Entrevista a Jose Saramago

download Entrevista a Jose Saramago

of 9

Transcript of Entrevista a Jose Saramago

281104 - Patricia Kolesnicov - Con "La muerte intermitente", novela que est escribiendo y que se publicar en 2005, Saramago espera que la gente "ra a carcajadas" S, acaba de cumplir 82 aos. Y s, est escribiendo sobre la muerte. Pero no, dice, subraya sin perder la calma: no est escribiendo una reflexin sobre la muerte. Su prximo libro, La muerte intermitente no es una reflexin final obligada por la edad. Es irnico, dir. Sarcstico. Que espera que arranque carcajadas, dir, siempre carioso, siempre amable, el escritor Jos Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998. Un poco lo ayuda la lengua: Saramago es portugus y se sabe que a odos castellanos, ese idioma suena dulce y si se quiere un poquitn gracioso. Sin embargo Jos Saramago 82, esbelto, seductor, de una sencillez elegantsima suele andar por la vida con el gesto serio y la palabra como una lanza. Sabe mucho de cuestionar el capitalismo "soy un comunista hormonal" es una de sus frases clebres y su ltima novela, Ensayo sobre la lucidez, invitaba a preguntas punzantes respecto del carcter democrtico del sistema democrtico. Ese es el hombre que pas por la Argentina durante la semana del Congreso de la Lengua. Y que le cont a Clarn detalles de su nueva novela. Las intermitencias de la muerte no est avanzada ("tengo dos captulos y nada ms"), y por eso su rumbo est sujeto a los vientos que agiten la pluma de Saramago: "Aunque yo tenga las ideas bastante claras sobre lo que quiero decir, todos sabemos que en la escritura de una novela lo ms importante es lo que va apareciendo y no estaba pensado desde antes". Sin embargo, el caballero portugus admite que Las intermitencias de la muerte es un ttulo un poco extrao; es parte de un principio consensuado que la muerte no es intermitente. Cuando llega, lleg. Y en este caso, no, no, no es as. "Es una situacin bastante bizarra, bastante extraa: la muerte es intermitente". Intermitente para quin? Para todos, no es una situacin excepcional. Es algo colectivo. Es algo que tiene que ver ya no con una ciudad, como en las novelas anteriores, sino con todo un

pas. Claro. Hay una lnea en comn con otros libros de Saramago. En Ensayo sobre la ceguera haba una especie de contagio de una ceguera blanca que afectaba a toda una ciudad, menos a una persona. En Ensayo sobre la lucidez lo que se difunda como un contagio era la decisin de votar en blanco. Ahora, una muerte que va y viene. Y eso qu efectos produce? Lo que se puede decir es que los efectos son catastrficos. Como en las novelas anteriores. Como en las anteriores. Partimos de esa situacin y lo que yo tengo que hacer es imaginar todas las consecuencias de eso que estoy llamando la muerte intermitente. Y es una catstrofe, te dije. Es como si todo el mundo se portara al revs. En Ensayo sobre la ceguera el caos se daba porque el mundo est organizado sobre los cinco sentidos, pero la vista en particular. Con este fenmeno extrasimo de la muerte intermitente ocurre algo similar. El mundo est organizado para morir. Sin embargo hacemos de cuenta que no, vivimos como si furamos inmortales. No, nadie cree que es inmortal. Nos acostumbramos a la idea de que tenemos que morir y la ponemos ah, al lado. Otras veces lo pensamos seriamente, pero no queremos pensar en eso. Entonces, afortunadamente, tenemos un mecanismo protector: lo que no puede soportar, la mente lo aparta. De todos modos, el libro no indaga en consecuencias psicolgicas sino sociales. Yo dira que el libro es sarcstico, irnico, profundamente irnico. No es que yo me est riendo de la muerte, evidentemente, pero las consecuencias de esta intermitencia son tales que pueden llegar al grotesco, a situaciones absolutamente grotescas, de un ridculo total. La narracin ocurre en el presente?

