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En torno al libro El Lanús. Antropología, Historia, Experiencia, Testimonio

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Psicoanálisis APdeBA - Vol. XXV - Nº 2/3 - 2003 439

Introducción

Las páginas siguientes tienen por objeto establecer una discusiónsobre el libro El Lanús. Memoria y política en la construcción de unatradición psiquiátrica y psicoanalítica argentina, de Sergio Eduar-do Visacovsky, publicado en mayo del 2002 en Buenos Aires porAlianza Editorial. El libro es el resultado de la reelaboración de sutesis doctoral “El Lanús. Memoria, política y psicoanálisis en laArgentina”, defendida el 4 de septiembre del 2001 en la Universidadde Utrecht, Países Bajos, y basada en una investigación etnográficallevada a cabo en Buenos Aires. La misma incluyó la realización deentrevistas en profundidad a médicos y psicólogos que habíantrabajado en el Servicio de Psicopatología fundado por el Dr.Mauricio Goldenberg,1 dirigidas a la obtención de relatos centradosen sus experiencias pasadas, la observación participante de conme-moraciones, fiestas, reuniones científicas e informales, más lasprácticas rutinarias en el Servicio desde 1988 a 1990. Además,incluye una amplia gama de materiales textuales, como biografíaspersonales, artículos publicados en revistas especializadas y dedivulgación, libros, notas periodísticas y trabajos inéditos, entreotros.

1 Miembro Honorario de APdeBA.

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Pensar El Lanús,pensar la Argentina

Sergio E. Visacovsky *

Quienes alguna vez hayan transitado por las monografías etnográficasllamadas “clásicas” –aquellas escritas durante los primeros cincuen-ta años del siglo pasado1– recordarán que, generalmente, sus interlo-cutores principales estaban constituidos por la propia comunidadcientífica a la que pertenecía el investigador. Las cosmovisiones delas sociedades tribales estudiadas por la antropología emergida delmundo geopolítico colonial eran respetadas como expresiones deuna lógica particular, aunque desde el vamos se descontaba que nopodían competir en un pie de igualdad con las explicaciones propor-cionadas por el antropólogo en tanto científico; en otras palabras, noera siquiera posible conceder crédito alguno a las interpretacionesque los nativos pudiesen realizar de sus propias sociedades.

Como autor de un estudio sobre profesionales e intelectuales,psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, localizada a fines del sigloXX y principios del XXI, me encuentro en una situación biendistinta. Como ha venido sucediendo con la antropología desde lostiempos de la descolonización y el comienzo de las investigaciones

* Doctor en Antropología (Universidad de Utrecht, Países Bajos, 2001). Profesor delDepartamento de Ciencias Antropológicas (Universidad de Buenos Aires), de la Maestría enAntropología Social (Instituto de Desarrollo Económico y Social/Instituto de Altos EstudiosSociales de la Universidad de General San Martín), y del Programa de Posgraduación enAntropología Social (Universidad Nacional de Misiones).1 Me refiero a textos tales como “Los Argonautas del Pacífico Occidental”, de BronislawMalinowsky (1922), “Los Nuer” y “Brujería, magia y oráculos entre los Azande”, de EdwardE. Evans Pritchard (1940 y 1937), “Nosotros los Tikopia”, de Raymond Firth (1936),“Adolescencia, sexo y cultura en Samoa”, de Margaret Mead (1928) o “Naven”, de GregoryBateson (1936).

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realizadas por investigadores nativos que trabajaban en sus propioscontextos sociales y culturales, mi investigación no consistió enhacer comprensible un modo de vida extraño a una audienciaoccidental integrada por intelectuales/profesionales que poseen elpatrimonio del saber legítimo, sino de transformar en extraño elsaber de intelectuales/profesionales, objeto y audiencia a la vez dela investigación. Esta operación no puede sino traer aparejadasconsecuencias significativas respecto al conocimiento que produci-mos, y al lugar epistemológico y social en que nos ubicamos en tantoinvestigadores.

Los antropólogos adoptamos una extraña actitud frente a lasprácticas e interpretaciones de los grupos que estudiamos. Por unlado, nos vemos necesitados de conocerlos empíricamente en susaspectos más singulares, y en cierto modo nos transformamos enespecialistas al atribuírsenos un conocimiento experto respecto adeterminadas instituciones, conjuntos y regiones. Sin embargo,resulta menos conocido –y, por ende, menos demandado– que lostemas empíricos y particulares que abordamos constituyen pretextospara responder preguntas de otro orden. Pretextos no porque lostemas particulares sean meras coartadas sino, muy por el contrario,porque representan caminos necesarios, obligatorios, para la solu-ción de problemas profundos, constitutivos de la antropología. Asícomo en su momento vía los melanesios se discutieron los estándaresuniversales de la racionalidad económica, o vía los Nuer del Sudánlos fundamentos del orden político, también el psicoanálisis, lapsiquiatría y la psicología en Buenos Aires y la Argentina han sidotratados por mí como vías de acceso a otra clase de problemasdisciplinarios. La paradoja reside en que estos problemas sólopueden estudiarse conjuntamente con –y no a pesar de– las especi-ficidades de los grupos que estudiamos, pues los antropólogosproducimos nuestro conocimiento a partir de establecer una relaciónproblemática entre las categorías particulares que descubrimos lle-vando a cabo los trabajos de campo –sobre el tiempo y el espacio,sobre las personas comunes y los seres sobrenaturales, sobre elparentesco y la familia, sobre la sexualidad y la muerte–, y aquellaspertenecientes al sentido común o la ciencia occidentales, y fundadasen pretensiones universalistas. En este encuentro difícil, aspiramosa producir nociones más universales, basadas en la compleja relaciónentre las diversas expresiones socioculturales (Peirano, 1995).

Ahora bien, la preocupación por si existen estándares universales

SERGIO E. VISACOVSKY

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de la racionalidad económica, por caso, es una materia que atañe aeconomistas y antropólogos, pero en absoluto –al menos, no en1914– a los melanesios. Sus preocupaciones por el tipo de conoci-miento que sobre ellos ha producido el antropólogo pueden ser –deseguro lo han sido– muy diferentes, y está muy bien que así sea.¿Cómo podría ser de otro modo? Desde este punto de vista, ellospodrían juzgar la producción del antropólogo como acertada oerrada, es decir, podrían evaluarla en términos de sus propiosesquemas de apreciación. Esta situación, inconcebible cincuenta osesenta años atrás, es hoy una condición necesaria de toda investi-gación antropológica, ya que tarde o temprano el grupo estudiadose transformará en una audiencia o público de lectores.2

Con este preámbulo quiero decir que mi libro El Lanús(Visacovsky, 2001) es un estudio antropológico, y que, como tal, estáatrapado en este modo paradojal mediante el cual los antropólogostratamos de entender la realidad humana, el cual presupone lasexperiencias, perspectivas y evaluaciones preexistentes y posterio-res al desarrollo de la investigación, desde sus etapas iniciales hastasu transformación en textos públicos. Estas experiencias, perspecti-vas y evaluaciones son tanto los puntos de partida que nos conducirán–me condujeron– al análisis de los señalados problemas disciplina-rios, como el destino más que probable que tendrán –han tenido– losresultados. No obstante, es indispensable distinguir mi proyecto, apartir del cual El Lanús se constituyó en un pretexto para estudiar lasrelaciones entre memoria social, política, psiquiatría y psicoanáli-sis en la Argentina, de la diversidad de experiencias, perspectivas yevaluaciones sobre El Lanús que existieron y existirán con indepen-dencia de mi proyecto.

El Lanús ha existido –antes que nada, y desde hace muchotiempo– como una serie de relatos diversos basados en una serie deexperiencias sobre las prácticas llevadas a cabo por diferentesgeneraciones de profesionales autodefinidos como “médicos”, “psi-quiatras”, “psicoanalistas” o “psicólogos”, en un servicio hospitala-rio a veces denominado “de Psiquiatría”, “de Psicopatología yNeurología” o “Salud Mental”. El Lanús ha sido el término emplea-

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2 Esto incluye desde las propias demandas de los grupos por conocer los resultados de lasinvestigaciones, las diversas formas de transferencia que éticamente se imponen los inves-tigadores, hasta los diferentes medios a través de los cuales los resultados son difundidos yrecepcionados por los grupos implicados en las investigaciones.

