Ensayo Comentarios a García de Enterría

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Breves reflexiones sobre la obra

“La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional” de Eduardo García De Enterría

a propósito del Aniversario de la Constitución Mexicana

I. Introducción

El aniversario de la promulgación de nuestra Constitución es celebrado

año tras año de distinta manera. Así, la elite política realiza un evento solemne

en el Teatro de la República en Querétaro, en el cual se reúnen un número

importante de representantes de los poderes públicos de los distintos órdenes

de gobierno. Es probable que en algunas escuelas, tal vez pocas, se haga

referencia al Congreso Constituyente de 1916 – 1917.

Nosotros, desde el Centro de Investigaciones de la Facultad Libre de

Derecho de Monterrey, hemos optado por festejar a nuestra Constitución

recordando una obra paradigmática de Derecho Constitucional: “La

Constitución como norma y el Tribunal Constitucional” de Eduardo García De

Enterría1.

El carácter normativo de la Constitución es un tema obligado de estudio

para comprender el paso del Estado de Derecho liberal al Estado

Constitucional, en donde la Constitución deja de ser un documento de

contenido programático y se convierte en la norma fundamental de todo el

ordenamiento jurídico. Lo anterior no sólo porque regula el procedimiento para

la producción de normas inferiores, sino porque contiene los principios y

valores fundamentales que darán uniformidad a todo el ordenamiento.

Aunque la obra a la que nos referimos es metódicamente exhaustiva en

cada una de sus ideas principales y tiene capítulos exclusivamente enfocados

a la justicia constitucional en España, en este breve ensayo sólo destacaremos

algunos puntos relevantes que inviten a la reflexión sobre el carácter normativo

de nuestra Constitución.

Es menester mencionar que el prólogo de esta obra originó uno de los

debates más importantes de las últimas décadas. Éste se dio entre nuestro

1 García De Enterría, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, 3ª edición, Madrid, Editorial Civitas, 1984, p. 41.

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autor y el profesor Pablo Lucas Verdú. Para quienes tengan interés pueden

consultar los siguientes capítulos y artículos:

• Lucas Verdú, Pablo, “La Constitución como derecho administrativo”, en

Curso de Derecho político, Madrid, Tecnos, 1984, t. IV.

• García De Enterría, Eduardo, “La Constitución como Derecho”, en Revista

de Derecho Político, UNED, núm. 15, otoño 1982.

II. La significación de la Constitución Aunque el uso del término Constitución puede remontarnos hasta el siglo

V a.c. con la politeía de Aristóteles o la constitución mixta de Polibio2, su

concepción como norma jurídica es una creación mucho más novedosa surgida

a finales del siglo XVIII. Pueden identificarse como documentos

constitucionales paradigmáticos la Constitución Federal de los Estados Unidos

de 1787, así como las Constituciones que siguieron a la Revolución Francesa.

Como atinadamente lo señala García De Enterría, por Constitución no

debe entenderse sólo “la norma que define en un instrumento único o

codificado la estructura política superior de un Estado, sino, precisamente, la

que lo hace desde unos determinados supuestos y con un determinado

contenido”3.

Así, el supuesto de una Constitución, en su sentido actual, es su origen

popular, y su contenido la división en el ejercicio del poder público y el

reconocimiento de derechos fundamentales4. En otras palabras sólo será una

verdadera Constitución aquella que dé origen a un Estado Democrático Liberal.

No obstante, que la concepción de Constitución como democrática y

liberal se remonta al XVIII, en Europa inicia su consolidación hasta después de

la Segunda Guerra Mundial. Durante todo ese tiempo, la Constitución fue

objeto de críticas provenientes tanto de la ideología de izquierda y de derecha.

Con independencia de los argumentos esgrimidos por una y por otra, para

ambas

“… la Constitución vendría a concretarse en una simple pieza lógico – sistémica presente en cualquier Estado, de cualquier época y de

2 Al respecto puede consultarse Bobbio, Norberto, La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, trad. José Fernández Santillán, 2ª edición, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 33 a 56. 3 García De Enterría, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, ob. cit., p. 41. 4 Ibid.

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cualquier signo y contenido, de modo que la Constitución pasa a ser, pues, un concepto formal y abstracto hasta el extremo, positivista consecuentemente, puesto que es una pura realidad estructural de hecho, sean cuales sean los valores materiales que exprese”5. Después de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, se reconoció

el verdadero valor de la Constitución como instrumento para el control del

poder, así como para el respeto de ciertos derechos fundamentales,

principalmente el de libertad. En este orden de ideas, García De Enterría,

sostiene lo siguiente:

“El principio limitativo del poder y de definición de zonas exentas o de libertad individual es, en efecto, un principio esencial del constitucionalismo. Por una parte, porque la libertad es consustancial a la idea misma del poder como relación entre hombres; el concepto de un poder absoluto o ilimitado es intrínsecamente contradictorio, puesto que nadie puede estar sometido íntegramente a otro semejante sin negar su propia esencia humana, <<sin cosificarse>>”6.

