Enseñanzas del Papa Francisco. No.98 Enseñanzas del Papa Francisco. No.98.
Enseñanzas del papa francisco no 4
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Enseñanzas del Papa Francisco .
No.4
Enseñanzas del PapaFrancisco .
No.4
El domingo de Resurrección dijo: "¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a
todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento,
en los hospitales, en las cárceles.”
Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere
sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, está la esperanza para ti,
ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia.
Siempre vence la misericordia de Dios.
¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer
florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón.
Esto puede hacerlo el amor de Dios. Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega
de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo
amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha
transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna.
Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado
en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha
abierto a un futuro de esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del
mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria
somos nosotros, es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).
Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo.
Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme
también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a
través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la
creación y hacer florecer la justicia y la paz.
Así, pues, pidamos a Jesús resucitado,
que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor,
la venganza en perdón, la guerra en paz.
Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz
para el mundo entero.
Cristo ha vencido el mal de modo pleno y definitivo,
pero nos corresponde a nosotros, a los hombres de todos los tiempos, acoger esta victoria en
nuestra vida y en las realidades concretas de la historia y de la sociedad.
Si yo me dejo alcanzar por la gracia de Cristo resucitado, si le permito que me cambie en ese aspecto mío que no es
bueno, que puede hacerme mal a mí y a los demás, yo permito a la victoria de Cristo que se afirme en mi vida, que
extienda su acción benéfica.
¡Éste es el poder de la gracia! Sin la gracia no podemos hacer nada. Sin la
gracia no podemos nada. Y con la gracia del Bautismo y de la Comunión eucarística puedo llegar a ser
instrumento de la misericordia de Dios. De esa bella misericordia de Dios.
Expresar en la vida el sacramento que hemos recibido:
he aquí, queridos hermanos y hermanas, nuestro empeño cotidiano, pero diría también
¡nuestra alegría cotidiana! ¡La alegría de sentirse instrumentos de la
gracia de Cristo, como sarmientos de la vid que es Él mismo,
animados por la linfa de su Espíritu!
“Oremos juntos, en el nombre del Señor muerto y resucitado, y por intercesión de María
Santísima, para que el Misterio pascual obre profundamente en nosotros y en nuestro
tiempo, para que el odio deje el lugar al amor, la mentira a la verdad, la venganza al perdón,
la tristeza a la alegría".
"Todos nosotros en nuestra vida, hemos sentido la alegría,
la tristeza, el dolor" pero "en los momentos más oscuros, ¿hemos llorado? ¿Hemos tenido esa bondad de las lágrimas que preparan los
ojos para mirar, para ver al Señor?"
Al meditar en la Magdalena que llora: "podemos también pedir al Señor la gracia de
las lágrimas. Es una bella gracia… Llorar pidiendo por todo:
por el bien, por nuestros pecados, por las gracias, por la misma alegría" ya que "el llanto
nos prepara para ver a Jesús".
“Es el Señor quien nos da la gracia, a todos, de poder decir con nuestra vida ‘He visto al
Señor’, no porque se haya aparecido, sino porque
‘lo he visto dentro del corazón’. Y este debe ser el testimonio de nuestra vida: ‘vivo así
porque he visto al Señor’".
Ante la tumba de San Pedro que se encuentra en la Necrópolis del Vaticano, situada bajo la
cripta y la Basílica de San Pedro.
Al ver las numerosas lápidas de los antiguos cristianos perseguidos dijo:
“como los cristianos sepultados aquí–, también hoy somos una levadura en medio al
mundo pagano”
Arrodillado, el Papa repitió las tres profesiones de fe de Pedro que dicen las
Sagradas Escrituras: "Señor, Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente"; "¿Señor a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna", y "Señor, Tú lo sabes todo,
Tú sabes que yo te amo".
"Se ha visto que el Papa sentía mucho esta responsabilidad, ha mirado atentamente todo
lo referente a Pedro, casi para respirar el clima del martirio, del testimonio del apóstol Pedro". "El Papa vino a respirar el aire del lugar donde
vivió su martirio San Pedro", concluyó el Cardenal Angelo Comastri, quien acompañó al
Papa durante la visita.
La muerte y la Resurrección de Jesús son el corazón de nuestra esperanza.
El Apóstol afirma: "Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes
es inútil y sus pecados no han sido perdonados". (1Cor 15, 17)
A menudo se ha tratado de oscurecer la fe de la Resurrección de Jesús. Ya
sea por superficialidad, por indiferencia, por estar ocupados por miles de cosas que se consideran más
importantes que la fe, o por una visión puramente horizontal de
la vida.
Es precisamente la Resurrección la que nos abre a la esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del
mundo al futuro eterno de Dios, la felicidad plena, a la certeza de que el
mal, el pecado y la muerte pueden ser
derrotados.
Y ello lleva a vivir con mayor confianza las realidades cotidianas, a afrontarlas
con valentía y con empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades cotidianas ¡la Resurrección de Cristo es nuestra
fuerza!
La alegría de saber que Jesús está vivo y la esperanza que llena el corazón no se
pueden contener. ¡Sintamos la alegría de ser cristianos!
¡Nosotros creemos en un Resucitado que venció el mal y la muerte!
