Entre el Imperio del Estado de Policía y los límites del Derecho (S Tiscornia)

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    NUEVA SOCIEDAD Sofa Tiscornia

    Sofa Tiscornia

    Sofa Tiscornia: antroploga; directora del equipo de antropologa poltica y jurdica del Institutode Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.Palabras clave: seguridad ciudadana, fuerzas policiales, polticas de control pblico, Argentina.1. V. Centro de Estudios Legales y Sociales-CELS: Derechos Humanos en la Argentina. Informe anual,enero-diciembre 1998, Eudeba, Buenos Aires, 1999.

    Entre el imperio

    del Estado de policay los lmites del derecho

    Seguridad ciudadana y polica en Argentina

    H ace ya unos aos escrib un artculo para el informe anual sobre la situa-cin de los derechos humanos en Argentina 1, preguntndome de qu ha- blbamos cuando nos referamos a la seguridad ciudadana, concepto que sinduda pareca protagonizar una progresiva invasin de temas como la violenciapolicial (asuntos que, por otra parte, recin comenzaban a problematizarse en

    El artculo analiza diversos procedimientos policiales

    comunes y vigentes en Argentina, cuyo origen,expansin y legitimacin provienen tanto del derechoadministrativo y, por ende,del control de las costumbresy la moralidad, como deantiguas tcticas de guerra.

    En esta convergencia se hatramado la creacin continuade sucesivos y superpuestosEstados de excepcin, en losque cada vez ms la vida y losderechos de ciudadana puedenser sacrificados sin seguir los procedimientos establecidos

    por los cdigos penales. Laextensin de estas tcticas policiales plantea problemassingulares y con frecuenciaolvidados en los debatessobre la seguridadciudadana.

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    las democracias de la regin). Trataba entonces de marcar la diferencia entre elconcepto de orden pblico, asociado al sentido decimonnico de conserva-

    cin del statu quo conservador, mientras que el nuevo trmino aunque peli-grosamente cercano al de seguridad nacional que en forma de doctrina fue la base ideolgica de las dictaduras latinoamericanas poda llegar a ser declina-do como el orden deseado de una sociedad democrtica. Esto es, antes quedefensa del statu quo, proteccin de los derechos y las libertades.

    Poco tiempo despus, a mi parecer el concepto de seguridad fue apropiado porla expertiseinternacional, regional y nacional, a la caza bien o mal intencionadade financiamiento para implementar diversos tipos de reformas policiales, as

    como polticas de seguridad urbana. Reformas, polticas pblicas e iniciativascuyo formato no difera demasiado de aqullas que se venden en cualquierestantera del mercado: la gama de tolerancias ceros, policas comunitarias, etc.Fue por entonces que decid abandonar el debate y la argumentacin pblicasobre la cuestin. Me pareca obvio que aquella brecha que haba credo encon-trar entre orden pblico, como el discurso de las elites morales decimonnicas,y seguridad ciudadana, como discurso de los derechos humanos, no exista.La hegemona del discurso que instal la inseguridad producida por la crimi-nalidad comn como centro de la vida cotidiana aplasta (hoy, en mi pas) cual-quier argumentacin que proponga defender los derechos de los habitantes acaminar sin ser detenidos por la polica, o a no ser golpeado o asesinado si se essospechoso de haber cometido un robo. Obliga tambin a muchos a vivir entrerejas, armados y desconfiados. Formas todas de vivir en vilo que obnubilancualquier pregunta acerca de qu est pasando.

    Paralelamente, (tambin en mi pas) ni las reformas policiales ni las polticaspblicas de seguridad han paliado la violencia urbana y, menos an, la violen-cia policial y la participacin policial en el crimen (organizado u ocasional) 2.

