Emilio Uranga

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XAVIER GUZMÁN URBIOLA Ramírez número 14 (1947), la casa de Fuentes 10 (1948) y algunas otras en co- laboración con Max Cetto, la Capilla pa- ra las monjas Capuchinas (1952), las Torres de Ciudad Satélite (1957) -con Matías Goeritz-, los fraccionamientos de Las Arboledas (1958) y Los Clubes (1963), y la famosísima Cuadra de San Cristobal (1967). Más que dejar conceptos terminados, me interesaría plantear preguntas que pienso aún esperan una respuesta. Me atrevo a hacerlas además, puesto que ahora que ha muerto don Luis Barragán, en su honor me niego a caer en el elo- gio desmedido y no quisiera contribuir a eternizar simplificaciones. El Poeta del Silencio, no lo ocultemos, es también el autor de obras tan anodinas como el Ha- rris Bank o el fraccionamiento Sumner Peck. ¿Por qué y cómo es que ciertos plantearse problemas de proyecto tan éxitos comerciales han logrado vulgari- distintos como una+ fuente solariega o una cuadra y el Faro del. Comercio de zar y convertir en mercancías -el sabor rural, el flavor mexicano- sólo los des- la Macroplaza en Monterrey pretendien- cubrimientos superficiales de la arqui- do resolverlos -y atreverse a hacerlo, que no a resolver los problemas, pues- tectura de Barragán? ¿Es posible conti- nuar construyendo en “Barragán style” to que se olvidó ahí que la arquitectura el Hotel Camino Real, los edificios de es en primer lugar un servicio- sólo con un estilo formal, no únicamente sin- Banamex en Avenida Revolución o el Hotel Cancún Caribe, obras todas de Ri- gular, sino que casi parecería predeter- cardo Legorreta? ¿Qué sucedió en el des- minado? ¿Cómo se amalgamó la activi- dad del elegante proyectista, con la del pacho de Barragán durante los últimos profundo pensador y la del exitoso em- años en que su taller se transformó en presario inmobiliario? ¿Cómo incidieron un dinámico consorcio comercial en el cual se proyectaban arquitecturas tan ciertos -otros- colaboradores y ami- gos en la obra de Luis Barragán: Alfon- mistificadas como el prototipo para las so Pallares, José Creixell, Matías Goeritz, tiendas Calvin Klein y la absurda casa pa- Armando Salas Portugal, Chucho Reyes ra Francis Ford Coppola? ¿Es posible Farreira y Raúl Ferrara? EMILIO URANGA (1921- 1988) F IELES A LA tradición indígena de iniciar la fiesta cuando el festejado expire, nos ponemos a redactar artícu- los, como el presente, que no requerían un hecho tan drástico y definitivo -el más radical de todos- para tener razón de ser escritos; bastaba realmente con la obra de Uranga. La nota se vuelve es- quela, escribimos sobre la lápida. ¿Arrai- go inconsciente a esa tradición autóc- tona? ¿Vieja indolencia que el hecho abrupto ha trocado en sentimiento in- tolerable de culpa de no haber hablado del muerto cuando era vivo? Hay, co- mo consuelo tal vez, una justificación fi- losófica: la muerte clausura una vida y una obra, les impone unidad y totalidad definitivas, redondea con delectación mórbida la factura de las vidas, incluso de las más amorfas, y si no redondea la factura de las obras por lo menos les co- loca un colofón sin vuelta de hoja. Y con su matasellos nos indica que estamos en condiciones de emprender un balan- ce global. Emilio Uranga, una de nuestras lumi- narias críticas y filosóficas más brillan- tes, llevaba mucho tiempo sumergido en un olvido de figura legendaria propicia- do -por lo menos en parte- por él LUIS IGNACIO HELGUERA mismo, vivía en una jubilación alcohó- lica, desencantada y ermitaña. Encarna trágicamente Uranga la condición del in- telectual mexicano o más ampliamente tercermundista, al que el entramado de circunstancias sociales, políticas, econó- micas, culturales, personales, impide desplegar plenamente un talento excep- cional. El mexicano y su circunstancia, precisamente el tema que, abordado desde el punto de vista ontológico, dio inicio formalmente a la carrera filosófi- ca de Uranga, bajo el influjo y estímulo de Samuel Ramos, José Gaos y Leopol- do Zea, y simultáneamente a los demás integrantes del grupo “Hiperión”. En “Ontología del mexicano” (1948 y en Análisis del ser del mexicano (1952), en- sayos tan vigorosos y originales como la Fenomenología del relajo de su com- pañero Jorge Portilla, Uranga penetra con gran perspicacia psicológica y filo- sófica en los caracteres de ser y las con- ductas del mexicano. Caracteriza al mexicano medio, en vir- tud de su origen mestizo, un sentimien- to agudo de la fragilidad -traducible psicológicamente, quizás, como insegu- ridad- que lo lleva inconscientemente a “enconcharse” o “destaparse” en con- vuelta 147 64 Febrero de 1989 ductas concretas como la vergüenza o la agresividad, la hipocresía o el cinis- mo -concebido por Uranga como ras- go positivo que, nietzscheanamente, subvierte una tabla de valores conven- cional. La relación del mexicano con el ser es pues accidental, insubstancial; de ahí también el “relajo” y la indefinición personal. Un estado privilegiado de áni- mo viene a redimirlo de su condición: la zozobra -traducción matizada y me- xicanizada de la angustia de Kierke- gaard y Heidegger-, la zozobra de López Velarde, interpretada por Uran- ga como una oscilación pendular (“Nuestras vidas son péndulos”), una in- constancia inquieta que, en sus grados más altos de conciencia desesperada, puede presidir una resolución de refor- ma existencial. ¿Hasta qué punto consi- guió el pensador mexicano trascender la concreta investigación psicosocial del carácter -llena de atisbos sugerentes- hacia “la avenida ontológica” pura y sis- temática, hacia la filosofía rigurosa, uni- versal? ¿NO había una traba interna en el intento mismo de filosofar sobre la mexicanidad? Tal vez Uranga simple- mente hubiera respondido algo que le dijo a Armando Ponce: “Ya dejé ese i

