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Entrenamiento para ancianos, libro 02: La visión del recobro del Señor CONTENIDO 1. La visión concerniente a Dios, concerniente al Padre, al Hijo y al Espíritu y concerniente a la economía de Dios 2. La visión concerniente a la redención y a la salvación completa que Dios efectúa 3. La visión concerniente a los creyentes y a la iglesia 4. La visión concerniente al reino 5. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (1) 6. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (2) 7. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (3) 8. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (4) 9. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (5) 10. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (6) 11. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (7) 12. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (8) 13. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (9) PRÓLOGO En febrero de 1984 más de trescientos cincuenta hermanos procedentes de seis continentes se reunieron con el hermano Witness Lee en la ciudad de Anaheim, California, a fin de participar por dos semanas de un entrenamiento internacional para ancianos. Los mensajes que fueron impartidos en aquella ocasión constituyen el contenido de los primeros cuatro tomos de la presente colección. El primer libro nos presenta los aspectos esenciales del ministerio del Nuevo Testamento; el segundo nos presenta la visión del recobro del Señor; el tercero trata sobre cómo llevar a cabo esta visión; y el cuarto aborda otros asuntos cruciales relacionados con la manera en que debemos poner en práctica el recobro del Señor. Quienes estuvimos en aquellas reuniones fuimos profundamente redargüidos de nuestra necesidad de que el Señor nos ilumine aún más con respecto a la economía de Dios y a lo que constituye la esencia intrínseca del ministerio del Nuevo Testamento, cuya finalidad es que la economía divina sea realizada. Ahora que el recobro del Señor se propaga incesantemente en todo el mundo, estos mensajes resultan más cruciales y urgentemente necesarios que nunca. Tenemos la convicción de que ellos serán de gran ayuda para mantener a todos los santos en el carril central de la economía de Dios, resguardándolos de caer en desviación alguna a fin de que el plan eterno de Dios sea cumplido. Nuestra esperanza y expectativa es que estos mensajes lleguen a ser una visión que rija y regule a todos los que somos partícipes del recobro del Señor. Quiera el Señor que consideremos con mucha oración todos y cada uno de los diversos asuntos presentados en estos libros y que sepamos recibirlos todos ellos por igual. Noviembre de 1985 Benson Phillips Irving, Texas

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Entrenamiento para ancianos, libro 02:La visión del recobro del Señor

CONTENIDO1. La visión concerniente a Dios, concerniente al Padre, al Hijo y al Espíritu y

concerniente a la economía de Dios2. La visión concerniente a la redención y a la salvación completa que Dios efectúa3. La visión concerniente a los creyentes y a la iglesia4. La visión concerniente al reino5. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (1)6. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (2)7. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (3)8. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (4)9. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (5)10. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (6)11. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (7)12. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (8)13. La visión concerniente a la Nueva Jerusalén: la máxima consumación (9)

PRÓLOGO

En febrero de 1984 más de trescientos cincuenta hermanos procedentes de seis continentes se reunieron con el hermano Witness Lee en la ciudad de Anaheim, California, a fin de participar por dos semanas de un entrenamiento internacional para ancianos. Los mensajes que fueron impartidos en aquella ocasión constituyen el contenido de los primeros cuatro tomos de la presente colección. El primer libro nos presenta los aspectos esenciales del ministerio del Nuevo Testamento; el segundo nos presenta la visión del recobro del Señor; el tercero trata sobre cómo llevar a cabo esta visión; y el cuarto aborda otros asuntos cruciales relacionados con la manera en que debemos poner en práctica el recobro del Señor.

Quienes estuvimos en aquellas reuniones fuimos profundamente redargüidos de nuestra necesidad de que el Señor nos ilumine aún más con respecto a la economía de Dios y a lo que constituye la esencia intrínseca del ministerio del Nuevo Testamento, cuya finalidad es que la economía divina sea realizada. Ahora que el recobro del Señor se propaga incesantemente en todo el mundo, estos mensajes resultan más cruciales y urgentemente necesarios que nunca. Tenemos la convicción de que ellos serán de gran ayuda para mantener a todos los santos en el carril central de la economía de Dios, resguardándolos de caer en desviación alguna a fin de que el plan eterno de Dios sea cumplido. Nuestra esperanza y expectativa es que estos mensajes lleguen a ser una visión que rija y regule a todos los que somos partícipes del recobro del Señor. Quiera el Señor que consideremos con mucha oración todos y cada uno de los diversos asuntos presentados en estos libros y que sepamos recibirlos todos ellos por igual.

Noviembre de 1985Benson PhillipsIrving, Texas

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CAPÍTULO UNO

LA VISIÓN CONCERNIENTE A DIOS,CONCERNIENTE AL PADRE,

AL HIJO Y AL ESPÍRITUY CONCERNIENTE A LA ECONOMÍA

DE DIOSEn el recobro del Señor hemos recibido una visión particular, la cual está completamente basada en la revelación divina que el ministerio neotestamentario de Dios nos comunica.Ciertamente no es nada fácil presentar ante ustedes todo cuanto compone esta visión. En estos capítulos nos limitaremos a presentar, de manera breve y concisa, una síntesis de los aspectos más cruciales de esta visión que hemos recibido del Señor.

CONCERNIENTE A DIOS

En primer lugar, debemos considerar qué nos muestra esta visión con respecto a Dios. Dios es triuno. Es uno, y a la vez tres; es tres, pero sigue siendo uno. Él es tres-uno, y este Dios Triuno es el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Los tres coexisten y moran el uno en el otro. Son tres, y sin embargo, son uno. Aunque son distintos entre sí, a la vez son uno. Nuestra mente humana es incapaz de comprender este misterio: en la Deidad, los tres de la Trinidad son distintos entre Sí y a la vez son uno.

CONCERNIENTE AL PADRE

Luego, debemos considerar qué nos muestra esta visión con respecto al Padre. El Padre es la fuente, el origen. Si bien no es necesario explicar mucho esto, sí es necesario que nosotros, en nuestra experiencia, conozcamos al Padre como el origen, la fuente de todo. Además, debemos ver que el propio Padre es triuno, y no solamente es triuno en una manera, sino en tres distintas maneras. Así pues, tanto en lo que concierne a Su propia persona como en relación con el tiempo y el espacio, el Padre es triuno.

Al referirse al primero de la Trinidad, Apocalipsis 1:4 habla de Aquel que es y que era y que ha de venir; esta última expresión —que ha de venir— también podría traducirse como Aquel que vendrá o Aquel que ha de ser. El primero de la Trinidad debe referirse al Padre, y aquí el Padre recibe este título divino. Sin lugar a dudas, tal título se basa en la revelación del Antiguo Testamento concerniente a Jehová. Este asunto está plenamente revelado en Éxodo 3 (vs. 6, 14-16). Allí Jehová, el gran Yo Soy, el Eterno, es también el Dios triuno, es decir, el Dios del padre Abraham, el Dios del hijo Isaac y el Dios del nieto Jacob. Sobre la base de Apocalipsis 1:4 y Éxodo 3 podemos ver que Dios el Padre, en lo que concierne a Su Persona, es triuno.

En segundo lugar podemos ver que el Padre es triuno en relación con el tiempo, pues en Apocalipsis 1:4 dice que Él es Aquel que es, en el presente, Aquel que era, en relación con el

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pasado, y Aquel que ha de venir, en relación con el futuro. Por consiguiente, podemos ver que Dios el Padre es triuno con relación al tiempo.

Finalmente, también en relación con el espacio el Padre es triuno. Probablemente ustedes no hayan reflexionado antes sobre este aspecto del Padre, pero en Efesios 4:6 dice que Dios el Padre es sobre todos, por todos y en todos. Aquí vemos tres direcciones, pues con relación al espacio, Él está sobre todos, por todos y en todos. Por tanto, podemos afirmar que Dios el Padre es triuno en relación con Su Persona, en relación con el tiempo y en relación con el espacio. Este asunto está claramente revelado en la Palabra santa y lo hemos visto. Para nosotros, estos asuntos constituyen una visión, no una doctrina.

CONCERNIENTE AL HIJO

Ya vimos algo de lo que nuestra visión nos muestra con respecto a Dios y al Padre; ahora abordaremos lo que dicha visión nos muestra en lo concerniente al Hijo, Jesucristo. Cristo es el Dios Triuno encarnado. Solíamos decir que el Hijo de Dios se encarnó para ser un hombre, pero la Biblia no usa tal expresión.

Quien se encarna es el Dios completo

Estrictamente hablando, la Biblia dice: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios” (Jn. 1:1). Aquí debemos ver que este Dios, quien era el Verbo, no es una parte de Dios ni solamente Dios el Hijo, sino Dios el Hijo y Dios el Padre y Dios el Espíritu, es decir, el Dios completo. El Nuevo Testamento no dice que el Verbo era Dios el Hijo; de hecho, no dice que el Verbo era Dios el Hijo, ni tampoco Dios el Padre ni Dios el Espíritu; más bien, el Nuevo Testamento dice que en el principio era el Verbo y que el Verbo era el Dios completo, esto es, el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

Luego, leemos que el Verbo se hizo carne (v. 14). Por tanto, Cristo es el Dios completo —el Padre, el Hijo y el Espíritu— que se ha encarnado. Estrictamente hablando, el Nuevo Testamento no dice que el Verbo se hizo hombre, sino que el Verbo se hizo carne. Conforme al uso que el Nuevo Testamento da a la palabra carne, ésta se refiere al hombre caído (Ro. 3:20). No obstante, es con cierta renuencia que les digo que Cristo se hizo “un hombre caído”, debido a que ello podría ser malinterpretado por ustedes y tal vez piensen equivocadamente que yo dije que Cristo llegó a ser un hombre en quien había pecado. Debemos afirmar categóricamente que Cristo no se contaminó con el pecado al hacerse hombre, pero sí se hizo hombre después que la humanidad ya había caído. Por consiguiente, Él se hizo carne, pero solamente en semejanza de la carne de pecado (8:3).

Ajeno al pecadopero unido a la humanidad pecaminosa

En la Biblia de estudio Ryrie hay una nota muy clara sobre Juan 1:14 (The Ryrie Study Bible,Moody Press, 1978, pág. 1494) en la cual se declara categóricamente que Cristo se unió a la humanidad pecaminosa, y dice así: “Jesucristo era único, pues aunque Él es Dios desde la eternidad, se ha unido a la humanidad pecaminosa mediante Su encarnación. El Dios-hombre poseía todos los atributos de la deidad (Fil. 2:6) así como los atributos propios de la humanidad (ajeno al pecado), y Él existirá para siempre como Dios-hombre en Su cuerpo

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resucitado (Hch. 1:11; Ap. 5:6). Únicamente el Dios-hombre podía ser el Salvador apropiado, pues Él debía ser humano a fin de poder sufrir y morir, y debía ser también Dios a fin de que Su muerte fuese eficaz como paga por el pecado”. No he encontrado una afirmación tan enfática al respecto en ninguna otra nota, comentario o exposición bíblica que trate sobre este tema. Luego de afirmar que Cristo se unió a la humanidad pecaminosa, Ryrie añadió la frase: “ajeno al pecado”.

Es crucial que veamos por qué la Biblia no dice que Cristo, como el Dios Triuno, llegó a ser un hombre. El hecho de afirmar que Cristo se hizo hombre no denota necesariamente que la encarnación se realizó después de que el hombre ya había caído. Sin embargo, conforme al uso de la palabra carne en el Nuevo Testamento, el hecho de que el Verbo se hiciera carne denota que la carne se refiere al hombre caído. Romanos 3:20 confirma esto: “Ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de Él”. En el tiempo en que el Señor Jesús como el Dios Triuno se encarnó para ser un hombre, la humanidad obviamente ya había caído. Cristo no llegó a ser hombre antes de la caída, sino después, cuando el hombre ya vivía totalmente en una condición caída. Por tanto, como dice Ryrie, realmente Él se unió a la humanidad pecaminosa.

No obstante, debemos entender claramente que en la humanidad del Señor no había pecado. El hecho de que el Señor se haya unido a la humanidad pecaminosa no significa que en Su humanidad hubiera pecado. En Él ciertamente no hay pecado, aunque se hizo carne, lo cual alude al hombre caído en quien sí mora el pecado.

Como la serpiente de bronce,poseyendo la forma del hombre caído

pero sin la naturaleza de pecado

En el mismo Evangelio donde se registra que el Dios Triuno se hizo carne (Jn. 1:14), este Hombre Jesús, el Hijo de Dios, declaró: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”, es decir, levantado en la cruz (3:14). Este versículo indica de manera clara y definida que conforme a la tipología, el Cristo encarnado fue presentado como una serpiente, la serpiente de bronce mencionada en el capítulo 21 de Números, la cual tenía la forma de una serpiente, pero no su naturaleza.

La serpiente levantada en el asta, mencionada en Números 21, era representativa de las personas que habían sido mordidas por las serpientes (vs. 4-9). A los ojos de Dios, todos los que habían sido mordidos por las serpientes también habían llegado a ser serpientes ellos mismos. Dios, a fin de perdonar, salvar y rescatar a dichas personas, primero tenía que juzgarlas. No obstante, ellas no fueron juzgadas directamente sino a través de un representante y en éste, el cual era la serpiente de bronce. A los ojos de Dios, aquella serpiente levantada en el asta para ser juzgada allí representaba a todos aquellos que habían llegado a ser serpientes; pero la serpiente de bronce solamente poseía la forma de la serpiente, mas no su naturaleza. Por ello, a partir del Evangelio de Juan podemos ver que Aquel que se hizo carne, poseía la forma de un hombre caído, pero no tenía la naturaleza caída.

Vino en la semejanza de carne de pecado

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En Romanos 8:3 Pablo dice claramente que Dios envió a Su Hijo en semejanza de carne de pecado. El asunto principal en este versículo es la carne, pero el término carne aparece aquí limitado por la frase “en semejanza de” y modificado por la frase “de pecado”. La expresión “en semejanza de carne de pecado” es verdaderamente una frase preciosa, una expresión maravillosa. Por un lado, se hace referencia a la carne de pecado; por otro, se habla únicamente de la semejanza de esta carne de pecado. Así pues, al modificarse el término carnecon estas dos frases, se da a entender que el Dios Triuno se hizo carne —la cual es el hombre caído— únicamente en cuanto concierne a la semejanza de la carne de pecado, mas no en la naturaleza pecaminosa misma. Debemos entender claramente esta distinción.

El que no conoció pecado, fue hecho pecado

Además, nuestro Cristo al encarnarse fue hecho pecado, aunque no conoció pecado. En 2 Corintios 5:21 Pablo afirma categóricamente algo que corresponde con lo dicho en Romanos 8:3: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. Cristo no conoció pecado, pero Dios lo hizo pecado. Afirmar que Cristo fue hecho pecado, es una expresión mucho más enfática que simplemente decir que Él se hizo carne. Sin embargo, la Palabra dice claramente que Dios lo hizo pecado, y nosotros debemos declarar con toda confianza aquello que la Palabra declara. Mientras Cristo estaba siendo juzgado en la cruz, a los ojos de Dios Él era pecado. Cuando decimos que Dios hizo a Cristo pecado, nos basamos en la propia Palabra de Dios, esto es, en lo dicho por Pablo en 2 Corintios 5:21. Sin embargo, debemos notar también que Pablo modifica tal afirmación mediante la frase: “Al que no conoció pecado”. Decir que alguien que no conoció pecado fue hecho pecado por Dios equivale a expresarse en un lenguaje celestial. ¡Cuánto necesitamos aprender a hablar el lenguaje celestial de la Biblia!

Se encarnó mediante la mezcla de dos esencias

Este Cristo, quien no conoció pecado pero que fue hecho pecado, era la corporificación misma de la plenitud de la Deidad del Dios Triuno mientras vivió en esta tierra en Su encarnación. Podemos declarar esto basados en Colosenses 2:9, que dice: “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Tal persona fue concebida y nacida de Dios, y en Él se mezcló la esencia divina con la humana. Él nació con estas dos esencias, pues Su nacimiento fue realizado mediante el Espíritu Santo y mediante una virgen (Mt. 1:18-25; Lc. 1:26-35; 2:1-7). Fue por medio del Espíritu Santo que Él recibió la esencia divina y por medio de una virgen humana que recibió la esencia humana. Así pues, esta concepción divina consistió en mezclar dos esencias; estas dos esencias —la divina y la humana— llegaron a mezclarse al ser concebido Jesús.

Cuando hablamos de mezcla queremos decir que dos elementos se unen uno al otro y se mezclan entre sí, pero que no son despojados de su particular naturaleza; es decir, ambas naturalezas siguen siendo distintas entre sí y al unirse no producen una tercera naturaleza de índole distinta a las anteriores. Por tanto, Aquel nacido para ser un Dios-hombre es tanto el Dios completo como el hombre perfecto, ya que posee ambas naturalezas y dos clases de vida; es decir, Él posee la vida y naturaleza divinas así como la vida y naturaleza humanas, las cuales se han mezclado al hacerse una sola entidad pero sin confusión, sin que ambas naturalezas dejen de ser distintas entre sí y sin que se produzca una tercera naturaleza o elemento. Esta breve definición deberá ayudarnos a estar claros con respecto a la encarnación de Cristo y con respecto a Su Persona, la cual posee dos naturalezas y dos clases de vida.

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Experimentó el vivir humanoy una muerte todo-inclusiva

Luego de Su concepción y nacimiento, este Cristo maravilloso vivió en esta tierra por más de treinta y tres años. Después de experimentar plenamente la vida humana, Él pasó por la experiencia de una muerte todo-inclusiva, la cual incluye varios aspectos.

Como el Cordero de Dios

En primer lugar, Cristo murió como el Cordero de Dios para quitar el pecado (la totalidad del pecado, incluyendo los pecados) del mundo, esto es, de la humanidad (Jn. 1:29).

Como un hombre en la carne

En segundo lugar, Cristo murió como un hombre en la carne, haciendo que el pecado fuese condenado en la carne por Dios (Ro. 8:3).

Como el postrer Adán

En tercer lugar, Cristo murió como el postrer Adán (1 Co. 15:45). Adán, la cabeza de toda la humanidad, mediante la caída, llegó a ser —juntamente con todos sus descendientes— un hombre caído en la vieja creación de Dios. Cristo, como el postrer Adán, dio fin al viejo hombre al llevarlo a la cruz para que éste fuera crucificado. Cuando Cristo fue crucificado, nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él (Ro. 6:6).

Como criatura

En cuarto lugar, Cristo murió como criatura. Cristo fue el Primogénito, el primero de toda la vieja creación (Col. 1:15b). Como el primero de la vieja creación, llevó también a toda la vieja creación a la cruz para darle fin. Esto se basa en Colosenses 1:20, donde dice que Dios reconcilió consigo todas las cosas por medio de Cristo.

Como Aquel que teníala forma de una serpiente

En quinto lugar, Cristo murió como Aquel que tenía la forma de una serpiente (Jn. 3:14), tal como lo tipifica la serpiente de bronce en Números 21:19. En este aspecto, Cristo no sólo murió para ser el sustituto del hombre caído que había sido mordido por la serpiente antigua (Ap. 12:9), sino también para destruir a la serpiente antigua, el diablo, quien tiene el imperio de la muerte (He. 2:14).

Como el Pacificador

En sexto lugar, Cristo también murió en la cruz como el Pacificador (Ef. 2:14-16). Debido a la caída del hombre, la humanidad llegó a tener muchas ordenanzas, costumbres, hábitos, y muchas diferentes maneras de vivir y de adorar. Son todas estas diferencias que existen entre

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las personas las que han dividido, confundido y disgregado a la humanidad. Por esta razón, no hay paz entre los hombres. Cristo murió en la cruz como el Pacificador, a fin de abolir todas las ordenanzas y hacer del pueblo escogido y redimido de Dios un solo y nuevo hombre.

Como el grano de trigo

Además, Cristo murió en la cruz como el grano de trigo, el cual se sembró en el corazón del hombre. Éste es el séptimo aspecto de Su muerte. Él murió como el grano de trigo a fin de liberar la vida divina y vivificar a los redimidos de Dios, produciendo así muchos granos que puedan mezclarse como un solo pan que se ofrece a Dios. Este pan es la iglesia, el Cuerpo de Cristo (1 Co. 10:17).

Todos debemos percibir esta visión. Cristo murió en la cruz al menos en siete aspectos: como el Cordero de Dios, como un hombre en la carne, como el postrer Adán, como una criatura, como Aquel que tenía la forma de una serpiente, como el Pacificador y como el grano de trigo. Por un lado, Él murió para dar fin a todas las cosas negativas, y por otro, murió para que la vida divina fuese liberada e impartida a fin de producir la iglesia. Todo esto forma parte de nuestra visión.

Llegó a ser el Espíritu vivificantey el Primogénito entre muchos hermanos

Después de experimentar tal muerte todo-inclusiva, Cristo entró en la resurrección, en la cual llegó a ser el Espíritu vivificante, que es la consumación misma del Dios Triuno. El Espíritu vivificante es el Espíritu que hace germinar, pues dar vida es hacer germinar. Cristo no sólo llegó a ser el Espíritu vivificante para impartir vida en Sus creyentes, sino también, en resurrección, llegó a ser el Hijo primogénito de Dios a fin de producir los muchos hijos de Dios, Sus muchos hermanos (Ro. 8:29). Éste es un aspecto crucial de nuestra visión concerniente a Cristo.

CONCERNIENTE AL ESPÍRITU

El Espíritu de Dios y el Espíritu de Jehová

En lo que concierne al Espíritu, ya hemos visto que Él es el Espíritu de Dios en la creación (Gn. 1:2), y que también es el Espíritu de Jehová al relacionarse con el hombre (Jue. 3:10). En la creación, es el Espíritu de Dios, y en Su relación con el hombre, es el Espíritu de Jehová.

El Espíritu Santo

Al comienzo de la economía neotestamentaria de Dios, el Espíritu es el Espíritu Santo. El nacimiento de Juan el Bautista y el nacimiento de Jesús marcan el inicio de la economía neotestamentaria de Dios. En dicho inicio, el Espíritu es el Espíritu Santo, con el cual fue lleno Juan el Bautista, el precursor de la economía neotestamentaria de Dios (Lc. 1:15). Y fue por este Espíritu Santo que Jesucristo el Salvador fue concebido y nació (v. 35; Mt. 1:18, 20). Además, Jesús fue ungido con este Espíritu Santo, para vivir y ministrar a fin de llevar a cabo la parte que le correspondía del ministerio neotestamentario (Lc. 3:22).

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El Espíritu

En la glorificación (la resurrección, según Lucas 24:26) de Jesús, el Espíritu es llamado “el Espíritu” (Jn. 7:39). Hemos visto que en la creación, Él es el Espíritu de Dios; y que en cuanto a Su relación con el hombre, Él es el Espíritu de Jehová; al inicio de la economía neotestamentaria Él es el Espíritu Santo; y en la glorificación de Jesús, Él es el Espíritu. El Espíritu es la consumación del Dios procesado, quien ha pasado por la encarnación, el vivir humano, la muerte y la resurrección. Posteriormente, Él es llamado el Espíritu de Jesús en Hechos 16:7, el Espíritu de Cristo en Romanos 8:9, el Espíritu de Jesucristo en Filipenses 1:19, el Espíritu del Señor en 2 Corintios 3:17, el Espíritu de Dios en Romanos 8:9 y el Espíritu de vida en Romanos 8:2. Después de la glorificación de Jesús, el Espíritu llegó a ser un Espíritu compuesto, tal como lo indican los títulos: el Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu de vida. Este Espíritu compuesto y todo-inclusivo está compuesto por la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su vivir humano, Su muerte todo-inclusiva con la eficacia de la misma, Su resurrección con el poder de la misma y Su ascensión y la exaltación propia de ésta, que incluye Su entronización, Su coronación con gloria y honor, la autoridad dada a Él como Cabeza, el señorío y el reinado. Así pues, en este Espíritu compuesto se hallan los elementos de la divinidad de Cristo, de Su humanidad, de Su vivir humano, de Su muerte junto con la eficacia de ésta, de Su resurrección junto con el poder de la misma, y de Su ascensión, la cual incluye Su exaltación. Todos estos son los ingredientes del Espíritu compuesto.

Por tanto, el Espíritu es la consumación del Dios Triuno procesado y, como tal, es todo-inclusivo. Este compuesto incluye a Dios mismo, al hombre, el vivir humano, la muerte de Cristo —una muerte que es todo-inclusiva, que redime, que pone fin a todo lo viejo y que imparte la vida divina a otros— con la eficacia propia de dicha muerte, e incluye además la resurrección que hace germinar con el poder de la misma y la ascensión con la exaltación correspondiente. Él no solamente es la consumación del Dios Triuno procesado, sino también la consumación de todo lo que el Dios Triuno procesado ha conseguido, logrado y obtenido.

Los siete Espíritus

En el libro de Apocalipsis, el Espíritu llega a ser los siete Espíritus (1:4; 3:1; 4:5; 5:6). En cuanto al aspecto esencial, el Espíritu no es siete, sino uno solo; pero en cuanto al aspecto económico, este Espíritu es siete o séptuplo. A la postre, en relación con la economía de Dios y en cuanto a la función que el Espíritu cumple, este Espíritu llega a ser el Espíritu siete veces intensificado. En esencia, el Espíritu es uno solo, pero en cuanto a la función que desempeña en la economía divina, dicho Espíritu es siete. En Apocalipsis no se nos habla de lo que el Espíritu es en esencia, sino que se tratan asuntos que conciernen a la función que este Espíritu cumple en términos de la economía divina; y en términos de tal economía, el Espíritu ha sido siete veces intensificado. Si carecemos de esta visión, ambos aspectos del Espíritu serán irreconciliables para nosotros, es decir, constituirá una contradicción afirmar que el Espíritu es uno y, a la vez, siete. Pero si tenemos una visión clara con respecto a la diferencia que existe entre el aspecto esencial del Espíritu y Su aspecto económico, entonces seremos capacitados por el Señor para captar y conciliar ambos aspectos de esta verdad.

CONCERNIENTE A LA ECONOMÍA DE DIOS

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Hemos abarcado las cuatro primeras visiones básicas que hemos recibido de parte del Señor durante los últimos sesenta años: nuestra visión concerniente a Dios, al Padre, al Hijo y concerniente al Espíritu. Ahora llegamos a la visión concerniente a la economía de Dios.

La administración que Dios efectúapara llevar a cabo Su plan

En la economía de Dios hemos visto que Dios tiene un deseo, el cual ha estado en Su corazón desde antes de la fundación del mundo. En segundo lugar, hemos visto el beneplácito de Dios. Así pues, Dios tiene un deseo y un beneplácito. En base a Su beneplácito, Dios concibió un plan; dicho plan fue trazado con un determinado propósito, en función del cual Dios escogió a un grupo de personas a quienes predestinó para filiación. Estos son los cinco aspectos cruciales: el deseo de Dios, Su beneplácito, la elección que Él hace, la predestinación que Él efectúa y Su plan (Ef. 1:4-5, 9, 11; 3:11). Para realizar estas cinco cosas, Dios ciertamente requiere una economía, una administración, a gran escala. Para llevar a cabo Su plan, el cual abarca la predestinación conforme a Su elección, beneplácito y deseo, Dios necesita elaborar un itinerario.

Dios se imparte en Su pueblo escogido

La economía de Dios consiste en que Él se imparte en Su pueblo escogido, predestinado y redimido, a fin de ser su vida, su suministro de vida y su todo. Hemos invertido mucho tiempo estudiando la palabra griega oikonomía, usada en Efesios 1:10; 3:9 y 1 Timoteo 1:4, que equivale a economía o dispensación. Esta palabra griega está compuesta de los vocablos oikos,que significa casa, y nomos, que significa ley. Si profundizamos en la raíz de esta palabra, descubriremos que se relaciona con repartir o distribuir el alimento en porciones. La raíz de esta palabra también se refiere a la distribución del alimento que es impartido al ganado para apacentarlo. La economía de Dios consiste en que Él se imparte, se distribuye, a nosotros como nuestra vida y suministro de vida.

En Su economía, Dios se imparte a Su pueblo como su vida, suministro de vida y como su todo. Se infunde en ellos como su fuerza, poder, sabiduría, justicia, santidad, amor, amabilidad, e incluso como sus atributos y virtudes. En esto consiste la economía de Dios. Como resultado de esta economía son producidos muchos creyentes, los cuales llegarán a ser los componentes del Cuerpo del Hijo de Dios con miras a que el Dios Triuno obtenga Su plena expresión. Ésta es nuestra visión en lo concerniente a la economía de Dios.

LA URGENTE NECESIDAD DE HOY

Hermanos, espero que dediquen el debido tiempo a profundizar en estos cinco asuntos concernientes a nuestra visión de Dios, del Padre, de Cristo, del Espíritu y de la economía de Dios. Todos estos asuntos están completamente basados en versículos de la Biblia, los cuales proveen un fundamento apropiado, y ustedes deberán identificar dichos versículos con la ayuda de los mensajes del Estudio-vida.

Si yo, a mi edad, estoy en condiciones de hablar sobre todas estas cosas y transmitírselas sin tener que recurrir al uso de notas, ciertamente todos ustedes, quienes son más jóvenes que yo, pueden profundizar en estos asuntos hasta el grado de poder hablar sobre ellos de manera

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espontánea a fin de comunicar a otros cuál es nuestra visión con respecto a Dios, al Padre, al Hijo, al Espíritu y a la economía de Dios. Les recomiendo que profundicen en estos asuntos. Si lo hacen, adondequiera que vayan podrán hablar sobre ello de manera tal que puedan despertar el interés de las personas. No habrá necesidad de cambiar de tema a fin de captar el interés de quien les escuche, pues cuando ustedes hablen de estos temas lo harán de tal manera que ello despierte, todo el tiempo, el interés de sus oyentes. Cada uno de estos temas es inagotable y necesita ser definido de manera minuciosa. Cuanto más hablen de este tema, más despertarán el interés de los demás, y más aumentará el apetito de ellos, su sed y su hambre. Nuestra gran necesidad es ver el ministerio neotestamentario de Dios y recibir la visión que impera en el recobro del Señor hoy en día. Ciertamente no es necesario retroceder y recurrir a cosas viejas que jamás podrían servir para atender a las necesidades presentes. El recobro del Señor ha recibido una visión especial, la cual se basa en la revelación divina concerniente al ministerio neotestamentario. Quisiera, pues, exhortarles a dedicar el debido tiempo al estudio completo de todo cuanto forma parte de esta visión.

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CAPíTULO DOS

LA VISIÓN CONCERNIENTE A LA REDENCIÓN

Y A LA SALVACIÓN COMPLETAQUE DIOS EFECTÚA

En nuestros días, no es tan fácil entender con claridad y en conformidad con la Palabra pura de Dios todo lo relacionado con el Dios Triuno, la redención y la salvación completa que Dios efectúa. Tal dificultad estriba en la enseñanza tradicional que hemos recibido en el pasado con respecto a estos asuntos. La enseñanza tradicional que recibimos ha venido a ser como un velo que nos impide ver claramente.

CONCERNIENTE A LA REDENCIÓN

Aquel que efectuó nuestra redención

Para conocer la redención efectuada por Cristo, primero tenemos que conocerle a Él, el que logró dicha redención. Si conocemos a Aquel que efectuó nuestra redención, a nuestro Redentor, ciertamente podremos conocer Su redención. Debemos entender quién era Cristo en el momento en que fue condenado y se le dio muerte bajo el justo juicio de Dios. Este asunto debe ser considerado con mucho cuidado porque involucra la así llamada teología concerniente a la Trinidad y a la Cristología, esto es, el estudio de la Persona de Cristo. Nuestro Redentor, mientras moría en la cruz para efectuar nuestra redención, seguía siendo la Cabeza de toda la creación, el Primogénito de toda creación, y asimismo, la imagen invisible de Dios.

El Primogénito de toda creación

El que Cristo sea la Cabeza de toda la creación incluye el hecho de que Él es también el Primogénito de toda creación. En Colosenses 1:15, al declarar que Cristo es la porción que nos ha sido asignada por Dios, Pablo primeramente dice que Cristo es la imagen del Dios invisible, y que también es el Primogénito de toda creación. Por un lado, en este versículo podemos ver a Cristo en relación con Dios; Él es la imagen del Dios invisible, la expresión misma de Dios, o el Dios invisible expresado.

Por otro lado, aquí también vemos a Cristo en relación con toda la creación; Él es el Primogénito de toda creación. El que Cristo sea el Primogénito de toda creación significa que Él es el primero de todas las criaturas. Por causa de las herejías difundidas por Ario en tiempos antiguos, pocos maestros de la Biblia se atreven a exponer sobre el significado literal que encierra Colosenses 1:15 en el idioma griego. Ario enseñó que Cristo no era divino, que no era Dios, sino algo creado por Dios en la eternidad, y fundamentaba su enseñanza herética en Colosenses 1:15. Conforme a la historia, Ario fue condenado debido a esta herejía y fue exiliado por el Concilio de Nicea en el año 325 d. C. Debido a esta enseñanza herética de

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Ario, desde el tiempo del Concilio de Nicea hasta nuestros días, la mayor parte de los maestros de la Biblia no interpretan Colosenses 1:15 conforme a su traducción literal, por temor a ser calificados de herejes, tal como sucedió con Ario.

