En domingo - Universitat de València · abiertos bajo el tronar de las bombas, mientras la prensa...

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17 de abril de 2005 En domingo ENTREVISTA Alfons Cervera «Zanjar el tema de las dos Españas es un cuento chino que nos quieren endilgar desde el discurso del consenso» 6/7 BOTÁNICA Enebro, en la playa y la montaña La Dehesa del Saler recupera una de sus especies autóctonas 5 Entre el 7 de noviembre de 1936 y el 31 de octubre de 1937, Valencia fue la capital de la II República. Centenares de políticos, intelectuales, refugiados y espías convirtieron la ciudad en el referente mundial del antifascismo y en un foco de permanente agitación política y cultural. Los bares, cines y teatros continuaban abiertos bajo el tronar de las bombas, mientras la prensa de Madrid criticaba la disipada vida de esta urbe de retaguardia bautizándola como «El Levante feliz». La marcha del Gobierno a Barcelona ante el avance de las tropas franquistas y el recrudecimiento de los bombardeos enmudecieron la ciudad. La calle de la Paz era el verdadero centro cultural y político de la ciudad, donde se concentraban numerosos edificios de organizaciones y locales de ocio durante el período en el que el Gobierno republicano residió en Valencia. Y Valencia fue capital Rafel Montaner VALENCIA FOTOS: FINEZAS/WWW.UV.ES E L 7 de noviembre de 1936 el Gobierno de la República se traslada de Madrid a Valencia «para organizar desde aquí la victoria definitiva», cuenta en un titular que ocupa toda la por- tada El Mercantil Valenciano del domingo 8 de noviembre de ese año. La llegada del Gobierno del Frente Popular, encabezado en- tonces por el socialista Francis- co Largo Caballero, transforma la ciudad en un homiguero de es- pías, políticos, intelectuales, pe- riodistas y refugiados que se en- trecruzan en sus calles, hoteles y cafés durante los casi 12 meses en los que Valencia fue capital. «Sacar de los sótanos del ol- vido esta memoria de la ciu- dad», apunta Lucila Aragó, es la principal razón de ser de la web sobre la Valencia republicana (http://www.uv.es/republica) que ha puesto en marcha esta in- formática junto al fotógrafo José María Azkárraga y el arqueólogo Juan Salazar. En ella se recopilan textos, imágenes y vídeos con testimonios de los que vivieron aquella época así como también una guía urbana de los lugares que aún la evocan. A un año vista del 75 aniver- sario de la proclamación de la Re- pública y de las siete décadas del estallido de la Guerra Civil, flo- recen como nunca las publica- ciones y las actividades de recu- peración de la memoria histórica de Valencia. Así, además de la web, dos libros de reciente apa- rición [Joaquín Sanchis “Fine- zas” Fotografía de Guerra de Al- bert Girona y Enterrar a los muertos de Ignacio Martínez de Pisón] retratan la vida de una urbe, que como describe Girona en su obra sobre el fotógrafo va- lenciano, se convierte de la no- che a la mañana«en capital del antifascismo mundial y en foco político y cultural de perma- nente agitación». En la calle de la Paz y su en- torno bulle la actividad cultural de la ciudad con la arribada de centenares de intelectuales y ar- tistas de Madrid y de otros luga- res evacuados. Los dos epicen- tros de la calle son el Hotel Pala- ce —un edificio en el número 42 de esta vía demolido reciente- mente y del que sólo se mantiene en pie la fachada— que tras su re- conversión en Casa de la Cultura pasa a ser conocido por los va- lencianos de la época como la Casa dels sabuts, porque allí se Continúa en la página siguiente

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17 de abril de 2005

En domingo

ENTREVISTA

Alfons Cervera«Zanjar el tema de las dos Españas es un cuento chino que nosquieren endilgar desde eldiscurso del consenso»

6/7 BOTÁNICA

Enebro, en la playa y la montañaLa Dehesa del Salerrecupera una de susespecies autóctonas

5

Entre el 7 de noviembre de 1936 y el 31 de octubre de 1937, Valencia fue la capitalde la II República. Centenares de políticos, intelectuales, refugiados y espías

convirtieron la ciudad en el referente mundial del antifascismo y en un foco depermanente agitación política y cultural. Los bares, cines y teatros continuabanabiertos bajo el tronar de las bombas, mientras la prensa de Madrid criticaba ladisipada vida de esta urbe de retaguardia bautizándola como «El Levante feliz».

La marcha del Gobierno a Barcelona ante el avance de las tropas franquistas y elrecrudecimiento de los bombardeos enmudecieron la ciudad.

La calle de la Pazera el verdaderocentro cultural y

político de la ciudad,donde se

concentrabannumerosos edificios

de organizacionesy locales de ocio

durante el períodoen el que el Gobierno

republicano residióen Valencia.

Y Valencia fue capital

Rafel Montaner ■ VALENCIA

FOTOS: FINEZAS/WWW.UV.ES

EL 7 de noviembre de1936 el Gobierno de laRepública se trasladade Madrid a Valencia

«para organizar desde aquí la

victoria definitiva», cuenta enun titular que ocupa toda la por-tada El Mercantil Valencianodeldomingo 8 de noviembre de eseaño. La llegada del Gobierno delFrente Popular, encabezado en-tonces por el socialista Francis-co Largo Caballero, transformala ciudad en un homiguero de es-pías, políticos, intelectuales, pe-riodistas y refugiados que se en-trecruzan en sus calles, hoteles ycafés durante los casi 12 mesesen los que Valencia fue capital.

«Sacar de los sótanos del ol-

vido esta memoria de la ciu-

dad», apunta Lucila Aragó, es laprincipal razón de ser de la websobre la Valencia republicana(http://www.uv.es/republica)

que ha puesto en marcha esta in-formática junto al fotógrafo JoséMaría Azkárraga y el arqueólogoJuan Salazar. En ella se recopilantextos, imágenes y vídeos contestimonios de los que vivieronaquella época así como tambiénuna guía urbana de los lugaresque aún la evocan.

A un año vista del 75 aniver-sario de la proclamación de la Re-pública y de las siete décadas delestallido de la Guerra Civil, flo-recen como nunca las publica-ciones y las actividades de recu-peración de la memoria históricade Valencia. Así, además de laweb, dos libros de reciente apa-rición [Joaquín Sanchis “Fine-

zas” Fotografía de Guerra de Al-bert Girona y Enterrar a los

muertos de Ignacio Martínez dePisón] retratan la vida de unaurbe, que como describe Gironaen su obra sobre el fotógrafo va-lenciano, se convierte de la no-che a la mañana«en capital del

antifascismo mundial y en foco

político y cultural de perma-

nente agitación».En la calle de la Paz y su en-

torno bulle la actividad culturalde la ciudad con la arribada decentenares de intelectuales y ar-tistas de Madrid y de otros luga-res evacuados. Los dos epicen-tros de la calle son el Hotel Pala-ce —un edificio en el número 42de esta vía demolido reciente-mente y del que sólo se mantieneen pie la fachada— que tras su re-conversión en Casa de la Culturapasa a ser conocido por los va-lencianos de la época como laCasa dels sabuts, porque allí se

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alojaron literatos de la talla de Ra-fael Alberti, León Felipe, Rosa Cha-cel, el estadounidense John DosPassos u Octavio Paz.

El 4 julio de 1937, el Palace serála sede del II Congreso de Escrito-res Antifascistas, y entre sus pare-des se dan cita autores internacio-nales como Andre Malraux, PabloNeruda, Alexis Tolstoi, Antonio Ma-chado o José Bergamín, entre otros.Azkárraga lamenta que no se hayaconservado el Palace «para museo

de la República, que no hay nin-

guno en España».

