ENSAYOS ECONÓMICOS DE DOS DÉCADAS: VOLUMEN I

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ENSAYOS ECONÓMICOS DE DOS DÉCADAS Por Santos Negrón Díaz VOLUMEN 1 PRIMEROS AÑOS EN LA JUNTA DE PLANIFICACIÓN: 1979-1981 Edición especial bajo el cuidado del autor para ser utilizada como texto complementario en el curso de Teoría Macroeconómica Programa Graduado de Economía Departamento de Economía Facultad de Ciencias Sociales Recinto de Río Piedras Universidad de Puerto Rico

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Ensayos económicos redactados a principios de la década de los 1990.

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ENSAYOS ECONÓMICOSDE DOS DÉCADAS

Por Santos Negrón Díaz

VOLUMEN 1

PRIMEROS AÑOS EN LA JUNTA DE PLANIFICACIÓN: 1979-1981

Edición especial bajo el cuidado del autor para ser utilizada como texto complementario en el curso de

Teoría Macroeconómica

Programa Graduado de Economía Departamento de Economía

Facultad de Ciencias SocialesRecinto de Río Piedras

Universidad de Puerto Rico

MARZO DE 1999

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A la memoria de Nólan López Ramírez, Mariano Muñoz y Marcelino Súarez, en agradecimiento por la amistad, la ayuda generosa y el reconocimiento profesional que me brindaron en diferentes etapas de mi carrera.

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“Yo, pues, agradecido a la merced que aquí se me ha hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi cosecha…”

Don Quijote, en el discurso de agradecimiento por el homenaje que le rindieron los pastores y las pastoras que vivían en la selva cercana al camino hacia Zaragosa. Recordando que don Miguel de Unamuno nos enseña a leer el Quijote con el mismo fervor y respeto con que se leen los Evangelios.

Miguel de Cervantes y Saavedra El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha

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ÍNDICE

EL PROGRAMA ANTIINFLACIONARIO DEL PRESIDENTE CARTER

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ANÁLISIS DE LA TASA DE PARTICIPACIÓNEN PUERTO RICO

29

LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA DE PUERTO RICOLUEGO DE LA RECESIÓN DE 1974-75

38

LA ECONOMÍA DEL LADO DE LA OFERTA:REALIDAD Y PERSPECTIVA

51

EL DEBATE SOBRE LA ADOPCIÓN TOTAL O PARCIAL DEL PATRÓN ORO EN ESTADOS UNIDOS

66

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EL PROGRAMA ANTIINFLACIONARIO DEL PRESIDENTE CARTER

Introducción

El 14 de marzo de 1980 el Presidente Carter anunció un nuevo programa antiinflacionario compuesto por los siguientes elementos: (1) una rígida disciplina en el presupuesto federal; (2) restricciones al crédito; (3) acciones con respecto a precios y salarios; (4) más conservación energética; (5) cambios estructurales en la economía. Este plan es parte de una cadena de esfuerzos que han venido realizándose en Estados Unidos para controlar el peor problema doméstico a que se ha enfrentado el país desde el final de la Segunda Guerra Mundial: el persistente y alto crecimiento en el nivel de precios.1 De hecho, si bien Carter se propuso combatir la inflación desde el comienzo de su término presidencial, cuando la tasa anual ascendía a cerca de 7.0 por ciento, la misma aumentó a una tasa anual de 19.2 por ciento en enero de 1990, no empece a las políticas restrictivas del crédito (por vía del control de la oferta monetaria y de la fijación de altas tasas de interés) y al conservadurismo fiscal que ha caracterizado a la presente administración.

A todas luces, las salientes teóricas y prácticas de este programa son múltiples y complejas. Por un lado, el mismo enmarca en una larga tradición teórica dominada por las políticas económicas keynesianas que recomiendan una dosis balanceada de medidas fiscales y monetarias para controlar la inflación. Por otro lado, ciertas peculiaridades del 1 Así se describe el problema en la revista Newsweek, 24 de marzo de 1980, pág. 24.

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programa responden a los límites que la experiencia práctica ha demostrado que tienen las medidas keynesianas en una época en que la inflación está acompañada por niveles relativamente altos de desempleo (la llamada ¨stagflation¨) y por una sorpresiva declinación de la productividad. El panorama lo complica aún más el hecho de que el control de salarios y precios, la alternativa más obvia y más importante al nuevo programa, ha sido descartada por Carter en términos absolutos, a la luz de la experiencia negativa que se tuvo con ella durante la Administración Nixon.

El propósito de este trabajo es discutir los aspectos esenciales del programa antiinflacionario de Carter. A estos efectos, se presenta una discusión teórica general sobre la naturaleza, tipos y causas de la inflación, con miras a sentar las bases para un análisis en detalle del nuevo programa. En la segunda parte, se analiza brevemente la experiencia inflacionaria reciente de Estados Unidos y se discute de lleno el nuevo programa y algunas de las evaluaciones y críticas que el mismo ha recibido hasta ahora.

El problema inflacionario

Significado de la inflación

La inflación es un alza persistente o sostenida en el nivel general de precios de una economía y usualmente se mide por medio de un índice de precios--que no es otra cosa que un resumen de una gran variedad de precios relativos en la economía, tal como el Índice de Precios al Consumidor Obrero que prepara el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos de Puerto Rico. Por lo general, este tipo de índice se basa en una canasta de bienes y servicios consumidos por una familia representativa en un año en particular. El índice mide cúanto cambio ha habido en el costo total de este

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conjunto de bienes y servicios. Cuando el índice sube persistente y sistemáticamente, se habla de inflación; en cambio, si disminuye de igual forma se habla de deflación. En la inflación, disminuye el poder adquisitivo de la moneda, mientras que en la deflación ocurre lo contrario.

Conviene aclarar, sin embargo, que los aumentos en el índice de precios pueden exagerar la pérdida de poder adquisitivo de la moneda. En primer lugar, el índice generalmente no toma en cuenta posibles mejoras en la calidad de los bienes y servicios. En segundo lugar, no puede medir la introducción de nuevos bienes que aumenten el bienestar del consumidor. Finalmente, se basa en una canasta de bienes fija, lo que implica que no puede medir cómo los consumidores reorientan sus compras a medida que ciertos productos se tornan más caros (el llamado "efecto sustitución").

Tipos de inflación

Keynes definió la verdadera inflación como una condición en la que cualquier incremento adicional en la demanda agregada deja inalterado el nivel de producción agregada.2 Cuando la economía alcanza este punto cualquier aumento en la demanda agregada se traduce en un aumento en el nivel general de precios, lo que equivale a decir que hay algún punto en el corto plazo cuando la elasticidad de la producción agregada con respecto a cambios en la demanda agregada se reduce a cero y la economía entra en una verdadera condición inflacionaria.

2 John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest and Prices, Harcourt, Brace and World, New York, 1946, pág. 303

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Ahora bien, se pueden identificar diversos estados inflacionarios de acuerdo con la intensidad con que se manifiesta el fenómeno. Así, se habla en primer término de la inflación rastrera o gradual cuando se observa un lento pero persistente movimiento ascendente en el nivel general de precios, aunque la economía no esté necesariamente operando en una situación de empleo pleno. De hecho, muchos economistas consideran que la inflación moderada no sólo es un estímulo para la economía, sino que es también una característica de sociedades industrialmente avanzadas en las cuales existe cierta rigidez en dirección descendente de los precios, los salarios, los intereses y los costos en general.

La inflación que se manifiesta hoy en día en Estados Unidos y Puerto Rico es demasiado rápida e intensa para ser clasificada como rastrera, pero no está lo suficientemente fuera de control para ser clasificada como hiperinflación.

En ciertas ocasiones, particularmente en periodos de guerra o cuando se establecen firmes controles de precios y salarios, se puede hablar de inflación suprimida o oculta cuando se refrena artificialmente el crecimiento del índice general de precios, pero a costa de acumular fuerzas que pueden explotar en dirección ascendente una vez que se levanten los controles.

El caso extremo de la hiperinflación puede describirse como una situación en la cual las alzas excesivas en el nivel general de precios destruyen por completo el valor de la unidad monetaria. El dinero pierde casi por completo sus funciones de medida de valor, acervo de valor y estándar de pagos diferidos, convirtiéndose en un mero medio de intercambio en la medida en que pueda ser más eficiente que el simple trueque. Por supuesto, la hiperinflación se asocia con eventos catastróficos y su ocurrencia es muy rara.3

3 Por ejemplo, la hiperinflación que se observó en Alemania luego de la Primera Guerra Mundial causó que el volumen de dinero circulante se expandiera más de 7 billones de

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Efectos de la inflación

Como señalara el Presidente Carter en la primera parte del discurso en que anunció su nuevo programa, la inflación alta y persistente es una amenaza para la seguridad económica de un país. Entre los males que causa este fenómeno económico cabe señalar los siguientes:

1) Redistribuye el ingreso y la riqueza en forma perjudicial para las personas que tienen un flujo de ingreso fijo o relativamente fijo como es el caso de los pensionados, los empleados no unionados y las personas que dependen en gran medida de los pagos de transferencia. En cambio, favorece a las personas cuyo flujo de ingreso es flexible, como es el caso de los hombres de negocio, los profesionales con negocio propio y los obreros que pertenecen a uniones poderosas.

2) De igual modo, redistribuye el ingreso al alterar la relación entre deudores y acreedores. En efecto, tiende a favorecer a los deudores a expensas de los acreedores, ya que los primeros acaban pagándole a los segundos con dinero devaluado. Si la tasa de inflación es significativamente mayor que la tasa de interés, los acreedores pueden experimentar pérdidas reales.

3) Le impone una penalidad a las personas que ahorran al desgastar el poder adquisitivo del ingreso que ha de recibirse en el futuro. Cuentas de ahorro, bonos, seguros de vida y otras garantías de ingreso futuro pierden atractivo en comparación con el gasto inmediato.

4) Empeora la posición competitiva de los productos domésticos en el mercado mundial.

veces y los precios aumentaran 10 billones de veces durante un periodo de 16 meses previo al 23 de noviembre de 1923.

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5) En virtud de que el ingreso monetario de las personas tiende a subir durante la inflación (menos en el caso de los trabajadores no organizados que en el de los trabajadores unionados) éstas se colocan en un escalafón (¨bracket¨) contributivo más alto, lo que convierte a la inflación, como señala Milton Friedman4, en un tipo de contribución no legislada.

6) Las políticas restrictivas del crédito asociadas con la inflación perjudican severamente a las empresas pequeñas y de liquidez limitada, ya que los bancos y los intermediarios financieros tienden a darle preferencia en la asignación del crédito escaso a las empresas grandes y altamente solventes.5

Por esta vena, se puede ampliar aún más la lista de estragos y arbitrariedades que causa la inflación. A la larga, el daño mayor que causa este fenómeno es la pérdida de confianza no sólo en el dinero y en las instituciones monetarias, sino también en el gobierno y en la estructura económica actual y futura como un todo.

Teorías sobre la inflación

Aunque generalmente se reconoce que no hay consenso entre los economistas acerca de la (s) causa (s) de la inflación, durante las últimas décadas se han destacado en la literatura cuatro teorías acerca del fenómeno, a saber, la teoría de la inflación halada por la demanda (¨demand pull inflation¨), la inflación empujada por los costos (¨cost push inflation¨), la inflación empujada por las ganancias (¨profit push inflation¨) y lo que se conoce como la hipótesis estructural. No menos importante es el peso que se le ha dado recientemente en la literatura económica a la distinción entre inflación anticipada y no anticipada, por un 4 Milton Friedman, Is Inflation a Curable Desease?, Graduate School of Business, University of Pittsburgh, Mayo de 1975, pág. 85 Ervin Miller, Micro-Economic Effects of Monetary Policy, St. Martin´s Press, New York, 1978, pág. 198.

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lado, y al surgimiento de ciertos elementos institucionales en la sociedad industrialmente avanzada que supuestamente hacen que una considerable proporción de la tasa inflacionaria se deba a elementos irreversibles del sistema. Finalmente, existe una profusa literatura acerca de la llamada curva de Phillips, que intenta establecer la relación entre la tasa de inflación (y de cambio en los salarios) y la tasa de desempleo.

La teoría de la inflación halada por la demanda recalca la influencia que ejerce el gasto agregado sobre el nivel de precios. Según esta teoría, la inflación ocurre cuando la demanda de los consumidores, de las empresas y del gobierno resulta excesiva al compararse con la producción agregada, lo cual lleva a alzas continuas y sostenidas en el nivel de precios, aun cuando la economía no se encuentre inicialmente a un nivel de empleo pleno. El nivel de precios sube porque la elasticidad del producto total tiene un valor menor de la unidad, y la elasticidad del nivel de precios tiene un valor mayor que cero.

En cambio, la teoría de la inflación empujada por los costos de producción subraya el papel de las demandas salariales de los trabajadores, vía las uniones más poderosas y mejor organizadas, que propician aumentos en los precios, ya que las empresas tratan de proteger sus márgenes de ganancia. Estos aumentos en precio, a su vez, afectan los costos de otras empresas y encarecen el nivel de vida de los consumidores. Al subir el nivel de precios, las uniones creen tener derecho a solicitar mejoras salariales (las cuales generalmente obtienen) con miras a compensar adecuadamente la pérdida de poder adquisitivo del dinero. Las empresas le pasan el incremento en costo al consumidor en la forma de aumentos en precio. Esta cadena de reacciones es lo que usualmente se conoce como el espiral de salarios-precios.

Para refutar la idea de que el sector laboral es el principal responsable del proceso inflacionario se ha

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desarrollado la teoría de la inflación empujada por las ganancias, que se conoce también como la teoría de los precios administrados. Esta teoría establece que los aumentos en precio se deben esencialmente al uso arbitrario del poder de mercado por parte de las grandes corporaciones, que intentan mantener considerables márgenes de ganancia aun en las condiciones de mercado más adversas. Si estas corporaciones mantuvieran los precios constantes (o mejor aún, si los disminuyeran), como sería apropiado durante las etapas recesionarias, los aumentos en salario no se traducirían en aumentos en los precios.6

A diferencia de las tres teorías anteriores, la teoría o hipótesis estructural, desarrollada por Charles L. Schultze7, señala que la inflación es el resultado de cambios internos en la estructura de la demanda, aun cuando la demanda agregada no sea excesiva y no haya indebidas concentraciones de poder económico (grandes empresas y fuertes uniones) dentro de la economía. Según esta teoría, lo que inicia la inflación es un cambio en la estructura de la demanda de los productos de ciertas empresas particulares. En una economía en que haya cierta rigidez en dirección descendente de precios y salarios, los precios aumentarán en aquellas industrias que experimenten un aumento en la demanda de su producto, pero los precios no declinarán en aquellas industrias donde haya una reducción en demanda. De hecho, puede ocurrir que los precios de esas últimas aumenten, en vista de que el aumento en salarios y precios en las industrias con demanda decreciente obliga a éstas a pagar salarios y precios más altos por sus insumos para 6 Este punto se discute en Henry C. Wallich y Mable I. Wallich, ¨What Have We Learned about Inflation?, en Edwin Mansfield, Principles of Macroeconomics: Readings, Issues and Cases, W.W. Norton & Company, New York, 1974, págs. 142-147. Para un modelo formal de la inflación causada por los márgenes de ganancia, veáse F.D. Holzman, ¨Income Determination in Open Inflation¨, Review of Economics and Statistics, Mayo de 1950, págs. 150-158.7 Charles L. Schultze, Recent Inflation in the United States, Study Paper No. 1, Jiont Economic Committee, Study of Employment, Growth and Price level, US Government Printing Office, Washington, D.C., 1959.

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poder asegurarse los recursos económicos que necesitan en el proceso de producción.

Algunos economistas consideran que la distinción entre la teoría de la inflación halada por la demanda y la inflación empujada por los costos no es del todo precisa, ya que implica que se puede analizar por separado el lado de la demanda y el de la oferta tanto en el mercado de productos como en el de factores, cuando en realidad existe una gran interdependencia entre la demanda agregada y la oferta agregada, además del hecho de que la inflación es un fenómeno que afecta a la economía como un todo, no sólo a mercados aislados. De ahí que hoy en día se ponga más peso en la distinción entre la demanda no anticipada (o de desequilibrio) y la demanda anticipada (o de equilibrio), y se estudie la manera en que las expectativas inflacionarias (o deflacionarias) pueden ejercer influencia tanto sobre el mercado de productos como sobre los de factores y de dinero. Por esta vena, los teóricos que favorecen esta orientación estudian la interacción de los precios y los salarios con la demanda agregada, el desempleo, los cambios en inventario y variables similares cuando las expectativas de las personas y organizaciones difieren o coinciden en determinados contextos. Si las expectativas no se cumplen o se cumplen sólo parcialmente, la carga del ajuste cae en parte sobre las cantidades de empleo, producto, inventarios y, muy especialmente, sobre los precios. De esta manera, la discusión sobre el problema inflacionario toma un giro dinámico y se abre, inclusive, a la discusión de algunas de las bases macroeconómicas donde se toman las decisiones de cantidad y precio que van a afectar el nivel de precios de la economía.8

El destacado economista norteamericano Robert L. Heilbronner9 presenta un interesante planteamiento acerca 8 David Laider y Michael Parkin, ¨Inflation: A Survey¨, The Economic Journal, Diciembre de 1975, págs. 738-796. 9 Robert L Heilbronner, Understanding Macroeconomics, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, New Jersey, Cuarta edición, págs. 205-221.

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del fenómeno inflacionario contemporáneo. Según él, la causa de la inflación que afecta a casi todos los países del mundo en la actualidad hay que buscarla en tres cambio institucionales importantes, a saber:

1) La concentración de poder económico en manos de las uniones obreras y de las corporaciones ha aumentado significativamente, lo que lleva a que los precios y los salarios muestren un efecto ¨ratchet¨: ambos suben, pero ninguno de los dos baja. Este es el resultado del gran poder de negociación de las uniones, conjugado con la habilidad de las empresas monopolísticas para pasarle el costo de salarios más altos a los consumidores por vía de precios más altos, particularmente en épocas de relativa expansión de la actividad económica.

2) El gobierno juega en la actualidad un papel expansionista en la economía. Esto ocurre no sólo en virtud del peso del gasto del gobierno en la demanda agregada, sino también por causa de los programas de seguridad social ( compensación por desempleo, transferencias unilaterales, sellos de alimentos, etc.) y de apoyo a la agricultura y a las empresas que afrontan dificultades financieras.

3) Un cambio en las expectativas que lleva a las personas, apoyadas por los sistemas de seguridad social existentes, a luchar por mejorar sus niveles de vida tan rápido como sea posible.

Finalmente, una contribución analítica importante al estudio del problema inflacionario lo constituye la llamada curva de Phillips10, que establece la relación entre la tasa de aumento de los salarios y el nivel de desempleo. Debido a que los salarios tienden a aumentar a una tasa mayor cuando el nivel de desempleo es bajo, cabe esperar que la tasa de aumento de los salarios (y correspondientemente de la inflación) en un año dado guarde una relación inversa con 10 A.W. Phillips, ¨The Relation between Unemployment and the Rate of Change in Money Wages in the United Kingdom, 1861-1957¨, Economica, 1958, págs. 283-299.

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el nivel de desempleo. Así pues, la curva de Phillips establece que existe un ¨trade-off¨o intercambio entre el desempleo y la inflación, lo que hace imposible que existan simultáneamente empleo pleno y la estabilidad de precios, ya que éstos son objetivos incompatibles.

En este análisis, la tasa exacta de inflación depende de la transformación a la larga del aumento en salarios en un aumento en el nivel de precios. Generalmente el ajuste que se hace es simple en el plano teórico, aunque esto no quiere decir que lo sea en el plano empírico: se calcula la tasa de crecimiento anual de los salarios monetarios y se le resta la tasa anual del crecimiento de la productividad de la mano de obra. El resultado de esta operación es la tasa de crecimiento del nivel de precios.

A pesar de su asombrosa sencillez, la curva de Phillips reflejó una relación estable entre la inflación y el desempleo en Estado Unidos hasta fines de la década de los 60. No obstante, de 1970 a 1976 se registró un incremento considerable tanto en la inflación como en el desempleo, lo que llevó a que las observaciones empíricas se apartaran considerablemente de los límites fijados por la curva de Phillips, y del ¨trade-off¨ o intercambio se pasó a la existencia elevada y simultánea de ambos fenómenos económicos. Los intentos de salvar la curva de Phillips a base de desplazamientos de la relación que ésta describe no ha faltado11, pero la situación llevó a una reorientación teórica hacia la explicación de la llama ¨stagflation¨o inflación recesionaria, ya que no existe una explicación teórica clara para este último fenómeno. No es extraño, pues, que explicaciones de orden institucional, como la de Heilbronner, hayan ganado terreno recientemente.

Las políticas antiinflacionarias

11 Wallace C. Peterson, Income, Employment and Economic Growth, W.W. Norton & Co., New York, Cuarta edición, 495-499.

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En vista de que la inflación constituye un grave problema económico y social, el diseño de políticas antiinflacionarias es uno de los terrenos más críticos para las autoridades gubernamentales. Sin embargo, la divergencia de los economistas en lo que respecta a los medios contra la inflación es tal vez mayor que en cuanto a las causas y explicaciones de la misma. Como cabría esperar, generalmente hay una correspondencia entre las causas que identifica una teoría y los remedios que ésta propone.

