Entrevista a Francisco Mouat

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1 POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS F rancisco Mouat (Santiago, 1962, periodista y escritor) nos recibe en el departamento donde -él nos cuenta- pasa la mayor parte del tiempo. A este lugar llega temprano en la mañana a escribir y leer, revisar su correo electrónico, preparar las clases de los distintos talleres literarios que conduce y que se realizan ahí mismo, leer el diario, escribir su columna para la revista El Sábado, leer, revisar algún asunto de Lolita Editores, escribir otra vez y, a veces, recibir personas amigos e intrusos, como nosotros- que lo vienen a ver y con quienes se puede quedar conver- sando un buen rato de libros y fútbol. Cuando anda en un “día distraído” pue- de pasar la tarde dándole vuelta a una idea, a una historia que le contaron, pen- sando en algo que a veces se le escapa y otras veces logra descifrar. Quizás en una de esas tardes se le ocu- rrió levantar el proyecto de Lolita Edito- res. Junto a amigos y familiares crearon una editorial que publica sólo libros que les gustan y los apasionan. No se manejan por las pautas del mercado ni deseos de obtener mejores márgenes de ganancia. Cuando empezó este negocio tenía un ca- pital de cincuenta “lucas”; hoy poseen un amplio catálogo de libros que abarca des- de poesía, ensayos, crónicas y entrevistas hasta, por supuesto, todos los libros que “Pancho” Mouat ha escrito. Mucho de lo que pasa en la vida de Mouat tiene que ver con libros: leerlos, escribirlos o editarlos. Eso sí, el nombre “Lolita” no viene de la novela de Nabokov. No, no es un nombre “literario”. Lolita era una mascota, un pastor alemán en cuyo recuerdo bautizaron a la editorial. Claro, aunque a “Pancho” Mouat le gustaría, no todo puede ser literatura; pero siendo sin- ceros, la historia del nombre de la edito- rial podría ser, perfectamente, una cróni- ca. MOUAT, EL LECTOR - ¿Cómo fueron tus inicios en la lectura? - Tengo una foto, en que soy muy chico debo tener unos tres o cuatro años-; no sé leer todavía. Estoy mirando el libro “Alí Babá y los cuarenta ladrones”. Es una edi- ción negra, de tapa dura, que atesoré por mucho tiempo. Y siempre tuve la idea, no sé si sólo por esa fotografía, sino por algo 1

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Entrevista en texto al escritor chileno Francisco Mouat (Santiago, 1962) en el sitio web OjoSeco.cl. Por Matías Claro Valenzuela y Francisco Gallegos Celis.

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POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS

F rancisco Mouat (Santiago, 1962, periodista y escritor) nos recibe en el departamento donde -él nos cuenta- pasa la

mayor parte del tiempo. A este lugar llega temprano en la mañana a escribir y leer, revisar su correo electrónico, preparar las clases de los distintos talleres literarios que conduce y que se realizan ahí mismo, leer el diario, escribir su columna para la revista El Sábado, leer, revisar algún asunto de Lolita Editores, escribir otra vez y, a veces, recibir personas –amigos e intrusos, como nosotros- que lo vienen a ver y con quienes se puede quedar conver-sando un buen rato de libros y fútbol.

Cuando anda en un “día distraído” pue-de pasar la tarde dándole vuelta a una idea, a una historia que le contaron, pen-sando en algo que a veces se le escapa y otras veces logra descifrar.

Quizás en una de esas tardes se le ocu-rrió levantar el proyecto de Lolita Edito-res. Junto a amigos y familiares crearon una editorial que publica sólo libros que les gustan y los apasionan. No se manejan por las pautas del mercado ni deseos de obtener mejores márgenes de ganancia. Cuando empezó este negocio tenía un ca-pital de cincuenta “lucas”; hoy poseen un

amplio catálogo de libros que abarca des-de poesía, ensayos, crónicas y entrevistas hasta, por supuesto, todos los libros que “Pancho” Mouat ha escrito.

Mucho de lo que pasa en la vida de Mouat tiene que ver con libros: leerlos, escribirlos o editarlos. Eso sí, el nombre “Lolita” no viene de la novela de Nabokov. No, no es un nombre “literario”. Lolita era una mascota, un pastor alemán en cuyo recuerdo bautizaron a la editorial. Claro, aunque a “Pancho” Mouat le gustaría, no todo puede ser literatura; pero siendo sin-ceros, la historia del nombre de la edito-rial podría ser, perfectamente, una cróni-ca.

MOUAT, EL LECTOR

- ¿Cómo fueron tus inicios en la lectura?

- Tengo una foto, en que soy muy chico –debo tener unos tres o cuatro años-; no sé leer todavía. Estoy mirando el libro “Alí Babá y los cuarenta ladrones”. Es una edi-ción negra, de tapa dura, que atesoré por mucho tiempo. Y siempre tuve la idea, no sé si sólo por esa fotografía, sino por algo

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interno que no sé descifrar lo que es, que el primer libro que leí o miré con atención fue “Alí Babá y los cuarenta ladrones”.