El segundo punto de reunión deesta céntrica arteria era el café-res-taurante Ideal Room, en la esquinacon la calle Comedias y cuyo lugarocupa ahora una tienda de lencería.La web de la Valencia republicanarecoge la descripción que hacía delIdeal el escritor Esteban Salazar:«Entrar por la tarde en el Ideal

Room no era como entrar en la

Granja, en el Lyon o en el Regina,

cafés literarios y artísticos madri-

leños; era como entrar en esos tres

cafés a la vez, pues en el Ideal Room

se encontraban siempre elementos

de las peñas de todos ellos». Cerca de allí, en la calle Trinque-

te de Caballeros, los artistas e inte-lectuales locales ocuparon una casaseñorial para crear la Alianza de In-telectuales contra el Fascismo. Unfaro cultural en el que brillaron conluz propia el escritor Max Aub o elcartelista Josep Renau.

En la misma calle de la Paz, tam-bién se encontraba la sede centralde la sección de Prensa y Propa-ganda de la CNT, para la que traba-jaba Finezas como colaborador grá-fico de la prensa anarquista.

Otro hervidero de la ciudad erael Hotel Victoria de la calle de lasBarcas, que había perdido el Reina

tras la proclamación de la Repúbli-ca. Un lugar que Dos Passos descri-be, según cuenta Martínez de Pisónen su libro, como «ese nido de co-

rresponsales [entre los que se en-contraba Ernest Hemingway y Ro-bert Capa], agentes gubernamen-

tales, espías, traficantes de armas

y mujeres misteriosas».

Girona relata que con el desem-barco del ejecutivo de la República«reaparecieron sombreros y cor-

batas, los buenos trajes y los bri-

llantes calzados»,y con ellos las de-mandas de restaurantes y espec-táculos [Valencia contaba entoncescon siete teatros y 35 cines] e «in-

cluso de cabarets y prostitutas, que

volvieron a darle un tono de “dolce

vita” a la ciudad».

Este ambiente frívolo no escapaa la crítica de la prensa anarquista olos diarios de Madrid e incluso delos rotativos locales como El Mer-

cantil Valenciano. Los primeros, se-ñala Girona, calificaban «malévola-

mente» esta atmósfera díscola pro-pia de una ciudad de retaguardiacomo «el frente de Ruzafa».

«Si no hubiera sido por los

muertos en los bombardeos, aque-

lla Valencia era una fiesta», re-cuerda Josep Vañó a sus 83 añoscuando se le pregunta como se vi-vía en la capital de la República.Apenas tenía 15 años cuando el 31

de octubre de 1937 el Gobierno setraslada a Barcelona, pero todavíasiente las emociones de aquel año«en el que parecía que la gente no

se daba cuenta de que había una

guerra».«Los cines y los teatros por

la noche apagaban las luces de la

fachada y la ciudad se quedaba a

oscuras, pero dentro seguía la fun-

ción», relata.Otro testimonio de la época, un

veterano de la Federación Univer-sitaria Escolar (FUE) que está apun-to de cumplir 85 años y que prefie-re que se le cite con el seudónimode Federico, apunta que los caba-rets «los copaban los anarquistas

de la Columna de Hierro y en ellos

se formaban unos grandes peloto-

nes». «Había mucho movimiento

en la ciudad, puesto que hay que

tener en cuenta que a ella bajaban

los combatientes del frente», evocaFederico que entonces tenía 17años.

Vicente Ramis, también de laFUE y de 85 años, insiste que los ba-res «los frecuentaban los soldados

que venía de permiso con la paga,

nosotros no teníamos dinero ya

que éramos estudiantes».

Uno de los lugares preferidospor los que volvían de las trincheraspara disfrutar tal vez de sus últimashoras de diversión antes de volveral combate era el bar Wodka, tam-

bién en la calle de la Paz, «lo que

ahora —narra Federico— son las

oficinas de Iberia (en el número 14)y que después de la Guerra se re-

bautizó como bar Navarra porque

Wodka era demasiado ruso».El ambiente descocado del Wod-

ka fue reprobado en gran artículoque ocupa las dos columnas cen-trales de la portada de El Mercantil

Valenciano del miércoles 7 de juliode 1937. La crónica, firmada bajo lasigla Z, empieza con un elocuente«Estamos, más que hartos, hasta

más arriba de la coronilla de ver

rodar en algunos periódicos (deMadrid) la frase puesta de moda.

¡El Levante feliz! ¡El Levante feliz!»

«No es culpa nuestra nuestra si

el consumo de la cerveza ha subi-

do como la espuma. Tampoco de las

“soirées de Cachupín” que se cele-

bran en el famoso Wodka, de nueve

de la mañana a siete y media de la

tarde», se lee en el artículo. El columnista se felicita por la or-

den del Ministerio de la Goberna-ción de clausurar el local, «cerrán-

doles el templo a los tanguistas y

estropeándoles el pasodoble, es de-

cir, el “wermouth”, a muchos héro-

es de la retaguardia y a infinitos

certificados de trabajo», en refe-rencia a los que estaban exentos deir al frente por sus destinos labo-rales.

Z critica a aquellos que a «las 12

del mediodía, a cualquier hora,

amuellados en los sillones moder-

nistas y empingorotados sobre los

taburetes americanos en torno a la

media herradura del mostrador,

frivolean (...) Parece que no trans-

curran las horas en estas paredes

de tonos blanco y rojo del Wodka».«¿Con que tripas pasarán por

tal lugar de la calle de la Paz los pa-

dres que tienen a sus hijos en el

frente y los obreros que trabajan en

la retaguardia?...» Se pregunta Zpara cargar a continuación contralas mujeres del Wodka: «Esas niñas

de pico y alas, que les hacen corro

a los gandules, envolviendo entre el

humo de “egipcios” y de “kammel”

sus sedas descocadas, como mues-

trarios de piernas a través de los

escaparates...»

A mitad de 1937, ante el avancede las tropas franquistas, las conse-cuencias de la guerra se hacen cadavez más presentes en Valencia enforma de bombardeos y noticiasdescorazonadoras del frente. El Go-bierno impone el orden en la reta-guardia y no cierra sólo el Wodka,sino también los cabarets de la ciu-dad. «Aquello era una cosa muy frí-

vola para la guerra», apunta Fe-derico.

LOS BOMBARDEOS. La lluvia dehierro que descargaban sobre laciudad los bombardeos Savoia ita-lianos y los buques cañoneros deFranco martillearían los ánimos deuna ciudad que como revela Gironasólo podía podía albergar en sus re-fugios antiaéreos al 12% de los másde 318.000 habitantes con los quecontaba en 1939.

Valencia sufrió «más de 440

bombardeos que dejaron un rastro

de alrededor de un millar de muer-

tos, más de 3.000 heridos y 900 edi-

ficios destruidos», explica Azká-

VALENCIA, CAPITAL TRICOLOR ENTRE 1937 Y 1938, LA CIUDAD VIVIÓ UNA ACTIVIDAD POLÍTICA Y CULTURAL SIN PRECE

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Ayuntamiento

MercadoCentral

Avenida del Oeste

Catedral

Calle

Col

ón

Calle

de l

a Pa

z

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«Si no hubierasido por losmuertos en losbombardeos,aquella Valenciaera una fiesta en la que los cinesy teatrosapagaban las luces de lafachada por lanoche pero dentroseguía la función»

Arriba, imagen del Gobierno republicano en el Ayuntamiento de Valencia.Sobre estas líneas, André Malraux a las puertas del Palacio del Marquésde Dos Aguas. Ambas fotos son de 1938.

Un paseo porla Valencia

republicanaViene de la página anterior

Instituciones políticas

1.- Servicios de Presidenciay Guerra.

2.- Recepciones de la pre-sidencia de la República.

3.- Ministerio de Hacienda.4.- Ministerio de la

Gobernación.5.- Ministerio de

Comunicaciones.6.- Ministerio de Trabajo.

7.- Ministerio de Sanidad.8.- Ministerio de Justicia.9.- Ministerio de

Propaganda.10.- Hotel Metropol, sede

de la embajada soviética.11.- Hotel Palace, sede de

la Casa de la Cultura.12.- Hotel Victoria, sede de los

intelectuales extranjeros.

