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En este ensayo se pretende dar los antecedentes que han existido dentro de la historia en lo que se refiere a la división de poderes, justificando la importancia de que cada poder tenga existencia propia distinta y de esa manera evitar la concentración en uno solo. Una de las tendencias a evitar en la concentración del poder del Estado a través de la distribución equilibrada de las atribuciones públicas entre diversos órganos, tienen antecedentes arcaicos. Durante el siglo XVIII, con la ideas propuestas por el Barón Montesquieu, cuando esas tendencias cobraron auge al grado de considerar a la división de poderes como uno de los dos elementos imprescindibles en la organización del Estado. A continuación se expondrá lo dicho por Sánchez Bringas (2004, pp. 398–404), en su obra de Derecho Constitucional, examinando las principales características de la evolución del pensamiento jurídico y político sobre la división de poderes: En Grecia, Platón y Aristóteles consideraron la calidad y el número de gobernantes como factores definitivos de las formas de gobierno, por lo mismo, dichos filósofos determinaron la posibilidad de que diversas personas ejercieran el deber público. Aristóteles señalaba que toda organización equilibrada de la ciudad debe contemplar tres elementos de gobierno con facultades específicas y diferentes entre sí. Enuncia tres elementos a saber: deliberativo, el de magistrados y el jurídico.

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División poderes

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En este ensayo se pretende dar los antecedentes que han existido dentro de la historia en lo que se refiere a la división de poderes, justificando la importancia de que cada poder tenga existencia propia distinta y de esa manera evitar la concentración en uno solo.

 

Una de las tendencias a evitar en la concentración del poder del Estado a través de la distribución equilibrada de las atribuciones públicas entre diversos órganos, tienen antecedentes arcaicos. Durante el siglo XVIII, con la ideas propuestas por el Barón Montesquieu, cuando esas tendencias  cobraron auge  al grado de considerar a la división de poderes como uno de los dos elementos imprescindibles en la organización del Estado.

 

           A continuación se expondrá lo dicho por Sánchez Bringas (2004, pp. 398–404), en su obra de Derecho Constitucional, examinando las principales características de la evolución del pensamiento jurídico y político sobre la división de poderes: En Grecia, Platón y Aristóteles consideraron la calidad y el número de gobernantes como factores definitivos de las formas de gobierno, por lo mismo, dichos filósofos determinaron la posibilidad de que diversas personas ejercieran el deber público. Aristóteles señalaba que toda organización equilibrada de la ciudad debe contemplar tres elementos de gobierno con facultades específicas y diferentes entre sí. Enuncia tres elementos a saber: deliberativo, el de magistrados y el jurídico.

 

           Analizando la Constitución Toda las formas de Constitución tienen tres elementos y si estos elementos están bien reglamentados, la Constitución estará necesariamente bien ordena. El primero es, cuál debe ser, el cuerpo que delibera sobre los intereses comunes; el segundo se refiere a las magistraturas, es decir, cuáles deben ser y cuáles son los asuntos que deben controlar y gobernar y cuál debe ser el método de elección en ellas, y el tercero es cuál deber ser el cuerpo jurídico.

 

            En Roma en el periodo Republicano se declaró un aparato equilibrador del poder político a través de las diferentes atribuciones del senado, del consulado y de la participación ciudadana en la adopción de ciertas decisiones legislativas. Polibio reflexionó que el consulado representaba la forma de

gobierno monárquica; el senado la aristocrática; y la participación ciudadana la democrática. Percibió las formas puras de gobierno aristotélicas como componentes de la organización política de la República romana.

 

        En el siglo XVII tuvieron lugar dos hechos relevantes relacionados con el principio de división de poderes: por una parte, al producirse la decapitación de Carlos I de Inglaterra con motivo del triunfo de la rebelión encabezada por Oliverio Cromwell, éste expidió el Instrument of government, documento que postuló un principio de división de poderes; por otra parte, la publicación del Ensayo sobre el gobierno civil, de John Locke, donde el autor desarrollo una teoría sobre la separación de las funciones públicas.

 

          La primera y fundamental entre las leyes positivas de todas las comunidades políticas es el establecimiento del poder legislativo, de acuerdo con la primera y fundamental ley de naturaleza que aún al poder legislativo debe gobernar. La autoridad legislativa o suprema no sabrá asumir por sí misma el poder de gobernar por decretos arbitrarios improvisados, antes deberá dispensar justicia y decidir los derechos de los súbditos mediante leyes fijas y promulgadas y jueces autorizados y conocidos.

 

           Locke distinguió con claridad las funciones de la potestad pública que se refieren a la expedición de las leyes, a la función del gobierno y a la impartición de justicia. Empero, sólo reconoció a dos poderes: el ejecutivo depositado en el rey; que le permitía al monarca hacer la guerra y concertar la paz, hacer alianzas, enviar y recibir embajadas y el legislativo que residía en el rey en parlamento.

 

           La función judicial no fue reconocida por Locke como propia de un poder sino como actividad implícita en el poder ejecutivo, no obstante que el monarca no la realiza porque se encuentra a cargo de los jueces, considerando el autor de este ensayo que fue un error no haberle dado importancia a la actividad judicial.

 

            Posteriormente viene Montesquieu el cual afirmó en su célebre, El espíritu de las leyes (1748), la existencia de tres poderes: el primero, el legislativo que hace las leyes; el segundo, ejecutivo de gentes celebra la paz o

declara la guerra, envía y recibe embajadas, establece la seguridad pública y prevé invasiones; el tercero, ejecutivo civil o judicial castiga los delitos y juzga las diferencias entre particulares.

 

           Este autor considero que la libertad política sólo reside en los gobiernos  cuando no se abusa del poder; pero la existencia nos muestra constantemente que todo hombre investido de autoridad abusa de ella…para impedir este abuso, es necesario que, por la naturaleza misma de las cosas, el poder limite al poder…Cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo se reúnen en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad,. Si no está separado el poder legislativo se podría disponer arbitrariamente de la libertad y la vida de los ciudadanos, de ahí reside la importancia de que cada poder tiene su propio ámbito de aplicación.

 

            En lo que se refiere a México habría que analizar la Constitución de 1917 las constituciones de México han consagrado el principio de división de poderes, pero no lo han hecho de manera idéntica. Dichas variantes, a decir de Sánchez Bringas (2004, pp. 404 – 411), se refieren a dos criterios importantes: la importancia formal de los órganos y su número.

 

            En cuanto a la importancia o rangos existentes entre los órganos, destaca la tendencia que se presenta al legislativo como el órgano originario y fundamental. Así, Apatzingán, de 1814, en su artículo 44 ordenaba lo siguiente: “Permanecerá el cuerpo representativo de la soberanía del pueblo con el nombre de Supremo Congreso Mexicano. Se crearán, además, dos corporaciones, la una con el título de Supremo Gobierno, y la otra con el de Supremo Tribunal de Justicia”.

 

               La Constitución Política de 1857, se destaca porque suprimió al Senado, no obstante haberse consagrado la forma de Estado federal. Al integrarse al Poder Legislativo con una asamblea de diputados dio tal fortaleza a este órgano que los presidentes de la República de esa época, entre ellos Benito Juárez, afrontaron severas dificultades para ejercer sus cargos.

 

              En lo que respecta al número de los órganos, normalmente han existido los tres tipos: ejecutivo, legislativo y judicial. Empero, la Constitución Centralista de 1836, denominada Bases y leyes constitucionales de la República Mexicana, estableció un sistema de cuatro órganos; además de los tres que se conocen creó otro que sometía a los tradicionales: el Supremo poder conservador.

 

             Se puede decir que  la prohibición de invadir las competencias de otros órganos es una característica derivada de la necesidad del orden que debe existir para el buen funcionamiento del poder público y la prohibición de integrar con una sola persona o corporación al legislativo se justifica en la idea de la representación constitucional de los legisladores.

 

              Sánchez, Bringas (2004, pp. 407 y 408), al referirse sobre los alcances normativos de la división de poderes, explica que en dicho principio presentan cuatro características:

a) Crea tres órganos cupulares de producción normativa;

b) Los diferencia entre si y les asigna las denominaciones con las que se identifica la naturaleza jurídica de las principales atribuciones que cada uno desempeña;

c) Prohíbe la invasión de competencias entre los órganos;

d) Prohíbe que la función legislativa se deposite en un solo individuo o corporación.

 

              A continuación enumero algunas disposiciones de la constitución en donde se refleja el intento por parte del Estado de separar el ámbito de competencia de cada poder:

 

              No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión conforme a lo dispuesto en el artículo 29… En ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se otorgaran facultades extraordinarias para legislar.

 

              Artículo 116.- El poder público de los estados se dividirá, para su ejercicio, en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el legislativo en un solo individuo. en la Constitución de Existe una teoría que trata de mantener un equilibrio entre los poderes al respecto (Arteaga Nava 2005) aduce al referirse a la teoría de los pesos y contrapesos lo siguiente:

 

              En la Constitución se ha establecido un sistema de pesos y contrapesos que procura, cuando menos en teoría, alcanzar una situación de equilibrio entre las tres ramas en que ha sido dividida la acción gubernativa. El texto tiende a evitar que una de las tres se sobre ponga a las restantes. La acción del congreso es neutralizada o encauzada por el ejecutivo y el judicial: una ley del Congreso puede ser vetada por el presidente de la república o, llegado el caso, es factible que no lo aplique, sin que exista la posibilidad de que se le exija responsabilidad.

 

               También es probable que se difiera su entrada en vigor o no se aplique en ciertos casos. La rama federal, por su parte, mediante su intervención en la controversia constitucional, la acción de inconstitucionalidad y el juicio de amparo, neutraliza la acción del órgano legislativo en casos concretos.

 

             Otro ejemplo claro lo vemos en la actuación del ejecutivo, el ejecutivo encuentra en el congreso un contrapeso a su acción; un nombramiento o un ascenso puede ser obstaculizado por el senado: un servidor público que dependa de él puede ser enjuiciado y destituido; cuando menos en teoría y con efectos meramente políticos, más que jurídicos, su actuación puede ser objeto de censura; asimismo, un informe anual es susceptible de ser analizado. La rama judicial mediante el juicio de amparo, frena también su acción.  Carpizo, Jorge (1991, p. 82).

 

            En el Sistema constitucional mexicano se puede observar en los siguientes ejemplos  el presidente de la república puede indultar a un reo condenado por los jueces federales. El congreso de la unión, mediante una Ley de Amnistía, puede dejar sin materia un extenso número de juicios de naturaleza

penal que se ventilen ante los tribunales federales. También el congreso puede juzgar a ministros, magistrados y jueces federales y llegado el caso destituirlos e inhabilitarlos. Tena Ramírez (2003, pp. 729 y 780).

 

            De lo antes expuesto en este artículo se advierte la importancia del contrapeso que deben tener los respectivos poderes en el Sistema constitucional mexicano y su correspondiente regulación en el marco jurídico.

 

 

La División de Poderes

4 de mayo de 2008 Publicado por Hilda

Entre las formas de gobierno, una característica de los sistemas democráticos es la división de poderes, cuyo fundamento se halla en la teoría elaborada por Montesquieu, en su obra “El espíritu de las leyes” en el siglo XVIII, inspirada en el gobierno inglés, donde sienta la tesis de que concentrar todos los poderes en una misma persona, lo torna omnipotente, y es necesario el control del ejercicio de su mandato, ya que según su opinión todo el que detenta el poder tiende a abusar del mismo.

División de poderes

Tiene como antecedente remoto de su pensamiento, la obra de Aristóteles, en el siglo IV a . C. quien en su “Política” ya había expuesto la necesidad de dividir las funciones entre los órganos deliberativos, administrativos y de justicia, aunque sin hablar de recíproco control entre ellos, para garantizar la libertad individual, frente al abuso del poder.

Otro aporte a su pensamiento más inmediato, es el que realiza John Locke (siglo XVII) quien distingue entre Poder Legislativo (el de mayor poder, con el límite del respeto a la ley natural) Poder Ejecutivo (que cumple los mandatos del legislativo y aplica las leyes, incluyendo la función judicial dentro de este poder) y el Poder Federativo (encargado de las relaciones exteriores y la seguridad).

Así Montesquieu, vuelve a hablar de separación de poderes, pero aunque fue el ideólogo de la Revolución Francesa, que consagró el sistema democrático, él no radica la soberanía en la totalidad del pueblo. Distingue entre gobiernos republicanos y monárquicos. En los primeros el pueblo ejerce la soberanía, si es todo el pueblo en su conjunto, es una República Democrática pero si solo es ejercida por los mejores es una República Aristocrática. La otra forma de gobierno es la Monarquía, o poder de uno solo, que según Montesquieu, degenera habitualmente en despotismo por abuso de poder, como ocurría en Europa en ese tiempo, donde los monarcas absolutos concentraban todo el poder, argumentando como fuente de legitimidad que se lo había entregado Dios.

No era partidario de un sistema republicano, sino de las Monarquías Parlamentarias, que combinan, según su opinión lo mejor de ambas formas de gobierno, opción que eligieron los girondinos, dentro de los dos grupos que conformaron la Asamblea Nacional, durante la Revolución Francesa.

Esos poderes los denomina: Poder Legislativo, el que hace las leyes por un tiempo, o a perpetuidad y corrige las que están hechas o las deroga, cuando ya son inútiles. El Poder Ejecutivo es el que decide en las relaciones exteriores, la paz o la guerra, se ocupa de la seguridad territorial, y de las relaciones exteriores enviando o recibiendo embajadores. El Poder Judicial es el que se ocupa de dirimir conflictos entre particulares y castigar los delitos. Estos poderes deben conservar su independencia, para ejercer recíproco control, y estarán obligados a actuar de común acuerdo, limitándose en casos de abuso, al resolver los problemas que se produzcan en el curso normal de los hechos.

