ELOGIO DE LAS MANOS

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Divagaciones Intrascendentes ELOGIO DE LAS MANOS Me parece que los evolucionistas han dado excesiva importancia al cerebro del hombre para buscar un punió de apoyo a su teoría Al comparar los cerebros de unas y de otras especies, y colocarlos orde- nadamente, han creído ver una pro- gresión cuyo término íinal es el hom- bre. Al ver que la superficie del cerebro se va "arrugando" a medida que se avanza en este orden, que ellos mis- mos han establecido, y al comprobar que la actividad máxima del cerebro no está en su "masa", sino en su "su- perficie", se han creído con derecho a afirmar que: La inteligencia es un fenómeno na- tural, propio de la materia, que se produce cuando la relación entre la masa y la superfice del cerebro al- canza una proporción determinada. Y se quedan tan tranquilos. Yo no quiero desmontar este tin- glado materialista a base de un cri- terio espiritualista. No es porque lo juzgue inútil, sino porque no hace falta, ya que otros lo han hecho a mi completa satisfac- ción. Quiero moverme, de momento, en el terreno de la pura materia. Si la inteligencia fuera un produc- to natural propio y exclusivo de la materia cerebral del hombre, el pro- blema se complicaría enormemente. Porque, necesariamente, ello exigi- ría que la evolución del cerebro en las diversas especies fuera acompa- ñada de una evolución de la inteligen- cia en dichas especies, ya que de he- cho el análisis biológico no pone de manifiesto diferencias sustanciales en la composición material entre el ce- rebro de una cabra y el de un hom- bre, sino una diferencia de relación entre el volumen y la superficie. O sea: que a proporción menor en- tre superficie y volumen correspon- dería una inteligencia menor, y al contrario. Pero no es así, sino que dicen: A tal proporción aparece, de repente, el "ser inteligente'', y por debajo de tal proporción se carece en absoluto de inteligencia. Si el cerebro se acepta como el "úni- co" órgano productor de inteligencia, esto no puede sostenerse. Aquí falta alguna pieza. Otra cosa diferente sería si el ce- rebro se considerara como una parte del mecanismo natural que produce la inteligencia. Entonces se podría ad- mitir el salto brusco que se da entre los seres-no-inteligente y el ser-inte- ligente. Mientras al cerebro le falte la pieza complementaria, no hay inteli- gencia alguna; cuando el complemen- to aparece, el mecanismo puede fun- cionar; esto ya es otra cosa. El complemento no puede consistir solamente en una relación mayor o menor entre superficie y volumen, sino en la incorporación al cerebro de al- go completamente diferente de él; en- tonces la operación del cerebro ya puede (lógicamente) ser totalmente diferente de la que era, pues so ha introducido en un elemento nuevo que 101

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Guillermo Rovirosa Albet . Cristiano converso, represaliado por el franquismo, su decisión fue decisiva en el lanzamiento del apostolado obrero en los años cuarenta. Hoy se halla en proceso de beatificación.

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Divagaciones Intrascendentes

ELOGIODE LAS MANOS

Me parece que los evolucionistas handado excesiva importancia al cerebrodel hombre para buscar un punió deapoyo a su teoría

Al comparar los cerebros de unasy de otras especies, y colocarlos orde-nadamente, han creído ver una pro-gresión cuyo término íinal es el hom-bre. Al ver que la superficie del cerebrose va "arrugando" a medida que seavanza en este orden, que ellos mis-mos han establecido, y al comprobarque la actividad máxima del cerebrono está en su "masa", sino en su "su-perficie", se han creído con derecho aafirmar que:

La inteligencia es un fenómeno na-tural, propio de la materia, que seproduce cuando la relación entre lamasa y la superfice del cerebro al-canza una proporción determinada.

Y se quedan tan tranquilos.

Yo no quiero desmontar este tin-glado materialista a base de un cri-terio espiritualista.

No es porque lo juzgue inútil, sinoporque no hace falta, ya que otros lohan hecho a mi completa satisfac-ción.

Quiero moverme, de momento, en elterreno de la pura materia.

Si la inteligencia fuera un produc-to natural propio y exclusivo de lamateria cerebral del hombre, el pro-blema se complicaría enormemente.

Porque, necesariamente, ello exigi-ría que la evolución del cerebro enlas diversas especies fuera acompa-

ñada de una evolución de la inteligen-cia en dichas especies, ya que de he-cho el análisis biológico no pone demanifiesto diferencias sustanciales enla composición material entre el ce-rebro de una cabra y el de un hom-bre, sino una diferencia de relaciónentre el volumen y la superficie.

