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  • 8/16/2019 Ensayos antopologiap df

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    y flores del lenguaje; veían que semejantes pueriles adornos y pensamientos, que no pasaban de la corteza, no sólo caían en gracia a muchos destituidos del buen paladar para discernir entre el mucho hablar y bien decir, sino que merecían los aplausos entanto grado que ya se tenían por bellezas del arte lo que en tiempo de Augusto ni aun enlos principiantes hubiera sido tolerable. Porque cuando llega a corromperse el gusto en

    una facultad (cualquiera que sea), sucede poco menos -IX- que con los estómagosestragados, que para nada tienen más despierto el apetito que para lo que les daña.Animó a muchos este buen suceso para llevar adelante su corrompido sistema. Formoseen poco tiempo una como secta de corrompedores de la verdadera elocuencia,mancomunándose, al parecer, para destruirla del todo.

    Lo hubieran logrado muy a su placer, según el séquito que tenían, y según estafacultad se hallaba ya debilitada y sin fuerzas; pero prevaleció la razón contra el error,como es justo que así suceda. Y si bien Séneca, español, fue, como quiere Rollin, elcorifeo de esta corrompida escuela, tenemos la gloria de que otro español (disputen loque quieran en este punto los extranjeros), manteniendo los fueros de la elocuencia, nosólo la libró de su total ruina, sino que resarció muy cumplidamente los daños que había

    recibido. Así fue: levantó la cabeza por los esfuerzos de Quintiliano, respiró y logró porfin, valiéndose de sus armas naturales, enseñorearse de sus mismos enemigos.

    Ésta fue la utilidad que por el pronto resultó a la elocuencia romana de lasInstituciones Oratorias del español Quintiliano. Digo por el pronto, porque las queresultaron en lo sucesivo a las bellas letras de este precioso monumento de laantigüedad, no hay para qué decirlo, constando por el unánime consentimiento de todoslos siglos el aprecio que de él hicieron todos los sabios. Solamente digo que aun cuandono nos ofreciera más que unos preceptos sólidos de la oratoria, eran muy dignos derecomendación; pero como para ser perfecto orador se necesitan otros muchosagregados de educación y conocimientos de -X- todas facultades, se propusoQuintiliano señalar el camino para conseguir todo esto.

    Mirados por este lado sus escritos, son el método de estudios más completo que pueden desear los que se ocupan en enseñar a la juventud; y aun me atrevo a decir queencierran las máximas de la más cristiana educación de la primera edad. En prueba deello, adviértase que Quintiliano toma la instrucción de su orador nada menos que desdela cuna. Y para conseguirlo, ¿qué medios no practica de los que conducen al findeseado, ya tocante al conocimiento de las ciencias, ya a las buenas costumbres? ¿Quédefecto, ya natural, ya adquirido, puede impedir el ser orador consumado, a que noaplique los remedios más oportunos? ¿Qué cosa hay, por menuda que nos parezca, enque no prescriba las reglas más acertadas? ¿Qué padre se muestra tan vigilante en laeducación de su hijo como él lo es en la de todos? ¿Qué edad hay tan tierna que él no

    conserve de todo contagio? ¿Por ventura se olvida de ella aun en los juegos másinocentes? Aun en los mismos entretenimientos quiere que sin perjuicio del desahogoque es natural, encuentre el niño instrucción y pasto del ánimo. Y si no, ¿no le apartacien leguas de las truhanerías y dichos pegadizos de los criados? ¿No le pone al lado unayo (no de aquellos que acompañan al niño como la sombra al cuerpo, sino un ayoinstruido, virtuoso, diligente e industrioso), para indagar el ingenio de los años mástiernos? En el juntarse con sus iguales, ¿no usa de las mayores precauciones? Ello esevidente, que en materia de educación, ni a los padres ni a los maestros les queda másque desear si se proponen el método de Quintiliano.-XI-

    Pasemos más adelante, cuando la edad comienza a ser capaz de mayor instrucción.

    Aquí es donde Quintiliano se interesa tanto en el aprovechamiento de unos años tancapaces de todo, como él mismo demuestra, que no quiere que se pierda instante.

