EN GUATEMALA SEA ESTABLECIDO LOS REQUERIMIENTOS NECESARIOS DE DERECHO DEMOCRÁTICA

Si en este momento valoráramos la transición política en Guatemala tras 20 años de gobiernos civiles, y luego de 10 años de la vigencia de los Acuerdos de Paz, tendríamos que decir que la etapa de avance institucional hacia formas democráticas superiores que configuren una democracia integral no asoma pronto, y más bien se ha llegado únicamente al reconocimiento formal de derechos de aquellos grupos mayoritarios que históricamente han sido marginados de las decisiones políticas, del acceso a la justicia y a satisfactores básicos vitales –tal es el caso de las mujeres y los pueblos indígenas, por ejemplo-, y a constituir las instituciones que debieran de darle cabida y asegurar el cumplimiento de dichos derechos, pero en la práctica los primeros no se cumplen y las segundas no funcionan. La primera transición que se vivió formalmente entre 1985 y 1996 se agotó rápidamente en la rutina electoral y en la sucesión de gobiernos civiles con carácter plebiscitario, así como en el reciclaje de los mandos militares que vieron en todo el proceso de negociación de los Acuerdos de Paz, una oportunidad para retener poder y autonomía como poderes fácticos y evitar ser juzgados –hasta la fecha- por las grandes masacres del conflicto armado. La segunda transición que significaría la vigencia de los Acuerdos de Paz no logró modificar sustancialmente la estructura de poder y tampoco la estructura socioeconómica que ha existido en el país durante décadas, y estos compromisos son en la actualidad una agenda de segunda o tercera categoría. Esta comprensión de la democracia implica una comprensión alternativa de sus deficiencias, las que se refieren no solamente a las imperfecciones de los procedimientos electorales, sino también al grado de desarrollo de la ciudadanía. Esto nos lleva a visualizar a la democracia en dos ámbitos: como “democracia electoral” y  como “democracia de ciudadanía”.

Si nos concentramos  solamente en la dimensión política de la ciudadanía, si el sujeto de la democracia fuera el votante, la práctica guatemalteca  parecería estar en una situación parecida  a la de los países desarrollados. De hecho nuestras carencias están en lo civil y social del ejercicio ciudadano en los cuales la comparación con aquellos nos coloca en una situación preocupante.

Guatemala no puede ejercer poder democrático sin profundos cambios en el papel de los partidos políticos, los cuales pueden ser un sostén de la democracia, siempre y cuando cumplan con la naturaleza para la que fueron creados. Según Edmund Burke, un partido político debe tratar de ser "un grupo de hombres unidos para fomentar, mediante sus esfuerzos conjuntos, el interés nacional", ¿Se cumple esto en Guatemala? En definitiva, lo que debemos tener muy claro es que el poder de la ciudadanía es un poder verdadero, que puede expresarse de múltiples formas y  uno   ellos  es  el  poder electoral.