O sea: que a proporción menor en-tre superficie y volumen correspon-dería una inteligencia menor, y alcontrario.

Pero no es así, sino que dicen: Atal proporción aparece, de repente, el"ser inteligente'', y por debajo de talproporción se carece en absoluto deinteligencia.

Si el cerebro se acepta como el "úni-co" órgano productor de inteligencia,esto no puede sostenerse. Aquí faltaalguna pieza.

Otra cosa diferente sería si el ce-rebro se considerara como una partedel mecanismo natural que producela inteligencia. Entonces se podría ad-mitir el salto brusco que se da entrelos seres-no-inteligente y el ser-inte-ligente. Mientras al cerebro le falte lapieza complementaria, no hay inteli-gencia alguna; cuando el complemen-to aparece, el mecanismo puede fun-cionar; esto ya es otra cosa.

El complemento no puede consistirsolamente en una relación mayor omenor entre superficie y volumen, sinoen la incorporación al cerebro de al-go completamente diferente de él; en-tonces la operación del cerebro yapuede (lógicamente) ser totalmentediferente de la que era, pues so haintroducido en un elemento nuevo que

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justifica la aparición de esta nove-dad, que es la inteligencia del hombre,caso único en la creación.

Creo que la confusión proviene dehaber aceptado como un axioma queel órgano de la inteligencia era elcerebro humano "exclusivamente".Este partir de una afirmación gra-tuita y aceptada por todos, creo quees lo que más ha enturbiado el pro-blema.

La única afirmación de la que sepuede partir me parece que es ésta:El hombre es el único ser de la crea-ción que posee inteligencia. Todas lasseudo-inteligencias atribuidas a otrosanimales son puro camelo.

Esta función humana es la que hacedel hombre "rey de la Creación" y leconstituye en especie aparte de todaslas demás del reino animal.

Ahora empiezan las interrogaciones:Si toda función exige un órgano, o

más de uno, que la realicen, ¿cuál esel órgano (o los órganos) que "reali-zan" la inteligencia?

Con demasiada prisa, y con pocaexigencia, se ha contestado que el ór-gano exclusivo de la inteligencia erael cerebro del hombre.

Lo que sí está fuera de toda dudaes que el cerebro es el centro receptor ymotor de todo el sistema nervioso delos animales que lo poseen. Entre ellos,el hombre. Aquí, y en este aspecto, noaparece ninguna diferencia esencial. Larelación entre superficie y volumenno es esencial.

Este órgano, por tanto, no puedeser, sin más, el órgano específico de lainteligencia. Hay que seguir buscando.

No hay que ser ninguna eminenciaen anatomía comparada para darsecuenta en seguida de que los órganosvitales, así como los sentidos, huesos,etcétera, del hombre, no ofrecen dife-rencias esenciales con los de unos uotros animales no inteligentes.

El cuerpo del hombre, como hechofísico diferencial, solamente presentaen su activo, una cosa de que carecenTODOS los animales: las manos. Yun elemento negativo: es el único ani-mal superior cuya piel carece de pro-tección.

Aquí hay seguramente una pista.Vamos a seguirla.

Vamos antes a fijarnos en otro he-cho, que parece evidente. Y es que lainteligencia del hombre no es algopuramente interno, que se desarrolla(como el corazón) hasta alcanzar sudimensión normal, sino que es la re-sultante de una capacidad interna yuna realidad externa. O sea: que enla inteligencia hay siempre, simul-táneamente, un movimiento de den-tro a fuera y de fuera a dentro. Peroel determinante principal es de fueraa dentro. Si Einstein hubiera sidoadoptado, a los dos años, por una tri-bu de gitanos, hoy todos desconoce-ríamos su nombre.

Quiero decir que, además de la in-teligencia individual, hay una inteli-gencia colectiva, que llamamos cultu-ra, que uno se la encuentra hecha yse la incorpora sin más que llegar ala vida en cierto momento y en ciertolugar del planeta.

Llamamos hombre culto, simplemen-te, a aquel que ha "asimilado" a suinteligencia los elementos de culturade su época y de su ambiente.

En cambio, llamamos sabio al hom-bre cuya inteligencia es capaz de pro-ducir nuevos elementos de cultura ade-lantándose a su época. (No es menes-ter ahora decir nada sobre lo que seaverdaderamente la "cultura" pues enestas mismas páginas se dicen cosasinteresantes sobre ella).

