Entrevista a carme macías dm 01 05 2011

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Diario de Palma Diario de Mallorca DOMINGO, 1 DE MAYO DE 2011 16 Nació un de abril sin que a una mujer marcada por las letras y los números dobles –en vino al mundo, en entró a tra- bajar como auxiliar de biblioteca y por los pelos no se jubiló en sino un año antes– le haya hecho republicana. Carmen Macías Ba- chiller hizo su propia república durante años en la biblioteca municipal de Cort. Primero estu- vo junto a Martina Pascual, des- pués cuando ésta se retiró ejerció de bibliotecaria pero cobrando “un salario inferior al trabajo que desempañaba” , señala. Nacida en Palma, ahora mira el Paseo Marí- timo donde vive y donde lamenta “tantos palos de barcos que no de- jan ver el horizonte” . Desde ese mi- rador asegura en voz alta: “¡Me pa- rece mentira haber llegado hasta aquí. Tener los años que tengo!” . Suelta una carcajada plena de vida, una vida de años que ha sido, y es, intensa. Una biblioteca es un cosmos que sólo los muy observadores pueden comprobar. Esta mallor- quina, amante de la pintura, la música, el cine, los viajes y los li- bros “y también la televisión, pero¡ muy escogidos los programas que veo!” , no se arruga cuando dice: “Yo nací para ser libre y para que ningún hombre me atara a su vida” . —En los años no era frecuen- te que las mujeres en España es- tudiaran carrera. ¿Fue usted una privilegiada? —Estudié Magisterio. Era la única carrera que tenía salida sólo que a mí no me gustaba. Estudié porque mi madre me empujó a ser una mujer libre. Ella estaba separada y tenía a su cargo cuatro hijos. Tuvo que luchar mucho para sacarnos adelante y siempre valoró los es- tudios por encima de otras cosas. Es cierto que en mi tiempo la mu- jer parecía destinada a casarse y tener hijos, pero yo escogí otro ca- mino: dirigir mi vida. ¡Un privile- gio total! —La docencia se le resistió y optó por los libros. ¿Cómo se produce su entrada en la biblio- teca municipal de Palma? —Yo no me veía como maestra. Entre con años en la biblioteca. Nos presentamos trece mujeres para una sola plaza. Creí que no la sacaría porque las otras decían que era para ellas y yo me asusté, pero la gané con un examen sobre el Siglo de Oro. —La biblioteca de Cort acaba de celebrar su aniversario. Usted es buena parte de su historia... —(Risas) El trabajo no hizo más que darme alegrías. Se me pasaba el día volando. Iba mucha gente. —¿Qué tipo de personas? —Llegué a detectar tres tipos: el que leía el Boletín Oficial de Esta- do a diario, el estudiante que ve- nía a encontrarse con niñas y por último, los lectores del periódico. ¡Era cómico ver a alguno porque al acabar de leer el diario volvían a empezar para irritación de los que hacían cola esperando su tur- no para leerlo! —La biblioteca, nacida gracias a la iniciativa de Emili Darder, ha sufrido algunas reformas pero mantiene aquel aire de otro tiempo. ¿Es la mejor biblioteca de Palma? —Es, desde luego, muy bonita y menos mal que con la reforma quitaron aquellas lamparitas de las mesas que no hacían más que molestar, pero creo que se equi- vocaron en algunas cosas. Como sabrás está integrada por los fon- dos de Garau, Villalonga y Llabrés, aunque por falta de espacio éstos se trasladaron a otro lugar, quiso abarcar demasiado. Creo que de- bería haberse especializado. ¡Era una vergüenza que te pidieran li- bros y que los tuviéramos tan an- ticuados! Claro que nos faltaba es- pacio y eso para una biblioteca es un problema. —¿No se le pasó por la cabeza cambiar de aires en tantos años? —En pedí permiso para irme a Londres seis meses. Me guarda- ban la plaza. Fue cuando entró Margalida Llauger, una mujer