    2. La discusin acerca de las tcnicas y mtodos de medicin de estos esquivos fenmenos es com-pleja. Las estadsticas oficiales en Argentina son escasas, sin embargo, para reafirmar lo escrito quie-ro sealar que segn los datos del Sistema Nacional de Informacin Criminal de la Direccin Nacio-nal de Poltica Criminal del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, mientras en1991 se cometieron en todo el pas 1.484 delitos por cada 100.000 habitantes, para 2002 dicha tasaasciende a 3.575 delitos. Interesa mencionar tambin el estudio de Graciela Romer: Orientacionesen la opinin pblica sobre violencia y polticas de seguridad, documentos de trabajo de la reuninOpinin pblica, sentido comn, violencia y derechos humanos, CELS, Buenos Aires, 9 de di-ciembre de 2003. En l se establece que la sensacin de inseguridad es mayor que la incidenciadelictiva real; que a principios de los aos 90 la inseguridad concitaba el 23% de la suma de los

    problemas mencionados por la poblacin y desde 1999 se ubica sostenidamente por encima del 35%en promedio y se ubica como el segundo problema despus del de la desocupacin. La imagenpositiva de la polica y del sistema judicial, si a comienzos de los 90 concitaba (solo) el 25% hoy hadescendido al 14%.

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    As las cosas, me ha parecido que quizs buscar el armazn o al menos algu-nos de sus rastros del poder policial, podra darme argumentos ms certeros

    para encontrar explicaciones a esta peculiar vinculacin entre polica y seguri-dad ciudadana.

    Mi hiptesis de trabajo durante estos aos ha sido, entonces, considerar la exis-tencia de un centro opaco a la mirada que, paradjicamente, organiza y legiti-ma el poder de polica, extendindolo por sobre los lmites que el derecho cre-y y cree fijar respecto de hasta dnde y en qu circunstancias, alguien inves-tido de autoridad estatal puede infligir a otro dolor, muerte o aun y menostrgicamente convertirlo por unas horas en un cuerpo sumiso. Y para que ello

    sea as, los orgenes de la opacidad deben estar empotrados en cuestiones losuficientemente obvias, naturalizadas y antiguas, para que seamos tan incapa-ces de cuestionarlas diariamente.

    Voy a plantear brevemente las cuestiones sobre las que me estoy preguntando, yen torno de las que est organizado este trabajo. En primer lugar, me interesavincular el poder de polica como tcnica administrativa de gobierno con lasformas vernculas de su ejercicio. En segundo lugar, establecer el parentesco en-tre esas tcnicas policiales y la expansin de Estados de excepcin, como formashabituales de conjurar la inseguridad, reproduciendo paradjicamente el miedo.

    La opacidad del poder de polica

    La Polica Federal Argentina (PFA) y la mayora de las policas provincialesejercen funciones de seguridad, esto es, tienen como misin institucional la pre-vencin y represin del delito. Por ello estn facultadas para detener personaspor averiguacin de identidad y/o de antecedentes, por edictos contravencio-nales y en la ejecucin de una razia. En algunos casos, estn autorizadas luegode la detencin a imponer penas de multa y arresto. En todos, puede encerrarlegalmente a las personas en una comisara, de 10 a 24 horas. En estas circuns-tancias, la polica no funciona como auxiliar de la justicia otra de sus misio-nes y, por lo tanto, como instrumento de la indagacin penal que conduce alcastigo. Por el contrario, en este contexto ella es lo que es por excelencia: unrgano administrativo. La polica es la administracin con el poder coactivo, o bien, poder coactivo en la administracin. As lo define Enrique Fentanes, unode los ms ilustrados tericos policiales 3.

    3. La polica judicial. Teora y realidad en Biblioteca policial, ao XXXIV, N 237, PFA, Buenos Aires,1968. Fentanes en su trabajo toma la definicin de Otto Mayer, citado en el tratado de derecho admi-nistrativo de Adolfo Posada. Me interesa en particular este autor habida cuenta de las numerosas

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    En su origen, estepoder administrati-

    vo coactivo es unatcnica de gobierno.Como tal, prefiere an-tes que el uso de lafuerza explcito, obli-gar al encauzamien-to de conductas,domesticar las re-laciones entre

    los hombres,civilizarlas costum- bres pbli-cas y priva-das. El poderde polica, hijode la Ilustracin ydel Estado modernocomo bien lo sealaraMichel Foucault 4, es en-tonces una forma de ra-cionalidad, cuyo proceso deexpansin en el campo social seimbrica en relaciones de poder lo-cales, reconocibles en cada Estado, nacin o provincia, y en sus historias particu-lares. Como racionalidad, trasciende la institucin policial pero al mismo tiempose encarna en ella, en sus prcticas, reglamentos e ideologa.