En Inglaterra, estado que tomó como modelo de gobierno, que había establecido una Monarquía Parlamentaria, las funciones estaban distribuidas de la siguiente manera: El Poder Ejecutivo, a cargo del Rey, el Legislativo, depositado en el Parlamento (el que poseía el mayor poder) y el Judicial en la Corte inglesa.

Una nueva elaboración de esta teoría la realiza Emmanuel Sieyès, en plena Revolución Francesa. La forma de gobierno propiciada por Montesquieu es la base del estado liberal, con preferencia de la clase burguesa, y aristocrática. Sieyès, expuso en su obra, publicada en 1789, las bases para la constitución del Estado Social de Derecho, donde la soberanía va a residir en la voluntad de la mayoría popular, desapareciendo el poder de las oligarquías y extendiendo la participación popular en el sufragio. En la división de poderes va a existir mayor colaboración, además del control, y el Poder Legislativo deja de tener preeminencia, estando limitado por la Constitución, ley suprema en la jerarquía de las leyes.

El pueblo aparece ahora como depositario del poder constituyente, que aprueba la norma suprema constitucional y elige a los gobernantes, que ejercen los poderes constituidos, por su mandato.

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Montesquieu: Teoría de la separación de poderes (1748)      147 Votes

Hay en cada Estado tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los

asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del

derecho civil.

Por el poder legislativo, el príncipe, o el magistrado, promulga leyes para cierto tiempo o

para siempre, y enmienda o deroga las existentes. Por el segundo poder, dispone de la

guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la seguridad, previene las

invasiones. Por el tercero, castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares.

Llamaremos a éste poder judicial, y al otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado.

Barón de Montesquieu

La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la

opinión que tiene cada uno de su seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que

el Gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro.

Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el

mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el Senado

promulguen leyes tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente.

Tampoco hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si

va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería

arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el

juez podría tener la fuerza de un opresor.

Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los

nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las

resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre particulares.

En la mayor parte de los reinos de Europa el Gobierno es moderado porque el príncipe, que

tiene los dos primeros poderes, deja a sus súbditos el ejercicio del tercero. En Turquía,

donde los tres poderes están reunidos en la cabeza del sultán, reina un terrible despotismo.

En las Repúblicas de Italia, los tres poderes están reunidos, y hay menos libertad que en

nuestras Monarquías. Por eso, el Gobierno necesita para mantenerse de medios tan

violentos como los del Gobierno turco. Prueba de ello son los inquisidores de Estado y el

cepillo donde cualquier delator puede, en todo momento, depositar su acusación en una

esquela.

Veamos cuál es la situación de un ciudadano en estas Repúblicas: el mismo cuerpo de

magistratura tiene, como ejecutor de las leyes, todo el poder que se ha otorgado como

legislador;

puede asolar al Estado por sus voluntades generales, y como tiene además el poder de

juzgar, puede destruir a cada ciudadano por sus voluntades particulares.

El poder es único, y aunque no haya pompa exterior que lo delate, se siente a cada instante

la presencia de un príncipe despótico.

Por eso, siempre que los príncipes han querido hacerse déspotas, han empezado por reunir

todas las magistraturas en su persona; y varios reyes de Europa, todos los grandes cargos

del Estado. (…)

El espíritu..edición de 1749

El poder judicial no debe darse a un Senado permanente, sino que lo deben ejercer

personas del pueblo, nombradas en ciertas épocas del año de la manera presenta por la

ley, para formal/ un tribunal que sólo dure el tiempo que la necesidad lo requiera.

De esta manera, el poder de juzgar, tan terrible para los hombres, se hace invisible y nulo,

al no estar ligado a determinado estado o profesión. Como los jueces no están

permanentemente a la vista, se teme a la magistratura, pero no a los magistrados. (…)

Si el poder legislativo deja al ejecutivo el derecho de encarcelar a los ciudadanos que

pueden responder de su conducta, ya no habrá libertad, a menos que sean detenidos para

responder, sin demora, a una acusación que la ley considere capital, en cuyo caso son

realmente libres, puesto que sólo están sometidos al poder de la ley.

Pero si el poder legislativo se creyera en peligro por alguna conjura secreta contra el

Estado, o alguna inteligencia con los enemigos del exterior, podría permitir al poder

ejecutivo, por un período de tiempo corto y limitado, detener a los ciudadanos sospechosos,

quienes perderían la libertad por algún tiempo, pero para conservarla siempre. (…)

Puesto que en un Estado libre, todo hombre, considerado como poseedor de un alma libre,

debe gobernarse por sí mismo, sería preciso que el pueblo en cuerpo desempeñara el poder

legislativo. Pero como esto es imposible en los grandes Estados, y como está sujeto a mil

inconvenientes en los pequeños, el pueblo deberá realizar por medio de sus representantes

lo que no puede hacer por sí mismo. (…)

La gran ventaja de los representantes es que tienen capacidad para discutir los asuntos. El

pueblo en cambio no está preparado para esto, lo que constituye uno de los grandes

inconvenientes de la democracia. (…)

Todos los ciudadanos de los diversos distritos deben tener derecho a dar su voto para elegir

al representante, exceptuando aquéllos que se encuentren en tan bajo estado que se les

considere carentes de voluntad propia. (…)

El poder ejecutivo debe estar en manos de un monarca, porque esta parte del Gobierno,

que necesita casi siempre de una acción rápida, está mejor administrada por una sola

persona que por varias; y al contrario, las cosas concernientes al poder legislativo se

ordenan mejor por varios que por uno solo.

Si no hubiera monarca y se confiara el poder ejecutivo a cierto número de personas del

cuerpo legislativo, la libertad no existiría, pues los dos poderes estarían unidos, ya que las

mismas personas participarían en uno y otro.

Si el cuerpo legislativo no se reuniera en asamblea durante un espacio de tiempo

considerable, no habría libertad, pues sucedería una de estas dos cosas: o no existirían

resoluciones legislativas, en cuyo caso el Estado caería en la anarquía, o dichas

resoluciones serían tomadas por el poder ejecutivo, que se haría absoluto. (…)

Si el poder ejecutivo no posee el derecho de frenar las aspiraciones del cuerpo legislativo,

éste será despótico, pues, como podrá atribuirse todo el poder imaginable, aniquilará a los

demás poderes.

Recíprocamente el poder legislativo no tiene que disponer de la facultad de contener al

poder ejecutivo, pues es inútil limitar la ejecución que tiene sus límites por naturaleza; y

además, el poder ejecutivo actúa siempre sobre cosas momentáneas. (…)

Pero si en un Estado libre el poder legislativo no debe tener derecho a frenar al poder

ejecutivo, tiene, sin embargo, el derecho y debe tener la facultad de examinar cómo son

cumplidas las leyes que ha promulgado. (…)

El poder ejecutivo debe participar en la legislación en virtud de su facultad de impedir, sin

lo cual pronto se vería despojado de sus prerrogativas. Pero si el poder legislativo participa

en la ejecución, el ejecutivo se perderá igualmente.

Si el monarca participara en la legislación en virtud de su facultad de estatuir, tampoco

habría libertad. Pero como le es necesario, sin embargo, participar en la legislación para

defenderse, tendrá que hacerlo en virtud de su facultad de impedir. (…)

He aquí, pues, la constitución fundamental del Gobierno al que nos referimos: el cuerpo

legislativo está compuesto de dos partes, cada una de las cuales tendrá sujeta a la otra por

su mutua facultad de impedir, y ambas estarán frenadas por el poder ejecutivo que lo

estará a su vez por el legislativo.

Los tres poderes permanecerían así en reposo o inacción, pero, como por el movimiento

necesario de las cosas, están obligados a moverse, se verán forzados a hacerlo de común

acuerdo.

Tomado de Barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes. Madrid: Tecnos, 1972, pág.

151-157.

Comentario:

El francés Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu (16891755), formuló en 1748

la doctrina de separación de tres poderes —ejecutivo, legislativo y judicial—, sugerida

anteriormente por el filósofo inglés John Locke. La novedosa concepción del Estado, se

convertiría en una meta de las revoluciones posteriores contra

el Absolutismo Monárquicoidentificado con los tiempos oscuros del Medioevo, con el

nombre de República. Montesquieu no era un Republicano en el sentido moderno del

concepto. Favorecía una Monarquía Limitada, sistema en el cual el Rey debía ejercer el

poder ejecutivo, el parlamento instituir, derogar o modificar las leyes, y los magistrados y

jueces, castigar los delitos y adjudicar las diferencias y disputas entre particulares. Su meta

detrás de ello es el Equilibrio y la Armonía social, igual que en las propuestas clásicas que

le precedieron.

Ese ideal moderado se difundió por buena parte de Europa Occidental, animó al liderato de

la primera etapa de la Revolución Francesa de 1789, el Girondino, y tras la experiencia del

Terror entre 1793-1794, se transformó en una opción concreta no radical que incluso

penetró a clases políticas tan moderadas como la de España. Por ese medio las propuestas

de Montesquieu se manifestaron en Puerto Rico temprano en el siglo19. El Espíritu de las

Leyes, obra en la cual expresó su teoría del manejo del Estado, ha sido una de las obras

más influyentes en las prácticas políticas occidentales.

Fíjese el lector que los argumentos de Montesquieu proceden de una interpretación pura

del Derecho: no toman en cuenta otras fuerzas que pueden impactar en el ejercicio del

Poder tales como las fuerzas económicas, la imagen o los prejuicios culturales del Pueblo o

la manipulación de esas esferas por cierto fragmentos del poder. El análisis es

esencialmente jurídico. Sus argumentos convienen en que el ejercicio del Poder es materia

que corresponde a una minorías selectas: su planteamiento está muy lejos del concepto

de Democracia Popular que dominó a los Jacobinos en 1793. Los pensadores sociales del

siglo 19 insertarán esos principios en la discusión, con lo cual ayudarán a formular una

interpretación más holística y por lo mismo más compleja.

Mario R. Cancel Historiador y escritor

división de poderes

La separación o división de los poderes del Estado —llamados también funciones—es una

característica esencial de la forma republicana de gobierno. Consiste básicamente en que

la autoridad pública se distribuye entre los órganos legislativo, ejecutivo y judicial,de modo

que a cada uno de ellos corresponde ejercer un cúmulo limitado de facultades de mando y

realizar una parte determinada de la actividad gubernativa.

El poder político, abstractamente considerado, es uno. Sin embargo, esto no obsta para

que se lo divida verticalmente y se encargue a órganos diferentes el ejercicio de las partes

de poder resultantes de esa división. El propósito es evitar la concentración de la autoridad

en un solo órgano estatal, que llevaría indefectiblemente al despotismo. El fraccionamiento

de la autoridad pública previene este peligro al asignar a diferentes órganos el ejercicio de

fracciones de poder. De este modo, ninguno de ellos, por sí solo, tiene la fuerza suficiente

para instaurar un régimen autoritario sobre la sociedad.

Esto se vio claramente tanto en el <absolutismo monárquico de hace dos siglos como en

los >totalitarismos modernos de derecha o de izquierda, que desconocieron por igual el

principio de la división de poderes y que concentraron la totalidad de la autoridad pública

en manos del führer, el duce o el caudillo. Los regímenes marxistas, gobernados

usualmente por la “nueva clase” a la que se refirió el político y escritor yugoeslavo Milovan

Djilas (1911-1995), no conocieron algo parecido a la división de poderes. Sus decisiones

estuvieron agudamente centralizadas en torno al partido comunista. Andrei Y. Vyshinsky

(1883-1954), quien fue alto dirigente político y ministro de asuntos exteriores de la Unión

Soviética, afirmó en su libro “The Law of the Soviet State” que “el programa del partido

comunista rechaza el principio burgués de la separación de los poderes”, ya que es

contrario a los intereses de la clase obrera.

La división de poderes es esencialmente un mecanismo de limitación de las atribuciones

de los órganos estatales mediante un sistema de “pesos y contrapesos” en el cual “el

poder detiene al poder” e impide los abusos de autoridad.

Este es, desde el punto de vista axiológico, el sentido de esta teoría. Pero ella responde

también a una finalidad funcional, determinada por el principio de la división del trabajo,

que demanda órganos especializados para cada una de las funciones del Estado. La

eficacia en las acciones de gobierno lo exige. De modo que bien puede decirse que la

división de poderes obedece a preocupaciones de libertad tanto como a exigencias

técnicas del ejercicio del gobierno.

 

1. Antecedentes históricos. Algunos pensadores de la Antigüedad se preocuparon ya de la

división del poder y en sus escritos hicieron alusiones más o menos concretas al asunto.

Tal fue el caso de Aristóteles, Cicerón y Polibio. Más tarde, cuando el tema de la libertad

ganó el primer plano de las avanzadas intelectuales, se renovó el interés por descubrir un

método de gobierno que, sin dejar de conducir a los pueblos, tuviera los necesarios

miramientos con su libertad y sus derechos. Locke, Montesquieu y otros pensadores del

“siglo de oro” de la libertad europea y de la lucha contra el absolutismo propusieron sus

fórmulas para alcanzar estos propósitos.

Fue Aristóteles (384-322 a. C.) el precursor de lo que, con el correr del tiempo, sería una

teoría de gran importancia en la vida política de la posteridad. Con referencia a las

comunidades políticas de su tiempo, el filósofo griego expresó que “en todo Estado hay

tres elementos en que todo legislador cuidadoso debe ocuparse. El primero de estos

elementos es la asamblea general, que delibera sobre los negocios públicos; el segundo,

el cuerpo de los magistrados, cuya naturaleza, atribuciones y modo de ser nombrados

debe fijarse; y tercero, el poder judicial”.