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do para designar al Servicio y no al hospital al que pertenecía, puesrefería metonímicamente a la zona geográfica en la que ha estadoubicado, el partido de Lanús, en el sur del Gran Buenos Aires;siempre había sido empleado como una denominación consuetudi-naria, distinta a los nombres reconocidos por el estado para designaral hospital, y sujetas a las oscilaciones políticas: Policlínico “Dr.Gregorio Aráoz Alfaro” entre 1956-1973 y 1976-1987; o, en otrascircunstancias –como en la actualidad– el Hospital Interzonal deAgudos “Evita”, entre 1952-1955, 1973-1976 y 1987 al presente.Además de su existencia en la forma de recuerdos individuales, elLanús se ha convertido, especialmente desde 1983 en adelante, enuna presencia frecuente, sea en testimonios, homenajes, placasrecordatorias, relatos de experiencia, actos conmemorativos, refe-rencias expertas en textos, clases y eventos profesionales, los cualeshan estado frecuentemente entrelazados con su fundador en 1956 yjefe hasta 1972, el Doctor Mauricio Goldenberg. Precisamente,restaurada la democracia en 1983, las experiencias sobre El Lanúscobraron inusitada actualidad, y Goldenberg y muchos de quieneshabían sido sus discípulos y más estrechos colaboradores pasaron aocupar cargos importantes en el área de salud mental en el gobiernonacional y en el de la por entonces Municipalidad de la Ciudad deBuenos Aires (hoy, ciudad autónoma): los planes, explícita o implí-citamente, invocaban al Lanús como el modelo inspirador de lasurgentes reformas que el área demandaba en el plano de la organiza-ción institucional, asistencial y terapéutica. A menudo, el Lanús yGoldenberg eran objeto de artículos periodísticos en seccionesespecializadas o columnas de opinión. En todas estas instancias, elLanús era invocado como una “ideología” dentro de la salud mentalen Argentina, que se presentaba como la antítesis de lo manicomial,a la vez que ponderaba ciertos valores que operaban simultáneamen-te en los campos psiquiátrico y político, ya que asociaban lo repre-sivo y autoritario del manicomio con los regímenes dictatoriales–particularmente, con la última dictadura militar (1976-1983)3–,

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3 Como lo ha señalado Robben, “el régimen militar de la Argentina entre 1976 y 1983 ha sidodescripto con una serie confusa de nombres, cada uno de los cuales deja traslucir diferentescausas, condiciones y consecuencias imputadas. Los militares han usado términos tales comoguerra sucia, guerra anti-revolucionaria, lucha contra la subversión, y Proceso de Reorgani-zación Nacional. Los grupos de Derechos Humanos hablan de terrorismo de estado, represióny dictadura militar. Las ex organizaciones revolucionarias emplean términos usados por los

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diferenciándolo de la democracia, el pluralismo y el humanismopropios del Lanús y el nuevo régimen político en la Argentina desde1983.

Pero, además, quienes sustentaban estos valores –en su granmayoría, aunque no necesariamente, ex profesionales del servicio–consideraban que su paso por la institución –hubiese sido de diezaños o de diez meses– había constituido un hito insoslayable no sólode sus carreras profesionales, sino de todas sus vidas. Haber estadoen el Lanús les había dejado impresa una “marca” o una “huella”imaginaria, que les había permitido formar parte de un grupo mayor.Y para reafirmar su pertenencia, al modo de la adscripción incondi-cional a un club de fútbol, sostenían llevar puesta una “camiseta”imaginaria, la “camiseta del Lanús”. Esta trascendencia del Lanúsimplicaba a la vez una peculiar relación con Goldenberg, convertidoél mismo en un símbolo, que permitía a algunos preguntarse “¿quiénes metáfora de quién?” (Barenblit & Korman, 1992:14). En Golden-berg se ha reconocido su autoridad como “jefe” eterno del Lanús; al“líder carismático”, mediador de conflictos, con la capacidad paraamalgamar las posturas más contrapuestas; y el “maestro” formadorde generaciones tanto en los aspectos profesionales como humanos.Desde 1956, el servicio se ubicó prontamente en un lugar significa-tivo dentro del campo de la salud pública y la psiquiatría argentinas,al punto que diez años después la conducción del mismo podíaescribir triunfalmente su breve historia, inscribiéndola en el contextomás amplio de los problemas del campo psiquiátrico y la saludpública en el país, inexorablemente atravesados por los procesospolíticos (Goldenberg et al., 1966). Tras el golpe militar de 1976 yla irrupción del terrorismo de estado, el Servicio y su pasadoalcanzaron el señalado carácter ejemplar, basado en auténticos

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grupos de Derechos Humanos, pero también hablan de guerra civil, guerra de liberación ylucha anti-imperialista. Tanto en el caso de que la violencia de los años 1970 sea descriptacon el término de guerra anti-revolucionaria, guerra civil o terrorismo de estado, resultaimportante para estos grupos porque cada designación implica un juicio histórico y moraldiferente que puede transformar patriotas en opresores, victimas en ideólogos, y héroes ensubversivos” (Robben 1999:139, mi traducción). En el libro El Lanús empleo preferentementeel término “Proceso de Reorganización Nacional”, entre comillas o más a menudoabreviado (PRN), para designar el modo nativo de autodefinición del gobierno militarasumido en 1976. Cuando aludo a las características de dicho régimen, no dudo en acudira la noción de terrorismo de estado, pues entiendo que el mismo no sólo constituye un usolocal sino que permite aprehender una realidad que trasciende las interpretaciones singulares.

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logros y en un prestigio nacional e internacional obtenido desde losaños 1960 merced a los notables avances terapéuticos e instituciona-les.4 De acuerdo al relato más conocido respecto al Lanús, su historiafue una auténtica gesta, que se inició en el humilde y pequeñoservicio de un hospital en las afueras de la ciudad de Buenos Aires,y concluyó en la creación de una institución mayor y complejaemergida tras la lucha por desterrar los prejuicios de la medicina–con la que compartió el espacio hospitalario– y los pacientesrespecto de la psiquiatría. Ese pasado brillante, legendario y heroicoha sido a menudo calificado como una “Edad de Oro”, que poseía uncarácter emblemático, aleccionador para el presente, por lo cualconstituía en palabras de los propios lanusinos –aquellos que hanhecho un uso explícito y positivo del Lanús como identidad– un“mito”.

Entonces, la tarea de transformación del Lanús en un objeto deindagación antropológico debía afrontar el desafío que implicaba nosólo una desacralización de muchos de los relatos lanusinos, sino elhecho que los mismos podían constituirse en la lente a través de lacual mi lectura del Lanús fuese estimada. Cuando presentaba lospropósitos de mi investigación ante cada entrevistado, a menudoinsistía en que mi labor no estaba destinada al rescate del pasado, nial homenaje, ni a escribir una historia, la historia hasta entoncesnunca escrita del Lanús. Muchos lanusinos alentaron mi trabajo, conla esperanza de que el mismo concluyese haciendo justicia al Lanús:efectivamente, durante mi investigación se me atribuyó el papel deun “historiador”. Debo decir que, muy probablemente, el librodecepcione a quienes esperaban con ansias dicha historia, en elsentido de reconstruir lo efectivamente sucedido en el pasado, y enun alto grado de fidedignidad y riqueza; encontrarán, como de hechome lo han comunicado algunos, vacíos, momentos consideradossignificativos que no han sido incluidos, personajes valorados comorelevantes pero, desafortunadamente, ausentes en el texto, e inclusomuchos eventos con cuya interpretación estarán en abierto desacuer-do. Por otra parte, la audiencia está formada también por aquellas

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4 Como la implementación de psicoterapias inspiradas en el psicoanálisis, el desarrollo de lasterapias grupales y breves, la aplicación de los últimos descubrimientos psicofarmacológicos,la realización de fuertes programas de actualización profesional, la formación de postgradoen psiquiatría e investigación en diferentes áreas, y el desarrollo pionero en América Latinade modelos alternativos como el Hospital de Día y la psiquiatría comunitaria.

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perspectivas de profesionales que alguna vez trabajaron en el servi-cio, pero que están en franca discrepancia con la lectura del Lanúsépico, heroico; por lo tanto, el libro El Lanús participa indefectible-mente de una disputa por el sentido del Lanús, razón por la cualalgunos podrán encontrarlo una desmitificación que minimiza obanaliza el pasado, y otros una mistificación que reproduce las yaexistentes. Como señalé al comienzo, los antropólogos no podemosobviar las perspectivas de la gente, ya que nuestro estilo de producirconocimiento sólo es posible en interlocución con las mismas. Lascontroversias en torno al pasado del Lanús, las versiones épicas oheroicas y las críticas, las esperanzas de contar con la historia de unainstitución significativa y la índole de la misma no son ni merosdatos, ni velos que ocultan la realidad: son voces que dan forma ysentido no sólo a las preguntas y respuestas del investigador, sino queinstauran el contexto de recepción e interpretación de las mismas unavez que se tornan texto.

El Lanús, el libro, es en gran medida una historia en el sentidohabitual; será sencillo encontrar periodizaciones, eventos dadoscomo efectivamente acontecidos, cronologías y pruebas de facticidad.Los capítulos II al VI se suceden en una secuencia de temporalidadlineal dominante que jalona el origen del Lanús en 1956 (capítulo II);la etapa de formación y consolidación profesional entre 1956 y 1966(capítulos III y IV); la radicalización política, entre 1966 y 1976(capítulo V); y la represión y supervivencia en el régimen de terrordurante la última dictadura militar entre 1976 a 1983 (capítulo VI).Empero, esta periodización es sólo un instrumento organizador, y nopretende consagrar una determinada versión del pasado. Sin embar-go, estas operaciones están al servicio de otro sentido de “historia”,en el que las significaciones atribuidas por los protagonistas alpasado, los relatos del mismo en todas sus variantes, son antes queuna molestia a despejar o un ideal por alcanzar, un momentonecesario del proceso social real, una dimensión constitutiva,productiva y con efectos cuya incorporación y comprensión resultaninevitables. Mi versión del Lanús es, pues, una historia narradamediante las historias sobre El Lanús, sobre sus consecuenciasparticulares, sobre sus condiciones de producción y apropiación. Nouna simple relativización del pasado como verdad, sino un intento derespuesta respecto al insistente divorcio entre las aproximacionespositivistas y unitarias frente a las relativistas y plurales de la historia(Sahlins, 1988; Trouillot, 1995). Todos los capítulos, sin excepción,

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exponen el triple proceso de constitución histórica del Lanús, de susinterpretaciones y de sus reelaboraciones presentes. De tal modo, losrelatos de origen del Lanús, que constituyen la base de lanzamientodel capítulo II, son productos de los años 1980 y 1990. También loson las elaboraciones sobre la identidad psicoanalítica del Lanús queencabezan el capítulo III; los recuerdos ligados al espacio físico delServicio o los trayectos cotidianos que unían la institución con otrospuntos de la ciudad de Buenos Aires, que circulan por el capítulo IV;las remembranzas sobre la conformación y vicisitudes de la psiquia-tría comunitaria como “Psiquiatría Social”, foco del capítulo V;finalmente, las justificaciones de los comportamientos durante laúltima dictadura militar, meollo del capítulo VI. Abro y cierro el librocon la exposición y análisis de la más grande conmemoraciónlanusina de todos los tiempos, llevada a cabo en 1992 en el ColegioNacional de Buenos Aires para recordar el 35 aniversario de lafundación del servicio, pese a que al momento de efectuarse los añosdesde la creación sumaban 36. Hice de este acto el eje argumental dela obra, debido a que el mismo albergó durante los tres días en quetranscurrió, conflictos abiertos y tensiones latentes. Mi intención fuemostrar la necesidad de combinar un análisis etnográfico y sincróni-co de la conmemoración, con un análisis diacrónico en el que aquellorecordado en 1992 fuese historizado, de modo tal que pudieseentenderse su proceso de constitución.