III. La Constitución como norma fundamental y los Tribunales Constitucionales

Nuestro autor hace énfasis en la distinción de lex superior de la

Constitución. El carácter de norma fundamental se debe a:

“Primero, porque la Constitución define el sistema de fuentes formales del Derecho… es la primera de las <<normas de producción>>… Segundo, porque en la medida en que la Constitución es la expresión de una intención fundacional, configuradora de un sistema entero que en ella se basa, tiene una pretensión de permanencia… lo que parece asegurarle una superioridad sobre las normas ordinarias carentes de una intención total tan relevante y limitada a objetivos mucho más concretos”7.

Para la identificación de la Constitución como norma fundamental resulta

imprescindible la diferenciación entre Poder Constituyente y Poder Constituido.

Por ello, como lo sostiene Pedro de Vega, esta distinción forma parte de la

lógica del Estado Constitucional, por lo que una vez creada la Constitución, el

5 Ibídem, p. 43. Así, para autores como Lasalle, la verdadera Constitución es la suma de los factores reales de poder que rigen en ese país, denominando a la Constitución escrita como una mera “hoja de papel” en la cual se le da expresión escrita a dichos poderes. Lasalle, Ferdinand, ¿Qué es una Constitución?, México, Colofón, 2006, p. 19. 6 García De Enterría, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, ob. cit., p. 46. 7 Ibídem, pp. 49 y 50.

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Poder Constituyente desaparece, pasando todos los poderes del Estado a los

Poderes Constituidos8.

García De Enterría destaca la idea de la supremacía normativa de la

Constitución como creación del constitucionalismo americano. Para nuestro

autor, “La idea de un Derecho fundamental o más alto (higher law) era

claramente tributaria de la concepción del Derecho natural como superior al

Derecho positivo e inderogable por éste y va a ser reafirmada por los colonos

americanos en su lucha contra la Corona inglesa, a la que reprochan

desconocer sus derechos personales y colectivos”9.

Sin embargo, la idea de la Constitución como norma fundamental,

alcanza su máxima expresión con la instrumentación del principio del judicial

review, también creación estadounidense,10 es decir la revisión de la

constitucionalidad de las leyes por parte de los tribunales, derivada la

controversia Marbury vs. Madison11.

Sin embargo, el modelo de revisión constitucional de las leyes no

encontró eco inmediato en Europa. Es en este punto donde el camino de la

teoría constitucional se bifurca entre la corriente europea y la americana. La

primera, influenciada particularmente por Sieyès y la soberanía parlamentaria,

rechaza la posibilidad de que las creaciones normativas del Poder Legislativo

sean revisadas y, en su caso anuladas, por el Poder Judicial.

Al respecto, García De Enterría, apunta lo siguiente: “… el largo reflejo

histórico de la lucha de los Parlamentos con los monarcas había sensibilizado

el sistema hacia el dogma de la soberanía parlamentaria, que implicaba la

superioridad absoluta de las Leyes, y su correlativa inmunidad judicial, lo que

aún se reforzaba por el temor hacia la formación conservadora de los jueces, y

su carácter profesional y no electivo…”12.

La idea europea de la inmunidad judicial de las leyes termina con la

configuración de un sistema de control de la constitucionalidad atribuido a un

tribunal especializado, diseñado por Hans Kelsen. A diferencia de la judicial

8 De Vega, Pedro, La reforma constitucional y el problema del poder constituyente, Madrid, Tecnos, 2000, pp. 34 y 35. 9 García De Enterría, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, ob.cit., p. 51. 10 Ibídem, pp. 123 – 128. 11 Al respecto véase Eto Cruz, Gerardo, “John Marshall y la sentencia Marbury vs. Madison”, en Ferrer Mac- Gregor, Eduardo (coord.), Derecho Procesal Constitucional, 5ª edición, México, Porrua, 2006, pp. 37 al 79. 12 García De Enterría, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, ob.cit., p. 56.

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review mediante el cual cualquier juez puede dejar de aplicar una ley por

considerarla inconstitucional – control difuso, el sistema introducido por primera

vez en la Constitución de Austria de 1920, y por ello también conocido

austriaco, se caracteriza como un control concentrado de la constitucionalidad.

García De Enterría identifica claramente la significación ideológica de

esta diferencia entre el control difuso y el concentrado.

“… esta variante organizatoria esconde una profunda significación por encima de su simple apariencia práctica. El sistema de control de la constitucionalidad de las Leyes se configura como una función constitucional que no sería propiamente judicial, sino, en los explícitos términos de Kelsen, de <<legislación negativa>>. En concreto, el Tribunal Constitucional no enjuicia ningún supuesto de hecho singular… sino sólo el problema puramente abstracto de compatibilidad lógica entre el pronunciamiento, también abstracto, de una Ley y la norma (abstracta) de la Constitución”13.

IV. Las posibilidades y los riesgos de la justicia constitucional

Nuestro autor logra identificar de forma clara los dos principales

cuestionamientos – por lo general en forma de crítica – que se le hace a la

justicia constitucional.