    As, en Argentina, los sistemas contravencionales provinciales y federal y lasfiguras afines han concurrido en la creacin progresiva de una especie particu-lar de derecho de polica. Su origen se emparenta con la edificacin de la

    fuentes europeas que usa, as como la referencia a la influencia definitiva del derecho administrativofrancs y la ciencia de polica de este mismo origen, para fundamentar su tesis sobre el principio deunidad funcional de la polica como precepto doctrinario contrario a la separacin de funciones deseguridad y judiciales. Los cuadros superiores de la PFA sostienen tambin este criterio; v. Mara

    Victoria Pita: Lo infinitamente pequeo del poder poltico. Polica y contravenciones en el mbitode la ciudad autnoma de Buenos Aires, tesis de maestra, indita.4. En particular en: Omnes et singulatim: hacia una crtica de la razn poltica en La vida de los hom-bres infames, La Piqueta, Madrid, 1982.

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    nacin, constituyndose en preocupacin clave de las elites morales de finesdel siglo XIX 5. Es posible reconocer como fuente de los sucesivos reglamentos

    contravencionales al anteproyecto de cdigo de 1898. Concebido como proyec-to civilizatorio, disciplinante y coercitivo, desplegaba (un tanto caticamente)una serie de figuras que incluan tanto conductas como tipos de personascuya presencia en la vida cotidiana de la ciudad deba ser encauzada, reprimi-da, corregida. Estas figuras eran:

    Contra el orden pblico, es decir, contra las autoridades polticas, religiosasy judiciales, siendo sus posibles formas de manifestacin: reuniones, divulga-cin de impresos, demandas por reos polticos. Pero tambin atentaba contra el

    orden pblico quien no acate la orden de un agente policial o fuese remiso adarle cumplimiento; los que turben el reposo de los vecinos con canciones oejerciendo un oficio; los que usen nombres supuestos; los que causaren alborotoen el pueblo con gritos, silbidos o canciones; los que diesen datos falsos; y as.

    Contra las buenas costumbres, es decir, los que establezcan juegos de azaren las plazas, calles o negocios; los que fueran sorprendidos jugando juegos deazar; los que ejerzan el curanderismo, la adivinacin; los que ofendan el pudor;los que hagan or recitados de evidente obscenidad; las prostitutas que seexhiban en las puertas o ventanas de sus casas; los que ofrezcan amuletos omaleficios; los borrachos; los que ejerzan la mendicidad; los que exhiban defor-midades o llagas; y as.

    Contra la seguridad personal, es decir, los que instiguen a la huelga o loshuelguistas que amenacen a sus compaeros de trabajo; los que estn en pose-sin de ganzas y llaves falsas; los que den falsos avisos de incendio; los queenven esquelas con injurias o proposiciones inmorales; las nodrizas o sirvien-tes que abandonen a criaturas; los que dieren indicaciones falsas a un extranje-ro o a una persona extraviada; y as 6.

    5. Sobre los orgenes de los edictos policiales y sobre la relacin con las elites morales y polticas defines del siglo XIX y comienzos del XX , v. S. Tiscornia: Entre el honor y los parientes. Los edictospoliciales y los fallos de la Corte Suprema de Justicia. El caso de Las Damas de la calle Florida(1948-1957) en S. Tiscornia (comp.): Estudios en antropologa jurdica. Burocracias y violencia, Ed. An-tropofagia, Buenos Aires, 2004.6. Proyecto de Ley de Contravenciones, ao 1898. Las citas son textuales, pero no se reproduce latotalidad de las conductas o caractersticas personales prohibidas ya que stas incluyen 18 artculoscon alrededor de 8 o 12 incisos, en cada uno de los cuales se desgranan particularsimas circunstan-cias tales como: Los que inciten a pelear a personas, hagan irritar a ebrios o dementes o azucen

    animales bravos (inciso 10, Art. 42, Cap. III, Contra la seguridad personal o real); Los editores,los repartidores y los que fijen carteles, escritos o grabados sediciosos o de carcter injurioso (inciso4, Art. 27, Cap. Contra el orden pblico); Los que formen grupos molestos para los transentesen las veredas o calzadas, ya sea para entregarse a juegos de manos, dirigir bromas a los que pasan,

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    Los reglamentos y cdigos contravencionalesposteriores variaron poco estas figuras. Las

    ampliaron, las desagregaron, y sin derogar lasdecimonnicas, adaptaron otras a tiempos msactuales 7. As tambin, la facultad policial dedetener personas por averiguacin de identi-dad o antecedentes esgrime argumentos y fi-guras ms escuetas, pero en el mismo regis-tro. La ley orgnica de la polica de la mayorade las provincias argentinas habilita a: Arres-tar a toda persona de la cual sea necesario co-

    nocer sus antecedentes y medios de vida encircunstancias que lo justifiquen o cuando senieguen a identificarse. La demora o arrestodel causante no podr prolongarse ms del tiempo indispensable para su iden-tificacin, averiguacin de domicilio, conducta y medios de vida, sin exceder elplazo de 24 horas.

