no está preparado paraconocer la verdad, - sino por el valormovilizador que proveen.

Entre sus discípulos, judíos todos, secuentan Paul Wolfowitz, secretario adjunto deDefensa y supuestamente la persona másdecisiva en la invasión de Irak; AbrahamShulsky, de la Oficina del Pentágono paraOperaciones Especiales; Richard Perle, delcomité consultivo del Pentágono; Elliott

 Abrams, del Consejo de Seguridad Nacional,Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa y losescritores Robert Kagan y William Kristol.

Ellos al poseer una filosofía política poseen unrealismo con convicciones de las que otroscarecen, lo que les da un tiente de arrogancia eintolerancia a sus acciones, fiel reflejo deaquélla. El principio movilizador que les inculcóStrauss fue aquel de Maquiavelo: “si no existeuna amenaza externa, hay que fabricarla”. 

Sin lugar a dudas la principal influenciaintelectual entre los neoconservadores ha sidoLeo Strauss quien fue objeto de culto durante

sus últimos años en Chicago, y él y algunosadmiradores aparecen en la novela de SaulBellow Ravelstein.

Strauss creía que las verdades esencialesacerca de la sociedad y la historia humanasdebían ser mantenidas por “una élite” y noreveladas a quienes carecieran de la fortalezasuficiente para asumir la verdad. La sociedadnecesita que se le cuenten mentirasreconfortantes. Decía también que el

relativismo de la sociedad norteamericanamoderna comporta un caos moral que podríaimpedirle identificar y atacar a sus enemigosreales. Él dio prioridad al concepto de “estadode guerra” como un medio para gobernar, puesla tolerancia que mostró la República de

 Weimar con el extremismo posibilitó el ascensoal poder del partido nazi.

Leo Strauss realizó una enérgica yparticularísima crítica intelectual del liberalismode la posilustración. Entendía a EEUU como elcaso más avanzado de liberalismo y, porconsiguiente, el más expuesto al nihilismo. Su

argumentación era que la filosofía clásica griega,particularmente la de Platón es más fiel a la

 verdad de la naturaleza que cualquier otra que lahubiera reemplazado. Claro está, en Platón hayesclavos por naturaleza que son la fuerza detrabajo de la polis griega, en tanto que un

número reducido de ciudadanos “la élite”ostenta el poder político, cultural y económicoy los gobierna.

Leo Strauss fiel a su raigambre judíadesarrolla tres argumentos críticos contra lademocracia liberal: El liberalismo políticopermite discriminar a los judíos por el simplehecho que la minoría debe plegarse a lasdecisiones de la mayoría. El liberalismoeconómico favorece el individualismo y

destruye finalmente el comunitarismo judío. Elliberalismo social privilegia el laicismo endetrimento de la religión. El sentimiento depersecución debe ser el fundamento de lareligión judía porque ello obliga a los judíos áserrer le rangs.

Esta crítica que inspira a losneoconservadores estadounidenses, que en lospuestos directivos son mayoritariamente judíos,ha logrado que éstos quieran erradicar la

democracia liberal de Estados Unidos enprovecho de una pseudodemocraciaconformada secretamente por los famosos“Sabios” de la tradición hebrea y dirigida poruna “élite” que gobernará al pueblo usando losartificios y mentiras ya descriptos por GeorgeOrwellen “1984”. 

Leo Strauss fue un profundo creyente en laeficacia y la utilidad de las mentiras en lapolítica. El apoyo público a la guerra de Irak se

basó en mentiras de que Irak representaba unaamenaza inminente para Estados Unidos - todoel asunto de las armas de destrucción masiva.

 Ahora que se han descubierto las mentiras, Paul Wolfowitz, su discípulo amado, y los demáspartidarios del “estado de guerra” niegan queesas hayan sido las verdaderas razones parallevarla a cabo.

Si esto último que acabamos de describirtiene algo de parecido con la realidad de lo quesucede, ni el mérito ni la culpa son nuestros,sino de la realidad, y el lector está obligado asacar sus propias conclusiones.

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Leo Strauss y la redención clásica delmundo moderno

 Al lector hispanoamericano puede resultarle llamativo el hecho deque en los últimos diez o doce años, distintas casas editoriales deEspaña y Argentina hayan emprendido la tarea de lanzar ediciones detrabajos de Leo Strauss que no estaban disponibles en castellano o seencontraban largamente descatalogados. Sin embargo, este reverdecerdel interés en la teoría straussiana resulta menos sorpresivo al tener encuenta las controversias sobre las inclinaciones políticas del profesorStrauss y su supuesta responsabilidad post-mortem en lasintervenciones militares de Estados Unidos en el mundo.

SERGIO DANIL MORRESI

En efecto, en los últimos años, Leo Straussha sido acusado de ser el principal ideólogo dela nueva derecha. El verbo “acusar” no esexagerado, pues diferentes ensayos académicosy periodísticos se ocuparon de señalar queStrauss no solo sería responsable de una

renovación del pensamiento conservador (algocomúnmente aceptado tanto por críticos comopor discípulos de Strauss), sino también undemiurgo del nuevo imperialismoestadounidense. Como respuesta a semejantescargos, varios seguidores de Straussreaccionaron ofreciendo argumentos queintentaban mostrar a su mentor como unacadémico alejado de las políticacontemporánea y, por lo tanto, ajeno acualquier compromiso con los derroteros

seguidos por la derecha norteamericana.El objetivo de este trabajo es, justamente,

repasar brevemente la polémica sobre el“derechismo” straussiano y ofrecer un balancemesurado sobre ella. Concretamente, se intentaargumentar que, aun cuando ciertas visionesque buscan mostrar la paternidad straussianadel neoconservadurismo puedan estar erradas,hay elementos profundamenteantidemocráticos en su perspectiva. Estos

elementos no están relacionadosnecesariamente con una perspectiva“posmoderna”, “machista” o “imperialista” de

la sociedad contemporánea, como han señaladoalgunos críticos, sino que se encuadran en unentramado muy rico y complejo, vinculado conlo que podríamos llamar una redención delmundo moderno a través de la filosofía clásica.Esta redención, se tratará de mostrar, es elitista

no porque sea exclusiva de unos pocos, sinoporque solo unos pocos pueden llevarlaadelante. En este sentido, se acuerda aquíparcialmente con algunos intérpretes quesostienen que Strauss presenta una “defensacalificada de la democracia”, siempre y cuandono se entienda a la democracia en el sentidoclásico, sino en su acepción moderna, vinculadaa la competencia entre élites dirigentes.

Hail, Strauss!

Durante décadas, Leo Strauss, un judíoalemán que había nacido en 1899 y que habíaemigrado en 1932 a Francia y en 1937 aEstados Unidos, fue apenas notable en elmundo académico. A pesar de habersedesempeñado en prestigiosas universidades, dehaber publicado importantes obras de filosofíapolítica que eran cita obligada y de sercontribuidor habitual de los periódicoscientíficos más importantes en lengua inglesa, almomento de su deceso en 1973, Strauss distabade ser una figura central. Sus trabajos, siemprecontrovertidos, no siempre habían sido bienrecibidos por sus colegas y, para colmo, varios

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de ellos lo veían como un académico pocoriguroso y creían que su forma de trabajo eraarcaica y poco productiva. Sin embargo, todoello no impidió que Strauss fuera tomado comoun interlocutor válido y valioso no solo por sunúcleo de discípulos, sino también por

intelectuales que gozaban de enorme reputacióninternacional como Alexandre Kojève y Hans-Georg Gadamer.

El nombre y las ideas de Leo Strauss solocomenzaron a popularizarse, tanto en el mundoacadémico como fuera de él, a partir de unlibroThe( closing of the American mind)publicado a fines de los años ochenta por unode sus discípulos, Allan David Bloom. El librode Bloom (1987), un tratado sobre la

decadencia del sistema educativonorteamericano y sus efectos en la vida cívica,fue saludado laudatoriamente por la crítica y seconvirtió en un auténtico best-seller. Enrealidad, Leo Strauss apenas es mencionado enel texto, pero su visión sobre la política estápresente en cada página, algo que percibieron yseñalaron enseguida muchos de los reseñistas.Sin embargo, este tardío reconocimientobrindado a Strauss resultó ser un fruto amargo,pues inauguró una andanada de trabajos muycríticos contra Strauss y los straussianos.

En 1988, en un artículo que buscabadescribir el estado de los estudios sobre lapolítica en el mundo angloparlante, Gabriel

 Almond (1988), en ese momento uno de lospolitólogos más reconocidos en EstadosUnidos, dedicó varios párrafos a ironizar sobrela producción de los seguidores de Strauss. Para

 Almond, los straussianos no hacían teoríapolítica, sino que erigían un ghetto a fuerza de

emplear una retórica críptica y abusar delmétodo autorreferencial. Ese mismo añoapareció también un libro muy crítico deStrauss: The political ideas of Leo Strauss deShadia Drury (2005/1988), que hoy es unareferencia ineludible y sobre el que vale la penadetenerse un momento.

De acuerdo con Drury, para llegar a unacabal comprensión de la teoría straussiana esnecesario leer sus textos desde la óptica

hermenéutica que él mismo utilizaba a la horade enfrentar a los clásicos de la filosofíapolítica. Es decir, debe leerse a Strauss

esotéricamente, bajo el supuesto de que lo queél parece afirmar no es precisamente lo quequiere decir. Utilizando esta perspectiva,sostiene Drury, se puede percibir que bajo ungrueso manto de academicismo no se halla unhistoriador de las ideas, sino un impulsor de

ideas políticamente inconfesables y moralmenteinaceptables. Para Drury, como un extremoconservador que vivía en un mundodemocrático (y, por lo tanto, hostil a suprédica), Strauss habría encriptado suspropuestas políticas detrás de lasinterpretaciones de distintos filósofos. Estaspropuestas (machistas, antidemocráticas yreaccionarias) consistirían, muy básicamente, enel uso de mentiras nobles para contentar a laplebe, al tiempo que una élite naturalmente

 virtuosa de filósofos (como el mismo Strauss)alcanzaba de forma oculta el status de castadominante. Así, según Drury, de la sabiduría delfilósofo straussiano debería colegirse una suertede acceso privilegiado a un poder políticoconcentrado, fuera del control democrático yplural.

Desde la publicación del libro y losartículos de Drury, los ataques a Strauss y losstraussianos no hicieron más que expandirse yaumentar su virulencia. El asunto llegó a ungrado superlativo hacia fines de los añosnoventa, cuando la perspectiva straussianacomenzó a ser asociada con el pensamientoneoconservador que para ese entonces se habíaadueñado casi por completo del PartidoRepublicano de Estados Unidos. En susegundo libro sobre Strauss, Drury (1997)mostró no solo que la visión teórica de Straussera conservadora, sino que, además, la misma se

entroncaba de modo natural con la renovaciónde la derecha política norteamericana. Estamisma línea de razonamiento fue la que siguió

 Ann Norton (2004), quien, en un texto conestilo divulgativo en el que intenta distinguir ydefender las “verdaderas enseñanzas” de LeoStrauss de las distorsiones de sus discípulos, seencargó de mostrar no solo la cercanía deciertos argumentos straussianos con las visionesneoconservadoras, sino también de resaltarcuántos estudiantes de Strauss (y estudiantes de

estudiantes de Strauss) ocupaban importantespuestos en la administración conservadoraencabezada por George Walker Bush, h. A

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partir de allí, diversos artículos periodísticos seencargaron de diseminar la imagen de Strausscomo una suerte de factótum del imperialismoy la nueva derecha. El cenit de los ataques sealcanzó poco después cuando el grupo teatral

 Actoris Gang Theatre, dirigido por Tim

Robbins, estrenó en Broadway la piezaEmbedded, una sátira política en la cual losalter-ego de los principales asesores de la CasaBlanca durante la presidencia de Bush, h.,discuten sobre la necesidad de Estados Unidosde ir a la guerra contra un país del MedioOriente. Como telón de fondo intermitente deesas discusiones rocambolescas, aparece una yotra vez un retrato gigantesco de Leo Strauss alque los protagonistas saludan con el brazoderecho en alto al grito de Hail, Strauss!

Las respuestas a los acusaciones hechas aStrauss comenzaron con una carta de su hijapublicada en el New York Times (Strauss Clay,2003). El texto de Jenny Strauss Clay (ellamisma profesora en la Universidad de Virginia)intenta recuperar no solo la dimensión humanade su padre, en buena medida obliterada por lassucesivas acusaciones de los críticos, sinotambién mostrar que, al fin y al cabo, él eraapenas un estudioso de lo político que intentabaenseñar filosofía en el país que lo habíaadoptado en su huida del nazismo. De acuerdocon su hija, Strauss era un conservador apenasen el sentido de que no consideraba que todocambio posible fuese para mejor. Pero setrataría de un conservador que – muy lejos de loafirmado por los que ahora lo denostaban –  eraun defensor de la democracia liberal.

La misiva de la hija de Strauss abrió laspuertas para que un grupo de especialistas del

mundo académico, alumnos o alumnos dealumnos de Strauss, comenzara también aresponder a las críticas que su mentorhabíaestado recibiendo. El tono de estasdefensas fue (y continúa siendo) mesurado ytiene la particularidad de presentar una línea decontinuidad con los argumentos de JennyStrauss Clay. Así, por ejemplo, en uninteresante trabajo, Michael y CatherineZuckert rastrean las acusaciones contra Strauss

hasta emparentarlas con ciertas visionesconspirativas y hacen hincapié en el carácter deintelectual y pedagogo de Strauss para mostrarque su visión sobre la política no tenía (ni tiene

hoy) relación alguna con el derechismonorteamericano. Lo interesante es que para losZuckert, como para otros defensores del legadode Strauss (Smith, Tanguay), no parecesuficiente mostrar que es erróneo emparentar aStrauss con lo más extremo del

neoconservadurismo o con las visionesimperialistas de la política norteamericana, sinoque se hace necesario avanzar un paso más yafirmar que la visión straussiana sobre lapolítica sería la de “un amigo de la democracia”que, como todo buen amigo, mostraba demanera gentil y con sutileza sus falencias máspreocupantes. Así, según sus defensores,cuando Strauss señalaba las muchas fallas de lademocracia occidental contemporánea, noestaba profesando ideas reaccionarias, sinohaciendo gala de su inquebrantable voluntadpor mejorar o reforzar el sistema demoliberalfrente a las amenazas totalitarias.

Derecha y extrema derecha

Hay un abismo entre la perspectiva deconsiderar a Leo Strauss como el fundadoravant la lettre   del movimiento neoconservador ydel resurgimiento de la faz más feroz delimperialismo norteamericano y la óptica inversa

que lo muestra como un intelectual alejado de lapolítica práctica cotidiana pero preocupado pordefender a la democracia liberal. Ese abismo,lógicamente, está compuesto por una amplísimagama de grises que vale la pena explorar. Enestas páginas quisiéramos defender unatonalidad específica dentro de esa gama. Eltono que nos interesa destacar  – es necesarioaclarar desde el principio –  no se encuentra enun punto equidistante de los dos extremos, sinomás cercano al primero de ellos. Esta cercanía

no implica, sin embargo, que apoyemos laslecturas de Drury o de Xenos, pues nocompartimos la idea de que Strauss tratara deusar métodos nihilistas o posmodernos paraimponer una suerte de utopía platónica a lasociedad actual. No obstante, partiendo de unalectura distinta a la de estos autores, llegamos aconclusiones que son -compatibles con algunasde sus afirmaciones. Más concretamente,pensamos que la perspectiva straussiana no es

“simplemente conservadora” en el sentidoinocente que algunos de sus defensoresinterpretan, sino que se trata de unaaproximación a la política profundamente

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incompatible con (y no apenas alejada de) los-postulados democráticos de las sociedadescontemporáneas que implican de modonecesario, tanto la apuesta por un pluralismo de

 valores como la aceptación de la legitimidad deldemos.

Para entender esta incompatibilidad esnecesario referirse antes que nada a la cuestiónteológico-política y al problema de la “crisis deOccidente”, temas ambos sobre los que Straussy sus seguidores se dedicaron de modointensivo. Sin embargo, antes de llegar allíparece pertinente traer a colación tres brevesnotas biográfico-intelectuales sobre LeoStrauss, que nos ayudarán comprender hastaqué punto era un intelectual comprometido con

la derecha de su tiempo. Aclaremos: no pretendemos que estas notas

reemplacen la argumentación teórica queofrecemos en los siguientes apartados, pero sípensamos que ellas enmarcan, complementan ydan un sentido más claramente político a lascuestiones que veremos más adelante.

La primera de estas notas se refiere a larelación que Strauss estableció con CarlSchmitt. Mientras Strauss vivía en Francia, a

comienzos de los años treinta, realizó unareseña de El concepto de lo político, que  – según afirmó el propio Schmitt –   era la únicaque verdaderamente mostraba unacomprensión cabal de su texto. De acuerdo conStrauss, la obra de Schmitt señalaba concorrección los problemas de la cosmovisiónliberal, pero pecaba por defecto porque ellamisma no trascendía los límites del liberalismo.La distinción schmittiana entre amigos y

enemigos le parece a Strauss insuficientementecrítica de la política liberal porque es, enresumidas cuentas, poshobbesiana y, paraStrauss, Hobbes fue quien completó el modeloliberal que somete a los hombrescontemporáneos a su destino decadente. Parauna auténtica crítica del liberalismo, sostieneStrauss, Schmitt debería haber comprendidocabalmente el rol de Hobbes y retroceder aunmás en la historia del pensamiento político,hasta llegar al momento donde las nociones de

amigo y enemigo no eran apenas nominacionescontingentes, sino que estaban basadas en ladistinción fundamental entre lo bueno y lo

malo en sentido absoluto, es decir, en sentidoteológico (y solo entonces moral y soloentonces político). Así, no solo queda claro quela cuestión teológico-política a la que nosreferiremos enseguida, era para Strauss un temaprioritario desde el inicio de su carrera

intelectual, sino también que el liberalismopolítico apareció muy tempranamente como unenemigo (quizá el principal enemigo) que eranecesario abatir.

La segunda nota biográfico-intelectual quequeremos referir es inmediatamenteconsecutiva a la anterior. Se trata de una cartaque Strauss envió a Karl Löwith en mayo de1933. En la breve esquela, Strauss se lamenta desu exilio profesional e intelectual (se encontraba

en París gracias a una beca de la FundaciónRockefeller) pero advertía que sus posibilidadesde volver a Alemania se reducían porque noestaba dispuesto a vivir bajo la esvástica, unsímbolo que le decía: “tú y la gente como tú sonsubhumanos y por ello justificadamentetratados como parias”. Así las cosas, Strauss,como intelectual, no veía otra posibilidad queseguir procurando su lugar en el mundo, lejosdel nazismo. Sin embargo, a continuación,Strauss sostenía:

“El hecho de que la nueva Alemania dederecha no nos tolere, no dice nada en contrade los principios de la derecha. Al contrario:solo a partir de los principios de la derecha, esdecir, a partir de los principios fascistas,autoritarios e imperiales, es posible protestarcorrectamente contra esta abominaciónmalvada e injusta [es decir, el nazismo] sinrecurrir a una irracional apelación a losderechos del hombre”.

Mucho se ha escrito sobre qué es lo quequiso expresar Strauss en este pasaje o, llegadoel caso, hasta qué punto el mismo esauténticamente relevante para comprender susposturas intelectuales y políticas posteriores. Denuestra parte, solo queremos retener lasiguiente idea: para Strauss hay algoinnegablemente correcto en los principios de laderecha y hay algo innegablemente incorrectoen la postura (ilustrada, moderna) que sostiene

la vigencia de los derechos humanos entendidosen un sentido ecuménico.

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La tercera y última nota sobre la quequisiéramos llamar la atención se relaciona conla sorda disputa académica que Strauss, juntocon Eric Voegelin, estableció para impedir queKarl Popper fuera contratado como profesorde la Universidad de Chicago (la misma casa de

estudios en la que se desempeñaba Strauss enese entonces). En 1950, Strauss asistió a unaconferencia de Popper que le pareció “muymala” y llena de un “positivismo sin vida”.Strauss entonces le escribió a su amigo Eric

 Voegelin para preguntarle su opinión sobrePopper, ya que parecía ser un personajereconocido a pesar de la mala impresión que aél le había causado. La respuesta de Voegelinfue brutal; para él, Popper era un “primitivo alborotador ideológico” que poco o nada sabíasobre la historia del pensamiento político, un“intelectual fallido” incapaz siquiera dereproducir (y mucho menos de comprender) elpensamiento de Platón o de Hegel. En la

 vehemente esquela con que respondió aStrauss, Voegelin afirmaba que “el libro dePopper” era una “basura impúdica” y que “cadauna de sus oraciones” implicaba un “auténticoescándalo”. Sin embargo, Voegelin finalizabapidiéndole a Strauss que no hiciera públicos sus

comentarios, sino que los guardara apenas paraaquellos que fueran lo suficientementecalificados como para entenderlos (Strauss y

 Voegelin, 2004). La respuesta de Strauss asemejante diatriba fue simple pero efectiva. Loque hizo fue mostrarle la carta de Voegelin aKurt Riezler con el objeto de que él utilizara susinfluencias para impedir que Popper pudiera sercontratado como profesor en Estados Unidos.

Es necesario recordar que el libro de

Popper que tanto rechazo provocaba a Straussy Voegelin, sostenía un individualismointelectual radical y bregaba con argumentosfilosóficos contra el constructivismo social en elmismo sentido en que lo hacían  – confundamentos económicos –   otros pensadoresneoliberales de la época, como Ludwig vonMises o Friedrich Hayek (Hartwell). Elpensamiento de Popper a aquella alturadifícilmente podría ser calificado como “deizquierda”. Más bien, al contrario, se trataba de

un ensayo que intentaba mostrar que la historiade la filosofía reflejaba, desde hacía siglos, elcombate entre los defensores de la libertad y

sus enemigos socialistas-populistas. Lo quecausaba espanto y escándalo en Voegelin yStrauss era, como sostienen Jarvie y Pralong(1999:6), que el carácter individualista delanticonstructivismo popperiano eranecesariamente también antijerárquico y

destructor de cualquier rol social privilegiadopara el intelectual. Y (como veremos acontinuación) la visión política straussianarequería mantener las jerarquías sociales y el roldestacado del filósofo justamente paramantener vivos los valores y las virtudes que seencontraban en peligro a causa de la crisis deOccidente.

Error y decadencia

Como afirma John Gunnel, si hay un temastraussiano por excelencia, un tema que recorretoda su producción y que – al mismo tiempo –  ladota de coherencia intelectual, es el de “la crisisde Occidente”. 

Para Strauss y sus seguidores, la existenciade esta crisis es más o menos- pa tente paratodos los espectadores; sin embargo (desde laóptica straussiana) hasta que Strauss comenzó apublicar sus hallazgos, los analistas veníanfallando a la hora de escudriñar las causas que

originaban la crisis y, por lo tanto, tambiénestaban recetando los remedios equivocados. Elaporte de Strauss no estaría entonces enanunciar una crisis (ya que la misma era obvia),sino en ofrecernos un diagnóstico acertadosobre sus orígenes y en permitirnos buscarrespuestas adecuadas.

Para Strauss, la crisis de Occidente es obviaporque su carácter es existencial: en el siglo XXla misma supervivencia de Occidente se veía

“amenazada por el Este”, es decir, por elcomunismo. Y ello porque, desde la óptica deStrauss, el comunismo, no era solo la expresiónpráctica de una teoría científica de origenoccidental, sino  – sobre todo –   la expresióncontemporánea del “despotismo oriental” sobreel que nos advirtieron con horror los clásicos dela filosofía política). Pero, como apuntanalgunos de los discípulos de Strauss, sería unerror suponer que Strauss veía en elcomunismo la “fuente” de los malesoccidentales (Galsron, Rosen). En realidad, laamenaza de Oriente era el síntoma externo de

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una profunda enfermedad interna deOccidente.

