Elogio de La Locura

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ERASMO DE ROTTERDAM ELOGIO DE LA LOCURA

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ERASMODE ROTTERDAM

ELOGIO DE LA LOCURA

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ERASMODE ROTTERDAM

ELOGIO DE LA LOCURA

Traduccion del latın y prologo de

A. RODRIGUEZ BACHILLER

con 82 dibujos de Holbein, procedentesde la edicion de Johannes Froben,

impresa en Basilea en 1515

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PROLOGO

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ERASMODE ROTTERDAM

Erasmo fue, al finalizar la Edad Media,el humanista mas ilustre de Europa.

Nacido en Rotterdam el ano 1469 y muertoel 1536, fue toda su vida amante de la liber-tad, de la independencia, de la cultura, dela paz. Suficientes pruebas dio de ello. Con-servo una profunda amistad con Tomas Mo-ro y Juan Fisher, y precisamente, al prime-ro dedico el MwrÐan ènk¸uioc, Moriae Enco-mium; en latın, Stultitiae laus; en castellano,Elogio de la necedad.

Tanto puede escribirse sobre Erasmo, quepreferimos recomendar a nuestros lectores,los que deseen profundizar en el gran huma-nista, los trabajos recientes de Stefan Zweig,Huizinga y Bataillon, entre otros muchos.

Enemigo de todo fanatismo, como lo de-muestra el opusculo que presentamos alpublico, escrito el ano 1509, fue un precur-sor del espıritu moderno; su vastısima erudi-cion y su amplitud de criterio le movieron a

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dejar impresas en el papel unas cuantas ver-dades de que el mundo se asusta, mas no elamigo de la verdad mas que de Platon; queel pecado contra ella ha sido siempre el grancrimen de la Historia, dice Zubiri. Tuvo suserrores. Y ¿quien no los tiene? Pero, a pesarde ellos, fue todo un caracter: equilibrado,solitario, melancolico e ironico, que dio suopinion, con sus ideas y su actitud, acercadel porvenir que se dibujaba ya tras el veloque cerraba el escenario contradictorio de suepoca en crisis.

Resalta entre las dotes de su caracter ungran amor a la tradicion y al progreso. Noporque una idea sea vieja hay ya que admi-tirla, ni porque sea nueva rechazarla, y alcontrario. La verdad, doquiera se halle, esverdad. Si bien a la que es pasada llama-mos tradicion y a la que es nueva progreso,la verdad, en realidad, se va haciendo, comonos vamos haciendo nosotros mismos, con elmundo. La vida es un quehacer, un acontecer,en frase de Ortega y Gasset; pero toda ellatiende a la verdad y constituye una Historia-

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Verdad. Lo nuevo se apoya en lo viejo, y loviejo aflora en lo nuevo: no hay tradicionsin progreso, pero tampoco hay progreso sintradicion. Erasmo comprendıa todo esto, almenos en la intuicion de su genio, pues eramas intuitivo que discursivo. Por su amor ala verdad tradicional fue humanista, renacen-tista legıtimo: por su lanzarse a cosas nuevas,a acerbas crıticas, a profundas renovaciones,fue progresista. Mas, ante todo y sobre todo,fue un gran amigo de la verdad. Suya es estafrase del elogio: “Dondequiera que encuen-tres la verdad, considerala como cristiana.”En su afan de cristianismo, no ataca a lono cristiano; lo purifica, lo atrae. No es ex-trano que, una vez entusiasmado, exclame:“San Socrates”, ya que su metodo es “obrarlo mismo que los judıos, que, al salir de Egip-to, tomaron sus utensilios de oro y plata a finde adornar con ellos su templo”.

Erasmo recogio la tradicion de los pasa-dos siglos. Fue de una erudicion extraordi-naria. Repetimos que una de sus notas massalientes fue su amplitud de criterio y su in-

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dependencia de caracter. Sabıa que la cien-cia necesita de libertad para progresar, aun-que a veces, en la angustia y en la estre-chez, explote, sin darse cuenta sus coetaneos,sı solo la posteridad. Como Alberto Magno yTomas de Aquino en el siglo XIII, no solocitaba para refutarlas las doctrinas y opinio-nes de arabes, judıos y griegos, sino que seapropio y aporto a la ciencia cristiana todasaquellas ideas que no pugnan con sus dog-mas y conclusiones teologicas. Metodo muycontrario al que suelen emplear hoy muchos,haciendo mayor el puente y abismo que sepa-ran al mundo cientıfico cristiano del mundocientıfico civil respecto de los problemas porambos estudiados.

Muchos autores creen que todo lo que seencuentra en las obras de Descartes, Spino-za, Kant, Bergson, Nietzsche y otros filosofosy pensadores a partir del siglo XVI es com-pletamente falso, y siempre que los citan espara censurarlos y reprobarlos. San Agustınencontraba siempre, sin embargo, algo ver-dadero en toda doctrina erronea, y eso lo

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alababa y apropiaba sin fijarse apenas en elerror. Tambien hicieron lo mismo Tomas deAquino y su maestro, Alberto Magno. Hastatal punto usaron este metodo, que entre todaslas citas que el primero hace en su opusculoDe ente et esentia, por ejemplo, y para con-cretarnos a un escrito de pocas paginas, lamayorıa de ellas las expone admitiendo e in-corporando a su doctrina ideas de Avicebron,Avicena, Aristoteles, Boecio y Averroes, yraras veces las critica. Solo se fijaban aque-llos doctores en lo mucho bueno que habıa enello, a pesar de ser paganos o de otras religio-nes, y las falsedades o inexactitudes las criti-caban con argumentos de su propia doctrina,y no de una manera personal, sino objetiva.Era una crıtica real y doctrinal, no subjeti-va y apasionada. Es frecuente el encontraren Alberto Magno y en el Doctor Angelicola frase: “Dicen algunos. . . ”, callandose losnombres para no herir a nadie; antes bien,para poder atraerlos a la filosofıa y religioncristiana. Lo propio hace Erasmo, dejandohablar a la Estulticia, por no hacerlo el y

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no verse obligado a hacer alusiones mas con-cretas, cosa que, por otra parte, lo impedıanaquellos tiempos rıgidos. Por boca de la Mo-ria hablaba Erasmo.

El modo, pues, distinto que tenıan deacunar la tradicion y de fomentar el progresolos grandes filosofos y humanistas que forma-ron la Edad Media, a como los exponen bas-tantes, por no decir la mayorıa, de los mo-dernos, es cierto que ha influıdo muchısimoen esa separacion tan radical que se advierteentre la ciencia cristiana actual y la que nolo es. Los del campo primero se preocupan decombatir a los del segundo campo; mas estosapenas citan a aquellos autores, si es que ci-tan a alguno. En la Edad Media los filosofosy humanistas formaban la historia de la cien-cia, de tal modo que es de todo punto imposi-ble el estudiarla hoy sin revolver los infoliosque escribieron; pero a partir del siglo XVItal vez haya que decir que algunos, por no de-cir muchos, eruditos y pensadores han vividoy viven al margen de la historia cientıfica yque no forman la ciencia, sino que tan solo

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la ven desde la barrera.

Se impone, por consiguiente, un retornoa los verdaderos metodos de nuestros ante-pasados, en cuanto a una perfecta ampli-tud de criterio cientıfico, literario y artıstico.“El hombre se perfecciona con el correr deltiempo”, escribio en frase lapidaria el car-denal Cayetano. Es propio de un minimismocientıfico el cerrar el paso al progreso, el po-ner un coto a la ciencia, el senalarle lımi-tes dentro del dominio racional. El Doctorde Aquino, dijo Lacordaire, es un faro quealumbra, no un tope que limita. Toda cien-cia humana, por el mero hecho de serlo, esimperfecta, y, por tanto, progresiva por esen-cia. Todo amante de la sabidurıa pone ungrano de arena en su edificio. Hay, sı, losgrandes pilares, las grandes moles que sos-tienen ese edificio, las cariatides de la facha-da. Todas las conocemos, y viven en nues-tras conciencias, porque, como dice Tolomeoen el Almagesto, “no esta muerto el que undıa vivifico la ciencia, ni es pobre el que sedistinguio en el dominio de la inteligencia”.

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Tal Erasmo de Rotterdam, en cuyas obrasestan formales o latentes estas ideas. Leasesin apasionamiento el Elogio de la necedad,y se observara que en sus lıneas late un pro-fundo sentimiento religioso, una vasta erudi-cion, una gran agudeza de ingenio, un amorfiel a la sabidurıa. Erasmo fue siempre cre-yente, con todo lo que significan sus arran-ques y sus satiras; no desvio su mente deDios; fue un humanista divino. A el se puedeaplicar la expresion de Santo Tomas, comen-tando una celebre frase de San Pablo: “Lasabidurıa humana, en tanto es sabidurıa encuanto esta subordinada a la sabidurıa divi-na; pero cuando se separa de Dios, se con-vierte en in-sipiencia.”

Bastara para nosotros, espanoles, el quedos principales representantes del siglo XVI,Francisco de Vitoria y Luis Vives, admira-ran el genio del famoso humanista holandes yse relacionaran con el para merecer de nues-tra crıtica la mas ecuanime tolerancia haciasus escritos y el mas benevolo respeto haciasus posibles exageraciones o errores. Acos-

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tumbremonos a ver en el sol, no sus man-chas, sino su resplandor. Para la inteligen-cia no vale aquel principio de los moralistas:Bonum ex integra causa, malum ex quocumquedefectu.

El valor eterno del libro que a continua-cion damos traducido del latın reside, diceHuizinga, en el concepto de que “la locura essabidurıa y la sabidurıa locura”. Merece apli-carse cada una las paginas de Erasmo, dejar-se conducir por el, seguir sus maximas, susensenanzas. Nunca se aprende tanto comocuando se ensena lo ridıculo, y en la expe-riencia de la vida nadie dude de que puedecolocarse al sabio o loco de Rotterdam entrelos conductores espirituales de la Humani-dad, entre los genios privilegiados de la His-toria, de los cuales nos habla el filosofo Berg-son, y antes de el, Carlyle. En Espana, Que-vedo y Gracian han ensenado tambien mu-cho. “Siempre seran necesarios -dice Zweig-aquellos espıritus que senalan lo que liga en-tre sı a los pueblos mas alla de lo que los se-para y que renuevan fielmente en el corazon

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de la Humanidad la idea de una edad futurade mas elevado sentimiento humano.” Jus-tamente. Pero a cada nueva edad la prece-de siempre, por desgracia, un Cecidit, cecidit,Babylon magna, semejante al anunciado porel Apocalipsis.

En nuestra traduccion nos hemos servidode la edicion latina de I.B. Kan, La Ha-ya, 1898, la cual esta basada a su vez enla primitiva de Gerardo Listrio. La divisionen capıtulos no es de Erasmo, sino de unaedicion del ano 1765. Hemos preferido eltermino necedad a estulticia y a locura, queadmiten otros traductores. El concepto de lo-cura es mas restringido y no puede aplicar-se en todas las paginas del libro de Eras-mo, donde aparece ese termino sin destruir elsentido. Erasmo distingue claramente en loscapıtulos XXXVII y XXXVIII la locura dela necedad o estulticia. Este ultimo terminotiene mas raigambre latina que castellana; encambio, el vocablo necio es de mas uso entrenuestros clasicos de la Edad de Oro.

No obstante haber utilizado en el texto de la

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traduccion la palabra necedad, hemos creıdoconveniente conservar el tıtulo de Elogio de lalocura, ya que con este se publico por primeravez en castellano y por el es mas conocidoeste admirable libro.

Holbein adorno la edicion de 1515 con 82grabados, que reproducimos en esta.

A. R. B.

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ELOGIODE LA NECEDAD

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DEDICATORIA

ERASMO DE ROTTERDAM, A SU AMIGOTOMAS MORO: SALUD

Durante el viaje que hice no ha mu-cho de Italia a Inglaterra, con el fin

de no malgastar en conversaciones banales einsıpidas todo el tiempo que tuve que ir a ca-ballo, resolvı, ya meditar de cuando en cuan-do en nuestros comunes estudios, ya com-placerme con el recuerdo de los amigos en-tranables y doctısimos que deje en esta tie-rra.

Entre estos, mi querido Moro, tu ocupabasel primer lugar. Tal recuerdo no me delei-taba menos de lo que acostumbraba deleitar-me a tu lado, que es la cosa del mundo, bienpuedo asegurarlo, que me ha producido masdulce contentamiento. Pero como habıa queocuparse en algo al fin y al cabo, y la ocasionera poco acomodada para las profundas me-ditaciones, pense componer un Elogio de laNecedad.

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“¿Que Minerva1 -me diras tu- te ha meti-do en la cabeza semejante idea?” En primerlugar, la idea me la inspiro tu apellido, tanparecido a la palabra moria (en griego, ne-cedad), como tu persona se diferencia de lacosa, pues, segun publica opinion, tu estasdel todo ajeno a ella. En segundo termino,supuse que este juego de mi imaginacion teagradarıa mas que a nadie, ya que sueles gus-tar mucho de este genero de bromas, que nocarecen, a mi entender, de sabor ni de gus-to, y que en la condicion ordinaria de la vidate comportas como Democrito2, y si bien tu,por la perspicacia de tu ingenio, estas sin du-da alguna a una gran distancia del vulgo, sinembargo, gracias a la increıble dulzura y afa-bilidad de tu caracter, con todos te avienes,con todos te tratas, con todos te llevas bien ycon todos diviertes.

Por tanto, no solo has de recibir gustoso es-te discursillo como un recuerdo de tu amigo,sino que tambien debes tomarlo bajo tu pro-

1Alusion a la Odisea, donde Minerva es la diosa de la inspiracion, de las artes y de los poetas2A lo largo de toda esta obra aparece la figura de Democrito (siglo v a.C.) como crıtico de la condicion

humana tal como nos lo presentan Juvenal y Seneca, es decir, filosofo que tomaba siempre el lado amable delas cosas, que reıa de las necedades humanas y cuyo bien supremo consistıa en la liberacion de estas.

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teccion, pues desde el momento en que te lodedico, es ya tuyo y no mıo. Porque quiza nofalten criticastros que lo censuren, diciendounos que estas son bagatelas indignas de unteologo; otros, que son muy mordaces parano herir la moderacion cristiana, y repetirana grandes gritos que resucitamos la comediaantigua, que copiamos a Luciano3, y que lodesgarramos todo a dentelladas.

Mas, en cuanto a los que se escandalizan dela ligereza y de lo jocoso del asunto, querrıaque pensasen en que yo no soy el inventor delgenero, sino que desde antiguo ha sido pues-to en practica por grandes escritores, pues hasiglos que Homero canto las guerras de lasranas y de los ratones en la Batracomioma-quia4; Virgilio, a los mosquitos y al almodro-te; Ovidio, a las nueces; Polıcatro hizo el elo-gio de Busiris5, e Isocrates lo fustigo; Glau-co6 celebro la injusticia; Favorino, a Tersi-tes y las cuartanas; Sinesio, la calvicie; Lu-

3El mordaz Luciano de Samosata, uno de los escritores griegos que Erasmo mas degusto y de quienpublico en Paris, en 1506, un compendio de sus dialogos, traducidos en parte por el mismo y en parte porTomas Moro.

4Es una parodia de la Ilıada, bajo la forma de un poema burlesco de 294 versos que al parecer no fue escritapor Homero como pensaba Erasmo.

5Busiris es un rey legendario de Egipto, el cual, segun la fabula, sacrificaba a los extranjeros que pene-traban en su reino.

6Hermano de Platon.

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ciano, las moscas y los parasitos; Seneca es-cribio la apoteosis de Claudio; Plutarco, eldialogo de Grillo con Ulises; Luciano y Apu-leyo, el asno; y no se quien, el testamentodel cochinillo Grunio Corocota, de que hacemencion San Jeronimo. Por tanto, si estoles agrada, que se imaginen que he estadodistraıdo jugando al ajedrez, o, si lo prefie-ren, que he cabalgado en un palo de escoba.Pues siempre sera una injusticia que, recono-ciendose a todas las clases de la sociedad elderecho a divertirse, no se consienta ningunsolaz a los que se dedican el estudio, sobretodo si la chanza descansa en un fondo serioy si esta manejada de tal suerte que un lec-tor que no sea completamente romo saque deella mas fruto que de las severas y aparatosaslucubraciones de ciertos escritores, como sonaquellos discursos zurcidos de retazos de va-rios autores, en que se ensalza la Retorica ola Filosofıa, o se alaba a un prıncipe, o se ex-horta a la guerra contra el turco, o se prediceel porvenir, o se entablan nuevas cuestionespor cosas de nada. Porque, ası como no hay

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nada mas tonto que tratar las cosas seriasde una manera frıvola, del mismo modo na-da hay tan divertido como tratar de un asun-to baladı sin dar sospechas de que lo sea. Escierto que al publico toca juzgarme; no obs-tante, si el amor propio7 no me engana deun modo manifiesto, me parece que aunquehe hecho el Elogio de la necedad, no lo hicedel todo neciamente.

Por lo que respecta al reproche de mordaci-dad, respondere que siempre se ha concedidoal ingenio la libertad de chancearse sin recelode las cosas humanas, con tal que esa licenciano degenere en frenesı. Por lo cual, me admi-ra grandemente la delicadeza de los oıdos denuestros dıas; casi no pueden escuchar sinolos tıtulos aduladores, y por eso veras gentesque entienden tan al reves la religion, queantes toleraran los mas graves ultrajes con-tra Cristo, que una ligera broma acerca de unPapa o de un rey, sobre todo si en ello les vael pan.

Pero yo pregunto: Criticar las costumbres7A lo largo de toda la obra Erasmo recoge, de la tradicion griega, la encarnacion de ideas, una muestra

es que haya escrito aquı en griego FilautÐa (Filaucia), que en espanol significa el Amor Propio, refiriendosea el como a un personaje que engana.

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de los hombres sin atacar a nadie individual-mente, ¿es acaso morder, o mas bien ensenary aconsejar? Por lo demas, ¿no me criticoyo mismo desde muchos aspectos? Ademas,cuando en la crıtica no se omite ningunaclase social, no puede decirse que vaya con-tra nadie en particular, sino contra todos lospaıses, y, por consiguiente, si alguno se con-siderase ofendido, o es que su conciencia leacusa o, por lo menos, teme verse retratadoen ella.

San Jeronimo escribio en este genero conmas libertad y mordacidad, en varias ocasio-nes hasta sin perdonar los nombres propios.En cuanto a nosotros, aparte de que nos he-mos abstenido completamente de nombrar anadie, hemos guardado tal moderacion en elestilo, que el lector avisado comprendera des-de luego que nuestro animo ha sido mas bienagradar que morder. En ningun momento he-mos seguido el ejemplo de Juvenal, remo-viendo el fangal oculto de los vicios, sino quenos hemos limitado a pasar revista a las ridi-culeces mas bien que a las torpezas. Y si hay

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alguien a quien estas razones no le conven-zan, tenga en cuenta, por lo menos, lo bonitoque es ser censurados por la Necedad, y que,al hacerla hablar, hemos debido caracterizar-la convenientemente.

Pero ¿a que insistir mas contigo, siendo,como eres, ten especial abogado, que aun lascosas que no fueran tan justas como estas pu-dieras defender magistralmente? Adios, elo-cuentısimo Moro, y toma con calor la defen-sa de esta Moria.

En el campo, 9 de junio de 1508.

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HABLA LA NECEDAD

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CAPITULO PRIMERO

INTRODUCCION

Digan lo que quieran las gentes acerca demı (pues ignoro cuan mala fama tiene la

Necedad, aun entre los mas necios), sola, yo soy,no obstante, la que tiene virtud para distraer alos dioses y a los hombres. Si quereis una pruebade ello, fijaos en que apenas me he presentadoen medio de esta numerosa asamblea para diri-giros la palabra, en todos los rostros ha brilladode repente una alegrıa nueva y extraordinaria,habeis desarrugado al momento el entrecejo yhabeis aplaudido con francas y alegres carcaja-das, que, a decir verdad, todos los aquı presen-tes me pareceis ebrios de nectar y de nepenta8

como los dioses de Homero, mientras, hace uninstante, os hallabais tristes y preocupados, cualsi acabaseis de salir del antro de Trofonio9.

8Hierba mencionada por Homero en la Odisea que hacıa olvidar toda preocupacion.9Asesino mencionado por Luciano en su obra Dialogos quien dio muerte a su hermano Agomedes. Fue

enterrado en una cueva, lugar del oraculo que llenaba de tristeza y melancolıa a los que le consultaban.

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Ası como cuando el sol matutino muestra a latierra su faz resplandeciente y radiante, o comocuando despues de un crudo invierno surge otravez la primavera en alas de los cefiros, pareceque todas las cosas adquieren nuevo aspecto,nuevo color y nueva juventud, del mismo modose han transfigurado vuestros semblantes nadamas verme aparecer, logrando de este modo misola presencia lo que apenas logran conseguirlos mejores oradores con esos discursos prolijosy cuidadosamente preparados, que pocas vecesconsiguen disipar el tedio al auditorio.

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CAPITULO II

TEMA DEL DISCURSO

Si quereis saber el asunto que me trae antevosotros con tal raro adorno, vais a sa-

berlo, si os dignais escucharme, pero no con laatencion que soleis prestar a los predicadores,sino con los oıdos que prestais a los charlatanes,a los juglares y a los bufones, o bien con aquellasorejas que puso antiguamente nuestro amigo elrey Midas para escuchar al dios Pan10. Me hadado hoy por hacer un poco de sofista ante vo-sotros, no ciertamente como esos pedantes queen nuestros dıas llenan de majaderıa los cere-bros de los ninos, ensenandoles a discutir conmas terquedad que las mujeres, sino a imitacionde los antiguos, que, para evitar el descredito enque habıa caıdo el nombre de sabio, prefirieronllamarse sofistas, y cuyo oficio consistıa en ce-lebrar con elogios la gloria de los dioses y de loshombres ilustres. Vosotros, pues, vais a oır tam-bien un elogio; pero no va a ser el de Hercules

10Alusion a las Metamorfosis de Ovidio en que se alude a la leyenda de Midas, a quien Apolo cambio susorejas por las de un asno por haber preferido la flauta de Pan a su lira.

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ni el de Solon, sino el mıo propio, es decir, el dela Necedad.

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CAPITULO III

DEFENSA DE LA PROPIA ALABANZA

Pues bien: yo no considero sabios a los quecreen que alabarse a sı mismos es la ma-

yor de las necedades y de las insolencias. Seanecio, si ası lo prefieren con tal que se reconozcaque esta necedad esta muy puesta en su lugar.¿Hay, en efecto, cosa mas natural que el quela necedad entone sus propias alabanzas y sede bombo a sı misma? ¿Quien puede darme aconocer mejor que yo? A no ser que por casua-lidad se encuentre entre vosotros alguno que meconozca mejor que yo. De esta manera me pa-rece que doy pruebas de ser mas modesta queesos hombres a los que el vulgo llama grandesy sabios, y que, depuesto todo pudor, suelen so-bornar a un retorico adulon o a un poeta par-lanchın y le ponen a sueldo para oırle recitar susalabanzas, que no son mas que purısimas menti-ras, lo cual no impide que el elogiado, afectandohumildad, haga la rueda y yerga la cresta a lamanera de un pavo, mientras el impudico adu-

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lador coloca a aquella nulidad al nivel de losdioses y la presenta como un perfecto modelode todas las virtudes, sin reparar en que distamas de ellas que la luna de la tierra, ni en que suempresa sea algo ası como adornar una cornejacon plumas ajenas o blanquear a un etıope, oconvertir a una mosca en elefante. En fin, yo meatengo a aquel proverbio que dice: “Con razonse alaba a sı mismo quien no encuentra nadieque le alabe.”

Por lo cual, declaro con toda franqueza queno se si admirar mas la ingratitud o la indolen-cia de los hombres para conmigo, pues, aunquetodos me festejen asiduamente y todos recibancon placer mis beneficios, jamas ha habido unosolo a quien se le haya ocurrido cantar en unagradable discurso las alabanzas de la Necedad,mientras que no han faltado quienes hayan en-salzado, a costa de su aceite y de su sueno, conelogios bien compuestos, a los busiris11, a los fa-laris12, a las cuartanas, a las moscas, a la calviciey a otras calamidades por el estilo.

Vais, pues, a oır de mis labios un discurso, el11Busiris es un rey legendario egipcio que torturaba y mataba a todos los extranjeros que entraban en

Egipto.12Falaris es un tirano que asaba a todas sus vıctimas, cuyo encomio fue escrito por Luciano.

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cual, por ser precisamente improvisado y pocotrabajado, sera mas verdadero.

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CAPITULO IV

CARA A CARA DE LA NECEDAD

No vayais a creer que con mis palabras mepropongo lucir mi ingenio, como es cos-

tumbre de casi todos los oradores de estos tiem-pos, los cuales ya sabeis que cuando pronuncianun discurso elaborado durante treinta anos, yque algunas veces ni siquiera es suyo, juran que,como por juego, lo han compuesto o dictado entres dıas.

A mı siempre me ha causado gran placer de-cir de repente cuanto se me viniera a la boca,y, por tanto, nadie espere de mı que, siguiendola costumbre de estos retoricos vulgares, proce-da por una definicion de mı misma, ni muchomenos por una division, pues serıa entrar conmal pie el circunscribir dentro de ciertos lımitesa una divinidad cuyo imperio se extiende portodas partes, o el dividir a aquella a quien todala tierra rinde un culto unanime. Y, bien mi-rado, ¿a que conducirıa el trazar mediante unadefinicion mi esbozo o mi retrato, teniendome

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como me teneis delante de los ojos? Porque yosoy, como podeis ver, aquella dispensadora debienes llamada por los latinos Stultitia, y porlos griegos, Moria.

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CAPITULO V

SINCERIDAD DE LA NECEDAD E INGRATITUD DE LOSSABIOS PARA CON ELLA

Pero ¿para que voy a insistir en esto, comosi no llevase grabado en el rostro y en la

frente que clase de pajaro soy, como dice el pue-blo, o como si alguno que me confundiese conMinerva o con la Sabidurıa, no hubiera de con-vencerse al punto de su error con sola una mira-da y sin necesidad de recurrir a la palabra, puesla cara es el espejo infalible del alma? En mı nohay lugar para el engano, ni llevo una cosa enel corazon y otra en la boca; soy siempre y entodas partes identica a mi misma, de tal modoque no pueden disimularme ni aun aquellos quesaben cubrirse con una apariencia dandose tonoy echandoselas de sabios, cuyo nombre se arro-gan como monas vestidas de purpura o comoasnos con piel de leon, que no dejan de asomarpor algun sitio las formidables orejas de Midas,por muy bien que se disfracen.

Ingrata, sin duda, es esta clase de hom-

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bres que, siendo mis mas fieles partidarios,averguenzanse de mi nombre delante del mun-do, hasta el punto de lanzarlo con frecuencia alos demas como un grave insulto. Siendo estos,pues, en realidad, archinecios, aunque quieranpasar por unos sabios y por unos Tales de Mile-to, ¿no merecerıan, por derecho propio, que losllamasemos morosofos, es decir, sabios-necios?

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CAPITULO VI

LA NECEDAD IMITA A LOS RETORICOS

Quiero imitar con esto a los retoricos de

nuestro tiempo, que se creen dioses consolo mostrarse con dos lenguas, como la sangui-juela, y que piensan hacer maravillas encajandode cuando en cuando en sus discursos latinos al-gunas palabras griegas, con las que hacen, aun-que no venga a cuento, una especie de mosai-co. A falta de terminos exoticos, desentierrande algun viejo pergamino cuatro o cinco pala-bras anticuadas, cuya oscuridad ofusque a loslectores, para que aquellos que las entiendan se

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complazcan mas y mas con ello, y los que no, losadmiren tanto mas cuanto menos comprendan.Porque conviene que sepais que mis fieles acep-tan una cosa tanto mejor cuanto de mas lejosviene, y este no es uno de sus mejores placeres.Y si entre ellos hubiese algunos mas vanidosos,rıan, aplaudan y muevan, como el asno, las ore-jas, que con ello tendran mas que suficiente pa-ra hacer creer a los demas que lo comprendena maravilla, aunque en el fondo no entiendanuna palabra. Y basta de esto. Volvamos ahoraa nuestro tema.

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CAPITULO VII

PROGENIE DE LA NECEDAD

Sabeis, pues mi nombre, varones estultısi-mos, y digo estultısimos porque ningun

otro epıteto mas honroso puede emplear la dio-sa Necedad para honrar a sus creyentes. Mas,como entre vosotros no hay muchos que conoz-can mi genealogıa, voy a intentar exponerla conel auxilio de las Musas.

No debo mi nacimiento ni al Caos, ni a Pluton,ni a Saturno, ni a Jupiter, ni a ningun otro dela casta de estos dioses podridos de vejez, sinoque me ha engendrado Pluto, que es el supremodios, el padre de los dioses y de los hombres,digan lo que quieran Homero, Hesıodo y aun elmismo Jupiter. Pluto, a cuyo antojo hoy, comosiempre, trastornanse desde sus cimientos las co-sas sagradas y profanas; por cuyo arbitrio se ri-ge la guerra, la paz, los imperios, los consejos,la justicia, las asambleas populares, los matri-monios, los tratados, las alianzas, las leyes, lasartes, lo comico, lo serio. . . (¡ay!, ¡me ahogo!) en

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una palabra, todos los negocios publicos y pri-vados de los hombres; Pluto, sin el cual toda esaturba de numenes de que hablan los poetas, yaun me atrevo a decir que hasta lo mismos dio-ses mayores, o no existirıan de ningun modo, ono podrıan comer caliente en su propia mora-da; Pluto, a quien si alguien hiciese montar encolera no le valdrıa ni el favor de Palas, y, encambio, si le fuere propicio, serıa capaz de au-torizarle para ahorcar a Jupiter con todos susrayos. Este es el padre de quien me envanezco,y este es de quien nacı; pero no porque me hayasacado de su cabeza, como lo hizo Jupiter conla tetrica y cenuda Minerva, sino por habermeengendrado en Hebe, ninfa de la juventud, quees mil veces mas bella y mas alegre.

No; yo no he sido fruto de un insıpido deberconyugal, como aquel cojo herrero (Vulcano),sino que, lo que es mas hermoso, a mı me handado el ser los besos del amor, segun dice Ho-mero. Pero no vayais a creer que nacı de aquelPluto que nos pinta Aristofanes cuando ya es-taba ciego y con un pie en la sepultura, sino delPluto vigoroso, rebosante de juventud, y, sobre

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todo, del nectar abundantısimo y de sin igualpureza que el gustaba de saborear en los ban-quetes.

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CAPITULO VIII

PATRIA Y CRIANZA DE LA NECEDAD

Si ahora me preguntais cual es el lugar de minacimiento (puesto que hoy dıa la tierra

donde un nino ha lanzado su primer vagido en-tra por mucho en su nobleza), sabed, pues, queno vi la luz ni en la erratica isla de Delos13, nien el mar undoso, ni en las profundas cavernas,sino en las islas Afortunadas14, en donde todocrece espontaneo y sin cultivo; en donde no seconocen ni el trabajo, ni la vejez, ni la enfer-medad, ni tampoco se ven nunca el gamon ni

13Isla del Egeo que, segun la leyenda, Zeus hizo surgir del fondo del mar para que pudiera nacer en ellaApolo y Artemisa.

14La literatura antigua –Homero, Hesıodo, Pındaro, Plinio y Horacio, etc.– hablan de ellas y nos lasdescriben como lugar fertil y sin rastro de enfermedad.

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la malva, ni la cebolla, ni el altramuz, ni el ha-ba, ni otras plantas vulgares, pues allı, como enlos jardines de Adonis15, deleitan por doquier lavista y el olfato el ajo aureo, la pance, la nepen-ta, la mejorana, la artemisa, el loto, la rosa, lavioleta y el jacinto.

Nacida en medio de tantas delicias, nocomence llorando mi inmortal carrera, sino queal abrir los ojos, sonreı amorosamente a mi ma-dre; y no envidio a Jupiter la cabra que le ama-manto, porque a mı me dieron el jugo de suspechos dos graciosısimas ninfas: la Embriaguez,hija de Baco, y la Impericia, hija de Pan, a las

15Adonis es el dios de la vegetacion y de la felicidad.

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que podeis ver entre las personas de mi sequito.Si conocer quereis los nombres de las demas, voya decıroslos; pero ¡vive Hercules!, que no ha deser sino en griego.

