En el camino de la libertad

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En el camino de la libertad Asamblea General de la Compañía de las Obras

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A nosotros como CDO nos interesa que cada persona sea protagonista de su vida, de su trabajo, de sus relaciones y de sus amistades, nos interesa que descubra su singularidad para contribuir al bien de la empresa en la que trabaja y del territorio en el que vive. No es cuestión de discursos sino de personas, no se trata de proyectos, sino de sujetos.

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Asamblea Generalde la Compañía de las Obras

Domingo 20 de noviembre de 2011

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Agradecimientos:BFS Partner, Fundación Meeting para la amistad entre los pueblos, Ge.Fi., Team Service, Utilità.

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Índice

IntroducciónBernhard ScholzPresidente de la Compañía de las Obras 5

PonenciasJulián CarrónPresidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación 16

Paolo ZanellaEmpresario 26

Graziella AvanzinoResponsable del Centro de Solidaridad de Liguria 30

Gianni ZandonaiEmpresario 35

Marco NotariTrabajador de Cooperativa Social 38

Liborio EvolaPresidente A.S.P.U. 41

Paolo CevoliCómico 45

ConclusionesBernhard ScholzPresidente de la Compañía de las Obras 50

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Introducción

Bernhard ScholzPresidente de la Compañía de las Obras

El momento histórico que estamos viviendo plantea importantes preguntas que no sólo se refieren a la política y a la economía de nuestros países, sino también a la cultura, porque son preguntas principalmente de naturaleza cultural.

Desde que se originó la crisis económica, la CDO ha venido emitiendo un juicio claro y firme sobre las causas culturales y las consecuencias polí-ticas y económicas de las dificultades que estamos atravesando.Sintetizaré la cuestión económica en cuatro puntos:

1. Las nuevas economíasAl principio del nuevo milenio se pensaba que el crecimiento económico de los países emergentes, que penetraban en los mercados internacionales y se presentaban como nuevos competidores, era la causa de los proble-mas que conlleva la globalización. Desde posiciones más o menos abier-tas, los viejos países industrializados comenzaron poco a poco a tener en cuenta a los nuevos competidores o socios, según el caso. Hoy sabemos que solamente una colaboración regulada por reglas precisas, puede abrir el mercado internacional a estos países y representar una oportunidad de desarrollo para todos.

2. El enfoque liberalDesde 2007 al problema de la globalización se añaden contradicciones

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del mercado financiero. Esta crisis no es coyuntural o cíclica: es la conse-cuencia de un enfoque liberal que ha construido una serie de instrumentos financieros para obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible, muchas veces mediante la instrumentalización de la economía real. De esta forma, la economía ha dejado de ser un intercambio de bienes y servi-cios que utiliza el dinero y el beneficio como instrumentos, y el beneficio se ha convertido en la única finalidad. La maximización de la riqueza de los accionistas es un imperativo que ha mermado el valor social de las empresas y, con frecuencia, lo ha sustituido.

3. La deuda públicaEn las últimas décadas del siglo pasado, la deuda pública de muchos Es-tados -y en parte también la deuda privada- creció hasta alcanzar niveles insostenibles. Este endeudamiento se produjo por intentar obtener acuer-dos a corto plazo. El interlocutor de la política ya no era un pueblo capaz de afrontar sacrificios, incluso considerables, sino una masa de individuos (con frecuencia lobbies) a los que contentar para obtener sus votos; por eso no se han abordado los cambios necesarios. Países enteros han deja-do en herencia a las generaciones futuras un lastre desproporcionado, sin preocuparse por las consecuencias. De hecho, han superado todos los lími-tes razonables para seguir el ritmo impuesto por los mercados financieros.

4. Una cuestión antropológicaExiste un problema antropológico de base que se manifiesta en querer todo en el momento, sin preocuparse por el bien de los demás, lo cual fomenta un individualismo cada vez más desmedido, que niega de forma irracional la interdependencia entre los hombres y se muestra irresponsable hacia las generaciones futuras. La cuestión antropológica no es en principio un problema moral, sino un problema de la razón, porque niega la evidencia de que las relaciones son un elemento esencial de la vida humana, y es

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innegable que la búsqueda de beneficios y del poder a toda costa, sofoca el deseo de verdad y de justicia innato en cada uno de nosotros.

Los problemas políticos y económicos a los que hoy hemos de hacer frente nacen al traicionar el deseo humano y sus necesidades originales. Esta traición hunde sus raices en una concepción de lo humano que se pro-pone aparentemente como salvadora y resolutiva pero que se revela cada vez más insuficiente y frágil, y también, por desgracia, muy perjudicial. Por eso, actualmente, nos encontramos ante un dilema: ser esclavos de acontecimientos cada vez más imprevisibles e inciertos, intentando parti-cipar en los diferentes planes de supremacía de viejas y nuevas hegemo-nías políticas y económicas, o ser protagonistas de un cambio, viviendo y promoviendo iniciativas que expresen una experiencia humana distinta, auténtica y que abran el camino a nuevas relaciones sociales.

A nosotros como CDO nos interesa que cada persona sea protagonista de su vida, de su trabajo, de sus relaciones y de sus amistades, nos interesa que descubra su singularidad para contribuir al bien de la empresa en la que trabaja y del territorio en el que vive. No es cuestión de discursos sino de personas, no se trata de proyectos, sino de sujetos.

De hecho, existen muchos proyectos políticos, económicos y culturales a todos los niveles -municipales, nacionales e internacionales- paralizados o inviables porque faltan los sujetos que los realicen, es decir, personas que digan “yo” y “mio” libremente, sin intereses ocultos, con gratuidad y con plena transparencia. Me interesan mucho estos dos conceptos: gratuidad y transparencia (confianza).

Me gustaria mencionar un posible riesgo: el de dejarse definir por la propia acción, casi identificando nuestra persona con nuestros logros.

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De esta forma, el trabajo deja de ser expresión de las propias aptitudes y de una experiencia de libertad personal y se convierte en la afirmación de uno mismo incluso cuando se trate de la búsqueda justa de una eficacia mayor. La relación con los demás se vuelve formal e instrumental y, tarde o temprano, aparece como una búsqueda, casi obsesiva, de poder, de osten-tación y de consenso. La consecuencia es dramática para la persona, que se hace esclava de sus éxitos y fracasos, de su imagen y del reconocimiento de los demás, y también para sus iniciativas y empresas, porque pueden entrar en una dinámica de autoritarismo que tiende a homologar a los que trabajan en ellas e incluso instrumentalizar un ideal verdadero. En lugar de promover individuos con personalidad, se generan sujetos pasivos, quizá impulsados por intenciones justas, pero con la cabeza y el corazón vacíos, porque por experiencia sabemos que la cerrazón genera más cerrazón y dependencia, mientras que de la apertura nace más apertura y libertad.

Por esta razón hemos puesto como lema de la asamblea de este año “En el camino de la libertad”.

Es el cambio de rumbo demandado por estos tiempos. Estoy convenci-do de que cada uno de nosotros ha venido aquí esta mañana porque quiere ser lo más fiel posible a su deseo de construir nuevas formas de vida, a par-tir de la realización y del conocimiento de sí mismo y del mundo teniendo en cuenta las exigencias propias y las necesidades de los demás.

Es evidente que una construcción de esta emvergadura implica asumir responsabilidades y requiere bases sólidas para sostener los ideales que plas-man el trabajo diario, como señalábamos en la asamblea del año pasado.

Es una responsabilidad que nos permite volver a empezar cada maña-na con audacia y prudencia, con coraje y realismo, incluso cuando todo parece perdido o cuando un fracaso momentáneo o el orgullo de un éxito podrían nublarnos la vista.

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Nuestra “amistad operativa” no es algo que se añade a la vida o a la economía. Afecta a la raíz de la accion del hombre, que no existe en estado puro, sin contextos ni relaciones, sino que por su naturaleza siempre actua y decide dentro de un entramado de relaciones. Por eso es fundamental aclarar y definir la cuestión de la libertad, porque nace y se pone a prueba en la relación con los hombres y los bienes.

Hablar de origen y de gratuidad significa hablar de libertad.

En una reflexión sobre la relación entre la concepción del hombre y la economía moderna, el profesor de filosofía de Perugia, Marco Moschini, observaba que la modernidad, “que era considerada como un soplo de aire fresco respecto a otras épocas y que parecía llevarnos hacia pensamientos más libres, nos ha encerrado, sin embargo, en una jaula más angosta: la de un “yo hipertrófico”, un yo que acabó por agotarse en un pensamiento ab-soluto -en el sentido de libre, sin ataduras- que ha terminado por destruir, además de la suya, la verdadera libertad...”.

¿De dónde puede nacer esta libertad? ¿Qué la puede alimentar? ¿Qué tipo de relación la favorece?

Las perspectivasEntonces, ¿cuáles son las perspectivas de nuestro trabajo y de nuestra compañía? Voy a delinear tres directrices sobre las que fijaremos nuestra atención el próximo año y que implican la libertad creativa de la que he-mos hablado.

1. Favorecer una nueva cultura de empresa, que crea y recrea continua-mente, teniendo en cuenta los desafíos del mercado y sus necesidades. El desarrollo de nuevos productos y servicios, una planificación financiera más adecuada y previsora, y la sostenibilidad medioambiental, son solamente algunos de los temas que interesan a todas las empresas,

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la continua adquisición y transmisión de conocimientos y la valoración de cada colaborador según sus capacidades. Son las personas las que cons-tituyen las empresas y los proyectos, y de ellas depende la capacidad de una empresa de cambiar, mejorar e innovar, especialmente en momentos difíciles.

Esto implica también realismo, es decir, la capacidad de cerrar algunas puertas y abrir otras nuevas, con creatividad y flexibilidad.

Por eso respaldaremos más los servicios de formación empresarial y de gestión. En cuanto a las empresas sin ánimo de lucro, hemos dado pasos decisivos en esta dirección, para favorecer el crecimiento de obras sociales fuertes y competentes, capaces de mantener el bienestar en la óptica de la subsidiariedad, más necesaria que nunca, para el futuro de nuestros países.

Desarrollaremos aún más los servicios necesarios para mejorar la rela-ción con los bancos y la gestión financiera de la empresa.