La teoría de la inflación halada por la demanda implica que la mejor medida antiinflacionaria es la restricción de la expansión de la demanda agregada por medio de medidas fiscales y/o monetarias de orden constrictivo. En este caso, los economistas de clara filiación keynesiana favorecen las medidas fiscales (decrementos en los gastos del gobierno, aumentos en la contribución sobre ingresos, o un estricto presupuesto balanceado) mientras que aquellos que tienen una orientación monetarista definida le asignan más peso al control de la oferta monetaria y al alza de las tasas de interés. La idea es que las políticas fiscales y monetarias restrictivas, al decelerar el crecimiento de la demanda agregada, tambíen abaten la expansión del ingreso y del empleo agregados. En los casos en que la economía se halla operando a niveles próximos al empleo pleno, los efectos marginales de esta política restrictiva (reducción de la tasa de crecimiento, aprieto en los mercados crediticios, cierto incremento del desempleo) no son necesariamente severos.

Tanto en el caso de la inflación empujada por los costos, como en el de la inflación empujada por las ganancias, el problema puede combatirse también por medio de una mezcla de políticas fiscales y monetarias (o crediticias), pero en este caso se reconoce que las mismas deben estar acompañadas por medidas de control de precios y salarios, en vista de que la inflexibilidad en dirección descendente de éstos hace que no se reduzcan aún en el caso de que decline la demanda agregada. De igual modo, medidas que estimulen la competencia y/o reduzcan el

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poder de mercado de las empresas oligopolísticas y de las grandes uniones tienden a aliviar la presión sobre el nivel de precios que proviene de la concentración de poder económico en manos de estas instituciones.

A diferencia de las anteriores, la explicación estructural del problema inflacionario no le reconoce efectividad alguna a las medidas monetarias y fiscales de carácter general, ya que considera que el problema no reside en el nivel agregado del gasto, sino en la composición de éste. En todo caso la solución estaría en imponer cierto control selectivo de precios, con el cuidado de que el mismo no interfiera con la asignación óptima de los recursos, de manera que se rompa parcial o totalmente la inflexibilidad en dirección descendente de los precios de las industrias cuya demanda ha declinado y, al mismo tiempo, se evite un ascenso demasiado rápido de los precios en aquellas industrias cuya demanda ha aumentado. Demás está señalar que el diseño e implantación de una política de esta naturaleza es algo sumamente difícil.

Finalmente, los defensores de las explicaciones institucionales favorecen medidas de carácter institucional para controlar el proceso inflacionario. Así, los conservadores , que consideran que el gobierno juega un papel demasiado activo en el proceso económico, favorecen la reducción de dimensiones considerables del gasto gubernamental y el retorno a un ambiente de laissez-faire económico. En cambio, los intervencionistas favorecen medidas que lleven a una reestructuración completa del sistema de mercado, de manera que se elimine la inestabilidad inherente al mismo por medio de controles permanentes de precios y salarios y planes de tributación poderosos y agresivos que eviten el desarrollo acelerado del poder de compra de las empresas y de los consumidores.

Otras medidas antiinflacionarias de carácter más específico que se han propuesto en diversas ocasiones son las siguientes:

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1) La imposición de contribuciones adicionales a empresas que otorgan aumentos salariales que sobrepasen cierto nivel predesignado, de manera que éstas se vean obligadas a resistir más ahínco las demandas salariales excesivas.

2) Medidas que aten a fórmulas fijas los aumentos en la oferta monetaria, lo cual evitaría que se usen los cambios en la oferta monetaria como medida de estabilización anticíclica, en vista de que existen rezagos de duración impredecible que hacen que las variables afectadas por dichos cambios, entre ellas el nivel de precios, fluctúen abruptamente.12

3) Propuestas para aumentar el gasto en inversión en maquinaria y equipo y para apoyar el desarrollo y la investigación con miras a aumentar la productividad del trabajo.

4) Programas orientados a aminorar el impacto inflacionario sobre los costos que inducen las medidas de protección ambiental.

5) En el contexto del problema energético, se han sugerido medidas para promover la conservación de combustibles fósiles y programas de sustitución energética que promuevan la exploración y explotación del carbón y de otros hidrocarburos, así como el desarrollo de tecnologías solares.

En fin, no es necesario recalcar que hay una clara correspondencia entre la complejidad del problema inflacionario y la gran variedad de las medidas orientadas a su control. A la luz de esta discusión se examinarán a continuación las políticas antiinflacionarias recientemente utilizadas en los Estados Unidos y, en particular, el programa

12 Esta es la idea central del pensamiento macroeconómico de Milton Friedman.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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que el Presidente Carter le presentó a la nación norteamericana a mediados de marzo de 1980.

Experiencia inflacionaria y políticas antiinflacionarias recientes en Estados Unidos

Durante la recesión económica de 1957-58 se manifestó por primera vez en forma significativa en la economía norteamericana el fenómeno de la inflación recesionaria o ¨stagflation¨. De 1957 a 1958, el índice de producción industrial bajó de 63.7 a 59.3 y la tasa de desempleo subió de 4.3 por ciento a 6.8 por ciento, pero, contraio a lo esperado, el índice de precios al consumidor aumentó de 84.3 a 86.6.13 Sin embargo, esta experiencia fue de corta duración, de manera que la idea de que la curva de Phillips reflejaba una relación o intercambio (¨trade-off¨) estable entre la inflación y el desempleo no sufrió un serio revés. De hecho, la relativa estabilización de la relación entre ambos fenómenos ( en el sentido de que éstos se mueven en direcciones opuestas) durante los años subsiguientes llevó al desarrollo de políticas de ingreso complementarias a las tradicionales políticas monetarias y fiscales orientadas a influir sobre los niveles de empleo y producción. La idea de las políticas de ingreso era establecer mecanismos a través de los cuales los aumentos en los salarios monetarios y en los precios pudieran mantenerse a niveles tolerables a medida que la economía se acercaba al nivel de empleo pleno, evitándose así las altas tasas de inflación que la curva de Phillips pronostica para la economía a ese nivel de empleo.

Las políticas de ingreso fueron puestas en vigor por las administraciones de Kennedy y Johnson. Para hacer compatible la existencia de altos niveles de empleo con la estabilidad de precios, en 1962 del Consejo de Assesores Económicos del Presidente estableció un conjunto de guías o 13 Véase la discusión de este punto en Campbell R. McConnell, Economics, McGraw-Hill Book Company, New York, Quinta edición, 1972, págs. 386-387. Las cifras provienen de Economic Report to the President, Washington, D.C., enero de 1959.

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hitos (¨guideposts¨) para promover la fijación de precios y salarios no inflacionarios. Así, se fijó la política de que las alzas en salarios y otras formas de ingreso monetario no fueran más altas, en promedio, que el crecimiento anual promedio de la productividad (producto por persona-hora), para aminorar el efecto de las alzas en los costos de producción sobre los precios. Aunque el peso mayor recayó sobre los salarios, que proporcionalmente son el componente más alto de costo de las empresas productoras, la norma aplicaba, en principio, a toda forma de ingreso, incluyendo las rentas, los intereses y las ganancias. De igual modo, se apeló a las industrias para que, en forma voluntaria, restringieran los aumentos en precio.

Estas guías no eran reglas rígidas que habrían de aplicarse sin variación en todas las circunstancias. Antes bien, se aceptaba el aumento salarial más allá de los guías en el caso de industrias en las cuales el salario promedio fuera muy bajo o en industrias que tuvieran problemas para atraer mano de obra (particularmente aquellas que requirieran labores arriesgadas o perjudiciales a la salud). De igual modo, se permitían los aumentos de precio en industrias en las cuales los niveles de ganancia fueran insuficientes para atraer la inversión y se alentaba la reducción reducian de precios en el caso de industrias donde los costos de mano de obra hubieran declinado o en las cuales el exceso de poder oligopolístico se hubiera traducido en ganancias muy altas.

En la práctica, las guías de precios y salarios tuvieron serias dificultades. En abril de 1962, el Presidente Kennedy tuvo una fuerte confrontación con la industria del acero, la cual trató de imponer un alza en precio superior a la prescrita por las guías aun cuando los trabajadores de la industria habían aceptado un incremento salarial concorde con la política antiinflacionaria. A la larga, la industria del acero cedió ante la presión de Kennedy, pero el incidente demostró que las guías necesitaban como complemento una

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firme actitud de la administración y un complejo aparato de vigilancia administrativa de las violaciones.

Con el paso del tiempo, se generó cierto grado de suspicacia por parte de las empresas y de las uniones con respecto a los procedimientos administrativos para calcular los aumentos en productividad, ya que ambos grupos pensaban que la productividad era subestimada con miras a mantener los precios y salarios bajo control. A lo anterior, hay que añadir que se afrontaron problemas en cuanto a la especificación, industria por industria, de las guías, lo que llevó a acusaciones de discriminación y a debates abiertos en lo que respecta a la efectividad del proceso. No obstante, lo que a la larga dio al traste con las guías fue un incontenible avance de la demanda agregada a partir de 1965, como consecuencia de la expansión productiva asociada con la Guerra de Vietnam, que puso una gran presión sobre los precios, eliminando gran parte de la justificación para mantener el crecimiento salarial a un nivel moderado. Ante la alternativa de tener que añadirle un factor inflacionario a las guías (lo que hubiese equivalido a admitir el fracaso de las mismas) la Administración Johnson eliminó el programa en 1968.

Ahora bien, el colapso de las guías de salarios y precios no debe ocultar el hecho de que en el periodo de 1962-65, antes de que comenzara la inflación asociada con la Guerra de Vietnam, el índice de precios apenas aumentó de 90.6 a 94.5, mientras que el índice de producción industrial subió de 74.8 a 90.7 y la tasa de desempleo disminuyó de 5.6 por ciento a 4.5 por ciento en ese mismo periodo.14

A pesar de que la filosofía económica del Presidente Nixon, que advino al poder en enero de 1969, lo inclinaba a rechazar una política de intervención activa en la fijación de precios y salarios, su administración adoptó esta política en el Verano de 1971. En ese momento los precios al mayorista

14 Economic Report of the President, Washington, D.C., Enero de 1966.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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estaban aumentando a un ritmo anual de cinco por ciento y el espiral de precios-salarios estaba en pleno apogeo.15

La Nueva Política Económica de Nixon se implantó en cuatro etapas o fases.16 Efectivo el 15 de agosto de 1971 comenzó la primera fase del programa: una congelación de 90 días de precios y salarios, complementada por reducciones contributivas, una reducción en el gasto federal y una devaluación del dolar en los mercados internacionales. A todas luces, se intentaba no sólo reducir la tasa inflacionaria, sino mantener también altos niveles de empleo por vía del estímulo de la demanda agregada que provocaran las reducciones contributivas, así como reducir el déficit de la balanza de pagos mediante la devaluación de la moneda.

En noviembre de 1971 entró en vigor la segunda fase del programa. Se levantó la congelación, pero se establecieron guías preceptivas para regular los aumentos en precios y salarios. El máximo de aumento en salarios permitido era de 5.5 por ciento, mientras que el aumento en precios no podía psar de 2.5 por ciento.

La segunda fase duró hasta enero de 1973, cuando fue reemplazada por una tercera fase de controles voluntarios, aunque los controles obligatorios se mantuvieron en tres áreas críticas: los alimentos, los costos médicos y la industria de construcción. Las guías voluntarias para la fijación de salarios siguieron teniendo un máximo deseable de 5.5 por ciento y los aumentos en precio deberían estar acordes con los aumentos en costo.

Súbitamente, en junio de 1973, se volvió a imponer una congelación de precios, esta vez sólo de 60 días. Al momento 15 Véase Edwin Mansfield, Principles of Macroeconomics, W.W. Norton & Co., New York, segunda edición, págs. 367-368.16 Una excelente discusión de las fases de la Nueva Política Económica del Presidente Nixon aparece en Wallace C. Peterson, Income, Employment and Economic Growth, W.W. Norton & Co., New York, Cuarta edición, págs. 501-504.

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en que fue impuesta esta nueva congelación, el índice de precios al consumidor se hallaba más de diez puntos por encima del nivel del año anterior.

A mediados de julio de 1973, la Administración Nixon anunció la cuarta fase del programa, que habría de eliminar la congelación gradualmente (sector por sector). Esta última fase consistió en un retorno a un rígido sistema de controles obligatorios administrados selectivamente. La idea central era permitir que aumentaran los precios al mismo ritmo que aumentaran los costos, de manera que no hubiera alzas en las ganancias. En abril de 1974 terminó esta última fase del programa y se retornó a una economía libre de controles.

Las evaluaciones que se han hecho de la Nueva Política Económica de Nixon no son del todo favorables. Muchos observadores piensan que el índice de precios al consumidor se elevó, una vez que se levantaron los controles, al nivel que hubiese alcanzado en el periodo de 1971-74 de no haber existido los controles. De hecho, de 1969 a 1974, el índice de precios al consumidor aumentó a un ritmo anual de 6.5 por ciento. Ya en 1974 la economía había alcanzado una inflación de dos dígitos.17 Sin embargo, conviene apuntar que desde 1972 se venía observando una vigorosa expansión de la economía, en parte debido a un crecimiento considerable de las exportaciones que siguió a la devaluación del dólar. No es fácil, pues, determinar si la inflación que surgió luego de que se levantaran los controles tuvo su origen en un proceso suprimido por las medidas de Nixon o se debió esencialmente a fenómenos expansivos que manifestaron su fuerza a la última fase del periodo de controles y en las primeras etapas del retorno a una economía libre de controles.

A pesar de que la economía norteamericana sufrió una recesión en el periodo de 1974-75, producto en buena medida de una política fiscal y monetaria altamente

17 Ibid, pág. 503.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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restrictiva adoptada por el Presidente Ford y del gran impacto de las alzas en el precio del petróleo, que aumentaron considerablemente los costos de producción de prácticamente todas las empresas, la tasa inflacionaria se mantuvo relativamente alta, mientras que la tasa de desempleo ascendió dramáticamente. Así, en mayo de 1976 la tasa de desempleo subió a 8.9 por ciento, el nivel más alto del periodo de la postguerra, pero el índice de precios al consumidor alcanzó a 180.4, lo cual constituyó 10 puntos más que en 1976 y cerca de 24 puntos más que en 1974.18

La recuperación de la economía norteamericana comenzó en 1975, coincidiendo con el anuncio de una serie de alivios contributivos y de una política fiscal y monetaria más laxa. A pesar de que la Administración Carter heredó una economía en proceso de expansión, el crecimiento de la producción no era lo suficientemente extenso como para reducir substancialmente la tasa de desempleo, aparte de que la tasa inflacionaria seguía en ascenso hacia los dos dígitos. En vista de que desde principios de 1978 hasta el presente el por ciento de crecimiento con respecto al año anterior del índice de precios al consumidor ha sido 10 por ciento o más--con un crecimiento paralelo y sin precedentes de la tasa de interés desde un nivel de 7.7 por ciento a fines de 1977 a 18.5 por ciento a principios del presente año--19sin que se observara una reducción adecuada en el nivel de desempleo, el Presidente Carter reorientó su estrategia económica y anunció el 14 de marzo de 1980 un abarcador programa antiinflacionario, que representa la reacción más vigorosa ante la problemática económica de la inflación recesionaria que se ha emprendido hasta ahora.

El Programa Antiinflaciionario del Presidente Carter

Como se señaló al inicio de este ensayo, el Nuevo Programa Antiinflacionario consiste de cinco elementos principales, a saber: (1) una rígida disciplina en el 18 Wallace C. Peterson, Loc. Cit., p'ag. 452.19 Cifras citadas en la revista Newsweek, 24 de marzo de 1980, pág. 27.

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presupuesto federal; (2) restricciones crediticias; (3) acciones con respecto a precios y salarios; (4) medidas de conservación energética; (5) cambios estructurales en la economía.

En lo que respecta al presupuesto federal, el programa exige que el mismo sea balanceado en el año fiscal 1980-81. Los métodos sugeridos para lograr tal propósito son los siguientes:

(a) El diferimiento, reducción o cancelación de la mayoría de los programas nuevos o expandidos, originalmente propuestos para el año fiscal 1980-81.

(b) Un corte en los gastos en personal, operaciones y mantenimiento en toda la estructura gubernamental.

(c) La congelación inmediata del empleo civil federal y el rígido establecimiento o fijación de techos o máximos de empleo para asegurar que habrá 20,000 empleados federales menos a fines de 1980.

(d) La reducción de los programas de gasto vigentes en todo el Gobierno Federal.

(e) La otorgación de una alta prioridad a la necesidad de que se aprueben un conjunto de medidas de ahorro e ingreso del gobierno sometidas en el presupuesto en enero de 1980, incluyendo la contención de los costos hipotecarios, la reforma federal de los pagos y la reforma en el manejo del dinero en efectivo.

(f) El envío de legislación al Congreso que autorice la retención de pagos de interés y dividendos para asegurar de esta manera que los pagos de contribución federal sobre ingresos pendientes por tales conceptos sean realizados.

(g) El desarrollo de programas de eficiencia y ahorro en el Departamento de Defensa que contrapesen los aumentos

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en costo (debido a la preparación militar) que esta agencia afronta en la actualidad.

(h) Un firme compromiso de vetar cualquier legislación cuyas consecuencias programáticas excedan los límites de gasto consistentes con un presupuesto balanceado.

(i) El uso de poderes (otorgados por la Ley de Reforma Presupuestaria de 1974) para diferir o rescindir el gasto federal.

(j) La posible petición al Congreso, si no se toman los pasos adecuados para lograr el presupuesto balanceado, de que se otorguen poderes extraordinarios temporeros al Presidente.

En lo que respecta la crédito, el Presidente Carter, usando los poderes que le concede la Ley de Control de Crédito de 1969, autorizó al Sistema de la Reserva Federal a imponer nuevas restricciones al crecimiento del crédito sobre una base limitada con ciertas metas definidas. Esto incluye controles sobre los préstamos al consumidor que no sean aquellos que se solicitan para comprar viviendas, automóviles y otros bienes duraderos, y sobre el crédito otorgado por bancos comerciales que no son miembros del Sistema de Reserva Federal y por otros prestamistas del mercado monetario.

De igual modo, el Sistema de la Reserva Federal establecerá un programa voluntario para restringir el crecimiento excesivo de los préstamos otorgados por los grandes bancos y por otras instituciones financieras. Los préstamos federales y las garantías de préstamos serán cortados en $4 billones en el año fiscal 1980-81, al mismo tiempo que se fortalecerá el control sobre los préstamos y garantías que se otorguen en el futuro.

En el terreno de los salarios y los precios, el nuevo programa establece las siguientes pautas:

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(a) El rechazo firme y absoluto de los controles de precios y salarios.

(b) La aceptación de las recomendaciones de ¨standards¨ o guías de pago presentadas por el Comité Asesor de Pagos, las cuales permiten aumentos salariales en el recorrido de 7.5 por ciento a 9.5 por ciento, con un promedio (bajo condiciones normales) de 8.5 por ciento; además, a las grandes firmas que tomen acuerdos de aumento salarial sobre el 8.5 por ciento se les requerirá que le provean al Consejo de Estabilización de Precios y Salarios (CEPS) datos que apoyen sus acuerdos con el sector laboral.

(c) La continuación del ¨standard¨de precios adoptado por el CEPS el 1ro. de noviembre de 1979.

(d) La reducción del umbral para la exigencia de informes regulares al CEPS sobre los cambios registrados en precio, de compañías con $250 millones o más en ventas a aquellas con $100 millones o más en ventas.

(e) Un sistema voluntario de prenotificación de aumentos en precio fijados por las grandes empresas.

(f) Aumento en el personal de CEPS para expandir el esfuerzo de monitoría de violaciones a las reglas establecidas.

Con miras a reducir el consumo de energía, el nuevo programa presenta las siguientes medidas:

(a) Pedirle al Congreso que acelere la aprobación de medidas relacionadas con: la contribución sobre ganancias inesperadas, la Junta de Mobilización Energética y la conversión al carbón.

(b) Un impuesto para la conservación de energía sobre el petróleo importado de $4.62 por barril, que aplicará sólo

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en lo que respecta a la gasolina en una cantidad igual a 10 centavos por galón.20

(c) Propuesta de legislación que establecería una contribución sobre los combustibles de motor para reemplazar el impuesto mencionado en (b).

(d) El desarrollo de un plan nacional intensificado para la conservación de energía, a ser implantado por el Secretario de Energía.

Finalmente, los cambios estructurales de largo plazo que sugiere el nuevo programa van orientados a eliminar la regulación innecesaria de varias industrias tales como la banca, los ferrocarriles y las comunicaciones, así como a promover el ahorro de los pequeños depositantes y a incrementar la productividad en la economía.

Evaluación del nuevo programa

El programa antiinflacionario del Presidente Carter hay que evaluarlo a la luz de un conjunto de eventos económicos desconcertantes que se observaron en la economía norteamericana en la década de los 70. Entre ellos cabe mencionar los siguientes: (a) al finalizar la década el precio del petróleo era 10 veces mayor y el pago por el petróleo importado era 20 veces mayor que al principio del periodo; (b) en el periodo de 1974-75 se observó la más severa recesión de la economía norteamericana en los últimos 40 años; (3) la inflación tuvo un promedio anual de 8 por ciento; (4) se registró una reducción significativa en el crecimiento de la productividad.

