Ensayo Son Jarocho como Patrimonio Cultural

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REFLEXIONES ENTORNO AL SON JAROCHO Y SU SITUACIÓN ACTUAL PATRIMONIOS CULTURALES DE MÉXICO INSTITUTO CULTURAL UNIVERSITARIO: REALIA 1

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REFLEXIONES ENTORNO AL SON JAROCHO Y SU SITUACIÓN ACTUAL

PATRIMONIOS CULTURALES DE MÉXICO

INSTITUTO CULTURAL UNIVERSITARIO:

REALIA

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REFLEXIONES ENTORNO AL SON JAROCHO Y SU DIMENSIÓN PATRIMONIAL

SANTIAGO SERRANO SALINAS

A lo largo del litoral del golfo de México ha existido siempre una gran diversidad, la cual va más allá de

lo aparente, de lo puramente tangible incluyendo en este apartado a las músicas tradicionales como

el son jarocho de la región del sotavento veracruzano.

El son jarocho es una de las expresiones mas reconocidas de la denominada identidad jarocha. Es

gracias a su originalidad, espontaneidad y expresividad que se ha arraigado en el imaginario de lo

mexicano. Sus sonidos se encuentran dentro del repertorio de la expresión popular aunque hoy en día

ha trascendido mas allá de estas fronteras. En mis tiempos no había festival escolar que no incluyera

algún bailable de este genero; en especial la bamba que junto al jarabe tapatío formaban parte

esencial de cualquier fin de cursos.

A partir de 2010 la secretaria de turismo del estado anuncio su deseo de integrar un expediente

para incorporar al son jarocho a la lista representativa del patrimonio inmaterial de la UNESCO. Este

singular hecho causo gran revuelo entre promotores locales, investigadores y artistas a lo largo del

territorio veracruzano. Hay quienes dicen que esta propuesta ayudara al desarrollo cultural y

económico a través del turismo y la difusión de la música jarocha a niveles internacionales. Aun asi

son mas quienes no dejan de poner el dedo en el renglón y señalan con alarma que esta es sin duda

alguna un arma de doble filo.

El término de patrimonio cultural se estandariza en 1972 cuando la UNESCO celebra su reunión

numero diecisiete en París. En la declaración redactada en la Convención sobre la Protección del

Patrimonio Mundial, Cultural y Natural se establece que se considera patrimonio a:

Los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o

estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un

valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia,

Los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración

en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la

ciencia. Los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las

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zonas incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de

vista histórico, estético, etnológico o antropológico.

A su vez se crea un Comité intergubernamental de protección del patrimonio cultural y natural de

valor universal excepcional, denominado “el Comité del Patrimonio Mundial”.

Tuvieron que pasar treinta y un años para llenar el vacío en materia de legislación del denominado

“patrimonio cultural intangible” ; en el caso que nos incumbe el son jarocho y cualquier música

tradicional queda circunscrito a este ámbito ya que:

“El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos,

escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de

valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la

creatividad de ese pueblo; la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la

literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas.” (UNESCO 1972)

Como mencione tales manifestaciones carecían de una reglamentación específica hasta el 2003

año en que se firma la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial la cual

complementa a la Convención de 1972. Esta nueva reunión exhortó a las instituciones culturales de

los países miembros a darle cabida en sus políticas de salvaguarda a este tipo de expresiones

culturales intangibles. (Pérez Ruiz, 2004)

Dicha convención determina que el patrimonio cultural inmaterial comprende:

“Los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos,

objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los grupos y en

algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este

patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado

constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la

naturaleza y su historia, infundiéndole un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así

a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.” (UNESCO, 2003)

Sucede que hoy en día los políticos ha forjado un discurso en torno los bienes patrimoniales. Se ha

transitado por diversas etapas, en un principio se dio un paradigma o modelo conservacionista –el

cual hacia énfasis en el valor monumental, llamativo e impactante- (Pérez Ruiz, 2004) gracias al cual

se comenzó a constituir la primera noción acerca de lo que se denomino como patrimonio nacional,

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pero sobre todo se miraba solo al patrimonio tangible. Buscando a toda costa legitimar un proyecto

de nación a través de la consolidación de una identidad nacional homogeneizadora el gobierno

central impulso medidas de salvaguarda de restos arqueológicos y paleontológicos que

eventualmente permitieron la creación el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1939

(Cottom, 2001) . Estas medidas llevaron al reconocimiento de una herencia común de todos los

mexicanos quienes comenzaron a darse cuenta de la grandeza de la antiguas civilizaciones que

habitaron nuestros horizontes.

