Entrevista a Laila Fábregas, la eterna sonrisa que desde ...La luz más bri-llante que la...

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Número 9 • Abril-Junio 2018 Los contenidos de la Revista UBUNTU están protegidos bajo la licencia de Creative Commons Reconocimiento- NoComercial 4.0 Internacional ISSN: 2444-8605 Año III - Número 9 Abril-Junio 2018 Jefe de redacción y maquetación: Jesús Romero Moñivas. Directora de nuevas secciones: Cristina Domínguez Pérez Colaboran en este número: Laila Fábregas, Nerea Jiménez, Celia García, Marta Cabañas, Paco Carrero, Paola Fuentes, Rocío Monzón, Mariela Rombach, Fco. Javier Barreno, Cristina Ponce, Rocío Antares. Revista Ubuntu es plural. Por ello, acepta las opiniones de lxs colaboradorxs sin que ni la revista ni los otrxs colaboradorxs tengan que estar de acuerdo con ellas. Edita: Asociación Interdisciplinar de Investigación Científica e Intervención social-UBUNTU ISSN: 2444-8605 - Año III - Número 9 - Año: 2018 - Ciudad: Madrid (España) Todo don lleva consigo una cruz. Todo aquello que te hace anclarte al mundo, te aleja más de él. Toda forma de iluminación arrastra una penumbra. Todo ser manifiesta la nada. Los que tenemos suerte de poder conocer más de un centenar de personas cada año, poseemos el privilegio de atisbar en esos cuer- pos la chispa de la divinidad que prende en algunas almas. Son personas especiales, aun cuando ellas mismas no quieran y no hayan podido verlo aun. A veces son genios del arte, otras del amor y la ternu- ra, unas veces se entregan a animales vulnerables, otras a humanos en debilidad, unos piensan y estu- dian con viva lucidez, mientras otros abrazan con deleite y sencillez. Todas ellas son mariposas de vivos colores nacidas para volar y alegrar los corazones del mundo. Sin embargo, muchas siguen escondidas en sus capullos o crisálidas, demasiado asustadas por la cruz que lleva consigo su don. No se atreven a salir por miedo a ser lo que son: quieren serlo, pero no quieren; anhelan salir, pero no salen. A todas esas personas les digo que sí, que todo don lleva una cruz, pero nadie debería ocultar la luz que está llamada a iluminar las tinieblas del mundo. Las mariposas deben empezar a salir de sus capullos y revolotear por el cielo, sin miedo. El don debe ser más fuerte que la cruz. La luz más bri- llante que la oscuridad. Las alas para valorar más am- plias y robustas que el miedo a la caída. Nada hay más urgente que ser aquello que uno mismo es. / JRM Entrevista a “Gente UBUNTU” Don y Cruz Laila Fábregas, la eterna sonrisa que desde niña fluye e ilumina la oscuridad del mundo, y que nunca podrá apagarse Revista Ubuntu (RU): Hola Laila, empezaremos por lo más básico: ¿como te definirías? Laila Fábregas (LF): Esta pregunta puede variar se- gún el momento o fase que esté en la vida. Aunque hoy, y ahora, diría que soy una persona muy inquieta, con muchas preguntas, con infinitas ganas de aprender, de crear y de descubrir. Me encanta el sabor de las pe- queñas cosas, la vitalidad de la gente, la aventura de lo animales, la belleza del planeta, la motivación de crear, y la reflexión critica como postre. Por eso, con- sidero que, aunque apenas tenga 20 años tengo la fuerza suficiente como para transformar, para aportar, y Laila Fábregas Alemán cautiva con su sencilla y espontánea sonrisa. Desde niña ha senti- do el fuego de la injusticia quemando su carne, y sin saber muy bien cómo, ha consegui- do transformar ese fuego en un abrazo cálido que busca acoger al mundo entero, sin odio, sin aspavientos, sin proclamas vacías, sólo y únicamente con su simple ternura. ÍNDICE DE CONTENIDOS + Entrevista a Laila Fábregas Alemán (pp. 1-6) + Hoy escribo sobre ti: Anita, mi pilar, mi salvadora (pp. 7-11) (Nerea Jiménez) + Hoy escribo sobre ti. Sección animal: Mi manada, mi hogar (pp. 12-14) (Celia García) + Experiencias intervención: Barrios de inmigración (pp. 15-18) (Marta Cabañas) + Sociología de un escritor (pp. 19-20) (Paco Carrero) + Fotografía y su evolución histórica (pp. 21-24) (Paola Fuentes) + Centro de internamiento para extranjeros. (II) (pp. 25-28) (Rocío Monzón) + El dolor de la enfermedad en las familias (I) (p. 29-31) (Javier Barreno) + Relato: Contemplaciones de una noche de invierno (p. 32-36) (Cristina Ponce) + Arte, conciencia e imaginación de los posibles (p. 37-38) (Rocío Antares) + Imágenes: Mariela Rombach (p. 26)

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Año III - Número 9 Abril-Junio 2018

Jefe de redacción y maquetación: Jesús Romero Moñivas. Directora de nuevas secciones: Cristina Domínguez Pérez Colaboran en este número: Laila Fábregas, Nerea Jiménez, Celia García, Marta Cabañas, Paco Carrero, Paola Fuentes, Rocío Monzón, Mariela Rombach, Fco. Javier Barreno, Cristina Ponce, Rocío Antares. Revista Ubuntu es plural. Por ello, acepta las opiniones de lxs colaboradorxs sin que ni la revista ni los otrxs colaboradorxs tengan que estar de acuerdo con ellas. Edita: Asociación Interdisciplinar de Investigación Científica e Intervención social-UBUNTU ISSN: 2444-8605 - Año III - Número 9 - Año: 2018 - Ciudad: Madrid (España)

Todo don lleva consigo una cruz. Todo aquello que te hace anclarte al mundo, te aleja más de él. Toda forma de iluminación arrastra una penumbra. Todo ser manifiesta la nada. Los que tenemos suerte de poder conocer más de un centenar de personas cada año, poseemos el privilegio de atisbar en esos cuer-pos la chispa de la divinidad que prende en algunas almas. Son personas especiales, aun cuando ellas mismas no quieran y no hayan podido verlo aun. A veces son genios del arte, otras del amor y la ternu-ra, unas veces se entregan a animales vulnerables, otras a humanos en debilidad, unos piensan y estu-dian con viva lucidez, mientras otros abrazan con deleite y sencillez. Todas ellas son mariposas de

vivos colores nacidas para volar y alegrar los corazones del mundo. Sin embargo, muchas siguen escondidas en sus capullos o crisálidas, demasiado asustadas por la cruz que lleva consigo su don. No se atreven a salir por miedo a ser lo que son: quieren serlo, pero no quieren; anhelan salir, pero no salen. A todas esas personas les digo que sí, que todo don lleva una cruz, pero nadie debería ocultar la luz que está llamada a iluminar las tinieblas del mundo. Las mariposas deben empezar a salir de sus capullos y revolotear por el cielo, sin miedo. El don debe ser más fuerte que la cruz. La luz más bri-llante que la oscuridad. Las alas para valorar más am-plias y robustas que el miedo a la caída. Nada hay más urgente que ser aquello que uno mismo es. / JRM

