Entrevista a Antonio Díaz Oliva

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1 POR MATÍAS CLARO, FRANCISCO GALLEGOS Y FRANCISCO ALFARO E n La soga de los muertos, el protagonista se obsesiona con la saga “Volver al Futuro”. En un momento de la narración, y luego de descubrir una foto del poeta que tanto admira su padre, se da cuenta del parecido de Nicanor Parra con el “Doc”. Los vínculos de Antonio y la trilogía de skates voladores y viajes en el tiempo no terminan ahí. Antonio Díaz Oliva nació en 1985, el mismo año que se estrenó la primera par- te de las aventuras de Marty McFly y el DeLorean. Y en el 2010, cuando se cumplían 25 años de dicho estreno, Antonio escribía su primera novela. Todo coincide. Coincide, porque Díaz Oliva es capaz de mezclar el cine y los libros, un niño con Nicanor, Moby Dick y Astérix. Sus refe- rencias son muchas y de las más diversas fuentes. Así como podemos estar hablan- do de los clásicos de la literatura, de pron- to pasamos a conversar de Mafalda o de Ginsberg, o de la ciencia ficción de Phillip K. Dick. En esta entrevista tuvimos la oportuni- dad de conocer más de este autor trans- versal. Lo hacemos viajar de vuelta al pa- sado, a sus primeras lecturas, a sus escri- turas juveniles, a redescubrir a los escrito- res que admira. A ese pasado que hizo po- sible, ante todo, armar su primera novela. Y sin necesidad de digitar fecha alguna en un auto volador. DÍAZ OLIVA, EL LECTOR - ¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura? - Lo que primero empecé a leer mucho fueron cómics: Mafalda, Astérix, Mampato. En el fondo, fue mi primer acercamiento a las historias. También eso de ver películas en las noches. Nuestra ge- neración vio muchas películas en TVN, Canal 13, en el cine en los centros; eso me acercó también al mundo de las historias. Me dio una cierta imaginería. - ¿Cuáles son los libros que te marcaron? Obviamente Los Detectives Salvajes (Roberto Bolaño). El momento en que me lo leí -me lo terminé en cuatro días, 1

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Entrevista al escritor chileno Antonio Díaz Oliva (Temuco, 1985) en el sitio web Ojoseco.cl. Por Matías Claro Valenzuela y Francisco Gallegos Celis.

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POR MATÍAS CLARO, FRANCISCO GALLEGOS Y FRANCISCO ALFARO

E n La soga de los muertos, el protagonista se obsesiona con la saga “Volver al Futuro”. En un momento de la narración,

y luego de descubrir una foto del poeta que tanto admira su padre, se da cuenta del parecido de Nicanor Parra con el “Doc”.

Los vínculos de Antonio y la trilogía de skates voladores y viajes en el tiempo no terminan ahí.

Antonio Díaz Oliva nació en 1985, el mismo año que se estrenó la primera par-te de las aventuras de Marty McFly y el DeLorean.

Y en el 2010, cuando se cumplían 25 años de dicho estreno, Antonio escribía su primera novela.

Todo coincide.

Coincide, porque Díaz Oliva es capaz de mezclar el cine y los libros, un niño con Nicanor, Moby Dick y Astérix. Sus refe-rencias son muchas y de las más diversas fuentes. Así como podemos estar hablan-do de los clásicos de la literatura, de pron-to pasamos a conversar de Mafalda o de Ginsberg, o de la ciencia ficción de Phillip K. Dick.

En esta entrevista tuvimos la oportuni-dad de conocer más de este autor trans-versal. Lo hacemos viajar de vuelta al pa-sado, a sus primeras lecturas, a sus escri-turas juveniles, a redescubrir a los escrito-res que admira. A ese pasado que hizo po-sible, ante todo, armar su primera novela. Y sin necesidad de digitar fecha alguna en un auto volador.

DÍAZ OLIVA, EL LECTOR

- ¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?

- Lo que primero empecé a leer mucho fueron cómics: Mafalda, Astérix, Mampato. En el fondo, fue mi primer acercamiento a las historias. También eso de ver películas en las noches. Nuestra ge-neración vio muchas películas en TVN, Canal 13, en el cine en los centros; eso me acercó también al mundo de las historias. Me dio una cierta imaginería.

- ¿Cuáles son los libros que te marcaron?