A propósito el antropólogo Antonio García de León nos asegura que:

“La conformación del cancionero rural jarocho –como parte de los procesos de aculturación,

sincretismo y mestizaje característicos de la Nueva España–, se desarrolló al máximo durante el siglo

XIX… El mundo criollo se reafirmaba como tal, y en sus arranques nacionalistas echaría incluso mano

de los sones de la tierra, y de prácticamente todas sus variantes regionales, para crear el proyecto de

una cultura nacional y un clima de resistencia que permitió su expresión política”. (De León, 2006)

Pasaron los siglos y en el caso del son jarocho y demás elementos patrimoniales fueron victima de

un discurso denominado “sustancialista” que solo veía en el patrimonio un algo estático y valioso

pero lo concebía alejado de su verdadero uso social. En este aspecto es a partir de mediados de los

cuarentas y gracias a la campaña electoral del primer presidente civil Miguel De La Madrid –también

veracruzano- que el son jarocho comienza a descontextualizarse. La bamba fue utilizada como un

himno de la campaña presidencial lo cual impulso la estandarización del estereotipo del traje jarocho;

el cual en realidad no era el utilizado por los soneros, quienes en su mayoría campesinos usaban sus

ropas de trabajo del campo.

Poco a poco el desarrollo de los centros urbanos, el crecimiento demográfico y la gran migración

del campo hacia las periferias de las ciudades provocaron procesos de masificación de nuevos

consumos culturales y gustos populares. El Arq. Francisco Covarrubias Gaitán en su artículo sobre el

centro histórico capitalino nos recuerda que entre 1930 y 1970, se desarrolla un acelerado proceso

demográfico y de expansión territorial. “La migración entre 1940 y 1950 fue muy intensa, fue más la

población que migró a la ciudad que la que nació”. (Gaitán, 2008)

Todos estos cambios impactaron dramáticamente en el son jarocho y detonaron un nuevo

paradigma en torno a las músicas tradicionales: el mercantilismo. (Pérez Ruíz, 2004)

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Se desencadeno por consiguiente la expropiación del la música de son -y mas que nada del baile

jarocho- de sus raíces mas humildes. En este caso varios ballets folklóricos insertaron pasos mas

vistosos buscando integrarlos a un espectáculo citadino totalmente extraño al verdadero origen

campesino del son jarocho y el baile de tarima.

Algo parecido sucedió con los músicos, quienes al migrar a las ciudades comenzaron a tocar de

manera mas rápida y virtuosa para apantallar a cualquier citadino. Varios conjuntos empezaron a

popularizarse y a tocar en cantinas, restaurantes y eventos sociales en las grandes urbes, lo cual

contribuyo a la estandarización de un repertorio; dejando en el olvido a muchos sones y formas de

interpretación puramente tradicionales. Ya que los comensales pagaban por escuchar varias

canciones se acortaron los sones a una duración promedio de tres minutos y se inventaron popurrís

que incluso integraban canciones de géneros como el ranchero o el mariachi.

