Entrevista

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F altaba todavía una hora para que, el pasado 20 de marzo, un grupo nume- roso de argentinos se reuniera con el papa Francisco. Frente a la Plaza de San Pedro, en la casa Virgen Niña, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, que acompañaba a la expedición patria, recibió a Vida Nueva y trazó para esta revista una proyección de Jorge Mario Bergoglio, anterior arzo- bispo de Buenos Aires y hoy pontífice de la Iglesia católica. ¿Cómo recibió la noticia de que el car- denal Bergoglio es ahora Papa? Con sorpresa, alegría y responsabilidad. No figuraba en lo que la gente decía. Él te- nía armado ya su futuro, de un modo muy sencillo, en Buenos Aires; ya tenía el lugar donde iba a ir a vivir [había presentado su renuncia el pasado año, al cumplir los 75 años que indica el Derecho Canónico], dónde iba a ejercer su ministerio… Me sorprende constatar, una vez más, que la Iglesia no la manejamos nosotros, sino Dios a través de su Espíritu. Cada cardenal habrá entrado con una idea distinta, pero se veía que el candidato no era uno de los que figuraban en los medios; era Bergoglio. Particularmente, me enteré en la sede de la Conferencia Episcopal Argentina y, enseguida, le mandé una carta en nombre de todos los obispos. Aunque él pidió que no viniéramos a Roma, a mí me pareció que, como presidente, tenía que estar aquí. Hay testimonios de plena felicidad en la gente de la Iglesia y de otras confesiones, que se alegran no porque sea argentino, sino porque hay actitudes de Bergoglio, de sencillez y servicio, que han comenzado a ser valoradas. Un nombre como programa Su nombre, Francisco, ya marca un programa. Parece que mucha gente estaba esperan- do de parte nuestra –de la Iglesia– esto que el Papa está llevando a la práctica. No será fácil su tarea. Es un acontecimiento histórico, como simbolizan las más de 150 delegaciones nacionales de todo el mundo que se acercaron para acompañarle en la misa de inicio de su pontificado, y que se encontraron en la persona de Pedro, hoy Francisco. Es un hecho cultural: hay un mundo que busca valores e intenta superar conflictos, y eso lo ven en él. ¿Qué se puede esperar del pontificado de Francisco? Ha tenido actitudes que denotan una fidelidad muy profunda a la persona de Jesucristo. Va a ser un hombre muy lúci- do, muy claro en sus definiciones acerca de la verdad del hombre vista desde el Evangelio. Será un momento de cambio vinculado a la profundización. Él quiere hacer mucho hincapié en que la Iglesia sea un signo transparente del Evangelio que predica: cuando habla de los pobres, no es demagogia o estrategia política, es fidelidad al Evangelio. Que el Papa sea argentino, ¿qué reper- cusiones puede tener en el país? Todas muy buenas. Ya lo estamos vien- do. Lo que me llega de Buenos Aires es la alegría y la apertura al encuentro de la gente. Argentina tiene que encontrar un camino de fraternidad que surge de pertenecer a una misma comunidad, más allá de la diversidad. La diversidad no nos puede separar: nos tiene que enriquecer. ¿Y en el seno de la Iglesia argentina? Será un planteo más bien evangelizador, marcando líneas en el plano de la verdad del Evangelio y del hombre, expresándolo en actitudes de sencillez y servicio. La ver- dad de Dios sobre el hombre presentada en rasgos de humildad, de encuentro. ¿Tiene alguna anécdota con el cardenal Bergoglio que recuerde? En la Conferencia Episcopal, cuando era el presidente y cardenal, nos llamaba y nos decía: “Vení, sentate acá”, a tomar mate o charlar. Todo aquello que podía provocar distancias, él lo sacaba. Con la elección del Papa, ¿cómo evalúa la presencia, en este contexto, del mensaje ARANCEDO PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA José María Francisco es el Papa que el mundo necesita ENTREVISTA El Papa con varios prelados argentinos, incluido Arancedo 42

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José María Arancedo

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Faltaba todavía una hora para que, el pasado 20 de marzo, un grupo nume-roso de argentinos se reuniera con el

papa Francisco. Frente a la Plaza de San Pedro, en la casa Virgen Niña, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, que acompañaba a la expedición patria, recibió a Vida Nueva y trazó para esta revista una proyección de Jorge Mario Bergoglio, anterior arzo-bispo de Buenos Aires y hoy pontífice de la Iglesia católica.

¿Cómo recibió la noticia de que el car-denal Bergoglio es ahora Papa?