Esa enfermedad interna no era otra que lafalta de confianza de Occidente en sí mismo,“en su propósito y en su superioridad” (Tarcovy Pangle). Esta falta de confianza no se debía ala falta de coraje o a la superioridad moral de latiranía oriental, sino que hundía sus raíces en el“devenir negativo” en que la filosofía política

 venía sumergiéndose desde los albores de lamodernidad. Es decir, la crisis de Occidente erala hija de una “crisis de la filosofía”. A su vez, lacrisis de la filosofía tenía su origen en elsurgimiento y la radicalización del historicismoilustrado, un proceso que solo podía sercomprendido al volver a visitar la cuestión

teológico-política.En sus primeros escritos, Strauss se refiere

al problema teológico-político en relación conla filosofía de Spinoza, en quien veía una figuraque no solo era crucial para el pensamientojudío, sino que también era definitoria para lamodernidad en su conjunto. Según Strauss, alrelegar la religión al ámbito privado y suponer ala sociedad unida por una moralidad universalcon una base distinta a la norma divina, Spinoza

no solo se adelantaba al liberalismo, sino queponía en cuestión la validez de la ley mosaica enel mundo contemporáneo. Spinoza se convertíaasí  – de modo paradójico –   en fuente deinspiración para algunos grupos sionistas, puesla ley mosaica solo sería operativa si el Estadode Israel resultaba reinstala-do; el judaísmoreligioso podría volver a florecer solo a partirde la restauración del judaísmo político. Perouna parte importante del sionismo, de cuñoreligioso, rechaza esta solución porque implica

la sumisión de la revelación a la razón, alsuponer que la ley es fuente y no efecto de lareligión. Para el joven Strauss, la elecciónabierta por el sistema spinoziano era simple: obien seguir en el camino ilustrado que él abrió yabrazar al Estado liberal (que podría o norestaurar la ley mosaica) o bien inclinarse por elsionismo religioso y sostener que no era ciertoque Spinoza hubiera logrado refutar con éxito ala revelación (Batnitzky).

La crítica spinoziana (e ilustrada en general)a la religión parece victoriosa porque excluye aesta última de la discusión, dibujándola como

una pertinaz recurrencia de irracionalidad ydogmatismo. Pero, para Strauss, el triunfo deSpinoza es solo aparente porque es retórico yno filosófico. Para derrotar a la religión hubierasido necesario demostrar no solamente que eluniverso entero es inteligible desde una

perspectiva antropocéntrica, sino también laimposibilidad de la existencia de un ser divino yomnipotente; pero eso es algo que no pudieronhacer ni Spinoza, ni Hobbes ni ninguno de suscontinuadores (Batnitzky, Tanguay, Volco ySibila).

 Ahora bien, si no hemos encontrado formaalguna de derrotar a la revelación, eso implicaque la religión puede ofrecernos respuestasigual de válidas que las que nos brinda el mero

razonamiento. Así, hay algo errado en el sueñomoderno de dominar al mundo por medio de laconocimiento científico aplicado de formatecnológica y ya no estaríamos parados ahombros de gigantes, como habría sostenidoNewton, sino hundiendo nuestros pies en elfango. No se trata de que Strauss pretendieranegar potencia o legitimidad al conocimientoracional, pues en el peor de los casos el hombremoderno se encuentra ante una disyuntiva entredos formas del saber, la ilustrada y la revelada,entre las que podrá escoger por mera potestaddecisionista (Tanguay). De lo que sí se trata esde que la incapacidad moderna para percibir loque podríamos llamar su “falla de origen” tienecomo consecuencia su inevitable implosión, acausa del deslizamiento desde elentronizamiento de la razón hacia suhundimiento en el nihilismo.

Desde la óptica straussiana, el proceso fatalque nos lleva desde el alba hasta el ocaso de la

Ilustración puede resumirse en la inversiónlenta, pero sistemática al punto de lacompletitud –  de la visión clásica sobre teoría ypráctica. Citando al propio Strauss en otra cartaa Voegelin:

La raíz de toda la oscuridad moderna quecomenzó en el siglo xvii se origina en eloscurecimiento de la diferencia entre teoría ypráctica, un oscurecimiento que primero nosllevó a la reducción de la práctica a la teoría

(pues no es otro el sentido del así llamadoracionalismo) y entonces, como venganza, al

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rechazo de la teoría en el nombre de unapráctica que no es más inteligible como tal.

Expliquemos un poco mejor este pasaje.En los tiempos del milagro griego, la práctica (opraxis) no era instrumental (algo reservado a latécnica o techné), sino que versaba sobre labuena vida y en ese sentido era necesariafacilitar su cenit, es decir, la teoría, la filosofía,la contemplación. Dicho de otro modo, lapráctica era necesariamente política (ética ylegislación); una política que permitiera una vidabuena a todos, pero que  – sobre todo –  posibilitara que los hombres que tuvieraninclinación, tesón y talento para la reflexión sededicaran a la filosofía.

El problema es que en la modernidad seperdió de vista la diferencia entre la mera vida yla vida buena. Al perderse de vista estadistinción, se hizo posible, primero, reducir lapráctica a la teoría y, luego, “invertir la relaciónentre teoría y práctica” (Zuckert). En el mundoque se ilustra, todo el conocimiento humano eselevado a teoría, que se ve reconvertida así enciencia, en razón pura. En tanto ciencia, lateoría se puede poner entonces al servicio de lapráctica, pero se trata ya de una práctica

desnaturalizada, lejana a la vida buena, limitadaa la satisfacción de las necesidades y de losimpulsos de cada individuo.

 Así, la reflexión pasa de ocupar el centrodel desarrollo humano a ser una mera sierva denuestros intereses y nuestras urgencias máspedestres. Pero para Strauss, lo peor del caso esque el proceso de deterioro no se detiene allí.Como la teoría ha sido rebajada, la mismapuede ser puesta en cuestión y asediada hasta su

completa destrucción por medio del avance delhistoricismo y el relativismo:

Del mismo modo que, en el siglo XVII,Hobbes desprecia el conocimiento pre-científico [religioso] en el nombre de la ciencia,en el siglo XX, Heidegger desprecia elconocimiento científico en el nombre de lahistoricidad. El racionalismo moderno sederrumba sobre sí mismo: aquello que comenzócomo la búsqueda moderna de estándarescientíficos en el nombre de un ciertoconocimiento para arribar a determinadas

 verdades, nos lleva a la conclusión de que no

puede haber ni estándares ni verdades(Batnitzky).

El historicismo sostiene que todos lospensamientos y acciones del hombre sonesencialmente el “resultado de situacioneshistóricas contingentes” cuya secuencia no tieneni una meta prefijada ni un sentidoracionalmente inteligible. Del historicismo sepasa al relativismo, que sostiene que “losabsolutos son aparentes”, que no son más queideales relativos a marcos referencialesparticulares.

De este modo, para Strauss debe quedarclaro que la crisis de Occidente no nace de faltade voluntad o coraje de sus habitantes, sino dedificultades teóricas creadas por el mismoproyecto moderno occidental. Fue el reemplazodel derecho natural por la historia y de los

 valores por el nihilismo lo que provocó queOccidente dejase de confiar en su propiasuperioridad frente al despotismo, pues ahora,en el ocaso de la modernidad, ya no cree (nopuede creer) en su validez universal y ellosimplemente porque la misma idea de validezuniversal requiere confiar en la existencia de

 verdades de las que se ha abjurado. Occidente

está condenado porque no cree tener la razónde su parte.

Redención por la filosofía

 Al introducir al historicismo y alrelativismo, la filosofía política moderna minóel propio proyecto de Occidente. Pero no lohizo apenas en un sentido teórico, sino tambiénen sentido práctico, porque transformó enimpensable e imposible la defensa incondicionaldel proyecto occidental, a no ser que admitiera

“presentarse a sí mismo como fanatismo”(Strauss, 1953/1992). Pero, para Strauss, elproblema práctico solo puede ser resuelto sicomprendemos y resolvemos primero elproblema teórico. Y dado que la fuente de ladecadencia occidental ha sido ubicada en elorigen mismo de la modernidad, las respuestasdeben ser buscadas en un punto anterior a sullegada. Es decir, si la decadencia de Occidentecomenzó con Maquiavelo, con Hobbes y  – sobre todo –   con Spinoza, quien quisieraresolver la cuestión debería retroceder hasta susmaestros.

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Strauss comienza este recorrido con Averroes, Maimónides y sobre todo Al Farabi.Es leyendo a Al Farabi que Strauss llega adesarrollar la idea de que los filósofos no debensolamente ser leídos de forma textual, sino quees necesario desarrollar una estrategia para

escudriñar en sus verdaderas enseñanzas, quepueden estar ocultas o incluso llamativamenteausentes en sus trabajos. En los casos de AlFarabi y Maimónides, Strauss ofrece poderososargumentos para mostrarnos que, contra lacreencia común, el filósofo de Wasil y el deCórdoba no eran aristotélicos, sino platonistas.No se trata de que estos pensadores adoptaranla filosofía de Platón, sino de algo que paraStrauss era- mu cho más importante: tomaroncomo suya la presentación “política” de lasideas de Platón y su forma esotérica de mostrarsus convicciones).

Para Leo Strauss, la filosofía política no esuna filosofía que habla sobre lo político, sinouna forma política de presentar a la filosofía y asu eterna pregunta: ¿Qué vida debe ser vivida?,que es lo mismo que decir, ¿cómo se alcanza laperfección humana? Se trata, entonces, de unaforma política en el sentido de que ofrece unmanto de protección para hacer que laspreguntas incómodas sean socialmenteaceptables, para formular los interrogantesfundamentales sin que ello implique riesgos nipara el que lo plantea ni para la sociedad que losrecibe y que permite su enunciación. Es decir, lafilosofía política tiene el doble propósito depermitir la expresión de la filosofía y demantener una sociedad que tolere elcuestionamiento que implica la filosofía (Rosen,2002).

El proyecto platónico implicaba  – justamente –   hacer filosofía política en elsentido que acabamos de describir. Tambiénfue ese el objetivo que, de modo oculto, teníanlos pensadores medievales. El problema es quelos primeros pensadores modernos comoMaquiavelo y Hobbes “no entendieron” laforma clásica de la filosofía y por ello larechazaron acusándola de “poco realista”(Zuckert y Zuckert). Fue ese rechazo, fruto de

la incomprensión, lo que produjo que ellosmismos iniciaran un camino tortuoso que losllevó, buscando la felicidad y la prosperidad depoblaciones extensas, a perder de vista la

importancia de guardar un lugar a las minorías,de reservar los privilegios de aquellos quetenían el deber de seguir formulando lapregunta fundamental y necesaria de la filosofía:¿Qué vida deberíamos vivir?

De este modo, Strauss nos propone redimirnuestra sociedad en decadencia volviendo adarle a la filosofía el lugar y la tarea que nuncadebería haber perdido.

Es decir, el proyecto straussiano implica unretorno a lo que (en el entendimiento deStrauss) era la propuesta platónica: ofrecer unrefugio seguro a los que emprenden labúsqueda de la verdad (y no a aquellos que sededicasen a la redacción de dogmas o a lapromulgación de ideologías). Aquí debesubrayarse la idea búsqueda-de. Así como elliberalismo kantiano o jeffersoniano nopromete felicidad, sino apenas la libertad paraprocurarla, el verdadero filósofo  – como elSócrates de Platón –   no reclama haberencontrado la verdad, sino apenas la sabiduríanecesaria que le muestra la importancia deintentar alcanzarla. Para Strauss, es ese filósofo,ascético y virtuoso, que es consciente de suslimitaciones pero que no claudica en su tarea,

que sabe que no puede negar la existencia delos dioses pero que, sin embargo, se rige comosi los mismos se hubieran desentendido de él, elque debe ser resguar-dado (Zuckert).

La cuestión que plantea Strauss se tornapráctica precisamente en este punto: ¿nuestrasociedad permite el surgimiento de semejanteshombres? ¿Occidente alienta el surgimiento depersonas que filosofan a la manera de Sócrates?La respuesta straussiana es negativa (Devigne).

¿Podemos hacer algo al respecto? Pareciera quesí, siempre y cuando seamos capaces de formaruna sociedad que tolere efectivamente lafilosofía y siempre y cuando los filósofos sean – como Platón –  capaces de vivir políticamente enesa sociedad. ¿Pero qué sociedad sería esa?

 Aquí llegamos al núcleo de la discusión.Una sociedad que permitiera el florecimiento dela filosofía, que posibilitara la indagación sobrequé vida merece ser vivida, ¿tendría formasdemocráticas o demoliberales como parecensuponer algunos de los discípulos de Strauss(Galsron)? ¿O acaso se trataría de una sociedadelitista, profundamente dividida entre unos

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pocos dedicados a buscar la verdad y unosmuchos destinados a servirlos (Drury)? Enrealidad, como veremos enseguida, estaspreguntas no tienen una respuesta sencilla, enparte porque el pensamiento straussiano distade estar expresado con simplicidad, pero

también porque el problema que se planteóStrauss es mucho más complejo que lo quepodría parecer a primera vista. En efecto, lacuestión a dilucidar no es apenas si lademocracia liberal tal como es practicada en elOccidente contemporáneo está cerca o lejos delideal clásico que permitía el surgimiento de lafilosofía, sino hasta qué punto es posiblemantener en pie a la filosofía en la modernidadusando como guía a la filosofía clásica. Es decir,el problema al que se enfrentaba Strauss era elde indagar hasta qué punto sería posible suturarla fractura abierta por la querella entre losantiguos y los modernos para salvar aOccidente de su propio derrumbe.

Filosofía y política

El proyecto straussiano, como vimos,sostiene que el rol de la filosofía política es,principalmente, ofrecer un manto de proteccióna la actividad filosófica como tal, es decir,

permitir que surjan hombres como Sócrates yhacer todo lo posible para protegerlos. Pero almismo tiempo, la filosofía política “exige quelos filósofos cuiden de los asuntos de laciudad”, especialmente si esa ciudad (Estado,sociedad) “deja espacio suficiente para la vidacontemplativa” (Devigne). Así, pues, el rol de lafilosofía política es doble: por un lado, protegeral filósofo; por el otro, conminarlo a actuarpolíticamente, en particular si puede hacerpolítica para seguir filosofando.

Según nos dice Strauss, es obligación delfilósofo volver a “descender a la caverna” yocuparse de los asuntos de la ciudad “ya sea demodo directo o indirecto”. Al adentrarse denuevo en el mundo de la vida activa, el filósofoadmite que aquello que es natural ointrínsecamente mejor (la contemplación, lareflexión) no es necesariamente lo más urgentepara los hombres comunes. Al fin y al cabo,esos hombres comunes que son seres

“intermedios entre los brutos y los dioses”precisan una firme orientación y no que loshagan dudar de su propia condición). Así, la

tarea del filósofo no es transformar a todos susconciudadanos en dioses ni hacerlos filósofos,sino – apenas –  serles de utilidad, guiarlos con susabiduría. Pero incluso esta tarea debe seremprendida de forma cautelosa.

 Al intentar guiar a la ciudad, él [el filósofo]sabe de antemano que, para ser útil, losrequerimientos de la sabiduría deben sercalificados o diluidos para ser -compatibles conlos requerimientos de la ciudad. Y la ciudadrequiere que la sabiduría sea reconciliada con elconsenso. Admitir la necesidad del consenso esadmitir la necesidad de la conformidad de losque no son sabios, de los imprudentes, es decir:es admitir el derecho a la irracionalidad. La vidacívica requiere el compromiso fundamental

entre la sabiduría y la idiotez, lo que implica uncompromiso entre el derecho naturalcomprendido por la razón y el derecho que estábasado en la mera opinión [...] En otraspalabras, el bien en sí mismo, que es bueno pornaturaleza y que es radicalmente distinto delbien ancestral [aceptado tradicionalmente], debetransformarse en un bien político, que es, pordecirlo de algún modo, el cociente resultantedel bien en sí y del bien ancestral.

El filósofo es un miembro de la ciudad y sumisma existencia se debe en parte a lasoportunidades que ella le brindó. Por eso,aunque su inclinación (el eros) lo impulse aaislarse de sus conciudadanos, emerger de lacaverna y-que darse reflexionando en lasuperficie, sabe también que no puede ignorarsu propia sociedad (que vive en lasprofundidades de la caverna). Así, es tarea delfilósofo promover la estabilidad de la ciudad y,si está al alcance de su mano, incluso su

progreso. Para ello, no debe ni puedecontentarse con la profesión de las verdades alas que haya llegado por el uso de su intelecto;debe además presentarlas de un modo“político”, aceptable para sus conciudadanos,incluso aunque esa forma de presentaciónimplique rebajar el bien o la verdad que élalcanzó.

En la filosofía clásica este “rebajamiento” alque nos referimos se expresa mediante el uso

de la escritura esotérica. Los gigantes delpensamiento griego habrían edulcorado oincluso cifrado sus descubrimientos cuando se

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dirigían a los hombres comunes. Pero en lostiempos modernos, ese arte del disimulo se fueperdiendo junto con las verdades quepreservaba. De acuerdo con Strauss en la obrade Hobbes y en la de Locke, las grandespreguntas y los bienes en sí (bienes naturales,

no ancestrales) se pierden de vista y acabansiendo reemplazados por el autointerés, demodo que aquel saludable rebajamiento quehacían los clásicos se convirtió en unaperniciosa suplantación.

Democracia y mediocridad

Para Strauss, el gran problema deOccidente es que su forma de gobiernopredilecta (que es su forma de ser y de pensarpolítica) es heredera de Hobbes y de Locke.Dicho de otro modo: el problema de Occidentees que su democracia (la democracia liberal) esel fruto del gambito funesto por el que losbienes en sí se vieron reemplazados por losintereses egoístas. Por eso  – al menos enprincipio –  Strauss no podría ser partidario de lademocracia moderna, ya que ella no permiteteóricamente el florecimiento de la filosofía,sino apenas la propagación de su versióndevaluada y decadente, historicista y nihilista.

 Así, cuando Strauss afirmaba que “Locke era América [Estados Unidos]”, y acto seguidocriticaba a Locke como un impulsor del“individualismo posesivo”, no hacía otra cosaque defenestrar oblicuamente a la democracialiberal de cuño americano.

Sin embargo, al observar el problema másde cerca, se cae en la cuenta de que para Straussel problema teórico de la filosofía como untodo no es exactamente igual al de la filosofía

política, de forma que la “crisis teórica de lademocracia liberal no desemboca de modonecesario en una crisis práctica”. Esto se debe,por un lado, a que la política práctica estábasada en la opinión y no en el conocimientofilosófico, por lo que un determinado régimenpuede sostenerse, al menos por un tiempo, enun falso entendimiento, pues lo que vale es lafuerza performativa de las creencias de susciudadanos (podríamos decir: el poder del mito)y no la verdad racional y objetiva sobre las que

esas creencias se asientan. Por otra parte, paraStrauss la sabiduría política no se siguenecesariamente de la verdad teórica, sino “de la

 verdad práctica” en el sentido aristotélico, estoes, de la guía de la prudencia que sirve alhombre moral y cuyos principios son“independientes de la verdad teórica”. 

 Justamente porque la prudencia esindependiente de la verdad teórica, se veasediada por doctrinas falsas frente a las cualesnecesita defenderse. Pero pese a que estadefensa debe ser necesariamente teórica, se basaen una capacidad moral preteórica del hombresustentada en el temor; esta es la “conciencianatural” que lleva al ser humano a saber poranticipado que no todo está permitido y quehay caminos que no debe transitar. Es en esesentido que debe ser comprendida la afirmaciónstraussiana de que no es necesaria la reflexión

teórica para comprender que la democracialiberal de Occidente siempre debe ser preferidaal despotismo oriental.

Obviamente, el argumento preteórico noparece suficientemente fuerte como parasostener el régimen democrático liberal. Si lamodernidad es tan perjudicial para el serhumano como parece creer Strauss, la meraintuición de que hay alternativas peores alproyecto liberal no alcanza para abrazarlo y ni

siquiera para elegirlo como mal menor. Debehaber otros motivos, fundados en la razón, paraaceptar al liberalismo occidental y, llegado elcaso, corregirlo en lugar de abandonarlo toutcourt . En efecto, Strauss tiene una segunda líneade argumentación: así como hay importantesdiferencias entre las formas políticas impulsadaspor la filosofía política clásica y las formaspolíticas a las que se llegó a través del error dela modernidad, también habría algunassimilitudes entre ellas. Estas similitudes podrían

llevarnos a una defensa calificada y cautelosa dela democracia liberal.

La primera de esas similitudes es el“realismo” común a la visión clásica y a lacontemporánea. Para el liberalismo de cuñoanglosajón (digamos, Locke mirado a través delprisma de los federalistas), los hombres reales“no son ángeles” y tampoco pueden llegar aserlo. La humanidad liberal no es sino unamezcla de rasgos buenos y malos, cuya esencia

no puede ser modificada por ninguna reformasocial o institución política, por bien planificadaque esté. No hay “hombre nuevo” porque la

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naturaleza humana es inmutable. Ahora, si elhombre liberal no es perfectible, como habíansoñado Rousseau o Marx, eso implica que lasociedad liberal contemporánea (EstadosUnidos, Europa occidental) ha logrado, pese aciertas recaídas (del terror jacobino al fascismo),

heredar de los clásicos una visión escéptica, unasuerte de “saludable temor” por las visionesutópicas y mesiánicas y, de este modo, se hasalvado de las consecuencias más terribles de lamodernidad.

Semejante “salvataje” ha sido posible en parte gracias a una segunda semejanza entre lasformas clásicas y la modernidad liberal que ha

 venido impidiendo que las visiones mesiánicaso populistas se adueñen con facilidad del

escenario político. Esta segunda semejanza es,para Strauss, el “imperio  de la ley” (elconstitucionalismo) que, aunque en lamodernidad tiene menos fuerza que en elmundo clásico, sigue presente.18 Obviamente,el gobierno según las leyes no promulga la vidabuena y ni siquiera garantiza las condiciones dejusticia que eran su base de sustentación en elpensamiento griego. No obstante, elconstitucionalismo es un requisito para que lamisma justicia sea siquiera posible, porque essolo gracias a él que las sociedades liberalespueden evitar caer una y otra vez en laarbitrariedad totalitaria y tender, en cambio,hacia la moderación que a Strauss le pareceimprescindible para que exista al menos laoportunidad del surgimiento de la filosofía.

La moderación puede ser fundamental paraentender por qué, aun presentando variosargumentos bien fundamentados en contra dela democracia liberal, Strauss (2000) termina

afirmando que ella “se acerca más al proyectode los filósofos clásicos que cualquieralternativa viable de nuestra época”. Esto es, lademocracia moderna no nos lleva a la repúblicaideal, sino que es, simplemente, la mejor opcióndisponible, porque cualquiera de las alternativases peor.

Sin embargo, lo que acerca más la modernademocracia al modelo ideal clásico no es unrasgo compartido (como el imperio de la ley),

sino dos características que distinguen conclaridad a un modelo de otro: la composicióndel demos y la forma de “lo político”. 