Es fácil concluir, entonces, que El Lanús se integra a una lista detrabajos en la Argentina que, en los últimos años, se han empeñadoen estudiar el pasado nacional a través del modo en que el mismo esnarrado por diferentes protagonistas. Frecuentemente, estos estudiosson identificados como “estudios sobre la memoria social o colecti-va”, y en su enorme mayoría están dirigidos a abordar la problemá-tica de las experiencias, elaboraciones y efectos de la última dictadu-ra militar por parte de quienes han sufrido el ejercicio de la violenciaestatal. Si bien existen trabajos sobre “memoria” que abordan otrastemáticas, la preeminencia que han alcanzado los mencionadosobliga necesariamente a interrogarse por las razones que habríanestablecido en la Argentina una íntima conexión entre memoria ydictadura. El libro El Lanús pretende ser una respuesta a esteinterrogante, que suministre a la vez un enfoque distinto para abordarlas experiencias y elaboraciones sobre la última dictadura militar; enverdad, pretende ofrecer un punto de vista diferente y poco usual enla Argentina para estudiar la memoria social.

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La dificultad que encuentro en los estudios autodefinidos como“de memoria” en la Argentina (y en general en el Cono Sur) radicaen que no suelen diferenciar entre los usos analíticos y políticos dela memoria. A pesar de que son invocados a menudo estudiosclásicos que hacen hincapié en el carácter construido y presente de lamemoria colectiva,5 cuando son analizados los recuerdos específicosde actores particulares los mismos son presentados como el resultadode un impacto destructivo producido en el pasado, pero cuyos efectosy características en el presente permanecen inexplicados. En muchasocasiones, las tareas de investigación son vistas como la prolonga-ción del esfuerzo político por restituir la verdad sobre un pasadosilenciado u olvidado, verdad identificada con una reparación en elterreno de la justicia.6 En mi estudio, puede advertirse una profundasemejanza entre esta concepción y las concepciones espontáneas delos lanusinos sobre su propio pasado, el institucional, algo que no esextraño, pues se trata de una parte del mundo intelectual y profesionalque ha generado en buena medida los enfoques usuales sobre lamemoria en la Argentina. Mi propósito es intervenir sobre estecampo de estudios, y generar una aproximación distinta, capaz deinterrogarse por la forma en que los relatos y prácticas sobre elpasado son producidos y empleados, siempre a los fines del presente.En particular, las experiencias sobre la última dictadura militar sonestudiadas como si se hubiesen producido en un terreno cognitivo-cultural yermo, sin pasado; es decir, no son examinados los recursosculturales que operan como precondición para que experiencias yelaboraciones específicas –como las producidas a consecuencia de laacción de la última dictadura– se produjesen; estos recursos cultura-les son, precisamente, las interpretaciones del pasado de que dispo-nen los conjuntos sociales, mediante los cuales las experienciasulteriores son aprehendidas y dotadas de significación, exigiendo ala vez una intensa labor colectiva en procura de conseguir interpre-

5 Entre los más citados, tienen un lugar de privilegio las obras de Maurice Halbwachs, aunquerara vez su enfoque es empleado consecuentemente a los fines de la interpretación empírica.6 Valga este ejemplo. En la gran conmemoración de 1992, eje analítico y argumental de mitrabajo, una gran parte de las ponencias escritas especialmente acudían a la noción dememoria como medio para describir el ejercicio explícito del recuerdo que se habíanpropuesto. Así, podía leerse títulos como “Memoria”, “Memoria histórica y salud mental”,“Algo para recordar”, “La pesadilla de la historia”, “Mis recuerdos”, “Tres recuerdos”,“Memorias de Lanús”, “Recuerdo sobre el trabajo y trabajo sobre los recuerdos”, “Palabrassobre el silencio”, entre muchos otros.

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taciones del pasado colectivamente coherentes, en función depatrones públicos de admisibilidad.

Habitualmente, los estudios locales enfatizan los aspectos des-tructivos al enfocar las experiencias y elaboraciones en torno a laúltima dictadura militar en la Argentina; en el caso del Lanús, lasexpulsiones, secuestros, desapariciones, torturas, proscripciones yexilios de numerosos profesionales, facetas que no pueden ni debenser obliteradas bajo ningún punto de vista. Mas también debeningresar en la agenda de investigaciones aquellos aspectos queacostumbro definir como “productivos”, en razón de que han forjadonuevas formas de relación social y nuevos modos de interpretación,mediante el requerimiento de reelaboración de las interpretacionespasadas. Durante sus primeros diez años de vida (1956-1966), elservicio quedó estrechamente vinculado a nociones como “democra-cia”, “tolerancia”, “pluralismo” y “humanismo”. Estas eran utiliza-das explícitamente como modos de caracterización de la organiza-ción del servicio, de la naturaleza y calidad de las relaciones entreprofesionales y pacientes, y de la convivencia (“en armonía”) dediferentes teorías y abordajes. En 1983, cuando Goldenberg –radicadopor entonces desde hacía muchos años en Caracas, Venezuela– y ungrupo importante de sus discípulos se sumó, como ya señalé, algobierno radical para trabajar en el área de salud mental, el Lanúsretornaba como un modelo “democrático”, “pluralista” y “humanis-ta”, mas no sólo aplicable al dominio psiquiátrico sino, necesaria-mente también, al político. El Lanús, como los partidos políticos y lasorganizaciones proscriptas y perseguidas por la última dictadura, sealineaba en una genealogía democrática, opuesta al autoritarismoque había imperado entre 1976-1983, y en el que se había debatidola Argentina en forma oscilante desde 1930. No obstante, este actono podía realizarse sino con enormes esfuerzos para explicar yexplicarse cómo un modelo asociado esencialmente con la “demo-cracia” podía tener su origen en un servicio hospitalario creadodurante el gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora”(integrado por una amplia coalición cívico-militar que derrocara algobierno de Juan Domingo Perón en 1955) que, desde el presente,era definido como “autoritario”, mas no en 1956. Al mismo tiempo,pretendo mostrar que las elaboraciones sobre la última dictaduramilitar adoptan un carácter heterogéneo y, a menudo, conflictivopara quienes se presentan como víctimas o sobrevivientes. El simplehecho de haberse quedado trabajando en el servicio luego de 1976

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–tras el golpe de estado– y haber llegado en tal condición a los nuevostiempos democráticos, fue asociado en los años 1980 y 1990 o conla vergüenza y el colaboracionismo, o con la resistencia y la continui-dad, lo que ha permitido a algunos justificar la idea de que El Lanúsya nada tiene que ver con aquel espacio físico en el que reside elservicio hospitalario concreto, y a otros defender que el mismo nuncase fue de allí, pese a que muchos de sus habitantes actúen comolanusinos fueras de sus fronteras. Ahora bien, estos aspectos sonrelevantes no sólo por ser poco estudiados, sino porque participan dela definición de identidades colectivas con atributos que son emplea-dos en el presente para legitimar posiciones en los respectivoscampos de acción profesional e intelectual.

Mi aproximación no debe confundirse con una acostumbradaestrategia que han seguido los estudios argentinos sobre camposintelectuales y profesionales: el conectar los mismos con los proce-sos políticos nacionales. La relación que aquí planteo entre lopolítico y el Lanús no se debe identificar como el nexo entre un ordengeneral que determina o se expresa en otro particular; en otrostérminos, estudiar al Lanús no constituyó un ardid para arribar, endefinitiva, a la historia política argentina. Por el contrario, el Lanúsrepresenta un objeto significativo debido a que las diferentes gene-raciones de profesionales que trabajaron a lo largo de su historia leotorgan a lo político un lugar interpretativo clave del pasado. Estoincluye diferentes recursos, como la despolitización de categoríaspolíticas (democracia, autoritarismo) al ser aplicadas a dominios nopolíticos, o la politización de estos últimos mediante el empleo demarcos de significación políticos. Este sentido que otorgo a ladinámica politización/despolitización no involucra, necesariamen-te, ni la ruptura de los límites de esferas no políticas, o el afianzamien-to de las fronteras de la autonomía profesional, sino que designa elproceso de atribución y uso de sentidos colectivamente identificadoscomo “políticos” o “no políticos”. Así, cuando algunos participantesdel Lanús invocaron la existencia de tratamientos “democráticos”contra “autoritarios”, o “revolucionarios” contra “burgueses”, noimplicaba forzosamente que hubiesen abandonado las reglas deconsagración profesional. Por el contrario, ellos apelaban a lopolítico porque era, desde su perspectiva, el marco indiscutible através del cual debían encontrar su sentido los pasados individuales,institucionales y disciplinarios. Y, por ende, proporcionaba unalegitimidad adicional a la que provenía de las disputas por el poder

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profesional centrado en el monopolio del conocimiento especializa-do. Ahora bien, aunque suene paradójico, no debe confundirse estadinámica politización/despolitización, con el hecho cierto de que setrata de una auténtica lógica de operación política. Cambiar elnombre de un hospital de “Evita” (por Eva Perón, la segunda esposade Juan Domingo Perón fallecida en 1952) a “Gregorio AráozAlfaro” 7 constituyó un acto de despolitización promovido por elpoder político, y con el propósito de incidir políticamente en lamemoria colectiva. Así, El Lanús permite entender no sólo larelación de un dominio profesional e intelectual con un singularproceso político como el argentino, sino cómo los argentinos –almenos algunos– han hecho de lo político la clave interpretativa de lavida nacional.

