Entrevista a Jacob Karpio en COSAS

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J acob Karpio (o Ramesh Prabuh, su nombre indio) es crea-tivo y camaleónico. Como le cuesta hablar de sí mismo, su amiga cubana, la crítica y curadora de arte Clara Astiasarán, menciona algunos aspectos que nos ayudan a conocerlo.

Lleva años sin dormir bien, por lo cual “cabecea” cuando puede; como buen nómada, en su mapamundi hay puntos rojos por todas partes; le gustan los licuados insólitos, el chocolate y el incienso; le fascina encontrar niños gordos y freaks, “hubiera sido el cazatalentos perfecto de Diane Arbus”, y adora a Krishna, el azul de Vermeer y los mercados orgánicos, donde se lo puede encontrar los sábados escogiendo semillas y otros productos en San José.

–¿Cómo empezaste?–Mi abuelo paterno ya me había motivado de niño con los mura-

listas, los artistas alemanes… Y mis padres conservaban un Hans Hartung que mi abuelo les regaló por su matrimonio; aún lo tengo. Desde pequeño, me sentí intrigado por esas líneas negras y celes-tes. A fines de los setenta, estuve viviendo en Río de Janeiro. Estaba envuelto en la vida mística y ahí tuve un contacto con el mundo cultural de la ciudad. Conocí gente como Lygia Clark, Rubens Gerchman y Helio Oiticica. Era muy habitual que los artistas visitaran el centro de meditación y yoga.

–Luego viajaste a Ecuador. –Sí, allí me encontré con los artistas indigenistas de la época:

Eduardo Kitman y Oswaldo Guayasamín. Las galerías eran los cen-tros donde sucedía todo, pero se respiraba cierto adormecimiento. En esa época, traté de formarme no como galerista, sino como marchante de arte. Tuve aciertos y desaciertos. En 1982, abrí ATMA. Con mi socio Franco Ponticelli hicimos, sin tener conciencia de que fuese un gesto vanguardista en el mundo del arte, nuestra primera acción pictórica, que es la famosa historia del baby condor. Se trataba de un gesto que nos permitiría refinanciarnos. Tomábamos aves de rapiña pequeñas (zopilotes, buitres, gallinazos, según el lugar), y los pintábamos y vendíamos como cóndores bebés. Tenía-mos un eslogan: “Twenty Dollar Baby Condor”. Eso ha quedado en mi historia como una metáfora; cuando tomo a un artista nuevo y empiezo a trabajar en su proyección, mientras espero que pase algo con su carrera, me encuentro en la incertidumbre de saber si en efecto es un baby condor o un artista fake.

El riEsgodEl artE

Es dueño de una de las mejores galerías del planeta y cuenta entre sus clientes a estrellas como Brad Pitt y Richard Gere. Pero lo que pocos conocen de este mar-chante de arte es que tiene una hija peruana y que ha invitado a exponer a Costa Rica a algunos de los artis-tas jóvenes más reconocidos del medio local. COSAS conversó con este genuino ciudadano del mundo.

Por José María López de Letona. Fotos de Érick Matamoros y Allegra Pacheco.

JACOB KARPIO, gAleRIstA

Jacob nació en Marruecos, pero desde pequeño se estableció en Costa Rica. Llegó al arte a través de una experiencia mística.

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AVISO ROSELLO.pdf 1 26/07/12 12:54

trOtAMUNDOS

–Háblanos de tu vínculo con el Perú.

–En el año 1983 me casé con la perua-na Maia Checa, que viene de una familia de coleccionistas. De hecho, su padre, Miguel Checa, y los hermanos de este fundaron la Primera Subasta de Arte Moderno en Latinoamérica. Es otro de mis fuertes con-tactos con el arte. Con Maia Checa tuve mis únicos dos hijos –Ilan y Tulsi–, quienes de alguna manera se han sentido atraídos por el mundo del arte, en especial Tulsi, quien actualmente gestiona TKarpio Pro-jects desde el Perú.