Obviamente Los Detectives Salvajes (Roberto Bolaño). El momento en que me lo leí -me lo terminé en cuatro días,

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leyendo ávidamente y también con todo el rollo de que Bolaño había muerto hace un año- fue como una lectura epifánica. Me gustó mucho cuando leí a George Or-well, 1984 y La granja de los animales. Lo encontré muy interesante. Y, también, dentro de esas lecturas, para mí fue impor-tante descubrir a los autores norteameri-canos: Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, Charles Bukowsky, Raymond Carver. Esa fue mi escuela para empezar a leer y me he movido mu-cho por esa línea. Yo leo muchos autores estadounidenses. Y, de lo último que he estado leyendo, uno que me tiene bien me-tido es Thomas Pynchon, que es un au-tor que nadie sabe si es verdad o mito, o qué. El tipo es genial; tiene cosas que son ilegibles, pero tiene cosas que son geniales y me he obsesionado al nivel que estoy buscando en internet, en foros, informa-ción sobre él, si es verdad que existe o es un invento.

- ¿Qué importancia le das a la lec-tura de los autores clásicos?

- Creo que, para mi generación y las que vienen, no hay que tenerles miedo a los clásicos. Antes de eso hay que leerlos. Yo nunca les tuve miedo y los leía harto. Re-cuerdo un verano, por ejemplo, en que leí Moby-Dick (Herman Melville), leí Rojo y Negro (Stendhal) y leí David Coper-field de (Charles) Dickens. Yo lo veía como una tarea: “ya, bueno me voy a leer este libro en un semana”. Todos los días leía 100, 150 páginas y, de repente, era difícil, intrincado. Hablaban sobre referen-cias que eran lejanísimas a mi país, a mi tiempo y a mí. Tal vez no hay que leer los clásicos para ser escritor.

- En tus lecturas, ¿está presente la ciencia ficción?

- Siempre me ha gustado la ciencia fic-ción, pero un tipo de ciencia ficción. Por ejemplo, Philip K. Dick en los cuentos es un maestro, igual de bueno que John

Cheever, sólo que, claro, era el loquito y escribía sobre robots. Y me gustan, dentro de esa corriente, autores latinoamericanos que se acercan a la ciencia ficción y toman elementos y los llevan a su mundo. Mario Levrero tiene libros que se acercan a la ciencia ficción súper buenos.

- ¿Qué autores chilenos te gustan?

- Para mí (Alberto) Fuguet es muy importante. De los más nuevos Missing, un libro que encontré increíble; muy bue-no lo que hacía de investigación, pero tam-bién tiene algo, una cuota de ficción. Todo lo que cuenta del sueño/pesadilla america-na, a partir del tío, me gustó mucho. Y también me gusta Por favor rebobinar, una novela súper arriesgada. No sé si es una novela o un libro de cuentos. Me gusta el mundo que hizo Fuguet, más allá de si uno pertenece o no a ese mundo. Y, de co-sas más antiguas, José Santos González Vera. Yo tengo un epígrafe en la novela que me gusta mucho, porque es un autor que escribe postales narrativas. Es un au-tor muy breve; tiene muy pocos libros y los lees como en una hora. Me gusta mucho esa brevedad y me gusta mucho esa gene-ración también. Aparte de González Ve-ra, Manuel Rojas. De los más actuales, Bisama. Cuando yo leí Caja Negra me

“P ara mí fue im-portante descu-brir a los auto-

res norteamericanos: Er-nest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, Charles Bukowsky, Raymond Car-ver. Esa fue mi escuela pa-ra empezar a leer y me he movido mucho por esa línea”.

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asombró mucho, porque es una novela muy deforme. Es una novela que jugaba a romper el esquema de la novela. Tenía to-da la basura pop-trash metida dentro. Y también, por cosa generacional, leí a todos mis coetáneos: Pablo Toro, Diego Zúñiga, Francisco Díaz Klassen, Juan Pablo Roncone.

- ¿Qué estás leyendo ahora?

- Ahora, en estos momentos, estoy sal-dando una deuda. No había leído Pastoral americana, de Philip Roth, y estoy ya terminándola. Es increíble, como casi todo lo que ha hecho Roth. El tipo es increíble por la manera en que narra todo. También es impresionante, si ves la carrera de Roth: un tipo que se levanta cuando ya está viejo.