Con sorpresa, alegría y responsabilidad. No figuraba en lo que la gente decía. Él te-nía armado ya su futuro, de un modo muy sencillo, en Buenos Aires; ya tenía el lugar donde iba a ir a vivir [había presentado su renuncia el pasado año, al cumplir los 75 años que indica el Derecho Canónico], dónde iba a ejercer su ministerio… Me sorprende constatar, una vez más, que la Iglesia no la manejamos nosotros, sino Dios a través de su Espíritu. Cada cardenal habrá entrado con una idea distinta, pero se veía que el candidato no era uno de los que figuraban en los medios; era Bergoglio.

Particularmente, me enteré en la sede de la Conferencia Episcopal Argentina y,

enseguida, le mandé una carta en nombre de todos los obispos. Aunque él pidió que no viniéramos a Roma, a mí me pareció que, como presidente, tenía que estar aquí. Hay testimonios de plena felicidad en la gente de la Iglesia y de otras confesiones, que se alegran no porque sea argentino, sino porque hay actitudes de Bergoglio, de sencillez y servicio, que han comenzado a ser valoradas.

Un nombre como programaSu nombre, Francisco, ya marca un

programa.Parece que mucha gente estaba esperan-

do de parte nuestra –de la Iglesia– esto que el Papa está llevando a la práctica. No será fácil su tarea. Es un acontecimiento histórico, como simbolizan las más de 150 delegaciones nacionales de todo el mundo que se acercaron para acompañarle en la misa de inicio de su pontificado, y que se encontraron en la persona de Pedro, hoy Francisco. Es un hecho cultural: hay un mundo que busca valores e intenta superar conflictos, y eso lo ven en él.

¿Qué se puede esperar del pontificado de Francisco?

Ha tenido actitudes que denotan una fidelidad muy profunda a la persona de

Jesucristo. Va a ser un hombre muy lúci-do, muy claro en sus definiciones acerca de la verdad del hombre vista desde el Evangelio. Será un momento de cambio vinculado a la profundización. Él quiere hacer mucho hincapié en que la Iglesia sea un signo transparente del Evangelio que predica: cuando habla de los pobres, no es demagogia o estrategia política, es fidelidad al Evangelio.

Que el Papa sea argentino, ¿qué reper-cusiones puede tener en el país?

Todas muy buenas. Ya lo estamos vien-do. Lo que me llega de Buenos Aires es la alegría y la apertura al encuentro de la gente. Argentina tiene que encontrar un camino de fraternidad que surge de pertenecer a una misma comunidad, más allá de la diversidad. La diversidad no nos puede separar: nos tiene que enriquecer.

¿Y en el seno de la Iglesia argentina?Será un planteo más bien evangelizador,

marcando líneas en el plano de la verdad del Evangelio y del hombre, expresándolo en actitudes de sencillez y servicio. La ver-dad de Dios sobre el hombre presentada en rasgos de humildad, de encuentro.

¿Tiene alguna anécdota con el cardenal Bergoglio que recuerde?

En la Conferencia Episcopal, cuando era el presidente y cardenal, nos llamaba y nos decía: “Vení, sentate acá”, a tomar mate o charlar. Todo aquello que podía provocar distancias, él lo sacaba.

Con la elección del Papa, ¿cómo evalúa la presencia, en este contexto, del mensaje

ARANCEDOPRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA

José María

Francisco es el Papa que el mundo necesita

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El Papa con varios prelados argentinos, incluido Arancedo

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cristiano en los medios de comunicación de todo el mundo?

Los medios percibieron en Francisco valores del Evangelio que estaba esperando la gente. Como decía san Agustín: “Tarde te encontré. Mi corazón estuvo inquieto hasta que no descansó en Ti”. La figura y el testimonio de Francisco hoy es una riqueza para la humanidad.

Por otro lado, muchos periodistas ex-tranjeros me han consultado sobre si es cierto que el matrimonio Kirchner había rechazado audiencias con el cardenal Ber-goglio. Yo no me atrevería a decir eso. Y, si ha habido una distancia, la presencia de la presidenta en Roma, el que Francisco la haya recibido durante dos horas e invitado a comer, habla de una cercanía mutua. Este gesto del Papa habla de querer mirar hacia adelante. Yo mismo he estado con la presidenta Cristina estos días en Roma.

¿Cómo le fue?Muy bien. Lo que me ha dicho del en-

cuentro con el Papa dejaba entrever emo-ción y agradecimiento. “Fue una experien-cia única”, me decía. El mejor testimonio de lo que han conversado es el que está dando ella. Este gesto tiene que ser tam-bién iluminador para la Argentina. No debemos quedarnos en la lectura pequeña de acontecimientos del pasado. Hay gente que no tiene en cuenta el dato, y el dato es la realidad: la gente vive hoy una alegría.