El panorama al comenzar la década de los 80 no era mucho más auspicioso. Por un lado, durante los primeros 20 Una corte de distrito federal determinó un poco más tarde que el Presidente no tiene la autoridad legal para fijar este impuesto. La Administración Carter apeló este fallo, alegando que el propósito de impuesto--la reducción del consumo de petróleo importado--es necesario para la seguridad nacional.

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meses del 1980 se observó un considerable ascenso en los precios del petróleo, el cual inmediatamente se tradujo en alzas en precio en una gran variedad de bienes de consumo y de producción, y en un alza sin precedentes en las tasas de interés. En enero y febrero el índice de precios al productor aumentó a una tasa anual equivalente de cerca de 20 por ciento; en enero, el indice de precios aumentó en 1.4 por ciento (es decir, a una tasa anual equivalente de 18 por ciento); tan solo en febrero, el precio de la energía aumento en 7.5 por ciento.21De igual modo, en marzo todas las tasas de interés de corto plazo sobrepasaban el 15 por ciento.22 Por otro lado, la largamente esperada recesión (que se pronosticaba como leve y de corta duración) no acaba de convertirse en realidad. Antes bien, las ventas al detal seguían mostrando una gran fuerza a medida que los consumidores reducían sus ahorros o recurrían al crédito a corto plazo para mantener sus ritmos de gasto, lo cual contribuía a alimentar el proceso inflacionario. Para colmo, la tensa situación política en Irán y Afganistán había creado la expectativa inflacionaria de un ¨boom¨ o crecimiento acelerado de los gastos de defensa.

Uno de los problemas que aceleró la adopción del nuevo programa fue la pérdida de orden y regularidad en los mercados financieros. Por tres años, al arma esgrimida para controlar la inflación por la Administración de Carter había sido la política de altas tasas de interés y un acentuado control de la oferta monetaria. Sin embargo, en la medida en que el dinero estaba disponible a un precio que no era significativamente mayor que la tasa de inflación, las grandes empresas continuaron financiando, sin serias dificultades, sus programas de inversión (aunque las pequeñas empresas sufrían una severa contracción del crédito) y los consumidores se las arreglaban para financiar 21 Cifras citadas por el Secretario de Prensa de la Casa Blanca en los documentos explicativos que acompañaron el texto del discurso del Presidente Carter. Véase Office of the White House Press Secretary, Anti-inflation Program, pág. 3.22 Véase The First Boston Corporation, Financial Data Representative Offering Yields, 14 de abril de 1980.

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a un alto costo el consumo de bienes y servicios. Pero el efecto acumulado de las altas tasas de interés y la restricción monetaria, particularmente cuando la economía comenzó a adaptarse a tasas de interés de más de 15 por ciento y a un nivel de inflación persistente en los dos dígitos, tuvo un efecto severo en el mercado de bonos, en el financiamiento a corto plazo y en el mercado de valores. A semejantes tasas de interés el costo de las emisones de bonos era demasiado alto, de manera que las corporaciones, en particular las más solventes, se vieron obligadas a evitar o a recortar las emisiones de bonos y a recurrir en proporción creciente a préstamos a corto plazo. En cambio, los gobiernos municipales y estatales se vieron en la necesidad de posponer sus proyectos de inversión al no poder colocar sus bonos en el mercado. Asimismo, las acciones perdieron parte de su atractivo en comparación con certificados de depósito, que ofrecían una tasa de interés de quince por ciento sin riesgo alguno.

A todas luces, la contracción crediticia iba camino a crear no una recesión leve y de corta duración como anticipaban los economistas del Sistema de la Reserva Federal, sino una recesión de grandes proporciones a medida que la falta de financiamiento iba minando la estabilidad de diversas industrias claves, entre ellas la industria automovilística y la construcción de viviendas, cuya producción combinada supera el 10 por ciento del producto bruto de Estados Unidos. Había, pues, que optar por un plan enérgico para afrontar la situación.

En realidad, el nuevo programa es esencialmente ecléctico, esto es, contiene elementos que proceden de diversas filosofías económicas.

Por un lado, al propulsar la idea de un presupuesto balanceado y la eliminación parcial de la regulación de ciertas industrias, el programa concuerda con el reclamo conservador de que el gobierno debe limitar su papel en el proceso económico. Sin embargo, la acción de balancear el

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presupuesto hay que examinarla desde una perspectiva realista: un corte de $13 billones no puede tener gran impacto en una economía cuyo nivel agregado de producción sobrepasa los $2,500 billones al año. Se trata más bien de un acto simbólico orientado a demostrar que el gobierno tiene control de su proceso de gasto, por lo cual está en condiciones de pedirle a las corporaciones y a los individuos que emulen esa conducta. Esto no quiere decir que, en lo que respecta a diversos programas de bienestar social y de transferencia, el corte presupuestario no tenga un efecto significativo, pero sería demasiado optimista esperar que se reduzca a corto plazo la inflación en más del uno por ciento en vista de que, por otro lado, el aumento anunciado en el precio de la gasolina tendrá cierto impacto sobre los índices de precios. En cambio, no se puede subestimar el efecto atenuante que tendría en las expectativas inflacionarias el logro de un presupuesto federal balanceado por varios años.

Las medidas de restricción del crédito son el aspecto menos novedoso del nuevo programa. Aun así, se toma un nuevo giro al tratar de controlar el uso de las tarjetas de crédito, restringir los préstamos y garantías de préstamos provistos por el Gobierno Federal y exigirle reservas a los bancos que no sean miembros del Sistema de la Reserva Federal. El elemento clave en el control de los préstamos para financiar el consumo lo constituye el hecho de que el Sistema de la Reserva Federal fue autorizado por el Presidente Carter a imponer penalidades si el crédito sobrepasa el nivel existente a raíz del anuncio del nuevo programa. La principal penalidad es que las instituciones bancarias tendrán que depositar una suma igual al quince por ciento de la cantidad adicional en una reserva especial que no devengue pago por interés. Aunque es difícil calcular el efecto cuantitativo de esta medida, cabe esperar que la misma se traduzca en controles más estrictos en la emisión de nuevas tarjetas de crédito o en la ampliación de las líneas de crédito de tarjetas en vigor.

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En la medida en que los nuevos controles ayuden a reducir el consumo conspicuo y a detener la tendencia de los bancos a financiar las acumulaciones especulativas de inventarios, las restricciones al crédito pueden contribuir a aliviar una buena parte de la presión inflacionaria.

Las accciones en el terreno de precios y salarios que contempla el nuevo programa tienen alguna tangencia con las políticas de ingreso, aunque no poseen el grado de especificidad que alcanzaron las medidas tomadas por el Presidente Nixon en el periodo de 1971-74. El elemento más novedoso en este caso es el renovado énfasis en los sistemas de supervisión o monitoría de las guías voluntarias establecidas por el nuevo programa. Si bien el CEPS recibirá un aumento presupuestario, con miras a aumentar el personal que se dedica a la monitoría, hay que recordar que la administración no tiene poder para ordenarle a una unión o a una corporación que recorte un salario o un precio, de manera que, en este aspecto, el éxito del nuevo programa antiinflacionario dependerá de la cooperación y de la buena voluntad de las uniones y las corporaciones.

El impuesto sobre el petróleo importado de $4.62 por barril, que se aplicará sólo sobre la gasolina a razón de 10 centavos por galón, constituye un decidido intento de reducir el consumo de gasolina, pero al mismo tiempo, es una forma de recuadar tal vez hasta $10 billones al año, cantidad que podría actuar como reserva ya sea para reducir la deuda del Gobierno Federal o para balancear el presupuesto. En este sentido, si la inelasticidad de la demanda de gasolina es tal que el consumo de la misma no se reduce o disminuye sólo en una proporción mínima, al menos quedará el efecto sobre las recaudaciones como un elemento que podría contribuir a balancear el presupuesto.

Finalmente, los propuestos cambios estructurales a largo plazo son un intento de modificar el marco dentro del cual se ha desarrollado la economía inflacionaria. Están orientados a reducir la regulación excesiva de ciertas

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industrias seleccionadas, a promover el crecimiento de la productividad (cuya declinación algunos economistas atribuyen a la regulación excesiva) y a compensar más adecuadamente a las personas que ahorran. De este modo, no sólo se estimula a las industrias a implantar programas de inversión al reducir el marco de restricciones legalistas, sino que se afronta también directamente el serio problema de reducción en la productividad que la economía norteamericana ha mostrado durante los últimos años. De igual modo, el estímulo del ahorro privado (particularmente en el caso de los consumidores) no sólo constituye un freno para el consumo conspícuo, sino que crea las bases para que el financiamiento de los programas de inversión de las empresas pueda lograrse a un costo más bajo.

En efecto, las posibilidades de éxito del Programa Antiinflacionario del Presidente Carter tal vez residan en el hecho de que no se ha comprometido con una sola manera de combatir el problema, sino que abarca una amplia gama de frentes de acción e incluye tanto controles mandatorios como apelaciones a la sensatez y al sentido común, anteponiendo el interés nacional a la visión particularizada de los problemas económicos. El paso del tiempo y un conjunto de imponderables en la economía norteamericana determinarán si la nueva estrategia va a ser más exitosa que los esfuerzos previos para erradicar el más importante problema en la actualidad.

NOTA

Este ensayo se publicó en el Boletín Económico de la Junta de Planificación, en los números correspondientes a febrero y marzo de 1980. También fue publicado, en forma de separata, por la División de Investigaciones Económicas del Departamento de Economía del Recinto de Río Piedras, editado por el Dr. Samuel Torres Román.

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ANÁLISIS DE LA TASA DE PARTICIPACIÓNEN PUERTO RICO

Metodología de medición

En Puerto Rico, al igual que en Estados Unidos, la tasa de participación representa la proporción que constituye el grupo trabajador (los empleados más los desempleados) de la población civil no institucional de 16 años o más.

Para conocer el estado del empleo en general, el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos utiliza una muestra representativa que se conoce como Muestra o Encuesta de Viviendas. La misma abarca alrededor de 6,000 viviendas distribuidas por toda la Isla, de manera que se incluye aproximadamente una de cada 108 viviendas.

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En esta muestra están representadas todas las áreas urbanas y rurales, así como las diversas regiones geográficas de la Isla. Cada mes, alrededor de una cuarta parte de las viviendas en la muestra es sustituida, lo que implica que ninguna familia es entrevistada por más de cuatro meses consecutivos. Las entrevistas se llevan a cabo la semana que incluye el día 19 de cada mes y la información obtenida corresponde a la semana anterior a la entrevista, la cual debe contener el día 12 del mes.

La información que se obtiene de la muestra se eleva a estimados independientes de la población civil no institucional de 16 años o más (anterior a junio de 1977 se tomaba la población civil no institucional de 14 años o más). Estos estimados se basan en las cifras del Censo de Población, y se toman además en consideración los cambios ocurridos con posterioridad al Censo, que incluyen el número de personas que han cumplido los 16 años, las defunciones, la inmigración, la emigración y el reclutamiento neto de la fuerzas armadas.

En la encuesta, toda persona civil de 16 años o más que no se halle recluida institucionalmente, se clasifica en una de las categorías siguientes: empleado, desempleado o fuera del grupo trabajador. Cada persona se incluye en una sola categoría. La suma de los empleados más los desempleados constituye el grupo trabajador civil, el cual, como ya se ha señalado, se divide por la población civil no institucional de 16 años o más para obtener la proporción o tasa de participación. En cambio, en las personas fuera del grupo trabajador se incluyen las amas de casa, los estudiantes, las personas física o mentalmente incapacitadas, los ociosos voluntarios, los desalentados (personas que han dejado de buscar trabajo) y otros. Estas personas, añadidas al grupo trabajador civil, completan el cuadro de la población civil no institucional de 16 años o más.

Para los efectos de la clasificación arriba mencionada, una persona se considera empleada si hizo cualquier trabajo

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por pago o ganancia durante la semana de referencia. Esto incluye tanto empleos regulares y de tiempo completo como empleos temporeros y de horario limitado. También se consideran empleadas las personas que tenían un empleo o negocio en el cual no trabajaron durante la semana de referencia por una de las siguientes razones: enfermedad, vacaciones, mal tiempo, conflictos obrero-patronales, paro temporero con instrucciones de regresar al trabajo, en espera de comenzar a trabajar en un nuevo empleo en menos de 30 días y otras razones como enfermedades contagiosas de algún miembro de la familia y servicios temporeros en campamentos militares.

Este último grupo de personas se cuentan entre los empleados y se clasifican como ¨con empleo, pero no trabajando¨ porque tienen un empleo seguro y, en consecuencia, no están buscando trabajo. Finalmente, también se cuentan como empleados los ¨familiares sin paga¨, una categoría que incluye a cualquier persona que trabaja sin remuneración por quince horas o más a la semana en una empresa operada por un miembro de la familia que viva bajo el mismo techo.

Por otro lado, se clasifica como desempleado a aquella persona que hizo gestiones para conseguir trabajo durante la semana de referencia y, además, no trabajó durante la semana. La búsqueda de trabajo puede consistir en actividades tales como: visitar patronos; colocar o contestar anuncios; escribir cartas de solicitud de empleo; y esperar por el resultado de haberse registrado en agencias de empleo dentro de los últimos 60 días.

Además, se incluyen como desempleados a aquellas personas que han dejado voluntariamente sus empleos para buscar otro; trabajadores nuevos en busca de su primer empleo; y trabajadores con experiencia que buscan empleo después de estar fuera del grupo trabajador por algún tiempo. También se incluyen algunos grupos pequeños clasificados como ¨desempleados inactivos¨ porque se

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presume que, en circunstancias ordinarias, estarían buscando trabajo, entre los cuales se hallan lo que estaban enfermos temporalmente; los que estaban esperando que los llamaran otra vez a un empleo del cual habían sido suspendidos por un periodo de 30 días o más; y, finalmente, los que esperaban comenzar un nuevo trabajo en un periodo de 30 días o más a partir de la fecha de enumeración.

Por último, se consideran fuera del grupo trabajador aquellas personas que no estaban ni empleadas ni desempleadas. Dentro de este grupo se incluyen los ¨trabajadores desalentados¨, esto es, personas que no buscaron trabajo activamente por entender que no podrían encontrarlo.

Consideraciones teóricas

En términos generales, la tasa de participación, en el corto plazo, tiende a variar directamente con el nivel promedio de salarios y con el número de vacantes existentes en el mercado de trabajo.23 La población civil no institucional se ve inducida a participar más activamente en el proceso económico en la medida en que las alzas reales en salario hacen que los beneficios de la participación superen progresivamente los costos de la no participación y mejora la expectativa de encontrar trabajo al crecer el número de vacantes, particularmente si se trata de oportunidades de empleo que surgen como consecuencia de una expansión de la actividad económica. En cambio, la tasa de participación tiende a reducirse en periodos en que se registran reducciones en los salarios reales y/o en la actividad económica agregada.

Desde el punto de vista de la edad, la tasa de participación más estable es la del grupo de edad que va de los 20 a los 54 años, y por lo regular ocurre que la tasa de participación de los varones es significativamente mayor y 23 Eckaus, Richard S., Basic Economics, Little, Brown & Co., Boston, 1972, págs. 606-607.

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más estable que la de las hembras. En cambio, generalmente se reconoce que la mayor fuente de variación de la tasa de participación son las personas muy jóvenes (de 14 a 19 años); las personas de edad avanzada (mayores de 55 años); y, en términos globales, el sector femenino de la población civil. En el margen, estos últimos son los grupos que muestran el mayor grado de elasticidad en su oferta de trabajo con respecto a variaciones en los salarios y en el número de vacantes.

En los países desarrollados o en etapas bastante avanzadas del desarrollo, se observa que los jóvenes que entran al mercado de trabajo tienen, en promedio, más edad que los que entraron en el pasado en esos países o que los que entran en el presente en los países subdesarrollados. Esto se debe a que, a medida que se expanden las oportunidades educativas, los estudiantes prolongan su estadía en la escuela e ingresan en proporciones cada vez mayores a las universidades. En general, al subir las tasas de retención escolar, la participación de las personas muy jóvenes en el mercado de trabajo tiende a reducirse.

De igual modo, los varones de edad avanzada, particularmente en los países altamente desarrollados, muestran una dramática reducción en su tasa de participación, ya que se acogen, a edades cada vez más tempranas, a los sistemas de pensión públicos y privados. Un fenómeno similar, aunque en menor escala, se observa en el sector femenino de edad avanzada de la fuerza de trabajo.

En cambio, y contrabalanceando los dos efectos anteriores, en los países avanzados se observa un crecimiento espectacular en la participación femenina (especialmente en las edades de los 20 a los 54 años) en el mercado de trabajo. De hecho, muchos observadores reconocen que, de no haber sido por el fenómeno de la participación femenina creciente, la tasa de participación se hubiese reducido en Estados Unidos, donde en un lapso de

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casi 80 años (de 1890 a 1969) la misma sólo aumentó de 52 por ciento 60 por ciento.24

Un elemento importante en el análisis de las variaciones de la tasa de participación lo constituyen los llamados ¨trabajadores desalentados¨, esto es, personas que dejan de buscar trabajo activamente, en particular en épocas en que los empleos escasean y, por lo tanto, no se les incluye en la fuerza laboral. Si este fenómeno abunda, puede ser un factor que reduzca el nivel de la tasa de participación, ya que las personas involucradas no son clasificadas como desempleados. De igual modo, otro elemento que puede deprimir la tasa de participación lo constituyen las personas que no entran al grupo trabajador porque consideran que los empleos accesibles a ellos en un momento dado ofrecen una remuneración muy exigua. Estas personas aparecen fuera del grupo trabajador, cuando son expresión, en realidad, de un tipo de desempleo disfrazado.25

La experiencia de Puerto Rico

La reducción histórica de la tasa de participación en Puerto Rico ha sido una fuente de continua preocupación por más de veinticinco años. De hecho, en la actualidad Puerto Rico registra una de las tasas de participación más bajas del mundo, a pesar del extraordinario crecimiento económico que se ha observado en la Isla en las últimas tres décadas.

De 1940 a 1950, la tasa de participación aumentó de 52.2 por ciento a 53.0 por ciento, un alza de apenas 0.8 puntos porcentuales. En cambio en 1960, una década más tarde, la cifra ascendió 45.2 por ciento, una reducción de 7.8 puntos porcentuales. En 1975, la tasa de participación alcanzó un mínimo histórico reciente de 41.6 por ciento, lo cual representa una reducción de 10.0 puntos porcentuales con respecto al nivel alcanzado por la tasa en 1950. En los 24 Heilbronner, Robert L., Understanding Macroeconomics, Prentice-Hall, Englewoods Cliffs, New Jersey, 1972.25 Estos dos puntos se discuten en el capítulio X del Informe Echenique.

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últimos dos años, la tasa de refiere a la población de 16 años o más y alcanzó los siguientes niveles: 1978, 44.8 por ciento y 1979, 43.7 por ciento.26

Las razones que explican el sistemático descenso histórico de la tasa de participación en Puerto Rico son múltiples y complejas. Entre ellas cabe enumerar las siguientes:

* El considerable impacto que la emigración masiva de las décadas del 50 y del 60 tuvo sobre la distribución por edad y por sexo de la población de la Isla. Según datos que citan Lloyd Reynolds y Peter Gregory27, mientras que la población de Puerto Rico aumentó en más de 140,000 de 1950 a 1960, la fuerza de trabajo se redujo en 59,000. Correspondientemente, la tasa de participación bajó, como ya se ha señalado, de 53.0 por ciento a 45.2 por ciento y el nivel de empleo se redujo en 53,000. Se dio, pues, el caso inusitado de una economía ascendente (el producto bruto a precios constantes aumentó de $878.7 millones en 1950 a $1,473.2 millones en 1960, a una tasa anual promedio de 5.3 por ciento) registró descensos tanto en la fuerza trabajadora como en el empleo total y en la tasa de participación.

Estos autores le atribuyen el fenómeno aludido a los efectos de la emigración sobre la distribución por edad y sexo de la población. Señalan que de 1953 a 1961, hubo una salida neta de 385,000 personas de menos de 35 años, pero una entrada neta de 25,000 personas de 35 años o más. Igualmente, de 1950 a 1960 el grupo de edad de 14 a 34 años, que se identifica como uno de alta participación laboral, se redujo en 21,000 personas, mientras que el grupo de 55 años o más (cuya participación es baja) aumentó en 65,000 personas. En adición, Reynolds y Gregory señalan 26 Véase Junta de Planificación, Informe Económico al Gobernador, 1979, Tabla 23, pág. A-24.27 Reynolds, Lloyd G. y Peter Gregory, Wages, Productivity and Industrialization, Richard D. Irwin, Inc., Homewood, Illinois, 1965, págs. 23-33, 233-234.

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que salieron de Puerto Rico dos veces más hombres que mujeres. Estos movimientos demográficos se tradujeron en una considerable reducción de la tasa de participación en la Isla.