in- teligentísima, cuya marcha a Áfri- ca lamenté porque me encantó trabajar con ella. —, Londres. ¡Debería haber ido a París! —Fui a trabajar de au-pair y a aprender inglés. ¡Dios mío qué frío pasé! ¡Qué clima más asqueroso y luego aquella gente tan fría, ¡me daban ganas de zarandearlos por- que eran tan inexpresivos. Siem- pre decían very nice, todo lo suyo era very nice, ¡madre mía con ese mal gusto que tienen. Y aquellos bacon eggs... Me daban unas arca- das! —Veo que le encantó. ¿Se enfa- da cuando oye la expresión rata de biblioteca? ¿Ha conocido a al- guna? —Las exageraciones no me gus- tan. Y sí las he conocido de todas las clases sociales. —¿Qué opinión le merecen los sucesivos alcaldes con los que quizá coincidía en Cort? —Estoy enormemente agradeci- da a Ramon Aguiló. Yo entré en la biblioteca por oposición libre como auxiliar. Después obtuve por oposición restringida la plaza de ayudante. A partir de , tra- bajé de bibliotecaria pero con un sueldo inferior al que me corres- pondía. Hice de tonta. Lo supe después cuando me advirtieron que estaba trabajando de más y cobrando de menos. Lo digo sin rabia y sin rencor pero se aprove- charon. Gracias a Ramon Aguiló mi salario se equilibró con justicia a mi trabajo. A Catalina Cirer la paré un día para decirle que era una vergüenza cómo estaban de- jando abandonado Cala Major y San Agustín. Ahora dicen que lo van a arreglar pero ¡yo no lo veré! —¿Por qué ser bibliotecaria pa- rece un oficio de mujeres? —Bueno, no sé. Los hombres tiran más a los archivos, quizá les guste más estar en contacto con los pa- peles y a las mujeres nos gusten más las personas. Quién sabe. —¿Hubo robos? —No que yo recuerde, lo que sí ha- cían algunos era recortar láminas de los libros de arte. Lo que sí se hacía mucho en la biblioteca era cambiar los paraguas. -¿Qué tipos de libros eran los más solicitados? —Cuando yo estuve no se hacían préstamos y los que tienen mucho dinero no iban a las bibliotecas porque ya tienen la suya, aunque recuerdo a Robert Graves con aquel cestón y tan mal vestido, y a Cela. Éste nunca me gustó ni como persona ni como escritor; salvo un par de libros, el resto de sus obras se me caían de las ma- nos. Prefiero a Miguel Delibes. —¿Usted diría que Palma es una ciudad lectora? —Yo diría que no, y además la te- levisión ha restado muchos lecto- res. —¿Qué tal lleva la jubilación? Hay quien no lo resiste. —¡Uy qué va! Me dediqué en cuer- po y alma a mi trabajo pero una vez que me jubilé no he vuelto a la biblioteca. Soy una entusiasta de la música, me encanta la pintura (en su casa tiene pinturas de su so- brino Lluís Macías que vive en Nueva York y guarda celosamen- te una dedicatoria de Miquel Bar- celó cuando le dieron el Príncipe de Asturias que estampó sobre la información de este diario), me encanta viajar; cuando estuve en Machu Pichu creí en Dios. ¿Lo co- noces? Ni me he casado ni he te- nido hijos, pero tengo sobrinos y he estudiado, y eso no te lo quita nadie. Carmen Macías Bachiller Ha pasado 43 años en la biblioteca municipal de Palma, en un trabajo al que se dedicó “en cuerpo y alma” y donde vio desfilar a Robert Graves y a Cela, entre muchos más, pero la vida de esta mallorquina de 89 años está jalonada de actos de libertad. “No me he casado ni he tenido hijos pero tengo estudios y eso nadie te lo puede quitar”, dispara. “Estudié una carrera porque mi madre me empujó a ser libre” “A los hombres les gustan los archivos porque quizá prefieran estar con papeles, y las mujeres, con personas” “Francamente, no creo que se pueda decir que Palma sea una ciudad muy lectora” Carmen Macías vive en el Paseo Marítimo: “¡Quién me lo hubiera dicho!” . Lourdes Durán MUJERES DE HOY MIQUEL MASSUTÍ