¡Tengamos la valentía de ‘salir’ para llevar esta alegría y esta luz a todos los
lugares de nuestra vida! ¡La Resurrección de Cristo es nuestra mayor
certeza; es el tesoro más precioso!
¡Cómo no compartir con los demás este tesoro,
esta certeza! No es sólo para nosotros, es para transmitirla, para darla a los demás, compartirla con los demás. Es
nuestro testimonio.
Dios no elige según criterios humanos, lo que cuenta para Dios es el corazón,
cuán abiertos estamos para Él, si somos como niños que se fían.
Las primeras en ser testimonios de la Resurrección son las mujeres. Y ello es bello, es un poco la misión de las mujeres, de las
mamás, de las abuelitas. Dar testimonio a sus hijos y nietos de que Jesús está vivo, vive ha
resucitado. ¡Mamás y mujeres ¡adelante con este
testimonio!
Las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe,
han tenido y siguen teniendo aún hoy un papel especial en el abrir las puertas
al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro,
porque la mirada de fe necesita siempre la mirada sencilla y profunda del amor.
En nuestro camino de fe es importante saber y percibir que Dios nos ama, no tener miedo
de amarlo: la fe se profesa con la boca y con el corazón,
con las palabras y con el amor.
Hay muchos signos con los que el Resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás Sacramentos, la caridad, los gestos
de amor que llevan un rayo del Resucitado.
¡Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos
transformar por su fuerza, para que, también a través de nosotros, en el
mundo los signos de muerte dejen lugar a los signos de la vida!
Jóvenes lleven adelante esta certeza, el Señor está vivo y camina a nuestro lado en la vida. Ésta es la misión de
ustedes. Lleven adelante esta esperanza.
Estén anclados a esta esperanza, esta ancla que está en el cielo. Sujétense fuerte a la
cuerda, queden anclados y lleven adelante la esperanza. Ustedes, testimonios de Jesús,
testimonien que Jesús está vivo y ello nos dará esperanza y dará esperanza a este mundo algo envejecido por las guerras, por el mal y por el
pecado ¡Adelante jóvenes!
Meditando en las palabras de San Pedro: "en ningún otro hay salvación".
Solo Jesús salva. San Pedro, que había renegado de Jesús,
en prisión y con coraje da testimonio ante los jefes judíos,
explica que el nombre de Jesús "nos salva". El Primer Papa, es capaz de hacer esa
afirmación porque "está colmado del Espíritu Santo".
"No podemos confesar a Jesús, no podemos hablar de Jesús, no podemos decir alguna cosa
de Jesús sin el Espíritu Santo. Es el Espíritu que nos hace confesar o hablar de
Jesús o tener confianza en Él. Jesús que está en el camino de la vida,
siempre".
“En este mundo que nos ofrece tantos salvadores", sólo el nombre de Jesús "es
el que salva".
“Son muchos, que para resolver sus problemas recurren a los magos o al
tarot, pero sólo Jesús salva "¡y debemos dar testimonio de esto! Él es el único".
“El Espíritu de Cristo Resucitado expulsa el miedo del corazón de los Apóstoles y
los impulsa a salir del Cenáculo para llevar el Evangelio”.
“¡Tengamos también nosotros más coraje para testimoniar la fe en Cristo
Resucitado! ¡No debemos tener miedo de ser
cristianos y de vivir como cristianos!”,
“Los cristianos debemos tener este coraje de ir y anunciar a Cristo
Resucitado. Porque Él es nuestra paz. Él ha hecho la paz con su amor, con su
perdón, con su sangre, con su misericordia”.
“La verdadera paz, esa paz profunda, viene de hacer la experiencia de la
misericordia de Dios”.
“Entonces Jesús dijo: ‘Porque me has visto has creído.
¡Dichosos los que no han visto y han creído!’”.
“Esta es la bienaventuranza de la fe. Bienaventurados los que han creído sin
haber visto”.
“En todo tiempo y en todo lugar son bienaventurados aquellos que, a
través de la Palabra de Dios, proclamada
en la Iglesia y testimoniada por los cristianos, creen que Jesucristo es el amor de Dios encarnado,
la Misericordia encarnada.
¡Y esto vale para cada uno de nosotros!”.
“Ir a la calle y predicar a Jesucristo, nuestro Salvador, evangelizar con
dulzura y respeto”.
“El Santo Padre ha recomendado en particular modo que la Congregación,
continuando en la línea querida por Benedicto XVI, actúe con decisión en
lo que respecta a los casos de abusos sexuales”.
“este campo tan importante para el testimonio de la Iglesia y su
credibilidad”.
El Papa Francisco dona 50 mil dólares para afectados por inundaciones en La
Plata-Argentina
En twitter: No debemos temer al Maligno cuando
nos dice que nada podemos hacer contra la violencia,
la injusticia y el pecado.
Acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto
y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.
Acoge a Jesús resucitado en tu vida. Aunque te hayas alejado, da un pequeño paso hacia él: te está esperando con los
brazos abiertos
Dios nos ama. No tengamos miedo de amarlo.
La fe se profesa con la boca y con el corazón,
con la palabra y con el amor.
Que hermosa es la mirada de Jesús sobre nosotros, cuánta ternura. No perdamos
nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios.
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Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el
amor a Jesús.
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