Entrevista a Diego Frenkel - Músico
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Llévame a lo hondo
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Maru Drozd
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Magalí Flaks
EL EX CANTANTE DE LA PORTUARIA ACABA DE EDITAR CÉLULA, UN DISCO QUE PROPONE UNA RENOVACIÓN
EN SU LENGUAJE LÍRICO Y MUSICAL. AFIANZADO COMO SOLISTA, DICE: “SIENTO UNA LIBERTAD POSITIVA: LA
DE SER AUTÓNOMO Y COMPARTIR LA VIDA CON GENTE QUE TAMBIÉN TIENE Y VALORA ESA AUTONOMÍA”.
NNo tengo ninguna afinidad con la tarde. Por mí, el mundo podría desaparecer entre las 13 y las 16.30”, dice y sonríe, Diego Frenkel. Está contento. Su cuarto disco so-lista, Célula, ya sonó en varios escenarios del país y él lo sigue presentando junto a los músicos que lo acompañan desde El día después (2010): Lucy Patané en guitarra, Pedro Bulgakov en batería, Florencio Finkel en bajo e Ignacia Etcheverry en teclados.
“Un grupo humano alucinante, el aparato sanguíneo de esta célula”, define Frenkel. En 1984, formó Clap, grupo que al diluirse reunió a algunos de sus integrantes en La Portuaria. Con esa banda, el cantante grabó 10 discos y, durante dos décadas, recibió el reconocimiento del públi-co y la prensa –contando entre sus fans, nada menos que a David Byrne–. Hoy, a los 47 años, las búsquedas de Frenkel son otras, pero siempre son búsquedas y siempre son personales, creati-vas y experimentales. Su universo es vasto. “También hago producciones y música de películas; me encanta”, asegura. Además, colabora en proyectos de danza y teatro y suele involucrarse en las obras de su mujer, Mayra Bonard. A la par, realiza cursos y seminarios de desarrollo de la voz, interpretación, dirección y producción con cantantes, actores y bailarines. “Ser músico es una misión y una labor en la vida”, dice. Al escucharlo, uno siente ganas de tomar nota de sus reflexiones. Él parece disfrutar de elaborar esos pensamientos, como si nunca perdiera la capacidad de asombro ni la mirada aguda, procurando distinguir cada detalle. También parece haber en él un niño interior que aflora cada vez que se ríe y contagia.
¿Cómo fue tu infancia?
Fue caótica, nómade. El arte fue un refugio para
mí. Viví en tres países diferentes y, en Buenos
Aires, pasé diez años yendo de casa en casa, sin
tener un territorio propio muy seguro. Pero de
a poco fui encontrando amparo en los afectos
personales y en el camino que me llevó el arte.
Hoy tengo mi familia, mi casa.
¿Cómo llegaste a la música?
Fue uno de esos primeros refugios emocionales
y una fuente de energía para confrontar rea-
lidades difíciles. A los 4 años tuve una especie
de enamoramiento impactante con los Beatles,
cuando vi Submarino amarillo y escuché Sgt.
Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Fue el dis-
parador de una bomba artística que explotó en
mi cabeza. Me gustaba mucho tocar el bongo
y la percusión. La revelación fue cuando me di
cuenta, en séptimo grado, de que por eso te-
nía mucho éxito con las chicas. También bailar
rocanrol –algo que aprendí de mi mamá– me
dio “handicap” con las chicas. No tenía otros
elementos de seducción, pero era bastante exi-
toso. Después, hubo un despertar cuando des-
cubrí la guitarra. Atravesé la adolescencia en
plena dictadura militar. Para muchos de noso-
tros, la música fue la salvación, la salida.
¿En que momento de tu carrera llega Célula?
Este disco me encuentra en un proceso de un
importante cambio estético. Tengo la sensa-
ción de estar atravesando una renovación en
el lenguaje musical y lírico. En El día después,
mi disco anterior, hubo un quiebre y un re-
nacimiento personal importante. Célula fue
hecho después de mucha investigación sono-
ra y artística. Quería lograr canciones que se
sostuvieran sobre una estructura diferente a la
clásica base de mis temas, sin dejar de ser in-
tensas. También buscaba texturas nuevas den-
tro del universo del rock y las vertientes con
las que siempre he trabajado (música electró-
nica abstracta, étnica, etcétera), mixturadas.
Esa síntesis nos llevó mucho trabajo porque lo
hicimos, en gran parte, experimentando con
la banda dentro de la sala de ensayo, bajo mi
dirección. Tratamos de corrernos del proceso
estándar que cualquier músico emplea en la
primera fase, porque naturalmente uno podría
ir al lugar seguro.
¿Es un disco más complejo de llevar al vivo?