La expansión de la oportunidades educativas en Puerto Rico y el continuo incremento de las tasas de retención escolar, tanto al nivel secundario como al nivel superior, han contribuido al persistente descenso de las tasas de participación de los jóvenes.28Así, el grupo de edad de 14 a 15 años redujo su participación de 5.4 por ciento en 1964 a 3.1 por ciento en 1977. De igual modo, el de 16 a 19 años, redujo su participación de 26.6 por ciento a 19.1 por ciento en ese mismo periodo.29 En cambio, se observa un continuo ascenso de la proporción que constituyen los estudiantes del total de personas clasificadas como fuera del grupo trabajador. Por ejemplo en 1972, los estudiantes constituyeron el 24.8 por ciento (252,000 de un total de 1,016,000) del total de personas fuera del grupo trabajador, mientras que en 1976 ese mismo por ciento ascendió a 25.4 (317,000 de un total de 1,248,000).30

Conviene recordar, sin embargo, que no todo el decremento de la tasa de participación de los jóvenes se debe al aumento de la retención escolar. Según se reconoce que el problema del desempleo se concentra fundamentalmente en las personas jóvenes de 16 a 24 años (en particular cuando éstas tienen niveles bajos de escolaridad), hay que señalar también que el desaliento y la ociosidad entre los jóvenes es un factor de peso en la explicación de la baja participación laboral que refleja este grupo.

Contrario a lo que ha ocurrido en Estados Unidos, Canadá, Francia y otros países altamente desarrollados, la 28 Véase Junta de Planificación, Perspectivas de la población, fuerza trabajadora y empleo, 1963.29 Véase Tabla II del Apéndice de este ensayo.30 Véase Junta de Planificación, Informe Económico al Gobernador, 1976, pág. 218.

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tasa de participación de la mujeres en Puerto Rico no ha crecido sustancialmente. Antes bien, se ha mantenido entre el 22 y el 28 por ciento, mostrando una tendencia secular al aumento, pero a un ritmo muy lento.31

La siguiente tabla presenta una comparación entre la participación en la fuerza de trabajo de la mujer en Puerto Rico y la de algunos países desarrollados:

TASA DE PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LAFUERZA DE TRABAJO

(En por ciento)

País 1958 1965 1970 1977Canadá 30.0 36.0 41.1 52.0Estados Unidos 41.4 44.3 48.9 55.5Japón 60.8 55.8 55.4 52.9Francia N.D. 46.1 48.2 50.3Alemania (RFA)

49.0 49.0 48.1 48.4

Italia 38.5 31.1 29.1 30.9Reino Unido 47.1 48.8 50.5 56.9Puerto Rico 23.6 22.9 25.7 26.3

N.D. La cifra correspondiente a este año no aparece en la tabla original.Fuente: Otros países: Deppler, Michael & Klaus Regling, “ Labor Market Developments in the Major Industrial Countries”, en Finance and Development, Marzo de 1979, Vol. 16, Núm. 1, p. 25, Tabla 2; Puerto Rico: Departamento del Trabajo y Recursos Humanos y Junta de Planificación.

Como puede apreciarse, la tasa de participación femenina en Puerto Rico es marcadamente inferior a la de los países altamente industrializados que se presentan en el cuadro, aunque se da el caso de que en Italia la cifra registró un abrupto descenso que la acercó a la nuestra en 1977. Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido registran tasas de 31 Véase Tabla 1 del Apéndice.

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participación femenina ascendentes, mientras que se observan tendencias al decremento en Japón, y, como ya hemos señalado en Italia. En Francia, se observa un leve crecimiento y en Alemania la cifra se ha mantenido relativamente estable.

El hecho es que en el caso de Puerto Rico, donde se han observado tasas de crecimiento económico muchas veces superiores a las de los propios países altamente industrializados, la tasa de participación de la mujer en la fuerza de trabajo no ha crecido significantemente, lo cual se refleja, por supuesto, en una tasa de participación de ambos sexos relativamente baja.

En un trabajo titulado La Economía de Puerto Rico: el presente crítico32, el profesor José A. Herrero afirma que una de las razones que ayuda a explicar el descenso en la participación laboral en Puerto Rico es el hecho de que una considerable proporción de los trabajadores puertorriqueños, al hacer una comparación entre los beneficios de un salario en una empresa o cualquier otra fuente de trabajo y las transferencias que recibirían si se declararan incapacitados para el trabajo o si no trabajaran o declararan que tiene dificultad para conseguir trabajo, se deciden por esta última opción. Independientemente de las valoraciones éticas de esa decisión, lo que señala Herrero es que el cálculo marginal de beneficios puede llevar, en un buen número de casos, a la ociosidad voluntaria subsidiada por los pagos de transferencia.

El efecto sobre la tasa de participación de los planes de pensión privados y públicos no puede subestimarse. Así, la tasa de participación del grupo de 55 a 64 años ha tenido un descenso sistemático y continuo durante las últimas décadas. De 1964 a 1979, descendió de 49.9 por ciento a 32.3 por ciento. De igual modo, la tasa de participación 32 Herrero, José A., La economía de Puerto Rico: el presente crítico, Unidad de Investigaciones Económicas, Departamento de Economía, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1975, pags. 7-9.

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laboral del grupo de 65 años o más, en ese mismo periodo, descendió de 19.1 por ciento a 9.2 por ciento.33

Finalmente, cabe señalar un conjunto de factores quizás menos claramente identificables cuyo efecto acumulado contribuye también al descenso de la tasa de participación, entre los cuales cabe mencionar los siguientes:

La existencia de un amplio sector de trabajadores desalentados, muchos de los cuales tienen bajos niveles de escolaridad y/o habilidades escasas que no guardan correspondencia con los requerimientos de la industria.

El llamado desempleo disfrazado, esto es, un sector de la población civil que entiende que los empleos que existen en la actualidad para ellos son tareas de poca remuneración y/o de poco prestigio.

La distribución geográfica de las oportunidades de empleo en la Isla, que hace que, en muchas ocasiones, los trabajadores tengan que abandonar sus pueblos de origen para obtener mejores oportunidades de empleo. Aquellos que se resisten al cambio afrontan la estrechez económica de sus regiones y el desaliento los lleva a abandonar la búsqueda de empleo.

En fin, podemos concluir que el problema de la baja tasa de participación de la población civil en el grupo trabajador es uno de los más serios que afronta Puerto Rico en la actualidad. No se trata de una mera variación cíclica que puede alterarse si la economía de Puerto Rico registrara ritmos de crecimiento más acelerados, sino de una tendencia secular asociada con una multiplicidad de factores, algunos de los cuales se han tratado de identificar en este ensayo. Si duda, este problema hay que evaluarlo a la luz de criterios científicos, con miras a orientar las políticas

33 Véase la Tabla II del Apéndice.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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públicas para que contribuyan a detener la tendencia descendente de la tasa de participación y a cambiar el curso de la variable hacia el crecimiento en el tiempo.

NOTA

Este ensayo se publicó por primera vez en el Boletín Económico, de la Junta de Planificación, en el número correspondiente a enero de 1980. Agradezco el interés que siempre a mostrado por este trabajo el Prof. José García, Gerente de la División de Análisis de Proyectos y Estudios Especiales, de la Oficina de Análisis y Estudios Económicos del Banco Gubernamental de Fomento.

LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA DE PUERTO RICOLUEGO DE LA RECESIÓN DE 1974-75

Los ciclos económicos: nociones generales

Los ciclos económicos son las alzas y bajas periódicas que caracterizan el movimiento histórico de la actividad productiva en sociedades en las cuales predomina la institución del mercado.

El sustantivo ciclo alude a la idea de que la actividad económica muestra, en su variación en el tiempo, un patrón ondulatorio, con grados más o menos definidos de regularidad o recurrencia. La producción se expande a un ritmo rápido en algunos periodos, mientras que en otras ocasiones crece poco o se contrae. La producción total, el empleo y los precios tienden a fluctuar en formas complejas y cambiantes. Cuando estas variaciones son leves, no ofrecen problema alguno, pero en ocasiones se observan fluctuaciones violentas e inesperadas que producen efectos

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nocivos en el orden económico. No es extraño, pues, que los economistas hayan tratado por muchos años de desarrollar teorías que expliquen la naturaleza y causas de los ciclos económicos, así como sistemas de medición y pronóstico que permitan anticipar y controlar estos fenómenos.

Si bien en la actualidad está en desuso la noción de que el ciclo económico se puede medir y predecir con la exactitud que deseaban alcanzar economistas como Kitchin, Kondratiev, Metzler y otros, la preocupación por los efectos del ciclo económico, luego de un periodo de relativa indiferencia ante el problema durante la firme expansión económica que siguió a la Segunda Guerra Mundial, está hoy más viva que nunca. De hecho, la severa experiencia recesionaria de Estados Unidos y de otras economías altamente desarrolladas durante el periodo 1974-75, sirvió para recordarle a los economistas que el ciclo económico no es una cosa del pasado, sino una realidad del presente, que la incertidumbre internacional y el problema energético han revivido dramáticamente.

Aunque se caracterizan por tener las mismas fases--fondo, expansión, máximo y contracción--los ciclos económicos varían grandemente en cuanto a su duración e intensidad. El fondo ("through") es el nivel más bajo del ciclo económico e implica que el producto bruto y la actividad económica en general se hallan en su punto mínimo. La expansión es la fase subsecuente durante la cual aumentan la demanda agregada y la producción total. La expansión culmina en un máximo ("peak"), el nivel más alto del ciclo. A la larga, el máximo da paso a la contracción, un periodo de demanda y producción declinantes que desemboca en un fondo, de manera que el ciclo comienza de nuevo. Por supuesto, la duración del ciclo depende de la duración de cada una de sus fases.

Como es fácil colegir de lo anteriormente expuesto, los términos recesión y depresión se asocian con la fase declinante de la actividad económica. En realidad, no hay

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definiación precisa de lo que constituye cada uno de esos fenómenos. Por lo general, se entiende que hay una diferencia de grados entre ambos: la recesión constituye una contracción significativa de la producción total y de la demanda agregada que tiene como consecuencia un considerable aumento en la tasa de desempleo de la economía. La depresión es una recesión agravada, un caso en que el orden productivo virtualmente colapsa. En el caso de Estados Unidos, el colapso de los años '30 tuvo todos los atributos de una depresión, mientras que periodos como los de 1953-54, 1969-70, y 1975-75, se consideran recesiones. De hecho, la recesión de 1974-75, cuyo paralelo en Puerto Rico discutiremos en este trabajo, se considera la contracción más severa y prolongada que haya sufrido la economía norteamericana después de la Gran Depresión de los años '30.

En lo que respecta a las causas de los ciclos o fluctuaciones de la actividad económica, no hay consenso entre los economistas. Las explicaciones del fenómeno caen en dos grandes categorías. Primero, existen las explicaciones basadas en causas externas o exógenas al sistema económico. Las manchas solares34, los descubrimientos de oro, las innovaciones tecnológicas y la intervención gubernamental se cuentan entre los fenómenos que los economistas han identificado como precipitantes de las fluctuaciones económicas. Segundo, hay un conjunto de explicaciones fundadas en factores internos o endógenos tales como la insuficiencia del consumo (y el concomitante exceso o glut de productos no vendidos), la sobreproducción debido a malos cálculos de la demanda real, los ciclos de inventarios y la incertidumbre de los inversioniostas ante el futuro de los negocios.

Independientemente de la explicación que se adopte, hay cierto grado de consenso entre los economistas 34 Una teoría desarrollada por el economista clásico inglés W. Tanley Jevons que correlacionaba la incidencia de manchas solares con los ciclos atmosféricos que influyen sobre la producción agrícola.

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postkeynesianos en cuanto a que la intervención gubernamental por vía de las políticas monetarias y fiscales (manipulación de la oferta monetaria, variaciones de las tasas de interés, déficits o superávits fiscales, controles crediticios, los estabilizadores automáticos, etc.) evitan que las fluctuaciones sean demasiado violentas, y por tanto, reducen la probabilidad de que surja una depresión severa. No obstante, la experiencia reciente demuestra que medidas demasiado enérgicas del gobierno para combatir la inflación y el impacto de las alzas en los costos del petróleo (y a la larga en los costos de producción) provocaron una recesión cuya severidad sobrepasó los cálculos de la mayor parte de los observadores contemporáneos.

La recesión de 1974-75 en Estados Unidos

Las recesiones que había sufrido Estados Unidos durante el periodo de la postguerra habían estado acompañadas por una reducción en la tasa inflacionaria, pero en el caso de la recesión de 1974-75 se observó una considerable aceleración en la tasa de inflación en todas las fases del ciclo. Esto ha llevado a algunos observadores a pensar que la economía norteamericana se enfrenta a una nueva modalidad de experiencia cíclica en la cual no sólo son mas intensas y extensas la fases del ciclo sino que la tasa inflacionaria se mantiene persistentemente alta.35

La severidad de la recesión norteamericana de 1974-75 la demuestran las siguientes cifras:36

1. El producto nacional bruto real de Estados Unidos, que había registrado tasas de crecimiento que fluctuaron entre 3.0 por ciento y 5.7 por ciento en el periodo de 1971-73, 35 Albert T. Sommers y Lucie R. Blau, The Widening Cycle: An Examination of the U.S. Experience with Stabilization Policy in the Last Decade, The Conference Board, 1975.36 Las cifras citadas en esta seccion fueron tomadas de la publicacion Economic Indicators, que prepara el Council of Economic Advisors. Se uso el numero correspondiente a septiembre de 1980.

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registró en los años 1974 y 1975 tasas de crecimiento negativas (-1.4 por ciento y -1.3 por ciento, respectivamente).

2. La inversión bruta doméstica privada se redujo en 1.4 por ciento en 1974 y en 22.3 por ciento en 1975.

3. El índice de producción industrial alcanzó un mínimo de 117.8 en 1975, lo que resultó inferior en un 9.2 por ciento con respecto al nivel de 129.8 correspondiente a 1973.

4. La tasa de utilización de la capacidad productiva bajó de 91.8 por ciento en 1973 a 73.4 por ciento en 1975.

5. El índice de producción manufacturera bajó de 129.8 en 1973 a 116.3 en 1975, una reducción de 10.4 por ciento, y, dentro de éste, el índice de producción de bienes duraderos, en el mismo periodo, disminuyó de 127.1 a 109.3, una baja de 14.0 por ciento.

6. La tasa de desempleo aumentó de 5.6 por ciento en 1974 a 8.5 por ciento en 1975, lo que llevó a que en ese último año hubiera en Estados Unidos un promedio de 7.8 millones de personas desempleadas.

7. La inversión fija en residencias se redujo de $66.1 billones en 1973 a $55.1 billones en 1974 y luego a $51.5 billones en 1975 (el nivel más bajo desde 1971).

A pesar de las marcadas reducciones que hubo en las principales variables del sector real de la economía, los precios, como ya se ha señalado, mostraron un patrón consistentemente alcista. El índice de precios al productor para todos los bienes terminados aumentó de 127.9 en 1983 a 163.4 en 1975, un incremento de 27.8 por ciento. De igual modo, el índice de precios al consumidor para todos los consumidores urbanos aumentó de 133.1 en 1973 a 161.2 en 1975, un incremento de 21.1 por ciento. De hecho, al examinar la experiencia histórica durante el periodo de

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1971-78 resulta sorpresivo que el año 1974 sea, a la vez, el año de peor declinación de la actividad económica y el de mayor crecimiento de los precios. Sólo en 1979, un año de escaso crecimiento económico, se observaron tasas de inflación superiores a las del 1974.

Ahora bien, la experiencia recesionaria norteamericana no fue un evento aislado. Los índices de producción industrial de otros países altamente desarrollados como Canadá, Japón, Francia, Alemania, Italia e Inglaterra registraron su nivel más bajo durante el periodo 1973-1979 precisamente en 1975. En promedio, los índices de estos países resultaron 7.0 por ciento mas bajos en 1975 que en 1973. Asimismo, con la excepción de Alemania, en todos los países mencionados el índice de precios al consumidor creció significativamente en 1974. Japón fue el país que registró en 1975 el descenso más marcado en su índice de producción industrial (-10.5 por ciento) mientras que Inglaterra experimentó en ese año la más alta tasa inflacionaria (24.2 por ciento).

Esta coincidencia en la conducta de la más importantes economías del globo no puede ser una casualidad. El consenso general entre los economistas es que la crisis que sacudió a los países altamente industrializados a mediados de la década de los 70 se debió a los aumentos en el precio del petróleo decretados en el periodo de octubre a diciembre de 1973 por la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Tales aumentos significaron un costo adicional de $130 billones al año para los países desarrollados, aparte del hecho de que el alza fue inesperada, ya que el precio del crudo se había mantenido a precios relativamente bajos, aun después de las guerras árabe-israelitas de 1948-49, 1956 y 1967.37El súbito aumento en los costos de producción que subsiguió a la decisión de la OPEP produjo, simultáneamente, una severa contracción en la producción industrial y un rápido crecimiento en los precios de todo 37 Vease Issawi, Charles, "The 1973 Oil Crisis and After", Journal of Postkeynesian Economics, Vol. 1, Num. 2, Invierno, 1978, pags. 3-26.

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género de artículos que perjudicó a todos los países importadores de petróleo. No es extraño, pues, que Puerto Rico sufriera una severa contracción en esa misma época.

La recesion economica de Puerto Rico en el periodo de 1974-75

Desde comienzos de la década de los 50 hasta 1973 el ritmo de crecimiento de la economía de Puerto Rico se mantuvo consistentemente alto, aunque experimentó ligeras fluctuaciones. De hecho, durante ese periodo las recesiones ocurridas en Estados Unidos no sólo tardaban seis meses o más en reflejarse en Puero Rico, sino que, cuando lo hacían, significaban sólo leves descensos en la tasa de crecimiento de la actividad económica local. De ahí que muchos economistas llegaran a pensar que nuestra economía era invulnerable a las recesiones.

El impacto de la recesión norteamericana de 1974-75 sobre la Isla vino a borrar esa impresión. No sólo se interrumpió severamente el patron histórico de crecimiento de nuestras principales variables macroeconómicas, sino que la recesión norteamericana se manifestó prácticamentre sin rezago en la Isla y la fase de contracción de nuestra actividad económica duró tanto o más que la de la economía de Estados Unidos.

De 1950 a 1973 la tasa de crecimiento anual del producto bruto de Puerto Rico fue de 9.6 por ciento a precios corrrientes y de 6.1 por ciento a precios constantes. En cambio, en el periodo de 1974 a 1976 la tasa de crecimiento anual del producto bruto a precios corrientes fue de sólo 5.1 por ciento, mientras que su equivalente a precios constantes fue de 0.1 por ciento. El producto bruto interno registró mermas en 1974 y 1975 (-0.1 por ciento y -2.5 por ciento, respectivamente); la inversion interna bruta registró en 1974 una baja de 17.1 por ciento y dentro de ésta, la inversión en construcción de viviendas privadas a precios constantes registró mermas, año tras año, de 1973 a 1977. Asimismo,

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en 1974 y 1975, variables claves como el ingreso personal, el ingreso personal disponible y los gastos de consumo personal, cuando no registraron reduccciones, mostraron crecimientos reales que en ningún caso sobrepasaron el dos por ciento, en correspondencia con el estado de crisis de la economía.

El empleo total, que había aumentado de 596,000 en 1950 a 775,000 en 1974, un incremento de 30.0 por ciento, bajó a 738,000 en 1975 , y luego a 718,000 en 1976, dando muestras de recuperación en 1977, al ascender a 736,000. Paralelamente, la tasa de desempleo de la economía, que había alcanzado un mínimo histórico de 10.3 por ciento en 1970, comenzó un rapido ascenso en 1974 que la llevó a alcanzar un máximo histórico reciente de 20 por ciento en 1977, lo que implica que siguió aumentando aun cuando ya la economía mostraba signos de recuperación.38

Los dos sectores que mas severamente sufrieron el `impacto de la recesión fueron la manufactura y la construcción. Ei ingreso neto monetario generado por la manufactura apenas creció en 3.8 por ciento en 1975, en comparación con los crecimientos cercanos al 20 por ciento de los tres años anteriores, mientras que el ingreso neto monetario de la construcción registró mermas considerables en los años 1975 a 1977 (-10.3 por ciento, -15.2 por ciento y -16.3 por ciento, respectivamente), para luego mostrar cierto grado de recuperación en 1978.39 Correspondientemente, el empleo en la manufactura, que había aumentado de 55,000 en 1950 a 147,000 en 1974, se redujo a 137,000 en 1975 y luego a 133,000 en 1976, aunque ya en 1977 dio muestras de recuperación al ascender a 144,000. El empleo en la construcción, que había aumentado de 27,000 en 1950 a 79,000 en 1974, se redujo a 69,000 en 1975 y luego a 43,000 en 1977.40 Como veremos más adelante, esta es una 38 Junta de Planificacion, Informe Económico al Gobernador, 1978, Tabla 23, pag. A-24.39 Junta de Planificación, Loc. Cit., Tabla 6, pag. A-6.40 Ibid, Tabla 24, pag. A-25.

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industria que aún no se he recuperado plenamente del efecto de la recesión.