Por su parte, Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.) escribió que “si en una sociedad no se

reparten equitativamente los derechos, los cargos y las obligaciones, de tal manera que los

magistrados tengan bastante poder, los grandes bastante autoridad y el pueblo bastante

libertad, no puede esperarse permanencia en el orden establecido”.

El historiador grecorromano Polibio, que vivió dos siglos antes de nuestra era, al referirse a

la organización gubernativa de Roma, expresó que “el gobierno de la república romana

está refundido en tres cuerpos, y en todos los tres tan balanceados y bien distribuidos los

derechos, que nadie, aunque sea romano, podrá decir con certeza si el gobierno es

aristocrático, democrático o monárquico. Y con razón, pues si atendemos a la potestad de

los cónsules, se dirá que es absolutamente monárquico y real; si a la autoridad del

Senado, parecerá aristocrático, y si al poder del pueblo, se juzgará que el Estado es

popular”.

Naturalmente que los conceptos de estos pensadores antiguos sobre la división de

poderes tuvieron todas las limitaciones propias de la época. No se podrían interpretar las

ideas de Aristóteles bajo la óptica actual, después de dos mil trescientos años de

desarrollo político. Aristóteles habló en función de las características fundamentales de las

sociedades políticas y de las formas de gobierno de su tiempo: el Senado, los magistrados

y los tribunales judiciales de la vieja Grecia. Pero, sin duda, lo que él escribió en

su “Política” fue un precedente histórico muy claro de la moderna teoría de la separación

de los poderes del Estado.

Más tarde, a fines del siglo XVII, el pensador inglés John Locke (1632-1704), autor del

célebre “Ensayo sobre el gobierno civil” (1690), contribuyó con nuevos conceptos a la

integración de la teoría de la división de funciones. Distinguió en el gobierno civil dos

poderes principales: el legislativo, que se ocupa en hacer las leyes, y el ejecutivo, que

atiende de modo permanente a las necesidades del interior y vela por la eficacia de las

leyes dictadas. A los anteriores agregó Locke, como poder secundario y dependiente del

ejecutivo, el poder que él denominó federativo, encargado de las relaciones exteriores y

con facultades para hacer la guerra y acordar la paz.

Locke fue el verdadero precursor de la teoría de la división de poderes. Sostuvo que en

las “repúblicas bien ordenadas” el poder de elaborar las leyes se halla en personas

distintas de las que se encargan de hacerlas cumplir. Y, después de hechas, los autores de

ellas quedan sometidos a las normas jurídicas que ellos mismos hicieron, “lo cual es otro

vínculo estrecho que les induce a cuidar de hacerlas por el bien público”, afirma Locke. Al

establecer con absoluta claridad la distinción entre el legislativo y el ejecutivo,vislumbró ya

el moderno significado de esta teoría y presintió el propósito de libertad que con ella se

perseguía, aunque evidentemente su elaboración y sistematización profundas no

aparecieron sino con Montesquieu.

Fue Montesquieu (1689-1755) —cuyo verdadero nombre era Charles-Louis de Secondat—

el filósofo de la teoría tripartita de los poderes. En el Libro XI de su famosa obra “El Espíritu

de las leyes” (1748) distinguió tres poderes en la sociedad política: elpoder

legislativo encargado de dictar el orden jurídico general; el poder ejecutivo,responsable de

la aplicación de las leyes y de la administración pública; y el poder judicial que se ocupa en

solucionar los conflictos que surgen entre las personas.

La división de poderes fue una de las conquistas revolucionarias de Francia a finales del

siglo XVIII en su lucha contra el <absolutismo. La concentración de la autoridad en manos

de un pequeño círculo gobernante fue una de las características de los gobiernos

del ancien régime. Ahí nada semejante a la división de poderes había. El rey y sus

allegados legislaban, administraban el Estado, comandaban los ejércitos e impartían

justicia. Todo de modo centralizado y absorbente. Y aunque a veces la complejidad de los

asuntos estatales obligaba al monarca a ciertos actos de desconcentración de la autoridad

—que en la práctica hacían imposible que la monarquía fuese el gobierno de uno, como da

a entender su significación etimológica, sino el gobierno de algunos—ciertamente que esto

no ocurría por preocupaciones de libertad ni de equilibrio de fuerzas. El monarca, de todos

modos, retenía la decisión última e inapelable y su voluntad era la suprema ley del Estado.

La primera concreción jurídica de la doctrina de Montesquieu se dio en la Constitución

norteamericana de 1787 que organizó la autoridad estatal con arreglo a un esquema de

separación de poderes, sometió a éstos a un control recíproco, atribuyó a la administración

de justicia el rango de poder estatal —distinto y separado de los poderes legislativo y

ejecutivo— y consagró el principio de la supremacía de la Constitución, para cuya

seguridad creó el procedimiento del control judicial de la constitucionalidad.

Los Estados Unidos, como suelen reconocerlo por lo general los tratadistas de la materia,

tienen el mérito de haber plasmado en realidad vital las ideas hasta ese momento

abstractas de los filósofos europeos de la libertad. Fue a partir de la Constitución

norteamericana de 1787 que esas ideas se convirtieron en letra jurídica y de allí se

extendieron a otros Estados europeos y latinoamericanos, hasta convertirse en principios

fundamentales del <constitucionalismo moderno.

 

2. Fundamento doctrinal y finalidades. La división de poderes es, ante todo, un sistema de

equilibrio de fuerzas: una “balanza de poderes”, como dice el constitucionalista español

Adolfo Posada (1860-1944). Lo fundamental en ella es la distribución más o menos

equilibrada de funciones, atribuciones y responsabilidades entre los principales órganos

directivos del Estado a fin de que ninguno de ellos, por sí solo, sea lo suficientemente

fuerte para supeditar a los otros y suprimir la libertad de los ciudadanos.

Para Montesquieu el enemigo nato de la libertad es el poder político, ya que “es una

experiencia eterna que todo hombre que tiene poder tiende a su abuso”. Pero como el

poder es necesario, sólo existe un medio para asegurar la vigencia de la libertad: disponer

las cosas del Estado en tal forma que el poder detenga al poder y aleje la posibilidad de

tiranía. ¿Cómo hacerlo? Pues fraccionando la autoridad pública en modo que cualquier

<despotismo fundado en la concentración de poderes sea prácticamente imposible.

La teoría de la división de poderes es el resultado de un plan racional para asegurar los

derechos individuales dentro del grupo. Su propósito principal es garantizar la libertad de

los ciudadanos frente a la acción del poder público. Porque, como acertadamente dice

Montesquieu, “si en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistrados el poder

ejecutivo se reúne con el poder legislativo, no hay en absoluto libertad ya que puede

temerse que el monarca o el senado haga leyes tiránicas para ejecutarlas tiránicamente.

Tampoco habría libertad si el poder de juzgar estuviera unido al poder legislativo, ya que el

poder de decidir de la vida y de la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, porque el juez

sería al mismo tiempo legislador; si estuviera unido al ejecutivo, el juez tendría en su mano

la fuerza de un opresor. Todo estaría perdido si el mismo hombre o el mismo cuerpo de

principales o de nobles o del pueblo ejercieran estos tres poderes: el de hacer las leyes, el

de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los

particulares”.

De lo anterior se desprende que es casi un axioma político que la concentración de

poderes conduce al despotismo mientras que su fraccionamiento precautela los intereses

de la libertad.

Aquí está la médula y la razón de ser de esta teoría. Ella entraña un sistema de frenos y

contrafrenos, pesos y contrapesos —cheks and balances, según la clásica expresión de

los constitucionalistas norteamericanos— que mantiene a cada poder dentro de su órbita

constitucional y detiene los abusos de autoridad.

Sin embargo, algunos autores —entre ellos el alemán Johann Kaspar Bluntschli (1808-

1881)— no creen que la separación de poderes se deba a preocupaciones de libertad sino

a exigencias técnicas de la división del trabajo gubernativo, que demanda un órgano

especializado para cada una de las funciones estatales.

Dicen ellos que la división de poderes resulta de la existencia de funciones distintas en el

gobierno del Estado, que por la ley de la >división del trabajo tienden a diferenciarse en

magistraturas y órganos propios. Sin negar, ni mucho menos, la razón que asiste a quienes

así piensan, soy del criterio de que la división de poderes cumple ambas finalidades: de un

lado, fractura el poder y lo somete a un mecanismo de equilibrio de fuerzas que tiene un

claro efecto limitativo sobre la autoridad pública en beneficio de la libertad de los

gobernados, y, en tal sentido, la teoría responde a la necesidad de imponer a todo poder

del Estado un límite mediante la acción de otro poder; y de otro lado, como la división de

podres implica también división de funciones, está claro que estimula la formación de

órganos especializados para desempeñar cada una de las diversas actividades estatales,

con arreglo al principio de la división técnica del trabajo. De esta suerte, los legisladores se

especializan en hacer leyes, los administradores en ejecutarlas y los jueces en impartir

justicia. Se cumplen así ambos propósitos: evitar los abusos de autoridad mediante la

fórmula el poder detiene al poder y obtener mayor eficiencia en la operación del gobierno

en su conjunto gracias a la creciente especialización técnica de los órganos estatales.

 

3. Funcionamiento del sistema. El mecanismo de la división tripartita de poderes —o

cuatripartita o como se los quiera dividir, pues su esencia no está en el número de ellos

sino en el principio del fraccionamiento de la autoridad pública— opera de manera que

ninguno de los poderes puede prevalecer sobre los demás y convertirse en instrumento de

despotismo. Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial tienen su órbita de atribuciones

jurídicamente regladas. Ninguno de ellos puede interferir en las facultades del otro. La

<Constitución señala taxativamente las materias que les competen. Al poder legislativo le

corresponde principalmente (aunque no únicamente) formular el orden jurídico general del

Estado y vigilar la gestión de ciertos funcionarios de la administración pública, a quienes

puede pedirles cuenta de sus actos. Al poder ejecutivo le compete administrar el Estado

mediante actos referidos a personas y casos concretos, dentro del marco legal dictado por

el órgano legislativo. Y al poder judicial le incumbe la administración de justicia, o sea la

declaración de lo que es derecho en cada caso de controversia.

La función legislativa formula y establece las normas obligatorias de la convivencia social.

Estas son, para los gobernados, el límite de su autonomía personal, puesto que ellos

pueden hacer todo lo que no les está vedado por las leyes, y, para los gobernantes, la

sustancia de su poder, dado que no les está permitido hacer algo para lo que no estén

previamente autorizados por un precepto jurídico.

La función ejecutiva desarrolla toda la actividad “concreta” del gobierno, en el sentido de

que asume no sólo la conducción administrativa del Estado sino la solución de los

problemas reales de la sociedad, para lo cual, actuando subordinadamente al

ordenamiento jurídico expedido por el parlamento, imparte órdenes e impone su

cumplimiento con el respaldo de la fuerza pública, cuyo manejo le compete. Para cumplir

con sus obligaciones, la función ejecutiva puede dictar normas jurídicas secundarias —

decretos y reglamentos— en ejercicio de la “facultad reglamentadora” de que está

investida. Estas normas de rango inferior están referidas siempre a personas y casos

concretos y particulares y en eso se diferencian de las normas jurídicas de validez general

—las leyes—, expedidas para aplicarse a un número indeterminado de casos.

Otra de las características diferenciales entre las funciones legislativa y ejecutiva es que la

operación de la primera, por lo general, es estacional, o sea que no funciona todo el año;

mientras que la segunda tiene una actividad ininterrumpida y permanente. La naturaleza de

sus funciones le exige continuidad en sus acciones.

El principal cometido de la función judicial es impartir justicia en la sociedad. Esto significa

que le compete resolver, dentro del marco de la legislación que le ha sido dada por la

función legislativa, todas las reclamaciones cuya dirimencia judicial le sea solicitada. La

función judicial no hace la ley sino que la aplica a los casos particulares de conflicto. Sus

fallos son obligatorios sólo para las partes, aunque en algunos casos sientan

“jurisprudencia”, es decir, establecen una forma de interpretar y de aplicar la ley en casos

similares. Sin embargo, las sentencias —que así se llaman los pronunciamientos finales de

los jueces en cada caso de litigio judicial— sólo son obligatorias para las partes

involucradas en el asunto que se juzga. Tienen la forma de un silogismo cuya premisa

mayor es la norma legal, la menor es el hecho que se juzga y la conclusión es la aplicación

de la norma al hecho. Pero su poder vinculante se limita a las partes que intervienen en el

litigio.

Dentro de este sistema, la independencia del poder judicial frente a todas las presiones o

interferencias que pudieran distorsionar la recta administración de la justicia es un

elemento vital de la organización política moderna. No solamente los otros poderes del

Estado sino los partidos políticos, los gremios, los grupos de interés, los medios de

comunicación y los ciudadanos deben abstenerse de tomar injerencia en las dirimencias

judiciales, para que nada tuerza la delicada función de los jueces y tribunales. Este fue uno

de los principios fundamentales que consagró la Revolución Francesa. Pero antes en

Inglaterra el Act of Settlement de 1701 reconoció ya a los jueces un estatuto de

independencia respecto de los demás poderes.

Cada uno de los ellos desempeña una función distinta y específica, en la que no pueden

participar los restantes poderes, a menos que la Constitución autorice explícitamente esa

participación. Aunque habla de “separación” de funciones, el sistema no aísla entre sí a los

poderes del Estado ni suprime la necesaria y útil conexión que debe existir entre ellos.

Todo lo contrario: promueve su funcionamiento coordinado, de modo que, respetando los

unos las atribuciones de los otros y controlándose recíprocamente, realizan de mancomún

aquellos actos que la Constitución, por la singular importancia que entrañan, no quiere que

sean obra de un solo poder.