13.- Torres de Serranos,Tesoro Artístico Nacional.

14.- Colegio del Patriarca,Tesoro Artístico Nacional.

15.- Sede de MujeresLibres, de la CNT.

16.- Socorro RojoInternacional (actualCorte Inglés)

Cultura

1.- Sala Blava 2.- Acció d’Art.3.- Casa de la Cultura4.- Ideal Room5.- Sede de la Alianza

de Escritores parala Defensa de laCultura.

6.- El MercantilValenciano

7.- Periódico El Pueblo

8.- Diario de Valencia9.- Foto Club10.- La imprenta

Moderna, dondeMax Aub publicaFábula Verde

FUENTE: WWW.UV.ES

Emplazamientosde los principalesrefugios contralos bombardeos.

Los principalesenclaves

de la Valencia republicana.

Sobre un plano delcentro de la ciudad

de 1930

EDENTES

rraga, quien en compañía de Mar-co Cano, Hernán Talavera y Es-trella Ros han rodado un docu-mental con testimonios de los quevivieron bajo las bombas.

Uno de estos testigos es Vi-cente Verdeguer, que el próximo29 de mayo cumplirá 91 años yque llegó a ser escolta personalde Largo Caballero. Vicente pre-senció uno de los peores ataquesaéreos. El miércoles 26 de enerode 1938 seis Savoia se cernieronsobre Valencia a las 13.50 horas.Primero bombardearon el puertoy luego golpearon el centro, es-pecialmente la calle de la Paz yPoeta Querol, causando «125

muertos y 208 heridos»según in-formó El Mercantil al día si-guiente.

«No me gustaba ir a los refu-

gios y estaba en la calle cuando

una bomba cayó frente al Hotel

Inglés destrozando la fachada.

Otra impactó ante una barbería

colectivizada de la calle de la Paz.

Los mató a todos, a los barberos

y a los clientes que guardaban

cola en la calle para afeitarse»,narra con el miedo todavía en susojos para añadir a continuación:«Ojalá nadie tenga que volver a

pasar por una guerra como ésta».

Valencia sufrió«más de 440bombardeos, quedejaron un rastrode alrededor de un millar de muertos, más de 3.000 heridos y 900 edificiosdestruidos»

E N pocos días, y no sé porqué, he recibido mogollónde llamadas pidiéndome

que le haga vudú a esa concejalaque ha logrado, ella misma, hun-dir la Mostra de Cine en la mitadde tiempo que el PSOE tardó enhundir la suya. Hasta José Pepe

me ha pedido que le haga una ma-cumba a la Extermineitor-3.

Pero como no soy la niña delexorcista, a todos les he dichoque no. Que esa petarda no mere-ce ni una sola invocación y que,en todo caso, para eso está laoposición. Aunque, bien mirado,la oposición debe de estar másque contenta. Encantada. ¿Quémejor aliada va a encontrar paradesestabilizar la Mostra y boico-tearle a la Alcaldesa todos los di-rectores que ésta le imponga?Vale, dice ella. Tú los nombras, y

yo los aburro o les doy cuerda

para que se ahorquen o les hago

caer en una celada y: ¡Hundi-

dos! ¡Menudo currículo directori-cida tiene la Extermineitor-3!

Cuatro directores en cuatro años.¡Slug! Ya veremos lo que le durael nuevo. Sinceramente, yo prefiero hablarde cosas insustanciales. Además,a estas alturas, ¿a quién le impor-ta la Mostra? Es más de risa quelos minipisos de la ministra desoluciones habitacionales. Unaidea que, sinceramente, me pare-ce genial. Igualito que en Cuba. Ysin necesidad de abolir la propie-dad privada, que a los españolesno les iba a gustar nada, nada. Nitener que estatalizar los mediosde producción. En Cuba, exceptola clase dirigente del régimen y elartisteo comprometido, cada cu-bano tiene derecho a una habita-ción diminuta. A la nomenclatu-ra, gracias al bondadoso dictadorFidel, se le concede una man-sión colonial con todos los lujosque los dólares socializados pue-

dan comprar. Todos. Los edifi-cios en ruinas son para el pueblo.Lógico, ¿no? Y están divididoshorizontal y hasta verticalmente,y muy bien apuntalados. Y paraque cada habitación tenga su de-sahogo, las numerosas familiasdel condominio disponen de unbaño junto a la cocina y el lava-dero comunes. No digo yo que laTrujillo les entregue los micro-pisos con un olla Magefesa,como en Cuba. Aquí aún nos dapara eso. El briconsejo que lebrindo es construir minipisostipo 13 rue del Percebe que inclu-yan barbacoa desmontable deIkea. Como a los cubanos la po-breza les agudiza el ingenio, encuanto pueden se hacen lo queallí llaman una barbacoa: Un alti-llo rústico, siempre que la alturade la solución habitacional lopermita, y allá arriba disponen eldormitorio, sin ventilación, ar-diendo como una barbacoa. Esosería un aliciente para que los mi-nipisos tuvieran más aceptaciónentre los jóvenes y desarrollaran,de paso, las manualidades, cons-truyéndose ellos mismos su bar-bacoa-dormitorio ideal de 70 cm.de altura. Ya saben que el modu-

lor no da para más.José Pepe, que también vinocon nosotros a Cuba, reconocelo mucho que ha tardado endarse cuenta de la situación si-niestra en la que vivían los ha-baneros. Aún recuerda las pali-zas que nos daba alabando lasconquistas educativas y sanita-rias de la dictadura caribeña ycon qué furia se negaba a reco-nocer la evidencia.¡Ay!, la ideología progre me te-

nía ciego, exclama, un tanto me-lodramáticamente para mi gusto,como si acabara de operarse decataratas progresistas. Pero esemocionante verle dar sus prime-ros pasos liberales. Los aconteci-

mientos políticos del último añohan sido el detonante crucial. Sucaída del caballo. El punto de al-mohadillado o de boatiné, segúnse mire. Así lo ha expresado él:Uno piensa que puede caerse del

caballo pero no del suelo, y no es

verdad. Para ello sólo tienes quereconocer lo evidente. Eso que laizquierda niega y reniega, pese aque se tiene por las elites más crí-ticas, informadas y reflexivas delmundo mundial, ajenos a la ilu-sión ingenua. El caso es que fuereconocerlo y caer, sinuoso, elvelo de Maya que le tenía el pen-samiento cautivo. Lo peor, me dice, es que los pro-

gresistas nos creemos superio-

res a la gente común. Pensamos

que somos más críticos y exi-

gentes, ajenos a la ilusión alie-

nante del pueblo llano. Pero es

mentira. Sólo he tenido que ig-

norar lo que decimos para ver lo

que hacemos y percatarme de

hasta qué punto la ideología me

hacía negar la evidencia. Sobre

todo esa fantasía de que detenta-

mos el monopolio de la cultura.

Como aún está a tiempo, le pon-go un ejemplo al azar: el de Sava-

ter, por si quiere volver a alienar-se como Sartre. Desde que seenroló en ¡Basta ya!, oponiéndo-se a la dictadura sigilosa y crimi-nal en las vascongadas, su presti-gio progre se ha resentido y lomiran igual que comenzarán a mi-rarte a ti: por encima del hombro.Así que disponte a ser tildado deneocon y a una lluvia de insultos. Como si ser neocon fuera peor

que ser progre. ¿No?, afirmapreguntado. Lo es, le contesto. Es lo que suelesuceder cuando se desvanece elcolectivo invisible que te arropacon el abrigo de la doxa, del pen-samiento único dominante. Peroadvierto un brillo afirmativo ensus ojos. Ese clinc iridiscenteque restalla, cristalino, en el bor-de de una copa lavada con unportentoso lavavajillas.