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CAPITULO IX

EL CORTEJO DE LA NECEDAD

Esta que veis de aire tan arrogante esel Amor Propio (FilautÐa); esta de ri-

suenos ojos y cuyas manos estan siempre dis-puestas al aplauso, se llama la Adulacion (Ko-lakÐa); esta que esta como aletargada y que pa-rece dormir, se llama el Olvido (Lhj ); esta otraque se apoya sobre sus dos codos y esta de brazoscruzados es la Pereza (MisoponÐa); esta corona-da con una guirnalda de rosas e impregnada deperfumes es la Voluptuosidad (<Hdon ); esta deaire indeciso y de extraviada mirada es la De-mencia (^Anoia); esta de nıtido cutis y de cuerpogentil y bien cuidado es la Molicie (Truf ). En-tre estas ninfas advertireis tambien dos dioses:uno se llama Con (K¸moc), genio de los ban-quetes, y el otro, Morfeo (n greton ^Upnon) oSublime Modorra, genio del sueno. Con el au-xilio, pues, de estos fieles servidores, todas lascosas estan bajo mi mando y ejerzo imperio so-

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bre los mismos emperadores.16

16En otros textos escriben L jh, Truf�, Kwmon, VUpnon, las demas igual (siempre con theta y no convartheta).

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CAPITULO X

LA NECEDAD, POR LOS FAVORES QUE DISPENSA, ESSEMEJANTE A LOS DIOSES

Ya conoceis mi origen, mi educacion y misequito. Ahora bien: para que nadie sos-

peche que usurpo el tıtulo de diosa, oıd atenta-mente los innumerables beneficios que propor-ciono a los dioses y a los hombres, y hasta dondese extiende mi imperio. Porque si alguien ha es-crito con acierto que el caracter distintivo de undios consiste en proteger a los mortales, y si me-recieron ser admitidos en el senado de los dioseslos que descubrieron el vino, el trigo, o cualquierotra cosa util al genero humano, ¿como puedenegarseme a mı el derecho de ser y llamarme elalfa de todos ellos, a mı, que soy para todos elmanantial de toda clase de bienes?

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CAPITULO XI

PODER DE LA NECEDAD EN LOS ORIGENES DE LA VIDA

Y en primer lugar, ¿que puede haber masdulce y mas precioso que la vida? Y sien-

do ası, ¿quien en los comienzos de ella tiene masparte que yo? Ni la lanza temible de Minerva, niel escudo del tempestuoso Jupiter, serıan capa-ces de engendrar y propagar la especie humana.

El mismo Jove, padre de los dioses y de loshombres, que con un movimiento de cabeza con-mueve a todo el Olimpo, no encuentra el menorreparo en dejar a un lado su triple rayo y surostro de titan, con el que hace temblar a losmismos dioses cuando quiere, y en disfrazarsecomo un histrion, siempre que le entran ganasde aumentar el numero de sus hijos, cosa que leocurre muy a menudo.

Sabido es que los estoicos17 se creen casi dio-ses; pues bien: dadme uno de ellos que sea dos,tres, o, si quereis, mil veces estoico, y tened porseguro que yo no le hare cortar la barba, esa in-

17filosofos caracterizados por su indiferencia ante las circunstancias de la vida. Ni el placer ni el dolor sonnormas de conducta. La razon y el seguimiento de la naturaleza eran sus normas fundamentales.

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signia de sabidurıa que comparte con los machoscabrıos, pero por lo menos hare que desarrugueel entrecejo y la frente, que abandone por unmomento sus dogmas inmutables y que come-ta alguna que otra tonterıa o extravagancia. Enresumidas cuentas, a mı y a nadie mas que amı tendra que acudir el sabio apenas quiera serpadre.

Mas ¿por que no hablaros claro y sin ambages,

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segun mi vieja costumbre? Decidme: ¿es acasola cabeza, la cara, el pecho, la mano, la oreja ocualquier otra parte del cuerpo de las llamadashonestas la que pose la virtud de engendrar alos dioses y a los hombres? Me parece que no;la propagadora del genero humano es mas bienotra parte tan necia y ridıcula que no se puedenombrar sin reırse.

Este es, cabalmente, el manantial sagrado dedonde fluye la vida con mas verdad que del cua-terno de Pitagoras18. Porque ¿que hombre, de-cidme, ofrecerıa su cabeza al yugo del matri-monio si, como suelen hacer los sabios, pensaseantes seriamente en los inconvenientes de la vi-da conyugal, ni que mujer consentirıa que se leacercase un varon si conociese o examinase so-lamente los peligrosos dolores del parto, o lasmolestias de criar los hijos? Pues si debeis la vi-da a matrimonio, y el matrimonio se lo debeisa la Demencia, mi companera, sacad la conse-cuencia de lo que me debeis a mı. ¿Que mujerque ha sufrido una vez aquellos trabajos, quisie-ra volver a pasarlos si no fuera gracias a la virtud

18Los Pitagoricos son filosofos griegos (siglos vi-v a.C.) que sostienen que la esencia de las cosas son losnumeros. Los cuatro primeros numeros son la base del sistema cosmico.

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del Olvido? La misma Venus (pese a Lucrecio),no tendrıa fuerza ni poder sin mi ayuda.

Pues bien: de esta broma mıa, irrisoria yridıcula, provienen los filosofos llenos de orgu-llo, a quienes hoy han sucedido los que el vulgollama monjes, los purpurados reyes, los piadosossacerdotes, los tres veces santısimos pontıfices, y,en fin, toda esa turba de semidioses, tan nume-rosa que el Olimpo, con ser tan grande, apenaspuede contener.

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CAPITULO XII

EL PLACER, COMO BIEN SUPREMO

Poco supondrıa, sin embargo, haberos de-mostrado que yo soy el principio y la

fuente de la vida, si no os demostrara ademasque todas las dichas de este mundo las debeistambien a mi munificencia. ¿Que serıa, en efec-to, la vida, si vida pudiera entonces llamarse, sise le quitara el placer? Veo que aplaudıs. Biensabıa yo que ninguno de vosotros era bastantecuerdo, o, mejor, bastante necio, mas vuelvo adecir bastante cuerdo para no ser de mi opinion.

Los mismos estoicos, aunque es cierto que nodesprecian el placer, saben disimularlo con gransagacidad y decir de el mil perrerıas cuandoestan delante de la gente, pero es solo con el ob-jeto de apartar a los demas del pastel y gustarloellos despues a todo su sabor. Pero dıganme, porJupiter: ¿hay un solo dıa en la vida que no seatriste, monotono, insıpido, aburrido y molesto,si no se le adereza con el placer, es decir, conla salsa de la necedad? El testimonio de Sofo-

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cles, nunca bastante ponderado, serıa en verdadsuficiente para probarlo. Pues el fue el autor deaquel hermosısimo elogio que hizo de mı, al de-cir que la vida mas agradable solo se alcanza nosabiendo absolutamente nada.

Pero esto no basta; hay que probar ahora enparticular todo lo dicho.

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CAPITULO XIII

INTIMA RELACION DE LA INFANCIA Y DE LA VEJEZ CONLA NECEDAD. –BENEFICIOS QUE ESTA REPORTA A LA

VEJEZ

Nadie ignora que la primera edad delhombre es la mas venturosa y la mas

grata de todas. Y ¿que es lo que vemos en losninos que nos mueve a besarlos, a abrazarlos,a acariciarlos, y que hace que nos parezca quehasta tienen la virtud de desarmar al enemigo,sino el atractivo de la necedad, con que la pru-dente Naturaleza ha adornado las frentes de losrecien nacidos, a fin de que puedan pagar en pla-cer los trabajos de la crianza y conquistar porsu amabilidad la proteccion que necesitan?

Y la juventud, edad que sucede a la infancia,¡cuan placentera es a todos! ¡Como es por todosfestejada! ¡Con que solicitud se la ayuda y conque interes se le tiende una mano en su auxilio!Pregunto yo ahora: ¿De donde proviene este en-canto de la juventud sino de mı, a quien se debeque los que menos saben sean, por ello mismo,los que menos se enojen?

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Tendrıaseme por embustera si no anadieseque, a medida que el adolescente va entrandoen anos y la experiencia de las cosas y el estudiode las ciencias le hacen adquirir algunos cono-cimientos, comienza tambien a marchitarse suhermosura, a languidecer su gallardıa, a enfriar-se su donaire y a disminuir su vigor. Cuantomas se aparta de mı, menos va viviendo cadadıa, hasta que, al fin, llega a la refunfunadoravejez, edad tan molesta, no solo para los demas,sino tambien para sı mismo, que ningun mortalpodrıa soportarla si yo, compadecida nuevamen-te de sus trabajos, no le echase la mano. Puescomo los dioses de que nos hablan los poetas,suelen salvar en los peligros a sus protegidos me-diante alguna metamorfosis, ası yo, cuando losveo proximos al sepulcro y en cuanto me es po-sible, los torno a la infancia; razon por la cual lagente suele llamar a la vejez segunda infancia.

Si alguien desea saber como hago este reju-venecimiento, no voy a ocultarlo. Para hacerlo,conduzcolos a las margenes del Leteo, rıo quenace en las islas Afortunadas (pues por el In-fierno no corre mas que un pequeno riachuelo),

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para que allı, bebiendo a grandes sorbos el aguadel Olvido, vayan poco a poco aminorando suscuidados y vuelvan a la juventud.

Se me objetara que esto no es otra cosa que ha-cerlos divagar y chochear. Lo concedo; pero pre-cisamente por eso se convierten en ninos; y ¿noes propio de ellos chochear y desvariar? ¿Que esmas que el no saber lo que hace que esa edadsea tan deleitosa? ¿Quien no detestara y abo-minara como una monstruosidad que la infan-cia tenga una sabidurıa prematura? De ahı elconocido proverbio del vulgo: “Odio al nino de-masiado listo.”

¿Quien aguantarıa la amistad o el trato de unanciano que a su gran experiencia del mundouniese la plenitud de sus facultades mentales y

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el rigor de sus crıticas? Por tanto, beneficio espor parte mıa hacer chochear a la vejez.

Fuera de esto, la aparto por tal medio de laspreocupaciones que el mismo sabio no puede evi-tar, con lo cual el viejo no deja de ser buen com-panero de bebienda, no siente el tedio de la vida,que apenas soporta la edad mas vigorosa, y sino torna algunas veces hasta a deletrear el ver-bo amar como el vejete de Plauto, lo consideracomo cosa desgraciada.

Y mientras tanto, el viejo es feliz gracias a mifavor; es agradable para los amigos y no care-ce de gracia en las francachelas. Segun Home-ro, los labios de Aquiles no destilaban mas quehiel, mientras que de la boca de Nestor fluıanpalabras mas dulces que la miel, y los ancianosque se congregaban en la puerta occidental delas murallas de Troya se entregaban a apaciblesconversaciones.

Considerada desde este aspecto, la vejez su-pera a la infancia, edad dichosa, sin duda, pe-ro, al fin y al cabo, infantil, ya que le faltanesas charlas amenas, principal recreo de la vi-da. Conviene observar que los viejos quieren con

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frenesı a los ninos, y estos a los viejos, sin dudaporque (como dice el poeta Homero) “los dio-ses se complacen en poner siempre juntos a losque se semejan”. ¿En que otra cosa se diferen-cia sino en que el viejo tiene mas arrugas y masanos? Por lo demas, todo es igual entre ellos:cabellos descoloridos, boca desdentada, cuerpopequeno, apetencia de la leche, balbuceo, char-latanerıa, frivolidad, olvido de las cosas y faltade reflexion.

Cuanto mas avanza el hombre hacia la vejez,mas va pareciendose a los ninos, hasta que, aligual de estos, el viejo se va al otro mundo sinsufrir el cansancio de la vida y sin sentir la muer-te.

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CAPITULO XIV

LOS BENEFICIOS DE LA NECEDAD SON SUPERIORES ALOS DE LOS DIOSES, PORQUE HACE DURADERA LA

JUVENTUD Y ALEJA LA VEJEZ

Despues de esto, comparese este benefi-cio que yo dispenso con las metamorfosis

que operan los dioses, y no me refiero a las quehacen cuando estan airados, sino a las que eje-cutan en las personas; los mas benevolos suelentransformarlas ya en arbol, ya en ave, ya en ci-garra, y hasta en serpiente. ¡Como si el ser otracosa de lo que se es no fuera ya una especie demuerte! Yo, en cambio, devuelvo a los mismoshombres lo mejor y mas feliz de su existencia,y en verdad os digo que, si rompieran toda re-lacion con la sabidurıa y en todas las edadesse guiaran por mı, no envejecerıan y gozarıandichosos de una juventud perpetua.

¿No veis esos rostros palidos entregados al es-tudio de la Filosofıa o a serios y arduos negocios,ya envejecidos, por lo general, antes de llegar ala plena juventud, a causa del trabajo y de latension incesante del pensamiento que ha agita-

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do en ellos el espıritu y ha secado la savia de susvidas?

No ası son mis necios, regordetes, lucidos yrebosantes de salud en su piel, como verdade-ros cerdos acarnienses19; desde luego, no expe-rimentan ninguna de las incomodidades de lavejez, a menos que, como a veces acontece, seinficionen con el contagio de la sabidurıa. ¡Tanverdad es que nada amarga tanto la vida delhombre como no poder lograr felicidad comple-ta!

En apoyo de lo que acabo de decir, os citare eladagio vulgar que dice: “La necedad es la unicacosa que detiene la fugacısima juventud y retar-da la pesada vejez.” Con razon los de Brabantehan practicado esto, segun opinion del vulgo,pues dicen que, ası como los demas hombres,con los anos, adquieren la sensatez, ellos, a me-dida que envejecen, van haciendose mas necios,y sabido es que no hay otra nacion que tomela vida tan en broma ni que sienta menos lastristezas se la senectud. Con ellos tienen muchoparecido mis holandeses, tanto por la proxima

19Cerdo de la piara de Epicuro. Erasmo se refiere aquı a los epicureos, considerados sin escrupulos y sinmoral en su busqueda del placer.

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vecindad como por sus costumbres, y digo misholandeses, porque me rinden un culto tan asi-duo que hasta del pueblo merecieron un apodoque, lejos de avergonzarse de el, se lo adjudicancomo un honor.

¡Id ahora, oh estupidos mortales, en busca delas Medeas20, de las Circes21, de las Venus yde las Auroras, de no se que fontana, a pedir-les los restituyan a su primera juventud! ¿Nocomprendeis que yo soy la unica que puedo ysuelo darla, la unica que poseo aquel magico eli-xir con el que la hija de Memnon prolongo losdıas de su abuelo Titono, que yo soy la Venusa quien Faon debio su rejuvenecimiento, de talmodo que a Safo enloquecio de amor, que sonmıas las hierbas maravillosas, si es que las hayde esta clase, que es a mı a quien dirigen todassus suplicas, y que mıa es, en fin, la fuente divinaque no solo devuelve la pasada juventud, sino, loque es mejor aun, la conserva perpetuamente?

Si todos vosotros, pues, estais conformes con-migo en que nada hay tan deseable como la ju-ventud, ni nada mas detestable que la vejez, creo

20Se dice que Medea fue la que renovo la juventud de Jason, hirviendole en hierbas.21Circe fue la bruja que convirtio a los companeros de Ulises en Cerdos.

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que reconocereis cuanto me debeis a mı, a mı,que hago duradero tanto bien y evito tanto mal.

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CAPITULO XV

NECEDAD DE LOS DIOSES

Pero ¿por que hablar mas de los tales?Traslademonos al Empıreo, y consiento

en que hasta mi nombre sea un oprobio paramı si se encuentra en uno solo de los dioses al-go que no sea aspero y despreciable, como nosea con mi ayuda. ¿Por que Baco, si no, ha si-do siempre un mancebo de poblada cabellera?Pues, sencillamente, porque, pasandose toda lavida en insensateces y borracheras, en banque-tes, danzas, canciones y fiestas, no se permite elmas ligero trato con Palas; mas, por el contrario,la tiene a tanta distancia para pasar por un sa-bio, que prefiere que se le honre unicamente conburlas y con farsas, y no se ofende por el sobre-nombre de fatuo que le da un proverbio griegocuando se dice de el que es mas necio que unacabeza pintarrajada con heces, por alusion a lacostumbre que tienen los vendimiadores de em-badurnar en sus fiestas con mostos y con zumode higos frescos la estatua sedente del dios colo-

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cada a la puerta de los templos. Y ¡que injustasburlas no se han hecho contra el en las antiguascomedias! “¡Oh insulso dios –exclaman–, dignode haber nacido del muslo de Jupiter!”

A pesar de todo, ¿quien no preferirıa ser comoel, insulso y fatuo, siempre alegre, siempre joven,distrayendo siempre a todos entre pasatiempos yregocijos, a ser como ese solapado Jupiter, anteel que todos tiemblan, o como el viejo Pan, quetodo lo envenena con sus terrores repentinos,o como el ruin Vulcano, lleno siempre de tizne

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de carbon y siempre trabajando en su fragua, ocomo la misma Minerva, terrible por su lanza yescudo, y mirando siempre de traves?

¿Y Cupido? ¿Por que siempre es un nino sinopor su simpleza, que le lleva a no pensar ni ha-cer nada con cordura? ¿Por que la blonda Venusrenueva constantemente su belleza? Sin duda,porque tiene conmigo cierta afinidad, de dondeproviene que sacase el color de mi padre, y poresta razon fue llamada por Homero aurea Ve-nus ; ademas, siempre se nos muestra risuena, sihemos de creer a los poetas y a sus emulos, losescultores. ¿Tuvieron, por ventura, los romanosotro culto mas fervoroso que el de Flora, madrede todas las voluptuosidades?

Con todo, si se lee atentamente en Homero yen otros vates la vida de los dioses mas austeros,se vera que descubren la necedad en todas lasacciones. ¿Para que recordar los amores y deva-neos de Jupiter Tonante, o los de aquella severaDiana que, olvidada del recato de su sexo, noiba tanto a la caza de animales como a la deEndimion, por cuyo amor se morıa?

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Oiga el que quiera a Momo reprocharle sus be-llaquerıas, pues el fue el que antiguamente se lasechaba en cara con frecuencia y quien les dio mo-tivo para que, enojados en medio de su felicidadpor las importunaciones de su sabidurıa, le pre-cipitasen sobre la tierra, como hicieron tambiencon Ate, diosa del mal; ningun mortal, desdeentonces, ha querido dar hospitalidad al deste-rrado, y mucho menos los reyes en sus palacios,en donde ocupa el primer puesto mi companerala Adulacion, que no tiene con Momo mas seme-janza que el cordero con el lobo y ası los dioses,libres de este importuno, y no teniendo ningunotro censor de sus acciones, pudieron divertir-se mas dulce y desahogadamente o, como diceHomero, como les dio la gana.

¿Que entretenimientos no ofrece aquel horte-lano Prıapo? ¿Que diversiones no proporcionanlos enganos y raterıas de Mercurio? ¿Y no esVulcano el que en los banquetes de los diosesacostumbra hacer de bufon, y ya su cojera, yasus patochadas, ya sus ridıculas salidas, hacendesternillarse de risa a aquellos beodos? Sileno,el famoso viejo enamorado, suele bailar el lascivo

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cordax con Polifemo, que brinca que se las pela,mientras las Ninfas apenas tocan la tierra consus pies; los Satiros semicabras representan lasimpudicas atelanas ; Pan, con tal cual estupidacancion, hace reır a todo el mundo, porque losdioses prefieren oır su canto antes que el de lasMusas, sobre todo cuando el vino se les sube a lacabeza. ¿Os dire lo que los dioses, ya bien bebi-dos, hacen al final de sus festines? ¡Por Hercules!Tantas necedades realizan que no puedo, al re-cordarlas, contener la risa.

Pero sobre este asunto mas vale callar, comoHarpocrates, no sea que algun dios acechon, nosoiga contar estas cosas, por decir las cuales elmismo Momo fue castigado.

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CAPITULO XVI

SUPREMACIA DE LA NECEDAD SOBRE LA RAZON

Hora es ya de que, a ejemplo de Home-ro, dejando las llanuras etereas, volva-

mos nosotros a la tierra, para que os muestreque, aquı como allı, no hay nada alegre ni felizsin mis favores. Notad primeramente con cuantasolicitud ha provisto la madre Naturaleza, crea-dora del genero humano, para que nunca faltaseel aderezo de la necedad.

Si es verdad, segun los definidores estoicos, quela sabidurıa consiste en seguir la razon, y la Ne-cedad, por el contrario, en dejarse llevar por laspasiones, ¿no lo es menos el que Jupiter, paraque la vida no fuera triste y amarga, nos dio mas

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inclinacion a las pasiones que a la razon, lo queva de media onza a una libra?

Por eso relego la razon a un pequeno rinconde la cabeza, mientras que llevo el desorden a lorestante del cuerpo, y ademas le opuso dos comotiranos violentısimos: la ira, que tiene la sede desu imperio en el corazon, fuente de la vida, yla concupiscencia, que tiende su dominio hastamas abajo de la region abdominal.

Cuanto pueda la razon contra estas dos fuer-zas gemelas declaralo suficientemente la conduc-ta ordinaria de los hombres, pues aunque cla-me ella indicando el recto camino hasta ponerseronca y dicte normas de honestidad, las otras serebelan contra esta pretendida reina, y gritanmas fuerte que ella, hasta que un dıa, cansadaya, acaba por rendirse a ellas.

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CAPITULO XVII

LA MUJER, ENCARNACION DE LA NECEDAD

Sin embargo, como quiera que el varon es-tuviese destinado a gobernar las cosas

de la vida, era preciso que tuviese algo mas deese adarme de razon que en el se infundio, y te-niendo Jupiter que consultar el caso, heme aquı,como otras muchas veces, llamada a consejo. Enverdad que pronto di uno digno de mı, a saber:que se diera una mujer al hombre. Es la mujer unanimal inepto y necio; pero, por lo demas, com-placiente y gracioso. De modo que su companıaen el hogar suaviza y endulza con su necedadla melancolıa y aspereza de la ındole varonil. Yası Platon, al vacilar entre incluir a la mujer enla categorıa de los animales racionales o en la delos irracionales, no se propuso mas que senalar-nos la insigne necedad de este sexo.

Si, por ventura, alguna mujer quisiera sentarplaza de sabia, no conseguirıa sino ser dos vecesnecia; es como si, a despecho de Minerva, seenviara un buey al gimnasio; porque todo aquel

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que contra su naturaleza toma las aparienciasde la virtud, torciendo su innata inclinacion, nologra sino que el vicio aparezca mas de bulto.Del mismo modo que, como dice un proverbiogriego, “aunque la mona se vista de seda, monase queda”, ası la mujer sera siempre mujer; esdecir, necia, disfracese como se disfrace.

A pesar de ello, no creo que las mujeres seantan tontas que vayan a enfadarse conmigo por elmero hecho de que una mujer, es mas, la mismaNecedad en persona, les reproche su necedad,porque si bien lo miran, es a la Necedad a quiendeben el ser por multiples razones mucho masdichosas que los hombres.

Tienen, en primer lugar, el privilegio de la her-mosura, que con razon anteponen a todas las co-sas, y por cuya virtud ejercen tiranıa aun sobre

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los mismos tiranos. ¿De donde creeis que pro-cede la disposicion desalinada del varon, su pielvelluda y su espesa barba, que le dan aspectode vejez, aun siendo joven, sino del habito de lacordura, mientras que en la mujer siempre ad-vertimos sus mejillas imberbes, su voz siemprefina y su cutis delicado, como si fuese la imagende una perpetua juventud?

En segundo termino, ¿que otra cosa ambicio-nan mas las mujeres en la vida que agradarmucho a los hombres? ¿No tienden a este finsus adornos, sus tintes, sus banos, sus peinados,sus afeites, sus perfumes y cuantos artificios em-plean para componerse, pintarse y fingir el ros-tro, los ojos y el cutis? Por consiguiente, ¿hayalgo que las haga mas recomendables a los hom-bres que la necedad? ¿Hay algo que estos no lespermitan? ¿Y a cambio de que, sino del deleite?Lo que deleita, pues, en las mujeres no es otracosa que la necedad, y ası no habra nadie, piensecomo quiera en su interior, que no disculpe lastonterıas que el hombre dice y las monerıas quehace cuantas veces lo disponga el apetito de lahembra.

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Ya sabeis, por tanto, cual es el manantial delprimero y principal placer de la vida.

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CAPITULO XVIII

IMPORTANCIA DE LA NECEDAD EN LOS BANQUETES

Pero hay algunos, principalmente entre losviejos, bebedores mas bien que mujerie-

gos, los cuales cifran en la mesa su placer pri-mordial. Discutan otros si un banquete sin muje-res puede tener algun encanto; pero lo que puedeafirmarse, desde luego, es que ninguno sera agra-dable sin la salsa de la necedad, hasta tal punto,que si en el no se encuentra por lo menos uno quecon necedad natural o simulada haga reır a losdemas, se pagara a algun bufon o se invitara aalgun ridıculo parasito que a fuerza de patocha-das, es decir, con frases necias, sepa ahuyentarde la fiesta el silencio y la tristeza.

Porque, mirandolo bien, ¿que placer habrıa enllenar la panza de toda clase de confituras, man-jares y golosinas si los ojos, los oıdos y el almatoda no recibiesen tambien su refaccion de risa,bromas y donaires?

De esta clase de postres yo soy unica repostera,porque es indudable que las ceremonias de los

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banquetes, el sorteo para elegir al rey del festın,el juego de los dados, los brindis recıprocos, lasrondas de vino, el cantar con el mirto, el danzary hacer pantomimas, no fue inventado por lossiete sabios de Grecia, sino por mı para la saluddel genero humano.

Bien miradas, pues, estas cosas, hay que decirque cuanto mas tienen de necias, tanto mejorse vive, que no se como pueda llamarse vidacuando es triste, y triste, en verdad, tiene queser la vida si no se la libra de la tristeza, hermanamelliza del hastıo, con toda clase de deleites.

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CAPITULO XIX

LA NECEDAD ES LA BASE UNITIVA DE LA AMISTAD

Habra, tal vez, algunas personas que,desdenando los deleites de la mesa,

complacense en el amor y trato de los amigos,diciendo y repitiendo que la amistad se ha deanteponer a todo, porque es una cosa tan ne-cesaria que no lo son mas ni el aire, ni el fue-go, ni el agua; tan agradable, que prescindir deella valdrıa tanto como prescindir del sol, y, fi-nalmente, tan honesta, si es que el serlo vieneal caso, que los mismos filosofos no vacilan encolocarla entre los primeros y principales bienes.

Pero ¿cual serıa vuestra admiracion si os de-muestro que yo tambien soy el principio y elfin de este inmenso beneficio? Y os lo voy aprobar, no valiendome de crocodilites, sorites,ceratines ni de ningun otro genero de argu-cias dielecticas, sino de una manera vulgar ymostrandolo como con el dedo.

Decidme: Hacer la vista gorda, confiarse de-masiado, cegarse, dejarse alucinar por los defec-

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tos de los amigos y, a veces, tomar y admirarcomo virtudes sus mayores vicios, ¿no es algomuy parecido a la necedad? El amante que besacon ardor un lunar de su querida, el que saboreael fetido aliento de su Ines, el padre que no en-cuentra mas que un pequeno estrabismo en suhijo bizco, ¿que es todo esto sino pura necedad?Sı, digamoslo muy alto: se trata de la necedad;pero esta sola necedad es la que une y conservalos lazos de la amistad.

Mas fijaos que me refiero a la generalidad delos hombres, de los cuales ninguno nace sin de-fectos, siendo el mejor de todos aquel que tienemenos, pues en los sabios, gente endiosada, o noarraiga la amistad o la vuelven desagradable einsıpida, y aun ası, no admiten en intimidad masque a escasas personas, por no decir que a nin-guna. Y la razon es obvia: como la mayorıa delos mortales desatinan –es mas: deliran de milmaneras–, y la amistad solo se entabla entre se-mejantes, resulta que, si alguna vez una mutuasimpatıa aproxima a aquellos austeros persona-jes, tal simpatıa jamas podra ser constante niduradera tratandose de esos enojosos espıas que

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andan siempre acechando las faltas de sus ami-gos con una vista tan penetrante como el agui-la o como la serpiente de Epidauro; en cambio,¡que ciegos son para los suyos, y cuan poco venel seno de la alforja que les cuelga a la espalda!

Ası, pues, dado que la condicion humana es talque no se hallara nadie, sin excluir a los hombresde gran talento, que no tenga grandes defectos;dado que los caracteres y gustos difieren tanto;dado que la vida esta sembrada de tantos erro-res, de tantos desaciertos y de tantos peligros,¿como podrıan gozar estos argos una hora se-guida de la dulce amistad si no la mantuvieselo que los griegos llaman con tanta exactitud laingenuidad, es decir, la necedad, o, si quereis,la indulgencia para con las debilidades del proji-mo?

¿Que mas? ¿No es Cupido, padre y autor detoda simpatıa, quien, completamente ciego, to-ma lo feo por hermoso, y de la misma manerahace que cada uno de vosotros encuentre bellolo que ama, y consigue que el viejo quiera a lavieja como el mozo a la moza? Pues esto es loque constantemente sucede en el mundo y causa

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risa; no obstante, esto, que es ridıculo, es lo queforma y une la agradable sociedad de la vida.

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CAPITULO XX

LA NECEDAD ES LA CONCILIADORA DEL MATRIMONIO

Lo que he dicho de la amistad puede aplicar-se con mayor razon al matrimonio, pues-

to que este no es mas que la union de dos vidasen una sola. ¡Oh dioses inmortales! ¡Cuantos di-vorcios, o cosas aun peores que el divorcio, severıan a cada paso si mis satelites la Adulacion,la Chanza, la Indulgencia, el Engano y el Di-simulo no viniesen a sostener y conservar lascostumbres y el vivir conyugal! ¡Ah!, ¡que pocosmatrimonios habrıa si el novio, obrando comoprudente, indagase a que juegos habıa jugadoantes de casarse la delicada doncellita, tan mo-desta y pudica en apariencia, y cuantos menospermanecerıan unidos si no quedasen ocultasmuchas hazanas de las mujeres, gracias al des-cuido y la estolidez de los esposos!

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Es cierto que todo esto es efecto de la nece-dad; pero no lo es menos que a ella se debe queel marido pueda soportar a la mujer y la mujeral marido, que la casa ande tranquila y que enella reine la concordia. La gente se rıe del infe-liz que enjuga con sus besos las lagrimas de laadultera, y le llama cornudo, consentido, ¡que seyo cuantas cosas mas! Pero ¿no es preferible en-ganarse de esta suerte a dejarse consumir por loscelos y convertirlo todo en escena de tragedia?

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CAPITULO XXI

LA NECEDAD, VINCULO DE TODA SOCIEDAD HUMANA

En suma, sin mı no habrıa sociedad posibleni relaciones solidas y agradables en la

vida; sin mı, a la verdad, el pueblo no soportarıalargo tiempo a su prıncipe, el senor a su criado,la criada a su duena, el discıpulo a su preceptor,el amigo a su amigo, la esposa a su marido, elmesonero a su huesped, el companero a su com-panero ni el convidado al anfitrion; si no se en-ganaran mutuamente, se adularan unos a otrosy usaran de complacencia, frotandose recıpro-camente con la miel de la necedad. Se que todoesto lo juzgais extraordinario; pero vais a oır al-go mas extraordinario todavıa.

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CAPITULO XXII

PAPEL QUE DESEMPEA FILAUCIA (EL AMOR PROPIO),HERMANA CARNAL DE LA NECEDAD

Decidme, yo os ruego: ¿Puede amar a al-guien el hombre que se odia a sı mismo?

¿Puede estar de acuerdo con otro quien no loesta consigo? ¿Es posible que agrade a los demasel que para sı sea molesto e insoportable? Creoque no habra quien lo afirme, como no sea masnecio que la Necedad. Y aun anado que si seprescindiese de mı, de tal modo nadie podrıasoportar a otro, que cada cual se apestarıa ası mismo, de sı propio sentirıa asco y a sı propiose odiarıa, ya que la Naturaleza, que no pocasveces mas bien que madre es madrastra, ha dis-puesto de tal manera el espıritu de los mortales,

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principalmente de los menos sensatos, que losincita a despreciar lo suyo y a admirar lo ajeno,lo cual es motivo de que todas las buenas cua-lidades y todos los atractivos y encantos de lavida se malogren o perezcan. ¿De que servirıa,por ejemplo, la hermosura, ese raro don de losdioses, si se contaminase con la mancha de laafectacion? ¿De que la juventud si la corrom-piese el humor avinagrado de la vejez?