De donde se desprende que hay dos clases de materias sobre las que recae la acción de

los poderes públicos: a) materias de competencia exclusiva de un poder, en las que éste

es por sí solo un órgano completo y no requiere la cooperación de los demás para que sus

decisiones tengan plena validez jurídica; y b) materias de competenciaconcurrente de dos

o más poderes, en cuya resolución cada uno de ellos es órganoincompleto y ha menester

de otro u otros para perfeccionar el acto.

Como es lógico, solamente los actos de menor importancia relativa están sometidos a la

competencia exclusiva de un poder. Todos los demás son objeto de competencias

concurrentes. Se produce así el juego mecánico que equilibra las fuerzas del Estado y

pone en funcionamiento los sistemas de control y fiscalización recíprocos, para que el

poder detenga al poder y evite los abusos de autoridad.

Ninguno de los poderes se limita estrictamente a su función específica sino que

desempeña también funciones secundarias. Esto hace posible el entrelazamiento operativo

de control. Así, el poder legislativo tiene como función específica formular y expedir las

leyes pero ejerce también ciertas funciones judiciales con respecto al Presidente de la

República y a sus ministros. La función ejecutiva, por su parte, desempeña también

funciones de colegislación al ejercer su derecho de iniciativa o al sancionar o vetar las

leyes, cuyo control de constitucionalidad ejerce la función judicial. Esto quiere decir que

para que una ley pueda ser expedida se requiere la voluntad concurrente de los

legisladores y del Presidente de la República y que para mantener su vigencia es

necesario que la Corte Suprema de Justicia no la declare inconstitucional en razón de

violar derechos, garantías o procedimientos consagrados en la Constitución. Por su parte,

el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, según el esquema norteamericano seguido

por muchos Estados, debe presidir las sesiones del Senado en el caso de juzgamiento de

la responsabilidad oficial del Presidente de la República. Este, a su vez, mediante el

otorgamiento del indulto o el ejercicio del derecho de gracia, participa en la Función

Judicial. Así se entreteje la complicada trama de relaciones y de controles recíprocos entre

los tres poderes, que previene el abuso de autoridad.

En el esquema planteado no existe superioridad jerárquica entre los tres poderes: la

relación establecida entre ellos es de coordinación y no de subordinación. Si un poder

puede enervar los actos de otro no es porque tenga mayor autoridad sino porque cada uno

de ellos ejerce una función específica. Eso pasa con el ejecutivo cuando veta una ley o con

el congreso cuando juzga la conducta de los funcionarios de la administración o con los

tribunales de justicia que someten a juicio a legisladores o a ministros. En su campo

específico cada poder es supremo. Precisamente lo que se ha propuesto la teoría de

Montesquieu es lograr un equilibrio político, con base en que ningún poder prevalezca

sobre los demás. No hay, por tanto, “primer”, “segundo” o “tercer” poder del Estado en

sentido de ordenación jerárquica sino tres poderes coordinados, cada cual con sus

respectivas atribuciones y deberes, frente a la conducción del Estado.

En cierto modo, la <descentralización o la <autonomía son formas territoriales de división

de poderes. Lo son en el sentido de que la autoridad pública se fracciona en razón del

territorio, de modo que tanto el gobierno central como cada una de las unidades

territoriales autónomas en que se divide el Estado ejerce un cúmulo determinado de

atribuciones gubernativas en las tres áreas: legislativa, ejecutiva y judicial. Al transferir

facultades de decisión política y administrtiva de los órganos centrales a los periféricos se

produce un corte horizontal del poder a diferencia del corte vertical que se da en la división

de Montesquieu. En este caso la separación se produce en función del territorio, de

manera que cada una de las tres funciones cardinales del Estado se divide

horizontalmente y es ejercida por el gobierno central y los gobiernos seccionales. En las

unidades territoriales se erigen centros de decisión política y administrativa que tienen su

propia capacidad legislativa, ejecutiva y judicial. En cambio, en la forma clásica la división

de poderes obedece a la naturaleza de la actividad que desarrolla cada uno de los órganos

especializados: hacer leyes, administrar el Estado o impartir justicia, que se realiza en

forma centralizada y jerarquizada. Es ésta una división de poderes en función de materias

y no de territorio.

 

4. La división de poderes y los partidos políticos. El sistema de partidos imperante en un

Estado suele causar distorsiones en el esquema de la división de poderes y aun anular su

funcionamiento. En buena medida el grado de eficacia que alcanza la separación de las

tres funciones depende del juego y la relación de fuerzas entre los partidos. Así, el sistema

de >partido único, que ejerce el monopolio de la acción política dentro del Estado, suprime

o anula la división de poderes, puesto que los concentra en manos del partido de gobierno.

Cosa parecida ocurre, en el sistema multipartidista, cuando uno de los partidos es de tal

manera hegemónico que se apodera de los órganos legislativo y ejecutivo y borra de

hecho los límites legales que les separan.

Si el partido que ocupa la presidencia de la república tiene al mismo tiempo la mayoría

dentro de la asamblea legislativa, claro que desaparece la separación entre los poderes ya

que quienes los ejercen obedecen a la misma orientación programática elaborada y

dictada por el partido. En ambos casos el resultado es el mismo: falseamiento del principio

constitucional de la división de poderes y sustitución fáctica por la concentración de la

autoridad pública en manos del partido único o del partido mayoritario.

Pero puede producirse también el fenómeno contrario: una separación de poderes más

profunda que la prevista por la norma constitucional si dos partidos beligerantes toman

para sí separadamente el control de los poderes legislativo y ejecutivo. En este caso la

separación jurídica de los poderes se ve ahondada por una segunda y más profunda

separación: la de facto, originada en la beligerancia entre los partidos, que no sólo

desconecta los dos órganos estatales sino que los envuelve en una dura pugna.

 

5. Nueva división de poderes. Los fundadores de los Estados latinoamericanos copiaron

del texto constitucional estadounidense de 1787 la división tripartita de poderes —

legislativo, ejecutivo y judicial— y la trasplantaron a sus Constituciones. Pero no siempre

ella ha funcionado eficientemente en nuestra América. Lo demuestran los defectos en la

legislación y los perniciosos y recurrentes conflictos entre el ejecutivo y el legislativo.

En el libro “The Failure of Presidencial Democracy”, escrito por varios expertos

internacionales y publicado por la Johns Hopkins University de los Estados Unidos en

1994, se acogió mi iniciativa de modificar el esquema de la clásica división tripartita de los

poderes del Estado como una medida para conjurar la crónica y recurrente crisis del

presidencialismo en Ecuador —rasgo común con otros Estados latinoamericanos— que la

planteé en el seno de la Comisión de Juristas que designó el presidente Clemente Yerovi

en 1966 para que preparáramos un proyecto de Constitución de Ecuador que sirviera de

documento de trabajo a la Asamblea Constituyente que iba a reunirse. En la mencionada

obra se comenta que “Borja is arguing for more cooperative relations between the

executive and legislature by concentrating the conflict-generating functions of the legislative

branch into a separately elected body” (pág. 281). En efecto, la idea era crear un cuarto

poder del Estado, en la misma jerarquía que los otros tres, que se encargara de ejercer el

control político y la fiscalización sobre la función ejecutiva —en el marco de una división

cuatripartita de los poderes— para liberar al parlamento de esta conflictiva responsabilidad

y permitirle dedicar todas sus horas, energías y tranquilidad a legislar.

Los integrantes del nuevo poder, al igual que los legisladores, serían elegidos en

votaciones universales y directas. Este sistema, manteniendo los beneficios de la división

clásica de poderes —con sus pesos y contrapesos y sus controles recíprocos para

proteger la libertad de los gobernados—, ofrecería la ventaja adicional de un más serio y

reposado método de legislación. Desde la campaña electoral se establecería un divorcio

de vocaciones: los políticos efervescentes irían al organismo de fiscalización política

mientras que los juristas, politólogos, científicos sociales, economistas, ecólogos y demás

profesionales vinculados con las ciencias sociales serían candidatizados para la cámara de

legislación.

LA DIVISIÓN DE PODERES

Antecedentes

Durante todas las etapas de la humanidad, los pueblos han sufrido del abuso de autoridad de sus gobernantes. Situaciones como la creación de impuestos excesivos y absurdos en la época feudal ó los horrores de la época del terror en Francia, por citar solo algunos ejemplos, provocaron que se dieran cantidades importantes de movimientos populares en contra de las acciones abusivas del Gobierno. Esto tiene gran relevancia porque permitió a las diferentes sociedades darse cuenta de que el poder en manos de una sola persona o grupo no era conveniente, es por ello que surgen grandes pensadores cuyas ideas, principalmente políticas, influyeron en hechos trascendentales para la humanidad.

La preservación de la libertad individual va relacionada con la división de poderes, según Sartori, "[...] el concepto de libertad política tiene una connotación de resistencia. Es libertad de, porque es la libertad del y para el más débil [...]. Lo que pedimos de la libertad política es la protección contra el poder arbitrario y despótico. Al señalar una situación de libertad nos referimos a una situación de protección que les permita a los gobernados oponerse al abuso de poder por parte de los gobernantes" 1.

A mediados del siglo XVIII, Europa era gobernada en su mayoría por monarquías absolutas y hereditarias, cuya opresión hacia el pueblo francés junto con las ideas libertadoras de pensadores tanto franceses como americanos permitió que en 1789 diera inicio la revolución francesa para crear posteriormente la República Francesa. Este hecho es singularmente significativo porque permitió a otros países -México entre ellos, que en esa época era un virreinato español- conocer otros tipos de gobierno mas favorables para el pueblo.

Bajo este marco de referencia, surge el pensador francés Montesquieu, de ideas liberales, quien consideraba a la justicia como la finalidad del Estado. Estas ideas innovadoras para aquella época quedaron plasmadas en su obra "el Espíritu de las leyes" e influyeron no solamente en Francia, si no que fueron seriamente consideradas por los pueblos latinoamericanos para crear sus primeras leyes independentistas.

La división de poderes, Montesquieu y otros

La formulación mas extendida de la teoría de la división o separación de poderes corresponde a la realizada por Montesquieu.

De acuerdo con la filosofía de Montesquieu, en todo Estado es posible encontrar tres clases de poderes: "[...] El poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del derecho civil"2, a este ultimo también lo denomina judicial. Mediante el poder legislativo, el príncipe o el magistrado promulga leyes transitorias o definitivas y enmienda o deroga las leyes existentes. En el caso del poder ejecutivo, este dispone de la guerra o la paz, se ocupa de las relaciones exteriores y de establecer la seguridad publica. El poder judicial castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares.

Estos distintos poderes, dentro de este esquema, pueden ser ejercidos por la misma persona o cuerpo o no. En el caso de darse la primera posibilidad, no hay libertad. Para que la libertad impregne el proceso político es necesario un gobierno tal, que ningún ciudadano pueda temer a otro. Y para ello deben atribuirse los distintos poderes a distintos órganos.

"Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, los hombres o el pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre los particulares" 3.

Para Locke, la división de poderes es un sistema contra la opresión del poder tiránico, pero asimismo la división entre los poderes legislativo y ejecutivo se basa fundamentalmente en la necesidad de aplicación permanente de normas generales. La nota claramente distintiva de ese

enfoque es la supremacía que Locke otorga al poder legislativo, al cual el poder ejecutivo, que se deposita en una persona que no es parte de la legislatura, le está claramente subordinado.4

Locke y Montesquieu no han sido los únicos exponentes de la doctrina de la división o separación de poderes, aunque quizás los que mayor influencia han ejercido.

También los autores de "el Federalismo", particularmente Madison, retomaron esta teoría sobre todo a través de la influencia de Montesquieu. Para ellos, el concepto de división de poderes emana naturalmente de las características del Estado de Derecho. Por un lado, si la norma esta por encima de los gobernantes, la interpretación de esa ley y su aplicación no podían estar en manos de los mismos hombres cuyos actos deben ser controlados por esa ley superior. Pero esta separación no fue suficiente, se considera asimismo necesario separar el legislativo del ejecutivo, como una forma de evitar una excesiva concentración del poder. James Madison aplicaba esta posición en los siguientes términos: "la acumulación de todos los poderes, legislativos, ejecutivos y judiciales en la misma mano, sean estos de uno, de muchos, hereditarios, autonombrados o electivos, puede decirse con exactitud que constituyen la definición misma de la tirania".5

Más adelante en el mismo ensayo, Madison advierte que la separación de poderes no significa que: "[...] las distintas ramas del gobierno no debieran tener un órgano propio, o control, sobre los actos de los otros dos. La idea (se refiere a Montesquieu) no significa más que esto: que donde todo el poder de una rama esta en manos de los mismos que poseen todo el poder de otra rama se infringen los principios fundamentales de una constitución libre" 6.

Cuando Montesquieu habló de separación de poderes se debe entender literalmente que a cada órgano distinto habrá de atribuirle un poder también distinto, con las respectivas funciones a su cargo. Cada poder, con su respectiva función, debía ser ejercido por cada órgano. Al analizar el sistema inglés Montesquieu va mas allá de Locke al afirmar que la separación de poderes es una condición necesaria para la libertad: "cuando el poder legislativo esta unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad". Tampoco hay libertad "[...] si el poder judicial no está separado del legislativo, ni del ejecutivo si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor". Finalmente asoma la conclusión: "[...] El poder, frena al poder". 7

La separación de poderes consiste en el hecho de que cada una de las ramas del gobierno -ejecutivo, legislativo y judicial- tiene poderes claramente definidos. Estos poderes recaen en diferentes personas y una persona no puede desempeñar simultáneamente dos funciones.