GUIRIGAY

Briconsejos

Lluís Fernàndez

L A furia revolucionaria quese desata en 1936 sacu-

de el callejero de Valencia,donde con asombrosa facili-dad grupos de milicianos ouna junta municipal cambia-ba los nombres de las callessin molestarse en notificarloal Consejo Municipal(Ayuntamiento), por lo queéste tuvo que apelar a laconciencia general para evi-tar el desbarajuste que pro-vocaban las rotulacionesincontroladas.Así, la revolución impregnólas calles con nombres comoavenida de la Unión Soviética(actual Blasco Ibáñez) o de

Lenín (avenida del Puerto). LaGran Vía Marqués del Turiapasó a llamarse deBuenaventura Durruti (en laimagen inferior, el día de sunueva rotulación) y la plazade Tetuán fue bautizada comola plaza Roja. Las principalesarterias urbanas fueron dedi-cadas a líderes de la izquier-da: Pablo Iglesias (calle MaríaCristina), Máximo Gorki(Comedias), Largo Caballero(San Vicente)... En 1940 losvencedores rotulan más de400 calles con los iconos delrégimen franquista, títulosque se mantendrán durantemás de 40 años. ■ R. MUNTANER

Un callejero revolucionario

ILUSTRACIÓN: ELISA MARTÍNEZ

Imagen del bombardeo en el Hotel Inglés, el 26 de enero de 1938.

Vicente Verdeguer, escolta de Largo Caballero.FOTO: J. M. AZKARRAGA

Albert Girona ■ VALENCIA

FOTOS: FINEZAS

EN una primera impre-sión, la ciudad parecíaconservar muchos delos aspectos tradiciona-

les que le habían conferido en elpasado un tono ruralista y provin-ciano. Sus calles, por ejemplo, to-davía se llenaba a diario de agri-cultores de l’Horta dispuestos avender sus productos, mientras losclásicos vendedores ambulantes(drapaires, esmoladors, llanter-

ners...) seguían ofreciendo susservicios en una ciudad aún domi-nada por caballerías y entoldadosde lona, que le daban un coloridomediterráneo a callejuelas, plazasy mercados. Esta imagen, sin em-bargo, comenzaba ya a contrastarcon la nueva ciudad de los grandesmercados (Mercat Central y de Co-lón), de la Plaza de Emilio Caste-lar (con sus emblemáticos edifi-cios oficiales, comerciales y ban-carios), de las grandes avenidas,jardines y paseos. A finales de ladécada de los veinte, además, la rá-pida introducción de los automó-viles para el desplazamiento por laciudad había obligado a mejorarsus calles, construyéndose los pri-meros autogarajes e instalándoselos primeros concesionarios(Buick, Oldsmobile, Renault).

Los cambios más significativos,con todo, estuvieron ligados al de-sarrollo de un concepto nuevo delo que era el espacio urbano, y quetuvo mucho que ver con el progre-so de la terciarización, el incre-mento de la clase media urbana yla creciente demanda de todo tipode servicios (transporte, comida,ropa, cultura, entretenimiento, de-porte, ocio), que erosionaron lastradicionales formas de vivir consus nuevos hábitos y costumbres.

El gusto elitista y burgués delnoucentisme, por ejemplo, dejó detener sentido cuando se acentuó elconsumo de bienes culturales y sedesarrolló la cultura de masas.Prueba de ello es que las tertulias,antaño elitistas y extravagantes, setrasladaron de los recónditos ca-fés (España, Ateneo, Agricultura,Inglés o de la Escocesa) a los nue-vas cafeterías como el moderno yconcurrido Lyon d’Or, el IdealRoom, el Café del Siglo, las cerve-

cerías París y Fénix o el café Wod-ka, locales frecuentados por inte-lectuales y artistas como Max Aub,Renau, Ángel Gaos o GilAlbert, porpolíticos y por inquietos jóvenesinteresados por las más diversasactividades culturales.

Su contrapunto eran las popu-lares tabernas y casas de comidasdel centro y de las barriadas peri-féricas. Animadas todo el día porproletarios industriales, albañi-les, dependientas o agricultoresde l’Horta, seguían manteniendola tradición de las clásicas taber-nas de principios de siglo (CasaCames, Capellà, Felipa, Colau ode la Folguera), dedicadas a ex-pender vinos y licores, a prepararcomidas baratas e, incluso, a laventa de todo tipo de productos,desde vinagre o aceitunas a esco-bas y cacharros.

En cuanto a la alta cultura, lalánguida vida de las institucionesburguesas tradicionales (AteneoMercantil, Sociedad de Agricultu-ra, Centro de Cultura Valenciana,Lo Rat Penat, Academia de SanCarlos), no dejaba de contrastarcon la vitalidad y la renovación dejóvenes entidades como la Socie-dad Filarmónica, la Sociedad Co-ral el Micalet o los vanguardistasfocos culturales obreros republi-canos o anarquistas.

En estos años en que, además,se impone el gusto por los espec-táculos, el deporte y el ocio, Va-lencia no dejó de esforzarse porcubrir a su modo y manera estetipo de demandas. La afición des-mesurada por la zarzuela, la revis-ta, el music hall, el vodevil, el cu-plé o la canción española, obligó ateatros como el Ruzafa, el Apolo,el Alcázar o el Princesa a progra-mar este tipo de espectáculos, queeran recibidos con tanto entusias-mo como el cine sonoro (Doré, Me-tropole, Actualidades Film, Suizo,Tyris, Capitol) o el teatro (desde el«teatro para pensar» al «teatro

para reír», al sainete en valencia-no o esporádicos conciertos deópera), con una docena de localesnuevos construidos desde princi-pios de siglo (Eslava, Grand Palais,Romea, Trianón Palace, Regüés,Benlliure, Nostre Teatre, Liber-tad). En cuanto al mundo de la no-che, ofrecía incluso mayores posi-bilidades, con salas de baile como

el Hollywood, el Tabou o el Walkis;cabarets como el Bataclán, el EdénConcert y el Novetats; los caus

d’art o cafés cantantes, como el Asde Oros o la Gran Peña, siempreatentos a la programación de es-pectáculos picantes.

TOROS Y DEPORTES. El Va-lencia Football Club, creado en1919, hubo de trasladar en 1929 sucampo del Algirós al nuevo Mes-talla por la necesidad de creargrandes espacios deportivos ca-paces de albergar a miles de afi-cionados. Lo mismo que su eternorival, el Gimnástico F.C. cambió sutradicional terreno de juego por elStadium del río, situado entre los

puentes de la Trinitat y del Real.Un club que acabaría fusionándo-se después con el Levante en unúnico equipo, eterno rival desdeentonces del Valencia F.C.

En cuanto a seguidores y afi-ción, el boxeo no le andaba a lazaga al balompié. En las veladasdel Cine Colyseum o de la Plazade Toros desfilaron las mejores fi-guras del momento, como el Tigrede Alfara y Baltasar Berenguer,Sangchilli, llegando a reunir has-ta veinte mil personas. Otros de-portes de interés eran los relacio-nados con las apuestas, como lapelota valenciana, el frontón (laspartidas del Jai Alai y del FrontónValenciano) y las carreras de gal-gos (en el tradicional CanódromoVallejo). Pero también la natación(en la Piscina de las Arenas y enel Club Náutico), el motorismo oel ciclismo, que tenía su cita anualen la Vuelta a Levante, organiza-da por el diario El Pueblo. Ligadosal ámbito universitario y a la FUEdespuntaban igualmente el bás-quet, el rugby, el hockey y el atle-tismo. El espectáculo deportivo,con todo, no consiguió desplazarel interés de los valencianos por

los toros (Vicente Barrera, Mar-cial Lalanda, Enrique Torres, Ca-gancho, Ortega, Niño de Valencia,el Gallo y Belmonte) y los espec-táculo cómicotaurinos de El Em-pastre o Llapisera.