Si el hablar de la evolución del ce-rebro animal es muy precario, pueslos fundamentos en que podemos apo-yarnos son puras conjeturas (la con-jetura menos consistente es la de su-poner que un cráneo fósil que se des-entierra es "precisamente" un cráneotipo); si entre los hombres que ahoraviven pueden encontrarse cráneos paratodos los gustos, ¿cómo saben que elcráneo fósil que han encontrado esprecisamente el cráneo representativode aquella época?; en cambio, al ha-blar de la evolución de la inteligenciacolectiva (cultura) ya no se basa enconjeturas, sino en la pura evidencia.En forma más o menos irregular, in-cluso con retrocesos, la evolución dela cultura es un hecho. Aquí ningunapersona razonable puede dejar de serevolucionista.

Si preguntamos a cualquiera: ¿Cuáles el órgano de la visión?, nos res-pondería necesariamente: "los ojos'".

Esta respuesta es falsa, por incom-pleta. Los ojos no son el órganos dela visión, sino el instrumento a tra-vés del cual el cerebro ve. No son losDJOS los que ven, sino el cerebro; laprueba es que si se corta el nervioóptico a unos ojos perfectos, se acabóla visión. La prueba es que en la re-tina las imágenes aparecen invertidasy el cerebro las ve normales.

Así ocurre con todos los sentidos,que no son, en verdad, "órganos", sinoinstrumentos al servicio del cerebropara que éste pueda captar la realidadexterna. La verdad es siempre que:para cualquier función, el órgano es:la asociación del cerebro con el instru-mento adecuado: corazón, hígado, oí-dos... Esto es tan verdad en el hombrecomo en los demás animales.

¿Por qué no podemos aplicar estecriterio a la función '-inteligente" y,sabiendo que el centro de la inteligen-cia (como en todo lo demás) es el ce-rebro, no buscamos cuál es el "ins-trumento" de la inteligencia humana?

No hay que buscar mucho: ahí es-tán las manos, que, de momento, noshacen fijar la atención en ellas.

Lo primero que habremos de diluci-dar es si las manos son algo "esen-cial" del hombre tal como hoy vive, o sison algo secundario, accidental.

Quizá lo primero que se ocurra es quela inteligencia de un hombre a quiense amputan las manos sigue funcio-nando igual que antes.

Esto es solamente verdad en un caso:cuando la inteligencia funcionaba so-bre datos ajenos. Quiero decir; cuandorazonaba sobre "exterioridades" a supropia experiencia, que podrán ser muyconcretas, mas para él serán pura,aunque valiosa, referencia.

Pero de ordinario la inteligencia sinmanos sería semejante a un ciego poraccidente, que en sus sueños y en suimaginación sigue viendo igual que an-tes, pero que cada vez que se va ale-jando más de la realidad visual, queexige, cada día, ver las cosas de cadadía.

Y, para el caso, lo mismo da queuno tenga las manos amputadas físi-camente que si el que tiene manos lasha declarado inútiles. Como daría lomismo el ser ciego que el obstinarse

en tener los ojos pc rn i i nmi lnn ion l . ! i'irrados.

Otro paso. Otra p r e m u n í . a . !•:cebible imaginar siquiera la e v o i i i c i n i iprogresiva del hombre sobre l : i tlorrtltal como hoy la conocemos, si sus extremidades torácicas terminaran MIalguna de las formas que conocemosen los demás mamíferos? (Dejemos delado, de momento, a todas las especiede monos).

Aquí sí que aparece el elemento di-ferencial absoluto entre el hombre ylos demás seres de la creación. En losanimales las extremidades torácicasson instrumento para su vida: para lalocomoción, para la presa y para lalucha, para escarbar..., cada uno segúnsu propia manera de existir. En todocaso, su acción es casi siempre des-tructiva. Un conejo puede hacerse unacueva cuando encuentra una masa detierra a propósito, pero sería absolu-tamente incapaz de hacerse una casanunca, por sublime que fueran las po-sibilidades de su inteligencia.

Los vestigios que encontramos delhombre en edades remotas no sonprecisamente de su inteligencia abs-tracta, sino la obra de sus manos. Através de los objetos que salían de lasmanos, nos imaginamos cómo funcio-naba su inteligencia.

Es necesario repetir ahora que lainteligencia del hombre, porque es al-go interior a él, no se desarrolla des-de fuera, sino desde dentro. El puenteque enlaza el interior con el exterior sedice que son los sentidos, pero estosolamente es verdad en una dirección:de fuera o dentro. Los sentidos infor-man, relatan al cerebro lo que ocurrefuera. Exactamente igual en todos losanimales.