Es contempornea, pero no es ningn pas identificable. Hay una especie de anonimato, nada tiene nombre, no se sabe dnde es, ni cmo, ni cundo. Eso me libera de detalles que a lo mejor no tienen ninguna importancia. Vamos a lo esencial. Y lo esencial para m, hoy, es el fenmeno colectivo, la catarsis colectiva, que puede tener tintes dramticos, trgicos, pero puede caer en lo ridculo, en lo grotesco y sobre todo en lo absurdo. La vida es bastante absurda en la normalidad cotidiana... imagnese en una situacin de muerte intermitente. Saramago se re. Se ve que se divierte con lo que inventa. A cada rato dice "bueno, bueno, hay que esperar a que est publicada", pero es un hombre amable y contesta las preguntas, afloja un poquito ms. En Ensayo sobre la ceguera haba un primer ciego que iba pasando la enfermedad. Ac hay un primer resucitado? No, en este caso no se trata de un contagio. Sencillamente la muerte, de una hora a la otra, de un da al otro, se vuelve intermitente. Para todos. Pero no puedo y no debo decir ms. Por eso, t vas a tener que esperar tranquilamente o intranquilamente unos cuantos meses, que son los que yo necesito para terminar la novela, que yo espero que pueda publicarse en el otoo (del norte). Bueno, basta de contar lo que no hay que contar. Pero lo del principio es inevitable preguntarle a este seor grande, galante con su mujer, buen mozo, pero grande si justo ahora habla de la muerte porque la piensa cerca. Si la querra intermitente acaso. Dice que nada de eso. No, no, no. No es ni siquiera una reflexin filosfica u ontolgica sobre la muerte. El tono es irnico, sarcstico. Ni siquiera es una hiptesis, es sobre todo una situacin absurda. Como en otras novelas: planteo una situacin imposible y necesito que el lector acepte mi propuesta. Si usted est de acuerdo con que yo arranque mi novela con esto, pues entonces vamos. Si no est de acuerdo, pues no siga leyendo porque no le va a interesar. Pero si est de acuerdo, lo que s le puedo asegurar es que a partir de ahora todo ser implacablemente lgico. Un juego, entonces. Y con la muerte nada?

No es un tema que me preocupe. Alguien puede creer que Las intermitencias de la muerte es una especie de reflexin final o casi final sobre el hecho de que el fin de la vida se acerca. Pero no, lo que niega esa hiptesis es el hecho de que la perspectiva es irnica. Espero que mi lector una vez, otra, a lo largo de la lectura se ra a carcajadas. Eso es lo que me gustara - Clarn 270304 - Crtica de la razn impura - Flavia Costa Para Saramago, la mirada crtica de la realidad es un imperativo moral. En una charla con en Mxico, el Premio Nobel de literatura enfatiz la necesidad del compromiso como una forma de vida. Habl de los peligros de una tecnologa que no est al servicio de la humanidad y de su prximo libro "muy polmico". Es imposible exagerar la sorpresa ligero desconcierto, fulminante admiracin que provoca, en cualquiera que haya ledo a Jos Saramago, verlo cara a cara. Alto, esbeltsimo, serio pero tambin juguetn, resuena en l algo de la elegancia mineral, volcnica de Lanzarote la isla de las Canarias donde fue a vivir en 1993, cuando en Portugal censuraron su novela El Evangelio segn Jesucristo. Como si este hombre de 81 aos fuera inmune al cansancio, al tedio, a la dispersin. Estamos en Guadalajara, Mxico, en un congreso en homenaje a Julio Cortzar que ya lleva tres das y Saramago asiste a escuchar cada ponencia con entusiasmo de estudiante. Pero l no es un estudiante sino un Premio Nobel, por lo que todos lo reclaman a toda hora, y l responde a cada uno sin escatimar su tiempo, dejando caer las palabras palabras meticulosamente elegidas que despus ser difcil recuperar con el grabador, porque habla bajito y en un espaol cerrado, abisal. Sucede que Saramago es, sobre todo, un hombre de convicciones, un convencido de que all donde est, le corresponde decir aquello que debe ser dicho, lo que es incmodo. Como cuando dijo, por ejemplo, que "lo que llamamos democracia es una falacia, una fachada, porque el nico poder real es el poder econmico multinacional". O que "caminamos irremediablemente hacia la ignorancia". O cuando apoy a los zapatistas mexicanos. O cuando, inclusive lamentndolo (siendo como es un comunista apasionado), decidi condenar pblicamente el fusilamiento de tres disidentes en Cuba el ao pasado. O cuando dice, como dijo en esta entrevista, que "la toma de conciencia no es garanta: muchos de los que podran ser ciudadanos

