EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 1 La vocación cristiana no sólo llama a cada uno a la santidad...

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La vocación cristiana no sólo llama a cadauno a la santidad personal, sino también,inseparablemente, a contribuir a la misiónde la Iglesia, es decir, al apostolado.

El apostolado no es misión exclusiva delos sagrados pastores, sino de todos losmiembros de la Iglesia.

La llamada al apostolado posee igual aspiración de totalidad yanálogas exigencias de coherencia y autenticidad que la perso-nal vocación a la santidad de cada cristiano. La expresión natu-ral de la vida cristiana en relación con los demás es el apostolado.

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Del mismo modo que la vocación a la santidad, la vocación apostó-lica de los esposos cristianos se especifica por el sacramento delmatrimonio y, en cuanto misión propia del matrimonio y la familia,se desarrolla a través de la vida matrimonial y familiar: de maneraparticular, impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y pro-curando la educación cristiana de los hijos. Es una dimensión propiade la fecundidad sobrenatural del matrimonio cristiano.

“Las familias cristianas constituyen un recurso deci-sivo para la educación en la fe, para la edificación dela Iglesia como comunión y para su capacidad depresencia misionera en las situaciones más diversasde la vida, así como para ser levadura, en sentidocristiano, en la cultura generalizada y en las estructu-ras sociales” (Benedicto XVI, Discurso 06.06.2005).

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CCE 1655: “Cristo quiso nacer y crecer en el senode la Sagrada Familia de José y de María. La Igle-sia no es otra cosa que la ‘familia de Dios’. Desdesus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menu-do constituido por los que, ‘con toda su casa’, ha-bían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían,deseaban también que se salvase ‘toda su casa’. Es-tas familias convertidas eran islas de vida cristianaen un mundo no creyente”.

CCE 1656: “En nuestros días, en un mundo frecuentemente extrañoe incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importanciaprimordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso elConcilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión,Ecclesia domestica”.

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En el matrimonio cristiano, el amor y todas sus obras propiasquedan elevados al orden de la caridad, que asume, purifica yperfecciona el amor meramente humano; y la misma vida fa-miliar se convierte en ámbito de desarrollo de la vocación a lasantidad y al apostolado con la que están llamados, en la Igle-sia, todos los miembros de la familia.

Los esposos cristianos saben que el amor conyugalno alcanza su plenitud sin lucha y esfuerzo, sinrectificación y perdón, sin conversión constante.La existencia de dificultades da lugar a que cadauno ponga en juego lo mejor de sí mismo, comopersona y como hijo de Dios.

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La aceptación generosa de la cruz -del sufri-miento, de la preocupación, de los errores ypecados propios y ajenos, del cansancio- en lascircunstancias de la vida conyugal y familiarcontribuye al bien de la Iglesia y a la reden-ción del mundo, y es camino necesario haciala madurez humana y cristiana del amor.

La solución que propone la Iglesia para las dificultades en la convi-vencia matrimonial es el restablecimiento de la concordia entre loscónyuges, siempre que sea posible; y hacia ahí deben encaminarselos esfuerzos humanos y sobrenaturales de todos los implicados.

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Hay una diferencia radical entre el divorcio, que pretende disolverel vínculo conyugal verdaderamente existente, y la declaración ecle-siástica de nulidad del matrimonio, en la que el tribunal declara pro-bado que hubo una causa que impidió que el matrimonio fuera váli-do, por lo que, pese a las apariencias, nunca existió verdaderamente.

Cuando se sospecha con indicios de verdad que pudo existir unacausa de nulidad en un matrimonio canónico, todos (cónyuges, pas-tores, asesores, familiares y amigos, abogados) deben poner todoslos medios para que se pueda convalidar o sanar ese matrimonio(haciendo que pase a ser válido) por los procedimientos previstos.

Si, siendo válido el matrimonio, la convivencia conyugal se hace fí-sica o moralmente imposible o muy dura, el derecho canónico regulala separación, permaneciendo el vínculo que une a los esposos.

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Para situaciones de dificultad en el matrimonio, los esposos debenrecordar “que el amor conyugal es el camino para resolver la crisis.Precisamente porque Dios los ha unido con un vínculo indisoluble,el esposo y la esposa, empleando todos sus recursos humanos conbuena voluntad, pero sobre todo confiando en la ayuda de la graciadivina, pueden y deben salir renovados y fortalecidos de los mo-mentos de extravío” (Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana,2002, 5).

No hay realismo más verdadero y fundado que laesperanza cristiana que lleva a poner, con serenidady confianza en Dios, todos los medios humanos ysobrenaturales para superar las dificultades y crisis.

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En la participación de la familia en la misiónde la Iglesia, la educación cristiana de los hijos,puede ser considerada un verdadero y propioapostolado.

El hogar cristiano formado por los cónyuges “es el lugar en que loshijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar esllamada justamente ‘Iglesia doméstica’, comunidad de gracia y deoración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana”(CCE 1666).

Por su parte, los padres, como primeros e insustituibles educadores,son también los primeros evangelizadores de sus hijos, con su pa-labra y con su ejemplo.

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Los aspectos fundamentales de la formación cristiana de los hijospodrían resumirse así: 1) Educación en la fe, mediante una au-téntica catequesis, cuyo primer lugar es la familia; 2) Educaciónen la oración y en la vida litúrgica y sacramental (especialmentepenitencia y Eucaristía); 3) Educación en la unidad de vida, es-pecialmente “mediante el testimonio de una vida cristiana de a-cuerdo con el evangelio” (CCE 2226), que permita a los hijoscrecer desde la infancia con profundos hábitos decoherencia entre su fe y sus obras; 4) Educaciónpara la vocación, que los ponga en condicionesde orientar su vida como respuesta cristiana a suvocación a la plenitud del amor, es decir, a lasantidad por el camino por el que Dios los llame.

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La formación cristiana de los hijos debe reali-zarse como formación para la libertad y parael amor. Especialmente en el ámbito de la vidacristiana (propuesta amorosa de Dios que cadapersona debe acoger libremente), es precisocontar con la libertad de los hijos.

La conciencia de que la libertad de los hijos se encuentra sometidatambién a la influencia de un ambiente que, muchas veces, pertur-ba y dificulta su formación cristiana, debe animar a los padres aacompañar con una especial cercanía hecha de amistad y compren-sión, de confianza, de comunicación y de oración; y a perseverarcon fortaleza en su misión, a pesar de los sufrimientos y dificulta-des que pueden aparecer a medida que van creciendo.

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