Y puesto que la belleza debe ser reputada, nosolo como el principio esencial del Arte, sinotambien de todas nuestras acciones, ¿que es loque el hombre lograrıa realizar bellamente, yapara sı, ya para los demas, si no le tendiese sumano el Amor Propio, es decir, Filaucia, que sesienta a mi diestra y que bien puedo llamar mihermana, porque con tanta diligencia me supleen todas partes? ¿Hay algo que sea mas necioque la complacencia y la admiracion de sı mis-mo? Y, sin embargo, si estais descontentos devosotros, ¿que es lo que podrıa hacer con gen-tileza, con gracia y con dignidad? Quitad esteestımulo del amor propio, y al punto el oradorlanguidecera en su accion; el musico no conse-

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guira emocionar a nadie con sus cadencias; elactor, con todo su dominio escenico, no reco-gera mas que silbidos; el poeta y sus Musasseran objetos de irrision, y el pintor y su arte,desdenados; el medico, con todas sus drogas, semorira de hambre, y, en fin, veremos convertidosal lindo Nireo en el feısimo Tersites, al rejuve-necido Faon en el anciano Nestor, a Minerva encerdo, al locuaz en balbuciente y al cortes enpatan. ¡Tan necesario es que cada cual se lison-jee a sı mismo y se procure su estimacion antesde buscar el aprecio de los demas!

En fin, como la primera condicion de la felici-dad consiste en ser cada uno lo que quiere ser,mi hermana Filaucia da para ello grandes facili-dades y abrevia el camino haciendo que nadie sequeje de su fisonomıa, ni de su ingenio, ni de sunacimiento, ni de su estado, ni de su educacion,ni de su patria, de tal manera que el irlandes noquiera cambiar por el italiano, ni el tracio porel ateniense, ni el escita por el nacido en las is-las Afortunadas. Y ¡oh admirable solicitud de laNaturaleza, que en tanta variedad de cosas todolo iguala! Si ella niega a alguno ciertos dones, a

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ese precisamente le concede Filaucia alguna ma-yor parte de los suyos. . . , aunque en verdad queal hablar ası hablo neciamente, ya que los do-nes de Filaucia son los mas importantes que sepueden apetecer.

No necesito, mientras tanto, deciros que nohay ninguna magna empresa sin mi estımulo, niartes o ciencias que yo no haya inventado.

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CAPITULO XXIII

LA NECEDAD ES LA CAUSA DE LA GUERRA

Acaso no es la guerra el germen y la fuentede todos los hechos memorables? Y, sin

embargo, ¿que hay mas necio que empenarse enuna de esas luchas sin saber por que, de dondeambos bandos sacaran siempre mayor perjuicioque utilidad, y en las que los que sucumben,como se decıa de los megarenses, nada signifi-can?

Cuando dos ejercitos estan frente a frente yresuena el ronco estridor de los clarines, ¿deque servirıan esos sabios consumidos por el es-tudio, cuya sangre, debil y helada, apenas puedesostener su espıritu? Entonces, los que se nece-sitan son robustos y bien alimentados, que ten-gan mas audacia que inteligencia, a no ser que seprefieran guerreros como Demostenes, quien, si-guiendo el consejo de Arquıloco, apenas diviso alenemigo, tiro el escudo y huyo, mostrandose tancobarde soldado como formidable orador.

Mas la inteligencia, se dira, es de gran impor-

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tancia en la guerra; indudablemente, y ası loreconozco por lo que al jefe se refiere, y aunen este caso se necesita una inteligencia military no filosofica. Por lo demas, los truhanes, losalcahuetes, los ladrones, los asesinos, los villa-nos, los imbeciles, los petardistas y aquellos quese llaman la hez del pueblo, son los que llevana cabo empresas tan preclaras, pero nunca laslumbreras de la Filosofıa.

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CAPITULO XXIV

INUTILIDAD DE LOS SABIOS PARA TODOS LOSMENESTERES DE LA VIDA

De cuan inutiles sean los sabios para todoslos menesteres de la vida puede servir de

ejemplo el mismo Socrates, juzgado, aunque conpoco acierto, como sabio unico por el oraculode Apolo, y el cual, habiendo querido tratar enpublico no se que asunto, tuvo que retirarse enmedio de la rechiflada general de su auditorio.Verdad es que este varon no habıa perdido el jui-cio completamente, porque nunca quiso admitirpara sı el tıtulo de sabio, atribuyendolo solo aDios, y porque estimaba que el sabio debıa man-tenerse apartado de la polıtica, aunque hubierahecho muchısimo mejor ensenando, que el queaspire a vivir entre los hombres debe abstenersede toda sabidurıa. ¿Que fue sino su sabidurıalo que le llevo a ser vıctima de una acusacion ycondenado a beber la cicuta? Mientras filosofa-ba cerca de las nubes y de las ideas, y contabalos pasos de una pulga, y se extasiaba con el

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zumbido de un mosquito, no aprendıa aquellascosas que le eran mas necesarias para la vida.

Y Platon, su discıpulo, ¿como defendio a sumaestro? ¡Como abogado! Y por eso, atolondra-do por los gritos de la muchedumbre, apenas sipudo acabar su primer perıodo. ¿Que dire aho-ra de Teofrasto, que al empezar cierta arengaenmudecio de repente, como si hubiese visto aun lobo? Isocrates, que era capaz de animar alos soldados en un campo de batalla, era detal timidez, que jamas se atrevio a chistar enpublico. Marco Tulio Ciceron, el prıncipe de laelocuencia romana, temblaba y balbucıa comoun nino cuando comenzaba sus discursos, y, pormas que diga Fabio Quintiliano que esta timi-dez es propia de un orador inteligente y cono-cedor del peligro, no es posible decir esto sinreconocer abiertamente que la sabidurıa es unobstaculo para hacer las cosas con perfeccion.¿Que habrıan hecho estos sabios de haberse vis-to en el trance de combatir con las armas, si semorıan de miedo cuando tenıan que combatircon meras palabras?

A pesar de ello, se ensalza (¡sea!) aquella fa-

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mosa sentencia de Platon: “¡Que felices serıanlos pueblos si los reyes fueran filosofos, o losfilosofos reyes!” Pero si consultais la Historia, osconvencereis de que nunca ha habido gobiernosmas funestos para las naciones que aquellos enque el Poder cayo en manos de algun filosofas-tro o de algun aficionado a las letras, de lo cualcreo son suficiente testimonio los Catones, unode los cuales trastorno la Republica con denun-cias insensatas, y el otro echo por tierra hastalos cimientos de la libertad del pueblo romano,por defenderla con demasiada sabidurıa.

Anadid a estos los Brutos, los Casios, los Gra-cos y hasta al mismo Ciceron, que no fue me-nos pernicioso para la Republica romana queDemostenes para la ateniense. Marco AurelioAntonio, aun concediendo que fuese un buenemperador –si bien podrıa ponerlo en duda, por-que, por haber sido filosofo tan consumado, sumismo nombre se habıa hecho antipatico y odio-so a los ciudadanos–, pero aun concediendo, re-pito, que fuese bueno, es indudable que el go-bierno de su hijo Commodo resulto tan desas-troso para Roma, cuanto saludable habıa sido

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el del padre, porque es de notar que todos losque se entregan al estudio de la sabidurıa, siendoinfelicısimos en las cosas del mundo, lo son sin-gularmente en la procreacion de sus hijos, en locual, a mi juicio, la previsora Naturaleza procu-ra que el mal de la sabidurıa no invada la especiehumana y, por eso, Ciceron tuvo un hijo dege-nerado, como es sabido, y los del sabio Socratessalieron mas a la madre que al padre, segun loha hecho notar cierto autor, lo cual vale tantocomo decir que fueron tontos.

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CAPITULO XXV

CONTINUA LA MISMA MATERIA

Pudiera, sin embargo, tolerarse a los sa-bios el desempeno de los cargos publicos,

aunque nos hiciesen el efecto de asnos tocandola lira, con tal que en los restantes negocios mos-traran singular maestrıa; pero llevad un sabio aun banquete, y es seguro que aguara la fiesta consu melancolico silencio o con sus impertinentescuestioncillas; hacedle bailar, y creereis ver sal-tar a un camello; conducidle a un espectaculo, ysolo mirarle a la cara bastara para que nadie sedivierta y, como al sabio Caton, se le rogara queabandone el teatro, ya que no puede desarru-gar el entrecejo; si cae en medio de una conver-sacion, caera de improviso como el lobo de lafabula; si se trata de compras, de convenios, enuna palabra, de alguna de esas cosas de las queno puede prescindirse en la vida diaria, dirıaisque nuestro sabio mas parece un tronco que unhombre.

Por tanto, como es del todo inhabil para las

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cosas ordinarias y discrepa enteramente de lasopiniones y de las costumbres del vulgo, resultaabsolutamente inutil para sı, para los suyos ypara la patria; por lo cual se comprende tambienque tal diferencia de conducta y de sentimientosdebe hacerle aborrecible para todo el mundo.

Ası, pues, como nada hay en el mundo que noeste lleno de necedad, y hecho por necios y paranecios, yo aconsejarıa a aquel que pretendierair contra la corriente que, imitando a Timon, elmisantropo, se vaya a un desierto, y allı solitopodra refocilarse con su sabidurıa.

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CAPITULO XXVI

IMPORTANCIA POLITICA DE LA NECEDAD

Mas, volviendo a mi proposito, ¿que fuer-za ha podido reunir en ciudades a hom-

bres salvajes, rudos e ignorantes, sino la adula-cion? No otra cosa significan las simbolicas cıta-ras de Anfion y de Orfeo. ¿Que fue lo que devol-vio la tranquilidad a la plebe romana, cuandoya estaba proxima a sucumbir? ¿Acaso un dis-curso filosofico? Nada de eso, sino el pueril yridıculo apologo del vientre y de las demas par-tes del cuerpo, de analoga virtud que el otro deTemıstocles sobre la zorra y el erizo. Ningunadisertacion filosofica llegarıa a producir un efec-to semejante al que produjo aquella fabula de lacierva de Sertorio, o la de los perros de Licurgo,o tambien aquella otra, digna de risa, sobre lamanera de arrancar los pelos de la cola del caba-llo del mismo Sertorio, y no quiero decir nada deMinos y de Numa, que gobernaron al pueblo ne-cio con sus fabulosas invenciones. Tales son lastonterıas que exaltan a esa enorme y poderosa

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bestia que llamamos pueblo.

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CAPITULO XXVII

LA VIDA HUMANA NO ES MAS QUE UN JUEGO DENECIOS

Pero, ademas, ¿que estados quisieronadoptar alguna vez las leyes de Platon

o de Aristoteles o las maximas de Socrates?¿Que fue lo que determino a los dacios a sa-crificarse espontaneamente a los dioses manes,y lo que arrastro a Quinto Curcio hasta el abis-mo sin la vanagloria, esa encantadora sirena tanextraordinariamente vilipendiada por aquellosfilosofos?

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Porque ellos os dicen que nada hay mas ne-cio que un candidato que halaga al pueblo pa-ra obtener sus votos, comprar con prodigalida-des sus favores, andar a caza de los aplausosde los tontos, complacerse con las aclamaciones,ser llevado en triunfo como una bandera, y ha-cerse levantar una estatua de bronce en medio

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del Foro. Agregad a esto, continuan, la adopcionde nombres y sobrenombres, los honores divinosotorgados a gentes que apenas merecen el ca-lificativo de hombres, y los que en las publicasceremonias se dedican a tiranos infames, equi-parandolos a los dioses, y dıgase si todo esto noes tan rematadamente necio, que no bastarıa unsolo Democrito para reırse de ello.

Y yo contesto: ¿Quien lo niega? Mas, a pe-sar de ser ası, esa necedad es el manantial dedonde nacieron los hechos famosos de los gran-des heroes que han exaltado hasta las nubes losoradores y literatos; y ella es la que engendralas naciones, conserva los imperios, las leyes, lareligion, las asambleas y los tribunales, porquela vida humana no es otra cosa que un juego denecios.

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CAPITULO XXVIII

LAS ARTES, FRUTO DE LA VANAGLORIA

Ahora dire algo sobre las artes. ¿Que es,decidme, lo que mueve al ingenio hu-

mano a cultivar tales disciplinas, tenidas comoexcelsas, y a transmitirlas a la posteridad? ¿Noes la sed de gloria? De tantas vigilias y fatigascreyeronse resarcidos algunos hombres verdade-ramente necios con no se que fama, que es la co-sa mas quimerica de la tierra. Pero vosotros noolvideis, entre tanto, cuantas son ya las ventajasexcelentes de la vida que debeis a esta necedady, sobre todo, la que es mucho mas agradable, asaber: saborear la necedad de los demas.

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CAPITULO XXIX

LA VERDADERA PRUDENCIA SE DEBE A LA NECEDAD

Ası, pues, despues de haber reclamado pa-ra mı las excelencias del valor y del in-

genio, ¿que dirıais si reclamase tambien las dela prudencia? Alguno pensara que esto es que-rer demostrar que el agua puede mezclarse conel fuego; no obstante, yo espero salir con miproposito, si, como hasta aquı, me seguıs con-cediendo vuestra benevola atencion.

En primer lugar, si es cierto que la pruden-cia consiste en el uso que se hace de las cosas,¿a quien debe aplicarse con mas propiedad elnombre de prudente: al sabio, que en parte pormodestia, en parte por timidez de caracter, nose atreve a emprender nada, o al necio, a quienni la verguenza de que carece, ni el miedo al pe-ligro, que nunca se para a considerar, le hacenque ante nada retroceda?

Refugiase el sabio en los libros de los antiguos,de lo que no saca mas que un mero artificio depalabras, mientras que el necio, arrostrando de

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cerca los peligros, adquiere, si no me equivoco,la verdadera prudencia. Homero, aunque ciego,parece que vio esta cuestion del mismo modo,cuando dijo que “el necio no conoce mas que loshechos”.

Dos obstaculos hay, principalmente, que difi-cultan el conocimiento de las cosas: la verguen-za, que ofusca el espıritu, y el miedo, que, pre-sentando el peligro, disuade de acometer lasgrandes acciones. De ambos os libra maravillo-samente la Necedad; pero son pocos los hombresque comprenden las multiples ventajas que pro-porciona el no avergonzarse por nada y el atre-verse a todo. Y si acaso hubiere entre vosotrosalgunos de esos que prefieren adquirir aquellaprudencia que consiste en una busqueda, a basede reflexion, del justo valor de las cosas, os rue-go que me oigais cuan lejos estan de ella los quese escudan con su nombre.

Es preciso notar, desde luego, que todas lascosas humanas, como las Silenas de Alcibıades,tienen dos caras que no se parecen en nada, detal modo, que si lo que es juzgado solamente porlo exterior se hubiera tomado por la muerte, es

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realmente la vida si se sondea el interior; y, alcontrario, lo que es vida por fuera, es muertepor dentro; lo que es hermoso es feo; la opulen-cia, miserable; lo infame, glorioso; la sabidurıa,ignorancia; lo fuerte, debil; lo noble, plebeyo; loalegre, triste; lo prospero, adverso; la amistad,el odio; lo danoso, saludable. En una palabra,abrid la Silena y todo cambia.

Si esto parece tal vez a alguno de vosotros de-masiado filosofico, voy a hablaros de una maneramas vulgar y a poner mis palabras al alcance detodos.

¿Quien no creera que un rey es un hom-bre opulento y poderoso? Pero si su alma noesta dispuesta para el bien ni esta satisfecha conlos tesoros que posee, es un rey verdaderamentemuy pobre, y si esta dominado por los vicios, esun vil esclavo. El mismo razonamiento valdrıapara otros muchos casos, pero basta para miobjeto el ejemplo anterior. Y ¿a que viene todoesto?, dira alguno. Escuchad la ensenanza quededuzco de ello:

Si cuando los actores estan en escena se le ocu-rriese a alguno quitarles las mascaras para mos-

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trar a los espectadores sus rostros verdaderosy naturales, ¿no trastornarıa la comedia y nomerecerıa que el publico le arrojase del teatroa pedradas como a un loco de atar? Evidente-mente, porque en un momento todo cambiarıade aspecto; la mujer no serıa mas que un hom-bre, y el joven, un viejo; el que poco antes erarey se convertirıa en un esclavo, y el que hacıade Dios, era un pobre hombre. Pero al desha-cer las apariencias se habrıa perturbado toda lacomedia, porque precisamente los disfraces y elafeite son los que mantienen la atencion de losespectadores.

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Pues bien: ¿que otra cosa es la vida huma-na sino una comedia como otra cualquiera, enla que cada uno sale cubierto con su mascaraa representar su papel respectivo, hasta que eldirector de escena les manda retirarse de las ta-blas? Frecuentemente, este hace representar almismo actor diversos papeles, y ası, el que acabade aparecer bajo la purpura de un rey, reapare-ce luego bajo los andrajos de un esclavo. Tododisimulado, cierta mente; pero la comedia no serepresenta de otro modo.

Si, pues, un sabio bajado del cielo apareciesede repente y comenzase a decir: “Este, a quientodos creen dios y senor, no es ni siquiera hom-bre, porque dejandose arrastrar como un borre-go por sus pasiones, en realidad es un esclavo deınfima condicion, puesto que se complace en ser-vir a tantos y a tan infames amos; este otro, quellora la muerte de su padre, deberıa alegrarse,porque ahora es, verdaderamente, cuando estecomienza a vivir, ya que esta vida no es otracosa que una continua muerte; aquel otro, orgu-lloso de su estirpe, plebeyo y bastardo se habrıade llamar, porque esta muy lejos de la virtud,

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que es la unica fuente de nobleza.” Si este sabiode mi ejemplo hablase de todo lo demas de lamisma manera, ¿que conseguirıa sino ser tenidopor todos por un loco de remate?

Creedme: de la misma suerte que no hay na-da mas necio que la sabidurıa importuna, nadahay tampoco mas imprudente que la prudenciamal entendida, porque no entiende el asunto elque pretende que la comedia deje de ser come-dia, y no sabe acomodarse al tiempo y a lascircunstancias o, al menos, no quiere acordarsede aquella regla de los banquetes que dice: Obebe o largate.

Por el contrario, el verdadero prudente sera elque sabiendo que es mortal, no se meta en librosde caballerıa y obra como la mayor parte de loshombres, que, o se avienen a hacer como queno ven, o se enganan con mucha cortesıa. ¡Peroesto, se dira, no es mas que necedad! De ningunmodo he de negarlo, con tal que se reconozcaa su vez que tal es el modo de representar lacomedia humana.

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CAPITULO XXX

LA NECEDAD CONDUCE A LA SABIDURIA, INTOLERABLECONDICION DE LOS QUE EL VULGO TIENE POR SABIOS

Oh dioses inmortales! ¿Callare o dire lo queresta? Y ¿por que he de callarlo, si es

la pura verdad? Pero, antes de abordar tan al-ta empresa, acaso serıa mas conveniente impe-trar el auxilio de las Musas del Helicon, que lospoetas suelen invocar tantas veces por simplesnonadas. ¡Inspiradme, pues, un momento, hijasde Jupiter, para mostrar que nadie puede llegara alcanzar la excelsa sabidurıa, donde reside eltesoro de la felicidad, sin tomar por guıa a laNecedad!

Primeramente, esta fuera de duda que todaslas humanas pasiones son del dominio de la ne-cedad, puesto que la caracterıstica que distingueal necio del sabio es que aquel se deja llevar porellas, mientras que este sigue los dictados de larazon. Por eso los estoicos recomiendan al sabioque se aparte de tal genero de desordenes, comosi se tratara de enfermedades; no obstante, las

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pasiones, no solo hacen las veces de pilotos pa-ra los que quieren navegar hacia el puerto de lasabidurıa, sino que tambien suelen ser en todoacto de virtud algo ası como espuela y acicateque estimulan a obrar bien.

Y si es bien cierto que Seneca es tıpico hastamas no poder, sostiene tenazmente que el sa-bio debe carecer de toda clase de pasiones; sinembargo, al hacer esa afirmacion no dejo en elsabio nada de ser humano, serıa como una espe-cie de Dios o un demiurgo, que no ha existido niexistira nunca sobre la tierra; es mas: para de-cirlo mas claro, serıa una estatua de marmol configura de hombre, pero insensible y por comple-to ajena a todo humano sentimiento. Por tanto,gocen en paz los estoicos de este su sabio, si lesplace; amenle sin temor a rival alguno, pero vi-van con el alla en la ciudad de Platon o, si lesparece mejor, en la region de las Ideas o en losjardines de Tantalo.

Nadie habrıa, en verdad, que no huyese, horro-rizado, como de un monstruo o de un espectro,de un hombre tal, sordo a todos los sentimientosde la Naturaleza; de un hombre sin pasion algu-

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na, a quien ni el amor ni la misericordia le hacenmas mella que si fuese de pedernal o de roca demarmol; de un hombre a quien nada se le ocultay nunca se equivoca, sino que, como otro Lin-ceo, todo lo descubre, todo lo pesa y mide conminuciosidad, y nada ignora; de un hombre quesolo esta contento de sı mismo y que se cree elunico fuerte, el unico prudente, el unico sobe-rano, el unico libre y, en una palabra, el unicoen todas las cosas, aunque solo en su opinion; deun hombre que no convive con los amigos, por-que no tiene ninguno; de un hombre, en fin, queno repararıa en mandar ahorcar a los mismosdioses, y que todo cuanto ve hacer a los demaslo condena como extravagante y se rıe de ello.Tal es el bicho raro que los estoicos considerancomo el prototipo del sabio.

Decidme, pues: si se tratase de elegir, ¿que na-cion elegirıa un gobernante de este tipo, nique ejercito lo designarıa para general? Digomas: ¿que mujer querrıa un marido semejante,que huesped invitarıa a tal convidado, que cria-do tomarıa un amo de esa catadura o serıa capazde soportarle? ¿Quien no ha de preferir a uno

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cualquiera de entre los mas necios de la plebe,que, siendo necio, podra mandar u obedecer alos necios, que sera agradable para con sus se-mejantes, y la inmensa mayorıa, complacientecon su mujer, alegre con sus amigos, atento consus convidados, afable companero, y, por ulti-mo, que nada que sea humano ha de reputarloajeno a su persona?

Mas como ya hace tiempo que voy sintiendolastima de este pobre sabio, vuelvo a hablar delos demas beneficios que proporciono a los hom-bres.

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CAPITULO XXXI

LAS CALAMIDADES HUMANAS REMEDIADAS POR LANECEDAD. —FAVORES ESPECIALES QUE DISPENSA A

LOS VIEJOS Y A LAS VIEJAS

Veamos: si alguien desde una excelsa ata-laya mirase en torno de sı, como hace

Jupiter, segun dicen los poetas, verıa cuantascalamidades afligen la vida de los hombres: na-cimiento inmundo y miserable, crianza penosa,infancia expuesta a tantos rigores, juventud su-jeta a un sinnumero de fatigas, ancianidad lle-na de molestias y, por fin, la muerte inexorable.Verıa tambien la multitud de enfermedades queacosan la vida humana, los infinitos accidentesque la amenazan, las muchas desgracias que so-brevienen y como no hay nadie que no este re-bosando hiel.

No hablo de los males que el hombre causa alhombre, como son, por ejemplo, la pobreza, lacarcel, la infamia, la verguenza, las torturas, lasasechanzas, la traicion, las injurias, los litigios,los fraudes. . . Pero ¡parece que intento contar lasarenas del mar! No os voy a explicar ahora la

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razon de que los hombres hayan merecido talescastigos, ni que Dios, encolerizado, los haya he-cho nacer en tales desventuras; pero el que medi-te sobre esto, ¿acaso no disculpara el suicidio delas doncellas de Mileto, aunque se compadezcade ellas?

Con todo, ¿quienes han sido principalmentelos que apelaron al suicidio como recurso contrael destino y contra el hastıo de la vida? ¿Nofueron, por ventura, los devotos de la sabidurıa?Sin hablar de los Diogenes, de los Jenocrates, delos Catones, de los Casios y de los Brutos, oscitare solamente a aquel Quiron que, pudiendogozar de la inmortalidad, prefirio de buen gradola muerte.

Supongo que comprendereis bien lo que serıadel mundo si todos los hombres fueran comoestos sabios; muy pronto la tierra se quedarıadesierta y habrıa que echar mano a una arci-lla y acudir a otro alfarero como Prometeo. Poreso yo, valiendome unas veces de la ignorancia,otras de la irreflexion, algunas del olvido de losmales, no pocas de la esperanza de los bienes y,en ocasiones, de una gota de la miel de los delei-

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tes, voy remediando de tal modo las innumerascalamidades humanas, que ningun mortal quie-re dejar la vida aunque se le acabe el hilo de lasParcas y haga ya tiempo que comenzo a despe-dirse del mundo. Las mismas razones que debıanconvencerle para no desear conservar la existen-cia, son, sin embargo, las que le incitan a querervivir mas; ¡tanto aborrecen experimentar cual-quier tristeza!

Si; gracias a mı, vemos por doquier a esos vie-jos de senectud nestorea que apenas tienen yaforma humana, balbucientes, chochos, desdenta-dos canosos, calvos y –para pintarlos mejor conlas palabras de Aristofanes– “sordidos, encorva-dos, fatigosos, arrugados, pelados, sin dientes eimpotentes”, pero que de tal modo les vemosamar la vida, que hacen todo lo posible por re-juvenecerse; y ası, el uno se tine las canas, elotro disimula la calva con una peluca postiza, elotro se guarnece la boca con dientes, que aca-so pertenecieron a un cerdo; este se muere deamor por una jovencilla y comete por ella masextravagancias que un adolescente, y no es raroque cuando ya estan decrepitos y con un pie en

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la sepultura, se casen con alguna jovenzuela sindote, que hara la dicha de los otros, cosa tancomun en nuestros dıas, que casi se la estimacomo un merito.

Pero aun resulta mucho mas divertido el vera ciertas viejas, que casi ya se caen de viejas, ytienen tal aspecto de cadaver que parecen difun-tas resucitadas, decir a todas horas que la vidaes muy dulce, estar todavıa en celo, o sensualescomo cabras, usando de la frase griega; las cualesseducen a buen precio a un nuevo Faon, se em-

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badurnan constantemente el rostro con afeites,nunca se separan del espejo, se depilan las partessecretas, ensenan todavıa sus pechos blandos ymarchitos, solicitan con tembloroso grunido susapetitos languidos, beben a todas horas, se mez-clan en los bailes de las muchachas y escribencartitas amorosas. Todo el mundo se rıe de ellasy las considera como lo que son: muy necias; pe-ro ellas estan contentas de sı mismas, hallansemientras tanto en sus delicias, y dichosas conmis favores, resultales la vida una pura miel.

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Para quienes todo esto es una ridiculez, refle-xionen y me digan si no vale mas dejarse llevarde esas necedades que ası endulzan la existen-cia, que buscar un arbol donde ahorcarse, comovulgarmente se dice, pues tengan en cuenta quesi el vulgo juzga aquello como una deshonra ver-gonzosa, a mis adeptos, los necios, les importaun bledo, porque el deshonor apenas los alcan-za, o, si los alcanza, no necesitan mucho trabajopara despreciarlo. Que les caiga una piedra so-bre la cabeza, y eso sı que es una desgracia; pe-ro como la verguenza, la infamia, la deshonra ylas injurias, en tanto ofenden en cuanto se tieneconciencia de ellas, claro es que cuando falta esaconciencia no se estiman como males. ¿Que osimporta a vosotros de que todo el mundo os sil-be, con tal que vosotros mismos os aplaudais?Pues bien: solamente la Necedad permite hacerestas cosas.

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CAPITULO XXXII

ELOGIO DE LA IGNORANCIA. –LA EDAD DE ORO.– LASCIENCIAS SON MALES DE LA VIDA

Pero me parece que oigo protestar a losfilosofos: “Eso que tu ensalzas –dicen

ellos– es deplorable; es ser dominado por la ne-cedad y en virtud de ella errar, ignorarse, igno-rar.” Precisamente –les contesto yo– eso es serhombre; y no veo por que lo llamais deplora-ble, cuando ası tambien habeis nacido vosotros,ası os habeis criado, ası os habeis educado, y esaes la suerte comun a todos los mortales.

No es posible decir que sea deplorable aquelloque se deriva de la propia naturaleza del ser, amenos que se crea que hay que compadecer alhombre porque no puede volar como las aves,ni andar a cuatro patas como los cuadrupedos,ni estar armado de cuernos como el toro. Porel mismo motivo se podrıa decir que un hermo-so caballo es desdichado porque no conoce lagramatica ni come pasteles, y que tambien loes el toro porque no puede hacer gimnasia. Por

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consiguiente, del mismo modo que el caballo noes desgraciado porque desconozca la Gramatica,ası el hombre tampoco lo es porque sea necio,puesto que la necedad hallase conforme con sunaturaleza.

Pero a esto replican los sofistas: “El conoci-miento de las ciencias es peculiar al hombre, concuyo auxilio compensa el entendimiento las de-ficiencias de la Naturaleza.” Como si la Natu-raleza –respondo yo– hubiese tenido al crear alhombre una ley distinta de la que tuvo al creara los demas seres, y como si ella, tan previso-ra para los mosquitos y hasta para las hierbasy las florecillas, solamente se hubiese dormidocon respecto al hombre, forzandole a buscar lasciencias; mas bien hay que decir que Teuto, esegenio malhechor enemigo del genero humano,las ideo para colmo de sus tormentos, ya queresultan tan poco utiles para la dicha que hastaperjudican a quien las alcanza, si se mira el fincon que fueron propiamente descubiertas, como,segun Platon, dijo con admirable frase un reysapientısimo sobre la invencion de la escritura.

Por tanto, reconozcamos que las ciencias fue-

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ron introducidas como una de tantas calamida-des de la vida humana, y por eso a los autores deestos males, de quienes proceden todas las des-venturas, se los llama demonios, nombre que engriego equivaldrıa a da monac, que significa losque saben.

¡Oh, que sencillas eran aquellas gentes de laedad de oro, que desprovistas de toda especiede ciencia, vivıan sin mas guıa que las inspira-ciones de la Naturaleza y la fuerza del instin-to! ¿Para que era necesaria la Gramatica, cuan-do el idioma era el mismo para todos y no sebuscaba en el lenguaje otra cosa que entender-se unos con otros? ¿De que les hubiera validola Dialectica, no habiendo opiniones contrarias?¿Que lugar podrıa tener entre ellos la Retori-ca, no metiendose nadie en los negocios ajenos?¿Para que recurrir a la Jurisprudencia, si esta-ban apartados de las malas costumbres, que hansido, sin duda alguna, el origen de las buenas le-yes?

Los hombres eran demasiado religiosos comopara llegar22, con impıa curiosidad, a escudrinar

22En la traduccion de A.R.B. este parrafo comienza: “No obstante ser mucho mas religiosos aquelloshombres que los de ahora, no llegaban” y prosigue tal cual

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los arcanos del Universo, las dimensiones delos astros, sus movimientos, sus efectos y lasreconditas causas de las cosas. Se considerabacomo un crimen el que alguien intentase pene-trar mas alla de lo que sus fuerzas le permitıan,y la locura de sondear lo que sucede mas alla delos cielos, ni siquiera se le pasaba a ninguno porla imaginacion.

Mas, perdida poco a poco esta ignorancia dela edad de oro, fueron inventadas las ciencias,como he dicho, por los genios del mal, si bienal principio, en corto numero, fueron por muypocos cultivadas; despues, la supersticion de loscaldeos y la ociosa fantasıa de los griegos anadie-ron otras mil, verdaderos tormentos del espıri-tu, hasta el punto de que una sola de ellas, laGramatica, basta y sobra para torturar toda lavida de un hombre.

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CAPITULO XXXIII

CIENCIAS QUE MAS SE CONFORMAN CON LA NECEDAD

No obstante, las mas estimadas entre todasestas ciencias son las que mas se apro-

ximan al sentido comun, es decir, a la necedad.Mueren de hambre los teologos, desalientanselos fısicos, son objeto de burla los astrologos, yde menosprecio los dialecticos, y solamente elmedico vale mas que muchos hombres, porquea los de este oficio, cuanto mas ignorantes, au-daces e indiscretos son, en mayor aprecio se lostiene aun entre la gente principal; y ası pue-de afirmarse que la Medicina, especialmente talcomo la ejercen hoy muchos, no es otra cosa queel arte de agradar a su enfermo, en tanto gradocomo pueda serlo la Retorica con respecto a suauditorio.