Esta noticia no es, no puede ser, lainteligencia.

La inteligencia no puede consistiren conocer cómo está la realidad ex-terna, sino que aparece tan pronto co-mo se comprueba (con las manos) quepodría estar de otra manera.

El tener noticia de la realidad exter-na o interna, p. o j . : el hambre, yobrar en consecuencia, no es funciónintelectual, ya que todos los animales

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no hacen otra cosa. La inteligencia semanifiesta cuando de una piedra de sí-lex se hace un hacha: primera mani-festación de la libertad.

En todos los animales (incluso en elhombre) los sentidos afirman la rea-lidad externa a su cerebro. Las manosson el instrumento (el único instru-mento) que permite al cerebro negar larealidad externa y transíormarla enotra. El vestigio que queda de las civi-lizaciones pasadas no es nada de lo quelos sentidos afirmaron a aquellos abue-los y pasaron sin tocarlo (utilizándolo,simplemente), sino el vestigio de aque-llo que modificaron... con las manos.

Linneo (y muchos con él) ha dado

un paso atrás al establecer que la notadistintiva única del hombre era el ser"sapiens". Unos siglos antes que él,Santo Tomás de Aquino ya había pre-cisado que el hombre era el animaldotado de inteligencia y manos. Pa-rece, sin embargo, que para Santo To-más la inteligencia y las manos erandos notas diferenciales diferentes (val-ga la redundancia), y yo creo que noson más que una sola nota diferen-cial; yo diría: el hombre es el ser do-tado de inteligencia por ser el únicoser dotado de manos.

Al llegar aquí seguramente algunopreguntará: ¿qué pasa, pues, con losmonos, que no solamente tienen dosmanos, como los hombres, sino cuatro?

II

No puede negarse que en entre elhombre y el mono aparecen semejan-zas que hacen pensar en una evolu-ción. Estoy seguro de que de aquí par-tió toda la teoría evolucionista y tam-bién estoy seguro de que si no existie-ran los monos sobre la tierra hubierasido casi imposible imaginar y defen-der dicha teoría.

Una vez admitido como posible queexista evolución entre el hombre y elmono, parece que, automáticamente, seacepta que la evolución ha tenido queir "'necesariamente" del mono al hom-bre. O sea: que el hombre es un mono"evolucionado".

¿Por qué no se plantea la cosa al re-vés? ¿Por qué no se mira al monocomo a un hombre degradado? ¿Cues-ta mucho imaginar que unos seres hu-manos viviendo exclusivamente en losárboles y a la intemperie fueran aco-modando sus manos, sus pies y su pela-] e a esta vida, mientras que otros quepisaban la tierra firme y se resguarda-ban en cavernas evolucionaran en otrosentido?

Las pruebas y métodos científicosde que hoy se dispone permiten ase-gurar que la "Edad de Piedra" durómás de medio millón de años. Se ne-cesitaron más de seiscientos mil añospara que el hombre dominara el fuegoy construyera instrumentos, no sólo abase de silex, sino de cuerno y de hue-

sos y cubriera su cuerpo con pieles deanimales. En un intervalo de tiempotan enorme, en que el desarrollo dela inteligencia fue de una lentitud casiinconcebible, se ha producido la evo-lución de un tipo de hombre (ya"hombre") que construía herramien-tas de piedra (que se conservan) yque antes debió construirlas de ma-dera (que no se conservan) hasta lle-gar el hombre actual, con diferenciascasi imperceptibles, si se compara conotras especies animales. ¿Cuántos mi-llones de años harían falta para laevolución de una a otra especie, si estaevolución, casi imperceptible, ha ne-cesitado (al menos) más de medio mi-llón de años?

Afortunadamente (para los que vi-ven de esto), la cosa no se pondránunca en claro, y podrán ir especu-lando sobre simples conjeturas hastael ñn de los siglos.

El hecho es que las manos de losmonos más parecidas al hombre sonradicalmente diferentes de las manoshumanas, particularmente en la posi-ción del pulgar. En las cuatro extre-midades simiescas los pulgares ocupanuna posición perpendicular a la líneade los dedos restantes, a propósitoperfectamente para "agarrarse" a lasramas de los árboles. Son verdaderas"garras", semejantes a las de muchasespecies de pájaros. Pueden compa-rarse a unas tenazas.