2. Incentivar y desarrollar colaboraciones entre empresas también en el ámbito internacional. Se pide a las empresas con y sin ánimo de lucro una apertura audaz a nue-vas formas de colaboración, integración y asociación. Cada vez resultará más difícil para una empresa individual, especialmente para las pequeñas, seguir adelante sola. Tendrá que colaborar con otras empresas sin renun-ciar a su autonomía. Esto se puede aplicar también a las obras sociales, a la escuela privada y a los profesionales liberales. No existen modelos para aplicar esquemáticamente: hay que poner en juego la propia creatividad superando esa “autorreferencia” que nos impide ir más allá de nosotros mismos e inventar incluso formas transversales de colaboración entre em-presas con y sin ánimo de lucro.

La finalidad de los servicios para la internacionalización es crear una red que favorezca acuerdos empresariales y asesore a las empresas a la hora de penetrar nuevos mercados. Después de la experiencia del Matching

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que se celebró en junio en Moscú, el próximo año organizaremos un nuevo evento Matching en Shanghai, para respaldar nuevas iniciativas de nues-tras empresas en China. Insisto en que la internacionalización permite el encuentro de nuestra cultura del trabajo y de nuestro modo de ser empren-dedores, con otras culturas.

Respecto al tema de la colaboración y de la asociación de empresas -de la que depende, en mi opinión, el futuro de las PYMES- las iniciativas lo-cales italianas promovidas con el nombre de “Expandere with Matching”, han jugado un papel importante al fomentar el contacto entre las empresas del territorio. Mañana por la mañana arranca la 7° edición del Matching en Milán que, este año, se presenta con su característica intersectorial tradi-cional y exitosa, pero también con una atención especial dirigida a algunos sectores para facilitar el intercambio de experiencias y la construcción de nuevas redes.

3. Ayudar a quien tiene mayores dificultades, a quien busca trabajo y apoyar la entrada de los jóvenes en el mundo laboral. Los que no tienen trabajo no deben sentirse solos aunque tengan que espe-rar mucho para encontrar trabajo. Continuarán las mesas de empleo en las CDO locales, a las que agradezco sus sacrificios e invito a asumir una res-ponsabilidad cada vez mayor en el territorio. Pido a las personas compro-metidas con las distintas causas caritativas, a los que trabajan en los centros de solidaridad y en empresas de servicios profesionales, que aunen sus es-fuerzos para ofrecer una ayuda lo más eficaz posible a quien busca trabajo.

En la web de la CDO podéis encontrar una nueva sección, “CDO por el empleo”, una herramienta útil para personas y empresas, cuya finalidad es favorecer el encuentro entre demandas y ofertas de empleo y presentar los contratos laborales más convenientes. Invito a todos, empresas, desem-pleados y jóvenes, a utilizarla.

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Como hemos recalcado durante las últimas Asambleas Generales, nuestras empresas deben acoger a los jóvenes para que se integren en la vida laboral mediante la formación y la participación en la empresa. Frente a un desempleo juvenil del 20%, es importante recabar todas las oportu-nidades posibles para ayudar a los jóvenes que buscan trabajo. El hecho de que numerosas empresas del sector manufacturero y muchos artesanos busquen colaboradores es un dato muy importante aunque no sea la solu-ción del problema. Esto significa que todos podemos contribuir de algún modo significativamente al empleo juvenil, haciendo más hincapié en el valor y la belleza del trabajo manual. Todo lo que nos rodea es un producto manufacturado o proviene de un producto manufacturado.

El diálogo con la políticaNuestras empresas y nuestras obras sociales, nuestra profesionalidad y nuestras iniciativas como asociación, contribuyen al crecimiento de la so-ciedad en la que vivimos: de esta manera queremos responder a la invi-tación que nos dirigió el Presidente Giorgio Napolitano en el Meeting de Rimini.

Insistimos en la importancia de la presencia de asociaciones y movi-mientos con una clara identidad cultural y abiertos a trabajar por el bien común. La CDO trabaja y seguirá trabajando y dialogando con otros or-ganismos sociales y políticos para conseguir una sociedad más orientada al bien común. Lo haremos, por ejemplo, durante el próximo Matching. En los últimos años estamos intensificando el diálogo con otros muchos sujetos sociales que desean trabajar juntos. Esto es una señal muy positiva para el redimensionamiento del corporativismo y para redescubrir el gusto de construir juntos.

La debilidad de la política y la ineficacia de las intervenciones de la administración pública dependen del hecho de que la sociedad está

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excesivamente atomizada y, por consiguiente, muy debilitada. Al mismo tiempo, el propio Estado se impone como solución y relativiza, o incluso obstaculiza, la iniciativa privada y de los cuerpos sociales intermedios. Precisamente ahora, cuando muchos miran la política con una esperanza casi mesiánica, hay que recordar que el Estado depende de unos funda-mentos que él no es capaz de crear y que se generan en la misma sociedad. Por eso al eslogan “Más sociedad, menos Estado” hemos añadido otro: “Más sociedad beneficia al Estado”.

Esperamos que este eslogan oriente también al nuevo gobierno que está en condiciones de impulsar el crecimiento de Italia.

Ante todo se trata de rescatar y valorar los recursos presentes: un tejido social suficientemente fuerte, aunque soporta demasiadas cargas; un sen-tido de la familia presente aunque frágil; una iniciativa empresarial, tanto en las empresas con ánimo de lucro como en las sin ánimo de lucro, con notables capacidades innovadoras y un particular interés por la excelencia empresarial.

Mirando al Gobierno Monti, nos parece decisiva la anunciada reforma del sistema fiscal, para reducir los impuestos para trabajadores, familias y empresas. El sistema fiscal expresa siempre la relación entre Estado y sociedad.

Nos parecen igualmente importantes las intenciones de reanudar las in-versiones públicas en infraestructuras, “desburocratizar” la administración pública, acelerar los pagos a las empresas, poner en funcionamiento los principios contenidos en el small business act y en el Estatuto de empresas.

Es una señal significativa y prometedora el hecho de que la forma-ción y la integración de los jóvenes en el mundo laboral constituyan una prioridad en el programa de gobierno. En este ámbito, será importante adoptar una nueva legislación que reforme los contratos de inserción y, en

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general, todos los contratos laborales. A estos contratos habrá que asociar un nuevo sistema de pensiones y seguridad social que soporte la nueva movilidad laboral.

También en nombre de las muchas asociaciones comprometidas en la vida social del país, pedimos una subsidiaridad auténtica que deje de uti-lizar la iniciativa privada y los cuerpos sociales intermedios como recurso provisional y reconozca que son esenciales para la sociedad. Queremos dejar atrás el intervencionismo del Estado y el asitencialismo con toda la burocracia y los costes que comportan.

Conviene subrayar que el futuro de Italia depende de la calidad de la enseñanza escolar, de la formación profesional y de sus universidades. No es el momento de entrar en el detalle de las reformas necesarias, además son cuestiones complicadas, pero haremos nuestras propuestas, como lo hicimos anteriormente, para que los jóvenes crezcan con la seguridad de poder utilizar sus aptitudes del mejor modo.

Modernizar nuestro país significa también dejar de vivir de las rentas y abandonar los privilegios de cualquier tipo, que han detenido el impulso de la reforma en aras del conservadurismo, desfavoreciendo a los jóvenes y a los sectores más débiles de la población.

La relación con la Unión Europea no es una cuestión secundaria. El valor de la Unión es tan decisivo para la paz y la prosperidad de todos los países miembros que es necesario afrontar las dificultades inevitables con espíritu constructivo y defender firmemente las posiciones culturales y políticas que dieron origen a los Tratados de Roma. La relación entre los países de la Unión no siempre es fácil, tanto es así que la Unión Europea está reflexionando sobre sí misma y sus relaciones interiores y exteriores. Sin embargo, precisamente por este esfuerzo, es peligrosa la superficiali-dad con la que se da crédito a teorias conspirativas sobre las intenciones de las instituciones europeas o incluso sobre otros países.

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Estamos preparados para dialogar con los exponentes del Gobierno Monti sobre los temas y las cuestiones en las que podamos contribuir. Formularemos las propuestas que consideremos útiles para el país entero. Lo único que nos interesa es que Italia vuelva a estar a la altura de su vo-cación histórica: realizar y promover una civilización basada en el valor y el ímpetu creativo de la persona. El Gobierno Monti es el resultado de la colaboración entre el Presidente de la República, la mayoría parlamentaria y la oposición. Esperamos que, a partir de ahora, se pueda desarrollar un clima de diálogo por el bien del país, suprimiendo definitivamente renci-llas y partidismos, causas de la crisis política.

Podría ser el momento ideal de volver a empezar con el espíritu de la Asamblea Constituyente, en la cual políticos de distintas proveniencias trabajaron juntos por el bien de Italia en una fase dramática de la historia, pero en continuo progreso, tal como muestra la exposición sobre los 150 años de la Unidad de Italia.

Con este espíritu, también se podría reformar el sistema electoral para restituir el derecho a los electores de elegir a los candidatos y restringir las oligarquías que -se quiera o no- caracterizan las agrupaciones políticas actuales.

Bernhard Scholz

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Ponencias

Julián CarrónPresidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación

Nos encontramos ante una situación difícil, contradictoria y en cierto sentido adversa. Resulta evidente que no podemos afrontarla si los proble-mas nos bloquean, si nos subyugan las dificultades. En cambio, si somos libres, podemos construir siempre y en cualquier situación. Entonces, sur-ge la pregunta: ¿de dónde nace la libertad, cómo se alimenta, cómo crece, cómo se afianza?

Cada cual se pone a prueba en los momentos de crisis. Pero, ¿qué so-mos cada uno de nosotros? Es siempre una tentación partir de nuestras capacidades, nuestros recursos o nuestras competencias. Sin embargo, estos elementos no dicen todo lo que es nuestro yo, y lo comprobamos de manera especial cuando vemos que resultan insuficientes a la hora de afrontar los retos que se nos plantean. Cada uno de nosotros coincide con su autoconciencia. El problema no es si estamos a la altura o no, sino si nuestro modo de plantear la vida se sostiene delante de los desa-fíos, pequeños y grandes, que nos toca afrontar. Y es en los momentos críticos cuando emergen con fuerza los grandes interrogantes de la vida.

Hannah Arendt nos explica el porqué: «Una crisis nos obliga a vol-ver a plantearnos preguntas y nos exige nuevas o viejas respuestas pero, en cualquier caso, juicios directos. Una crisis se convierte en un desas-tre sólo cuando respondemos a ella con juicios preestablecidos, es decir, con prejuicios.