Ya con un poco más de conciencia de lo que estaba leyendo tengo recuerdos magníficos, por ejemplo, de El llamado de la selva o Colmillo blanco, de Jack London. Debo haber tenido unos once años y creo que lo leí para el colegio. De hecho, tengo una edición del año 1971 o 1972, de Quimantú, de El llamado de la selva, que está totalmente destruida y que fue, por lo tanto, muy leída. Me gustaba ese sentido de la aventura, de la épica. Además, en una tierra y en un escenario tan distinto al cotidiano de uno, como pue-de ser la historia de El llamado de la selva. También lo recuerdo con cierta emoción.

También hay un libro que me trajo mi padrino, del Mundial de Fútbol de México 1970, de un personaje brasileño, Zé Cario-ca, a propósito de que Brasil salió cam-peón del mundo en 1970, de tapa dura.

Esos pueden ser los primeros libros que me acompañaron.

- ¿Qué libros o autores te han marcado?

- A mí me cuesta mucho hacer ránkings de libros. Me cuesta decir “este libro lo ca-lifico dentro de los cinco más significati-vos”. Entre otras cosas, debe ser porque tengo, a estas alturas de mi vida, tantos libros leídos que me han conmovido, que me han gustado, que me han movido, que siempre tengo la sensación de que si nom-bro tres, cinco o diez, voy a estar errando en el blanco, porque voy a estar dejando de nombrar a otros que, probablemente, fue-ron más significativos.

Me pongo a mirar en mi biblioteca y empiezo a ver autores que me importan mucho, como Natalia Ginzburg. Sigo mi-r a n d o y e s t á e l p o l a c o (Ryszard) Kapuściński, de quien he leí-do prácticamente toda su obra que está traducida al español, que no son pocos li-

bros. Su mirada de África en Ébano me cautivó. Su aproximación a Asia y América Latina en La guerra del fútbol y otros reportajes, también me cautivó. Wisława Szymborska es una poeta po-laca que acaba de morir, y que realmente me ha dado vuelta. No sé si “desvelo” es la palabra, pero me ha abierto la cabeza y el alma de un modo que se lo agradezco. Ya no tengo cómo agradecérselo personal-mente, pero intento leerla mucho y difun-dirla también y que la conozcan, porque siento que su literatura le hace bien a los demás, al que la lea, al que se quiera co-

nectar y exponer a su poesía, le hace bien. Te cito a Kapuściński y Szymborska, dos polacos. Agrego a Czesław Miłosz y ya te nombro a tres polacos, de los cuales en algún minuto me gustaría escribir uno o tres ensayos que profundicen en su obra y dejen constancia, al menos, de lo mucho que han significado en mi vida.

Finalmente, lo que más importa en la literatura es que se produzca la magia de la

“W i s ł a w a Szymborska es una poeta

polaca que realmente me ha dado vuelta. No sé si “desvelo” es la palabra, pe-ro me ha abierto la cabeza y el alma de un modo que se lo agradezco. Intento le-erla mucho y difundirla también y que la conozcan, porque siento que su lite-ratura le hace bien a los demás, al que la lea, al que se quiera conectar y expo-ner a su poesía”.

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lectura y ese libro, que era un objeto de papel, se convierta en algo vivo, en al-guien.

- ¿Qué tan importante es leer para ti?

- A veces percibo que, si pasa uno o dos días en que he estado con poco espacio pa-ra la lectura, me empiezo a alterar. Hay un mecanismo en el cuerpo, una cosa orgáni-ca, que me empieza a perturbar. No puedo no estar leyendo en forma permanente, porque me gusta demasiado. Creo que es la definición, en términos de ocupación, más importantes en mi vida hoy. Te podría decir que hay otras que son igual de im-portantes. Para mí también ser pareja, ser papá, el vínculo con mis hijos son cuestio-nes sumamente relevantes también. Los amigos. Me doy cuenta también que los amigos no son ajenos a esto que estamos hablando, porque probablemente entre los mejores amigos estamos cruzados, entre

otras cosas, también por la lectura. Y bue-na parte de los mejores amigos son, tam-bién, lectores como uno. Y la lectura forma parte de nuestra amistad. Hablamos de libros. Más que hacer un examen, un dia-gnóstico, o una canonización de lo que se está escribiendo –que es una cosa que a mí

no me interesa- estamos poniendo sobre la mesa lo que estamos leyendo, lo que hemos leído, lo que vamos a leer.

Tengo en mi biblioteca siete tomos de los diarios de (Ernst) Jünger, que acabo de terminar de comprar y todavía no los empiezo. Pero sé que es algo que me va a ocupar uno o dos años. Y me encanta esa perspectiva. Sé que es algo que viene lue-go, que lo vamos a leer en paralelo con mi papá, que hay otro amigo que me dijo que me iba a acompañar también en la lectura de los diarios y me parece súper atractivo tener dos compañeros de viaje para un proyecto de largo aliento como es leer los diarios de Jünger, testigo privilegiado del siglo XX.