En el mundo clásico, el Gobiernomayoritario fue criticado por varios pensadorespor representar el dominio de las clases másbajas, del pobrerío, del populacho. En lascondiciones sociales del “milagro griego”, lospobres no solo eran los “peor educados y los

indeseables”, sino también los que estabandispuestos a combatir a las clases pudientes“para quitarles su propiedad”. Por otra parte,en la interpretación straussiana de Aristóteles,los pobres eran también innecesariamente“enemigos de la filosofía”, pues desconfiabande sus insidiosos interrogantes, especialmentecuando estos arrojaban dudas sobre la moraldominante o las verdades religiosascompartidas. Además, ese demos conformadocasi exclusivamente por pobres no aceptaba (nopodía aceptar) la elección de autoridades comoparte del régimen democrático, pues ellohubiera significado aceptar una escala de

 valores que rompía con la igualdad que les dabapoder y  – al mismo tiempo –   considerar laexistencia de razones más allá de su limitadacomprensión. A causa de todo ello, lasautoridades en las democracias griegas seseleccionaban mayormente por sorteo. Porúltimo, en la democracia clásica no se trazaba

límite alguno entre la sociedad como tal (lapolis) y el Estado en tanto órgano de Gobierno,de modo que “lo político” dominaba toda laescena, impidiendo el surgimiento de una esfera(lo privado) que se mantuviera incólume frenteal poder transformador del demos.

En el mundo liberal moderno, en cambio,por razones socioeconómicas y técnicas quetambién presentan sus bemoles y sobre las que

 volveremos en el próximo apartado, el demos

no está compuesto por lo más bajo de la plebe,sino por lo que podríamos llamar las “capasmedias”. Según la perspectiva straussiana, estascapas medias no presentan el mismo grado deoposición que el pueblo bajo por la filosofía, yaque por su carácter individualista estándispuestas a “relajar” la tensión entre la política,sobre la que se delibera en el ámbito público, ylas creencias religiosas, que quedanencapsuladas en el ámbito privado. Con esterelajamiento no se evita que las preguntas

filosóficas puedan ser atacadas por suimpopularidad, pero al menos se permite quelas mismas sean formuladas libremente. Ahora

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bien, dado que las capas medias tienden apermitir (e incluso impulsar) la separación de lopúblico y lo privado, lo político se conforma enuna esfera mucho más restringida y conpoderes moderados. Y justamente porque elGobierno ya no es igual a la ciudad, sino que es

apenas una suerte de cuerpo administrativo ogerencial de alcance y poder limitados, el demosconformado por las clases medias no semuestra favorable ni a la participación directa(pues, eso va en detrimento de su propioámbito privado) ni de los sorteos (pues quiereseleccionar personas que se dediquen porentero a ello y que por lo tanto esténpreparadas para el trabajo). Así, en lademocracia liberal moderna, el Gobiernolimitado es conformado por medio deelecciones, es decir, gracias a un componenteclaramente aristocrático.

Por medio de un demos que estácompuesto de forma diferente y que por lotanto crea un ethos distinto al de la democraciaclásica, la democracia liberal moderna puedeacercarse al Gobierno ideal de los filósofosclásicos (que no era la democracia, sino algunasuerte de aristocracia) y detener el proceso dedecadencia de Occidente. ¿Cómo? A través dela moderación. Para Strauss, la moderación eslo que puede salvar a Occidente tanto delutopismo igualitario como del mesianismo delabolengo y del devenir hacia la neutralizacióntotal del nihilismo. Una democracia liberalmoderada puede (a pesar de sus problemasintrínsecos) ser un muro de contención frenteal aventurerismo de las ideologías irracionalesque, creyendo ser la culminación de la filosofía,son su misma negación. Digamos entonces, en

síntesis y a guisa de primera conclusión, queStrauss, a diferencia de muchos de quienesreflexionaron sobre la democracia en el sigloXX, no veía en el proceso de “oligarquización”del sistema un problema, sino una solución.

Pero si Strauss veía con buenos ojos a laelitización de la democracia, eso querría decirque su modelo de democracia preferible (perono ideal) sería cercano a la democraciaschumpeteriana. De este modo, haciendo de la

necesidad virtud, Strauss acabaría plegándose alas conclusiones de la ciencia políticabehaviorista que se dedicó a denigrar duranteaños (Behnegar, 2009). No obstante, las

apariencias pueden ser engañosas y laperspectiva de Strauss es mucho más compleja.

Liberalismo y elitismo

Para Strauss, lo que permite que lademocracia moderna represente el mejor

chance de acercarse al ideal de los clásicos es lamoderación. Y ella es posible en parte por lacomposición del demos y la extensión limitadade la esfera política en el mundo moderno.Pero, a su vez, estas diferencias no son sino elfruto maduro del proceso de modernización (y,por lo tanto de decadencia al decir de Strauss)que comenzó con las obras de Maquiavelo yHobbes. Las transformaciones en el sujeto deldemos y su forma de comportamiento en lasdemocracias liberales no son azarosas; son elresultado del avance de la tecnología, del usoinstrumental de la ciencia para dominar lanaturaleza. El progreso tecnológico es lo quepermite que el ser moderno se convierta en lapráctica en individuo porque solo gracias él loshombres pueden generar una situación deabundancia relativa que les permiteindependizarse de la sociedad y afincarse en unaesfera privada que pone coto al poder político.

 Y es ese individuo, que cuida con celo feroz

“su” espacio, “sus” convicciones y sobre todo“su” propiedad el que conforma la clase mediay trae moderación a la democracia moderna.

Pero, para Strauss, el avance de latecnología no es el resultado de un- des plieguenatural de las fuerzas productivas como creíaMarx, sino que se trata más bien de la expresiónmaterial del proceso filosófico moderno queindependiza al conocimiento solo para ponerloal servicio de la “vida humana confortable”

muy alejada de la vida buena propuesta por losclásicos. La vida confortable moderna generamoderación en lo político porque es- desmesurada en lo privado: el ansia de poseer y deconsumir de cada uno es la que genera loslímites al conjunto y la que arroja comoresultado la separación entre Gobierno ysociedad y la limitación de ambos. Es decir, la

 vida confortable es la vida del consumo, delhombre hobbesiano y del último hombre deNietzsche y es la vida del individuo posesivo de

Macpherson; es la vida del burgués, grande opequeño, que busca con pena pero de modoincesante su propia felicidad. Así, el avance de

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la tecnología no es más que el resultado deleconomicismo que a su vez no es más que“lockeanismo”, es decir, la “madurez” delpensamiento maquiaveliano.

 Ahora bien, al mismo tiempo que latecnología y el economicismo ayudan aproducir la esfera privada que hace posible lafaz positiva de la democracia liberal (es decir, almismo tiempo que hacen posible lamoderación), también producen efectos queapuntan no a frenar la decadencia de Occidentesino a acentuarla. Y ello porque la cienciapuesta al servicio de la “vida confortable”tiende a bajar en lugar de elevarintelectualmente al pueblo, pues la educación yano es vista como parte de una formación para

la buena vida (repitamos por última vez:claramente distinta de la vida confortable), sinocomo un instrumento de crecimientoeconómico y profesional del individuo parasatisfacer sus crecientes necesidades. Así lascosas, la educación liberal (en el sentidocuasirrepublicano que Strauss le da al término)se hace cada vez más difícil (Fulller, 2009:251;Strauss, 1968/1993).

La educación liberal, un tópico sobre el que

no podremos extendernos aquí en la medida enque sería adecuado, sirve como puente de uniónentre la filosofía clásica y la democracia liberalcontemporánea. Lo que salva a la democracialiberal es que la misma no solo está basada en elracionalismo moderno, sino que también tieneparte de su peso soportado en la tradiciónpremoderna. Aquí, por premoderno debemosentender ideas tales como la búsquedarepublicana (activa) de la virtud, la reflexiónfilosófica desatada de las convenciones sociales

en búsqueda del descubrimiento de las grandes verdades, el escepticismo frente a laperfectibilidad humana, la cautela frente a lanovedad, la moralidad basada en la naturaleza yla aceptación de la legitimidad de las verdadesreveladas, todo valores presentes en lo queStrauss llama la “educación liberal”, que no esni paralela ni coetánea del liberalismo político osocial. Así, para Strauss, la democracia modernasería aceptable en buena medida por lo que no

tiene de moderna y por lo que no tiene dedemocrática.

El apoyo pedagógico en lo premoderno dela democracia liberal le permite a Strauss abrigaresperanzas para el proyecto de Occidente, puesun Gobierno democrático que en realidad tieneformas aristocráticas sirve de muro decontención al nihilismo. En este sentido, es

posible afirmar, Strauss no es unpaleoconservador que quiera devolvernos a lostiempos clásicos, sino que quiere recuperarciertas nociones clásicas para la modernidad yevitar que la misma se caiga por su propio peso.El problema es que el modo de asegurar esesoporte no es mediante el desarrollo de unaeducación liberal para pocos (para loscaballeros) que sirvan como guía hacia la vidabuena a un pueblo atontado por la vidaconfortable. Como dice Strauss: “La educaciónliberal sirve para recordarles la grandezahumana a aquellos hombres de las sociedadesde masas que tienen oídos con lo que oír”; soloellos, los que pueden escuchar, puedenefectivamente subir la “escalera que asciendedesde la democracia de masas hacia la

 verdadera democracia”. Solo cuando estoscaballeros logren “elevarse”, la sociedad-occidental podría tener un dique de contenciónfrente a su decadencia.

De este modo, podemos decir que lalectura straussiana nos entrega una paradojainteresante: en el proceso de decadenciaprovocado por el olvido de la “verdaderafilosofía”, la sociedad moderna dio a luz unsistema político que, sin ser esa su meta, acabóofreciendo la posibilidad (pero de ningún modola certeza) de frenar el declive occidental. Pero,de acuerdo con Strauss, para elevar las chancesde poner un freno suficientemente poderoso al

proceso de decadencia, la democracia debecontinuar su transmutación hacia un sistemaaún menos participativo, aun menos plural e,inversamente, cada vez más elitista y másjerárquico.

Dicho de otro modo, el modelo straussianonos propone una vida política menos atractivahoy a cambio de la amenaza de que, si seguimosbuscando testarudamente soluciones en elestante de la modernidad, todo podría ser peor

mañana.© Revista Politeia, N° 47, vol. 34. Instituto deEstudios Políticos, UCV, 2011

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Leo Strauss: lenguaje, tradición e historia

 A pesar de que Leo Strauss puede ser considerado como uno de los

más prolíficos historiadores contemporáneos de la filosofía política,carece, casi por completo, de textos en los que haya tematizadoexplícitamente su propia metodología de investigación histórica, lo querepresenta un serio obstáculo a nuestro empeño por desvelar, siquierasumariamente, las pautas y los criterios que caracterizan su trabajohistoriográfico.  

 JESÚS BLANCO ECHAURI

Su producción teórica se puede dividir,esquemáticamente, en tres períodos diversos,sin pretender cuestionar la unidad deinspiración de sus estudios y la persistencia deun núcleo temático de intereses. Durante elprimer período, un joven alemán, judíoortodoxo, se interroga sobre la relación de sureligión con el mundo en que vive, el de laRepública de Weimar. Trabaja, en primer lugar,sobre Espinosa, particularmente sobre su crítica

de la religión; luego sobre la relación de lafilosofía y de la ley en Maimónides; más tardesobre los fundamentos y la génesis de lafilosofía política de Hobbes. Todos estostrabajos fueron escritos en alemán, lengua

 vernácula del autor. Esta etapa concluye con sumarcha en 1938 a los Estados Unidos, endonde prosigue y profundiza sus conocimientosen un dominio frecuentemente ignorado, el delas filosofías árabe y judía de la Edad Media.Descubre, y aprende, a partir de la reflexión

sobre las condiciones de existencia social de lafilosofía en el cristianismo, el judaísmo y elislam, la existencia de un arte de escribir y deleer olvidado, el arte de escribir esotérico. Llega,poco a poco, a estar plenamente convencido deque su conocimiento es fundamental paracomprender toda la filosofía clásica. Todo estesegundo período se caracteriza por la voluntadde repensar la historia de Occidente a la luz delolvido de este arte de escribir, y de comprender

asimismo la situación de la filosofía y de lapolítica que este olvido manifiesta. Lee a losautores modernos con objeto de enfatizar su

 voluntad de ruptura respecto a los clásicos, y a

los autores clásicos para probar la fecundidadde este arte. Quizás pueda decirse que, delprimero al segundo período, «progresa» desdeuna actitud intelectual que descree de laposibilidad de un retorno a la filosofía políticaclásica, hacia una posición que se distancia pocoa poco de la modernidad, a medida queprofundiza en el conocimiento de los clásicos,hasta llegar a cuestionarla radicalmente.Durante esta etapa, que se extiende

aproximadamente hasta finales de los añoscincuenta, publica numerosos e importantestrabajos: On tiranny: An interpretation ofXenophon’s Hiero (1948), Persecution and theart of writing (1952), Natural right and history(1953), Thoughts on Machiavelli (1958). Esteperíodo se termina con la publicación de Whatis political philosophy? (1959). Los quinceúltimos años de su vida fueron consagrados alestudio de los grandes escritores de la Greciaclásica en sus relaciones, no siempre

transparentes, en ocasiones enigmáticas, con lafilosofía. The city and man (1964) es la primeraobra de toda su producción teórica en la que seinstala plenamente en algunos de los textos máscélebres del mundo antiguo. El orden mismode sus capítulos es revelador: invierte sucronología, pasando de la Política de Aristótelesa la República de Platón, y de ésta a la Guerrade los peloponénses y de los ateniénses de

 Tucídides. Regresión desde lo que Strauss

denomina la exposición «científica» de lacomprensión del sentido común de las cosaspolíticas, a la presentación «dramática» de lasmismas, para concluir con una presentación

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«histórica» de una acción efectiva, la guerraentre Esparta y Atenas, leída como unaauténtica revelación de la naturaleza de las cosaspolíticas: de la theoria    — en suma —   a lascondiciones particulares de su aparición, noporque constituyan «la causa» de la filosofía,

sino más bien porque estas condicionesexcepcionales son, de algún modo, las máspropicias para la aparición del pensamientofilosófico sobre la política. Después de estetexto, Strauss comenta a Aristófanes, Jenofontey, sobre todo, otros diálogos de Platón, estudiostodos ellos que presentan la filosofía políticaclásica de una manera completamente inédita,desembarazada de los prejuicios modernos.Con posterioridad a la muerte de Strauss, H.Gildin y T. L. Pangle han publicadoimportantes compilaciones de sus últimosescritos: Political philosophy. Six essays by LeoStrauss (1975), Studies in platonic politicalphilosophy (1983), The rebirth of classicalpolitical rationalism (An introduction to thethought of Leo Strauss). Essays and lectures byLeo Strauss (1989) y An introduction topolitical philosophy: Ten essays by Leo Strauss(1989).

Esta breve aproximación al itinerariointelectual de Leo Strauss nos parecíaparticularmente necesaria por dos razonesfundamentales. En primer lugar, porquecontinúa siendo casi un perfecto desconocidoentre nosotros: aunque recientemente ha sidotraducida al castellano su Historia de la filosofíapolítica, dirigida en colaboración con J.Cropsey, de sus dieciocho libros, tan sóloMeditaciones sobre Maquiavelo y ¿Qué es lafilosofía política? han sido vertidos a nuestra

lengua, hace ya tres décadas, sin que hayan vuelto a ser reeditados desde entonces. Además, resulta difícil encontrar algún trabajoque haya sido consagrado a su estudio. Estedesconocimiento sorprende especialmente porsu enorme capacidad de influencia en lastradiciones filosóficas y académicas másdiversas8: extraordinariamente difundido en lospaíses de habla inglesa, ha sido traducido casi

 íntegramente al alemán (nos referimos, claroestá, a los textos publicados a partir de 1938), al

francés y, también, al italiano. En segundolugar, porque deseaba ilustrar nuestraobservación inicial, en relación con la casi

completa ausencia de textos en los que elpropio Strauss acometa la tarea de revelarexplícitamente su propia metodología deinvestigación histórica, que constituye elpropósito central de estas páginas. Existe, sinembargo, una notable excepción: se trata de

Persecution and the art of writing, texto clavepara la comprensión de toda la producciónhistórica straussiana, porque nos permitepercibir, tanto el núcleo fundamental de susintereses filosóficos, como la propia evoluciónde su itinerario intelectual. En él su autor reúnecinco ensayos que fueron publicados porprimera vez entre 1941 y 1948. Mientras en losdos capítulos iniciales desarrolla propiamente latesis central del trabajo, en los otros trescapítulos pone en práctica los principiosgenerales anteriormente enunciados. La Guía deperplejos de Maimónides, el Kuzari de YehudaHaleví y el Tratado teológica — político deBaruch de Espinosa conforman el plural bancode pruebas en el que el historiador aplica lasreglas de investigación que previamente haexplicitado. Este trabajo, como todos los deStrauss, es la obra de un historiador de lafilosofía. Pero es también, en cierto modo, unaobra de metodología histórica; o de reglas de

hermenéutica. Es una obra de historia, el librode un historiador, pero es también el texto deun historiador sobre el método de la historia.Su importancia puede apreciarse, por tanto, nosólo desde el punto de vista del contenido, sinotambién desde la perspectiva del método. Deahí su pertinencia para reconocer los principiosgenerales de la metodología straussiana deinvestigación histórica, que pasamos a examinarseguidamente.

El ensayo intitulado Persecution and the artof writing, publicado en 1941, en circunstanciashistóricas bien conocidas, por mor de las cualescomo recuerda Strauss al comienzo de estaspáginas —   un considerable número de paísesson privados de la libertad de discusión públicade la que habían gozado durante alrededor deun centenar de años, ahora reemplazada por laobligación de conformar los discursos a lasopiniones gubernamentales, podría inducir allector a sobreentender las razones por las cuales

un judío de origen alemán, establecido en losEstados Unidos a partir de 1938, se proponeexaminar los efectos de la censura 0 de la

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persecución, no sólo sobre los pensamientos,sino también, porque  — como sentencia

 William Blackstone en sus Commentaries —  scribere est agere, sobre las acciones: «It may be

 worth our While to consider briefly the effectof that compulsion, or persecution, on thoughts

as well as actions»Su empeño, empero, sobrepasa

ampliamente la problemática específica de lapersecución de los judíos con el advenimientodel fascismo en Europa durante los añostreinta: la persecución, susceptible demanifestarse a través de infinidad demodalidades, incluidas aquellas — más sutiles —  que ocultan su verdadero rostro, no puedeconsiderarse un fenómeno aislado en la historia,

ni en la del pueblo judío, ni en la de puebloalguno. Su interés no puede cifrarse en la meraconsideración de una relativa constantehistórica, ni siquiera en el estudio de sus formasde realización efectiva, sino principalmente enel análisis de sus efectos. Más propiamente, deun singularísimo género de efectos.

Pero, antes de entrar en esta cuestión,resulta necesario disipar cualquier equivoco:esta problemática, contrariamente a lo que

pudiera creerse, no constituye simplemente elresultado de la conceptualización de unaexperiencia. Más aún: si por algo se caracterizala biografía de Strauss, a diferencia de otrosfilósofos e intelectuales alemanes de su tiempo,no es por haber sido víctima de la persecución,que  — por fortuna —   jamás llegó a conocerpersonalmente en su país natal. Con todo,resultaría igualmente incierto omitir unaconsecuencia indirecta, particularmentedolorosa, a la que no puede sustraerse en su

«voluntario» exilio, que  — a buen seguro —   lepermitió articular una relativa experiencia de lapersecución: el abandono de su lengua

 vernácula, en beneficio del inglés, en el quetiene que escribir a partir de entonces toda suobra. Sin embargo, aunque Persecution and theart of writing, concebido y escrito por el autordurante sus primeros años de estancia en

 América, representa como hemos apuntado conanterioridad —  un verdadero punto de inflexión

en el conjunto de su producción teórica,entendemos, contrariamente a otras opiniones,que la reflexión sobre el arte de escribiresotérico no puede ser interpretada, en ningún

caso, como el producto únicamente de esaarticulación, porque lo impide el fundamentomismo sobre el que descansa: un genuino modode concebir la actividad filosófica,marcadamente premoderno, que determina unapermanente e irreversible tensión entre filosofía

y política.Regresemos al texto. Aunque plantea

numerosos problemas, como veremos másadelante, el eje vertebrador de la argumentaciónde Strauss es muy claro. Evocando la tesiscentral  — «reason is but choosing» —   de

 Areopagitica, el más conocido de los folletos de John Milton, considerado como un verdaderoclásico de la lengua inglesa en la defensa de lalibertad de la palabra escrita, Strauss aduce que

la imposibilidad de elegir entre varias opinionesdiferentes, expuestas por una pequeña minoríade oradores o escritores reconocidospúblicamente, representa la aniquilación de laúnica clase de independencia intelectual de laque son capaces la mayor parte de losindividuos y, con ella, de la única libertad depensamiento políticamente relevante. Lapersecución se revela entonces como unacondición indispensable para la maximizaciónde los efectos propios de la «lógica equina» (elsentido straussiano de esta expresión debe serexaminado a la luz de las dos referenciasliterarias a las que, parcamente, reenvía: elfilósofo parmenidiano conducido por caballos ylos Houyhnhnms de Gulliver), porque gracias atales prácticas esta suerte de economía delpensamiento adquiere su mayor eficacia. En

 virtud de esta particularísima lógica, quecaracteriza el pensamiento de buena fe de lamayoría de los seres humanos ordinarios, no se

puede razonablemente decir «lo que no es»,porque los embustes son inconcebibles“. El vulgo reconoce sin dificultad que los hombrespueden mentir y que, de hecho, mientenefectivamente a menudo; pero piensa tambiénque los engaños son, por su propia naturaleza,efímeros: su constante repetición termina pordesenmascarar al farsante. De ahí que, a susojos, una afirmación constantemente reiterada,que no ha sido jamás cuestionada, seanecesariamente verdadera. Más aún: la verdad

de una afirmación invariable y firme,redundante e incuestionada, resultaabsolutamente cierta y, por ende, incontestable,

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cuando el individuo que la esgrime es unciudadano responsable y socialmente respetado.Se comprende así que una gran parte de lapoblación, especialmente los más jóvenes,acepten como verdaderas  — sinoinmediatamente, al menos después de algún

tiempo —   las manifestaciones de susgobernantes: ¿qué opinión puede ser más dignade crédito que la de un presidente de gobierno,sobre todo cuando ningún miembro de lacomunidad la ha cuestionado?

Obviamente, la persecución no puedeengendrar inmediatamente, por si misma, laconvicción, pero sí hacerla posible a fortiori,silenciando los pensamientos susceptibles deponer en cuestión las opiniones

gubernamentalesle. De este modo, si la únicalibertad de pensamiento importante en políticareside en la posibilidad de elección entre unacierta diversidad de opiniones manifestadaspúblicamente, porque es la única a la que lamayoría de las personas tienen acceso, el efectouniformizador de la opinión pública, que lapersecución suscita, establece virtualmente lascondiciones de posibilidad de su presuntaeliminación, impulsando al máximo eldesarrollo de «un cierto modo de pensar»,gracias al cual el discurso del poder políticogozará del beneplácito de la inmensa mayoríade los ciudadanos.