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1 H. Arendt, Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, Península, Barcelona 1996, p. 186.

Tal actitud agudiza la crisis y, además, nos impide experimentar la rea-lidad y nos quita la ocasión de reflexionar lo que esa realidad brinda»1.

1. La libertad consiste en depender del MisterioLa crisis nos obliga a volver a mirar a la cara nuestras preguntas justamen-te porque ya no son suficientes las respuestas a las que estábamos acostum-brados, pues son exactamente ellas las que nos ha llevado a la situación de crisis. Más aún, agarrarnos a ellas, a prejuicios y esquemas del pasado, nos lleva sólo a empeorar la crisis, incluso puede llevarnos a la catástrofe.

Esto se hace patente ante lo que, justamente, advertís como la cuestión más urgente para poder construir: la libertad.

Durante muchos años, hemos concebido la libertad como una ausencia de vínculos en todos los ámbitos, desde lo personal a lo social. Pensába-mos poder salir adelante por nuestra cuenta, sin vínculos, más aún, creía-mos que la única forma de ser verdaderamente libres y autónomos era no depender de nada y ni de nadie. Pero la crisis ha puesto de manifiesto cuán frágil es esta concepción de libertad y hasta qué punto no es realista pensar que así podemos ser libres.

Lo hemos visto y lo comprobamos cuando nos vemos determinados por las circunstancias, por la fluctuación de los mercados o de las finanzas, cuando sentimos toda nuestra impotencia ante las distintas dificultades que llegan a sofocarnos. Entonces, en una situación como la actual, resulta claro que hablar de libertad de una manera reducida es incluso patético. Y esto nos obliga a reflexionar. Nos vemos obligados a profundizar en aquello que pensábamos ya saber: ¿de dónde nace la libertad que nos permite construir?

Para contestar adecuadamente a esta pregunta hace falta comprender qué es lo que hace libre al hombre. Porque es evidente que, si el yo es un punto contingente que aparece dentro de la realidad -concebida como el río ciego del mundo y de la historia-, entonces no tendrá libertad alguna.

Julián Carrón

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«Si el hombre naciera en su totalidad sólo de la biología del padre y de la ma-dre, como un instante breve en el que todo el flujo de innumerables reacciones precedentes produjeran este fruto efímero, si el hombre fuera sólo esto, sería ridícula, cómicamente ridícula, la palabra “libertad”, la expresión “derecho de la persona”, la misma palabra “persona”. Una libertad así, sin fundamento, es flatus vocis: puro sonido que el viento dispersa»2.

En muchas ocasiones perdemos la primera batalla por la libertad en el te-rreno de la autoconciencia del yo, es decir, cuando nos concebimos como una mera pieza del engranaje mecánico de las circunstancias. En tal caso, el yo no tiene otra posibilidad que secundar el flujo de esas circunstancias de las que no puede librarse. ¡No hay ninguna posibilidad de decir: «Yo» para quien se rinde ante una concepción de sí mismo de estas características!

Todo esto pone de manifiesto que la lucha por la libertad es, en primer lugar, una cuestión cultural, porque se refiere al modo de concebir el hombre, como nos alertaba proféticamente el beato Juan Pablo II, hace muchos años, cuando identifica la tragedia de nuestro tiempo en el «miedo de ser víctima de una opre-sión que lo prive de la libertad interior, [...] de una subyugación “pacífica” de los individuos, de los ambientes de vida, de sociedades enteras y de naciones, que por cualquier motivo pueden resultar incómodos a quienes disponen de medios suficientes y están dispuestos a servirse de ellos sin escrúpulos»3.

«Sólo en un caso este punto, que es el hombre individual y concreto, sería libre de todo el mundo; libre hasta el punto de que ni el mundo entero ni todo el universo podría constreñirlo; sólo en un caso esta imagen de hombre libre es explicable: si se supone que ese punto no está constituido sólo por la biología de su madre y de su padre, que posee algo que no deriva de la tradición biológica de sus antecedentes inmediatos, sino que está en relación directa con el infinito, en relación directa con el origen de todo el flujo del mundo, es decir, con Dios»4.

2 L. Giussani, El sentido religioso, Encuentro, 2008, p. 131. 3 Juan Pablo II, Dives in misericordia, 11.4 L. Giussani, El sentido religioso, Encuentro, 2008, p. 132

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Nos lo ha recordado Benedicto XVI en su discurso en el Reichstag de Berlín: «También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana»5.

«He aquí la paradoja: la libertad es depender de Dios. Es una paradoja, pero clarísima. El hombre -el hombre concreto, yo, tú- antes no existía, ahora existe, y mañana no existirá: por lo tanto, depende. O depende del flujo de sus antecedentes materiales, y es esclavo del poder; o depende de Aquello que está en el origen del flujo de las cosas, más allá de ellas, es decir, de Dios»6 .

Pero, ¿es realista afirmarlo? El mismo Benedicto XVI ha aceptado este reto, entrando de lleno en materia. En su respuesta a esta pregunta podemos identificar qué implicaciones tiene para la libertad la ausencia de Dios: «El hombre tiene necesidad de Dios, ¿acaso las cosas van bien sin Él? Cuando en una primera fase de la ausencia de Dios, su luz sigue mandando sus reflejos y mantiene unido el orden de la existencia humana, se tiene la impresión de que las cosas funcionan bastante bien incluso sin Dios. Pero cuanto más se aleja el mundo de Dios, tanto más resulta claro que el hombre, en el hybris del poder, en el vacío del corazón y en el ansia de satisfacción y de felicidad, “pierde” cada vez más la vida»7.

Algo parecido sucede cuando se apaga un radiador: el calor acumulado sigue caldeando la habitación durante un tiempo y nos da la ilusión de que podemos ahorrar algo en coste de energía. Pero pronto acecha el frío

5 Benedicto XVI, Visita al Parlamento Federal de Alemania, Berlín, 22 de septiembre 2011.6 L. Giussani, El sentido religioso, Encuentro, 2008, p. 132.7 Benedicto XVI, Celebración Ecuménica en la Iglesia del Convento de los Agustinos, Erfurt, 23 de septiembre de 2001.

Julián Carrón

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que nos hace salir del engaño. En cierto sentido, podemos decir lo mismo de la libertad: hemos pensado que romper el vínculo con Dios sería una liberación. Pero, muy pronto, todos nos hemos encontrado todavía más in-defensos, más solos y desprevenidos ante la violencia, la hybris, del poder.

Paradójicamente, la crisis puede convertirse en una ocasión para hallar un fundamento realmente sólido a la libertad que, de lo contrario, resulta ser un flatus vocis, una palabra vacía: «La libertad se identifica con de-pender de Dios de una manera humana, esto es, con una dependencia que se reconoce y se vive. Mientras que la esclavitud es negar o censurar esta relación. La conciencia vivida de esta relación se llama religiosidad. ¡La libertad consiste en la religiosidad! Por eso, la única rémora, la única fron-tera, el único límite a la dictadura del hombre sobre el hombre -ya se trate del hombre sobre la mujer, de padres con hijos, de gobierno y ciudadanos, de patrones y obreros, o de jefes de partido y estructuras a las que la gente está sometida- la única rémora, la única frontera, la única objeción a la esclavitud del poder, la única, es la religiosidad»8. Por ello el Papa puede afirmar de manera totalmente razonable: «Incluso nuestra propia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo, nos ha sido “dada”»9.

2. La libertad coincide con pertenecer a un puebloLo que es verdad a nivel ontológico y antropológico, lo es también a nivel histórico y social. En efecto, donde triunfa el individualismo, es decir, la au-sencia de vínculos, la persona se encuentra peligrosamente indefensa ante las pretensiones del poder de turno, ya sea económico, social o político. Aislar a los hombres los unos de los otros es uno de los sistemas más eficaces para domi-narnos. ¿Cuál es la mejor defensa para custodiar la libertad del hombre en sus circunstancias concretas de espacio y tiempo?

La que nos indica la naturaleza misma del hombre: un vínculo, una perte-nencia. Más precisamente -como hemos escrito en el documento de CL «La 8 L. Giussani, Encuentro, 2008, p. 132-133.9 Benedicto XVI, Caritas in veritate, 34.

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10 L. Giussani, S. Alberto, J. Prades, Crear huellas en la historia del mundo, Encuentro, 1999, p. 112.

crisis: un reto para cambiar»- la pertenencia a un pueblo que custodie esa rela-ción con el Misterio que hace libre cada persona. Don Giussani nos ofrece una descripción espectacular de este fenómeno: «La vida de un pueblo está deter-minada por un ideal común, por un valor por el que vale la pena existir, esfor-zarse, sufrir y, si es necesario, incluso morir: un ideal común por el que vale la pena todo. Es una dinámica que ya incluía san Agustín, cuando en su De Civitate Dei, observaba que “el pueblo es un conjunto de seres razonables asociado en la comunión concorde de las cosas que ama”, y añadía que para conocer la naturaleza de cada pueblo, hace falta, por lo tanto, mirar a las cosas que ama (“ut videatur qualis quisque populus sit, illa sunt intuenda quae dilligit”). Al contrario, hemos tratado de construir Europa sin reco-nocer aquello que todos nosotros amábamos y teníamos en común, pensando que solamente la economía podía sentar las bases, dar fundamento. En segundo lugar, la vida de un pueblo se define por la utilización de los instrumentos y mé-todos aptos para alcanzar el ideal que reconoce, al afrontar las necesidades y los retos que van apareciendo poco a poco en sus circunstancias históricas. Y, en tercer lugar, se define por la fidelidad recíproca que consiste en la ayuda de unos a otros en el camino hacia la realización de ese ideal. Existe un pueblo cuando hay memoria de una historia común que se acepta como tarea histórica por rea-lizar. Del reconocimiento del ideal nace, pues, una operatividad poderosa que tiende a instrumentarse de la mejor manera posible. Esto, en última instancia, se expresa en la caridad del pueblo que permite a unos llevar el peso de los otros. En este sentido el “nosotros” entra en la definición del “yo”: es el pue-blo quien define el destino, la capacidad operativa y la genialidad afectiva -por consiguiente, fecunda y creativa- del “yo”. Puesto que el “nosotros” del pueblo entra en la definición del “yo”, el “yo” alcanza su madurez grande cuando reconoce su destino personal y la totalidad de su afecto al identificarse con la vida y el ideal del pueblo. Por esto, sin amistad, es decir, sin afirmación gratuita y recíproca del misterio común, no hay pueblo»10.