Entrevista a “Gente UBUNTU”

Don y Cruz

Laila Fábregas, la eterna sonrisa que desde niña fluye e ilumina la oscuridad del mundo, y que nunca podrá apagarse

Revista Ubuntu (RU): Hola Laila, empezaremos por lo más básico: ¿como te definirías? Laila Fábregas (LF): Esta pregunta puede variar se-gún el momento o fase que esté en la vida. Aunque

hoy, y ahora, diría que soy una persona muy inquieta, con muchas preguntas, con infinitas ganas de aprender, de crear y de descubrir. Me encanta el sabor de las pe-queñas cosas, la vitalidad de la gente, la aventura de

lo animales, la belleza del planeta, la motivación de crear, y la reflexión critica como postre. Por eso, con-sidero que, aunque apenas tenga 20 años tengo la fuerza suficiente como para transformar, para aportar, y

Laila Fábregas Alemán cautiva con su sencilla y espontánea sonrisa. Desde niña ha senti-do el fuego de la injusticia quemando su carne, y sin saber muy bien cómo, ha consegui-do transformar ese fuego en un abrazo cálido que busca acoger al mundo entero, sin odio, sin aspavientos, sin proclamas vacías, sólo y únicamente con su simple ternura.

ÍNDICE DE CONTENIDOS + Entrevista a Laila Fábregas Alemán (pp. 1-6) + Hoy escribo sobre ti: Anita, mi pilar, mi salvadora (pp. 7-11) (Nerea Jiménez) + Hoy escribo sobre ti. Sección animal: Mi manada, mi hogar (pp. 12-14) (Celia García) + Experiencias intervención: Barrios de inmigración (pp. 15-18) (Marta Cabañas) + Sociología de un escritor (pp. 19-20) (Paco Carrero) + Fotografía y su evolución histórica (pp. 21-24) (Paola Fuentes)

+ Centro de internamiento para extranjeros. (II) (pp. 25-28) (Rocío Monzón) + El dolor de la enfermedad en las familias (I) (p. 29-31) (Javier Barreno) + Relato: Contemplaciones de una noche de invierno (p. 32-36) (Cristina Ponce) + Arte, conciencia e imaginación de los posibles (p. 37-38) (Rocío Antares) + Imágenes: Mariela Rombach (p. 26)

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aprender todo aquello que me permite el corazón. (RU): Sé que eres una p e r s o n a comprometi-da con el mundo: en que proyec-tos y ámbi-tos has cola-borado? (LF): He tra-bajado como voluntaria en varias cosas ya que tengo la necesidad, el impulso de formar parte de todo ello, de otra manera, no estaría siendo yo: el pri-mer voluntariado en el que pude estar (antes de los 16 no se permite hacer volun-tariado) fue una tienda soli-daria para recaudar fondos para una enfermedad rara, la piel de mariposa. Trabajé con Greenpeace haciendo diferentes acciones con ellos/as. Difusión de infor-mación, haciendo educa-ción de calle contando la

situación del planeta y re-caudando firmas, también estuve en el barco de Artic Sunrise con el mismo pa-

pel. También, en cuanto pu-de viajar lo hice, con 18 años fui a Ghana de vo-luntaria en una ONG que se l l ama Dream Africa Care Founda-tion. Allí estu-

ve en dos orfanatos distin-tos y trabajaba con niños y niñas en desamparo. Estu-ve trabajando también en el hospital Rey Juan Carlos para ofrecer apoyo o como acompañante. Es decir, tra-baje para dar atención y apoyo a personas hospitali-zadas. Al año siguiente me fui a Nepal con una ONG denominada Nepal Frien-dship Society. Donde tuve la oportunidad de pintar un cole antiguo, de dar charlas de ecología a diferentes

colegios y a estar como ani-madora en un orfanato de niñas. Por otra parte tam-bién he trabajado de forma esporádica en diferentes organizaciones como en una residencia de mayores. Y actualmente estoy en Camboya, realizando un voluntariado artístico. (RU): Es absolutamente impresionante. Dices que actualmente estás en Camboya, ¿qué te ha movido ir allí? Puedes explicarnos tu proyecto? (LF): Actualmente estoy en Camboya haciendo un pro-yecto. El proyecto lo hemos creado Miguel Cabrales y yo de forma autodidacta y consiste en mostrar y aprender del mundo del arte con todas las personas que estén en una comuni-dad o en una institución. ¿De que manera? Haciendo murales colaborativos en un espacio de ellos/as (de la comunidad, del cole, etc.) en el que se plasmen sus inquietudes, sus gustos, sus

“no hay nada mejor que tomar las riendas de la situación con una gran

sonrisa, te hace creer en ti, hace que crean en ti”

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formas de entender la vida. Donde ellos/as son los y las protagonistas. De esta ma-nera creemos que pueden crear un ma-yor sentimien-to de comuni-dad, ganas de seguir disfru-tando del arte, y continuar con un ocio alternativo. Y creemos que está funcionando pues sue-len estar super contentos/as con el resultado, se que-dan con muchas ganas de seguir adelante artística-mente. Es fantástico. Este proyecto nació por las ga-nas de crear algo distinto, de pasarlo bien, de disfru-tar de los colores y del arte. Elegimos Camboya ya que la cultura del arte urbano no está muy avanzada y nos parecía interesante pre-sentarlo, además, la opor-tunidad de descubrir el país y empaparnos de su cultura

durante un mes nos parecía realmente enriquecedora. Así echábamos un inter-

cambio intere-sante: el mejun-je de conocer el arte y una nue-va cultura. (RU): Desde cuando te has sentido llama-da a participar en este tipo de proyecto?

