Empatia y Frustracion Como Complementar

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    “E MPATÍA Y FRUSTRACIÓN COMO COMPLEMENTARIEDAD DEL CRECIMIENTORELACIONAL EN LA TERAPIA ”

    No puedo evitar tu sufrimientocuando alguna penate parta el corazón,

    pero puedo llorar contigoy recoger los pedazos

    para armarlo de nuevo.

    Jorge Luis Borges

    Cuando me propusieron escribir este trabajo, recordé casi instant neamente dos

    viejas ideas !ue dieron forma a mi comprensión de cómo el setting se constituye en modo

    de co"creación entre terapeuta y paciente, idea muy asentada en mi memoria y en mi

    afectividad por su vinculación con la admiración !ue siento #acia $rida $romm %eic#man

    &'. (. ). *omstein. + -. lla manejaba por cientos de !uilómetros para visitar a la

    familia de alg/n paciente muy perturbado, o incluso e0tend1a una sesión durante cinco

    #oras en pos de volverse confiable para un paciente psicótico. 2e trata, sin duda, de una

    generosidad casi espiritual carente de interés material y plena de una disponibilidad

    reverencial para con la pr ctica cl1nica3 de un estilo personal probablemente inimitable e

    impracticable en la actualidad. La idea !ue surgió en m1 inmediatamente después, a la

    manera de un recuerdo incompleto, se relaciona con un art1culo de Carmen 4 s!uez 5!ue

    lamentablemente #e perdido5, en el cual alude con simpleza y profundidad al proceso de

    contacto en la sesión psicoterapéutica. 6e suma utilidad y valor fenomenológico, dic#a gu1a

    nos recuerda !ue cada sesión se desarrolla seg/n un proceso claro !ue remite a la necesidad

    no verbalizada del contacto pleno. leg1, muy a conciencia, no otorgarle al concepto del

    7entre8 una connotación visible, dado !ue el l/cido pensamiento de Bin 9imura lo #ace

    mejor !ue yo. :or el contrario, dejé tal idea como trasfondo de mi pensamiento, siempre presente aun cuando no se la menciona e0pl1citamente.

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    E L SURGIMIENTO DEL CAMPO SITUACIONAL DEL SETTING . L OS PRIMEROS PASOS DE LAORIENTACIÓN EMPÁTICA

    l crecimiento relacional dentro de la cl1nica gest ltica, y no solo all1, se asocia

    indefectiblemente con las #eridas !ue cada paciente nos trae como bagaje de su propia#istoria personal, la cual se topa o encuentra con la #istoria y las #eridas del mismo

    terapeuta. Nos #emos formado en la idea de 7relacionalidad8, olvidando muc#as veces !ue

    la base de la relación tiene una carga de sufrimiento !ue limita la calidad posible del

    encuentro cl1nico. sto no significa !ue no e0istan diversos tipos de recursos, casi siempre

    ine0plorados, !ue funcionan como contrapeso. Los recursos y las limitaciones ad!uieren la

    forma de figura"fondo, con idénticas dimensiones &+. 2. La %osa. + '';'

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    cl1nico del futuro &@. J. >. %obine '??@-. Eal modelo no deja lugar a una lectura intra"

    ps1!uica ni a una subestimación de la capacidad del paciente para llegar a desarrollar, 7en

    relación8 con el terapeuta, su propia autonom1a. 2i se profundiza este concepto, se

    observar !ue el modelo gest ltico, m s all de su originalidad, tiene una valencia social

    muy vinculada con la posmodernidad y con las nuevas necesidades sociales. *ace cien

    aFos, con el surgimiento de psicoan lisis ten1a cierta co#erencia #istórica la figura de un

    terapeuta asentado en el rol del saber y de un poder paternalista lejos del sentir. Ga en '?. %obine '??@;+ D- y no se constituyen como

    una polifon1a armónica &?. >. 2pagnuolo Lobb. + ''-, sino m s bien, tal como lo

    demuestran la f1sica cu ntica, la nueva fenomenolog1a y la sociolog1a, como la respuesta al

    sostén de las necesidades del campo !ue se producen inicialmente como adaptaciones

    creativas bastante inarmónicas.