Toda intromisión de una rama del gobierno en otra es importante, porque, de acuerdo con la teoría de Montesquieu, "el propósito de la separación de poderes es la preservación de la libertad".

La división de poderes en la actualidad

“Sólo cuando los diversos detentadores del poder son independientes entre sí y se controlan mutuamente, la sociedad estará protegida del abuso de poder por parte de quienes ocupan el poder”. Esta idea ha impregnado todo el pensamiento político desde su primera manifestación, e incluso ha quedado plasmado en las más modernas constituciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Esto, sin embargo, no significa que no haya habido criticas a la doctrina de la división de poderes y de su aplicación.

A principios del siglo, Jellinek había mostrado que desde el ámbito del pensamiento político alemán se había rechazado el carácter doctrinario consistente en atribuir exclusivamente cada función a un órgano y exigir la separación entre éstos para el ejercicio de sus funciones. Para este autor, desde el punto de vista clásico, las diversas funciones que debe cumplir el Estado propenden a ejercitarse en órganos peculiares. En este sentido, la separación de las funciones corresponde a la división del trabajo entre los órganos. Esto se justificaría solamente, para Jellinek, dentro del esquema que sostiene que la diferencia entre los órganos equivale a la de las funciones. Sin embargo esto no es sostenible, ya que según este autor: "el poder del Estado no se deja fraccionar en sus manifestaciones exteriores, de suerte que pueda hacerse una división de las funciones por los órganos correspondientes. Han sido mas bien consideraciones acerca de los fines las que han determinado las funciones que a cada órgano se habían de encomendar. Por esto [...] aún en los países donde está reconocida la separación de poderes, no es posible realizarla de una manera completa, aún siendo conscientes de que se desvían del principio".8

Esta desviación es necesaria por las dificultades teóricas y prácticas que acarrea el intento de cumplir con la doctrina. Para Jellinek el fundamento de la concepción jurídica del Estado está constituido por el reconocimiento del Estado como una unidad, de donde se deduce inevitablemente o como condición necesaria, la teoría de la indivisibilidad del poder del Estado.

Entre las dificultades prácticas que enfrenta la división de poderes, están las que inevitablemente derivan del proceso político, el que no puede ser encerrado en una fórmula abstracta. Desde un punto de vista teórico, la concepción democrática que sirve de base a la doctrina de la soberanía popular, obliga necesariamente a que la división de poderes juegue un papel de principio secundario.

Dentro de este enfoque teórico, cada órgano del Estado representa, dentro de sus limites, el poder del Estado. Es posible, entonces, hablar de una división de competencias, pero no de una división de poderes. El poder del Estado es uno solo a pesar de la existencia de diversos órganos. Asimismo, Jellinek hace notar que empíricamente no existen constituciones desde las cuales se aplique estrictamente la división de poderes y por lo tanto se produce continuamente la preeminencia de algún órgano.

Kelsen, desde otra perspectiva, realiza un interesante aporte al relacionar la separación de poderes con la democracia. Señala en este sentido que a la idea de democracia le corresponde la noción de que todo el poder debe concentrarse en el pueblo de manera tal que "[...] allí donde no es posible la democracia directa sino solo la indirecta, todo poder tiene que ser ejercitado por un órgano colegiado cuyos miembros han sido electos por el pueblo y son jurídicamente responsables ante este"9. Coincide en este caso con Jellinek en cuanto a que el poder es uno e indivisible. Este ente colegiado, al que hace referencia Kelsen, tiene funciones legislativas, por lo tanto, los otros órganos llamados a ejecutar las normas emanadas del primero, tienen que ser responsables ante el órgano legislativo, incluso en aquellos casos que estos otros órganos hayan sido también electos por el pueblo. Para Kelsen, el control de los órganos que realizan funciones ejecutivas y judiciales a través de los órganos que cumplen la función legislativa "[...] corresponde a la relación natural que entre tales funciones existe". Siguiendo con el mismo esquema, es la democracia, entonces, la que requiere que el órgano legislativo tenga control sobre los órganos administrativos y judiciales.

Si bien reconoce Kelsen la separación de poder como un principio de organización política, al suponerse que los tres denominados "poderes" pueden ser determinados como tres distintas funciones coordinadas del Estado y que es posible definir las líneas que separan entre sí a cada una de estas funciones, se cae en un error de apreciación que no es corroborado por los hechos. Para Kelsen las funciones fundamentales el Estado no son tres sino dos: creación y aplicación de la ley y estas no están coordinadas sino en relación de subordinación. Además, no es posible definir las líneas precisas que separan las funciones entre sí, ya que distinguir entre la creación y la aplicación del Derecho - base de la distinción entre poder ejecutivo y poder legislativo- tiene un

carácter relativo, ya que asiduamente los actos del Estado son al mismo tiempo de creación y de aplicación del Derecho.

Luego de señalar la prioridad del llamado órgano legislativo y demostrar la función legislativa del poder ejecutivo y del poder judicial, concluye resaltando que resulta difícil hablar de una separación de la legislación relativamente a las otras funciones del Estado, como si el legislativo fuese el único competente para ejercer dicha función.

Los planteamientos más recientes sobre el tema de la división de poderes reconocen más facetas del mismo. La simple observación del parlamentarismo como forma de gobierno, nos muestra que el poder ejecutivo y el poder legislativo no están separados, ni personal, ni funcionalmente. Los miembros del poder legislativo, es decir, los diputados, también son parte del poder ejecutivo. Existe una integración de los dos poderes. Se podría suponer que este hecho invalida por si mismo la discusión sobre división de poderes. Si todavía continua la utilización de este concepto, es porque el mismo da una respuesta, quizás no totalmente satisfactoria -pero este es el caso de muchos conceptos utilizados en las ciencias políticas-, al hecho que el Estado tiene que cumplir determinadas funciones -de hecho existe una división del trabajo- pero también otro hecho no menos importante es que la sociedad en su conjunto se ve beneficiada si estas funciones son realizadas por diferentes órganos.

En términos actuales, la famosa división de poderes responde a la necesidad de distribuir y controlar el ejercicio del poder político. Estos diversos órganos estatales que se distribuyen el ejercicio del poder se ven necesitados a cooperar en la tarea de gobernar. Si el poder está distribuido y ejercido conjuntamente está, al mismo tiempo, limitado y controlado. Quien más claramente ha formulado esta teoría ha sido Karl Loewenstein quien, si bien considera superada la teoría original sobre la división de poderes, admite sin embargo, que lo que perdura aún de ella es que por un lado el Estado tiene que cumplir determinadas funciones provenientes de la propia división del trabajo y por otro, los destinatarios del poder se ven beneficiados si las funciones están distribuidas entre distintos órganos. Loewenstein reemplazó el concepto de separación de poderes por el de "control". Este control se realiza mediante diversas técnicas institucionales y de procedimiento, en general avaladas constitucionalmente, que limitan y controlan los órganos del poder en el ejercicio de las funciones que tienen asignadas. Son mecanismos que influyen entre sí a los órganos y logran de esa manera que una tarea de cooperación cuente al mismo tiempo con controles recíprocos.

Esos controles del poder político estatal son clasificados por Loewenstein en intraorganos e interorganos. De los controles intraorganos son principalmente aquellos que operan dentro de la

organización de un poder. Este tipo de control actúa, por ejemplo, cuando las dos cámaras de un congreso están obligadas a cooperar en la promulgación de una ley o cuando un primer ministro necesita la aprobación de sus colegas, en el consejo de ministros, para tomar una decisión política.

En cuanto a los controles interorganos, éstos constituyen la dinámica de la interacción de los poderes entre sí en el proceso político. De acuerdo con Loewenstein, se trata fundamentalmente de dos clases: en primer lugar, los poderes están, desde el punto de vista constitucional, en una conjunción tal que sólo conjuntamente pueden llevar a cabo determinadas tareas; así por ejemplo, un tratado internacional firmado por el poder ejecutivo en Argentina tiene que ser aprobado por el congreso. Es decir, que los poderes, en este caso el ejecutivo y el legislativo, tienen que compartir constitucionalmente el ejercicio de la función con lo cual se controlarán mutuamente. En segundo lugar, un poder está autorizado constitucionalmente a intervenir discrecionalmente en la actividad de otro poder, frustrando de esta manera una iniciativa; este es el caso cuando el poder ejecutivo tiene la facultad de imponer su veto a una ley emitida por el congreso. Si bien se trata de mecanismos distintos ya que el primero es indispensable para que un acto tenga lugar y en cambio el otro es optativo, los dos son controles interorganos.

De acuerdo a lo anterior, el poder político esta distribuido entre diferentes poderes y sometido a control mutuo. Ese poder político ha ido conformándose y adaptándose a distintas formas sobre todo después de las revoluciones el siglo XVIII, en cada una de las cuales los poderes ocupan situaciones relativamente diferentes. En general, los "tipos" no se presentan en forma pura y, en cambio, están fuertemente influenciados por diversos elementos, por lo tanto es más frecuente la presentación de combinaciones en las cuales un determinado tipo adopta rasgos característicos de otros. También la preferencia de un país por una determinada estructuración de su poder parece estar influenciada por distintos factores, entre los cuales no son de desechar sus tradiciones y experiencias.

México, el régimen presidencialista y la división de poderes

Uno de los rasgos predominantes de los sistemas políticos en América ha sido el de los regímenes presidencialistas en los que el ejecutivo fuerte se ha convertido no solo en una seña de identidad, sino también, en opinión de algunos analistas e historiadores, en una necesidad que ha resuelto algunas de las contradicciones derivadas de la implantación de un régimen de gobierno formalmente democrático en sociedades que operan de manera cotidiana, sin embargo, como agregados marcado por una serie de prácticas profundamente autoritarias.

En México la emergencia del presidencialismo como forma concreta de gobierno -como régimen politico-administrativo-, tiene lugar como resultado de un amplio proceso histórico en el que convergen con distinta intensidad y fuerza elementos procedentes lo mismo de los sistemas económicos regionales, nacional e internacional, que las presiones que la sociedad mexicana experimentó durante el siglo pasado. En este proceso la figura del caudillo emergió, poderosa, como una solución viable a un conjunto de problemas de gobernabilidad que no solo desmembró la unidad original del territorio mexicano, sino que hizo al país víctima de una importante intervención militar que, con el apoyo de importantes líderes de la facción conservadora, buscaron hacer de Maximiliano de Habsburgo el emperador de México.

Esta solución, en si misma deja ver el sustrato cultural que puede llegar a justificar a los ojos de algunos sectores de distintas sociedades una solución autoritaria.

Después de la muerte de Benito Juárez, la fracción liberal ingresa en un largo periodo de disputas internas que terminarían con la instalación de Profirió Díaz como Presidente de la República en condiciones que, al menos a partir de su primera reelección, distaron mucho de ser plenamente democráticas y tendieron a crear un Estado de cosas cada vez más parecido a la solución conservadora contra la que el propio Díaz luchó como militar.

Ya desde la propia Constitución General de la República se reconoce en el titular del ejecutivo a una figura clave del proceso político en México, dotado de poderes constitucionales y más aún, metaconstitucionales, paraconstitucionales e incluso inconstitucionales amplísimos. Después de la Revolución Mexicana la figura del Presidente de la República asume, incluso en el plano constitucional, un papel determinante. Este papel, presente ya en el texto original de 1917, se reforzaría con el paso del tiempo por, al menos tres vías:

1. Constitución del Presidente en el Caudillo político-militar "natural", capaz de dirigir la defensa frente a los enemigos, fueran estos del exterior o incluso del interior.

El caudillo se encuentra presentado en su máxima expresión por el general Cárdenas durante el proceso de la expropiación petrolera. Se convirtió no sólo en el autor del decreto de expropiación de la industria petrolera, sino en un caudillo que logró unificar a un sector importante, aún cuando no total de la sociedad mexicana. Esta peculiar forma de liderazgo se reforzó por dos hechos. Uno derivado de la propia historia del país que fue hábilmente explotada por Cárdenas, hizo del extranjero el enemigo a vencer por ser el responsable, así fuera indirecto, de la pobreza de las

masas mexicanas, y una segunda por la coyuntura misma que ofreció el momento en el que Cárdenas decide afectar los intereses de las empresas estadounidenses (elemento importantísimo en un país marcado por una peculiar forma de antiyanquismo selectivo como México) y europeas que al estar sus países sumidos en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial hicieron poco posible una respuesta agresiva del gobierno, por ejemplo, Inglaterra sólo se limitó a romper relaciones con México por este hecho.

Es importante mencionar que el elemento de la defensa nacional acaudillada por el presidente en turno no es nuevo, sino que se hereda con particular fuerza de los gobiernos de Juárez y Porfirio Díaz. En ambos casos se trata de figuras que la historia oficial del país ha terminado, en distintos momentos, por hacer representantes de las luchas de la soberanía nacional, elemento en el que los gobiernos de la Revolución Mexicana han encontrado una veta rica de explotar, poco peligrosa y que refuerza precisamente este patrón de hacer del Presidente el Caudillo. Conviene destacar que, incluso en términos estrictamente militares, el titular del ejecutivo concentra entre sus cargos el de ser Comandante Supremo del Ejército, Fuerza Aérea y Armada Mexicanas.

2.- Hizo del Presidente de la República el árbitro supremo de por lo menos dos procesos igualmente importantes: el reparto agrario y el arbitraje de los conflictos obrero-patronales.

El carácter que asumió el Ejecutivo como arbitro (incluso por encima de la Suprema Corte de Justicia) en materia laboral, a través de la Junta Local o Federal de Conciliación y Arbitraje ha jugado históricamente un papel determinante en la medida que hace del Presiente, o por lo menos del Ejecutivo, el canal obligado para resolver las dispuestas obrero-patronales.

