En busca de los capiteles de templos y claustros

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Estimado Carlos: En esta siempre agradable tarea de señalar objetivos fotográficos a nuestros fieles amigos, los visitantes de tu afamado blog, hoy quiero destacar el papel preponderante que puede jugar la arquitectura. Naturalmente que un aspecto tan amplio puede dar lugar a dispersiones poco fecundas, pero siempre podemos destacar algún elemento y así conseguir tipologías gratificantes. Hoy podíamos centrarnos más, en uno de los motivos que algunas veces hemos tomado aquí de manera circunstancial. Me estoy refiriendo a los capiteles. Recuerdo que hace no mucho tiempo hablamos un poco de este tema, refiriéndonos a las famosas hojas de acanto de los capiteles corintios, y que muchos no sabían que el acanto es una planta que todavía se sigue utilizando en nuestros jardines y que da una espiga floral muy vistosa. Los antiguos, romanos y griegos, utilizaron el dibujo de sus hojas para reproducirlo en piedra y adornar un tipo de capitel, después de que a un arquitecto famoso se le ocurriera la idea, al verlas en una cesta colocada sobre una columna. El capitel, es el elemento situado sobre el fuste de la columna que mediante el ábaco, la pieza de unión, sostiene el arquitrabe y el dintel o el arco. Los arquitectos de la antigüedad, ya se dieron cuenta de las posibilidades ornamentales de esta pieza y paulatinamente la fueron enriqueciendo. Con la caída del imperio romano y el retroceso cultural que se produjo en toda su zona de influencia a consecuencia de las diferentes invasiones, se paralizó la construcción ornamental y tuvimos que esperar a la aparición de los templos románicos para poder apreciar otra vez la belleza que estos elementos aportan a la obra arquitectónica. Hoy, es un placer redescubrir los capiteles, que han ido evolucionando desde los tipos más clásicos que todos conocíamos, hasta estos otros en que los canteros, con el vuelo libre de la imaginación, decoraron de ensoñaciones los serenos claustros repletos de columnas, que ahora nos sorprenden y nos cautivan. Los más famosos y estudiados son los dóricos, los jónicos,-con dos volutas- y los corintios, con sus hojas de acanto, (el acanto griego más picudo y el romano, más redondeado).

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Los capiteles bonitos

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Estimado Carlos: En esta siempre agradable tarea

de señalar objetivos fotográficos a nuestros fieles

amigos, los visitantes de tu afamado blog, hoy quiero

destacar el papel preponderante que puede jugar la

arquitectura.

Naturalmente que un aspecto tan amplio puede dar

lugar a dispersiones poco fecundas, pero siempre

podemos destacar algún elemento y así conseguir

tipologías gratificantes. Hoy podíamos centrarnos

más, en uno de los motivos que algunas veces hemos

tomado aquí de manera circunstancial.

Me estoy refiriendo a los capiteles.

Recuerdo que hace no mucho tiempo hablamos un

poco de este tema, refiriéndonos a las famosas

hojas de acanto de los capiteles corintios,

y que muchos no sabían que el acanto es una

planta que todavía se sigue utilizando en

nuestros jardines y que da una espiga floral

muy vistosa.

Los antiguos, romanos y griegos, utilizaron el

dibujo de sus hojas para reproducirlo en

piedra y adornar un tipo de capitel, después

de que a un arquitecto famoso se le ocurriera

la idea, al verlas

en una cesta colocada sobre una columna.

El capitel, es el elemento situado sobre el fuste de la

columna que mediante el ábaco, la pieza de unión,

sostiene el arquitrabe y el dintel o el arco.

Los arquitectos de la antigüedad, ya se dieron cuenta

de las posibilidades ornamentales de esta pieza y

paulatinamente la fueron enriqueciendo.

Con la caída del imperio romano y el retroceso cultural que

se produjo en toda su zona de influencia a consecuencia

de las diferentes invasiones, se paralizó la construcción

ornamental y tuvimos que esperar a la aparición de los

templos románicos para poder apreciar otra vez la belleza

que estos elementos aportan a la obra arquitectónica.