Fue eso lo que te motivo a estudiar educación so-cial? Que personas o si-tuaciones te han influi-do en tu vida para se-guir este camino? (LF): Me he sentido llama-da a participar en este tipo de proyectos y ámbitos desde que soy muy peque-ña. Desde que tenía 13 años buscaba participar en voluntariados, quería con-tribuir como fuera en aque-llo que pudiera echar una mano. En esta edad se pue-de decir que se materializa-

ron mis ganas de querer aportar, aprender, transfor-mar; pero realmente, desde que tengo uso de razón me he querido involucrar en las partes más sensibles del mundo actual para poder transformarlo en una reali-dad más saludable, con más amor, más justa para todos y todas. Aunque hoy en día entiendo que el vo-luntariado también está en el día a día, en cada casa, en cada momento. El vo-luntariado es muy intere-sante y muy valioso por el valor del intercambio, por las puertas que pueden abrir, por conocer diferen-tes realidades entendiéndo-lo con un sentido de hori-zontalidad. Pero hoy en día también comprendo que para aprender y transfor-mar la realidad también debemos ser conscientes que nuestras acciones y pensamientos tienen un impacto y no sólo en una ONG, sino en nuestra vida en general, por ejemplo, a

“las injusticias hacen que me arda el cuerpo entero y

por lo tanto es normal que no me

sienta cómoda, bien”

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través de las formas que tenemos de interactuar con los y las demás, y con no-sotros/as mismas. Por lo tanto, considero que el vo-luntariado está con y en nosotros/as. Si, yo sentía que la educación social era para mí, al igual que psico-logía. Siento que con estas herra-mientas podré tanto contribuir con un mundo más amoroso, como sentirme realizada por mi forma de ser. Me sentiría frus-trada si real-mente no pusie-ra lo que está en mi mano para que el mundo fluyese con otras energías más ap-tas para todos y todas. Las personas que han pasado por mi vida, al igual que las situaciones, inevitablemen-te han dejado una huella en mi ser, y por lo tanto, en cierta manera, me han he-cho ser como soy. Por ejemplo, a los cuatro años emigré con mi familia de Venezuela, porque allí se estaban vulnerando los De-rechos Humanos y creo que eso ha sido muy significati-vo. Al igual que diferentes

vivencias muy complicadas y que he ido superando a lo largo del tiempo. Todo ello, en general se conecta, y han podido acentuar aún más las inquietudes que ya tenía muy dentro. (RU): Desde muy joven

te has im-plicado en contextos muy duros en el mun-do. ¿Cómo p u e d e s mantener esa sonri-sa y ener-gía a pesar de todo?

Se puede vivir en la luz después de haber visto la oscuridad? (LF): Es cierto que desde muy joven he estado en contacto con todo lo social, pero tampoco veía otra for-ma de relacionarme con el mundo. No me sentía có-moda haciendo la vista gor-da. Por otra parte, también hay que reconocer que mu-chas veces no es nada fácil sobrellevar lo que ves, lo que sabes, o lo que sientes. Cuestión por la que no me siento mal, soy humana, tengo sentimientos, las in-

justicias hacen que me arda el cuerpo entero y por lo tanto es normal que no me sienta cómoda, bien. Y no creo que la solución sea no involucrarse sentimental-mente porque ello es muy complicado de controlar, la empatía nace por sí misma, las emoción no se puede anular. Creo que debo te-ner los momentos de triste-za, de rabia, de impotencia porque es lo que corres-ponde. Pero esos senti-mientos no se deben que-dar ahí. Estos sentimientos se deben transformar, y crean energía, fuerza, moti-vación, y positivismo que hace que siga adelante, porque realmente sé que todo puede cambiar. Y creo que no hay nada mejor que tomar las riendas de la si-tuación con una gran sonri-sa, te hace creer en ti, hace que crean en ti. Se puede vivir en la luz después de haber vivido en la oscuri-dad, porque si sólo nos centramos en lo negativo, no podríamos movernos. La luz nos hace florecer y dar nuestros mejores colores. (RU): Eres consciente de que de alguna manera estas haciendo un mun-do mejor a través de lo que en Ubuntu llama-mos "micro espacios de felicidad"? (LF): Los micro espacios de felicidad, el poder que tene-mos de cambiar las cosas al relacionarnos, a eso me refería cuando comentaba que es para mi hoy en día el voluntariado. Realmente la vida cotidiana, el día a día tiene un impacto muy

“con 18 años fui a Ghana de voluntaria en una ONG que se llama

Dream Africa Care Foundation”

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especial, tiene un efecto dominó muy interesante y que no se debe olvidar. Si vamos transformando poco a poco las relaciones, el día a día, creo sinceramente, que se verá reflejado en las macro-estructuras. (RU): ¿Qué crees que deberíamos cambiar en nuestra forma de vivir para hacer un poco me-jor el mundo? (LF): Creo que muchas cosas parten de la educa-ción. Una educación en va-lores, donde se parta del diálogo, del respeto y del buen amor creo que puede ser muy enriquecedora. Puede generar una concien-cia muy potente para vivir en el mundo de una forma más pacífica, enriquecedo-ra, y más justa. Considero la conciencia un pilar básico para poder vivir lo más acorde con el mundo posi-ble, creo que puede ofrecer una mirada holistica del mismo: los derechos huma-nos, la comunidad, la tierra, los animales, entre otras

muchas cosas que nos ro-dean y que es muy impor-tante que se les de el valor merecido. (RU): Laila, ¿qué senti-do tiene para ti la vida? (LF): Para mi la vida son fases, ciclos, momentos. Todo cambia y se transfor-m a . A h o r a b i e n , qué sentido tiene para mi la vida es una pregunta muy complicada para resumirla en apenas unas líneas. Aunque creo que el sentido de la vida, desde mi punto de vista, es poder llegar a un punto en el que tú pa-sas por la vi-da, y no la vida te pasa a ti. Es decir, el sentido de la vida considero que está en uno y en una misma y cada caso es dis-tinto. La vida consiste en potenciar todas las capaci-dades, en descubrir, en aprender, en disfrutar al

máximo y sin hacer daño a nadie, al contrario, sino po-tenciando al otro/a. Crecer como sociedad, como perso-nas junto a todo lo que nos rodea lo considero un senti-do suficientemente increíble para que la vida exista. (RU): Como te ves dentro de unos años? Tienes más proyectos en men-te? (LF): Dentro de unos años... Me gustaría hacer tantas cosas que no sabría que decir. Algo que tengo claro es que quiero estudiar psicología, y que quiero se-guir viajando y creando allá donde vaya. Todavía no ten-go claro nada específico pe-ro sí muchas ideas. La inves-tigación, los animales, el ar-te son cuestiones que me llaman especialmente la atención, ¡Pero me estoy dejando muchas cosas sin decir! (RU): ¿Eres consciente de que la mayoría de la gente de tu edad no tie-ne ese compromiso? ¿Te sientes diferente? ¿Crees

que otros en-tienden tu forma de vi-da? (LF): Creo que hay mucha gente que es muy consciente de las realida-des del mundo a mi edad o a cualquier otra,

pero sí es verdad que hay mucho trabajo por hacer ya que hay muchas personas que puede que no se den

“diría que soy una persona muy

inquieta, con muchas preguntas, con

infinitas ganas de aprender, de crear y

de descubrir”

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cuenta del impacto que tie-nen sus palabras y accio-nes. Muchas veces, si las personas no-tan su capa-cidad de efecto, de huella, adqui-rirían ciertos compromisos que quizás aún no se han desperta-do. En cierto modo, si me siento diferente pero por mis gustos, por mi forma de ser... no especialmente por mi vocación en lo so-cial, lo considero algo muy humano, y no extraño. En

cuanto a si los otros/as me entienden... hay de todo, personas que piensan que

pierdo el tiempo, y muchas otras que le dan mucho valor a lo que hago. Yo perso-nalmente consi-dero que es in-teresante escu-

char las dos versiones (o las miles de versiones que puede haber entre unas opiniones y otras) ya que me permite reflexionar y ser critica con lo que hago o lo que se puede hacer. Ello siempre te permite me-jorar.