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Despues de los medicos, ocupan el lugar in-mediato los leguleyos (si es que no ocupan elprimero), de cuya profesion acostumbran bur-larse los filosofos unanimemente, por conside-rarla propia de jumentos. Yo nunca sere de estaopinion, pues lo cierto es que estos burros sonlos que regulan a su antojo los grandes y los pe-quenos negocios de la vida y ven aumentar sufortuna, mientras los teologos, despues de habersacado de sus tinteros todo lo divino, devoran

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sus habas y hacen una guerra sin cuartel a laschinches y a los piojos.

Ası, pues, como las ciencias que proporcionanmayor provecho son las que guardan mayor afi-nidad con la Necedad, ası tambien los hombresmas felices son los que logran abstenerse abso-lutamente de toda relacion con las ciencias y sedejan guiar tan solo por la Naturaleza, que ennada nos falta sino cuando se pretende traspa-sar sus lımites, y la cual odia lo artificial y semuestra tanto mas hermosa allı donde no ha si-do profanada por el arte.

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CAPITULO XXXIV

LOS ANIMALES SON MAS FELICES QUE EL HOMBRE

Veamos: ¿No veis acaso que entre losanimales de otras especies viven mas di-

chosos los que son completamente ajenos a todaeducacion y no se dejan conducir por otro guıaque no sea la Naturaleza? ¿Quienes mas feli-ces y admirables que las abejas, a pesar de notener todos los sentidos? ¿Que arquitecto pue-de igualarlas en la construccion de edificios, oque filosofo ha fundado jamas una republica se-mejante?

En cambio, el caballo, por tener una inteli-gencia parecida a la del hombre y vivir bajo sumismo techo, es tambien partıcipe de las huma-nas desdichas, y ası, no es raro verle reventaren las carreras por el afan de no ser vencido, ocaer herido en los campos de batalla, ganoso detriunfar y, junto con el jinete, morder el polvode la tierra. Y eso que no hablo del freno que locontiene, ni de las espuelas que lo punzan, ni dela prision de la cuadra, ni de los latigazos, palos,

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bridas y jinete, ni en fin, de todo el atalaje de laesclavitud, a la que se sometio voluntariamentecuando, por imitar a los heroes, sintio con vehe-mencia el deseo de vengarse de sus enemigos.

¡Oh! ¡Cuan preferible es la vida de las moscasy de los pajaros, que viven a su capricho y soloobedecen al instinto de la Naturaleza, mientraspueden escapar a las asechanzas del hombre! En-cerrad a un pajaro en una jaula, ensenadle aremedar la voz humana, y es increıble cuantopierde de su gracia natural. ¡Tan cierto es quelas creaciones de la Naturaleza son siempre masbellas que lo que finge el arte!

De esta manera nunca alabare bastante alfamoso gallo de Luciano, el cual, habiendosetransformado primero en filosofo, bajo la figurade Pitagoras, y luego sucesivamente en hombre,en mujer, en rey, en simple particular, en pez,en caballo, en rana, y creo que hasta en esponja,juzgo que no habıa animal mas desdichado queel hombre, porque todos los animales se contie-nen dentro de los lımites de su condicion, y soloel hombre es el que intenta franquear los que leha impuesto la Naturaleza.

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CAPITULO XXXV

VENTAJAS QUE LOS NECIOS TIENEN SOBRE LOS SABIOS

Dicho filosofo reconoce tambien muchasmayores preferencias a los ignorantes

que a los doctos y a los ilustres, y en el famo-so Grillo fue bastante mas listo que el pruden-te Ulises, porque prefirio continuar grunendo enla pocilga, a marcharse con el a correr aven-turas peligrosas. Homero, padre de las fabulas,me parece que comparte esta opinion, puestoque, a menudo, llama a todos los mortales des-dichados y desgraciados, y a Ulises, segun el elprototipo de sabio, le da muchas veces el ca-lificativo de “infeliz” que no aplico jamas ni aParis, ni a Ajax, ni a Aquiles. ¿Por que razon?Pues, sencillamente, porque aquel taimado far-sante no hacıa nada sin consultar a Palas, y porexceso de sabidurıa se apartaba cuanto podıa delas leyes de la Naturaleza.

Por tanto, ası como los que estan mas le-jos de la felicidad son aquellos que cultivanel saber, mostrandose entonces doblemente ne-

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cios, ya que, a pesar de haber nacido hombres,olvıdanse de su condicion, pretendiendo emulara los dioses inmortales, y, a ejemplo de los tita-nes, declaran la guerra a la Naturaleza valiendo-se de los ardides de la ciencia, ası los menos des-dichados son aquellos que mas se aproximan alos instintos de los brutos y a la necedad, y nointentan nada que supere las fuerzas humanas.Veamos si podemos probar esto tambien, perono con entimemas de los estoicos, sino con unejemplo vulgar.

¡Por los dioses inmortales!, decidme: ¿Hay al-guien mas feliz que esos hombres a quienes lasgentes llaman estultos, necios, imbeciles y ton-tos, nombres que son a mi entender hermosısi-mos? Quiza a primera vista, esto parezca necioy absurdo y, sin embargo, es una gran verdad.En primer lugar, estos se ven libres del miedode la muerte, que es, ¡vive Jupiter!, no pequenaventaja; no sienten remordimientos de concien-cia; los cuentos de aparecidos no los espantan;no se asustan de los fantasmas ni de los duen-des; no los turba el temor de los males que losamenazan, ni se hinchan de orgullo por la pers-

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pectiva de los vienes futuros; en una palabra, nolos consumen las mil y mil preocupaciones queatormentan la vida; no conocen la verguenza,ni el respeto, ni la ambicion, ni la envidia, niel amor; y por ultimo, por mucho que se acer-quen en sus actos a la estupidez de los brutos,no pecan en opinion de los teologos.

Medita ahora lo que digo, sabio archinecio,y considera todos los cuidados que torturan tuespıritu por doquier, de dıa y de noche; reuneen un monton todas las molestias que te afligenen la vida, y al cabo comprenderas de cuantosmales he preservado yo a mis amados necios.Anadase a esto que ellos no solamente se rego-cijan, juegan, cantan y rıen a todas horas, sino

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que adondequiera que van llevan consigo el pla-cer, la broma, la diversion y las carcajadas, comosi tal virtud la hubiesen recibido por la indulgen-cia de los dioses para alegrar las tristezas de lavida humana.

De esta forma, mientras los otros hombres ins-piran a los demas muy contrarios afectos, losmıos son por todos recibidos unanimemente conlos brazos abiertos y los consideran como ami-gos, los buscan, los regalan, los festejan, losabrazan, los socorren si necesitan, les tolerancuanto dicen y cuanto hacen, y hasta tal pun-to nadie desea causarles dano, que los mismosanimales salvajes templan con ellos sus rigores,como si naturalmente tuvieran conciencia de sucondicion inofensiva. Estan, pues, en verdad, alamparo de los dioses y al mıo singularmente,y, por tanto, nadie se atreve a disputarles esteprivilegio.

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CAPITULO XXXVI

CONTINUA LA MISMA MATERIA

Y que os parece si os digo que los mas gran-des reyes gustan tanto de mis protegi-

dos, que algunos no pueden ni comer, ni pasear,ni pasar una hora entera sin sus bufones, y amenudo anteponen estos tontos a los austerossabios, que solo por pura vanidad acostumbransustentar algunas veces en sus casas? A causade esta preferencia, no creo que a nadie se leoculte ni sorprenda, pues esos sabios no suelenhablar a los prıncipes mas que de cosas tristes,y engreıdos con su doctrina, no temen a vecesherir los oıdos delicados con mordaces verda-des; en cambio, los bufones procuran lo unicoque los prıncipes buscan a toda costa, no im-porta donde: juegos, pasatiempos, carcajadas ydistracciones.

Tened por cierto que el necio posee una cua-lidad que no es de despreciar: la de ser solo elfranco y verıdico. Y ¿que cosa hay mas dignade alabanza que la verdad? Aunque Platon en

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su Banquete hiciese decir a Alcibıades que solose halla en la embriaguez y en la infancia, noobstante, toda esa alabanza a mı especialmentese me debe, como afirma Eurıpides, de quien esaquel celebre proverbio referente a nosotros: “Elnecio no dice mas que necedades.” El tonto, loque lleva en el pecho es lo que lleva en la cara ylo que le sale por la boca; pero los sabios tienendos lenguas, segun asegura el mismo Eurıpides,una de las cuales dice la verdad, y la otra sololo que conviene, segun las circunstancias; paraestos, es blanco lo que ayer era negro, o es frıoahora lo que antes era caliente, porque hay unagran distancia entre lo que esconden en su in-terior y lo que fingen con sus palabras.

En verdad que los prıncipes, con toda su felici-dad, me parecen extremadamente desdichados,por faltarles quien les diga la verdad y porque seven obligados a tener a su lado aduladores en lu-gar de amigos. Pero alguien me dira: “Es que losoıdos de los prıncipes aborrecen la verdad, y poresto mismo huyen de los sabios, temiendo trope-zar con alguno libre en demasıa que se atreve adecirles cosas mas verdaderas que agradables.”

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Conformes: los reyes no aman la verdad. Y, sinembargo, he aquı una cosa admirable: el ejem-plo de mis fatuos prueba no solamente que losreyes acogen con placer las verdades, sino tam-bien hasta las injurias directas, y se da el casode que aquello que dicho por un sabio se habrıacastigado con la muerte, produzca en labios deun tonto un contento increıble.

La verdad, en efecto, posee cierta natural vir-tud de agradar; pero este es un privilegio que losdioses no han concedido mas que a los necios.He aquı por que, generalmente, gusten tanto lasmujeres de los hombres de esta jaez, pues siendopor su naturaleza mas inclinadas al placer y a

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la frivolidad, todo lo que hacen bajo dicho pre-texto, aunque a veces se trate de lo mas grave,achacandolo a broma y a juego. ¡Es un sexo taningenioso, sobre todo cuando se trata de paliarsus deslices!. . .

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CAPITULO XXXVII

CONTINUA EL MISMO ASUNTO DE LOS DOS CAPITULOSANTERIORES

Volviendo a la felicidad de los fatuos, di-go que, despues de haber pasado su vida

muy alegremente, sin tener ni sentir la muerte,se van derechitos a los Campos Elıseos para di-vertir con sus pasatiempos a las almas piadosasy ociosas.

Comparese ahora a cualquier sabio con un ne-cio de esta clase. Pues haceos cuenta de que aeste oponeis, como prototipo de sabidurıa, unhombre que ha gastado su infancia y su juven-tud en aprender diversas disciplinas, que ha per-dido lo mejor de su vida en constantes vigilias,cuidados y fatigas, y que en el tiempo restan-te no ha gustado el menor placer; un hombresiempre sobrio, pobre, triste, severo, aspero yduro para sı mismo; odioso e insoportable paralos demas; palido, seco, enfermizo, leganoso, conaspecto de viejo, que antes de tiempo encanecey antes de tiempo se marcha al otro mundo, por

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mas que nada le importe morir a quien jamasvivio. ¡Ahı teneis el lindo retrato de un sabio!. . .

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CAPITULO XXXVIII

NECEDAD DE LOS DIOSES

Pero ya oigo croar otra vez a las ranas delPortico, esto es, los estoicos. “No hay

mayor desgracia –dicen– que la locura. Ahorabien: la necedad declarada esta muy cerca de lalocura, o, mejor dicho, la necedad es la mismalocura. Porque ¿que otra cosa es la locura sinoel extravıo de la razon?” Mas los que ası piensanincurren en un error crasısimo; por lo cual, con laayuda de las Musas, voy a deshacer tal silogismoen un instante.

Tratase, en efecto, de un argumento especio-so; pero ası como Socrates, segun dice Platon,ensenaba que en una Venus pueden verse dos Ve-nus, y en un Cupido dos Cupidos, de la mismamanera debieran estos dialecticos distinguir en-tre una y otra clase de locura, si es que quierenpasar por cuerdos. Porque no puede admitirseque toda locura sea funesta, pues de lo contra-rio, no hubiera escrito Horacio: “¿Soy juguetede una amable locura?”, ni Platon habrıa colo-

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cado entre las mayores excelencias de la vida laexaltacion de los poetas, la de los adivinos y lade los amantes, ni la Sibila hubiese calificado deloca la empresa de Eneas.

Hay, pues, realmente dos clases de locura. Unaes la que las Furias vengadoras vomitan en losinfiernos cuando lanzan sus serpientes para en-cender en el corazon de los mortales, ya el ardorde la guerra, ya la sed insaciable del oro, ya losamores criminales y vergonzosos, ya el parrici-dio, ya el incesto, ya el sacrilegio, ya cualquierotro designio depravado, o cuando, en fin, alum-bran la conciencia del culpable con la terribleantorcha del remordimiento.

Pero hay otra locura muy distinta que procedede mı, y que por todos es apetecida con la mayoransiedad. Manifiestase ordinariamente por cier-to alegre extravıo de la razon, que a un mismotiempo libra al alma de angustiosos cuidados yla sumerge en un mar de delicias. Tal extravıo esel que, como un gran favor de los dioses, pedıaCiceron en sus Cartas a Atico, a fin de perderla conciencia de sus muchas adversidades.

Tampoco lo considero como un mal aquel ha-

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bitante de Argos que habıa estado loco hasta elpunto de pasar todo el santo dıa en el teatrocompletamente solo, riendo, aplaudiendo y di-virtiendose, porque creıa ver representar come-dias admirables, aunque en el escenario no habıanada, lo cual no era obstaculo para que practica-se bien todos los deberes de la vida: “alegre conlos amigos, complaciente con su mujer e indul-gente con los criados, no enfureciendose nuncaporque le destaparan una botella.” Habiendolecurado su familia a fuerza de cuidados y medi-camentos, y ya recobrando el juicio y completa-mente sano, se lamento con sus amigos en estosterminos: “¡Vive Polux, amigos, que me habeismatado! No, no me habeis curado quitandomeesa dicha, haciendo desaparecer a viva fuerza elextravıo mas dulce de mi espıritu.” Y tenıa mu-cha razon. Ellos eran los que se equivocaban ylos que mas necesitaban el eleboro, por habercreıdo expulsar con drogas, como si se tratasede una enfermedad, una locura tan divertida ytan feliz.

Con esto no quiero afirmar que sea lıcito dar elnombre de locura a toda aberracion de los sen-

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tidos o del espıritu, ni que pueda, por ejemplo,considerarse como loco a aquel que, por tenertelaranas en los ojos, confunda un mulo con unpollino, o aquel otro que del mismo modo ad-mire como perfecta una poesıa ramplona. Perosi al error de los sentidos se anade el del juicio,entonces sı puede afirmarse que tal hombre noesta lejos de la locura; ası ocurrira, por ejemplo,con el individuo que oyendo a un asno rebuz-nar creyera escuchar una maravillosa sinfonıa, ocon aquel otro, pobre y de baja condicion, quepensara ser Creso, rey de Lidia.

Sin embargo, cuando este genero de locura esinclinada al deleite, como ocurre con frecuencia,reporta no menos regocijo a los que la tienenque a los que la presencian, sin ser estos tan lo-cos como aquellos, pues siendo esta variedad delocura mas general de lo que se cree, el loco rıesedel loco, unos a otros se proporcionan recıprocosolaz, y no es raro observar que el que lo es masse burla con mayores ganas del que lo es menos.

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CAPITULO XXXIX

ALGUNAS FORMAS DE LA NECEDAD: LA CAZA, LAMONOMANIA DE EDIFICAR, LA ALQUIMIA Y EL JUEGO

No obstante, cuanto mas necia es una per-sona, mas feliz es, segun juicio de la Ne-

cedad, siempre que no se salga de aquel gene-ro de locura que a mı me es peculiar y que sehalla tan extendido que yo no se si entre to-dos los mortales podrıa encontrarse alguno queconstantemente sea sensato y no este poseıdo decierta especie de locura.

La diferencia entre ambas locuras estriba enque el uno confunde una calabaza con una mu-jer, y a este llaman loco, porque esto se lesocurrıa a poquısimas personas, y en que el otro,aunque comparta su mujer con otros muchos,la pondera en mas que a Penelope y ensalzasus perfecciones de modo inusitado; este tal seenganarıa dulcemente, y no habrıa nadie que lecreyese loco; su caso es muy frecuente. ¡Hay tan-tos maridos que hacen lo mismo!

Tambien hay que colocar entre mis fieles aque-

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llos otros que ante la caza mayor todo lo juzgandespreciable, y dicen recibir placer singularısimocuando oyen el bronco sonido del cuerno con losaullidos de su jaurıa, y sospecho que hasta cuan-do huelen los excrementos de sus perros se ima-ginan que es cinamomo. ¡Que dicha tan incom-parable la de descuartizar la pieza!. . . Porque esode despedazar toros y carneros, es bajo y plebe-yo; solamente al noble corresponde hacer cuar-tos a las fieras. El hidalgo, con la cabeza descu-bierta, hincado de rodillas y armado del cuchillodestinado a este uso (porque emplear cualquierotro no serıa lıcito), va cortando religiosamenteciertos miembros del animal, con ciertos gestosy segun cierto orden, mientras que la multitudsilenciosa que le rodea admira con recogimien-to, como si fuese una novedad, un espectaculoya visto por milesima vez; y si alguno ha tenidola suerte de saborear un pedazo de la res, lo con-sidera como un tıtulo de nobleza. Ası, pues, afuerza de perseguir bestias feroces y engullırselasnuestros cazadores casi acaban por convertirseen una especie de alimanas, aunque suponganque se dan una vida de reyes.

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A su lado hay que poner a los que, consumidospor la monomanıa de edificar, cambian hoy loredondo en cuadrado y manana lo cuadrado enredondo; y lo hacen sin ton ni son, hasta que,viviendo en la extrema indigencia, no les quedaya ni donde vivir, ni de que comer. ¡Miserables!Mas ¿que les importa, si entre tanto pasaronunos cuantos anos gozando de la vida?

Asimismo, figuran junto a ellos, a mi juicio,los que cultivando las nuevas ciencias ocultas,afananse por transmutar la naturaleza de loscuerpos, y andan por tierras y por mares a cazade no se que quinta esencia. A estos los cautivade tal manera la dulce esperanza, que jamas los

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arredran los trabajos ni los dispendios, y siem-pre estan ideando, con ingenio sutilısimo, algoque, aunque los burle una vez mas, les propor-cione una grata ilusion, hasta que llega el dıaen que, consumido todo su caudal, no tienen niaun para encender sus hornillos.

No por ello, sin embargo, renuncian a sonarcon sus desvarıos; antes bien, engatusan a losdemas a gozar de la misma felicidad, y cuan-do ya han perdido toda esperanza, restales aununa maxima que es para ellos altamente con-soladora, a saber: “Que las cosas grandes, conintentarlas basta,” y ası achacan el fracaso a labrevedad de la vida, que nunca es suficiente parallevar a cabo las arduas empresas.

Dudo un poco si debo o no admitir a los juga-dores entre los nuestros. Sin embargo, hay queafirmar que es un espectaculo absolutamentetonto y ridıculo el que ofrecen algunos de ellos,tan apasionados por el juego, que apenas oyenel ruido de los dados, ya les esta dando brincosel corazon.

Despues, embriagados por las promesas queconstantemente les tiende la avaricia de la ga-

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nancia, llevan su patrimonio a naufragar y es-trellarse en el escollo del tapete verde, no menostemible que el cabo Malio; pero apenas han sali-do del agua en cueros vivos, enganan a cualquie-ra antes que a quien les gano el dinero, para queno se diga que son hombres de poca formalidad.

¿Que mas? Cuando ya son viejos y estan casiciegos, causa risa verlos jugar con antiparras; y,por ultimo, cuando la vengadora gota les para-liza sus dedos, ¿no pagan un sustituto para queeche por ellos los dados en el cubilete? Todo locual serıa muy delicioso si no fuera que como eljuego muchas veces degenera en rabia, mas bienque a mı, corresponde a las Furias.

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CAPITULO XL

LA SUPERSTICION COMO FORMA DE NECEDAD

Pero he aquı otros hombres que, sin du-da alguna, son de nuestra grey. Quiero

hablar de los que se complacen en contar o enoır milagros y mentiras monstruosas y nuncase cansan de escuchar las fabulas mas extranasacerca de espectros, de duendes, de fantasmas,de infiernos y de otras mil maravillas por el es-tilo, las cuales, cuanto mas se apartan de la ver-dad, mas credito les dan las gentes, y con mayordelicia las escuchan. Adviertase que esto no sir-ve tan solo para matar el tiempo a maravilla,sino tambien para ganar dinero principalmentea los clerigos y predicadores.

Afines a estos son los que tienen la necia, aun-que dulce persuasion, de que si ven alguna ima-gen o cuadro de San Cristobal, el Polifemo cris-tiano, ya no se morira aquel dıa; los que por re-zar cierta oracion ante la efigie de Santa Barba-ra, se imaginan que volveran sanos y salvos de laguerra; y tambien los que por visitar la imagen

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de San Erasmo en ciertos dıas, llevandole tantasvelas y diciendole tales o cuales preces, esperanque muy pronto van a ser ricos.

De la misma manera que tienen un segundoHipolito, tambien han convertido a Hercules enSan Jorge, y si bien no adoran del mismo modoque al santo a su caballo, que adornan muy de-

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votamente con jaeces y gualdrapas, procuran decuando en cuando ganarse sus gracias por mediode algunas ofrendillas, y tienen por cosa dignade reyes el jurar por su casco de bronce.

¿Y que dire de aquellos que embaucan al pue-blo muy suavemente con sus fingidas indulgen-cias y que miden como con una clepsidra (relojde agua) la duracion del Purgatorio, contandolos siglos, los anos, los meses, los dıas y las ho-ras sin equivocarse en modo alguno, como si sesirviesen de una tabla matematica? ¿Y que deaquellos que, usando de ciertos signos magicos yensalmos inventados por algun piadoso impos-tor, ya para la salud de las almas, ya para pro-vecho de su bolsa, prometenselo todo: riquezas,honores, placeres, buena mesa, salud a pruebade bomba, larga vida, vejez floreciente y, en fin,un puesto en el Cielo al lado de Cristo?

Verdad es que esta ultima ventaja no la quie-ren sino lo mas tarde posible, es decir, cuandocon gran pesar suyo los abandonan los placeresde este mundo, a los que se agarran con dientesy con unas; entonces, y solo entonces, quierensustituir las delicias de la tierra con las del cie-

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lo.Hay que mencionar tambien aquı al comer-

ciante, al soldado y al juez, que, apartando desus rapinas un mısero ochavo para obras pıas,creense ya tan limpios de culpas cual si se hubie-sen banado en la laguna Lerna y redimidos comopor un pacto de sus perjurios, orgıas, borrache-ras, camorras, asesinatos, calumnias, perfidiasy traiciones, hasta el extremo de tener el con-vencimiento de que han adquirido patente paracomenzar de nuevo sus fechorıas.

Pero ningunos mas necios y con todo mas fe-

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lices que esos otros que esperan ganar algo su-perior a la felicidad suprema recitando a dia-rio aquellos siete versıculos se los sagrados Sal-mos, pues ya sabeis que el rezo de esos magicosversıculos, creese que le fue indicado a San Ber-nardo por cierto demonio burlon, aunque masligero que malicioso, pues se enredo en sus pro-pias redes.

Pues bien: todo esto que es tan necio, que ca-si a mı misma me averguenza, no solamente esaprobado por el vulgo, sino tambien por los queensenan la Religion. Pero ¿que mas?, al mismogenero de necedad pertenece la costumbre deque cada comarca tenga su patrono, y de quea cada uno de estos santos se le atribuya unavirtud particular y se le venere con un culto es-pecial: uno cura el dolor de muelas, otro ayudaa las mujeres en sus partos, este restituye losobjetos robados, aquel socorre a los naufragos,el de mas alla protege a los rebanos, y ası su-cesivamente, pues resultarıa interminable men-cionarlos a todos; solo dire que hay algunos queposeen virtud para varias cosas, principalmen-te la Virgen, Madre de Dios, a quien el vulgo

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atribuye casi mas poder que a su propio Hijo.

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CAPITULO XLI

SIGUE LA MISMA MATERIA DEL CAPITULO ANTERIOR

Y que es lo que los hombres piden a estossantos sino cosas concernientes a la ne-

cedad? Veamos. Entre tantos exvotos colgadosde los muros y de las bovedas de algunos tem-plos, ¿habeis visto alguna vez uno solo puestopor el que se haya curado de la necedad o porel que haya adquirido un grano de sabidurıa?Ni por casualidad. Los que allı se ven son losdedicados ası: un naufrago se salvo nadando;un soldado, atravesado de parte en parte porel enemigo, curo de sus heridas; este, en me-dio de una batalla, y mientras los demas batıanel cobre, huyo con tanta fortuna como valor;aquel, colgado ya en la horca, impetro el favorde cierto santo, protector de los ladrones, el cualhizo que se rompiese la cuerda para que su pro-tegido continuase aliviando a algunos del pesode las riquezas mal adquiridas; aquel otro es-capo de la carcel rompiendo los cerrojos; el demas alla curo de la fiebre con gran indignacion

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del medico; junto a este se ve un marido que, ha-biendo bebido un veneno, no hizo mas que sol-tarle el vientre, y lo que habıa de ser su muertefue su purga, con gran descontento de su mujer,que perdio su dinero y su trabajo; mas lejos hayun faeton que, al volcarse su carro, pudo llevar acasa sus caballos sanos y salvos; su vecino de laderecha, sepultado una vez en hundimiento, so-brevivio a la ruina; su vecino de la izquierda tuvola suerte de escapar de las garras de un maridoque le cogio in fraganti. Todo esto esta bien;pero no se ve ni uno solo que de las gracias porverse libre de la necedad, pues es tan dulce nosaber nada, que por preservarse de todo hacenvotos los mortales, menos de la imbecilidad.

Mas ¿por que me meto yo en este pielago desupersticiones? Podrıa decir, como Virgilio, que“ni aun teniendo cien lenguas y cien bocas y unavoz de bronce, me serıa posible dar a conocer to-das las clases de fatuos, ni enumerar las innume-ras formas de la necedad”. Tan llena esta la vidade todos los cristianos de esta suerte de delirios,que los mismos clerigos, sin gran dificultad, lasadmiten y fomentan, no ignorando lo mucho que

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pueden acrecentar sus estipendios.

Figuraos que, en medio de estas gentes, sepresentase de improviso uno de esos sabios in-sufribles y proclamase algunas verdades comoestas: “No moriras mal si vives bien; redimirastus pecados si anades al obolo de tu ofrenda elodio de tus faltas, y las lagrimas, las vigilias, lasoraciones y los ayunos; en una palabra, si cam-bias radicalmente tu modo de vivir; un santote sera propicio si imitas su vida”; pues bien: siesos sabios, repito, saliesen con estas o parecidasmonsergas, verıas como se trastornarıa en segui-da la felicidad de los mortales, y la confusion quecausarıa en sus conciencias.

A la misma hermandad que los anteriores per-tenecen tambien los que en vida disponen mi-nuciosamente la pompa que quieren para susfunerales, determinando con especial cuidado elnumero de hachones, de mantos de luto, de can-tores y de planideras que han de ir a su entie-rro, como si aquel dıa se les hubiera de devolverla existencia para que gocen del espectaculo, ocomo si los difuntos se avergonzasen de no serenterrados sus cadaveres con ostentacion. Todo

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lo previenen como si fuesen ediles encargados depreparar los juegos y banquetes publicos.

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CAPITULO XLII

IMPORTANCIA QUE TIENE EL AMOR PROPIO EN LOSINDIVIDUOS

Aunque tengo alguna prisa, no puedo, sinembargo, pasar en silencio a aquellos

que, si bien es cierto que no difieren gran co-sa de un pobre remendon, jactanse, no obstan-te, de una manera increıble de poseer un vanotıtulo nobiliario. El uno dice que desciende deEneas; el otro, de Bruto, y el de mas alla, delrey Artus; en todos los rincones de sus casasmuestran las estatuas y retratos de sus antepa-sados, cuentan sus bisabuelos y sus tatarabuelosy recuerdan sus antiguos apellidos; pero, en rea-lidad, no estan ellos mismos muy lejos de sercomo las mudas estatuas de que se glorıan; an-tes, al contrario, son mas estupidos que los re-tratos que ensenan. A pesar de ello, gracias aldulcısimo Amor Propio, gozan de una vida com-pletamente feliz, pues nunca faltan algunos tannecios como ellos, que admiran a esta especie debrutos como si fueran dioses.

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Pero ¿por que he de hablar de generos de ne-cedad, como si Filaucia (el Amor Propio) nodispusiera por doquier de mil medios para ha-cer dichosos a muchısimos hombres? Este, masfeo que un mico, se tiene por mas hermoso queNireo; el otro, en cuanto sabe trazar tres lıneascon el compas, se juzga un Euclides; y aquelotro, que es como un asno delante de una li-ra, y cuya voz es tan chillona como la del ga-llo cuando anda detras de la gallina, se cree unnuevo Hermogenes. Hay, sı, una clase de locu-ra extraordinariamente agradable, superior a lasdemas, y de cuya posesion algunos se envanecencomo si fuese suya. Tal fue la de aquel rico, dosveces feliz, de que nos habla Seneca, que cuan-do tenıa que contar un cuentecillo, ponıa juntoa sı a sus siervos para que le apuntasen las pala-bras y a los cuales no hubiera dudado en enviara la palestra a hacer sus veces en un certamende pugilato, pues era hombre tan para poco, quesolo podıa vivir confiado en que tenıa en su casamuchos y muy robustos esclavos.

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Y ¿que diremos de los cultivadores de las be-llas artes? Les es tan peculiar la Filaucia, queantes los verıamos renunciar a su patrimonio queser tenidos por genios; pero principalmente en-tre los comediantes, musicos, oradores y poetas,el mas ignorante es el que posee mayor presun-cion, mayor jactancia y mas elevado concepto desı mismo; y con todo, encuentran imbeciles desu calana que los admiren, porque cuanto mastontos son, mas admiradores hallan, ya que porser, como dijimos, la mayorıa de los hombres va-

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sallos de la Necedad, lo peor gusta siempre a losmas. Por consiguiente, si los imbeciles son losmas satisfechos de sı mismos y los mas admira-dos por todos, ¿quien sera el necio que prefiera laverdadera sabidurıa, que tanto trabajo nos cues-ta adquirir, nos vuelve tımidos y vergonzosos, y,por ultimo, encuentra tan pocos apreciadores?

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CAPITULO XLIII

IMPORTANCIA QUE TIENE FILAUCIA EN LOS PUEBLOS

Es mas: veo que la Naturaleza, ası comoha hecho nacer a cada individuo con su

peculiar Filaucia, ha inoculado tambien en cadanacion y en cada ciudad una Filaucia comun. Deaquı procede el que los ingleses, por encima detoda excelencia, recaban para sı la de su figura,la de su musica y la de su buena mesa; los esco-ceses precianse de que sus blasones nobiliariosproceden de regia estirpe, y de su sutileza en ladialectica; los franceses se reservan la urbanidadde costumbres; los parisienses se arrogan casi ex-clusivamente y de un modo particular la gloria

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de la ciencia teologica; los italianos pretendentener el cetro de la literatura y de la elocuencia,sosteniendo, en nombre de ellas, que son los uni-cos entre los mortales que estan libres de salva-jismo; en este genero de felicidad, los romanoscreen tener el primer puesto, y todavıa siguensonando placidamente en su antigua Roma; losvenecianos se dan por satisfechos con su noble-za; los griegos, como creadores de las ciencias, sepavonean con los tıtulos de gloria de los heroesfamosos de la antiguedad; los turcos y toda larestante mezcolanza de los barbaros se ufanande poseer la mejor religion, y se burlan de loscristianos como si fuesen supersticiosos; pero losjudıos, con mucha mayor tranquilidad, esperantodavıa obstinadamente su Mesıas, y conservanhasta hoy con fanatismo la memoria de Moises;los espanoles no ceden a nadie la gloria militar,y los alemanes, en fin, se enorgullecen de su cor-pulencia y de su conocimiento de las cienciasocultas.