En el hombre, el pulgar es parale-lo (o casi) a los demás dedos. En lospies el paralelismo es total, conse-cuencia seguramente de utilizarse ex-clusivamente como elemento de loco-moción y de sustentación vertical. En,las manos del hombre, el pulgar formacon cada uno de los demás dedos, nouna tenaza, sino verdaderas pinzas,aptas para toda clase de labores, desdelas más delicadas hasta las más rudas.Todo lo que "hacen" con sus órganos1

adecuados los animales trabajadores(particularmente los pájaros y los in-sectos) halla su síntesis maravillosaen las manos del hombre.

Si los antropólogos, en vez de fijar-se exclusivamente en los cráneos pre-históricos que desentierran, se fijaranasimismo en los pulgares, quizá ha-bría algún indicio para suponer concierto fundamento si el hombre vienedel mono, o si el mono deriva del hom-bre. Mientras la cosa no esté algo cla-ra, yo opto por lo segundo, para afir-mar que las cuatro manos (mons-truosas) de los monos superiores nosolamente no son complemento parasu inteligencia, sino que no puedenserlo, ya que con ellas no pueden "tra-bajar"; casi no sirven más que para"andar" por los árboles de la selva.

Es curioso observar que los LibrosSantos presentan repetidamente lacreación como la obra de las manos deDios, precisamente de un Dios-Espíri-tu, y no antropomórfico, como eranlos falsos dioses de los pueblos vecinosde Israel.

¿No hubiera sido más adecuado atri-buir la creación a la inteligencia ya la voluntad de Dios que a sus ma-nos (de las que carece)?

¿No indicará esto que las manos sonel órgano de la inteligencia y de lavoluntad?

Los órganos de la vista, oído, olfatoy sabor funcionan en una sola direc-ción: informar el centro nervioso dela realidad externa. Las manos noson solamente, órgano informador deltacto, como el resto de la superficiedel cuerpo, sino que son el principalórgano ejecutor de la voluntad ope-rante, así como la lengua lo es de lavoluntad parlante, y las piernas de lavoluntad locomotora.

La evolución de la Inteligencia culas edades remotas la podemos perci-bir y seguir, no tanto a través de l ; iforma de los huesos del cráneo, cuan-to a través de las obras de las manosque servían de expresión de las inte-ligencias encerradas en dichos crá-neos.

Los griegos clásicos son los culpa-bles del endiosamiento de la inteli-gencia en menoscabo de las manos.

Aquellos filísofos y poetas no se die-ron cuenta de que era gracias a lasmanos (no las suyas, sino manos aje-nas) que ellos podían estar ociosos y"filosofar". Y encontraron unas manosque escribieron la exaltación de la la-bor intelectual como propia de hom-bres libres, y denigraron las tareasmanuales como dignas solamente deesclavos.

Esto me recuerda aquel poema cor-to de Tagore:

"El hacha le pidió un mango al ár-bol; y el árbol se lo dio."

Lo cierto es que este criterio se ex-tendió y se petrificó, y aún hoy se ha-bla de profesiones liberales (propiasde hombres libres) y de profesionesserviles (propias de esclavos), para de-signar a los que usan, o no usan, susmanos. Para los "liberales" todos loshonores; y para los serviles, todos losmenosprecios.

Esto no quiere decir, en manera al-guna, que hay que denigrar la inteli-gencia y exaltar las manos. ¡Dios melibre! Lo único que quiero decir es queeste "quid divinum" del hombre, quees su inteligencia, tiene su órgano enlas manos y que no pueden disociarse.Tan no sería imagen de Dios un sercon inteligencia y sin manos (nadie hadicho nunca que los ángeles sean imá-genes de Dios), como un ser con ma-nos y sin inteligencia (un loco).

La tragedia (verdadera tragediagriega) empezó cuando se estuvo se-guro de que las operaciones de la in-teligencia y las de las manos iban cadauna por su lado; eran autónomas.

Las consecuencias lógicas de esteerror todavía, están perturbando lavida de la humanidad. La categoría

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humana se mide en razón inversa altrabajo de las manos de cada cual.

De poquísimo ha servido la enseñan-za viva del Verbo al encarnar deli-beradamente en un trabajador ma-nual; hasta hoy lo que predomina esel criterio pagano. Este es uno de tan-tos aspectos en los que parece que elcristianismo está todavía sin "pene-trar" en la colectividad, ya que lossantos nunca han dejado de ver estocon claridad meridiana.

Las operaciones de la inteligenciaque no pasan por las manos, son efí-meras y estériles. La misma palabra(sola) tiene estas dos notas.