Cómo ve a Laila, Miguel, su pareja:

“Laila es una chica curiosa, sensible y divertida. Cuando convives con ella puedes notar cómo vive todo con pasión, a todo le da mucho amor y siempre esta dispuesta a informar-se o participar por lo que le preocupa. Aun que pueda parecer que no para y que atiende al mundo entero, también le gusta divertirse, relajarse y comer mucha fruta”.

“Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las ar-mas contra un mar de adversidades y opo-niéndose a ella, encontrar el fin? Morir, dor-mir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne… Es un final piadosa-mente deseable. Morir, dormir, dormir… qui-zá soñar. Ahí está la dificultad. Ya que en ese sueño de muerte, los sueños que pue-den venir cuando nos hayamos despojado de la confusión de esta vida mortal, nos ha-ce frenar el impulso. Ahí está el respeto que hace de tan larga vida una calamidad. Pues quien soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, la injusticia del opresor, el des-

precio del orgulloso, el dolor penetrante de un amor despreciado, la tardanza de la ley, la insolencia del poder, y los insultos que el mérito paciente recibe del indigno cuando él mismo podría desquitarse de ellos con un puñal. Quejarse y sudar bajo una vida can-sada, por el temor a algo después de la muerte —el país sin descubrir de cuya fron-tera ningún viajero vuelve— aturde la volun-tad y nos hace soportar los males que senti-mos en vez de volar a otros que desconoce-mos. La conciencia nos hace cobardes a to-dos. Y así el nativo color de la resolución en-ferma por el hechizo pálido del pensamiento y empresas de gran importancia y peso con lo que a esto se refiere, sus corrientes se desbordan y pierden el nombre de ac-ción”. Hamlet, W. Shakespeare (1603)

“hoy en día entiendo que el voluntariado

también está en el día a día, en cada casa, en cada momento”

(RU): ¿Quieres decirles algo a nuestros lectores para despedirte? (LF): Me gustaría agradecer está oportunidad para hablar de estos sentimientos que quizás nunca se habían ma-terializado en palabras. Me siento enormemente com-placida. Y bueno, como últi-mo comentario me gustaría decir que todos y todas te-nemos poder para cambiar cosas, aunque sea con un abrazo a alguien que tiene un mal día. Creemos entre todos/as los denominados micro espacios de felicidad.

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vuelve a estar encinta; ten-go 11 años y aunque ella no me ha dicho nada, conozco como va cambiando el cuer-po de las mujeres durante el embarazo. No he tenido el valor de preguntarle porque sigo teniendo hermanos, si la razón de que no viva con ellos sigue siendo que somos muchas bocas que alimen-tar. Yo podría ayudarla con los pequeños; soy hacendo-sa y espabilada. No me que-jo y cuando estoy cansada es cuando mejor concilio el sueño.

Me dan envidia las hijas de la patrona de mi tía Ana; tenemos la misma edad, año arriba, año abajo, pero so-mos muy diferentes. Cuando estoy en su negocio con mi tía, ella ocupándose de las vajillas y yo planchando los cientos de servilletas de su restaurante, las oigo reír y jugar con muñecas lindas que yo nunca he tenido ni tendré. La patrona le repite a mi tía: “Ana. La niña…. La

1947. Hoy ha nacido mi cuarta hermana. Le he lle-vado a mí padre la talega como cada lunes junto con la noticia del nacimiento de Carmela, y hemos llorado los dos juntos. Los funciona-rios ya no me hacen tantas preguntas como al principio y son más amables conmigo que con otros niños con los que también coincido en la cárcel, supongo que porque les digo que soy hija del cuerpo y les hace mucha gracia. Pero mi padre no quiere tenerme cerca dema-siado tiempo, sabe que el camino de vuelta a casa de la abuela es largo, anochece pronto, hay ratas en los descampados y sólo soy una niña de 8 años, así que el abrazo que anhelo cada se-mana se hace intenso, pero es muy breve. 1950. Hace un año que mi padre salió de la cárcel. Ahora trabaja en el muelle y ya no lleva uniforme. Madre

niña es lista. Tienes que ponerla a estudiar”. Pero en casa de los abuelos, con mi tía Mari soltera y Ana viuda, sigo haciendo mucha falta y los pocos ahorros que hay en casa de mis padres son para que Juan y Bernardo, mis hermanos varones, va-yan al colegio. Sólo veo a mis hermanas una vez cada 15 días. La casa está llena de risas, de bullicio constan-te, de mayores que se ocu-pan de los pequeños, de pequeños que buscan los brazos de mi madre. Yo en cambio, he visto morir a mi abuelo, me duelen las rodi-llas y las muñecas de retor-cer los paños con los que fregamos los suelos y los únicos días alegres de mi existencia, son cuando visi-to la casa de mis padres. 1954. Mi tía Mari me pegó con más saña el día que le dije que no me pusiera la mano encima cuando hubie-ra bebido. Estaba cansada

Hoy escribo sobre ti...

Esta es una sección especial dedicada a todas aquellas personas que de alguna manera han pasado por nuestra vida, de-jándonos una huella difícil de borrar; una marca gracias a la que hoy somos como somos; un vestigio de lo que indudable-

mente hoy es luz para nuestro camino; de alguna manera hemos tenido la suerte de sentirnos abrigados por alguien especial en nuestra vida; esa persona a la que dar las gracias, y que mejor manera de poder plasmarlo en el papel.

Anita, mi pilar, mi salvadora

Nerea Jiménez Valencia / Madrid

Entre los 8 y los 17 años no habría sido ca-paz de escribir un diario. No sabía juntar las letras, como se decía en mi época, ni tampoco tenía la necesidad de dejar por escrito mis impresiones y emociones al tiempo. Pensaría muy seriamente en escri-

bir un libro acerca de mi vida. Ando con-tándole a mi pequeña, pequeños retazos de mi vida, pero son tantas las cosas que voy dejando en el tintero y tanto el miedo que tengo de olvidarlas, que finalmente voy a pedirle que las escriba por mí.

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siempre creí que el lado morado de su cara era de nacimiento. Padre se enfu-reció; me llamó desagrade-cida y mentecata.