    6e ello se desprende !ue el crecimiento de la sensibilidad social y relacional, dentro

    y fuera de la relación terapéutica, es consecuencia de la superación de incontables

    dificultades y necesidades !ue emergen del fondo del v1nculo para ser sostenidos y

    satisfec#os en la complementariedad !ue posibilita una relación nutriente. l setting lo

    confirma y es all1 donde comienza nuestra cl1nica, en la !ue nuestros pacientes;clientes

    acuden a nosotros con necesidades y e0pectativas a veces m gicas. >i pensamiento cl1nico,

    !ue conjuga elementos cient1ficos con la fenomenolog1a de la (estalt, no puede evitar

    asociar las primeras sesiones con la #istoria relacional del paciente y con nuestra propia

    #istoria. sta es gestual muc#o antes de llegar a ser susceptible de ser verbalizada y7decible8. Cada gesto del paciente y del terapeuta, sea o no voluntario, posee una memoria

    corporal !ue se manifiesta a!u1 y a través de la cual pueden crearse los fundamentos

    emp ticos de la futura relación cl1nica. )#ora bien, dado !ue nuestros pacientes;clientes

    tienen la autoridad y el derec#o de elegirnos como terapeutas, ser n ellos !uienes

    determinen en !ué medida somos confiables para compartir con nosotros su #istoria y su

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    presente, su fragilidad y sufrimiento, a veces infinito, no superado y no compartido a/n con

    nadie, al menos de modo eficaz. 2u sufrimiento es, pues, el m s importante de los

    sufrimientos conocidos por el #ec#o de !ue todav1a no #a sido aceptado ni comprendido.

    L A GESTUALIDAD COMO FORMA DE SOSTÉN DEL CONTACTO

    Eanto la gestualidad casual como intencional tienen una valencia neurológica

    ine0orable. 6esde la manera en !ue saludamos al paciente #asta a!uella en !ue éste nos ve

    7soplarnos la nariz8, cada movimiento se relaciona con la memoria e0periencial del

    paciente. sto no significa !ue el terapeuta deba #acer cosas premeditadas3 la clave de la

    fluidez del contacto ser n, m s bien, la espontaneidad y la asunción de responsabilidad del

    v1nculo. 6esde el comienzo no #ay manera de forzar la relación para tornarla cercana o

    emp tica. La gestualidad inicial puede referir a una cercan1a y confianza o todo lo

    contrario.

    La gestualidad tiene una memoria antropológicamente neuronal !ue se manifiesta en

    zonas muy primitivas del cerebro, en el 7mesocorte08 y en el 7cuerpo calloso8, para e0presar

    emociones b sicas. >uc#o antes !ue las palabras, la gestualidad se memoriza en una zona

    7para"#ipocampal8 y no solo indica posibles cercan1as emp ticas, sino también posibles

    riesgos. Cuanto m s grandes son las #eridas relacionales del paciente, m s activa se vuelve

    la memoria corporal primitiva, !ue trabaja como una suerte de defensa frente a nuevas

    situaciones de riesgo, seg/n lo demuestran las frecuentes e0periencias de a!uellos

    terapeutas !ue trabajan con pacientes gravemente perturbados.

    La gestualidad y la mirada constituyen el primer lenguaje entre madre e #ijo y

    también el primer lenguaje comunicacional 7consciente8 en el surgimiento de la atracción

    de las parejas. 2ubestimar tales cuestiones ser1a un error innecesario. )fortunadamente, lo

    !ue llamamos 7disponibilidad8 es, en realidad, la energ1a f1sica y emocional !ue activaintuitivamente nuestro corazón de terapeutas para observar, comprender y sentir esos

    primeros indicios del v1nculo. l campo situacional &' . ( Keeller. + - co"creado entre

    paciente y terapeuta emerge a partir de estas circunstancias, en las !ue campo"organismo"

    ambiente interact/an como la primera acción relacional compartida y, desde entonces,

    /nica e irrepetible donde cada oportunidad de cercan1a o conflicto pueden contribuir a la

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    ri!ueza cl1nica. 2in embargo, si dejamos de lado cual!uier idealización, podemos decir !ue

    se trata, en realidad, de caminar con espontaneidad y ligereza en un campo minado, en el

    cual nos gu1an solo nuestra respiración y nuestra confianza en el proceso.