Si Hornero se hubiera limitado arecitar sus poemas, posiblemente sehubiera propagado algo, como ocurrecon los "cuentos" que se transmiten depadres a hijos los países árabes. Perosu sino hubiera sido fatal si unas ma-nos no hubieran escrito primero y re-producido después los maravillososversos.

Todas las creaciones de la técnicamoderna, ¿qué son sino más que unafeliz conjunción de unas inteligenciasy unas manos? A pesar de que, gene-ralmente, las manos que trabajan noson las manos de las inteligencias quepiensan.

Bueno es observar, sin embargo, elretroceso del "taylorismo", cuandoafirmaba que aquellos métodos de pro-ducción liberaban a los trabaj adores dela tarea de pensar, ya que otros lohacían por ellos. Hoy en todos los paí-,ses se clama por la escasez de "ope-rarios calificados", que son precisa-mente los aptos para pensar, aunquesolamente sea en las tareas de su ofi-cio. Pero, por aquí se empieza.

Además, las manos son para la inte-ligencia: testimonio de la verdad, alseparar (con la realidad )el oro purode las ideas ciertas de la escoria delas imaginaciones, fantasías, pasiones,rutinas, sofismas..., que tienen suasiento en la misma sede de la inteli-gencia, y la entenebrecen sin cesarLa piedra de toque son las manos.

Porque todo lo que existe es VER-DAD. El error y la mentira (que no hayque confundir) solamente existen enla inteligencia del hombre; que en esto

consiste precisamente su imperfección.Por el error nos hallamos de buena fefuera de la verdad, y por la mentirasalimos deliberadamente de la verdad

No quiero aquí referirme a las men-tiras, ya que más que a la inteligenciadel hombre competen a su moralidad.Únicamente quiero observar que el ór-gano de las mentiras es la lengua (ypor excepción las manos que sustitu-yan la lengua, cuando las escriben).Las mentiras se dicen, pero no sehacen.

Los errores, tanto en el hombrecomo en la humanidad, se van desva-neciendo con la realidad. Un error(apariencia de verdad) deja de serlotan pronto como la apariencia se con-fronta adecuadamente con la realidad.Ello exige captar adecuadamente larealidad.

Los sentidos suelen proporcionarapariencias de la realidad. Cuando lainteligencia especula sobre estas apa-riencias y saca conclusiones que tra-ducen en un hacer (mediante las ma-nos, directa o indirectamente), loséxitos y los fracasos van señalandoconstantemente la parte que corres-ponde a la verdad y la que correspon-de al error.

La técnica (de que tanto nos enor-gullecemos) marcha constantementeen este sentido, y ésta es su base só-lida.

La Filosofía, en cambio, avanza poco,y se desvía casi siempre, porque me-nosprecia cuanto se relaciona con lasmanos. <

La operación más genial de GarlosMarx fue seguramente el juntar dossistemas que parecían incompatibles:el idealismo y el materialismo, dandopie a su "materialismo dialéctico"'.Idea y materia; mente y manos.

Si esta síntesis hecha con criterioateo y amoral, ha sido capaz de daral marxismo la fecundidad y expan-sión que todos presenciamos, asombrapensar lo que podrá ser cuando vengainformada por Cristo, en el que estántodas las raíces teológicas y vitales deesta síntesis.

Decía Chesterton que cuando loscristianos abandonan las ideas genuí-nas del cristianismo, las recogen losenemigos, pero entonces se vuelven lo-cas, y así andan. Aquí los cristianos,en general, hemos hecho más caso deAristóteles que de Cristo, y ha hecho

falta que la locura marxista apare-ciera para que nos percatáramos deque habíamos echado a los cerdos lacordura propia.

Cuando se comparan las extremida-des del hombre con las de los anima-les, se ve que en éstos se utilizan fun-damentalmente para la locomoción; ypara la presa en algunos. No pareceexagerado decir que la "arquitectura"de cada animal está al servicio de suinstinto de conservación antes quenada: todo el cuerpo detrás de la bo-ca, o el pico, y a su servicio. La bocaesta despejada y destacada para al-canzar directamente su objeto. Si todoel cuerpo está protegido por pelos, oplumas, la boca, en cambio, está libre

En el hombre ocurre todo al revés.En su arquitectura la boca no es elelemento preponderante, pues e s t ámalísimamente situada y estructura-da para alcanzar directamente obje-tos propios para su comida. Además,en la mitad de una humanidad cuyocuerpo carece (o casi) de proteccióncapilar, los alrededores de la boca sonlas partes que están más pobladas depelos de tal manera que constituyenun perfecto estorbo. Lo que el hom-bre come es porque lo lleva a su bocacon las manos, que aparecen así comoel "órgano" principal del instinto deconservación.