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XAVIER GUZMÁN URBIOLA

Ramírez número 14 (1947), la casa deFuentes 10 (1948) y algunas otras en co-laboración con Max Cetto, la Capilla pa-ra las monjas Capuchinas (1952), lasTorres de Ciudad Satélite (1957) -conMatías Goeritz-, los fraccionamientosde Las Arboledas (1958) y Los Clubes(1963), y la famosísima Cuadra de SanCristobal (1967).

Más que dejar conceptos terminados,me interesaría plantear preguntas quepienso aún esperan una respuesta. Meatrevo a hacerlas además, puesto queahora que ha muerto don Luis Barragán,en su honor me niego a caer en el elo-gio desmedido y no quisiera contribuira eternizar simplificaciones. El Poeta delSilencio, no lo ocultemos, es también elautor de obras tan anodinas como el Ha-

rris Bank o el fraccionamiento SumnerPeck. ¿Por qué y cómo es que ciertos

plantearse problemas de proyecto tan

éxitos comerciales han logrado vulgari-distintos como una+ fuente solariega ouna cuadra y el Faro del. Comercio de

zar y convertir en mercancías -el saborrural, el flavor mexicano- sólo los des-

la Macroplaza en Monterrey pretendien-

cubrimientos superficiales de la arqui-do resolverlos -y atreverse a hacerlo,que no a resolver los problemas, pues-

tectura de Barragán? ¿Es posible conti-nuar construyendo en “Barragán style”

to que se olvidó ahí que la arquitectura

el Hotel Camino Real, los edificios dees en primer lugar un servicio- sólocon un estilo formal, no únicamente sin-