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Entrevista a Carmen Macías publicada al Diario de Mallorca 1 de Maig de 2011. Descansi en pau.

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Diario de Palma

Diario deMallorcaDOMINGO, 1 DE MAYO DE 201116

Nació un de abril sin que auna mujer marcada por las letrasy los números dobles –en vino al mundo, en entró a tra-bajar como auxiliar de bibliotecay por los pelos no se jubiló en sino un año antes– le haya hechorepublicana. Carmen Macías Ba-chiller hizo su propia repúblicadurante años en la bibliotecamunicipal de Cort. Primero estu-vo junto a Martina Pascual, des-pués cuando ésta se retiró ejercióde bibliotecaria pero cobrando“un salario inferior al trabajo quedesempañaba”, señala. Nacida enPalma, ahora mira el Paseo Marí-timo donde vive y donde lamenta“tantos palos de barcos que no de-jan ver el horizonte”. Desde ese mi-rador asegura en voz alta: “¡Me pa-rece mentira haber llegado hastaaquí. Tener los años que tengo!”.Suelta una carcajada plena devida, una vida de años que hasido, y es, intensa.

Una biblioteca es un cosmosque sólo los muy observadorespueden comprobar. Esta mallor-quina, amante de la pintura, lamúsica, el cine, los viajes y los li-bros “y también la televisión, pero¡muy escogidos los programas queveo!”, no se arruga cuando dice:“Yo nací para ser libre y para queningún hombre me atara a suvida”.—En los años no era frecuen-te que las mujeres en España es-tudiaran carrera. ¿Fue usted unaprivilegiada?—Estudié Magisterio. Era la únicacarrera que tenía salida sólo que amí no me gustaba. Estudié porquemi madre me empujó a ser unamujer libre. Ella estaba separada ytenía a su cargo cuatro hijos. Tuvoque luchar mucho para sacarnosadelante y siempre valoró los es-tudios por encima de otras cosas.Es cierto que en mi tiempo la mu-jer parecía destinada a casarse y

tener hijos, pero yo escogí otro ca-mino: dirigir mi vida. ¡Un privile-gio total!—La docencia se le resistió yoptó por los libros. ¿Cómo seproduce su entrada en la biblio-teca municipal de Palma? —Yo no me veía como maestra.Entre con años en la biblioteca.Nos presentamos trece mujerespara una sola plaza. Creí que no lasacaría porque las otras decíanque era para ellas y yo me asusté,pero la gané con un examen sobreel Siglo de Oro.—La biblioteca de Cort acaba decelebrar su aniversario. Ustedes buena parte de su historia...—(Risas) El trabajo no hizo másque darme alegrías. Se me pasabael día volando. Iba mucha gente.—¿Qué tipo de personas?—Llegué a detectar tres tipos: elque leía el Boletín Oficial de Esta-do a diario, el estudiante que ve-nía a encontrarse con niñas y porúltimo, los lectores del periódico.¡Era cómico ver a alguno porqueal acabar de leer el diario volvíana empezar para irritación de losque hacían cola esperando su tur-no para leerlo!—La biblioteca, nacida gracias ala iniciativa de Emili Darder, hasufrido algunas reformas peromantiene aquel aire de otrotiempo. ¿Es la mejor bibliotecade Palma?—Es, desde luego, muy bonita ymenos mal que con la reformaquitaron aquellas lamparitas delas mesas que no hacían más quemolestar, pero creo que se equi-vocaron en algunas cosas. Comosabrás está integrada por los fon-dos de Garau, Villalonga y Llabrés,aunque por falta de espacio éstosse trasladaron a otro lugar, quiso