–¿Te estableciste aquí?–Fue un momento de transición. Viajé

a Panamá y, más tarde, tal vez entre 1986 y 1987, a Costa Rica, país al que regresé. Costa Rica era un desierto, ahora lo es menos. Tuve que acostumbrar a un público más amplio a un arte más “complejo”. Me sirvió en esta época toda esa formación empírica con Romero Brest y también con esa figura controvertida del arte argentino a quien quise mucho, Jorge Glusberg. Con él aprendí el concepto de “hacer exposi-ciones”.

–¿Por qué volviste a Costa Rica?–Siempre tuvo fama de estabilidad

política en el continente, fue un lugar atrac-

tivo para montar un centro de operaciones y dedicarme, como buen trotamundos, a moverme desde acá con un rollo de pintura bajo el brazo. Las cosas no han cambiado mucho, hasta hay una obra paródica del artista chileno Francisco Valdés en la que me muestra como un bulto de fotografías gigantes de alfombras, porque así se me visualizó en una época, como un vendedor de alfombras.

–¿Cuáles crees que han sido tus mayores logros en estos treinta años? ¿Cómo llega a aparecer tu galería como una de las 75 más importantes del mundo en el libro “International Art Galleries: Post-War To Post-Millennium”?

–Creo que mi mayor logro es imponer el modelo de galería internacional, descentralizada; la cual se sale del esquema de un sitio sin pretensiones, y que solo vende cuadros y hace transacciones económicas, pero que no impone o promueve una línea estética y no toma riesgos. Lo que más me enorgullece es haber proyectado el arte de Latinoamérica en la escena internacional. La gente nos miraba como una especie de animal exótico. Costa Rica en estas lides es como Burkina Faso o Tanzania. De hecho, solo cuatro galerías latinoamericanas aparecen en el libro: las brasileñas Luisa Strina y Fortes Vilaca, la mexicana Kurimanzutto y nosotros. Me hubiera gustado que Ruth Benzácar, que es mi galería favorita en América Latina y pionera en su tipo en el continente, también nos hubiera acom-pañado en esta lista.

Los peruanos que viajarán a Costa Rica. De pie: Nicole

Franchy, Hans Stoll, Jorge Cabieses, Diego Lama,

Fabricio Calmet, Fernando Otero y Christian Fuchs.

Abajo: Tulsi Karpio, Mateo Cabrera, Sergio Fernández

y Giuliana Vidarte.

“Lo que más me enorgullece es haber proyectado el arte de Latinoamérica en la escena internacional. La gente nos miraba como una especie de animal exótico”.

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AVISO UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.pdf 1 1/08/12 17:45

–¿A quiénes les has vendido arte en estos años?

–A Brad Pitt y a Richard Gere les vendí obras del argentino Fabián Marcaccio; a Claudia Schiffer, fotografías del catalán Lluís Barba; a Paulina Rubio, una obra de la artista costarricense Priscilla Monge; y a Kate Moss, una del costarricense Federico Herrero. También le he vendido obras a la princesa Máxima de Holanda, gran entusiasta del arte; a los empresarios latinoamericanos de más nivel, como los Cisneros, de Univisión, o Emilio Azcárra-ga, de Televisa. Una anécdota que vale la pena contar es que a principios de siglo, entre el 2001 y 2003, en una feria Arco en Madrid, la organización seleccionó algu-nas galerías para la visita del rey Juan Carlos al recinto ferial, entre ellas la mía. El rey vino, es una persona muy accesible, y le mostré nuestra “Capilla Sixtina”, que era una carpa del artista guatemalteco Darío Escobar, pintada por dentro a la usanza

del siglo XVII, como un fresco de catedral. En esa ocasión, el rey compró la obra de un artista completamente desconocido, la pintura de un reloj, de Habacuc, quien actualmente se ha convertido en el artista más controvertido de Centroamérica.

–La gente dice que tienes “buen ojo”. ¿En qué te basas para escoger entre tantas opciones?