Banamex en Avenida Revolución o elHotel Cancún Caribe, obras todas de Ri-

gular, sino que casi parecería predeter-

cardo Legorreta? ¿Qué sucedió en el des-minado? ¿Cómo se amalgamó la activi-dad del elegante proyectista, con la del

pacho de Barragán durante los últimos profundo pensador y la del exitoso em-años en que su taller se transformó en presario inmobiliario? ¿Cómo incidieronun dinámico consorcio comercial en elcual se proyectaban arquitecturas tan

ciertos -otros- colaboradores y ami-gos en la obra de Luis Barragán: Alfon-

mistificadas como el prototipo para las so Pallares, José Creixell, Matías Goeritz,tiendas Calvin Klein y la absurda casa pa- Armando Salas Portugal, Chucho Reyesra Francis Ford Coppola? ¿Es posible Farreira y Raúl Ferrara?

EMILIO URANGA (1921- 1988)

F IELES A LA tradición indígena deiniciar la fiesta cuando el festejado

expire, nos ponemos a redactar artícu-los, como el presente, que no requeríanun hecho tan drástico y definitivo -elmás radical de todos- para tener razónde ser escritos; bastaba realmente conla obra de Uranga. La nota se vuelve es-quela, escribimos sobre la lápida. ¿Arrai-go inconsciente a esa tradición autóc-tona? ¿Vieja indolencia que el hechoabrupto ha trocado en sentimiento in-tolerable de culpa de no haber habladodel muerto cuando era vivo? Hay, co-mo consuelo tal vez, una justificación fi-losófica: la muerte clausura una vida yuna obra, les impone unidad y totalidaddefinitivas, redondea con delectaciónmórbida la factura de las vidas, inclusode las más amorfas, y si no redondea lafactura de las obras por lo menos les co-loca un colofón sin vuelta de hoja. Y consu matasellos nos indica que estamosen condiciones de emprender un balan-ce global.

Emilio Uranga, una de nuestras lumi-narias críticas y filosóficas más brillan-tes, llevaba mucho tiempo sumergido enun olvido de figura legendaria propicia-do -por lo menos en parte- por él

LUIS IGNACIO HELGUERA

mismo, vivía en una jubilación alcohó-lica, desencantada y ermitaña. Encarnatrágicamente Uranga la condición del in-telectual mexicano o más ampliamentetercermundista, al que el entramado decircunstancias sociales, políticas, econó-micas, culturales, personales, impidedesplegar plenamente un talento excep-cional. El mexicano y su circunstancia,precisamente el tema que, abordadodesde el punto de vista ontológico, dioinicio formalmente a la carrera filosófi-ca de Uranga, bajo el influjo y estímulode Samuel Ramos, José Gaos y Leopol-do Zea, y simultáneamente a los demásintegrantes del grupo “Hiperión”. En“Ontología del mexicano” (1948 y enAnálisis del ser del mexicano (1952), en-sayos tan vigorosos y originales comola Fenomenología del relajo de su com-pañero Jorge Portilla, Uranga penetracon gran perspicacia psicológica y filo-sófica en los caracteres de ser y las con-ductas del mexicano.

Caracteriza al mexicano medio, en vir-tud de su origen mestizo, un sentimien-to agudo de la fragilidad -traduciblepsicológicamente, quizás, como insegu-ridad- que lo lleva inconscientementea “enconcharse” o “destaparse” en con-