Probablemente, muchos podrán preguntarse con total legitimidadsi esta transformación antropológica del Lanús no diluye su especi-ficidad, a saber: un momento significativo en el desarrollo del campopsiquiátrico y psicoanalítico argentino. En particular, ¿qué aporta denuevo para el conocimiento de un ya viejo interrogante, el por qué dela extraordinaria difusión del psicoanálisis en la Argentina? Desdecomienzos de los años 1980, El Lanús ha sido incluido como uneslabón importante en la historia del psicoanálisis en la Argentina,especialmente en lo tocante a sus relaciones con la psiquiatría, conlos procesos de modernización del tratamiento psiquiátrico, con lasreformas hospitalarias, con su presencia en el dominio públicodirigido a sectores sociales que no acostumbran a demandarlo demodo espontáneo (Balán, 1991; Galende, 1994; Hornstein, 1983;Plotkin, 2003; Vezzetti, 1995). Desde mi punto de vista, estudiar elLanús constituyó una excelente oportunidad para entender las for-mas singulares que adoptó el psicoanálisis en la Argentina enrelación con contextos socio-históricos particulares; quiero decirque el Lanús permite escapar de la pregunta por el psicoanálisis enla Argentina, ya que la misma conduce indefectiblemente a explica-ciones esencialistas y monocausales, que dan por descontada unarelación constante entre factores sociales y culturales con el psicoa-nálisis, mientras suponen a éste como una entidad homogénea e

SERGIO E. VISACOVSKY

7 Médico nacido en Tucumán en 1870 y muerto en 1955, pocos días antes del golpe contraPerón. Aráoz Alfaro había realizado importantes aportes en la profilaxis del paludismo y latuberculosis, especialmente en niños, habiendo llevado a cabo la primera prueba tuberculínicaen el país.

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invariante. El Lanús ofrece la posibilidad de ver al campo psicoana-lítico como un conjunto de prácticas disímiles que se legitiman en lapaternidad genealógica de Sigmund Freud (Plotkin, 2003), y comouna serie de recursos prácticos e interpretativos para establecer yjustificar identidades y diferencias profesionales e intelectuales.

Ahora bien, estos recursos toman prácticas y perspectivas psi-quiátricas y psicoanalíticas como objeto, pero el medio intelectual através del cual son organizadas es lo político, y el Lanús es, justamen-te, ese modelo que permite pensar las relaciones entre dominiosdiferentes, al tiempo que dirimir posiciones y legitimidades. Parafra-seando una célebre expresión de Claude Lévi-Strauss (1964), elLanús se ha convertido en algo “bueno para pensar”. ¿Pensar qué? LaArgentina, ni más ni menos. Quienes acuden al Lanús como modelo,ponen en funcionamiento un dispositivo que permite reflexionarsimultáneamente sobre los desarrollos y transformaciones diversosde la psiquiatría, el psicoanálisis y la psicología en la Argentina,sobre la salud pública, sobre el mundo intelectual y sobre la política,merced a que ofrece medios intelectuales para conectar o transitarlos diferentes dominios. Por esta razón, el Lanús no es simplementeel reflejo de las relaciones de los campos profesionales e intelectualescon la política, sino el artefacto intelectual que hace posible pensardichas relaciones.8

Decía al comienzo que, tarde o temprano, el grupo estudiado setransformará en una audiencia o público de lectores, que conside-rará al Lanús como acertado o errado de acuerdo a sus propiosestándares de apreciación, basados en el modelo paradigmático delLanús. Sin embargo, lejos está mi deseo de conservar una posicióncognoscitiva privilegiada, al hacer del Lanús un pre-texto parainvestigar otros problemas disciplinarios. En todo caso, la investiga-ción sobre el Lanús proseguirá, en la medida que haya interesados enhablar del Lanús –el modelo “bueno para pensar” y/o el libro–, pueslos diálogos y las discusiones recrean los contextos de investigacióndel Lanús, y la misma imperiosa necesidad de escuchar todas lasvoces, sean aprobatorias o críticas.

PENSAR EL LANUS

8 De esta manera, lo que he querido, finalmente, es poner en discusión las interpretacionesacostumbradas que hacen del dominio de lo político en la Argentina la infraestructuraexplicativa privilegiada, que exigen antes que demuestran los vínculos entre lo político y lointelectual. Estas lecturas son también sociales, y están sometidas al mismo imperio de lasdeterminaciones histórico-contextuales.

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BIBLIOGRAFIA

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SERGIO E. VISACOVSKY

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Sergio VisacovskyDepartamento e Instituto de Ciencias AntropológicasUniversidad de Buenos AiresPuán 480, 4º pisoC1406CQJ, Capital FederalArgentina

PENSAR EL LANUS

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457Psicoanálisis APdeBA - Vol. XXV - Nº 2/3 - 2003

El Psicoanálisisy sus Historias

Mariano Ben Plotkin *

¿Cómo historizar el psicoanálisis? ¿Cómo hacerlo en un país (ydesde un país) periférico como la Argentina donde, sin embargo, elpsicoanálisis ha ocupado un lugar central en su cultura urbana alpunto de convertirse en una matriz interpretativa para entenderdiversos aspectos de la realidad? ¿Cómo explicar esa centralidad?

PRIMER MOMENTO: SI FREUD ES DIOS, ¿QUIEN ES EL PROFETA?

Comenzando con los propios trabajos autobiográficos de Freud,incluyendo su intento de trazar una historia del movimiento creadopor él, y continuando con la monumental biografía de Ernest Jones,se originó una historiografía del psicoanálisis centrada en la figura desu creador. Esta formulación biográfica de la historia no era “inocen-te”, sino que en ella estaba contenida implícitamente una dobleagenda que era a la vez “política” (en el sentido de política interna,dentro del movimiento psicoanalítico) y constitutiva del campo. Eldesarrollo del psicoanálisis era visto como el producto de la lucha deun genio aislado (su creador) que combatía simultáneamente contralas fuerzas opuestas por enemigos externos (las resistencias que “lasociedad” opone por definición al desarrollo de la “verdad” psicoa-nalítica), e internas (los “herejes”, quintacolumnistas dentro delpropio movimiento). Esta versión épica de la historia del psicoaná-

* Doctor en Historia, investigador del CONICET y docente en la Universidad Nacional deTres de Febrero. Es autor de Mañana es San Perón (Ariel, 1993), Freud en las Pampas(Sudamericana, 2003, edición original Freud in the Pampas, Stanford, 2001) y numerososartículos en revistas argentinas y extranjeras.

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lisis, que colocaba a Freud en el lugar del único enunciador legítimo,pretendía al mismo tiempo colocarlo (al psicoanálisis) en una posi-ción inatacable desde el punto de vista de la teoría del conocimiento,posición que, precisamente por ser inmune a-priori, clausuraba todotipo de debate y diálogo con otras ciencias del hombre y la sociedad;y conformar unos mecanismos de legitimación para el campo psicoa-nalítico en formación. Cuestionar al psicoanálisis no sería sinoconfirmar sus hipótesis las que, por lo tanto, dejarían de ser talesconvirtiéndose en certezas; mientras que cuestionar sus condicionesde origen aceptadas equivaldría a poner en duda precisamente lavalidez de su cuerpo doctrinario. Es decir, desde afuera el psicoaná-lisis sería una fortaleza inexpugnable, mientras que desde adentro suaceptación debía ser in toto, incluyendo su memoria oficial.

Como suele ocurrir en el mundo académico (y en el mundo asecas), un extremo lleva a su contrario. A partir de la década de 1970la hagiografia freudiana, generada por lo general dentro mismo delmovimiento psicoanalítico, comenzó a dar lugar a una literatura“anti-freudiana”, en muchos casos promovida por ex-freudianosconversos, que cuestionaba no solamente el carácter científico de ladisciplina sino además las cualidades científicas y morales de sucreador.1

SEGUNDO MOMENTO. SECULARIZACION DEL PSICOANALISIS

Las miradas freudo-centradas sobre los orígenes y el desarrollodel psicoanálisis comenzaron a mostrar sus debilidades. Sin duda labiografía de Freud es fascinante en sí misma y trabajos como los deJones o Peter Gay, o tantos otros abren ventanas para comprender ellugar del “sujeto Freud” en su tiempo y su mundo. El problema eshasta qué punto este tipo de aproximaciones es el más rico paraentender, no ya la vida de Freud, sino el desarrollo del sistema deideas y creencias al que él dio origen. En otras palabras, quedabanaún muchos interrogantes por resolver acerca del origen del psicoa-nálisis: ¿Por qué Freud? ¿Por qué Viena?, ¿Porqué fines del siglo

MARIANO BEN PLOTKIN

1 El caso más conocido sin duda es el de Jeffrey Masson, hombre de confianza delestablishment psicoanalítico, editor de la correspondencia Freud-Fliess, y luego autor de unlibro en el que denuncia al psicoanálisis y a su creador: The Assault on Truth. Freud’sSuppression of the Seduction Theory (New York: Harper, 1984).