MOUAT, EL ESCRITOR

- ¿Cómo decides los temas que vas a escribir?

- Cuando escribes una crónica hay algo que está “alertado”. Hay algo que está ope-rando de un modo inconsciente. No es que yo esté pensando “esto es lo que voy a es-cribir en la próxima crónica”. Pero estoy viviendo de una manera en la que estoy con algún radar funcionando, inconscien-temente. Después no tengo mucha clari-dad cuando opera en la escritura, pero me doy cuenta, cuando me siento, que escribo exactamente en ese momento sobre lo que me está moviendo, sobre algo que me está importando. Y ése es el único requisito que me planteo: que me importe lo que estoy escribiendo. Si hay algo con lo que quisiera luchar, si tengo que luchar en ese momen-to, es con la indolencia, con que algo no me importe mucho. Me tiene que importar harto. No significa que no sea posible el ejercicio del humor, incluso, el descrei-miento y la distancia, pero siempre bajo la premisa de que es algo que me importa.

“S i pasa uno o dos días en que he estado con poco

espacio para la lectura, me empiezo a alterar. Hay un mecanismo en el cuerpo, una cosa orgáni-ca, que me empieza a per-turbar. No puedo no estar leyendo en forma perma-nente. Me gusta demasia-do”.

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Aunque sea insignificante, pero que me importe a mí. Ése es el punto de partida.

- ¿Cómo manejas la “urgencia” del periodismo en tus escritos?

- En general, soy bastante lento. Al me-tabolizar las cosas, a veces me demoro. Por eso, nunca sentí la crónica por su inmedia-tez. Nunca me ha parecido eso muy signifi-cativo, porque yo no soy capaz de ejercitar-la de esa manera. Yo no soy el primero que va a escribir sobre algo. Al contrario, pro-bablemente sea el último, penúltimo o an-tepenúltimo. Esa fiebre que ocupa el pe-riodismo de llegar primero no me interesa. Y ni siquiera es que la descalifique; a mí no me interesa porque no tiene que ver con mi manera de vivir ni de mirar ni de pen-sar. Me demoro un poco más. Y prefiero demorarme, porque en esa pausa, en esa espera o en esa demora, encuentro cosas que si llegara corriendo y atropelladamen-te a un lugar, probablemente no alcanzaría a ver. Y me interesa ver, mirar, pensar. ¿No es, acaso, una forma de ver también?

- ¿Tienes algún proyecto pendien-te?

- Hace diez años te hubiera respondido de un modo, y hoy creo que te respondo de otro. No siento grandes ansiedades. Sin embargo, el fuego de la escritura sigue muy vivo. Pero no tengo grandes ansieda-des, de sentir que hay una deuda tremen-da. Prefiero que la vida, por sí sola y por sí misma, vaya respondiendo, más que pro-ponerme algo. Hay libros que tengo fra-guándose, haciéndose, pero no estoy des-esperado por hacerlo, en el sentido de que sienta que si no los hago se va a morir una parte mía demasiado relevante. Si los li-bros, finalmente, ocurren, acontecen y lle-gan a puerto, es porque hubo el suficiente fuego para que existieran. Eso les confiere el estatuto o el derecho de existir.

- ¿Cómo se construyó “Lolita Edi-tores”?

- Estoy muy feliz de haber acometido

este proyecto, que ha nacido con nada. No-sotros no tenemos plata. Nunca ahorré un peso; no tenía, como se dice, dos millones de pesos para echar a andar. Nada. Sólo cincuenta lucas. Inventamos un modelo y empezamos a darlo vuelta y permitió que los libros se fueran financiando. Y es una tarea complicada y difícil, pero al mismo tiempo, muy estimulante, porque es una editorial digna. Podrá ser discreta, podrán considerarla regular en sus títulos –cada uno puede evaluarla como quiera-. Sé que hay algunos que la consideran una edito-rial muy atractiva, interesante, que ha pu-blicado buenos libros. Ése es el norte. Si hay una regla en “Lolita Editores” es que nunca vamos a publicar un libro que no nos guste. Ése es nuestro punto de partida y, probablemente, nuestro punto de llega-da también. Es el punto de fuga: libros

que, realmente, nos interesan, nos gustan y nos mueven. Y queremos que se lean. Es tan sencillo enunciarlo; otra cosa es que se pueda realizar. Hemos publicado quince libros en un año y medio. Para este año tenemos proyectado trece libros más. Y empezamos con cincuenta lucas.

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“H ay libros que tengo fra-g u á n d o s e ,

haciéndose, pero no estoy desesperado por hacerlo, en el sentido de que sienta que si no los hago se va a morir una parte mía de-masiado relevante. Si los libros, finalmente, ocu-rren, acontecen y llegan a puerto, es porque hubo el suficiente fuego para que existieran”.

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