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ductas concretas como la vergüenza ola agresividad, la hipocresía o el cinis-mo -concebido por Uranga como ras-go positivo que, nietzscheanamente,subvierte una tabla de valores conven-cional. La relación del mexicano con elser es pues accidental, insubstancial; deahí también el “relajo” y la indefiniciónpersonal. Un estado privilegiado de áni-mo viene a redimirlo de su condición:la zozobra -traducción matizada y me-xicanizada de la angustia de Kierke-gaard y Heidegger-, la zozobra deLópez Velarde, interpretada por Uran-ga como una oscilación pendular(“Nuestras vidas son péndulos”), una in-constancia inquieta que, en sus gradosmás altos de conciencia desesperada,puede presidir una resolución de refor-ma existencial. ¿Hasta qué punto consi-guió el pensador mexicano trascenderla concreta investigación psicosocial delcarácter -llena de atisbos sugerentes-hacia “la avenida ontológica” pura y sis-temática, hacia la filosofía rigurosa, uni-versal? ¿NO había una traba interna enel intento mismo de filosofar sobre lamexicanidad? Tal vez Uranga simple-mente hubiera respondido algo que ledijo a Armando Ponce: “Ya dejé ese

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tema. Tuvo su momento. Es como unbuen amor. Pasó y ya. A lo mejor se en-cuentra usted con un mal matrimonio.Déjelo en un noviazgo o un amasiato”.

Se curaba así de su propia zozobra in-telectual. No sé si la crítica literaria le re-sultaba más retributiva; lo cierto es queescribió unas Astucias literarias (1967),interesantes y sugerentes, y es significa-tiva a este respecto la declaración deOctavio Paz -a quien está dedicadoAnálisis del ser del mexicano, tal vez co-mo homenaje a El laberinto de la sole-dad- (la cita, como la anterior, la deboal acucioso buceo hemerográfico deJuan José Reyes): “Una inteligencia agu-da y osada... Uranga fue un excelentecrítico literario. Lástima que haya escri-to tan poco. Hubiera podido ser el grancrítico de nuestras letras: tenía gusto,cultura, penetración. Tal vez le faltabaotra cualidad indispensable: simpatía...Escribió ensayos y textos agudos, chis-peantes de inteligencia, a veces amargos,irónicos e hirientes...” Es cierto. No es-toy seguro de que la simpatía sea atri-buto indispensable de la buena críticaliteraria, pero de lo que no parece ca-ber duda, en virtud del testimonio uní-voco de quienes conocieron a Uranga,es de que el trato con él era muy difícil.“Enemilio” Uranga, recuerda SalvadorReyes Nevares que le llamaban amigosy enemigos. En cuanto a su tempera-mento en la escritura, yo lo encuentroáspero pero sutil y simpático -claro: essimpático ese estilo si no está dirigidocontra uno-, aunque a veces, en efec-to, como dice Paz, hiriente, e incluso ar-bitrario y cruel. Eso de hostigar a Gaos,su profesor entrañable, por ejemplo, enuna semblanza, hasta el punto de confi-narlo a inventariar sus méritos en su dia-rio -31, VIII, 1962, “Aforística inédita”,Obras completas, XVII-... Precisamen-te el gran maestro transterrado, quien enconfidencia de pasillo le dijo a EduardoLizalde: “Uranga es mi único proyectode genio”, escribió en sus Confesionesprofesionales el siguiente conocido pa-

.saje: “Los hiperiones -ah, los hiperio-nes; qué mozos éstos, caramba- todostienen talento, mucho talento, y todos,curiosamente, aunque sea en diversasvariedades, de la especie de la agudezay arte de ingenio; pienso que alguno tie-ne incluso genio, sin que ello le impidatener ademas mal genio”. Muerto yaGaos, Uranga practicó con un híbridode hermenéutica y psicoanálisis malig-

no y penetrante, un parricidio sutil ydespiadado en su excelente libro ¿Dequién es la filosofía? (1977). ¡La obra es-tá dedicada a Caos! Pero esto sólo es-candaliza de entrada: no creo que elparricidio que comete Uranga esté dic-tado por el mal humor -como escribióJ.J. Reyes- sino por el buen humor -elbuen humor negro- y por la pasión, ala que no le falta su dosis bien destiladade crueldad. Como todos los discípulosde Gaos, Uranga quedó marcado por elfuerte recuerdo del profesor y su fija-ción se expresa incluso en la forma dela disidencia intelectual; “Mal honra a unmaestro quien no pasa de ser su disci-pulo”, escribió Nietzsche.