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XIX? A responder estos interrogantes se dirigieron algunos trabajoscomenzando por el artículo pionero de Carl Schorske.2 Reemplazan-do la épica por la historia, un grupo de historiadores de la culturacomenzaron a formularse preguntas acerca de las condiciones polí-ticas, culturales, y sociales que hicieron posible la aparición delpsicoanálisis en Viena a fines del siglo XIX. Aparece entonces unavisión mucho más rica, en la cual los orígenes del psicoanálisis sedebieron a un complejo conjunto de factores que convergieron en uncontexto histórico particular, más que al trabajo aislado de un genioincomprendido. Freud fue un creador, pero su creación no se produjoex-nihilo sino que fue un eslabón más en una cadena de desarrollosque comenzaron a fines del siglo XVIII. Tiene que ver, por un lado,con la evolución de otras teorías psico-dinámicas con las que elpsicoanálisis estaba mucho más emparentado de lo que sus cultoresestaban (y están) dispuestos a admitir, y por otro con factores másgenerales vinculados a la crisis del liberalismo vienés a fines del sigloXIX: al cambiante lugar de los judíos dentro de la sociedad comoresultado de esa crisis, y a entramados complejos dentro del campointelectual de la Viena tardo-imperial. En otras palabras, el origen delpsicoanálisis no puede explicarse sin entender las condiciones socia-les, políticas y culturales en las que tuvo lugar.

TERCER MOMENTO: PSICOANALISIS NO ES VIENA

La pregunta sobre los orígenes del psicoanálisis deja todavíapendiente un problema central: si el origen psicoanálisis es elproducto de una constelación de factores históricos, en un espaciocultural definido ¿cómo explicar su tremenda (aunque muy desigual)difusión en lo que habitualmente se llama “occidente” y también másallá, al punto de convertirse en lo que el poeta H. D. Auden hadefinido como “un verdadero clima de opinión”? La búsqueda derespuestas a estas preguntas originó otro tipo de problemas. Porquesi al explicar los orígenes del psicoanálisis era posible manejarse conuna concepción más o menos unívoca del mismo, al ampliar el radiode análisis esto ya no es posible. El proceso de recepción delpsicoanálisis (proceso siempre creativo) se ha dado en distintosniveles y a distintas velocidades en diferentes espacios culturales, y

EL PSICOANALISIS Y SUS HISTORIAS

2 Schorske, Carl, el capítulo 4 de su Fin-de-Siècle Vienna (New York: Vintage, 1980).

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el psicoanálisis adquirió, por lo tanto, un carácter polisémico. Enotras palabras, cuando se estudian procesos de difusión del psicoa-nálisis (o de cualquier otro sistema de creencias e ideas), la primerapregunta que debe formularse es acerca de la identidad misma delobjeto de estudio. En una primera aproximación, habría pocas dudasque la práctica de una terapia psicoanalítica llevada a cabo por unpsicoanalista vinculado a una asociación filial de la InternationalPsychoanalytical Association puede ser considerada psicoanálisis.Pero ¿qué pasa con experiencias como las del Lanús? ¿Y con laproliferación de terapias de orientación psicoanalítica que no estánsancionadas por ninguna asociación? ¿Y con la cantidad de discursosy prácticas sociales que se legitiman en una genealogía supuestamen-te freudiana?

Vayamos a un ejemplo concreto. En 1931 el diario Crítica,rebautizado Jornada luego que las autoridades surgidas posterior-mente al golpe de 1930 lo clausuraran, comienza a publicar unacolumna semanal sobre interpretación de los sueños. Esta columna,firmada por Freudiano, solicitaba a los lectores que enviaran cartasnarrando sus sueños, los que serían analizados la semana siguiente,cuando se publicaba una devolución. No tengo idea quién eraFreudiano, pero parece claro que tenía algún conocimiento psicoa-nalítico y que estaba vinculado a personas prominentes del campo dela psicología local. ¿Cómo insertar episodios como éste –la columnadura más de un año–, y tantos otros en la historia del psicoanálisis enla Argentina? ¿Qué nos dice sobre la implantación del psicoanálisisen la cultura argentina el hecho que el General Martín Balza en sumemorado (y memorable) pedido de disculpas pública haya recurri-do a conceptualizaciones tales como “inconsciente colectivo”, o a la“necesidad de hacer un trabajo de duelo”?

Tal vez estos casos nos fuerzan a desplazar la pregunta porque enel centro ya no quedan el psicoanálisis y su historia, sino desarrollosmuchos más amplios de la cultura y la política argentina en los queuno podría pensar en el psicoanálisis como en una metáfora. Si elpsicoanálisis desborda su espacio propio de significación, ¿a quéotros significantes sociales estaría reemplazando? El trabajo deSergio Visacovsky es un excelente ejemplo de cómo pueden abor-darse estas preocupaciones. Es mucho menos una historia del psicoa-nálisis (o del Lanús, para el caso), que una mirada sobre la culturaargentina, sobre sus memorias, y sobre las articulaciones entrepolítica y cultura, a través de la observación de un espacio donde la

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centralidad del psicoanálisis es a su vez una construcción y unproblema. No son ni el Lanús, ni el psicoanálisis los protagonistas dela historia que nos cuenta Visacovsky, sino los procesos de construc-ción de la memoria en una sociedad fragmentada y políticamentepolarizada. El Lanús y el psicoanálisis son las ventanas que lepermiten a Visacovsky problematizar estas cuestiones.

¿Es esto historia del psicoanálisis? Si, así lo creo. El psicoanálisisen la Argentina sólo se entiende si se lo examina en los puntos deencrucijada. Precisamente para evitar las explicaciones monocausaleso esencialistas que inquietan (con justicia) a Visacovsky, es que lahistoria del psicoanálisis no puede ni debe entenderse como undesarrollo autónomo, sino como el punto de cruce de diversas líneas,uno estaría tentado a decir, de diferentes proyectos de modernidad.Y la riqueza del texto de Visacovsky está por lo tanto menos en elanálisis de una institución o de una disciplina, que en la de estoscruces que construyeron al Lanús (no al hospital Evita, ni el GregorioAráoz Alfaro) y al psicoanálisis (a un sistema de creencias ysignificantes, no a una teoría psicológica y a una terapia inventadaspor un judío de origen bohemio que vivía en Viena a fines del sigloXIX) en la Argentina del siglo XX.

Mariano PlotkinInstituto de Desarrollo Económico y Social. IDES.Araoz 2838C1425DGT, Capital FederalArgentina

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La experiencia “Lanús”*

Raúl E. Levín **

En relación al libro de Sergio Visacovsky El Lanús, voy a intentartransmitirles en primer lugar algunas ideas relacionadas con mipunto de vista acerca de porqué pienso que para un psicoanalista queinició su formación en el Servicio de Goldenberg, ese tramo de suvida se constituyó en una experiencia fundante que dejó marcas quese presentifican aún tantos años después en lo profesional y en lopersonal. Luego –recortando algunas de las muchísimas líneas queuno quisiera desplegar desde su lectura– voy a introducir un comen-tario relacionado al libro de Sergio, abordando el tema acerca decómo más allá de la ineludible opinión del lector, este texto seconstituye en una nueva experiencia que conmueve la “experienciaLanús”, con diferentes efectos subjetivos a los que me voy a referirun poco más adelante.

De todos modos quiero en ese sentido anticipar algo de lo queampliaré después, y es que en mi opinión la lectura del libro implicatoparse con un enfoque acerca de la experiencia y la historia vivida,tan exterior a nosotros mismos, que hasta puede interpelar nuestrapropia memoria tal como la hemos configurado, pudiendo derivar ensentimientos de incomodidad y rechazo. Sin embargo, si el impactopuede ser tramitado, absorbido, constituirse en nueva experiencia,que necesariamente (y creo que esto es hasta imperativo) va a derivaren una reconsideración de nuestra imagen de pasado y presente,

* Leído en la presentación del libro de Sergio Visacovsky El Lanús, en APdeBA, 21 deagosto del 2002. Los otros panelistas: Dr. Ricardo Avenburg, Dr. Vicente Galli, Dra.Rosana Guber.** Miembro Titular de APdeBA.

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revisando las versiones sobre aquello de la historia que nos involucró.Operación que supongo de enorme trascendencia en los intentos deresolver actuales desafíos que nos imponen los difíciles momentosque estamos viviendo hoy en el país, seguramente inmersos enmodificaciones del ámbito de la sociedad y la cultura que aún noestamos en condiciones de aprehender.

Me parece muy importante como ex “lanusino” –aunque como sedesprende del libro todo ex “lanusino” perdura en un permanenteestado de actualidad lanusina– precisamente poder poner un poco dedistancia, encarar la memoria desde otro punto de vista, e iniciar unadiferente reflexión acerca de lo que nos pasó a los de nuestrageneración. Considero en esa dirección al libro de Sergio como unvalioso aporte a la posibilidad de dicha reflexión.

Al pasaje por el Servicio de Psicopatología de Lanús yo locategorizo como “experiencia”, porque ahí las cosas se daban de talmanera que la formación, en contraste con la que provenía denuestros estudios académicos, se sustentaba en una aprehensión delobjeto de conocimiento que suponía una toma sin mediaciones, sinintercalaciones de modelos teóricos o intelectuales anticipatorios. Setrataba del contacto directo con el saber del padecimiento delpaciente, que luego sería contenido y elaborado junto a nuestrosmaestros, docentes y compañeros. La impronta de esa mirada des-provista de predeterminaciones conceptuales, se constituía en unaexperiencia singular, que a pesar de todas las formulaciones teóricas,ideológicas e intelectuales en las que luego podrían ser incluidas,dejaban a salvo un punto de vista personal, original, sin preconcep-tos, de enorme valor tanto en la percepción clínica como para laposibilidad futura de elaboraciones y creaciones personales en laconfiguración de la teoría y la clínica.