Toda la armonía del cuerpo huma-no radica en su disposición maravi-llosa como mecanismo de unas manos,para unas manos y por unas manos.

La asociación de la inteligencia yde las manos es lo que ha permitido alhombre superar la vista, el oído y lalocomoción de todos los animales, de-jando muy atrás a los que están másperfeccionados.

Alguien quizá diga que los aparatosmás perfectos no los construyen losque los planean, y tienen toda la ra-zón. Pero una cosa es construir unteléfono y otra cosa es inventar unteléfono. Hoy las máquinas constru-yen aparatos telefónicos ellas solas,pero ello es por dos razones: la pri-mera es porque antes alguien inventóy construyó el dispositivo de auto-mación.

Bell y Edison pudieron tener "ayu-

dantes" y herramientas, pero fueronlas manos de los inventores las queconstruyeron el primer teléfono y elprimer fonógrafo que su mente habíaideado. Todas las máquinas (o casi)no son más que un suplemento a lasmanos, salidas de las propias manosguiadas por la inteligencia.

No olvidando que el hombre es libre,y que su libertad no depende de talo cual órgano, sino de su "ser" huma-no, y que la libertad no es solamentela facultad de poder determinar la vo-luntad según la recta razón, sino quellega a su plenitud cuando se hace loque la voluntad quiere (determinadasegún la recta razón), y es únicamenteentonces cuando se da el "acto" libre,nos percatamos de que las manos sontambién (fundamentalmente) el ór-gano de expresión de la verdadera li-bertad.

Y de la falsa libertad, que es hacerlo malo a los ojos de Dios. Si la boca,mal empleada, es instrumento de men-tira, las manos son el instrumento delcrimen. Con las manos se "hace" todolo malo, desde la guerra hasta lastrampas en el juego, incluso la lu-juria.

La libertad, este misterio que tantoangustia a los existencialistas, halla surealización precisamente en las manos,que sirven para la bendición del Papay para la puñalada trapera d e 1gánster.

El hombre es libre (por el uso y elabuso de la libertad) para escoger en-tre varios "posibles". Unas veces suelección se referirá a hechos y otrasveces a ideas. En el primer caso existesiempre una relación directa o indirec-ta evidente entre la decisión y las ma-nos; cuando un banquero toma unadecisión financiera maneja bienes cu-ya relación con las manos (no las su-yas) es indudable. En las ideas, si des-cartamos la existencia de ideas-purasfuera de la mente divina, ya que en el.hombre parece imposible manejar ideasque carezcan de alguna referencia conlos hechos, y los hechos los contras-íamos precisamente con las manospropias o ajenas, parece que aún eneste caso el uso de la libertad depen-de de las manos, más o menos indi-rectamente.

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Por consiguiente, este don maravi-lloso y terrible que Dios otorga alhombre (a todo hombre) que es la li-bertad, puede ser una realidad porqueel mismo Dios le otorgó, con las manos,el órgano material adecuado.

Así como el sujeto de la visión noe? el ojo, sino el hombre, por mediode sus ojos; así tampoco la libertad noestá en las manos, sino en el hombrea través de sus manos. Las manos,pues, son el órganos de la libertad,además de ser el órgano de la inteli-gencia; como los ojos son el órganode la visión.

El atar las manos a los presos esun símbolo que no puede representarmejor la realidad que expresa.

Las dos "notas" específicas que San-to Tomás señalaba para el hombre(inteligencia y manos) como elementosdiferenciales respecto a los demás se-res de la creación dan como síntesisde ambas la libertad.

Cuando solamente se desarrolla unade ellas, por ejemplo: la habilidad ma-nual y se descuida la inteligencia secae inevitablemente en la proletariza-ción; especie de indigentes que paravivir han de ser conducidos (malamen-te) por los que piensan y no hacen. Es-tos que piensan y no hacen tambiéncaen en la indigencia de depender delos otros para subsistir, y de aquí deri-van los trastornos que lleva consigotoda huelga, o paro de los que (pro-fesionalmente) están encargados dehacer y no pensar.

Porque una cosa es la división deltrabajo, que es instrumento de progre-so y bienestar, y otra cosa nefasta esla división del hombre, fuente de unagrandísima parte de las calamidadesy males que afligen a la humanidad.