Evidentemente, los medios decomunicación captaron con rapi-dez todos estos cambios y se es-forzaban en cubrir al potencial pú-blico con aquello que le interesa-ba: espectáculos, deporte, publici-dad... La proliferación de revistasy magazines monográficos o la cre-ciente atención de la prensa diariapor estos temas muestran hastaqué punto la cultura y el mercadode masas impulsa una prensa tam-bién de masas con periódicos co-mo El Mercantil Valenciano, Las

Provincias, El Pueblo, La Corres-

pondencia, Diario de Valencia oLa Voz Valenciana y una larga lis-ta de revistas obreras y de sema-narios especializados como La Se-

mana Gráfica, Valencia Atrac-

ción o la popular La Traca. Res-pecto a la radio, sólo existía unaemisora, Unión Radio, que emitíade 1 a 3 de la tarde y de 9 a 12 de lanoche una programación basadaen musicales y deportes.

Al igual que otras realidades aso-ciadas a lo moderno, los cambiosfueron perceptibles también en elconsumo, el ocio y las costumbres.Los nuevos hábitos de consumoeran ya una realidad en Valenciadesde los alcistas años 20, cuandose abrieron tiendas de todo tipo.Los primeros Grandes Almacenes,los de Ernesto Ferrer, habían sidoconstruidos en 1918 en un moder-no edificio de la Plaza de EmilioCastelar, con toda la gama de pro-ductos imaginables, desde lavabosa accesorios de todo tipo para elhogar. El interés por la moda, ade-más, relanzó las tiendas de corte yconfección (como Oltra o Gambo-rino), que solían organizar inter-mitentemente desfiles de moda pa-ra un público que se enteraba delas novedades leyendo la publici-dad y mirando las fotografías de lamoda femenina en La Semana

Gráfica. La oferta se vio pronto re-forzada por la publicidad. De he-cho, el neón, el reclamo vistosopor excelencia, quedaría asociadodefinitivamente a la estética urba-na que se estaba construyendo, co-mo uno de los signos más defini-torios de su modernidad.

Por otra parte, mientras las cla-ses pudientes disfrutaban en re-putadas estaciones termales, co-mo las de Cestona, Caldes deMontbuí o Fortuna, las clases me-dias habían de conformarse conlos modestos balnearios locales o,sencillamente, con las playas de laciudad. En realidad, durante el ve-rano en el Balneario de las Arenasy en los populares barracones le-vantados junto a los merenderosde la playa del Cabanyal, cual-quiera podía disfrutar con plena li-bertad del sol y del baño. Lo mis-mo que en El Saler. Entre otras ra-zones porque las estrictas reglasde separación por sexos en zonasde baño dejaron de tener sentido,como sucedió con tantas otras rea-lidades, con la progresiva liberali-zación de las costumbres queacompañó a la República.

4/5 En domingo 17 de abril de 2005

La vidacotidianaLa evolución experimentada por Valencia a raíz de la proclamación de la República fue espectacular en todo lo relacionado a las mentalidades, la vida cotidiana o la cultura urbana. En ese sentido, si durante los años veinte había mostrado una vitalidadencomiable, la década de los treinta, con la democracia republicana y el procesoreformista abierto, acabó por imprimirle un tono cosmopolita y moderno.

Arriba, una imagen de una calle deValencia que muestra su carácterrural. Sobre estas líneas,una fotografía de la plaza EmilioCastelar en los años treinta.

Los cambios más significativos los propició eldesarrollo de unconcepto nuevo deespacio urbano.Valencia dejó de ser un granmercado ruralpara dar paso a una nueva clasemedia urbana.

VALENCIA, CAPITAL REPUBLICANA

Datos de la especie

Dónde verlo

Gran vía Fernando el Católico, Jardín Botánico,Dehesa del Saler.

CONCEJALÍA DE MEDIO AMBIENTE

Nombre común Enebro marino

Nombre científico J. Oxycedrus

L. subsp. macrocarpa

Hábitat España

Planta Arbusto 10 mts

Hoja Perenne

Floración Primavera

Fruto Arcéstidas

Edad 200 años

N.º ejemplares 370

Manuel Molines ■ VALENCIA

FOTOS: M. MOLINES

RECORRIENDO por la du-nas de la Dehesa delSaler, agazapado enla arena o escondido

entre la otras plantas, podemosencontrar un arbusto que nos re-sultara familiar de haberlo vistopor la montaña, es el Enebro, Ju-

niperus oxycedrus, aunque estejunípero que vemos entre las du-nas es el Juniperus oxycedrus

subespecie macrocarpa. El Ene-bro marino, el habitad de este ar-busto, se localiza en la mitad oc-cidental del Mediterráneo, aun-que lo podemos ver también en

las islas Canarias y Madeira, enlas islas baleares se encuentranejemplares de gran porte debidoa su edad.

De crecimiento lento pude al-canzar una envergadura dehastalos 10 metros alcanzando el as-pecto de un buen árbol y vivir lar-gamente los 200 años.

Su copa es flamígera, irregu-lar y de follaje denso, verdeglauco en su conjunto, su tron-co suele ser derecho, potente ymuy ramoso, algunas de ellascolgante y redondeadas. Las ra-millas son tiernas, ligeramenteanguloso- trigonas, la corteza sedesprende con facilidad dejan-do al descubierto su piel de to-nos rojizos, su madera blanca ,utilizada en ebanistería, el sis-tema radical es pivotante conramificaciones superficiales.

Las hojas son glaucas, enterasy aciculares con la extremidadafilada, sésiles y verticiladas engrupos de tres de 4 a 25 milíme-tros de longitud, de 1,7 milime-tros, de ancho, su aspecto e muycaracterístico pues tienen dosbandas blancas separadas por unlinea verde. La floración de losEnebro puede iniciarse duranteel invierno aunque lo normal esen primavera, es una especiedioica , flores en plantas separa-das , las masculinas globosas casi

sésiles con estambres empiza-rrados con 3 o 7 sacos polinicos,las femeninas se diferencian deJ. communis, por su pequeño ta-maño, subglobosas , carnosas ysoldadas en la base , lobulos erec-tos en forma de botella, los fru-tos , en galvulos solitarios de oloramarillento pasando al parduzcoal madurar. Aparecen en la parteterminal de las ramas terciariasde 6 a 12 milímetros, con las es-camas soldadas, indehiscente ylustrosas, maduran en otoño del2º año, conteniendo tres semillasovales.

De este arbusto lo mas apro-vechable es su capacidad de fi-jación de dunas,de sus frutospara aromatizantes y de su blan-ca madera se pueden extraeraceites medicinales. Si contar sugran interes Botanico como es-pecie singular necesitada deproteccion.

El nuevo proyectolife-duna, dotadocon un millón deeuros, permitiríaproteger y expandirel enebro en laDehesa del Saler.

El enebro sedistribuye desde lacota cero, 1.ª líneade mar, hasta los 1.500 metros

Enebro,montaraz y playero

En las imágenes, diversasmodalidades de enebro marino.