Hemos estudiado cuidadosamente la frase “el Primogénito de toda creación” conforme al griego, y tenemos la certeza de que se trata de una traducción exacta. Algunos traductores incluso han cambiado la traducción para que diga: “El Primogénito antes de toda creación”. Todo estudiante de griego y todo maestro de griego puede reconocer que esta última traducción es completamente inexacta. Cambiar la preposición “de” por “antes de” indicaría que Cristo es algo aparte de todas las criaturas, pero usar la preposición “de” indica que Cristo es una de las criaturas. He aquí una gran diferencia. La razón por la que algunos maestros cambian la traducción es porque tienen miedo de ser condenados al aceptar que Cristo es una de las criaturas, incluso la primera de ellas. Por ello, no se atreven a decir que Cristo es el Primogénito de toda creación.

La interpretación hecha por algunos maestros de la Biblia es que la frase “Primogénito de toda creación” meramente significa que Cristo existía antes de la creación. Ellos afirman que Él es el Creador y, por ende, es imposible para Él ser una criatura. Por tanto, evitan decir que Cristo llegó a ser una de las criaturas.

Un expositor reconoce que, de acuerdo con el griego, esta frase debería traducirse “el Primogénito de toda creación”, y afirma que la palabra “de”, que en griego se utiliza como preposición, indica que el Primogénito es uno de los muchos elementos de la creación. Aunque admite que según el griego se debe traducir “Primogénito de toda creación”, no obstante, afirma que jamás deberíamos decir que Cristo llegó a ser una de las criaturas, contradiciendo así sus propias palabras. Tal expositor no tuvo la valentía de interpretar este versículo conforme a su significado literal.

El Creador y la criatura

A partir de 1958 he publicado varios escritos para declarar que nuestro Cristo no es tan sólo el Creador sino también una criatura, ya que Él es tanto Dios y Creador, como también hombre y criatura. Si decimos que Cristo es Dios, ciertamente Él es el Creador. Y si decimos que Cristo es un hombre, ciertamente Él es una criatura. Lo extraño es esto: aunque un buen número de maestros cristianos admiten que Cristo es un hombre, no tienen el denuedo para admitir que Él es una criatura. ¿Cómo puede ser que haya un hombre que no sea criatura? Tal interpretación es ilógica, pero muchos maestros no se atreven a decir que Cristo es una criatura.

Negar que Cristo es una criatura es caer en un error bajo la herejía de los docetas (70-170 d. C.). Los docetas siguieron a los gnósticos al decir que toda materia es maligna y que todo lo físico, incluyendo nuestra carne, es maligno. Ellos enseñaron que, debido a que Cristo es santo, nunca pudo haber sido materia ni algo físico, y que Él nunca pudo haber llegado a ser carne. Su enseñanza herética consistió en afirmar que Cristo no fue un verdadero hombre, y que como hombre, Él era solamente un fantasma. La enseñanza doceta es una herejía.

Aquellos que niegan la verdad de que Cristo, como hombre, es una criatura, se convierten en docetas, lo cual equivale a negar que Cristo ha venido en la carne. Juan condenó a tales personas en el capítulo 4 de su primera epístola.

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Cristo es un hombre, un típico hombre de carne, piel, huesos y sangre. Si aceptamos esto como un hecho, debemos admitir que la piel es algo creado, y que los huesos, la carne y la sangre son elementos que pertenecen a las criaturas. Sería ridículo decir que Cristo es un hombre pero que no es una criatura. Esto no es un asunto que deba debatirse doctrinalmente. Debemos aceptar la verdad y conocer los hechos.

El Redentor de la creación y de la humanidad

La redención realizada por Cristo no sólo es para el hombre, sino también para toda la creación. Colosenses 1 revela que Cristo es el Primogénito de toda la creación (v. 15), y que por medio de la redención efectuada por Él, todas las cosas creadas en el cielo y en la tierra fueron reconciliadas con Dios (v. 20). La redención efectuada por Cristo redime todas las cosas. Hebreos 2:9 dice claramente que Cristo gustó la muerte no sólo por todos los hombres, sino también en beneficio de todas las cosas.

Si Cristo fuese únicamente un hombre y no el Primogénito de toda creación, el primero de todas las criaturas, ¿cómo podría entonces redimir a todas las criaturas? Así como es necesario que Él sea un hombre para poder redimir al hombre, también es necesario que Él sea una criatura a fin de redimir a todas las criaturas. Es necesario que nuestro Redentor sea el primero de toda creación a fin de que pueda redimirla; por tanto, Él tiene el primer lugar como el Primogénito de toda creación. Bajo este mismo principio, Él es el postrer Adán, la cabeza de toda la humanidad, y, como tal, Él es apto para ser el Redentor de la humanidad.

Jesús, el Hijo de Dios

Por ser el Primogénito de toda creación, Cristo es apto para ser el Redentor de toda creación, y como el postrer Adán de la humanidad, Cristo es apto para ser el Redentor de la humanidad entera. Sin embargo, si Él sólo fuera el primero de toda criatura y el postrer Adán de la humanidad, aunque sería apto para ser el Redentor, Su redención no tendría eficacia eterna. Si Él fuera solamente una de las criaturas, ¿cómo podría una criatura morir por todas las demás criaturas? Si Él sólo fuera un hombre, ¿cómo podría un hombre morir por todos los demás hombres? Si éste fuera el caso, Su redención no tendría eficacia eterna ni validez eterna. Si la redención que Cristo efectuó fuera tan sólo una redención lograda por la primera de todas las criaturas y por el postrer Adán de la humanidad, Su redención no tendría eficacia por la eternidad. Tal redención no podría ser eterna porque ninguna criatura ni ningún hombre es eterno por sí mismo. Así pues, era necesario que nuestro Redentor poseyera cualidades adicionales; era imprescindible que en Él hubiese el elemento de la eternidad, y el único que posee tal elemento es Dios mismo. Por todo ello, era menester que nuestro Redentor fuese Dios mismo.

Cuando nuestro Redentor murió en la cruz, Él murió como el primero de toda creación, como el postrer Adán, esto es, como cabeza de la humanidad, y además como el propio Dios. Debido a que al morir en la cruz Su Persona tenía estos tres aspectos, Su redención es llamada la redención eterna (He. 9:12). Los dos primeros aspectos lo capacitaron para ser el Redentor, y el último aspecto asegura que Su redención sea eterna, que lo abarque todo y que se mantenga vigente por la eternidad. Por esta razón, Cristo es apto para efectuar una redención adecuada y eterna.

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Cuando Juan dijo que la sangre que nos limpia, o que nos redime, es la sangre de Jesús, añadió el título “Su Hijo”, es decir, el Hijo de Dios (1 Jn. 1:7). La sangre que fue derramada en la cruz es la sangre no sólo del hombre Jesús, sino también de Jesús el Hijo de Dios. La sangre de Jesús es la sangre genuina de un hombre. Sólo la sangre humana puede redimir al hombre. Por supuesto, Dios no tiene sangre que pueda derramar, pero aun si la tuviera, esa sangre no sería apta para redimir al hombre. El hombre tiene que ser redimido mediante el derramamiento de sangre humana. Por consiguiente, la sangre de Jesús es la sangre genuina de un hombre genuino que es plenamente apta para redimir al hombre.

No obstante, si la sangre de Jesús fuera sólo la sangre de un hombre, no tendría eficacia eterna. Por tanto, en 1 Juan 1:7 el apóstol Juan añade el título: “Su Hijo”, el Hijo de Dios, para hacer referencia a Su divinidad. Este Jesús no sólo es el Hijo del Hombre que derramó la sangre de un hombre genuino, sino que también es el Hijo de Dios que garantiza la eficacia de Su sangre por la eternidad.

El nombre Jesús denota la humanidad del Señor, sin la cual no sería posible derramar la sangre redentora, mientras que el título Hijo de Dios denota la divinidad del Señor, la cual es indispensable para que la sangre redentora sea eternamente eficaz. Por consiguiente, la expresión “la sangre de Jesús Su Hijo” indica que esta sangre es la sangre adecuada de un hombre genuino cuyo fin es redimir la creación caída, con la garantía divina de que dicha sangre es eternamente eficaz, una eficacia que prevalece sobre todo y en todo lugar y que es perpetua en cuanto al tiempo.

Así, nuestro Redentor es el primero de todas las criaturas, el postrer Adán de la humanidad y el propio Dios. Esta verdad tiene una serie de implicaciones que suelen causar grandes debates entre los teólogos; sin embargo, nuestro interés no es argumentar, sino dejar establecida la verdad.

Los elementos constitutivos del Dios-Hombreson tanto la esencia humana como la divina

Debemos considerar cuáles son las esencias, los elementos constitutivos, del Ser que fue crucificado y cuyo nombre es Jesucristo. Sabemos que al ser crucificado Jesucristo, los elementos constitutivos de Su Ser eran tanto la esencia humana como la divina, pues Él fue concebido con estas dos esencias y al nacer poseía ambas esencias. Él fue concebido del Espíritu Santo y nació de una virgen humana, y en Él se hallaban mezcladas la esencia divina y la esencia humana. Así pues, Él no sólo era humano, sino que era esencialmente humano y divino, pues ambas esencias conformaban Su constitución intrínseca. Ambas esencias conforman Su constitución intrínseca, Su ser intrínseco.

Cuando el Señor Jesús fue bautizado, Él poseía tanto la esencia divina como la humana. Todos los demás que fueron bautizados solamente tenían la esencia humana. Hubo sólo Uno, Aquel que se llamó Jesús, que al ser bautizado poseía dos esencias.

El Espíritu Santo vino y descendió sobre el Señor Jesús después de Su bautismo. Basado en este hecho, Cerinto enseñó su gran herejía de que Jesús no tenía el Espíritu Santo y que solamente era humano (véase la nota 1 de 1 Juan 2:22 en la Versión Recobro). En esta herejía, Cerinto separaba al hombre terrenal Jesús, del Cristo, que es divino. Cerinto enseñó que la Paloma Santa era una señal que representaba al Cristo que es divino, y que este Cristo, como

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la Paloma Santa, que era el Espíritu Santo, descendió sobre el hombre Jesús después de Su bautismo. Él interpretó que este Cristo, como la Paloma divina, estuvo con Jesús a partir de ese momento y durante tres años y medio, y que luego la Paloma divina dejó a Jesús cuando éste fue a la cruz para ser allí crucificado. En otras palabras, en su herejía, Cerinto enseñó que Cristo abandonó a Jesús.

Probablemente Cerinto haya utilizado dos versículos como fundamento para su herejía. Primero, en Mateo 3:16 dice que la Paloma Santa descendió sobre Jesús después de Su bautismo. Es probable que basado en este hecho, Cerinto enseñó que antes que la Paloma Santa descendiera, Jesús no tenía nada de divino. Entonces, cuando Jesús fue a la cruz, al inicio de las tres últimas horas de la tarde, Él clamó: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” (27:46). Es probable que basado en este versículo, Cerinto enseñó que la Paloma Santa se fue y dejó en la cruz solamente al hombre Jesús.

Todo esto podría dar la impresión de que Cerinto tenía alguna probabilidad de estar en lo correcto y que, tal vez, tuviese algún fundamento para su interpretación de estos versículos. Sin embargo, necesitamos considerar este asunto con mayor detenimiento. Conforme al clamor del propio Señor Jesús, es verdad que Dios dejó a Jesús en la cruz por causa del pecado del hombre. Pero debemos considerar quién fue dejado en la cruz. ¿Fue tan sólo un hombre con esencia humana? Debemos ver claramente que Aquél que fue dejado en la cruz era la misma persona cuyos elementos constitutivos eran la esencia humana y la esencia divina desde antes de Su bautismo. Antes de ser bautizado y de que el Espíritu Santo descendiera sobre Él, esta persona ya era divina, es decir, ya estaba constituida con la esencia divina. Éste es un asunto crucial. Por tanto, Aquel que fue bautizado no era tan sólo un hombre, sino un Dios-hombre. Bajo este mismo principio, quien fue crucificado no era tan sólo un hombre, sino un Dios-hombre.

Nuestro Redentor, al morir en la cruz por nosotros los pecadores, era poseedor de la esencia humana, a saber: Él era un hombre, el primero de todas las criaturas y el postrer Adán, la cabeza de toda la humanidad. Además, nuestro Redentor era poseedor de la esencia divina, pues Él era Dios. Él, quien poseía la esencia humana, era el primero de todas las criaturas y el postrer Adán de la humanidad; Él, quien poseía la esencia divina, era Dios mismo. El hecho de que Dios haya dejado a Cristo en la cruz constituye otro aspecto. Esto es lo mismo que cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él después de Su bautismo. El hecho de que el Espíritu descendiera sobre Él no indicaba que no tuviera la esencia divina, pues Él ya estaba constituido de ella. Él fue concebido con la esencia divina y nacido de esta esencia divina mucho antes de ser bautizado. Bajo este mismo principio, el hecho de que Dios dejara a Cristo en la cruz no indicaba que Él no estuviera constituido de la esencia divina. Estos puntos parecen ser muy complicados, pero espero que estén claros para todos ustedes.

La secuencia de la Trinidad

Ahora se hace necesario retomar el tema concerniente a la secuencia de la Trinidad a fin de ver un aspecto adicional. En la Trinidad hemos visto al Padre, al Hijo, Cristo, y al Espíritu. Es correcto decir que, en la Trinidad, el Primero es el Padre, el Segundo es el Hijo y el Tercero es el Espíritu. Sin embargo, debemos ver que la secuencia de la Trinidad cambia en relación con la aplicación a nosotros.

No sólo en Apocalipsis 1:4-5 el Tercero llega a ser el Segundo, sino que hay también otros pasajes que se ciñen a este mismo principio. Por ejemplo, en Efesios 3, Pablo dice que Él ora

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al Padre para que nos fortalezca por Su Espíritu (aquí el Espíritu es mencionado en segundo lugar), para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. En esta aplicación, el Tercero llega a ser el Segundo, es decir, se aplica el mismo principio utilizado en Apocalipsis 1. Por otra parte, en 1 Pedro 1:2 se nos indica que fuimos escogidos por el Padre mediante la santificación del Espíritu para ser rociados con la sangre de Jesucristo. Nuevamente, aquí el Espíritu aparece como Segundo. También en 2 Corintios 13:14 la secuencia de la Trinidad aparece cambiada, pues allí Pablo habla de la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo. En este caso la secuencia es cambiada en relación con la aplicación a nosotros, ya que el Segundo (Cristo) llega a ser el Primero, y el Primero llega a ser el Segundo.

Estos cambios en la secuencia de la Trinidad indican que la función es una cosa, mientras que la esencia es otra. En cuanto a la función que cumple, la Trinidad es mencionada en cierta secuencia, pero en cuanto a Su esencia, la secuencia de la Trinidad es diferente. Además, como vimos con respecto a los siete Espíritus, el Espíritu en Su aspecto esencial es uno, pero en Su aspecto económico, es siete. Debido a que algunos maestros que nos preceden descubrieron este principio, ellos inventaron términos tales como la Trinidad en Su aspecto esencial y la Trinidad en Su aspecto económico.

La Trinidad en Su aspecto esencialy en Su aspecto económico

en relación con la redención efectuada por Cristo

En cuanto al aspecto esencial de la Trinidad, los tres están presentes sin manifestar nada que pudiera llamarse una secuencia o una progresión. El Padre, el Hijo y el Espíritu existían simultáneamente desde la eternidad pasada, y los tres siguen presentes; continúan existiendo simultáneamente por toda la eternidad. Esto es así con la Trinidad esencial, o sea, en cuanto a la esencia de la Trinidad Divina.

No obstante, con respecto a la Trinidad en Su aspecto económico, vemos que primero el Padre concibió un plan, nos eligió, nos seleccionó y nos predestinó. Luego, el Hijo vino a cumplir lo que el Padre había planeado. Después que el Hijo llevó a cabo dicho plan, el Espíritu vino para aplicar lo que el Hijo había cumplido conforme a lo que el Padre había planeado. En esta economía puede verse cierta secuencia y progresión. Por tanto, en cuanto a la esencia de la Trinidad, los tres son iguales y no existe secuencia ni progresión alguna. Sin embargo, en cuanto a la economía de Dios, existe lo que podríamos llamar una secuencia o progresión, la cual consta de tres pasos.

Debemos percatarnos de que la redención efectuada por Cristo involucra tanto el aspecto esencial como el aspecto económico de Dios. A fin de que el Redentor fuese apto, eran necesarias dos esencias: la esencia del hombre y la esencia de Dios. Sin embargo, en cuanto al aspecto económico de la obra redentora, se pueden identificar ciertos temas relacionados con el Espíritu y la función que éste debía desempeñar. Después que el Redentor se bautizó y mientras permanecía de pie en el río Jordán, el Espíritu Santo en Su aspecto económico descendió sobre Él; así, el Espíritu ponía de manifiesto Su función, es decir, se manifestó como el Espíritu en función, como el Espíritu en relación con la economía de Dios. Sin embargo, cuando Jesús fue concebido y nació del Espíritu Santo, dicho Espíritu era el Espíritu Santo en Su aspecto esencial. Estas distinciones son importantes para nuestra comprensión, pues esto no es fácil de captar.

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Cuando el Redentor fue crucificado, Él fue desamparado por Dios en Su aspecto económico; pero en lo que concierne a Su esencia, Dios no podía abandonarlo. Dios mismo era la esencia del hombre Jesús, y ello fue así desde Su concepción y durante Su nacimiento, Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección y por la eternidad. No obstante, no fue sino hasta después que fue bautizado y con la finalidad de dar inicio a Su ministerio, que Dios descendió sobre Él en Su aspecto económico para ungirlo. El Espíritu en Su aspecto económico estuvo con Él todo el tiempo durante tres años y medio. Finalmente, conforme a Hebreos 9:14, Él se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. Fue durante Sus últimas horas en la cruz que Él fue hecho pecado a los ojos de Dios, por lo cual fue desamparado por el Espíritu en Su aspecto económico, mas no en cuanto a Su esencia. Es decir, Él fue abandonado por Dios en Su aspecto económico, mas no en lo que concierne a Su esencia. En virtud de estos dos aspectos, el económico y el esencial, Jesús era apto para redimir al hombre y a todas las criaturas y, al mismo tiempo, efectuar una redención que tuviese vigencia eterna. Por tanto, Él es apto para lograr nuestra redención y asegurar la eficacia eterna de la misma. Ésta es nuestra visión con respecto a la redención de Cristo.

Después de haber dicho esto, permítanme decirles brevemente el motivo por el cual desconfiamos de las enseñanzas tradicionales; la visión que hemos recibido está constituida por verdades mucho más profundas que las presentadas en las enseñanzas tradicionales. Debido a que el Señor ha querido mostrarnos algo de manera mucho más profunda, simplemente no podemos seguir enseñanzas superficiales.

CONCERNIENTE A LA SALVACIÓN COMPLETAQUE DIOS EFECTÚA

No es fácil hablar acerca de nuestra visión de la redención, ni tampoco acerca de nuestra visión de la salvación completa que Dios efectúa. Sin embargo, una vez que hayan sido iluminados y reciban esta visión, no cabrán en sí de gozo. Pero si carecen de iluminación y de la visión correspondiente, en lugar de presentar la salvación completa revelada en la Palabra de Dios, lo que ustedes presenten será semejante a los esfuerzos de personas ignorantes que tratan de hablar sobre asuntos muy complejos.

La certeza de la salvación

En la primera etapa de nuestra visión concerniente a la salvación completa que Dios efectúa, fuimos iluminados con respecto a la certeza de la salvación. Esto hizo que nos alegráramos sobremanera. Dondequiera que íbamos le preguntábamos a la gente: “¿Es usted salvo? ¿Tiene usted la certeza de haber sido salvo?”. Especialmente se lo preguntábamos a los pastores, ancianos, predicadores, diáconos y diaconisas. En ese tiempo, yo era como un tigre joven, sin temer a nada y sin saber mucho. Ciertamente ofendimos a muchas personas. Yo era un joven de unos veinticinco años, y le estaba preguntando a un pastor de sesenta y cinco: “¿Sabe usted si ya ha sido salvo?”. Sin duda, se ofendió y se puso a pensar cómo era posible que un jovencito se atreviera a preguntarle tal cosa. Pero en realidad, él no sabía que era salvo; conocimos muchos casos de estos.

En cierta ocasión, en 1933, fui invitado a predicarles a los estudiantes de enfermería de un hospital presbiteriano, cuyo número llegaba a cerca de cien entre estudiantes y enfermeros. El pastor, quien era la única persona mayor entre ellos, se sentó en la parte de atrás de la capilla, detrás de todos, mientras yo predicaba acerca de la certeza de la salvación. Mientras yo

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hablaba, él se ofendió varias veces y meneó su cabeza en señal de desaprobación. Sin embargo, los estudiantes estaban felices al escuchar lo que yo hablaba y asentían con la cabeza. Como dije, en ese tiempo yo era un joven muy osado, pero no sabía mucho. Hoy en día, si estuviera predicando acerca de la certeza de la salvación, no le preguntaría a la gente si es salva. En efecto, si ustedes me preguntaran si soy salvo, les contestaría preguntándoles en qué sentido plantean dicha pregunta, pues me he dado cuenta de que la salvación que Dios efectúa no es un asunto tan simple.

Las etapas de la salvación

Debido a que la salvación no es un asunto tan simple o que pueda resumirse de una manera breve, es necesario explicar qué queremos decir cuando hablamos de ser salvos. En la salvación completa que Dios efectúa hay varias etapas.

Por ejemplo, en Filipenses 1 Pablo dijo que él estaba en prisión, e indicó que la oración de los santos y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo resultaría en su salvación (v. 19). Esto significaba que Pablo aún no había sido salvo, pero que sería salvo por la oración de los santos y por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. En esto vemos que es necesario explicar específicamente lo que queremos decir al preguntar: “¿Es usted salvo?”. Debemos entender cabalmente las etapas de la salvación completa que Dios efectúa.

Quisiera preguntar a cada uno de ustedes si ya ha sido salvo o no, y después quisiera preguntarles si ya han sido salvos de la expresión de descontento de sus esposas y si ya han sido salvos de todas sus preocupaciones. Por eso, tenemos que entender que la salvación que Dios efectúa no es un asunto tan simple, sino que es una salvación que abarca diversas etapas. Ser salvo de la condenación de Dios es una cosa, pero ser salvo de la usurpación de Satanás es otra. Igualmente, ser salvo de aquellos aspectos de nuestro entorno que nos perturban es una cosa, mientras que ser salvo del castigo de Dios, de Su disciplina, es otra cosa muy diferente.

Además, el hombre tiene tres partes, cada una de las cuales ha sido afectada por la caída. Como seres tripartitos, necesitamos ser salvos en nuestro espíritu, alma y cuerpo. Nuestro cuerpo necesita ser salvo de su condición caída; asimismo, nuestra alma y nuestro espíritu necesitan ser salvos de su condición caída. La caída trajo principalmente dos cosas a nuestro ser: el pecado y la muerte. Por tanto, en todas las partes de nuestro ser necesitamos ser salvos del pecado y de la muerte.

¡De cuántas cosas necesitamos ser salvos! Debemos considerar todas las cosas de las que necesitamos ser salvos. Necesitamos ser salvos de la condenación de parte de Dios, lo cual incluye ser salvos del infierno o lago de fuego; necesitamos ser salvos de la usurpación de Satanás; y necesitamos ser salvos de nuestro entorno problemático. También necesitamos ser salvos del castigo de Dios, de Su disciplina. Necesitamos que nuestro cuerpo sea salvo del pecado y de la muerte, que nuestra alma sea salva de la corrupción y de la muerte y que nuestro espíritu sea salvo de la muerte. Además de todo esto, la salvación de Dios incluye otros muchos aspectos que todavía no hemos mencionado. La salvación que Dios efectúa es completa y todo-inclusiva. Cuando traten de explicar nuestra visión en cuanto a la salvación completa que Dios efectúa, es necesario incluir todos los asuntos antes mencionados.

Una salvación compuesta

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La salvación que Dios efectúa se compone de la salvación de nuestro espíritu, alma y cuerpo. Se compone del perdón y el lavamiento de los pecados, la justificación, la reconciliación, la redención, la regeneración, la santificación, la transformación, la transfiguración, la conformación a la imagen del Hijo y la glorificación. La salvación incluye todos estos aspectos y, como tal, nos salva de la condenación de Dios y de tantas otras cosas negativas.

Esta salvación, una salvación compuesta, primero salva nuestro espíritu, lo cual constituye la etapa inicial de la salvación efectuada mediante la regeneración. A partir de esta etapa inicial, la salvación compuesta hace que nuestra alma sea salva mediante la santificación y la transformación. Después, nuestro cuerpo será salvo mediante la transfiguración, para lo cual será necesario que todo nuestro ser sea conformado a la imagen del Hijo y sea glorificado; así, toda discrepancia entre nosotros y el Señor habrá desaparecido. Si hemos de tener una visión completa de la salvación completa que Dios efectúa, será menester que dicha visión abarque todos los aspectos que la componen.

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CAPÍTULO TRES

LA VISIÓN CONCERNIENTE A LOS CREYENTES Y A LA IGLESIA

CONCERNIENTE A LOS CREYENTES

En el recobro del Señor, la visión concerniente a los creyentes es muy crucial, central y dinámica. Los creyentes son aquellos que fueron pecadores caídos y que han sido salvos por la gracia de Dios (Ef. 2:8) mediante la fe que les fue dada y asignada por Dios (2 P. 1:1), la cual los ha introducido en una unión orgánica con el Dios Triuno, en Cristo (1 Co. 6:17). Tal unión orgánica con el Dios Triuno implica una unión con Cristo en Su muerte, resurrección y ascensión, ya que el Dios Triuno pasó por la muerte de Cristo, Su resurrección y Su ascensión. Así que, al estar en unión con Cristo, estamos en unión con el Dios procesado.

Por otra parte, a los creyentes les han sido perdonados sus pecados (Hch. 10:43), los cuales fueron lavados por la sangre redentora de Cristo (1 Jn. 1:7). En Cristo, los creyentes han sido justificados por Dios (Hch. 13:39; 1 Co. 6:11) y reconciliados con Él (Ro. 5:10), por lo cual ellos han sido redimidos para Dios (Ap. 5:9). Con base en este fundamento, ellos han sido regenerados en su espíritu por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6) para ser hijos de Dios con miras a la filiación divina (1:12-13; Ro. 8:16) y han llegado a ser miembros de Cristo (Ef. 5:30) hasta alcanzar la medida de Su estatura (4:13) a fin de ser Su plenitud (1:23).

Los creyentes poseen la vida divina (1 Jn. 5:11-13) y participan de la naturaleza divina (2 P. 1:4), además de su propia vida y naturaleza humanas. Ellos están unidos en su espíritu al Señor (1 Co. 6:17), quien es el Espíritu. Por tanto, son un solo espíritu con el Señor, y dicho espíritu es un espíritu mezclado. Mediante tal espíritu mezclado, los creyentes deben llevar una vida en unión con el Dios Triuno.

El resultado de ser un solo espíritu con el Señor

El hecho de que los creyentes sean un solo espíritu con el Señor tiene cuatro resultados. Primero, ellos deben andar conforme al espíritu mezclado mediante la ley del Espíritu de vida, la cual los libra de la ley del pecado y de la muerte (Ro. 8:2). Segundo, debido a que están unidos con Cristo en Su muerte, resurrección y ascensión, Cristo vive en ellos (Gá. 2:20) y se está formando en ellos (4:19) a fin de que vivan a Cristo y le magnifiquen (Fil. 1:20-21). Tercero, ellos son transformados en su alma mediante la renovación de las partes de ésta (Ro. 12:2) —la mente, la parte emotiva y la voluntad—, hasta obtener la imagen de Cristo al ser transformados de gloria en gloria (2 Co. 3:18) y, así, alcanzar la madurez mediante el crecimiento de la vida divina en ellos (1 Co. 3:6-7). Finalmente, en virtud del pleno crecimiento de la vida divina, ellos serán conjuntamente edificados en el Cuerpo de Cristo hasta conformar un hombre plenamente maduro a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Ef. 4:13-16). Todos estos resultados de que los creyentes sean un espíritu con el Señor son presentados aquí de una manera concisa pero todo-inclusiva.

La venida del Señor

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En tanto que el Señor demora Su retorno, muchos creyentes ya han muerto. Muchos de ellos murieron sin haber alcanzado madurez en términos de la vida divina. Al morir, todo creyente va al Paraíso (Lc. 23:43), que es la sección placentera y confortable del Hades, donde van todos los muertos (16:22-23, 25-26). Los creyentes que sigan vivos permanecerán hasta elregreso del Señor, Su parusía, una palabra griega que significa presencia (véase la nota 3 de Mateo 24:3 en la Versión Recobro). Durante la parusía del Señor los creyentes vivos serán arrebatados, dependiendo de la madurez que hayan alcanzado. Los que ya hayan madurado para ese tiempo, serán arrebatados primero (Ap. 14:1-4). Finalmente, en la última parte del arrebatamiento de los santos, todos los muertos serán resucitados y arrebatados al aire, juntamente con todos los santos que aún permanezcan vivos (1 Ts. 4:15-17). En ese momento todos los creyentes, muertos o vivos, comparecerán ante el tribunal de Cristo a fin de ser juzgados según la manera en que vivieron después de haber sido regenerados (2 Co. 5:10). Los que fueron fieles serán recompensados (Mt. 25:21) y heredarán el reino de Dios y de Cristo durante el milenio, donde participarán del gozo y del reinado de Cristo por mil años (vs. 21, 23; Ap. 20:6). Pero a los creyentes que no hayan sido fieles les corresponderá recibir cierta disciplina dispensacional (1 Co. 3:15; Lc. 12:47-48). Esta disciplina consistirá en un castigo impuesto durante el milenio a fin de que alcancen plena madurez en términos de la vida divina.

La dispensación del reino:un período en el que Dios perfeccionará

a Su pueblo redimido

El reino venidero es usado por el Señor como un incentivo para los creyentes —pues los alienta a vivir a Cristo victoriosamente—, como una recompensa para los vencedores y como la manera para lograr que los creyentes inmaduros alcancen la madurez y sean plenamente perfeccionados, a fin de ser partícipes del cielo nuevo y la tierra nueva, así como tener parte en la vida eterna en la Nueva Jerusalén. Esto significa que el milenio, los últimos mil años de la antigua creación, será una dispensación en la que Dios perfeccionará a Sus creyentes escogidos, predestinados, llamados y redimidos. Algunos maestros cristianos no consideran que esta dispensación de mil años tenga como fin perfeccionar a los redimidos de Dios. Ellos piensan que el perfeccionamiento de los redimidos concluye con la dispensación actual de la gracia. Sin embargo, conforme a la visión que hemos recibido, la vieja creación todavía estará presente durante el período venidero de mil años o milenio, por lo cual, durante ese tiempo Dios continuará perfeccionando a Sus redimidos. Esto significa que Dios dispone de cuatro dispensaciones —la dispensación anterior a la ley, la dispensación de la ley, la dispensación de la gracia y la dispensación del reino— para perfeccionar a los que Él redimió y escogió.

Él perfeccionó a ciertas personas en la primera dispensación, en la dispensación anterior a la ley, tales como Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. Dios perfeccionó plenamente a estos patriarcas durante la primera dispensación. Ahora ellos están en el Paraíso, esperando que llegue el tiempo en el que compartirán la bendición eterna de la vida eterna en la dispensación del reino y, finalmente, en la Nueva Jerusalén. Dios también usó la segunda dispensación, la de la ley, para preparar a personas como Moisés, Josué y Caleb. Hebreos 11 presenta una lista de los nombres de algunos santos que fueron perfeccionados por Dios en las primeras dos dispensaciones. Luego, Dios usó la tercera dispensación, la de la gracia, para perfeccionar a miles de creyentes fieles, incluyendo a Pedro, Jacobo, Juan, Pablo, Esteban, los otros apóstoles y a todos los que, hasta hoy, han sido fieles a lo largo de los siglos. Sin embargo, debemos saber que un buen número de los escogidos de Dios no fueron

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perfeccionados en la primera dispensación, la anterior a la ley. Muchos de ellos, aunque fueron escogidos, no fueron perfeccionados. Además, durante la segunda dispensación, la de la ley, hubo muchos otros que tampoco fueron plenamente perfeccionados. Del mismo modo, durante la tercera dispensación, la de la gracia, un gran número de creyentes que verdaderamente fueron escogidos por Dios no alcanzaron plena madurez en términos de la vida divina mientras estuvieron vivos. Ellos simplemente no fueron perfeccionados. Sin duda, Dios no desechará a todos estos creyentes que fueron escogidos y predestinados por Él en la eternidad, pero que no fueron plenamente perfeccionados. Romanos 11:29 dice: “Porque irrevocables son los dones de gracia y el llamamiento de Dios”. Por tanto, Dios usará la última dispensación, la dispensación del reino, para disciplinar a los que no fueron fieles en las dispensaciones anteriores, haciendo que la vida divina crezca en ellos hasta que sean plenamente maduros y sean completamente perfeccionados a fin de que puedan ser partícipes de la bendición eterna venidera, la cual consistirá en la vida eterna en la Nueva Jerusalén. Después de la obra continua de perfeccionamiento efectuada por Dios durante las cuatro dispensaciones, todos los que hayan sido escogidos, predestinados y redimidos por Él, han de ser cabalmente perfeccionados. Entonces se pondrá fin a la vieja creación y se dará inicio a un nuevo universo, en donde todos los escogidos de Dios, plenamente perfeccionados, serán transferidos al cielo nuevo y a la tierra nueva para disfrutar de la Nueva Jerusalén como su bendición eterna de vida eterna. Éste es un resumen de la visión que el Señor nos ha mostrado en Su recobro con respecto a los creyentes.