En ocasión de las “ Jornadas de Homenaje al Lanús” de 1992, delas que se ocupa Sergio en su libro, escribí un breve trabajo titulado“Sur, Lanús y después” que fue leído en una de las reuniones, yrepartido en mano entre algunos colegas. En ese texto relataba cómoeso nuevo de la clínica se presentaba, se inscribía en lo formativo ya la vez podía ser relacionado con lo que circulaba en tanto lo másemblemático de lo que se daba en llamar la “ideología Lanús”. Luegode narrar una anécdota que daba cuenta de ese encuentro inmediato,ingenuo, con el hecho clínico, decía lo siguiente:

“...si traigo el recuerdo de ese episodio, no es para centrarmeparticularmente en él, sino para ilustrar algo que caracterizó nuestro

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modelo de formación personal y profesional en Lanús.“Me refiero a una situación de aprendizaje en la que la aproxima-

ción al objeto de la experiencia antecede a la información y aplica-ción de la teoría. Este modelo implica un reconocimiento de uncampo –en nuestro caso de un campo clínico– al que se prioriza ensu manifestación en tanto proveedor de datos que irán despuésdecantando en el conocimiento y enriquecimiento de nuestra con-cepción de la mente, tanto en lo que se refiere a sus elementos teórico-especulativos, como a sus aspectos más inmediatos, relacionados ala instrumentación de la práctica clínica.

“En Lanús, el paciente era lo más importante y la razón de ser delesfuerzo individual y colectivo de todo el Servicio. Pero esto,contenido en la esencia de lo que se conformaría como “estilo” e“ideología-Lanús”, era mucho más que la proclamación de unaposición humanista de interés en ayudar a aquellos que padecían dealguna forma de sufrimiento psíquico. Se trataba de fundar unaarticulación entre la clínica y la teoría, que impidiera que ésta setransformara en un simple devaneo intelectual, alejado de los interro-gantes que se pudieran plantear a partir de la presencia del pacienteque concurría al Servicio requiriendo asistencia.

“De tal manera, los que hemos iniciado nuestra formación enLanús hemos devenido profesionales que más allá de nuestra orien-tación y del grado de sofisticación que hayamos adquirido en nuestroequipamiento teórico, no somos retóricos cuando de un situaciónclínica se trata. Y esto no se debe solamente a una cuestión deinmediatez o practicidad. En los lanusinos hay un denominadorcomún que ubica al hecho clínico como la fuente en la que encontra-mos sentido a nuestra profesión, tanto para dar curso a nuestravocación terapéutica como para renovar puntos de partida de nuevasconstrucciones teóricas, que a su vez volverán a la clínica.

“Creo que esa es la gran enseñanza que nos dejó Goldenberg. Silos pacientes tienen ese lugar prioritario, no es porque nosotrossomos generosos, sino porque nos debemos a un saber que de ellosproviene.”

Ahora me quiero referir a porqué considero que la lectura de ElLanús, tantos años después, se constituye en una nueva experienciaque se asienta y a la vez conmociona aquella otra que es la que nosha quedado inscripta a partir de la memoria de lo vivido.

Como es de suponer, hace cuarenta años ignorábamos, ni se nosocurría pensar en lo que el futuro iba a construir acerca de ese

LA EXPERIENCIA “LANUS”

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presente. El escenario y el desempeño de los actores constituido aposteriori desde la historia o, como en este caso, desde la antropolo-gía, no necesariamente coincide con el que subjetivamente se repre-senta quien ha intervenido en el acontecer originario. Necesariamen-te tiene que haber discrepancias. Y más cuando se trata de un temacomo la experiencia Lanús, que por su misma índole, derivó haciauna tendencia a singularizar su elaboración, sin una “conectividad”que permitiera acuerdos como para un trabajo de elaboración con-junta. De hecho, los ex lanusinos nos sentimos hermanados en unpasado compartido, en una ideología común y en un derrotero en elque seguimos sosteniendo premisas básicas en cuanto a nuestroposicionamiento clínico, a pesar de diferencias teóricas. Pero hayalgo de la singularidad de la experiencia vivida, surgida de lo querefería antes, de esa posición desprovista de preconceptos ante elpaciente (y hacia el conocimiento en sus múltiples acepciones), quederivó en la imposibilidad de dar un cuerpo conceptual al fenómenoLanús en el contexto social y político de entonces. De hecho cuandonos reunimos, solemos refrescar los viejos recuerdos. A veces nohace falta siquiera volver a ellos; están implícitos en un encuentroque es un permanente reencuentro. Pero cuando se propusierondiversos proyectos de escribir una historia sobre Lanús, ningunopudo concretarse, ya sea por desacuerdos, por una necesidad de nocuestionar el mito, o por alguna otra imposibilidad. Entre los lanusinos,prima el “anecdotismo”.

Y de pronto viene alguien, de afuera, y nos explica a nosotros(¡nosotros los lanusinos!) de qué se trató Lanús, y por sobre todo, quehay un Lanús que es y sigue siendo, en conflictiva y en algún sentidoinefable articulación con el que fue. Y con esto no me refiero al actualServicio que sigue funcionando (sobre el cual los del primer Lanússabemos poco y nada) sino a una nueva versión de la memoria, apartir de una inédita elaboración teórica y conceptual. Dolorosamen-te nos enteramos de una historia de paradojas, contradicciones, y porsobre todo de fragmentaciones y discontinuidades de las cualesfuimos partícipes, pero también en algún sentido ajenos si nosponemos, desdoblándonos, en la mira desde el método que aplicaSergio en su investigación.

Un día, alguien desconocido, que se designa telefónicamentecomo un antropólogo que está efectuando una investigación sobre elLanús, me pide una entrevista. Llega a mi consultorio y me encuentrocon una persona joven, que bien podría haber sido un compañero de

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Lanús si no fuera por la diferencia de edad. Se establece rápidamenteuna afinidad intelectual y afectiva, no sólo a partir del tema que nosocupa, sino también por acuerdos e intereses comunes relacionadoscon el campo de la cultura, el psicoanálisis y la política. Luegotenemos varias conversaciones telefónicas y algún otro encuentro.Hablamos mucho. Me muestra fotos para que las identifique, buscoalgunas que tengo yo. Saco de un cajón del escritorio un esquemagráfico que había efectuado en el 92 que era un esbozo de cartel parapresentar en las Jornadas de Homenaje al Lanús, que por razones queno vienen a cuento no presenté. Se interesa, y me pregunta si lo puedefotocopiar. Por supuesto. Y en otro encuentro será utilizado comosoporte material sobre el que agregaré, por escrito, más datos sobreaquello que en nuestras vidas fue una suerte de gesta. Esa época deoro que Sergio menciona en su libro y que es una constante en laevocación de quien la vivió. Le cuento muchas más cosas. Sergiosabe preguntar y por sobre todo escuchar. Está interesado. Y respectodel tema, la narrativa es interminable.

Pasa otro período de tiempo. Vuelve a llamar Sergio, y me deja loque será el anticipo de su libro, en un texto previo a la edicióndefinitiva.

Su lectura me resulta atrapante. No puedo apartarme de los nopocos restos de la pasión Lanús que permanecen intactos. Lasprimeras aproximaciones son confesadamente narcisistas: ¿Estoynombrado? ¿Quedo perpetuado en esa historia? ¿Quiénes figuranpor escrito? En lo inmediato hay un ir a la pesca de ese grado dereconocimiento que pareciera quedar inscripto cuando proviene dela letra impresa. Busco las historias, los chimentos. Como dije antes,el “anecdotismo” ocupa un lugar privilegiado cuando de recordar setrata. Debo decir que desde ese punto de vista el libro, en algúnsentido, me decepciona: no es exhaustivo ni pretende serlo, inclusohay omisiones y deslices.

Pero de pronto me doy cuenta que el libro de Sergio no es el queestoy leyendo. Contiene una elaboración que desborda mi propiaconcepción del pasado, a partir de una metodología diversa y ajenaa las que son de mi uso cotidiano.

La lectura deriva entonces en una re-lectura, del libro y... de laexperiencia. Una nueva experiencia. Combinando y correlacionandode una forma inédita datos que no me son desconocidos, se conformauna versión diferente y verosímil del pasado, que colisiona con la quetengo instalada como representación.

LA EXPERIENCIA “LANUS”

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Hay un impacto. Un instante de desubjetivación. El otrora prota-gonista, sujeto de su propia experiencia, es colocado ahora en tantoobjeto del investigador. Esto deriva en una desestabilización del Yo,produciendo diversos efectos: angustia, perplejidad, hasta repudio.Sin embargo, si puede atravesarse dicho impacto, habrá un movi-miento de recuperación de la integridad subjetiva, ampliada,reformulada y enriquecida respecto al estado anterior.

Rosana Guber, en su presentación del libro de Sergio, se refierea este mismo fenómeno de una forma más concisa y divertida: “adiferencia de otros trabajos de campo del etnógrafo, Visacovskyvertió en palabras ¡lo que sería leído por sus propios nativos!”

Es cierto. Y al respecto, como “nativo ilustrado” que ha sidoobjeto de la investigación y que se ha leído en sus conclusiones,puedo decir que aunque no ha sido fácil su lectura por todo lo quepudo conmocionar, aprecio y agradezco del libro El Lanús que sehaya constituido en una nueva experiencia, especialmente en unaépoca, en la que como observa Agamben, precisamente la experien-cia tiende a ser destituida y destruida como tal.