Por una parte está la tensión entre política y Derecho, la cual lleva a la

cuestión sobre la real posibilidad de que problemas políticos encuentren

solución a través de criterios y métodos de decisión judicial14. Por otra parte,

encontramos la duda sobre la extracción de los criterios de decisión cuando

precisamente es la falta o deficiencia del texto constitucional lo que obliga al

Tribunal Constitucional a actuar. Esta última crítica viene siempre acompañada

del problema de la legitimidad democrática de dicho tribunal15.

García De Enterría identifica a Schmitt como uno de los principales

artífices de estas críticas. Para el jurista alemán, la Constitución es “una

decisión política que estableciese de modo indudable lo que es la base

constitucional de la unidad estatal”16. Como se puede ver, este concepto

exclusivamente político lo obliga a rechazar la atribución de defensa de la

Constitución a un tribunal.

13 Ibídem, p. 57. 14 Ibídem, p. 158. 15 Idem. 16 Schmitt, Carl, La defensa de la Constitución, trad. Manuel Sánchez Sarto, prol. Pedro De Vega, Madrid, Tecnos, 1983, p. 153.

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De acuerdo al profesor de la Universidad Complutense, más allá de

discusiones teóricas, la existencia de un Tribunal Constitucional se valida en la

decisión que adopta el constitucionalismo liberal de hacer de la Constitución su

norma jurídica fundamental. En otras palabras, si se quiere hacer de la

Constitución una norma jurídica, no hay más remedio que contar con un

Tribunal que se encargue de su defensa.

V. El principio de la interpretación conforme a la Constitución de todo el

ordenamiento

Aunque nuestro autor dedica sólo unas cuantas páginas al principio de la

interpretación conforme a la Constitución de todo el ordenamiento, no

quisiéramos dejar de hacer mención y referirnos a aquellas ideas que a nuestro

juicio resultan más interesantes.

Sin lugar a dudas este principio es una pieza clave para el efectivo

carácter normativo de la Constitución. Como lo sostiene García De Enterría, a

través de este principio “La Constitución asegura una unidad del ordenamiento

esencialmente sobre la base de un <<orden de valores>> materiales expreso

en ella y no sobre las simples reglas formales de producción”17.

Por lo tanto, todos los sujetos vinculados a la observancia de las normas

constitucionales – que como lo expone García De Enterría no es únicamente el

Tribunal Constitucional, sino todos los tribunales, así como los sujetos públicos

y privados18 – están obligados a interpretar todas las otras normas jurídicas

inferiores de tal forma que no contravengan el contenido material de la

Constitución.

En este orden de ideas, el autor enumera las diversas consecuencias de

este principio. Entre todas ellas, quisiéramos destacar las siguientes dos:

1. La Constitución es el contexto necesario de todas y cada una de las

leyes, reglamentos y demás normas del ordenamiento; y

2. Está prohibida cualquier construcción interpretativa que tenga un

resultado contradictorio con los valores constitucionales19.

VI. Conclusión: La Constitución mexicana como norma

17 Ibídem, p. 97. 18 Ibídem, p. 68. 19 Ibídem, p. 102.

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El carácter normativo de nuestra Constitución se ha venido afianzando

en la última década, en particular a partir de la reforma constitucional de 1994

que incorporó las controversias constitucionales y las acciones de

inconstitucionalidad.

Hoy en día la actuación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es

motivo de comentarios y críticas por parte de los medios de comunicación –

incluso, las sesiones del Pleno son transmitidas en vivo por televisión. Así, se

podría decir que el Máximo Tribunal ha contribuido a consolidar el carácter de

lex superior de nuestra Constitución.

Las acciones de los poderes de los distintos órdenes de gobierno no son

necesariamente la última palabra. Con mayor o menor confianza, se puede

decir que la revisión por parte de la Suprema Corte de Justicia de la

constitucionalidad de un acto de autoridad causa incertidumbre sobre el

resultado, pero seguridad en que cualquier resolución tendrá que encontrar una

justificación en el texto constitucional.

Sin embargo, aún hay mucha tarea pendiente para el Poder Revisor de

la Constitución y el Congreso Federal. Es menester encontrar nuevas

herramientas de derecho procesal constitucional que sirvan como una real

garantía de los Derechos Fundamentales.

Se requieren reformas sustanciales a la Ley de Amparo para que esta no

sea utilizada como mecanismo para la impunidad o como obstáculo para un

verdadero federalismo judicial – que no debemos olvidar, también forma parte

de la Constitución.

Es preciso encontrar las garantías para los derechos fundamentales

sociales, en donde actualmente la inactividad del Estado se convierte en una

impune violación a la Constitución.

En este mismo sentido, debe reconocerse que la concentración del

poder económico en un puñado de empresas deja vulnerable al ciudadano

común frente a los poderes privados.

La lectura de la obra del maestro García De Enterría no deja lugar a

dudas: o la Constitución es normativa o no es Constitución. Así que, o

trabajamos en la búsqueda de una forma para garantizar la eficacia de todas

las normas constitucionales o renunciamos a la idea de vivir en un Estado

Constitucional.