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Cuanto más grave es la situación, tanto más emerge la necesidad de ser sostenidos en la conciencia, de ser ayudados, de tener al lado una compa-ñía, de ser acompañados en asumir el inevitable riesgo.

Esto implica la disponibilidad a cambiar de mentalidad: «La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o “des-pués” de ella»11.

¿Qué es lo que puede convencernos para reconocer esta pertenencia? ¿Qué es lo que puede dar lugar a relaciones sociales amistosas incluso en el ámbito de la actividad económica? Lo explica claramente don Giussani en su histórico discurso de 1987 en Assago: «La relación con el infinito [...] hace de la persona sujeto verdadero y activo de la historia. Una cultura de la responsabilidad tiene que partir del sentido religioso. Este punto de partida lleva a los hombres a unirse. Y no por cálculos de intereses preca-rios, sino sustancialmente: a unirse en la sociedad de forma sorprendente-mente entera y libre (la Iglesia es el mejor ejemplo de ello), de modo que el surgimiento de movimientos dentro de ella es señal de una vivacidad, responsabilidad y cultura que dinamizan todo el orden social. Conviene observar que estos movimientos son incapaces de quedarse en abstraccio-nes. No obstante la inercia o la falta de inteligencia de quienes los repre-sentan o forman parte de ellos, a los movimientos les resulta imposible basarse en ideas abstractas: tienden a mostrar su verdad respondiendo a las necesidades que encarnan los deseos, imaginando y creando esas es-tructuras operativas capilares y oportunas que llamamos “obras”, “formas de vida nueva para el hombre”, como dijo Juan Pablo II en el Meeting de Rimini de 1982, relanzando la doctrina social de la Iglesia. Las obras cons-tituyen una verdadera aportación a la renovación del tejido y del rostro

11 Benedicto XVI, Caritas in veritate, 36.

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de la sociedad. [...] Es, por tanto, en el compromiso con esta primacía de la libre creatividad social frente al poder donde se demuestra la fuerza y la duración de la responsabilidad personal»12. Ahora bien, esta novedad y esta duración podrán darse sólo si la obra no se separa de su origen.

¿Quién puede atreverse a ponerse junto con otros en una situación como la actual? Sólo quienes, al compartir el sentido de la vida, el ideal, pueden compartir también todo lo demás. Sin embargo, cuanto más dura es la crisis existe un mayor riesgo de cerrarse y ver al otro como un adver-sario a batir, de esta forma es dramáticamente necesaria la fuerza poderosa de Otro que nos haga a todos conscientes de nuestra necesitad inagotable: «Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impul-san casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Y nos anima: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo” (Mt 28, 20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia»13.

Ahora bien, la existencia de un pueblo así, de una compañía que obra así, es una ayuda y un apoyo no sólo para quienes participan en ella direc-tamente, sino también para quienes la encuentran en su propia vida: «Lo más misterioso de todo es que en el logro de que un pueblo se realice no puede dejar de estar implicada también la perspectiva de que su propio bien lo sea también para el mundo, para todos lo demás. Y esto aparece con claridad cuando el pueblo alcanza una cierta seguridad y dignidad, y madura y se afirma el factor ideal que está en el origen de toda civilización (de igual modo que su desaparición marca su declive: una civilización de-cae cuando ya no sabe manejar el ideal que la ha engendrado)»14.

12 L. Giussani, El yo, el poder, las obras, Encuentro, 2008, p. 154-155.13 Benedicto XVI, Caritas in veritate, 78.14 L. Giussani, S. Alberto, J. Prades, Crear huellas en la historia del mundo, Encuentro, 1999, p. 112-113.

Julián Carrón

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Lo que precisamente define la política es sostener esta iniciativa de las personas y de los grupos sociales: «Una política verdadera [...] es la que defiende una novedad de vida en el presente, y por eso es capaz de modificar también la organización del poder. Así pues, la política debe decidir si favorecer a la sociedad exclusivamente como instrumento suyo, manipulado por el Estado y su poder, o bien impulsar un Estado que sea verdaderamente laico, es decir, que esté al servicio de la vida social según el concepto tomista de “bien común”, relanzado vigorosamente por el magisterio grande y hoy olvidado de León XIII»15.

En este momento crucial de la historia podemos comprender con ma-yor facilidad la contribución que una libertad entendida de esta manera puede ofrecer al camino de todos, sea cual sea el lugar que ocupa en la sociedad.

Todos podemos comprobar qué es lo que verdaderamente nos libera y nos pone en las mejores condiciones para afrontar las circunstancias -incluso las más adversas y contradictorias- con una positividad de otro modo imposible. De una experiencia de libertad auténtica brota una capa-cidad de construir que ninguna dificultad lograr detener del todo, cosa de la que muchos de vosotros dais testimonio cada día. Es una capacidad de obrar que nos sorprende cuando la vemos ya realizada en alguien, hasta el punto de que el futuro deja de ser amenazante y se carga de una promesa que sostiene la esperanza para todos.

Os deseo que en todo lo que hacéis nunca renunciéis a realizar un ca-mino humano, es decir, asentado en una razón y una libertad adecuadas a la estatura de vuestra humanidad; y que os ayudéis a afrontar este reto, el más decisivo de todos, porque de él depende la utilidad de vuestra vida, para vosotros y para los demás.

15 L. Giussani, El yo, el poder, las obras, Encuentro, 2001, p. 156.

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B. Scholz: Julián, gracias por la claridad de tus palabras pero, sobre todo, por tu invitación a conocernos a nosotros mismos y a descubrir nuestra libertad en las circunstancias cotidianas.

De tus palabras se deduce que la libertad no se puede imponer: cada uno de nosotros tiene que descubrirla todos los días, aunque no estamos solos en este camino. Nos ayudamos unos a otros porque queremos ser libres por las razones que tú nos has recordado y que volveremos a reto-mar. Por eso, hemos invitado hoy a seis amigos que nos hablarán de su experiencia en situaciones difíciles, contradictorias, casi desesperadas. Su experiencia nos ayudará también a nosotros porque no sólo tiene valor para quien la vive, sino para todos. Escuchamos, en primer lugar, a Paolo Zanella, un empresario de una compañía del sur de Milán que fabrica sis-temas automáticos para la industria.

Julián Carrón

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Paolo Zanella: “Trabajo en una empresa que comenzó de cero hace más de veinte años, con sede en los alrededores de Milán, y fabricamos siste-mas automáticos y robotizados para la industria mecánica. Seguimos todo el proceso de desarrollo de nuestros productos: la estrategia comercial, el diseño, la fabricación de las máquinas y, por último, el servicio de asistencia posventa de los sistemas entregados. Vendemos principalmente en Europa y para algunos de nuestros productos tenemos patentes internacionales.

En el tiempo que tengo disponible me gustaría responder a tres pre-guntas: qué hizo la empresa para superar estos años de crisis, qué nos sos-tuvo durante este período, y qué impacto tuvo la crisis a nivel personal.

Empecemos por la primera pregunta. Desde la fundación de la em-presa hasta el año 2008 crecimos progresivamente, llegando a superar los diez millones de euros de facturación; después con la crisis dismi-nuyó el trabajo y tuvimos que reestructurarnos. Durante esa etapa fue fundamental la atención que pusimos siempre en nuestro crecimiento profesional y en el de nuestros colaboradores. Cuando tuvimos que pedir a nuestro personal que encontrará una solución alternativa, porque no había trabajo para todos, la profesionalidad adquirida en la empresa nos hizo superar este paso, porque cada uno había desarrollado sus propias capacidades. Aún siendo una experiencia dolorosa y difícil, la vivimos positivamente. Las capacidades personales nos permitieron realizar tra-bajos que antes se encomendaban a proveedores externos evitando así

Paolo ZanellaEmpresario

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algunos despidos. El peor año fue 2010, por la reducción de los pedidos respecto de 2009. Entonces decidimos sacrificar los ingresos a cambio de los puestos de trabajo: diseñamos nuevas máquinas y construimos proto-tipos de nuevos equipos, sin sucumbir a la tentación de recortes drásticos en la contabilidad, para cerrar el balance anual dentro de los niveles a los que estábamos acostumbrados en el pasado. Creemos en el valor de lo que realizamos, y consideramos nuestra actividad con una proyección a largo plazo y no limitada a un sólo año. Tuvimos el apoyo de los bancos con los que, gracias a nuestro director de finanzas, seguimos una polí-tica de transparencia y comunicación continua, que ha servido durante la crisis para otorgarnos credibilidad. Finalmente este año, a pesar de la incertidumbre, podemos afirmar que estamos creciendo: cerraremos un año positivo, durante el cual, las novedades diseñadas el año pasado se han convertido en máquinas vendidas.

Respecto a la segunda pregunta, es decir, lo que nos sostuvo durante la crisis, respondo que fueron, principalmente, dos factores los que nos ayudaron a afrontar una situación tan dura. El primero fue recordar el motivo fundamental de nuestra aventura: nuestra empresa se fundó con la idea de construir un ámbito de trabajo adecuado para nosotros y para quien viniera a trabajar con nosotros. Descubrimos que el trabajo era una posibilidad educativa interesante y queríamos que siguiera siéndolo para todos. Cuando le pregunto a Nino, uno de nuestros mejores soldadores, “¿qué tal?”, siempre me responde: “Estoy construyendo”. Esta respuesta es una de nuestras mayores satisfacciones: creo que cualquiera que esté al frente de un equipo que trabaja junto y comparte más de ocho horas al día, con o sin ánimo de lucro, tiene la tarea de crear un entorno en el cual quien participa pueda ejercer su responsabilidad, pueda expresarse y construir. No es fácil y no es común, porque lo primero que se exige es responsabilidad personal y no todos tienen la libertad y la disponibilidad necesarias para implicarse de esta manera.

Paolo Zanella

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Para muchas personas el trabajo es, por desgracia, una necesidad inevita-ble. El segundo aspecto que me sostuvo fue la compañía de los socios y de algunas personas que trabajan con nosotros, y de un grupo de amigos empresarios de CDO que tienen, como yo, la responsabilidad de la gestión de una empresa. Juntos analizamos los problemas, incluso los más difíci-les, y los debatimos. Hablar con los demás permite caminar y enjuiciar lo que uno hace. No exime de ninguna responsabilidad, porque las decisiones siempre son personales, pero existe la posibilidad de comparar diferentes puntos de vista para entender mejor la realidad y cometer menos errores.