Carmen Amoraga ■ VALENCIA

FOTOS: MANUEL MOLINES

—Usted ha dicho que lo que los es-critores escriben apenas les perte-nece. Si esto es cierto, ¿por qué es-cribe, Alfons Cervera?—Escribo porque me gusta, por-que me apasiona sentarme delan-te del ordenador y empezar a in-ventar historias, porque no sé sihay algo más hermoso que mirar loque te rodea, lo que te encuentraspor la calle, en un café o en el su-permercado y convertir todo esoen una historia que incluso puedeservirte para explicarte el mundo.Y aún más: escribir novelas es algoque no se acaba nunca, que encie-rra una especie de duración en quese mezclan personajes, tiempo,puntos de vista que no sólo enri-quecen la novela sino a ti mismo.No sé si también a quien las lee,pero sí a ti mismo. Por eso, a lo me-jor, digo lo que tú dices que digo:que una vez escritas las historiasdejan de pertenecerte, porque apartir de que la novela está en lacalle ya es de otros, de quien seacerque a ella y la haga suya des-de su lectura.—Y,entonces ¿qué le queda,de todoesto, de tanto esfuerzo?—Algo que es difícil de contar. Nosé, uno tiene la sensación de quelo que se queda después de escri-bir una novela es el vacío, una es-pecie de nube que te impide ver,sentir, seguir en una relación nor-mal con lo que te rodea. Cuando lepongo la palabra fin a una historiaesa como si después sólo hubieraun túnel, un túnel oscuro como esepasadizo negro que en Gestalgarimaginábamos, junto al río, llenode esqueletos encadenados. Des-pués de acabar una novela hay eso,la sospecha de que ahí está todo,de que ya no hay nada más que con-tar, de que será difícil encontrarotros personajes capaces de sedu-cirte, de obligar a sentarte delantedel ordenador y continuar inven-tando historias.—¿Qué le llena más: la crítica de unlector, o poder dar voz a todos aque-llos que no la tuvieron entonces?—Las dos cosas me satisfacen mu-chísimo. Me gusta que me digan simis novelas les han gustado o no,uno aprende mucho de eso, mu-cho. Y claro que me llena de orgu-llo pensar que a través de mis per-sonajes hay quien habla sin miedo,sin ataduras con el pasado infame,que cuenta su historia para que nos

sirvan de algo, no sé muy bien paraqué, pero seguro que para algo.— Esta es su novela número cator-ce. ¿Qué ha cambiado de Alfons Cer-vera como escritor y como persona? — No lo sé. Me gusta pensar quecomo escritor algo he aprendidodespués de tantos libros, que lailusión de los primeros libros seha convertido en más sabiduría,en una manera de enfrentar el ofi-cio de escribir con una madurezque en los primeros años no tení-as. Ojalá fuera así, ya me gustaría.

Y como persona, pues creo quesiempre estuve del lado en queahora estoy, que no me bajo fácil-mente de ese sitio, que no me gus-ta el mundo en el que vivo y queseguiré haciendo lo imposiblepara cambiarlo. Con novelas o sinnovelas, pero esta mierda de mun-do no encontrará en mí un aliadofácil. —«Aquel invierno»forma parte de suciclo novelístico sobre la memoria,del que ya forman parte «El color delcrepúsculo», «Máquis» y «La noche

«Con novela o sin novela, estamierda de mundono encontrará en

mí un aliado fácil»

Alfons CerveraENTREVISTA

6/7 En domingo 17 de abril de 2005

Alfons Cerveraregresa a la literaturacon «Aquel invierno»,una historia sobre el dolor y sobre el silencio que se incluye dentro de su ciclonovelístico sobre la memoria. Y es que, según AlfonsCervera, recuperar lamemoria es hoy másnecesario que nunca,porque, dice, sólo lamemoria nos enseñaa saber más delpresente que vivimos.

inmóvil» ¿Cómo una trilogía pasa aformar un ciclo?—Nunca pensé que iba a escribiruna trilogía. Sólo quería escribiruna novela que hablara de mi in-fancia y de ahí salió El color del

crepúsculo. Pero enseguida me dicuenta de que esa novela pedíaotras dos, al menos otras dos. Laspreguntas que se hacía aquella in-fancia no encontraban respuestaen los adultos porque los adultosestaban cagados de miedo, aquelmiedo que la dictadura franquistaincrustó con saña en la concienciade la gente que había perdido laguerra. De ahí vinieron Maquis yLa noche inmóvil. Entonces supeque la trilogía habría de convertir-se en ciclo más tarde o más tem-prano. La memoria es inagotable,sobre todo cuando esa memoriaha sido machacada, hecha peda-zos porque la derrota no tiene nin-gún derecho y mucho menos el delrecuerdo.—¿Eso es lo que nos cuenta en«Aquel invierno»?— Son muchas historias que ad-quieren pleno sentido cuando selas junta. Un pueblo pequeño, LosYesares, el mismo que aparece enlas novelas anteriores. Unos per-sonajes que relatan sus vidas a unachica francesa, hija de emigrantes,que ha llegado al pueblo para es-cribir su tesis universitaria sobrecómo la gente, desde la más mayora la más joven, vivieron los años dela posguerra, unos desde su propiaexperiencia y otros según se loshabían contado. Creo que es la no-vela en que el dolor se muestramás descarnado, y no se trata sólodel dolor físico sino de muchosotros: la ausencia, la obligada rup-tura con la gente que quieres, el si-lencio, las noches en vela porquela puerta se abría todas las ma-drugadas a la amenaza de los guar-dias, esa radio clandestina, llenade interferencias, que era la únicafuente que a uno le servía para ven-cer las mentiras del franquismo.Pero no sé, creo que hay, en algu-

nas ocasiones, un breve respira-dero fundado en el humor, no mu-chas veces pero a ratos creo queuna leve sonrisa, al menos, sí quese te queda en la cara...—Hay quien ya opina que ésta es suobra más redonda…—He escuchado algunas opinio-nes que lo aseguran. Ojalá fueraasí. A mí me costó mucho encon-trar el registro, todos los registrosque las distintas voces de la nove-la exigían, mezclar el lenguaje co-loquial con el otro, con ése que elescritor ha de mostrar para ser es-critor y no un artista del encanta-miento y la impostura. Si es así, se-ría como comprobar lo que te de-cía antes, que uno intenta apren-der en cada libro, escuchar, leer aquien sabe más y poco a poco, li-bro a libro, ir asentando una ma-nera propia de escribir. Ojalá estanovela fuera la mejor. Creo que laapuesta era difícil y sería un gozohaber conseguido escribir unabuena historia.—Si hay una constante en su litera-tura es, precisamente, la recupera-ción de la memoria. ¿Por qué creeque somos tan desmemoriados?—No es que seamos desmemoria-dos. Es que la memoria va y vieney en este país nos la robaron en mi-tad de ese camino. En la dictadu-ra no se podía contar la memoriade quienes defendieron la Repú-blica y perdieron la guerra. Luego,cuando se murió la bestia, la tran-sición tampoco cultivó demasia-do, sino todo lo contrario, la posi-bilidad de encontrarnos con un pa-sado que era el nuestro, el de la dig-nidad, el que protagonizaron quie-nes durante tantos años habíansido considerados los malvados dela película. —Últimamente,se ha producido unagran proliferación de títulos que am-bientados en la guerra y en la pos-guerra. En su opinión, ¿no cree queconvertir esta época en una especiede moda literaria puede no benefi-ciar a quienes la sufrieron?—Convertir algo, lo que sea, en