Gaos creyó que cada filosofía es laautobiografía del filósofo y que la filo-sofía no es, como decía también Nietz-sche, sino confesión personal, y por lotanto, supuso una correspondencia per-fecta entre la vida y la obra. Uranga cree,con Borges -siempre hay que releer“Borges y yo”- que no hay correspon-dencia ni continuidad posibles, que só-lo hay escisión, ruptura. La obra contie-ne fuerzas incontrolables y misteriosasque lo aíslan de los propósitos y la vi-da de su autor. “No hay paso de la ideaa la vida, todo contacto produce uncorto - circuito y como resultado la os-curidad”.Una posición fecunda sin du-da, pero tal vez tan radical y arriesgada-por poco matizada de acuerdo con ladiversidad compleja de casos específi-cos concretos- como la de Gaos. Asípues, ¿de quién es la filosofía?

El libro, adquirido en un tiradero delibros universitario, tiene, por cierto,la apariencia de un manifiesto marxis-ta-feminista pasado de moda (¿dequién es la filosofía actualmente, delhombre o de la mujer? Pero la editorialFEM es en realidad Federación EditorialMexicana y el autor sostiene que...) ...Lafilosofía no es ni de hombres, ni de mu-jeres, ni de filósofos autores de las filo-sofías correspondientes. Para fundamen-tar esta extraña ocurrencia, Uranga echamano con destreza y originalidad de lateoría de las descripciones de BertrandRussell -como ya en su Análisis.. ha-bía echado mano de Husserl, Kierke-gaard, Heidegger y Sartre-. Después deun tratamiento analítico y laborioso -alque invito cordialmente al lector, por-que no pienso resumirlo-, concluyeque al decir que “Hegel es el autor dela Fenomenología del espíritu”, hay in-

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volucrada “una dualidad incancelable deusos ambiguos”: “unas veces (Hegel) esun nombre y otras una descripción”,que nos arraiga en la creencia -falsa-de que la filosofía de la Fenomenologíadel espíritu es de o “pertenece a” -co-mo en los cuadernos de papelería- elser humano G.F. Hegel.

Resuelto el dilema, Uranga se aplicaa desmoronar, con agudeza placenteray algo ociosa, los supuestos de las con-vicciones filosóficas de Gaos, si bien loque más parece importarle en el fondono es la obra -o la “confesión”- sinoel hombre, su personalidad trágica. Y pa-ra fundamentar su explicación psicoana-lítica de que la obra y la existenciadramática de Gaos se basan en un con-flicto con el padre y la paternidad -10cual no es convincente-, Uranga recu-rre constantemente y en contradiccióncon su teoría de la escisión vidalobra,a la semblanza, la anécdota, el recuer-do personal. En fin, Uranga concluye:“Hegel, Husserl y Wittgenstein -entién-dase: como espíritus vacíos- están yauncidos a Ideas. José Gaos, en cambio,se quedó adherido a su psicobiografía,y, con ella, ha perecido”. Esta saña, re-pito, proviene de la pasión, del entusias-mo. Sólo así se explica su engolosina-miento hermenéutico - psicoanalíticocon la figura y la confesión de Gaos. Elparricidio de Uranga está hecho de amorexigente, severo -como el igualmentedelicioso de Alejandro Rossi, “Una ima-gen de José Gaos”. Pero este amor deUranga es mas que amor exigente y se-vero; intransigente, transgresor, cínico.Era tal vez su única manera de querer.

Su malicia lúcida hace pensar que, iró-nicamente, su obra está fecundada porel hombre y que se revierte violenta-mente sobre su rostro, como el reen-cuentro del mal amor: la descripciónfenomenológica del mexicano, del frá-gil “pelado” cínico, estampa de prontoun fino autorretrato psicológico deUranga.