Durante el periodo 1991-1992, una reforma constitucional que afecto el corazón mismo del articulo 27 constitucional que, mas allá de reconocer el derecho que todo mexicano tenía a que el Estado le proveyera de tierra, hacía del Presidente de la República la figura clave del proceso de asignación de ese recurso, cosa que no sucede por ejemplo con otros derechos que la Constitución reconoce, como podría ser la vivienda o la salud que, enunciados en el texto constitucional, nunca hacen del jefe del Ejecutivo el canal único ni optimo para la atención de esa demanda.

3.- Hizo del Presidente, en todo momento, el jefe máximo de la clase política en turno, por encima de los liderazgos militares o populares que pudieran coexistir con él.

Este elemento tiene que ver con la forma en que el Presidente Cárdenas se sacude el liderazgo moral que en el momento en el que él era Presidente ejercía aún Plutarco Elías Calles, expresidente que debió manejar la crisis derivada del asesinato de Álvaro Obregón, y quien, de alguna manera también, contribuyó a este proceso en la medida que optó por realizar una transmisión formal de poderes a un presidente interino de alguna manera influenciable por él (periodo conocido como el maximato). Al desterrar del país a Calles, desapareció la figura del Jefe Máximo de la Revolución Mexicana, apelativo con el que la prensa de mediados de la década de los treinta identificaba a Calles, lo que hizo del presidente en turno (Cárdenas) la más importante figura del escenario político.

Esta ha sido una constante en la historia política de nuestro país: Manuel Ávila Camacho rompió en su momento con Cárdenas; Miguel Alemán lo hizo respecto de Avila Camacho; Ruiz Cortines lo haría con Alemán; a su vez Adolfo López Mateos lo haría con Ruiz Cortines. Gustavo Díaz Ordaz no tuvo la necesidad de hacerlo pues López Mateos murió al poco tiempo de concluir su gobierno. Así, hasta nuestros dias con el rompimiento de Zedillo con Salinas.

Podemos concluir entonces que México desarrolló desde el ultimo tercio del siglo pasado una cultura política que, reforzada después del movimiento revolucionario, y especialmente a partir del paso de Lázaro Cárdenas por la presidencia, aceptó como históricamente necesario, por así decirlo, la presencia de un ejecutivo fuerte que, aun cuando formalmente democrático, estaba revestido de poderes y facultades legales, paralegales, metalegales e ilegales que se aceptaban en nombre, no tanto de un proyecto democrático, sino, sobre todo, en nombre del desarrollo, del progreso. Se renunciaba a la libertad y derechos políticos sustantivos en nombre de una necesidad que pudo ser transmitida como tal por una serie muy importante y significativa de instituciones políticas, dependientes del partido político en el poder, y administrativas, dependientes del Gobierno Federal en un contexto que sin embargo, no permite encontrar una tésis ideológica fuerte y que nunca está dispuesta a sumirse ni como dictadura, ni está dispuesta nunca a romper con la estructura formalmente democrática del país.

La historia del Porfiriato, lo mismo que la de los gobiernos de la posterrevolución, es en gran medida la historia de un Ejecutivo fuerte que se impone como poder político por medio de prácticas de carácter autoritario que, sin embargo, no niegan la legalidad ni sus instituciones, sino que las pervierte de tal manera que se hagan políticamente dóciles o jurídicamente adecuadas para satisfacer sus necesidades de control político.

De esta manera, principios como el de la separación de poderes se mantienen de manera formal, aun cuando realmente los poderes legislativo y judicial se presentan como dominados por el

ejecutivo. La subfunción del legislativo y el judicial, sin embargo, no solo es real, sino que también es formal. Una caracterización aproximada del régimen mexicano de separación de poderes lo reconoce como uno que no hace de este principio algo rígido y que admite la colaboración de poderes.

En México y en términos generales podemos afirmar que los así llamados poderes de la unión tienen las siguientes funciones:

1.- El Poder Ejecutivo tiene la función de promulgar y ejecutar leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera administrativa a su exacta observancia a través de la facultad reglamentaria.

2.- El Poder Legislativo tiene por su parte principalmente la función de establecer el Derecho, al dictar las reglas generales, abstractas e impersonales de observancia obligatoria, es decir, elaborar leyes.

3.- Al Poder Judicial le corresponde administrar la justicia y decir el Derecho, con lo que realiza la función jurisdiccional y garantiza el respecto al Estado de Derecho al interpretar la ley.

Con lo anterior, podemos decir desde una perspectiva estrictamente teórica y formal que México cuenta con un régimen presidencial y una división de poderes expresada en el articulo 49 de su Constitución Política.

Independientemente de que es difícil encontrar en la practica un régimen presidencial puro, toda vez que regularmente estos presentan matices parlamentarios en mayor o menor medida, resulta importante señalar las notas características del caso mexicano de acuerdo con Jorge Carpizo. 10

El Poder Ejecutivo es unitario. Está depositado en un Presidente que es, al mismo tiempo, Jefe de Estado y Jefe de Gobierno.

El Presidente es electo por el pueblo y no por el poder legislativo, lo que le da independencia frente a este.

El Presidente nombra y remueve libremente a los Secretarios de Estado.

Ni el Presidente ni los Secretarios de Estado son políticamente responsables ante el Congreso.

Ni el Presidente ni los Secretarios de Estado pueden ser miembros del Congreso.

El Presidente puede estar afiliado a un partido político diferente al de la mayoría del Congreso.

El Presidente no puede disolver el Congreso, pero el Congreso no puede darle un voto de censura.

Por lo anterior, podemos afirmar que México no cuenta con un régimen presidencial sino con una distorsión del mismo genéricamente denominado como presidencialismo, el cual surge como consecuencia de la acción, antes referida, de causas históricas, políticas y legales que se caracteriza por un predominio total y absoluto del Poder Ejecutivo frente a los otros dos poderes, que es autoritario en la medida que no reniega en sí de la estructura democrático-repúblicana de Gobierno, pero que al mismo tiempo cuenta con amplísimas facultades que le permiten desvincularse de los acotamientos que esta podría imponerle y que igualmente es pragmático por carecer de una ideología que oriente en un solo sentido su acción política.

El presidencialismo mexicano choca así abiertamente con el modelo teórico del régimen presidencial y rompe con el equilibrio de poderes, consubstanciales a la teoría de la separación de funciones y división de poderes, lo que impide que el legislativo y el judicial cumplan con su función de control sobre las acciones del presidente.

Continuando con el trabajo de Carpizo, es posible formular una caracterización propia del predominio del Presidente Mexicano, a partir de una jerarquización también distinta, en los términos siguientes:

Se enfrenta a un Poder Legislativo jurídica y políticamente debilitado.

La Suprema Corte de Justicia se encuentra integrada en buena parte, por elementos políticos que no se oponen a los asuntos en los cuales el Presidente esta interesado.

Es el Jefe del partido predominante.

Su marcada influencia en los procesos económicos.

La institucionalización del ejército, cuyos jefes dependen de él.

La fuerte influencia sobre la opinión publica a través de los controles jurídicos y extrajuridicos que ejerce respecto a los medios masivos de comunicación.

El papel de la Federación como agente principal del desarrollo nacional.

Las amplias facultades constitucionales y extraconstitucionales de que esta revestido.

La determinación de la política exterior del pais, sin que para ello exista ningún freno real (pues formalmente si existe) en el Senado.

El Gobierno directo de una de las entidades de mayor peso económico en el país. (antes 1998)

Un elemento psicológico arraigado precisamente en los procesos históricos ya comentados anteriormente.

Los poderes constituidos (ejecutivo, legislativo y judicial), no pueden actuar mas allá de las atribuciones y facultades que les han sido expresamente conferidas por la ley fundamental y el orden jurídico vigente en su conjunto (Constitución) y cuando rebasan su ámbito de competencia su actuación es inconstitucional o ilegal.

En consecuencia, en México los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales (en plural por existir en el ámbito federal y en el de cada uno de los 31 estados de la Federación), son poderes con facultades limitadas. La Constitución los crea, los organiza y les otorga sus atribuciones, sin que estos puedan actuar sin fundamento constitucional y legal. Mas aún, este principio constituye en el orden jurídico mexicano una garantía individual que le es oponible a cualquier autoridad que abusa en el ejercicio de sus funciones.

En el caso de México un hecho por demás evidente es que la realidad política ha trascendido las fronteras constitucionales, lo que acentúa al presidencialismo, con un Poder Ejecutivo dotado de amplísimas facultades.

Esta hipertrofia del Ejecutivo ha merecido de parte de los estudiosos del tema los mas diversos calificativos que señalan que el régimen político de México asume rasgos de "monarquía sexenal absoluta", de "dictadura constitucional", de un "imperio sexenal", de "dictadura perfecta", o bien que su titular se convierte en un "dios sexenal", por señalar solo algunas de las expresiones que se han utilizado.

Existe una tendencia a fijar una serie de controles dirigidos a acotar el Poder Presidencial y sobre todo los amplísimos márgenes de discrecionalidad con que este actúa. Actualmente podemos ubicar esta tendencia en cinco ámbitos:

1. En la lucha por el fortalecimiento del Poder Legislativo

2. En los esfuerzos por lograr la independencia del Poder Judicial

3. En la batalla por acotar el Poder Presidencial

4. En los empeños por darle plena vigencia al Régimen Federal

5. En la construcción de un sistema de partidos vigoroso, competitivo y plural.

Fortalecimiento del Poder Legislativo.- Necesariamente tiene que pasar, no sólo por la ampliación de facultades al congreso, sino también por el establecimiento de la reelección inmediata para favorecer con ello la carrera legislativa, por una profunda reforma a su ley orgánica, que rompa con el control faccioso que el partido en el poder ejerce en los órganos de esa soberanía y que otorgue mayor intervención a las oposiciones en las comisiones parlamentarias. Podemos hablar de los siguientes logros, aunque no son todos los alcanzados a la fecha:

A) La facultad de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión para convocar, de oficio o a propuesta del Ejecutivo, a sesiones extraordinarias del Congreso o de alguna de sus Cámaras, después de haber quedado derogado el art. 89 fracción XI que la contemplaba como facultad discrecional del Presidente de la República (1923)

B) En 1933 se amplió el término constitucional del servicio prestado por los Senadores de 4 a seis años y de dos a tres añjos para los Diputados Federales.

C) En 1938 el articulo 49 constitucional hizo patente la prohibición de otorgar facultades extraordinarias al Ejecutivo para legislar fuera de los casos previstos por los art. 29 y 131 de la Constitución.

E) En 1974 se extendió el derecho de las Cámaras para citar, además a los Secretarios de Estado, a los jefes de los departamentos administrativos y demás funcionarios tanto del Gobierno Federal como de los Estatales.

F) En 1977 se incorporó el sistema mixto electoral con dominante mayoritario, se declaró la inviolabilidad del recinto congresional, se determinó que la Ley Orgánica del Congreso no puede ser vetada por el Presidente y se concedió el derecho a las Cámaras para integrar Comisiones de Investigación.

G) En 1982- 1986 se estableció un doble lapso de sesiones para el Congreso de la Unión y la renovación del Senado cada 3 años, entre otras medidas que afectan directa o indirectamente al Poder Legislativo.

Independencia del Poder Judicial. La independencia del Poder Judicial y la recta administración de justicia, amén de ser garantes de la vigencia del Estado de Derecho, son condición de vida de toda sociedad y su importancia se acentúa en regímenes de realidades como el nuestro, dado que es precisamente el Poder Judicial el que tiene a su cargo velar por que se mantenga el orden constitucional y servir como freno a los actos de cualquier autoridad e inutilizar los efectos derivados de la aplicación de una Ley que son contrarios a la Constitución.

El Poder Judicial en México ha dado muestras de ser una Institución que obra con cierta independencia respecto del Poder Ejecutivo, sin embargo, la evidencia empírica nos demuestra que dicha independencia es relativa y puede verse seriamente menoscabada en los casos en que el Ejecutivo esta interesado política o económicamente en la resolución de una causa.

De manera prácticamente unánime, la doctrina ha sostenido que la única forma para poder asegurar la independencia del Poder Judicial es a través de las llamadas garantías judiciales entre las que se consideran: la designación, la estabilidad, la responsabilidad de los funcionarios judiciales y la remuneracion, lo cual es, considero, de más amplios alcances si se le ubica como garantía presupuestal.

La designación de los nombramientos de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, los cuales son hechos por el Presidente de la República y sometidos a aprobación de la Cámara de Senadores, no ha sido independizada del todo del Poder Ejecutivo. Con la creación en 1994 del Consejo de la Judicatura, quien es el encargado de llevar entre otras cosas la administración del Poder Judicial Federal, observamos que está integrado por 4 miembros del Poder Judicial Federal y tres externos, dos son designados por la Cámara de Senadores y uno por el Presidente de la República. Esto significa que la independencia del Poder Judicial, no la de la Suprema Corte, está en entredicho, porque siempre habrá una mayoría de miembros externos, tanto en el pleno del Consejo como en las Comisiones, esto ultimo de acuerdo con el art. 7 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que ordena que las Comisiones se integren siempre por dos consejeros externos y uno del Poder Judicial.

Por otra parte, el Poder Judicial ha sido tradicionalmente un órgano dependiente del Ejecutivo en su integración, pero sobre todo en sus recursos. El Poder Judicial ve mermada su independencia en la medida en que no existe ningún mecanismo objetivado en el marco jurídico que le destine un porcentaje fijo del presupuesto federal o bien que establezca parámetros o criterios mínimos a considerar, con lo que consecuentemente, el Poder Judicial queda supeditado únicamente al presupuesto que pueda negociar con el Ejecutivo en turno.