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CAPITULO XLIV

LOORES DE LA ADULACION

Y que habreis visto claramente, no concre-tando mas casos, creo cuanta dicha pro-

porciona por doquier Filaucia a todos los hom-bres, tanto individualmente como en conjunto; aella se parece mucho su hermana la Adulacion,ya que Filaucia no es otra cosa que pasarse ası mismo la mano por el lomo, mientras que laAdulacion o KolakÐa consiste en pasarsela a losdemas.

Hoy dıa esta ultima hallase bastante despres-tigiada, aunque solo de aquellos que se preocu-pan mas de las palabras que de las cosas, porquecreen que la buena fe es incompatible con la adu-lacion; pero pudieran convencerse de que preci-

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samente sucede todo lo contrario si se fijasenen algunos ejemplos de los animales. En efecto:¿hay algo mas adulador que un perro y al mismotiempo mas fiel? ¿Hay un ser mas manso que laardilla y, sin embargo, mas amigo del hombre?No, ciertamente, a no ser que se admita que elleon cruel, el tigre feroz y el leopardo furioso seavienen mejor con la condicion humana.

Es cierto que hay una clase de adulacion com-pletamente abominable, que es la que empleanalgunos perfidos y burlones para perder a los in-cautos; pero la mıa emana de un corazon buenoy candido y esta mucho mas cerca de la virtudque aquella otra tan opuesta a ella, la cual, comodijo Horacio, es ruda, impertinente, desalinaday molesta. Ella levanta las almas abatidas, con-suela a los tristes, vigoriza a los debiles, despa-bila a los torpes, alivia a los enfermos, domaa los soberbios, hace que nazcan y duren lasamistades, inspira a los ninos en el estudio delas letras, regocija a los viejos, amonesta y en-sena a los prıncipes bajo el disfraz de la lisonjay sin ofenderlos, y hace, en fin, que el hombresea mas agradable y querido para sı mismo, lo

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cual constituye, sin duda, la mejor dicha a que sepuede aspirar. ¿Que cosa mas util y complacien-te que la que se prestan dos mulos rascandosemutuamente? Pues no hay que decir que algosemejante representa la adulacion para la famade los oradores, mayor para la de los medicosy mucho mas grande aun para la de los poetas;ella constituye, en fin, el encanto y el adorno detoda relacion humana.

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CAPITULO XLV

LA FELICIDAD DEPENDE DE LA OPINION DE LOSHOMBRES

Algunos diran que es una desgracia el en-ganarse. Y yo digo que es mayor desgra-

cia el no enganarse nunca. Estan en un error,¿que duda cabe?, los que suponen que la feli-cidad del hombre se halla en las cosas mismas,mientras lo cierto es que depende de la opinionque de ellas nos formamos. La razon esta en losiguiente: las cosas humanas son tan vacıas y tanoscuras, que es imposible saber nada de una ma-nera cierta, como dijeron muy bien mis platoni-cos, los menos vanidosos de todos los filosofos.

Pero aunque se llegase a saber alguna cosa,muchas veces es a costa de la alegrıa de la vi-da, pues en ultimo resultado, el espıritu humanoesta hecho de tal manera, que le es mas acce-sible la ficcion que la verdad. Si alguien deseauna prueba palpable y evidente de esto, no tie-ne mas que entrar en una iglesia cuando hayasermon, y allı vera que si se habla de algo serio,

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la gente bosteza, se aburre y acaba por dormir-se; pero si el voceador (me he equivocado, quisedecir el orador) comienza, como es frecuente, acontar algun cuento de viejas, todos despiertan,atienden y abren un palmo de boca. Del mismomodo, si se celebra la fiesta de un santo fabu-loso o poetico, como, por ejemplo, San Jorge,San Cristobal y Santa Barbara, observareis quese los venera con mucha mayor devocion que aSan Pedro, San Pablo y que al mismo Jesucristo.

Mas dejemos estas cosas, que no son de es-te lugar. Y ahora digamos: ¡cuan poco cuestallegar a la posesion de aquella felicidad de quehablamos! Mientras el conocimiento de las co-sas se adquiere frecuentemente a fuerza de mu-chos trabajos, y aun el de las mas insignifican-tes, como la Gramatica, es mas facil limitarnos anuestras opiniones personales, que, con tanta omas holgura que aquel, conducen a la felicidad.Y si no, decidme: si alguno comiera un pescadotan podrido que ni el olor pudiera aguantar otrapersona, y a el, sin embargo, le supiese a gloria,¿que le importaba para considerarse feliz?

Por el contrario, si a uno le diese nauseas el

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esturion, ¿de que le servira este bocado parasu felicidad? Si alguien tuviera una mujer muyfea y se hallase, no obstante, persuadido de quepodrıa parangonarse con la misma Venus, ¿nosera lo mismo para el caso que si la tal fuerarealmente hermosa? Si un hombre poseyera unmal cuadro, embadurnado de rojo y amarillo,y lo admirase convencido de que era debido alpincel de Apeles o al de Zeuxis, ¿no serıa masdichoso que el que por elevado precio compraseun cuadro de un reputado pintor y que acaso locontempla con menos delectacion?

Yo conozco a cierto sujeto de mi mismo nom-

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bre23 que de recien casado regalo a su esposaunas joyas falsas, y como era amigo de bromas,le hizo creer, no solo que eran buenas y natura-les, sino tambien rarısimas y de un valor ines-timable. Y yo os pregunto: ¿Que le importabaa la joven el engano, si aquellos pedacitos devidrio encantaban sus ojos y su espıritu, y ellalos guardaba cuidadosamente como un riquısi-mo tesoro? En tanto, el marido habıase ahorra-do el gasto y se divertıa con el error de su esposa,que no se le mostraba menos agradecida que sile hubiese hecho el mas rico regalo.

¿Acaso encontrais alguna diferencia entre losque en la caverna de Platon se dejaban fascinarpor las sombras e imagenes de las cosas, sin de-sear nada y sin estar satisfechos de sı mismos,y aquel sabio, que habiendo salido de la cuevave las cosas en su verdadera realidad? Si el Mi-cilo de que habla Luciano hubiera podido sonareternamente que era rico, no habrıa tenido queenvidiar ninguna otra fortuna.

Por consiguiente, no hay diferencia entre ne-cios y sabios, o, si la hay, es a favor de aquellos:

23Sin duda es un hombre llamado Moro.

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en primer lugar, porque son felices con nada, es-to es, persuadiendose de lo que son y, ademas,porque comparten esta dicha con la mayorıa desus semejantes.

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CAPITULO XLVI

LIBERALIDAD DE LA NECEDAD

Sabido es que no hay goce verdadero comono sea en companıa. ¿Y quien ignora

cuan poco abundan los sabios, si es que hay al-guno? Durante muchos siglos los griegos no con-taron mas que siete, y ¡vive Hercules!, que, si seapretara un poco la mano, mal rayo me partaa que apenas se hallarıa entre ellos la mitad deun sabio, o, mejor dicho, la cuarta parte de unsabio.

De aquı que entre las muchas alabanzas quese prodigan a Baco, sea la principal la de ahu-yentar los cuidados del animo, aunque por pocotiempo, porque en cuanto se duerme la “mona”,en seguida vuelven, como suele decirse, al galo-pe, las molestias del espıritu.

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En cambio, mis beneficios son mas completosy duraderos, porque, sin el mas pequeno interes,abisman el alma en una embriaguez eterna deplacer, de delicias, de extasis. Y no dejo a na-die sin participacion en mis favores, mientrasque los otros dioses son exclusivistas y tienensus favoritos. Baco no hace producir a todos lospaıses ese vino generoso y dulce que expulsa laspenas y que es companero de una fecunda es-peranza; Venus no prodiga a todos los tesoros

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de su hermosura; Mercurio es todavıa mas par-co en los dones de la elocuencia; las riquezasno caen mas que sobre algunos privilegiados deHercules, y el Gobierno no lo otorga a un Jupiterhomerico cualquiera; con frecuencia Marte dejalas batallas indecisas; son incontables los que seretiraron cabizbajos del trıpode de Apolo; mu-chas veces Saturno hiere la tierra con el rayo;Febo, de cuando en cuando lanza sus flechas,que llevan a lo lejos la peste, y Neptuno ahoga amas navegantes de los que conduce a puerto. Ypaso por alto a los Vejoves, Plutones, Axas, Fu-rias, Fiebres y otros eiusdem furfuris, que masbien que dioses, dirıase que son verdugos. Yo, laNecedad, soy la unica que extiendo a todos, sindistincion alguna, mis preciosos beneficios.

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CAPITULO XLVII

CULTO UNIVERSAL DE LA NECEDAD

Yo no exijo voto alguno de vosotros; nome encolerizo ni reclamo expiaciones por

si se hubiese omitido alguna ceremonia de miculto; ni soy capaz de trastornar cielos y tierraporque alguno, invitando a otros dioses, me dejeolvidada en mi casa y no me convide a percibirel olor de las vıctimas.

Aquellos dioses son tan quisquillosos sobre es-te particular, que casi es preferible y mucho masseguro no hacerles caso que honrarlos, ya que separecen a esas personas de un humor tan malo yavinagrado, que vale mas tenerlas completamen-te apartadas de sı, que tenerlas como amigas.

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Pero vosotros me direis que la Necedad no tie-ne templos y nadie le hace sacrificios. Es cierto,y me sorprende un poco, como os he dicho, se-mejante ingratitud. Mas aun esto mismo, gra-cias a mi indulgencia, lo estimo como un bien,puesto que ni siquiera puedo desear tales home-najes. ¿Por que he de reclamar yo un granito de

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incienso, o la torta, o el macho cabrıo, o el puer-co, cuando en todas partes todos los hombres merinden el culto interno, que los mismos teologosreconocen como el mejor? ¿Acaso voy a envidiara Diana porque se le ofrezca la sangre humanaen holocausto? Mas religiosamente adorada meconsidero yo, cuando veo que por doquier todosme llevan en su corazon, me confiesan en sus ac-tos y me imitan en su vida, genero de devocionque no es frecuente hallar ni aun tratandose delculto de los santos cristianos. ¿Cuantos llevanvelas a la Virgen para que luzcan al mediodıa,cuando no hacen ninguna falta, y, en cambio,cuan pocos son los que se esfuerzan por imitarlaen la castidad, en la modestia y en el amor a lascosas divinas, que es el verdadero culto y el masagradable para el Cielo? Ademas, ¿para que voya desear yo un templo, cuando el universo enteroes para mı, sin duda alguna, el mas hermoso detodos los templos? A mı solo me faltaran fielesdonde no haya hombres.

Todavıa no soy tan necia que reclame image-nes de piedra pintadas de colorines, cosa queperjudicarıa a veces a mi culto, pues hay gente

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tan insensata y tan roma de ingenio, que adoranlas imagenes de los santos en vez de adorar a lossantos mismos, de suerte que los dioses inmorta-les se parecen entonces a aquellos a quienes lossustitutos los echan a coces de los cargos quedesempenan.

Yo creo que se me han levantado tantas es-tatuas como mortales hay, pues estos (muchos,mal que les pese) llevan consigo mi viva imagen,y ası, nada tengo que envidiar a los otros diosesporque a algunos de ellos se les rinda culto ental o cual rincon de la tierra y en determinadosdıas, como a Febo, en Rodas; a Venus, en Chi-pre; a Juno, en Argos; a Minerva, en Atenas; aJupiter, en el Olimpo; a Neptuno, en Tarento,y a Prıapo, en Lampsaco, con tal que por to-do el orbe se me ofrezcan a mı continuamentesacrificios de mas alto valor

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CAPITULO XLVIII

FORMAS VULGARES QUE REVISTE LA NECEDAD

Pero por si a alguno de vosotros os pare-ce que lo que digo es mas presuntuoso

que verdadero, vamos a examinar un poco laconducta de los hombres, para que se vea cla-ramente lo mucho que me deben y cuanto meaprecian todos, los grandes y los chicos. Paraello, no pasaremos revista a cada uno de los es-tados, porque esto serıa interminable, sino tan

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solo a los mas importantes, por los cuales sepodran apreciar todos los demas.

En efecto: ¿que he de deciros del vulgo y delpopulacho, que, sin discusion alguna, me per-tenecen por completo? Abundan en ellos, pordoquier, tantas clases de necedades, y cada dıainventan otras nuevas, que no bastarıan milDemocritos para reırse de ellas, y aun entoncesserıa necesario otro Democrito mas para reırsede los otros mil.

Es casi imposible describir las risas, las diver-siones y el regocijo que esas pobres gentes pro-porcionan diariamente a los dioses inmortales,porque si bien estos pasan las horas sobrias dela manana celebrando sus asambleas, frecuente-mente bastante ruidosas, y escuchando los vo-tos, el resto del dıa, una vez terminado el festıny cuando embriagados de nectar ya no quierenocuparse de cosas serias, van a sentarse en laparte mas alta del Empıreo, y allı, con la frenteinclinada, miran lo que hacen los humanos, es-pectaculo que como ningun otro les divierte. ¡Ohdios inmortal! ¡Que teatro este! ¡Que variedaden ese baturrillo de necios! Dıgolo porque sabed

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que yo tambien suelo sentarme alguna vez queotra en el divino cenaculo de los dioses poeticos.

Uno se muere de amor por una mujerzuela, aquien ama con mayor pasion cuanto ella menosle quiere; el otro se casa con una dote y no conuna mujer; aquı un marido prostituye a su mis-ma esposa; allı un celoso vigila a la suya comoun Argos; aquel enlutado. . . , ¡oh! ¡Cuantas ne-cedades dice y hace llevando las planideras paraque representen la farsa del duelo, que es comosi llorase sobre el cadaver de su madrastra!; es-te gloton da a su vientre todo lo que gana, ariesgo de morirse de hambre al dıa siguiente;aquel holgazan juzga que no hay otra cosa me-jor que dormir y no hacer nada; vense algunosque se preocupan con gran cuidado de los nego-cios ajenos y abandonan los suyos; vense otrosque toman dinero prestado para pagar sus deu-das y que se creen ricos el dıa que quiebran;despues es un avaro que no encuentra nada tanfeliz como vivir a lo mendigo para enriquecer asu heredero; en seguida un comerciante que atraves de los mares va exponiendo a merced delas olas y de los vientos su vida, que con ningun

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dinero podrıa recuperar; todavıa se ve al aven-turero que prefiere buscar la fortuna en la gue-rra, a gozar de un reposo apacible en su hogar;algunos piensan que captandose la voluntad delos viejos sin hijos, les sera mas facil adquirirlas;otros, para conseguir lo mismo, se hacen aman-tes de las viejecillas ricas. Pero de ninguno deestos reciben los dioses tan especial jubilo comode aquellos que acaban siendo enganados por losmismos a quienes pretendıan enganar.

La clase mas necia y mezquina de todas es lade los comerciantes, porque todo lo tratan consordidez y por razones mas sordidas aun, pues atodas horas mienten, perjuran, enganan, defrau-dan, roban y, con todo, estımanse como la gentemas principal del mundo, por el mero hecho dellevar sortijas de oro en los dedos. No les faltanfrailecitos aduladores que los admiran y los tra-tan en publico de senorıa, solo con el fin de quealguna parte de sus bienes, mal adquiridos, vayaa parar a la escarcela de la comunidad.

En otras partes se ve a ciertos pitagoricos tanconvencidos de que todo es comun, que en cuan-to hallan alguna cosa mal guardada no vacilan

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en apropiarsela como si les viniera por herencia.

Hay quienes nunca son ricos mas que de espe-ranzas, suenan con la fortuna y creen que estoles basta para su felicidad; algunos gozan unica-mente pasando por ricos fuera de su casa, aun-que se mueran de hambre dentro de ella; uno seda prisa a derrochar todo lo que tiene, mientrasque el otro atesora cuanto puede por buenas opor malas artes; un candidato ambiciona los car-gos publicos y, en cambio, otro mortal se deleitasentado junto al furgon; no pocos promueven

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pleitos interminables, en los que las partes lu-chan a porfıa para enriquecer a un juez dado adilatar los asuntos, y a un abogado que se en-tiende bajo cuerda con el contrario. Este ama loscambios, aquel trama grandes proyectos, y hayquien abandona casa, mujer e hijos para ir enperegrinacion a Jerusalen, a Roma, a Santiago,donde no tiene nada que hacer.

En suma, si, como en otro tiempo Menipo,pudierais contemplar desde lo alto de la Lu-na la inenarrable confusion del genero humano,creerıais estar viendo un enjambre de moscar-dones o mosquitos que rinen, luchan, se tiendenasechanzas, se roban, se burlan, se huelgan, na-cen, enferman y mueren. Son increıbles los tras-tornos y las catastrofes que suscita un animalitotan ruin, de tan corta vida, porque a veces bas-ta una batalla, o el azote de una epidemia, paraarrebatar y aniquilar en un instante a millaresde ellos.

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CAPITULO XLIX

FORMAS MAS ELEVADAS DE LA NECEDAD:A) LOS GRAMATICOS

Pero yo misma soy una necia y muy mere-cedora de que Democrito se rıa de mı a

carcajada limpia, al continuar enumerando lasformas de las necedades y de las insanias popu-lares. Me voy, pues, a limitar a tratar de aquellosque entre los hombres gozan de la reputacion de

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sabios y que aspiran, como vulgarmente se dice,los laureles de Minerva.

Figuran en primer lugar los gramaticos, cas-ta que serıa seguramente la mas desgraciada, lamas afligida y la mas menospreciada de los dio-ses, si yo no acudiera a mitigar los enojos de sutriste profesion con cierto genero de una agra-dable locura. No solo han caıdo sobre ellos lascinco Furias o maldiciones de que nos habla elepigrama griego, sino cinco mil, pues siempre losvereis hambrientos y sucios en sus escuelas (es-cuelas dije, mejor harıa en llamarlas letrinas oergastulos) y rodeados de una tropa de rapacesque los hacen envejecer a fuerza de trabajos, quelos aturden con sus gritos y que los asfixian porsu fetidez y por sus marranadas. Sin embargo,gracias a mis beneficios, estımanse como los pri-meros hombres del mundo. Hay que ver como seengrıen cuando con la voz y el aire amenazado-res, espantan a su temblorosa chiquillerıa, cuan-do desgarran a estos desdichados a palmetazos,vergajazos y latigazos, y cuando, a su capricho,los castigan despoticamente, tengan o no tenganrazon, imitando al asno de Crimea.

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Y, mientras tanto, su mugre les parece el maslimpio aseo, los olores de su pocilga son olores demejorana, y su miserrima esclavitud se les anto-ja un reino, hasta el punto de que no querrıantrocar su tiranıa por los imperios de Falaris o deDionisio.

Pero todavıa son mas dichosos cuando pien-san haber encontrado un nuevo metodo de en-senanza, porque aunque llenen la cabeza de losninos de puras vaciedades, no obstante, ¡oh san-tos dioses!, ¿quien serıa el que no tratase condesden todos los Palemones y Donatos del mun-do comparados con ellos? Y no se de que ilu-siones magicas se valen para que las tontasmadres y los padres idiotas les reconozcan losmeritos de que blasfeman. Anadase a esta sa-tisfaccion la que reciben cuando en algun ma-nuscrito apolillado descubren, por ejemplo, elnombre de la madre de Anquises o una pala-breja desconocida por el vulgo, como bubse-qua(boyero), bovinator (tergiversador) o man-toculator (ladronzuelo), y si desentierran en al-guna parte un fragmento de piedra antigua, en elque leen una mutilada y borrosa inscripcion, en-

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tonces, ¡oh Jupiter!, ¡que transportes de alegrıa!,¡que triunfos!, ¡que encomios! ¡Como si hubie-sen conquistado el Africa o tomado Babilonia!Y cuando recitan a todos los que se presentansus versos, los mas adocenados e insulsos delmundo, y nunca faltan admiradores, creen fir-memente que el espıritu de Virgilio ha pasado asu cerebro.

Pero nada hay mas divertido que cuando dosde estos pedantes se prodigan mutuas alabanzasy elogios, y se rascan recıprocamente; mas, siuno de ellos se equivoca en una sola palabra, yel otro, mas listo, tiene la suerte de apercibirse,¡por Hercules!, ¡que tragedia!, ¡que de peleas!,¡que de insultos y de invectivas!. . . Y si miento enel detalle mas pequeno, ¡que caiga en mi cabezala colera de todos los gramaticos!

He conocido a un erudito que domina el grie-go, el latın, las matematicas, la Filosofıa y laMedicina y no se cuantas cosas mas, que siendoya sexagenario, abandono todas estas cienciaspara dedicarse exclusivamente a la Gramatica,en la que hace mas de veinte anos se rompe lacabeza y se devana los sesos, diciendo que serıa

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completamente feliz si le fuera dado vivir sola-mente el tiempo preciso para determinar clara-mente el modo de distinguir las ocho partes dela oracion, cosa que, hasta ahora, segun el, ni losgriegos ni los latinos han logrado hacer de unamanera satisfactoria, como si fuera un casus be-lli el confundir una conjuncion con un adverbio.De aquı que, habiendo tantas gramaticas comogramaticos, o, mejor dicho, mas (pues solo miamigo Aldo Mauricio ha impreso mas de cinco),no se encuentre ninguna, por barbara y enojosaque sea, que nuestro hombre no haya hojeadoy meditado, para no tener que envidiar al masinepto pedante que se dedique a estas especu-laciones. ¡De tal modo teme que se le quite sugloria y que se malogren tantos anos de trabajo!

¿Como quereis llamar a esto locura o necedad?Llamese con uno u otro nombre, poco importa,con tal que reconozcais que, gracias a mis bene-ficios, el animal mas miserable de todos goza detal felicidad, que no querrıa trocar su suerte porla de los reyes de Persia.

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CAPITULO L

B) LOS POETAS, LOS RETORICOS Y LOS ESCRITORES

Menos me deben los poetas, pues aun-que pertenecen ex profeso a mi partido,

son espıritus independientes, como dice un viejoproverbio, cuya unica tarea consiste en regalarlos oıdos de los necios con simples bagatelas ycuentecillos ridıculos. Es, sin embargo, admira-ble, como movidos por esta, se creen no solo con

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derecho a la inmortalidad y a un destino igualque los dioses, sino que se los prometen a losotros.

De todos mis familiares, son los mas devotosdel Amor Propio y de la Adulacion, y no hayquien me rinda culto tan puro y perseverante.

Igualmente me pertenecen los retoricos, aun-que, en verdad, prevariquen a veces para enten-derse con los filosofos; y digo que me pertenecen,entre otras razones, por una principalısima, cuales la de que, aparte de otras tonterıas, han escri-to con particular cuidado una multitud de pre-ceptos referentes a las reglas del genero festivo,hasta el extremo de que el autor de la Retoricadedicada a Herenio, sea quien fuere, incluyo a laNecedad entre los medios de agradar; y Quinti-liano, prıncipe de los retoricos, escribio sobre larisa un capıtulo mas largo que la Ilıada; en fin,tanta es la importancia que los retoricos atri-buyen a la necedad, que muchas veces lo queningun argumento pudo deshacer, la risa lo des-barata en un instante. Ahora bien: supongo quenadie pensara que el arte de hacer reır no mepertenece a mı, a la Necedad.

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De la misma calana son los que publicandolos libros quieren alcanzar fama imperecedera,todos los cuales me deben mucho; pero princi-palmente, aquellos que emborronan el papel conmeras majaderıas, ya que a los que escriben doc-tamente y para unos pocos entendidos, hombresque no temerıan ni aun las crıticas de Persio yLelio, mas bien los tengo por dignos de lastimaque por dichosos; su vida es una tortura conti-nua; en efecto, anaden, cambian, quitan, vuel-ven a poner, hacen y deshacen, aclaran, guardannueve anos su obra, como dijo Horacio, y nuncaestan del todo satisfechos. Y todo esto para ob-tener una vana recompensa: la gloria, patrimo-nio de muy pocos, la cual compran a fuerza devigilias, con grave detrimento del sueno, balsa-mo de la vida, y a costa de fatigas y tormentos,a los que hay que anadir, ademas, la perdidade la salud, la ruina del cuerpo, la oftalmıa yaun la ceguera, la pobreza, la envidia, la absti-nencia de los deleites, la vejez precoz, la muerteprematura y otros sufrimientos por el estilo. Heaquı los sacrificios con que este sabio piensa quedebe comprar la aprobacion de algun que otro

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leganoso como el.

En cambio, el escritor que me es adicto, esmas feliz cuanto es mas extravagante, porquesin ningun esfuerzo, y sin pensarlo siquiera, lan-za inmediatamente por escrito todo lo que se leviene a las mientes, todo lo que afluye a su plu-ma y todo cuanto suena, costandole solo un pocode papel, sabiendo muy bien que cuantas mastonterıas escriba, mas gustado sera por la mul-titud; es decir, por todos los necios ignorantes.¿Que le importa, pues, que le desprecien tres ocuatro sabios, caso de que le lean? ¿Que significael voto de tan pocos sabios ante la muchedum-bre que lo aclama?

Pero son mucho mas listos los que publican ba-jo su nombre las obras ajenas y se apropian unagloria que a otros ha costado inmensos trabajos,con copiar descansadamente, pues aunque sabenque un plagio ha de descubrirse algun dıa, sinembargo, durante algun tiempo, ellos se enri-quecen con el interes del prestamo. Hay que vercomo se pavonean cuando son alabados por elvulgo; cuando la multitud los senala con el dedodiciendo: “¡Miradlo! ¡Es el famoso Tal!” Cuando

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contemplan sus obras en las librerıas y cuandoen las portadas de sus libros aciertan a colo-car unos tıtulos raros, muy a menudo extranos,que asemejan caracteres magicos, y que, ¡por losdioses inmortales!, no son sino palabras hueras.¡Cuan pocos se encontraran en toda la extensiondel globo que los conozcan! ¡Cuantos, menos to-davıa, que los ensalcen! (que tambien entre losindoctos hay diversidad de paladares). En ge-neral, dichos tıtulos se inventan, o se toman deobras antiguas, y ası, uno gusta de llamar a lasuya Telemaco; el otro, Esteleno o Laertes ;este, Polıcrates ; aquel, Trasimaco, y a algunosno les importarıa nada que un libro se llamaraEl camaleon o La calabaza, aunque no tratende ello, para imitar el lenguaje de los filosofosAlfa o Beta.

Pero lo mas gracioso del caso es verles enviarsemutuamente epıstolas, poesıas y elogios, dondese alaban recıprocamente los necios y los igno-rantes. “Tu eres superior a Alces”, dice el pri-mero. “Tu –replica el segundo– vales mas queCalımaco.” “Tu eres un Ciceron”, grita uno. “Ytu eres mas sabio que Platon”, le contesta el

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otro.Algunas veces, tambien se buscan un contrin-

cante, a fin de aumentar su fama rivalizando conel. Entonces el publico, ingenuo, se divide en dosbandos contrarios, hasta que los dos campeones,dando por bien renido el combate, se retiran vic-toriosos y ambos se llevan los honores del triun-fo. Los sabios de rıen, diciendo, con razon, queesto es ya el colmo de la necedad. Y ¿quien loniega? Pero, entre tanto, gracias a mı, pasanuna vida tan agradable, que no cambiarıan susglorias por las de los mismos Escipiones. No obs-tante, los mismos sabios, que se rıen de esto contoda su alma y con tanto gusto, gozan de la lo-cura ajena, no es poco lo que me deben a su vez,y no podran negarlo, como no sean grandementeingratos conmigo.

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CAPITULO LI

C) LOS JURISCONSULTOS Y LOS DIALECTICOS

Entre los eruditos, los jurisconsultos re-claman el primer lugar, y cierto es que

ningunos otros se muestran tan satisfechos desı mismos cuando, verdaderos Sısifos24, subeneternamente la piedra urdiendo en su cabeza

24“Subir eternamente la piedra, ¡como Sısifo!”, quiere decir, hacer un trabajo agotador, esteril e infinito.

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centenares de leyes, siempre con el mismo fa-natismo, sin importarles un bledo que vengan ono vengan a pelo, amontonando glosas sobre glo-sas y opiniones sobre opiniones, y haciendo creerque sus estudios son los mas difıciles de todos,por reputar que, cuanto mas trabajo cuesta unacosa, por lo mismo mas merito tiene.

Puede colocarse a su lado a los dialecticos ysofistas, hombres locuaces que meten mas rui-do que los calderos broncıneos de Dodona, puesuno solo podrıa luchar en charlatanerıa con vein-te comadres escogidas. Serıan, sin embargo, masfelices si solamente fueran charlatanes y no tam-bien camorristas, como lo son, que por un quıta-me alla esas pajas, arman feroces peloteras, ymuchas veces, a fuerza de porfiar, la verdad seles escapa de las manos. Sin embargo, el AmorPropio los hace dichosos, pues armados con doso tres silogismos, no vacilan en atreverse a dis-cutir con cualquiera y acerca de cualquier cosa,porque su misma pertinacia los hace invencibles,aunque los pusierais en frente al propio Esten-tor25.

25Heroe de los griegos.

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CAPITULO LII

D) LOS FILOSOFOS

Detras de ellos vienen los filosofos, ve-nerables por su barba y por su manto,

que dicen ser los unicos que saben; el resto de losmortales son hombres que revolotean. ¡Oh, cuandulcemente deliran cuando forjan mundos infini-tos a su antojo; cuando miden como con el pul-

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gar, como con un hilo, el sol, la luna, las estrellasy los orbes celestes; cuando sin vacilar un puntoexplican las causas del rayo, del viento, de loseclipses y de todos los demas fenomenos inexpli-cables! Y lo hacen como si fueran los secretariosdel arquitecto del mundo, o como si acabarande llegar del Consejo de los dioses. En tanto, laNaturaleza se rıe lindamente de ellos y de sushipotesis, porque no conocen nada con certeza,como lo demuestran palmariamente las intermi-nables disputas que mantienen entre sı acercade cualquier cosa. No saben absolutamente na-da, y pretenden saberlo todo. No se conocen ası mismos, ni ven la fosa abierta a sus pies, nila piedra en que pueden tropezar, sea porque deordinario son casi ciegos, sea por tener la cabe-za a pajaros26; pero esto no les impide afirmarque perciben las ideas, las universales, las formasabstractas, la materia prima, los quidditates27,los acceitates28, cosas, en verdad, tan imper-ceptibles, que, a mi juicio, ni el mismo Linceolas hubiese visto con claridad. Pero, sobre todo,desprecian al profano vulgo, solo porque saben

26“Tener la cabeza a pajaros”, quiere decir, andar distraıdo.27quidditates, lo que responde a la pregunta quid sit, la esencia, la existencia (Aristoteles).28acceitates, lo que hace que un individuo sea unico y distinto a los demas (Aristoteles).

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trazar triangulos, cuadrilateros, cırculos y otrasfiguras matematicas, inscritas unas en otras, eintrincadas en forma laberıntica y acompanadasde un ejercito de letras, repetidas en distintosordenes, cuya colocacion ofusca a los ignorantes.No faltan algunos entre ellos que leen el porveniren los astros, y que prometen milagros mayoresque los de la magia. ¡Y todavıa encuentran pa-panatas que creen tambien esas cosas!. . .

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CAPITULO LIII

E) LOS TEOLOGOS

Quiza fuera mas conveniente pasar en si-

lencio a los teologos y no remover esacienaga, ni tocar esa planta fetida, no sea quetal gente, severa e irascible en el mas alto grado,caiga sobre mı en corporacion con mil conclusio-nes, para obligarme a cantar la palinodia, y encaso de negarme, pongan inmediatamente el gri-to en el cielo llamandome hereje, que no de otrasuerte suelen confundir con sus rayos a quienesles son poco propicios.

No hay otros, ciertamente, que de peor ga-na reconozcan mis favores, aunque no por livia-nas razones me son deudores de muchos; pues,siendo dichosos por el Amor Propio, como sivivieran en el tercer cielo, miran desde su altu-ra a los demas hombres como mıseros animalesque se arrastran por la tierra, y casi se compa-decen de ellos. De tal modo se hallan protegi-dos por un cortejo de definiciones magistrales,de conclusiones, de corolarios, de proposiciones,

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explıcitas e implıcitas, y tan bien provistos derefugios, que no podrıan enredarse ni en las re-des de Vulcano, porque se escurrirıan de ellasa fuerza de esos distingos que cortan todas lasmallas, con palabras recien buscadas y terminososcuros, como no harıa tan facilmente el cuchillode dos filos de Tenedos. Ademas, explican a sucapricho los mas ocultos misterios, por ejemplo:“Por que causa fue creado y ordenado el mun-do.” “Que vıas ha seguido el pecado original enla descendencia de Adan.” “De que modo, enque medida, cuanto tiempo estuvo Cristo en elseno de la Virgen.” “De que manera en la Eu-caristıa subsisten los accidentes sin sustancia.”