una moda es la mejor manera deborrarlo del mapa. Hoy es unamoda y mañana nadie se acuerdade eso. Pero a pesar de esa posibi-lidad, está muy bien que ahora ha-yamos superado aquellos años desilencio. Hoy todo el mundo quie-re saber, nadie se conforma conlos silencios. Los nietos preguntana sus padres por qué nunca le con-taron qué pasó con ese abuelo oesa abuela de la que nunca supie-ron nada, por qué ahora no hacenmás que sacar muertos de las fo-sas comunes. Ahora saben queesas fosas no están sólo en Chile oArgentina sino que en este país,como dicen en alguna parte, haymás muertos en las cunetas que enlos cementerios. Es lo que tene-mos que agradecer a la dictadura,a la crueldad del levantamientofascista contra la República en1936. Eso le tenemos que agrade-cer, la muerte, el desarraigo, losexilios, el miedo. Y aún hay quienaplaude aquella época, aún haygente que la aplaude...—Sí,pero,en cualquier caso,¿a quése debe esta tendencia?—Pues yo creo que a eso que tecuento. La gente quiere saber, estademocracia no es que sea la lechede democracia pero permite al me-nos que se abran boquetes en al-gunas zonas que hasta hace pocose mantenían oscuras. Ya no esta-mos hablando de la batallita delabuelo sino de algo que tiene quever con la cultura, con el debatehistórico, con el poner encima dela mesa las ideas y discutir sobreellas...—Entre los autores de este tipo delibros, hay una gran mayoría quesostiene que hay que zanjar el temade las «dos Españas»…—Eso es el cuento chino que nosquieren endilgar desde el discursodel consenso. Escribir lo que yo es-cribo, dicen algunos, es reabrir lasheridas de la guerra, incordiar lareconciliación entre los unos y losotros. Pues no, para nada. Yo nopretendo reabrir nada, entre otrascosas porque aquellas heridasnunca se cerraron. Los que gana-ron la guerra piensan que ellos sonlos buenos y los otros los malos.No se bajan del burro: Franco si-gue siendo su héroe y nosotrosunos desalmados que quemába-mos iglesias. Ellos montaron laguerra, urdieron una represión queno dejó títere con cabeza... Y aho-ra yo no puedo escribir novelasque cuenten la otra versión, que in-tenten acercarnos a otra realidad.Seguirá habiendo dos Españasmientras los vencedores de la gue-rra sigan enganchados enfermiza-mente a las reglas terribles de ladictadura. Pero que no me echena mí la culpa. Ni a mis novelas...—Hace dos años, cuando publicó«La sombra del cielo», ya le hiceesta pregunta. Ahora, visto lo visto,se la repito: ¿sigue siendo necesa-rio reivindicar la recuperación de lamemoria?—Tanto como entonces, segura-mente más. La memoria nos ense-ña a saber más del presente, amontar mejor las estrategias de fu-turo. No me interesa esa memoriaparalizante que es más nostalgiaque otra cosa. Hablo siempre de lamemoria que es dinámica, que nosempuja adelante, que nos enseñalas claves para no seguir cayendo

en los engaños del lenguaje: dejé-monos de las grandes palabras,que si reconciliación, que si per-dón, que si gaitas. Hablemos dejusticia, de sentirnos libres paraexpresar lo que pensamos, de serfelices sin que nadie tenga que pe-dirnos cuentas por ello...—¿No cree que también tendríamosque recordar aspectos más cerca-nos? Por ejemplo, que la gente sigavotando al PP valenciano despuésde la que está cayendo...—Claro que sí. Pero yo eso lo hagocon mis artículos en este periódi-co, por ejemplo. Cada género tie-ne sus circunstancias, exige unashabilidades. Y yo, para las histo-rias vividas en las propias narices,echo mano de las columnas perio-dísticas. Y si no que se lo pregun-ten a Zaplana o a Rita Barberá, quese lo pregunten...—Escritor, poeta, articulista, defen-sor del medio ambiente, recupera-dor de la memoria, miembro desta-cado en algún tiempo de la Unió dePeriodistes… ¿hay algún frente enel que no milite?—Es que me siento a gusto en todoeso. Otros prefieren la paraferna-lia social, la presencia pública enotros ambientes más encopetados.Al cabo, uno elige sus compañerosde viaje. Y ahí, en esas militanciasencuentro siempre la más estima-ble de las compañías.—Y este compromiso personal,¿has-ta qué punto afecta su literatura?—Si en algo la afecta, espero quesea para bien. Yo sería incapaz deescribir algo que no tuviera que vercon el punto de vista ético que ten-go de lo que pasa o no pasa aquícerca o en el lugar más alejado delplaneta. Y no creo que eso sea ne-cesariamente malo, ni para la lite-ratura ni para nada.—¿Cree en la literatura de compro-miso? Lo digo porque hay otros es-critores que consideran un aciertoque la ideología de un autor no senote en su obra…—Otro cuento chino. Lo que hayque hacer es escribir buenas no-velas. Pero hay gente que se pasala vida inventando tonterías, in-cluso dedican grandes tochazos areflexionar sobre esas tonterías.En fin...—Usted se codea con algunos de losmejores escritores de la literaturaactual, pero sigue afincado en Va-lencia, y sigue ambientando sus no-velas en Los Serranos y en la Comu-nidad Valenciana. Es usted la prue-ba de que se puede escribir y vivirfuera de Madrid y Barcelona…—Es que yo nací ahí y nunca fuide otro sitio. Las ciudades me des-bordan, me acojonan un poco. EnGestalgar está mi gente, los sitiosque más quiero, los que me vieroncrecer en aquella infancia miedo-sa de los años cincuenta. No meveo viviendo en Madrid, en Bar-celona. Viajo a esas ciudades paraver a esos amigos que dices y amuchos otros, para disfrutar deese rito sagrado de la amistad, lomismo que cuando ellos vienen aValencia. Pero nunca se me ha pa-sado por la cabeza largarme de mipueblo. Y no es por miedo a dar elsalto, como suele decirse en tér-minos artísticos, qué va, a estasalturas sólo me da miedo viajar enavión, sólo eso. De verdad quesólo eso. Bueno, eso y a ratos lostelediarios.

“No sé si hayalgo máshermoso que

mirar lo que terodea, lo que teencuentras por lacalle, en un café oen el supermercadoy convertir todo esoen una historia queincluso puedeservirte paraexplicarte elmundo.

“Convertiralgo en unamoda es la

mejor manera deborrarlo del mapa.

“La gentequiere saber,y esta

democracia no esque sea la leche,pero permite almenos que seabran boquetes enalgunas zonas quehasta hace poco semantenían oscuras.

“Zanjar eltema de las«dos

Españas» es uncuento chino quenos quierenendilgar desde eldiscurso delconsenso.

“Yo nopretendoreabrir nada

entre otras cosasporque esasheridas nunca secerraron.

“La memorianos enseña asaber más

del presente, amontar mejor lasestrategias defuturo. No meinteresa esamemoriaparalizante que esmás nostalgia queotra cosa.

Última En domingo 17 de abril de 2005

M E gustaría pedirle queantes de comenzar aleer este texto deje

sus prejuicios de lado. Los lati-nos solemos enamorarnos de al-gunas palabras y demonizarotras sin detenernos demasiadoa saber de qué hablamos cuandolas utilizamos. Aun a riesgo de ser acusado(una vez más) de individualista,sigo sosteniendo que al objetivodel bien común le vendría muybien que cada uno se ocupara desu propio desarrollo, aunque nosea más que para poder ayudarmás apropiada, más justa y máseficazmente al prójimo.Si intentáramos definir el egoís-mo en sentido estricto debería-mos hacerlo como el amor liso yllano por uno mismo. Pasadoeste primer escollo y ya diferen-ciada la palabra de sus parienteslejanos, la egolatría y el egocen-trismo, deberíamos admitir porel uso cotidiano que existen dostipos de egoísmo. Un egoísmobueno, saludable y constructivoque nos ayuda a cuidarnos, aocuparnos de nosotros, a crecery a aprovechar lo que la vida nosacerca sin dañar a otros; y unegoísmo malsano, mezquino,

cruel y dañino. Diferenciarlosno es difícil, el segundo es el quesienten las personas mezquinas,crueles y dañinas.Estoy diciendo que lo malo delegoísmo no es, pese a su malaprensa y al uso cotidiano que ledamos a la palabra, el sentimien-to autorreferencial en sí, sino entodo caso la desagradable per-sona a la cual le referimos el ca-lificativo.Sostenemos sin fundamento queel egoísta no puede pensar ennadie que no sea él mismo, por-que se quiere tanto que no pue-de querer a nadie más (?) comosi existiera un espacio limitadopara el amor, como si fuera quesi me lleno de amor por mí, nome queda lugar para amar aotro. Esta idea no sólo es absurda,sino que además es absoluta-mente maliciosa. No hay ningu-na limitación cualitativa en micapacidad afectiva, no tengo lí-mites para el amor y nadie lostiene. Estoy asegurando que us-ted tiene la capacidad para que-rerse infinitamente y querer mu-chísimo a los demás. Y algo más,desde el punto de vista de la psi-cología actual, es imposible queusted pueda amar genuinamentea alguien si antes no es capaz dequererse a usted mismo. Las dos religiones madres denuestra cultura, la judía y la cris-tiana, lo enseñan con claridaden la máxima fundamental:«amarás a tu prójimo como a ti