En un artículo en la revista Business Review41, del Banco Gubernamental de Fomento, el Dr. Miguel Echenique analiza la estrecha relación que existe entre los índices de empleo total en todas las industrias manufactureras de Puerto Rico y Estados Unidos y demuestra que en la recesión que sufrió Estados Unidos recientemente, el impacto sobre la economía de Puerto Rico de los movimientos económicos en Estados Unidos fue casi inmediato. Así, en el periodo de agosto de 1974 a julio de 1975, el empleo en las fábricas se redujo en 10 por ciento en Estados Unidos y en 13 por ciento en Puerto Rico. De igual modo, de agosto de 1974 a junio de 1975, el número de personas-hora de producción se redujo en 11.6 por ciento en Estados Unidos y en 18.3 por ciento en Puerto Rico. Afortunadamente, según argumenta Echenique, en la fase expansiva del ciclo económico el efecto positivo sobre la Isla se siente también casi inmediatamente.

La reducción en el empleo manufacturero durante la recesión en la Isla se concentró mayormemente en las fábricas de productos químicos y de maquinaria y equipo, que son empresas orientadas a la exportación, y en la industria de fabricación de materiales de construcción, dada la crisis del sector de la contrucción en Estados Unidos.

La declinación que hemos señalado en la inversión interna bruta no se debió solamente a la contracción de la inversión en construcción, sino que se registró también una reducción, aunque de menor magnitud, en la inversión real en maquinaria y equipo, la cual se redujo en un 9.4 por ciento en 1975, mayormente debido a la disminución de doce por ciento que se observó en ese año en la parte correspondiente a la empresa privada.

41 Echenique, Miguel, "The Industrial Economy of Puerto Rico in the Second Half of 1979", Business Review, Banco Gubernamental de Fomento, Vo, 5, Numes. 1 y 2, enero y febrero de 1980, pags. 9-15.

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Junto a esto, los consumidores y productores de la Isla, al igual que sus contrapartes en Estados Unidos, tuvieron que enfrentarse a un acelerado crecimiento en el índice de precios. En los años fiscales 1974 y 1975 el índice de precios al consumidor obrero en Puerto Rico registró tasas de crecimiento anual de 15.8 por ciento y 14.7 por ciento, respectivamente, en comparación con las tasas de crecimiento del orden del 3 por ciento o el 4 por ciento que se habían registrado en los primeros tres años de la decada.

Correspondientemente, el índice de precios para gastos de consumo personal, cuyo crecimiento en los años 1971 al 1973 tuvo un nivel promedio de apenas 3.5 por ciento, registró crecimientos de 11.3 por ciento en 1974 y de 14.0 por ciento en 1975.

Aparte del considerable efecto que tuvieron en esta época las alzas en el precio del petróleo sobre los índices de precios, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos, hay que considerar que hubo otros factores que contribuyeron a la inflación, entre ellos las malas cosechas de trigo, soya y arroz, que crearon severos periodos de escasez en el mercado mundial y se tradujeron en precios más altos, y la descongelación gradual de los precios en Estados Unidos, luego de la terminación de la Fase IV del Programa de Precios del Presidente Nixon. En el caso de Puerto Rico, debido al alto componente de importación de nuestro consumo de alimentos y al efecto de los costos de transportación marítima, la tasa de crecimiento del índice para deflacionar el gasto de consumo de alimentos fue del orden del 17.8 por ciento en 1975.42

En suma, en el periodo 1974-75 la economía de Puerto Rico se enfrentó en forma aún más aguda que la de Estados Unidos al doble embate del desempleo masivo y la inflación de dos digitos.

42 Vease Informe Económico al Gobernador, 1979, Tabla 21, pag. A-22.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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El proceso de recuperación

La major prueba de que la recesión de 1974-75 golpeó a Puerto Rico con gran severidad lo constituye el hecho de que todavía la economía se halla en proceso de recuperación de esa sacudida.

Por un lado, el producto bruto real dio muestras de recuperación en 1977 al registrar una tasa de crecimiento en relación al año anterior de 4.5 por ciento. Los niveles de crecimiento subsiguientes en 1978 y 1979 fueron 5.0 por ciento y 5.5 por ciento, respectivamente, lo que implica que nuestra producción agregada se halla en una fase de expansión a un ritmo modesto, pero firme y ascendente. Un patrón similar han seguido, desde el punto de vista real, variables tan significativas como el ingreso neto y el ingreso personal. El ingreso personal disponible y los gastos de consumo personal, los cuales la teoría económica vincula estrechamente, siguieron un patrón de crecimiento real algo distinto. El primero tuvo un patrón de zigzag: subió de 1.6 por ciento en 1975 a 3.7 por ciento en 1976, luego bajó a 2.2 por ciento en 1977, para subir más tarde, y en forma significativa, a 6.3 por ciento en 1978, y cerrar con 4.8 por ciento en 1979. En cambio, los gastos de consumo personal, que tuvieron un robusto crecimiento de 7.2 por ciento en 1976, siguieron un patrón de aumentos cada vez menores hasta desembocar en un 3.7 por ciento en 1979.

Por otro lado, la inversión interna bruta total, cuyos componentes son el cambio en inventarios y la inversión interna bruta de capital fijo (la suma de las inversiones en

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construcción y en maquinaria y equipo de las empresas y el Gobierno), que mostró signos de recuperación en 1975 al registrar un crecimiento real de 5.4 por ciento, apenas creció en 0.7 por ciento en 1976 y luego se redujo en un 24 por ciento en 1977. Si bien el crecimiento real de esta variable fue positivo en 1978, al ascender a 5.3 por ciento, en 1979 la misma decreció en 11.0 por ciento. Dentro de la inversión interna bruta de capital fijo, la inversión en construcción de viviendas privadas, que en 1972 había registrado un crecimiento real del orden del 11.2 por ciento, mostró tasas de crecimiento negativas en todos los años del periodo 1973-1977, particularmente en 1975 y 1977, cuando los descensos fueron de -0.29 por ciento y -18.0 por ciento, respectivamente. Esta variable mostró una buena recuperación en 1978, cuando creció en 31.3 por ciento, pero luego volvió a reducirse en un 13.0 por ciento en 1979. Conviene recordar que la inversión en construcción de vivienda privada se ha visto afectada durante los últimos años por varios factores negativos, entre ellos las abruptas fluctuaciones de las tasas de interés hipotecario, los costos de construcción ascendentes y las políticas restrictivas del crédito por parte de agencias como la Administración de Veteranos y la Federal Housing Administration (FHA). Sin embargo, durante los ultimos dos años se ha observado un incremento en el valor monetario de las obras de construccion como resultado del vigoroso programa de inversiones en obras de construcción que ha puesto en vigor el Gobierno de Puerto Rico.43

En cuanto a la inversión en maquinaria y equipo resulta auspicioso el hecho de que luego del descenso que esta variable experimentara en los años 1974 y 1975, al registrar tasas de reducción de 22.4 por ciento y 9.4 por ciento, respectivamente, la misma registró tasas de crecimiento positivas durante el periodo 1976-1979, con un promedio anual de 4.1 por ciento.44 En vista de que más el 90 por 43 Véase la discusión de este tema en el Boletín Económico, correspondiente al mes de junio de 1980.44 Junta de Planificación, Informe Económico al Gobernador, 1979, Tabla 3, pag. A-3.

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ciento de la inversión en maquinaria y equipo es realizada por las empresas privadas, este último dato nos indica que las empresas productoras privadas están incrementando a un ritmo moderado el acervo de capital del país, lo cual es fundamental para la futura recuperación plena del ritmo de producción de la Isla.

A pesar de que el empleo total aumento de un mínimo reciente de 718,000 en 1976 a un máximo histórico de 827,000 en 1980, un incremento de 15.2 por ciento en apenas cuatro años, el desempleo total se ha reducido a un ritmo algo más lento. Esta variable, que alcanzó un máximo histórico de 184,000 en 1977, bajó a 169,000 en 1980, lo que implica una reducción de 8.2 por ciento durante los últimos tres años. En consecuencia, la tasa de desempleo se redujo unos tres puntos porcentuales de 1977 a 1980 (de 20.0 por ciento a 17.0 por ciento).45

El empleo manufacturero, como ya se ha señalado, dio muestras de recuperación en 1977. En 1978, ascendió a 156,000 (8.3 por ciento más que en 1977) y en 1979 se elevó a 160,000, esto es, aumentó en 4,000 ó 2.6 por ciento.46 Las cifras más recientes indican que en 1980 el empleo en la manufactura ascendió a 157,000, lo que refleja una merma, la cual probablemente se puede atribuir en gran medida al efecto de la reciente recesión breve de la economía norteamericana. De hecho, esta variable muestra un gran paralelismo con el movimiento del indice de producción industrial en Estados Unidos.

En cambio, el empleo del sector de la construcción, que había logrado un máximo de 81,000 en el periodo prerecesionario (en 1971), aumentó de un mínimo reciente de 43,000 en 1977 a 49,000 en 1980, motivado por la significativa contribución del sector público a la activación de este importante sector de empleo.45 Junta de Planificación, Ibid. 46 Junta de Planificación, Informe Económico al Gobernador, 1979, Tabla 24, pag. A-25.

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Sin embargo, los sectores que más dinamismo han demostrado en la generación de empleos durante el periodo de recuperación han sido la administración pública, cuyo empleo total aumentó de 158,000 en 1976 a 202,000 en 1980, y el sector de servicios, que aumentó de 121,000 a 149,000 en ese mismo periodo. Así, el incremento de 109,000 empleos que se observó de 1976 a 1980, fue inducido principalmente por un aumento combinado de 72,000 empleos en los dos sectores mencionados y por el alza de 24,000 empleos observada en la manufactura.47

Uno de los factores que más ha contribuido a acelerar la recuperación económica de la Isla ha sido la presencia cada vez más crucial de un amplio sistema de transferencias que, en el peor periodo de la recesión, contribuyeron a sostener en un nivel adecuado la demanda agregada local y que, en la actualidad, es una defensa contra las contracciones cíclicas. Así, las transferencias federales a las personas, tales como los cupones de alimentos y los beneficios pagados a veteranos, comenzaron en 1975 un extraordinario crecimiento que ha llevado a que las mismas se hayan constituido en uno de los principales inductores del crecimiento del ingreso personal. En plena recesión, los pagos de transferencia federales aumentaron de $603.1 millones en 1974 a $1,026.6 millones en 1975 (un incremento de 70.2 por ciento en un solo año). En 1979, el valor monetario es estos pagos ascendió a $1,998.5 millones, lo que equivale a un alza de 231.4 por ciento en tan sólo cinco años. De igual modo, los pagos de transferencia del gobierno estatal aumentaron de $306.2 millones en 1974 a $592.5 millones en 1979, un incremento de 93.5 por ciento.48

Una de las actividades económicas que más se afectó en la Isla durante la recesión de 1974-75 fue el turismo. El 47 Junta de Planificación, Informe Económico al Gobernador, 1979, Tabla 24, pág. A-25 y Boletín Económico, Junio de 1980, Apéndice Estadístico.48 Junta de Planificación, Informe Económico al Gobernador, 1979, Tabla 8, pág. A-8.

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ingreso neto monetario total de esta actividad, que había alcanzado un máximo de $140.7 millones en 1973, se redujo a $132.9 millones en 1974. El empleo en los hoteles, que había alcanzado un máximo de 10,140 personas en 1973, bajó abruptamente hasta desembocar en un mínimo de 7,330 personas en 1976. Se registraron también tasas de crecimiento relativamente bajas en los gastos de visitantes y en el número de visitantes regulares a la Isla en el periodo de 1974 a 1977.

Aunque tardía, durante los últimos años se ha observado una gradual recuperación de la actividad turística. En 1979 el ingreso neto del turismo ascendió a $214.2 millones, un aumento de 20 por ciento con respecto al nivel de $178.5 millones observado en el año anterior. El empleo en los hoteles ascendió a 8,382 en 1979, lo cual, si bien se quedó por debajo del máximo de 10.140 que se logró en 1973, representó un alza de 7.8 por ciento con respecto al nivel de 7,777 que se observó en 1978. Asimismo, otros indicadores claves de la actuación turística tales como la tasa de ocupación hotelera y el número de huéspedes-días registraron alzas moderadas durante el periodo de 1977-79. En el año fiscal 1979-80 el turismo se vio afectado por la leve recesión ocurrida en Estados Unidos y por alzas en el costo de la transportación aérea, lo que ocasionó una disminución en el número de huéspedes en todos los hoteles y en la tasa de ocupación. Cabe esperar que si la próxima temporada turística coincide con un periodo de expansión económica en Estados Unidos, la actividad turística continúe su proceso de recuperación en 1980-81, máxime cuando la baja en el valor del dólar hace a Puerto Rico más competitivo como destino turístico.

Si bien es cierto que la reciente recesión en Estados Unidos ha dejado sentir su impacto sobre la economía de Puerto Rico, particularmente sobre el empleo manufacturero y el turismo, no es menos cierto que nuestro proceso económico se halla mucho mejor preparado en la actualidad

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para resistir los impactos cíclicos, aparte del hecho de que la recesión en Estados Unidos aparentemente ha sido corta.

En efecto, el empleo manufacturero en sectores industriales resistentes a la recesión tales como los de procesamiento de alimentos; maquinaria, excepto eléctrica y equipo de transportación; e instrumentos profesionales y científicos ha aumentado durante los últimos años, llegando a generar en la actualidad cerca de una tercera parte del empleo total de la manufactura.49 Unido al ya señalado crecimiento del empleo en el sector público, que es típicamente más estable que el del sector privado durante las recesiones, cabe esperar que la demanda agregada en la Isla mantenga el ritmo de ascenso de los últimos años en un contexto en el cual los alivios contributivos a las personas, garantizados por el Gobierno de Puerto Rico en fechas recientes, sirvan de estímulo a la economía.

Igual que la economía de Estados Unidos y las de los principales países industrializados del mundo, la economía de Puerto Rico tuvo que hacer ajustes de gran magnitud para poder superar la crisis de 1974-75. De ahí que resulte dificil imaginar que en un marco de precios energéticos ascendentes y políticas restrictivas del crédito para combatir la inflación, la economía de la Isla retorne a las tasas de crecimiento de la década de los 60. Sin embargo, estimulado por una estratégica intervención del sector público mediante el ajuste de las finanzas del Gobierno, por aumentos en la inversión pública en facilidades de capital fijo y en la nómina del Gobierno, además del efecto positivo del alivio gradual de las cargas contributivas de los individuos50, nuestro proceso económico ha mostrado una considerable capacidad recuperativa y una inesperada flexibilidad para amoldarse a condiciones económicas cambiantes. En la medida en que se 49 Véase Newton, John R., ¨Recent Changes in the Structure of Employment in Puerto Rico¨, Business Review, Banco Gubernamental de Fomento, Mayo de 1980, págs. 2-6.50 Correspondientemente, se está observando un aumento paulatino y planificado de la aportación corporativa al fisco dentro del marco de la Nueva Ley de Incentivos Industriales de 1978.

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estabilice el ritmo de crecimiento de la economía norteamericana--el principal destino de nuestras exportaciones y nuestra fuente básica de fondos para la inversión--la economía de Puerto Rico terminará de consolidar su recuperación económica y seguira su curso ascendente.

NOTA

Este artículo se publicó en el Boletín Económico, de la Junta de Planificación, en el número correspondiente a Septiembre de 1980.

LA ECONOMÍA DEL LADO DE LA OFERTA:REALIDAD Y PERSPECTIVA

Introducción

Hace cinco años lo que hoy se conoce como la economía del lado de la oferta ( en inglés, ¨supply-side economics¨ ) era una preocupación teórica marginal apoyada por un núcleo poco influyente de economistas, periodistas y legisladores. En cambio, en la actualidad las ideas de los teóricos de la oferta son parte integral del programa económico del Presidente Reagan y constituyen el foco de atención de un intenso debate acerca de la forma más efectiva de bregar con los problemas macroeconómicos de Estados Unidos y de otros países altamente desarrollados.

El propósito de este ensayo es delinear las ideas y recomendaciones de política pública que impulsan los teóricos de la oferta, analizar su importancia téorica y su relación con las teorías económicas dominantes en la actualidad y señalar algunas críticas que se le han hecho o que podrían hacérsele a las contenciones centrales y a las sugerencias de política pública de la nueva orientación,

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particularmente aquellas que tienen que ver con las políticas de gasto e ingreso del gobierno. De este modo, estaremos en mejor posición para entender el espectacular ascenso de esta nueva orientación del pensamiento macroeconómico.

La síntesis postkeynesiana y sus consecuencias prácticas

Para identificar correctamente el papel que la economía del lado de la oferta juega en el panorama del pensamiento macroeconómico contemporáneo, hay que discutir los perfiles generales de lo que se conoce como la síntesis postkeynesiana51, que es la orientación dominante o hegemónica en Estados Unidos y en otros países industrialmente desarrollados de Occidente. La teoría de la oferta constituye, en términos esenciales, una reacción crítica ante la inefectividad demostrada en Estados Unidos por las políticas postkeynesianas para bregar con una diversidad de problemas, entre ellos la existencia simultánea de niveles altos de desempleo y de inflación--la llamada ¨stagflation¨--, el decremento de la productividad, la pérdida de competitividad a nivel mundial y el rezago tecnológico de algunas industrias y otros.

La síntesis postkeynesiana es una fusión ocurrida durante la postguerra entre las ideas neoclásicas de Alfred Marshall acerca de cómo el sistema de precios en una economía capitalista de mercado asigna los recursos bajo condiciones de empleo pleno y las ideas de John Maynard Keynes respecto a la incapacidad de la economía para generar automáticamente un nivel de empleo pleno, y por ende, sobre la necesidad que tiene el gobierno de intervenir selectivamente, mediante políticas fiscales y monetarias, para orientar los asuntos de las economías capitalistas industrializadas hacia la plena utilización de la capacidad productiva y de los recursos humanos disponibles. 51 Este es el nombre que le dió Daniel R. Fusfeld en un artículo publicado en el Saturday Review, en 1972. Paul A. Samuelson prefiere llmarla ¨la gran síntesis neoclásica¨.

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En otras palabras, en el contexto de la síntesis postkeynesiana, las políticas macroeconómicas son complementarias a los sistemas de empresa privada y de mercado, y su función es proveer un marco fiscal y monetario dentro del cual la economía de mercado pueda asignar eficientemente los recursos y distribuir el ingreso de acuerdo con la aportación productiva de las diversas unidades económicas. Ante la amenaza de la depresión y del desempleo, la política clásica de laissez-faire cedió parcialmente su terreno a las reformas keynesianas que intentaban preservar el predominio de la iniciativa privada, pero introducían la acción reguladora del gobierno.

De ahí que desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente, se haya ido gestando en Estados Unidos un complicado sistema de estabilizadores discrecionarios y automáticos de tipo fiscal diseñados para evitar fluctuaciones demasiado abruptas de la economía. Entre los primeros se encuentran los cambios en los niveles de tributación y transferencia y los cambios en los gastos gubernamentales en bienes y servicios; entre los segundos, cabe mencionar la compensación por desempleo, los pagos por seguro social y bienestar y el sistema de tributación progresiva, los cuales hacen que el ingreso disponible sea más estable que el ingreso devengado y, por tanto, evitan fluctuaciones abruptas en los gastos de los consumidores.

De igual modo, se ha desarrollado una compleja técnica para influir sobre la cantidad de dinero en circulación y la estructura de tasas de interés por vía de las políticas monetarias del Sistema de Reserva Federal. En la formulación de la política monetaria, la idea del gobierno es lograr y mantener un nivel razonable de empleo de los recursos sin presiones inflacionarias. Si se hace inminente que va a ocurrir una recesión, las autoridades monetarias aumentan la oferta monetaria y deprimen las tasas de interés, esto es, facilitan las condiciones de crédito. En cambio, si el proceso económico se acelera y da muestras de

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generar un proceso inflacionario, se procura reducir la oferta monetaria y aumentar las tasas de interés, creándose una situación de ¨dinero apretado¨o crédito restringido.

Como complemento de las políticas fiscales y monetarias--si bien fuera del marco teórico keynesiano--se recurre ocasionalmente a la política de control de ingresos que consiste, por lo general, en tres fases importantes:

(1) Se fijan ciertos objetivos --¨targets¨--para los salarios, las ganancias y los precios;

(2) Se le ofrecen a las industrias guías detalladas para la toma de decisiones en cuanto a salarios, ganancias y precios;

(3) Se crea algún mecanismo que garantice que las guías habrán de respetarse.

Ahora bien, desde principios de la década de los 70 se viene observando un creciente cuestionamiento de los principales postulados teóricos y prácticos de la síntesis postkeynesiana debido a la persistencia de una variedad de problemas aparentemente intratables. Conviene discutir brevemente los problemas que ya hemos señalado y otros que han venido a complicar aún mas el panorama económico.