abarcar demasiado. Creo que de-bería haberse especializado. ¡Erauna vergüenza que te pidieran li-bros y que los tuviéramos tan an-ticuados! Claro que nos faltaba es-pacio y eso para una biblioteca esun problema.—¿No se le pasó por la cabezacambiar de aires en tantos años?—En pedí permiso para irmea Londres seis meses. Me guarda-ban la plaza. Fue cuando entróMargalida Llauger, una mujer in-teligentísima, cuya marcha a Áfri-ca lamenté porque me encantótrabajar con ella. —, Londres. ¡Debería haberido a París!—Fui a trabajar de au-pair y aaprender inglés. ¡Dios mío qué fríopasé! ¡Qué clima más asqueroso yluego aquella gente tan fría, ¡medaban ganas de zarandearlos por-que eran tan inexpresivos. Siem-pre decían very nice, todo lo suyoera very nice, ¡madre mía con esemal gusto que tienen. Y aquellosbacon eggs...Me daban unas arca-das!—Veo que le encantó. ¿Se enfa-da cuando oye la expresión ratade biblioteca? ¿Ha conocido a al-guna?—Las exageraciones no me gus-tan. Y sí las he conocido de todaslas clases sociales.—¿Qué opinión le merecen los

sucesivos alcaldes con los quequizá coincidía en Cort?—Estoy enormemente agradeci-da a Ramon Aguiló. Yo entré en labiblioteca por oposición librecomo auxiliar. Después obtuvepor oposición restringida la plazade ayudante. A partir de , tra-bajé de bibliotecaria pero con unsueldo inferior al que me corres-pondía. Hice de tonta. Lo supedespués cuando me advirtieronque estaba trabajando de más ycobrando de menos. Lo digo sinrabia y sin rencor pero se aprove-charon. Gracias a Ramon Aguilómi salario se equilibró con justiciaa mi trabajo. A Catalina Cirer laparé un día para decirle que erauna vergüenza cómo estaban de-jando abandonado Cala Major ySan Agustín. Ahora dicen que lovan a arreglar pero ¡yo no lo veré!—¿Por qué ser bibliotecaria pa-rece un oficio de mujeres? —Bueno, no sé. Los hombres tiranmás a los archivos, quizá les gustemás estar en contacto con los pa-peles y a las mujeres nos gustenmás las personas. Quién sabe.—¿Hubo robos?—No que yo recuerde, lo que sí ha-cían algunos era recortar láminasde los libros de arte. Lo que sí sehacía mucho en la biblioteca eracambiar los paraguas. -¿Qué tipos de libros eran los

más solicitados?—Cuando yo estuve no se hacíanpréstamos y los que tienen muchodinero no iban a las bibliotecasporque ya tienen la suya, aunquerecuerdo a Robert Graves conaquel cestón y tan mal vestido, y aCela. Éste nunca me gustó nicomo persona ni como escritor;salvo un par de libros, el resto desus obras se me caían de las ma-nos. Prefiero a Miguel Delibes.—¿Usted diría que Palma es unaciudad lectora?—Yo diría que no, y además la te-levisión ha restado muchos lecto-res.—¿Qué tal lleva la jubilación?Hay quien no lo resiste.—¡Uy qué va! Me dediqué en cuer-po y alma a mi trabajo pero unavez que me jubilé no he vuelto a labiblioteca. Soy una entusiasta dela música, me encanta la pintura(en su casa tiene pinturas de su so-brino Lluís Macías que vive enNueva York y guarda celosamen-te una dedicatoria de Miquel Bar-celó cuando le dieron el Príncipede Asturias que estampó sobre lainformación de este diario), meencanta viajar; cuando estuve enMachu Pichu creí en Dios. ¿Lo co-noces? Ni me he casado ni he te-nido hijos, pero tengo sobrinos yhe estudiado, y eso no te lo quitanadie.

Carmen Macías BachillerHa pasado 43 años en la biblioteca municipal de Palma,en un trabajo al que se dedicó “en cuerpo y alma” y dondevio desfilar a Robert Graves y a Cela, entre muchos más,pero la vida de esta mallorquina de 89 años está jalonadade actos de libertad. “No me he casado ni he tenido hijospero tengo estudios y eso nadie te lo puede quitar”, dispara.

“Estudié unacarrera porquemi madre meempujó a ser libre”

“A los hombres les gustanlos archivos porque quizáprefieran estar con papeles,y las mujeres, con personas”

“Francamente, no creoque se pueda decir quePalma sea una ciudadmuy lectora”

Carmen Macías vive en el Paseo Marítimo: “¡Quién me lo hubiera dicho!” .

Lourdes Durán

MUJERES DE HOY

MIQUEL MASSUTÍ