CONCERNIENTE A LA IGLESIA

Un misterio

La iglesia es un misterio (Ef. 3:4; 5:32). Este misterio estaba escondido en el Dios Triuno: en el Padre, el Hijo y el Espíritu. En cuanto a los creyentes también existe un misterio, aunque no es comparable con el misterio acerca de la iglesia. El misterio de Dios en Colosenses 2:2, es Cristo; mientras que el misterio de Cristo revelado en Efesios 3:4, es la iglesia. Dios es un misterio, y Cristo, como la corporificación del Dios a quien expresa, es el misterio de Dios. Cristo también es un misterio, y la iglesia, como el Cuerpo de Cristo a quien expresa, es el misterio de Cristo. El misterio divino se halla mucho más presente en la iglesia corporativamente que en los santos como individuos. La iglesia es una entidad corporativa, producida a partir de Cristo, quien es el misterio de Dios. Este Cristo todo-inclusivo es el misterio del Dios misterioso, y tal Cristo produce una entidad que es la iglesia. Con esto podemos darnos cuenta de que la iglesia es la continuación del misterio divino, el cual es Cristo. Un misterio ciertamente produce misterio. Uno sólo puede producir aquello que uno ya es. Por consiguiente, Cristo, quien es el misterio de Dios, produce la iglesia, el misterio de Cristo.

Para ver y comprender este misterio, nuestra mentalidad humana es completamente inadecuada. Ésta es la razón por la cual el apóstol Pablo oró para que Dios nos diera un espíritu de sabiduría y revelación (Ef. 1:17), a fin de que pudiéramos entender qué es la iglesia, la cual es el misterio de Cristo.

La iglesia es un fruto puroque procede de Cristo

La iglesia es un fruto puro que procede de Cristo. Esto está tipificado por Eva en el libro de Génesis. Eva procedió única, exclusiva y absolutamente de Adán (Gn. 2:21-24). Adán, y sólo

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Adán, era el único elemento constitutivo de ella; es decir, además del elemento adámico, no había otro elemento en Eva. Adán era todo cuanto había en Eva, y ella no era sino Adán mismo. En suma, Eva era, totalmente, una réplica fidedigna de Adán. Adán y Eva tipifican a Cristo y la iglesia (Ef. 5:30-32; Gn. 2:22-24). La iglesia debe consistir solamente de un elemento: el elemento de Cristo. Aparte del elemento de Cristo, en la iglesia no debe haber ningún otro elemento. Tal visión debe causar que nos lamentemos de la situación actual. En el cristianismo actualmente hay muy poco del elemento de Cristo. Antes bien, existen otros innumerables elementos que no son Cristo mismo. Sin embargo, en el recobro del Señor, es imprescindible que únicamente el elemento de Cristo sea el elemento constitutivo de la iglesia; todo aquello que no sea Cristo, no es la iglesia.

“Crística”, “resurreccional” y celestial

Después de que Cristo puso fin a la vieja creación mediante Su muerte todo-inclusiva, la iglesia fue producida en Su resurrección (1 P. 1:3; Ef. 2:6). La iglesia es una entidad que está absolutamente en resurrección; no tiene elemento natural alguno ni pertenece a la vieja creación. La iglesia es una nueva creación que fue creada en la resurrección de Cristo y por el Cristo resucitado. Debemos tener esta visión. Además de ver que la iglesia fue producida en la resurrección de Cristo, también debemos ver en qué lugar o posición está la iglesia. La iglesia hoy está en Cristo, en ascensión. Efesios 2:6 muestra que la iglesia fue resucitada juntamente con Cristo y que está sentada ahora en los lugares celestiales juntamente con Cristo. Por tanto, la iglesia está hecha pura y absolutamente del elemento de Cristo, está absolutamente en resurrección y permanece absolutamente en los lugares celestiales juntamente con Cristo. El lenguaje humano carece de calificativos apropiados para describir estos dos sustantivos: Cristo y resurrección. Por tanto, debemos inventar algunas palabras nuevas en nuestro vocabulario, a fin de comunicar tal visión acerca de la iglesia. Podríamos decir que hoy la iglesia es “Crística”, “resurreccional” y celestial. Mediante estos adjetivos intentamos describir las realidades que nos presenta la Biblia con respecto a la iglesia, es decir, que la iglesia es de Cristo, es de la resurrección y es de los cielos; por ende, la iglesia es “Crística”, “resurreccional” y celestial. En la iglesia no existe otro elemento aparte de Cristo. Esta visión debe gobernarnos al máximo y debe hacer que descartemos cualquier otra cosa que no sea “Crística” (de Cristo), “resurreccional” (de la resurrección) o celestial (de los cielos). Ciertamente en los creyentes aún existe la carne de pecado, pero en la iglesia no hay carne de pecado, porque la iglesia nació en resurrección (1 P. 1:3). La iglesia es una entidad que está en Cristo, en resurrección y en la ascensión de Cristo en los lugares celestiales.

El aspecto externo de la iglesia

En su aspecto externo, la iglesia es una congregación llamada a salir del mundo apartándose para Dios con miras al cumplimiento del propósito divino. La palabra griega que se tradujo “iglesia”, es ekklesía, y significa congregación, reunión o asamblea llamada a salir del mundo con un propósito (Mt. 16:18; 18:17). Es mucho mejor traducir esta palabra como “asamblea”. Los maestros de la Asamblea de los Hermanos insistieron en traducir la palabra ekklesía como “asamblea”, y por esta razón fueron conocidos como la Asamblea de los Hermanos. La iglesia es la ekklesía de Dios, la cual está compuesta por todos los creyentes a quienes, como congregación, Dios ha llamado a salir del mundo con miras al cumplimiento de Su propósito. Ésta es la razón por la cual debemos congregarnos y reunirnos, a fin de constituir una asamblea, una entidad corporativa, en la que Dios opere y actúe. En esto consiste el aspecto externo de la iglesia.

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La esencia intrínseca de la iglesia y su función

Debemos ver también la esencia intrínseca de la iglesia. Si la iglesia careciera de este aspecto interno, sería meramente una organización. Pero la iglesia debe ser un organismo. Nosotroslos creyentes no sólo estamos juntos, sino que, además, estamos unidos orgánicamente. Como resultado de ello, no somos una organización sino una composición orgánica, un organismo. No solamente estamos juntos, sino que crecemos conjuntamente. No crecemos por separado como los árboles del bosque, sino que crecemos conjunta y orgánicamente, a semejanza de los miembros de nuestro cuerpo físico. Todos y cada uno de los miembros de nuestro cuerpo crecen juntamente con todos los demás miembros de manera orgánica. Del mismo modo, nosotros, como miembros del Cuerpo de Cristo (Ef. 5:30), crecemos con el crecimiento de Dios (Col. 2:19).

Por todo ello, es imprescindible que además del aspecto externo de la iglesia veamos su esencia intrínseca y la función que la iglesia desempeña. Primeramente, la iglesia es la casa de Dios (1 Ti. 3:15; Ef. 2:19; 1 P. 2:5), la morada de Dios, el templo de Dios, la cual existe en Cristo, en resurrección y en los lugares celestiales. La iglesia es también el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23a), pues Cristo mismo es el templo de Dios, la morada de Dios y la casa de Dios (Jn. 2:19-22). Ser el Cuerpo de Cristo equivale a ser la morada de Dios, la casa de Dios, el templo de Dios. Según Juan 2:19, Jesús les dijo a los judíos: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. En este versículo el Señor se refería al templo de Su cuerpo físico (v. 21). En resurrección, este templo se ha agrandado (1 P. 1:3; 1 Co. 3:16-17). Ahora, la casa de Dios se ha expandido. La morada expandida de Dios es Cristo con Su Cuerpo (Ef. 2:19-22; 1 Co. 3:16). Este Cuerpo está en Cristo, en resurrección y en los lugares celestiales; por tanto, este Cuerpo es una entidad compuesta o constituida de todas las riquezas inescrutables de Cristo (Ef. 3:8). Tal entidad compuesta llega a ser la plenitud, la expresión de Aquel que todo lo llena en todo (1:23b). La iglesia es también el nuevo hombre, el cual es una entidad corporativa y universal (2:15). Ciertamente hay muchos creyentes, pero en el universo hay un solo y nuevo hombre. Todos los creyentes son los componentes de este nuevo hombre, el cual es una entidad corporativa y universal.

En lo que concierne a la función que esta entidad desempeña, ella es el Cuerpo de Cristo; y en lo concerniente al amor y satisfacción que ella prodiga, es el complemento de Cristo, Su esposa (5:25, 29, 32). Así pues, Su Cuerpo tiene como finalidad expresarle, y Su esposa, satisfacerle. Esta iglesia es también un guerrero, que combate junto a Cristo contra el enemigo de Dios para destruirlo (6:10-17). Conforme a la visión que hemos recibido con respecto a la iglesia, el último aspecto de la iglesia en esta era es que ella es el candelero, la corporificación misma del Dios Triuno (Ap. 1:12-13, 20). La casa, el Cuerpo, la plenitud, la esposa y el guerrero, son en última instancia, la corporificación misma del Dios Triuno. El candelero es la corporificación del Dios Triuno en lo que respecta a la esencia del Dios Triuno, a Su forma divina y a Su expresión divina.

Cuando la iglesia llegue a ser plenamente la corporificación del Dios Triuno, se habrá preparado para las bodas del Cordero (19:7); en esto consiste la preparación de la novia con miras a que el novio pueda venir a casarse con ella (Jn. 3:29). Esta esposa ha de estar compuesta por todos los creyentes fieles que son vencedores y que han madurado, quienes heredarán el reino de Dios y de Cristo en el milenio, y serán partícipes del gozo de Cristo al celebrar la fiesta de bodas con Él durante mil años (Ap. 19:7-9). Durante el milenio, únicamente estos creyentes formarán parte de la esposa de Cristo, no así los creyentes que fracasaron al no serle fieles al Señor, pues éstos todavía no habrán alcanzado la madurez

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cuando el milenio se haya manifestado, sino que deberán madurar durante el milenio. Finalmente, después de ser disciplinados por el Señor durante el milenio, tendrán parte en la Nueva Jerusalén por la eternidad. Después del milenio, en el cielo nuevo y la tierra nueva, la iglesia, que habrá llegado a ser la esposa del Cordero durante los mil años del milenio, llegará a su consumación como la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén será la consumación de la iglesia, y en dicha entidad estarán incluidos todos los santos del Antiguo Testamento. Ésta es la visión que hemos recibido de Dios con respecto a la iglesia en lo referido a su esencia y su función.

El aspecto práctico de la iglesia

En esta era la iglesia, en cuanto a su aspecto práctico, se manifiesta en diversas localidades; por lo cual, la iglesia universal, en su aspecto práctico, se manifiesta en términos concretos como una entidad local. La iglesia es una sola con respecto a su naturaleza universal, pero con respecto al aspecto práctico, se manifiesta como muchas iglesias locales. En cuanto a su esencia, la iglesia es una sola, pero en cuanto a su manifestación concreta, se manifiesta como muchas iglesias locales. Al respecto, solamente debe haber una sola iglesia en cada localidad (Ap. 1:11). En su aspecto universal (Mt. 16:18), la iglesia está compuesta por todos los creyentes de todas partes y de todos los tiempos (1 Co. 12:13). En cambio, en su aspecto local (Mt. 18:17), la iglesia está compuesta por los creyentes de una sola localidad y de un tiempo determinado (Fil. 1:1; Hch. 8:1; 13:1; Ro. 16:1). Si hay más de un sola iglesia en una misma localidad, esto no es apropiado.

Ser gobernados por esta visión

Es imprescindible que conozcamos la iglesia en términos de su esencia, su función y su aspecto práctico. Si la conocemos así, seremos gobernados por esta visión y descartaremos todo otro elemento. Esta visión nos permitirá descartar todo elemento natural, todo elemento carnal y toda ambición personal. Si somos regidos por esta visión, no nos atreveremos a valernos de nada que provenga de nuestro hombre natural. En este sentido, esta visión nos paralizará. La mayoría de los cristianos entiende que la iglesia está constituida o compuesta por todos los creyentes en Cristo. Sin embargo, por la misericordia del Señor, lo que nosotros hemos visto en este mensaje es una visión más elevada de la iglesia. Hemos visto que Eva como esposa de Adán, tipifica a la iglesia como esposa de Cristo. Así como Eva procedió única y exclusivamente de Adán, también la iglesia debe proceder única y exclusivamente de Cristo. Quizás haya quienes se pregunten cómo puede la iglesia ser tal clase de entidad que, a semejanza de Eva, es un fruto puro que procede de Cristo. Para ello es necesario que todos recibamos esta visión. Si ustedes logran recibir esta visión, podrán ser esta “Eva”; pero si carecen de la misma, difícilmente podrán llegar a formar parte de tal entidad. Esta visión descarta todo elemento que sea ajeno a Cristo. Ésta es la razón por la cual no debemos permanecer bajo la influencia de las enseñanzas tradicionales. Necesitamos recibir tal visión, y cuando la obtengamos, podremos ver que la iglesia está en resurrección, en Cristo y en los lugares celestiales; ello hará que todo aquello que es ajeno a Cristo y que no corresponde con la resurrección ni los lugares celestiales sea desechado.

Debemos alabar, agradecer y adorar al Señor por la misericordia que Él tiene para con nosotros al mostrarnos tal visión. El hecho de que Él nos haya abierto Su Palabra de tal manera, es algo que depende absolutamente de la misericordia del Señor. La luz que hemos

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recibido mediante la santa Palabra del Señor, no es otra cosa que una manifestación de Su misericordia.

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CAPÍTULO CUATRO

LA VISIÓN CONCERNIENTE AL REINO

LA VIDA DE DIOS:NUESTRA ENTRADA AL REINO DE DIOS

El reino de Dios es un tema importante, y a la vez, intrincado. Debemos saber que cualquier clase de vida constituye un reino. La vida vegetal constituye el reino vegetal; la vida animal constituye el reino animal; la vida humana constituye el reino humano; y la vida divina constituye el reino divino. Cada clase de vida equivale siempre a un reino. La vida de Dios constituye el reino de Dios. Si alguien desea entrar, o participar, en algún reino, deberá poseer la vida de dicho reino en particular. Por ejemplo, si desea ser partícipe del reino vegetal, necesita tener la vida vegetal. Si desea entrar en el reino animal, necesita obtener la vida animal. Nosotros, los seres humanos, pertenecemos al reino humano debido a que nacimos en éste, es decir, debido a que poseemos la vida humana. La vida humana constituye nuestra entrada en el reino humano. Bajo este mismo principio, Juan 3:5 dice que debemos nacer del Espíritu, lo cual significa nacer de la vida divina, la vida de Dios, que es la vida eterna que no ha sido creada. Sólo así podemos entrar en el reino de Dios. La vida divina constituye nuestra entrada en el reino de Dios. Debemos comprender este principio básico. Cuando la mayoría de los maestros cristianos abordan el asunto del reino, no se percatan de este principio básico.

EL REINO Y LA IGLESIA

Ahora veamos la diferencia o la relación que existe entre el reino y la iglesia. Esto es difícil de discernir y de entender claramente. Hemos visto que toda clase de vida constituye un reino, por tanto, el reino equivale a la vida misma. El reino de Dios equivale a la vida de Dios; pero en el caso de la iglesia, ésta en sí misma no es la vida, ni la vida en sí misma es la iglesia. Más bien, la iglesia es el producto de la vida. Así pues, la vida divina es el reino, y esta vida produce la iglesia. El concepto del Nuevo Testamento es que el evangelio introduce el reino. El evangelio no introduce la iglesia, sino que la produce. Así que, podemos afirmar que el evangelio introduce el reino de Dios y, además, produce la iglesia de Dios. Por eso, en el Nuevo Testamento, el evangelio es llamado el evangelio del reino (Mt. 4:23; 9:35; 24:14). No hay ningún versículo en el Nuevo Testamento que nos diga que el evangelio sea el evangelio de la iglesia. El evangelio del reino ciertamente produce la iglesia, porque el reino es la vida misma y la iglesia es el resultado o producto de la vida. Como vemos, el reino y la iglesia están estrechamente relacionados. El Nuevo Testamento habla de la predicación del evangelio de la paz (Ef. 2:17). Esta paz produce la iglesia. Sin embargo, no existe ningún versículo que nos diga que debemos predicar la iglesia. La Biblia también nos dice que debemos predicar el perdón de pecados (Lc. 24:47) y el evangelio del reino, pero no nos insta a predicar la iglesia, porque ésta viene a ser el producto de lo que se predica.

En Mateo 16:18-19 el Señor le dijo a Pedro que Él edificaría Su iglesia sobre la revelación concerniente a Cristo, la cual Pedro había recibido del Padre. Inmediatamente después de esto, el Señor le dijo: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos” (v. 19). Sin tener el reino como realidad de la vida, la iglesia nunca podría ser producida ni edificada. Para que la iglesia sea producida y edificada, es necesario el reino. De hecho, el reino es la realidad de la iglesia.

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Pero no podemos decir que la iglesia sea la realidad del reino. Sólo podemos decir que el reino es la realidad de la iglesia.

Basados en este entendimiento, podremos comprender muchos versículos del Nuevo Testamento. La primera predicación del evangelio neotestamentario instaba a la gente a arrepentirse debido a que el reino de los cielos se había acercado (3:2; 4:17; 10:7). No hallamos ningún versículo que dijera que la iglesia se había acercado, y que por tanto, las personas tenían que arrepentirse. Juan el Bautista, Jesús y los doce apóstoles dieron inicio al evangelio neotestamentario diciéndole a la gente que el reino se había acercado. Esto significa que había llegado la hora en que Dios se impartiría como vida en las personas. El evangelio trae consigo a Dios como vida, y la vida es el reino. El reino es la esfera de la vida divina en donde dicha vida lleva a cabo su mover, opera, regula y gobierna a fin de lograr su propósito; por tanto, esta esfera es el propio reino. En realidad, el reino como esfera de la vida divina es esta misma vida. Si sacáramos a todos los animales del zoológico, no habría reino animal allí. Cuando los animales están allí, allí también está la vida animal, y tal esfera de la vida animal equivale al reino animal. El evangelio nos trae la vida divina, y dicha vida posee su propia esfera en la cual puede llevar a cabo su mover, puede operar, reinar y gobernar a fin de cumplir su propósito. En esto consiste el reino, y esta vida divina juntamente con su esfera, produce la iglesia.

LA SEMILLA DEL REINO

Marcos 4:26 dice que el reino es como una semilla sembrada en la tierra. El reino es la semilla, la semilla de la vida divina (1 Jn. 3:9; 1 P. 1:23). Cuando el Señor dice que el reino es como una semilla, esto significa que el reino es la vida misma. El reino crece tal como una semilla y se desarrolla como una semilla, creciendo hasta llegar a la cosecha. Mateo 13 también muestra que el reino es semejante a una semilla sembrada en el hombre, la tierra humana, y que esta semilla crece en nuestro corazón hasta llegar a ser el reino (vs. 8, 23). Ahora podemos comprender por qué en Lucas 17, cuando los fariseos le preguntaron al Señor cuándo vendría el reino, Él les respondió que el reino de Dios estaba entre ellos. Esto indica que el reino es el propio Jesús, porque Él es la semilla.

En 1972, durante una conferencia de verano en Los Ángeles, di varios mensajes acerca del reino, en los cuales indiqué que la palabra en inglés kingdom [reino], es formada por el vocablo King, que significa Rey, más el correspondiente sufijo dom. Así pues, Jesús es el Rey, y cuando Él se expande, llega a ser el reino. Por eso, el Rey más Su expansión, resulta en el reino. Por otra parte, la preposición entre, que aparece en Lucas 17:21, cuando Jesús les dijo a los fariseos que el reino de Dios estaba entre ellos, puede también traducirse: “dentro de”. El reino de Dios está dentro de ustedes. Ambas traducciones son correctas. En aquel tiempo, Jesús, la semilla del reino, fue sembrada entre el pueblo judío y también fue sembrada dentro de algunos de ellos como Pedro, Jacobo y Juan; el reino no solamente estaba entre ellos, sino dentro de ellos. Sin embargo, según los fariseos, el reino estaba tan sólo entre ellos. Este reino es Jesús como la semilla de vida que fue sembrada dentro de la humanidad.

UN CLARO ENTENDIMIENTO DE JUAN 3:5

Ahora podemos entender claramente Juan 3:5. Por años no pude entender por qué la regeneración estaba relacionada con entrar en el reino de Dios. Pero luego empecé a ver que la regeneración consiste en recibir la vida divina, y que dicha vida es nuestra entrada en el reino

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de la vida divina. Necesitamos poseer la vida divina, de otro modo, no es posible entrar en dicho reino. Si una gallina o un tigre quisieran entrar en el reino humano, tendrían que nacer de nuevo, ser regenerados con la vida humana. Una vez que recibieran la vida humana, ésta sería su entrada al reino humano. Bajo este mismo principio, si alguien quiere entrar en el reino de Dios, necesita nacer de la vida de Dios. Una vez que obtenemos la vida de Dios, ésta es nuestra entrada al reino de Dios.

EL REINO NO HA SIDO SUSPENDIDO

Después de la resurrección del Señor, el libro de Hechos indica que el Señor permaneció con Sus discípulos durante cuarenta días, y que en esos cuarenta días Él enseñó a Sus discípulos acerca del reino de Dios (1:3). Algunos maestros de la Asamblea de los Hermanos así como el Dr. C. I. Scofield, en sus enseñanzas acerca del reino, tenían el concepto de que el Señor Jesús presentó el reino a los judíos y éstos lo rechazaron; y que por tanto, Él había suspendido el reino, lo había hecho a un lado, y que fue entonces cuando Él empezó a hablar de la iglesia. Basados en esta interpretación, ellos declararon que hoy no estamos en la era del reino, sino en la era de la iglesia. Para ellos, según Lucas 19:11-12, 15 y Daniel 7:13-14, cuando el Señor regrese, recibirá el reino de Dios y volverá juntamente con Su reino; en ese tiempo, los judíos se arrepentirán y creerán en Él, recibiendo así Su reino, el cual habrá sido traído de nuevo por el Señor Jesús. Ellos dicen que entonces vendrá la siguiente era, la era del reino. Este concepto está en contradicción con lo que vemos en Hechos, las Epístolas y Apocalipsis.

El reino en el libro de Hechos

Hechos muestra enfáticamente que el Señor Jesús nunca dejó de lado el reino, ni lo difirió para otro tiempo, a fin de hablar de la iglesia; más bien, después de Su resurrección Él permaneció con Sus discípulos durante cuarenta días a fin de mostrarles el reino de Dios. Hechos 8:12 dice que Felipe el evangelista salió a anunciar el reino de Dios, y en 14:22 Pablo encargó a los santos que a través de muchas tribulaciones entraran en el reino de Dios. También, al final de Hechos (28:30-31), Pablo se quedó en Roma y alquiló una casa con el fin de predicar el reino de Dios tanto a judíos como a gentiles. Según nuestro concepto, la predicación del evangelio en Hechos se realizaba solamente con el propósito de producir y establecer las iglesias. Jamás se nos hubiera ocurrido que el evangelio tenía tanto que ver con el reino.

El evangelio del reino

En Lucas y en Hechos Lucas utiliza la palabra griega euaggelizo, que significa anunciar o predicar algo como evangelio. En Lucas 4:43, Lucas dice que el Señor declaró que Él tenía que evangelizar o anunciar el evangelio del reino de Dios, lo cual significa predicar el reino de Dios como evangelio. El verbo evangelizar tiene como raíz la palabra evangelio. “Anunciar el evangelio del reino de Dios” simplemente significa predicar el reino como evangelio. No podemos encontrar un sólo versículo que nos diga que debemos anunciar el evangelio de la iglesia o predicar la iglesia como evangelio. Todo lo que se predicó en Hechos fue el reino de Dios como evangelio. Por esta razón, el evangelio es llamado “el evangelio del reino de Dios”. El evangelio del reino de Dios equivale al evangelio. El evangelio del reino de Dios equivale al evangelio de la vida divina, porque la vida es el reino; y el reino es la vida, la cual se halla en su propia esfera, en donde ésta lleva a cabo su mover, opera, regula y gobierna.

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El reino como nuestra vida y herencia

Posteriormente, en las epístolas, en 1 Corintios (6:9-10; 15:50), Gálatas (5:21), Efesios (5:5) y Colosenses (1:13; 4:11), se hacen claras referencias al reino. Por ejemplo, allí dice que debemos llevar una vida conforme al Espíritu, una vida que sea Cristo mismo. De otra manera, no heredaremos el reino de Dios. Tenemos que llevar una vida que consista en el reino hoy. Entonces, dicha vida nos hará aptos para entrar en el reino venidero. Hoy en día, el reino es nuestra vida, y en la era venidera, el reino será nuestra herencia. Lo que vivamos hoy será nuestra herencia mañana. Por ejemplo, lo que ganamos hoy, es nuestro sustento; y en el futuro, tales ganancias llegarán a ser nuestra “seguridad social” venidera. Del mismo modo, hoy debemos vivir en el reino, y posteriormente, éste llegará a ser nuestra “seguridad social” venidera. Esto es el reino venidero como herencia para todos aquellos que vivan el reino hoy y lo tomen como su vida.

La realidad de la vida de iglesia

Romanos 14:17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Romanos 14 nos enseña acerca de la vida práctica de iglesia, a saber, cómo recibir al creyente débil sin hacer ningún tipo de división. En ese capítulo acerca de la vida de iglesia, Pablo afirma que el reino es la vida de iglesia en su manifestación práctica y concreta. Del mismo modo, en Apocalipsis 1, Juan recalca que la iglesia es los candeleros que constituyen el testimonio de Jesús (vs. 2, 9, 12, 20). Sin embargo, en Apocalipsis 1:9, Juan no dijo: “Yo, Juan, vuestro hermano en la iglesia”, sino: “Yo, Juan vuestro hermano ... en el reino”. Cuando él estaba en la vida de iglesia, él estaba en el reino, porque el reino es la realidad misma de la vida de iglesia.

El reino es la manifestación concreta y práctica de la vida divina. Nuevamente me refiero al ejemplo del zoológico, donde podemos ver el reino animal. El reino animal es la manifestación concreta de la vida animal. Si vivimos la vida divina, esto es, si vivimos a Cristo como nuestra vida, la manifestación concreta de esta vida será el reino. Cuando la gente venga y esté entre nosotros, lo que verá será un reino. El reino es la expresión de la vida correspondiente. Todos los animales que se mueven activamente en el zoológico, son la expresión de la vida animal, y esa expresión es el reino animal. Si se llevaran a todos esos animales, allí la vida animal se acabaría, así como su expresión. En la iglesia, los creyentes somos los que vivimos, nos movemos y actuamos en la vida divina. El resultado de esto es una expresión de la vida divina. La expresión de esta vida divina es el reino, esto es, la manifestación concreta de la vida divina, y dicha manifestación se halla en la iglesia. Ahora podemos ver que el reino es la realidad de la vida de iglesia. En tanto que la vida divina esté presente, también estará el reino. Mientras esta vida divina sea vivida por alguien, el reino existirá. Jamás podríamos suspenderlo ni ponerlo a un lado.

La semilla de mostaza

La parábola de la semilla de mostaza (13:31-32) nos muestra cuán sutil es Satanás. Él no sólo siembra la cizaña entre el trigo y le añade levadura a la harina fina, sino que inclusive es capaz de alterar el principio subyacente a la vida, al hacer que una semilla de mostaza crezca anormalmente y no según su especie. Conforme a la ley de la creación, toda planta debe corresponder a su propia especie (Gn. 1:11-12). Sin embargo, Satanás hizo que la semilla de mostaza creciera anormalmente, no según su propia especie. Dicha semilla debía ser una

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hierba para producir alimento apropiado para la gente, pero Satanás hizo que creciera como un árbol, el cual llegó a ser el nido de muchas aves. Ahora este árbol alberga muchas cosas y personas malignas. La naturaleza de la semilla de mostaza fue cambiada. Ya no es aquella hierba que sirve para alimentar a la gente, sino un enorme árbol donde anidan muchas aves. Este gran árbol representa al cristianismo de hoy.

Todo esto corresponde con la apariencia del reino de los cielos: hay mucha cizaña, hay un gran árbol donde anidan muchas personas y cosas malignas y hay mucha levadura. En el cristianismo de hoy podemos ver la cizaña, la levadura y el gran árbol, y no se ve mucha harina fina.

La manifestación

Finalmente, cuando el Señor Jesús venga, el reino se manifestará; ésta es la manifestación del reino de los cielos. Quienes hoy vivan en la realidad del reino de los cielos serán los que disfrutarán de la manifestación de dicho reino. Si vivimos en el reino hoy, éste se convertirá en nuestra herencia, pues será la esfera en la cual entraremos para disfrutar por mil años de nuestra recompensa, la cual consiste en el disfrute de la vida eterna con su correspondiente gozo y reinado (Mt. 24:45-47; 25:19-23).

Este reino en la era venidera será la parte celestial del milenio; la parte terrenal será el tabernáculo restaurado de David (Hch. 15:16), es decir, el reino restaurado de Israel (1:6). En el reino davídico restaurado, el remanente formado por los judíos que habrán sido salvos serán los sacerdotes que enseñarán a las naciones a adorar a Dios (Zac. 8:20-23). Los creyentes vencedores serán los reyes, los cuales no formarán parte del reino davídico restaurado, sino que serán partícipes de la manifestación del reino, la cual tendrá lugar en la parte celestial del milenio (Ap. 20:4, 6).

No debemos olvidar que en la época de los patriarcas, la dispensación anterior a la ley, un número considerable de personas escogidas y redimidas por Dios no fueron perfeccionadas. Además, un gran número de los escogidos de Dios en la dispensación de la ley, y otro gran número en la dispensación de la gracia, no alcanzaron plena madurez antes del milenio, el cual será la cuarta dispensación, la dispensación del reino. Debido a ello, todos los que no hayan madurado apropiadamente serán perfeccionados en esta cuarta dispensación, y dicho perfeccionamiento no será tan agradable. Este perfeccionamiento será como una especie de castigo o disciplina que los obligará a “aprender la lección” de crecer hasta alcanzar la madurez.

En ese tiempo todas estas personas alcanzarán plena madurez, con lo cual la obra perfeccionadora que Dios efectúa en Sus escogidos y redimidos habrá sido completada. Esto constituirá el final de la antigua creación y el inicio del cielo nuevo y la tierra nueva. En aquel tiempo, todos los creyentes que necesitaban ser perfeccionados en el milenio, los santos vencedores de la parte celestial del milenio y los judíos que fueron los sacerdotes que enseñaban a las naciones, habrán sido cabalmente perfeccionados y habrán logrado plena madurez. Todos ellos conformarán, entonces, el reino completo de Dios por la eternidad, ya que todos ellos estarán llenos de la vida divina, y esta vida es la consumación del reino de Dios, el cual será la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén será el reino eterno de Dios por toda la eternidad.

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CAPÍTULO CINCO

LA VISIÓN CONCERNIENTEA LA NUEVA JERUSALÉN:

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN

(1)Debemos tener una visión clara de toda la Biblia. La Biblia, compuesta por sesenta y seis libros, constituye la revelación divina. La conclusión de este gran libro es la Nueva Jerusalén. En este gran libro están revelados la economía de Dios, Su propósito eterno, Su plan eterno, junto con Su divino propósito, el cual es el más elevado en el universo. La conclusión de este propósito, de este plan, de esta economía, es la Nueva Jerusalén.

LA CONCLUSIÓN DE TODA LA BIBLIA

Debemos ver que ninguno de los sesenta y seis libros de la Biblia presenta una conclusión adecuada. Génesis no la tiene, pues concluye con un hombre muerto que es puesto en un ataúd y es sepultado en Egipto (50:26). ¿Podría ser ésta una conclusión satisfactoria? Luego, el libro de Éxodo concluye con algo glorioso, que contrasta notablemente con la conclusión presentada en Génesis, a saber: un tabernáculo lleno de la gloria de Dios (40:34). Aunque esta conclusión es gloriosa, aún no es adecuada. Mateo concluye con una comisión, en la que el Señor encarga a los discípulos a ir y hacer discípulos a las naciones y bautizarlos en el Dios Triuno (28:19-20). Una vez más, ésta no es una conclusión adecuada. El libro de Juan concluye hablándonos de la pesca (21:1-4), y en Hechos no vemos conclusión alguna. El último versículo de Hechos dice que Pablo estaba “proclamando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo con toda confianza y sin impedimento” (28:31). Tan sólo uno de los sesenta y seis libros de la Biblia, Apocalipsis, presenta la conclusión de la Biblia, ya que todos sus libros culminan únicamente con una sola cosa: la Nueva Jerusalén. Así pues, la Nueva Jerusalén es la conclusión total de los sesenta y seis libros de toda la Biblia, esto es, la conclusión total de la Biblia.