    En el mbito jurdico, en general hay coincidencia en cuanto a que las contra-venciones estn vinculadas a la administracin pblica en tanto sta debe sercreadora de espacios de orden y convivencia. Por ello, a diferencia de los deli-tos, en la literatura especfica las contravenciones son calificadas como infrac-ciones de menor cuanta, representan un ejercicio directo y simplificado delpoder penal estatal, y abren las puertas a ejercer en la prctica los derechosciudadanos en ambientes ordenados y de bienestar 8.

    Por tal motivo, la deseada accin de la administracin se enlaza con el anti-guo concepto de ciencia de polica, esto es, una tcnica de gobierno propia delEstado, destinada a velar por las relaciones sociales: por la vida, por el bien-estar del cuerpo y del alma y por la riqueza. Pero se trata de una forma particu-lar de ejercer vigilancia sobre los cuerpos y los bienes. Como escribe Foucault:[Actuando sobre] el polvo de los acontecimientos, de las acciones, de las con-

    La raziaes una tcnica policial

    que supone rodear un predio,una poblacin,una calle, un barrio,impedir los movimientosde las personasque quedan

    atrapadasen el rodeo

    o para contemplar un hecho desde sitio donde puedan molestar a la autoridad en el ejercicio de susfunciones (inciso 1, Art. 30, Cap. Contra el orden pblico).7. V., p. ej., el Reglamento de Procedimientos Contravencionales vigente en la ciudad de BuenosAires hasta 1998, as como el Cdigo Contravencional de la provincia de Buenos Aires y de muchasprovincias argentinas.

    8. V., entre otros: Ley del 9 de junio de 1959; Valentn Lorences: Poder de polica. Justicia contravencional y de faltas, Buenos Aires, Ed. Universidad, 1997; Ricardo Nez: Temas de derecho penal y derecho procesal penal, Buenos Aires, EJEA, 1958; Sebastin Soler: Anteproyecto de Cdigo de Faltas para laProvincia de Santa Fe.

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    para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje presta-do, representar la nueva escena de la historia universal. 12

    Las contravenciones, hijas de la revolucin de lamodernidad, de la razn, del liberalismo bienpen-sante, arrastran mientras van imponiendo su im-perio la vieja tradicin, visten el disfraz y usanel lenguaje prestado del credo medieval, de laInquisicin y de la confesin. Muy acertadamentelas califica, entonces, un viejo cdigo penal espa-ol, citado en el Reglamento de ProcedimientosContravencionales de la PFA, como especies de

    delitos veniales. La analoga con el pecado es particularmente rica: los crme-nes seran entonces equivalentes al pecado mortal, mientras que las faltas delos cuerpos indciles, a las contravenciones. Son pecados veniales una mentira,algo de pereza, una falta de respeto o de caridad, murmuraciones o burlas,dejadez en las oraciones, excesos en la comida y en la comodidad, gastos su-perfluos, la gestualidad de la sexualidad. Es decir, el dispendio licencioso yhedonista. Son contravenciones la vagancia, los juegos de azar, las palabrasindecentes, los gestos obscenos, las rias callejeras, el uso del disfraz y el carna-val, la mendicidad, la vagancia, los gritos y las burlas.

    Pero si la analoga con el pecado es analoga de conductas y costumbres prohi- bidas, tambin prescribe analogas respecto a la relacin que impone entre quienprohbe y quien es prohibido. Esto es, el carcter venial implica que se estsujeto a la indulgencia de quien administra la pena. Indulgencia que supone, asu vez, el respeto del administrado por el administrador. En un sentido, es lacualidad venial lo que parece hacer latir el corazn mismo de las contravencio-nes policiales: encauzamiento moralizante de conductas, faltas leves que de- ben ser corregidas para el buen gobierno y la prosperidad pblica. Pero tam- bin, desdibujamiento de los mrgenes, sutiles diferencias entre la admoniciny el grito, entre la caricia correctora y el golpe brutal. Las penas impuestas porel poder policial son de menor cuanta, multas negociables, prisiones que selevantan por gracia del jefe de polica, detenciones que cesan o se agravan simedia el inters de un jefe poltico por el condenado.