De los muchos temas que me sugiere el libro El Lanús y que porrazones de espacio no voy a poder comentar, hay uno en particular queme llamó especialmente la atención, y sobre el cual quiero detenerme.Me refiero a su estructura, y particularmente a esa dialéctica entre elpresente en el que el etnógrafo hace su trabajo de campo –los tres díasde las Jornadas del 92– y las derivaciones y articulaciones que desdelo que esa conmemoración representa permiten construir, como dijeantes, una nueva memoria del pasado. Creo que esta estructura es laque valida el método de Sergio. Nos demuestra algo que a los lectoresdesprevenidos quizás le sea difícil de advertir: el libro describe eltrabajo de un antropólogo que busca en el sentido de conductasobservadas en el presente su concomitancia con lo ocurrido en elpasado. No es un relato histórico, aunque la historia no puede estarausente. Para quien busque una historia del Lanús, no es éste el libro,y hasta puede crear alguna desilusión. Para comprender la tesis deSergio no valen las lecturas parciales, hay que leerlo entero. Compren-der su estructura es en algún sentido comprender su tesis.

Pero además esta estructura que transcribe un contrapunto entrecapítulos del presente con otros del pasado, otorga al libro unadimensión dramática. Como en una obra literaria, hay un desarrolloque culmina en un conmovedor final, en el que lo narrado hastaentonces tiene un cierre pleno de sentido.

RAUL E. LEVIN

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Se plantean, entonces, dos planos. Cada uno remite recíproca-mente al otro. El primero, el encuentro actual, con sus procedimien-tos tendientes a restañar y restaurar la historia conmemorada, es elobjeto del estudio de campo del etnólogo. Visacovsky reseña eltranscurrir de recreaciones, recuerdos, ritos y ceremonias. Este planorepresenta al segundo, que es la versión de la historia que desencubreel método de la investigación.

Los protagonistas de la experiencia Lanús originaria la reactuali-zan, intentan reproducir a la vez que recordar el pasado. Los profe-sionales del Servicio actual, con un humor desgarrador denuncian ladiscontinuidad histórica que los ha dejado aislados de los orígenes.El etnólogo diagnostica, redescubre, ratifica este corte, y lo sitúa enrelación a los aterradores episodios ocurridos en el país y sus secuelasde destructividad.

En diferentes dimensiones, ambos planos están paralelamenteafectados. El estudio hace hincapié fundamentalmente en la escisióny la fragmentación. Obviamente la cronológica es la mutilaciónprovocada por el período de terror, en algún sentido insalvable,producto de lo irrepresentable, que reclama procedimientossupletorios de restauración (religiosos, míticos, mágicos o declama-torios).

Se pone en evidencia también que hubo escisiones y fragmenta-ciones de otro orden, como las espaciales y aún las ideológicas, quefueron quizás un anticipo, no reconocido en su momento, quepresagiaba aquella que arrasó con parte de nuestra historia.

Pero en el libro de Sergio se plantea, además, un tercer plano quese insinúa permanentemente y trasciende los anteriores. Como untelón de fondo que siempre está allí pero por momentos pasadesapercibido para actores y público. Y este plano es la historiaargentina de las últimas décadas, de la cual la experiencia Lanús esuna condensación, una muestra que la representa y explica.

En ese sentido, para quienes hemos tenido el simple protagonis-mo de vivir aquellos y estos momentos, los que conocimos esa épocaque sería “de oro”, si no fuera por las trágicas salvedades que el “aposteriori” deja a la vista, el libro de Sergio es un valiosísimo aportepara saber, como dije antes, qué le pasó a nuestra generación. Peropara eso tenemos que estar en condiciones de leerlo recuperando algode aquel Lanús, en una disposición sin preconceptos ante lo inédito.Hay que atender a la composición de su estructura y su trama, a sunarrativa y a su desenlace, dispuestos al angustioso efecto de una

LA EXPERIENCIA “LANUS”

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nueva experiencia en un momento de la vida y de la sociedad en quepareciera que ya está todo dado.

Pero hay también posibles destinatarios del libro para los que sulectura puede ser de una trascendencia aún mayor. Me refiero a losjóvenes, a aquellos que no han vivido los acontecimientos referidos.Sabrán a través del libro El Lanús que hubo una época en que no sólola experiencia sino también la iniciativa inteligente, bien intenciona-da y esperanzada era posible. Que podía haber un Mauricio Golden-berg y un movimiento a partir de sus ideas y su personalidad queintentaba producir cambios ante la inequidad con que la sociedadtrata a amplias franjas de la ciudadanía. Pero sabrán también de lanecesidad de no descuidar señales dando cuenta de la posibilidad,que lamentablemente la historia insiste en corroborar, del frecuentefenómeno por el cual la sociedad tiende a destruir lo más valioso desí misma.

Raúl E. LevínPacheco de Melo 2534, 4º “D”C1425AUD, Capital FederalArgentina

RAUL E. LEVIN

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Memoria, recuerdos ytransformaciones del Lanús:homenaje al maestro

Carlos E. Sluzki *

“¿Como se llamaba ese lugar lejos donde íbamos?” “¿Te referís aLanús?” “Si, si. Hicimos cosas importantes, ¿verdad?” “Muy impor-tantes, jefe. “ Y le cuento un par de anécdotas del Servicio, sabiendoque al final de mi relato tal vez se haya olvidado ya de qué estábamoshablando. Los mismos gestos tiernos, el abrazo cálido de saludo, elfamiliar “¿Cómo estás?”, pero la conversación se muerde la cola acada rato, y el vocabulario a veces difícil de descifrar –un códigocambiante, un enigma privado. Ocasionales comentarios filosóficosmuy lúcidos, recuerdos de un antiguo esplendor –me hace acordar,mutatis mutandis, a Vaslaw Nijinski en sus últimos años, de quien unvisitante contó que lo vio salir una vez de su rigidez haciendo unapirueta de L’après-midi d’un Faune como en sus mejores tiempos,para volver después a su pose impertérrita. Nada lunático aquí, sóloel progresivo ocaso del maestro en el exilio, a quien me toca labendición de poder acompañar cercanamente, más por acaso que pordiseño. Por acaso también –si bien lo podría reinventar como diseño–aterricé en Lanús como estudiante justo cuando Mauricio Golden-berg, que acababa de ser nombrado jefe de servicio, estaba organi-zando sus consultorios externos.

* Profesor/Investigador del Instituto para el Análisis y la Resolución de Conflictos, y de laEscuela de Política Publica, Universidad George Mason; y Profesor Clínico de Psiquiatría,Escuela de Medicina, Universidad George Washington, Washington DC. (Médico delServicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús desde 1960 hasta 1971, director delCentro de Investigaciones Psiquiátricas –sector de investigaciones de dicho servicio desde1964 hasta 1971).

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Raúl Levín comenta con acierto que la esencia de la “experienciaLanús” es el haberse centrado en una praxis, que parte de la experien-cia clínica con el paciente, remite a la teoría y vuelve enriquecida alpaciente. Esa descripción ayuda a comprender tanto la “posiciónprofesional Lanús” que quedó como impronta en todos nosotros losque fuimos parte estable del Lanús de los años ‘60, como la falta deuna “Escuela Lanús”. La “Escuela Lanús” sería una amalgama adhoc de psiquiatría dinámica, psicoanálisis de frontera, psiquiatríasocial-comunitaria, terapia familiar y de grupo, y psicopedagogía.Su originalidad yacería en que esas ideas, que comenzaban a apareceren la literatura internacional (o bien que inventábamos para despuésdescubrir a veces que ya alguien las había inventado en algún otrolugar del mundo), las traducíamos en acción, las poníamos a pruebaen un contexto de exploración responsable. A la manera de los sloganparisinos del ’68, en Lanús “estaba prohibido prohibir” y le dábamospoder a la imaginación –posición suficientemente peligrosa comopara hacer del Servicio uno de los blancos de la junta militar en losaños ’70.

Hablando de militares, uno de los sabios lemas antibélicos diceque si los que tuvieran que ir al frente, a las trincheras, fueran losgenerales y no los soldados, no habría guerras. Con frecuencia lamedicina académica sigue también ese modelo –la actividad cotidia-na, de frente de batalla, la hacen los menos preparados, los estudian-tes, los residentes o los médicos recién recibidos, en tanto que loscatedráticos (Napoleones en la retaguardia) hacen la ronda matinalinterrogando y dictaminando acerca de los pacientes, frecuentemen-te delante de los pacientes. En Lanús era al revés. Los generalesestaban al frente, en la cotidianeidad de la acción, en la trinchera,predicando y enseñando con el ejemplo, comprometidos con elpaciente y con la comunidad en vivo y en directo –esa era la pasióny ese era el compromiso social que acompañaba al compromisointelectual de seguir explorando.

Debe quedar claro que estoy hablando de hace 30 a 40 años, yquien sabe cuánto de construcción idealizada hay en todo esto, de esacapacidad bendita de olvidarme de lo que no me gusta (¡mejor quela alternativa de aferrarse a los recuerdos negativos, y amargarse lahistoria… y el presente!) Por cierto que lo mismo se puede decir detodos aquellos que hablan y escriben acerca del Lanús –inclusivequienes lo hacen con el respeto, la lucidez y la elegancia conceptualde Sergio Visacovsky!–, con una mezcla de ejercicio etnometodoló-

CARLOS E. SLUZKI

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gico reconstructivo (¿se puede hacer eso?), de curiosidad escoptofílica,y de esfuerzo para reducir la multideterminación compleja de vidasy eventos para intentar explicar cómo es que las cosas fueron comofueron y son como son. También puede que la causalidad estétergiversada, y que quienes nos acercábamos al Lanús lo hicimosporque ya traíamos con nosotros una convicción del compromisosocial y la intuición epistemológica de desafiar las fronteras de lapraxis, todo lo cual se potenció porque hablábamos el mismo idioma.Pero el descubrimiento del idioma en común y el comienzo de laespecificación de su gramática fue un proceso muy intenso y emocio-nante. Más lo pienso, más esto último se carga de sentido: Lanús eraun caldero donde cocinábamos colectivamente los ingredientes quecada uno traía a la cocina que coordinaba ese chef magistral.