–Son treinta años leyendo, buscando, observando, siendo educado... Mi forma-ción es empírica y quizá poco ortodoxa, pero me ha permitido desarrollar una sensibilidad estética particular. Hay algo subjetivo, intuitivo, que intelectualmente no puedo explicar.

–¿Cuáles son las figuras por las que estás apostando en este momento?

–El argentino Manuel Esnoz, el chileno Francisco Valdés y la costarricense Priscilla Monge son mis tres apuestas más fuertes. Son artistas ya sólidos, con carreras maduras, con búsquedas conceptuales y estéticas muy defi-nidas. En generaciones más jóvenes, te diría que por el hondureño Adán Vallecillo, que tiene una obra muy seria enmarcada en el concep-tualismo y en la redefinición objetual, y en el escritor y artista de performance uruguayo Dani Umpi. También promociono artistas de

Karpio ha vendido obras a

Brad Pitt, Richard Gere, Claudia

Schiffer y el rey de España.

mayor edad que estoy redescubriendo, como el argentino José Rosenblatt con una obra que es cita del Op Art, y artistas de exquisita factura, como los también argenti-nos Amadeo Azar, Víctor Florido o Gerardo Echevarría.

–En términos formales, entre la pintura, la fotografía, el video y la ins-talación, ¿qué escogerías? ¿Dónde ves el futuro?

–Tengo gran devoción por la pintura. Entre tantos platos que comes, siempre tie-nes favoritos. El neoexpresionismo me dejó un gusto agradable, que sigo defendiendo. Con el tiempo, he aprendido a apreciar cuando un artista sabe dibujar bien. Con los colombianos Fernel Franco y Óscar Muñoz empecé a entender la fotografía, y hoy puedo decir que no solo la entiendo, sino también la disfruto.

–¿Dónde vives–En un avión. En este momento estoy

fijando residencia en Bogotá, porque es un centro de operaciones atractivo, una escena rica y compleja. Pero paso gran parte del año viajando a Buenos Aires y a la India. Costa Rica, por ser aún un medio muy provinciano con un coleccionismo muy incipiente, no colma las expectativas de venta que un proyecto como Jacob Karpio Galería necesita hoy.

–¿Cuán importante es el arte en tu estilo de vida?

–En algún momento fue una forma de subsistencia. Ahora es mi único modo de vida. n

ulsi Karpio participará en la celebración de los

30 años de Jacob Karpio Galería con el proyecto

“La Encomienda“. La curaduría del mismo estará

a cargo de Giuliana Vidarte. Con este proyecto,

la joven invitará a participar a nueve artistas plásticos

peruanos contemporáneos, cuyas propuestas han sido

divididas en dos grupos. El primero se estructura sobre la

base de una importante presencia de lo

geométrico, y de elementos urbanos

y arquitectónicos. En las obras que lo

componen se encuentran referentes del

arte minimalista y de la arquitectura

moderna. Los artistas proponen ver

de otra manera el espacio urbano

completamente familiar. Se trata de

reconocer nuevas composiciones

alternativas en imágenes que creemos

tener totalmente descifradas debido a

su fuerte carga cotidiana.

Por su parte, el segundo grupo de

obras recurre a la representación de

escenarios barrocos y recargados que

se contraponen a figuras humanas o

animales.

Además de ser hija de Jacob Karpio,

Tulsi viene de una familia de colec-

cionistas. Maia Checa, su madre, es

marchante de arte, y su tío abuelo Mañé

Checa fue una suerte de gestor cultural para América Latina.

Este es el primer proyecto de Tulsi quien, cuando regrese

de Costa Rica, planea abrir una galería en Lima.

T“LA ENCOMIENDA”

Pintura del argentino Manuel Esnoz.

Obras de Aldo Chaparro,

Verónica Detoro y Alfredo Ramos.

Tulsi, hija de Jacob Karpio y la peruana Maia Checa, gestiona TKarpio Projects desde el Perú.