Sí, pero es muy divertido hacerlo. Es un desafío
rítmico interesante. Lo que acabo de descubrir
es que el disco me resulta muy sexy. Tiene una
pulsión sanguínea muy fuerte detrás de una
poética a veces inquietante, abismal, que tie-
ne que ver con un estado de ánimo. Nos llevó
mucho ensayo trasladar este material al vivo.
Igual, se lo puede llevar a distintos lugares. In-
cluso se puede lograr que la gente esté más ac-
tiva físicamente, a pesar de que no es un disco
sólo bailable y tiene un par de baladas intensas.
Me gusta compartir con la gente un espacio
más dinámico, menos pasivo: bailar, caminar,
compartir un espacio físicamente.
::DIEGO FRENKEL Revista G7 Música
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Tus discos también tienen algo de soundtrack…
Es que para mí la música es como una alfombra
mágica a la que uno puede subirse y dejarse lle-
var. Se puede viajar a nivel corporal, mientras
la mente y la percepción se desplazan por otros
lados. Por eso viajar es tan lindo y tan enrique-
cedor: no sólo se traslada el cuerpo, sino que el
espíritu ahonda en diferentes zonas. Y cuando la
música te acompaña en un viaje, se abre esa di-
mensión. Representa un poco lo que vas viendo
detrás de la ventana del auto, micro o tren cuan-
do llegás a una ciudad. O, incluso, cuando la atra-
vesás en bicicleta.
¿La idea de que Célula fuese una obra concep-
tual fue previa a su composición?
No, fue concebida como una obra conceptual a
partir de un encuentro cósmico con [el artista]
Claudio Roncoli, que me cedió su obra para el arte
de tapa. Vino a mi casa a escuchar el material, a
involucrarse un poco y me ayudó a ponerle el tí-
tulo, que es el de uno de los temas. Y cuando lo
bautizamos Célula y pusimos la palabra en el cen-
tro de su obra, me di cuenta de que conceptuali-
zaba absolutamente todo el disco y me ayudaba
a encontrar la unidad, tema tras tema. Tal es así
que en el show presentamos todas las canciones
seguidas, como un viaje.
Es la primera vez que subís un disco a inter-
net para que se escuche gratis. ¿Qué te llevó
a hacerlo?
Sí, es la primera vez que subo un disco entero,
y también está disponible en iTunes. Hay que
abrirlo a todos los formatos. Esa posibilidad es
una maravilla. Antes, el único camino eran las
radios que, por lo general, hacen lo que man-
dan –o pagan– los grandes grupos de poder. Me
parece bárbaro que la gente pague por tener la
música en su propio aparato, ya sea comprando
el disco físico o no. Es un tema muy complejo
porque en Argentina la gente no está acostum-
brada a comprar música online y los sistemas
de compra no son tan accesibles para todos.
Hay mucha gente que compra música, mucha
que la baja y mucha que se compra discos fí-
sicos. Las nuevas generaciones lo hacen, sobre
todo, en los shows. El deterioro de la industria
discográfica tal como estaba planteada antes
hizo que bajaran las posibilidades de los mú-
sicos de tener un caudal de producción y, a la
vez ganar, plata vendiendo música grabada. A
los músicos no les sumó nada; sólo una distri-
bución democratizada en internet. Es una situación
ambigua, contradictoria, un problema sin resolver.
¿Cómo encarás la composición de un disco?
La etapa de composición es más “intro”. La
creativa es un momento muy particular porque
estás muy sensible y con los poros muy abier-
tos al entorno y a las emociones. Después, la
grabación, la plasmación del material, es muy
activa y agotadora. Y la etapa de expansión y de
exposición, que es ésta, es alegre. Implica estar
más conectado con la humanidad de la manera
en que yo sé hacerlo: a través de mi música.
¿En qué momento del proceso creativo sur-
gen las letras?
Históricamente, en el 95 % de los casos, he es-
crito la letra después de la música. Me cuesta
ponerle música a una letra. La música sale es-
pontáneamente, fluye. Con la letra hay que
bucear en otro lugar, es una tarea ardua y, a
veces, incómoda e indeseable. Pero sin letra
no hay canción ni sentido. Es bien interesan-
te porque de esa imposibilidad nace un todo
en el que la letra y la música son indivisibles.
Después, cuando me enfrento a las letras ter-
minadas, me doy cuenta de que estaba sobre
una temática importante. La letra de una can-
ción expresa mundos que no puedo poner en
palabras de manera consciente. Me dejo llevar
por imágenes, sonoridades, sueños antiguos y
estados de ensoñación, esa penumbra donde el
pensamiento está en una zona entre la razón y la
sinrazón. Eso es lo que tiñó las letras de este disco.