Respecto a la tercera pregunta, este último período puedo comparar-lo con el que he viví cuando dejé de trabajar como empleado y pasé a Antil. En ese momento, pasé de la seguridad de un sueldo fijo a finales de mes a depender de las decisiones de nuestros clientes: en ese momento comprendí que todos dependemos siempre de algo que nos supera. Es uno de los períodos que recuerdo con más asombro y gratitud al mirar al pasado. La situación de inestabilidad actual se puede comparar con ese paso: ya no existen las supuestas certezas sobre las que se basaban las estrategias de los años anteriores; tenemos que darnos cuenta -y con mayor claridad- de que dependemos de la realidad. Nuestra realidad está cambiando: tenemos que seguirla y por tanto, cambiar. En 1955 Lewis decía: “Lo que me gusta de la experiencia es que es algo tan honesto. Puedes tomar el camino equivocado innumerables veces, pero mantén los ojos abiertos y no se te permitirá llegar demasiado lejos antes de que aparezcan señales de advertencia. Puedes haberte engañado a ti mismo, pero la experiencia no intenta engañarte. El universo te responde con la verdad dondequiera lo examines limpiamente”. Imprimí esta frase y la colgué en la oficina delante de mi escritorio: para alguien como yo, que tiene que tomar decisiones continuamente, es un gran consuelo saber que es posible seguir algo objetivo y no sus propias conjeturas. Gracias.”

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Scholz: “Creo que es evidente la importancia de la talla del director de una empresa y de su forma de trabajar con los demás; no deseo hacer más comentarios porque esta ha sido una lección de nivel académico: estamos hablando de un modo diferente de hacer economía, que valora a todos, incluso a las empresas. Escuchemos ahora a Graziella Avanzino, responsa-ble del Centro de Solidaridad de Liguria, un centro que trabaja con jóvenes en situación de riesgo, madres solteras, presos, drogadictos y personas con problemas de salud mental. Gracias”.

Paolo Zanella

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Graziella Avanzino: “Cuando me pidieron que hablara del Centro de So-lidaridad de CDO Liguria con relación a la cuestión laboral, pensé en lo que mi padre me legó y en la estima que tenía por su trabajo. Ya siendo adolescente oía decir a mi padre que un hombre tenía que tener la posi-bilidad de trabajar para ser libre y feliz. Aún hoy me acuerdo de que se levantaba todas las mañanas a las cinco, y silbando una melodía, se pre-paraba el desayuno solo, para no molestar a mi madre,. Un día, un poco enfadada, porque a menudo me despertaba, me levanté y le pregunté por qué tenía que cantar antes de ir a trabajar dado que hacía un trabajo que requería un gran esfuerzo físico y que muchas veces le obligaba a estar a la intemperie con mucho frío o mucho calor. Mi padre era el dueño de una pequeña empresa de solados, por lo que trabajaba dentro de las viviendas en construcción y al exterior, además era muy bueno en su trabajo y le llamaban muchas empresas de construcción; por eso trabajaba también los sábados, pero nunca los domingos, porque era para él el día del Señor. Recuerdo que esa mañana me dijo: “Estoy feliz y agradecido a Dios por lo que me ama, porque a través de mi trabajo me permite ser útil al mundo, pensar en el bien de mi familia y en el futuro de mis hijos”.

Era sólo una adolescente y, sin embargo, ese día me di cuenta de que él no hablaba sólo de ganarse el pan, sino también de los valores que le movían. Comprendí que trabajaba para alguien que amaba y esto le hacía inmensamente feliz. Aprendí de mi padre que el trabajo no es una

Graziella AvanzinoResponsable del Centro de Solidaridad de Liguria

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condena, sino que libera al hombre. Yo, la primera, necesité que alguien me enseñara a trabajar; aprendí de quien tenía más experiencia que yo y estaba dispuesto a enseñárme gratis.

Así empezó mi aventura de estos veinte años en el Centro de Soli-daridad de CDO. En estos años hemos conocido a miles de personas, y orientamos y acompañamos a muchas personas en su inserción laboral. En los últimos seis años, impulsados por necesidades cada vez más urgentes, nos hemos ocupado de personas en riesgo de exclusión social -jóvenes que nos envía el Tribunal de Menores, presos, ex toxicómanos, personas con discapacidad- buscando nuevas herramientas y metodologías para facilitar su inserción en el mundo del trabajo. Podemos decir que a pesar de las innu-merables dificultades y la falta de empleo, entre 2010 y 2011 conseguimos ochenta contratos de formación con una continuidad laboral del 70%.

Por supuesto este dato es importante y supera nuestras expectativas, pero no habría sido posible si no hubieramos establecido unas buenas re-laciones con las personas que atendemos: la amistad y el respeto mutuo, en especial con los presos, que vieron que les dábamos una oportunidad que ellos creían no merecer y que no tenía en cuenta los errores cometidos, sino que consideraba el valor único de cada persona. Este descubrimiento es sorprendente para todos porque manifiesta la posibilidad de recupera-ción, especialmente en los numerosos momentos difíciles del pasado que seguramente volverán en el futuro.

Estaba persuadida de que era un desafío para nosotros, especialmente la relación con los que habían cometido todo tipo de delitos y estaban convencidos de que no necesitaban de nadie, de que no tenían nada que aprender, y mucho menos, de que necesitaban un trabajo. Por tanto, era necesario que se hicieran algunas preguntas como: ¿qué sentido tiene mi trabajo?, ¿por qué lo hago?, ¿qué tiene que ver conmigo, con mi destino, con mi realización? Empezamos por plantearles estas preguntas, incluso a cinco presas que comenzaron a trabajar en una famosa repostería de

Graziella Avanzino

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Génova. Ninguna de ellas sabía lo que era trabajar en una fábrica, y menos en la producción de dulces, pero tampoco lo sabíamos nosotros. Así es que primero enviamos a una de nuestras voluntarias para que adquiriese las competencias necesarias en ese sector, y las trasmitiera a nuestras amigas. Nuestra voluntaria, una trabajadora autónoma asociada a la CDO que se encarga de la comunicación, aprendió a hacer galletas, bizcochos y tartas, y luego se lo enseñó a sus alumnas. Un día, durante el trabajo, una de las presas se quedó parada mirando una caja delante de la máquina de enva-sado; nuestra voluntaria se acercó para decirle que no perdiera el ritmo de trabajo, pero Amelia -nombre inventado- dijo: “Nos has enseñado que debemos amar nuestro trabajo, nos has animado a tener en cuenta el deseo profundo de nuestro corazón, el deseo de belleza, bondad y justicia, pero mira esta caja, ¡está defectuosa! ¡No podemos ponerla a la venta! Piensa en una madre que la vaya a comprar para su hija: le gustará que sea la más bonita del mundo”. Y desde ese día, antes de llenar las cajas de galletas, las controlamos todas: creo que son las cajas más cuidadas e impecables de toda Génova.

También Luca -otro nombre inventado- el único hombre del grupo, es el protagonista de un hecho significativo: al día siguiente de la inundación que azotó nuestra ciudad y que causó algunos daños en la fábrica de dulces -afortunadamente no graves- sin decir nada, se saltó el almuerzo y, con otras presas, equipadas con palas, escobas, baldes y trapos fueron a limpiar los locales de la empresa llenos de barro, bajo la mirada incrédula de los empleados que les decían: “Pero dejádlo, luego vienen los encargados de la limpieza, no lo tenéis que hacer vosotros”. La respuesta de Luca fue: “Me corresponde a mi desde el día en que me uní a este grupo de trabajo, desde que me dieron la oportunidad de trabajar honestamente y tal vez de empezar una vida nueva. Es una posibilidad que no quiero perder, porque es la primera vez que me siento libre”.

Mientras trabaja, el hombre comprende que es libre y que su libertad es

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respetada. Por el contrario, cuando el significado del trabajo se distorsiona, comprende que todo se paraliza y se reduce, tal como afirma un querido amigo nuestro, que está en otra cárcel con la que trabajamos, la prisión de Chiavari: “Desde septiembre estoy poco a poco aclimatándome a mi nueva situación, más que nada me amoldo con cautela al estilo de vida exterior y vuelvo a aprender las cosas necesarias, con un poco de vergüenza, ya que antes no había visto nunca un euro. Pero aparte de las dificultades, la palabra “trabajo” ha adquirido para mí un significado pleno que se ha ensanchado hasta tal punto que ahora abraza estas dos realidades entre las que me muevo: el mundo carcelario y la sociedad civil, que por una limitación mía siempre concebí separadas. Puedo concebir el trabajo de manera nueva, sin duda, por mis experiencias más profundas durante mis largas horas de silencio.

Por otra parte, la vida me ha zarandeado mucho: hace años, en el ámbi-to de mi trabajo, me vi envuelto en unos hechos por los que fui condenado a más de veinte años de cárcel, y no porque decidiera correr el riesgo, sino porque me vi como quien se siente empujado por detrás a bajar del autobús en una parada que no es la suya. De esto se deduce que después de vol-verme escéptico, no sólo respecto a la sociedad sino también a la justicia, el riesgo de pesimismo crónico era alto, aun en el fatídico momento de salir de la cárcel. De hecho, cuando el 12 de septiembre crucé el umbral de la prisión, la vida se me presentó inmediatamente con sus aspectos más grandiosos y con los más banales: una especie de empresa arriesgada, una aventura metafísica, un impulso audaz en esa posibilidad que Dios me estaba dando. Además, nadie demuestra comprensión y tolerancia con los que acaban de salir de la cárcel, así que enseguida me sentí incómodo e inadaptado, asustado y torpe y necesitaba realmente que alguien me ense-ñara los rudimentos del arte de la supervivencia.

Reflexionando sobre esta experiencia, puedo decir que fue una gran fortuna conocer a estas personas que me acogieron y que este trabajo me

Graziella Avanzino

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ha proporcionado las vivencias más profundas y valiosas de mi vida. ¿Qué otra cosa podría expresar si no es respeto y admiración por los que me han ayudado con humildad y sin quejarse? Ha sido fundamental para mí la dis-ponibilidad de estas personas para arriesgar, su bondad y su amor generoso y desinteresado. Cuando pienso en la desolación de mi vida anterior y en la que tengo ahora, me doy cuenta de que ha cambiado gracias a la amistad de la gente que me ayudó, y si ahora sé lo que es la dignidad, se lo debo principalmente a ellos. Aumenta poco a poco mi serenidad al comprobar que esperar tenía sentido. El trabajo es un motivo de esperanza, no es un instrumento de poder o algo que hay que soportar”. Con esta seguridad continuamos nuestra obra, porque hemos aprendido a tener un sincero aprecio por el trabajo, y esto se manifiesta en que no podemos quedarnos tranquilos mientras haya alguien sin trabajo. Gracias.”