Hoy he cumplido 15 años. Después de 4 meses sirviendo hoy es el primer día que lloro y no sé si es de alegría o tristeza. Mi abuela llegó a media tarde para hablar con los señores y decirles que en 4 meses debo volver a la casa don-de tanto me extrañan. Mi abuela me necesita y Mari espera su primer hijo. En un primer momento, creía que venía para darme un beso, pero solo tuvo tiem-po de dedicarme una ligera sonrisa y de sus labios oí un “ya mismo estás en ca-sa”. Tendré que decirle a mi madre que necesito la mitad de la paga semanal

de sus desprecios y ofensas; la prefería durmiendo la mo-na, aunque yo tuviera que ocuparme de todos los quehaceres de la casa antes de que pagara conmigo su propia desgracia. Sin embar-go lo que llegó a oídos de mi padre no se parecía en nada a mi día a día, y su madre y hermanas consideraron que ya era hora de que Anita emprendiese el vuelo. De que me fuera a servir inter-na para poder contribuir con un sueldo, al sueldo misera-ble de mi padre. Por fin me alejaría de aquella casa de vecinos donde por las no-ches oía llorar a las mujeres. Unas por desamor como mi tía Mari, otras, como la Pas-cuala por ver a sus chiquillos mendigando un bollo con aceite a la puerta de las ve-cinas, o Mariqui de la que

de los próximos meses, pa-ra ahorrar y comprarme los zapatos que llevan todas las muchachas de mi edad, de lo contrario, estas albarcas de goma tendrán que durar-me al menos un año más. Por lo demás, sólo me llevo de esta casa la certeza de lo que no quiero ser, una rica-chona con alma de pobre, mejor, muy pobre de alma. La señora me ha dicho que esta noche, cuando acueste a los niños, puedo comerme el ala que ha quedado del asado, que es lo más jugoso del pollo. 1958 . Si no le hubiese visto tres días seguidos rondando mi calle, nunca habría creí-do que aquel joven, con aquel rostro tan perfecto, se hubiera fijado en mí. Algu-nos ya me habían dicho lo

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silencio de la noche y con la luz de una lámpara de aceite, he ido desgranando cada frase, cada palabra, cada sílaba, cada letra y con su ayuda empiezo a escribir la que será mi pri-mera carta de enamorada.

1961. Pepe me ha pedido que vaya preparando la fecha de la boda. El año pasado cumplí 21 años, mi mayoría de edad, y él se hará cargo de mi tutela. En los tres años que lleva en-tre Alemania y Francia no ha tenido oportunidad de hacer el dinero suficiente para poder comprarnos un pisito de esos que están haciendo a las afueras. Mi suegra le ha hecho saber que el dueño del taller en el que trabajaba antes de irse, tampoco le puede re-colocar. Con lo poco que he ahorrado desde que trabajo en algunas casas, aunque siga viviendo con mi abue-la, sus hijas y los hijos de mi tía Mari a los que tengo que cuidar como si fuesen mis propios hijos, compra-remos mi billete para viajar

mucho que estaba cambian-do. Lo bien que cosía y aprovechaba los tejidos de aquellas que desechaban sus vestidos para darles una nueva vida y adaptarlos a mis hechuras. Estaba más guapa y era la edad de te-ner un novio como dios manda. Y apareció Pepe, que era guapo de rabiar, que era listo, que era tierno a su manera, que era bueno, que era celoso con gracia, que el primer día que conoció a mis hermanos los subió uno por uno a su ma-ravillosa Lambretta para darles un paseo que todos recordarían con el paso de los años. Cinco cuerpecillos menudos y descalzos, siete almas felices viajando juntos en una moto.

Mi primo Arturo se ha brindado a leerme cada una de las cartas que Pepe me manda desde Alemania y a escribir por mí las pocas co-sas que puedo decirle a tra-vés de un intermediario. Hoy ha llegado la última y le he pedido a Arturo que me la repita hasta que aprendér-mela de memoria. Así, en el

a Francia y podremos invitar a moscatel y unas rosquillas a la familia. La hija de la Paquita me prestará su ves-tido de novia; no tengo que hacerle más que cuatro arreglillos. Y no necesito coche, aunque mi padre se empeñe, para ir hasta la iglesia que está a dos calles de la casa de mi abuela, la casa de la que no echare en falta el calor de hogar que dicen, porque nunca fue mi casa.

Pepe ya lo tiene todo organizado; ha hablado con la dueña de la pensión don-de se aloja y han acordado que puedo trabajar en la cocina y en el local. Mi tra-bajo será moneda de pago para nuestro alojamiento y manutención. Al fin y al ca-bo, es lo mismo que he ve-nido haciendo a lo largo de los últimos 15 años, pero ahora al menos, tengo la suerte de poder estar junto a la persona con la que em-piezo una nueva vida. Em-pieza una nueva Ana.

2 de Agosto. Mi padrino, mi hermano Juan, me ha llevado en taxi a la iglesia. Hoy es el día más feliz de mi vida.

1964. Hemos decidido dejar a nuestra primera hija con la familia de Pepe por un tiempo. Durante los dos úl-timos meses de embarazo y desde su nacimiento no he podido trabajar todo lo que debiera para poder juntar los francos suficientes que nos ayuden a estabilizarnos en España. Tenemos aquí nuestra casa, sí. Un par de habitaciones con baño com-partido en un barrio precio-

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seré madre de familia nu-merosa. La señora de Ca-nales, una familia de refu-giados catalanes, me trata como si fuese una hija y la semana que viene me acompañará para visitar un médico de mujeres que me enseñe a evitar tener los hijos que dios nos quiera enviar.

1968. En las navidades del 64 recuperamos a nuestra hija. Fueron los seis meses más difíciles de nuestra vida. Después de eso, cada navidad regresamos a nuestra ciudad, y en cada viaje llegamos cargados de cosas útiles para los nues-tros. Además hemos contri-buido para incluir el baño en la vivienda de mis pa-dres y hemos comprado

una cocina de gas de lo más moderna en casa de mi sue-gra. Lo más im-portante de to-do es que, por fin, hemos com-prado la que será nuestra casa cuando volvamos a

nuestra tierra y gracias a dios, también hemos firma-do la compra del futuro taller de mi marido.

Una de las hijas de la patrona de mi tía Ana, aquella señorita que iba al colegio de pago mientras yo planchaba en el negocio de su madre a mis escasos 10 años, es la secretaria del notario donde hemos dejado no menos de 200 letras firmadas; eso supone que los próximos diez años,

so junto al río. Tengo un trabajo por el que, al fin, me pagan y me pagan bien, pe-ro nunca sé a qué hora aca-bará mi jornada. Los celos de Pepe ya no tienen ningu-na gracia. A veces me hacía sonreír cuando decía: “voy a ponerte un clavo en ese es-cote para que dejen de aso-marse los mirones”, pero últimamente ha tenido algún encontronazo con otros mu-chachos de su edad por ver cosas donde no las hay. De haberme dejado trabajar en la fábrica, tendría un buen sueldo y un buen horario. Hablo un francés fluido y lo entiendo perfectamente; siento que puedo prosperar y dejar de lado las limpiezas y los fogones, pero insiste en que en la fábrica hay mu-chos hombres y la mayoría son españoles, y que él sabe muy bien como son los hombres es-pañoles cuando están lejos de su casa y de sus novias. Me pre-fiere en la cocina de un modesto hotelito, donde sólo entra el pa-trón y algún proveedor para descargar mercancía.