“LA MÚSICA ES COMO UNA ALFOMBRA
MÁGICA A LA QUE UNO PUEDE SUBIRSE Y
DEJARSE LLEVAR. SE PUEDE VIAJAR A NIVEL
CORPORAL, MIENTRAS LA MENTE Y LA
PERCEPCIÓN SE DESPLAZAN POR OTROS LA-
DOS. POR ESO VIAJAR ES TAN LINDO Y TAN
ENRIQUECEDOR: NO SÓLO SE TRASLADA EL
CUERPO, SINO QUE EL ESPÍRITU AHONDA
EN DIFERENTES ZONAS”.
Revista G7 Música DIEGO FRENKEL
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“CUANDO LOS MÚSICOS –QUE SIEMPRE
HAN ESTADO DESPROTEGIDOS A NIVEL
LEGAL– TENGAN UN AVAL MÁS FUERTE, LA
SOCIEDAD Y LOS MISMOS ARTISTAS VAN A
VALORAR MÁS SU TRABAJO”.
·Más información en: www.diegofrenkel.com.ar
¿Cuándo consideras que un disco está terminado?
Alguna vez leí que los discos se abandonan, no
se terminan. Antes tenía problemas con eso,
sentía que siempre podía darle una vuelta más
a la obra. Recién con mis últimos dos discos me
relajé y aprendí a soltar el disco en la etapa final
y a disfrutar que tenga su vida propia. Eso fue
gracias a las manos compañeras de Fernando
Taverna, el técnico con el que vengo trabajando
hace años. El límite es la intuición.
¿Cómo te llevás hoy con la autocensura?
Estoy muchísimo más relajado, no miro tan-
to. Actúo y corrijo cosas, pero no me doy tanta
máquina con aplastar algo. La mirada extrema
sobre las cosas es muy peligrosa porque las po-
des dejar sin vida. Y, por lo demás, para ser un
artista hay que cagarse un poco en la mirada de
los otros.
¿Qué cosas cambiaron al ser un músico in-
dependiente?
En realidad, nunca me corrieron con los tiem-
pos. Hoy tengo más independencia porque soy
solista, a pesar de que tengo una banda que me
respalda y con la que comparto intensamente
el escenario. Siento una libertad positiva: la de
ser autónomo y compartir la vida con gente
que también tiene y valora esa autonomía.
¿Estuviste involucrado en la Ley de la Música?
Apoyé todo ese proceso. Soy muy partidario
del proyecto porque propone la creación de un
Instituto de la Música que otorgaría subsidios
para la música grabada, algo que hasta ahora no
existe. Eso permite pensar a la música como un
hecho cultural que puede ser sustentado por el
Estado, lo que aliviaría mucho las posibilidades
de producción.
¿Cómo viviste el proceso de pasar de la ma-
sividad de La Portuaria a ser solista?
Fue un proceso muy largo. La mayor masividad
de La Portuaria fue en los ‘90; la segunda etapa
fue muy distinta a pesar de que hicimos temas
muy populares. La masividad de la primera
época está ligada a un momento de ruptura
generacional. Yo tenía 28 años y estaba conec-
tado con una energía muy distinta a la que ten-
go ahora, que tengo 47. A esa edad, necesitás
una fuerza irruptiva muy grande para hacerte
un lugar en el mundo. Por lo menos, así lo viví
yo. Luego, esa energía va mutando y hoy hasta
el mundo se mueve por una energía “rizomá-
tica”. La energía se distribuye más en forma
horizontal, en redes, no de manera vertical y
masculina. Así que vivo de acuerdo a mi edad
y al modo en que se distribuye la energía en la
música, el mundo y la información.
¿Cómo ves la escena musical local?
Hay mucha fuerza emergente en grupos in-
dependientes que no son lo que se llama “de
rock”. Hubo un deterioro muy fuerte a partir
de la segunda parte del menemismo y costó
mucho sostener un lenguaje musical y poético
en el que el rock y el pop dialogaran con el arte
contemporáneo sin ser una expresión vacía y
barata. Apoyo a las bandas y a los artistas in-
dependientes nuevos. En este país, les cuesta
emerger porque hay un dominio fuertísimo de
las corporaciones. Espero que la Ley de Medios
y la Ley de la Música propicien un cambio por-
que los jóvenes no tienen acceso a verdaderas
producciones. Acá está un poco desdibujado
el rol del productor artístico. Debería haber
obras con mucho trabajo, respaldadas por una
estructura social, cultural. Cuando los músicos
–que siempre han estado desprotegidos a nivel
legal– tengan un aval más fuerte, la sociedad y
los mismos artistas van a valorar más su trabajo.
Revista G7 Música DIEGO FRENKEL