Pero estas cuestiones estan ya muy trilladas;hay cuestiones, en verdad, reservadas a los gran-des teologos, a los iluminados, como ellos di-cen, y las cuales, cuando se plantean, los albo-rotan enormemente; verbigracia: “¿Hay un ins-tante en la generacion divina?” “¿Deben admi-tirse muchas filiaciones en Cristo?” “¿Es posibleesta proposicion: Dios Padre odia a su Hijo?”“¿Habrıa podido Dios haber tomado la natura-leza de una mujer, de un demonio, de un asno,

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de una calabaza o de un guijarro? Y admitiendoque hubiera tomado la forma de una calabaza,¿como habrıa podido predicar, hacer milagrosy ser clavado en la cruz? ¿Que habrıa consa-grado San Pedro si hubiera consagrado duranteel tiempo que Cristo estaba en la cruz? ¿Podrıaafirmarse que en aquel momento Cristo era hom-bre? Despues de la resurreccion de la carne, ¿secomera y se bebera?”, preguntan, en fin, ¡comosi ya se precaviesen contra el hambre y la sed!

Hay todavıa una multitud de estupidas sutile-zas, cien veces mayores que las anteriores, acercade las nociones, las relaciones, las formalidades,las quidditates y ecceitates, que se escaparıana los ojos mas penetrantes, a menos que tuvie-ran los de Linceo, que veıan a traves de las masespesas tinieblas las cosas que nunca habıanexistido. Anadid a esto aquellas sentencias tanparadojicas, que, a su lado, los oraculos de losestoicos, conocidos con el nombre de paradojas,parecen maximas groseras y propias de charlata-nes callejeros, como, por ejemplo: “Es un pecadomenos grave degollar mil hombres que coser endomingo los zapatos de un pobre”, y “es prefe-

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rible dejar que perezca el Universo entero, conarmas y bagajes, como suele decirse, a proferiruna sola mentirijilla, por inocente que sea”.

Pero estas sutilezas tan sutiles, las conviertenen archisutiles los diversos sistemas escolasticos,pues mas pronto se saldrıa de un laberinto quede esa marana de realistas, nominalistas, tomis-

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tas, albertinos, ockamistas, escotistas, etc., y nohe nombrado todas las sectas, sino las princi-pales, en todas las cuales hay tanta erudicion ytantas dificultades, que, en mi opinion, los mis-mos apostoles necesitarıan una nueva Venida delEspıritu Santo si tuvieran que disputar sobre es-tas materias con esta nueva especie de teologos.

San Pablo pudo, sin duda, estar animado porla fe; pero cuando dijo que es “el fundamentode las cosas que se esperan y la conviccion delas que no se ven”, la definio de un modo pocomagistral. El mismo practico maravillosamentela caridad; con que poca dialectica la dividio ydefinio en el capıtulo XIII de la primera Epısto-la a los Corintios. Con seguridad, los apostolesconsagraban con gran devocion, y, sin embargo,si se les hubiera preguntado acerca del terminoa quo y del termino ad quem o sobre la tran-sustanciacion, o como uno mismo puede estar ala vez en diversos lugares, o sobre que diferen-cia existe entre el Cuerpo de Cristo en el Cie-lo, en la Cruz y en el Sacramento eucarıstico, oen que instante se verifica la transustanciacion,puesto que las palabras en cuya virtud se reali-

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za, siendo cantidad discreta, tienen que ser tam-bien sucesivas. . . Si se interrogase, repito, a losapostoles acerca de todas estas cosas, creo queno hubieran podido responder tan agudamentecomo los escotistas cuando las explican y defi-nen. Los apostoles conocieron en carne y huesoa la Madre de Jesus; pero ¿quien de ellos de-mostro tan hipocritamente como nuestros teolo-gos de que modos fue preservada del pecado ori-ginal?

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San Pedro recibio las llaves, y las recibio dequien no podıa confiarlas a un indigno de talhonor, y, sin embargo, yo no se si lo entenderıa,porque seguramente nunca se le ocurrio pensaren la sutileza de como las llaves de la cienciapueden ir a parar a manos del que carece deella. Los apostoles bautizaban por todas par-tes, y, no obstante, jamas dijeron nada de lascausas formales, materiales, eficientes y finalesdel bautismo, ni hicieron la menor mencion desu caracter deleble o indeleble. Ellos adoraban aDios, pero en espıritu y sin mas norma que aquelprecepto evangelico que dice: “Dios es espıritu,y hay que adorarle en espıritu y en verdad”; masen ningun lugar aparece que les fuese reveladoque una figurilla trazada con carbon en la pa-red mereciera identica adoracion que el mismoCristo, con tal que tuviera dos dedos extendi-dos, larga melena y una aureola de tres franjaspegada al occipucio. ¿Quien, pues, ha de com-prender estas cosas si no se ha pasado treinta yseis anos enteros descrismandose con el estudiode la fısica y la metafısica de Aristoteles y deEscoto?

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Asimismo, los apostoles hablaron repetida-mente de la gracia, pero jamas distinguieron en-tre la gracia gratis dada y la gracia gratum fa-ciens. Exhortaron a las buenas obras, pero nohicieron distincion entre la obra operante y laobra operada. Recomendaron sin cesar la cari-dad, pero no la clasificaron en infusa y adqui-rida, ni explicaron si es accidente o sustancia,creada o increada. Execraron el pecado, peroque me muera si hubieran podido definir cientıfi-

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camente lo que nosotros llamamos pecado, a me-nos que supongamos que el espıritu de los esco-tistas los inspirara.

Con todo, no creo que San Pablo, por cuya cul-tura podemos juzgar la de los demas, se hubie-ra atrevido a condenar todas estas cuestiones,controversias, genealogıas y logomaquias, comoel mismo las llama, si hubiese comprendido ta-les argucias, y mas teniendo en cuenta que lasdiscusiones y disputas de su tiempo eran rusti-cas y cerriles, comparadas con las sutilezas denuestros doctores, que exceden a la del mismoCrisipo29.

No obstante, son los teologos hombres muytolerantes cuando acaso hallan algo que, si biencon tosquedad y poco magistralmente, haya si-do tratado por los apostoles, porque no lo re-chazan, sino que lo interpretan con benevolen-cia. Deferencia que nace tanto de su veneracionpor la antiguedad como de su respeto al nom-bre apostolico. En verdad, ¡caramba!, no serıajusto exigir de ellos cosas tan lindas, de las quejamas oyeron de labios de su Maestro una sola

29“Crisipo de Soles” (282-208 a.C.), hombre de una sutileza notable.

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palabra. Mas si encuentran los mismos pasajesen San Juan Crisostomo, en San Basilio o enSan Jeronimo, entonces se contentan con escri-bir al margen: Non tenetur, es decir, “esto nose admite”.

Es verdad que los apostoles impugnaron a losgentiles, a los filosofos y a los judıos, muy obsti-nados estos por su naturaleza; pero lo hicieroncon su vida y con sus milagros mas que con si-logismos, pues se dirigıan a personas entre lasque no habıa ninguna capaz de comprender unsolo quodlibeto30 de Escoto. Mas hoy, ¿que gen-til o que hereje no se rendirıa inmediatamente atan maravillosas sutilezas, a no ser que fuera tanignorante que no las comprendiera, o tan desver-gonzado que las silbase, o tan iniciado en estegenero de ardides que pudiera entrar en igualcombate como de genio a genio o como de dies-tro a diestro? Esto no serıa otra cosa que untejer y destejer la tela de Penelope.

30Pregunta que puede responderse con un si o un no.

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Por eso, a mi parecer, procederıan cuerdamen-te los cristianos si en vez de enviar contra losturcos y los sarracenos esas grandes falangesde soldados, que desde ha tantos anos combatensin exito, mandaran a los alborotadores escotis-tas, a los terquısimos ockamistas, a los invictosalbertistas y, en fin, a toda la turbamulta de lossofistas, pues creo que habrıan de presenciar lamas graciosa batalla y una nunca vista victoria;porque ¿quien serıa tan frıo que no le desperta-ran sus aguijonazos? ¿Quien tan imbecil que nole animaran sus agudezas? ¿Quien tan clarivi-

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dente que no le ofuscaran sus densısimas oscu-ridades?

Presumo que estais creyendo que os digo todoesto en broma, y cierto que no me extranarıa, yaque, entre los mismos teologos, hay algunos masversados en la ciencia, a quienes estas frıvolas ar-gucias teologicas (ası las reputan) les producennauseas, como tambien hay otros que estimangrandemente impıo y execran, cual si fuera unsacrificio, el que en estas materias, mas para ad-mirar que para explicar, se hable con lenguas tanirreverentes, se discuta con artificios tan genti-les y profanos, se defina con tanta arrogancia yse manche la majestad de la divina Teologıa contan insulsas y hasta con tan impuras palabras yopiniones.

Todo esto es verdad; pero tambien lo es que losotros se complacen sobre manera en sı mismos;es mas: se aplauden, hasta el extremo de que,ocupados dıa y noche con sus halagadoras mon-sergas, no les queda un solo instante para hojear,al menos una vez, el Evangelio o las Epıstolasde San Pablo. Y porque llenan las escuelas consus estupideces, se imaginan que son las colum-

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nas de la Iglesia, cuyo edificio se derrumbarıa sino fuera por ellos, y que sus silogismos son lospuntales que lo sostienen, de la misma maneraque los hombros de Atlas sostienen al mundo,segun refieren los poetas.

Pensad lo felices que son cuando moldean y re-moldean a su antojo los pasajes mas abstractosde la Escritura como si fueran de blanda cera;cuando pretenden que sus conclusiones, firma-

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das ya por algunos de su escuela, se las tenga porsuperiores a las leyes de Solon y se prefieran auna los decretos pontificios, y cuando, erigiendoseen censores del mundo, obligan a retractarse atodo el que no se conforme rigurosamente consus conclusiones explıcitas o implıcitas.

Ellos proclaman, a guisa de oraculos, que talproposicion es escandalosa, tal otra poco reve-rente, tal otra heretica, tal otra malsonante, detal suerte que ni el bautismo, ni el Evangelio, nila doctrina de San Pablo y San Pedro, ni la deSan Jeronimo, ni la de San Agustın, ni siquierala del mismo Santo Tomas, el gran aristoteli-co, bastan para formar un cristiano si no cuentacon el asentimiento de los bachilleres. ¡Tanta esla sutileza de sus juicios!

¿Quien habrıa de sospechar, si nuestros sa-bios no lo hubiesen ensenado, que dejaba deser cristiano quien dijese indiferentemente estasdos proposiciones: “Bacın, hiedes” y “El bacınhiede”; o bien: “La marmita hierve” y “Hier-ve la marmita?” ¿Quien hubiera librado a laIglesia de las densas tinieblas del error, del cualseguramente nadie se habrıa percatado si ellos

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no lo hubiesen anunciado con grandes sellos dela Universidad? ¿Y no son nuestros teologossumamente dichosos cuando hacen todo esto?¿Cuando, ademas, describen tan al detalle to-do lo que se refiere al infierno, como si hubieranvivido muchos anos en este paıs? ¿Cuando, porfin, construyen a su capricho nuevas esferas omundos, sin olvidarse de ponderar una muy es-paciosa y muy bella, el Empıreo, a fin de quea las almas de los bienaventurados no les falteespacio para pasearse a su gusto, para celebrarbanquetes y aun para jugar a la pelota?

Con estas y otras mil parecidas tonterıas estanrellenas e hinchadas las cabezas de esos hom-bres, que presumo no lo estaba mas la de Jupi-ter cuando, para dar a luz a Minerva, pidio porfavor el hacha de Vulcano; por lo cual no osasombreis si en las disputas publicas veis suscraneos tan cuidadosamente cubiertos con losflecos del birrete, ya que, de lo contrario, es se-guro que se les abrirıan de por medio.

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Yo misma tengo que reırme algunas veces alver que solamente se tienen por grandes teolo-gos cuando se expresan lo mas barbara y tor-

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pemente posible; al considerar que balbucen detal forma que de nadie logran ser comprendi-dos, a no ser por los tartamudos, y que llamanagudeza de ingenio a lo que el vulgo no entien-de; porque dicen que es indigno de las SagradasLetras someterse a las leyes de los gramaticos.¡Admirable excelencia de los teologos, si solo aellos les fuera lıcito hablar mal! Por desgracia,en esto son iguales a muchos remendones.

Para concluir: se creen semidioses siempre quese los saluda casi devotamente con las pala-bras “Magister noster”, en las cuales creen ha-llar cierto sentido tan misterioso como el queencuentran los judıos en el tetragrammaton onombre de Jahve. Por este motivo pretendenque MAGISTER NOSTER no debe escri-birse mas que con mayusculas, y si a alguno sele ocurriese decir, invirtiendo las palabras, Nos-ter Magister, este tal echarıa a perder de ungolpe toda la majestad del prestigio teologico.

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CAPITULO LIV

F) LOS RELIGIOSOS Y LOS MONJES

Muy parecida a la feliz condicion de losteologos es la de aquellos que se llaman

religiosos y monjes o frailes, calificativos muyfalsos, porque buena parte de ellos distan muchode la religion, y no hay nadie como ellos tanpresentes en todas partes31.

No veo quien pudiera ser mas desgraciado queellos si yo no acudiese en su auxilio de muchasmaneras, pues aunque el genero humano detesta

31monje viene del griego monaqìc, unico, solo.

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esta clase de hombres, hasta el punto de que silos encuentra al paso cree a pie juntillas que essenal de mal aguero, ellos, sin embargo, tienen lamas alta opinion de sı mismos. En primer lugar,estiman que la piedad consiste en estar ayunosde toda clase de estudios, que no sepan ni si-quiera leer; ademas, cuando cantan los salmos,pronunciados, mas no entendidos, y atruenan lostemplos con sus voces de jumentos, se imaginanque los oıdos de la Divinidad estan recibiendoun deleite especial. Hay algunos de ellos

que trafican ventajosamente con su mugre y sumendicidad, y van berreando de puerta en puer-ta para pedir un pedazo de pan, sin dejar hos-

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terıas, coches ni bancos que no asalten, con nopoco perjuicio de los verdaderos mendigos; deeste modo penetran suavemente estos hombres,que con su suciedad, su ignorancia, su ordina-riez y su desverguenza pretenden ofrecernos unaimagen de los apostoles.

¿Que cosa mas divertida que ver como to-do lo hacen conforme a preceptos determina-dos, cual si sus actos estuvieran sujetos a re-glas matematicas cuya omision implicase sacri-legio? ¿Cuantos nudos tendran las sandalias; deque color sera el cinto; que numero de ropashabran de vestir; cual sera la materia y la longi-tud del cinto; que forma y dimensiones tendra lacapilla; cuantos dedos de ancho el cerquillo, ycuantas horas han de dormir? ¿Quien no com-prende la desigualdad de semejante igualdad entan infinita variedad de cuerpos y de almas? Sinembargo, a pesar de estas bagatelas, no sola-mente creen que a su lado los demas son unasnulidades, sino que se desprecian entre sı, y es-tos hombres, que profesan la caridad apostolica,si ven en otro de su Orden un habito distinto delsuyo o de un color un poco mas o menos oscuro

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que el del que ellos gastan, arman cada trapi-sonda que tiembla el orbe.

Algunos hay tan rigurosos observadores de lasconstituciones de su Orden, que llevan de cili-cio las vestiduras exteriores y debajo de ellasfinısimas telas de Milesia; otros, en cambio, vanpor fuera vestidos de lino y por dentro de lana;otros, tambien, huyen del contacto del dinerocomo de un veneno, pero no de las mujeres nidel vino. En fin, todo su afan es no hacer nadaen conformidad con el orden natural de la vida,ni tampoco estriba su preocupacion en parecer aCristo, sino en no parecerse entre ellos. Por eso,gran parte de su felicidad la cifran en los sobre-

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nombres, pues mientras los unos se enorgullecencon el nombre de franciscanos (ya sean recoletos,menores, mınimos o bulistas), los otros del debenedictinos o bernardos, o bridigenses, o agus-tinos, o guillermistas, o jacobistas (dominicos),como si fuese poco llamarse cristianos.

La mayorıa de ellos conceden tal importan-cia a sus ceremonias y tradicioncillas claustrales,que consideran que un solo cielo no es una re-compensa muy grande para tantos meritos, sinpensar jamas en que Cristo, despreciando todoesto, en la otra vida les preguntara si han cum-plido exactamente su precepto de la caridad.Entonces, uno presentara su panza rellena de to-da clase de pescados; otro, cien cargas de salmos;otro contara sus millares de ayunos y querra ha-cer creer que tiene el estomago destrozado porno haber hecho mas que una sola refaccion; otrosacara a relucir tal monton de ceremonias quesiete grandes navıos no bastarıan para soportar-las. Quien se gloriara de que en sesenta anos notoco una sola moneda, a no ser con un doble parde guantes; quien mostrara su capuchon tan su-cio y grasiento que no lo querrıa ni un marinero;

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quien recordara que durante mas de once lustrosvivio como una esponja sin moverse del mismositio; quien aducira ha enronquecido a fuerza detanto cantar en el coro; quien, que la soledad leha embrutecido; quien, en fin, que un silencioperpetuo le ha paralizado la lengua.

Pero Cristo, interrumpiendo estas intermina-bles apologıas, exclamara: “¿De donde viene es-ta nueva casta de judıos? Yo no conozco, verda-deramente, mas que mi ley, que es la unica dela que no oigo hablar. En otro tiempo, bien cla-

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ramente, y sin emplear el velo de las parabolas,prometı el reino de mi Padre, no a las cogullas,a las preces y a las abstinencias, sino a las obrasde caridad. No reconozco a aquellos que tantoreconocen sus meritos y que quieren aparecermas santos que yo; vayan, si les place, a llenarlos trescientos sesenta y cinco cielos de Basılides,o pidan que les hagan uno nuevo para ellos a losque antepusieron sus insignificantes tradicionesa mis preceptos.”

Cuando oigan esto y vean que los galeotes y loscarreteros son preferidos a ellos, ¿con que caras,decidme, se miraran los unos a los otros? Peromientras esto llega, y no sin mi ayuda, son felicescon su esperanza.

Aunque es cierto que viven alejados del mun-do, no hay nadie, sin embargo, que se atreva adespreciarlos, sobre todo si se trata de los men-dicantes, porque poseen los secretos de las fami-lias merced a las confesiones que provocan portodos los medios imaginables, secretos que no leses lıcito descubrir, como no sea cuando, despuesde haber empinado el codo, quieren divertirsecontando picantes anecdotas, y entonces dicen

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las cosas que se entienden por conjeturas, perocallando los nombres. Mas si alguien irrita a es-tos zanganos de colmena, venganse, bonitamen-te en los sermones, aludiendolos con indirectastan transparentes, que solo dejarıa de entender-las aquel que nada comprendiese, y, a imitaciondel Cerbero, no cesaran de ladrar mientras noles echeis algun hueso para taparles la boca.

Ademas, ¿que comediante o charlatan calle-jero puede ser mas entendido que estos hom-bres, cuando en sus sermones tratan de imitara los retoricos de una manera completamente

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ridıcula, aunque graciosısima, y poner en practi-ca las reglas oratorias que aquellos ensenaron?¡Oh dioses inmortales! ¡Que gestos! ¡Que cam-bios de voz tan apropiados! ¡Que sonsonete! ¡Ycomo se pavonean! ¡Como vuelven sus miradas,ya a los unos, ya a los otros! ¡Que gritos dantan destemplados! Este arte de predicar pare-ce como un secreto que el fraile transmite porherencia al frailecillo, y aunque a mı no me seadado conocerle, voy a deciros de el lo que porciertos indicios he podido deducir.

En primer lugar, hacen una invocacion, cosaque han ido a pedir prestada a los poetas.

En segundo termino, si van a hablar sobre lacaridad, empiezan el exordio con el Nilo de Egip-to; si del misterio de la Cruz, hallan felicısimocomienzo en el recuerdo de Bel, el dragon deBabilonia; si del ayuno, toman su punto de par-tida en los doce signos del Zodıaco, y si de lafe, hacen una larga introduccion acerca de lacuadratura del cırculo.

Yo mismo oı una vez a un insigne necio (mejordicho, a uno de estos sabios) que, habiendo de

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predicar en un sermon de campanillas32 sobreel misterio de la Santısimas Trinidad, y querien-do dar prueba de una erudicion poco comun yregalar el oıdo a los teologos, echo por un ca-mino completamente nuevo: hablo de las letras,de las sılabas y de las oraciones; despues, acer-ca de la concordancia del nombre con el verboy del adjetivo con el sustantivo, hasta el pun-to de que casi todos los oyentes se asombraban,y algunos, en voz baja, repetıan aquel dicho deHoracio: “¿A que vienen tantas imbecilidades?”El orador acabo por demostrar que la imagende la Trinidad hallase tan manifiesta en los ru-dimentos gramaticales, que ningun matematico,valiendose de sus figuras, alcanzarıa mayor exac-titud. Para hacer tal sermon, estuvo este archi-teologo sudando la gota gorda nada menos queocho meses enteros, y hoy esta mas ciego que untopo; probablemente toda la sutileza de su inge-nio se le subio a la cuspide del entendimiento, y,sin embargo, no le pasa su ceguera, y mira estocomo un pequeno sacrificio en comparacion dela gloria adquirida.

32“de campanillas”, quiere decir, de gran autoridad o de circunstancias muy relevantes.

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Tambien oı una vez a un octogenario, tan re-matado teologo, que se le hubiera tomado porEscoto redivivo.

Este, queriendo explicar el misterio del nom-bre de Jesus, demostro con admirable sutilezaque en las mismas letras de aquel nombre es-taba encerrado cuanto de Jesus podrıa decirse;en efecto: como no tiene mas que tres casos enla declinacion latina, es evidente sımbolo de laSantısima Trinidad. Ademas, puesto que el pri-mer caso es en S –Jesus–, el segundo en M –Jesum–, y el tercero en U –Jesu–, encierrase enello un misterio inefable, a saber: que cada unade estas letras indica que Jesus es el Principio,el Medio y el Fin de todas las cosas33. Quedabaun misterio aun mas indescifrable que todo esto.El orador dividio matematicamente la palabraJesus en dos partes iguales, quedando en me-dio la S ; enseno que entre los hebreos esta letraes la ,ש! llamada por ellos syn, que en escocesme parece que quiere decir pecado (sin), y que,por tanto, resulta claramente de todo esto queJesus habıa de ser quien quitase los pecados del

33summum, medium, ultimum.

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mundo.

Este tan extrano exordio causo tal estupefac-cion en todos los oyentes, y principalmente enlos teologos, que poco falto para que se quedaranpetrificados como Nıobe; en cambio, a mı meentro una risa que por poco se me aflojan losmuelles como a Prıapo, que, por su desdicha,fue testigo de los sortilegios de las dos brujasde Horacio, Canidia y Sagana. Y no sin razon,

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ciertamente; porque ¿cuando se vio semejanteexordio en boca de Demostenes, el griego, o deCiceron, el latino? Tenıan estos por defectuo-so todo proemio extrano al asunto. Regla esesta que observan hasta los mismos porquerossin mas maestro que la Naturaleza. Pero estossabios miran su preambulo –ası lo llaman ellos–como una obra maestra de elocuencia, cuandono guarda la mas remota relacion con el restodel discurso, a fin de que el oyente, maravillado,se pregunte en voz baja: ¿Adonde ira a parareste hombre?

En tercer lugar, si en la exposicion citan algunpasaje del Evangelio, lo comentan de prisa ycorriendo, siendo ası que de esto solo debieranocuparse.

En cuarto lugar, he aquı que de repente cam-bian de mascara y ponen sobre el tapete unacuestion teologica que, a veces, nada tiene quever ni con el cielo ni con la tierra; pero elloscreen que esta en conformidad con las reglas delarte. Aquı es cuando arrugan el entrecejo apa-rentando profundidad teologica, y cuando ha-cen retumbar en los oıdos los tıtulos pomposos

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de doctores solemnes, doctores sutiles, doctoressutilısimos, doctores seraficos, doctores san-tos y doctores irrefragables. Entonces es cuan-do lanzan a la cabeza del ignorante vulgo undiluvio de silogismos, mayores, menores, conclu-siones, corolarios, suposiciones y otras insulsasmajaderıas y tonterıas archiescolasticas.

Queda el quinto y ultimo acto, en el queconviene mostrarse como consumado maestro.Allı se ponen a referirnos algun chascarrillo ne-cio y trivial, sacado seguramente del Specu-lum historiale34 o de las Gesta romanorum,

34El “Speculum historiale” es la tercera parte del “Speculum Majus” (Espejo Mayor) que fue una impor-tante enciclopedia de la Edad Media, escrita por Vincente de Beauvais en el siglo XIII.

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e interpretan su sentido alegorico, tropologico yanagogico, y ası acaban su discurso, monstruo-sa quimera, a la que no se aproxima ni aquellaque describe Horacio en los primeros versos desu Arte Poetica: “Humano capiti”, etc.

Oyeron decir, de no se quienes, que el exordiodebe ser sosegado y sin estrepito; y de aquı queprincipien sus sermones de tal manera, que nolos oye ni el cuello de la camisa, como si se pro-pusieran que nadie les entendiese. Oyeron decir,ademas, que para mover el animo, habıa que re-currir algunas veces a las exclamaciones, y poreso pasan bruscamente de un tono sencillo agritos de endemoniados, aunque el asunto nolo requiera; aunque les digais que necesitan uneleboro para curarse, en vano clamareis, porqueos oiran como el que oye llover. Oyeron decir,asimismo, que es conveniente que el acento vayaaumentando gradualmente, por lo cual, despuesde haber recitado muy por lo mediano el prin-cipio de cada parte, comienzan de improviso agritar como energumenos, aunque el asunto seade lo mas frıvolo e insustancial; y luego acabancon una voz moribunda como si se fueran a mo-

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rir. Por ultimo, aprendieron de los retoricos aprovocar la risa en el auditorio, y por esta razonse esfuerzan en salpimentar sus sermones conalgunos chistes que son, ¡por Venus!, tan gracio-sos y oportunos, que, verdaderamente, parecenasnos cantando al son de la lira.

A veces son mordaces; pero de tal modo, queen vez de herir hacen cosquillas, y nunca adulanmejor a las gentes que cuando quieren darles aentender que hablan francamente y sin ambagesni rodeos. Finalmente, de tal manera se ajustansiempre a este estilo, que se jurarıa que lo hanaprendido de los charlatanes de plazuela, queles son muy superiores, si bien mirado, unos yotros se llevan tan poco, que nadie sabrıa decir

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quien a quien le enseno el oficio: si los frailes alos charlatanes o los charlatanes a los frailes.

Y, sin embargo, gracias a mı, se hallan todavıagentes que al escucharlos se figuran estar oyen-do a Demostenes o Ciceron. Entre tales personasencuentranse principalmente los comerciantes ylas mujeres, a quienes procuran hablar solo delo que les agrada: a los unos, porque si son adu-lados con oportunidad, acostumbran compartircon ellos tal o cual migaja de la presa de susmal adquiridos bienes, y a las otras, porque sonamados por ellas por muchas razones, pero, so-bre todo, porque desahogan en su seno su malhumor contra sus maridos.

Sin duda comprendereis ya lo mucho que medeben estos hombres, que con sus ceremonias,sus ridıculas simplezas y sus clamores, ejercensobre los mortales una especie de tiranıa y,ademas, se creen otros San Pablos y San An-tonios.

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CAPITULO LV

G) LOS REYES Y LOS PRINCIPES

Pero dejemos ya en buena hora a esos his-toriadores, que son tan ingratos disimu-

lando mis beneficios como audaces fingiendo ladevocion, pues hace rato que tengo gana de de-ciros algo acerca de los reyes y los prıncipes, dequienes recibo un culto muy sincero, como con-viene a hombres libres.

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Si alguno de los mencionados tuviera sola-mente media onza de sentido comun, ¿que vidahabrıa mas triste que la de ellos o mas dignade ser renunciada? Si se meditase seriamente enla inmensa carga que echa sobre sus hombrosel que quiere reinar verdaderamente, no creerıaque la corona sea bastante para compensar elperjurio o el parricidio.

Aquel que recibe la mision de gobernar lospueblos debe ocuparse de los intereses comunes,no de los suyos; ha de pensar exclusivamente enla utilidad general; debe no apartarse en abso-luto de las leyes, de las que el mismo es autory ejecutor; debe responder de la integridad delos magistrados y oficiales, y que puede, comoun astro benefico, hacer la dicha del genero hu-mano por sus virtudes y costumbres, o como unsiniestro cometa, causar las mayores calamida-des.

Los vicios de los demas, ni trascienden de lamisma manera, ni tienen tanta resonancia; encambio, si un rey comete el mas ligero extravıo,en el mismo instante, por la posicion que ocu-pa, se generaliza, ası como la peste, el contagio.

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Ademas, muchas cosas lleva consigo la condiciono estado de los reyes, que suelen desviarlos delcamino recto, como son, por ejemplo, los pla-ceres, la independencia, la adulacion y el lujo,contra los cuales se han de prevenir energica-mente y vigilar solıcitos para no ser enganadosni faltar nunca a sus deberes. Omito, por fin, elhablar de las insidias, de los odios, del miedo yde otros muchos peligros que los rodean, paradecir tan solo que por encima de los reyes hayun rey verdadero que les pedira cuentas de susmas pequenas acciones y que sera con ellos tantomas severo, cuanto mayor poder hayan tenido.

Si un prıncipe hiciera estas reflexiones y otrasparecidas –y las harıa si fuera sabio–, me pareceque no podrıa comer ni dormir tranquilamente;pero, gracias a mi auxilio, dejan a los dioses to-dos estos cuidados y ellos se dan buena vida y noescuchan mas que a quienes les hablan de cosasdivertidas, por no ser turbados en su animo.

Creen que su oficio de reyes se reduce a ca-zar a menudo, a montar hermosos caballos, avender en beneficio propio los cargos y las ma-gistraturas y, sobre todo, a buscar diariamente

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nuevos pretextos para aligerar los bolsillos desus subditos y aumentar su tesoro, para lo cualse les ve resucitar viejos tıtulos para cubrir conla mascara del derecho sus monstruosas iniqui-dades, anadiendo, una vez hecho el mal, algu-nos halaguillos al pueblo para captarse sus sim-patıas.

Figuraos ahora un hombre como lo son a veceslos reyes: ignorante de las leyes; enemigo, o po-co menos, del provecho del pueblo; preocupadosolamente de su personal actividad; entregado alos placeres; que odie el saber, la libertad y laverdad; que piense en todo, menos en la prospe-ridad de su Estado, y que no tiene mas regla deconducta que sus liviandades y sus convenien-cias. Ahora, colgadle al cuello el collar de oro,emblema de la solidaridad de todas las virtudes;colocadle en la cabeza una corona guarnecida depiedras preciosas, que recuerda que debe brillaren medio de sus subditos por sus acciones he-roicas; ponedle en la mano el cetro, sımbolo dela justicia y la rectitud constante de su animo;vestidle, en fin, con la purpura, que indica el celoque debe sentir por su pueblo. Pues bien: si este

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monarca comparase estas insignias con su con-ducta, creo con seguridad que se avergonzarıade sus adornos y temerıa que algun interpretemalicioso trocara en risa y chacota todos estosoropeles de teatro.

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CAPITULO LVI

H) LOS CORTESANOS

Y que he de recordaros sobre los cortesa-nos? Siendo este oficio de lo mas rastre-

ro, servil, tonto y despreciable, no obstante, lamayorıa de ellos quieren parecer los primeros entodo. Solo en una cosa son muy modestos, a sa-ber: en que contentandose con vestirse de oro,joyas, purpura y demas insignias de la sabidurıa

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y de la virtud, dejan a otros el ejercicio de estasmismas cualidades.

Tales gentes consideranse sumamente felicessolo con poder llamar al rey el Senor ; con ha-ber aprendido las formulas y etiquetas del sa-ludo, con saber al dedillo si el tratamiento quecorresponde es el de serenısimo, o el de majes-tad o el de excelencia, y con acertar a hacerseun rostro imperturbable, donde sonrıa siemprela adulacion, que en esto se resumen las prendasque caracterizan al verdadero noble y al corte-sano.