En primer lugar, está el problema de la llamada ¨stagflation¨o el estancamiento inflacionario. En años recientes, se ha observado en la economía norteamericana una combinación de alto desempleo y aceleración en los precios, la cual ha resultado embarazosa para los economistas ya que no hay ni una explicación generalmente aceptada para ello ni un remedio claramente identificable para su cura. El fenómeno tuvo particular intensidad en Estados Unidos a mediados de la década pasada, pero ha vuelto a manifestarse en años recientes como lo ilustra el hecho de que de 1979 a 1980 (años naturales) la tasa del

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desempleo aumentó de 5.8 a 7.1 por ciento mientras que el índice de precios al consumidor aumentó de 217.4 a 246.8, un alza de 13.5 por ciento.52

Un segundo problema es la pérdida de competitividad a nivel mundial en la producción de automóviles, acero, productos de cobre, productos electrónicos orientados al consumidor, zapatos y otros productos manufacturados.53

Así, en la exportación de productos manufacturados Alemania Occidental desplazó a Estados Unidos como el primer exportador; en la exportación de productos manufacturados hacia los países en desarrollo el liderato de Estados Unidos fue desplazado por el de Japón54. Problemas tan diversos como el rezago tecnológico, el envejecimiento y/u obsolecencia de la base de capital, los bajos niveles de inversión en planta y equipo y la falta de niveles adecuados de investigación y desarrollo se citan como causantes de la erosión de la posición competitiva a nivel mundial de Estados Unidos en esos renglones. 55 De hecho, en fecha reciente se señaló que Estados Unidos había registrado el más bajo nivel de crecimiento en la productividad manufacturera entre las principales naciones industrializadas.56

Un tercer problema señalado es la excesiva intervención del gobierno en la economía tanto en lo que respecta al gasto en bienes y servicios y en programas de asistencia como en cuanto a la regulación de gran parte de la actividad productiva. La existencia de déficits masivos y de una estructura de tributación que resulta confiscatoria 52Council of Economic Advisers, Economic Indicators, Febrero de 1981, págs. 12 y 23.53 Véase William Bowen, ¨How to Regain our Competitive Edge¨, Fortune, 9 de marzo de 1981, págs. 74-90. Conviene señalar, sin embargo, que en la producción de maquinaria para generar electricidad, de computadoras, de químicos orgánicos y en otros renglones la posición competitiva de la industria norteamericana sigue siendo muy sólida. 54 Ibid., pág. 7855Ibid., pag. 8256Según los resultadops de una encuesta llevada a cabo por la Union Carbide, véase The Wall Street Journal, 30 de abril de 1981, pág. 11

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para las empresas y los consumidores es el precio que ha habido que pagar para sostener la gigantesca maquinaria burocrática federal asociada con la implantación de las políticas económicas keynesianas.

La entrada de los teóricos de la oferta

Aunque los planteamientos de los teóricos de la oferta ganaron particular fuerza durante la campaña presidencial de 1980, particularmente desde que el candidato Ronald Reagan, quien había mostrado su simpatía por las ideas del lado de la oferta desde mucho antes, ganó la nominación presidencial por el Partido Republicano, los lineamientos generales de la nueva orientación ya habían sido enunciados unos años antes por sus principales propulsores, particularmente por Arthur Laffer, Robert Mundell, Norman Ture, y Paul Craig Roberts.57

Los teóricos de la oferta rechazan la idea keynesiana de que el gobierno puede orientar la economía mediante el ajuste de la demanda agregada, esto es, mediante las contribuciones y los gastos, con miras a lograr un balance adecuado entre la inflación y el crecimiento económico. Señalan que el aumento de los gastos gubernamentales para combatir el desempleo, cuando las contribuciones se hallan a un nivel muy alto, acelera la inflación al aumentar la demanda de bienes y servicios sin que haya un adecuado aumento en la oferta. De igual modo, indican que las alzas en contribuciones para reducir la demanda agregada y 57 Laffer es profesor de USC --University of Southern California; Mundell enseña en Columbia University; Ture es consultor económico en Washington; y Roberts enseña en Goergetown University y es un colaborador frecuente del periódico The Wall Street Journal.

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aliviar la inflación producen recesiones y que la política económica usada para combatir las fluctuaciones a corto plazo no promueve el crecimiento a largo plazo de la capacidad productiva de la economía.

Los teóricos de la oferta ponen particular énfasis en la idea de que la estructura contributiva actualmente existente en Estados Unidos desalienta el ahorro, la inversión y el incentivo al trabajo. Aspiran a ir más allá de la idea keynesiana de que los alivios contributivos, por su efecto positivo sobre el ingreso disponible, producen cambios en la demanda agregada, al afirmar que las rebajas de impuestos a empresas e individuos inducen también cambios en la oferta agregada, ya que éstas constituyen cambios en los precios relativos y, en consecuencia, afectan la asignación de recursos, las alternativas de las unidades económicas y la actividad económica general. Por ejemplo, afectan decisiones entre: (1) el trabajo y el ocio, (2) el consumo y el ahorro, (3) la actividad de mercado y la actividad fuera del mercado. Al inducir a las personas a trabajar más, a las empresas a invertir más y al evitar el excesivo uso de los fondos en ¨tax shelters¨ y en actividades poco productivas que se llevan a cabo por el simple deseo de evitar las contribuciones o para escapar de la erosión del valor del dinero que causa la inflación,58 los alivios contributivos, alegan los teóricos de la oferta, tienen importantes implicaciones desde el punto de vista de la oferta agregada.59 Los productores y consumidores producirán, invertirán y ahorrarán más dentro de una estructura tributaria no confiscatoria y dentro de un marco institucional en que la regulación de la economía no sea un obstáculo para las iniciativas individuales y corporativas.

A estos efectos, las propuestas básicas de los teóricos de la oferta son las siguientes:58 Por ejemplo, la compra y venta de oro y la participación en mercados de futuros.59 Este planteamiento se elabora ampliamente en Robert E. Keleher, Supply-Side Effects of Fiscal Policy: Some Preliminary Hypothesis, Federal Reserve Bank of Atlanta, Junio de 1979, 26 págs.

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(1) Recortes considerables y sostenidos por varios años en las contribuciones de individuos y de negocios para estimular el esfuerzo laboral e incrementar la inversión. En lo que se refiere a los individuos, los teóricos de la oferta apoyan--e inspiraron--el proyecto Kemp-Roth, que propone la concesión de alivios contributivos del orden del 10 por ciento por tres años consecutivos, con algún tipo de atadura de las tasas de contribución a la inflación del cuarto año en adelante.60 De igual modo, proponen esquemas de depreciación acelerada para las empresas. De hecho, el congresista Jack Kemp, coautor del proyecto Kemp-Roth, argumenta a favor de la aceleración de 40 por ciento en los ¨tax write offs¨ que los negocios pueden reclamar en lo que se refiere a inversiones en nueva maquinaria y equipo, al mismo tiempo que apoya la reducción de 28 a 20 por ciento en la contribución máxima por ganancias de capital.61

Inclusive se ha propuesto la exención contributiva sobre el interés pagado a los negocios por concepto de cuentas de ahorro y por dividendos.62

(2) La desaceleración del crecimiento del gasto gubernamental, con miras a aliviar la carga contributiva de los individuos y de los negocios y liberar los recursos financieros que revitalicen la inversión privada.

(3) La eliminación del ¨fine-tuning¨ fiscal y monetario y el fomento de una dependencia cada vez mayor en las fuerzas dinámicas de la economía de mercado.

(4) La implantación de una política monetaria cautelosa, con el objetivo de amoldar el crecimiento de la oferta monetaria al potencial de crecimiento a largo plazo--no a las fluctuaciones cíclicas a corto plazo-- de la economía.

60 La atadura de las tasas contributivas a los índices de precios es lo que en inglés se conoce como ïndexation¨. 61 Véase ¨The Biggest Challenge¨, Time, 19 de enero de 1981, pág. 65.62 Ibid, pág. 65

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En términos más amplios, los teóricos de la oferta plantean que los esfuerzos de política pública deben dirigirse hacia medidas que aumenten las cantidad y la calidad de elementos productivos tales como la mano de obra, la planta y el equipo, los recursos naturales, las materias primas y el capital financiero, de manera que se fortalezca a largo plazo el lado de la oferta de la economía.

La piedra angular de la economía del lado de la oferta es la llamada curva de Laffer, que describe teóricamente cómo las tasas contributivas afectan la recaudación gubernamental. De acuerdo con esta curva, la recaudación gubernamental es cero, por supuesto, cuando la tasa contributiva es cero; pero es también cero cuando la tasa contributiva es 100 por ciento. La base contributiva depende de la producción y del ingreso, mientras que la recaudación contributiva es el producto de la base contributiva multiplicada por la tasa contributiva. A medida que aumentan la actividad productiva y la tasa contributiva, aumenta la recaudación gubernamental, la cual se maximiza en algún punto dado. Más allá del punto de maximización, los aumentos contributivos desalientan el esfuerzo productivo al tal punto que se debilita la base contributiva y la recaudación baja, ya que las tasas contributivas más altas son más que contrapesadas por la reducción en la producción. En caso de que la economía se encuentre a la derecha del punto de maximización, la recaudación gubernamental puede aumentarse mediante una reducción de la tasa contributiva -- el llamado efecto Laffer--ya que la inversión, la oferta de trabajo y la productividad responderán tan positivamente al incentivo de una menor tasa contributiva que la producción y los ingresos (la base tributaria) aumentarán, y, en consecuencia, aumentará la recaudación. Lo ingenioso de la argumentación está en que siempre hay dos tasas contributivas que generan la misma recaudación, una baja y una alta, lo cual inclina la balanza a favor de la primera ya que ofrece la misma recaudación a un nivel de producción mas alto. Es decir, los alivios contributivos no necesariamente implican una recaudación

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menor--al menos en el mediano plazo--ya que a la larga incrementan la base contributiva.63

Evaluación del planteamiento de los teóricos de la oferta

Las perspetivas teóricas y planteamientos prácticos de los teóricos de la oferta no son algo nuevo en el pensamiento económico. Antes bien, parecen un redescubrimiento de las ideas de los economistas clásicos, particularmente de Juan Bautista Say, Adam Smith y John Stuart Mill, y de los debates sobre el desarrollo económico típicos de los primeros años de la postguerra. Tanto en los clásicos como en los desarrollistas predominaba la preocupación por las medidas para incrementar la oferta total de bienes y servicios producidos en la economía. En 1752, en un tratado acerca de los impuestos, David Hume64 expresó su preocupación por el daño que la tributación excesiva le hace a la actividad productiva. Lo mismo hizo Adam Smith en 1776 en su libro clásico An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations65. La preocupación por la necesidad de que la acción gubernamental esté orientada a estimular la producción en vez del consumo fue formulada explícitamente por Juan Bautista Say en su famosa Carta a Malthus en 1820 y elaborada ampliamente por John Stuart Mill en varias de sus obras. De igual modo, en los debates de los desarrollistas del siglo XX sobre si el desarrollo económico debía ser balanceado o desbalanceado, así como en las aportaciones de la escuela estructuralista latinoamericana, dedicada a estudiar el subdesarrollo no como una etapa sino como una estructura del atraso basada en la dependencia y en el infradesarrollo de la capacidad 63 La discusión sobre la curva Laffer y la descripción de las implicaciones de la misma sigue de cerca la interesante presentación que hace sobre el tema en The Chase Economic Observer, Vol. 1, Núm. 2, Marzo--Abril de 1981, págs. 7-9.64 David Hume, Writings on Economics, Books for Libraries Press, Freeport, New York, 195565 Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, University of Chicago Press, Chicago, 1976

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productiva, predomina la preocupación por los problemas del lado de la oferta.

La verdadera aportación de los teóricos de la oferta reside en que le han hecho recordar a los keynesianos y a los monetaristas, que se hallaban totalmente embebidos en debates acerca del valor relativo de la política fiscal vis-a-vis la política monetaria en la manipulación de la oferta agregada, que las realidades de la oferta agregada--tales como la cantidad, calidad y actitud de la fuerza trabajadora, la renovación de la maquinaria y el equipo de producción, las expectativas de ganancia de las empresas y la disponibilidad de capital financiero--merecen una cuidadosa consideración.

Ahora bien, el éxito casi instantáneo de la economía de la oferta y la legitimidad del reclamo por un balance adecuado entre la atención que se le presta a la demanda agregada y la que recibe la oferta agregada no puede hacernos olvidar ciertas dificultades analíticas, metodológicas y prácticas que tiene esta nueva orientación del pensamiento macroeconómico.

En primer lugar, a pesar de las ya aludidas tangencias con el pensamiento clásico, la economía del lado de la oferta carece aún de rigor conceptual y no está apoyada por un cuerpo bien desarrollado de investigaciones empíricas. Aparte de la ya discutida curva de Laffer, que es una variante analítica de una vieja preocupación de la economía de la hacienda pública por los efectos de la tributación excesiva, y de ciertas deducciones microeconómicas abstractas acerca de los efectos distorsionantes de los impuestos en los mercados de trabajo y de capital66, los cuales generalmente intentan demostrar que los impuestos reducen tanto la demanda como la oferta de ambos elementos debido al desaliento de las actividades productivas, la aportación de los teóricos de la oferta es muy limitada. A estos efectos, conviene recordar que la inserción

66 Una excelente discusión sobre este asunto aparece en Robert E. Keheler, Loc. Cit.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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de la economía del lado de la oferta en el debate económico es muy reciente y que la teoría no ha tenido el largo periodo de maduración en las universidades y de corroboración empírica en los centros de investigación que tuvo el keynesianismo. Al contrario, la teoría de la oferta pasó abruptamente de la mesa de estudio al gabinete presidencial antes de que sus propulsores tuvieran tiempo para refinar sus planteamientos.

En el plano histórico, los teóricos de la oferta han recurrido a ciertas experiencias de alivio contributivo como evidencia para apoyar sus principales tesis. Así, aluden a diversas instancias en la historia en que los recortes contributivos llevaron a fuertes expansiones en la actividad productiva. No obstante, la principal evidencia que se cita, que son los recortes contributivos que se hicieron en 1964 a instancias de la Administración Kennedy-Johnson, resulta algo capciosa ya que en esa ocasión existía un marco bien definido de políticas de ingreso y la tasa inflacionaria apenas ascendía a 1.2 por ciento, en comparación con la inflación de dos dígitos, alimentada por las alzas en los costos energéticos, que se ha observado recientemente. Conviene recordar, además, que, a diferencia de los teóricos de la oferta, quienes colocan el énfasis mayor en los alivios contributivos a las personas, las iniciativas de la Administración Kennedy-Johnson enfocaron su atención en medidas orientadas a estimular la inversión y reducir los costos de producción, tales como: (1) créditos contributivos a la inversión, (2) esquemas de depreciación liberales, (3) reducción de las tasas de interés a largo plazo y (4) las ya mencionadas guías de precios y salarios que evitaban que las medidas se convirtieran en presiones inflacionarias.

En el plano empírico, la incorporación de las preocupaciones de los teóricos de la oferta a los modelos econométricos, ya se trate de añadir a los modelos existentes ecuaciones que recojan las variaciones cuantitativas y los cambios cualitativos de la oferta agregada--o de la oferta de los diversos sectores productivos

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de la economía--o de proyectos de gran envergadura como el que propuso Lawrence Klein67 en su mensaje presidencial a la nonagésima Asamblea Anual de la American Economic Association, es una interesante perspectiva y constituye una dimensión en la cual la nueva orientacion puede enriquecer el análisis económico.

En efecto, Klein no sólo sugiere que se integren las relaciones de oferta a los modelos econométricos sino que plantea la necesidad de desarrollar una síntesis de los enfoques de demanda y oferta, tanto mediante la desagregación del lado de la oferta por sector de producción y el uso de la técnica de insumo-producto para explicar los flujos intermedios en la economía--introduciendo la modalidad de que los coeficientes de producción varíen de acuerdo con los precios relativos--como mediante el desarrollo de sistemas parciales de análisis econométrico que le den un tratamiento detallado y explícito a problemas típicos del lado de la oferta, particularmente en las áreas de suministros energéticos, producción agrícola, control poblacional, agotamiento de recursos y contaminación ambiental.

En fecha reciente, el Joint Economic Committee del Congreso comisionó a la firma de consultores econométricos Data Resources, Inc. para examinar la magnitud de las respuestas del lado de la oferta a los alivios contributivos mediante simulaciones llevadas a cabo con un modelo econométrico que incorpora ecuaciones de oferta. Aunque los resultados no fueron concluyentes, los mismos indicaron que las políticas del lado de la oferta podrían hacer una contribución a largo plazo al crecimiento del acervo de capital, al mejoramiento de la productividad y a la reducción de la inflación, pero se halló que la magnitud de los efectos era muy pequeña.68

67 Lawrence Klein, ¨The Supply Side¨, The American Economic Review, Vol. 68, Núm. 1, pags. 1-7.68 The Chase Manhattan Bank, Business in Brief, Marzo-Abril de 1980, págs. 3-4.

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Una crítica sumamente seria al programa de recortes contributivos que proponen los teóricos de la oferta la formuló recientemente Walter W. Heller69, ex-presidente del Consejo de Asesores Económicos--bajo las administraciones de Kennedy y Johnson--. De acuerdo con Heller, el salto en la demanda agregada asociado con los alivios contributivos a personas que propone el plan Kemp-Roth provocaría, paralelo a los estímulos al ahorro y a la inversión, una fuerte presión inflacionaria en un contexto en el cual la inflación de dos dígitos es un problema crucial. Más específicamente, el relativo rezago de la respuesta de la oferta agregada, en comparación con la respuesta casi inmediata de la demanda agregada--se calcula que en Estados Unidos por cada dólar de contributivo la demanda agregada aumenta en dos dólares--podría generar presiones inflacionarias que frustrarían la intención original de estimular la oferta mediante el alivio contributivo.

Al colocar tanto énfasis en los recortes contributivos en masa para los individuos y las corporaciones, los teóricos de la oferta se ven obligados a recomendar que se hagan severos recortes en los programas de gasto del gobierno de Estados Unidos, con miras a evitar un déficit de grandes proporciones en el fisco en las primeras etapas del nuevo programa económico. Como cabría esperar, esta recomendación es severamente criticada por los economistas liberales, a quienes les preocupa no sólo el hecho de que los alivios contributivos que proponen los teóricos de la oferta redistribuyen la riqueza a favor de las personas de altos ingresos, sino que implican la eliminación o reducción substancial de programas de gasto que benefician a los pobres y/o a las minorías étnicas.70

Otra crítica liberal es que el mantenimiento de una política restrictiva de la oferta monetaria conlleva la 69 Walter W. Heller, ¨Can We Afford the Costs of Kemp-Roth?, The Wall Street Journal, 10 de febrero de 1981, pág. 26.70 Christopher Conde, ¨The doubts of Liberal Economists¨, The Wall Street Journal, 27 de febrero de 1981, pág. 27

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prolongación de tasas de interés altas que dificultan la obtención de financiamiento, particularmente en el caso de los pequeños negocios, e impiden la expansión de la actividad que es necesaria para resolver el problema del desempleo.

Tal vez la mejor estrategia que pudieron haber seguido los teóricos de la oferta hubiese sido recalcar, en forma paralela a las recomendaciones de alivios contributivos, la necesidad de fortalecer diversos aspectos del lado de la oferta tales como el mejoramiento de los mercados de trabajo, capital y dinero; la eliminación de la regulación excesiva de la actividad económica; el fomento de programas que estimulen el empleo de personas con severas dificultades para integrarse al mercado de trabajo--esto es, la reducción del desempleo estructural--; el desarrollo y expansión de alternativas energéticas renovables--el sol, la biomasa, la energía océano-termal--y otras. De este modo, al argumento a favor de la nueva orientación no hubiese recaído tanto en hipótesis que difieren marcadamente, en el plano teórico y práctico, de las prescripciones keynesianas y que, al mismo tiempo, tienden a dar la impresión de que hay un camino mágico que no exige grandes sacrificios hacia el crecimiento acelerado con altos niveles de productividad y sin inflación.

En la actualidad, los teóricos de la oferta, algunos de los cuales tienen unas participación directa en la Administración Reagan, tendrán que demostrar en la práctica que las medidas que ellos proponen no son un riesgo demasiado grande, sino la medicina que cure los principales males de la economía norteamericana.

A todo esto, el riesgo es que una iniciativa intelectual de méritos vaya a parar en el olvido como consecuencias de políticas económicas intempestivas. No obstante, dado el alto grado de frustación que existe en Estados Unidos con respecto a la capacidad de las medidas keynesianas y monetaristas para aliviar los principales problemas

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macroeconómicos, no es extraño que las hipótesis del lado de la oferta hayan sido incorporadas, con variantes más o menos significativas, al programa económico del Presidente Reagan y que los próximos años se perfilen como la prueba crucial de una teoría que apenas se halla en esbozo.

NOTA

La primera versión de este artículo se publicó en el Boletín Económico, de la Junta de Planificación, en el número correspondiente a septiembre de 1981, páginas 56-84, cuando el autor era Director del Negociado de Análisis y Proyecciones Económicas de esa institución. Debo agradecer el trabajo de edición del artículo que hizo la Dra. Luz M. Torruellas, quien a la sazón era consultora del Área de Análisis y Asesoramiento Económico de la Junta de Planificación. Este trabajo se tradujo al inglés y se publicó en Puerto Rico Business Review, la revista del Banco Gubernamental de Fomento, en el número correspondiente a julio-agosto de 1981, págs. 19-24.