    C ONCIENCIA Y FRUSTRACIÓN

    2er1a sencillo sostener, como #emos escuc#ado tantas veces en la #istoria de la

    psicoterapia, !ue la conciencia se asocia siempre con el crecimiento. 6ic#a idea, #oy en d1a

    bastante pueril desde el punto de vista fenomenológico, no abarca las innumerables

    resistencias !ue se ponen en juego para evitar los cambios profundos !ue normalmente

    modifican el paradigma de nuestros pacientes. La pro0imidad de la conciencia en el

    proceso cl1nico remite a una desestructuración del yo !ue pone en peligro la integridad

    conocida por el paciente. l conflicto de realizar una nueva elección y de lograr realizarla

    de manera e0itosa inscribe en el campo situacional del paciente una inmensidad de miedos

    antiguos y desconocidos. Como todo crecimiento de la frontera de contacto, la nueva

    elección posible !ue resulta de la novedad cl1nica confronta al paciente con una conjunción

    de deseo y miedo &?. (. 2alonia. + ' -= la novedad, antes del crecimiento, se produce como

    conflicto interno.

    La resistencia !ue evita la plenitud del contacto protege al paciente de renovar viejas #eridas e0perienciales !ue impidieron alcanzar el contacto pleno &''. La %osa.

    + '';'A-. l terapeuta deviene 7subversivo8, una figura !ue lo aleja del lugar seguro. La

    frustración confronta al paciente con el terapeuta en una circunstancia en la !ue solo es

    necesario protegerse3 el paciente se #ace reconocer pleno de esta manera, 7soy yo y mi

    circunstancia8 &'+. La %osa + '';'A-.

    l terapeuta salda cuentas consigo mismo3 la frustración del paciente !ue pone en

    riesgo la continuidad de la terapia pone también a prueba la fidelidad fenomenológica del

    terapeuta as1 como su propio deseo no aceptado de 7cambiar algo en el paciente o de

    modificar su estilo relacional8. La frustración sostenida por la resistencia se torna también

    un recurso de trabajo para el terapeuta, en la medida en !ue no ser éste el !uien elija la

    profundidad o claridad de la conciencia posible del paciente. Cabe decir entonces !ue la

    frustración surge de un trasfondo en el !ue la resistencia se vuelve siempre menos funcional

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    y sirve como orientación cl1nica para el terapeuta. La frustración refiere a s1ntomas !ue no

    siempre se pueden verbalizar, !ue emergen bajo la forma de l grimas, sensaciones del

    cuerpo y e0presiones gestuales. Con la frustración, el riesgo de la novedad y un probable

    derrumbe del recorrido terapéutico, devienen decibles las cosas !ue #asta entonces

    permanec1an en el trasfondo controlado y seguro. 2i nos alejamos a!u1 de nuestro deseo

    personal de inmediatez, podremos comprender realmente a nuestros pacientes. n lugar de

    garantizar el dolor de la repetición, la frustración abrupta se transforma en una manera de

    compartir el dolor, y permite al paciente ver las limitaciones del campo como un

    instrumento fundamental de la e0periencia.

    n este torbellino de riesgo se juega la posibilidad de alcanzar la conciencia en el

    marco de un recorrido menos rom ntico y simple de lo !ue nos agradar1a pero, no obstante,

    real y posible. l paciente adulto se tropieza como un niFo y solo en a!uel borde la

    conciencia se vuelve cercana &'

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    /til para el cuerpo sufriente del paciente. )l menos en lo !ue a m1 respecta, resulta

    imposible no creer !ue el inconsciente tenga su casa y su lenguaje en el cuerpo.