Es importante señalar que el son no es ajeno a la fusión con otras músicas, de hecho el son jarocho

surge precisamente de la mezcla desenfadada entre varias sonoridades tan diversas como los ritmos

afro-antillanos, el estilo melódico de la música barroca –de moda en las elites durante el siglo XVIII- y

el fervor y sentimiento místico; herencia de las culturas mesoamericanas cuya música autóctona ha

caído en el olvido pero cuya fuerza expresiva se amalgama en lo que se conocía como los sones de la

tierra dentro del universo nahua-popoluca. (Cardona, 2011)

En contra de esta tendencia mercantilista es hasta bien entrados los años setentas una oleada de

investigadores intentan redescubrir las raíces del son y parten a los pueblos del sotavento en busca de

la expresión mas pura. Logran recabar varias grabaciones de campo e inician un proceso de

revitalización que dio pie al llamado Movimiento Jaranero que junto a promotores locales comenzó a

gestionar fandangos comunitarios. Su máximo apogeo se da en 1979 con el Primer Encuentro

Nacional de Jaraneros y Decimistas, organizado por el Fondo Nacional para Actividades Sociales, la

Casa de la Cultura de Tlacotalpan, Veracruz y la XEW Radio Educación, en el marco de las festividades

a la Virgen de la Candelaria. Desde entonces la región se vuelve objeto de turismo masivo lo cual

desgraciadamente resulto contraproducente. Poco a poco las generaciones de los viejos soneros se

van alejando de encuentro dejando a las nuevas a cargo de la representavidad del son ante la mirada

mediática nacional, lo cual también origino el inicio de una ruptura del dialogo inter-generacional; el

olvido y relego de las formas mas tradicionales del son jarocho en pos de nuevas maneras de

interpretar el son. Influidos por los gustos y nuevas tendencias musicales los jóvenes entusiastas

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originan una nueva época del desarrollo musical de una especie de nuevo son que ha llegado a tener

gran reconocimiento internacional.

La situación actual del son jarocho se bifurca en varias direcciones. Por un lado tenemos a la re

apropiación de los elementos mas difundidos, por parte de nuevos ejecutantes del son los cuales se

relacionan dentro de un ámbito de acción social conocido en estas tierras como “fandango”. Por otra

dirección encontramos que los elementos culturales que integran el aspecto mas frágil e importante

de esta expresión cultural están en amenaza debido a factores externos de diversa índole.

Como señale en un principio es en marzo de 2010 que tenemos noticia de la iniciativa de la

Secretaría de Turismo, Cultura y Cinematografía del Estado de Veracruz para crear una carpeta de

candidatura para que el son jarocho sea integrado a la lista de patrimonio cultural inmaterial de la

humanidad de la UNESCO. (El Universal, 2010)

Hoy en día sigue pendiente dicho documento, gracias en parte al cuestionamiento de

investigadores, promotores y algunos artistas que en general ven detrás de este discurso oficial una

forma de institucionalización de una práctica que ha sido responsabilidad de la sociedad civil

organizada y de la comunidades detentoras de las prácticas tradicionales. Las cuales no han sido

objeto de programas de asistencia y apoyo a los soneros campesinos que hoy en son desplazados de

la mayoría de los fandangos modernos y del discurso oficial. Al respecto la antropóloga y promotora

cultural independiente Rubí Oseguera nos señala con contundencia en la entrevista al diario El

Financiero que:

“La intención del gobierno de Veracruz para que el son jarocho sea declarado Patrimonio Cultural

Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO tiene un trasfondo lucrativo en el que los principales

beneficiarios serían dos: el sector gubernamental y el sector turismo. El son ha llegado a un nivel muy

importante. Lo que se necesita no son nombramientos. Necesitamos que se construyan programas de

empleo que apoyen a las comunidades donde se desarrolla la tradición… “No nos molesta el

nombramiento como tal, sino su trasfondo político. Si nombran al son jarocho no nos opondremos,

sólo pondremos reglas y pediremos que se incluya a las comunidades… El fandango (la fiesta del son

jarocho) es, sobre todo, un espacio de aprendizaje y tolerancia”. (Oseguera, 2014)

Como nos menciona en la ultima parte de la entrevista Rubí hace hincapié en la presencia del

fandango como centro y motor de la tradición. Es esto lo que debería reforzarse y reconocerse como

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patrimonio inmaterial, más allá de solo la dimensión musical. Esta música tradicional se caracteriza

por existir originalmente dentro de un contexto de fiestas comunitarias. El fandango no debe ser

entendido solamente como una simple oportunidad para divertirse, para hacer de el un espectáculo

mas destinado a la vorágine turística y mediática que banaliza toda practica y genera una

sobreexposición que resulta en la perdida de la identidad de quienes día con día recrean la practica

del son.