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REFERENCIAS

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Business Week, ¨A Guide to Understanding the Supply Siders¨, 22 de diciembre de 1980, págs. 76-78

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Fortune, ¨How to Regain Our Competitive Edge?¨, 9 de marzo de 1981, págs. 74-90

Gutiérrez, Elías, ¨La teoría de la oferta y sus consecuencias en Puerto Rico¨, El Mundo, 27 de marzo de 1981

Heller, Walter W., ¨ Can We Afford the Costs of Kemp-Roth?¨, The Wall Street Journal, 10 de febrero de 1981

Keleher, Robert E., Supply-Side Effects of Fiscal Policy: Some Preliminary Hypothesis, Federal Reserve Bank of Atlanta, Junio de 1979, 24 págs.

Klein, Lawrence, ¨The Supply Side¨, American Economic Review, Marzo de 1978, págs. 1-7

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Time, ¨ The Biggest Challenge¨, 19 de enero de 1981, págs. 60-67

Wallis, W. Allen, The Overgoverned Society, The Free Press, New York, 1976

Wanniski, Jude, The Way the World Works: How Economies Fail and Succeed, Basic Books, Inc., New York, 1978

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EL DEBATE SOBRE LA ADOPCIÓN TOTAL O PARCIAL DEL PATRÓN ORO EN ESTADOS UNIDOS

Introducción

Cuando en junio de 1981 el Presidente Reagan nombró una comisión de 17 miembros71 para estudiar la posibilidad de restaurar el vínculo entre el dólar y el oro y hacer recomendaciones acerca del papel del oro en el sistema monetario doméstico e internacional, se originó inmediatamente un intenso debate acerca de la conveniencia de adoptar total o parcialmente el patrón oro en Estados Unidos.

Los favorecedores de la restauración del patrón oro se dividieron en dos grupos: los fundamentalistas u ortodoxos, que promulgan el retorno al patrón oro puro o clásico, y los teóricos de la oferta, los economistas más influyentes dentro de la nueva administración, que favorecen que se instituya un tipo de patrón oro parcial de nuevo cuño.

71 La Comision la componen legisladores, gobernadores del Sistema de la Reserva Federal, abogados, hombres de negocio y oficiales de la Administracion Reagan.

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De igual modo, los opositores del patrón oro separaron en dos grupos principales: los monetaristas, que respaldan los controles monetarios que ejerce el Sistema de la Reserva Federal, y los keynesianos de diversos matices, que le asignan un papel limitado al dinero y orientan sus recomendaciones de política pública hacia el manejo de la política fiscal y de la deuda pública.

El propósito de este trabajo es resumir los términos de la polémica que se ha suscitado en Estados Unidos en torno a este controversial tema. Para lograr este propósito debemos repasar ciertas nociones básicas acerca del patrón oro. De igual modo, nos interesa describir brevemente la experiencia histórica bajo ese sistema, ya que en buena medida los argumentos a favor del mismo descansan en una visión nostálgica de la estabilidad lograda mundialmente en el periodo de 1880-1914, la llamada edad dorada del patrón oro.

Definición del patrón oro

El patrón oro es un sistema monetario en el cual la unidad estándar es un peso fijo en oro o se sostiene a un valor fijo en oro. Existen dos variantes: el patrón oro interno y el patrón oro internacional. En la primera variante las monedas de oro circulan como moneda oficial ("legal tender") o el papel moneda puede convertirse libremente en oro a un precio fijo establecido por las autoridades monetarias. Éstas, a su vez, deben estar en disposición de convertir el papel moneda en oro a petición de los ciudadanos. En la segunda variante, el oro o una moneda circulante convertible al oro a un precio fijo se usa como medio de pagos al nivel internacional. Siempre y cuando que se permita la libre importación y exportación de oro, la existencia del patrón oro interno en varios países implica que éstos están en un sistema de patrón oro internacional, ya que en tales circunstancias las transacciones

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internacionales se cerrarían mediante movimientos de oro. De hecho, es posible que, aunque ningún país tenga el patrón oro interno, exista un patrón oro internacional en caso de que se acepte la libre importación y exportación del metal.

En su versión más completa o pura el patrón oro conlleva: (1) la libre acuñación de moneda; (2) la libre fundición del oro; (3) el libre movimiento a nivel internacional del oro. Más explícitamente, los ciudadanos tienen pleno derecho a: (1) presentar oro en cantidades ilimitadas a las autoridades monetarias y recibir a cambio un peso igual en oro en la acuñación oficial del estado; (2) fundir monedas (cuyo peso y calidad estén legalmente especificados por las autoridades monetarias) con miras a obtener su contenido en oro; 3) importar y exportar monedas o lingotes de oro a discresión sin que ello esté sujeto a cargos o impuestos substanciales.

Aun en el caso de que existiera el papel moneda paralelo a las monedas de oro, la posición del patrón oro podría lograrse si las autoridades monetarias están dispuestas tanto a comprar o vender oro en cantidades ilimitadas a un precio fijo en papel moneda convertible como a abstenerse de restringir la importación y exportación de oro.

Una pregunta lógica es: ¿por qué ha de usarse el oro y no otro metal? En primer lugar, el oro tiene todas las características deseables del dinero, a saber es: duradero, fácil de reconocer, almacenar y transportar, divisible y apto para ser definido en unidades estándar. Más aún: a diferencia del papel moneda, los cambios en el acervo de oro están limitados, tanto a corto como a largo plazo, por altos costos de producción. Ante todo, como señala Michael D. Bordo72, el oro es una forma de dinero-mercancía, lo que implica que el mismo tiende a mostrar, por vía del mercado 72 Michael D. Bordo, "The Classical Gold Standard: Some Lessons for Today”, en Federal Reserve Bank of St. Louis Review, Mayo de 1981, Vol. 63, Núm. 5, págs. 2-3.

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competitivo, estabilidad en su precio a largo plazo. Esto es, el poder adquisitivo de una unidad de dinero-mercancía (bien sea el oro u otro tipo de mercancía) siempre tiende hacia la igualdad con su costo de producción a largo plazo.

Ventajas y desventajas del patrón oro

Desde que el sistema de patrón oro hizo su aparición en la realidad económica inglesa a principios del siglo XIX, existe una polémica entre los economistas acerca de las ventajas y desventajas del mismo. En la literatura económica los argumentos más comunes a favor del sistema son los siguientes:

1. Limita el poder del gobierno y/o de los bancos para causar la inflación de precios mediante la emisión excesiva de papel moneda. Más explícitamente: al existir la plena convertibilidad interna del papel moneda en oro, un intento de las autoridades monetarias de financiar sus deudas por vía de la emisión de papel moneda sería anulado por un movimiento hacia la tenencia de oro y por una desconfianza general en el papel moneda. Por tanto, el papel moneda se debilitaría en todas sus funciones, es decir, como medio de pagos, como acervo de valor y como medida de pagos diferidos, aunque siga siendo una medida de valor.73

2. Crea certidumbre en el comercio internacional al proveer un patrón fijo de tasas de intercambio. Lo único que tiene que hacer cada país es mantener fijo el precio de un determinado peso en oro, lo que permite determinar inmediatamente la tasa de intercambio a la par.74

3. Promueve la estabilidad de precios a largo plazo tanto a nivel nacional como internacional a pesar de que haya fluctuaciones en los niveles de producción, y al mismo 73 Estas son las cuatro funciones que la teoría monetaria le asigna al dinero.74 En realidad, bajo el patrón oro la tasa de cambio de una moneda por otra variaba a un intervalo definido por los llamados puntos del oro (que no eran otra cosa que los costos de transportación del oro de un país a otro).

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tiempo elimina las fluctuaciones cíclicas de la economía que puedan surgir de la manipulación de los agregados de dinero fiduciario.75

En cambio, argumentos clásicos en contra del patrón oro son los siguientes:

1. No permite suficiente flexibilidad de la oferta monetaria. La oferta de oro podría crecer a un ritmo mucho más lento que la producción económica. Así, la falta de dinero circulante podría ser un límite para una expansión económica no inflacionaria.

2. Hace difícil que un país pueda aislar su economía de procesos ya sea depresivos o inflacionarios a nivel mundial. Por ejemplo, un país que tenga por un periodo prolongado una balanza comercial favorable, lo que implica una continua entrada de oro, puede verse obligado a aumentar su oferta monetaria, generando así una fuerte presión sobre los precios a nivel doméstico. O bien, una recesión mundial que implique una declinación de las exportaciones de un país dado y por tanto de la entrada de oro al mismo, debido a la reducción en ingreso de los residentes de otros países, unida a un periodo de escaso crecimiento de la producción de oro a nivel mundial, puede producir una disminución del ritmo de crecimiento a nivel doméstico como consecuencia de la falta de una adecuada oferta monetaria.

3. La recuperación de un país que entre en problemas de balanza de pagos es lenta y onerosa bajo el patrón oro, y requiere severos procesos deflacionarios y periodos extensos de recesión y alto desempleo.

Como veremos más adelantre, la polémica reciente en torno a la adopción del patrón oro en Estados Unidos toma los ribetes de los argumentos clásicos en contra y a favor de este sistema, con variantes que en buena medida son 75 Es decir, dinero cuya base de apoyo es la confianzsa en la estabilidad monetaria del pais que lo emite.

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función de la coyuntura particular por la cual atraviesa la economía norteamericana en la actualidad

La trayectoria del patrón oro76

En el siglo XVIII, Inglaterra y casi todos los demás países del mundo utilizaban un sistema monetario bimetálico basado primordialmente en la plata. Bajo ese sistema tanto el oro como la plata servían como moneda oficial y la proporción o tasa de intercambio entre ambos metales era fija. La relación entre la tasa de cambio oficial del oro por la plata y la tasa de mercado era la que determinada si los dos o sólo uno de esos metales actuaba como moneda. Luego de las Guerras Napoleónicas, que terminaron con la Batalla de Waterloo en 1915, las cuales causaron un prolongado periodo inflacionario en toda Europa, Inglaterra restauró el pago de transacciones internacionales en oro en 1821 y, al hacerlo, entró en el patrón oro. Ya en 1870 el patrón oro monometálico había sido adoptado por Alemania, Francia y Estados Unidos y para el 1880 la mayoría de los países del mundo se hallaban en alguna variante del sistema.

Los países que adoptaron el patrón oro tenían tres principales objetivos: facilitar el cierre de transacciones comerciales y financieras internacionales; promover la estabilidad de las tasas de intercambio de moneda; y mantener la estabilidad de precios al nivel doméstico.

El periodo clásico del patrón oro fue de 1880 a 1914. Gran parte del atractivo que aún ejerce esta institución económica se debe a que predomina la noción de que ese fue un periodo único en la historia mundial en el cual se observaron tendencias económicas altamente deseables: 76 Con kigeras variaciones, la cronologia que se presenta a continuacion sigue los lineamientos del articulo de Michael D. Bordo antes citado.

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crecimiento económico acelerado, libre movimiento de recursos, libre comercio, estabilidad económica y, ante todo, paz política.

El patrón oro a escala mundial se desplomó durante la Primera Guerra Mundial, si bien sobrevivió parcialmente en Estados Unidos de 1914 a 1925, con excepción de un lapso de dos años (de 1917 a 1919) en que hubo un embargo de las exportaciones de oro.

De 1925 a 1931 el patrón oro fue sustituido por lo que se conoce en inglés como el "gold exchange standard", un sistema bajo el cual los países podían sostener sus reservas monetarias tanto en oro como en dólares o libras, con excepción de Estados Unidos e Inglaterra, que estaban obligados a mantenerlas en oro. Como complemento, la mayoría de los países adoptaban políticas de esterilización del oro para evitar que la entrada de oro se tradujera en expansiones no deseadas de la oferta monetaria. Este sistema se desmoronó en 1931 debido a los estragos de la Gran Depresión, a lo que siguió un periodo de predominio del dinero fiduciario sujeto a controles por parte de las autoridades monetarias.

De 1946 a 1971 se instauró lo que se conoce como el sistema de Bretton Woods, que no fue otra cosa que un intento de restaurar parcialmente el patrón oro. En este caso el dólar norteamericano se usaba como reserva internacional. Todos los países--con excepción del conjunto de países que usaba la libra esterlina inglesa--cerraban sus transacciones internacionales mediante la transferencia de dólares, mientras que Estados Unidos fijaba el precio del oro en $35.00 la onza, mantenía reservas substanciales en oro y cerraba las transacciones internacionales con el pago o recibo de oro.

No obstante, el uso de los dólares norteamericanos como reservas internacionales, en conjunción con la existencia de continuos déficits en la balanza de pagos con

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el resto del mundo, particularmente con los países europeos, que se hallaban en plena expansión de su capacidad productiva, redujeron marcadamente las reservas en oro de Estados Unidos. Éstas declinaron de $24.5 billones en 1949 a $11.1 billones en 197177.

La pérdida de confianza a nivel mundial en la capacidad de Estados Unidos para redimir sus dólares en oro, unido a la resistencia de muchos países a pagar a los norteamericanos lo que se conocían como impuestos de inflación y de seignoirage78, llevaron al colapso del sistema de Bretton Woods. Cuando en agosto de 1971 el Presidente Nixon decidió que Estados Unidos no cambiaría más sus reservas en oro por dólares en manos de bancos extranjeros, eliminó el último vínculo entre el dólar y el oro y, por tanto, acabó con el ultimo vestigio del patrón oro.

En 1975 el papel del oro fue disminuido aún más cuando el Gobierno de Estados Unidos comenzó a vender parte de sus tenencias en oro en el mercado abierto, convirtiendo el oro más en una mercancía que en un patrón del sistema monetario internacional. En 1978, en conjunción con reformas impulsadas por el Fondo Monetario Internacional, el Congreso removió formalmente a Estados Unidos del patrón oro sobre una base internacional. A fines de la década pasada ninguna moneda internacional principal era redimible en oro.

Los favorecedores del patrón oro

Desde tiempos inmemoriales existe la noción de que el oro es una magnífica defensa contra la erosión del poder 77Council of Economic Advisors, Economic Report to the President, Febrero de 1971, Tabla C-92, pag. 30478 El seigniorage era la ganancia o cargos que surgían de la acuñación de monedas de oro y plata. Usualmente consistía en la diferencia entre el valor nominal y el valor intrínseco del metal. En el caso bajo discusión, se trataba de un impuesto que Estados Unidos recuadaba para cubrir el costo de apoyar el sistema monetario mundial con sus reservas en oro.

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adquisitivo del dinero que causa la inflación. Así, en periodos en que se anticipa que habrá un incremento acelerado en los precios, la recomendación es que se invierta en oro, ya que la espiral inflacionaria lleva a que el oro aumente considerablemente de valor y pueda luego ser vendido con una ganancia apreciable.

Ahora bien, los actuales defensores del patrón oro no obedecen a razones especulativas tan simplistas, sino que señalan la importancia que tiene el oro en la solución de problemas macroeconómicos tan importantes como la inflación, las altas tasas de interés, el crecimiento de los déficits gubernamentales y el desempleo.

Un típico ejemplo de un defensor fundamentalista del sistema de patrón oro es Lewis E. Lehrman79, hombre de negocios de Nueva York y miembro de la Comisión del Oro. La línea de argumentación de Lehrman es la siguiente: la inflación y los problemas asociados con la misma--restricciones monetarias, altas tasas de interés, procesos recesionarios--son causados por un exceso de dinero en la economía. El Sistema de la Reserva Federal rehúsa atemperar la oferta monetaria a niveles de crecimiento consistentes con un desarrollo no inflacionario de la economía. En cambio, la producción de oro aumenta a un paso estable de 1.5 a 2.0 por ciento al año, lo cual por una feliz coincidencia es precisamente el nivel de expansión de largo plazo de la oferta monetaria que muchos economistas consideran no inflacionario. En consecuencia, una legislación que permita el cambio de dólares por oro en manos del estado, a un precio fijo, que ataría la oferta monetaria al acervo de oro, podría poner fin a la sobreproducción inflacionaria de dinero.

De igual modo, el representante Ronald E. Paul--Republicano-Texas- miembro también de la Comisión del Oro, no sólo cree que el gobierno debe comprometerse a 79 Citado por Alfred L. Malabre, Jr., en su artículo titulado ¨The Trouble with a New Gold Standard¨, The Wall Street Journal, 3 de septiembre de 1981.

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redimir los dólares con oro sino que debe acuñar monedas de oro. Más aún: Paul argumenta que a los ciudadanos se les debe permitir montar sus propios bancos y acuñar su propia moneda en competencia con el estado.80

Como cabría esperar, a la luz de los ya discutidos argumentos clásicos, lo que fascina a los fundamentalistas es la simplicidad, al menos en teoría, del patrón oro puro, bajo el cual el Sistema de la Reserva Federal perdería gran parte de su control de la oferta monetaria. Antes bien, el crecimiento monetario sería automático. Si los precios en el país estuvieran subiendo a un ritmo más acelerado que en otros países, el oro se escaparía de las arcas del gobierno a medida que las personas cambien sus dólares cada vez menos valiosos por oro. A la par que se reduzcan las reservas en oro, se contraería la oferta monetaria, disminuiría la actividad económica--por falta de dinero para transacciones y para el financiamiento del gasto privado y público--y la inflación se atenuaría. Al bajar los precios, el oro nuevamente fluiría hacia las arcas gubernamentales y el proceso volvería a su comienzo.

Una posición teórica más sutil y más realista acerca del papel del patrón oro es la que defienden los teóricos de la oferta.81Preocupados por la creciente influencia de los economistas monetarios sobre el Presidente Reagan, lo cual amenaza con debilitar la hegemonía que Arthur Laffer, Jude Wanniski, el representante Jack Kemp y otros destacados propulsores de la teoría de la oferta tienen en la formulación de la política económica de la nueva administración, estos últimos han desatado una ofensiva contra los controles monetarios, señalando que el estímulo que la economía norteamericana recibirá por motivo de los alivios contributivos en masa será neutralizado por las altas tasas 80 Véase The New York Times, ¨Notion of Reviving Gold Standard Debated Seriously in Washington¨, 18 de septiembre de 1981, pág. 1, Sección 1.81 Para una descripción de los principales planteamientos de los teóricos de la oferta, véase en este mismo volumen el artículo titulado La economía de la oferta: realidad y perspectiva.

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de interés asociadas con la política restrictiva de la oferta monetaria que siguen el Sistema de Reserva Federal y el Tesoro. De ahí que los teóricos de la oferta, particularmente Laffer y Wanniski, apoyen el retorno a algún tipo de patrón oro como complemento del programa económico del Presidente Reagan.

En realidad, los teóricos de la oferta no son antimonetaristas ni se oponen a la política monetaria cautelosa del Sistema de Reserva Federal. Su preocupación se centra, más bien, en el escepticismo en cuanto a la habilidad real de las instituciones monetarias para controlar la oferta monetaria, ya que ellos piensan que los bancos, los individuos y las corporaciones se las ingenian para inventar nuevos instrumentos monetarios y crediticios que actúan como dinero --los llamados cuasi-dineros-, a tal punto que el dinero se torna difícil de definir y, más aún, de controlar. De ahí que los teóricos de la oferta crean que la cantidad de dinero debe depender de la cantidad de oro en manos del gobierno, la cual es, según ellos, un agregado claramente definido y controlable.

El plan de retorno al patrón oro que propone Laffer, el cual fue presentado como proyecto ante el Congreso por el Senador Jesse Helms--Republicano-Carolina del Norte--es muy interesante, aunque algo extravagante y complicado.82Bajo este plan los pasivos totales del Sistema de Reserva Federal tendrían un respaldo de 40 por ciento en oro. Estos pasivos, que consisten en moneda circulante, reservas de los bancos miembros y depósitos de bancos extranjeros y del Tesoro, montaban a cerca de $163 billones en agosto de 1981. A diferencia de los fundamentalistas, Laffer está dispuesto a admitir que el retorno a un sistema monetario en que cada dólar esté respaldado por y sea convertible al oro es casi imposible, en vista de que el acervo total de dólares y obligaciones en dólares en el mundo asciende a cerca de $1 trillón y las reservas en oro de 82 La descripción del plan de Laffer apareció en Business Week, ¨A Return to the Gold Standard¨, 21 de septiembre de 1981, pág. 118.

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Estados Unidos ascienden a 264 millones de onzas, lo que haría necesario un precio de alrededor de $3,880 la onza para lograr el respaldo y la convertibilidad total.

Laffer sugiere que el Presidente anuncie que Estados Unidos se propone retornar a patrón oro dentro de un periodo de tres meses. Al cabo de ese tiempo la Reserva Federal ataría el valor del dólar al precio de mercado del oro. El valor del dólar se definiría en términos de una cantidad fija de oro, y el Tesoro y la Reserva Federal tendrían que comprar o vender oro a cambio de dólares según fuera la demanda doméstica o externa.

A partir de periodo preparatorio de tres meses, el Sistema de Reserva Federal seguiría la política de mantener un acervo de oro igual al 40 por ciento de sus pasivos. Cuando el por ciento de respaldo de oro se moviera 25 por ciento por encima o por debajo de esa proporción, el Sistema de Reserva Federal se vería obligado a modificar su política monetaria. Así, en caso de que Estados Unidos experimentara una rápida aceleración de los precios, que llevaría a los ciudadanos a comprar oro debido a la pérdida de confianza en el dólar, la reducción del acervo de oro más allá del límite inferior llevaría a la adopción de una política restrictiva del crédito y de la oferta monetaria. Lo contrario ocurriría en una deflación.