El proyecto de genio se truncó. Ni Me-lancolía, ni Necesidad, ni Filosofía yAutobiogrfía, prometidos por Urangay anticipadamente dedicados también aGaos, se publicaron, que yo sepa. “...pe-ro mi artículo enfila hacia el libro, Le-viatán que siempre me ha espantado”,escribió. El drama que surge de la coli-sión rotunda entre su “vida desordena-da y bullente”, “la indolencia” que hace“desesperar” -como decía en una carta

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a Jorge López Páez, rescatada por El Se-manario Cultural de Novedades- y eltalento del pensamiento ordenado y or-denador, que requiere de la vida orde-nada para realizarse.

Sin embargo, Emilio Uranga dejaejemplo de un estilo de ensayo filosófi-co que no por ser inteligente y tenaz,reflexivo y analítico, se impide el enri-quecimiento continuo de las referenciasy apoyos culturales y literarios. Le de-muestra a tantos filósofos incultos, acar-tonados, académicos y áridos de hoyque con el pretexto soberano del rigor(“científico”) y la profundidad nos abu-rren rigurosa y profundamente, que elrigor intelectual no está peleado con laimaginación, sino que necesita de ella,para alcanzar vigor y originalidad de

pensamiento.“La imagen -escribe en ‘Optimismo

y pesimismo del mexicano’, 1952- nospermite descansar de la fatiga que oca-siona moverse entre abstracciones”. Nose trata de indolencia intelectual. La ima-gen, la metáfora, el ejemplo sugestivo,

la ilustración en colores vivos, formanparte fecunda del proceso dinámico yvivo de filosofar. Wittgenstein diría: “Elejemplo es la vida de la filosofía”, y Kier-kegaard -cito de memoria, lo cual noes virtud, ya se sabe, sino vicio-: “Alé-jate de aquel que diga que es un filóso-fo y no pueda darte un ejemplo de loque está diciendo”.

Traductor de Dilthey y Lukács, buenlector de Hegel, Marx, Nietzsche, Kier-kegaard, Husserl, Heidegger, Sartre, Or-tega y Gasset, Gaos, Croce, Santayana,Russell, Wittgenstein, Freud, sin secta-rismos teóricos, Uranga heredó de algu-nos de estos autores la importanciacardinal de la adecuada expresión filo-sófica: “La filosofía corre el peligro, co-mo expresión literaria, de ya no ‘expe-rimentar’. Sobre todo entre nosotros, enque a pretexto de su seriedad se tiendea relegarla al desván de lo artísticamen-te inservible”. Y para justificar su utili-zación del género epistolar: “...unpensamiento que se propone investigarla necesidad de los ingredientes ‘litera-

rios’ y ‘artísticos’ mínimos para que unafilosofía no se traicione como tal”. In-tentó, pues, renovar el género filosófi-co -la carta, el ensayo imaginativo- yacuñó y practicó un estilo ágil, ameno,mordaz, malcriado e incorrecto a veces,elegante y sobrio otras, que se valía tan-to de la imagen como de la impertinen-cia, y tanto del análisis moroso como dela contundencia de la frase bomba, co-rolario ingenioso y rotundo de ese aná-lisis. Supo abrirse paso, así, sin abando-nar el estricto campo de la filosofía o dela crítica literaria, hacia un público másvasto, aunque este público -por acci-dente o por lo que sea- no exista o nolo lea.

“El mundo aturde y la cabeza que noestá bien hecha termina por perderse enel tumulto de ruidos contradictorios”,escribió, lapidario. Si no escatimó losimperativos de la vida, tampoco se de-jó aturdir por este mundo ruidoso y ca-da vez que se decidió a tomar la plumamantuvo la cabeza, para deleite nuestro,envidiablemente bien hecha.

Prototipo de casa para la Colonia Hipódromo, 1935

Dúplex de Avenida México 143, 1936 Foto de Israel Katzman

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