conscientes optaron por el cinismo. Pero tomar conciencia es el comienzo para poder pensar un hombre en condiciones realmente humanas". Sorpresa aparte es orlo: esa misma inteligencia inquieta y a la vez obstinada que rezuman sus novelas. Frases digresivas, como fugas musicales que sin embargo no sueltan nunca el eje del asunto. Y un humor juvenil que incluye hacer caritas burlonas, cmplices, cuando su mujer, la encantadora periodista y traductora andaluza Pilar del Ro, toma alguna de esas decisiones prcticas que suelen tomar en el desayuno las mujeres treinta aos ms jvenes que sus maridos. El tema obligado de conversacin es su nueva novela, Ensayo sobre la lucidez, que se presenta en Lisboa pasado maana y se editar en castellano en mayo (ver recuadro). Saramago se resiste a hablar ("el secreto es fundamental, porque si no, quin va a comprar el libro?"), pero adelanta que esta novela ("la ms poltica que he escrito; poltica en un sentido inusual") va a despertar mucha polmica, tanta o ms que la que despert a comienzos de los 90 El Evangelio segn Jesucristo. Habla tambin de sus obsesiones; de cmo se combinan en su obra experiencia de vida e imaginacin narrativa; de la necesidad de una mirada crtica en un mundo que est cambiando aceleradamente hacia el dominio de la tcnica, la indiferencia y la despersonalizacin. - Sus libros son parbolas donde reflexiona sobre los males de la poca: la apata, la negacin, el consumismo, la despersonalizacin... Esta necesidad de tener una mirada crtica ante la realidad, es algo que ha sentido siempre? Y en qu medida orienta su tarea de escritor? - La mirada crtica no me acompaa desde siempre, no. La mirada crtica es algo muy delicado que se forja con la educacin, con las decisiones cotidianas, con el dilogo, las discusiones. De ah que no fue natural para m: tuvo que ver con mi despertar poltico, en el sentido ms evidentemente ideolgico. Si uno se ubica como lo he hecho yo dentro del marxismo, es lgico que tenga que mirar el mundo de una forma distinta. A medida que uno se hace consciente de la gravedad del estado en que se encuentra el mundo, est ms obligado a estar alerta y esa mirada se convierte en una compaa constante. Se transforma en una exigencia, un imperativo moral, y cuando eso ocurre ya no hay nada que hacer: uno tiene que estar mirando y pensando y relacionando esto con aquello y sacando conclusiones a cada rato.