Acotar al Presidente. En el caso del Poder Ejecutivo su predominio sobre los demás poderes es directamente proporcional al cúmulo de atribuciones que el orden jurídico deposita en él. A pesar de la gran cantidad de facultades que concentra el Ejecutivo en México y del peso político que tienen sus decisiones, se puede observar una tendencia cada vez mayor por acotar su poder, que se ha traducido en cambios de no poca significación, tales como las sucesivas reformas en materia electoral que tienden cada vez más a crear instituciones electorales independientes y profesionales, la autonomía del Banco de México, que frena la discrecionalidad con que el Presidente ha actuado en la determinación de la política económica (aunque el Gobernador del Banco de México es designado por el Presidente de la República con la aprobación de la Cámara de Snadores); la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, aunque ésta dependa del Ejecutivo y no del Legislativo; y algunos otros controles de mucho menor significacion práctica, como seria la creación de la Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo, el régimen de responsabilidad de lo funcionarios públicos y el llamado Sistema de Planeación Democrática.

Un auténtico régimen federal. A pesar de la dependencia político económica de los estados para con la federación, existen signos alentadores que hacen pensar que el federalismo en México si es posible. Este cambio tiene que ver sobre todo con el proceso de alternancia política en los estados iniciado en 1989 en Baja California, en 1991 en Guanajuato y en 1992 en Chihuahua.

Un vigoroso sistema de partidos. La construcción de un sistema de partidos esta íntimamente vinculada con el principio de la división de poderes, toda vez que, de acuerdo con Bertrand de Jouvenel, un Poder detendrá a los otros en la medida en que cada uno de ellos represente a una fuerza social distinta. Es innegable que existe una estrecha vinculación entre el sistema de partidos y el régimen político, por lo que resulta razonable afirmar que el reconocimiento de los partidos políticos que compiten por el poder político en condiciones de igualdad, constituye una pieza clave en la definición y preservación del modelo democrático de un régimen jurídico determinado. El contar con un régimen competitivo de partidos permitirá contrarrestar y equilibrar al Poder Ejecutivo, no solo por su acción dentro de los otros poderes de gobierno, especialmente el legislativo, sino en todos los ámbitos de la vida publica del país. Hoy en día podemos decvir que esta apertura política se está dando. La representatividad en la Cámara de Diputados del partido

oficial es considerablemente menor que en legislaturas anteriores, siendo ahora la minoría, lo cual permite un equilibrio en las decisiones del Congreso.

En su conjunto, la historia de México en los últimos 30 años es en gran medida la historia del proceso de desagregación del presidencialismo autoritario mexicano, primero con esfuerzos aislados dirigidos por la sociedad y los partidos políticos de oposición y posteriormente, por las propias contradicciones estructurales en las que había incurrido el sistema político en su conjunto, por un importante esfuerzo desarrollado, paradójicamente, por el propio titular del Ejecutivo que ha desmontado, al impulsar ese proceso de reforma, una cantidad importante de cacicazgos de distinto signo y alcance. En cualquiera de los casos, no puede decirse que este sea un proceso terminado o que necesariamente deberá concluir en uno u otro sentido, en el mejor de los casos podría afirmarse que se presentan algunos signos alentadores, al mismo tiempo que hay evidencia de que desde el propio sistema social se generan mayores presiones para desmontar el sistema como lo conocemos a la fecha, pero igualmente están presentes los signos peligrosos de la resistencia al cambio.

Bibliografía

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Teoría de la Constitución,

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1 Sartori, G. "Liberty and Law" en Templeton, k. (comp.) The politization of Society, Liberty press, 1979.

2. Montesquieu, Ch., Del Espíritu de la Leyes, Madrid, 1980, libro XI, Cap. VIIdem, libro XI, cap. VI

Locke, J. Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Madrid, 1990, pag. 133, 155-157

Hamilton, Madison y Jay, "El Federalista" (XVII), México, 1957, pags. 204-205

Hamilton, Madison y Jay, op. Cit. Pag 206

Montesquieu, Ch. Op. Cit. Libro XI, Cap. VI

8. Jellinek, G. Teoría General del Estado, Buenos Aires, 1954

9. Kelsen, H. Teoría General del Derecho y del Estado, México, 1983

10. Jorge Carpizo, el Presidencialismo Mexicano, México , D.F. 1978

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RSS DIVISIÓN DE PODERES: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Escrito por aprendiendoderecho el 16-12-2009 en General.Comentarios (20)División de Poderes Durante todas las etapas de la humanidad, los pueblos han sufrido del abuso de autoridad de sus gobernantes. Situaciones como la creación de impuestos excesivos y absurdos en la época feudal ó los horrores de la época del terror en Francia, por citar solo algunos ejemplos, provocaron que se dieran cantidades importantes de movimientos populares en contra de las acciones abusivas del Gobierno. Esto tiene gran relevancia porque permitió a las diferentes sociedades darse cuenta de que el poder en manos de una sola persona o grupo no era conveniente, es por ello que surgen grandes pensadores cuyas ideas, principalmente políticas, influyeron en hechos trascendentales para la humanidad.La preservación de la libertad individual va relacionada con la división de poderes, según Sartori, "[...] el concepto de libertad política tiene una connotación de resistencia. Es libertad de, porque es la libertad del y para el más débil [...]. Lo que pedimos de la libertad política es la protección contra el poder arbitrario y despótico. Al señalar una situación de libertad nos referimos a una situación de protección que les permita a los gobernados oponerse al abuso de poder por parte de los gobernantes" 1.A mediados del siglo XVIII, Europa era gobernada en su mayoría por monarquías absolutas y hereditarias, cuya opresión hacia el pueblo francés junto con las ideas libertadoras de pensadores tanto franceses como americanos permitió que en 1789 diera inicio la revolución francesa para crear posteriormente la República Francesa. Este hecho es singularmente significativo porque permitió a otros países -México entre ellos, que en esa época era un virreinato español- conocer otros tipos de gobierno mas favorables para el pueblo.Bajo este marco de referencia, surge el pensador francés Montesquieu, de ideas liberales, quien consideraba a la justicia como la finalidad del Estado. Estas ideas innovadoras para aquella época quedaron plasmadas en su obra "el Espíritu de las leyes" e influyeron no solamente en Francia, si no que fueron seriamente consideradas por los pueblos latinoamericanos para crear sus primeras leyes independentistasDivisión de PoderesPoder Ejecutivo El poder ejecutivo es una de las tres facultades y funciones primordiales del Estado (junto con la legislativa y la judicial) consiste en dictar y hacer cumplir las leyes que suele aprobar el gobierno o el propio jefe del Estado. El Poder Ejecutivo tiene la función de promulgar y ejecutar leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera administrativa a su exacta observancia a través de la facultad reglamentariaEn la ciencia política y el derecho constitucional, el ejecutivo es la rama de gobierno responsable de la gestión diaria del Estado. En muchos países, se utiliza la palabra gobierno para referirse al poder ejecutivo, pero este uso puede resultar confuso en un contexto internacional.Según la doctrina de la separación de poderes, redactar las leyes es tarea del poder legislativo, interpretarlas es tarea del poder judicial, y hacerlas cumplir es tarea del poder ejecutivo. En la práctica, sin embargo, esta separación no suele ser absoluta. El jefe de gobierno es la figura visible y de mayor peso del poder ejecutivo.En un sistema presidencial, el jefe de Gobierno (o Presidente) es también el jefe de Estado, mientras que en unsistema parlamentario es generalmente el líder del partido con mayor representación en el poder legislativo y es comúnmente llamado Primer Ministro.El jefe de Gobierno cuenta con la asistencia de un número de ministros, que por lo general tienen responsabilidades centradas en un determinado campo de actuación del ejecutivo (por ejemplo

salud, educación, asuntos exteriores), y por un gran número de empleados del gobierno o funcionarios públicos. El Poder Ejecutivo es unitario. Está depositado en un Presidente que es, al mismo tiempo, Jefe de Estado y Jefe de Gobierno. El Presidente es electo por el pueblo y no por el poder legislativo, lo que le da independencia frente a este. El Presidente nombra y remueve libremente a los Secretarios de Estado. Ni el Presidente ni los Secretarios de Estado son políticamente responsables ante el Congreso. Ni el Presidente ni los Secretarios de Estado pueden ser miembros del Congreso. El Presidente puede estar afiliado a un partido político diferente al de la mayoría del Congreso. El Presidente no puede disolver el Congreso, pero el Congreso no puede darle un voto de censura.Poder legislativoSe denomina poder legislativo a una de las tres facultades y funciones primordiales del estado (junto con elpoder ejecutivo y el judicial) consistente en la aprobación de normas con rango de ley. Es una de las tres ramas en que tradicionalmente se divide el poder de un Estado. El Poder Legislativo tiene por su parte principalmente la función de establecer el Derecho, al dictar las reglas generales, abstractas e impersonales de observancia obligatoria, es decir, elaborar leyesEn una democracia, el poder legislativo elabora y modifica las leyes existentes de acuerdo a la opinión de los ciudadanos. Su función específica es la aprobación de las leyes y, generalmente, está a cargo de un cuerpo deliberativo (congreso, parlamento o asamblea de representantes).Charles de Secondat, Barón de Montesquieu propuso en su célebre libro El espíritu de las leyes, que era necesario que las funciones del Estado se dividieran entre distintos poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), para que mediante unos arreglos de las características el poder se autocontrole, a fin de evitar la tiranía. Poder judicialEl Poder Judicial es aquel poder del Estado que, de conformidad al ordenamiento jurídico, es el encargado de administrar justicia en la sociedad, mediante la aplicación de las normas jurídicas, en la resolución de conflictos. Por "Poder", en el sentido de poder público, se entiende a la organización, institución o conjunto de órganos delEstado, que en el caso del Poder Judicial son los órganos judiciales o jurisdiccionales: juzgados y tribunales, que ejercen la potestad jurisdiccional, que suele gozar de imparcialidad y autonomía.Al Poder Judicial le corresponde administrar la justicia y decir el Derecho, con lo que realiza la función jurisdiccional y garantiza el respecto al Estado de Derecho al interpretar la ley.Según la teoría clásica deMontesquieu, la división de poderes garantiza la libertad del ciudadano. Montesquieu compuso su teoría después de un viaje a Inglaterra en donde interpretó que un poder judicial independiente puede ser un freno eficaz del poder ejecutivo.Bajo esta separación de poderes, nace el llamado estado de derecho, en el cual los poderes públicos están igualmente sometidos al imperio de la ley. El Poder judicial debe ser independiente para poder someter a los restantes poderes, en especial el ejecutivo, cuando estos contravengan el ordenamiento jurídico.El poder ejecutivo y el legislativo son dos poderes que en ocasiones también se enfrentan, las luchas de poder de los integrantes del legislativo suministran periódicamente a los nuevos integrantes del ejecutivo. Sin embargo el papel arbitral entre ambos requiere de un poder judicial fuerte y respetado como uno de los poderes fundamentales del estado cuya independencia es un

valor a preservar porque de ella depende que el sistema no deje de funcionar y la democracia de paso a la tiranía.La estructura del poder judicial varía de país en país, así como los mecanismos usados en su nombramiento. Generalmente existen varios niveles de tribunales, o juzgados, con las decisiones de los tribunales inferiores siendo apelables ante tribunales superiores. Con frecuencia existe una Corte Suprema o Tribunal Supremo que tiene la última palabra, sin perjuicio del reconocimiento constitucional de ciertos tribunales internacionales, es decir, de órganos jurisdiccionales de naturaleza supranacional, que existe en algunos países.En algunos países existe también un Tribunal o Corte Constitucional. Sin embargo, la doctrina entiende que no forma parte del poder judicial, sino que es una entidad nueva que se aparta de la doctrina original de Montesquieu. En este caso, el Tribunal Constitucional tiene poderes legislativos negativos, por cuanto puede derogar normas de rango legal contrarias a la Constitución.

Poder público 

En el sentido abstracto de la expresión, se entiende poder como la facultad de mandar y ser

obedecido, y público como actividad del Estado. Se define entonces Poder público como

la capacidad que tiene el estado para obligar a alguien a realizar un acto determinado.

El poder público es necesario para el funcionamiento de grupos sociales que confluyen en un

espacio físico cualquiera. Se requiere de un orden y del establecimiento de reglas que

permitan la convivencia humana, la cual se traduce en el ejercicio del poder.

En toda sociedad se conforman grupos que, de una u otra manera crean un centro de poder

que irradia su acción en diversas direcciones como: religión, economía, cultura, incluso la

moda. La sociedad es una verdadera “constelación de poderes”. Pero esa cantidad de

poderes se concentra en una unidad organizada y permite el armónico desenvolvimiento de

los distintos estratos de la sociedad, lo que conduce a la integración del poder político.

El poder nace como una necesidad de asegurar la convivencia humana, por lo tanto, si no hay

orden y autoridad, se destruye la posibilidad de convivir y de interactuar en una sociedad

capaz de alcanzar la categoría de Estado.

En general, poder público (aunque se suele usar en plural: "poderes públicos") significa

conjunto de órganos e instituciones del Estado. Estas instituciones se agrupan entorno a tres

diferentes poderes: poder legislativo, ejecutivo y judicial.

Separación de poderes

La teoría de la separación de poderes fue común a diversos pensadores del siglo XVIII que

la enunciaron durante la Ilustración, como Alexander Hamilton, John Locke, Jean-Jacques

Rousseau y Montesquieu, aunque con diferentes matices entre los autores y a partir del

antecedente en la Grecia clásica de Aristóteles  y su obra Política.