La semana que viene me espera un viaje de 1700 ki-lómetros, con tres trasbor-dos y un destino del que regresaré con el regazo y el corazón vacíos. Esta es la primera vez que me acuerdo de mi madre en mucho tiempo. Juana, que por tres años aguardó el regreso de su marido sin nada que echar a la boca de sus hijos más que una teta. Nunca

tendremos que hacer el mismo viaje de ida y vuelta, cada navidad.

Me pregunto porque, a pesar de que ahora nos pa-recemos más (ha elogiado mi corte de pelo, aunque en un principio no me conocie-ra), seguimos siendo tan distintas.

1973. Mi segundo hijo nació a finales de 1970. Tuve la suerte de disfrutar de un permiso por maternidad, porque trabajando en co-rreos, mi suerte en el traba-jo ahora es muy distinta. He tenido la ocasión de regre-sar a España para hacer alguna nueva operación de venta y compra de nuestra nueva casa y en esta oca-sión no he necesitado nin-guna autorización ni firma de Pepe. Las mujeres de mi familia dicen que las cosas han cambiado mucho en nuestro país, pero dudo que eso sea así, porque en cada visita encuentro un fantas-ma en la casa de mi madre. Oculta entre la sala de es-tar, el dormitorio y el aseo, vive Pepa, la hermana de la que se ocupa desde que falleciera mi abuela Antonia. Pepita, a la que nadie llama tía, ni tita; Pepita cuya me-moria y conocimiento se reduce a sus 6 primeros años de vida, aunque ya peina canas, nunca disfrutó de una tarde de paseo por la avenida, un atardecer en el campo, en la playa. Pepa no existe a los ojos de las vecinas, de los amigos. A Pepita se la intuye, se la siente, pero no se la ve, no se la expone. Y mientras Pepita no exista a la luz de

“son tantas las cosas que voy dejando en el tintero y tanto el miedo que tengo de

olvidarlas”

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cia. No hubo taller mecáni-co, no hubo una mercería de la que yo pudiera ocu-parme, mi negocio propio soñado. Sueños truncados y una vida que sin ser tan

difícil como lo fue mi juven-tud, no me dio mas elec-ción que se-guir siendo hija, madre, esposa, her-mana, nuera, cuñada, y es-tar en los mo-mentos en

que todos precisaron de mi, mientras la Ana interior seguía creciendo.

Pepe ya no me acompa-ña en este trayecto de mi vida. La enfermedad se lo llevó de mi lado. Y en esta nueva vida que se abre an-te mis ojos ya no hay cabi-da para nuevos retos y otros sueños. Unos me ale-jaron, otros me empujaron

otras miradas, las cosas no habrán cambiado nada en nuestro país ni en nosotros mismos. Me pregunto cuan-tas Pepitas se han apagado entre cuatro paredes, vícti-mas de los prejuicios y la vergüenza de sus familias. 1975. Llegado el momento de volver, de dejar Francia, vuelvo a sentir que sin serlo, esta ha sido mi casa, este ha sido mi país, y mis com-patriotas la familia que elegí lejos de los míos. No sé lo que nos aguarda en España, pero tengo claro lo que dejo en este lugar...los mejores años de mi vida. Mi aprendi-zaje. Lo que soy. Una parte de nuestros amigos aquí, los mayores, los más cultos y preparados celebran la muerte del dic-tador. Nosotros, que salimos de España con una maleta de car-tón, hambre e ilusiones en las mismas propor-ciones, supimos quien y lo que era un dictador, cuando nos hi-cieron ver de qué país ve-níamos y lo que dejábamos atrás. Tuvimos la fortuna de conocer nuestra propia his-toria reciente desde la pers-pectiva de otros ojos y otras lenguas. Es la primera vez que yo también me alegro de la muerte de otro seme-jante. 1997. Nada es como había-mos imaginado en la distan-

lejos de mis raíces, pero entre todos me hicieron más fuerte y poderosa ante los que me preferían sumisa e ignorante y las zancadillas que la propia vida me iba poniendo.

2013. Si no fuera porque me ocupan tanto tiempo las actividades escolares (y ex-traescolares), la lectura, los recados que mi hija me en-carga aquí y allá, el estar pendiente de que mi nieta se alimente bien y todas aquellas cosas que obliga-rían a que un día tuviese más de 24 horas, pensaría muy seriamente en escribir un libro acerca de mi vida. Ando contándole a mi pe-queña, pequeños retazos de mi vida, pero son tantas las cosas que voy dejando en el tintero y tanto el miedo que tengo de olvidarlas, que fi-nalmente voy a pedirle que las escriba por mí.

Cómo citar este artículo: Valencia Jiménez, Nerea (2018). “Hoy escribo sobre ti: Anita, mi pilar, mi salvadora”, Revista Ubuntu 9: 7-11.

“Hoy he cumplido 15 años. Después de 4

meses sirviendo hoy es el primer día que lloro y no sé si es de alegría o

tristeza”

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dijeron que de momento no entrarían más animales en ca-sa. Y reaccionaron como cual-quiera lo hubiera hecho: “hay que llamar al veterinario para desparasitarlo e ir pensando un nombre” dijeron. Y ahí em-pezó todo. Aquella noche Toes durmió en una caja de zapatos a los pies de mi cama y, desde entonces, somos grandes com-pañeros de siesta.

Toes es un gato muy tran-quilo —menos los sábados por la mañana cuando enloquece con los flecos de la alfombra— al que le cuesta acercarse a cualquiera que no sea de su familia y, cuando la casa se llena de gente, él desaparece. Responde a su nombre y maú-lla, maúlla mucho. Cada mau-llido quiere decir una cosa: que tiene hambre, que su compañera Janis se ha queda-do encerrada en un armario, que está escondido y quiere que le busques, o que no quie-re dormir mientras toda la fa-milia lo hace y se ha propuesto despertar a alguien. Es un ga-to muy cariñoso y que ronro-nea muy, muy fuerte.

Actualmente mi familia, ade-más de los humanos, la for-man dos gatos, Toes y Janis, y una perra, Cotton. Podría decirse que he crecido con animales desde que tengo uso de razón. Por eso es por lo que ya no imagino un ho-gar sin ellos, por razones evi-dentes pero que explicaré después de presentaros a mis peludos.