Scholz: La fuerza de la acogida que apuesta por la libertad incluso de las personas que no saben ni siquiera su significado, nos asombra. Sólo quiero resaltar que muchas personas encuentran empleo gracias a la colaboración entre empresas con y sin ánimo de lucro. Os invito a encontrar nuevas formas de cooperación entre ambas. Gianni Zandonai es un empresario de Chile. Es dueño de un taller mecánico en el que trabajan algunos jóvenes en riesgo de exclusión social. Podríamos pensar que esto es un riesgo para la eficacia y la rentabilidad de la empresa, pero existen diferentes expe-riencias que lo desmienten.”

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Gianni Zandonai: “Soy chileno y soy el menor de cuatro hermanos. Mi padre es italiano y llegó a Chile después de la guerra, en 1952. Mis her-manos y yo hemos seguido caminos diferentes. Mi padre vendía coches de segunda mano. Un día, en 1991, un amigo me preguntó: “¿Qué quieres estudiar?”. Yo le respondí: “Quiero ser abogado”. Me dijo: “Pero ¿cuál es tu vocación?”. “Mi vocación es convertirme en abogado”. Entonces mi amigo me respondió: “Tu vocación no es ser abogado, sino ser feliz”. A lo cual le respondí: “Eso será verdad para otros pero no para mí”. Él insistió: “La verdadera vocación es ser feliz: esto es así tanto si te dedicas a lavar coches, si eres abogado, presidente o trabajas con tu padre”.

En 1995, desde Santiago, capital de Chile, llegó mi futuro socio: juntos abrimos un taller de chapa y pintura. A los tres años mi socio me dejó solo, llevándose a los mejores trabajadores y dejándome una deuda de 200.000 euros con el banco. Yo tenía sólo 23 años pero quería ser el protagonista de mi historia. Entonces me acordé de las palabras de mi gran amigo: “La verdadera vocación es ser feliz”. Y me dije: “Quiero ver si esto es verdad”. Ese momento de crisis fue para mí la oportunidad de comprobar si las palabras de mi amigo eran ciertas. Empecé de cero con mi hermana: abrimos una nueva empresa, arriesgándonos en primer lugar con personas que no eran precisamente los mejores profesionales. Éramos tres o cuatro los que nos propusimos continuar juntos. Había un joven que trabajaba conmigo ocupándose de la pintura mientras estudiaba. Un día le pregunté:

Gianni ZandonaiEmpresario

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“¿Por qué no aceptas definitivamente este empleo y haces de jefe del ta-ller de pintura?”. Me respondió: “No, para mí es muy importante tener un título académico”. Le pregunté: “¿Qué estudias?”. “Relaciones públicas”, respondió. Y le dije: “Bien, escúchame y te pido perdón por tomarme la li-bertad de decirte esto, pero te estimo y por eso lo hago. En Chile hay pocos trabajos de relaciones públicas y además se requieren tres condiciones mí-nimas: medir un metro noventa, hablar como mínimo tres idiomas, ser tan atractivo como Brad Pitt. Tú eres bajo, mides un metro cincuenta, hablas sólo español y no eres Brad Pitt”. Aunque se ofendió me respondió que sí, que adelante. Era un riesgo para ambos, porque yo no tenía dinero, no tenía nada, así que fui a pedir prestado a todos mis familiares: “Prestadme dinero, os lo devolveré dentro de diez años”.

Empezamos así, arriesgando de esta forma, porque la realidad me decía que tenía que arriesgar, quería comprobar si las palabras de mi amigo eran ciertas: “Tú has nacido para ser feliz”. Otro magnífico ejemplo de cómo afrontar la realidad es la historia de Víctor, un joven que había conocido haciendo voluntariado. Lo volví a ver al cabo de siete años: vino al taller y me dijo: “Hola Gianni, ¿cómo estás?”. “Hola Víctor, muy bien. ¿Qué haces?”. “Nada”. Después empezó a pedirme dinero con frecuencia y en un momento determinado le dije: “Mira, ¿por qué no te pones a trabajar?”. Él me respondió: “Sí, sí, quiero trabajar”. “Bueno, yo no necesito a nadie. Si quieres trabajar conmigo puedes, pero no te voy a poder pagar nada. ¿Estás de acuerdo?”. Me respondió: “Vale”. “Pues bien, te pago sólo la co-mida, nada más”. Y empezó a trabajar con nosotros limpiando coches. Al cabo de algunas semanas mi hermana, mucho más inteligente que yo, me dijo: “Gianni, este chico parece más un ladrón de coches que un trabajador nuestro. Dale el mono de trabajo que tienen todos, porque no damos una buena imagen a los clientes”. Le dije a Víctor: “Toma la ropa de trabajo, póntela en el vestuario y vuelve”. Esperé fuera y cuando salió del vestua-rio me di cuenta de que estaba orgulloso de su ropa de trabajo; después,

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mirándome a los ojos, me dijo: “No me importa si no me pagas, lo único importante es que valgo algo, que soy como los demás y que tengo una dignidad, mi vida tiene sentido, no es cuestión de dinero”. Me dijo esto en pocos segundos y me conmovió tanto que le respondí: “Lo que has dicho es el fundamento de mi vida”.

En la actualidad somos treinta y siete, todos con problemas de alcohol o drogas anteriores, pero es un riesgo que corremos juntos, y para mí re-presenta la posibilidad de ser más auténtico en mi relación con ellos y con la gente, hasta el punto de que ahora queremos abrir un taller nuevo en Co-piapó, una ciudad a 250 km al norte de La Serena. ¿La razón? Queremos hacerlo porque he visto que cuando obedecemos a la realidad crecemos y somos más nosotros mismos. Lo que más me sorprende de mi experiencia es que hemos sido capaces de construir nuestra empresa con gente sin pre-paración profesional: esto es bueno para nuestra empresa, para mi ciudad, para mi País y para el mundo entero. Gracias.”

Scholz: “Tenemos que reconsiderar seriamente el término capacidad, que expresa el reconocimiento de la persona y que se pone de manifiesto en las relaciones laborales. Como hemos escuchado, alguien que no contaba nada se convierte en protagonista. Muchas empresas han tenido que cerrar, algunas por razones internas, y otras porque no hay mercado: esto se vive con frecuencia como un fracaso de la persona que dirige la empresa. Escu-chemos la experiencia de Marco Notari.”

Gianni Zandonai

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Marco Notari: “Soy Marco, un ex turinés. Desde hace dos meses vivo en Milán con mi familia. Mi historia, como ha dicho Bernhard, es la de un empresario cuya empresa ha quebrado por la crisis. Me gustaría dar algunos datos. Empecé a trabajar en septiembre de 1990. Más tarde, en 1998, entré como jefe de producción de Saroglia, una empresa que fabri-caba maquinaria para la impresión y la conversión. En esos años aprendí a conocer y a estimar los productos y los procesos. A partir de enero de 2002 pasé al departamento comercial, y ese mismo año, entraron en el mercado europeo dos empresas chinas que imitaron nuestras máquinas. La situa-ción no era fácil, pero rápidamente se convirtió en una oportunidad para redefinir las estrategias que se habían quedado obsoletas. En el año 2004, me hice cargo de la empresa: ese año volvimos a entrar en el mercado de los EE.UU., del que habíamos sido expulsados por los chinos, ofreciendo productos de alta calidad y reorganizando un servicio posventa muy eficaz. En 2006, compré todas las acciones de la empresa. El 2006 y el 2007 fue-ron años maravillosos: eramos 23 trabajadores, duplicamos la facturación, redefinimos completamente nuestros productos tradicionales y sus méto-dos de producción, colocamos en el mercado dos líneas de producto com-pletamente nuevas. En 2007 participamos en casi todas las grandes ferias internacionales del sector. El año 2008 empieza con un número de posibles pedidos equivalentes a los de todo el 2007, por lo que teníamos grandes espectativas. En junio de 2008 participamos en la feria de Drupa, la

Marco NotariTrabajador de Cooperativa Social

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principal del sector, celebrada en Düsseldorf. Esta feria bloquea las ventas durante los dos meses anteriores, en julio sigue sin comprar nadie, todos esperan a septiembre y en octubre de 2008 comienza el caos general. De octubre de 2008 a septiembre de 2009 ningún pedido. Los pedidos de pie-zas de repuesto bajan un 90% -según los datos del balance- y en 2009 decidimos solicitar el concurso de acreedores porque no bastó con reducir plantilla: los gastos por las fuertes inversiones no dejaban escapatoria. En julio de 2010 me declaro en quiebra, en octubre de ese año empiezo un nuevo trabajo en la Cooperativa Il Carro di Paullo.

Me gustaría hablaros del período que comienza a partir de la decisión de solicitar el concurso de acreedores, porque sólo en ese momento me di cuenta de lo mucho que amaba mi trabajo, mi empresa, mi producto, lo importante que era para mí. Por otra parte, pasé en pocos días de ser un empresario de éxito al que se le atribuye haber relanzado la empresa, a ser alguien al que era mejor ignorar. Todo el mundo estaba furioso: emplea-dos, familiares involucrados en la empresa, proveedores y bancos. A esto se sumaron los problemas económicos lógicos: me quedé durante dos años sin sueldo. Recuerdo perfectamente ese periodo: fue una ruptura tremenda con el pasado, que se sumó al dolor de tener que destruir lo que había cons-truido. El concurso de acreedores requería la liquidación ordenada de la empresa, de todo lo que se había construido con años de trabajo. Recuerdo la tremenda impresión que me causó el ambiente del juzgado. Pero, a pesar de todo, el comisario del concurso, al bajar las escaleras del tribunal de Turín, me dijo: “Es la primera vez que veo a un empresario en su situación, tan sereno”. Sólo entonces me di cuenta de quién era, de lo que realmente me había definido no sólo en ese período, sino también en los años ante-riores. Hablo de cómo me miraban algunas personas, es decir, Monica, mi esposa, Paolo, Pietro: con un afecto por mi persona incondicional, que no dependía del éxito que podía lograr y que se expresaba en una pasión inagotable. Esta mirada afectaba a todo, a las cuestiones económicas, las

Marco Notari

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estrategias, las relaciones; impidió que me enfrascara en mis pensamientos y me impulsó a afrontar la realidad con renovado vigor. No sucumbía al afrontar las circunstancias incluso cuando surgían factores y relaciones inesperadas. Ahora dirijo Il Carro, una cooperativa social del sur de Milán. Es un trabajo completamente nuevo para mí, cada día descubro algo, me encuentro con situaciones nuevas. Lo que más me sorprende es que no se ha perdido nada -mi creatividad, mi capacidad de trabajo, mis habilida-des-, sino que estoy adquiriendo una fisionomía completamente nueva e inesperada. Precisamente gracias a esta experiencia de irreductible positi-vidad, puedo decir que fue mi empresa la que quebró y no yo. Gracias.”