mismo», nos enseñan. Pero ja-más dicen amarás más que a timismo; y eso es porque la sabi-duría popular intuye y conoceque el amor al prójimo empiezacon la posibilidad de verme pro-

yectado en otros. Nuestros an-cestros tenían absoluta concien-cia de aquello que la psicologíademostraría 2.000 años más tar-de: que el amor por los otros segenera y se nutre desde el amora uno mismo. Hay un viejo cuento tradicionalque trata de una muchacha lla-mada Ernestina. La niña vive en una granja, lejosde la ciudad. Un día, su padre le pide que lle-ve un barril lleno de maíz hastael granero de una vecina. Ernes-

tina llena de granos un barril demadera, le clava una tapa y se loata colgando de los hombroscomo si fuese una mochila. Una vez afirmadas las correas,Ernestina parte hacia la granjavecina.En el camino se cruza con unamigo de su padre que al ver unahilera de granos cayendo del to-nel se da cuenta de que hay unagujero en el barril y desde lejosle grita:—¡Ernestina, estás perdiendo

el maíz!

Ernestina se da vuelta y desandacon sus ojos el camino recorridoy como no ve granos en la sen-da, porque los pájaros han esta-do levantando cada grano demaíz con el pico antes de que to-caran el piso, cree que es unabroma y sigue su camino. Más adelante, otros granjerostambién le gritan: —¡Niña, niña! ¡Que estás per-

diendo el maíz!...

Ernestina se da vuelta una vezmás y ve los pájaros que revolo-tean sobre el camino, pero ni ungrano de maíz en el sendero. Lajoven se encoge de hombros ysigue su camino.Cuando Ernestina llega a su des-tino y abre el barril ve, sin sor-presa, que el barril sigue llenode granos de maíz hasta el mis-mo borde... Se puede pensar que es sólo unaparábola para estimular a losávaros a dar, se puede creer queel cuento es sólo una alegoría,acerca de la recompensa de losingenuos. Y sin embargo, es mu-cho más que eso. Cada uno de nosotros es Ernes-tina. Y este maíz es lo que cadauno puede amar, lo que cadauno tiene para dar de sí a otros. No nos vamos a quedar sin maízpara nosotros si le damos a lospájaros, ni al revés. No nos quedamos sin capacidadde amar a otros si nos amamos anosotros mismos.En términos de amor, todos te-nemos para dar inagotablemen-te. Nuestro barril está siemprelleno, porque así funciona nues-tro corazón, así funcionanuestro espíritu, así funciona la esencia en cada uno de nosotros.

Egoísmo«bueno y malo»

ILUSTRACIÓN: ELISA MARTÍNEZ

E N los años 40 y 50, las numerosasfamilias pobres del país vivían, al-quiladas o realquiladas, en pisos de

30 ó 40 metros cuadrados, o poco más, ydesde luego sin ascensor, pero con varioshijos. Tristísimo remake de la secuenciadel camarote de los hermanos Marx.

Incluso, y se ha olvidado, a la manera tro-glodítica. Recuerdo perfectamente habervisto entonces las cuevas de Benimámet oGodella (hubo muchas más, en toda Espa-ña). Familias enteras habitaban en estossubsuelos, que la propaganda del momen-to calificaba de viviendas típicas.

Y luego vinieron las casas baratas, en laépoca del Ministerio de la Vivienda del mi-nistro José Luis Arrese. Viviendas dig-

nas, construidas en los barrios más depri-midos de las ciudades o en las afueras delos pueblos.Aquello no tenía ninguna gracia. Matrimo-nios con tres o cuatro hijos malvivían en30 ó 40 metros cuadrados (pongamos 50:casi da lo mismo). Una cocinita, el deno-minado polivan para ducharse, la claustro-fóbica habitación de matrimonio, un co-

medor enano y una habitacióncompartida y promiscua.Si ya de por sí la coexistencia pa-cífica de los seres humanos esmuy difícil y más concretamenteimposible, el amontonamiento dela grey familiar en esos espacioscarcelarios no contribuía a una ar-mónica relación. Ya demostró el sociobiólogo Labo-

rit, experimentando con ratones,que su agresividad aumenta hastalímites peligrosos cuando se les so-mete al hacinamiento en su hábi-tat, digamos una jaula muy peque-ña, o sea, el equivalente a un pisode 25 ó 30 metros cuadrados. No es ninguna abusiva extrapola-ción, a no ser que todavía hayaquien crea que hay sustanciales diferen-cias de comportamiento y reacciones en-tre mamíferos como el ratón y el hombre.Ahora, la ministra socialista y arresiana

de la vivienda, ha propuesto la versiónprogre de las casas baratas de antaño.Aquel drama de la España de la larga pos-guerra se intenta vender ahora como unaavanzada solución habitacional. Pero esun parche. Y un reconocimiento implícitoe involuntario del fracaso de las políticassociales en este ámbito.Los ciudadanos que ya viven en estas rato-neras lo hacen porque no tienen más re-medio. Personas que están solas, sin pa-dre, ni madre, ni perrito que les ladre. Niingresos para mudarse a un piso de 80 me-tros cuadrados, donde el w.c. no se mezclecon la nevera, el lavabo, el cubo de la ba-sura, el fregadero y el camastro.

El testimonio de un señor mayor que habi-ta en un piso de 30 metros cuadrados des-de mucho antes de esta ocurrencia guber-namental ha sido concluyente: «Vivo aquí

y solo porque no cabe nadie más.»

Este buen hombre, pues, si fuese joven,no podría llevarse a una chati a su solu-

ción habitacional, ni mucho menos for-mar una familia en condiciones, porque,en ambos casos, no cabrían.Los expertos han dicho que estos pisitosestán inspirados en el déficit de viviendasde los antiguos países del socialismo real,es decir, que el socialismo y el comunis-mo eran tan reales que los ciudadanosmalvivían entre cuatro paredes, eso sí,con antiburgueses servicios comunes ta-les como el lavadero o los w.c. Otros afir-man que en los países nórdicos tambiénse pirran por ellos.

En cuanto al lavadero, es demuy vieja raigambre y urgenciapopular. Trasladándonos del so-cialismo real a, por ejemplo, Vi-llar del Arzobispo o Pedralba–años 40, 50 y parte de los 60–,toda la ropa de sus habitantes seenjabonaba y aclaraba pública-mente, en los lavaderos, queeran, además, centros sociales ylugar donde se cotilleaba. Re-cuerdo a mi abuela, con el pozaldebajo del brazo, lleno de ropasucia, camino del Jordán.En ayuda de la ministra han acu-dido los arquitectos iluminados yde progreso, y los periodistas delmismo ramo (ellos no aspiran avivir en tales madrigueras, y no

se lo reprocho). Resulta que, a su parecer,los dormitorios normales ocupan demasia-do espacio y son de derechas, pues es másque suficiente con un sofá-cama adosadoal w.c. En cuanto a compartir servicios co-munes (lavadero, un armario o el trastero)afirman que «de este modo se genera una

reflexión de progreso, un diálogo, entre el

piso y el exterior social». Chorradas asíme hacen perder la fe en la arquitectura. En la película El cochecito, de Marco Fe-

rreri, bajaban por la ventana de un pisode 40 metros cuadrados una gallina atadacon una cuerda para que pudiera picotearen un comunitario y minúsculo pato inte-rior o corrala. Pero esto sucedía en 1960.Si ahora lo que se ofrece como solución alproblema de la vivienda son 25 ó 30 me-tros cuadrados, da la impresión de que lomejor está por llegar. Esperaremos.

SALVE Y USTED LO PASE BIEN

El camarote de los Marx

AntonioVergara

DÉJAME QUE TE CUENTE

JorgeBucay

ILUSTRACIÓN: ELISA MARTÍNEZ