Por consiguiente, parece indispensa-ble que el desarrollo de la inteligenciasea paralelo y simultáneo al desarrolloy a la educación de las manos, si sequiere conseguir una raza de hombreslibres.

Es posible, quizá, que alguien objeteque una sociedad en que todos suscomponentes tengan desarrolladas yeducadas a un tiempo la inteligenciay las manos, corre el peligro de fomen-tar la insolidaridad por el "complejo"de auto-suficiencia que pueda provo-car en cada uno, al desaparecer la do-

ble indigencia a que me he referidoantes. Ello me parece que es cierto sial mismo tiempo que se educa la in-teligencia y las manos no se las edu-ca en cristiano. Es más, ¿acaso puedellamarse educación a un cultivo de lainteligencia y de las manos que notenga signo cristiano?

El egoísta (anti-cristiano por esen-cia) busca por todos los medios inde-pendizarse primero de los demás, y des-pués ponerlos a su servicio. El cris-tiano busca su perfección para ser.célula sana y vida del Cuerpo Místico,y así poder colaborar con todas en lasvidas de tal Cuerpo, estando al servi-cio de todas.

que estamos sumergidos nos conduzcaa afirmar constantemente lo contrario.

Son bastantes los que aspiran y ac-túan para que los trabajadores culti-ven su inteligencia y se multiplicanlas escuelas nocturnas y cosas por elestilo. Son raros, en cambio, los queintentan que los intelectuales cultivensu habilidad manual, como ensayó elanterior Obispo de Barbastro, ponien-do en aquel Seminario diversos talle-res, tales como encuademación, elec-tricidad, carpintería..., relacionadosde alguna manera con las necesida-des "manuales" de los futuros sacer-dotes.

Este segundo aspecto no me intere-sa en este momento. Solamente quie-ro referirme al primero, para afirmaresta cosa tan elemental de que: unacosa es aprender y otra muy diferentees comprender. Todos los animalesson susceptibles de aprender más omenos. El hombre puede aprender mu-chas más cosas que los animales, peromientras se trata de aprender, de seramaestrado, el hombre aparece neta-mente "superior", pero está todavía enla zona animal.

Lo humano aparece, no cuando elhombre aprende, sino cuando el hom-bre comprende. Y lo interesante no esque el hombre comprenda cualquiercosa, sino que comprenda lo que setrae entre manos.

Porque ni el mucho saber (sin más)satisface ni libera al hombre, ni elque "es bueno para cualquier traba-jo7 ' suele encontrar empleos perma-nentes. El problema, en el hombre, noes de cantidad, sino de adecuación, deequilibrio. De armonía, en una pala-bra. Aunque el estilo capitalista en

En resumen: los evolucionistas pue-den montar todas las teorías que quie-ran para "suponer" que en tal mo-mento el animal evolucionado fue do-tado de alma inteligente y libre, y(naturalmente) inmortal. El j u e ' g opuede durar indefinidamente, ya quese especula sobre algo no material, delo que no quedan rastros. Los cráneosfósiles no son elemento suficiente nimucho menos.

Lo interesante, a mi entender, escentrar la atención en el órgano dela inteligencia y de la libertad, que eslas manos, y fijándome en ellas, creofirmemente en la creación directa delhombre por Dios; un hombre llamadoAdán y una mujer, Eva; sin parentes-co con el resto de la creación, en ra-zón de tener entendimiento y manos(verdadera "imagen" de Dios) y li-bertad, como síntesis de ambos atri-butos. Creo en el pecado original en el

jardín de Edén y en h, ..del hombre, una. de en ,ciones lúe una, ra/.a . 1 . - , . , , , .se ha extinguido, y ol.ra I M Í . Iraza de gorilas y demás m , , ique no se ha extinguido. Hlim rjuíanimalizaron y siguen deRenindd

A través de las mano:; i ld hombrí(órgano indispensable de su i n i . H i i . ncia) veo el dedo de Dios y la a ide la creación, y, sobre todo, de la i f rdención hecha por un Dios que p , , ,casi toda su vida trabajando ron MI .manos, y nos redimió colgado poi su:;manos cosidas con dos clavos a u nmadero.

Este "Elogio de las manos" no pue-de significar un menosprecio de la in-teligencia, ya que todo él se funda-menta en que las manos son el órganode la inteligencia.

Este "Elogio de las manos'' es sola-mente un elogio de las manos. Y nadamás.

GUILLERMO ROVIROSA

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