Scholz: “Doy las gracias a Marco y creo que este arrojo del que nos ha hablado ha sido realmente muy útil para todos nosotros. Liborio Evola ha creado con sus amigos en Alcamo, una clínica -en Alcamo nació la CDO- en situaciones muy complicadas y difíciles. Escuchemos.”

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Liborio Evola: “Mi nombre es Liborio Evola y soy presidente de una aso-ciación de Alcamo que ofrece servicios a personas ancianas y a personas con problemas psiquiátricos, y que en el contexto de una alta tasa de paro, da empleo estable a más de cuarenta personas. La “Associazione Servizi e Promozione Umana” (Asociación de Servicios y Promoción Humana) se creó en 1985 como una asociación de voluntariado, fundada por un grupo de jóvenes pertenecientes a diferentes grupos eclesiales locales, que compartían la experiencia de voluntariado con discapacitados, niños de la calle y ancianos. Éramos un grupo de jóvenes y comenzamos a atender a las personas necesitadas en nuestro pueblo, porque nos habíamos hecho amigos de Oronzo, un joven tetrapléjico lleno de humanidad y talento. Decidimos ayudarle para que esa humanidad y ese talento se desarrollaran. Éramos jóvenes y habíamos sufrido en nuestra propia piel la precariedad laboral de nuestra tierra. El deseo de un empleo estable que nos permitiera trabajar juntos nació de la actividad de volunariado que compartíamos. Empezamos a colaborar con cooperativas que se ocupaban de cosas muy diferentes, desde la extinción de incendios al cultivo de melones, sin obte-ner la estabilidad que buscábamos. Los fracasos no mermaban nuestro ím-petu, pero lo purificaban. De cada iniciativa aprendíamos algo nuevo y nos dábamos cuenta de que teníamos que aprender a trabajar bien, a realizar un trabajo adaptado a las condiciones en que estábamos, pero un trabajo serio.

Aunque realizábamos trabajos ocasionales seguíamos aspirando a

Liborio EvolaPresidente A.S.P.U.

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construir algo juntos. A finales de los años 80 continuamos prestando apo-yo a las familias, ayudando a los discapacitados, a los niños, visitando a los ancianos en los pocos recursos existentes. Los locales estaban muy deteriorados y “aparcaban” a las personas a veces en espacios muy reduci-dos. Siempre esperaban nuestra llegada con gran entusiasmo. Nos pareció evidente que debíamos construir algo nuevo en el ámbito de la atención a los ancianos.

En realidad, nuestro comienzo fue un poco ingenuo: no conocíamos el ámbito en el que habíamos decidido entrar y confiábamos en el arte de “apañarse” que habíamos aprendido en nuestra breve historia empresarial en las cooperativas. Empezamos sin capital, pero con un montón de recur-sos humanos, reunimos el poco dinero que teníamos para alquilar la planta baja de un edificio, utilizada antiguamente como residencia de ancianos, y cada uno hizo lo que sabía trabajando como albañil, pintor, electricista, etc.. Reformamos los locales y en 1990 inauguramos nuestra residencia de ancianos: en un principio éramos siete, con una sola persona alojada. Ese primer año no fue fácil, decidimos hacer grandes sacrificios para devolver el dinero que nos habían prestado. Nuestros turnos eran muy flexibles, pero al cabo de un año fuimos capaces de pagar la totalidad del préstamo, y a principios del segundo año, fuimos capaces de alquilar también el pri-mer piso del edificio. Aunque no hicimos publicidad, la primera anciana hospedada no estuvo sola mucho tiempo: las peticiones de hospitalidad aumentaban continuamente. En el grupo inicial sólo había una persona diplomada, mientras que los demás teníamos como mucho veinte años, habíamos acabado la escuela secundaria y habíamos trabajado siempre ha-ciendo un poco de todo.

Desde el principio nos dimos cuenta de que teníamos que aprender un oficio que no conocíamos y el hecho de haber iniciado con pocas per-sonas y con pocos huéspedes nos permitió aprender nuestro trabajo sin agobios. Empezamos a pedir consejo a nuestros amigos enfermeros,

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médicos, fisioterapeutas, trabajadores sociales y contables: así aprendimos a afrontar algunas situaciones que nos desbordaban, con patologías que requerían un cuidado especial, con ancianos que no eran autosuficientes y a relacionarnos con las entidades locales que podían ayudarnos. El paso casi inmediato fue centrarnos en la formación, y algunos se graduaron. Yo había trabajado desde que tenía siete años -en nuestra zona el trabajo infantil era normal- y con mi amigo Peppe decidí terminar mis estudios secundarios superiores, poniéndome a estudiar de nuevo después de más de veinte años. De hecho, para cubrir el cargo de director de la entidad teníamos que terminar la escuela secundaria superior. Muchos nos inscri-bimos en cursos de formación profesional ajustando los turnos para que nuestros empleados pudieran trabajar y estudiar. También invertimos en los estudios universitarios de algunas personas, pagando de nuestro bolsi-llo la formación de nuestros enfermeros y otros profesionales: decidimos acoger personas con todo tipo de enfermedades -incluso graves- y, por lo tanto, aumentó el nivel profesional requerido.

Posteriormente, descubrimos numerosas obras de CDO que trabaja-ban en nuestro sector y les pedimos ayuda, y seguimos aprendiendo. Sin embargo, éramos conscientes de que no se pueden exportar modelos de un lugar a otro sin tener en cuenta el contexto. No se puede reproducir un modelo, se necesitan personas que aprendan y se arriesguen. Nuestro de-sarrollo nos llevó a acoger incluso personas con enfermedades crónicas y, hace unos años, construimos el edificio en el que estamos ahora: de hecho, nos dimos cuenta de que necesitábamos un lugar nuevo, más grande y más digno, pero no teníamos dinero para comprarlo. Compramos el terreno y decidimos desempolvar nuestros antiguos oficios de albañil, electricista y carpintero para colaborar con la empresa y así ahorrar mano de obra. Ahora somos dueños de un edificio de cuatro plantas, sobrio y digno, don-de los huéspedes pueden ver la dignidad con que les tratamos hasta en el cuidado del ambiente. Nuestra entidad es muy conocida en Alcamo y se ha

Liborio Evola

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convertido en un punto de referencia para aquellos que lo necesitan: nos piden ayuda económica, trabajo o comida. Por eso hemos creado el Banco de Alimentos y el Banco Farmacéutico y ahora ayudamos a más de 250 fa-milias. En un ambiente donde la gente no está acostumbrada a arriesgarse en primera persona y donde la frontera entre el trabajo y el asistencialismo no está clara, nuestra pequeña realidad no sólo trabaja, sino que educa, demostrando con hechos que se puede construir en cualquier lugar, incluso en Alcamo. Gracias.”

Scholz: “Esta historia demuestra que la iniciativa social puede casi hacer milagros. Es importante -como nos enseñó don Giussani- tener el valor de decir “yo” incluso en situaciones en las que parece imposible hacerlo. La CDO no la componen sólo empresas, sino también profesionales, médicos, abogados, intermediarios, docentes. Recuerdo un encuentro público hace unos dos años en el que hablé de trabajo con un profesional. Fue uno de los encuentros más interesantes de mi vida, con un profesional que pertenece a una minoría exigua que hace sonreír a la mayoría. Paolo Cevoli.”

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Paolo Cevoli: “Soy cómico y la finalidad de mi trabajo es hacer reír a la gente. Esta ha sido siempre mi pasión. Sin embargo, hasta hace unos diez años trabajaba en el sector de la restauración: tenía un trabajo corriente, primero como director y después como empresario. Adquirí experiencia trabajando en el hostal de mis padres, la Pensione Cinzia de Riccione, una pensión pequeña. Venían alemanes, no tenía ninguna estrella, tenía capaci-dad para setenta personas como máximo y doce habitaciones. Debo todo a mi padre y a mi madre. Trabajé como camarero en nuestra pensión desde los once años y gracias a esta experiencia aprendí de mi padre y de mi madre la finalidad y el sentido del trabajo. Mi padre siempre me decía: “Paolo, cuando los clientes están contentos, también estamos contentos nosotros”. Mi padre no estudió marketing, pero esa frase es un lema del marketing. También me decía siempre: “Tú, Paolo, debes apreciar a nuestros clientes, debes mostrárselo tomándoles el pelo”, porque esta es una pequeña satis-facción. Esta expresión no es peyorativa: cuando quieres a alguien le tomas el pelo, incluso a ti mismo, porque si te estimas no puedes no ser irónico, es imposible no distanciarse un poco. Yo trabajaba como camarero que es un oficio aparentemente humilde, pero en realidad es noble, en mi opinión es el oficio más noble del mundo, porque, como dice Benigni, es el que se asemeja más al oficio de Dios, que es siervo de todos, pero no es siervo de nadie. En el fondo, si lo pensamos, el oficio de Dios es hacer felices a todos; pienso que también los otros oficios tienen esta finalidad: servir al prójimo.

Paolo CevoliCómico

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Incluso Jesucristo se hizo camarero, porque fue el siervo: durante la Última Cena le lavó los pies a sus discípulos.