 Tales son los efectos de la persecuciónsobre los pensamientos disciplinados por lalógica equina. Pero, ¿son éstos sus únicosefectos?; en otras palabras, ¿existen individuossusceptibles de sustraerse a esta suerte de«normalización» de1 pensamiento? Esta esprecisamente la hipótesis de partida del trabajo

de Strauss: siempre existen, incluso en lascircunstancias más desfavorables, algunosindividuos que, no participando de la lógicaequina, son capaces de un pensamientoauténticamente independiente. De ahí que, enestas condiciones en que la credulidad de lagran mayoría tiene su reverso positivo en laincredulidad de una selecta minoría con la quecoexiste necesariamente, resulte imposible quelas opiniones sostenidas por los gobernantes

sean aceptadas por todos los ciudadanos: jamásserán compartidas por quienes, conociendoperfectamente que es muy propio de loshombres manifestar «the thing which is not»,

pueden sustraerse a los efectos de lapersecución sobre los pensamientos. El éxito dela persecución, por consiguiente, siempre esfragmentario e incompleto. Más aún: en ellímite, por principio (esa es, al menos, laconvicción de Strauss), parece encontrarse

inexorablemente condenada al fracaso. Lapersecución no puede impedir el pensamientoindependiente; y tampoco puede impedir suexpresión: «Persecution cannot prevent evenpublic expression of the heterodox truth, for aman of independent thought can utter his viewsin public and remain unharmed, provided hemoves with circumspection. He can even utterthem in print Without incurring any danger,provided he is capable of writing between thelines»

La fórmula «escribir entre líneas» designapropiamente el tema de Persecution and the artof writing. Su sentido, obviamente, esmetafórico, porque toda tentativa de expresaren un lenguaje no metafóríco el significado deesta expresión conduciría a la afirmación de unaterra incognita, de un enigmático campo deinvestigación, cuyas dimensiones habríanpermanecido largo tiempo inexploradas, y cuyoestudio  — en tal hipotético caso —   habría detener por única guía los escritos de los retóricosde la Antigüedad. Parece evidente, empero, quecon esta fórmula Strauss pretende sugerir que lapersecución fracasa en su empeño porobstaculizar la expresión pública delpensamiento independiente allí, y solamenteallí, donde la prudencia es el principio que guíaen su oficio al escritor disidente, cuyainteligencia le permite garantizar su seguridadpersonal sin mengua de su eficacia en el

combate. En este sentido, el efecto de lapersecución sobre la literatura reside  — ensuma —   en que obliga a los escritores quesostienen opiniones heterodoxas a desarrollaruna técnica particular de escritura.

Strauss ilustra el desarrollo de esta singulartécnica con un ejemplo, propio del tiempo enque la obra es concebida y escrita, que presenta,sin embargo, un grave inconveniente: se tratade un modelo límite, en el que la persecución

muestra su rostro más zafio y brutal, porquesólo resulta aplicable a un país privado de suslibertades Resulta sencillo imaginar  — explica elautor —  un escritor que, libre de toda sospecha,

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y respetado por el único partido políticoexistente en un país totalitario, sea conducidopor sus propios estudios a cuestionar la rectitudde la interpretación oficial relativa a la historiade la religión. A buen seguro, nadie le impediríapublicar una crítica violenta de la opinión

liberal. A tal efecto, debería inicialmenteexponer dicha opinión, para posteriormenteproceder a su crítica. En el curso de suexposición, plagada de numerosas citas literalesy múltiples términos técnicos, empleando losrecursos característicos de la propaganda oficial,conferiría una importancia injustificada adetalles insignificantes, omitiendo algunas de lascuestiones de mayor interés. Y solamentecuando hubiese alcanzado el punto central de laargumentación «escribiría tres o cuatro frases enese estilo vivo y conciso susceptible de llamar laatención de los hombres jóvenes que amanpensar»18. Este pasaje central enunciaría laposición de los adversarios más clara,irresistible e implacablemente que en losmejores tiempos del liberalismo, abandonando«todas las absurdas excrecencias del credoliberal que tenían oportunidad de proliferar entiempos de éxito del liberalismo, en tiempospor consiguiente en que se aproximaba a la

estupidez», de tal suerte que «su joven yrazonable lector tendría por primera vez una visión fugitiva del fruto prohibido». El gruesode la obra, su parte crítica, consistiría en eldesarrollo de las tesis más virulentas de loslibros oficiales del partido en el gobierno. Eljoven inteligente, después de su apasionada ygozosa lectura de los breves pasajes centrales,encontraría estas páginas particularmentepesadas y enojosas, discriminando entonces el

 verdadero significado y alcance de su parteexpositiva, especialmente tras sucesivosencuentros con el conjunto del texto.

 Tanto por su excesivo grado de abstraccióny generalidad, como por las característicasextremas del relato concebido, este ejemploresulta útil para persuadir al lector respecto a la

 verosimilitud de la tesis formulada. Sucomprensión, empero, presenta mayoresdificultades cuando la persecución, comoacontece con frecuencia, no alcanza el umbral

anteriormente perfilado. Con todo, no ofreceninguna duda que, a juicio del autor, lapersecución es responsable del nacimiento de

una técnica particular de escritura y, porconsiguiente, de un tipo especial de literatura enel que la verdad sobre todas las cuestionescruciales es presentada exclusivamente entrelíneas. Poseyendo todas las ventajas de lacomunicación, tanto pública como privada,

pero ninguno de sus inconvenientes (i. e., laseguridad personal nunca se encontraráseriamente amenazada, sobre todo encomparación con los riesgos que representaríauna tentativa al descubierto), la literaturaesotérica se dirige exclusivamente a los lectoresinteligentes y dignos de fe: las circunstanciasdeterminan su vocación minoritaria. Elfenómeno de la comunicación con una minoríaselecta de lectores, simultáneamente alenmudecimiento respecto de la gran mayoría,que hace posible este tipo de literatura, resultaexplicable, a juicio de Strauss, en virtud delaxioma que afirma el carácter reflexivo de loslectores minuciosos, frente a la condiciónirreflexiva propia de la gran mayoría de loslectores desidiosos. De ahí que resultesuficiente, para un autor que desee dirigirseexclusivamente a individuos reflexivos, escribirde una manera tal que sólo los lectores muycuidadosos puedan descubrir la auténtica

significación de su obra.  Ante la objeción de la probable existencia

de individuos inteligentes, lectores atentos, enlos que no sea posible confiar y que, tras haberdescubierto el verdadero carácter del autor, lodenunciarían a las autoridades, Strauss serefugia en el adagio socrático según el cual «la

 virtud es conocimiento», confesandoabiertamente que la existencia de este tipo deliteratura depende del cumplimiento de esta

máxima, por mor de la cual «los hombresreflexivos son, en tanto que tales, dignos de fe»y están despojados de toda suerte de maldades”.No cabe duda de que Strauss es un filósofo defuertes convicciones...

Un axioma complementario del precedente,pero que únicamente resulta operativo cuandola persecución se realiza en el marco de losprocedimientos legales, es el que afirma que unescritor cuidadoso de inteligencia normal es

más inteligente que el censor más inteligente entanto que tal. Como es al censor, o al acusadorpúblico, a quien le corresponde la carga de laprueba respecto a las presuntas opiniones

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heterodoxas expresadas por el autor, es a él aquien le incumbe demostrar que las deficienciasliterarias de la obra no son fruto de lacasualidad, sino manifiestamentemalintencionadas. Debe probar, en suma, nosólo la competencia del escritor, porque un

individuo que deliberadamente comete unatorpeza tiene que ser un maestro en el arte deescribir, sino sobre todo  — lo que resultaextraordinariamente difícil —  que se encontrabaal nivel habitual de sus capacidades cuandoescribió las palabras que le incriminan.

La estimación de la represión delpensamiento independiente como una prácticafrecuente y generalizada a lo largo de la historia,junto a la razonable presunción de la existencia

en épocas precedentes  — proporcionalmenteconsiderada —   de tantos individuos como ennuestro tiempo susceptibles de sustraerse a losefectos de la persecución sobre lospensamientos, hombres capaces  — en suma — 

 —   de un pensamiento auténticamenteindependiente, los cuales se habrían conducidoademás con la prudencia necesaria, permite aStrauss considerar la posibilidad de que algunosde los grandes escritores del pasado hubiesenadaptado su técnica literaria a las exigencias dela persecución, presentando sus opinionessobre todas las cuestiones cruciales delmomento exclusivamente entre líneas. Laconsideración de esta importante tesis, si fueraconfirmada, facultaría a su autor, no sólo paraemprender la búsqueda de textos injustamenteolvidados, sino también para restituir lasignificación de algunas grandes obras, quepodrían entonces ser reinterpretadaslegítimamente desde nuevos parámetros de

lectura.Esta importante empresa, sin embargo,

podría verse eventualmente imposibilitada o,cuando menos, obstaculizada, por las prácticasengendradas al abrigo de los progresos de lainvestigación histórica contemporánea, cifradosen la aceptación general y en la aplicaciónocasional de los siguientes principios; a saber:1°) cada período histórico ha de sercomprendido por sí mismo, no debiendo ser

examinado a la luz de criterios que le sonajenos; 2°) cada autor debe ser interpretado porsí mismo, hasta donde sea posible; de ahí queresulte especialmente pertinente enfatizar la

inconveniencia de recurrir, en la interpretaciónde un autor, a la utilización de términos decierta importancia que no puedan sertraducidos literalmente de su lengua, que élmismo no empleaba o que no eran de un usocorriente en su época; 3°) las únicas

presentaciones de las opiniones de un autor quepueden ser aceptadas como verdaderas sonaquellas que, en último extremo, resultanconfirmadas por sus propias declaracionesexplícitas. Mientras los dos primeros principiosno representan ninguna amenaza para la tesisformulada, el último de ellos resulta decisivoporque parece excluir de la esfera delconocimiento humano las opiniones de losescritores antiguos presentadas exclusivamenteentre líneas. En efecto, el principio según elcual la lectura de una obra debe descansarnecesariamente sobre las afirmaciones explícitasdel autor parece representar virtualmente laimposibilidad de fundamentar la interpretaciónde un texto en su información implícita oesotérica.

Se comprende, de esta guisa, que Straussconcentre todos sus esfuerzos en sortear esteserio obstáculo que compromete gravemente supropuesta hermenéutica. La estrategia queorganiza comienza suministrando una copiosabatería de ejemplos históricos con objeto desubrayar las grandes diferencias que, sobrediversas cuestiones, pueden apreciarse entre lasopiniones más antiguas y las más modernas. Setrata, fundamentalmente, de persuadir al lectorrespecto a la gigantesca mutación de las ideasdefendidas por los eruditos a lo largo de lossiglos: lo que hoy los expertos consideranincuestionable, mañana será sometido a

discusión y crítica por la comunidad científica.Mudan las opiniones porque cambian lostiempos. Algunos de los ejemplos recordadosinciden precisamente en la problemáticadebatida: mientras que Lessing, al que Strausstiene en la más alta estima, pensaba que todoslos filósofos antiguos habían distinguido entresus enseñanzas exotéricas (públicas) y esotéricas(secretas), porque estaba convencido de queciertas verdades no debían o no podían serdivulgadas, la influencia de Schleiermacher,

quien defendió la existencia de una únicaenseñanza de Platón, redujo la temática delesoterismo de los antiguos filósofos

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prácticamente a la cuestión de la significaciónde los discursos exotéricos de Aristóteles; másrecientemente, Jaeger ha sostenido que laatribución de una enseñanza esotérica a

 Aristóteles constituye una invención tardíacarente de todo fundamento? La relevancia de

estos ejemplos, que no han sido seleccionadosde un modo arbitrario, reside en que se orientana mostrar que las diferencias entre las opinionesantiguas y las más modernas no tienen suorigen exclusivamente, como se tiende a pensarfrecuentemente, en el progreso de los criteriosde objetividad histórica, sino también en lo queStrauss califica como «un cambio másfundamental en el clima intelectual». A su juicio,sólo así puede explicarse, por una parte, laprofunda transformación o el más completorechazo de la tradición racionalista, en la que seinscriben las opiniones antiguas, característicade los tiempos modernos y, por otra, laformulación del tercer principio, anteriormentereferido, que para él parece responder, no tantoa la materialización de las exigencias de rigor yexactitud que se presumen a la investigaciónhistórica contemporánea, cuanto precisamentea ese cambio del clima intelectual característicode los nuevos tiempos. El propósito de su

argumentación está claro: combatir la presuntaobjetividad del historicismo moderno, quereclama inversamente para sí. De ahí quediscrimine entre los papeles que lescorresponde desempeñar, respectivamente, alfilósofo y al historiador. Mientras el primerotiene que determinar hasta qué punto elreferido cambio debe ser considerado como unprogreso o como una decadencia (cualquierapuede comprender, sin necesidad de aprender aleer «entre líneas», que el filósofo Strauss,aunque explícitamente no lo manifieste, estámuy lejos de considerarlo como un progreso:simplemente le interesa reivindicar aquí, pormor de la objetividad, su oficio de historiador);el segundo posee un deber mucho másmodesto: preservar la tradición de exactitudhistórica, exigiendo que sea mantenida conindependencia de la evolución del climaintelectual. Por consiguiente, contrariamente alas prácticas de los investigadores

contemporáneos, el historiador no deberáaceptar  —sentencia finalmente Strauss—   «uncriterio arbitrario de exactitud, a despecho deexcluir a priori del conocimiento humano los

hechos más importantes del pasado, sino queadaptará las reglas de certeza sobre las cuales seasienta su investigación a la naturaleza de sumateria».

¿Cómo entender estas palabras? Un criteriode exactitud, ciertamente, es el que proponenlos historiadores modernos, en virtud del cual lalectura de un texto debe descansarnecesariamente en las declaraciones explícitasdel autor. Pero su arbitrariedad reside, piensaStrauss, en que elimina, por principio, laposibilidad de fundamentar la interpretación deun libro en su información esotérica, comorequieren en general — por «la naturaleza de sumateria» —  los textos filosóficos y, en particular,algunas grandes obras del pasado. De ahí que el

historiador deba guiarse, según él, por reglastales como la siguiente: la lectura entre líneasestá permitida siempre que el empleo de esteprocedimiento hermenéutico aporte una mayorexactitud a la investigación histórica. Sinembargo, a poco que se medite se observaráque esta regla, mediante la cual Strauss persigueresolver el problema que suscitaba el principioque parecía cercenar la posibilidad defundamentar la interpretación de un texto en suinformación oculta, en puridad, tan sólorepresenta un desplazamiento del problema,porque el conocimiento del criterio que puedeser esgrimido en defensa de la legitimidad de lalectura entre líneas no permite determinarcuándo aporta verdaderamente una mayorexactitud histórica. Saber que tan sólo debeprohibirse la lectura entre líneas en aquelloscasos en los que este recurso no incremente elrigor y precisión de la exploración no sig nifica,en la práctica, gran cosa, al menos mientras no

pueda determinarse en qué casos puede decirsepropiamente que la aplicación de esta lecturaaporta con toda certeza una mayor exactitud ala investigación. Pero eso, justamente, es lo queno permite esta regla, al menos por sí sola. Contodo, es verdad que abre el camino a lalegitimidad de la lectura entre líneas, en lamedida en que puede resultar compatible con elprincipio  —releíd0 con la flexibilidadnecesaria —  que formula la necesidad de que lainterpretación de una obra descanse en las

declaraciones explícitas de su autor. El propioStrauss afirma de un modo claro y rotundo lanecesidad de que la lectura entre líneas se apoye

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necesariamente sobre un examenpormenorizado y riguroso de los enunciadosexplícitos del autor.

 Aunque también proporciona algunasindicaciones sobre cómo debe procederse en laaplicación del referido procedimientohermenéutico: con anterioridad a que unadeterminada interpretación de un enunciadopueda considerarse razonablemente suficiente,o incluso correcta, es preciso habercomprendido perfectamente el contexto delpropio enunciado, el carácter literario delconjunto del texto y el plan de la obra; de ahíque no deba procederse a la supresión de unpasaje, ni a la corrección del texto, hastadespués de haber examinado plena y

exhaustivamente todas las posibilidadesrazonables (incluida, i. e., la de que el pasaje seairónico) de comprenderlo tal como se presenta.Si un maestro en el arte de escribir, ejemplificaStrauss, incurre en errores tales queavergonzarían a un joven escolar inteligente,resulta razonable suponer que eran deliberados,especialmente si el autor contempla, siquieraincidentalmente, la posibilidad de los gazaposdeliberados en la escritura. Del mismo modoque no es menester identificar, sin pruebassuficientes, las opiniones del autor de unadrama o de un diálogo con las que expresanalgunos de sus personajes, la opinión real de unescritor  — siempre según Strauss —   no tienepor qué coincidir, necesariamente, con la quemanifiesta en la mayoría de los pasajes de suobra. La posibilidad de fundamentar la lecturade un texto en su información implícita oesotérica queda de este modo abierta.

 Aunque la ausencia de acuerdo entre los

especialistas sobre los fundamentosmetodológicos de la tesis straussiana puedaestimarse como una objeción a la lectura entrelíneas en tanto que tal, ninguno de los métodosde investigación histórica generalmenteutilizados ha suscitado tampoco un acuerdouniversal, ni siquiera un consenso losuficientemente amplio sobre las cuestionesmás importantes. Los especialistas del sigloXIX se inclinaban a resolver los problemas

suscitados por un texto mediante una pruebasimplemente interna. Recurriendo a la génesisde la obra de un autor, o incluso de supensamiento, suponían que las contradicciones

o las divergencias en el interior de un texto, oentre dos o más libros de un mismo autor,constituían una prueba de que su pensamientohabía evolucionado; y, si las contradiccionessuperaban un cierto umbral, decidíanfrecuentemente, sin ninguna prueba exterior,

que la obra en cuestión debía ser apócrifa. Aunque estos procedimientos conocieron mástarde un cierto descrédito y numerososespecialistas, menos impresionados por lanecesidad de recurrir exclusivamente al empleode una prueba simplemente interna, se tomaronen serio la estimación de la tradición literaria, elconflicto entre los partidarios de esta tradicióny los críticos de las fuentes de los textos todavíapersiste durante los años en que Persecutionand art of writing es concebido y escrito. Contodo, para su autor una respuesta adecuada a lasmás serias de estas cuestiones requiere unareflexión metódica sobre la técnica literaria delos grandes escritores de épocas anteriores, acausa del carácter específico de los problemasliterarios implicados (obscuridad del plan,contradicciones en el interior de una obra, oentre dos 0 varias obras de un mismo autor,omisión de importantes cadenas de laargumentación, etc.), reflexión que — en su

opinión —   supera necesariamente las fronterasde la estética moderna, e incluso de la poéticatradicional, de tal suerte que obligará antes odespués a los especialistas — espera Strauss —  atomar en cuenta el importante fenómeno de lapersecución. Un aspecto diferente del mismofenómeno es el que expresa el conflicto entredos tipos de interpretación de algún granescritor del pasado: una lectura tradicional«doxográfica» y superficial, por un lado, y, porotro, una lectura monográfica más profunda einteligente. En la medida en que lasafirmaciones  explícitas del autor en cuestiónconfirman y justifican las dos interpretaciones,puede decirse que su exactitud histórica essemejante. Sin embargo, muy pocosespecialistas saben que, mientras lainterpretación tradicional constituye el reflejode la enseñanza exotérica del autor, lainterpretación monográfica se sitúa a mediocamino entre sus enseñanzas exotérica y

esotérica.La tendencia premoderna a leer entre líneas

a los grandes autores del pasado, o a conferir

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un mayor peso al designio fundamental de losmismos que a las opiniones que repetían conmayor frecuencia, ha sido neutralizada, eincluso aniquilada, por la investigación históricamoderna, que aparece en una época en que lapersecución constituía más bien un vago

recuerdo que una experiencia presente. De ahíque, a juicio de Strauss, toda tentativa porrestaurar la tradición anterior, frente al acosodel historicismo de nuestro siglo, deba encararel problema de los criterios de legitimación dela lectura entre líneas, discriminando entreaquellas que son lícitas y las que no lo son. Eneste sentido, cuando existe una correlaciónnecesaria entre la persecución y la escrituraesotérica, se dispone de un criterio en el que lanecesidad es puramente negativa. Un criteriopositivo es aquel en el que el historiadorconcluye la necesidad de estudiar de nuevo unlibro con mucho más cuidado y menosingenuidad que en su primera lectura, despuésde comprobar que un escritor hábil, que poseeuna conciencia clara y un cono“ cimientoperfecto, no sólo de la opinión propiamenteortodoxa, sino también de todas susramificaciones, contradice subrepticiamente, y

 — por así decir —   como de pasada, uno de los

presupuestos o de las consecuencias necesariasde la ortodoxia, que él admite explícitamente ymantiene sin embargo en otro lugar, razón porla cual parece razonable suponer que dichoescritor se oponía al sistema ortodoxo en tantoque tal, requiriendo entonces su obra (una vezque esta constatación ha sido realizada) unalectura que persiga su información esotérica. Enalgunos casos, incluso, será posible disponer deuna prueba explícita de que el autor ha indicadosolamente entre líneas sus opiniones sobre lasmaterias de mayor interés, aunque este tipo deafirmaciones no se encuentran generalmente enel prólogo, ni en otros lugares excesivamentepreeminentes del libro. Rastrear el texto,estudiarlo meticulosamente, constituye unarduo esfuerzo que sólo puede ser realizado  — según Strauss —   por quienes sean capaces deliberar sus opiniones de los prejuiciosmodernos sobre la persecución y la cautela delos escritores heterod0xos, forjados en el curso

de los últimos tres siglos, en los que se hagozado de la libertad de palabra.

El término persecution, tal como esconcebido por Strauss, comprende una enormediversidad de fenómenos, desde el tipo máscruel, representado por la Inquisición española,hasta el menos severo, el ostracismo social.Pero es precisamente entre estos dos extremos

donde se encuentran las clases más importantesdesde la perspectiva de la historia intelectual oliteraria. La condición multiforme del conceptoexplica que sea posible encontrar significativosejemplos en períodos históricos que pueden sercalificados de relativamente liberales, como enla Atenas de los siglos V y IV a. C., en ciertospaíses musulmanes de la Edad Media, en laHolanda y la Inglaterra del siglo XVII, así comoen la Francia y la Alemania del siglo XVIII. Laspropias biografías de algunos filósofos explicanhasta qué punto han padecido, al menosdurante algún período de sus vidas, un ciertotipo de persecución. Pero es importantesubrayar, a juicio de Strauss, que la persecuciónreligiosa y la persecución de la investigaciónindependiente no son idénticas, porque hanexistido épocas y países con una enormetolerancia religiosa, en los que se ha perseguidomanifiestamente el pensamiento independiente.

Sin embargo, el carácter de la literaturaesotérica, en rigor, no se encuentraexclusivamente determinado por la persecución,sino también por la profunda diversidad deperspectivas que caracteriza a los filósofosantiguos y modernos respecto a los límites de laeducación popular. Aunque la persecución, encualquiera de sus modalidades, constituye lacausa inmediata que impulsa esta técnicaparticular de escritura, la actitud de los filósofosante la libertad de discusión pública depende de

manera decisiva de sus opiniones sobre laeducación de la mayoría de los individuos yexplica también, en consecuencia, su tendenciaa escribir entre líneas. Así, a partir de la mitaddel siglo XVII, un cierto número de filósofosheterodoxos, que habían padecido lapersecución, publican sus libros, no solamentepara comunicar sus pensamientos, sino tambiénporque deseaban contribuir a la abolición deestas prácticas.

Se complacían en prever una época donde,gracias al progreso de la educación popular,sería posible una libertad de palabraprácticamente total, o una época donde nadie

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sufriría daño alguno al escuchar cualquier verdad. No habiendo ocultado sus opinionesmás que justo lo suficiente para protegerse enlo posible de la persecución (porqueprocediendo más sutilmente, no habrían podidoiluminar a una gran mayoría de personas, como

era su propósito), resulta relativamente sencillo,en comparación a otros filósofos, leer entrelíneas sus obras. Strauss piensa aquíparticularmente en Thomas Hobbes.