Toes, el gato, fue el pri-mero en llegar a la familia. Hace ya siete años, se cruzó en mi camino un diminuto gato que no paraba de mau-llar. “No te precipites, quizá venga su madre y le recoja; quién soy yo para llevármelo” pensé. Unas horas después, al final de la tarde, allí se-guía, en el mismo sitio mau-llando sin parar, y entonces, una gran amiga —a la que todavía hoy le estoy agradeci-da— me dijo que en mi casa el gato viviría feliz. Yo no quería ni pensar en cómo reaccionarían mis padres que, tras la muerte de Oliver des-pués de doce años de ronro-neos y unos meses de duelo,

Janis, la gata, llegó hace seis años. Mi madre pensó, muy acertadamente, que por qué un solo gato pudiendo ampliar la manada y regalarle una compañera con la que perseguir a todas las moscas que, equivocándose, deciden entrar en casa. Así fue como contactamos con la asociación Nueva Vida-Adopciones tras

“El cariño por los animales está tan estre-chamente unido a la bondad del carácter que puede afirmarse con seguridad que todo aquel cruel para los animales no pue-de ser un hombre bueno” (Arthur Scho-penhauer)

Mi manada, mi hogar

Celia García Chuliá / Madrid

Recuerdo que en educación primaria leí-mos en clase el libro infantil de José María Plaza titulado Mi casa parece un zoo. De aquella aún vivía con mi segundo gato, Oliver —el primer gato que formó parte de mi familia, y al que le debo mi pasión por

los animales, llegó a casa enfermo y pron-to se fue— pero lo que no sabía es que, algún día, el título de aquel libro se con-vertiría en la perfecta descripción de mi hogar.

Hoy escribo sobre ti… SECCIÓN ANIMAL

Esta sección tiene los mismos objetivos que la anterior, con la diferencia de que en este caso los seres queridos sobre los que se escribe no son seres humanos, sino animales no humanos, a los que se quiere con semejante intensidad.

Toes

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mir sobre el router y meterse en todas las bolsas de plásti-co que encuentra. Desde que Janis forma parte de mi fami-lia, el día a día es más diverti-do y nos regala anécdotas a raudales.

Finalmente, Cotton, la pe-rra. Llegó a casa hace ya más de dos años. Por desgracia, el humano que formaba su fa-milia, vivió menos tiempo que ella y, mi primo —quien la crio desde que nació hasta que pudo irse con aquel chi-co— quiso que la perra, que estaba viviendo lo que podría ser un duelo, estuviera con una familia cercana. Al princi-pio los argumentos en contra de ampliar la manada pesa-ban más, pero la resistencia no duró más de una semana. Desde entonces, Cotton for-

ver una imagen de aquella pequeña gata blanca de ojos verdes. Janis es, al contrario que Toes, el torbellino de la familia. Suele presentarse a todo aquel que entra en casa sentándose encima o frotándo-se contra sus piernas y, cuan-do la casa se llena de gente, ahí la tienes a ella, en el mue-ble más alto del salón contem-plando todo desde arriba. No acude cuando dices su nombre pero, si está de buen humor, te mira de reojo cuando la lla-mas. También es cariñosa pe-ro tiene unas formas muy pe-culiares de demostrarlo, como, por ejemplo, intentando tum-barse encima de tu cabeza mientras duermes. Apenas maúlla y ronronea tan bajito que casi no puedes notarlo. Si hay algo que le gusta es dor-

ma parte de la familia y ha establecido un vínculo muy especial, sobre todo con mi hermano. Cotton es muy ju-guetona y le encanta morder las cuerdas y las pelotas que le regalamos, pero lo que de verdad le gusta es estar deba-jo del edredón. De hecho, no existe una cara de pena más tierna que cuando la sacamos, casi por obligación, a dar el primer paseo por la mañana.

La verdad es, como decía, ya no me imagino la vida sin animales en mi hogar, porque las ventajas de convivir con ellos son muchas. Es cierto que tanto gatos como perros son muy diferentes, pero ana-lizando los años de conviven-cia con ellos me he dado cuenta de que todos te permi-ten aprender diversas cosas.

Janis

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que no viven la separación como lo hace un perro. Cuan-do regresas a casa no mon-tan una fiesta de bienvenida pero, una vez más con ese sigilo que les caracteriza, se acercan a la puerta diciéndo-te, a su manera, que se ale-gran de que hayas vuelto. De modo que sí, los gatos son independientes, pero eso no es ni mucho menos un defec-to, es una gran virtud. Con ellos aprendes a cuidar sin invadir y a aceptar su inde-pendencia igual que ellos aceptan la tuya. Pero ade-

Los gatos, por un lado, tie-nen fama de der demasiado independientes y poco cariño-sos… nada más lejos de la realidad. Es cierto que son bastante más libres que los perros, pero también son cari-ñosos. De los gatos he apren-dido muchas cosas en todos estos años. He aprendido que se puede querer sin depender, y así es como te quieren ellos. Cuando estás, se acercan a ti, te demuestran cariño, juegan contigo y permanecen sigilosa-mente acompañándote siem-pre. Sin embargo, es cierto

más, con los gatos también aprendes que se puede jugar y siempre te diviertes con su inteligencia y su ingenio.

Los perros, por lo que es-toy aprendiendo recientemen-te, te dan una compañía dife-rente, de la que puedes ex-traer aprendizajes muy distin-tos, pero igualmente valiosos. Si dejas que un perro te acompañe aprenderás lo que es la verdadera fidelidad, el amor incondicional. Incansa-bles compañeros, los perros te acompañan allá donde tú se lo permitas y, si en algún mo-mento no te acompañan, es-tarán esperándote en la puer-ta para que, incluso antes de meter la llave, oigas bien alto cuánto se alegran de tenerte cerca de nuevo.

En definitiva, ampliar la familia con compañeros pelu-dos es siempre un acierto. Una vez decides asumir las responsabilidades que conlle-va el hacerse cargo de su vida y de su bienestar, entiendes que la felicidad está en las pequeñas cosas que vivimos a su lado.

Para mí ya es imposible irme de viaje sin despedirme de Toes, de Janis y de Cotton, igual que lo hago de mis pa-dres o de mi hermano. No hay una paz mayor que la de que-darse unos minutos viéndoles dormir, ni una sensación más bonita que la de poder dormir con ellos y que peguen su cabeza a la tuya. Y como esas, miles de cosas que solo se llegan a entender cuando un animal forma parte de tu manada. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata, de tu manada.

Cómo citar este artículo: García Chuliá, Celia (2018). “Hoy escribo sobre ti. Sec-ción animal: Mi manada, mi hogar”, Revista Ubuntu 9: 12-14.

Cotton

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Barrio Lucero El barrio Lucero se encuentra situado en el distrito de Latina, y es donde vivo con mis pa-dres desde que tengo uso de razón. Por mi experiencia, creo que se trata de un barrio obre-ro y multicultural; las culturas coexisten y conviven en un territorio en el que gran parte de los vecinos tiene pocos re-cursos económicos y muchos de ellos son personas inmi-grantes o provienen de fami-lias humildes.