- Cuando encara sus novelas tiene en cuenta esos problemas de la realidad? - No, no busco jams hablar de un tema ni tampoco parto de una idea previa, como si tuviera la necesidad de ilustrar mi manera de observar la realidad. No me interesa nada el didactismo. Ms bien se me presenta una idea, como una especie de flash. No es que la est buscando: viene. Y casi siempre, en el instante mismo en que se me presenta la idea, viene con el ttulo. - Y se es siempre despus el ttulo del libro? - S, se mantiene hasta el final. Aun si lo narrado despus no coincide del todo con el ttulo, me da igual: el ttulo es se, naci con la novela y tiene todo el derecho de estar all. Y de hecho, cuando llego al final de la historia, aparece siempre una conexin clara. Todos mis libros llegan as. Quiz tiene que ver con que empec a escribir un poco tarde, entonces los textos irrumpen con un enorme deseo de ser, de venir al mundo, y me pongo a escribir sin parar. Eso s: una vez que termino, es como si cerrara una puerta y ah queda: no vuelvo ms a ese libro. De ah que estoy esperando el da, o mejor dicho, estoy temiendo el da en que no aparezcan ms ideas. Porque de algo estoy seguro: si no encuentro la idea con la misma naturalidad con que ocurri hasta ahora, no la podra forzar. Ni siquiera podra buscarla. Porque dnde ira a buscarla? En qu lugar dentro m? Imposible: yo no busco, encuentro. - As tambin naci "Ensayo sobre la lucidez"? - El caso de esta novela fue increble, porque estaba durmiendo y me despert a las tres de la madrugada completamente lcido, con la idea y el ttulo. Me levant tempransimo, la despert a Pilar y le dije: "me pas esto". Y me puse a escribir. Y si bien quiero guardar el secreto sobre este libro, le adelanto que es una novela fundamentalmente poltica y que va a ser muy polmica. Le digo ms: el tema que trata el Ensayo sobre la lucidez no ha sido tratado nunca antes en la historia de la literatura. Y es algo tan obvio, tan importante! Usted se preguntar: cmo sabe usted que nadie ha escrito sobre esto? Ciertamente, no he ledo todos los libros que existen, pero s que es como le digo, porque de otro modo se sabra. No hay ninguna novela as. Sin embargo, naci del modo ms simple: me despert y estaba all.

- Con - Ensayo sobre la ceguera- , usted coment que de repente un da se pregunt: "Pero no estamos todos ciegos?". Cul fue la pregunta aqu? - Mmm, lamentablemente no estamos todos lcidos. Ms bien nos dirigimos hacia la ignorancia, hemos perdido la capacidad de indignacin. As que la pregunta fue otra: de qu modos podemos volvernos lcidos y encontrar justamente la va para la lucidez. Y esto, a pesar de que al final el libro acaba mal. - En serio? Por qu? - Porque la vida siempre acaba mal. No vio que, al final de todo, nos morimos? - Sin embargo, Borges deca que la idea de la muerte era para l un alivio. - No, cmo va a decir eso! Claro que si uno est sufriendo dolores tremendos puede plantearse la muerte como un alivio... - Quiz se refera a que la idea de que vamos a morir mitiga la angustia ante la eternidad: se imagina una vida infinita? - Ah, s, por supuesto. Es el disparate ms grande que se ha inventado, decir que uno quisiera vivir eternamente. Quin puede querer una cosa as! En este punto, Saramago celebra la ocurrencia, pero se apura a aclarar que l con el tiempo se lleva muy, muy bien. "He sido muy afortunado asegura ; si hubiera muerto a los 60 aos no hubiera sido escritor." En realidad, slo en parte es as: Saramago escriba ya de antes. Empez a escribir a los veintipico, pero a pesar de que su primera novela, Tierra de pecado (1947), fue bien recibida, se llam a silencio por casi veinte aos. Siempre dijo que lo haba hecho porque no tena nada importante para decir; esta vez corrige apenas la versin: "Debo admitir que esa idea se me ocurri a posteriori, porque no creo que fuera tan consciente de m mismo, con tanta exigencia intelectual. Nunca me pregunt: 'Vale la pena o no escribir esto?'; simplemente no apareca nada que se me impusiera. Porque escribir requiere una voluntad indita, una necesidad dentro de uno pero cuya potencia no es enteramente de uno".