LA CONSUMACIÓN DE TODO ASUNTOCONTENIDO EN LA BIBLIA

La Nueva Jerusalén no sólo es la conclusión de toda la Biblia, sino también la consumación de todos los asuntos que la Biblia contiene. El Dios Triuno, Su economía, la redención efectuada por Cristo, la salvación que Dios efectúa, los creyentes, la iglesia y el reino, todos tienen su consumación en la Nueva Jerusalén. Es imprescindible que veamos que la Nueva Jerusalén es la máxima consumación de todos los temas, asuntos, ítems, personas y cosas contenidas en las Sagradas Escrituras. Como tal, ella constituye un asunto extremadamente importante.

Basados en estos pocos asuntos que acabo de mencionar, podemos darnos cuenta de que la Nueva Jerusalén jamás podría ser una mansión física donde los redimidos de Dios se alojen

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por la eternidad. Tal afirmación es excesivamente deficiente; tal conclusión podría ser digna de un libro para niños, pero no corresponde con todo cuanto revelan las Sagradas Escrituras. Ciertamente las Sagradas Escrituras, en calidad de revelación completa de un gran Dios que tiene un propósito tan elevado, jamás concluiría de esta manera. Únicamente una entidad como la Nueva Jerusalén podría constituir tanto la consumación del Dios Triuno y Su economía como la consumación de la maravillosa iglesia y el admirable reino. El significado de esta consumación debe estar a la par de todos estos asuntos. Si tomamos en cuenta toda la revelación divina contenida en la Biblia, no podemos sino inferir, de manera lógica, que es absolutamente imposible que la Nueva Jerusalén sea simplemente una morada física; más bien, es menester que en nosotros cause una profunda impresión el hecho de que la Nueva Jerusalén es la consumación de todos los asuntos divinos que la Biblia contiene. Aunque esta consumación ocupa poco más de un capítulo de la Biblia, ella comprende todos los asuntos básicos, intrínsecos, esenciales y genuinos de toda la revelación divina. Tenemos que ver esto.

NO ES UNA MANSIÓN FÍSICA

A fin de comprender apropiadamente lo que es la Nueva Jerusalén, quisiera presentarles seis razones por las cuales ésta jamás podría ser una mansión física.

Un libro de señales

Primero, tenemos que percatarnos de que el primer versículo de Apocalipsis nos muestra la manera en que este libro fue escrito: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a Sus esclavos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró en señales” (Ap. 1:1). Este versículo indica que el Señor Jesús nos dio a conocer, por medio de señales, la revelación que había sido dada por Dios. Sería de mucha ayuda que encerremos en un círculo, marquemos o subrayemos la palabra señales que aparece en este versículo. El Señor Jesús nos dio a conocer esta revelación por medio de señales, y la palabra señales es crucial para interpretar todo el libro de Apocalipsis. El libro de Apocalipsis es un libro de señales. En este libro, cada número constituye una señal. El número siete es una señal, al igual que el número cuatro, el doce y el diez. Los candeleros (1:11-13, 20) son señales; el Cordero que fue inmolado (5:6) es una señal; el León (5:5) es una señal; las siete estrellas (1:16, 20) son señales. En 4:3 vemos que Aquel que estaba sentado en el trono era semejante a piedra de jaspe; el jaspe es también una señal. En 12:1, la mujer universal que tenía una corona de doce estrellas, vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, constituye una gran señal. Esta maravillosa mujer, ¿podría ser simplemente una mujer individual? Tal interpretación no sería lógica. Asimismo, en Apocalipsis 12, vemos al gran dragón escarlata (v. 3), el cual también es una señal. Del mismo modo, el hijo varón mencionado en el versículo 5 es una señal. Luego, en el siguiente capítulo, el capítulo 13, vemos la bestia que sale del mar Mediterráneo (vs. 1-2). Esta bestia representa al César venidero del Imperio Romano que vendrá; ésta es una señal que corresponde a un hombre (v. 18). En Apocalipsis 14:15, la cosecha también es una señal, pues ella representa al pueblo viviente de Dios. Las primicias de Apocalipsis 14:4 también son una señal, pues ella representa a los vencedores vivientes entre el pueblo viviente de Dios. El número ciento cuarenta y cuatro mil también es una señal (v. 1). El mar de vidrio en 15:2 es otra señal. Luego, en el capítulo 17 vemos la gran ramera (v. 1), Babilonia la Grande (v. 5). Esta entidad ciertamente no es la ciudad física de Babilonia, la cual es Bagdad, en el Irak de hoy; más bien, la gran Babilonia, el misterio, es una señal presentada en Apocalipsis 17. En el capítulo 19 vemos una novia, la esposa del Cordero, la cual está vestida de justicia (vs. 7-8). ¿Cree usted que cuando el Señor Jesús regrese, literalmente se casará con una mujer?

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Interpretar las señales presentadas en la Biblia de esta manera, es cometer un serio error. Espero que podamos ver todas las señales que este libro contiene. Entonces, ¿cuál es la última señal de este libro de señales? La última señal que este libro presenta, cuya revelación nos es comunicada principalmente mediante señales, es la Nueva Jerusalén.

No sería lógico

La segunda razón por la cual no podemos decir que la Nueva Jerusalén es una mansión física o una ciudad física que sirva de habitación de los redimidos de Dios, radica en que esto carece de toda lógica. La Nueva Jerusalén, la santa ciudad, es una montaña de oro (Ap. 21:16, 18). Esta montaña mide doce mil estadios en cada una de sus tres dimensiones, las cuales son su longitud, su anchura y su altura (v. 16). Doce mil estadios equivale a unos dos mil ciento sesenta kilómetros, aproximadamente la distancia que hay entre Nueva York y Dallas. Esta alta montaña tiene solamente una calle que desciende en espiral hasta alcanzar las doce puertas que están a los cuatro lados de la ciudad. Si ésta fuera verdaderamente una ciudad física, deberíamos preguntarnos: ¿cómo podrían caber en ella todos los redimidos de Dios de todos los siglos? ¿Cómo podría vivir tanta gente en una ciudad que tiene una sola calle en espiral? ¿Cómo viajaría la gente en una ciudad que tiene una sola calle?

Hemos visto que Apocalipsis es un libro de señales. Si alguien afirma que la última señal, la Nueva Jerusalén, es una ciudad física y material, entonces ¿qué diremos de los candeleros, que son la primera señal? ¿Y qué de las siete estrellas del capítulo 1? ¿Son éstas estrellas verdaderas? ¿Y qué acerca del Cordero? ¿Creen ustedes que Cristo como el Cordero de Dios es un verdadero cordero con cuatro patas y una pequeña cola? El León de la tribu de Judá, ¿es un verdadero león como los que están el zoológico? No es lógico interpretar de esta manera las señales que se hallan contenidas en este libro. La Nueva Jerusalén ciertamente es una señal; no es una ciudad material y física. La gran Babilonia también es una señal, que representa a la iglesia falsa. La gran Babilonia y la Nueva Jerusalén son dos señales que se encuentran al final de Apocalipsis. Una ciudad es una señal que corresponde a la iglesia falsa, y la otra, la santa ciudad, representa la máxima consumación de la iglesia pura. La gran Babilonia es llamada la gran ramera, y la Nueva Jerusalén es llamada la esposa del Cordero. Ya que Apocalipsis es un libro de señales, la Nueva Jerusalén no puede ser una excepción, sino que tiene que ser una señal.

La esposa del Cordero

La tercera razón por la cual la Nueva Jerusalén no puede ser una mansión física es porque el propio libro de Apocalipsis nos dice que esta ciudad es la esposa del Cordero (21:9). Conforme al contenido de toda la Biblia, existe un romance divino entre Dios el Creador, el Redentor, quien es el varón de esta pareja, y Su pueblo redimido, quien es la mujer. Ésta es una revelación básica contenida en la Biblia. En el Antiguo Testamento Dios le dijo a Su pueblo redimido, Israel, que Él era Su marido y que ellos eran Su esposa (Is. 54:5; Jer. 3:14; 31:32; Os. 2:19). Cuando el Señor Jesús vino, Juan el Bautista les dijo a Sus discípulos que Cristo era el Novio, quien vendría a tomar a la novia, que es la iglesia (Jn. 3:29). Luego, Pablo dijo en Efesios 5 que la iglesia es tipificada por la esposa y que Cristo es tipificado por el esposo (vs. 24-25). Por tanto, Cristo es el esposo, y la iglesia es la esposa. Pablo también dijo que él nos ha presentado como una virgen a un solo esposo (2 Co. 11:2), el cual es Cristo. Además, Apocalipsis 19:7 dice: “Han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado”. Esta esposa constituye la suma total de todos los santos vencedores, desde los

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tiempos de Abel hasta que el Señor regrese. Así pues, la suma total de todos los vencedores del Antiguo y del Nuevo Testamento, quienes estarán listos para las bodas del Cordero, constituyen la esposa presentada en Apocalipsis 19:7. La Nueva Jerusalén es la consumación de la pareja de Dios, la cual está conformada por la totalidad de Su pueblo redimido y perfeccionado. En la Biblia, comenzando con Adán y Eva (Efesios 5 indica que ellos son un tipo de Cristo y la iglesia), y hasta el final del libro de Apocalipsis, hay muchos pasajes bíblicos que revelan que Cristo es el marido universal y que Su pueblo redimido y perfeccionado es Su pareja universal. Esta revelación requiere de una consumación, la cual es la Nueva Jerusalén como la esposa del Redentor, el Cordero, Cristo, la corporificación del Dios Triuno.

La consumación del tabernáculo y del templo

La cuarta razón por la que la Nueva Jerusalén no puede ser una mansión física, es porque Apocalipsis dice que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios (21:3) y que también es el templo de Dios (v. 22). Juan dijo que en la ciudad no vio templo alguno, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella. En tipología, el tabernáculo del Antiguo Testamento no era únicamente la morada de Dios, sino también la de los sacerdotes que le servían, quienes moraban juntamente con Dios en el tabernáculo. Así que, el tabernáculo es el lugar donde Dios y Sus siervos moran. Apocalipsis 22:3 dice que todos los santos redimidos y perfeccionados serán los esclavos de Dios, quienes le servirán por la eternidad. Por tanto, todos ellos habitarán en el tabernáculo juntamente con Dios. Conforme a la tipología, el tabernáculo era un precursor del templo e introdujo el templo. Juan no vio en la ciudad templo alguno, pero Dios y el Cordero eran el templo, lo cual indica que Dios y el Cordero llegaron a ser la morada de los esclavos y servidores de Dios. Esto corresponde con Salmos 90:1, que dice: “Señor, Tú nos has sido morada de generación en generación”. Por tanto, el tabernáculo es la morada de Dios y de los que le sirven; y este mismo Dios, quien habita en el tabernáculo, a la vez es el templo, la morada de aquellos que le sirven. Nuevamente debemos darnos cuenta de cuán errado es el concepto según el cual la Nueva Jerusalén constituye una gran mansión física en la que habitarán los hijos de Dios. Apocalipsis dice que el propio Dios, Dios y el Cordero, serán para nosotros, Sus siervos y esclavos, el templo en el que hemos de morar. En la eternidad, nuestra morada será Dios mismo. Debemos enfatizar esto categóricamente. En la eternidad, Dios y el Cordero serán el templo en el cual morará Su pueblo, esto es, aquellos que le sirven. No moraremos en una gran mansión, sino en Dios. ¡Aleluya! Él es nuestro templo, y nosotros somos Su tabernáculo. Él mora en nosotros, nosotros moramos en Él, y este mutuo morar es la Nueva Jerusalén, la cual para Dios es el tabernáculo y para nosotros es el templo.

Debemos ver que toda la Biblia es una historia del tabernáculo y del templo. Comenzando en Éxodo 25 vemos el tabernáculo, que llegó a ocupar un lugar central en la historia del Antiguo Testamento. Posteriormente, este tabernáculo fue traído a la buena tierra, donde luego fue reemplazado por el templo, el cual entonces ocupó un lugar central en la historia antiguotestamentaria hasta los tiempos que corresponden al libro de Malaquías. Así pues, el Antiguo Testamento es la historia del tabernáculo y del templo. En el Nuevo Testamento, inicialmente el tabernáculo fue el propio Señor Jesús, como vemos en Juan 1:14, y Él fue también el templo, según Juan 2:19-22. En Juan 2 Él indicó que, en Su resurrección, este templo sería agrandado hasta convertirse en un templo corporativo, el cual es la iglesia (1 Co. 3:16; Ef. 2:21). Por tanto, el tabernáculo y el templo también ocupan un lugar central en la historia del Nuevo Testamento. Toda la Biblia es un libro que trata del tabernáculo y del templo; esto requiere una consumación, la cual es la Nueva Jerusalén, la misma que será el

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tabernáculo eterno para Dios y el templo eterno para nosotros. Ésta es la consumación del tabernáculo y el templo en la Biblia.

La consumación del edificio de Dios

Ahora llegamos a la quinta razón. La Biblia es un libro que trata sobre la obra de edificación que Dios realiza. Primero, Dios le mandó a Noé que construyera el arca. Después, vemos que en el Antiguo Testamento Abraham esperaba con anhelo una ciudad y que sus descendientes, los hijos de Israel, edificaron un tabernáculo. Posteriormente, ellos entraron en la buena tierra y edificaron un templo. En el Nuevo Testamento, el Señor declaró que Él edificaría Su iglesia (Mt. 16:18). En Juan 2:19 Él también les dijo a los judíos que si destruían “este templo”, refiriéndose al templo de Su cuerpo, Él lo levantaría en tres días. Incluso Pedro reprendió a los judíos al señalar que ellos, los edificadores, habían rechazado a Cristo, quien es cabeza del ángulo del edificio de Dios (Hch. 4:11). Además, Pablo dijo que nosotros somos la casa de Dios (1 Ti. 3:15) y el edificio de Dios (1 Co. 3:9). Pablo, como perito arquitecto, puso el fundamento, y nosotros tenemos que edificar sobre dicho fundamento teniendo cuidado de no edificar con madera, heno ni hojarasca, sino con oro, plata y piedras preciosas (vs. 10-12). Luego Pedro, en su primera epístola, dijo que Cristo es la piedra viva con la cual se edifica el edificio de Dios, y que nosotros, como Él, somos piedras vivas a fin de ser edificados conjuntamente hasta ser una casa espiritual (1 P. 2:4-5). Así pues, podemos ver que el edificio de Dios es un tema preponderante en toda la Biblia, y dicho edificio alcanza su consumación en la Nueva Jerusalén.

La consumaciónde todo lo que Dios es y ha logrado

Ahora veamos cuál es la última razón por la cual la Nueva Jerusalén no debe ser interpretada como una mansión física. Nuestro Dios es el gran Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre tiene un plan eterno y una economía maravillosa; el Hijo cumplió esta economía al encarnarse, vivir sobre esta tierra y sufrir una muerte todo-inclusiva, para luego entrar en resurrección y ascensión. Los logros del Hijo fueron excelentes, maravillosos y muy significativos. Luego, el Espíritu vino para aplicar todo lo que el Hijo había logrado a nuestro favor. El Espíritu operó para regenerarnos y ahora está operando en nuestro interior a fin de transformarnos, redimir nuestro cuerpo, transfigurarnos y hacernos semejantes a Cristo. Mediante todo esto, la iglesia es producida y edificada; y como resultado habrá un reino por medio del cual los vencedores del pueblo escogido de Dios gobernarán el mundo juntamente con Cristo. El gran Dios Triuno, junto con todos Sus logros y operaciones realizadas a lo largo de las eras, ciertamente requiere una consumación maravillosa. ¿Podría una ciudad física, un lugar habitable, ser la consumación de todos estos logros? De ninguna manera. La consumación de todo lo que Dios es y de todo lo que Él ha logrado y obtenido, es la Nueva Jerusalén. Estas seis razones demuestran por qué la Nueva Jerusalén no puede ser una mansión física o una ciudad material para que los redimidos de Dios se alojen en ella.

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN

Si alguien se rehúsa a captar esta visión, ¿de qué manera respondería a nuestras preguntas concernientes a la Nueva Jerusalén como una señal que representa a la esposa, que es la consumación de todas las mujeres de la Biblia, y que tipifica la pareja de Dios; y de qué

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manera respondería a las cuestiones concernientes al tabernáculo de Dios como la consumación de todos los tabernáculos y templos contenidos en toda la Biblia? ¿Cómo se podría responder a la pregunta concerniente a que la obra de edificación presentada en la Biblia requiere una consumación y cómo dilucidar el hecho de que el gran Dios, con Su gran economía y Sus grandes logros, deberá alcanzar Su máxima consumación? Sin la Nueva Jerusalén, no habría consumación para todas estas cosas. ¿Acaso podríamos explicar cómo es que una ciudad física llegaría a ser la habitación de billones de redimidos de Dios? No creo que haya nadie que pueda responder a estas preguntas. Ciertamente espero que estas preguntas, así como la comunión que hemos tenido, sean lo suficientemente convincentes para que todos seamos subyugados por las mismas. Tenemos, pues, que llegar a esta conclusión ineludible: que la Nueva Jerusalén, como conclusión de toda la Biblia, constituye la máxima consumación de la gran economía que Dios planeó y de todos Sus grandes logros.

Esta consumación es una composición viviente de todos aquellos que Dios ha escogido, redimido, regenerado, transformado y glorificado. Esta composición viviente, constituida de tantas personas vivientes y maravillosas, es la consumación de toda la Biblia y consiste en un mutuo residir, un mutuo morar, un mutuo habitar. Dios mora en Su pueblo redimido, y Su pueblo redimido mora en Él. Por conformar tal composición viviente, el pueblo redimido por Dios será el tabernáculo en el cual Dios more, y Dios y el Cordero será el templo en el que este pueblo more. Ciertamente ésta es una conclusión maravillosa, llena de sentido y significado.

LOS CONTENIDOS DE LA NUEVA JERUSALÉN

Ahora debemos ver los contenidos de la Nueva Jerusalén. Desde el trono de Dios y del Cordero, en el centro mismo de la ciudad, fluye un río de agua de vida, y en este río crece el árbol de la vida. Además, la ciudad entera es iluminada por la luz de la vida. Estos tres ítems constituyen la esencia intrínseca del Dios Triuno. La esencia intrínseca del Dios Triuno es la vida divina. Esta vida divina será el río (Ap. 22:1), el árbol (v. 2) y la luz (v. 5). Beberemos del río, comeremos del árbol y viviremos en la luz. Estos tres ítems son la esencia básica e intrínseca del Dios Triuno. La luz denota principalmente al Padre. Apocalipsis dice que en la Nueva Jerusalén no hay necesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol, porque el Señor Dios será su luz y Cristo el Cordero será su lámpara (21:23). El árbol de la vida hace referencia a Dios el Hijo, y el río de agua de vida denota a Dios el Espíritu. Ésta es la Trinidad Divina en términos de Su esencia divina para nuestro vivir y disfrute por la eternidad.

Así pues, la esencia básica e intrínseca de la Nueva Jerusalén es la vida divina, en la que Dios el Padre es la luz, Dios el Hijo es el árbol y Dios el Espíritu es el río. La luz es para que andemos en ella; el árbol, para que nos alimentemos de él; y el río, para que lo bebamos. Así viviremos y disfrutaremos de la esencia intrínseca del Dios Triuno por la eternidad; Él morará en nosotros, y nosotros en Él. En Juan 15 vemos este mutuo morar en pequeña escala, pues allí el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (v. 4). Este mutuo morar descrito en Juan 15 se expandirá y desarrollará hasta llegar a ser la Nueva Jerusalén, la cual será la consumación del mutuo y divino morar. Nosotros permaneceremos en Él y Él permanecerá en nosotros por la eternidad. Nosotros le serviremos a Él y Él será servido por nosotros, y esto será el reino eterno, la esfera eterna de la vida divina.

Ésta es la consumación de toda la Biblia, de todo lo que Dios es, y de todo lo que Dios ha cumplido, logrado y obtenido. Ésta es nuestra visión. Ésta es la escatología típica, genuina,

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apropiada y única. ¡Alabado sea el Señor por tal escatología! El Dios Triuno junto con todos Sus escogidos y redimidos formarán parte de esta consumación única.

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN DEL DIOS TRIUNO

Ahora debemos ver que la máxima consumación del Dios Triuno en esta consumación tiene al menos cinco aspectos.

Nuestra entrada

En primer lugar, el Dios Triuno es la entrada a la ciudad santa. Las “tres puertas” en cada lado de la ciudad (Ap. 21:13) significan que el Dios Triuno —Padre, Hijo y Espíritu— trabajan juntos para traer a las personas a la ciudad santa. Esto está indicado en las tres parábolas de Lucas 15 y en lo dicho por el Señor en Mateo 28:19. El hecho de ser bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, es la verdadera entrada a la ciudad santa.

Nuestra constitución

En segundo lugar, las sustancias del Dios Triuno son los materiales con los cuales está edificada la Nueva Jerusalén. El oro representa la naturaleza de Dios el Padre (Ap. 21:18b, 21b); las perlas representan lo producido por Cristo mediante Su muerte y resurrección (v. 21a); y las piedras preciosas representan la obra transformadora del Espíritu (vs. 18a, 19-20). Estos son los tres aspectos de los materiales para la edificación de la Nueva Jerusalén. Así pues, esta máxima consumación está constituida de la naturaleza del Padre como el oro, de lo producido por el Hijo como la perla y de la obra del Espíritu como las piedras preciosas. Éstas son las esencias de la constitución de esta máxima consumación. Por tanto, esta Nueva Jerusalén es la máxima consumación del Dios Triuno en Su esencia, quien es los elementos constitutivos de tal consumación.

Nuestro disfrute

En tercer lugar, como ya vimos, en esta máxima consumación la vida divina en sus tres aspectos constituye aquello que los redimidos de Dios disfrutan por la eternidad. La vida divina es el río del que beben los redimidos de Dios (Ap. 22:1, 17); la vida divina es el árbol del que los redimidos de Dios se alimentan para su vivir y disfrute (vs. 2a, 14, 19); y la vida divina es la luz en la que estos redimidos de Dios viven (21:23, 11). Éste es otro aspecto de la máxima consumación del Dios Triuno como la vida divina para el vivir y el disfrute de los redimidos de Dios. El Evangelio de Juan también nos muestra que en esta era, el Dios Triuno es nuestro disfrute de una manera triple. Él es nuestra agua viva (Jn. 7:37-39; 4:10, 13-14); Él es nuestro pan (6:48); y Él es nuestra luz (8:12). Estos tres aspectos presentados en el Evangelio de Juan tienen como fin nuestro vivir y disfrute en la actualidad, y tendrán su consumación en la Nueva Jerusalén como el río divino que nos satisface, el árbol divino que nos alimenta y la luz divina que nos alumbra. Ésta es la máxima consumación de la vida divina del Dios Triuno, para el vivir y el disfrute de Sus redimidos por siempre.

Nuestro vivir

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En cuarto lugar, en toda la ciudad hay una sola calle (Ap. 22:1). La calle de oro (21:21) es símbolo de la naturaleza del Padre como nuestro camino, nuestra calle, la ruta para nuestro tráfico, para nuestra comunión y para nuestro accionar. La naturaleza del Padre es la calle de oro en la cual Su pueblo puede andar y tener comunión. El río de agua de vida corre en medio de esta calle y el árbol de vida crece a ambos lados del río (22:1-2). El Hijo es el árbol de vida; por tanto, este árbol representa el ser mismo del Hijo, quien es el alimento del pueblo redimido de Dios. El río de agua de vida es la corriente del Espíritu, y esta corriente viene a ser la aplicación que alcanza a las personas. Así que, en la santa ciudad vemos la naturaleza del Padre, el ser del Hijo y la aplicación del Espíritu. Andamos en la naturaleza del Padre, nos alimentamos del ser del Hijo y bebemos del Espíritu, el cual está siempre disponible para nosotros. Éste es otro aspecto de la máxima consumación de la Trinidad.

Nuestro ser, nuestra existencia

Sigamos adelante para considerar el quinto aspecto de la máxima consumación de la Trinidad. En Apocalipsis 22 vemos el trono en el cual se sienta Dios y el Cordero (vs. 1, 3). Deliberadamente no dije “se sientan”, sino “se sienta”, pues Dios y el Cordero no son dos, sino uno. El Cordero es la lámpara, y Dios es la luz que está dentro de Él (21:23; 22:5). El río de agua de vida procede del trono. Dios se refiere al Creador, y el Cordero denota al Redentor, el cual está sentado en el trono. El río de agua de vida procede del propio Dios y el Cordero, elcual está sentado en el trono; este río representa al Espíritu como el Regenerador. Dios creó, el Cordero redimió y el Espíritu que fluye, regenera.

Hemos visto que la Trinidad ha alcanzado Su plena consumación en esta entidad consumada, a saber, la Nueva Jerusalén. Este cuadro nos muestra mucho más que lo relatado en el Nuevo Testamento; si bien el Nuevo Testamento constituye un relato mucho más largo, tal relato no es tan abundante como lo que aquí alcanza su consumación para constituir la máxima consumación. Aquí no solamente vemos un esbozo ni una síntesis, sino un desarrollo. Si no se nos hubiese presentado el cuadro de esta máxima consumación, sería muy difícil para nosotros percatarnos de que en el Nuevo Testamento tenemos los cinco aspectos de la Trinidad, pues ella constituye nuestra entrada, nuestra constitución, nuestro vivir, nuestro disfrute —el cual está constituido, a su vez, por nuestra comunión, alimentación y satisfacción— y finalmente nuestra existencia misma, a fin de que seamos partícipes del Creador, del Redentor y del Regenerador. Sin tal visión, no creo que podríamos percatarnos de que en el Nuevo Testamento el Dios Triuno es todo esto para nosotros. Este Dios Triuno en Su aspecto quíntuplo es para nosotros el templo (Ap. 221:22). Él es nuestra morada eterna en la cual viviremos por siempre. Esta morada eterna, nuestra “mansión celestial”, no será común ni ordinaria, sino muy particular, muy especial. Será una morada extraordinaria y no algo ordinario donde las personas simplemente habiten. Únicamente ciertas personas, especiales y extraordinarias, de gran importancia, tienen el derecho de morar en el templo. ¿Quiénes constituyen este pueblo tan especial e importante? Los hijos de Dios. Apocalipsis 21:7 indica que son los hijos de Dios quienes heredarán estas cosas. Ahora podemos ver realmente cuán plenamente ha alcanzado Su consumación el Dios Triuno en esta máxima consumación. Ustedes, los más jóvenes, deben procurar con suma diligencia profundizar en estos asuntos. No deben seguir la tradición ni permanecer bajo su influencia. Si bien han leído Apocalipsis 21 y 22 una y otra vez, lo han hecho de manera superficial, conforme a la práctica general de la mayoría de los cristianos. Así que, deben emplear tiempo profundizando en estas verdades. Todo esto que les he compartido en este mensaje ciertamente no lo obtuve de manera casual, sino que es fruto de haber estudiado estos dos últimos capítulos de la Biblia durante muchos, muchos años.

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PRESENTAR ESTOS PUNTOSAL PREDICAR EL EVANGELIO

Si presentamos estos ricos puntos en nuestros mensajes a los santos, pienso que también podemos valernos de ellos al predicar el evangelio. Al predicarles el evangelio a los pecadores, podemos presentarles todas estas verdades a fin de darles a conocer en qué consiste la máxima consumación de la salvación que Dios efectúa. Podemos mostrarles que la máxima consumación de dicha salvación es disfrutar a Dios en Su Trinidad de una manera maravillosa, excelente, abundante y extraordinaria. No debemos pensar que los pecadores no puedan entender estas cosas, pues si las presentamos de manera apropiada, sin duda alguna ellos entenderán. Debemos darles a conocer todas las bendiciones. Dios mismo es nuestro templo como morada especial, particular y sublime. En realidad, todos estos aspectos no se refieren a objeto material alguno, sino a la persona misma del Dios Triuno. Deben darles a conocer la clase de Dios Triuno que tenemos; este Dios Triuno finalmente llegará a ser nuestra morada sublime, en el cual habitaremos por la eternidad. Nuestra morada es una persona, y Él mismo es la ciudad, la casa, la luz, el árbol y el río. Todos estos aspectos constituyen la persona misma del Dios Triuno, la persona triuna. Esta persona divina es incluso la calle en la cual andamos. Esta persona que posee tres aspectos es nuestra calle, nuestro pan y nuestra bebida. ¡Esto es maravilloso! Él es nuestro camino, nuestro vivir, nuestro alimento y nuestra bebida. Después de haber declarado esto a todo pecador que haya querido escucharles, podrán decirles que ahora mismo ellos pueden disfrutarlo. Podrán decirles que esta persona es Dios, su Creador; que Él es el Cordero, su Redentor; y que Él, como Aquel que puede regenerarlos, es el agua viva para ellos. Deben decirles que ahora mismo ellos pueden disfrutar de Dios como su Creador, del Cordero como su Redentor y del Espíritu como Aquel que es agua viva para ellos y que, como tal, puede regenerarlos. Ellos serán regenerados, y tal regeneración constituirá su ingreso en este disfrute maravilloso, abundante y extraordinario. Tengo la convicción de que todo pecador puede comprender estas cosas; todo depende de la manera en que nosotros se las presentemos. Ciertamente es necesario que sepamos “cocinar” estas verdades. Si las sabemos “cocinar” adecuadamente, podremos predicar el evangelio más excelente, el evangelio de la Nueva Jerusalén. No deben pensar que aquí ya podemos dar por concluido nuestro estudio de esta consumación. En realidad, son necesarios muchos más mensajes para dar conclusión a este tema. Yo tan sólo he querido que ustedes gusten un poco de estos asuntos.

HEBREOS 11

Después de escuchar esto, tal vez haya algunos que discrepen conmigo y quieran, basados en su conocimiento bíblico tradicional, remitirlos a Hebreos 11. Probablemente ellos citen Hebreos 11:9-10, que dice: “Por la fe [Abraham] habitó como extranjero en la tierra de la promesa como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba con anhelo la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios”. Quienes así discrepan podrían argumentar que Abraham esperaba una ciudad, considerando que él no era de ninguna parte ni pertenecía a ningún lugar, y que él esperaba por una ciudad edificada por Dios como Arquitecto y Constructor de la misma. Esta ciudad, según tal interpretación, debería ser una ciudad física, y tal vez ellos citen el versículo 14: “Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria”. A estas alturas uno puede preguntarles de qué patria se trata. ¿Será Palestina? Sin duda ellos responderán que esta patria se refiere al cielo. Si ellos afirman esto, su error se habrá puesto de manifiesto, pues ustedes podrán decirles que la Nueva Jerusalén descenderá del cielo (Ap.

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21:10). La Nueva Jerusalén, la cual ellos creen es una ciudad física, dejará la patria por la cual esperaba Abraham. Abraham anhelaba una patria, la cual ellos atesoran, pero finalmente la “mansión celestial” descenderá de aquella patria celestial, dejándola en los cielos.

Es probable que ellos también citen los versículos 15 y 16, que dicen: “Pues si hubiesen estado recordando aquella de donde salieron, ciertamente tenían oportunidad de volver. Pero anhelaban una patria mejor, esto es, celestial”. Para ellos, aquella patria mejor es el cielo. Pero debemos tener presente que este versículo no habla de una patria en los cielos, sino de una patria celestial. Por ejemplo, decir que un estadounidense está en los Estados Unidos no es lo mismo que decir que cierta persona es estadounidense. El resto del versículo 16 dice: “Por lo cual Dios no se avergüenza de ellos ni de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. Entonces ellos preguntarán: “¿No es esta ciudad la Nueva Jerusalén?”. Según su manera natural de pensar, ellos asumen que la Nueva Jerusalén será una ciudad física, material. Pero nosotros, hermanos, tenemos que comprender cabalmente el significado espiritual de estos asuntos bíblicos.