Según la visión ilustrada, el Estado existe con la finalidad de proteger al hombre de otros

hombres. El hombre, entonces, sacrifica una completa libertad por la seguridad de no ser

afectado en su derecho a la vida, la integridad, la libertad y la propiedad. De este modo es

como otorga legitimidad al poder público y a sus insituciones. 

Sin embargo, en ocasiones el hombre se encuentra protegido contra otros hombres, más no

contra el propio Estado, el cual podría oprimirlo impunemente mediante las facultades

coercitivas que le ha otorgado la propia colectividad.

Al momento de su formulación clásica, las funciones del Estado consideradas como

necesarias para la protección del ciudadano eran fundamentalmente las de dar las Leyes

(poder legislativo), la de poner en práctica éstas leyes en forma general (poder ejecutivo) y

más particularmente, con la finalidad de resolver conflictos y la administración del aparato de

gobierno (poder judicial), funciones que durante el Antiguo Régimen eran monopolizadas en la

sola entidad de la monarquía absolutista a la cual se le atribuía la práctica del despotismo.

Se denomina poder legislativo a una de las tres facultades y funciones primordiales del

estado (junto con el poder ejecutivo y el judicial), que consiste en la aprobación de normas con

rango de ley. Es una de las tres ramas en que tradicionalmente se divide el poder de un

Estado.

En una democracia, el poder legislativo elabora y modifica las leyes existentes de acuerdo con

la opinión de los ciudadanos. Su función específica es la aprobación de las leyes y,

generalmente, está a cargo de un cuerpo deliberativo (congreso, parlamento o asamblea de

representantes).

El poder ejecutivo es una de las tres facultades y funciones primordiales del Estado (junto

con la legislativa y la judicial) consiste en dictar y hacer cumplir las leyes que suele aprobar el

gobierno  o el propio jefe del Estado.

En la ciencia política y el derecho constitucional, el ejecutivo es la rama de gobierno

responsable de la gestión diaria del Estado. En muchos países, se utiliza la palabra gobierno

para referirse al poder ejecutivo, pero este uso puede resultar confuso en un contexto

internacional.

Según la doctrina de la separación de poderes, redactar las leyes es tarea del poder

legislativo, interpretarlas y normatizarlas es tarea del poder ejecutivo, y hacerlas cumplir es

tarea del poder judicial. En la práctica, sin embargo, esta separación no suele ser absoluta. El

jefe de gobierno es la figura visible y de mayor peso del poder ejecutivo.

El Poder Judicial es aquel poder del Estado que, de conformidad al ordenamiento jurídico, es

el encargado de administrar justicia  en la sociedad, mediante la aplicación de las normas

jurídicas, en la resolución de conflictos. Por "Poder", en el sentido de poder público, se

entiende a la organización, institución o conjunto de órganos del Estado, que en el caso del

Poder Judicial son los órganos judiciales o jurisdiccionales: juzgados y tribunales, que ejercen

la potestad  jurisdiccional, que suele gozar de imparcialidad y autonomía.

Para prevenir que una rama del poder se convirtiera en suprema, y para inducirlas a cooperar,

los sistemas de gobierno que emplean la separación de poderes se crean típicamente con un

sistema de "checks and balances" (controles y contrapesos) que se refiere a varias reglas

de procedimiento que permiten a una de las ramas limitar a otra.

El poder público constituye una capacidad jurídica legítima que poseen los tres poderes

políticos del Estado para ejercer en forma eficaz, mediante la coactividad, las acciones y los

cometidos que les son conferidos por la Constitución o Ley fundamental de un Estado.

Poder político

El poder político es una consecuencia lógica del ejercicio de las funciones por parte de las

personas que ocupan un cargo representativo dentro de un sistema de gobierno en un país.

El poder político se identifica en sistemas democráticos con el poder Ejecutivo y legislativo de

un país, mientras que el tercer poder del Estado, el poder judicial, está dentro de un esquema

distinto ya que su legitimidad no está sostenida por el voto del pueblo como los otros dos

poderes, si no por el fiel cumplimiento del ejercicio de sus funciones.

El poder político es legitimo cuando es elegido conforme a las leyes del país (Constitución).

En países democráticos tiene como sustento la legitimidad otorgada por el pueblo por medio

del voto popular (Elecciones). El poder político es abusivo cuando se excede en el ejercicio de

sus funciones, avanzado en materias que está dentro del ámbito de los otros poderes.

(Intromisión de poderes). El poder político es ilegitimo cuando utiliza mecanismos no

autorizados por la leyes y se adueña del poder gubernamental (Ejecutivo-legislativo) sin tener

la legitimidad del pueblo, otorgada por el voto popular.

La coacción: Es el medio utilizado para que terceros sigan una determinada conducta. Es lo

que se conoce como coacción. Puede ser física o psíquica.

La coerción: La coacción dio paso a la coerción que es la situación donde el tercero realiza el

mandato debido a la amenaza del uso de la violencia, es decir, la potencialidad del uso de esa

violencia. Se excluye así el papel totalmente activo (ordenar y hacer cumplir) reservando a la

autoridad un papel parcialmente activo (sólo ordenar). La coacción se fundamentaba en el

temor de un daño seguro en el caso de incumplir lo ordenado. El Derecho y los sistemas

legales, en general, se sustentan en la amenaza de la sanción más que en la utilización de la

propia violencia. Así, la persona no actúa de la manera prohibida por conocer las

consecuencias negativas que le impondría el ordenamiento jurídico. De esta vertiente del

poder se desarrolló lo que posteriormente se conocieron como delitos contra la autoridad, es

decir, desafiar al poder. Este poder según los Anarquistas clásicos hace que se ponga en

perspectiva la libertad del individuo, dando como fin la dominación de este a través de reglas

coactivas "derecho" las cuales en vez de ordenar subordinan. 

El Estado es el único titular de la violencia legítima, y en un Estado de Derecho, tal violencia

está completamente reglada mediante normas que contienen prohibiciones, con sanciones en

el supuesto de que sean incumplidas. Así, para que una norma sea considerada legal, ha de ir

acompañada de un poder coercitivo, y en caso de incumplimiento, éste tendrá que suponer

una medida coactiva.

La forma por excelencia de coacción legal es el código penal, que establece una serie de

comportamientos que traerán como consecuencia la imposición de una pena.

 El Estado de Derecho      Concepto de Estado de Derecho

      Un "Estado de Derecho" es un estado sometido a la ley. En un Estado de Derecho la ley determina lo que cada una de las instituciones del Estado puede hacer y lo que no, establece las condiciones y loslímites de la acción legítima de todos los componentes del Estado.

      En un Estado de Derecho nadie puede hacer nada que no permita la ley: ni los ciudadanos ni ninguna de las instituciones que les gobiernan. El presidente del gobierno, los ministros, los gobiernos autonómicos o regionales, los ayuntamientos, el parlamento, los jueces..., todos deben cumplir la ley sin excepción. Y si no lo hacen, deben responder de ello ante la autoridad judicial (que, como todas las demás instituciones del Estado, se halla también sometida a la ley).

      Por todo ello, es frecuente referirse al Estado de Derecho como a un"imperio de la ley".

      La división de poderes      Pero ¿de dónde obtienen los ciudadanos de un país la garantía de que se hallan realmente en un Estado de Derecho, en el que la actuación del gobierno se halla sujeta a la ley en la misma medida que la suya propia? Los seres humanos inventaron hace algo más de doscientos años un procedimiento político para establecer esta garantía. Se trata de la división del poder del Estado. El Estado tiene el poder de hacer las leyes, de aplicarlas y de juzgar si se cumplen adecuadamente. En un Estado democrático, la ciudadanía -que es a quien corresponde por derecho la soberanía- ha otorgado tal poder al Estado. Pero si las tres funciones mencionadas recayeran sobre la misma persona o institución política, los ciudadanos nunca podrían estar seguros de que dicha persona o institución no está utilizando en su propio beneficio el poder que ellos mismos le han otorgado. Por eso, dos de los más importantes filósofos políticos de la Modernidad, el británico John Locke y el francés Montesquieu, sugirieron que lo mejor era encomendar el desempeño de cada función fundamental del Estado a una institución distinta, separada e independiente de las demás: a una le correspondería hacer las leyes, a otra aplicarlas o ejecutarlas y a una tercera, juzgar si las leyes se están cumpliendo e imponer sanciones o penas a quien las incumpla. De este modo, el poder del Estado quedaría divido en tres poderes, cada uno de los cuales correspondería a una institución distinta:

El poder de hacer las leyes, llamado poder legislativo, correspondería al Parlamento (en algunos campos, a las cámaras autonómicas o a los plenos municipales).

El poder de aplicarlas o ejecutarlas, llamado poder ejecutivo, correspondería al Gobierno (central, regional o municipal).

Y el poder juzgar el grado de cumplimiento de las mismas por parte de todos los ciudadanos e instituciones del Estado, llamado poder judicial, correspondería a los Tribunales de Justicia.

      Cada una de las instituciones que tienen la responsabilidad de ejercer alguno de los poderes del Estado debe actuar conautonomía y con independencia de las instituciones que ejercen los otros poderes del Estado; y, sobre todo, no debe inmiscuirse en las decisiones que éstas adoptan legalmente en el ámbito de sus competencias. Así, en un Estado de Derecho, el Parlamento, el Gobierno y la Judicatura deben respetar su mutua independencia, sin invadir ninguno de ellos las competencias de las instituciones responsables de ejercer los otros poderes del Estado.

El texto constitucionalLa Constitución contaba de 159 artículos, divididos en XII secciones, a su vez separadas en capítulos. Estaba precedida por una introducción o Preámbulo, donde se destacaba la importancia de Dios en la concepción de los constitucionalistas, ya que se lo consideraba como el inspirador de esa Ley Suprema, cuyos objetivos eran el bienestar general del pueblo, respetando su idiosincrasia, promoviendo la seguridad, la justicia, la libertad civil y política, la propiedad y la igualdad.Las luchas por la independencia sumieron al país en un desorden que obligó a pensar en una constitución liberal pero que confiriera unidad, a través de un sistema centralizado, a través del Poder Ejecutivo. Así se adoptó como forma de gobierno un estado unitario, democrático (la soberanía residía en la nación, art.4) y presidencialista.La división de los poderes del estado, se estructuró con un Poder legislativo ejercido por una Asamblea General, con sede en Montevideo, compuesta por dos Cámaras, una de Representantes, elegidos por los ciudadanos, en proporción de uno cada tres mil habitantes, o fracción no menor de dos mil, sistema de designación que se aplicaría a partir de la tercera legislatura, cuando ya estuviera confeccionado el censo (art.19 y 21) y otra de Senadores elegidos uno por Departamento, de modo indirecto (art.28).

Cada Cámara poseía la facultar de designar su presidente, el Vicepresidente y los secretarios (art.45).En los recesos de la asamblea, actuaba una Comisión Permanente (art.54).El Poder Ejecutivo era ejercido por el Presidente de la República, elegido por la Asamblea, a pluralidad absoluta de votos, por cuatro años, sin ser reelegible para el período inmediato posterior (art.75). Es también Jefe de Estado, de Gobierno (art.79), y del Ejército (art.80). Los ministros, que no serán más de tres, actuarán en las distintas secretarías (art.85). La designación de los miembros del Poder Judicial (Alta Corte de Justicia, Tribunales con funciones de apelación y Jueces de primera instancia (art.91) también era atribución de la Asamblea (art.95).Distinguía entre los ciudadanos, los naturales y los legales (art.6). Los primeros eran los hombres libres nacidos en los límites territoriales (art.7). El artículo 8 determinaba distintas formas de adquirir la ciudadanía legal.La ciudadanía se adquiría a la edad de 20 años, salvo para los casados, para los cuales regía a partir de los 18. Pero además, el ejercicio de la ciudadanía tenía varias excepciones. El sistema de sufragio adoptado fue el restringido, y calificado, siendo privados de ese derecho las mujeres, los esclavos, los analfabetos, los peones, los jornaleros, los soldados de línea, los deudores del Estado, los ebrios, los sometidos a proceso penal, y sirvientes a sueldo (art.11).La sección X, se ocupaba de la organización de los Departamentos. Un Jefe Político estaba a cargo de los pueblos cabeza de Departamento, por delegación del Poder Ejecutivo, y Tenientes bajo su mando, ejercían el poder en los pueblos dependientes de estas cabeceras (art.118).Los derechos naturales reconocidos, en la sección XI, bajo el título de “Disposiciones generales” eran el de la vida, el del honor, a la igualdad (art.132) a la libertad, siendo suprimida la esclavitud por el art. 131. El único límite a la posibilidad de hacer lo que a cada uno le plazca era lo prohibido por la ley (art.134) estableciéndose explícitamente los derechos a la libre circulación, a no ser injustamente encarcelado (art.136), rigiendo el principio de “in dubio pro reo”, la libre expresión sin censura previa, el secreto epistolar y de todo tipo de documentación (art.140) y el de propiedad (art.144) con la obligación de parte del estado de asegurar su uso y goce pacífico.El art. 133 suprimía los privilegios por razones nobiliarias o de mayorazgo. Se declaraba la inviolabilidad del domicilio (art.135) y el derecho a ejercer industria, comercio y profesión lícita (art.146). Sin embargo no se reconocieron los derechos a la libertad religiosa (la religión adoptada por el estado era la católica, apostólica romana, art. 5) ni los de reunión y asociación, lo que impedía la actuación de los partidos políticos.Esta Constitución conservó su vigencia hasta 1917, cuando José Batlle y Ordóñez propició su reforma.

Lee todo en: La Constitución Uruguaya de 1830 | La guía de Historia http://www.laguia2000.com/uruguay/siglo-xix-10/la-constitucion-uruguaya-de-1830#ixzz3ikvz4Fjr