La actitud de los filósofos premodernos,por el contrario, era fundamentalmentediferente. Pensaban que el profundo abismoque separaba a los «sabios» del «vulgo»constituía un hecho decisivo de la naturalezahumana que ningún progreso de la educación

popular podría jamás modificar: la filosofía o laciencia era asunto de un pequeño número deindividuos, el privilegio de unos pocos. Másaún, estaban convencidos que la filosofía era ensí misma sospechosa y odiosa para la mayoríade los hombres. Incluso, aunque no hubierantenido nada que temer por parte de ningúnsector político, quienes se fundaban sobre estahipótesis habrían sido conducidos a laconclusión según la cual la comunicaciónpública de la verdad filosófica o científica eraimposible 0 indeseable, no solamente en sutiempo, sino para siempre. Debían ocultar susopiniones a todos los no —filósofos, bienlimitándose a la instrucción oral de un grupo dediscípulos cuidadosamente escogidos, bienescribiendo sobre las materias más importantespor medio de breves indicaciones. Comocualquier individuo que sabía leer tenía acceso,naturalmente, a los textos escritos, los filósofosque habían optado por la segunda vía no

podían publicar más que las opinionesconvenientes o pertinentes para la mayoría delos no-filósofos, en virtud de lo cual se explicaperfectamente el carácter exotérico,estrictamente considerado, de todos susescritos. Las opiniones que dominan elconjunto del texto no se ajustan plenamente ala verdad de las cosas, porque son aquellas queel vulgo precisa; pero, al mismo tiempo,subrepticiamente, estos escritos enuncian las

 verdaderas opiniones del filósofo sobre las

cuestiones cruciales, proporcionando las clavesnecesarias para que los lectores expertos, yainiciados, puedan comprenderlas. De ahí que, a

pesar de la «economy of the truth» que loscaracteriza, los libros exotéricos contengan, enrigor, dos enseñanzas: una enseñanza popular,de carácter edificante, en primer plano; y unaenseñanza filosófica, sobre los temas másimportantes, indicada exclusivamente entre

líneas. Es esta última, la enseñanza esotérica, laque el filósofo-lector puede y debe comprender.Con todo, estos libros no se dirigen,particularmente, ni a los no-filósofos, ni a losfilósofos en tanto que tales, sinofundamentalmente «a los jóvenes que aman la

 verdad», esto es, a quienes un buen día puedenllegar a ser verdaderamente filósofos, razón porla cual «deben ser conducidos paso a paso,desde las opiniones populares, práctica ypolíticamente indispensables, a la verdad pura ysimplemente teórica». Los textos exotéricos son

 — dice Strauss, parafraseando sin duda aPlatón ——  «written speeches caused by love».

 Y es que, como ha escrito Gadamerrefiriéndose a Strauss, con quien mantuvo unaestrecha relación, «toda la abrumadora obra desu vida de erudito está consagrada a la tarea dedesarrollar» la querelle des anciens et desmoderns «en un sentido nuevo y más radical,esto es, de oponer a la moderna autoconciencia

histórica la luminosa bondad de la filosofíaclásica» .

 A modo de breve recapitulación final, nosgustaría concluir con un par de observaciones.En primer lugar, apuntando que, aunque laliteratura esotérica se encuentra esencialmenteasociada a sociedades no liberales, Strausssugiere claramente «entre líneas» que lapersecución constituye la manifestación de lacondición natural de las relaciones entre

filosofía y política: la política y la filosofíasiguen caminos divergentes porque existe unatensión fundamental entre el modo de vidafilosófico y la vida política. Lo que nos conducea cuestionarnos, inexorablemente, si la aparentearmonía que conocen las sociedadesdemocráticas no pertenecerá más bien al ordendel discurso que al de los hechos; esto es, sitodas las sociedades, incluidas las sociedadesmodernas, no son fundamentalmenterefractarias a la filosofía. Si así fuese, como

parece sugerir Strauss, el arte de escribiresotérico no se revelaría necesario,exclusivamente, en períodos históricos en los

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cuales la persecución se manifiestaexplícitamente. Constituiría la escritura másconveniente para el filósofo, la más apropiada,siempre y en todo momento, a la naturaleza dela filosofía. Desde esta perspectiva secomprende perfectamente que Strauss vaya a

contra — corriente del «movimiento» de lamodernidad, es decir, de las opiniones másampliamente extendidas en nuestros días. Y secomprende también que su lectura resulte paramuchos incómoda, enojosa e ingrata. Ensegundo lugar, que  — como ha escritoGadamer —   «Strauss ha proporcionado demanera indirecta una nueva e importanteaportación a la teoría hermenéutica con suinvestigación de un problema especial, el de lacuestión del grado de ocultamiento conscientede la verdadera intención que hay que tener encuenta cuando se comprenden los textos en

 virtud de la fuerza de las amenazas depersecución, por parte de la superioridad o de laiglesia». Sin embargo, a pesar de la fecundidad

de la propuesta straussiana que asocia elnacimiento de un tipo de literatura  — laliteratura esotérica ——   con el fenómeno de lapersecución, esta tesis implica una práctica delectura extremadamente problemática ypeligrosa. Aunque Strauss persigue legitimar el

método de la «lectura entre líneas» por mediode criterios y reglas de validación explícitas ydeterminadas, que permitan eludir todainterpretación puramente subjetiva, no esmenos cierto que el método propuesto autorizauna multiplicidad de interpretaciones: del autorque se oculta por prudencia tras enunciadosortodoxos, para avanzar propuestasheterodoxas en tiempos de censura ypersecución, se pasa inmediatamente al lectorque impone al texto su propia rejilla dedesciframiento, sin que se disponga, paradecidir entre lecturas diversas, de un criterioseguro de verdad.

© Ágora.. Papeles de Filosofía (1996), Vol. 15, nº 1.

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Mentiras piadosas y guerra perpetua:Leo Strauss y el neoconservadurismo

¿Son las ideas del filósofo y político conservador Leo Straussuna influencia formadora para la visión que del mundo tiene la

 Administración del Presidente Bush? Danny Postel entrevista aShadia Drury - una de las más importantes académicas críticas deStrauss - y le pregunta sobre la relación entre los diálogos de Platón,los secretos y las mentiras, y la guerra encabezada por EstadosUnidos contra Irak.

DANNY POSTEL

Lo que de inicio fue un argumento encontra de la guerra, ahora se ha convertido enun tema de discusión pública. Ahora se admiteampliamente que la Administración Bush nofue honesta con respecto a las razones queofreció para justificar la invasión a Irak.

Paul Wolfowitz, el influyente Sub-Secretario de Defensa de Estados Unidos, ha

admitido que las pruebas utilizadas parajustificar la guerra fueron "oscuras" y ahora diceque, de todas maneras, las armas de destrucciónmasiva no eran la cuestión crucial (véase el librode Sheldon Rampton y John Stauber, Weaponsof Mass Deception: the uses of propaganda inBush's war on Iraq (Armas de engaño masivo:los usos de la propaganda en la guerra de Bushcontra Irak) ( 2003.)

Por otra parte, Shadia Drury , profesora deteoría política en la Universidad de Regina enSaskatchewan, Canadá afirma que el uso delengaño y la manipulación en la política actualde EU se origina directamente en las doctrinasdel filósofo político Leo Strauss (1899-1973).Entre sus discípulos se encuentran Paul

 Wolfowitz y otros neo-conservadores que sonlos que han guiado gran parte de la agendapolítica de la Administración Bush.

Si Shadia Drury está en lo cierto, entonceslos políticos norteamericanos practican elengaño con mayor coherencia que sus aliadosbritánicos en el número 10 de Downing Street y

 Tony Blair. En el Reino Unido, se está

realizando en la actualidad una investigaciónpública en relación con la muerte del experto enarmas biológicas David Kelly. Un temaimportante es también el de si el gobiernoengañó al público, como sugiriera un periodistade la BBC.

La investigación ha presentado documentosal menos sobre algunas de las formas en que el

séquito del primer ministro 'sazonó' lapresentación de los informes de inteligenciasobre la amenaza por parte de Irak. Pero lo quemuy pocos ponen en duda en términos de sufilosofía, si es que tienen filosofía, es que losmiembros del personal que trabaja con Blaircrean que se debe confiar en ellos comopersonas honestas. Cualquier engaño aparenteen el que puedan estar involucrados es, paraellos, una cuestión de presentación o de 'giro':intentos por proyectar un barniz de honestidad

cuando se está rodeado de un mediodeshonesto.

La profunda influencia de las ideas de LeoStrauss en los actuales arquitectos de la políticaexterior de EU ya ha sido mencionada, aunquede forma esporádica, en la prensa (de ahí elchiste de uno de los aguzados sobre lainfluencia del "Leo-cons"). ChristopherHitchens, un ardiente defensor de la guerra,escribió sin vergüenza alguna en el mes de

noviembre del 2002 (en un artículo felizmentetitulado Machiavelli in Mesopotamia[Maquiavelo en Mesopotamia]) que:

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"el arte del encanto del cambio deexplicación del régimen (desde el punto de vistade sus partidarios) es que depende de premisasy objetivos que no se pueden permitirpúblicamente, al menos por parte de laadministración. Dado que Paul Wolfowitz es de

la escuela intelectual de Leo Strauss - y como talaparece en su disfraz ficcional en la novelaRavelstein de Saul Bellow - se podría inclusosuponer que él disfruta de este aspecto arcano yocluido del debate."

 Tal vez ningún otro académico ha hechotanto como Shadia Drury por arrojar luz alfenómeno Strauss. Durante quince años ella haestado dándole brillo a la lámpara de losstraussianos con libros como The Political

Ideas of Leo Strauss (Las ideas políticas de LeoStrauss) (1988) y Leo Strauss and the AmericanRight (Leo Strauss y la derecha norteamericana)(1997). También es autora de los libros

 Alexandre Kojève:

the Roots of Postmodern Politics(Alexandre Kojève: las raíces de la políticaposmoderna) (1994) y Terror and Civilization(Terror y civilización) (que será publicado enbreve).

Ella afirma que las ideas centrales delpensamiento straussiano tiene una influenciacrucial sobre los hombres del poder en elEstados Unidos contemporáneo. En laentrevista que aparece a continuación, elaborasobre este asunto.

Un orden natural de desigualdad

Danny Postel: Usted ha dicho que existeuna relación importante entre las enseñanzas deLeo Strauss y la forma en que la administraciónde Bush vendió la guerra contra Irak. ¿Cuál esesa relación?

Shadia Drury: Leo Strauss fue un profundocreyente en la eficacia y la utilidad de lasmentiras en la política. El apoyo público a laguerra de Irak se basó en mentiras de que Irakrepresentaba una amenaza inminente paraEstados Unidos - todo el asunto de las armasde destrucción masiva no fue más que unaalianza ficticia entre Al-Qaeda y el régimeniraquí. Ahora que se han descubierto lasmentiras, Paul Wolfowitz y los demás de la

partida de guerra niegan que esas hayan sido las verdaderas razones para llevar a cabo la guerra.

Entonces, ¿cuáles fueron las verdaderasrazones? ¿Reorganizar la balanza de poder en elMedio Oriente a favor de Israel? ¿Expandir lahegemonía norteamericana en el mundo árabe?Es posible. Pero estas razones no habrían sidosuficientes en si mismas para movilizar el apoyodel pueblo norteamericano a la guerra. Y lacamarilla straussiana dentro de laadministración de percató de ello.

Danny Postel: Por lo general se asume quela visión neoconservadora es expandir los

 valores democráticos y liberales en el ámbitomundial. Y cuando se menciona a Strauss en laprensa, siempre se le describe como un grandefensor de la democracia liberal encontraposición de la tiranía totalitaria. Sinembargo, usted ha escrito que Strauss sentíauna "profunda antipatía, tanto hacia elliberalismo como hacia la democracia."

Shadia Drury: La idea de que Strauss era ungran defensor de la democracia liberal es risible.Supongo que los discípulos de Strauss loconsideran una mentira noble. Sin embargo,muchas personas de los medios de

comunicación han sido lo suficientementecreídos o tontos como para creérselo.

¿Cómo puede un admirador de Platón y deNietzsche ser un demócrata liberal? Losantiguos filósofos que Strauss más quería,creían que las masas más humildes no eranaptas ni para recibir la verdad, ni para ser libres,y que entregarles esos sublimes tesoros seríacomo arrojar perlas a los cerdos. En contrastecon los pensadores políticos modernos, los

antiguos negaban que tuviesen derecho naturalalguno a la libertad. Los seres humanos ninacen libres ni son iguales. La condición naturalhumana, sostenían, no es la libertad, sino lasubordinación - y en opinión de Strauss, teníanrazón en pensar así.

Hacer loas a la sabiduría de los antiguos ycondenar la insensatez de los modernos era elobjetivo central del libro más famoso deStrauss, Natural Right and History (El derecho

natural y la historia). La cubierta del libromuestra la Declaración de Independencia de las Trece Colonias. Pero el libro es una celebración

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a la naturaleza - no a los derechos naturales delhombre (como nos haría pensar la cubierta dellibro) sino al orden natural de la dominación yla subordinación.

La necesidad de las mentiras

Danny Postel: ¿Cuál es la importancia de lainterpretación de Strauss sobre la noción de lamentira noble que tenía Platón?

Shadia Drury: Strauss en raras ocasioneshablaba por si mismo. Él escribía comocomentarista sobre los textos clásicos sobreteoría política. Pero era un comentaristaextremadamente obstinado y dualista. Lo quepermea todas sus obras y lo que se informa entodas ellas es lo de la diferencia entre antiguos y

modernos. Strauss dividió la historia delpensamiento político en dos campos: losantiguos (como Platón) son sabios y taimados,mientras que los modernos (como Locke yotros liberales) son vulgares y tontos. Ahorabien, a mí me parece eminentemente justo yrazonable atribuir a Strauss las ideas que élatribuye a sus amados antiguos.

En los diálogos de Platón, todo el mundoasume que Sócrates es el que habla por Platón.

Pero Strauss afirma en su libro The City andMan (La ciudad y el hombre) que el verdadero vocero de Platón es Trasímaco (en este punto, véase también el artículo de M.F. Burnyeat,"Sphinx without a Secret" ("La Esfinge sinsecreto"), New York Review of Books, 30 demayo de 1985. Por tanto, debemos inferir queStrauss comparte las opiniones del sabio Platón(alias Trasímaco) de que la justicia no es másque el interés del más fuerte; que aquellos queestán en el poder hacen las reglas según sus

intereses y les llaman justicia.Leo Strauss defiende repetidas veces el

realismo político de Trasímaco y de Maquiavelo(véase, por ejemplo, su Natural Right andHistory (El derecho natural y la historia). Estaopinión del mundo se e manifiesta claramenteen la política exterior de la actualadministración de Estados Unidos.

Una segunda creencia fundamental de losantiguos de Strauss tiene que ver con suinsistencia acerca de la necesidad de secreto yde la necesidad de las mentiras. En su libroPersecution and the Art of Writing (La

persecución y el arte de escribir), Strauss delineapor qué es necesario el secreto. Argumenta quelos sabios deben ocultar sus opiniones por dosrazones- para no lastimar los sentimientos delas personas y para proteger a la élite deposibles represalias.

El pueblo no va a ser feliz si sabe que sóloexiste un derecho natural - el derecho de lossuperiores a gobernar a los inferiores, elderecho del amo sobre el esclavo, el del espososobre la esposa, y de los sabios sobre el vulgo.En On Tyranny (Sobre la tiranía), Strauss serefiere a este derecho natural como las"enseñanzas tiránicas" de sus amados antiguos.Es tiránico en el sentido clásico del gobiernosobre el gobierno o en ausencia de ley.

 Ahora bien, los antiguos estaban decididosa mantener estas enseñanzas tiránicas ensecreto porque no era probable que el pueblotolerara el hecho de que estaban destinados a lasubordinación; en realidad, pudieranperfectamente volver su resentimiento encontra de la minoría de superiores. Las mentirasson, por tanto, necesarias para proteger a laminoría de superiores de la mayoría del vulgo.

El efecto de las enseñanzas de Strauss es

convencer a sus acólitos de que ellos eran laélite gobernante natural y minoría perseguida. Yno hacía falta ser muy inteligente para inferirque estaban en una situación de gran peligro,especialmente en un mundo dedicado a lasideas modernas de ideas de igualdad ylibertades. Ahora más que nunca, los sabiosdeben proceder de forma cautelosa ycircunspecta. Por tanto, llegan a la conclusiónde que tienen una justificación moral para

mentir para poder evitar la persecución. Straussllega a decir que el disimulo y el engaño- enefecto, una cultura de mentiras- es la justiciapeculiar de los sabios.

Strauss justifica su posición apelando alconcepto de Platón de la mentira noble. Peroen verdad, Strauss tiene un concepto muypobre acerca de la idea de Platón de la mentiranoble. Platón pensaba que la mentira noble esuna historia cuyos detalles son ficticios; pero encuyo corazón hay una verdad muy profunda.

En el mito de los metales, por ejemplo,algunas personas tienen alma de oro - lo que

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quiere decir que son más capaces de resistir lastentaciones del poder. Y estos tiposmoralmente confiables son los más capacespara gobernar. Los detalles son ficticios, pero lamoraleja de la historia es que no todos los sereshumanos son moralmente iguales.

En contraste con esta lectura de Platón,Strauss piensa que la superioridad de losfilósofos gobernantes es una superioridadintelectual y no una superioridad moral (NaturalRight and History). Para muchos comentaristasque (como Karl Popper) han leído a Platóncomo totalitario, la consecuencia lógica esponer en duda que se pueda confiar a losfilósofos el poder político. Aquellos quehicieron la lectura en esta forma,

invariablemente lo rechazaron. Strauss es elúnico intérprete que hace una lectura siniestrade Platón, y después lo celebra.

La dialéctica del miedo y la tiranía

Danny Postel: En el esquema straussiano,están la minoría de los sabios y la mayoría del

 vulgo. Pero también existe un tercer grupo- elde los gentiles. ¿Podría explicarnos cómofiguran estos?

Shadia Drury: En realidad existen tres tiposde hombres: los sabios, los gentiles, y el vulgo.Los sabios son los amantes de la dura verdaddesnuda y sin alteraciones. Ellos son capaces demirar al abismo sin temor y sin temblar. Noreconocen ni Dios ni imperativos morales. Sondevotos, por sobre todas las cosas, de labúsqueda por si mismos de los "altos" placeres,que simplemente es asociarse con sus"cachorritos" o jóvenes iniciados.

El segundo grupo, los gentiles, son amantesdel honor y la gloria. Son los más cumplidoresde las convenciones de su sociedad - es decir,las ilusiones de la cueva. Son verdaderoscreyentes en Dios, en el honor, y en losimperativos morales. Están listos y deseosos deacometer actos de gran heroísmo y autosacrificio sin previo aviso.

Los del tercer tipo, la mayoría del vulgo,son amantes de la riqueza y el placer. Sonegoístas, holgazanes e indolentes. Puedeninspirarse para elevarse por encima de suembrutecida existencia sólo por el temor a lamuerte inminente o a la catástrofe.

 Al igual que Platón, Strauss creía que elideal político supremo es el gobierno de lossabios. Pero el gobierno de los sabios esinalcanzable en el mundo real. Ahora bien,según la sabiduría convencional, Platóncomprendió esto, y se transó por el gobierno de

la ley. Pero Strauss no endosó esta solución porcompleto, ni tampoco pensó que era la

 verdadera solución de Platón- Strauss señaló el"consejo nocturno" en las Leyes de Platón parailustrar este aspecto.

La verdadera solución Platónica según laentiende Strauss es el gobierno encubierto delos sabios (véase el libro de Strauss - 'The

 Argument and the Action of Platos Laws (Elargumento y la acción de las Leyes de Platón).

Este gobierno encubierto lo facilita laabrumadora estupidez de los gentiles. Mientrasmás crédulos y simplones y poco perceptivossean, más fácil será para los sabios controlarlosy manipularlos. Supuestamente, Jenofonte nosdeja eso muy claro.

Para Strauss, el gobierno de los sabios no setrata de los clásicos valores conservadorescomo el orden, la estabilidad, la justicia o elrespeto a la autoridad. El gobierno de los sabios

tiene la intención de ser un antídoto para lamodernidad, esa modernidad en la cual hatriunfado la mayoría del vulgo. Es la era en laque se han acercado más a tener exactamente loque desean sus corazones - riquezas, placer, einterminable entretenimiento. Pero al obtenerjusto lo que desean, han sidoinconscientemente reducidos a bestias.

En ninguna otra parte el estado de cosas esmás avanzado que en Estados Unidos. Y el

alcance global dela cultura norteamericanaamenaza con trivializar la vida y en convertirlaen un entretenimiento. Esto es tan aterrorizantepara Strauss como lo fue para AlexandreKojève y Carl Schmitt.

Esto se evidencia claramente en elintercambio entre Strauss y Kojève(reproducido en On Tyranny de Strauss), y ensu comentario sobre The Concept of thePolitical (El concepto de lo político) de Schmitt(reproducido en, Carl Schmitt and Leo Strauss:

 The Hidden Dialogue (Carl Schmitt y LeoStrauss: El diálogo oculto) de Heinrich Meier).Kojève se lamentó de la animalización del

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hombre y Schmitt se preocupó por latrivialización de la vida. Los tres estabanconvencidos de que la economía liberalconvertiría la vida en un entretenimiento ydestruiría la política; los tres entendieron lapolítica como un conflicto entre grupos

mutuamente hostiles dispuestos a luchar unoscontra otros hasta la muerte. En resumen,todos pensaron que la condición de humanidaddel hombre dependía de su disposición paracorrer desnudo a la batalla y de cabeza a lamuerte. Sólo la guerra perpetua puede darle un

 vuelco al proyecto moderno, con su énfasis enla auto preservación y a "las comodidades de lacriatura". Se puede politizar la vida una vezmás, y se puede restaurar la condición humanadel hombre.

Esta terrible visión encaja perfectamentecon el deseo de honor y gloria que ambicionanlos gentiles neoconservadores. Y tambiénencaja perfectamente con los sentimientosreligiosos de los gentiles. La combinación dereligión y nacionalismo es el elíxir por el queaboga Strauss como forma de convertir a loshombres naturales, relajados, hedonistas ennacionalistas devotos dispuestos a luchar ymorir por su Dios y por su país.

 Yo nunca imaginé, cuando escribí miprimer libro sobre Strauss, que la éliteinescrupulosa de realizarse en la vida política deuna gran nación como Estados Unidos. Pero eltemor es la más grande de todas las tiranías.

Danny Postel: Usted ha descrito aStrauss como a un nihilista.

Shadia Drury: Strauss es nihilista en elsentido de que cree que no hay fundamento

racional para la moral. Es ateo y cree que enausencia de un Dios, la moral no tiene razón deser. Se trata de beneficiar a otros y beneficiarseuno mismo; no hay razón objetiva para ello,sólo recompensas y castigos en esta vida.

Pero Strauss no es nihilista si con eltérmino queremos significar una negación deque existe verdad alguna, una creencia de quetodo es interpretación. Él no niega que existauna realidad independiente. Por el contrario,

piensa que esa realidad independiente consisteen la naturaleza y que su "orden de rango" - lode arriba y lo de abajo, es lo superior y lo

inferior. Al igual que Nietzsche, él cree que lahistoria de la civilización ha llevado al triunfode lo inferior, de la plebe- algo que amboslamentan profundamente.

Danny Postel: esta relación es curiosa, yaque Strauss está embrujado por Nietzsche; yuno de los más famosos estudiosos de Strauss,

 Allan Bloom, arremete profundamente en sulibro The Closing of the American Mind (Elcierre de la mentalidad norteamericana) contrala influencia de Nietzsche y de MartinHeidegger.