Me remonto a los comienzos del Servicio de Psicopatología.¿Cómo fue (qué fue) Lanús para mí? Entré como estudiante-observa-dor en 1956 o 57, e iba un par de veces por semanas “a mirar por encimadel hombro de los que saben” qué era esto de hacer psi. Goldenberg,lleno de ideas y energía, con una lucidez clínica extraordinaria y unaactitud personal tierna, abierta y generosa, había sido recién nombradoJefe del Servicio de Psicopatología y Neurología, y su territorioconsistía en un consultorio externo con varios cubículos, un equipocon una media docena de terapeutas de nota (aun cuando sin títulohabilitante, ya que aún no había sido creada ninguna carrera depsicología en el país), un neurólogo avezado, y un par de psiquiatras,entre los cuales creo ya para entonces, una reciente graduada, LíaGladys Ricon, todos bajo la batuta y la voz sabia del maestro. Yoaprendía por ósmosis, haciendo poco más que incorporar un estilo deconectarse entre colegas y de interactuar con los pacientes con cariño,respeto, y una informalidad que reducía la distancia de clase, de statusy de rol, y permitía un contacto que era de por sí terapéutico.

Cuando me recibí, a comienzos de 1960, sabiendo más el “comosi” que el “qué” de la práctica y, muy conciente de mi ignorancia, meincorporé como aprendiz de hechicero al Servicio, en el que pasabano menos de veinte horas por semana. El grupo central temprano dela tribu que rodeaba a Goldenberg se fue integrando en los próximosaños: Valentín Barenblit, Octavio Fernández Moujan, Vicente Galli,Hernán Kesselman, Aurora Perez, Dora Romano, Lía Gladys Ricon,Gerardo Stein, y yo. Adlátere de mucha presencia eran DickieGrimson, Guida Kagel, Tuncho Lubchanski, Rafael Paz …y milpersonajes más. El ambiente, tal cual lo recuerdo, era de aprendizaje

MEMORIA, RECUERDOS Y TRANSFORMACIONES DEL LANUS

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constante –grupos de estudio, ateneos, presentación y supervisióndiaria de casos, trabajo en equipo. El medio tenía al principio más lascaracterísticas de una tribu que una organización formal –tal vez loque nos hacía sentir miembros de una tribu era esa mística de grupoprimario de avanzada que ya empezábamos a desarrollar. La per-meabilidad entre prácticas dentro de la institución, que hacía posibleque cada uno de nosotros viera y fuera visto en su trabajo, generabaun contexto de confianza y de estimulación cruzada. La fluidez de losroles era tal que nos permitía tener múltiples experiencias institucio-nales –un año como coordinador del sector internación, el otro comojefe de equipo en los consultorios externos, y así. De hecho, lo quellamo tribu era un grupo primario bastante pegoteado con relacionesen las que se combinaba una posición colaborativa total, lealtadesintensas y fluctuantes… y una observación celosa de la proximidadque uno o el otro mantenían con Goldenberg, quien, a su vez, creo,mantenía una ecuanimidad admirable. El confín de la tribu eraextenso –su periferia incluía a parte del mundo psicoanalítico, con elque Goldenberg mantenía una relación estrecha y cordial, así comoa reflexólogos de nota tales como José Itzigsohn, sociólogos deavanzada –incluyendo a Eliseo Verón, Francis Korn, Elena de laAldea, Analía Kornblit–, antropólogos, fenomenólogos, y gente demúltiples disciplinas con quienes inventábamos modelos, investiga-ciones y práctica. De hecho, la cantidad de trabajos que producíanuestro equipo para congresos era notable –además, creo, de razona-ble calidad. Buena parte del grupo central, y muchos otros, participá-bamos como estudiantes en la Escuela de Psiquiatría Social queestaba organizando Enrique Pichón Rivière (y en la que en suprimera época eran docentes preclaros Guillermo Ferschtut, Fer-nando Ulloa y Edgardo Rolla). Buena parte del grupo central estabaen análisis didáctico y en grupos de estudio con José Bleger, LeónGrinberg, Marie Langer, David Liberman, Benito y Sheila López,Fernando Ulloa, y quién sabe cuántos más. Nuestro trabajo enterapia de grupo estaba supervisado por Andrée Cuissard, Joel Zac,y así. Y ahí otra característica admirable del liderazgo de Golden-berg: él estimulaba nuestras exploraciones, incursiones y liaisoncon múltiples escuelas, ideologías y aun ocasionales maestros, todoello transformado en ingredientes que enriquecían nuestros diálo-gos interminables y nuestra creatividad como grupo, insertado,resonando con, y formando parte de, una década extremadamentecreativa del país.

CARLOS E. SLUZKI

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A su vez, a principios de los ‘60 se creó la Carrera de Psicologíaen la Universidad de Buenos Aires. Goldenberg mismo y muchos denosotros formamos parte de equipos que contribuyeron a su diseñoy fuimos profesores y ayudantes de la primera época, hasta que lospsicólogos mismos pudieran hacerse cargo de su barco. Las primeraspromociones de psicólogos incluyeron profesionales con sólidaformación previa pero sin credenciales oficiales –eran psicólogos“silvestres”, psicólogos formados en otros países o en grupos deestudio o equipos de trabajo, psicodiagnostistas. Muchos de ellos seincorporaron a los diferentes equipos del servicio y enriquecieronaún más el capital conceptual y clínico. Debe reconocerse con todoque, a tono con esa época menos paritaria, la mayoría de las funcionesdirectivas del Lanús, institución interdisciplinaria en su trabajocotidiano, recaía en los psiquiatras.

En la década del 60 Lanús se transformó en el lugar más impor-tante de formación de trabajadores de salud mental en la Argentina,y probablemente en América Latina. Para los médicos, las opcioneseran formarse en Lanús, o entrar a la residencia oficial que ofrecía laUniversidad de Buenos Aires –o algunas del interior– en hospitalespsiquiátricos (cuyos profesores, salvo honrosas excepciones, po-seían una formación clásica/ fenomenológica/ psicofarmacológica,en contraste con la psiquiatría dinámica y comunitaria que caracte-rizaba al Lanús).

Para dar una idea de la magnitud del Servicio –del que por untiempo yo fui el escriba y el estadígrafo–, en el año 1966, porejemplo, el Servicio ofreció en sus consultorios externos 45,000contactos/paciente, de los que 4350 eran nuevos pacientes.1 En el año1969, últimos datos que tengo, el servicio tenía un staff de 4profesionales pagos (quienes recibían el equivalente de U$S 300 pormes) y de 270, repito, 270 no pagos:2 psiquiatras, psicólogos, ypsicopedagogos, quienes participaban entre diez y veinte horassemanales en actividades del servicio –en consultorios externos,hospitalización, interconsulta, residencia psiquiátrica, hospital de

MEMORIA, RECUERDOS Y TRANSFORMACIONES DEL LANUS

1 Sluzki, C. E. “Informe estadístico del Servicio de Psicopatología y Neurología delPoliclínico de Lanús”. Acta Psiquiat. Psicol. Amer. Lat., 1965, 11, 145-147, y 1966, 12, 88-90.2 A esto se tiene que agregar los residentes psiquiátricos del Servicio, quienes recibían unestipendio mensual generado por una Fundación extremadamente exitosa que había creadoIsabel Goldenberg, esposa del jefe, para esos fines y para apoyo general del servicio –desdeel mobiliario de los Consultorios Externos hasta la construcción del Hospital de Día.

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día, o uno de los dispensarios comunitarios satélites, mañana y tarde,seis días por semana. Para esa época, además, el proyecto deGoldenberg como Director de Salud Mental de la Municipalidad dela ciudad de Buenos Aires se cristalizó en la constitución de múltiplesCentros de Salud Mental, que fueron dirigidos y poblados en sumayoría por ex-lanusinos, y que se transformaron a su vez en centrosde asistencia y formación.

Para cuando me fui de la Argentina, a fines del ’71, Lanús se habíamultiplicado. Ya era hora para mí de dejar el espacio a la generaciónsiguiente. Además, las reglas de juego de la violencia social en el paísestaban cambiando en una dirección que no me gustaba. Y yo teníaotras cosas para hacer. Con lo que lo que siguió, incluyendo laferocidad del gobierno militar mesiánico –que dejó detrás suyoinnumerables muertos sin sepultura, una ciudadanía aterrorizada,familias destruidas, instituciones hechas pedazos, un contrato socialdeteriorado–, y los momentos de esperanza y los períodos de deses-peranza y corrupción que le siguieron, sólo los he podido vivir poridentificación, con la comodidad y la culpa de la distancia –mitigadaen parte a través de mi militancia en organizaciones de derechoshumanos. Lanús quedo en mí como un período extraordinario deformación profesional y de experiencia humana, como una segundafamilia a la que estoy permanentemente ligado por vínculos desangre y deuda.

La deuda que tantos de nosotros tenemos con Mauricio Golden-berg y con la experiencia Lanús constituye un capital emocional eintelectual, además de una memoria colectiva que ya ha pasado pormúltiples tamices revisionistas y tal vez acabe ella también pordeclinar… mientras las semillas que ha sembrado ese maestro sereplica en múltiples transformaciones del quehacer en salud mental,hasta perderse en el horizonte prospectivo.

Carlos Sluzki5302 Sherier PI NWWashington DC 20016Estados Unidos

CARLOS E. SLUZKI