Aun as, todos esos aos sin escribir no le pesan. Por el contrario: "Siento por momentos que no haber escrito es lo mejor que pude haber hecho". - Por qu? - Porque quiz si hubiera escrito en esos aos hoy me sentira atado a mis primeros libros. Y porque, de no haber sido as, a lo que hago hoy le faltara todo lo que he sido. Durante ese tiempo he estado trabajando, viviendo. Recin a los cuarenta y pico reapareci la necesidad de escribir. Y darme cuenta de que poda ser escritor me tom varios aos ms: cuando en 1982 publiqu Memorial del convento, tena 60. Es as que de pronto soy un escritor de unos 30 aos: un escritor jovencsimo de 82. - Hay dos tipos de escritores: unos creen que la escritura debe estar sostenida en una slida experiencia vital, como Ernest Hemingway; otros afirman que la escritura es una actividad de la conciencia o la imaginacin. Con quines se identifica ms? - No siento que haya una contradiccin: uno escribe siempre sobre un fondo autobiogrfico. Escribe con sus recuerdos, ideas, emociones. Pero comprender no tiene que ver con haber vivido mucho, sino con cmo se ha vivido, las decisiones que uno ha tomado. Y esas decisiones pasan por la conciencia, por las ideas que a uno lo guan. Adems, al escribir no slo cuenta lo vivido: cuenta la necesidad de profundizar en la voz y en el mundo de ficcin que a uno se le aparece. - Alguna vez cont que se estremeci al leer esta frase de Fernando Pessoa: "Sabio es el que se contenta con el espectculo del mundo". Por qu? - S, porque me pregunto cmo es posible contemplar la injusticia, la miseria, el dolor sin sentir la obligacin moral de transformar eso que estamos contemplando? Cuando observamos a nuestro alrededor vemos que las cosas no funcionan bien: se gastan cifras exorbitantes en mandar un aparato a explorar Marte mientras cientos de miles de personas no tienen para alimentarse. Por un cierto automatismo verbal y mental hablamos de democracia cuando en realidad de ella no nos queda mucho ms que un conjunto de ritos, de gestos repetidos mecnicamente. Los hombres, y los intelectuales en tanto ciudadanos, tenemos la obligacin de abrir los ojos.

- Es la suya una apuesta por la toma de conciencia; la creencia iluminista en que ver las cosas frente a frente nos llevar a ser mejores. Pero el siglo XX demuestra que esa toma de conciencia no nos lleva necesariamente a la conducta tica: a veces deriva en conciencia cnica. - Es cierto: la idea de la toma de conciencia pertenece a otra era, otra civilizacin dira. Es heredera del siglo XVIII, del espritu de la enciclopedia, de la ilustracin. Todo eso est terminando ya; estamos entrando en la era del dominio de la tecnologa, y no siempre al servicio de la humanidad. Lo que prima es el inters personal, el lucro a toda costa, la indiferencia, la ignorancia, la cerrazn. Lo que est cambiando es una mentalidad que confiaba en la toma de conciencia como motor para mejorar la sociedad. La toma de conciencia hoy no es garanta de nada: muchos optaron por una actitud cnica. Pero ser concientes es el comienzo a partir del cual podemos pensar un hombre realmente humano. Aunque se nos diga que no hay ms ideologas, la sombra de la ideologa est siempre acechando. Y el cinismo es una ideologa poderosa: es la ideologa de quienes aplauden a los polticos inescrupulosos como Bush o Aznar, que se apoyan en la mentira y la comodidad, y dicen: "Pero al menos son astutos". Traducido, dicen: "Si yo estuviera en su lugar, hara lo mismo". Olvidan, o peor, consienten, que cuando un poltico miente destroza la base de la democracia. Es evidente: la maldad, la crueldad, son inventos de la razn humana, de su capacidad para mentir, para destruir. - Y hay alguna esperanza? - Los hombres llevamos dentro la crueldad. No debemos olvidarnos de eso, debemos vigilarlo. Hay que defender la posibilidad de crear y sostener ese espacio de conciencia, de lucidez. Esa es nuestra pequeita esperanza Clarn