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    Porque, si bien dirigida esta edad es indecible cuántos conocimientos útiles puede

    aprender, por tener entonces las potencias (digamos así) nuevas y desembarazadas de

    cualquier otra idea; así malograda, adquiere resabios que duran toda la vida. Por tanto,

    encarga a los padres y maestros que los primeros conocimientos sean útiles, sólidos y

    relativos al fin adonde aspiran; y para lograrlo, les dice qué libros han de leer y con qué

    orden; qué distribuciones han de hacer de ejercicios y tareas; cómo los han deacostumbrar desde el principio a una pronunciación fina y delicada, evitando aquellos

    resabios que a poca costa se corrigen; y dejándolos tomar cuerpo van a decir no poco

     para impedir el fin de la oratoria. En todo esto y en otras cosas a este tenor Quintiliano

    es nimio y prolijo; si puede haber nimiedad cuando se trata de guiar sin torcimiento ni

    vicio estas plantas racionales: las cuales, cuanto más tiernas, tanta mayor delicadeza

    requieren en los que las manejan. Por tanto, desterrando Quintiliano de la educación

    todo terror y encogimiento que los haga apocados y rastreros en el modo de pensar,

    encarga el mayor cuidado en inspirarles la emulación, el honor, el deseo de la verdadera

    alabanza y la hidalguía en los pensamientos.

    Por este camino ameno, y sembrado de conocimientos útiles, va conduciendo como

     por la mano al niño al estudio de la gramática, de la geometría, de la música, de lahistoria, de los autores -XII- más clásicos, y de todas las bellas artes. Aquí le dice cómo

    ha de entender al poeta; allí, cómo ha de leer al historiador. Por una parte le muestra las

     bellezas que ofrece la gustosa lección; por otra los tropiezos de que debe apartarle la luz

    de la crítica. Con esta gustosa enseñanza y útil recreo le pone en estado de poder ya

    caminar sin andadores, aunque acompañado del sabio maestro: quiero decir, capaz de

    componer por sí alguna pieza, pero mirando el modelo, que tendrá delante. Aquí

    encarga mucho Quintiliano la conducta que debe observarse con el discípulo. Como es

    forzoso que al principio sean más los yerros que los aciertos, la prudencia del que le

    guía, dice él, debe disimular mucho y alabar aquellas primeras producciones, aunque

    defectuosas, de sus ingenios tiernecitos, para animarlos a cosas mayores.

     Nunca desampara Quintiliano a su orador, por más adelantamientos que haya hecho;antes esto le mueve a enseñarle siempre cosas nuevas, y por mucho camino que haya

    andado, le muestra ser más lo que queda. Aun cuando ya está ejerciendo la oratoria, o

    en los razonamientos hechos al pueblo, o en los tribunales, le corrige los defectos, ya

    naturales, ya adquiridos; le anima cuando va derecho; si se desmanda, le trae

    suavemente al camino recto; le inspira pensamientos sublimes, y sentencias que hagan

    mella en los ánimos; le comunica cuántos medios hay para enseñorearse de la voluntad

    ajena; le reviste de todos los afectos de la naturaleza con tanta viveza y propiedad que

     pueda a su arbitrio despertarlos en el ánimo de los jueces u oyentes sin que puedan

    resistirse. Tanta es la fuerza y valentía de la elocuencia -XIII- para excitarlos. Le

    comunica sobre lo dicho energía en el decir, y estilo agraciado para ser oído con gusto;

    le arregla la voz y se la entona; le compone el ademán y todos los movimientos de

    cabeza, ojos, manos, pies; y para decirlo de una vez, no puede imaginarse hombre tan

     bronco y poco favorecido de la naturaleza para la oratoria, que ayudado de las reglas de

    Quintiliano no se civilice y corrija.

    He aquí una idea muy por encima de las Instituciones de Quintiliano, y una centésima

     parte de los infinitos conocimientos que nos ofrecen; de las cuales se han tomado todas

    las reglas de que están llenos los innumerables artes de retórica y métodos de estudios

    que andan impresos. Pero cualquiera que vaya cotejando estas reglas con la doctrina de

    éste, conocerá que, contentándose sus autores con aquellos preceptos que miran a dar a

    la juventud alguna idea del artificio retórico, escasean lo principal, que son los medios

     para convencer al entendimiento y mover la voluntad: en lo que consiste la verdaderaelocuencia de griegos y romanos. Las demás artes, tratando por lo común de tropos y