Pero si examinais mas de cerca su manera devivir, no hallareis en ellos mas que “verdade-ros feacios y amantes de Penelope”, como dijoHoracio. Ya conoceis lo demas del verso. Eco oslo repetirıa mejor que yo. Los buenos cortesanosduermen hasta mediodıa; un capellan asalariadoles dice junto al lecho, de prisa y corriendo, unamisa, que ellos oyen casi acostados; desayunan,y apenas lo han terminado, ya estan pidiendo lacomida; de sobremesa vienen los dados, el aje-drez, la loterıa, las bufonadas, las necedades, lasmujeres, las diversiones y las groserıas, y entre

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horas nunca falta algun piscolabis; luego llegala cena, y tras la cena la bebida, no escasa, ¡vi-ve Jove! Y de este modo, sin sentir el menorcansancio, pasanse en los palacios las horas, losdıas, los meses, los anos y los siglos.

Yo misma, a veces, siento verdaderas nauseasal ver entre esos pavos reales una ninfa que secree tanto mas cerca de los dioses cuanto maslarga es la cola que arrastra, o al contemplar aun procer que se abre paso a codazos para colo-carse lo mas cerca posible de Jupiter, o al obser-var, en fin, que cada cual se siente mas orgullosocuanto mas pesada es la cadena que se cuelgaal cuello, ostentando con ello, no solamente suopulencia, sino tambien su vigor.

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CAPITULO LVII

I) LOS OBISPOS

Los sumos pontıfices, los cardenales y losobispos imitan desde hace largo tiempo

con exito y casi sobrepasan la conducta de losprıncipes. ¡Ah! Si alguno de ellos pensara que

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sus vestiduras de lino, de una blancura de nie-ve, son representacion de una vida sin mancha;que su mitra de dos puntas atadas por un mis-mo nudo indica el conocimiento profundo delAntiguo y del Nuevo Testamento; que sus ma-nos revestidas de guantes le advierten que debenadministrar los Santos Sacramentos con purezay libre de todo contagio de las cosas humanas;que el baculo significa el cuidado diligentısimoque ha de tener con el rebano que se le ha con-fiado; que el pectoral anuncia la victoria sobretodas las pasiones. Si alguno de ellos, repito, hi-ciera estas reflexiones y otras muchas del mismogenero, ¿no es verdad que se harıa la vida amar-ga y llena de inquietudes? Pero nuestros prela-dos de hoy obran mas cuerdamente dedicandosea ser pastores de sı mismos y dejando al mismoCristo la custodia de sus ovejas, o delegando susfunciones en los frailes y vicarios, sin acordar-se siquiera de su nombre de obispo, que quieredecir trabajo, vigilancia y solicitud, pues solocuando se trata de atrapar dinero es cuando sonobispos de verdad y no de los que duermen enlas pajas.

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CAPITULO LVIII

J) LOS CARDENALES

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De la misma manera, si los cardenales pen-saran que son los sucesores de los aposto-

les, y que se les exige la misma conducta queaquellos observaron; que no son duenos, sino losadministradores de los bienes espirituales, de to-dos los cuales tendran que dar muy pronto unaestrecha cuenta; si razonasen un poco sobre suscapisayos y se dijesen: “Este roquete blanco, ¿noes emblema de una eminente pureza de costum-bres? Esta sotana de purpura, ¿no es sımbolodel ferviente amor a Dios? Este manto flotantey amplısimo, bajo el cual desaparece la mula desu eminencia y aun habrıa tela para cubrir a uncamello, ¿no significa la caridad sin lımites quedebe extenderse a todos los necesitados; es decir,a ensenar, a exhortar, a consolar, a reprender, aamonestar, a dirimir las discordias, a resistir alos malos prıncipes y a sacrificar con gusto, nosolamente sus riquezas, sino tambien su sangrepor el rebano cristiano? Aunque, si bien se mira,¿por que razon han de tener riquezas los que sedicen hacer las veces de los apostoles, que vivıanpobres?”

Repito que si los cardenales meditasen en es-

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tas cosas, lejos de ambicionar ese honor, renun-ciarıan a el de buena voluntad o llevarıan una vi-da mas laboriosa y mas diligente, como lo fue an-tiguamente la de los discıpulos de Jesus.

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CAPITULO LIX

k) LOS PAPAS

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Si los sumos pontıfices, que hacen las ve-ces de Cristo, se esforzaran por imitar

su vida, es decir, su pobreza, sus trabajos, susdoctrinas, su cruz y su desprecio del mundo; sipensaran en su nombre de Papa, que quiere de-cir padre, y en su sobrenombre de Santısimoque ostentan, ¿habrıa alguien mas desdichadosobre la tierra? ¿Quien querrıa comprar la tiaraa costa de toda su fortuna, y una vez comprada,conservarla, hasta por medio de la espada, delveneno y de todo genero de violencias?

Si alguna vez la sabidurıa. . . ¿Que digo la sa-bidurıa? Si un solo grano de la sal de que ha-bla Cristo se apoderase de ellos, ¿que ventajasno perderıan? ¿Que serıa entonces de todo loque los rodea: riquezas, honores, poder, triunfos,cargos, tesoros, tributos, indulgencias, caballos,mulas, escoltas y comodidades? (ya compren-dereis el trajın, la faena y el cumulo de riquezasque todo esto supone). Habrıa que reemplazartodo esto con vigilias, ayunos, lagrimas, oracio-nes, predicaciones, estudio, penitencia y otrosmil ejercicios pesados de esta clase.

Pero no hay que olvidar que con semejante

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cambio perecerıan de hambre tantos escribanos,copistas, notarios, abogados, promotores, secre-tarios, muleros, caballerizos, recaudadores, me-diadores –alguno mas vergonzoso agregarıa, pe-ro temo ofender vuestros oıdos–; en una pala-bra: una tan grande muchedumbre onerosa (meequivoco; querıa decir honrosa) para la SedeRomana. Esto ciertamente, serıa cruel y abomi-nable; pero todavıa lo serıa mucho mas horriblehacer que volvieran a la alforja y al cayado losprıncipes supremos de la Iglesia, verdaderos lu-minares del mundo.

No hay que temer. Hoy dıa, todo lo que impli-ca algun trabajo, se lo encomiendan a San Pedroy a San Pablo, que tienen sobrado tiempo paraestas cosas; pero todo cuanto sea esplendor y re-galo, recabanlo para sı, lo que, sin discusion, esobra mıa, y por eso casi nadie habra que viva conmas placidez y con menos cuidados como quie-nes creen haber satisfecho plenamente a Cris-to cuando, bajo sus ornamentos sagrados y casiteatrales, en ceremonias donde reciben los tra-tamientos de beatitud, de reverencia y de san-tidad, representan su papel de obispos distribu-

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yendo anatemas y bendiciones.

Ellos consideran que hacer milagros es arcai-co y pasado de moda, y en desuso, ademas; queensenar al pueblo es penoso; que explicar lasSagradas Escrituras es cosa de escolasticos; querezar es de gentes sin trabajo; que llorar es deapocados y de mujeres; que vivir pobre es pro-pio de plebeyos; que someterse es vergonzoso eindigno de aquel que apenas tolera a los masgrandes reyes que le besen sus santos pies; quemorir es poco apetecible, y que ser crucificado

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es infamante. Como unicas armas les quedan alos papas esas dulces bendiciones de que hablaSan Pablo y que ellos prodigan con tanta libe-ralidad, y que se llaman interdicciones, suspen-siones, agravaciones y reagravaciones, anatemas,conminaciones con venganzas eternas, y ese te-rrible rayo de la excomunion, que de un sologolpe precipita las almas de los mortales en lomas hondo de los infiernos, arma que los santısi-mos padres en Cristo, sus vicarios en la tierra,contra nadie esgrimen con tanto encono comocontra aquellos que, tentados por Satanas, pre-tenden disminuir o roer un poco el patrimoniode San Pedro. Porque este Apostol, que ha di-cho, segun el Evangelio: “Todo lo hemos dejadopara seguirte”35, posee hoy tierras, ciudades yvasallos; cobra impuestos y vive a lo senor feu-dal. Para conservar su patrimonio, los pontıfi-ces, inflamados en el amor de Cristo, combatencon el hierro y con el fuego, vertiendo a maresla sangre cristiana, y piensan que han defendi-do como apostoles a la Iglesia, Esposa de Cristo,cuando han exterminado sin piedad a los que lla-

35Evangelio segun San Mateo, XIX, 27.

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man sus enemigos. ¡Como si hubiese enemigosmas encarnizados de la Iglesia que esos impıospontıfices, que con su silencio dejan olvidar aCristo, trafican vergonzosamente en su nombre,adulteran su ley con forzadas interpretacionesy crucifıcanlo de nuevo con su escandalosa con-ducta!

Mas, como dicen que la Iglesia cristianafue fundada con sangre, consolidada con sangrey aumentada con sangre, creen ser sus defenso-res llevandolo todo a sangre y fuego, como si noestuviera allı Cristo para proteger a los suyos.

Y a pesar de que saben que la guerra es unacosa tan cruel que mas bien que a los hombresconviene a las fieras; tan insensata, que los poe-tas la pintan como un engendro de las Furias;tan funesta, que arrastra consigo la ruina com-pleta de las costumbres; tan injusta, que los ma-yores criminales son los que la hacen mejor, ytan impıa, que no guarda la menor relacion conCristo, los papas, no obstante, lo descuidan todopara convertirla en su unica ocupacion.

De aquı que se vean entre ellos, viejos decrepi-

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tos36, animados de un vigor juvenil, que no searredran por los gastos ni los fatigan las penali-dades, y no retroceden ante nada con tal de dar-se el gustazo de trastornar de arriba abajo lasleyes, la religion, la paz y la humanidad entera.Y no faltan eruditos aduladores que califican tanmanifiesta insensatez de celo, de piedad y de va-lor, pensando demostrar que es posible esgrimirel hierro asesino y hundirlo en las entranas de suhermano, sin dejar de guardar al mismo tiempoaquella excelsa caridad que, segun el preceptode Cristo, debe al projimo todo cristiano.

36Un retrato de gusanos como julio ii.

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CAPITULO LX

L) LOS OBISPOS GERMANICOS

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En verdad que hasta ahora no he podidosaber con certeza si en estas cosas imi-

taron el ejemplo de algunos obispos de Alema-nia, o estos lo siguieron de aquellos, pues talesobispos, prescindiendo con admirable candor delculto, de las bendiciones y demas ceremoniasde este jaez, viven como verdaderos satrapas,hasta el extremo de que consideran poco me-nos que una cobardıa y poco digno del decoroepiscopal entregar a Dios su espıritu valeroso deotro modo que en un campo de batalla. Lo peores que los simples sacerdotes creen no ser lıcitodesdecir del santo arrojo de sus prelados, y, ¡va-mos!, que bien luchan, inflamados en un belicoardor, por la defensa de sus diezmos con espa-das, dardos, piedras y con toda clase de armas!¡Que vista de aguila demuestran cuando se tra-ta de descubrir en un viejo pergamino una cosaque pueda aterrar a las gentes sencillas y con-vencerlas de que deben pagar algo mas que losdiezmos! Pero, mientras tanto, no se acuerdande recordar lo que tantas veces se lee en librossobre los deberes que ellos, a su vez, tienen pa-ra con el pueblo, pues su tonsura ni siquiera les

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sirve para recordarles que los sacerdotes debenestar libres de las ambiciones del mundo y nopensar mas que en las cosas del cielo.

Sin embargo, hombres de buena pasta,imagınanse que han cumplido perfectamente susdeberes una vez que han murmurado sus re-zos de cualquier modo, si bien me extrana, ¡porHercules!, que algun dios los oiga o los entienda,puesto que ellos mismos casi ni les entienden nilos oyen ni siquiera cuando al cantarlos, relin-chan a voz en cuello.

Pero hay una cosa que les es comun a los sacer-dotes y a los laicos, que es la exquisita solicitudcon que cuidan de la hacienda, y el conocimientode los derechos que en tal respecto les asisten; encambio, si hay que soportar alguna carga, dejan-la caer habilmente sobre las espaldas ajenas, yunos a otros se la van echando como si fuerauna pelota. Porque de la misma manera que losreyes delegan los asuntos de la administracionen sus ministros, y estos en sus subordinados,ası tambien los sacerdotes, sin duda por excesode modestia, dejan al pueblo todo el cuidado dehonrar a Dios; pero el pueblo los rechaza sobre

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los llamados eclesiasticos, como si el no tuvie-ra nada que ver con la Iglesia y fuesen papelmojado las promesas hechas en el bautismo.

A su vez, los sacerdotes llamados seculares,cual si estuvieran iniciados en las cosas del mun-do y no en las de Cristo, echan el mochuelo a losregulares; los regulares, a los frailes; los frailes,anchos de manga, a los que hilan mas delgado;todos a la vez a los mendicantes, y los mendi-cantes a los cartujos, entre los cuales se ocultaunicamente la piedad, y tan bien oculta, porcierto, que no se la ve por ninguna parte.

De la misma suerte, los pontıfices, diligentısi-mos en la recaudacion del dinero, dejan a losobispos todos los trabajos demasiado apostoli-cos; los obispos los dejan a los parrocos; losparrocos, a los vicarios; los vicarios, a los frailesmendicantes, y estos, a su vez, los ponen en ma-nos de quienes entienden el oficio de trasquilara las ovejas.

Pero no entra en mis planes escrutar la vidade los pontıfices y de los sacerdotes, no vaya acreer alguno que estoy urdiendo una satira enlugar de hacer un elogio, ni vaya nadie a supo-

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ner que critico a los prıncipes buenos alabandoa los malos. Pero cuanto llevo dicho, aunque enpocas palabras, tiende a hacer ver con toda cla-ridad que no existe ningun mortal que puedavivir dichoso si no esta iniciado en mis misteriosy no cuenta con mi proteccion.

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CAPITULO LXI

LA FORTUNA FAVORECE A LOS NECIOS

Y como podrıa suceder de otra manera,puesto que la Fortuna (esa Nemesis),

que siembra la felicidad entre los humanos, com-parte mis sentimientos de tal modo, que siem-pre ha sido la enemiga implacable de los sabios,mientras que ha colmado de toda clase de bene-ficios a los necios, hasta en suenos? Ya conoceis aTimoteo, aquel general ateniense que recibio elsobrenombre de Dichoso y que dio origen alproverbio: “Dormir y la red henchir.” Conoceistambien el otro: “El buho de Minerva vuela pormı37.” Por el contrario, a los sabios les cuadramejor lo que llama el pueblo “Ha nacido conmala estrella”, o bien: “Ha montado en el caba-llo de Seyo”, o este otro: “Su oro es de Tolosa.”Pero basta de adagios, no sea que se diga demı que estoy expoliando la coleccion de mi ami-go Erasmo.

37En la traduccion de A.R.B. dice “Nacer de pie.”

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Tornando, pues, al asunto, decıa que la Fortu-na gusta de las personas poco sensatas, de lasmas atrevidas y de las devotas de aquella frase:“La suerte esta echada.” La sabidurıa, en cam-bio, hace a los hombres extremadamente tımi-dos, y por esto vemos que la generalidad de lossabios estan pobres, hambrientos y consumidos,y viven en el olvido, en la oscuridad y sin gloria,en tanto que mis necios rebosan de escudos, par-ticipan en la gobernacion del Estado y, en unapalabra, gozan de todas las ventajas posibles.

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Porque, en verdad, si alguien hace consistir ladicha en convertirse en el favorito de los prınci-pes y en frecuentar el trato con estos opulentosdioses, ¿que le sera mas inutil que la sabidurıa?Es mas: ¿que le perjudicarıa tanto en el conceptode tales gentes? Si se trata de adquirir riquezas,¿que ganancia puede esperar el comerciante que,consecuente con los preceptos de la sabidurıa, sealarmara por un perjurio o se avergonzara de de-cir una mentira, o experimentase con los sabiosangustias o el menor escrupulo ante el robo y la

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usura? Por la misma razon, si ambicionais las ri-quezas y los honores eclesiasticos, sabed que unasno o un buey los alcanzara antes que un sabio;si amais el placer, no debeis olvidar que las mo-zas, que en tal comedia representan el principalpapel, se entregan de todo corazon a los necios;en cambio, sienten horror hacia el sabio y hu-yen de el como de un escorpion. En fin, el quequiere vivir con un poco de deleite y de alegrıacomienza por excluir al sabio de su companıa ypor preferir cualquier otro animal.

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En resumidas cuentas, que adondequiera quevolvais los ojos vereis que los papas, los reyes,los jueces, los magistrados, los amigos, los ene-migos, los grandes y los pequenos, todos, en fin,se desviven por el dinero, que, como es despre-ciado por los sabios, es logico que se aparte deellos constantemente.

Aunque mis alabanzas no tendrıan termino nicuento, es necesario, sin embargo, que este dis-curso tenga un fin. Voy, pues, a concluir; peroantes quiero demostrar en pocas palabras queno faltan sesudos autores que me han celebradoen sus libros y en sus actos; de esta suerte nose dira que soy yo sola la que me alabo necia-mente, ni me acusaran los leguleyos de que noalego en mi apoyo las consabidas autoridades.A imitacion suya, pues, voy a citarlas, aunquetambien a ejemplo suyo no tengan nada que vercon el asunto.

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CAPITULO LXII

TESTIMONIOS DE LOS ANTIGUOS CLASICOS EN FAVORDE LA NECEDAD: HORACIO, HOMERO, CICERON

En primer lugar, todo el mundo sabe, gra-cias a un conocidısimo proverbio, que “a

falta de una cosa, conviene aparentar que setiene”. En virtud de este principio, se ensenacuerdamente a los ninos esta maxima: “Hacer-se el tonto en la ocasion es el colmo de la sa-bidurıa.” ¡Juzgad ya vosotros mismos si la ne-cedad sera un gran bien, cuando hasta su en-ganosa sombra y mera imitacion ha merecidode los doctos tantos encomios!

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Horacio, aquel grueso y rozagante cerdo de lapiara de Epicuro38, se expresa todavıa con fran-queza, cuando aconseja que “se mezcle la nece-dad con la sabidurıa”, aunque, anade, no conmucho acierto, que “en pequena proporcion”.En otra parte dice que “es agradable tontearde cuando en cuando”, y agrega en otro pasa-je que “es preferible pasar por extravagante ypor menguado, que no por sabio desabrido”. Ya

38Esta expresion se la aplicaba a sı mismo el propio Horacio.

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en Homero, Telemaco, a quien el poeta ensalzaen todos respectos, es apellidado algunas vecesparvulo, que es con el que los tragicos suelendenominar con gusto a los ninos y a los jovenes,como cosa de buen augurio. ¿Que relata, en re-sumidas cuentas, el divino poema de la Ilıadasino las pasiones de los reyes y de los pueblosnecios? Por ultimo, ¿que elogio hay mas hermo-so que el de Ciceron, cuando dice que “el mundoesta lleno de necios”, sabido, como es, que el ma-yor bien es el que se extiende a mayor numerode personas?

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CAPITULO LXIII

TESTIMONIOS DE LA SAGRADA ESCRITURA EN APOYODE LA NECEDAD

Como quiza los textos que acabo de citartengan poca autoridad para los cristia-

nos, voy tambien, si no os parece mal, a apoyar o–como dicen los sabios– a fundamentar mis ala-banzas con testimonios sacados de las SagradasEscrituras.

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En primer lugar, cuento con la venia de losteologos, para que no lo vean con malos ojos;despues, como emprendo una ardua tarea, ycomo acaso fuese excesivo volver a evocar a lasmusas desde el Helicon, obligandolas a andarun camino tan largo, sobre todo para un asuntoque les es completamente extrano, pienso quees mejor, mientras voy a darmelas de teologa ya meterme en semejante berenjenal, desear queel alma de Escoto –mas espinosa que un puercoespın y que un erizo– se traslade por un mo-

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mento desde su Sorbona a mi espıritu, aunqueen seguida se marche adondequiera, incluso a losmismısimos infiernos. ¡Ojala yo pudiera cambiarde rostro y revestirme de las insignias teologicas!Porque estoy temiendo que al verme entregadaa tan profundas teologıas, alguien me acuse deplagio y sospeche que, a la chita callando, he sa-queado los manuscritos de nuestros maestros.No obstante, no debe parecer asombroso que ha-biendo vivido por tanto tiempo en la intimidadde los teologos, se me haya pegado algo de suciencia. Recuerdese que Prıapo, aquel dios demadera de higuera, llego a retener algunas pa-labras griegas que escuchaba a su dueno mien-tras leıa, y que el gallo de Luciano, a fuerza defrecuentar el trato de los hombres, acabo porhablar tan bien como ellos. Entremos, pues, enmateria, y que los dioses me sean propicios.

Escrıbese en el Eclesiastes, capıtulo I: “Infi-nito es el numero de los necios.” Al decir quees infinito, ¿no se indica a todos los mortales,a excepcion de algunos pocos, entre los cualestampoco me atreverıa a senalar a ninguno? Pe-ro Jeremıas confirma lo mismo con mas sinceri-

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dad cuando dice, en el capıtulo X: “Todo hom-bre se ha vuelto necio por su propia sabidurıa.”Solamente a Dios atribuye la sabidurıa y dejala necedad a todos los hombres. Un poco anteshabıa dicho que no debe gloriarse el hombre desu sabidurıa. ¿Por que, incomparable Jeremıas,no quieres que el hombre se glorifique de su sabi-durıa? Sin duda, habrıas de contestarme que espor la sencilla razon de que no hay tal sabidurıa.

Pero vuelto al Eclesiastes, en el cual, cuandose exclama: “Vanidad de vanidades y todo va-nidad”, ¿que otra cosa creeis que entiende, sinoque, como dije antes, la vida humana no es masque un juego de la necedad, lo cual plenamen-te justifica el elogio de Ciceron, de quien es lafrase nunca bastante ponderada que hace pocomencionamos: “El mundo esta lleno de necios”?Asimismo, aquel sabio del Eclesiastico, al de-cir que “el necio es variable como la luna, y elsabio es estable como el sol”, ¿que insinua sinoque todo el genero humano es necio, y que soloa Dios corresponde el nombre de sabio? Pues,en efecto, por la luna entienden los interpretesla naturaleza humana, y por el sol la fuente de

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toda luz, Dios.A todo esto hay que anadir que el mismo Cris-

to dice en el Evangelio que no se conceda eltıtulo de bueno mas que a Dios. Ahora bien:si, segun la opinion de los estoicos, todo el queno es sabio es necio y todo el que es bueno estambien sabio, se sigue necesariamente que lanecedad comprende a todos los mortales.

Salomon, en el capıtulo XV, afirma que “lanecedad es la alegrıa del necio”, lo cual equi-vale a confesar claramente que sin la necedadno hay nada agradable en la vida. Del mismo

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Salomon son tambien las palabras siguientes:“Quien anade ciencia, anade dolor, y en unagran inteligencia siempre hay grandes sufrimien-tos.” ¿Acaso no declara abiertamente lo mismodicho regio predicador en el capıtulo VII, al de-cir que “la tristeza reside en el corazon de lossabios y la alegrıa en el de los necios”? Y poresta razon no se contento Salomon con aprenderla sabidurıa, sino que quiso tambien cultivar mitrato, y si no me creeis, escuchad sus propias pa-labras en el capıtulo I: “Y me aplique a conocerla ciencia y la doctrina, los errores y la necedad.”Notad bien que es una alabanza para a locurael que se la coloque en ultimo lugar, pues biensabeis que, segun el Eclesiastes, y conforme alritual de la Iglesia, el que es primero en digni-dad debe ocupar el ultimo sitio, si se acuerda yquiere observar el precepto evangelico.

Respecto a la superioridad de la necedad so-bre la sabidurıa, el autor del Eclesiastico, seaquien fuere, lo atestigua de un modo inconcusoen el capıtulo XLIV. Mas, ¡por Hercules!, queno he de citar sus palabras sin que antes vo-sotros mismos, ayudandome en esta induccion,

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me respondais claramente a una pregunta, dela misma manera que hacıan en los dialogos dePlaton los que discutıan con Socrates. Decidme,pues: ¿que es lo que mas importa guardar, unobjeto raro y precioso o un objeto vulgar y depoco valor? Mas ¿por que callais?

Pues aunque no querais responder, contestapor vosotros el proverbio griego que dice: “Elcantaro a la puerta.” Y para que nadie cometala irreverencia de rechazarlo, sepase que quien lodijo fue Aristoteles, el dios de nuestros maestros.

En efecto, ¿acaso hay entre vosotros algunotan necio que deje en la calle las joyas y el oro?Me figuro que no, ¡por Hercules!; por el con-trario, los encerrais en el rincon mas oculto devuestro cofre y en el lugar mas secreto de vues-tra casa, y dejais la basura en la calle. Luego si loque vale mucho se esconde y lo que vale poco seexpone a todas las miradas, ¿no es evidente quenuestro autor pone la sabidurıa, que el prohibeocultar, por debajo de la necedad, que el reco-mienda que se oculte? Pues he aquı los propiosterminos del testimonio que invoco: “Vale masel hombre que esconde su necedad que el que

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esconde su sabidurıa.”

Es mas: las Sagradas Escrituras atribuyen alnecio la pureza del alma, y no al sabio, que anadie consiente le iguale. En verdad, ası explicoeste pasaje del capıtulo X del Eclesiastes. “Elnecio, como es ignorante, a todos los que en-cuentra en su camino los cree tambien necios.”¿Por ventura, puede darse mayor sencillez que lade igualar a todos los hombres consigo mismo yla de reconocer en ellos, a pesar del amor propionatural a cada individuo, el mismo merito queuno tiene? Por esta razon no se avergonzaba untan gran rey como Salomon de semejante sobre-nombre al llamarse a sı mismo, en el capıtuloXXX de los Proverbios, “el mas necio de loshombres”, y por la misma causa, San Pablo, eldoctor de los gentiles, escribiendo a los Corin-tios, acepta con gusto el tıtulo de necio al de-cir “que hablaba como el mayor de los necios”,como si estimase punto menos que deshonrosoque alguien le ganara en necedad.

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Pero he aquı que me salen al paso algunos he-lenistillas, de esos que andan siempre con cienojos a caza de gazapos, y emplean todo el tiem-po en poner reparos a los teologos y en des-orientar a los demas en sus comentarios, que soncomo un velo que ofusca la vista, y de cuya greymi querido Erasmo, a quien tantas veces men-ciono con respeto, es, ya que no el alfa, por lomenos la beta. “¡Oh –exclaman ellos–, que citamas necia y verdaderamente digna de la Nece-dad!”

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Nada estaba mas lejos de la mente del apostolque lo que tu imaginas, ni tampoco quiso dara entender con esa frase que se tenıa por masnecio que los demas, porque despues de haberdicho que los apostoles eran ministros de Cristoy que el tambien lo era, no contento con mani-festar que tenıa a honra el haberse igualado a losdemas, aun anadio a guisa de correccion : “Y losoy mas que nadie”, estimandose, no solamenteigual a los otros apostoles en el celo del minis-terio evangelico, sino un poco superior. Ahorabien: como el lo sentıa ası, y deseando, no obs-tante, que esta verdad no ofendiese a nadie pordemasiado atrevida, se cubre con el manto de lanecedad. “Hablo como poco entendido”, agrega,sabiendo muy bien que solo los necios gozan delprivilegio de decir la verdad sin ofender a nadie.

Yo les dejo que disputen sobre lo que San Pa-blo pensase al escribir tales palabras. Por lo quea mı toca, opto por seguir a los magnos, oron-dos, mantecosos y popularısimos teologos, conlos cuales prefieren errar, ¡vive Jove!, la mayorıade los doctores, a acertar con esos sabios tri-lingues, pues ninguno de estos helenizantes hace

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mas de lo que puedan hacer las cotorras y, sin-gularmente, cierto glorioso teologo, cuyo nom-bre creo prudente callar por temor a que misloros le lancen en seguida el epigrama griegoque habla de “El asno de la lira” 39. Este sabio,digo, explico el pasaje en cuestion magistral yteologicamente, y al llegar a esta frase: “Habloa lo necio porque lo soy mas que nadie”, hacecapıtulo aparte, y anade una nueva seccion (locual supone una profunda dialectica) para inter-pretar el texto de este modo, y copio sus propiaspalabras, no solo en el fondo, sino en la forma:“¡Hablo a lo necio; es decir, si os parezco necioporque me comparo a los falsos apostoles, masos lo parecere todavıa al preferirme a ellos.” Trasde lo cual, sin cuidarse mas de su explicacion,escurrese bonitamente a hablar de otra materia.

39Esto esta dirigido a Nicolas de Lira, de quien se decıa que “si Lira no hubiese tocado la lira, Luterojamas habrıa bailado”, murio en 1340.

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CAPITULO LXIV

CONTINUA LA MISMA MATERIA. —FALSOSINTERPRETES DE LAS PALABRAS DE LA SAGRADA

ESCRITURA

Pero ¿por que apoyarme escuetamente enel ejemplo de uno solo? Pues todos sa-

ben que los teologos tienen el derecho de esti-rar la suela, es decir, las Sagradas Escrituras,

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a su antojo; por eso algunas frases de los escri-tos de San Pablo ofrecen contradicciones que noexisten en el original. Si hemos de creer a SanJeronimo, que hablaba cinco lenguas, cuando elApostol vio por casualidad en Atenas un aravotiva, tergiverso su inscripcion para sacar deella un argumento en favor de la fe cristiana, yaque, prescindiendo de todo lo que podıa estor-barle para su causa, quedose solamente con lasdos palabras finales, a saber: Ignoto Deo, quequiere decir: “Al Dios desconocido.” Pero aunestas mismas estaban alteradas, porque la ins-cripcion ıntegra decıa ası: “A los dioses de Asia,de Europa y de Africa; a los dioses desconocidosy extranjeros.”

Supongo que, a ejemplo suyo, se ha generali-zado entre los teologos la costumbre de rebuscarcuatro o cinco textos de una obra que, cuandoles conviene, y aunque sea forzando su sentido,los acomodan a sus necesidades, aunque lo quesiga o lo que preceda no guarde relacion algu-na con el asunto, y a veces hasta lo contradiga,cosa que los teologos hacen con tan habil des-verguenza, que no pocas veces los jurisconsultos

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les han tomado envidia.

Nada hay ya, en verdad, a que no se atrevan,despues que el ilustre. . . (por poco se me escapasu nombre40, pero me arredra de nuevo el pro-verbio griego) dio a las palabras de San Lucasun sentido que se acomoda tanto con el espıritude Cristo como el fuego con el agua. El caso es elsiguiente: sabido es que cuando amenaza un gra-ve peligro, los buenos vasallos suelen unirse demodo mas estrecho con sus senores, convencidosde la fuerza que tiene el luchar juntos, y por esoCristo, queriendo acostumbrar a sus discıpulosa que arrancasen de su espıritu la confianza enel auxilio ajeno, preguntoles si les habıa faltadoalguna cosa desde que los habıa enviado a pre-dicar el Evangelio, tan sin ningun viatico, queni los proveyo de calzado contra las espinas ylas piedras del camino, ni de alforjas contra elhambre; y como le respondiesen que nada leshabıa faltado, anadio: “Pues ahora, quien tengaun saco, dejelo; y quien tenga alforjas, dejelastambien; y el que nada tenga, venda su tunicay compre una espada.”41

40ver nota anterior sobre Nicolas de Lira.41Evangelio segun San Lucas, XXII, 35, 36.

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Como toda la doctrina de Cristo no tiende aincluir otra cosa que la mansedumbre, la tole-rancia y el desprecio de la vida, ¿quien no com-prende que en este pasaje quiso el Maestro des-armar de tal manera a sus enviados que les re-comienda que se despojen, no solamente de sucalzado y de su bolsa, sino tambien de su tunica,y ası desnudos y enteramente desembarazados,emprendan la predicacion del Evangelio, sin pre-venirse de otra cosa que de una espada, pero node aquella de que se arman los ladrones y losasesinos, sino de la espada espiritual que pene-tra hasta el fondo de los corazones y que de talsuerte corta en ellos todas las pasiones, que nodeja en el corazon otro sentimiento que el de lapiedad?