    Es as que la correccin de conductas y la venia indulgente parecen habilitar, asu vez, un lazo social entre el juzgador y el pecador, entre el administrado y el

    administrador. Lazo que se teje con los hilos de la domesticidad y el patronaz-

    12. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Ediciones de la Comuna, Uruguay, 1995, p. 9.

    Las muertesy represin

    provocadas por la policahoradan gobiernos porquela demanda socialde justiciaas lo exige

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    go y no con las ligaduras burocrticas y legales que corresponderan a una ins-titucin moderna e iluminista. La menor cuanta de la pena (de la que hablan

    los juristas), la inmediatez de la relacin con la polica, la inexistencia de unaposibilidad real de apelacin de la penaimpuesta, crean formas de sociabilidadque cristalizan en la naturalizacin de lasdetenciones.

    Paralelamente, los procedimientos con-travencionales son procedimientos deraigambre inquisitiva. Esto es, el admi-

    nistrador el jefe de la polica es quienacusa y decide en la investigacin delcaso, y adems quien sentencia (imponela pena). No se contempla, para el acusa-do, defensa alguna. De la misma forma,

    en las detenciones por averiguacin de identidad o antecedentes el aviso al juez es tardo: es un expediente que se eleva al juzgado una vez concluida ladetencin 13.

    Este formidable dispositivo de control social coercitivo puede ser comprendi-do, entonces, como una tcnica de dominacin que ha instituido relaciones disci-plinarias y de domesticidad en el sentido que Foucault da a esos conceptos,esto es, al tiempo que impone relaciones de docilidad y utilidad de los cuerpos,a travs de formas capilares de ejercicio del poder, establece formas de sujecindomstica. Las relaciones de docilidad atravesarn los cuerpos de la poblacin,convertirn el orden policial en un orden deseado, extendiendo las buenas cos-tumbres tales como prohibir las palabras indecentes, no escupir ni orinar en lacalle, conservar los bailes pblicos ordenados y guardar a los vagos en la prisin.

    Orden moral y orden poltico: del control de las buenas costumbres a la represin dela disidencia. Desde su origen, el poder de polica que, repito, no es poder pe-nal ni es auxiliar de la justicia, sino puro poder policial, ejercido por la institu-cin o no tiene una cara moralizante y una cara de poder coercitivo violento.

    13. La apelacin al juez correccional en este tipo de detenciones es siempre tarda y fundamental-mente ineficaz. Las razones para que ello sea as han sido analizadas en La inseguridad policial. Violen-

    cia de las fuerzas de seguridad en la Argentina, CELS / Human Rights Watch / Eudeba, 1999; y en S.Tiscornia, L. Eilbaum y V. Lekerman: Detenciones por averiguacin de identidad. Argumentospara la discusin sobre sus usos y abusos en VVAA: Detenciones, facultades y prcticas policiales en laciudad de Buenos Aires, Centro de Estudios para el Desarrollo, Chile, junio de 2000.

    Por el contrario,los procedimientos

    administrativosde control poblacional

    casi no provocan rechazo. Antes bien,

    son demandadosen nombre

    de la seguridad pblica,en nombre del conjuro

    de la inseguridad

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    En su constitucin misma el poder de polica es poder correctivo conservadorde derecho, dira Benjamin pero al mismo tiempo es guerrero, y lo es a travs

    de tcticas ligeras, sorpresivas, amedrentadoras. Se trata de un poder ejercido atravs de la violencia fundadora de un derecho de edictos, de Estados de ex-cepcin: las razias.

    La razia es una tcnica policial que supone rodear un predio, una poblacin, unacalle, un barrio, impedir los movimientos de las personas que quedan atrapadasen el rodeo; obligarlas a subir a mviles policiales o vehculos de transporte co-lectivo, y conducirlas a territorio policial: en general, la comisara. Comienza en-

    tonces un proceso de deshumanizacin en el que se exige obediencia,

    cumplimiento irrestricto de las rdenes, y gritos policiales, sumisin,servilismo.