El descuido actual y la falta de dirección en algunos fandangos es a la vez consecuencia del vacío

de poder que los más viejos han dejado. Es así como la tradición musical corre el riesgo de quedar en

manos de gente bienintencionada, pero que no tiene la formación musical que se requiere para

desarrollar un fandango de calidad de manera apropiada. Por otro lado hay personas mal

intencionadas que buscan explotar a toda costa las practicas tradicionales y para ganar favores y

poder legitimar a quienes serian los músicos oficiales y reconocidos por el estado.

Al respecto Amparo Sevilla en 2014 presento un análisis sobre los procesos de patrimonialización

de la UNESCO donde menciona dos grandes problemas derivados de las declaratorias que se han

aprobado en México sobre el patrimonio inmaterial:

“Los usos sociales de las manifestaciones culturales están cada vez más determinados por la

lógica del mercado (vía su explotación turística) y por la construcción de capitales políticos. Existe

una notable restricción de acción territorial en los planes de salvaguarda que contemplan una

manifestación cultural (Cumbre Tajín para Voladores y Jalisco para Mariachis) cuya práctica

abarca una extensión geográfica muy amplia. ” (Sevilla, 2014)

Todo lo anterior se traduce en el surgimiento de conflictos al interior de las comunidades que al

estar de pronto en un foco de atención internacional al que no están preparadas ni acostumbradas.

Por otra parte sucede poco a poco una apropiación del “bien cultural” por grupos ajenos a las

comunidades.

El problema mas profundo recae en que no hay una correspondencia real entre una declaración y

su beneficio real. En esta ultima administración se ha recortado el presupuesto asignado por parte del

gobierno federal y estatal para el ámbito cultural. Resulta entonces contradictorio que se busque

llamar la atención de organismos internacionales para que otorguen estímulos o financiamientos.

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A simple vista y apelando a la sospecha pareciera ser que solo se quiere un premio que de cuenta

de un supuesto compromiso del estado con el desarrollo cultural de las comunidades. Se trata de un

caso de apropiación de elementos culturales que el estado ejerce sobre quienes considera

subalternos. Se corre el riesgo de institucionalizar una práctica que ya se ha venido sosteniendo por si

misma desde el ámbito de la sociedad civil.

Se esta poniendo en juego la autonomía cultural de los detentores de la práctica musical y a

quienes estoy seguro serán los últimos en preguntar si están de acuerdo con el nombramiento, con el

hecho de prestar al mundo entero algo que por largo tiempo ha sido suyo. Algo que esta mas

circunscrito a las identidades regionales; a pesar de que el son haya traspasado las fronteras

nacionales, sigue y seguirá siendo un vinculo de unión intercultural de escala regional.

A pesar de todo es fácil comprender que el son jarocho posee de sobra las características para ser

un patrimonio representativo, ya que su practica se ha logrado mantener y sustentar por si misma tal

y como conviene la UNESCO para formar parte de su catálogo. Se ha constituido como una verdadera

práctica viva con raíces identitarias fuertemente arraigadas. Es a mi parecer una expresión de la

diversidad que hoy en día no requiere que se le impongan vistosos nombramientos; sino que mas

bien requiere de una re-valorización de su significado esencial, de la replicación de su forma y

trasfondo tradicionales.

El control cultural que se desarrolle en torno a los elementos que conforman el son jarocho –

música, danza, versada, ritualidad- será motivo de muchos mas análisis y debates pero considero una

digna y necesaria labor lograr aterrizar toda la información ya generada en acciones que permitan un

mejoramiento de las condiciones de vida de los soneros del ámbito rural y por otra parte una mejor

salud de los fandangos actuales. Es por eso que varias mesas de reflexión proponen que mejor se

declare al fandango dentro de la dichosa lista representativa.