En la eternidad pasada, el Dios Triuno hizo un plan. Él ha estado llevando a cabo Su economía a lo largo de los siglos. El Hijo vino por medio de la encarnación, vivió en esta tierra por treinta y tres años y medio, murió en la cruz, resucitó y ascendió. Luego vino el Espíritu e hizo muchas cosas maravillosas. Finalmente, ¿creen ustedes que como conclusión de todo esto Dios simplemente construiría una ciudad física para que vivan Sus redimidos? Éste es un entendimiento demasiado pobre. En efecto, la Nueva Jerusalén es una ciudad, pero ¿qué clase de ciudad es? ¿Será una ciudad física y material? Algunos quizás digan que es una ciudad de oro, perlas y piedras preciosas, y si dicen esto, debemos dirigirlos a 1 Corintios 3, donde Pablo declara que él puso el único fundamento, y nos advierte que debemos tener cuidado de cómo sobreedificamos sobre dicho fundamento. Debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas a fin de edificar la iglesia. Entonces debemos preguntarles si hoy edificamos la iglesia con verdadero oro, plata y piedras preciosas físicas. Seguramente ellos dirán que Pablo no se refería al verdadero oro, plata y piedras preciosas. Entonces debemos decirles que la Nueva Jerusalén tiene que interpretarse de la misma manera y que la Nueva Jerusalén es la consumación del edificio mencionado en 1 Corintios 3. En 1 Corintios 3 vemos que este edificio está en proceso de edificación y que aún no ha alcanzado su consumación. La Nueva Jerusalén constituye la consumación de tal edificio. Abraham esperaba una ciudad, no una ciudad material sino una ciudad maravillosa edificada con la naturaleza del Padre, la redención del Hijo y la obra transformadora del Espíritu. Esta comunión puede ayudarnos a ver esta visión y luego de verla, ayudar a otros.

EL DIOS ETERNO: NUESTRA MORADA

Pueden también decirles que Dios no solamente espera que le experimentemos como nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro suministro de vida, nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención, sino que Él también quiere ser nuestra morada. En realidad, esta Nueva Jerusalén es el Dios procesado que se expande en la eternidad a fin de que ustedes y yo vivamos en ella. Tal vez algún creyente nuevo pregunte cómo es que Dios puede llegar a ser nuestra morada. Debemos responderle citando Deuteronomio 33:27, donde dice: “El Dios de antaño es tu morada”. Él es para usted una morada segura en la cual usted se encuentra a salvo. Como nuestra morada, Él es nuestro refugio. En el salmo 90, que es un salmo de Moisés, el varón de Dios, dice: “Señor, Tú nos has sido morada / De generación en generación” (v. 1). En Salmos 27:4 leemos: “Una cosa he pedido a Jehová, / Ésta buscaré; / Que more yo en la casa de Jehová / Todos los días de mi vida, / Para contemplar la hermosura de Jehová, / Y para

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inquirir en Su templo”. David anhelaba morar en el templo todo el tiempo, no solamente durante una hora, una mañana o una tarde, sino continuamente, a fin de contemplar la hermosura del Señor. Incluso los santos del Antiguo Testamento consideraban a Dios como su morada y deseaban habitar en aquel lugar para contemplar a Dios continuamente. Y ¿qué de los creyentes neotestamentarios, y todos los redimidos en la eternidad? ¿Morarán en una ciudad física de oro, con perlas y piedras preciosas físicas? Tenemos que responder: ¡No! Ellos morarán en Dios mismo. El Dios eterno será nuestra morada eterna. Él será nuestra especial morada, el templo, en el cual moraremos.

Si profundizamos en este asunto, seremos aptos para predicar, enseñar y presentar esto a cualquiera. No podrán argumentar con nosotros. No debemos ocuparnos de esto de una manera descuidada, sino con toda nuestra energía espiritual. Queridos santos, debemos estudiar estos asuntos. Los últimos dos capítulos de la Biblia realmente ameritan muchos años de estudio. Tenemos que ser depurados de esta levadura, esto es, del concepto de una mansión celestial.

Ahora podemos percatarnos del grado en que las enseñanzas, los conceptos, el entendimiento y la influencia tradicionales nos han impedido profundizar en nuestro estudio de la Palabra pura. Si bien leímos Apocalipsis 21 y 22 muchas veces, jamás le dimos la debida importancia a estos asuntos; nunca se nos ocurrió profundizar en ellos ni estudiarlos más. Tenemos que dejar atrás la tradición y avanzar en nuestros estudios. Debemos ser como Colón, quien dejó atrás la tradición para navegar cada vez más lejos hasta que, finalmente, descubrió una nueva tierra. Nosotros también debemos avanzar en nuestra navegación. Cada año debe haber nuevo material, pues cada página del libro de Apocalipsis puede ser utilizada como material para la predicación del evangelio.

TRES CATEGORÍAS DE PERSONAS

También pueden predicar el evangelio utilizando las tres categorías de personas descritas en Apocalipsis 21:3-8. La mejor categoría de personas está constituida por los hijos de Dios; la peor categoría la constituyen aquellos que están en el lago de fuego; y la categoría intermedia la constituyen aquellas personas que no se encuentran ni en la Nueva Jerusalén ni en el lago de fuego, sino fuera de la ciudad. Los hijos ciertamente se encuentran en la ciudad bebiendo del río de la vida, comiendo del árbol de la vida y andando en la luz de la vida. Los que están en el lago de fuego simplemente sufren al ser quemados. Pero aquellas personas de la categoría intermedia no se queman ni disfrutan del árbol de la vida, del río de la vida ni de la luz de la vida; sólo comen las hojas del árbol y no andan en la luz directamente, sino que se encuentran fuera de la ciudad. Muchos cristianos no entienden claramente las categorías de personas descritas en Apocalipsis 21 y 22. El concepto generalizado es que en la eternidad solamente habrá dos categorías de personas: los salvos y los que perecen.

LA BENDICIÓN DE LA VIDA ETERNAEN CONTRAPOSICIÓN A

LA BENDICIÓN DE LOS PUEBLOS EN LA TIERRA NUEVA

Incluso el último himno de nuestro himnario en inglés, Hymns, #1348, es incorrecto. Este himno habla de Apocalipsis 21:3-4, donde dice: “Y oí una gran voz que salía del trono que

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decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. El problema con este himno es que dicho pasaje bíblico no está dirigido a los creyentes, sino a los pueblos que estarán en la tierra nueva, fuera de la ciudad. Cuando cantamos este himno, ¿estamos pensando en los que se encuentran fuera de la ciudad? No creo que dicho himno haya sido escrito con este entendimiento. Me incomoda que este himno haya sido escrito e incluido en nuestro himnario. En la Versión Recobro, en Apocalipsis, el título de los versículos 3 y 4 del capítulo 21 es: “El pueblo de la tierra nueva”; y el título de los versículos 5 al 7 es: “Los hijos de Dios en la eternidad”. Los versículos 3 y 4 están dirigidos a los incrédulos que son descendientes de las ovejas mencionadas en Mateo 25:31-46; y los versículos 5 al 7 se refieren a los hijos de Dios, a todos los santos, a los que han sido salvos divinamente a lo largo de todas las generaciones. Hymns, #1348 no dice nada acerca de la herencia, no dice nada del árbol de la vida, del río de agua de vida ni de la luz de la vida. Este himno dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos” (21:4). Cuandonosotros los creyentes estemos en la Nueva Jerusalén, no existirá posibilidad alguna de que derramemos lágrimas. En nuestro vocabulario no habrá tal palabra, pero el diccionario de los que estén fuera de la ciudad aún tendrá esta palabra; esto significa que ellos todavía llorarán. Si no llorasen, no habría necesidad de que sus lágrimas fuesen enjugadas. No creo que alguno de los que cantó este himno en el pasado se haya percatado de este error. La razón de esto es que jamás habíamos profundizado en lo que constituye la bendición verdadera de la vida eterna en la Nueva Jerusalén. El hecho de que Dios enjugue lágrimas y que no haya más llanto, duelo ni dolor, nos da a entender que se nos habla de aquellas bendiciones dadas fuera de la ciudad a aquellos que no poseen la vida eterna. Éstas son las bendiciones que corresponden a aquellos incrédulos que fueron restaurados a su posición como criaturas de Dios. Éstas son las personas que conforman las naciones, pero no son hijos de Dios. Nosotros somos los hijos de Dios. Si tenemos lágrimas, ello se debe a que todavía formamos parte de la vieja creación; pero una vez que formemos parte de la Nueva Jerusalén, ya no seremos la vieja creación ni tendremos más lágrimas. Sin embargo, las naciones restauradas aún formarán parte de la vieja creación y seguirán teniendo lágrimas. Para ellos, las bendiciones consistirán en que Dios enjugará sus lágrimas. Tal vez ustedes piensen que es una bendición muy íntima que Dios enjugue sus lágrimas, y que esto sería maravilloso. Si piensan de esta manera, eso indica que ustedes nunca han disfrutado cabalmente de la bendición de la vida eterna. La bendición de la vida eterna no consiste en enjugar lágrimas, sino en llenarnos con otro tipo de agua. Si somos llenos del agua viva, jamás derramaremos lágrimas.

Ciertamente hemos recibido la vida eterna, pero muchos entre nosotros no han sabido en qué consiste la verdadera bendición de esta vida ni tampoco en qué consiste la verdadera bendición de la vida eterna en la eternidad, en la Nueva Jerusalén. Si usted espera que Dios enjugue sus lágrimas, debe saber que en la Nueva Jerusalén no habrá más lágrimas. En la siguiente edición de nuestro himnario reemplazaremos este himno por uno que sea positivo, que hable de las bendiciones de la vida eterna en las que participarán los hijos de Dios.

LA NECESIDAD DE CONOCER LA ESENCIA INTRÍNSECA

DE LA VIDA DIVINA EN EL RECOBRO DEL SEÑOR

El hecho de que este himno haya sido incluido en nuestro suplemento, muestra cuán fácilmente algo puede infiltrarse al menor descuido. Ésta es la razón por la que sentí la urgente

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necesidad de convocarlos, y ésta es la razón por la que invitamos a muchos jóvenes que no son ancianos. Tengo la carga de presentarles lo que el Señor nos ha mostrado durante todos estos años. Ésta puede ser considerada una constitución, tal como la constitución de los Estados Unidos ha controlado a este país por doscientos años. Necesitamos una constitución que pueda controlar y descartar cosas tales como Hymns, #1348. Creo que el hermano que escribió este himno lo hizo con muy buena intención. La intención fue muy positiva, pero el resultado fue desastroso. Esto revela que, inadvertidamente, podemos haber hecho cosas como ésta al predicar y enseñar. No nos damos cuenta del perjuicio causado por nuestro así llamado “ministerio” y, a pesar de ello, seguimos pensando que nuestro “ministerio” es maravilloso, tal como el compositor de Hymns, #1348 pensó que su himno era maravilloso. Incluso hay ciertas enseñanzas que han sido difundidas bajo este mismo principio. Tales enseñanzas no correspondían con la esencia intrínseca de la visión dada por el Señor a Su recobro. Si bien todavía no es evidente algún perjuicio, tales enseñanzas alteran el principio subyacente a la vida divina y, a la postre, tal “semilla de mostaza” no crecerá como una hierba, sino como un gran árbol. En lugar de llegar a ser una hierba que alimenta a las personas, será un gran árbol en el cual se alojan cosas malignas y personas malignas.

Por eso me sentí urgido a convocar esta reunión, a fin de presentarles todos los aspectos cruciales del recobro del Señor para que todos estemos claros al respecto. Debemos permanecer alertas y no solamente cuidar de otros, sino aun de nosotros mismos. No debemos pensar que estamos bien y que nos encontramos completamente a salvo. Debemos considerar cuidadosamente nuestra propia predicación, nuestra enseñanza y todo aquello que llamemos nuestro “ministerio”. Debemos preguntarnos si hemos alterado el principio subyacente a la vida divina. Debemos conocer la esencia intrínseca de la vida divina en el recobro del Señor.

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CAPÍTULO SIETE

LA VISIÓN CONCERNIENTEA LA NUEVA JERUSALÉN:

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN

(3)Esta máxima consumación, la Nueva Jerusalén, es la consumación de toda la revelación divina, la Biblia, y de todos los maravillosos elementos hallados en la Biblia, la totalidad de la revelación de Dios. El grado en que usted consiga profundizar en los elementos maravillosos que conforman esta máxima consumación, estará determinado por el conocimiento que ustedposea de la verdad, por su capacidad y por la medida en que usted se esfuerce por aprehender dichas verdades.

EL DIOS TRIUNO COMO CONSTITUCIÓN INTRÍNSECA

DE LA NUEVA JERUSALÉN

Hemos visto que uno de los aspectos de la Trinidad manifestados en esta máxima consumación es que el propio Dios Triuno contiene los elementos básicos para la edificación y constitución intrínseca de la Nueva Jerusalén, tales como el oro, las perlas y las piedras preciosas.

El oro

Podemos entender fácilmente que el oro hace referencia a la naturaleza del Padre. Debemos ver que el oro en la Nueva Jerusalén es la consumación de todos los elementos de oro que, a partir de Génesis 2, son mencionados en calidad de figuras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Génesis 2 dice que había oro en la corriente del río (vs. 10-12). En el libro de Éxodo, vemos que el oro fue utilizado en gran cantidad en la edificación del tabernáculo. Además, en el libro de Zacarías vemos un candelero de oro (4:2) y dos tubos de oro por los cuales se vierte aceite dorado (v. 12). Posteriormente, en el Nuevo Testamento Pablo dice que él puso el único fundamento, y que debemos sobreedificar sobre tal fundamento con oro, plata y piedras preciosas (1 Co. 3:10-12). Pedro también dijo que la prueba de nuestra fe es mucho más preciosa que el oro (1 P. 1:7). Además, el Señor exhortó a la iglesia en Laodicea a comprar de Él oro refinado en fuego para que fuese rica. Estos son algunos de los versículos que debemos estudiar para entender el significado que tiene la consumación del oro en la Nueva Jerusalén.

Muchos de ustedes, hermanos jóvenes, han consagrado al Señor no sólo todo su tiempo sino toda su vida. Por tanto, deben considerar qué es lo que deben hacer. Servir al Señor con todo su tiempo y con toda su vida no significa que tengan que realizar una gran obra. Deben

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entender que servir al Señor no consiste en hacer una gran obra ni en desarrollar una gran trayectoria profesional cristiana; más bien, servir al Señor significa ministrarle a otros para que Él, el Dios Triuno, sea todo para ellos al serles impartido mediante la profunda revelación contenida en la Palabra santa con todas las verdades básicas. Esto es lo más importante. Éste es el “capital” que ustedes poseen. Cuanto más conozcan las verdades bíblicas básicas, mayor será su “capital”. Si no han logrado aprehender ninguna de estas verdades, entonces son personas pobres que se presentan a servir al Señor con las manos vacías. Cada vez que toco este tema mi corazón se quebranta y mi espíritu arde por causa de ustedes. Según mi observación, no se han esforzado lo suficiente por adquirir cabalmente estas verdades básicas. Si tienen menos de sesenta años de edad, todavía están en posición de estudiar estas verdades; yo debo testificar que incluso a la edad de ochenta años estudio la Biblia diariamente. ¿Cómo podríamos servir al Señor si no tenemos el “capital” requerido para ello, el cual es el conocimiento y experiencia adecuados de las verdades divinas? En cuanto a esto, siento gran preocupación por todos ustedes.

Acabamos de concluir el Estudio-vida de todo el Nuevo Testamento, y la mayor parte de estos mensajes ya han sido publicados. Hay muchas páginas repletas de exposiciones sobre diversos aspectos de la verdad que debemos estudiar. Al ministrar la Palabra en alguna reunión, no basta con revisar el Estudio-vida a fin de encontrar un tema para seleccionar ciertos aspectos del mismo sin haberlos estudiado cabalmente. Esto no funciona. Incluso si únicamente queremos dar un solo mensaje en una sola reunión, necesitamos poseer el “capital” requerido para ello.

Para comprender cabalmente lo que representa el oro en la máxima consumación, es necesario estudiar qué representa el oro en toda la Biblia desde Génesis 2 hasta Apocalipsis 21. Pueden empezar consultando una concordancia exhaustiva, como la de Strong, para anotar todos los versículos que incluyan la palabra “oro” o la frase “de oro”. Después, deberán dedicar un mes al estudio de estos versículos para determinar qué representa el oro. Procuren captar lo que la revelación divina presenta; de este modo obtendrán cierto “capital”. Después de realizar tal clase de estudio, empezarán a ver algo. Verán que el oro es la base de la montaña sobre la cual es edificada la Nueva Jerusalén. Ésta es su base, su sitio y su terreno. La ciudad es como una montaña con una altura de doce mil estadios, y toda ella es de oro puro, semejante al vidrio limpio (Ap. 21:16-18). Sólo después de realizar tal estudio comprenderán la máxima consumación de lo que significa el oro en su condición de figura divina en la Biblia.

Como hemos visto, el oro en la Nueva Jerusalén representa la naturaleza del Padre. El oro es una señal que alude a la naturaleza de Dios el Padre, y no una señal de ninguna obra ni trabajo. El oro alude a la esencia y naturaleza de algo, ya que es una sustancia que nadie puede mejorar ni producir. Por favor, no piensen que he agotado todo lo referente al significado espiritual, divino, celestial y santo concerniente a todos los asuntos contenidos en la Biblia. No puedo hacer esto, pues no puedo abarcarlo todo. Lo único que hago es abrir las minas para que ustedes entren en ellas y las excaven. Incluso en estos mensajes he hablado sobre algunos aspectos que no fueron abarcados en los mensajes del Estudio-vida. Además, en estos últimos ocho años he visto más de la Nueva Jerusalén, lo cual todavía no había visto cuando escribí en 1976 las notas de Apocalipsis en la Versión Recobro. Esto nos muestra una vez más que debemos adentrarnos en las profundidades de todas las verdades contenidas en la Biblia.

La perla

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La perla representa a la Persona de Cristo en Su muerte redentora y en Su resurrección que secreta vida (Ap. 21:21). La perla es producida por una ostra. Cuando la ostra es herida por una partícula de arena, ella secreta su jugo vital para cubrir dicho grano de arena y convertirlo en una perla. La producción de tal perla denota a la Persona de Cristo tanto en Su muerte redentora como en Su resurrección que secreta vida.

Las piedras preciosas

Ahora consideremos el muro de jaspe y las doce piedras preciosas de los cimientos. Algunos deberían estudiar los doce diferentes tipos de piedras preciosas en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:14, 19-20). Para ello deberán consultar los mejor diccionarios y revisar las investigaciones hechas por los expertos en estos minerales. Creo que todas estas diferentes clases de piedras preciosas encierran un gran significado espiritual. (Quizás el Señor nos guíe a tener un entrenamiento especial sobre el libro de Apocalipsis después de terminar todo el Nuevo Testamento. Necesitamos por lo menos treinta nuevos mensajes con respecto a este libro.) La Palabra de Dios no desperdicia ni una sola palabra. Incluso una pequeña preposición encierra gran significado. Estas doce piedras, que componen el muro y los cimientos de esta máxima consumación, ciertamente tienen gran significado. Me he sentido urgido a estudiar estas doce piedras, pero no he tenido tiempo para ello. Muchos de ustedes que son más jóvenes que yo deberían compartir este mismo anhelo y dedicar un año o más al estudio de estas doce piedras preciosas de la Nueva Jerusalén. Esto es algo que ciertamente vale la pena.

Es por esta razón que les he dicho que no quisiera que hagan a un lado los mensajes del Estudio-vida y las notas de la Versión Recobro. La reciente comunión que tuvimos en el mensaje anterior, acerca de la inclusión de Hymns, #1348 en nuestro himnario, me da la base para decir esto. El bosquejo de Apocalipsis 21 que se incluye en la Versión Recobro, específicamente el encabezado de los versículos 3 y 4, lleva por título: “El pueblo de la tierra nueva”, y los versículos 5 al 7 tienen por título: “Los hijos de Dios en la eternidad”. A pesar de que lo puse tan claro en la Versión Recobro, aún así, el himno mencionado se infiltró en nuestro himnario. Esto significa que si los editores del himnario e incluso aquellos que dispusieron los números para el himnario hubieran tenido el conocimiento apropiado, que está disponible en las notas de Apocalipsis, hubieran discernido que este himno no era correcto. Realmente nunca me había fijado en el suplemento hasta hace unos cuantos meses, cuando vi el himno mencionado. Esto muestra que aunque muchos de ustedes asistieron a diversos entrenamientos, no captaron cabalmente muchas de las verdades básicas. Los santos queridos que editaron y compaginaron este suplemento han estado con nosotros durante muchos años, pero la inclusión de este himno indica que no profundizaron en el libro de Apocalipsis. No obstante, muchos de ustedes suelen hacer a un lado los estudio-vida así como la Versión Recobro, y gustan de acudir a otros libros. No menosprecio los libros que otros publican, pero les pregunto ¿qué podrán obtener en dichos libros que sea mejor? Lo mejor y lo más básico está en la Versión Recobro y en los mensajes del Estudio-vida, pero debido a que ya los han adquirido, no los valoran debidamente. La mayor parte de lo que el Señor nos ha mostrado en los años pasados ya ha sido publicado. Lamento mucho que todavía gran parte del ministerio del hermano Nee no haya sido publicado. Por eso me urge publicar todo lo que el Señor nos ha mostrado. Todas estas verdades han sido vertidas en los libros y vale la pena estudiarlas durante unos cinco a diez años.

Si logran asimilar estas verdades, basados en ellas podrán proseguir con el estudio de las doce piedras preciosas. Espero que al menos seis u ocho hermanos jóvenes puedan dedicar un año al estudio de estas doce piedras. Puesto que se trata de un trabajo extenso, creo que podrán

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completarlo en un año. Además de acudir a los diccionarios, compendios y otras ayudas para estudio bíblico, sería muy útil conseguir las piedras preciosas mismas. Las piedras preciosas representan la obra transformadora del Espíritu con todos los elementos divinos. La obra de transformación requiere elementos. Un pedazo de madera puede ser petrificado al ser reemplazado con elementos minerales. El Espíritu equivale al agua que fluye conteniendo todos los elementos divinos, los cuales transforman todo nuestro ser. Puesto que el libro de Apocalipsis nos es dado a conocer por medio de señales, todas las piedras preciosas son señales que representan la obra transformadora del Espíritu con todos los elementos divinos que contiene y que son constituidos en nuestro ser a fin de transformarnos de piezas de barro a piedras preciosas. Vale la pena estudiar todas estas señales.

En todo esto vemos a la Trinidad como la constitución intrínseca de esta máxima consumación: la naturaleza del Padre, el Hijo como Aquel que es precioso en Su muerte redentora y en Su resurrección que imparte vida, y el Espíritu que fluye en Su obra transformadora con todos los elementos divinos. Ésta es la máxima consumación de la Trinidad en uno de Sus aspectos. Hay muchas más cosas que decir concernientes al libro de Apocalipsis, pero para hacerlo necesitaríamos de todo un año con dos entrenamientos. Todavía se requiere más ministerio sobre los candeleros de oro que están en Apocalipsis 1 y sobre la máxima consumación de la Nueva Jerusalén que se encuentra en los capítulos 21 y 22 del mismo libro.

LOS CAPÍTULOS 6 AL 20 DE APOCALIPSIS

Los capítulos 6 al 20 de Apocalipsis en realidad son una sección parentética, porque Apocalipsis es un libro que trata de la iglesia. El enfoque central de la Biblia no es la situación mundial, sino Cristo y la iglesia. Los primeros tres capítulos de Apocalipsis tratan sobre la iglesia, los capítulos 4 y 5 hablan acerca de Cristo y los dos últimos capítulos tratan de la consumación de la iglesia. Sin embargo, los capítulos 6 al 20 constituyen una sección que trata de la administración gubernamental y universal que Dios efectúa para purificar y limpiar todo el universo, juzgando y eliminando todas las cosas negativas. El postrer enemigo, la muerte, será derrotado junto con Satanás, quien retenía a ésta bajo su poder y será echado en el lago de fuego. Después de esto, todo el universo será limpiado y llegará a ser un universo nuevo, un cielo nuevo y una tierra nueva. Por tanto, la sección comprendida entre los capítulos 6 y 20 de Apocalipsis nos habla del gobierno universal de Dios que pone fin al enemigo de Dios y a todo lo negativo en este universo.

Dentro de esta sección parentética, la iglesia y los santos son nombrados diecisiete veces:

1) En 6:9-11, las almas de los mártires claman al Señor bajo el altar. Este clamor de las almas de los mártires constituye el quinto sello de Apocalipsis y conduce al sexto sello, el cual da inicio a la gran tribulación.

2) En 7:9-17 vemos una gran multitud que está bajo el cuidado protector del Cordero. Mientras el juicio es ejecutado con todas las calamidades respectivas, Cristo protegerá a Sus redimidos.

3) En 8:3-5 Cristo, como Sumo Sacerdote, ofrece a Dios las oraciones de todos los santos que sufren, añadiéndole incienso. La respuesta de Dios a esta oración consiste en juzgar al mundo rebelde.

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4) En 11:18 se menciona la recompensa dada a los esclavos del Señor, a los profetas, a los santos y a aquellos que temen Su nombre. Al retornar a la tierra, el Señor recompensará a quienes le fueron fieles.

5) En 12:1-17 vemos a la mujer universal con el hijo varón. El hijo varón es quien logra que el dragón sea arrojado de los cielos a la tierra.

6) En 13:7 vemos que se le permitió a la bestia, al anticristo, hacer guerra contra los santos y vencerlos.

7) En 14:1-5, antes de la gran tribulación, vemos a los creyentes que son las primicias, los ciento cuarenta y cuatro mil.

8) En 14:13 vemos a los santos que murieron como mártires durante la gran tribulación así como la bendición que les es dada.

9) En 14:14-16 vemos que cerca del final de la gran tribulación, se realiza la cosecha de creyentes.

10) En 15:2-4 se nos habla de los mártires que fueron perseguidos por el anticristo, los cuales están de pie sobre el mar de vidrio.

11) En 16:15, durante la gran tribulación, se da una advertencia a los santos que quedaron en la tierra, la cual consiste en una exhortación a que guarden sus ropas.

12) En 17:14 se menciona a aquellos santos que fueron llamados, escogidos y fieles. Ellos fueron seleccionados para formar un ejército y combatir contra el anticristo y el falso profeta.

13) En 18:4 el Señor llama a Sus hijos, diciéndoles: “Salid de ella, pueblo Mío”. Salir de ella significa salir de la Babilonia religiosa y de la Babilonia material, puesto que la gran Babilonia tiene estos dos aspectos.

14) En 19:7-9 se ve a la novia preparada para las bodas de Cristo.

15) En 19:14 se mencionan los ejércitos celestiales, los cuales están compuestos por todos los vencedores que llegarán a ser la novia que se ha preparado.

16) En 20:4 y 6 vemos a quienes reinarán juntamente con Cristo en la manifestación del reino de los cielos.

17) En 20:9 vemos el campamento de los santos rodeado por las naciones rebeldes instigadas por Satanás.

Debemos estudiar con ahínco estas diecisiete instancias en las que se menciona a la iglesia en esta sección parentética. Si estudiáramos todas estas instancias, veríamos algo y aprehenderíamos algo nuevo, sólido y básico que podríamos ministrar a las iglesias. Me alentaría mucho ver que ustedes desarrollaran esta clase de estudio y de ministerio. Además, si estudiáramos estas instancias comprenderíamos mucho mejor la economía de Dios en relación con la iglesia y los santos. Estas diecisiete instancias se encuentran dentro de esta sección

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parentética en el libro de Apocalipsis, paréntesis que se refiere a un período de tiempo durante el cual Dios ejercerá Su administración gubernamental y universal.

LA NECESIDAD DE MÁS ESTUDIO

Ustedes, hermanos jóvenes, se hallan en sus años dorados porque tienen muchos años por delante para estudiar estas verdades preciosas, si es que el Señor demora Su venida. Creo que todo este maravilloso conocimiento será muy útil en el milenio y en la eternidad. Si no obtienen este conocimiento ahora, después será muy tarde, ya que serán los “graduados tardíos”.

La máxima consumación de las piedras

Permítanme nuevamente hacer hincapié en que debemos estudiar la consumación de todas las piedras que la Biblia menciona a partir de Génesis 2. El ónice es la primera piedra mencionada en la Biblia, y una de las últimas piedras que se mencionan es el jaspe. Esto es muy interesante y necesita ser estudiado. También deben estudiar las doce piedras del pectoral del Urim y el Tumim, así como las piedras que estaban en las hombreras del sumo sacerdote. Si estudian de esta manera, ciertamente recibirán algo.

Cuando presenten estas cosas a los santos, incluso los nuevos creyentes disfrutarán escuchándolas. Atraerán a las personas, y la iglesia será edificada al edificar a los santos. Así, la predicación y la enseñanza que realicen enriquecerá el ministerio en el recobro del Señor. No necesitan recurrir a los libros tradicionales. En los últimos diez años han sido abiertas muchas minas en cada uno de los veintisiete libros del Nuevo Testamento. El único problema es que no hemos dedicado el tiempo suficiente para excavar en ellas. No dejen estas minas para ir a otras fuentes, esperando encontrar algo allí. Tienen que ver en qué consiste la máxima consumación de todas estas piedras.

La máxima consumación del río

Luego, deben avanzar en su estudio y ver en la Biblia lo que significa la máxima consumación del río y del agua de la vida. En Génesis 2 vemos un río que fluye desde el Edén para regar el huerto, el cual tiene cuatro brazos (v. 10). En Éxodo, vemos la corriente de agua que fluye de la roca hendida. Salmos 46 nos muestra que hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios (v. 4), y Salmos 36:8 dice que el Señor nos hará beber del río de Sus delicias. Además, en Ezequiel 47 vemos un río que lleva vida a dondequiera que va (v. 9). Finalmente, en Apocalipsis 22:1, vemos el río de agua de vida que procede del trono de Dios y del Cordero. Es cierto que en el libro de Apocalipsis pueden verse algunas cosas de menor importancia que no pueden ser consideradas como consumaciones de las cosas contenidas en otros libros de la Biblia, pero todos los asuntos principales ciertamente son la consumación de los distintos elementos que ya existían en la Biblia. Esto es así porque Apocalipsis es un libro que podemos considerar como la cosecha de todas las verdades contenidas en la Biblia. Dicho libro es la cosecha de todas las semillas de la verdad divina que habían sido sembradas y que crecieron a lo largo de todas las Escrituras. Es por eso que en Ezequiel 47 el agua sale de la casa de Dios (vs. 1-2), lo cual corresponde con Apocalipsis 22, donde el agua procede del trono de Dios. En un pasaje, el agua fluye a partir del templo de Dios, y en el otro lo hace desde el trono de Dios. En el Nuevo Testamento el Señor Jesús dice que si bebemos de Él, ríos de agua viva correrán de nuestro interior (Jn. 7:37-38). Pablo también dice que los israelitas, en el desierto, bebieron

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la misma bebida espiritual, ya que bebieron de Cristo, quien era la roca espiritual que los seguía (1 Co. 10:4). En Apocalipsis 7 vemos que el Cordero pastorea a los santos y los conduce a las fuentes de aguas de vida (v. 17). En 21:6 dice que al sediento Dios le dará de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. Además, en el capítulo 22 se halla el llamamiento final de toda la Biblia. El Espíritu y la novia invitan a todo aquel que esté sediento a que venga y beba del agua de la vida (v. 17). Todos estos asuntos requieren de mucho estudio. Ésta es la consumación en la Biblia del río y del agua de la vida.

La máxima consumación de la luz y de la vida

También debemos estudiar lo que es la luz a lo largo de la Biblia, junto con su consumación. Debemos leer todas las referencias acerca de la luz contenidas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En Génesis 1 podemos ver las lumbreras del cuarto día. En el salmo 36 dice: “En Tu luz vemos la luz” (v. 9). En Isaías 2:5 dice: “Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová”. Pedro dice que hemos sido llamados de las tinieblas a Su luz admirable (1 P. 2:9). Incluso Pablo fue comisionado por el Señor a predicar el evangelio para abrir los ojos de las personas para que se conviertan de las tinieblas a la luz (Hch. 26:18). Hay muchas referencias acerca de la luz en el Antiguo y el Nuevo Testamento, las cuales debemos estudiar. Una vez que hayamos estudiado lo que es la luz en toda la Biblia, entonces podremos ver que la luz descrita en Apocalipsis 21 es la consumación de toda la luz contenida en la Biblia. Ya hemos visto que el árbol de la vida, el río de la vida y la luz de la vida son la consumación de la vida divina a lo largo de toda la Biblia. Esto también requiere nuestro estudio.