    Es interesante recordar la etimologa del trmino, porque elloilustra la ideologa de este dispositivo/prctica policial. La

    palabra razzia usada en espaol est tomada del fran-cs, el cual la adquiere a su vez del rabe argelino en1841, durante la colonizacin imperialista. Significa

    incursin militar, golpe de mano en territorio ex-tranjero, por sorpresa y con violencia 14. En rabe

    argelino ( gaziya) designaba el ataque de una tropa denmades contra una tribu, un oasis, una poblacin,para robarles, despojarles del ganado y las cosechas.

    Esta ideologa de saqueo por sorpresa, de cercar yarrear personas, de reducirlas a la condicin de pri-sioneros, es la ideologa que se prolonga en las actua-

    les razias policiales 15 para el control de manifestaciones pblicas, de multitu-des, de disconformes o de diferentes. Esta es la cara del poder de polica queenfrentan los jvenes, los pobres, los homosexuales, los que demandan y pro-testan. Una redada, un traslado a un lugar donde cesan los derechos por untiempo por 24 horas, por unos das, por 10 horas, es casi aleatorio. En la reda-da se golpea y se maltrata a quienes estn dentro, ms a unos que a otros, conms saa a los ms rebeldes o a los ms dbiles. Luego de pasada la razia,vuelve la tranquilidad del desierto.

    14. Segn J. Corominas y J.A. Pascual: Diccionario crtico etimolgico castellano e hispnico, Gredos,Madrid, 1997.15. Es interesante sealar que en Brasil estos procedimientos se denominan blitz, y reconocencomo antecedentes las encerronas ejecutadas durante el nazismo.

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    La exhibicin del poder de polica

    Es cierto que la opinin pblica argentina parece particularmente sensible a laocurrencia y exhibicin de casos de violencia policial: cuando la polica matacomo gatillo fcil; en la tortura; cuando ejerce el mal intencional y abierta-mente. Cuando reprime la manifestacin poltica. Las muertes y represin pro-vocadas por la polica horadan gobiernos porque la demanda social de justiciaas lo exige. Porque la memoria del terrorismo de Estado de la pasada dictadu-ra no admite los crmenes de funcionarios investidos de autoridad. Pero, por elcontrario, los procedimientos administrativos de control poblacional casi noprovocan rechazo. Antes bien, son demandados en nombre de la seguridad

    pblica, en nombre del conjuro de la inseguridad. Es comn que ello se expresecomo saturar de polica las calles o policiamiento ostensible, que no indicaotra cosa que desear una ciudad ocupada por fuerzas de seguridad deteniendoa extraos y propios en forma continua e ininterrumpida.

    Estos procedimientos parecen armados por una lgica de la verosimilitud. Estoes, una lgica que convierte en verosmil y deseable el uso de una violencia opa-ca, rutinaria, cotidiana. La eficacia de las detenciones masivas por edictos,averiguacin de identidad o razias es prcticamente nula en cuanto a las posi- bilidades de controlar el delito comn 16. Es como si los policas fuesen pescado-res en busca de un raro ejemplar de pez de ro, y para ello arrojaran diariamentelas redes al mar (no al ro), desde inmensos barcos pesqueros. Sin embargo,creemosen esa lgica. Y en esa creencia, me parece, radica la expansin del po-der de polica. Porque las creencias estn ancladas en normas de comporta-mientos, son fuente de la moral encarnada en una historia particular, construi-da cotidianamente en la indicacin precisa y detallada acerca de qu se puededecir y qu no, qu est permitido y qu no, en ese escrutar en las cosas mni-mas, en esa advertencia oscura de que alguien examina lo que hacemos y lo juzga, en la arbitrariedad de que suspendan todo derecho por un tiempo, deestar suspendido en un espacio ajeno hasta que la voluntad administrativa de-cida lo contrario. En esa sumisin del cuerpo propio y ese deseo de sumisindel cuerpo extrao y peligroso.

    Es mi opinin que en esta particular vinculacin entre seguridad-prevencindel delito-polica, el problema es que la representacin es ms importante quelo representado. La representacin de un control exhaustivo, invasor, arbitra-

    16. Sobre la relacin entre cantidad de detenciones por averiguacin de identidad o edictos y ocu-rrencia de delitos, v. S. Tiscornia et al.: ob. cit.

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