    Cuando nuestros pacientes llegan a terapia, lo #acen con la vaga certeza de

    comprender cu nto #an perdido el control de ciertas situaciones !ue conllevan dolor f1sico

    y emocional. sto no !uiere decir !ue se reconozcan como pacientes ni !ue nos reconozcan

    como terapeutas, en la medida en !ue este pre"contacto est cargado de una ansiedad

    apremiada por recuperar el control de las situaciones relacionales de acceso insatisfactorio

    al contacto pleno, de su propio cuerpo y de su propia #istoria. 2e trata, pues, de una

    instancia de gran tensión y temor. $rente a tal temor y a tal tensión corporal, el instrumento

    m s cercano, vinculado siempre con la met fora del relato, es la seducción, una seducción

    !ue no necesariamente tiene la intención consciente de manipular el campo. :or el

    contrario, tiene necesidad de un sostén y de una comprensión a/n desconocidos en elv1nculo terapéutico. La met fora del relato y el relato mismo se confunden, se pierde todo

    #orizonte objetivo para dar lugar a la subjetividad en la !ue no importa lo verdadero o falso

    como absolutos. 2urge as1 el contacto en tanto figura fundamental de sostén. ste campo

    propicio !ue genera la seducción como instrumento de cercan1a no refiere tampoco,

    necesariamente, a un paciente #istérico &'@. 2. La %osa.+ ''-, sino m s bien a un

    comportamiento 7#isterogénico8 !ue garantiza la cercan1a, un instrumento cultural

    estrec#amente relacionado con el deseo de comprensión y de alivio de la angustia. Las

    diferencias entre empat1a y seducción no son pocas, sino !ue pertenecen a etapas distintas

    de la relación cl1nica y tienen un origen distinto en la complejidad y en las necesidades !ue

    las constituyen.

    La empat1a, as1 como el amor, es la consecuencia de una superación de la

    frustración de a!uello !ue se espera del otro3 es un espacio del compartir relativamente

    autentico, en el cual se ve al otro con sus propias limitaciones y no como a!uél !ue 7debe8

    satisfacer los propios deseos. La seducción puede considerarse como una parte casiine0orable del comienzo del v1nculo terapéutico, !ue el terapeuta también sostiene como

    adaptación creativa en el inicio del recorrido cl1nico. La frustración perturba a pacientes y

    terapeutas en la realidad misma de la relación, cuando la seducción #a perdido su efecto de

    acercar al otro y deviene, en cambio, un motivo de desconfianza en el v1nculo. La

    seducción de largo plazo, esta si de orden #istérico, se torna vac1a al encontrase con el otro

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    en la profundidad del conf1n de contacto. :aradójicamente, la frustración contribuye con

    cual!uier intento de sostener una seducción sin sustancia. La empat1a nace e0actamente all1

    donde comienza a disolverse el s1ntoma, tanto el de la seducción !ue sostiene el relato

    como el de la frustración misma !ue permite descubrir en el v1nculo terapéutico a!uello !ue

    realmente surge como posible. l comienzo de esta aventura #ermenéutica en la !ue el

    s1ntoma era entendido como te0to de la tradición problem tica &'H. ). 2ic#era. +

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    l crecimiento de la relación, la conciencia !ue sostiene dic#o crecimiento y la

    asimilación !ue permite dar continuidad a la novedad aprendida dentro del setting no

    constituyen, sin duda alguna, un camino breve ni f cil. 2in embargo, la aventura

    #ermenéutica deja esperanzas o, como seFalaba 2igmund $reud, Itrabajo, angustia y

    esperanza . ) esta altura, podemos aceptar entonces a la empat1a y a la frustración como

    polaridades o, si se !uiere profundizar m1nimamente en la fenomenolog1a de la vida

    cotidiana, como parte de un recorrido indivisible, como aspectos complementarios pero no

    antagonistas !ue dan sentido a la madurez emocional de la conciencia, !ue no es ni bella, ni

    fea ni evitable. *oy en d1a contamos con la ayuda de la neurofisiolog1a para e0plicar cosas

    !ue los fundadores de la (estalt ya intu1an, o !ue filósofos como *ans (eorg (adamer nos

    ayudaron a comprender desde un punto de vista fenomenológico.

    :robablemente, me voy convenciendo cada vez m s de !ue la (estalt sea el modelo

    de la psicoterapia del futuro. 6epende de nosotros no destruir el esfuerzo de sus fundadores

    al pretender implantar conceptos innovadores !ue dicen, con otras palabras, lo mismo !ue

    #emos aprendido en el pasado.

    2ergio La %osa

    N.G. marzo + 'A, Bs. )s. abril + 'A