Considero también pertinente que se de inicio a la conformación de una escuela oficial –o

conservatorio- especializada en el son jarocho para que de esta manera se estandaricen enseñanzas

fundamentadas en la tradición que permitan el desarrollo de nuevos creadores y ejecutantes. Con el

fin de que los interesados en aprender a tocar estén bien capacitados y dominen las técnicas

tradicionales y el bagaje musical pertinente para que no denigren la verdadera forma del son. En

pocas palabras se debería enseñar y considerar al son jarocho como sucede hoy en día con el jazz o la

música académica –clásica-. Hoy en día el panorama ha cambiado y ya no es tan fácil que se aprenda

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“na mas viendo” como sucedía originalmente. La calidad de los contenidos del sinnúmero de talleres

de jarana, requinto o zapateado no se puede asegurar a menos que se establezcan instructores

calificados que se apeguen a ciertos métodos y criterios; los cuales han de desarrollarse con el apoyo

de los soneros mas viejos y experimentados. Estamos hablando pues de una forma artística que se

debe nutrir, no de una simple expresión popular a la que se busca folckorizar y explotar para que

acabe siendo mal tocada, mal bailada y mal interpretada.

A modo de alegoría podría decir que el son es como un árbol muy viejo, una especie de antiguo

injerto que ha venido dando muchos frutos y que ha sido cultivado generación tras generación.

Últimamente a este árbol se le han extraído varios esquejes, los cuales se han llevado a muchos otros

lugares y se la ha mezclado con nuevas especies dando lugar a una diversidad sin igual, se han

generado ya nuevas semillas. Pero ayer sucede que, de pronto en estas tierras aparece un granjero

adinerado al que se le ocurre hacer del árbol del son, una suerte de especie transgénica (cuya patente

obtiene del extranjero) sin pedir permiso a quienes, día con día riegan el terreno en el que por siglos

se ha cultivado el árbol original.

“Si nos abrimos a la posibilidad de dialogar, de escucharnos y de ponernos de acuerdo, de aprender

unos de otros teniendo presentes las enseñanzas de quienes son los representantes y herederos

directos de esta tradición de profunda raíz, podremos hacer del movimiento jaranero y del fandango

espacios vitales enriquecidos y enriquecedores para todos. -Asamblea de Jaraneros en el marco del

encuentro de Tlacotalpan, 2011- (Sevilla 2014)

Hace falta que las autoridades cambien su mentalidad en torno a lo que creen que es la cultura, en

torno a lo que creen que representa el patrimonio nacional. Este cambio no lo veo cercano, si no que

mas bien será necesario un replanteamiento profundo que permita a quienes realmente conocen al

respecto ocupar los puestos claves en las administraciones del estado; lo cual lo veo sumamente

difícil.

Corremos el riesgo de quedarnos solo con la forma –ya de por si deformada por la sobreexposición

y espectacularización- tal como ha sucedido con los pasos de las danzas tradicionales o los voladores.

Ante el riesgo de relegar al olvido y a los viejos el trasfondo verdadero de lo que significa cualquier

patrimonio considero labor fundamental de los nuevos gestores culturales la inmersión en tales

asuntos; a fin de dinamizar el patrimonio nacional para que este sea reconocido y respetado por

todos los mexicanos, incluyendo las clases gobernantes. En vez de buscar reconocimientos fútiles que

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solo denotan la hipocresía, la ignorancia y poca seriedad de quienes nos representan ante el mundo.

Buscar un equilibro ante la actual crisis de valores es algo fundamental y que mejor que la

sensibilización sobre nuestro pasado para ayudarnos a salir a flote en el futuro.

Hoy en día no he encontrado por ningún lugar un documento que exprese el plan de salvaguarda del patrimonio de lo que se pretende promover como patrimonio.

BIBLIOGRAFÍA

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Eduardo Bautista. (2014). Buscan que son jarocho sea Patrimonio UNESCO. El Financiero, http://www.elfinanciero.com.mx/after-office/el-son-jarocho-no-necesita-nombramientos-de-la-

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