Hoy, es un placer redescubrir los capiteles, que han ido evolucionando desde los

tipos más clásicos que todos conocíamos, hasta estos otros en que los canteros, con el

vuelo libre de la imaginación, decoraron de ensoñaciones los serenos claustros repletos de

columnas, que ahora nos sorprenden y nos cautivan.

Los más famosos y estudiados son los dóricos, los jónicos,-con dos volutas- y los corintios,

con sus hojas de acanto, (el acanto griego más picudo y el romano, más redondeado).

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Pasados los primeros siglos, se inicia

la Reconquista y desde Asturias comienzan a erigirse pequeños templos, que cada vez van

alcanzando mayor complejidad. Y eso también se percibe en el ornato de los capiteles

que de la sutileza y elegancia de los clásicos, renacen modestos y rudos, pero es solo

una cuestión de tiempo. Los maestros canteros se superan día a día y volverán a darnos

modelos cada vez más elegantes. Además los finos tallistas medievales se sacudieron el

peso de la tradición y comenzaron a dejar volar sus fantasías y fueron produciendo

capiteles cada vez más abigarrados, llenándolos con multitud de símbolos e imágenes.

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Y así, en la actualidad, podemos contemplar su obra pasmados ante tanta imaginación y

maestría, sorprendidos ante tanto trabajo y delicadeza.

Mira Carlos, voy a comentarte otra vez, la importancia que tiene para mí el coleccionar

esta serie de tipologías. Cuando ya desde lejos veo un templo, un claustro, o una sala

hipóstila repleta de columnas ya me estoy frotando las manos pensando en la caza que

voy a realizar. Si estás pensando

en sumar ejemplares a tu

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colección, al final ves el claustro con otros ojos, lo mismo que cuando vas buscando

nacimientos entre las vidrieras de una catedral. El interés se acrecienta en la búsqueda y

lo gozamos aún más, porque al final el capitel se ha convertido en un trofeo cinegético.

Y luego en casa al observarlos de cerca en el ordenador, descubres muchas cosas, por

ejemplo que fueron evolucionando de las plantas a las aves, seguramente águilas, incluso

con cabeza humana y que usaban mucho las parejas o que en ocasiones esculpían animales

mitológicos. Personalmente me divierte mucho escuchar las explicaciones de los guías

turísticos, que las más de las veces demuestran tanta o más imaginación que el cantero

que las talló. Los artistas que labraron la piedra dejaron su impronta y a veces alguna de

sus picardías, sorteaba el férreo dogal de la inquisición. La evolución artística fue muy

notable y hoy podemos encontrar ejemplares magníficamente trabajados.

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Luego cuando el fuego de la curiosidad ha prendido en el alma, la afición a mirar la parte

superior de las columnas, te acompaña siempre. Da lo mismo que estés en Europa que en

otros continentes.

Puede ser que unas veces el material sea duradero, como la piedra,

pero otras, el constructor recurrió a otros menos perdurables

como la madera, que tiene la ventaja de que se puede policromar.

La madera también admite trabajos de filigrana en decoraciones muy trabajadas, pero

es un material más efímero y expuesto a plagas de insectos.

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Pero el trabajo de los canteros y tallistas, plácido y sereno ha perdurado hasta nuestros

días en las piedras milenarias y hoy se alza ante nosotros como testimonio de una época

donde el tiempo tenía un valor diferente.

Aquellos hombres nos legaron una silente enseñanza, de gran

valor: Que ante la obra bien hecha, al final no tiene ningún

sentido el considerar cuánto tardaron en hacerla.

Bueno amigo, te dejo rodeado de piedras vetustas, llenas del arte

y de la callada labor de los maestros canteros, que a través de

los capiteles, se alzan ante nosotros jóvenes y eternos.

Recibe Carlos, el abrazo que tan afectuosamente te envía tu amigo de siempre

Javier