Shadia Drury: La crítica de Strauss contralos existencialistas, especialmente contraHeidegger, es que han tratado de elicitar a unaética y de sacarla del abismo. Se trata de la éticade la resolución - escoge lo que desees ymantente leal a eso hasta la muerte; elcontenido no importa. Pero la reacción deStrauss hacia el nihilismo moral fue diferente.Los filósofos nihilistas, según él cree, deberíanreinventar al Dios Judaico-Cristiano, perodeberían vivir como dioses paganos ellosmismos - dándose el placer de los juegos quejuegan unos con otros al igual que los juegosque juegan los mortales comunes.

La cuestión del nihilismo es complicada,pero no hay duda de que la lectura que haceStrauss de Platón implica que los filósofosdeberían regresar a las cavernas y manipular lasimágenes (en forma de medios de difusión,revistas periódicos). Ellos saben perfectamenteque la línea que han abrazado es de mentiras,pero están convencidos de que sus mentirasson nobles.

La intoxicación de la guerra perpetua

Danny Postel: Usted caracteriza la visión dela administración Bush como una especie derealismo, en el espíritu de Trasímaco yMaquiavelo. Pero, ¿No es la verdadera divisióndentro de la administración (y dentro delderecho norteamericano en general) máscomplejo: entre los realistas de la políticaexterior, que son pragmáticos, y los neo-conservadores, que se consideran idealistas - eincluso moralistas - en una especie de misión

para derrocar a los tiranos, y por tanto en unalucha contra el realismo?

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Shadia Drury: Yo pienso que los neo-conservadores son en general auténticos endesear expandir el modelo comercial de lademocracia liberal en todo el globo. Estánconvencidos de que es lo mejor, no sólo paraEstados Unidos, sino para todo el Mundo.

Naturalmente, existe una tensión entreestos "idealistas" y los realistas más testarudosdentro de la administración.

 Yo respondo a eso que las tensiones yconflictos dentro de la actual administraciónreflejan las diferencias entre las enseñanzassuperficiales, que es lo adecuado para losgentiles, y las enseñanzas 'nocturnal' oencubiertas, a las que sólo tienen acceso losfilósofos. Es poco probable que una ideologíainspirada en enseñanzas secretas sea del todocoherente.

La cuestión del nacionalismo es un ejemplode esto. Los filósofos, que quieren proteger a lanación de sus enemigos externos así como desu decadencia interna, su pereza, su placer, y suconsumo, fomentan un fuerte fervor patrióticoentre los gentiles amantes del honor, quienesentregan las riendas del poder. Ese fuerteespíritu nacionalista consiste en la creencia de

que la nación y sus valores son los mejores delmundo, y que las otras culturas y sus valoresson inferiores en comparación.

Irving Kristol, el padre delneoconservadurismo y discípulo de Strauss,denunció el nacionalismo en un ensayopublicado en 1973; pero en otro ensayo escrito1983, él declaró que la política exterior delneoconservadurismo tiene que reflejar susproclividades nacionales. Una década más tarde,

en un ensayo de 1993, afirmó que "la religión, elnacionalismo, y el crecimiento económico sonlos pilares del neoconservadurismo". (Véase"The Coming 'Conservative Century'" "El 'SigloConservador' que viene", en Neoconservatism:the autobiography of an idea (ElNeoconservadurismo: la autobiografía de unaidea)

En Reflections of a Neoconservative(Reflexiones de un conservador), Kristol

escribió que:"el patriotismo surge del amor hacia el

pasado de la nación; el nacionalismo surge de la

esperanza por la grandeza distintiva del futurode la nación …. Los neoconservadores creen…que los objetivos de la política exteriornorteamericana deben ir más allá de unadefinición estrecha y demasiado literal de'seguridad nacional'. Es el interés nacional de

una potencia mundial, tal y como se define porun sentido de destino nacional… no unaseguridad nacional miope".

Del mismo sentimiento se hizo eco eldecano del straussianismo contemporáneo,Harry Jaffa, cuando dijo que Estados Unidos esla "Zion que alumbrará al mundo".

Es fácil ver cómo este tipo de pensamientose puede ir de las manos, y por qué los realistasmás tozudos tienden a considerarlo ingenuo, sino peligroso.

Pero las preocupaciones de Strauss acercade las aspiraciones de Estados Unidos en elámbito mundial son muy diferentes. Al igualque Heidegger, Schmitt, y Kojève, Straussestaría más preocupado porque Estados Unidostuviera éxito en ese empeño que porquefracasara. En ese caso, con el "último hombre"se extinguirían todas las esperanzas para lahumanidad (Nietzsche); la "noche del mundo"

estaría al alcance de la mano (Heidegger); laanimalización del hombre sería completa(Kojève); y se habría logrado la trivialización dela vida (Schmitt). Eso es lo que significó paraellos el logro de las aspiraciones de EstadosUnidos.

El libro de Francis Fukuyama The End ofHistory and the Last Man ( El fin de la historiay el último hombre) es la popularización de estepunto de vista. Ve venir la catástrofe del poder

global de Estados Unidos como algo inevitable,y trata de sacarle partido a una mala situación.Está lejos de celebrar la dominación de EstadosUnidos.

En esta perversa visión del mundo, siEstados Unidos no logra alcanzar su "destinonacional", y se ve arrastrado a la guerraperpetua, todo estará bien. La humanidad delhombre, definida en términos de lucha hasta lamuerte, es rescatada de la extinción. Pero los

hombres como Heidegger, Schmitt, Kojève, yStrauss esperan lo peor. Esperan que laexpansión universal del espíritu del comercio

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suavizaría sus maneras y emascularía al hombre.En mi opinión, esta glorificación fascista de lamuerte y de la violencia surge de una profundaincapacidad de celebrar la vida, la alegría y elmero disfrute de la existencia.

Para ser más claros, Strauss no fue tanhostil hacia la democracia como lo fue hacia elliberalismo. Esto se debe a que él reconoce quelas masas del vulgo tienen numerosas personasde su lado, y el simple poder de las cantidadesno puede ser totalmente ignorada. Cualquiercosa que se pueda hacer para arrastrar a lasmasas es legítima. Si uno puede ver que lademocracia vuelve las masas en contra de supropia libertad, es un gran triunfo. Es el tipo detáctica que los neoconservadores utilizan

constantemente, y en algunos casos con muchoéxito.

Entre los straussianos

Danny Postel: Por último, quisierapreguntarle por la interesante acogida que hatenido usted entre los straussianos. Muchos deellos desechan su interpretación de Strauss ydenuncian la obra suya en los términos másdrásticos ("bizarra y esplénica"). Sin embargo,un académico, Laurence Lampert, ha

reprendido a sus colegas straussianos por esto,y ha escrito en su libro Leo Strauss andNietzsche (Leo Strauss y Nietzche) que el librosuyo The Political Ideas of Leo Strauss (Lasideas políticas de Leo Strauss) "contienemuchas buenas lecturas analíticas de los textosde Strauss y agudas opiniones acerca de las

 verdaderas intenciones de Strauss." ¡Harry Jaffaha llegado incluso a hacer la provocadorasugerencia de que usted podría ser una

"straussiana de closet"!Shadia Drury: Se me ha denunciado en

público y adorado en privado. Después de lapublicación de mi libro The Political Ideas ofLeo Strauss en 1988, me llovían las cartas y losregalos de estudiantes y profesores straussianosde todos los Estados Unidos - libros,disertaciones, cintas de audio con laconferencias que impartiera Strauss en HillelHouse, Chicago, transcripciones de todos ycada uno de los cursos que impartió alguna vezen la universidad, e incluso una Lechuza deMinerva hecha a mano con una carta delartesano en la que me declara la diosa de la

sabiduría! Estaban sorprendidos de que unapersona de fuera pudiera haber penetrado lasenseñanzas secretas. Me enviaron un materialinédito marcado con instrucciones precisas deno distribuirlo a "personas sospechosas".

Recibí cartas de estudiantes en Toronto,Chicago, Duke, Boston College, Claremont,Fordham, y otros centros "de aprendizaje"straussianos. Uno de los estudiantes comparósu experiencia en la lectura de mi obra con "unapersona perdida en la selva que de pronto seencuentra un mapa". Algunos se vieronimpulsados a abandonar sus escuelas en buscade aire más fresco; pero otros estuvieronencantados de descubrir lo que se suponía queellos creyeran para poder pertenecer al círculo

encantado de futuros filósofos e iniciados.Después de que saliera mi primer libro

sobre Strauss, algunos de los straussianos enCanadá me bautizaron como "la bruja deCalgary." De todos los títulos que poseo, ese esel que más quiero. La hostilidad hacia mí eracomprensible. Nada es más amenazador paraStrauss y sus acólitos es la verdad en general yla verdad acerca de Strauss en particular. Susadmiradores están decididos a ocultar la verdad

acerca de sus ideas.Mi intención al escribir el libro era expresar

las ideas de Strauss de forma clara y sinofuscamiento, de manera que sus opinionespudieran convertirse en tema de debate y críticafilosófica, y no en cosa de convicción febril. Yoquería sacar a los straussianos d las cuevas conhumo y sacarlos a la filosófica luz del día. Pero,en lugar de involucrarme en el debate filosófico,ellos negaron que Strauss sostuviera ninguna de

las ideas que yo le atribuía.Laurence Lampert es el único straussiano

que ha declarado con valentía que ha llegado elmomento de dejar de jugar y de admitir queStrauss era en realidad un pensadorNietzscheano - que ha llegado el momento dedetener la negación y de comenzar a defenderlas ideas de Strauss. Sospecho que la honestidadde Lampert es una amenaza para aquellos entrelos straussianos que están interesados en lafilosofía pero que buscan el poder. No hayduda de que es posible que el debate cándido yabierto sobre Strauss socave las perspectivas deestos en Washington.

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La mano diestra del capitalismo: de LeoStrauss al movimiento neoconservador

En cuanto a la “iniciación” de los seguidores de Leo Strauss, launiversidad ofrecía a Strauss un ambiente inmejorable para realizarla.

 Tras el ejercicio de la docencia aparentemente inocuo, realizaba unproceso de selección de los alumnos más brillantes, de entre aquéllosque realizaban los doctorados bajo su dirección, siguiendo sus criteriosde organización social. Reunió así un grupo selecto de un centenar dedoctores, muchos de los cuales pasaron a ser profesores universitariosque, a su vez, realizaron otras “iniciaciones” con sus propiosdoctorandos y así sucesivamente.

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ-CRUZ SEQUERA  

El proceso de “iniciación” en la élite ylas enseñanzas de Strauss

Siguiendo a Al-Farabi y a los cabalistasjudíos y su tradición especulativa, utilizaba eltres como número mágico que en los “sephiroth ”o atributos de Dios según esta tradición

especulativa, se corresponde con la inteligencia,el entendimiento. Strauss dividía a susestudiantes en tres categorías: los “filósofos”considerados la élite suprema, accedían a lasenseñanzas de Strauss en seminariosreservados, en su despacho, o en reuniones ydebates preparados específicamente para ellos,y asumían la “verdad esotérica” o verdaderosignificado de los textos, la “verdad” inherentea su filosofía; los segundos en el nivel jerárquicoeran los “caballeros” o “gentiles”, que

realizaban masters, postgrados y cursos, sintener nunca acceso al verdadero conocimientoexpresado discretamente, asumiendo sólo lospostulados exotéricos o externos; y el “vulgo”componía el resto, que era formado en lasenseñanzas vulgares de cualquier cátedrauniversitaria al uso, considerados incapaces decomprender la profundidad de su pensamiento.Para Strauss era suficiente que se les enseñara alas masas lo justamente necesario para que

pudieran cumplir con sus funciones en lasociedad de clases sin dudar del ordenestablecido o rebelarse en su contra, mientrasque un grupo selecto de personas

pertenecientes a la élite tuviera el conocimientode la verdad. Solo las dos primeras categoríaseran consideradas como “iniciados” porStrauss, y solo los “filósofos” conocían la

 verdad última, por lo que debido a estasdiferencias de mensaje en razón del auditorio alque se destina, las enseñanzas de Strausssiempre se han proyectado de formacontradictoria en sus alumnos, pues en razónde la “casta” a la que pertenecían recibían una uotra doctrina, por lo que las polémicasdoctrinales entre los mismos no han sidoescasas.

En contraste con el pensamiento políticocontemporáneo, el pensamiento predominanteen la época clásica negaba que hubiera algúnderecho natural a la libertad. Para los clásicos,

los seres humanos no nacen ni libres ni igualesy la condición humana natural no es la libertadsino la subordinación. Ideas que eran y sonobvias, no hay dos seres humanos iguales, lalibertad es un estado de la persona nonecesariamente existente en todos los sereshumanos al nacer y las relaciones de jerarquía sehan establecido en todas las especies gregariasde modo natural, ser humano incluido.Partiendo de lo anterior, Strauss concluye que el

error cometido por la filosofía política modernaes haber querido abolir la rígida distinción entreclases en nombre de la libertad, lo que haconducido a una nivelación igualitaria de la

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mente con consecuencias catastróficas. Es loque Strauss llama el "nihilismo liberal" en el quese han perdido los valores basados en la religióny respetuosos de la sociedad clasista. En unprimer momento Strauss enseñaba al gruporeducido de los alumnos “filósofos”, la función

social de la religión y de la moral, entendidasambas como un medio de control y no como

 valores o creencias reales validos salvo para los“gentiles”. 

 Tales herramientas de control en elpensamiento de Strauss, tienen como objetivotranquilizar y someter a la masa, que ha depermanecer al margen de la verdad. Ensegundo lugar, les hacía tomar conciencia de ladistinción entre los “filósofos” la élite decisora,

ellos mismos, y las restantes clases. Ellos eran laencarnación de los seres superiores carentes demoral o de ética, libres de cualquier vínculo conlos restantes seres humanos, y de las nocionesde justicia o bien común. Una noción de seressuperiores o “superhombres” extraída deNietzsche, que para él es el “filósofo”,considerando como tal a aquel que conoce la

 verdad. Seguidamente los iniciaba en lo queconsideraba la verdadera esencia de los textosclásicos de Platón, Aristóteles y los demásfilósofos ya citados, presentándolos comoadalides de un orden natural en la especiehumana basada en el distinción entre amos yesclavos, una subordinación de la masa quedebía mantenerse con un discurso que exaltarala libertad individual, el egoísmo materialistacomo único guía de la conducta humana quelogra por el interés material la felicidad, lanación como unión de la masa de individuosidentificados con sus dirigentes, utilizando

como herramienta para ello el miedo a perdersus bienes y la creación de un enemigo exteriore interior que mantenga la cohesión social y elconsenso político en torno a losgobernantes…era la llamada “enseñanzatiránica de los antiguos” que “estaban decididosa mantener estas enseñanzas tiránicas ensecreto porque no era probable que el pueblotolerara el hecho de que estaban destinados a lasubordinación”. Y además, valora los principiosmorales o religiosos, porque reconoce a estos

una capacidad movilizadora muy superior a losideales políticos, por lo que se revelan como

mucho más útiles para la conducción de lamasa.

La profesora canadiense, de la Universidadde Calgary Shadia Drury, autora de “ThePolitical Ideas of Leo Strauss” y “Leo Straussand the American Right”, ha expuesto ladivisión en castas de la sociedad humana porStrauss de la siguiente manera: “Los sabios sonlos amantes de la dura verdad desnuda y sinalteraciones. Son capaces de mirar al abismo sintemor y sin temblar. No reconocen ni Dios niimperativos morales. Son devotos, por sobretodas las cosas, de la búsqueda por sí mismosde los “altos” placeres, que procurasimplemente el asociarse con sus jóvenesiniciados. El segundo grupo, los gentiles, son

amantes del honor y la gloria. Son los máscumplidores de las convenciones de su sociedad – es decir, las ilusiones de la cueva. Son verdaderos creyentes en Dios, en el honor y enlos imperativos morales. Están listos y deseososde acometer actos de gran heroísmo yautosacrificio sin previo aviso. Los del tercertipo, la mayoría del vulgo, son amantes de lariqueza y el placer. Son egoístas, holgazanes eindolentes. Pueden inspirarse para elevarse porencima de su embrutecida existencia sólo por eltemor a la muerte inminente o a la catástrofe”Drury llega a la conclusión de que: “Leo Straussfue un profundo creyente en la eficacia y lautilidad de las mentiras en la política” y que “eldisimulo y el engaño es la justicia peculiar de lossabios” y que “mientras más crédulos, simplesy poco perceptivos sean, los gentiles o vulgo,más fácil será para los sabios controlarlos ymanipularlos”. 

Lo cierto es que el mantenimiento de estas

creencias en el contexto de las actualesdemocracias de mercado, en las que semantiene el formalismo electoral comomercado de “venta” de las diferentes “marcaspolíticas”, la organización social en castas asíexpresada no sería muy popular, así que resultanecesario recurrir a la mentira y a la simulaciónpara controlar y manipular a las masas deelectores que componen el vulgo, lo que selogra a través de los valores de los que

participan los “gentiles”, la justicia, el orden, laestabilidad, el respeto a la autoridad, la justiciasocial, etc. que aunque carecen de sentidoporque son precisamente estos valores los

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propios del vulgo, cumplen una función demarketing político, en el que resulta esencial elmito nacionalista de que los EEUU tienen un“destino manifiesto” de carácter mesiánico,consistente en combatir a las fuerzas del malpor todo el mundo.

El relativo “ateísmo” de Strauss 

El otro gran mito movilizador de la masapara Strauss es la Religión. La consideración deésta en la obra de Strauss y sus creenciaspersonales, han suscitado múltiplescontroversias entre sus discípulos, seguidores ycríticos. Como ya hemos visto, la adhesiónpersonal de Strauss al Judaísmo no admitediscusión, si bien no es posible afirmar demodo categórico su fe religiosa judía dada ladebilidad de su práctica. Resulta pues difícildiscernir hasta qué punto su fe formaba partede su nacionalismo judío, parte de su definiciónpersonal prescindiendo del sentidotranscendente que pueda atribuírsele a lamisma.

Lo que sabemos con certeza es que Straussdespreciaba abiertamente el ateísmo, lo quehizo evidente en sus escritos de Max Weber. Enespecial desaprobó la incredulidad dogmática

contemporánea, que consideraba desmedida eirracional. Strauss por tanto no era un creyenteortodoxo, pero tampoco era un ateoconvencido, y se mantenía equidistante tanto deuna supuesta Revelación divina, como de laabsoluta independencia de la Razón. Para élesta cuestión era sí misma una de las preguntas"permanentes" de la Filosofía, en la que laortodoxia religiosa debía seguir siendo unaopción igual de defendible que la incredulidad.

Como filósofo, Strauss estaba interesado enconocer la naturaleza de la divinidad, en lugarde tratar de negar la existencia misma de ladivinidad, pero mantenía su neutralidad a lapregunta sobre el "quid" de la divinidad. Ya ensu “Derecho Natural e Historia”, defendió unalectura socrática de la divinidad, que lediferencia de una lectura materialistaconvencional.

La teoría de la guerra permanente

Una vez había enseñado la “verdad” a lacasta de “los filósofos”, la organización encastas de la especie humana y la función de las

“nobles mentiras”, tomando para ello de CarlSchmitt la “reteologización de lo político; launión de política, religión y moral”. 

Strauss tomó de Schmitt el punto departida de una de las ideas centrales de supensamiento, que dejaría una marca históricaindeleble hasta el presente: la distinción deamigo-enemigo como lo esencial del fenómenopolítico. Strauss partía de esta idea schmittianapara establecer claramente que la idea nuclearde lo político que era el conflicto, alcanzaba sumáxima expresión y utilidad con la guerra, alobligar a progresar a los pueblos, y facilitar a lasélites más poder y hegemonía social, ya fueraésta fuera militar o económica, gracias a lamayor cohesión social que se obtenía entre

gobernantes y gobernados, “amenazados” porun enemigo de la sociedad externo o interno.Esta idea ya la elaboró antes de su salida de

 Alemania, cuando formuló su “Crítica yaclaraciones a el concepto de lo político” deSchmitt, escribiendo a éste en 1932: "porque elhombre es malo por naturaleza, que tantonecesita el dominio pero el dominio se puedeestablecer, es decir, los hombres se puedenunificar sólo en una unidad contra otroshombres Cada asociación de los hombres esnecesariamente una separación de los demáshombres... la política así entendida no es elprincipio constitutivo del Estado, de orden,sino una condición del estado". Esto nosignifica que coincidiera en con el que fueraprincipal jurista del nacionalsocialismo, por elcontrario, Strauss se opuso directamente a laposición política de Schmitt. Pero esta idea nosólo la encontramos en Schmitt, sino tambiénen su predecesor Hobbes, que entendía que la

agresividad inherente a la naturaleza humanasólo podía ser contenida por medio de unEstado poderoso basado en un principionacionalista. Y continuando el hilo conductorjustificativo de la guerra permanente conMaquiavelo, del que Strauss añadió a su propiocorpus ideológico, que si no existiera dichaamenaza externa, entonces ésta debería serinventada. Estableciendo por tanto en el centrode la agitación política, el mito del enemigocomún que debe ser utilizado por “los

filósofos” para cohesionar a la sociedad. La justificación práctica de la necesidad de

una guerra permanente, la encontraba Strauss

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en la situación de decadencia social de losEEUU Estaba convencido de que en lasociedad moderna, las masas han tenido todoaquello a lo que aspiraron históricamentedurante siglos, sin que les haya servido paraalzarse sobre su situación original; de hecho y

por el contrario todo lo contrario, handegradado todo cuanto han alcanzado,continuando reducidas a su papel de estúpidosdestinados a obedecer. Esta actitud plebeya y delas masas, es lo que le hacía estar convencido deque el proceso degenerativo de las sociedadesactuales, estaba más avanzado en EEUU que encualquier otro lugar y que la vida del hombremoderno se había tornado algo frívolo, trivial ycarente de sentido derivaba asimismo en unnihilismo que se manifestaba en unigualitarismo permisivo y hedonista presididopor las propias voluntades egoístas de cadaindividuo, lo que supondría la destrucción detoda cohesión social. Strauss estabaconvencido de que estas eran las causas de ladecadencia de la sociedad norteamericana ydebían ser erradicadas si se quería dotar desentido a la vida, lo que sólo se podría lograr através de la lucha por la supervivencia.

Esta concepción polemológica del devenirhumano que situaba la esencia de lo político enel conflicto, en la distinción entre amigo yenemigo, nos conduce en Strauss a la noción deguerra, a su necesidad, su ineluctabilidad y sufunción regeneradora, al sustraer al hombreinferior de las comodidades de la modernidad ydevolverle la tensión revitalizadora de sucondición humana. Para Strauss es la guerra elfactor que hace que el ser humano se sacrifiquepor los designios de “los filósofos”,

manteniendo la sociedad alerta. La paz esnegativa porque deriva en la debilidad de lasociedad haciendo que las sociedades seatrofien, impidiéndoles someterse al poder delas élites que dominan a la masa inculta, “por supropio bien”… Los “filósofos” de la Repúblicaideal de Platón, decidían qué pueblo eraexplotado por el bien de la “verdad” y la“civilización”, y el pueblo, como tambiénpensaban los ilustrados del siglo XVIII, era unniño y debía de serlo por su bien, ya que sus

 vidas eran insignificantes, prescindibles.Strauss considera que en Estados Unidos se

da la mayor acumulación de élites que puede

entender sus valores, pero una victoria de estepaís en la lucha por la hegemonía mundial, seríamás un fracaso que un progreso, porquetendería a relajar a la opinión públicanorteamericana y, por tanto, a aumentar elhedonismo y cualquier otro rasgo distintivo del

“vulgo”. La extensión del mercado y de lademocracia a todo el planeta., supondría unaausencia de conflicto que privaría de sufortaleza de carácter a la sociedadnorteamericana. El “último hombre”nietzscheano terminaría por extinguirse y latrivialización de la vida que auguraba Schmittllegaría al fin. Por eso es necesario mantener en“los gentiles” la creencia en el patriotismo y lareligión propios de los norteamericanos desdesus orígenes. Así pues, es mejor que los EEUUno construyan un imperio basado en la “paxamericana”, que impediría el desarrollo yfortalecimiento de la sociedad. Se necesita deuna guerra perpetua de destrucción limitada quemantenga en tensión su energía. Comopodemos ver, la teoría de la guerra permanentesurgió con Leo Strauss y se incorporó al acervode la doctrina política de los Estados Unidosdurante la guerra fría, permaneciendo vigentehasta la actualidad.

