En sentido contrario

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En sentido contrario. Emprendimos una caminata que se prolongaría unos 3 km. Eso habíamos decido. Caminar, zona tranquila, tarde quieta. Hablar de esa manera en que el tiempo pasa sin darse cuenta. -con esa concentración en que el tiempo desaparece y de pronto vemos como hemos estropeado nuestra comida-. Así fue la travesía. Llegamos a aquel lugar donde debíamos dejar esa pequeña y vieja máquina a reparar, y en ese pequeño espacio hasta donde nos acompañaron para despedirnos Francisca aprovechó para asegurarse el correcto regreso preguntando: -¿Cómo vamos hasta la Av. Piña y Arroyo? Ambos se miraron como dudando pero concluyeron que no sabían. Así que bajamos dos gruesos escalones y saludamos con la mano. La pareja ahí estaba, con sus manos en un tímido saludo. El era un hombre reservado pero según Francisca trabajaba muy bien, en ese espacio repleto de cosas quizás inservibles y con evidente falta de aseo. Su mujer lo reflejaba: su cabellera mediana y canosa apenas peinada y su batón ajado. Pero no sé porque transmitían una parca ternura. Como no sabíamos exactamente las vueltas que habíamos dado hasta encontrar la dirección, en lugar de ir calle atrás por dónde llegamos, nos dirigimos hacia una gran avenida desierta que estaba a 30 metros - las avenidas siempre parecen conducir mejor a destino- Luego de fallidos intentos y respuestas vagas se me ocurrió tocar el timbre en una casa para evitar el “No sé, no soy de acá” Cuando me encontraba explicando que con mi amiga no sabíamos como llegar hasta Piña y Arroyo, veo que Francisca

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En sentido contrario.

Emprendimos una caminata que se prolongaría unos 3 km. Eso habíamos decido. Caminar, zona tranquila, tarde quieta. Hablar de esa manera en que el tiempo pasa sin darse cuenta. -con esa concentración en que el tiempo desaparece y de pronto vemos como hemos estropeado nuestra comida-. Así fue la travesía.

Llegamos a aquel lugar donde debíamos dejar esa pequeña y vieja máquina a reparar, y en ese pequeño espacio hasta donde nos acompañaron para despedirnos Francisca aprovechó para asegurarse el correcto regreso preguntando:-¿Cómo vamos hasta la Av. Piña y Arroyo? Ambos se miraron como dudando pero concluyeron que no sabían.Así que bajamos dos gruesos escalones y saludamos con la mano. La pareja ahí estaba, con sus manos en un tímido saludo. El era un hombre reservado pero según Francisca trabajaba muy bien, en ese espacio repleto de cosas quizás inservibles y con evidente falta de aseo. Su mujer lo reflejaba: su cabellera mediana y canosa apenas peinada y su batón ajado. Pero no sé porque transmitían una parca ternura.

Como no sabíamos exactamente las vueltas que habíamos dado hasta encontrar la dirección, en lugar de ir calle atrás por dónde llegamos, nos dirigimos hacia una gran avenida desierta que estaba a 30 metros - las avenidas siempre parecen conducir mejor a destino-Luego de fallidos intentos y respuestas vagas se me ocurrió tocar el timbre en una casa para evitar el “No sé, no soy de acá” Cuando me encontraba explicando que con mi amiga no sabíamos como llegar hasta Piña y Arroyo, veo que Francisca había cruzado y estaba llamando en otra casa. Su ansiedad no le permitió esperar.Me explicaron que no debíamos continuar por la allí, sino seguir hasta la esquina, doblar a derecha y hacer 2 cuadras… - Pero!… dije. - Hágame caso, es el camino más corto, dijo la mujer, ya va a ver. Luego siguió con una precisa indicación y concluyó: - En media hora a más tardar llegaran si problema. Eran las 7.Allí fuimos.

Enseguida nos encontramos con un gran centro comercial que debíamos atravesar por su diagonal. El lugar era concurrido, así que había que esquivar gente y pasar por un estrecho pasillo entre las mesas al aire libre con jóvenes parlanchines cerveza en mano. Pronto perdí de vista a Francisca, y al girar la vi alejarse a unos 100 metros. Evidentemente no tenía intenciones de esperarme, y yo no correría. Así que con las instrucciones repetidas en mi cabeza me apuré un poco.

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Debo haberlo hecho cerca de 30 minutos a buen ritmo, me sentía cansada. A unos 100m. por fin podía divisar el campanario de una Iglesia que, según las instrucciones detalladas, indicaba que estaba a pocas cuadras de la Av. Piña. ¡Al fin!Para cerciorarme pregunté a un joven, que algo agachado, intentaba abrir su coche. Aunque no había anochecido la tarde estaba avanzada. -¡No! dijo. ¡Esta avenida es Peña!- ¡Eh! dije sorprendida. - ¡No puede ser! agregué negando la realidad y sin comprender que esa gente pudiera haberse equivocado.- Peña y Arroyo es muy lejos de aquí, como unos 5 km. En sentido contrario.

Anaidsirap