Y, ahora, leí una novela de un autor gringo que es inmigrante ruso que se llama Gary Shteyngart, que se llama Super sad love true story. Está situada en el fu-turo, en Nueva York.

DÍAZ OLIVA, EL ESCRITOR

- ¿Cuándo empezaste a escribir?

- Yo creo que siempre estuvo ahí el bi-chito. En un momento, como que sale del

escondite de donde estaba. Lentamente, en tercero o cuarto medio, pero muy lenta-mente, escribía cosas que no terminaba. Estaba ahí rondando. Y después, en la uni-versidad, empecé a escribir más, no sé, tres veces a la semana. Ahí tenía más tiem-po. En vacaciones trataba de escribir todos los días.

- ¿Buscas parecerte a algún escri-tor cuando escribes?

- Yo antes quería escribir una novela, digamos, tirada para Bolaño, tirada para esa onda. Y después empecé a escribir La soga de los muertos. Encuentro que no se parece mucho a ninguno de los autores. Entonces, siempre tienes que escribir lo que te salga. Las mejores influencias son las que no se notan. Simplemente, un buen autor te abre la mente desde que te mues-tra mundos, desde que puede dar más pa-labras, qué sé yo, pero no se tiene que no-tar en tu prosa, tu argumento o trama.

- ¿Qué escenas de otros libros te representan como escritor?

- Por ejemplo, en Mantra, de Rodrigo Fresán, hay un momento al principio, que es cuando el narrador va contando cuando iba al colegio en México. Hay un momento en que están en la sala de clases y la profesora sale y el narrador tiene al frente a un compañero que era como muy freak. El compañero, en un momento, saca una pistola y se la pone en la boca. Todos quedan así como “qué onda” y el huevón hace “click”. Y no tenía ninguna bala, na-da, y después guarda la pistola, entra la profesora y siguen haciendo la clase, con todos los cabros chicos traumados. Fresán agarra esto de una forma muy buena, y yo decía “¿qué es esto?”, muy asombrado. De Bolaño, de Los Detectives Salvajes, la parte final de la primera parte, que es cuando están escapándose de los tipos que van a pegarle y empieza la road movie del libro: esa parte me gustó mu-cho.

“L as mejores in-fluencias son las que no se notan.

Simplemente, un buen au-tor te abre la mente desde que te muestra mundos, desde que puede dar más palabras, qué sé yo, pero no se tiene que notar en tu prosa, tu argumento o trama”.

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- ¿Cómo nace tu novela La soga de los muertos?

- La soga de los muertos son tres histo-rias. La primera es la de Allen Ginsberg, cuando vino el poeta norteamericano, au-tor de El aullido, ese poema generacional. Vino a Chile en 1960; estuvo mucho tiem-po en Chile, como cinco o seis meses ron-dando por acá. Entonces a mí siempre me había parecido muy raro qué vino a hacer este huevón a Chile, y empecé a investigar y después me puse a escribir no más lo que vino a hacer Ginsberg a Chile. Escribí mucho; ficcioné, obviamente, a raíz de lo

que había pasado. También, en un mo-mento, empecé a pensar en mi infancia y empecé a recordar que mi viejo, alguna vez, estuvo metido en un grupo que quería que Nicanor Parra ganase el Premio No-bel en los noventa. También empecé a es-cribir sobre eso de un tirón. Y después, a partir de eso, escribí la historia de un niño creciendo en los años noventa, que su viejo está metido en alguna cosa muy misteriosa y cuando tengo esas tres historias, lo que hice fue empezar a probar estructuras. Mezclar esta aquí y acá; y en eso me pasé harto tiempo, unos ocho meses probando estructuras, hasta que llegué a una más o menos definitiva. Yo también quería hacer algo no tan convencional, en el sentido de que la novela es más experimental de lo que muchos pensaban que yo iba a escri-bir. Mucha gente pensaba que yo iba a es-cribir algo más formal y eso me gusta, por-que encuentro que hay que experimentar harto. Por eso me gusta que la novela sea fragmentaria, que sea una novela de links. También uno intenta, claro, racionalizar cómo fue el proceso de escritura o qué habría hecho, pero son cosas que se van dando en el camino y no tienes tantas res-puestas a eso.

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“Y o quería hacer algo no tan convencional,

en el sentido de que la no-vela es más experimental de lo que muchos pensa-ban que yo iba a escribir. Por eso me gusta que la novela sea fragmentaria, que sea una novela de links”.

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