LOS CINCO ASPECTOS DE LA TRINIDADMANIFESTADOS EN LA MÁXIMA CONSUMACIÓN

Además, debemos ver que la Trinidad es la entrada por la cual ingresamos a esta máxima consumación. Las tres puertas a cada lado de la ciudad (Ap. 21:13) representan la entrada a dicha ciudad a través del Dios Triuno. Lucas 15 nos muestra que esta entrada es triple. El Hijo vino a redimir (v. 4), el Espíritu vino a buscar y hallar a quien estaba perdido a fin de traerlo de regreso al Padre (v. 8), y finalmente, el Padre recibe a aquel que se hallaba perdido (v. 20). La redención efectuada por el Hijo, la búsqueda realizada por el Espíritu y el recibimiento que nos prodiga el Padre, constituyen la plena entrada a la Nueva Jerusalén. Podemos ver también estas tres puertas en 1 Pedro 1:2. Fuimos elegidos según la presciencia de Dios el Padre. La elección realizada por el Padre es el inicio; luego, Dios el Espíritu lleva a cabo la obra de santificación conforme a la elección del Padre; finalmente, Dios el Hijo efectúa la redención, como lo indica la aspersión de la sangre, y esto lo completa todo. Nuevamente, éstas son las tres puertas que corresponden a la Trinidad. Otra referencia de que el Dios Triuno es nuestra entrada a la ciudad santa se halla en Efesios 2:18, donde dice: “Porque por medio de Él los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. El segundo aspecto de la Trinidad manifestado en la Nueva Jerusalén consiste en que la Trinidad constituye el elemento intrínseco como oro, perla y piedras preciosas para la edificación y constitución de esta máxima consumación. Tercero, en esta máxima consumación vemos que la Trinidad es impartida para el vivir de los redimidos de Dios; ellos andan en la calle de oro, se alimentan del árbol de la vida y beben del agua de vida. El cuarto aspecto consiste en que la Trinidad es impartida para el disfrute de ellos. Disfrutar al Dios Triuno equivale a ser iluminados, alimentados y satisfechos. Dios el Padre es la luz de la vida, Dios el Hijo es el árbol de la vida y Dios el Espíritu es el agua de la vida para ser disfrutado por Su pueblo escogido y redimido. Finalmente, un aspecto básico de la Trinidad manifestado en la Nueva Jerusalén es que Él es

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Dios nuestro Creador, el Cordero nuestro Redentor y, además, el Espíritu como río de agua de vida, nuestro Regenerador. Como seres humanos, necesitamos pasar por estos tres pasos: ser creados, ser redimidos y ser regenerados. Así pues, en la Nueva Jerusalén se manifiestan al menos estos cinco aspectos de la Trinidad Divina: la Trinidad Divina es impartida para nuestra existencia; la Trinidad Divina es impartida para nuestra entrada a esta máxima consumación; la Trinidad Divina es impartida para la edificación, la constitución intrínseca, de esta máxima consumación; y, finalmente, la Trinidad Divina es impartida para nuestro vivir y nuestro disfrute.

En 2 Corintios 13:14 también vemos algo concerniente a nuestro disfrute de la Trinidad Divina: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La comunión del Espíritu es la corriente del río. La gracia de Cristo es el árbol de la vida para nuestro suministro, y el amor de Dios es simplemente como la luz de Dios. El amor es la naturaleza de la esencia de Dios; la luz es la naturaleza de la expresión de Dios. Ambos, el amor y la luz son la naturaleza de Dios mismo.

UNA EXHORTACIÓN AMOROSA

Les pido que por favor no consideren estas palabras como una reprensión ni como una advertencia. Espero que se den cuenta de que estas palabras que les dirijo están motivadas por el amor. Yo amo a las iglesias, amo a todos los santos y los amo a todos ustedes. No quisiera que desperdiciaran su tiempo, su dinero ni sus energías. Enseñar y predicar cualquier cosa que difiera del ministerio del Nuevo Testamento hará que las personas se retrasen y, hasta cierto grado, sean detenidos en su progreso, se distraigan y se desvíen del camino. Detesto ver que algo así ocurra entre nosotros. Mi corazón está quebrantado. Quisiera que ustedes redimieran el tiempo, que no desperdiciaran sus energías ni su dinero, de tal manera que también evitaran que otros desperdiciaran su tiempo. Tan sólo un mensaje que no se ciña al carril central que corresponde al ministerio del Nuevo Testamento hará que los santos desperdicien mucha energía y mucho tiempo. Ellos tienen que escuchar sus mensajes y leer lo que usted publica, y esto podría hacer que ellos malgasten su tiempo y que, probablemente, se distraigan y se desvíen del camino. Como mínimo, ello hará que esos santos sean detenidos en su progreso. Por eso me sentí urgido a convocar esta reunión con carácter de urgencia. Tenemos que detener cualquier clase de ministerio tradicional entre nosotros. Tenemos que volver al único ministerio neotestamentario, el cual nos ha sido mostrado por el Señor en los últimos sesenta años. Esto ha llegado a ser nuestra visión. Las palabras que les dirijo están motivadas por el amor. No tengo intención alguna de reprenderlos, desacreditarlos ni condenarlos. Ni siquiera busco hacerles una advertencia. Ello no me corresponde a mí, ni tampoco abrigo tal deseo en mi corazón. Lo que me motiva es el amor que tengo en mi corazón hacia todos ustedes, hermanos. Ustedes han consagrado todo su futuro a seguir esta senda. ¿Por qué habrían de desperdiciar su tiempo y el de otros? Hay santos que tienen que escucharle y leer sus publicaciones, y como resultado se llevan una impresión equivocada; ustedes deben reflexionar sobre la mejor manera de lograr que los santos no pierdan el tiempo. No les ministren nada que vaya a detener su progreso. Por todo ello, deben reflexionar seriamente sobre lo que predican en las reuniones de la iglesia, así como sobre lo que escriben y publican. Tenemos que reflexionar seriamente si ese material hará que los santos avancen más rápidamente o si, por el contrario, hará que ellos sean detenidos en su progreso, se distraigan o se desvíen del camino. No estamos en la época de Martín Lutero sino a fines del siglo veinte, y el recobro del Señor ha pasado ya por muchos siglos. En los últimos sesenta años el Señor nos ha mostrado muchas cosas y hemos hecho todo lo posible para publicarlas. Estas publicaciones no debieran permanecer en sus estantes mientras acuden a publicaciones más

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antiguas. Esto no es sabio. El amor que les tengo no me permite permanecer callado al respecto, y por eso estamos aquí reunidos. Espero que todos ustedes reciban estas palabras, las acepten y desechen todo lo viejo a fin de continuar avanzando.

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CAPÍTULO OCHO

LA VISIÓN CONCERNIENTEA LA NUEVA JERUSALÉN:

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN

(4)

UNA ENTIDAD COMPUESTA POR PERSONAS VIVIENTES

Columna en el templo

Apocalipsis 3:12 dice: “Al que venza, Yo lo haré columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”. Lo que dice este versículo es de crucial importancia: en el templo venidero de Dios, la columna es una persona. El que venza será hecho columna en el templo de Dios. Ya hemos visto que en Apocalipsis 21:22 Juan declara que en la Nueva Jerusalén no vio templo alguno, porque el templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero. El templo es también una persona; no es algo físico. Si la columna del templo es una persona y el propio templo es también una persona, ¿creen ustedes que la Nueva Jerusalén pueda ser una ciudad física compuesta de piedras físicas y de perlas y oro físicos? ¿Sería posible que la columna fuese una persona, que el templo mismo también fuese una persona y que, sin embargo, la ciudad no lo fuese? Interpretar la ciudad como algo físico no es lógico.

Piedras vivas

Como ya vimos, la Nueva Jerusalén es la consumación de todo el proceso de edificación presentado en la Biblia. En el Antiguo Testamento, el tabernáculo y el templo son tipificados por elementos físicos. En el Antiguo Testamento, en el tabernáculo vemos oro físico, y en el pectoral y las hombreras del sacerdote vemos piedras preciosas reales. Pero cuando se trata del cumplimiento del edificio de Dios en el Nuevo Testamento, no hay nada que sea meramente físico. En el edificio de Dios, las piedras son personas vivientes. Cuando Pedro se encontró con el Señor por primera vez, Él le llamó Cefas, que significa piedra (Jn. 1:42). Posteriormente, Pedro escribió en su primera epístola que el Señor es una piedra viva y que nosotros los creyentes también somos piedras vivas (1 P. 2:4-5). Pablo también nos dijo que, como sabio arquitecto, él puso el fundamento del edificio de Dios, sobre el cual nosotros, los creyentes, edificamos con oro, plata y piedras preciosas (1 Co. 3:10-12). Ciertamente estas piedras no son objetos materiales. Se trata de personas, lo cual es confirmado por los escritos de Pedro, quien hace referencia a las piedras vivas. Por tanto, la ciudad santa, como consumación del edificio de Dios en la Biblia, no es algo físico sino que está formado por

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personas. La ciudad entera consiste de personas, y no es algo físico. Esta interpretación es totalmente lógica.

Un edificio físico en contraposición auna edificación conformada por personas

También debemos preguntarnos si es posible que en este universo Dios posea un edificio de carácter físico al mismo tiempo que también está construyendo una edificación conformada por personas. Según la enseñanza tradicional con respecto a Juan 14, el Señor ha regresado a los cielos para edificar una mansión física y celestial. Esto significaría que hoy en día, el Señor, en Su ministerio celestial, está construyendo tanto un edificio material en los cielos como un edificio espiritual en la tierra. Él estaría edificando un edificio físico con piedras, perlas y mucho oro, y al mismo tiempo, estaría edificando en esta tierra un templo conformado por personas.

Sin embargo, si lo que se describe al final de la Biblia realmente fuese una ciudad física, entonces deberíamos preguntarnos dónde está el edificio espiritual que el Señor está construyendo hoy. Si fuese verdad que en los cielos hay un templo físico, mientras que en la tierra hay un templo espiritual, tendríamos que preguntarnos: cuando ese templo físico descienda de los cielos a la tierra, ¿dónde habrá quedado el edificio espiritual? La única manera de conciliar estas dos posturas sería interpretando que, de alguna manera, el templo espiritual llega a fusionarse con el templo físico. Debe resultar obvio que esto es absolutamente ilógico. ¿Realmente podríamos creer que el Señor, hoy en día, está edificando dos casas? Un aspecto insólito de esta interpretación es que el edificio físico está en los cielos mientras que el edificio espiritual se encuentra en la tierra. De acuerdo a esto, Dios estaría construyendo una casa espiritual en la tierra, y una casa física en los cielos. Consideren lo que el Señor tendría que hacer para construir este tipo de edificio físico. Él tendría que recolectar muchas perlas y éstas tendrían que ser enormes, al menos de dos metros y cuarenta y cuatro centímetros de diámetro, a fin de poder ser una puerta para que la gente pueda entrar. Si las perlas fuesen así de grandes, consideren el tamaño de la ostra que debe producirlas, ya que las perlas no son creadas de la nada sino que son producidas por una ostra viva. De igual manera, ¿podríamos creer que habrá literalmente un monte de oro de más de dos mil cien kilómetros de alto? Algunos podrían decir que Dios es universalmente grande y que Él puede edificar un monte así. Sin embargo, si Dios pudiera hacerlo, ¿por qué habría de requerir más de dos mil años para lograrlo?

Lo dicho por el Señor en Juan 14, y que algunas personas interpretan como una prueba de que el Señor se ha propuesto preparar una “mansión celestial”, fue dicho hace dos mil años. Quienes así interpretan este pasaje afirman que el Señor fue a los cielos a prepararnos tal mansión, y que cuando Él regrese, nos recibirá a Sí mismo allí. Según esta interpretación, Él no ha terminado dicho edificio en los cielos sino que aún está edificando esa mansión celestial. Sin embargo, esto va en contra del principio de la creación de Dios, puesto que en ella, Dios tan sólo habla y las cosas llegan a existir. Él dice: “Sea la luz”, y la luz es. Si Dios dice: “Sea el oro”, el oro es. En Su creación, Dios llama las cosas que no son como existentes (Ro. 4:17). Si éste es el principio en la creación de Dios, ¿por qué habría Él de demorarse casi dos mil años en edificar una casa grande en los cielos? Además, ¿por qué sería necesario hacer descender un edificio tan grande a la tierra? ¿Acaso el Señor no podría llamar las cosas que no son como existentes aquí en la tierra? Una vez más, tenemos que afirmar que esta interpretación no es lógica. Afirmar que el Señor está edificando hoy un edificio físico en los

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cielos, y que cuando Él regrese dicho edificio descenderá de los cielos, es no entender apropiadamente la Biblia.

Hemos visto que, conforme al libro de Apocalipsis, este edificio es sin lugar a dudas una entidad conformada por personas y no algo material, porque el templo es Dios mismo y el Cordero, y una columna de tal edificación es un creyente vencedor. Éstas son pruebas contundentes de que tal ciudad no es una entidad física, sino que es una entidad compuesta por personas vivientes. La revelación del Nuevo Testamento nos confirma esto plenamente. Según el Nuevo Testamento, un creyente en Cristo es considerado una piedra, tal como Pedro. En las Epístolas, los apóstoles consideraron a los creyentes piedras vivas y preciosas. No creo que el Señor dedicaría dos mil años para edificar una entidad que al final tuviese que ser desechada o fusionada con un edificio físico.

El principio neotestamentario

También es necesario que veamos una confirmación más, esto es, que hoy la iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; 1 Co. 12:12). No se trata de un cuerpo físico. Actualmente, la iglesia es también la casa de Dios, la cual no es física, pues Dios mismo habita hoy en esta casa. En 1 Timoteo 3:15 dice que la iglesia es la casa del Dios viviente; esta casa está compuesta por personas vivientes, y nosotros mismos consideramos a la iglesia como nuestro hogar. La iglesia es nuestro hogar, y no está hecha de cemento, madera de secuoya ni piedra proveniente de Arizona. Tenemos un hogar que ha sido edificado espiritualmente con creyentes vivientes. Así que, la iglesia es un hogar, a saber: no es un hogar físico, sino un hogar compuesto por personas vivientes. El principio neotestamentario es el principio eterno. El principio antiguotestamentario es el principio de la tipología y es temporal. El principio neotestamentario, por ser eterno, existirá para siempre, pasando por el milenio y continuando hasta la eternidad. Este principio muestra que la morada de Dios en Su economía no es un edificio físico, sino un edificio construido con personas vivas. Este principio, además de nuestra consideración lógica, no nos permite interpretar la Nueva Jerusalén como una ciudad física. Si interpretan la Nueva Jerusalén como una ciudad física, ello va en contra de los principios básicos del Nuevo Testamento y en contra de los principios eternos.

LA NUEVA JERUSALÉN EN EL LIBRO DE HEBREOS

Basados en este entendimiento, leamos algunos versículos acerca de la Nueva Jerusalén en el libro de Hebreos. En Hebreos 12:18-21 podemos ver ciertos elementos que conforman el contexto: “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y al torbellino, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, debido a la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podíansoportar lo que se les ordenaba: ‘Si aun una bestia toca el monte, será apedreada’; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: ‘Estoy aterrado y temblando’”. Nosotros, los creyentes neotestamentarios, no nos hemos acercado a tales cosas físicas, es decir, al monte Sinaí terrenal, al sonido de una trompeta y a una voz audible. Luego, el versículo 22 dice que nos hemos acercado al monte de Sion. El monte de Sion está en los cielos. Este versículo no dice que nos hemos de acercar, sino que nos hemos acercado al monte de Sion y a la ciudad del Dios vivo. El nombre del monte es Sion, y el nombre de la ciudad es Jerusalén la celestial. Nos hemos acercado también a miríadas de ángeles, a la asamblea universal. Las miríadas de ángeles equivalen a la asamblea universal. Nos hemos acercado a la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos (v. 23). Ellos mismos aún no están en los cielos,

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pero sus nombres han sido inscritos allí. Hebreos 12:23 también dice que nos hemos acercado “a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”. Los espíritus de los hombres justos, que son los santos del Antiguo Testamento, están en el Paraíso, en donde se encuentra Abraham (Lc. 16:22, 23, 25, 26) y a donde también el Señor Jesús y el ladrón salvo fueron después de morir en la cruz (23:43). Hebreos 12:24 continúa diciendo: “A Jesús, el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. En Hebreos 12:22-24 se mencionan ocho asuntos, y todos estos son celestiales o espirituales, en contraste con las cosas terrenales y físicas que se mencionan en los versículos 18 y 19. Entre estos ocho asuntos se halla la Nueva Jerusalén. Todos estos asuntos mencionados en los versículos 22 al 24 no deben ser considerados en un sentido físico. No nos hemos acercado a la sangre física de Jesús ni hemos sido rociados con ella físicamente. Ninguno de nosotros jamás se ha acercado a la sangre física de Jesús. Ésta es otra evidencia que nos muestra que no podemos interpretar la Nueva Jerusalén en un sentido físico. Tal como la sangre mencionada en estos versículos no puede ser interpretada en un sentido físico y literal, tampoco la Nueva Jerusalén aquí descrita puede interpretarse de tal manera. Ninguno de nosotros jamás se ha acercado a la sangre de Jesús en un sentido físico. Tampoco podríamos ubicar físicamente ninguno de los ocho asuntos mencionados en los versículos 22 al 24. Los espíritus de los justos están en el Paraíso. El monte de Sion está en los cielos; esto no puede interpretarse en un sentido físico. Lo que hemos visto en estos versículos puede ayudarnos a interpretar lo que dice la Biblia sobre la Nueva Jerusalén.

Hebreos 11:14-16 dice que Abraham y los santos del Antiguo Testamento buscaban, anhelaban, una patria mejor con una ciudad maravillosa. Después de considerar estos versículos, debemos preguntarnos dónde está Abraham el día de hoy. Cuando el Señor estuvo en esta tierra, Abraham aún no había entrado en esa patria mejor ni en esa ciudad maravillosa, porque en Lucas 16 el Señor dijo claramente que en ese tiempo, Abraham estaba en el Hades. ¿Dónde entonces podemos ubicar a Abraham después de la resurrección del Señor? Algunos maestros cristianos han enseñado que cuando el Señor resucitó del Hades, Él llevó consigo a todo el Paraíso (una sección del Hades) al tercer cielo. Conforme a esta enseñanza, Abraham debió haber entrado ya en el cielo, en la patria mejor y en la ciudad que él esperaba. A estas alturas, debemos leer lo que dice Hebreos 11:39: “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron la promesa”. Pablo escribió el libro de Hebreos muchos años después de la resurrección y ascensión de Cristo. En aquel tiempo, Abraham aún no había recibido la promesa. Conforme a la enseñanza tradicional, Abraham ya habría entrado en la patria celestial y en la maravillosa ciudad, pero según Hebreos 11:39, al menos treinta años después de la ascensión del Señor, Abraham aún no había obtenido la promesa. Algunos pueden suponer que Abraham entró en el país celestial pero que la ciudad celestial aún no había sido construida. Si éste fuera el caso, ¿dónde entonces estaría Abraham? ¿Habrá sido la intención de Dios construir millones de habitaciones en la mansión celestial, pero para ese tiempo tan sólo había completado aquellas que podían albergar a los santos del Antiguo Testamento? Conforme a las enseñanzas tradicionales, por una parte, en Su resurrección el Señor ascendió a los cielos para edificar una mansión, y por otra parte, Él trasladó el Paraíso altercer cielo. Entonces debemos preguntarnos dónde puso el Señor a los santos del Antiguo Testamento. Les presento todo esto con el fin de mostrarles cuán ilógicas y ajenas a las Escrituras son las enseñanzas tradicionales. ¡Esto es la levadura! Mucha gente recibe la levadura sin ponerse a considerar seriamente estas cosas. Yo seguí al hermano Nee porque vi que él era la única persona que no seguía las interpretaciones tradicionales de la Biblia, las cuales son ilógicas y ajenas a las Escrituras.

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En el tiempo en que Pablo escribió Hebreos 11, Abraham aún no había obtenido la promesa: “Proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (v. 40). Con respecto a los creyentes neotestamentarios, Dios tenía en vista algo mejor, para que aparte de nosotros los santos del Antiguo Testamento, incluyendo a Abraham mismo, no fuesen perfeccionados. Ciertamente Abraham está esperando ser perfeccionado, y nunca podrá ser perfeccionado aparte de nosotros. Esto significa que Abraham nunca podrá entrar en aquella patria mejor, en la ciudad maravillosa, aparte de nosotros. Cuando nosotros entremos, él también entrará, y junto con él entrarán todos los santos del Antiguo Testamento. En la nota 3 de Hebreos 11:40 dice:

Participar en el reino de mil años (Ap. 20:4-6) y tener parte en la Nueva Jerusalén por la eternidad (21:2-3; 22:1-5), son asuntos corporativos. El banquete del reino está reservado para los vencedores tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo (Mt. 8:11). La bendita Nueva Jerusalén estará compuesta de los santos del Antiguo Testamento y de los creyentes del Nuevo (Ap. 21:12-14). Por consiguiente, los creyentes antiguotestamentarios no pueden obtener, aparte de los creyentes neotestamentarios, lo que Dios prometió. Para obtener y disfrutar las buenas cosas de la promesa de Dios, ellos necesitan que los creyentes neotestamentarios los perfeccionen. Ahora esperan que nosotros avancemos para que ellos puedan ser perfeccionados.

Los santos del Antiguo Testamento están esperando que nosotros seamos perfeccionados a fin de poder disfrutar de la Nueva Jerusalén juntamente con nosotros.

Se requiere nuestro estudio

Todos los aspectos de la máxima consumación de la vida eterna requieren nuestro estudio. Debemos estudiarlos basados en el último capítulo y medio de la Biblia, esto es, Apocalipsis 21 y la primera mitad de Apocalipsis 22. Debemos estudiar este pasaje tomando en cuenta la Biblia entera como referencia, como la biblioteca que consultamos. No acudan a otras bibliotecas. Además, los libros que hemos escrito y publicado a lo largo de los años les ayudarán a estudiar este pasaje de la Palabra. Debo decir una vez más que la Nueva Jerusalén no es un edificio físico, sino la máxima consumación de la vida eterna que hemos recibido y por la cual vivimos, en su plena bendición. La era del Nuevo Testamento es la era en la que recibimos esta vida eterna y en la que vivimos por dicha vida. La segunda era, la era del milenio, será la era en la que heredaremos las bendiciones de esta vida eterna en plenitud, como el reino. Finalmente, la eternidad será la era en la que disfrutaremos de la máxima consumación de todas las bendiciones de esta vida eterna en plenitud. Por ende, la Nueva Jerusalén es la máxima consumación de esta vida eterna en su plena bendición. Si podemos entender esto, todos nuestros problemas se resolverán y todas nuestras preguntas sobre la Nueva Jerusalén como la ciudad de Dios que llegará a ser nuestra porción eterna, serán respondidas.

UNA MORADA MUTUA: UN PRINCIPIO ETERNO

Debemos recordar que nuestro Dios en Su Trinidad, incluyendo Su plan, Su economía y Sus logros, ha sido forjado en esta ciudad. Esto significa que nuestro Dios en Su Trinidad, con todo lo que Él ha hecho y logrado, ha sido forjado en nuestro ser intrínseco. Por tanto, Él y nosotros hemos sido compenetrados, mezclados, para llegar a ser una morada mutua para Él y nosotros. El habitará en nosotros como Su morada, el tabernáculo eterno, por la eternidad; y

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nosotros habitaremos en Él como nuestra morada, el templo eterno, por la eternidad. En nosotros no debe haber la menor consideración de que la Nueva Jerusalén pueda ser una ciudad física. Incluso hoy en la era de la iglesia, cuidamos de la iglesia como nuestro hogar. Para Dios, la iglesia es Su casa, y para nosotros, es nuestro hogar. No debemos interpretar la iglesia como una entidad física, sino como una entidad compuesta por personas. Este hogar, que es la iglesia, existe bajo el mismo principio de la Nueva Jerusalén. Este hogar es el Dios Triuno, con todos Sus logros, que ha sido forjado en la humanidad de los creyentes. Este hogar, la iglesia, es la mezcla de la divinidad y la humanidad. Éste es un principio eterno, el cual existirá y será aplicado incluso en la Nueva Jerusalén. Hoy en día, la iglesia es la casa del Dios Triuno, quien se ha forjado en Sus redimidos para ser el hogar de ellos. La Nueva Jerusalén da continuación al mismo principio. La única diferencia es que hoy estamos en el proceso y en aquel día, el día de la Nueva Jerusalén, estaremos en la consumación de dicho proceso. El proceso para llegar a la consumación así como la consumación misma, son exactamente iguales en cuanto a principio y naturaleza. Actualmente, el proceso es el precursor de la consumación, y la consumación será el cumplimiento del precursor. Ambos son una misma cosa. En realidad, deberíamos alabar al Señor porque ya estamos en la Nueva Jerusalén. La vida de iglesia es una miniatura de la Nueva Jerusalén.

LA MADRE DE LOS CREYENTES

Gálatas 4:24-26 es otro pasaje de las Escrituras que debemos considerar en relación con la Nueva Jerusalén: “Lo cual fue dicho por alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Más la Jerusalén de arriba, la cual es madre de nosotros, es libre”. La Jerusalén física representa la ley que produce hijos para esclavitud, pero la Jerusalén de arriba, la cual es madre de nosotros, es libre. En Apocalipsis 21 la Nueva Jerusalén es una esposa, pero aquí es la madre. Por tanto, la Nueva Jerusalén es una esposa para ser nuestra madre. Si la Nueva Jerusalén fuera física, ¿cómo podría esta ciudad producirnos como sus hijos? ¿Cómo podría ser la madre que nos engendra una ciudad física edificada con oro, perlas y piedras preciosas? Ninguno de estos materiales es orgánico. El oro, las perlas y las piedras preciosas no pueden producir nada orgánico. Entonces, ¿cómo podrían tener hijos? Estos versículos nuevamente nos muestran que no debemos interpretar la Nueva Jerusalén en un sentido físico. Solamente una mente natural que no ha sido educada y que no posee un conocimiento bíblico adecuado, puede interpretar tales cosas de esta manera. Si nuestra mente ha sido renovada e iluminada y si ha sido plena y adecuadamente educada en la esfera espiritual, no podría interpretar la Nueva Jerusalén de una manera equivocada y superficial.

La Nueva Jerusalén, la Jerusalén de arriba, la Jerusalén celestial, es nuestra madre. Esta Jerusalén maternal representa la gracia. La Jerusalén física representa la ley, pero esta Jerusalén celestial, la cual es nuestra madre, representa la gracia. En la gracia se encuentran el Dios Triuno, Su plan, Su economía, Su redención, Su salvación y todos Sus logros, los cuales han sido forjados en Su pueblo escogido. Éste es el significado de la gracia en su totalidad; y puesto que todos nosotros hemos nacido de esta gracia, ella es nuestra madre. Ciertamente, tal entidad jamás podría ser una ciudad física. Ella tiene que ser el Dios Triuno con Su redención y Su salvación, que incluye la regeneración, la transformación y la glorificación, todo lo cual ha sido forjado en Sus escogidos. Ésta es nuestra madre, y esto es la gracia. No pertenecemos a una entidad física; más bien, pertenecemos a esta composición divina y humana, la cual está saturada y constituida con la gracia de Dios, que es la que nos engendró. La Nueva Jerusalén es nuestra madre, y nosotros somos sus hijos.

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Espero que este principio nos ayude a comprender lo que es esta máxima consumación. También espero y confío bastante en muchos de ustedes, hermanos más jóvenes, con miras al futuro. Deben estudiar las cosas que les he presentado. Deben estudiar todas estas pautas y principios por el resto de sus días. Estos principios son básicos y fundamentales. Ésta es la visión en el recobro del Señor, la cual no es la enseñanza de la teología sino una enseñanza basada completamente en el ministerio neotestamentario.

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CAPÍTULO NUEVE

LA VISIÓN CONCERNIENTEA LA NUEVA JERUSALÉN:

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN

(5)

JUAN 14

Me parece que todavía es necesario ver más aspectos relacionados con la Nueva Jerusalén y el problema que representa la interpretación según la cual ella sería una mansión física en los cielos; para esto, será necesario que examinemos Juan 14, el cual sirve de complemento a Apocalipsis 21 y 22. Tenemos que purgar esta levadura, la levadura de la mansión celestial. Ahora bien, a fin de poder comprender el pasaje comprendido entre los capítulos 14 y 16 de Juan así como la oración contenida en el capítulo 17, tenemos que conocer cómo está estructurado todo el Evangelio de Juan. Para entender cualquier asunto, especialmente un asunto crucial en la Biblia, debemos prestar atención a la totalidad del libro en que dicho asunto es presentado. Entonces sabremos qué lugar le corresponde a dicho asunto y la manera en que se relaciona con el contexto de todo el libro.

JUAN 1—11

La sección inicial del Evangelio de Juan es completa en sí misma y se compone de once capítulos. El capítulo 1 es una introducción, un prólogo, que nos proporciona una visión clara de todo el libro. Luego, en el capítulo 2 se nos presenta el principio subyacente a la vida divina y la meta de dicha vida. Posteriormente, a partir del capítulo 3 y hasta el capítulo 11, se presentan nueve casos concretos, los cuales abarcan desde la regeneración de Nicodemo hasta la resurrección de Lázaro. Todos estos casos son muy significativos, y nos dan una visión clara de la manera en que esta vida que Cristo imparte a las personas, satisface la necesidad del hombre en todos los casos.

JUAN 12

El capítulo 12 da inicio a una nueva sección. En esta sección, la primera parte describe un banquete, una comunión, que tiene lugar en un pequeño hogar de Betania. Aquella casa en Betania nos presenta un cuadro en miniatura de la vida de iglesia. Este cuadro aparece en el capítulo 12 porque después de todos los casos concretos en los que se ilustra cómo la vida divina satisface la necesidad de todo hombre, se nos presenta lo que tales experiencias producen: la vida de iglesia.

En el capítulo 12 también vemos la fiesta de la Pascua (v. 12). Mucha gente, incluso procedente del extranjero, había venido a Jerusalén a fin de guardar esta fiesta. Cuando ellos llegaron, escucharon acerca del más grande de los milagros, esto es, la resurrección de Lázaro

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de entre los muertos (vs. 17-18). Muchos estaban asombrados y querían conocer a Aquel que había realizado tal milagro (v. 19). Por tanto, el nombre de Jesús fue ampliamente propagado y llegó a ser famoso. En estas circunstancias, Jesús entró en Jerusalén de una manera sencilla y humilde, pero la gente le dio la más calurosa bienvenida. Desde un punto de vista meramente humano y en conformidad con el concepto natural de las personas, éstos habrían sido los años dorados de la vida de Jesús mientras Él estuvo en la tierra. Todas las personas le daban la bienvenida, y muchos querían verlo. Ellos pensaban que Jesús se sentiría feliz con esto, pero Su respuesta indicó exactamente lo contrario (vs. 23-28). Su respuesta indicó que para Él, tal clase de recibimiento no significaba nada; ello no era lo que Su corazón amaba ni lo que Él buscaba.

JUAN 17

Después de que el Señor dio aquel largo discurso en los capítulos 14 al 16, Él hizo una oración en el capítulo 17. El primer versículo de este capítulo es muy crucial: “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Estas palabras concuerdan con lo que el Señor dijo en Juan 12:23: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. La única diferencia es que ahora estas palabras se han convertido en una oración. El Señor oró para que el Padre le glorificara, a fin de que Él glorificara al Padre. Durante muchos años no pude entender cuál era el tema principal de la oración que hizo el Señor en el capítulo 17. Ahora podemos ver que el tema de esta larga oración es la glorificación de Jesús.

El resultado de la glorificación de Jesús

En 17:21 el Señor oró diciendo: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. El resultado de la glorificación de Jesús es que Sus creyentes son introducidos en el Dios Triuno, en el Nosotros divino. En la Trinidad Divina existe la coinherencia. En este versículo el Señor dice que el Padre está en Él, y que Él está en el Padre. Esto es la coinherencia de la Trinidad Divina, y dicha coinherencia debe ser aplicada a los creyentes para que todos ellos estén en el Nosotros divino, esto es, en la Trinidad Divina. Éste es el resultado de la glorificación de Jesús.

Donde Jesús está

En Juan 17:24 dice: “Padre, en cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo”. Ahora debemos preguntarnos dónde está Jesús. En Juan 14:3 dice: “Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. Muchos lectores y maestros cristianos inconscientemente cambian la frase Mí mismo de este versículo y las interpretan como cielo, entendiendo así: “Os tomaré al cielo”. Sin embargo, el Señor no dice que recibirá a los creyentes en el cielo, sino que los tomará a Sí mismo, para que donde Él está, ellos también estén. Muchos cristianos también afirman que Él está en los cielos y que, por ende, nosotros también estaremos en los cielos; ésta es su interpretación. Para responder la pregunta acerca de dónde está el Señor, debemos permitir que el mismo Señor Jesús la responda. En el versículo 10 del mismo capítulo 14, el Señor dice: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?”. ¿Dónde está el Señor? Él está en el Padre. Él iría a preparar un lugar para los discípulos a fin de que donde Él esté, ellos también puedan estar. Él está en el Padre a fin de

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que nosotros también podamos estar en el Padre. Por medio de Su muerte y resurrección, Él iría a preparar un lugar para introducirnos en el Padre. Su muerte y resurrección fueron la preparación que Él llevó a cabo para introducirnos en el Padre, en quien Él estaba. Por eso, podemos estar donde Él está. Él declaró esto en el versículo 3, al inicio del capítulo 14, y oró acerca de ello en el versículo 24, al final del capítulo 17, diciendo: “Padre, en cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo”. El Señor estaba diciendo: “Yo estoy en Ti, Padre, pero ellos no lo están. Mi deseo es que todos ellos estén en Ti, tal como Yo lo estoy, que ellos puedan estar conmigo en Ti”. “Para que vean Mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (17:24). La gloria mencionada en este versículo es la gloria de ser el Hijo de Dios, quien posee la vida de Dios a fin de expresar a Dios mismo. Ésta es la gloria de Jesús. Él nos ha dado esta gloria, y ahora todos nosotros somos hijos de Dios, poseedores de la vida de Dios para expresar a Dios mismo.