En síntesis, Strauss estaba convencido deque las democracias occidentales erigidas sobrelos valores del individualismo, que habíanalcanzado su máximo desarrollo en los EEUU,escondían un lado siniestro: la banalización dela vida, la pérdida de la excelencia y del sentidode la existencia, la vulgaridad y la corrupción delas instituciones. Todo ello provocaba laruptura de la cohesión social y elembrutecimiento de las masas. La sociedad de

consumo y el “Estado del Bienestar” sepresentaban como sinónimos de prosperidad,pero en realidad eran signos de decadencia y decorrupción moral, social y política internas. Lasociedad liberal contenía en su seno las semillasde su propia destrucción. Leo Strauss, al igualque Ayn Rand, estaba persuadido de la idea deque había llegado el momento de que una élitetomara el poder, pero a diferencia de Rand,Strauss pretendía superar la crisis moral y lafalta de cohesión social causadas por el

relativismo y el individualismo en los EEUUEsta élite debía utilizar una mitología construidaalrededor de la noción de que Estados Unidos

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goza de un destino único, afirmandoincondicionalmente un orden social unitariodividido en castas, dirigido por un grupo deiniciados en una verdad hermética, quienesocultan la verdad a las “masas ordinarias”movilizadas por una guerra permanente de

alcance limitado. Aspecto éste de su doctrinaque pertenece a lo “esotérico” de la misma, loque dificulta un análisis claro obligándonos autilizar para su explicación, no sólo la obra deStrauss, sino también la actuación posterior desus discípulos en el terreno de la aplicaciónpráctica de sus doctrinas en la política.

 Todo esto compone la “verdad” filosófica,política y económica que viene impregnando lasprácticas políticas de los EEUU desde hace más

cuarenta años.Los straussianos y el straussianismo

Desde que Strauss comenzara su laborproselitista han sido iniciadas cuatrogeneraciones de “filósofos”, que forman unnumeroso y compacto grupo de gran influenciaen los medios políticos y académicos de EEUU.Esto se advierte fácilmente en la multitud dedepartamentos universitarios en los que estánpresentes, así como en el reclutamiento de altos

funcionarios de la administración y de la clasepolítica, gracias a los cuales han ocupadosólidas posiciones en los centros de decisión delaparato político de la derecha conservadoranorteamericana. Así se han convertido en lafuente de inspiración ideológica del partidorepublicano, cambiando definitivamente elcurso del pensamiento conservadornorteamericano. Para esta misión han contadocon el apoyo financiero de las grandes

corporaciones, que han sufragado lapublicación y difusión de sus ideas a través dediversas publicaciones y de los numerosísimos“think tanks” como la “Fundación Olin”, la“Fundación Sarah Scaife”, la “FundaciónBradley”, la "Fundación Cato", la "FundaciónHeritage", el “American Enterprise Institute”(AEI), el “Project for the New AmericanCentury” (PNAC) o el “Center for Strategicand International Studies” (CSIS), que sirvencomo correa de transmisión de ideas entre la

corriente neoconservadora de pensamiento y laagenda política republicana, en la que han

 venido jugando un papel determinante.

La reputación intelectual de Strauss y suatractivo fuera de los ambientes académicos, haido aumentando en la misma medida en la queantiguos alumnos suyos fueron escalandoposiciones en la vida pública. Previamente a lairrupción de los straussianos en la política

activa, los conservadores habían alcanzado unaimportante presencia en el mundo académico,gracias a Allan David Bloom, Irving Kristol,Norman Podhoretz, Samuel Huntington,Seymour Martin Lypset o Daniel Bell, por loque a su llegada, los straussianos encontraronun ambiente favorable en la derechaestdounidense, en el que los antiguos alumnos yprotegidos de Strauss, como Francis Fukuyama,

 Allan Bloom, Harry Haffa, Harvey Mansfield oRobert y Frederick Kagan , que ya no seconsidera seguidor de Strauss, tuvieron un éxitofulgurante.

Pero la primera cosecha de seguidores delmovimiento neoconservador, es anterior a losmencionados, los dos discípulos másinmediatos de Strauss fueron Allan Bloom,autor de “The Closing of the American Mind”y el antiguo izquierdista Irving Kristol, a quienle parecía modélica la serie de películasprotagonizadas por el actor Sylvester Stalloneencarnando el personaje de “Rambo”. Ambosse convirtieron en los auténticos creadores delmovimiento neoconservador.

 Allan David Bloom, la reacción a lacontracultura

 Allan David Bloom (1930-1992), era el hijoúnico de una familia judía de Indianápolis, quetras sus estudios universitarios en Baltimore, seinteresó por los problemas educativos. Se

doctoró en sociología en la Universidad deChicago (1955) y estudió y enseñó en París(1953-55) y Alemania (1957). Al volver aEEUU impartió cursos para adultos en laUniversidad de Chicago y Yale, más tarde en lade Toronto y luego en la de Tel Aviv. En 1984fundó el centro de estudios de la "FundaciónOlin” y discípulo predilecto de Strauss y, cómono, era un straussiano riguroso. En París fuediscípulo de Alexandre Kojève, un intelectualfrancés sobrino del pintor Kandinsky que espió

para la URSS durante treinta años y que fueamigo de Strauss desde la estancia de éste enParís. A lo largo de su vida mantuvo amistad

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con otros intelectuales judíos como Raymond Aron o Susan Sontag.

 A partir de los años 70 empezó arelacionarse con los iniciados straussianos quelo impulsaron hasta conseguir que lapublicación de “The closing for the AmericanMind”, consiguió mantenerse en la lista de loslibros más vendidos durante diez semanas, apesar de la aparente banalidad y la escasasistematización de la obra. La escasa calidad dellibro no impidió que lograra renovar elpensamiento de la derecha norteamericana, quecontinuaba enclaustrada en sus clásicosargumentos de adhesión a los valorestradicionales y defensa del libre mercado. Eneste libro efectuaba una crítica de los EEUU a

través de un análisis de la cultura universitarianorteamericana y proponía una salida a ladecadencia social, cultural y política quedenunciaba. Para Bloom, desde los años sesentalos EEUU estaban sumidos en una crisiscultural y moral profunda. Siguiendo a Strauss,establecía una comparación con la crisis de

 Alemania durante la República de Weimar, quedesembocó en el ascenso delnacionalsocialismo. En EEUU, al igual queocurrió en Alemania, el pensamiento “nihilista”y el abuso del individualismo que los liberales(entiéndase izquierdistas) hacían de laneutralidad del Estado, habían llevado a losEEUU al borde de un abismo semejante al quepermitió la llegada de Hitler al poder, por loque había que tomar drásticas medidas queevitasen la repetición de acontecimientossemejantes. Con la crítica de Bloom, el discursoneoliberal de Hayek o de Friedman y susapologías del “Estado mínimo”, pasaron a

cumplir un papel secundario. La crítica a lafunción social del Estado continuó formandoparte del discurso neoconservador, pero pasódel terreno económico al terreno moral ypolítico, denunciando las consecuenciasdisolventes de la modernidad. La “neutralidad”de Estado, antes valorada como garantía del“libre mercado”, pasó a ser vista comocontraria a la esencia del propio Estado,siguiendo el patrón straussiano tan contrario alos planteamientos economicistas de los

neoliberales.Una de las razones que atrajeron a Bloom

al mundo intelectual de Strauss, era el carácter

misógino de la doctrina de éste. Strauss y losstraussianos siempre aludían en sus escritos alos “filósofos”, exhortaban a “los estudiantes”o a los “hombres jóvenes e inteligentes”, perode sus exhortaciones siempre quedabanexcluidas las mujeres. Este universo

exclusivamente masculino, influenciado por losantiguos griegos en los que los partidarios delhomosexualismo han querido inspirarse,infundadamente por cierto, era de un granatractivo para un homosexual como Bloom.

 A Bloom, especializado en el terreno de laeducación, le preocupaba la incidencia en estecampo de la crisis de valores desencadenadacon la contracultura y la revolución de los años60, con la proliferación del relativismo moral y

el liberalismo (izquierdismo) como estilo decomportamiento. Así que formuló una críticade la enseñanza izquierdista o progresista quepodría ser compartida por cualquierconservador, pero en la que aparecen las ideasde Strauss acerca de la filosofía de Platón y

 Aristóteles y su doble lectura para “iniciados” ygentiles. Lo que le lleva el trabajo de Bloom alterreno del “secreto straussiano” transmitido alos “iniciados”. De hecho, Bloom “inició” amuchos de ellos en las universidades en las queimpartió clase, los cuales, tras pasar a serprofesores universitarios ellos mismos han”iniciado” a otros muchos. 

Esta multiplicación de los seguidores deStrauss ha dado a esta corriente ideológica ungran poder en el mundo académico. No hayque olvidar que olvidemos que una plaza deprofesor universitario en EEUU, requiere dediez a veinte recomendacionesincondicionalmente positivas, de otros docentes

que ya han ocupado tales cargos conanterioridad, por lo que al actuar de formacoordinada, el poder de los straussianos en estesistema de patronato académico es inmenso ycada vez mayor.

Bloom era amigo del que fuera PremioPulitzer, Nobel de Literatura en 1976 y profesorde la Universidad de Chicago Saúl Bellow. Unjudío nacido en Canadá de origen ruso, que hatenido gran influencia en casi todos los

escritores norteamericanos de origen judío,como Bernard Malamud, Howard Fast, Peter

 Viertel, Betty Friedan, Norman Mailer, Joseph

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Heller, Herbert Gold, Allen Ginsberg, NeilSimon, Ira Levin, William Goldman, PhilipRoth, Paul Auster, etc. Philip Roth ha escrito:"La columna vertebral de la literaturaestadounidense del siglo XX fue proporcionadapor dos escritores: William Faulkner y Saúl

Bellow". Cuando en 1992 Bloom supo que sumuerte era inevitable a causa del SIDA, leencargó a Bellow que escribiera una novela,más o menos biográfica sobre su propia vida, amodo de monumento literario póstumo, en laque se glosara la obra de Bloom y se subrayaranlas relaciones políticas que mantenía con elGobierno. Así nació “Ravelstein”, una novelaen la que Bellow hace aparecer a distintospersonajes bajo un nombre supuesto. Bloomaparece con el nombre de “Ravelstein”, Strausses “Davarr” que significa “palabra” en hebreo yel propio Bellow es “Chickie” o “Pollito”. Lanovela es una narración de acontecimientos enforma caótica, absurda, excéntrica y simbólica,lo que requiere un esfuerzo indudable para sucomprensión También pretende ser una novelade anticipación, en la que se describe una red decomunicaciones semejante a Internet y unmedio de comunicación telefónica parecido aluso de la telefonía celular o móvil.

La trama de la novela da comienzo en elHotel Crillon de París, en donde Ravelstein(Bloom) organiza una cena para dos docenas depersonas escogidas. Al día siguiente, acompañaa Chikie (Below) a los comercios más lujosos ycaros de París, comprando en uno de ellos unaamericana amarilla por cinco mil dólares. Trasla compra se dirigen a una cafetería, en dondeRavelstein derrama sobre la prenda una taza decafé mientras ríe histéricamente, al tiempo que

Chikie intenta asegurarle a su amigo que elconserje del Crillon sabrá cómo limpiar lachaqueta, pero Ravelstein no hace más quereírse incontroladamente. En la novela tambiénse narra el momento en el que Paul Wolfowitzllamó por teléfono a Ravelstein (Bloom)durante la guerra del Golfo de 1991,comunicándole que las tropas de la OTAN noavanzarían sobre Bagdad, lo que llevo a éste aacusar a Wolfowitz de cobardía a gritos.

Bellow presentaba a Bloom en la novela,como si reinara en una tela de araña manejadapor teléfono desde su apartamento en Chicago,en lo que vendría a ser un conmutador

telefónico privado hecho a la medida,recibiendo llamadas telefónicas. Con estedispositivo alterna las conversaciones, teniendoesperando a varias personas a la vez, mientrasque hablaba en conferencia con otros endiscusiones improvisadas o preparadas de

antemano. Esta descripción no parece alejadade la realidad, pues Bloom fue uno de losprimeros en portar el equivalente a un teléfonocelular para poder recibir sus importantesllamadas en cualquier parte, lo que eratremendamente inusual en la década de losochenta del pasado siglo.

En la novela y en la realidad, lo que Bloomhacía era hablar de política y manejar sus hilosentre los straussianos posicionados en política,

obsesionado por su vida sexual y por la dequien le rodeaba, empleando gran parte de sutiempo en hablar sobre estas cuestiones,llegando incluso a intervenir de forma directaen la vida privada de Below que se divorcióimpulsado por Bloom, que al tiempo le buscóuna nueva asistente literaria entre sus alumnascon la que Below se terminó casando.

Con la muerte de Allan Bloom desaparecióel que fue uno de los primeros alumnos de

Strauss, pero no fue el único de la primerageneración de straussianos, el otro grandiscípulo de esta primera generación deseguidores de Strauss fue Irving Krystol.

Irving Kristol, el extroskista straussiano“padrino” de los neoconservadores 

Irving Kristol quizás haya sido el másimportante eslabón entre el pensamiento deStrauss y la acción política. Nació        ́ en Brooklyn,Nueva York, en el seno de una familia judía

ortodoxa, y se graduó en Historia en el “CityCollege of New York” en 1940, un centrouniversitario conocido como el “Harvard delproletariado”, en donde se afilió a la Liga de la

 Juventud Socialista (YPSL), como era conocidala rama juvenil del movimiento trotskistaestadounidense. La YPSL estaba afiliada alpartido trotskista, organizado entonces comoPartido Socialista de los Trabajadores (SWP),que al igual que la Cuarta Internacional había

sido fundado en 1938. A raíz de la polémicasurgida tras el pacto entre Hitler y Stalin en1939, Kristol siguió a la facción del partidoliderada por James Burnham y Max Shachtman,

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que en un corto espacio de tiempo terminórompiendo con el SWP. Los disidentessostenían que tras el Pato de No Agresióngermano-soviético, ya no era posible considerara la URSS como estado obrero en ningúnsentido de la expresión, por lo que la Cuarta

Internacional estaba obligada a abandonar ladefensa de la URSS como Estadorevolucionario y patria del proletariadomundial.

 Ya en aquél período universitario, sutalento literario le llevó a formar parte delgrupo de estudiantes y profesores que durantelos años cuarenta y cincuenta serían conocidoscomo los “Intelectuales de Nueva York”. En sumayoría habían pertenecido al “City College of

New York” y la Universidad de Columbia, yeran en su mayoría judíos intensamente elitistas,este grupo de intelectuales incluía escritorescomo Dwight McDonald, Mary McCarthy y elmatrimonio Trilling, y dominó la vida culturalneoyorkina durante los últimos cincuenta años.El grado de cohesión desarrollado por estegrupo de intelectuales, llevó a NormanPodhoretz , íntimo amigo de Kristol ycofundador del neoconservadurismo, adenominarlo “la familia”. Un primer paso,tomado por estos intelectuales, consistió enabandonar el socialismo troskista para oponerseal comunismo soviético durante la Guerra Fría,lo que no impidió que algunos importantesmiembros de “la familia” como Daniel Bell ySidney Hook, siguiera definiéndose comosocialistas el resto de sus vidas.

 Tras combatir en la guerra mundial en elperíodo 1942-44, Kristol fue editor de la revista“Commentary” de Podhoretz de 1947 a 1952.

Con el inicio de la Guerra Fría. Kristol, con laconvicción de que la II Guerra Mundial habíadejado a la Unión Soviética en la posición degran potencia enemiga de los EEUU, se fuealejando del comunismo y del socialismo,recalando en el progresismo liberal. Cuando elsenador McCarthy denunció la infiltracióncomunista en la sociedad norteamericana,Kristol comenzó a marcar distancias con “lafamilia”. Ésta mantuvo su anticomunismo, pero

se declaró beligerante frente a lo queconsideraban excesos y métodos inquisitorialesde McCarthy, al contrario que Kristol, queprovocó su primera polémica, cuando señaló

que, mientras “el público norteamericano sabeque McCarthy es un anticomunista, sobre losliberales no está tan seguro”.

La guerra de Corea hizo que Shachtman ysus seguidores, entre ellos Kristol, apoyaran laintervención militar de los Estados Unidos.Shachtman pasó a ser un asesor clave de laburocracia sindical de la AFL-CIO y delDepartamento de Estado estadounidense.Desde esta posición consolidó nuevas alianzaspolíticas con varios miembros del PartidoDemócrata al servicio del complejo militarindustrial, como Henry "Scoop" Jackson ,conocido como el "Senador de la Boeing" porsu trabajo en la Cámara en beneficio de losintereses de esta compañía. En 1972,

Shachtman, anticomunista declarado ypartidario tanto de la Guerra de Vietnam comodel Sionismo, respaldó a Jackson en la primera

 vuelta de las elecciones presidenciales delPartido Demócrata. De esta manera, lostroskistas disidentes que habían cambiado sussiglas de Partido de los Trabajadores por las deLiga Socialista Independiente a comienzos delos años 50, entraron en las menguantes filasdel Partido Socialista de los Estados Unidos, yse denominaron finalmente SocialdemócratasUSA, apoyando al Partido Demócrata.

Fue entonces cuando Paul Wolfowitz, elexsubsecretario de Defensa Doug Feith,Richard Perle, asesor clave del Pentágono asícomo Elliot Abrams, judío responsable de lapolítica para Oriente Medio con Bush, todosellos antiguos miembros del Partido Demócrataque trabajaron para Jackson en los años setenta,tomaron contacto con los antiguos troskistasreconvertidos al anticomunismo, entre ellos

Irving Kristol, que inició así su exitosaascensión desde el anonimato político hacia loscírculos intelectuales republicanos yconservadores.

Llegado este punto, el salto para Kristol nofue muy grande, la idea straussiana de la “guerrapermanente”, guardaba cierto paralelismo conla teoría de León Trotsky (Lev DavídovichBronstein, judío de origen ruso fundador delEjército Rojo) sobre la “Revolución

Permanente”. Es cierto que éste elaboró suteoría de la “Revolución Permanente” comoconcepción histórica de la conexión entre la

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revolución rusa y la revolución mundial, dentrodel papel del único agente revolucionario en lasociedad moderna atribuido a la clase obrerapor el marxismo. Pero esto no impide, que ladinámica revolucionaria teorizada por Troskysea asimilable a la “guerra permanente”

straussiana, sobre todo si consideramos la ideade la “revolución” comunista, al modo marxistade expresión de una “guerra entre clases”constante en la historia.

Retomando la historia personal de IrvingKristol, fue cofundador de la revista británica“Encounter” (financiada por la CI A) y editor dela misma de 1953 a 1958; y editor de la revista“Reporter” de 1959 a 1960. De 1961 a 1969 seconvirtió en vicepresidente ejecutivo de la

editorial “Basic Books”. Al cesar en la editorial,ingresó como profesor de pensamiento socialen el “Graduate School of Business” de laUniversidad de Nueva York en dondepermaneció hasta 1988, año desde el que fuemiembro del “American Enterprise Institute”(AEI). En 1965 fundó la revista “The PublicInterest”, junto con Daniel Bell, que aglutinó ala que sería la primera generación deneoconservadores: Nathan Glazer, James Q.

 Wilson y Seymour Martin Lipset, entre otros. También fundó el diario “The NationalInterest”.

En julio de 2002 el presidente George W.Bush le otorgo        ́ la Medalla Presidencial de laLibertad. Falleció        ́el 18 de septiembre de 2009en Washington D.C. debido a un cáncer depulmón. Su hijo, William Kristol, es editor de larevista “Weekly Standard” que sirve de altavoza la derecha del Partido Republicano,neoconservadores y “Tea Party” incluidos. 

Como hemos dicho, Kristol fueevolucionando a lo largo de las décadas de loscincuenta y sesenta. En aquel tiempo, elpresidente Lyndon B. Johnson había prometidouna transformación social, que resolviera losproblemas puestos de manifiesto por la crisiscultural en la que vivían inmersos los EE.UU.

 Johnson denominó su proyecto como “TheGreat Society” o “La Gran Sociedad”. Sinembargo, la mentalidad de la administración

 Johnson no era capaza de comprender la cargasubversiva que se movía detrás de lacontracultura, del movimiento reivindicativo de

los derechos de la población negra y de lasprotestas contra la Guerra de Vietnam. Todosestos movimientos, eran síntomas de unmalestar más profundo que apuntaban almodelo de vida tradicional de los EE.UU. Porlo que después de huelgas y protestas violentas

inéditas en el país, el proyecto de Johnson sederrumbó.

El análisis de Strauss de que el sistemaliberal había fallado, se extendió entre loscírculos que frecuentaba Kristol, que escribióque la principal semilla del movimientoneoconservador era el odio hacia lacontracultura, el miedo a la subversión queestaba minando los cimientos de la autoridad delos valores y las normas morales tradicionales.

 Asumían la idea de Strauss de que la ideologíaliberal, la creencia en la libertad individual, eralo que estaba causando el caos social, al derruirla moral compartida socialmente comoelemento cohesionador compartido, quemantenía unida a la sociedad. Los individuosperseguían sus propios intereses egoístamente,y eso llevaba inevitablemente al conflicto entreel interés individual y el general. Con Strauss,estos intelectuales llegaron a la conclusión deque el problema radicaba en el énfasis puestoen el individualismo.

 A principios de los años setenta, Kristol yase había convertido en el referente de un grupode intelectuales procedentes de la izquierda, quetradicionalmente se habían identificado con elPartido Demócrata, que se sentía defraudadoscon las políticas de la Nueva Izquierdademócrata y con el propio partido,representado por George McGovern, unmilitante pacifista que prometió bajar un 30%

los gastos de defensa, en las eleccionespresidenciales. En esas circunstancias, Kristol ysu entorno se propusieron como objetivo ponercoto a la desintegración social que elindividualismo extremo había desatado,recuperando la cohesión social en torno a unacreencia y un propósito común. Un objetivopara el que se aliaron con los conservadorestradicionales, intelectuales seculares yfundamentalistas religiosos, que sostenían una

 visión semejante de la sociedad. Y el remedio, laforma de alcanzar la buscada unidad y cohesiónsocial en torno a un propósito común para todala sociedad, la hallaron en las ideas de Strauss.

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Los “nietos” de Strauss: losneoconservadores

En 1973 Michael Harrington, un demócratasocialista, acuñó el término ‘neoconservadores’para referirse a esos intelectuales liberales(quiere decir izquierdistas en la acepciónnorteamericana del término) y filósofospolíticos que, encabezados por Irving Kristol,estaban decepcionados con los programaspolíticos y culturales del Partido Demócrata,formaron una nueva forma deconservadurismo. En febrero de 1979, Kristolapareció en la portada de la revista  Esquire ,identificándolo en titulares como “el padrino dela nueva fuerza política más poderosa de

 América: el Neoconservadurismo”. Y Kristol

acuñó la famosa frase de que "unneoconservador es un progresista asaltado porla realidad", pues era uno de los pocosneoconservadores que aceptaba el distintivo yse explayaba en su significado en artículoscomo The Neoconservative Persuasion   o en libroscomo  Neo-conservatism: The Autobiography of anIdea .