Pues bien: ved ahora de que manera tuerceeste texto el famoso teologo de que hablamos.La espada significa, a su juicio, la defensa con-tra las persecuciones, y el talego, la meriendapara el camino; como si Cristo, cambiando deparecer al ver que enviaba a sus apostoles conuna provision poco esplendida, se retractara desu anterior doctrina; como si olvidando lo que

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les habıa dicho: “Que serıan bienaventurados su-friendo ultrajes, afrentas y suplicios; que debıanresistir al mal; que la felicidad era el premio dela mansedumbre y no de la colera, y, en fin, quedebıan tomar por modelo a los pajaros y a loslirios”42; como si olvidando todo esto, repito, es-tuvieran ahora tan lejos de querer que partiesensin espada, que les mandaba vender su tunicapara comprarla, y que preferıa que fuesen com-pletamente desnudos antes que sin esa arma alcinto.

Del mismo modo, pues, que nuestro teologocomprende bajo el nombre de espada todos losmedios de rechazar la agresion, ası tambien en-tiende por la palabra bolsa todo lo que se refierea la necesidad de la vida. Y ası, este interpretede la palabra divina envıa a los apostoles arma-dos de lanzas, ballestas, hondas y bombardaspara predicar a un Dios crucificado, y al mismotiempo los carga de cestas, de maletas y de pro-visiones, sin duda para no exponerse a salir dela posada con el estomago vacıo.

42Evangelios segun San Lucas, XII, 4, 27 y segun San Mateo, V, 3, VI, 28, X, 17, 22, 23, 29.

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Nuestro hombre no piensa que esa espada,cuya adquisicion tanto recomendo Jesucristo,fue precisamente la que El censuro, ordenandoen otra parte que fuese en seguida devuelta ala vaina43, y que nunca se ha oıdo decir quelos apostoles usasen espadas o escudos contralas violencias de los paganos, como las hubieranusado si Cristo hubiera tenido las intencionesque le atribuye este comentarista.

Hay tambien otro doctor, y de bastante fama,43Evangelios segun San Mateo, XXVI, 52 y segun San Juan, XVIII, 11.

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cuyo nombre callare por o respeto 44, que enaquellas pieles de que nos habla Habacuc, conlas que hacıan sus tiendas los madianitas, y enel texto que dice: “Las tiendas de piel de losmadianitas seran confundidas”, ve una alusiona la piel de San Bartolome, que, como todossaben, fue desollado vivo.

Yo misma asistı, hace poco, a una disputateologica, segun lo hago con frecuencia. Pre-

44Jordan de Sajonia, muerto en 1336.

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gunto uno cual era el texto de las Sagradas Es-crituras que mandaba reducir (vencer) a los he-rejes por el fuego, en vez de convencerlos porla discusion. Un viejo de severo semblante, y cu-yo entrecejo revelaba claramente a un teologo,respondio con gran vehemencia que el ApostolSan Pedro habıa dictado esta ley cuando dijo:“Evita (devita) el juntarte con el hereje, des-pues que se ha corregido varias veces”; y comodichas palabras las repitiese muchas veces en elmismo tono estentoreo y muchos se pregunta-sen ya que demonios le pasaba a aquel hombre,acabo por explicar que al heretico habıa que se-pararle “de la vida” (de vita). Algunos soltaronla carcajada; no faltaron otros que encontraronel comentario completamente teologico, y otros,en fin, protestaron a grandes voces. Entonces selevanto uno de los mas conspicuos, un Tenedios,como suelen llamar, un doctor irrefragable, ydijo: “Escuchadme. Escrito esta que no ha detolerarse que viva el malvado; es ası, que todohereje es malvado; Ergo, etc.” Todos los con-currentes se quedaron maravillados del genio deeste hombre, y aprobaron con un palmo de boca

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abierta, como papanatas, su luminoso argumen-to, sin que a ninguno le viniese a las mientes queen el precepto mencionado la palabra malvadose refiere a los brujos, a los encantadores y alos magos, a quienes los hebreos llaman en sulengua mekaschephim ( !Mפכשפי), que significamalhechores, porque de otro modo habrıa quecastigar tambien con la pena de muerte a losborrachos y a los lascivos.

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CAPITULO LXV

CONTINUA LA MISMA MATERIA. —ELOGIOS DE SANPABLO A LA NECEDAD. —IDEM DEL EVANGELIO

Necia serıa, en verdad, si me propusieseenumerar semejantes tonterıas, tan in-

numerables, que no bastarıan, para contenerlastodas, los volumenes de Crisipo y de Didimo.Unicamante querıa hacer constar que, puestoque estos divinos maestros se han tomado ta-les libertades, yo tambien, que soy una teologade poco mas o menos, tengo algun derecho ala indulgencia si todas mis citas no son riguro-samente exactas. Vuelvo, pues, a San Pablo.

“Soportad con gusto a los ignorantes”, diceen un pasaje hablando de sı mismo. Y anade:“Aceptadme como ignorante.” Y prosigue: “Yono hablo segun Dios, sino como sumido en laignorancia.” Y de nuevo en otro lugar: “Noso-tros somos necios por Cristo.” Ya veis cuan fer-vientes elogios le merece la necedad a este au-tor egregio. Es mas: la recomienda francamentecomo una cosa muy necesaria y de la mayor uti-

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lidad. “El que de vosotros –dice– se crea sabio,se vuelva necio para que sea sabio.” Y en SanLucas se escribe que Jesus llamo necios a los dosdiscıpulos que encontro en el camino de Emaus.Lo que todavıa parecera mas asombroso es queSan Pablo, aun al mismo Dios, le atribuye ciertogenero de necedad, al decir que “la necedad deDios vale mas que la sabidurıa de los hombres”,si bien Orıgenes, interpretando este lugar, ar-guye que tal necedad no puede tener la menoranalogıa con el concepto de la necedad humana,y lo mismo dice de este otro texto: “El misteriode la Cruz es ciertamente una necedad para losque se condenan.”

Mas ¿para que he de cansarme vanamenteen seguida alegando testimonios en apoyo demi tesis, cuando en los sagrados Salmos lee-mos que Cristo, hablando con su Padre, le dice:“Tu conoces mi ignorancia”?

No es, en verdad, extrano que Dios sintiesetanta predileccion por los necios; y, a mi juicio,tuvo para ello la misma razon que la que asiste alos grandes reyes para que les sean sospechososy aborrecibles los hombres demasiado sensatos,

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como le sucedio a Julio Cesar con Bruto y Ca-sio (en tanto que de aquel borrachın de MarcoAntonio nada recelaba), a Neron con Seneca ya Dionisio con Platon. En cambio, agradanleslos espıritus rudos y simples, y ası, Cristo de-testo y condeno constantemente a esos “sabios”que se ufanan de su sabidurıa, como claramen-te lo atestigua San Pablo con estas palabras:“Dios ha elegido lo que el mundo tiene por ne-cio”; y con estas otras: “A Dios le plugo45 salvaral mundo por la necedad”, ya que por la sabi-durıa no podıa ser regenerado. El mismo Dios

453.a pers. sing. (pret. perf. simple) de placer.

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lo declara manifiestamente cuando exclama porboca del profeta: “Yo confundire la sabidurıa delos sabios y reprobare la ciencia de los doctos”,y cuando da gracias porque habiendo escondidoa los sabios el misterio de la salvacion, lo re-velo a los pequenos, es decir, a los necios, puesen griego la palabra parvulo n pioc significa locontrario de la palabra sabio sofìc.46

Esto nos explica como en el Evangelio se ata-ca repetidamente a los fariseos, a los escribas ya los doctores de la ley, mientras que a los in-doctos se los defiende a capa y espada. Porque¿que otra cosa significan estas palabras: “¡Ayde vosotros, escribas y fariseos!”, sino “¡Ay devosotros, sabios!”? En cambio, los rapaces, lasmujeres y los pecadores eran los seres que Jesu-cristo acogıa con mayor carino; y hasta entre losanimales preferıa aquellos que se apartan mas dela astucia, de la zorra. Por eso eligio un asno porcabalgadura Aquel que, de quererlo ası, hubie-ra podido montar sobre el lomo de un leon sinriesgo alguno; por eso el Espıritu Santo descen-dio en figura de paloma y no en la de un aguila

46En otros textos escriben nhpÐoic, sofoic.

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o milano; por eso en las Sagradas Escrituras sehace mencion a cada paso de los ciervos, corzosy corderos, y por eso Jesus llama ovejas suyas alos que destina a la vida eterna, pues ciertamen-te que no hay otro animal de mayor simplicidad,como lo demuestra el que, segun Aristoteles, lafrase cabeza de borrego, tomada de la estupidezde esta bestia, suele dirigirse como una injuriaa los imbeciles y a los cortos de luces, y, sin em-bargo, estos son los que forman el rebano delque Cristo se dice pastor; a quien tambien leagradaba el nombre de cordero, puesto que SanJuan Bautista le anuncio con las palabras: “Heaquı el Cordero de Dios”, que aparece tambiendespues en muchos lugares del Apocalipsis.

¿Que otra cosa significa todo esto, sino que to-dos los hombres, aun los mas santos, son necios,y que el mismo Cristo, aun siendo la sabidurıadel Padre, se hizo en cierto modo necio pararemediar la necedad de los hombres, cuando to-mando naturaleza humana se revistio de carnemortal, de la propia suerte que se transformo enel pecado para redimir el pecado?

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Y no quiso valerse de otros medios de reduc-cion que de la necedad de la cruz, de apostolestorpes y rusticos a quienes recomienda cuidado-samente la necedad, que huyan de la sabidurıa,presentandoles como ejemplo a los ninos, a loslirios, al grano de mostaza y a los pajarillos, se-res todos estupidos que carecen de inteligencia yque viven solamente guiados por la Naturaleza,libres de artificios y de cuidados, amonestando-los, ademas, a que no se preocupasen de las pa-labras que hubiesen de responder delante de los

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tribunales, y vedandoles, en fin, reparar ni en lostiempos ni en las ocasiones, para que no confia-sen en su propia sabidurıa, sino que pusieran enEl toda su esperanza.

Por el mismo motivo, Dios, gran arquitecto delUniverso, prohibio que se gustase del arbol dela Ciencia, cual si esta fuera el veneno de la feli-cidad, y tambien San Pablo la condeno abierta-mente como un manantial de orgullo y maldad,siguiendo la idea que, a mi juicio, inspiro a SanBernardo, cuando a aquella montana sobre lacual planto sus reales Lucifer la llamo montanade la ciencia.

Tampoco hay que omitir aquel otro argumen-to en pro de la necedad, a saber, que goza de losfavores del Cielo, ya que este solo a ella concedeel perdon de las faltas, que niega al sabio, y deaquı que todo el que pide perdon por una fal-ta, aunque la haya cometido conscientemente, sesirva del manto y de la proteccion de la necedad.Ası, Aaron, segun el libro de los Numeros, si malno recuerdo, implora a Moises el perdon de suhermana en estos terminos: “Os suplico, Senor,que no nos tomes en cuenta este pecado, porque

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obramos neciamente”; Saul pide tambien mise-ricordia a David diciendo: “Parece que me heconducido neciamente”, y el mismo David, a suvez, apacigua ası al Senor: “Os ruego, Senor,que no tengais en cuenta mi iniquidad, porquehe procedido como un necio”, como si no pu-diera obtener el perdon sin invocar para ello lanecedad y la ignorancia.

Pero una prueba mas decisiva es que cuando

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Cristo en la cruz pidio por sus enemigos, excla-mando: “¡Padre mıo, perdonalos!”, no alego me-jor excusa que su ignorancia al anadir: “porqueno saben lo que hacen”. San Pablo escribıa enel mismo sentido a Timoteo: “Si he alcanzadola misericordia de Dios, es porque he obradopor ignorancia en mi incredulidad.” ¿Que signi-fica la frase he obrado por ignorancia, sino queobro por necedad y no por maldad? ¿Y que otracosa quiere decir con las palabras si he alcan-zado la misericordia, sino que no la hubieraobtenido sin recurrir a la proteccion de la nece-dad? El Salmista, de quien no me acorde citarloen su sitio, confirma tambien mi opinion cuandodice al Senor: “No os acordeis de los pecados demi juventud ni de mis errores”. ¡Ved con que dosmotivos se disculpa!: la juventud, de la que soyyo, por lo general, constante companera, y loserrores, cuyo numero considerable nos revela lafuerza incontrastable de la necedad.

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CAPITULO LXVI

AFINIDAD DE LA RELIGION CRISTIANA CON LANECEDAD

Y ya, para que esto no sea el cuento denunca acabar, y abriendo mi discurso,

dire que parece evidente que la religion cristianaguarda cierta afinidad con la necedad, y que, encambio, se aviene muy poco con la sabidurıa.

Si quereis una prueba de ello, notad prime-ramente que los ninos, los viejos, las mujeres ylos tontos gustan grandemente de las cosas re-ligiosas y de las ceremonias del culto, y por esoestan siempre cerca de los altares, llevados tansolo de su natural inclinacion. Ved, ademas, quelos fundadores de esta religion fueron hombressimplicısimos y enemigos acerrimos del saber. Ypor ultimo, fijaos en que no hay necios que ha-gan mayores extravagancias que aquellos a quie-nes el ardor de la piedad cristiana los embargapor completo, pues los vemos malversar sus bie-nes, despreciar las injurias, sufrir los enganos,no distinguir entre amigos y enemigos, aborrecer

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los deleites, complacerse en los ayunos, vigilias,lagrimas, trabajos y afrentas; estar disgustadosde la vida, no desear mas que la muerte; en unapalabra, mostrarse como si hubiesen perdido porcompleto el sentido comun, tal que si su almaviviera en cualquier sitio menos en su cuerpo.Ahora bien: ¿que otra cosa es esto sino volver-se loco? Por eso no hay que maravillarse de quealgunos creyesen que los apostoles estaban bebi-dos, ni de que el juez Festo tomase a San Pablopor un loco.

Pero ya que me he vestido con la piel de leon,quiero ir hasta el fin y demostraros que la fe-licidad que los cristianos compran a costa detantos sacrificios, no es mas que una especie delocura y de necedad; y os ruego que no veaisen mis palabras animo alguno de ofender, y queatendais mas bien a la idea que encierran.

Por de pronto, sabemos que los cristianos con-vienen poco mas o menos con los platonicos enafirmar que el alma esta como sumergida en elcuerpo y sujeta por sus vınculos, y ası, embara-zada con la materia, no le es posible contemplarla verdad ni deleitarse en ella. Por eso define

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Platon la Filosofıa diciendo que es “una medi-tacion de la muerte”, porque separa el alma delas cosas visibles y corporeas, que es lo mismoque produce la muerte.

Y de este modo, mientras el espıritu hace buenuso de los organos del cuerpo, se dice de el que essensato; mas cuando, rotos los lazos que a el leligan, intenta buscar su libertad, cual si quisierafugarse de la prision en que yace, entonces dicenque se ha vuelto loco. Si tal vez aquello sucedepor enfermedad o por algun defecto organico, es-tos casos todo el mundo los estima como locura.Y, sin embargo, vemos a estos locos pronosti-car el porvenir, conocer lenguas y ciencias quejamas habıan aprendido y presentar los carac-teres de una divina inspiracion. Esta nace, sinduda, de que el alma, en cuanto se libra un po-co del contacto del cuerpo, comienza a mostrarsu virtud natural. La misma causa produce, ami juicio, efectos semejantes en los moribundos,de tal modo, que dicen cosas tan sorprendentes,que parecen estar bajo un soplo divino.

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Lo propio se observa en la practica de la pie-dad, pues, aunque quiza no se trate del mismogenero de locura, es, sin embargo, algo tan pare-cido, que la mayor parte de las gentes creen queno es mas que mera locura, sobre todo cuandoven a esos pobres hombres que no encuentrannada en la vida humana con lo que esten con-formes; y ası les suele acontecer lo que en laalegorıa de Platon acontecıa, si no me equivo-co, a los que se hallaban encadenados dentrode la caverna contemplando las sombras de lascosas, o sea, que si por ventura se escapaba al-guno de ellos, y de regreso, en el antro, asegu-

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raba haber visto las cosas verdaderas, y que seenganaban muchos de ellos, creyendo que fuerade las vanas sombras no existıa absolutamen-te nada, juzgabanle completamente iluso. Claroesta que este sabio compadece y deplora la lo-cura de sus camaradas, vıctimas de tan grandeerror; pero estos, a su vez, se rıen de el como deun visionario, y le arrojan del antro.

De la misma manera, la mayorıa de los hom-bres admiran mas las cosas cuanto mas materia-les son, a las que casi exclusivamente reconocenrealidad positiva; por el contrario, los devotos,cuanto mas se aproxima una cosa a la materia,mas la desprecian y se entregan por completo ala contemplacion de las cosas que son invisibles.Aquellos, pues, dan la primacıa a las riquezas,el segundo lugar a las comodidades del cuerpo,y dejan el ultimo al espıritu, el cual, sin embar-go, los mas ni siquiera creen que existe, porqueno se ve con los ojos. Otros, en cambio, no vi-ven absolutamente nada mas que para Dios, elser simplicısimos por esencia, y mediante El, elalma, que es lo que por su espiritualidad tienecon El mayor semejanza. Desdenan los cuidados

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del cuerpo, desprecian el dinero, apartandose deel como si fuera basura, y si se ven precisadosa tratar alguna de estas cosas, lo hacen con re-pugnancia y disgusto, porque tienen como si notuviesen y poseen como si no poseyesen.

Existe entre ellos una profunda diferencia entodas las cosas de la vida. Observemos prime-ramente lo referente a las facultades humanas,y veremos que si bien todas ellas se relacionancon el cuerpo, hay algunas, sin embargo, que sonmas groseras que otras, como son las del tacto,el oıdo, la vista, el olfato y el gusto; otras sonmas independientes del cuerpo, como la memo-

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ria, el entendimiento y la voluntad. Ahora bien:aquellas en que el alma

concentra sus esfuerzos son las que prevalecen.Los devotos, como aplican toda la fuerza de suespıritu a lo que es mas extrano a la materia,acaban por enajenarse y quedarse como atoni-tos, mientras que el vulgo da un gran valor a lascosas materiales y muy pequeno a las espiritua-les, y esta es la causa de que algunos santos varo-

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nes, segun se cuenta, bebiesen aceite tomandolopor vino.

Ademas, entre las pasiones observamos tam-bien que hay algunas que guardan una estrechaafinidad con el cuerpo, como son la lujuria, lagula, la pereza, la ira, la soberbia y la envidia,a las que hacen los devotos una guerra impla-cable, al paso que la gente vulgar cree que sinellas no se puede vivir.

Hay, otrosı, ciertos sentimientos comunes y encierto modo naturales, como el amor a la pa-tria, el carino a los hijos, a los padres y a losamigos, a los que el vulgo reconoce asimismoalguna importancia; pero los hombres piadososse esfuerzan tambien en arrancar del alma ta-les sentimientos, como no sea que les sirva paraelevarse a las puras regiones del espıritu, y ası,por ejemplo, amaran a su padre, no como pa-dre, porque el no engendro mas que su cuerpo,si bien este lo han recibido tanto de Dios comode el, sino como varon justo, en quien brilla undestello de la mente suprema, que es a lo queellos llaman el Sumo Bien, asegurando que fue-ra de el nada hay digno de ser amado y deseado.

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Esta misma norma de tal modo aplıcanla a to-dos los deberes de la vida, que si bien es ciertoque no desprecian completamente todos los ob-jetos visibles, por lo menos los ponen muy pordebajo de los objetos invisibles.

Por eso dicen que hasta en los sacramentos yen los deberes de la piedad hallase un aspectocorporal y otro espiritual, y ası, por ejemplo, enalgunos no tiene gran importancia el abstener-se de comer carne y de cenar (que es lo que seentiende por verdadero ayuno), a no ser que almismo tiempo repriman lo mas posible sus pa-siones, moderando su ira y su soberbia, a fin deque el espıritu, libre del peso del cuerpo, puedagustar y saborear los bienes celestiales.

Ası razonan tambien respecto de la misa, ysin desdenar sus ceremonias, dicen, no obstante,que en sı mismas son poco utiles y hasta puedenllegar a ser perjudiciales si no se penetra pormedio de ellas en lo espiritual, esto es, en lo quelos sımbolos visibles representan.

En este sentido es saludable a los mortales elsimulacro de la muerte de Cristo, la cual debencopiar en su corazon, domando, crucificando y

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sepultando, por decirlo ası, sus pasiones a finde resucitar a una nueva vida y formar un solocuerpo con Cristo y con los demas cristianos.

Ası piensan y obran los devotos. El vulgo, porel contrario, cree que el sacrificio de la misa con-siste simplemente en plantarse delante del altar,y cuanto mas cerca, mejor; en oır los vozarronesde los cantores y en asistir como espectador alas ceremonias de la liturgia.

Y no solamente en estos casos, que solo comoejemplos he citado, sino tambien en su vida en-tera huye sinceramente el devoto de aquello quese relaciona con el cuerpo, para elevarse hacialo eterno, lo espiritual y lo invisible. Por lo cual,existiendo entre los mundanos y los devotos tanenorme discrepancia acerca de todas las cosas,resulta que, recıprocamente, se tachan de locu-ra, aunque, en mi opinion, confieso que esta pa-labra, mejor que al vulgo, es a los devotos aquienes debe aplicarse.

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CAPITULO LXVII

LA SUPREMA FELICIDAD ES UNA ESPECIE DE LOCURA.—EL MISTICISMO

Lo que acabo de decir aparecera mas cla-ro si, como os he prometido, demuestro

en pocas palabras que esa suprema felicidad aque aspiran los devotos no es otra cosa que unaespecie de locura.

En primer lugar, advertid que ya Platon hubode vislumbrar algo parecido cuando escribio queel delirio de los amantes era la mejor de todas lasfelicidades, porque el que ama ardientemente yano vive en sı, sino en aquel a quien ama, y cuan-to mas se separa de sı mismo y mas se acerca alotro, su gozo es mucho mayor. Pues bien: cuan-do el alma quiere separarse del cuerpo y ya nousa adecuadamente de sus organos, hay eviden-temente delirio. De otro modo, ¿que significanestas vulgares expresiones: no esta en sı, vuel-ve en ti y ha vuelto en sı? Por consiguiente,cuanto mas perfecto es el amor, mas profundo ydelicioso es el delirio. ¿Que sera, pues, esa vida

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de los bienaventurados, tras de la cual suspirantan ardientemente las almas piadosas?

Porque el espıritu, como mas noble y podero-so, absorbera al cuerpo, y esto con tanta mas

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facilidad cuanto que el cuerpo habra sido pre-parado ya para esta transformacion ayudando yhaciendo penitencia. El espıritu sera despues ab-sorbido en la inteligencia soberana, que le es in-finitamente superior, y ası, el hombre estara to-talmente despojado de todo lo material, sera fe-liz por la sencilla razon de que, puesto fuera desı mismo, se gozara de modo inefable en ese Su-mo Bien que atrae hacia sı todas las cosas.

Es verdad que tal felicidad no podra ser per-fecta hasta que, reunida el alma con el cuerpoen que estuvo, goce la inmortalidad; no obstan-te, como la vida de los devotos no viene a serotra cosa que una meditacion, y en cierto modouna imagen de esa otra vida, son, a las veces,recompensados con una especie de goce antici-pado de las delicias celestiales, que les trae algoası como el gusto y el aroma de ellas, y que, sibien no sea mas que una gota pequenısima encomparacion de aquella fuente de felicidad eter-na, vale mas que todos los deleites del cuerpo,aunque se pusiesen juntas todas las delicias detodos los mortales. ¡Tanto aventaja lo espirituala lo corporal y lo invisible a lo visible!

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346 ERASMO DE ROTTERDAM

Esto es, sin duda, lo que anuncio el Profetacuando dijo: “Ni el ojo vio, ni el oıdo oyo, ni elcorazon del hombre sintio nunca lo que Dios hapreparado para los que aman.” Pero tales deli-quios no son mas que una parte de la necedad,que no se extingue con el transito de esta a laotra vida, sino que, por el contrario, se perfec-ciona.

A quienes les es dado experimentarlos (queson muy pocos) les acontece algo muy pareci-do a la locura, porque se expresan a veces conalguna incoherencia y no como la generalidadde los demas hombres: hablan sin ton ni son ycambian bruscamente de fisonomıa; ya alegres,ya abatidos, tan pronto lloran como rıen o so-llozan; en una palabra, estan verdaderamentefuera de sı mismos; y cuando despues recobranel sentido, no saben decir donde se encontraban,si en el cuerpo o fuera del cuerpo, despiertos odormidos; ni recuerdan mas que como a travesde un sueno, entre nubes, lo que oyeron, vieron,dijeron e hicieron; unicamente saben que hansido muy felices durante este delirio, y ası de-ploran haber recobrado la razon, por lo cual no

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ELOGIO DE LA NECEDAD.—CAP. LXVII 347

hay nada que mas deseen que enloquecer perpe-tuamente de este genero de locura. Tal es esteligero y anticipado saborcillo de su futura felici-dad.

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CAPITULO LXVIII

EPILOGO

Pero ya hace tiempo que me he olvida-do de que estoy traspasando los lımites

que me habıa propuesto. Si os parece que me heexcedido en pedanterıa o charlatanerıa, pensadque quien a vosotros se ha dirigido es la Nece-dad, y por anadidura, que es mujer.

Acordaos, sin embargo, al mismo tiempo, deaquel proverbio griego que dice: “Muchas vecesel necio habla con cordura”, a menos que creaisque esto no reza con las mujeres.

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350 ERASMO DE ROTTERDAM

Veo que estais esperando el epılogo; pero muynecios serıais si imaginaseis que me acuerdo delo que he dicho, despues de haberos soltado talfarrago de palabras. Es viejo el adagio que dice:“Odio al convidado que tiene buena memoria”;mas este es nuevo: “Aborrezco al oyente que seacuerda de todo.”

Y con esto, salud, aplaudid, vivid y bebed,ilustres partidarios de la necedad.

FIN DE“ELOGIO DE LA NECEDAD”

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INDICE

Prologo:

Erasmo de Rotterdam . . . . . . 9

Dedicatoria . . . . . . . . . . . . . . 25

Cap. I.—Introduccion . . . . . . . . . 35

Cap. II.—Tema del discurso . . . . . 37

Cap. III.—Defensa de la propia ala-banza . . . . . . . . . . . . . . 39

Cap. IV.—Cara a cara de la Necedad 43

Cap. V.—Sinceridad de la Necedad eingratitud de los sabios para conella . . . . . . . . . . . . . . . . 45

Cap. VI.—La Necedad imita a losretoricos . . . . . . . . . . . . . 47

Cap. VII.—Progenie de la Necedad . 49

Cap. VIII.—Patria y crianza de la Ne-cedad . . . . . . . . . . . . . . 53

Cap. IX.—El cortejo de la Necedad . 57351

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352 INDICE

Cap. X.—La Necedad, por los favoresque dispensa, es semejante a losdioses . . . . . . . . . . . . . . 59

Cap. XI.—Poder de la Necedad en losorıgenes de la vida . . . . . . . . 61

Cap. XII.—El placer, como bien supremo 65

Cap. XIII.—Intima relacion de la in-fancia y de la vejez con la Nece-dad. –Beneficios que esta reportaa la vejez . . . . . . . . . . . . 67

Cap. XIV.—Los beneficios de la Ne-cedad son superiores a los de losdioses, porque hace duradera lajuventud y aleja la vejez . . . . 73

Cap. XV.—Necedad de los dioses . . 77

Cap. XVI.—Supremacıa de la Nece-dad sobre la razon . . . . . . . . 83

Cap. XVII.—La mujer, encarnacion dela Necedad . . . . . . . . . . . . 85

Cap. XVIII.—Importancia de la Nece-dad en los banquetes . . . . . . 89

Cap. XIX.—La Necedad es la base uni-tiva de la amistad . . . . . . . . 91

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INDICE 353

Cap. XX.—La Necedad es la concilia-dora del matrimonio . . . . . . . 95

Cap. XXI.—La Necedad, vınculo detoda sociedad humana . . . . . 97

Cap. XXII.—Papel que desempena Fi-laucia (el Amor Propio), herma-na carnal de la Necedad . . . . . 99

Cap. XXIII.—La Necedad es la causade la guerra . . . . . . . . . . . 103

Cap. XXIV.—Inutilidad de los sabiospara todos los menesteres de lavida . . . . . . . . . . . . . . . 105

Cap. XXV.—Continua la misma ma-teria . . . . . . . . . . . . . . . 109

Cap. XXVI.—Importancia polıtica dela Necedad . . . . . . . . . . . . 111

Cap. XXVII.—La vida humana no esmas que un juego de necios . . . 113

Cap. XXVIII.—Las artes, fruto de lavanagloria . . . . . . . . . . . . 117

Cap. XXIX.—La verdadera prudenciase debe a la Necedad . . . . . . 119

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354 INDICE

Cap. XXX.—La Necedad conduce a lasabidurıa, intolerable condicionde los que el vulgo tiene por sa-bios . . . . . . . . . . . . . . . 125

Cap. XXXI.— Las calamidades huma-nas remediadas por la Necedad.—Favores especiales que dispen-sa a los viejos y a las viejas . . . 129

Cap. XXXII.—Elogio de la ignorancia.–La edad de oro.– Las cienciasson males de la vida . . . . . . . 135

Cap. XXXIII.—Ciencias que mas seconforman con la Necedad . . . 139

Cap. XXXIV.—Los animales son masfelices que el hombre . . . . . . 143

Cap. XXXV.—Ventajas que los neciostienen sobre los sabios . . . . . . 145

Cap. XXXVI.—Continua la mismamateria . . . . . . . . . . . . . 149

Cap. XXXVII.—Continua el mismoasunto de los dos capıtulos ante-riores . . . . . . . . . . . . . . . 153

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INDICE 355

Cap. XXXVIII.—Relaciones de la Ne-cedad con la locura. –Clases delocura . . . . . . . . . . . . . . 155

Cap. XXXIX.—Algunas formas de laNecedad: La caza, la monomanıade edificar, la alquimia y el juego 159

Cap. XL.—La supersticion como for-ma de Necedad . . . . . . . . . 165

Cap. XLI.—Sigue la misma materiadel capıtulo anterior . . . . . . . 171

Cap. XLII.—Importancia que tiene elamor propio en los individuos . . 175

Cap. XLIII.—Importancia que tieneFilaucia en los pueblos . . . . . 179

Cap. XLIV.—Loores de la adulacion . 183

Cap. XLV.—La felicidad depende dela opinion de los hombres . . . . 187

Cap. XLVI.—Liberalidad de la Nece-dad . . . . . . . . . . . . . . . 193

Cap. XLVII.—Culto universal de laNecedad . . . . . . . . . . . . . 197

Cap. XLVIII.—Formas vulgares quereviste la Necedad . . . . . . . . 201

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356 INDICE

Cap. XLIX.—Formas mas elevadas dela Necedad: a) Los gramaticos . 207

Cap. L.—b) Los poetas, los retoricos ylos escritores . . . . . . . . . . . 213

Cap. LI.—c) Los jurisconsultos y losdialecticos . . . . . . . . . . . . 219

Cap. LII.—d) Los filosofos . . . . . . 221

Cap. LIII.—e) Los teologos . . . . . . 225

Cap. LIV.—f) Los religiosos y los mon-jes . . . . . . . . . . . . . . . . 243

Cap. LV.—g) Los reyes y los prıncipes 261

Cap. LVI.—h) Los cortesanos . . . . 267

Cap. LVII.—i) Los obispos . . . . . . 271

Cap. LVIII.—j) Los Cardenales . . . . 274

Cap. LIX.—k) Los papas . . . . . . . 278

Cap. LX.—l) Los obispos germanicos 286

Cap. LXI.—La Fortuna favorece a losnecios . . . . . . . . . . . . . . 291

Cap. LXII.—Testimonios de los anti-guos clasicos en favor de la Nece-dad: Horacio, Homero, Ciceron . 297

Cap. LXIII.—Testimonios de la Sagra-da Escritura en apoyo de la Ne-cedad . . . . . . . . . . . . . . 301

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INDICE 357

Cap. LXIV.—Continua la misma ma-teria. —Falsos interpretes de laspalabras de la Sagrada Escritura 313

Cap. LXV.—Continua la misma mate-ria. —Elogios de San Pablo a laNecedad. —Idem del Evangelio . 323

Cap. LXVI.—Afinidad de la religioncristiana con la Necedad . . . . 333

Cap. LXVII.—La suprema felicidad esuna especie de locura. —El mis-ticismo . . . . . . . . . . . . . . 343

Cap. LXVIII.—Epılogo . . . . . . . . 349

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