En Juan 14:20 el Señor dice que en el día de la resurrección: “Vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. El Señor está en el Padre, y nosotros estamos en el Señor; así que, al estar en Él, estamos en el Padre. Esto pudo hacerse realidad mediante Su muerte y resurrección.

El principio eterno

Este principio eterno se aplica tanto a la iglesia como a la Nueva Jerusalén. El principio eterno es el siguiente: el Dios Triuno se forja en Su pueblo escogido y redimido para ser la existencia de éste, para ser su entrada en el reino eterno de Dios, para ser su constitución, para ser su vivir y para ser su disfrute. Estos aspectos no solo se cumplen en la Nueva Jerusalén, la máxima consumación, sino también en el Evangelio de Juan y en las Epístolas, a fin de ser disfrutados y experimentados por nosotros hoy.

¿No es verdad que tenemos al Dios Triuno, el Creador, el Redentor y el Regenerador, como la fuente de nuestra existencia? Ciertamente lo tenemos como tal. ¿No es verdad que tenemos al Dios Triuno como nuestra entrada en la esfera espiritual y divina? Ciertamente lo tenemos como tal. ¿No es verdad que el Dios Triuno está llegando a ser nuestro elemento constitutivo? La naturaleza del Padre como el oro, el Hijo en Su obra redentora como la perla y la obra transformadora del Espíritu como las piedras preciosas, todo esto es nuestra experiencia actual. En 1 Corintios 3 Pablo dice que tenemos que edificar la iglesia con oro, plata y piedras preciosas. Esto es algo que estamos disfrutando en la actualidad. ¿No es verdad que vivimos por el Dios Triuno al tomarlo como nuestra calle, nuestro camino, nuestro alimento y nuestra bebida? Ciertamente esto está sucediendo en nuestra experiencia hoy. ¿No es verdad que disfrutamos al Dios Triuno como nuestra luz, nuestro árbol de vida y nuestro río de vida? Ciertamente estamos experimentando este disfrute actualmente. Todo esto está aquí en la iglesia y alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén venidera por la eternidad. Éste es un principio eterno. Por tanto, en la era neotestamentaria la casa del Padre es la morada de Dios, esto es, la iglesia de Cristo. Finalmente, esto tendrá su consumación en el cielo nuevo y la tierra nueva en la Nueva Jerusalén. El principio es el mismo hoy en día en la iglesia así como en la Nueva Jerusalén en la era eterna. En cuanto a su esencia intrínseca, la iglesia en esta era equivale a la Nueva Jerusalén en la eternidad.

LA CASA DEL PADRE, LA VID,EL NIÑO RECIÉN NACIDO Y LA UNIDAD

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En Juan 14 la casa del Padre es un asunto corporativo, pues incluye a todos los creyentes que están en Cristo. Luego, en el capítulo 15 tenemos una vid, la cual es también una entidad corporativa que nos muestra de qué manera estamos en Cristo, quien es la vid, y de qué manera Cristo está en nosotros, que somos los pámpanos. En el capítulo 16 vemos un niño recién nacido (v. 21), el cual es Jesús, nacido como el Hijo primogénito de Dios en Su resurrección (Hch. 13:33; He. 1:5; Ro. 1:4). Este niño recién nacido incluye a Jesús como la Cabeza y a todos Sus miembros, quienes han sido resucitados juntamente con Él y así llegaron a ser los miembros de este niño recién nacido. En realidad, este niño recién nacido se refiere al nacimiento del nuevo hombre mencionado en Efesios 2:15. En la oración de conclusión registrada en Juan 17 podemos ver la unidad. Esta unidad revelada en Juan 17 equivale al niño recién nacido, el cual equivale a la vid, que equivale a la casa. Estos son una misma entidad, pero en diferentes aspectos.

La casa en el capítulo 14, la vid en el capítulo 15, el niño recién nacido en el capítulo 16 y la unidad en el capítulo 17, son hechos reales para nosotros al forjarse el Dios Triuno en el propio ser de los creyentes como la misma fuente y sustancia de su existencia, como su entrada en la esfera divina, como la esencia de su constitución, y como su edificación, vivir y disfrute. De esta manera, la casa es edificada, el árbol crece, el nuevo niño nace y la unidad se concreta. Intrínseca y básicamente, ésta es la esencia misma del ministerio neotestamentario.

UN ASUNTO CRUCIAL

Creo firmemente que el Señor nos ha dado una nueva visión de Juan 14 al 17. Estos asuntos no son presentados para debates doctrinales, sino que son asuntos que resultan cruciales con relación a la vida divina. La casa mencionada en Juan 14 y la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22, son asuntos muy cruciales. Si interpretamos la casa en Juan 14 como una mansión celestial y la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21 y 22 como una ciudad física donde los creyentes han de morar junto a Dios, anulamos el ministerio del Nuevo Testamento. Tal interpretación elimina lo que constituye el corazón del ministerio neotestamentario y apaga el pulso vital del mismo. Esta interpretación errónea hace del ministerio del Nuevo Testamento un “cadáver”. Así pues, éste no es un asunto que deba ser materia de algún debate doctrinal, sino que es un asunto de crucial importancia respecto a la vida eterna en virtud de la cual debemos vivir hoy. Debemos comprender que nuestro destino será exactamente igual a la vida que llevamos hoy juntamente con el Dios Triuno de una manera quíntuple: el Dios Triuno se forja en nuestro ser como nuestra sustancia, como nuestra entrada, como nuestra constitución, como nuestro vivir y como nuestro disfrute. Esto no es algo insignificante. Espero que todos nos saturemos y empapemos de estos asuntos. Entonces ministraremos única y exclusivamente lo que corresponde con el ministerio neotestamentario. Incluso espero, hermanos, que prediquen el evangelio de una nueva manera, de la manera que es propia de la “Nueva Jerusalén”. No sigan la teología tradicional. Pueden dar algunos mensajes del evangelio usando como tema la Nueva Jerusalén. Deben creer que su audiencia entenderá tales mensajes, pues Dios creó al hombre con dicha capacidad. Si usted predica sobre los elementos que componen la Nueva Jerusalén, tales mensajes apelarán a la naturaleza misma con la que Dios creó a todo ser humano; por lo cual, ellos entenderán y serán salvos de forma intrínseca y fundamental en términos de la vida divina. Si usted fuera un soldado del ejército de los Estados Unidos, tendría que aprender muchas cosas nuevas que la ciencia ha hecho posible. No sería suficiente que usted simplemente sepa cómo usar un rifle, pues tal conocimiento es muy arcaico. De ser así, como soldado, usted sería una persona anticuada. Hoy somos partícipes del recobro actualizado del Señor. Tengo la firme convicción de que por Su misericordia el Señor está con nosotros. Éste es el recobro actual del Señor; por lo cual les

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ruego encarecidamente que repasen estos mensajes, especialmente los dos últimos mensajes, una y otra vez.

LA NECESIDAD DE RECIBIR UNA VISIÓN

Mi carga al darles estos mensajes es mostrarles la visión del recobro actual del Señor. No les estoy dando un método de aprendizaje ni algunas doctrinas a las cuales deberán convertirse. Lo que necesitamos es una visión y una comprensión cabal de que la teología tradicional y la mayor parte del conocimiento tradicional son como un velo que nos cubre. Los conceptos naturales que ustedes poseen, las doctrinas que aprendieron en el pasado e incluso las doctrinas que aprendieron en el recobro del Señor, son velos que los cubren y les impiden ver más allá. Debemos recordar las palabras del Señor en Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobresen espíritu”. Estas palabras fueron dirigidas a los líderes judíos que estaban satisfechos con lo que sabían y estaban llenos de las doctrinas y la teología judías, del conocimiento de la ley y del conocimiento de las cosas del Antiguo Testamento. Ellos estaban completamente llenos y saturados de tales doctrinas. Por eso, lo primero que les dijo el Señor en el monte fue que ellos debían ser pobres en espíritu. Es probable que nuestro ser esté plenamente ocupado por la teología tradicional, por una mentalidad natural y religiosa, y por la ética. O quizás estemos plenamente ocupados por métodos de superación personal, por doctrinas a las que nos hemos aferrado durante muchos años en nuestra búsqueda de espiritualidad y victoria, así como por muchas otras cosas. Todo esto no es otra cosa que velos que nos cubren. Muchos maestros cristianos han estado cubiertos por velos y no han podido avanzar para ver todo aquello que el Señor nos ha mostrado en estos años, especialmente no han recibido la revelación contenidaen Juan 14 ni la revelación de la Nueva Jerusalén. No pueden ver estas cosas porque están satisfechos consigo mismos. Si alguien desea avanzar y profundizar en estas verdades misteriosas, debe dedicar a ello mucho tiempo y energía, así como orar mucho. Esto implica que debe pagar cierto precio. No pueden asimilar las cosas reveladas en los estudios-vida tan fácilmente. Si uno no paga el precio requerido, jamás podrá avanzar en este sentido.

Como hemos visto, Juan 14 al 17 es una sección de la Palabra que trata sobre la multiplicación de Jesús, esto es, Su glorificación. La vid, que se expande mediante los pámpanos, es la multiplicación y glorificación de Jesús. El niño recién nacido del capítulo 16, que es el nuevo hombre corporativo y quien tiene a Jesucristo como Cabeza y a todos los santos regenerados como Su Cuerpo, corresponde al pensamiento, al concepto, de lo que es la multiplicación y la glorificación. En el capítulo 17 incluso la unidad por la cual el Señor Jesús oró, para que todos los creyentes fueran uno al estar en el Dios Triuno, equivale a la multiplicación y glorificación de Jesús. Si interpretamos la frase la casa de Mi Padre, en Juan 14:2, como una mansión celestial, ¿a qué correspondería en esta sección de la Palabra? Sería un elemento extraño que no encajaría en este pasaje. Tal pensamiento y concepto sería ajeno a esta sección y no correspondería al contexto de ninguna manera, pues no tendría nada que ver con la multiplicación y glorificación del Señor Jesús. La única manera de interpretar la frase la casa de Mi Padre de tal manera que encaje con el contexto y el pensamiento de la multiplicación y glorificación del Señor, es entender que esta casa equivale al Cuerpo místico de Cristo, el cual es Su multiplicación, Su aumento, a fin de ser la casa de Dios hoy. Esto no sólo encaja con el contexto, sino que también es la llave que abre todo el capítulo 14 de Juan. Si deseamos comprender el capítulo 14 de Juan y adentrarnos en sus profundidades, necesitamos tal llave: es menester interpretar apropiadamente la frase la casa de Mi Padre, a saber, que la casa del Padre es el Cuerpo místico de Cristo, la morada de Dios hoy, la cual tendrá su consumación en Su morada eterna, la Nueva Jerusalén.

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Lo que aquí recalcamos no es meramente que debemos aprender a presentar este asunto; más bien, debemos verlo como una visión, y esta visión nos reconstituirá. No es cuestión de aprender doctrinas. Necesitamos ser constituidos con esta visión. Entonces, espontáneamente llevaremos a cabo la economía neotestamentaria de Dios tal como el Señor lo hizo en los cuatro Evangelios, tal como los apóstoles lo hicieron en Hechos y tal como Pedro, Pablo y Juan lo escribieron en todos sus escritos. Entonces, seremos completamente gobernados, regulados y dirigidos por tal visión, y seremos restringidos al permanecer en el carril central, el camino recto, que se orienta en función del ministerio del Nuevo Testamento. Ésta es nuestra necesidad.

APOCALIPSIS: UN LIBRO DE CONSUMACIONES(PARTE 1)

Ya que hemos hablado acerca de la máxima consumación, a saber, la Nueva Jerusalén, y lo hemos hecho basados en el libro de las consumaciones, que es Apocalipsis, me parece que lo mejor sería profundizar más en esta máxima consumación según lo revelado en este libro. No estamos simplemente estudiando la Biblia ni debatiendo sobre doctrinas; más bien, queremos ver en qué consiste la máxima consumación de la revelación completa de Dios. La última palabra de un escrito es la palabra final y conclusiva; y la palabra conclusiva siempre nos provee el verdadero significado de tal escrito. En los primeros sesenta y cinco libros de la Biblia se abarcan miles de asuntos. Estos libros abarcan un largo período de tiempo dentro del cual se tratan una gran cantidad de asuntos. Esto es algo que siempre confunde a los lectores de la Biblia. Si la Biblia sólo estuviera compuesta de tres páginas, nunca nos confundiríamos. Pero en la Biblia hay sesenta y seis libros, los cuales abarcan un largo período de historia y miles de asuntos. Así que, es fácil perderse después de leerlos. Por tanto, Dios, en Su sabiduría, reunió todos estos asuntos en un libro de consumaciones; éste es el último libro, el libro número sesenta y seis de la Biblia.

El último libro no es simplemente un libro más, sino que es una cosecha. La mayoría de las cosas nuevas presentadas en la Biblia están en Génesis, el cual es, en efecto, un libro que contiene asuntos nuevos. Antes de Génesis no existía la creación. Cuando la creación llegó a existir, eso fue algo realmente nuevo. Antes de Génesis, el hombre no existía y únicamente estaba Dios en la eternidad; nada había empezado aún a existir. No había ángeles ni existía el hombre. Así que, todo lo que vemos en Génesis era realmente nuevo. Antes de Génesis no existía Abraham, ni Isaac ni Jacob. Todo lo contenido en Génesis es nuevo y fue sembrado en el campo de la revelación de Dios. Todo lo que fue sembrado en Génesis empezó a crecer a partir del segundo libro, Éxodo, y continuó creciendo a lo largo de los siguientes sesenta y cuatro libros de la Biblia. Finalmente, el libro número sesenta y seis, Apocalipsis, el último libro de toda la Biblia, es la cosecha de todas las verdades que fueron sembradas desde Génesis. Un versículo del libro de Apocalipsis dice: “La mies de la tierra está madura” (14:15). Ha llegado el tiempo en que el Señor coseche la mies, y las semillas de esta mies fueron sembradas en Génesis. Incluso la palabra génesis significa orígenes. Génesis es un registro de los orígenes; Apocalipsis es un libro de cosecha. La siembra de estas semillas y su crecimiento y desarrollo ya pasaron, y ahora viene la cosecha en Apocalipsis. La palabra cosecha es una manera de interpretar la palabra consumación; cosecha y consumación son sinónimos. Nuestra carga consiste en considerar todos aquellos asuntos que alcanzan su consumación en el libro de Apocalipsis.

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Sin embargo, hay algunos elementos del Antiguo Testamento que no alcanzan su consumación en el libro de Apocalipsis. Todas las consumaciones que se encuentran en el libro de Apocalipsis conciernen a Cristo, al Espíritu, a la vida divina y a la iglesia. Hay muchas cosas del Antiguo Testamento que tienen su consumación en Apocalipsis y que aparentemente no son Cristo, el Espíritu, la vida ni la iglesia; no obstante, se relacionan indirectamente con éstos. Como vimos anteriormente, Apocalipsis 4 al 20 trata sobre la administración gubernamental y universal de Dios. Aparentemente esta administración gubernamental de Dios no tiene nada que ver con la iglesia, pero sí se relaciona indirectamente con ella. Es por eso que les mostré las diecisiete veces en las que se menciona la iglesia en esos diecisiete capítulos.

Las siete estrellas

Las siete estrellas mencionadas en Apocalipsis 1:16 y 20 son también una consumación. Inicialmente, Dios prometió a Abraham que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar (Gn. 22:17). Abraham tuvo dos clases de descendencia: la descendencia celestial, compuesta por los creyentes regenerados, y la terrenal, los judíos, sus descendientes naturales, quienes nacieron del linaje de Abraham y no eran regenerados. La descendencia terrenal de Abraham está compuesta por los judíos, los cuales son representados por la arena que está a la orilla del mar. Pero los descendientes celestiales de Abraham, representados por las estrellas del cielo, somos nosotros. Daniel 12:3 también indica que los descendientes celestiales de Abraham resplandecerán como estrellas. La mención de las estrellas en Apocalipsis 1 denota una consumación, la cual indica que todos los mensajeros, aquellos que llevan la delantera en las iglesias, deben estar en los cielos. Las estrellas no sólo son celestiales, sino que además están en los cielos. Nuevamente esto alude a una consumación.

El árbol de la vida

En las siete epístolas de Apocalipsis 2 y 3 podemos ver la consumación de otros asuntos. La primera consumación es el árbol de vida. En la epístola dirigida a Éfeso, el Señor dice: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios” (2:7). Esto no es nada nuevo, sino simplemente el árbol de la vida en su consumación. En Génesis 2, el árbol de la vida fue presentado al hombre de una manera general, pero en Apocalipsis 2:7, el derecho a comer del árbol de la vida ha sido restringido solamente a los vencedores. Según Apocalipsis 2:7, los incrédulos e incluso los creyentes comunes no tendrán derecho a comer del árbol de la vida; únicamente los vencedores tendrán derecho a comer de él. Ésta es la consumación de este árbol, pero aún no es la máxima consumación. La máxima consumación del árbol de la vida se halla en Apocalipsis 22:2 y 14, donde todos los creyentes, y no sólo los vencedores, tendrán derecho al árbol de la vida en el cielo nuevo y la tierra nueva. Al final, el derecho al árbol de la vida tendrá un solo requisito: haber lavado nuestras vestiduras, es decir, ser salvos. Sin embargo, en Apocalipsis 2:7 el derecho al árbol de la vida está restringido, y sólo los que venzan podrán participar de él; no será suficiente que hayan lavado sus vestiduras, sino que deberán haber vencido al prevalecer sobre la situación degradada de la iglesia.

Balaam y Jezabel

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En las epístolas a las siete iglesias también vemos a Balaam (Ap. 2:14) y a Jezabel (v. 20) en su consumación. Aparentemente ello no se relaciona con la vida, con Cristo, con el Espíritu ni con la iglesia. No obstante, lo que ellos hicieron sí se relaciona con las iglesias, aunque tenga un sentido negativo. Balaam hizo muchas cosas para distraer de la meta al pueblo de Dios (Dt. 23:4; Nm. 31:16; cfr. 25:1-3), y Jezabel hizo muchas cosas que desviaron al pueblo de Dios (1 R. 16:31; 19:2; 21:23, 25-26; 2 R. 9:7). A lo largo de los siglos han habido muchos como Balaam, que han distraído de su meta al pueblo de Dios, y muchos como Jezabel, que han hecho que el pueblo de Dios se desvíe.

El maná escondido

En Apocalipsis 2:17 también vemos el maná escondido, el cual es dado a un grupo restringido de personas: a los vencedores. El Señor Jesús se refirió al maná en Juan 6, donde dijo: “Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él coma, no muera” (vs. 48-50). En Apocalipsis 2 el maná está disponible de una manera restringida. Se trata del maná escondido, el cual se halla en el arca del testimonio, dentro del Lugar Santísimo. Podemos ver nuevamente que en el libro de Apocalipsis casi no hay nada nuevo. Todas las cosas que se encuentran allí están en su consumación.

El altar

Cuando se abre el quinto sello en Apocalipsis 6:9, vemos el altar. Bajo el altar se hallan las almas de los santos mártires, quienes desde el Paraíso claman a Dios por venganza. Este altar no es el que se encuentra dentro del tabernáculo, o sea, el altar del incienso, sino el altar del atrio, el altar del holocausto, donde se ofrecen los sacrificios para la satisfacción de Dios. Las almas de los mártires que se hallan bajo el altar indican que ellos fueron sacrificios ofrecidos sobre el altar a Dios.

Los siete sellos

Otro asunto que podemos ver en el libro de Apocalipsis son los siete sellos (5:1). El sello es algo que también puede verse en el Antiguo Testamento (Dn. 9:24; 12:4). Algo que ha sido sellado está guardado como algo secreto y confidencial. En el Nuevo Testamento, enApocalipsis, podemos ver la consumación de los sellos. Estos sellos representan los secretos de toda la administración universal de Dios.

Las siete trompetas

En el libro de Apocalipsis también tenemos las siete trompetas, las cuales representan la ejecución de la economía de Dios (8:6—11:19). La trompeta es otro asunto que ya estaba en el Antiguo Testamento. La trompeta se usaba para indicar que el pueblo de Dios se movía (Nm. 10:2), especialmente en la guerra (Jos. 6:5). Hoy en día, las siete trompetas denotan el sonido para que la iglesia pueda moverse, para pelear la batalla de Dios. Así pues, incluso las trompetas en Apocalipsis constituyen una consumación.

Los dos altares

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En Apocalipsis 8 vemos a Cristo como el Sacerdote quemando el incienso con el fuego que proviene del altar del holocausto (vs. 3-5). Cristo vino y se colocó frente al altar del holocausto (Éx. 27:1-8) a fin de obtener el fuego. Luego, quemó el incienso ofreciéndolo en el altar del incienso. Ambos altares en Apocalipsis son consumaciones. Debemos ver que aquí estos altares no son meros símbolos, sino que son los altares verdaderos; más aún, el altar del holocausto no puede estar en los cielos, sino que debe ser establecido aquí en la tierra. Cristo se colocó frente a este altar. Como ya vimos, el altar de incienso, sin duda alguna, estaba en el tabernáculo celestial, pero ¿dónde se encuentra dicho altar sobre la tierra? Esto demuestra que no es fácil interpretar adecuadamente la Biblia. En realidad, el altar terrenal es una señal que alude a la cruz. La cruz no fue algo que se cumplió en los cielos, sino en la tierra. Por tanto, el hecho de que Cristo estuviera en pie frente al altar del sacrificio, indica que Él estuvo en pie ante Su cruz a fin de obtener el fuego de la cruz para quemar el incienso y ofrecérselo a Dios en el altar del incienso que está en los cielos.

Necesitamos estudiar todos estos asuntos, y se requieren muchos mensajes para presentarlos. En el siguiente capítulo veremos más acerca del libro de Apocalipsis, en el cual se halla la consumación de todos los asuntos relacionados con Cristo, la vida divina, el Espíritu y la iglesia.

Apocalipsis 11:19 y 15:5

Ahora debemos leer Apocalipsis 11:19, que dice: “Y fue abierto el templo de Dios que está en el cielo, y el arca de Su pacto se veía en Su templo”. A diferencia de lo anterior, este versículo muestra claramente que el templo de Dios está en los cielos. Sin duda, éste es el lugar donde Dios habita en los cielos. En este versículo la palabra griega equivalente a templo es naos, o sea, la parte interior del templo. Por una parte, en un sentido negativo, el trono con el arco iris en 4:2-3 es el centro desde el cual se ejecutan todos los juicios sobre la tierra en los capítulos 6 al 11; por otra, en un sentido positivo, el templo con el arca es el centro de todos los logros de Dios en el universo, los cuales se llevan a cabo en los capítulos 12 al 22. Antes del capítulo 11, el trono es el centro de la administración de Dios. Pero a partir del capítulo 12, el centro gubernamental de Dios ya no es el trono, sino el templo con el testimonio, que es el arca. El tema tratado en Apocalipsis 11:19 tiene su continuación en Apocalipsis 15:5, donde dice: “Después de todas estas cosas miré, y fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”. En este versículo vemos el templo del tabernáculo; por tanto, el tabernáculo es los cielos mismos y el templo es el santuario interno. Este santuario interno es el Lugar Santísimo, en donde se encuentra el arca.

En Apocalipsis 21:10 también vemos que la Nueva Jerusalén, considerada por algunos como una mansión celestial, desciende del cielo. El templo descrito en Apocalipsis 11:19 y 15:5, ¿es realmente una mansión celestial? Muchos cristianos dirían que este templo es la mansión celestial, la morada de Dios, la cual desciende del cielo en Apocalipsis 21:10. Sin embargo, Juan dijo que en la Nueva Jerusalén no vio templo alguno, porque el templo era Dios y el Cordero (v. 22). Debemos tener presente que en la Biblia, la Nueva Jerusalén es la máxima consumación del tabernáculo y del templo. Además, la Nueva Jerusalén también es llamada “el tabernáculo de Dios” en Apocalipsis 21:3.

En primer lugar, en Hebreos 9:24 vimos que el tabernáculo celestial es el cielo mismo. Luego, en Apocalipsis 11:19 y 15:5 vimos que en este tabernáculo, el cual es el cielo mismo, se encuentra el templo de Dios, el Lugar Santísimo, dentro del cual se halla el arca. Además, Apocalipsis afirma que la Nueva Jerusalén, el tabernáculo de Dios, desciende del cielo.

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¿Significa esto que el cielo entero desciende? Ya que el tabernáculo de Dios desciende del cielo, no puede descender todo el cielo. También vimos en el Nuevo Testamento que el tabernáculo sirvió primero para que fuese establecido el nuevo pacto, y después vimos que eltemplo reemplaza al tabernáculo a fin de que la administración de Dios sea ejercida. No obstante, en Apocalipsis 21, el tabernáculo como la Nueva Jerusalén no tiene un templo, porque Dios y el Cordero son el templo.

La Nueva Jerusalén: un asunto particular

Lo que anhelo poder darles a entender al presentarles todas estas complicaciones es una sola cosa: que la Nueva Jerusalén es un asunto particular, el cual no tiene nada que ver con el tabernáculo y el templo terrenales del Antiguo Testamento. La Nueva Jerusalén no es el tabernáculo ni el templo en esta tierra, ni tampoco es el tabernáculo y el templo en los cielos mencionados en Apocalipsis 11:19 y 15:5. Al interpretar estos pasajes de Apocalipsis, muchos dirán que hacen referencia a un templo en los cielos que finalmente descenderá para ser la Nueva Jerusalén. Por tanto, según esta interpretación, la Nueva Jerusalén sería un lugar físico en el cual Dios mora, tal como lo es el templo en los cielos. No obstante, las complicaciones mencionadas anteriormente indican que la Nueva Jerusalén no es un tabernáculo celestial ni un templo en los cielos. Algunos podrían preguntar: “Una vez que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, ¿en dónde quedará el tabernáculo celestial?”. Mi respuesta es que el tabernáculo celestial es el cielo mismo. Cuando la Nueva Jerusalén, que es el tabernáculo eterno de Dios, descienda del cielo, el cielo quedará exactamente donde está.

Otros podrían preguntar: “Una vez que la Nueva Jerusalén descienda, ¿dónde quedará el templo que está en los cielos?”. Mi respuesta a esto es que no lo sé. Sabemos por la historia que el templo del Antiguo Testamento fue destruido, pero la Biblia no dice a dónde irá el templo que está en los cielos. La Nueva Jerusalén no puede ser el templo que está en los cielos, el cual es mencionado en Apocalipsis 11:19 y 15:5, porque en la Nueva Jerusalén Juan no vio templo alguno (21:22). Conforme al concepto de algunos, la Nueva Jerusalén es un templo, y Dios y el Cordero son otro templo; así, habría dos templos: uno dentro del otro. Pero en realidad, Dios y el Cordero son el templo, y este templo es la Nueva Jerusalén. Éste no es el templo en los cielos, mencionado en los capítulos 11 y 15, sino un templo nuevo, un templo muy particular. El templo en los cielos ciertamente no era Dios mismo, pero este templo ciertamente es Dios y el Cordero.

Esto nos muestra que la Nueva Jerusalén no equivale al tabernáculo ni al templo del Antiguo Testamento, los cuales estaban sobre la tierra. La Nueva Jerusalén no es tampoco el tabernáculo celestial (15:5) ni el templo que está en los cielos (11:19; 15:5). Por consiguiente, podemos resumir de la siguiente manera las dos razones que tenemos para afirmar esto:

1) En Hebreos 9:24 tenemos un tabernáculo celestial, pero este versículo dice claramente que este tabernáculo celestial es el cielo mismo. En Apocalipsis, la Nueva Jerusalén es llamada el tabernáculo de Dios; sin embargo, éste no es el tabernáculo celestial, porque el tabernáculo celestial es el cielo mismo, pero la Nueva Jerusalén desciende del cielo.

2) En Apocalipsis 11:19 y 15:5 hay un templo en el cielo. Después, cuando aparece la Nueva Jerusalén, Juan afirma no ver en ella templo alguno, porque ahora el templo es Dios y el Cordero. Esto indica que este templo, la Nueva Jerusalén, no es aquel templo en el cielo. Juan dijo que el templo que vio no era una estructura física ni tampoco un lugar geográfico, sino

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una persona. Este templo es una persona, a saber, Dios y el Cordero, pero el templo en el cielo ciertamente tiene que ser un lugar determinado.

Esto es una prueba contundente de que la Nueva Jerusalén es algo totalmente aparte del tabernáculo y del templo, ya sea terrenal o celestial. El templo en el cielo, mencionado en 11:19 y 15:5, no se encuentra en la santa ciudad. En esta ciudad se halla el templo nuevo, es decir, Dios y el Cordero. La Nueva Jerusalén, como tabernáculo de Dios, es el propio Dios y el Cordero como el templo. Éste es un tabernáculo y un templo particular.

Necesitamos ser purificados de toda levadura

Debemos estudiar la Biblia de esta manera a fin de ser purificados de toda levadura y hacer que se disipen las nubes para poder ver la economía neotestamentaria de Dios y el ministerio neotestamentario. Éste es el ministerio que ministra al Dios Triuno para producir la iglesia, la cual tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. Debemos darnos cuenta de que los conceptos relacionados con esta máxima consumación han sido leudados y alterados en todo aspecto con relación a su esencia y elemento intrínsecos. No es poca cosa contrarrestar esta levadura; éste es uno de los aspectos más importantes de la levadura que la mujer tomó e introdujo en la harina fina de la Palabra, la Biblia (Mt. 13:33). Debemos hacer todo lo posible, dependiendo de la misericordia del Señor, para ser purificados totalmente de esta levadura.

Ahora estamos en condición de comprender cabalmente que tanto la casa mencionada en Juan 14 como la ciudad descrita en Apocalipsis 21 son la máxima consumación de Cristo y la iglesia. La verdad concerniente a la casa en Juan 14 y a la ciudad en Apocalipsis 21 ha sido completamente leudada, y es esta levadura la que ha imperado en las enseñanzas cristianas en los últimos siglos; por lo cual, tales enseñanzas han hecho que muchos sufran pérdida, se desvíen, sean distraídos, se frustren y sean detenidos en su progreso. Ahora nosotros ministramos la auténtica verdad de la economía de Dios. Tenemos que purgar toda levadura, y ésta es una gran batalla. Todos los aspectos de esta verdad deben ser presentados de una manera pura al público cristiano en general. Si la casa de Juan 14 y la ciudad de Apocalipsis 21 fueran entidades físicas, no guardarían relación alguna con el Dios Triuno que se forja de continuo en nuestro ser. Tal interpretación errónea simplemente no concuerda con la revelación neotestamentaria.

La revelación neotestamentaria

La revelación neotestamentaria nos muestra al Dios Triuno y los procesos por los cuales Él pasó para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante que se forja en nosotros a fin de llegar a ser nuestra vida, nuestro suministro de vida y nuestro todo. La impartición del Dios Triuno en Su pueblo escogido y redimido tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es la morada mutua de Dios y Sus redimidos. Ésta es la línea básica de la revelación neotestamentaria conforme a la economía completa de Dios. Interpretar la casa mencionada en el Evangelio de Juan y la ciudad descrita en Apocalipsis como entidades físicas implicaría que ellas no guardan relación alguna con la línea básica de la revelación neotestamentaria. Con el tiempo, esta interpretación roba las riquezas de la revelación divina y anula todos los principios de la interpretación bíblica, y así lo perdemos todo. Perdemos el corazón y el pulso del ministerio neotestamentario. La casa mencionada en el Evangelio de Juan y la ciudad en Apocalipsis deben ser colocadas en su debida posición en la economía neotestamentaria de

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Dios. Ambas son un cuadro del Dios Triuno que se forja en nuestro ser a fin de ser la casa y la ciudad. En la casa y en la ciudad, la Trinidad Divina es descrita plenamente.

El pasaje comprendido entre los capítulos 14 y 17 del Evangelio de Juan constituyen una sección crucial del Nuevo Testamento, en la cual se nos dan los detalles relacionados con la impartición del Dios Triuno, en Su Trinidad Divina, en todo nuestro ser. La máxima consumación de la impartición del Dios Triuno en nuestro ser es esta ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Esto no es simplemente una interpretación más de la Biblia. Lo antes mencionado es fundamental y reviste crucial importancia. El Dios Triuno se imparte en nosotros para producir la casa y la ciudad. La casa es el resultado de la impartición del Dios Triuno, y la ciudad es la consumación de este resultado.