Ahora bien, en caso de que las políticas restrictivas no logren detener la inflación y la pérdida de oro de las arcas públicas, el plan reserva la alternativa de hacer una suspensión prudente de la compra y venta de oro por un periodo de tres meses en lo que el mercado determina un nuevo precio del metal. Durante ese periodo el Sistema de la Reserva Federal se abstendría de tomar acciones que influyan sobre la oferta monetaria. Al cabo de tres meses, el gobierno restauraría la convertibilidad e intentaría reconstituir el sistema nuevamente.

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Aludiendo al hecho de que ningún país de la comunidad mundial puede establecer una política monetaria que no tome en cuenta el sistema global del cual forma parte, Robert M. Mundell83, profesor de Columbia University, cuyos trabajos académicos dieron pie al desarrollo de la teoría de la oferta, propone lo que él llama el ¨Equilibrium Atlanticum-Pacificum¨, que es en esencia un nuevo sistema de patrón oro internacional ajustado a las realidades económicas y políticas contemporáneas. Partiendo de los supuestos de que Estados Unidos es aún la economía dominante de Occidente, el dólar es aún la principal moneda usada como reserva y el oro es aún el otro componente principal de las reservas internacionales, Mundell propone un programa de 11 puntos como plan de reestructuración de un patrón oro a nivel mundial. Los puntos o guías de política económica que él propone son los siguientes:

1. Estabilización del precio en dólares del oro, probablemente en el recorrido de $300 a $600 la onza, a ser determinado por Estados Unidos y sus aliados.

2. Emisión de una moneda de oro (cuyo peso sea varias fracciones de una onza) con un valor nominal igual a la paridad en oro estabilizada.

3. Estabilización de otras monedas, particularmente del marco alemán, con respecto al dólar.

4. Obediencia de una franca disciplina monetaria en Estados Unidos, de manera que la base monetaria norteamericana84 crezca o se reduzca de acuerdo con las compras y ventas de oro.

5. Los países que no aten sus monedas al oro habrán de obedecer cierta disciplina en sus balanzas de pagos, de 83 Mundell, Robert M., ¨Gold Would Save into the 21st. Century¨,The Wall Street Journal, 30 de septiembre de 1981, pág. 28.84 La base monetaria o "dinero de alto poder", como se conoce en los círculos financieros, consiste en las reservas bancarias y el dinero en manos del público.

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manera que la base monetaria nacional suba o baje con aumentos y disminuciones en las reservas de oro y divisas externas.

6. Coordinación de las tasas de interés para evitar discrepancias excesivas entre países que lleven, como ocurre en la actualidad, a desequilibrios en los mercados financieros.

7. Supervisión multilateral de los problemas de balanza de pagos y discusión multilateral también de las políticas antiinflacionarias y de las formas de bregar con las recesiones y el desempleo.

8. Ajustes programados de las carteras de dólares y oro de los principales países de Occidente con miras a alentar políticas restrictivas (o expansionarias) más estrictas que sirvan de guía y control para los demás países occidentales.

9. Uso de políticas presupuestarias y, si ello es necesario, de políticas de ingreso85, para mitigar los ciclos económicos.

10. Reforma de las tasas y de las estructuras contributivas en Estados Unidos y otros países para promover el ahorro y la productividad, reducir la inflación y las tasas de interés y expandir la producción global, y reemplazo de la contribución sobre ingresos por un impuesto de 20 por ciento sobre el valor añadido.

11. Presupuestos balanceados a lo largo del ciclo económico, de manera que la deuda pública sea una porción mínima del producto nacional bruto y se evite la necesidad de financiar déficits masivos, que hacen crecer excesivamente las tasas de interés.

85 Es decir, políticas de control de las ganancias, los salarios, las tasas de arrendamiento y las tasas de interés.

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Como puede apreciarse, las defensas de la restauración total o parcial del patrón oro que hemos presentado varían tanto en su grado de elaboración teórica como en el alcance y complejidad de los cambios estructurales que requeriría su implantación. La restauración del patrón oro al estilo fundamentalista choca con un abismo de realidades prácticas, tanto al nivel doméstico como internacional, ya que envuelve una radical reestructuración del sistema monetario y de los mercados financieros de Estados Unidos y, por ende, del mundo entero. El plan de Laffer es tan flexible que equivale a un juego a medias con la idea de retornar al patrón oro. El elaborado esquema de Mundell, a pesar de su innegable coherencia lógica y sensatez, luce inmensamente difícil de implantar, ya que después de convencer a las autoridades gubernamentales de Estados Unidos habría que persuadir a casi el resto del mundo, lo cual conllevaría un indefinido periodo de negociaciones.

No obstante, la persistencia de altas tasas de interés, que amenazan con socavar el programa económico del Presidente Reagan, hace que los entusiastas del oro, que sostienen que el patrón oro es la clave para el regreso a tasas de interés más bajas, sigan ganando una audiencia cada vez mayor en Estados Unidos.

Los opositores del oro

En declaraciones que se publicaron recientemente en la revista Business Week, James Tobin, ganador del Premio Nobel de Economía en 1980, se aparta un poco del silencio que muchos de los más conocidos economistas norteamericanos han mantenido en cuanto al asunto del patrón oro. Como se sabe, Tobin es el economista keynesiano que más ha aportado al desarrollo de la política monetaria. De ahí que su opinión sea, en buena medida, representativa de un amplio sector del pensamiento macroeconómico norteamericano. Según este economista la mezcla de una política monetaria restrictiva y de una política de alivios contributivos en masa, que es la base del

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programa económico de la nueva administración, condena a la economía norteamericana a un prolongado estancamiento. Esto es, los alivios contributivos le darán auge al consumo al tiempo que las altas tasas de interés frenarán la inversión, lo que traerá un exiguo crecimiento de la productividad. Para Tobin el retorno al patrón oro así como la actual política monetaria de la Reserva Federal son meramente esfuerzos fuera de foco ya que concentran la política monetaria en el control de la cantidad de dinero, cuando el problema real es la existencia de tasas de interés excesivamente altas. Como alternativa Tobin propone que el crecimiento económico se puede optimizar por medio de una estricta política fiscal, mediante la cual el gobierno logre un superávit--el cual se use para el saldo de la deuda pendiente--e implante una política monetaria laxa, es decir, una política de tasas de interés razonablemente bajas que estimule la inversión privada y reviva los mercados financieros.

Por la misma vena, la mayoría de los miembros de la Junta de Economistas de la revista Time86 consideran que el retorno al patrón oro es una meta distante y potencialmente peligrosa. Para ellos tal movimiento probablemente obligaría a la Reserva Federal a tratar de hacer los dólares más valiosos mediante la reducción de la oferta monetaria y el alza de las tasas de interés, lo cual tendría un impacto negativo sobre la inversión y los niveles de empleo. Algunos de los miembros de esa Junta emitieron opiniones individuales sobre el asunto. Otto Eckstein, presidente de la firma de pronósticos econométricos Data Resources, Inc., señala que Estados Unidos tendría que seguir una política de deflación masiva cada vez que un disturbio político inicie un movimiento hacia el oro. Charles Schultze, quien fuera el principal asesor económico del Presidente Carter, considera que la atracción del oro reside en la idea de que la estabilidad financiera se puede lograr en forma mecánica en vez de confiarse en el buen juicio de las personas. No

86 Véase Time, ¨All That Talk About Gold¨, 5 de octubre de 1981, págs. 64-65.SANTOS NEGRÓN DÍAZ VOLUMEN I

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obstante, opina que el patrón oro sería una camisa de fuerza que impediría que los forjadores de la política pública respondieran a condiciones económicas cambiantes.

Herbert Stein87, profesor de economía de la Universidad de Virginia y ex-presidente del Consejo de Asesores Económicos bajo las administraciones de los presidentes Nixon y Ford, señala que las opiniones a favor del oro obstruyen el progreso que se había logrado en más de quince años de debate acerca de la relación entre la inflación y el dinero, en el cual participaron figuras como Milton Friedman, William Fellner, Allan Meltzer, Arthur Okun y otros, y que llegó a ciertos consensos, entre ellos que la inflación no reduce permanentemente el desempleo, que es necesario estabilizar el crecimiento del acervo de dinero y que la Reserva Federal se estaba moviendo en la dirección indicada por el pensamiento económico. De súbito, señala Stein, el oro aparece como la solución mágica a la inflación, a las altas tasas de interés, a los presupuestos desbalanceados y al desempleo, todo esto sin la menor evidencia académica o científica. Es decir, el repentino auge del tema del oro en la prensa y en los medios de comunicación es, según este economista, un ejemplo de cómo el tratamiento somero y superficial de un tema, en este caso la política monetaria, desplaza la discusión seria y profesional del mismo.

Alfred L. Malabre, Jr.88toma más en serio los argumentos de los favorecedores del patrón oro y se mueve al terreno de éstos para encontrar razones por las cuales el retorno a ese sistema es improbable e impráctico. La primera dificultad que señala este investigador es la de fijar un precio apropiado para el oro. Un precio demasiado bajo deprimiría 87 Stein, Herbert, ¨Professor Knight´s Law of Talk¨, The Wall Street Journal, 14 de octubre de 1981, pág. 28.88 Malabre, Alfred L., "The Trouble with a New Gold Standard", The Wall Street Journal, 3 de septiembre de 1981, pag. 22.

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la actividad económica ya que conllevaría una oferta de dinero insuficiente (los ciudadanos convertirían sus dólares en oro en tales cantidades que reducirían el acervo de oro del gobierno, lo que a su vez limitaría la oferta monetaria atada a éste). Por el contrario, un precio oficial demasiado alto aceleraría la inflación: aumentaría el acervo de oro, y, en consecuencia, la oferta monetaria. En segundo lugar, si bien es cierto que el crecimiento promedio de la producción de oro ha sido por décadas de tan solo 1.5 a 2.0 por ciento, si se mira a largo plazo la producción de este metal muestra variaciones abruptas debido a factores tan diversos como el descubrimiento de minas, nuevas técnicas de extracción e interrupciones en la producción de oro debido a la guerra. Aunque no anticipa cambios de esa naturaleza en el presente, Malabre alude al importante hecho de que los dos principales países productores de oro en la actualidad, Sur África y la Unión Soviética, son países que podrían provocar interrupciones en la producción de oro o en el flujo de éste hacia otros países, lo que, bajo el patrón oro, tendría efectos deflacionarios perjudiciales para Estados Unidos. Finalmente, Malabre cuestiona la supuesta estabilidad de precios y la presencia de presupuestos balanceados y bajas tasas de interés durante los periodos en que ha regido el patrón oro. Menciona el hecho de que Estados Unidos estaba bajo una forma de patrón oro cuando comenzó la Gran Depresión. De igual modo indica que los precios en Estados Unidos declinaron desde mediados de la década de 1860 hasta fines de la década de 1870, precisamente en uno de los pocos intervalos entre 1834 y 1933 cuando el país no estuvo bajo el patrón oro.

Allan H. Meltzer89, profesor de economía política de Carnegie-Mellon Univesity, uno de los más destacados monetaristas de Estados Unidos, rechaza de plano todos los argumentos teóricos y prácticos que se han utilizado para respaldar el patrón oro. Según este autor, ese sistema monetario sólo estabiliza un precio: el precio del oro, ya que 89 Meltzer, Allan H., "An Epistle to the Gold Commisioners", The Wall Street Journal, 30 de septiembre de 1981, pag. 28

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la estabilidad de un índice de precios de los bienes y servicios de la economía es función de la demanda y de la oferta agregadas de esos bienes y servicios. Al igual que Malabre, Meltzer cuestiona la supuesta estabilidad de los precios en Estados Unidos en periodos en que rigió el patron oro. A este efecto, cita el caso de una deflación marcada en el periodo de 1887-1896, y de una acelerada inflación de 1896 a 1913. De igual modo, argumenta que las fluctuaciones económicas fueron mayores bajo el patrón oro que en el pasado reciente, ya que las recesiones duraron dos veces más, en promedio, durante el periodo de 1879 a 1913 que de 1945 a 1980.

Asimismo, Meltzer recalca la vulnerabilidad que adquirirían la cantidad de dinero y su tasa de crecimiento a las decisiones de elementos tan variados como los jeques árabes, los banqueros surafricanos, la productividad de los trabajadores extranjeros, las decisiones monetarias de los principales países capitalistas y otros. Además, desconfía en la posibilidad de que el Sistema de la Reserva Federal logre controlar simultáneamente, bajo el patrón oro, la oferta monetaria, las tasas de interés y las tasas de cambio monetario, cuando la experiencia histórica demuestra que, a duras penas, sólo se logra mantener dentro de ciertos límites a una de ellas a la vez.

Alan Greenspan90, consultor económico de la firma Townsend-Greenspan & Co., quien fuera presidente el Consejo de Asesores Económicos de 1974 a 1977 (bajo el Presidente Ford), es el único de los miembros de la Junta de Economistas de la revista Time que muestra algún grado de interés por cierto vínculo entre el oro y el dólar. Si bien rechaza el retorno a un sistema de patrón oro clásico, ya que considera que ello requeriría la casi irrealizable tarea de crear un ambiente fiscal y monetario que en efecto haga el oro tan bueno como el dólar, esto es, que estabilice el índice general de precios y, por inferencia, el precio en dólares del 90 Greenspan, Alan, "Can the U.S. Return to a Gold Standard?, The Wall Street Journal, 1ro. de septiembre de 1981, pág. 30.

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oro, de manera que una modesta reserva de oro pueda reducir a cero las fluctuaciones en el precio del oro remanente, lo que permitiría que cambios en la oferta y la demanda de oro sean absorbidas por fluctuaciones en el inventario de oro del Tesoro federal. Ahora bien, semejante ambiente monetario y fiscal es precisamente lo que el patrón oro intentaría crear, así que la restauración de la estabilidad financiera haría innecesario el retorno a ese sistema monetario. Tal vez porque cree que el Presidente Reagan en algún momento intentará vincular de nuevo el dólar al oro, Greenspan considera que sería prudente adoptar ciertas medidas preparatorias que podrían poner a prueba la viabilidad de retornar al patrón oro, las cuales tendrían un efecto antiinflacionario benéfico a corto plazo e implicarían un costo bajo si acaso no tienen éxito.

Para superar el problema de la instauración súbita de la convertibilidad del dólar al oro, que crearía una severa falta de continuidad en el sistema financiero norteamericano, Greenspan sugiere la instauración gradual de la convertibilidad mediante la creación de una moneda dual con una emisión limitada de dólares que se puedan cambiar por oro. Inicialmente éstos podrían ser, en vez de dólares convencionales, instrumentos negociables redimibles en oro, por ejemplo, valores del Tesoro con una maduración de cinco años cuyo interés y principal se pague en gramos u onzas de oro.

Con el paso del tiempo y luego de varias emisiones de esos valores, existiría en el mercado monetario una serie de ¨cuasi-dineros¨, en términos del oro, y, con el tiempo, títulos de demanda de oro. El nivel de éxito de éxito en la restauración de la confianza en el sistema monetario, arguye Greenspan, se mostrará a la larga en el intervalo que haya entre el rendimiento o tasa de beneficio de las obligaciones o títulos redimibles en oro y aquellos redimibles en dólares convencionales, siendo el caso límite aquel en que el intervalo sea cero, indicando que la convertibilidad se ha logrado a plenitud.

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Según Greenspan, un beneficio clave de los instrumentos negociables en oro sería que éstos establecerían un patrón en términos de precios y tasas de interés que obligaría a la administración y al Congreso a comprometerse más firmemente con las políticas antiinflacionarias.91

Un destacado economista local, el Dr. Fuat M. Andic92, Catedrático de la Universidad de Puerto Rico, expresó recientemente su oposición al retorno al patrón oro por dos razones básicas. La primera es que si el patrón oro se va a mantener mediante la contracción o expansión de la oferta monetaria, la economía se movería continuamente de la recesión a la inflación y viceversa ya que las expectativas le permitirían a los agentes económicos ajustarse rápidamente a los cambios sin que haya efectos reales sobre la actividad económica. Sólo en el caso de que el público tenga confianza absoluta en la adhesión del gobierno al patrón oro, no importa lo que pase, funcionaría el mecanismo de estímulos o contracciones de la actividad económica a base de la expansión o reducción de la oferta monetaria.

La segunda razón que aduce Andic ya la hemos discutido: el peso que tiene la producción de oro de Sur Africa y la Unión Soviética y las complicaciones políticas que ello podría traer.

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91 Robert Weintraub, economista de inclinación monetarista, favorece también el retorno gradual al patrón oro, pero se limita a sugerir que el Sistema de la Reserva Federal respalde sus pasivos con depósitos en oro sin que se instituya la convertibilidad.92 Andic, Fuat M., ¨Why the Rush to Gold?--It´s a Sub-standard¨, The San Juan Star, 27 de septiembre de 1981.

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El dilema de la Comisión del Oro

La intensidad de la polémica en torno al patrón oro ha complicado considerablemente la encomienda de la Comisión del oro. De paso, ésta pidió una posposición de la fecha para entregar su informe preliminar--que era el 6 de octubre de 1981--al darse cuenta de que el asunto requiere un cuidadoso análisis. La mejor evidencia de que esa fue una decisión correcta lo constituye el hecho de que cuando la Comisión abrió vistas públicas a principios de noviembre los economistas que acudieron a las mismas mostraron, como cabría esperar, un amplio espectro de opiniones más o menos a lo largo de las líneas que se discuten en este trabajo.

De antemano se sabe que la mayoría de los miembros de la Comisión se inclinan en contra del patrón oro, pero hay en la misma suficientes oficiales de la administración y congresistas republicanos como para darle un voto favorable al Presidente Reagan en caso de que a éste le interese realmente favorecer el retorno a algún tipo de patrón oro.

Entre las alternativas que tiene la Comisión ante si se pueden señalar las siguientes:

1. Recomendar que Estados Unidos no retorne al patrón oro ni le asigne papel significativo alguno al oro en el sistema monetario actual, es decir, favorecer el ¨status quo¨ del sistema monetario.

2. Recomendar que Estados Unidos no retorne al patrón oro, pero que haga uso del oro que hay almacenado en Fort Knox y en el Tesoro para influir sobre la oferta monetaria, probablemente mediante el requerimiento de que la Reserva Federal respalde una parte de sus pasivos con oro.

3. Sugerir que se adopte el plan Laffer, es decir, la instauración de un patrón oro parcial que pueda desmontarse a conveniencia de las autoridades monetarias.

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4. Favorecer un plan de retorno gradual al patrón oro parecido al que proponen Greenspan y Weintraub.

5. Recomendar que se retorne al patrón oro clásico como lo sugieren el Representante Paul y Lewis E. Lehrman.

En realidad es muy difícil anticipar cuál de esas alternativas o que combinación de las mismas será adoptada por la Comisión del Oro. Lo cierto es que si las altas tasas de interés prevalecen a pesar de los esfuerzos por recortar los gastos gubernamentales, disminuir las contribuciones y restringir la oferta monetaria, que son los tres elementos básicos del programa económico de Reagan, la posibilidad de que la Comisión recomiende que se restituya el vínculo entre el dólar y el oro aumentará considerablemente. Más que por los méritos de los argumentos a favor del patrón oro clásico o sus variantes, la Comisión probablemente se inclinará a favor de asignarle un papel más importante al oro por el hecho de que constituye una alternativa no ensayada, una forma de afrontar padecimientos económicos crónicos que rehusan responder a la medicina económica convencional. En ese caso, lo que muchos economistas consideran una reliquia del pasado podría convertirse en la forma más novedosa y simple de intentar resolver el problema de la inflación y de las expectativas inflacionarias que provoca la existencia de altas tasas de interés. Si ello ocurriera, los teóricos de la oferta verían completado en la práctica su cuadro de recomendaciones de política económica, pero al mismo tiempo, tendrían que asumir toda la responsabilidad intelectual por las consecuencias, sin duda difíciles de predecir, de un cambio tan drástico en el sistema financiero y monetario de Estados Unidos.

NOTA

El informe final de la Comisión del Oro recomendó que Estados Unidos no retornara al patrón oro. Una parte

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importante del razonamiento que apoyó esa recomendación fue el argumento de que el patrón oro le hubiese otorgado un enorme poder económico a los países productores de oro.

Este trabajo se publicó por primera vez en el Boletín Económico, de la Junta de Planificación, en el número correspondiente a septiembre de 1981, pags. 57-85.

Agradezco la labor de edición de la Dra. Luz M. Torruellas y los comentarios críticos del Dr. Ángel Ruiz y de Antonio Pérez Rodríguez.

Este trabajo fue publicado en forma de separata por la Unidad de Investigaciones Económicas del Departamento de Economía del Recinto de Río Piedras, a principios de 1982.

Agradezco a la profesora Alicia Rodríguez el gran interés que mostró por este ensayo, el cual ella y otros profesores del Departamento de Economía del Recinto de Río Piedras, para gran alegría mía, han usado como lectura suplementaria en los cursos de Macroeconomía y Teoría Monetaria a través de los años. De igual modo, me siento muy orgulloso de que el Prof. Alfredo González, destacado economista puertorriqueño, profundo conocedor de la historía del pensamiento económico, haya expresado públicamente su aprecio por este trabajo.

Tuve también la oportunidad de usarlo como lectura en un curso de Política Fiscal y Monetaria que dicté en el año academico 1986-87 en la Escuela Graduada de Planificación, Recinto de Río Piedras.

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