Kristol consideraba que el movimientoneoconservador no era una ideología sino una

persuasión, una manera de pensar sobre lapolítica, más que un compendio de principios yaxiomas. Los neoconservadores, que habíansurgido como un rechazo hacia la debilidad dela sociedad liberal-progresista que compartíancon Strauss, mantenían que el capitalismoimpone la carga sobre el individuo y sobre elorden social, de dar satisfacción a lasnecesidades existenciales de las personas comoseres humanos, y que la incapacidad del sistemapara satisfacer esa carga, crea un malestar

espiritual que amenaza el orden social, porquela decadencia progresiva de la culturademocrática, debido a la vulgaridad de la masa,amenaza a la sociedad como conjunto. Y esa,según Kristol, es la vertiente más representativaque define a los neoconservadores. Es decir, lasmismas tesis que sostenía Strauss. Kristol decíaque: “El enemigo del capitalismo liberal hoy endía no es tanto el socialismo como elnihilismo”. Esto es claramente, un

reconocimiento de la incapacidad delcapitalismo para satisfacer las necesidadesespirituales del ser humano, pero lejos dellevarlos a la crítica del capitalismo y a la

necesidad de su desaparición, los condujo a suforma más extrema.

Económicamente eran partidarios de laeconomía liberal de mercado sin límites nimedidas regulatorias, pero, a diferencia de losseguidores de Hayek y Milton Friedman,asumían la necesidad de la existencia de unEstado de Bienestar mínimo como un malinevitable, y discrepaban de los teóricosneoliberales seguidores de Friedman en la ideade que el aumento del peso del Estadoconduciría a un “Camino de Servidumbre”,sino que lo consideraban como un elementonecesario de cohesión social. Kristol señalabaen su libro “Reflections of a Neoconservative”   que"un Estado del Bienestar, adecuadamente

concebido, puede ser una parte integral de unasociedad conservadora". Y en su artículo “The Neoconservative Persuasion”,  decía que elcrecimiento del Estado en el S. XIX había sidoalgo natural e inevitable.

El empleo de la expresión “conservador”no debe engañarnos, los neoconservadores noson los descendientes de los viejos “Old

 Whigs” de la Revolución Americana, creyentesen el gobierno limitado, en las restricciones a

los gastos sociales y aislacionistas en políticaexterior todo ello derivado de su mesianismoreligioso puritano y de su concepción de puebloelegido como “nuevo Israel”. Losneoconservadores vienen de la izquierda delPartido Demócrata, del socialismo marxista odel izquierdismo más extremo, sonextraordinariamente intervencionistas enpolítica exterior, y aunque mantienen eldiscurso del gobierno limitado, esto no impideasumir un gasto social si con ello logran la

adhesión popular a la causa del hegemonismode mercado. Y si bien se iniciaron como unacrítica de izquierda, socialdemócrata o trotskistaal comunismo soviético, y heredaron deltrotskismo su deseo de la revolución mundialpermanente, coincidieron con losanarcocapitalistas y neoliberales en su crítica dela burocracia y su desprecio a los valores de ladecadente clase burguesa.

Los neoconservadores mantienen la idea

hegeliana, recogida por el profesor FrancisFukuyama del marxismo, de que la democracialiberal es un fenómeno derivado del

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capitalismo, no necesariamente inherente a éste,y a diferencia de los marxistas clásicos ven enlos empresarios capitalistas una élite constituidaen el verdadero motor de la Historia. Laburocracia estatal ocupa en su universoideológico un papel de enemigo de la vitalidad,

del desarrollo y la principal causa del fracasohistórico del socialismo marxista.

Por estas razones, los valores hedonistastípicas de las clases medias urbanas yaburguesadas occidentales, expresados en elrelativismo, el hedonismo y el individualismoextremo de los años sesenta, atentan contra elespíritu emprendedor del capitalismo y por lotanto son enemigos de la sociedad, a la cualconducen necesariamente a la decadencia. Y la

necesidad de rescatar a la sociedad de ésta,justifica el ideal milenarista y mesiánico del“destino manifiesto”  estadounidense con losideales wilsonianos de gobierno mundial y algode trotskismo en una mezcla de hegemonismobelicista mundial. Que concluye en que la únicamanera de asegurar la democracia y la economíacapitalista en los Estados Unidos, es asegurarlatambién en el resto del mundo. Así, como no esposible construir la democracia en un solo país,surge la necesidad del intervencionismo militarunilateral en cualquier lugar del planeta, y estánmás dispuestos a tolerar alguna forma de“Estado del bienestar” que losanarcocapitalistas libertarios randianos, losliberal-conservadores clásicos y los neoliberales

 friedmanitas . De hecho, Kristol dijo que: “lo queteníamos en común [con los conservadoresclásicos] era una cierta duda sobre la seguridady la confianza en el progreso liberal. Las basesfilosóficas de la democracia liberal habían sido

debilitadas. Los straussianos   que vinieron a Washington no se sentían identificados conChurchill o Lincoln, eso se lo aseguro”; yabundó diciendo: “el papel de losneoconservadores es volver a los conservadorescontra su propia voluntad”.

 Así es como los antiguos miembros de laextrema izquierda troskista , tomaron finalmenteel timón intelectual de la derechanorteamericana, junto con los neoliberales en lo

económico y los anarcocapitaliatas libertariosen lo político-social y desplazaron a losconservadores clásicos. De esta formaparadójica, la reacción contra la contracultura

progresista de los sesenta, surgió de la mismaextrema izquierda americana que habíaprovocado los radicales cambios socialesacontecidos en la sociedad durante esta década,y las ideas del sionista Leo Strauss, empezaron atornarse en realidad política impulsadas por

antiguos izquierdistas también sionistas.El ascenso de los neoconservadores

 A comienzos de los años 70, la UniónSoviética había pasado de ser un régimencompletamente controlado por una minoríajudía que sostenía el internacionalismocomunista, a un nacional-comunismo anti-israelí y pro-árabe dirigido por una élitesoviética antisemita. Este radical giro políticoproducido a la muerte de Stalin, sumado a lacreación del Estado de Israel y a la oposiciónpro-palestina de la izquierda, provocó unaradicalización espectacular de los antiguostroskistas   convertidos ahora enneoconservadores y en su mayoría judíos, queabandonaron la izquierda demócrata para pasara la derecha del Partido Republicano. Estamigración hacia la derecha parece lógica, sitenemos en cuenta que además de la concienciade constituir una élite esotérica imbuida de la

idea de guerra permanente desarrollando unapolítica unilateral, los neoconservadores estabancomprometidos de forma fanática con Israel. Yno sólo con Israel o con el movimiento sionistaen general, sino con las ideas más extremas delmovimiento sionista. Lo que no es de extrañar,pues su fuente de inspiración a través de LeoStrauss era el sionista Zeev (Vladimir)

 Jabotinsky, que en la década de 1930 defendióel empleo ilimitado de la violencia paraconquistar todo el Eretz Israel. Las ideas de

 Jabotinsky han sido retomadas por el partidoLikud, que nació en el seno de lasorganizaciones terroristas Irgun y Stern. Y escon las ideas que conforman el extremismosionista con lo que se identifican losneoconservadores estadounidenses.

La reputación de Strauss fue aumentandoen la medida en que sus alumnos fuerontomando posiciones en la vida pública. Primeroen ámbitos académicos, donde la presencia

conservadora fue creciendo gracias a IrvingKristol, Norman Podhoretz, SamuelHuntington, Seymour Martin Lipset, o Daniel

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Bell. Allí también tuvieron éxito ex alumnos yprotegidos de Strauss como Francis Fukuyama,

 Allan Bloom, Harry Jaffa, Harvey Mansfield y,aunque no se considere ahora dentro de laescuela de Strauss, Robert Kagan. Esto noimpidió que el grueso del movimiento

neoliberal y muchos conservadores clásicos, sedistanciaran de los neoconservadores, a quienesacusarían de haber traicionado los principios deEstado mínimo y aislacionistas de la viejaderecha americana.

 A pesar de las declaraciones que aposteriori de la llegada al poder con G. W. Bushde los neoconservadores, realizó la hija deStrauss en el New York Times, Jenny StraussClay, rechazando que su padre fuera el padre

intelectual de los ideólogos del movimiento, locierto es, que a medida que fue creciendo a lolargo de la década de los setenta, muchosjóvenes estudiantes seguidores de las ideas deStrauss fueron a Washington para unirse algrupo activo en política. Algunos, como Paul

 Wolfowitz o Francis Fukuyama, se habíanempapado de las ideas de Strauss en laUniversidad de Chicago; otros, como WilliamKristol, el hijo de Irving Kristol y director de larevista ”The Weekly Standard” propiedad delmagnate judío Rupert Murdoch, o HarveyMansfiedl uno de los profesores másdestacados de la escuela straussiana, unentusiasta de la Patriot Act   que, tras el 11-S,limitó los derechos individuales de losciudadanos estadounidenses y dio poderesextraordinarios al presidente, estudiaron lasteorías de Strauss en la Universidad de Harvard.Una vez en la capital y en estrecha relación conlas creencias expuestas, los neoconservadores

establecieron una red entrelazada de“laboratorios de ideas” proisraelíes,comprometidos políticamente y bienfinanciados que siguen funcionando a día dehoy, y aunque esas instituciones constituyenentidades separadas, sus juntas directivas,benefactores y cargos nombrados son en sumayoría coincidentes. Representan quizás elejemplo supremo de lo que en las escuelasempresariales se ha dado en llamar “creación decontactos”. Así, un investigador becado en una

de ellas, puede ser director o investigador enotra, y de igual manera varios individuos lo sona menudo en dos o más. Esta forma de

organización les permite aparentar unainexistente neutralidad académica, al tiempoque garantiza la cohesión e influencia delconglomerado organizativo, permitiendo a losneoconservadores reforzarse mutuamente.

Los lobbyes , los thinks tanks   y losmedios de comunicación neoconservadores

El papel desempeñado por los lobbyes  y losthinks tanks   en el ascenso político de losstraussianos ha sido decisivo, y entre ellos elque mayor protagonismo ha adquirido es elInstituto de Empresa Americano (AEI) de

 Washington, que en el 2000 declaró unpresupuesto de 24,5 millones de dólares. Sefundó n el año 1954 y se convirtió en elprincipal refugio para varios neoconservadoresde la segunda y la tercera generación. RichardPerle, Michael Ledeen, Joshua Muravchik,Michael Rubin, los especialistas en estrategia T.Donnelly, o en defensa D. Pletka entre otros,aparecen en las listas de “investigadoresresidentes” o “becarios residentes”, y en él hanparticipado el ex vicepresidente, Dick Cheney, yel exsecretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

 Algo más pequeño que el AEI es elInstituto para Políticas de Oriente Próximo de

 Washington (WINEP), que recibió en el año2000, subvenciones desgravables por valor de4,1 millones de dólares. Su director fundadorfue Martin Indyk, que había sido antes directorde investigación del importante lobby sionistaComité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (AIPAC). En 1993 se otorgó a Indyk laciudadanía estadounidense de forma rápida, y seconvirtió en ayudante especial del presidenteClinton y director para Oriente Medio del

Consejo de Seguridad Nacional. Más tarde fuenombrado embajador en Israel y subsecretariode Estado para Oriente Medio y el Sudeste

 Asiático. El WINEP está hoy dirigido porDennis Ross, que actuó como coordinador delpresidente Clinton en el proceso de paz deOriente Medio. Entre los investigadores y elpersonal que el WINEP comparte con otrosinstitutos neoconservadores, se encuentranRobert Satloff (exdirector de política), PatrickClawson (exdirector de investigación), Michael

Rubin y Martin Kramer.El Instituto Judío para Asuntos de la

Seguridad Nacional (JINSA) es otra de las

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instituciones creadas por los neoconservadores,fue fundado en 1976 y gestiona un presupuestoanual de 1,5 millones de dólares. Prácticamentefusionado con otro grupo, el Centro para laPolítica de Seguridad (CSP), posee unaimpresionante junta directiva que incluye al

exvicepresidente, Dick Cheney, y losneoconservadores Paul Wolfowitz[6], RichardPerle, el subsecretario de Estado John Bolton,el subsecretario de Defensa Douglas Feith,Michael Ledeen, la antigua embajadora en lasNaciones Unidas Jeanne J. Kirkpatrick, StephenBryen, Joshua Muravchik, Eugene Rostow y elex director de la CIA James Woolsey, ademásde varios generales y almirantes retirados. Estaentidad, involucra a muchos expertos no-judíosde Defensa, quienes hacen constantes viajesconsultivos a Israel a fin de coordinar lasposiciones políticas que adopta el JINSA encada momento. Es posible que ningún otrogrupo haya hecho una campaña más infatigableque el JINSA/CSP en favor de un “cambio derég imen” en Oriente Medio, contra lalimitación de armas y por el programa IDEdenominado “Guerra de las Galaxias”. 

El Instituto Hudson fue fundado en 1961por Herman Kahn, que era por entonces undestacado partidario de la guerra nuclear contrala Unión Soviética, y Richard Perle es uno delos miembros de su consejo de administración.Esta institución, mantiene un activo programarelacionado con Oriente Medio bajo ladirección de Meyrav Wurmser, cuyo marido,David, fue el principal asesor de John Bolton,uno de los más duros neoconservadores y demayor rango en el Departamento de Estadocon George W. Bush.

El Foro de Oriente Medio es el grupo másreducido, pero no el menos activo, y vieneutilizando donaciones por valor de unos 1,5millones de dólares al año, para realizar unaintensa campaña en favor de los gobiernos delLikud en Israel. Los miembros clave de supersonal están también relacionados con elInstituto de Empresa Americano (AEI) y elInstituto para Políticas de Oriente Próximo de

 Washington (WINEP). El director del Foro

Daniel Pipes, a quien el presidente G. W. Bushhizo miembro de la junta del Instituto de la Pazde Estados Unidos, organizó una iniciativallamada Campus Watch (Observatorio

Universitario) dirigida a atacar a los profesoresuniversitarios críticos con Israel o con lapolítica estadounidense en Oriente Medio. Sucolega Martin Kramer (antiguo director delCentro Moshe Dayan de la Universidad de Tel

 Aviv) ha ampliado el ataque del FOM para

incluir también a los miembros delDepartamento de Estado. El nivel de violenciaalcanzado en su actividad por esta organización,lo pone de manifiesto la Catedrático de Historiade la Universidad de Yale Glenda Gilmore,quien tras los ataques que sufrió de Campus

 Watch en 2002, dijo: "He sido tachada detraidora. Escribí un artículo para 'The YaleDaily News' y recibí amenazas de violación ymuerte. El proyecto de ley, que aún no ha sidoaprobado por el Senado, crearía una junta degobierno para vigilar la enseñanza en loscentros académicos receptores de financiaciónfederal. El senador Santorum ha redactado unproyecto de ley con un nombre que sólo podríahaber imaginado George Orwell, "Diversidadideológica", y que recortará la financiaciónfederal a miles de facultades y universidadesque permitan a profesores, estudiantes yorganizaciones estudiantiles criticar las políticasisraelíes”. 

Por último, no hay que olvidar al “Projectfor the New American Century” (PNAC)presidido primero por Irving Kristol y despuéspor su hijo Willian, dirigido por Gary Schmitt.Una fundación por la que han pasado buennúmero de funcionarios de la Administraciónfederal, entre los que podemos citar amiembros muy conocidos como el consejero dela Casa Blanca en asuntos de Bioética y teóricodel “Fin de la Historia”, Francis Fukuyama, y al

que fuera prominente miembro de laadministración de G. W. Bush Richard Armitage. Es uno de los “think -tanks” demayor peso en la política estadounidense.

 Ayn Rand, la mano zurda delcapitalismo

Lo que Leo Strauss es entre las élitesneoconservadores, Ayn Rand lo es entre lasélites neoliberales. Generalmente, se tienetendencia a pensar que unos y otros responden

a los mismos principios, pero no es así. Losneoconservadores de hoy, eran llamados afinales de los años 70, “dinero nuevo”, mientras

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que los liberales se suelen identificar con losgrupos neocapitalistas más salvajes, con lasdinastías económicas norteamericanas, losRockefeller, los Vandervil, los Morgan, etc.,que, históricamente, han estado ligadas almarxismo cultural y al socialismo fabiano.

Habitualmente, los seguidores de Ayn Rand seidentifican con el pensamiento libertarionorteamericano dentro del Partido Demócrata,y los de Leo Strauss lo hacen en los extremosdel Partido Republicano como el Tea Party ,unos con el anarcocapitalismo o liberalismoextremo y otros con el neoconservadurismo.Pero en todo caso, ambas tendencias se hanestablecido en los núcleos del verdadero poderentre bambalinas, y permanecen firmementearraigadas entre los que pertenecen a lo esencialdel poder político al que se accedeexclusivamente desde el poder que da el dinero.

 Y las formas para llegar a la plutocracia son lasestablecidas por ambos pensadores judíos: LeoStrauss o Ayn Rand. En realidad no hayninguna contraposición, ambos responden a lanecesidad que tienen los plutócratas dedisponer de bases teóricas que justifiquen sumantenimiento en el poder.

La Historia tiene también una dimensiónsubterránea cuyo desconocimiento oignorancia, sea o no voluntaria, implica correr elriesgo de no comprender los procesoshistóricos. Esta dimensión subterránea opera amodo de una infraestructura que determinadecisivamente la orientación de lassuperestructuras que sobre ella se asientan. Sinos limitamos únicamente a analizar eldesarrollo de las superestructuras, la superficiede la Historia, jamás entenderemos las razonas

últimas que la mueven. La rapidez con la que sedesarrollan los acontecimientos en nuestrosdías, induce a pensar que estas fuerzas no sonestables ad infinitum, y que serán sustituidaspor otros núcleos de poder. Pero no sabemoscuándo ocurrirá y ni siquiera si ocurrirá. Porotra parte, no pueden desvincularse estoscentros de poder de la crisis global que están

 viviendo los EE.UU. como ya hemos analizadoen ocasiones anteriores.

Estamos asistiendo al desmoronamiento dela “patria de los capitalistas”, igual que vimosdesmoronarse a la “patria del proletariado”, losdos vencedores de la última guerra mundial. El

record en el déficit de la balanza de pagos, laprofunda caída de la producción industrial, ladestrucción del ahorro de la clase media, ladependencia absoluta de la economíanorteamericana de la las inversionesprocedentes del exterior, el agotamiento de la

energía barata y el auge de las potenciasemergentes han dictado su sentencia.Socialmente, la integración racial de los negros,mexicanos y los demás inmigrantes hafracasado: las dos comunidades siguen siendohostiles y están separadas… a cuarenta años delfin de la segregación racial, la naturaleza estozuda. De hecho, la situación del siglo XIX seha reconstruido: los indígenas americanosexterminados en Norteamérica reaparecen conla inmigración que llega del Sur. Éste núcleohispano ha conseguido romper la unidadlingüística de los EEUU, y los indígenasamericanos ya no precisan hablar inglés paraencontrar trabajo en multitud de ciudades,estableciéndose como el cuarto grupo racial endiscordia (blancos, negros, judíos e indígenasamericanos). La desorbitada tasa decriminalidad y su población reclusa que vivecomo mano de obra forzada, es de más de dosmillones de presos. Las más grandes del

mundo. En cuanto a los militares, handemostrado su incapacidad para conquistar ycontrolar el terreno de los conflictos:ciertamente, el poder tecnológico de las fuerzasnorteamericanas no tiene igual, se basa enbombardeos estratégicos, y en la guerra a largadistancia. En el momento en que cesan losbombardeos y es la infantería quien tiene quetomar el control de los territorios, se ponen demanifiesto todos los problemas que afectan alejército norteamericano: burocracia excesiva,rigidez en su estructura, excesivo peso de lalogística sobre las unidades operativas. Encuanto al futuro de su bienestar social, nodebemos olvidar las tasas de analfabetismoestructural, que en EEUU superan las decualquier otro país del hemisferio occidental, elaumento de la pobreza y la generalización de lafalta de acceso a la sanidad. Y en cuanto alsistema jurídico, éste ha hecho quiebra comoresultado de la llamada “guerra contra el

terror”. Por último, la rigidez mental de losEE.UU. les incapacita para reaccionar, vivenconvencidos de que en su territorio existenunas fuentes inagotables de riqueza, y son

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Elementos Leo Strauss, padre Neocon   __________________________________________________________________________________________________incapaces de entender lo que representa eldeterioro del medio ambiente o la escasezenergética.

La sociedad norteamericana es débil, y cadadía lo es más. Su absentismo creciente de lapolítica, su tosquedad cultural y el materialismoinherente a su escala de valores, determinan sudebilidad y su fragilidad. El pensamientoneoconservador de Leo Strauss y elpensamiento anarcocapitalista de Ayn Rand,intentan afrontar una nueva situación históricapara guiar a la “nación elegida por Dios” en lalucha por el mantenimiento de su hegemonía.

Pero, al igual que la URSS se desplomóinteriormente, los datos empiezan a alertarsobre el hundimiento del poder americano.Enfrentarse con dificultades a Estadosprofundamente subdesarrollados como

 Afganistán, o a potencias de segunda fila como

Siria, evidencian que EEUU, lejos de estar en lacúspide de su poder, ha iniciado ya la pendientede la decadencia. Como dijo Ayn Rand: “¿Quées la felicidad si todas las manos, incluso lasimpuras, pueden alcanzarla?”. 

© Extractos de La mano diestra del capitalismo, versióncompleta en http://lagranpartida.blogspot.com.es

Pierre Manent sobre Leo Strauss

Libres e iguales, exentos de prejuicios, cediendo sólo a la evidencia, dedicados a la razón, así somosdesde 1789. Descartes y Voltaire, como mínimo, adornan el árbol genealógico del menos ilustrado denosotros: No somos todos hijos de la Ilustración? Esta leyenda dorada de nuestras democracias  – aúndominante- está acompañada y combatida, como es natural, por una leyenda negra, casi igualmenteextendida: no hay nada más contrario a la integridad humana que la razón y la democracia modernas que,de fracaso en fracaso, conducen al hombre occidental al último grado de degradación. Estas dos leyendascontrarias han sido elaboradas y acreditadas por algunos de los principales filósofos de los dos o tresúltimos siglos. ¿Si la filosofía, cuya intención primera era librarnos de prejuicios, es en realidad la fuenteprincipal de mitologías y de “religiones seculares”, dónde encontrará refugio la libertad del espíritu?Ningún otro pensador ha sido más sensible a la gravedad de esta paradoja que Leo Strauss.

 Judío nacido en Alemania en el cambio de siglo, llegó en 1938 a los Estados Unidos, profesor en laUniversidad de Chicago, Leo Strauss no parece un filósofo. No habla ni de la percepción, ni de la voluntad, ni del ser, ni de la nada, sino de que las experiencias fundamentales, auténticas si se quiere, ya nonos son inmediatamente accesibles. Nosotros, los modernos, somos personas con muchos siglos quemezclamos nuestras sensaciones y nuestros recuerdos; una investigación muy larga e indirecta esindispensable para redescubrir ese mundo natural que hemos perdido. ¿En qué consiste esa investigación?Se trata de aprender a leer. Porque desde el siglo XIX se ha podido escribir en Europa casi libremente,olvidamos las terribles restricciones que han pesado a lo largo de los siglos sobre la escritura y, enparticular, sobre la escritura filosófica. Para protegerse de la intolerancia de las religiones cívicas oreveladas los filósofos tuvieron que elaborar un arte de la escritura extraordinariamente refinado No se