Volviendo ahora a mi historia, en el año 90 emigré de Riccione al Norte para probar fortuna: abrí un restaurante en Bolonia, un restaurante muy de moda donde venían muchos cómicos, como por ejemplo Bisio y los de Zelig (uno de los programas cómicos de la televisión italiana). Yo trabaja ahí, pero siempre me gustó hacer reír a los demás y ellos me dijeron sorprendidos: “Perdona, pero tú haces reír, tienes que venir a la televisión, ¿por qué no te vienes? Tienes la suerte de ser un gilipollas, ¿por qué no aprovechas que en la televisión los buscamos como el pan?”. Esa vez dije que no por una serie de razones, pero seguí siempre en contacto con los amigos de Zelig, hasta que en 2002 me llamaron y debuté en Zelig: desde ese momento mi vida profesional cambió radicalmente, aunque no es muy distinta de entonces. Mi cliente es el publico y la finalidad de mi trabajo es servirle, hacer feliz a la gente, ¡compruébenlo! Lo que cambió fue la materia prima: ya no es el jamón, el pan, las lasañas, etc., sino la realidad. Todas las experiencias que vivo, siento y leo en el periódico me sugieren algo para hacer mi trabajo, para hacer reír. Hay que mirar, plasmar, transformar la realidad, como los huevos y la harina que cuando los amasas se convierten en tallarines; y sobre todo amarla, porque si no estimas los huevos y la harina, la gente se comerá los tallarines pero puedes estar seguro de que serán un asco. Quisiera citar a Sofia Loren, una excelente actriz y cocinera, ella sostiene que el ingrediente secreto de quien cocina es el amor que pone al hacerlo. Y lo mismo sucede en el escenario: mi director dice que el público es el animal que comprende si haces el espectáculo para ti mismo o para quien tienes delante. De esta manera se sirve a la realidad, que para mí es la verdadera regla de la vida: uno debe donarse, porque la vida es más grande que uno mismo, no te pertenece, e incluso cuando te sientes importante, debes aprender a volar bajo, a reírte de ti mismo, que no significa negar tus cualidades y descuidar los talentos que Dios te ha dado, sino no olvidar nunca que se te ha dado todo.

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Cuando en 2002 participé en Zelig, después de los primeros programas, comprendí que podía convertirse en una carrera. Fui a Gene y Michele, los jefes de Zelig, y les dije: “Yo no he estudiado, ¿qué tengo que hacer para ser un buen cómico?”. Ellos me dijeron tres cosas; la primera: tienes que tener talento; la segunda: tienes que trabajar duro, porque si quieres llegar lejos, debes sudar; la tercera, debes tener una gran capacidad para relacionarte con los demás, porque solo y sin maestros, no se llega a ningún lado. Yo seguí al pie de la letra sus consejos y tuve la suerte de comprender que el talento, el trabajo y la capacidad de relacionarte con los demás son un don que hay que descubrir y usar trabajando. Es muy significativa la frase de Thomas Edison, el inventor de la bombilla: “¿El secreto de mi éxito? 1% de inspi-ración y 99% de sudor”. Por eso, un cómico no se queda quieto esperando a que le llegue la inspiración, porque es un trabajo y hay que esforzarse. Ya en la época de la escuela me daba cuenta de que conseguía hacer reír a la gente con facilidad y me decía: “Por Dios, soy realmente un cretino”. Después comprendí que el talento era mi manera de ser, no lo que sé ha-cer. Sin embargo, si deseas avanzar, vivir y obtener resultados nadie puede hacerlo por ti, porque ser cómico significa vivir, estar con la gente, dejarse sorprender, tener curiosidad, porque si eres superficial en la vida los chistes no se te ocurren: no es verdad que cuanto más idiota eres, mejor cómico, todo lo contrario. También comprendí que no podía trabajar solo, tenía que trabajar con alguien: yo estoy acostumbrado a trabajar en grupo. Se dice que cuando subes al escenario estas solo y no es verdad, me costó mucho encontrar amigos con los que trabajar, pero al final lo logré. Me gradué en Jurisprudencia y afortunadamente pude aprender algunos aspectos técnicos, especialmente de mi director: por ejemplo, las pausas del cómico que -nadie sabe por qué, es un misterio- provocan la risa de la gente. Si no respetas las pausas, la gente no se ríe. Me dijo: “Debes aprender a usar las pausas, por respeto hacia la gente que te escucha”. Haciendo una comparación culinaria, es como tener las mismas materias primas -huevos y harina- amasadas por

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otro. Las materias primas deben ser buenas, igual que la realidad en la que el cómico se inspira, pero si no están bien amasadas, el resultado no será satis-factorio. Sucede como con los chistes: algunas personas hacen reír cuando los cuentan, otras no. Un cómico debe tener una mentalidad abierta, es decir, dejarse sorprender por todo, y esto sucede sólo si no tienes miedo, si sientes que la realidad es tu amiga. Entonces, estimas la realidad, empezando por ti mismo: la aprecias y por eso te puedes burlar de ella, estableces una relación con ella. La alternativa, ¿cuál es? Seguir el repertorio, es decir, repetir como un papagallo.

Ser cómico es un oficio como otro cualquiera, las reglas son las mis-mas: investigación y desarrollo, producción, marketing y distribución. Soy un cómico empresario, porque soy empresario de nacimiento, como mi pa-dre. Quiero dedicar unas palabras a los pequeños empresarios que son la fuerza de Italia, a estos hombres que se construyen solos, los denominados self-made man. A diferencia de los altos cargos directivos, la característica principal del empresario es estar siempre insatisfechos. El empresario está siempre inquieto porque desea más. Es como si dentro de él ardiera un fuego que le impide contentarse, vivir de las rentas. Es una herida que uno tiene dentro desde el nacimiento, un resorte, de hecho, se dice “se nace em-presario”. Y no creo que esa ánsia sea sólo de dinero o de un coche nuevo, porque muchas veces si echas cuentas, parece que casi era mejor trabajar como empleado.

La segunda característica del pequeño empresario es la ignorancia, no en sentido negativo: si hubiera tenido la mínima idea de todos los problemas con los que se iba a encontrar, probablemente habría escogido otro camino. De hecho es raro encontrar personas inteligentes como directivos, asesores y profesores que sean empresarios. Un antiguo proverbio dice: “El que sabe hacer, hace; el que no sabe hacer, enseña; el que no sabe enseñar, se dedica a la política y el que no sabe ser político, es Presidente del Gobierno”.

La tercera característica de un empresario es estar al servicio de los

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demás, casi siempre sin darse cuenta, la frase típica es: “Soy empresario porque no quería depender de nadie, no quería tener un jefe”. En realidad el empresario, si lo pensamos bien, es el menos libre de todos en la empresa, porque tiene más trabajo, es el primero que llega y el último que se va y su éxito depende de los demás, de sus colaboradores y de los proveedores. La-mentablemente, muchas veces el empresario tiene el defecto de concebirse solo, como el cómico, porque es un trabajo que hace solo: su horizonte pare-ce limitado a las cuatro paredes de su despacho, le cuesta trabajar en equipo y enseñar a otros. Por otra parte, si es verdad que uno aprende de sus errores, ¿por qué el empresario no transmite los suyos? ¡Es una pena desaprovechar ese enorme patrimonio! Es difícil transmitir ese legado, incluso a los pro-pios hijos, el traspaso a los demás es muy difícil, porque como es sabido, por lo general, los hijos de los empresarios se dividen en dos categorías: los que dilapidan todo el patrimonio rápido y los que tardan un poco más.

Concluyo, querría concluir. Estoy haciendo una gira con un espectá-culo teatral que se llama “La penúltima cena”. Es la historia del cocinero de la última cena. Es una experiencia muy bonita, un verdadero salto cualitativo. Voy a muchas ciudades y muchos amigos me piden que me quede después del espectáculo a contar mi experiencia y cómo surge la idea de lo que hago. A veces, antes de la actuación, antes de que se levan-te el telón, el organizador sube al escenario y hace una presentación. En algunas ocasiones, cuenta hasta la trama. Esto no me gusta mucho: ¿por qué hay que hacer siempre un cine fórum? ¿Por qué hay que explicarlo todo siempre? Para mí esta historia de las explicaciones es una lata, igual que los que te explican los chistes: te los explican, pero, o los entiendes, o no los entiendes. O cuando te explican cómo hacer lasaña: “¿te basta con que te explique cómo hacer lasañas o quieres también comer lasaña?”. Es diferente explicar que re-latar. Yo, igual que todos, soy mi trabajo, soy lo que hago, en el sentido de que estoy en lo que hago, en mis chistes, en mis tonterías, allí estoy yo. ¡Gracias!”.

Paolo Cevoli

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Conclusiones

Bernhard ScholzPresidente de la Compañía de las Obras

Don Giussani nos ha invitado siempre a ser los protagonistas de la histo-ria con ese ingenuo atrevimiento que nos caracteriza, a tomar iniciativa cuando sea posible, pero nunca a convertirnos en cortesanos de la historia. Sobre esto afirma en una entrevista: “A mi juicio, ser cortesanos de la historia significa vivir en la historia sin la aportación creativa (que sepa convertirse en propuesta y construcción) precisamente de quien ha reci-bido y reconocido el sentido de la finalidad de todo y, por eso, tiene una percepción más verdadera de la tarea que le corresponde en el momento que pasa (en la contingencia histórica) y una generosidad mayor a la hora de comprometerse, que le deriva del afecto a la finalidad. La conciencia de la propia tarea, evidentemente, dependerá de una observación atenta de las urgencias y las necesidades humanas en el momento contingente. Pero la finalidad última es lo que ilumina, aclara, sitúa en la posición adecuada todos los factores del presente. Sin el reconocimiento de la finalidad últi-ma, pues, no hay sabiduría. Al igual que sin amor al factor último no hay verdadera generosidad en el presente. Una generosidad a la hora de tratar de convertir en realidad la iluminación que la finalidad última da a la cir-cunstancia presente o, en otros términos, la respuesta al presente según la visión que nace del amor a lo último” 16.

16 L. Giussani, Quello che abbiamo di più caro, Litterae Communionis CL, 4-1990-I-VIII

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Los testimonios dan fe de ello, podemos afrontar las circunstancias, no so-portándolas, sino valorando el aspecto positivo de cada situación y de cada persona. No se debe dar nada por supuesto, no nos deben nada, aunque siempre hay “un instante imprevisible”, sorprendente e inesperado para volver a empezar. En este sentido, el trabajo es siempre una ocasión privi-legiada para empezar de nuevo y recorrer juntos el camino de la libertad para todos. ¡Gracias!

Bernhard Scholz

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Se acabó de imprimir, marzo de 2012 - Compagnia delle Opere

Fotocomposición AB Grafica

©2011, Fraternidad de Comunión y Liberación, para los textos de Juliàn Carrón