El mar de vidrio

En Apocalipsis 15:2 vemos el mar de vidrio, el cual es una consumación de todos los diferentes bautismos en el Antiguo y Nuevo Testamentos. Esto incluye los tipos del bautismo que aparecen en el Antiguo Testamento, tales como el diluvio por el cual pasó Noé (1 P. 2:20-21), y el mar Rojo, el bautismo que experimentaron los hijos de Israel (1 Co. 10:1-2). Luego, en el tabernáculo vemos el lavacro (Éx. 30:18); en el templo, en 1 Reyes 7, este lavacro corresponde al mar de bronce que descansa sobre doce bueyes, junto con las pequeñas fuentes de bronce (vs. 23-25, 38, 43-44). Luego, ya en el Nuevo Testamento, tenemos el bautismo de Juan, el bautismo de Jesús y Sus discípulos y el bautismo en el Dios Triuno, en Cristo, en la muerte de Cristo y en el Cuerpo de Cristo. El mar de vidrio es la consumación de todos los lavamientos llevados a cabo mediante dichos bautismos. Debemos ver que la máxima consumación de todos los bautismos será el mar de vidrio descrito en Apocalipsis 15. En el interior de este mar no hay agua, sino fuego. Finalmente, este mar de vidrio se circunscribirá a un lago, el lago de fuego (Ap. 20:14:15). En su máxima consumación, el mar de vidrio no se agranda sino que es reducido. El mar será reducido a un lago, el cual es más pequeño que un mar en cuanto a sus límites; esto muestra la misericordia de Dios. La consumación de un asunto tan negativo se encuentra en el libro de Apocalipsis. Todo esto es muy significativo.

Babilonia la Grande

En Apocalipsis 17:5 se halla Babilonia la Grande, con la cual se alude a la Iglesia Romana. A fin de entender el significado de esta consumación, debemos estudiar la Babel de Génesis 11:1-9 así como la historia de Babilonia en el Antiguo Testamento. Babilonia envió a su ejército para destruir la santa ciudad y era enemigo de Jerusalén (Jer. 39:1-3).

La novia y las bodas

Después de ver la gran Babilonia en su aspecto religioso en el capítulo 17, y en su aspecto material en el capítulo 18, hallamos a la esposa del Cordero, la novia, en Apocalipsis 19:7, la cual representa a los vencedores de entre el pueblo redimido de Dios. Ésta es también una consumación, como lo son también las bodas mencionadas en 19:7-9. Estas bodas son la consumación de todas las bodas positivas del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Un ejército

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Después de las bodas, esta esposa llegará a ser un ejército (19:14), el cual es también mencionado en Apocalipsis 17:14. El ejército celestial es la máxima consumación de todos los que han combatido por los intereses de Dios a lo largo de las generaciones.

El reino milenario

Luego, en Apocalipsis 20:4-6 vemos el reino milenario. En este reino, el cual será la manifestación del reino de los cielos, los santos serán reyes. Ésta es la parte celestial del milenio. La parte terrenal del milenio incluye el reino del Mesías (2 S. 7:13), el tabernáculo de David (Hch. 15:6) y el reino del Hijo del Hombre (Mt. 13:41; Ap. 11:15). Ésta es la consumación del reino de Dios.

La Nueva Jerusalén

La Nueva Jerusalén es la mayor de las consumaciones; la Nueva Jerusalén es una consumación máxima y todo-inclusiva, pues en ella alcanza su consumación casi todo elemento positivo contenido tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En esta máxima consumación podemos ver el árbol de la vida, el cual se menciona en Génesis 2:9. En esta ciudad también vemos perlas, las cuales son la consumación del bedelio mencionado en Génesis 2:12 y de la perla en Mateo 13:45-46. Son muchos los aspectos de la Nueva Jerusalén que pueden ser detectados a lo largo de toda la Biblia. Asimismo, muchos de los aspectos de esta consumación constituyen consumaciones de asuntos presentados en el Evangelio de Juan. En Juan 15 tenemos el árbol de la vida tipificado por la vid; también tenemos los ríos de agua viva mencionados en 7:38; y la luz de la vida es mencionada en 8:12. Juan 1:4 dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Estos elementos mencionados o revelados en el libro de Juan, alcanzarán su plena consumación en la Nueva Jerusalén.

En la Nueva Jerusalén también vemos la consumación todo-inclusiva y concreta de la Trinidad Divina. Como dijimos anteriormente, el pasaje bíblico más importante con respecto a la Trinidad es Juan 14 al 17; en este pasaje se nos revela la Trinidad Divina no como una doctrina, sino como Aquel que se forja continuamente en todos los creyentes en Cristo. Esta impartición de la Trinidad Divina en los creyentes en Cristo alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén.

NUESTRO MINISTERIO

Después de recibir esta visión debemos aprender, por la misericordia del Señor, a seguirla; debemos ver esto. Entonces, todos seremos como los primeros apóstoles, quienes no ministraban ninguna otra cosa aparte de esta única economía neotestamentaria. Por supuesto, ellos abarcaron muchos asuntos. Pablo enseñó respecto a cubrirse la cabeza (1 Co. 11:2-16), pero lo hizo dentro del contexto de la impartición del Dios Triuno. Incluso la práctica de cubrirse la cabeza es algo que Pablo enseñó regulado por esta visión y dentro de este contexto. Él no enseño nada aparte de la economía neotestamentaria, la cual consiste en que la Trinidad Divina se imparte en el pueblo escogido, redimido y regenerado por Dios. Tenemos que ver esto. Jamás debiéramos enseñar con la finalidad de atraer multitudes despertando su interés natural. Nuestro ministerio no consiste en atraer multitudes, ni en ganar un mercado para nuestra obra ni en despertar el interés natural de la gente; más bien, nuestro ministerio consiste en impartir al Dios Triuno en otros conforme a Su economía eterna y mediante Su ministerio neotestamentario.

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No podemos negar el hecho de que durante este medio siglo el Señor nos ha mostrado algo. Todos ustedes pueden testificar que una vez que leen las publicaciones del ministerio neotestamentario del Señor, pueden percibir un sabor especial. Hay algo muy particular que es propio de la naturaleza divina del ministerio neotestamentario. Hermanos, si logran aprender algo de este ministerio, es imprescindible que aprendan esto.

Deben profundizar en todas las cosas que el Señor ha mostrado en Su recobro. Si profundizan en estos asuntos, serán debidamente educados y edificados. En términos humanos, a fin de ser educados apropiadamente debemos pasar por seis años de escuela primaria, seis años de secundaria y finalmente cuatro años de universidad. Después de esta preparación uno recién está capacitado para hacer trabajos de investigación. De igual manera, espero que todos ustedes puedan dedicar el debido tiempo a profundizar en la Palabra santa, valiéndose para ello de la ayuda que el Señor nos ha proporcionado durante los últimos sesenta años. He descubierto que casi todo lo que hemos publicado ha permanecido en sus estantes sin que ustedes hayan profundizado debidamente en los temas cruciales. Muchos de ustedes ni siquiera han profundizado debidamente en muchos de los libros de la Biblia. Esto muestra que todavía permanecen en las cosas viejas.

Quisiera usar como ejemplo nuevamente Hymns, #1348. Este himno fue escrito por alguien que no está entre nosotros; luego, fue introducido en nuestro medio y lo usamos por algunos años; finalmente, fue editado e impreso en una edición suplementaria a nuestro himnario principal. Hemos cantado este himno durante algunos años, pero nadie se dio cuenta de que este himno era ajeno a nosotros, pues correspondía a incrédulos. Si bien no nos habíamos percatado de ello, el concepto implícito en este himno es el de personas que no han sido regeneradas, que jamás podrán estar dentro de la ciudad, que siempre estarán fuera de la misma, que no tienen derecho a comer del árbol de la vida sino tan sólo a disfrutar de las hojas del mismo, y que todavía derramarán lágrimas. Aunque todos estos asuntos están claramente revelados en Apocalipsis 21 e incluso hay subtítulos claros sobre estos temas en la Versión Recobro, nadie se dio cuenta del asunto. Estuvimos en el entrenamiento del libro de Apocalipsis e incluso lo revisamos, pero todos pasaron por alto este asunto. Éste es sólo un ejemplo. Probablemente podría revisar otros cincuenta asuntos mencionados en las notas de la Versión Recobro para probarlos respecto a su conocimiento en cuanto a otros aspectos de la verdad, y probablemente ninguno de ustedes sería capaz de responder. Todos los diamantes y los tesoros están aquí; sin embargo, prefieren ir a otras fuentes para obtener cosas aparentemente “preciosas”, cosas diferentes, raras y novedosas para atrapar a muchos y captar su interés. Hacer esto no corresponde al ministerio neotestamentario. Eso es enseñar cosas diferentes, según se menciona en 1 Timoteo 1:3. En este versículo Pablo dice que dejó a Timoteo en Éfeso para que mandase a algunos que no enseñen cosas diferentes. En el versículo 4, Pablo también le instruye que mande a éstos a prestar atención a la economía de Dios. Hoy en día debemos estar alertas, no con respecto a otros sino con respecto a nosotros mismos. Yo jamás permitiría que el enemigo de Dios me usara o me usurpara para ministrar algo que fuese “cobre”, esto es, algo que pareciera ser oro pero que no lo fuese. Dios no quiere cobre; el cobre debe ser juzgado. Dios quiere ser expresado como oro. Finalmente, en la Nueva Jerusalén no habrá cobre sino solamente oro. Todos debemos ver esto.

No me gusta controlar a nadie, jamás controlaría a nadie y jamás he sido controlado por nadie. Incluso el hermano Nee jamás me controló. Nadie puede controlar nada. Sin embargo, en el recobro del Señor todos debemos ver lo que es el ministerio neotestamentario. Algunos han dicho: “El hermano Lee obliga a las iglesias a estudiar los estudios-vida”. Probablemente si ellos estuvieran en mi lugar, lo harían, pero yo jamás haría esto. Yo jamás los obligaría a

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valerse de los mensajes del Estudio-vida; antes bien, si me enterara de que ustedes tienen tal concepto, evitaría que la oficina del ministerio continúe enviándoles mis escritos. No obstante, como un hermano un poco mayor que ustedes y a quien ustedes respetan como alguien que puede brindarles ayuda, debo hablarles con franqueza: si no están bajo el ministerio del Señor en Su recobro, ciertamente sufrirán una gran pérdida. Ustedes sufren pérdida, pero si sólo ustedes la sufrieran no sería tan grave. Ustedes y yo personalmente no significamos nada, pero al no estar bajo el ministerio del Señor retrasamos al recobro del Señor; esto sí es muy grave.

Tal vez digan que nunca han sido negativos con respecto al ministerio. Puede ser que muchos de ustedes nunca hayan sido negativos, pero su actitud indiferente sin un discernimiento agudo de la verdad, además de su tibieza, me ha molestado y lo sigue haciendo. Debemos entregarnos incondicionalmente al Señor; debemos proseguir con fervor. No piensen que sólo por haber participado en este entrenamiento por algunos años ya lo saben todo. En días recientes, el Señor nos ha mostrado que no sabemos tanto como pensábamos. El ministerio neotestamentario es un campo muy amplio que necesita ser explorado y una gran mina que necesitamos excavar. No debemos detenernos en donde estamos.

La reunión de oración de esta mañana (ver el capítulo 10) fue para mí una clara evidencia de que no hemos progresado tanto en el recobro del Señor. Aún seguimos siendo muy viejos. Conforme a la carga que siento en mi espíritu, esta mañana debíamos habernos reunido para clamar al Señor pidiéndole que nos rescate de las cosas tradicionales, que tenga misericordia de nosotros y que nos conceda gracia a fin de que podamos ser introducidos de una manera plena en Su ministerio neotestamentario. También deberíamos haber orado por las iglesias y por cada santo en el recobro, para que sean traídos a una comprensión cabal del ministerio neotestamentario. No era necesario que en nuestra oración repitiéramos todas las cosas que escuchamos, dando a los demás todo un sermón. Sinceramente ésa no fue mi carga al convocarlos a orar. Debemos orar de tal manera que derramemos nuestro ser, clamando al Señor inclusive con lágrimas: “Señor, ten misericordia de nosotros. He estado en el recobro durante años y nunca he visto estas cosas. Ten misericordia de mí. Ten misericordia de todas las iglesias. Señor, ten misericordia de todos los cristianos. Utilízanos para iluminarlos, para presentarles la economía de Dios”. Debemos orar de esta manera y no orar doctrinalmente. Mi corazón ha sido quebrantado una y otra vez al ver esta situación entre nosotros. Espero que lloren conmigo. Muchos de los que estamos aquí necesitamos llorar durante varios días. Anoche, cuando convoqué a una reunión de media hora, ésta era la manera en que quería que oráramos. No quería que vinieran a perder su tiempo aquí durante treinta minutos. Una vez más, ésta es una clara evidencia de que no hemos logrado comprender cabalmente qué es el ministerio neotestamentario.

SALMOS 36:8-9

Ahora leamos Salmos 36:8-9 para ver algo más: “Serán completamente saciados de la grosura de Tu casa; / Y les das a beber del río de Tus delicias. / Porque contigo está la fuente de la vida; / En Tu luz vemos la luz” (heb.). Durante muchos años, al leer estos versículos, me pregunté: ¿cómo podría una casa tener grosura? Ciertamente la carne de pollo, de pescado o de res tienen grosura; pero, ¿cómo podría una casa tener grosura? En Salmos 36:8 dice que seremos completamente saciados de la grosura de la casa de Dios. En efecto, la casa de Dios posee grosura, pero, ¿qué es la grosura? La definición de la palabra grosura que encontramos en el diccionario de hebreo de la Concordancia Strong es una definición muy interesante y significativa. Allí se nos explica que, figurativamente hablando, la grosura denota abundancia y, más específicamente, se refiere a la ceniza de la grosura de los sacrificios. La grosura de la

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casa de Dios proviene de los sacrificios, las ofrendas. Todas las ofrendas del Antiguo Testamento eran tipos del Cristo todo-inclusivo; por tanto, la grosura de la casa de Dios se refiere a las riquezas de Cristo. Todas las ofrendas son tipos de Cristo, y la ceniza de la grosura de estas ofrendas es señal de Su cumplimiento. Así pues, al ver las cenizas de las ofrendas debemos entender que todo cuanto era exigido de nosotros ya ha sido cumplido por la muerte de Cristo, por el hecho de que Él fue ofrecido a Dios. Ahora nosotros estamos aquí “disfrutando de estas cenizas”. Ésta es una manera figurativa de hablar para dar a entender que, mediante Su muerte, Cristo llega a ser los ricos sacrificios, y ésta es la grosura de la casa de Dios. Este versículo también nos muestra que el Señor nos abrevará del río de Sus delicias. La grosura se refiere a Cristo, y el río se refiere al Espíritu. Luego, en el versículo 9, dice: “Porque contigo está la fuente de la vida” (heb.). Esto hace referencia a Dios el Padre como el origen, la fuente, no como el manantial o abrevadero. La fuente es el verdadero origen, mientras que el manantial es lo que brota, lo que surge de la fuente. La expresión la fuente de la vida hace referencia al Padre como el origen mismo de la vida. El versículo 9 continúa con: “En Tu luz vemos la luz”. La luz también se refiere al Padre, quien no solamente es la fuente de vida sino también la fuente de luz. La vida viene primero, y luego la luz. Esto concuerda con Juan 1:4: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Así pues, incluso en un pasaje tan breve de la Palabra, conformado por expresiones poéticas del antiguo salmista, podemos ver a la Trinidad Divina. Podemos ver a Cristo como la grosura, al Espíritu como el río y al Padre como la fuente de vida y luz. ¡Esto es maravilloso!

Estrictamente hablando, en el Antiguo Testamento aún no había gracia. La gracia no había sido dada, puesto que la gracia vino mediante Jesucristo (Jn. 1:17). Sin embargo, este salmo nos muestra que incluso durante la dispensación de la ley, algunos de los santos del Antiguo Testamento que buscaban a Dios disfrutaron de la Trinidad en el templo. Fueron completamente saciados con la grosura de la casa de Dios. En el templo de Dios, los santos de la antigüedad ya podían disfrutar del Dios Triuno, es decir: de la grosura de Cristo, del agua viva del Espíritu, y de la vida y luz de Dios el Padre como la fuente. Hoy en día, en la así llamada “iglesia”, la cristiandad actual, muy pocas veces la gente es saciada con la grosura, bebe del río de las delicias de Dios o experimenta la fuente de vida y luz. Muchos cristianos hablan de la “mansión celestial” sin tener la menor noción ni el menor entendimiento con respecto a lo que significa ser satisfechos con la grosura, beber del agua viva o experimentar la fuente de vida y luz. Según su manera de pensar, ellos sólo tienen una simple mansión celestial. Cuando hablan de la Nueva Jerusalén, no la perciben cabalmente ni se preocupan por la grosura que satisface, ni por beber de los ríos de las delicias de Dios ni por experimentar la fuente de vida y luz. Es por esta razón que cuando llegamos a Juan 14, debemos considerar la casa conforme al contexto de todo el capítulo. Si leyéramos Juan 14 al 17, abandonando el concepto de que la casa del Padre es la mansión celestial, podríamos percibir la abundancia de la grosura contenida en esos cuatro capítulos así como beber del río que allí fluye procedente de Dios el Padre como fuente y como luz.

Muchos cristianos toman los versículos 2 y 3 de Juan 14 para decir que la casa del Padre es la mansión celestial, pero no los vinculan con los otros cuatro capítulos que conforman dicha sección (Jn. 14—17). Si supieran vincular estos versículos con su respectivo contexto, esto contrarrestaría su manera de pensar tradicional, natural, religiosa y supersticiosa. Ellos se percatarían de que la casa del Padre no puede ser una simple casa, una mansión celestial; más bien, debe ser una casa que esté llena de la grosura de Cristo, donde fluye el agua viva y donde puede hallarse la fuente de vida y luz. Hoy en día, esto es la iglesia. En la vida de iglesia apropiada encontramos las riquezas de Cristo que satisfacen, el fluir del río que aplaca la sed y la fuente de vida y luz. Esto no es algo que tan sólo se define, se describe, se ofrece y se

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presenta en Juan 14 al 17, sino también en todas las Epístolas del Nuevo Testamento. Los escritos de Pablo están llenos de la grosura, las riquezas inescrutables de Cristo. El río, como Espíritu de vida, fluye ricamente en las catorce epístolas de Pablo. Asimismo, con relación a la vida de iglesia, en las epístolas de Pablo podemos descubrir y encontrar una fuente de vida y luz. Después, vemos que esta casa alcanza su consumación en la Nueva Jerusalén. En esta máxima consumación, vemos exactamente lo mismo: la grosura, el río y la fuente de vida y luz.

Incluso en la dispensación de la ley, la cual antecede a la dispensación de la era neotestamentaria, los santos buscadores ya disfrutaban del Dios Triuno. Ninguno de ellos tuvo que ir a los cielos para comenzar a disfrutarle, sino que todos ellos podían disfrutar del Dios Triuno en Su morada en la tierra y, de hecho, así lo hicieron. Si ellos lo hicieron, con cuanta mayor razón debiéramos nosotros disfrutar hoy al Dios Triuno de una manera elevada en la iglesia, que es Su morada en la tierra. ¿Dónde está la iglesia? La iglesia está allí donde encontramos la grosura, el río que fluye y la fuente de vida y luz. Tal vez algunos digan que ellos son la iglesia; pero si entre ellos no encontramos la grosura de Cristo, ni el río del Espíritu que fluye ni tampoco la fuente de vida y luz, entonces ellos no son la iglesia apropiada. La iglesia apropiada es una casa donde la grosura de Cristo trae satisfacción a las personas, donde el Espíritu fluye como el río de las delicias de Dios y donde se halla la fuente de vida y luz. Ésta es la iglesia, la cual no se halla en los cielos sino en la tierra, y ella tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén, donde el Dios Triuno será nuestro disfrute exactamente de la misma manera.

La visión que nos rige

Algunos de ustedes han estado leyendo, estudiando y recitando Salmos 36:8-9 durante años, pero hasta ahora no habían podido interpretar dichos versículos de esta manera. La única manera de poder interpretar adecuadamente estos versículos es mediante esta visión que nos rige, a saber: el Dios Triuno se forja en Su pueblo escogido y redimido para ser la vida de ellos así como su suministro de vida, a fin de saturar todo su ser con la Trinidad Divina, es decir, con el Padre como fuente, con el Hijo como grosura y con el Espíritu como río que fluye. Ésta es la visión que debe regirnos y dirigirnos al interpretar cualquier pasaje de la Biblia. Génesis, Éxodo o cualquier otro libro de la Biblia debe ser interpretado teniendo en cuenta tal visión gobernante. Sin esta visión, tal vez usted pueda presentar un buen mensaje basado en Salmos 36:8-9, pero dicho mensaje será muy superficial y no abordará ningún aspecto de la Trinidad Divina. Aun si usted consulta la Concordancia Strong y allí descubre que la grosura hace referencia a las cenizas de la grosura de los sacrificios, si usted no es regido por aquella visión, jamás se dará cuenta de que esto se refiere a Cristo. Para ello, es imprescindible conocer este principio rector. De este modo, cuando usted vea la palabra sacrificios, de inmediato sabrá que esto hace referencia al Segundo de la Trinidad Divina, es decir, a Cristo. Asimismo, le será fácil entender el significado del río de las delicias de Dios. Pero si se carece de esta visión, no será tan fácil entender qué es este río. Romanos 14:17 hace referencia a este río cuando dice que el reino de Dios es “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Este gozo en el Espíritu Santo es el río de las delicias, o también podríamos decir que el río de las delicias es el Espíritu de gozo. Tenemos que percatarnos de que la Biblia fue escrita según este principio rector. Cuando apliquemos esta clave, tendremos acceso a todos los pasajes de la Biblia. Este principio nos ayuda a interpretar las expresiones “la fuente de la vida” y “en Tu luz vemos la luz” (Sal. 36:9). Este principio nos ayuda a entender que, tal como dice Juan, la vida está en Él y esta vida es la luz de los hombres (Jn. 1:4). Dios es vida y Dios es luz. Por tanto, Él mismo es la fuente tanto de la vida como de la luz.

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Todos los libros de la Biblia confirman este entendimiento sobre dicho pasaje de las Escrituras, pues toda la Biblia fue escrita conforme al principio de que Dios se forja en Su pueblo redimido para ser su disfrute, su bebida y su fuente de vida y luz. Son innumerables las aplicaciones que podemos hacer a partir de este principio al interpretar cualquier pasaje del Nuevo Testamento. Así, el mensaje que usted presente, no importa en qué pasaje esté basado, será muy enriquecido. Estará lleno de la grosura, del río de las delicias y de la fuente de la vida y de la luz. Su mensaje y su ministerio serán diferentes. En usted operará un principio intrínseco que lo regirá en todo lo que usted hable, enseñe y predique. Ésta es mi carga. Tan sólo leer un estudio-vida para extraer del mismo algunas ideas y títulos que nos permitan elaborar nuestro mensaje no tendrá efecto alguno si este principio no ha llegado a ser parte de nuestra constitución intrínseca y si éste no se ha convertido en una visión que nos regula. Puede ser que usted tenga ojos para leer la Biblia y mente para entenderla, pero no tiene la llave que le da acceso a la Palabra. Necesita, por tanto, obtener la llave.

El salmo 1 en contraste con el salmo 36

Quisiera darles algunas ilustraciones para mostrarles cómo discernir la interpretación de la Biblia usando la llave que mencionamos. En Salmos 1:1-2 dice: “Bienaventurado el varón / Que no anda / En consejo de malos, / Ni se detiene en camino de pecadores, / Ni se sienta en compañía de escarnecedores; / Sino que en la ley de Jehová está su delicia, / Y en Su ley medita de día y de noche”. La persona descrita aquí es una persona maravillosa. Ella se abstiene de todo tipo de mal meditando en la ley del Señor de día y de noche. Pero, ¿cuál es la diferencia entre este salmista y el del capítulo 36? El escritor de Salmos 1 es una persona que se esfuerza por laborar, por conducirse debidamente y por llevar a cabo ciertas actividades. Ciertamente ello no indica que sea una persona que disfruta. En contraste con este salmista, el salmista de Salmos 36 no meditaba en la ley; él no se esforzaba por apartarse del consejo de los malos, por apartarse del camino de los pecadores o por apartarse de la compañía de los escarnecedores. Ello se debe a que el salmista del salmo 36 no estaba bajo la influencia de la ley, sino que disfrutaba de la grosura de la casa, del río de las delicias y de la fuente de vida y luz. El versículo 3 de Salmos 1 continúa: “Será como árbol / Trasplantado junto a corrientes de aguas”. Beber del río de las delicias de Dios es una cosa y estar plantado junto a corrientes de aguas es otra. El salmo 36 corresponde a la Trinidad Divina en la economía de Dios, y el salmo 1 corresponde a la ética religiosa, la cual es conforme al concepto natural de la religión. Ésta es la razón por la cual durante años hemos interpretado el salmo 1, no desde una perspectiva positiva, sino, más bien, negativa. En Salmos 1:4-6 dice: “No así los malos, / Que son como el tamo / Que arrebata el viento. / Por tanto, no se sostendrán los malos en el juicio, / Ni los pecadores en la asamblea de los justos. / Porque Jehová conoce el camino de los justos; / Mas la senda de los malos perecerá”. Estos versículos están por completo en la esfera de lo que es religiosamente ético y natural.

EL PRINCIPIO RECTOR

Debemos agradecer al Señor que el salmo 2 se encuentra a continuación del salmo 1. La conclusión del salmo 2 es que todos los que ponen su confianza en Cristo son bienaventurados, y se nos insta: “Besad al Hijo, / Para que no se enoje” (v. 12). No se dediquen a meditar en la ley; más bien, besen al Hijo (este asunto se abarca en detalle en el capítulo 1 del libro Christ and the Church Revealed and Typified in the Psalms [Cristo y la iglesia, tal como se revelan y están tipificados en el libro de Salmos]). La mayoría de los expositores de la Biblia, si no todos, elogian y ensalzan el salmo 1. ¿Cómo nos atreveríamos a

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decir algo diferente? ¿Cuál es el fundamento que tenemos para interpretar estos dos salmos de esta manera? Una vez más, nos basamos en el principio que corresponde a la visión de que el Dios Triuno se forja en nuestro ser. En ello estriba la diferencia.

Independientemente de su edad o de cuántos años hayan estado sirviendo al Señor, si no han sido plenamente conquistados y cautivados por esta visión, tarde o temprano su predicación, su enseñanza y sus mensajes serán naturales en alguna medida. No tendrán la capacidad para discernir qué pasaje de la Biblia es religioso y qué pasaje corresponde con la vida divina. Durante los entrenamientos correspondientes a los libros de Jacobo y Marcos, probablemente muchos de ustedes se preguntaron cómo es que pude interpretar la epístola escrita por Jacobo de la manera en que lo hice. Esto se debe a que poseo la clave que este principio básico representa. Les reitero que la Biblia, la Palabra santa, fue escrita según este principio rector. Creo que un buen número de los escritores de la Biblia no se percataron de este principio mientras escribían, puesto que se hallaban bajo la inspiración del Espíritu Santo. El Espíritu utilizó diferentes medios e instrumentos. Sin duda alguna, Pablo tenía plena conciencia y cabal conocimiento de lo que escribía, pero no creo que algunos escritores, tales como los del Antiguo Testamento, supiesen cuál era el principio que regía sus escritos. Algunos de ellos seguramente se percataron de que su inspiración procedía del Espíritu Santo; digo esto por lo que David dijo en 2 Samuel 23:2: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, / Y Su palabra ha estado en mi lengua”. David nos dijo que para componer un salmo, él estuvo bajo la inspiración del Espíritu Santo. Ya sea que los escritores de la Biblia supieron o no que estaban bajo la inspiración del Espíritu Santo, debemos darnos cuenta de que en todo cuanto escribían de las Escrituras, quien tenía el “timón” era el Espíritu Santo (2 P. 1:20-21).

La secuencia de la Trinidad que se ve en Salmos 36:8-9 es la misma que se halla en Lucas 15, donde el primero es Cristo como el Pastor (vs. 4-7), el segundo es el Espíritu como la mujer que busca (vs. 8-10), y el tercero es el Padre (vs. 11-32). En Salmos 36:8-9, Cristo es la grosura, el Espíritu es el río y el Padre es la fuente. Primero creemos en Cristo; luego, recibimos al Espíritu, el cual nos lleva al Padre. Disfrutamos de la grosura de Cristo; y entonces, tenemos parte en el Espíritu que fluye; luego, entramos en la presencia del Padre disfrutándole como la fuente de vida y luz. Esto representa un claro indicio de que el Antiguo Testamento, los Salmos por ejemplo, fue escrito por el Espíritu Santo.

Debemos poseer la llave, el principio que rige los escritos de la Biblia. Para tener acceso a todos los libros de la Biblia, necesitamos poseer esta llave, exactamente como al poseer la llave maestra de un edificio podemos abrir las puertas del mismo. Esta llave también nos capacita para discernir todos los pasajes de la Escritura. Esta visión, este principio, puede aplicarse a cualquier pasaje de la Biblia, incluyendo la tipología, la profecía e incluso las dispensaciones. Cuando era joven, hace cincuenta y cinco años, yo hablaba de la tipología, de la profecía y de las dispensaciones, y aunque lo hacía de un modo interesante, no lo relacionaba con la vida divina. La vida divina estaba ausente de tales asuntos para mí. Sin embargo, hoy en día, al interpretar la tipología bíblica, tales asuntos rebosan para mí del disfrute de Cristo, del fluir del río del Espíritu y de la fuente de vida y luz.

Todo lo contenido en los ciento veinte mensajes del Estudio-vida de Génesis está lleno de vida, del río, de la grosura, de las riquezas de Cristo, del fluir del Espíritu y de la fuente, del Padre como vida y luz. Éste es el principio rector de todos los mensajes del Estudio-vida, y esto es algo por lo que se me ha criticado mucho. Algunos dijeron que no es necesario venir a escucharme porque siempre estoy enseñando y predicando lo mismo. Estoy completamente de acuerdo con esta aseveración. Lo único que sé cocinar es “carne de res”. Así, lo que cocino y

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sirvo es siempre carne de res, aunque de diversas maneras: a veces como un asado, otras como hamburguesa, y a veces incluso guisada a la manera china. Todo lo que sirvo es carne de res. Carne de res es la única “llave maestra” que poseo y no sé utilizar sino carne de res. ¿En qué consiste esta carne de res? Esta carne de res no es otra cosa que el propio Dios Triuno procesado. Algunos cocineros chinos se jactan de que tienen veinte distintas maneras de cocinar algunas cosas. Por la misericordia del Señor, puedo jactarme ante ellos de que conozco cientos de maneras de cocinar mi “carne de res”, pues ya he compartido más de dos mil mensajes. Todos los mensajes son simplemente diferentes maneras de cocinar lo mismo: el Dios Triuno que se forja en Su pueblo redimido. Del mismo modo, todos los himnos que escribí fueron hechos bajo este mismo principio rector. La manera bíblica es la siguiente: desde la primera página de Génesis hasta la última de Apocalipsis se “cocina” al Dios Triuno de diferentes maneras. Esto es la Biblia, y ustedes necesitan la llave para abrirla; así, podrán decir que todas las páginas de la Biblia son iguales. Por ejemplo, todas las mujeres de la Biblia son iguales: Eva, Sara, Rebeca y la buscadora del Cantar de los cantares son tipos. La máxima consumación de estas mujeres de la Biblia es la esposa eterna, la cual es el tabernáculo mismo. Con esta llave y bajo este principio, uno puede abarcar toda la Biblia y discernir si la enseñanza o ministerio de alguien está deteniendo a las personas o las frustra y hace que se desvíen.

Quizás cierto mensaje sea maravilloso, sea presentado con gran elocuencia y sea de mucha inspiración para los oyentes, pero en principio tal vez sea un mensaje que distrae a las personas y les impide avanzar. Es posible que durante diez años hubiéramos estado laborando, y, de repente, con un solo mensaje podríamos detener el avance de las personas durante cinco años, aun cuando la mayoría de ellas expresara su aprecio por tal clase de mensaje. Para discernir este asunto, debemos ser regidos por el principio básico de esta visión y ver que el Dios Triuno debe ser la esencia misma de todo mensaje que demos. Solamente esto contribuirá al cumplimiento del propósito de Dios, solamente esto nos guardará de ser distraídos y solamente esto hará que seamos guardados en unidad desde hoy y por la eternidad.

En 1 Corintios Pablo instó a los creyentes a hablar una misma cosa (1:10) y en Filipenses les exhortó a tener todos el mismo pensamiento (2:2). Filipenses es un libro sobre el Dios Triuno: más específicamente, es un libro que nos habla sobre Cristo y sobre la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Cuando disfrutamos de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, entonces tenemos la llave. En Filipenses, Pablo nos dice que él anhelaba ser hallado en Cristo (3:9). Si los demás nos encuentran en Cristo y no en ninguna otra cosa, entonces ciertamente poseemos esta llave. Así pues, no solamente nuestros mensajes serán hallados en Cristo, sino que también nuestro ser mismo, nuestra persona, será hallada en Cristo. Somos una persona que está en Cristo porque vivimos a Cristo y lo magnificamos. Debido a que somos una persona que está en Cristo, nuestro hablar es un hablar que está en Cristo y nuestro mensaje es un mensaje que está en Cristo. Todo está regido por este principio.