Una Iglesia sin ropajesEn algunas iglesias particulares los

cardenales son tratados como príncipes. ¿La era Francisco será una revolución en ese aspecto?

Creo que sí. La Iglesia de Jesucristo ha tenido ropajes de diversas épocas cultura-les: la romana, la gótica, la renacentista,

la barroca. A veces quedan ropajes de una época anterior y la historia sigue. Por eso, el hoy de la Iglesia es siempre la actualidad del Evangelio. Hoy Bergoglio es Francisco, sucesor de Pedro. Eso requiere una mirada de fe y obediencia. Bergoglio es el Santo Padre, es Pedro, por más que yo tenga con él una amistad de años y nos tuteemos. Él va a vivir la autoridad que tiene como servicio.

Los teólogos Leonardo Boff y Hans Küng se han mostrado esperanzados con el nuevo pontificado. ¿Cree que Francisco buscará más unidad para toda la Iglesia?

El modo en que ha sido elegido Francisco, que no ha sido una componenda humana, sino una cosa de Dios, la gente lo ha visto. Estamos ante el papado que el mundo ne-cesita. En un mundo en guerra, en el que la brecha entre ricos y pobres se abre cada vez más, la palabra de Francisco explicitó lo que el mundo está necesitando. Es el Papa que Dios quiere para este momento, presencia viva de una Iglesia semejante, transparente del Evangelio que predica.

¿Cómo sigue su vida en Argentina?Tengo mucha esperanza y alegría. Hay

que seguir trabajando. Todo lo que está haciendo Francisco tiene que encontrar co-razones abiertos en los obispos, sacerdotes y laicos. Su gesto tiene que hacerse carne, porque es la palabra del Evangelio. Yo le prologué su último libro para la Editorial Claretiana, Mente abierta, corazón creyen-te. Ahí digo que siempre fue un hombre sencillo, que nunca anduvo buscando va-caciones. Un día le pregunté: “¿Qué hacés en enero?”. “Yo me quedo en Buenos Aires, en la curia.” “¿Pero qué hacés en la curia en verano?”. “Rezo, leo, escribo…” “¿Y qué leés?”. “Los clásicos”. Casi como un monje: es un hombre de gustos profundos y ricos.VIRGINIA BONARD. ROMA. FOTOS: NELSON POLLIECCLI

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Hace algunos días, la Secretaría de Desarrollo Social se vio envuelta en un escándalo

por el presunto uso de los programas sociales con fines electorales en Veracruz. Muchos coincidimos en que es lamentable que los recursos públicos de dichos programas se utilicen con fines partidistas. Sin embargo, el uso clientelar de los programas sociales no es una práctica exclusiva del Partido Revolucionario Institucional, con todo y su mala reputación a este respecto, sino el riesgo que inevitablemente conlleva el confiar el desarrollo primordialmente al gobierno. Por ello, este episodio nos invita a una reflexión todavía más profunda sobre el papel del Estado en el desarrollo social. Si bien hay bienes y servicios que, por su naturaleza, sólo pueden ser proporcionados por el Estado, el desarrollo social es uno de esos campos en los que la sociedad sí podría tener un papel más activo. De hecho, existen organismos de la sociedad que tienen un claro compromiso a favor de los más pobres y que trabajan día a día por ellos. Con todo, me parece que predomina una visión estatalista del desarrollo, en la que el gobierno se da a sí mismo el papel preponderante y muchos lo aceptamos pasivamente. Esto se debe en parte a nuestra historia, ya que durante los regímenes priístas del siglo XX el Estado controlaba gran parte de la vida de la sociedad. Sin embargo, durante los 12 años de administración panista tampoco hubo cambios significativos en este aspecto, pues el desarrollo continuó confiado a los grandes programas federales, como Oportunidades. El objetivo de cualquier acción o estrategia de desarrollo debe ser el crecimiento de la persona para hacerla más libre y capaz de ser protagonista de su vida, no más dependiente del poder en turno. Lo único que garantiza que se cumpla este objetivo es que haya un contrapeso vivo y operante a dicho poder, una vitalidad social que no se contente con pedir cuentas al gobierno, sino que lleve la voz cantante en materia de desarrollo.

El desarrollo ¿tarea del Estado o de la sociedad?

“VENTANA ABIERTA”

LAURA JUÁ[email protected]

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