Siempre he tenido amigos inmigrantes, y nunca me ha parecido nada extraño. Pienso que todos los seres humanos somos diferentes y somos fru-to de diversas migraciones a lo largo de la historia, lo que no tiene nada de malo. Cuando era pequeña no recuerdo ha-ber tenido ningún problema con personas inmigrantes, y aunque al ir creciendo sí que he vivido situaciones tensas o de conflicto, no se debe al he-cho de ser inmigrante, sino otros factores y condicionantes que explicaré más adelante.

Cuando era adolescente participé en un colectivo políti-co del mismo barrio, el colecti-vo Lucero K103, que nació para fomentar actitudes inclu-sivas y tolerantes, combatien-do al racismo, además de lu-char por otras consignas socia-les críticas con el panorama político. Solo estuve un año con ellos, ya que me di cuenta que todavía me quedaba mu-

cho por aprender y formarme para luego actuar. Por esa épo-ca participamos en diversas actividades junto con la Asocia-ción de Vecinos de Lucero, y gracias a ello aprendí y escuché voces de personas con una ex-periencia de vida muy diferente a la mía que me hizo abrir los ojos y plantearme ciertas cosas.

Por un lado desarrollamos talleres dirigidos a madres inmi-grantes (y no inmigrantes) du-rante las fiestas que se celebran anualmente en el barrio, ofre-ciendo un espacio de encuentro cultural y a la vez de ocio, con el objetivo de fortalecer el teji-do comunitario de mujeres que se encuentran en una situación de estrés debido al trabajo, a los cuidados del hogar o a si-tuaciones conflictivas con sus respectivas parejas. En los talle-res que yo participé escuché por un lado las demandas de las vecinas sobre el barrio, don-de todas estaban de acuerdo en la necesidad de establecer des-de la Asociaciones Vecinales actividades de ocio alternativas tanto para ellas como para sus hijos e hijas.

En cuanto a la discrimina-ción, tanto las mujeres inmi-grantes como las españolas reconocían que Lucero era un barrio inclusivo donde no ha-bían tenido ningún problema en la confluencia de culturas; ex-cepto dos de las mujeres que participaron en el taller, que relataron sus experiencias con personas que se habían referido

a ellas como “mora de mier-da” o “panchita” (una marro-quí y una latinoamericana), pero por lo demás estaban muy cómodas viviendo allí y se sentían aceptadas, aunque sorprendidas por esa discrimi-nación que provenía de cha-vales jóvenes.

Otro taller en el que parti-cipé fue en un campeonato de fútbol y baloncesto con los niños del barrio, que fue muy divertido pero no llegó a tan-tas personas como nos habría gustado.

Finalmente otra de las ac-tividades que destaco, aun-que no pude acudir, fue la de orientación y mediación sobre recursos, donde la asociación de vecinos guiaba a los veci-nos y vecinas que quisieran acudir en relación a los recur-sos y dispositivos públicos gratuitos que el Ayuntamiento y las asociaciones del distrito ofrecen a las personas para suplir distintas demandas (sociales, educativas, labora-les…) y problemas.

Aunque ya no estoy al tanto de las actividades o Jor-nadas que desarrollan tanto el colectivo de Lucero como su Asociación de vecinos, creo que es muy importante ofre-cer espacios donde los veci-nos compartan, aprendan y sean protagonistas en las de-cisiones sobre el barrio, don-de el sentido de pertenencia sea fomentado con una pers-pectiva integradora.

En barrios de inmigración: una reflexión personal

Marta Cabañas Casado / Madrid

En este artículo quisiera contar algunas experiencias personales propias en dos barrios de Madrid, considerados como ba-rrios obreros y con gran presencia de per-

sonas inmigrantes. Es una reflexión perso-nal hecha con los ojos de una educadora social que pretende trabajar por barrios más inclusivos e interculturales.

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En un futuro me encantaría volver a participar en activida-des de cara a mejorar las rela-ciones y situación del barrio, atendiendo a diversidad de voces y experiencias, si bien es cierto que actualmente por mi situación personal estoy conociendo el distrito madrile-ño de Tetuán, y me parece un territorio muy rico y particular. De hecho es uno de los distri-tos con más población extran-jera e inmigrante de la capital, donde bajo mi punto de vista concurren personas muy diver-sas en lo económico y social.

Conflictos y momentos de tensión Quisiera relatar ahora algunas de las experiencias negativas que he vivido en lo relativo a las personas inmigrantes.

En cuanto a discriminación o tipos de racismo, ya sea del tipo ambivalente, aversivo o sutil, puedo decir que alguna vez he escuchado comentarios despreciativos e insultos hacia personas que emigran de su país para buscar en España un mejor futuro, debido a diferen-tes factores. Comentarios que estigmatizan a diferentes cul-turas y etnias, rechazándolas sistemáticamente. Y aunque creo que muchos de ellos vie-nen de personas mayores con-servadoras y con un mentali-dad tradicional más cerrada,

también los he escuchado en personas adultas y en jóvenes, quizá en menor medida. Me molesta especialmente cuando son personas jóve-nes las que repro-ducen estas actitu-des y comparten esta visión discrimi-natoria excluyendo a personas inmi-grantes normalmen-te pobres o con po-cos recursos econó-micos, bajo mi punto de vista, y creo que la Educación Social tiene mucho que hacer en el fomento de la inclusión y edu-cación en valores de respeto y tolerancia hacia otras culturas y e historias de vida.

Una situación de discrimina-ción que quiero contar y que viví en un pequeño parque que hay en mi barrio fueron los in-sultos y gritos de una persona mayor a una chica inmigrante rumana, que iba paseando con su bebé tranquilamente. Los insultos fueron del tipo “vuelve a tu país” o “sois un parásito”. Aunque no me sorprendió y es algo que podemos decir que entendemos ya que se trata de una generación con una menta-lidad cerrada, pienso que no debemos justificar o hacer oí-dos sordos en estas situaciones. En ese momento me enfadé pero no participé en el conflicto, ya que la mujer se defendió y

creo que lo hizo estupenda-mente, respondiendo que ella trabajaba y vivía dignamente en España y que le parecía absurda esa actitud tan ca-rente de respeto y sin funda-mento (no es literal, pero es como lo entendí yo).

Por otro lado también he escuchado a todo tipo de per-sonas decir que por ejemplo, las personas sudamericanas ensucian el barrio al dejar tiradas en el suelo litros de cerveza cuando están en su tiempo de ocio. Asocian la cultura latina con ensuciar las calles cuando el resto de cul-turas tampoco respetamos el medio ambiente, y es por eso

por lo que a ve-ces me pregunto: ¿entonces si yo ensucio el suelo, al haber nacido en España, es más legítimo? No entiendo este pensamiento, ni entiendo muchas

veces el patriotismo que se utiliza para desvalorizar al otro que “viene de fuera”. Es el problema de los estigmas.

Otras actitudes discrimina-torias más sutiles las he podi-do encontrar en personas cer-canas, en familia y amigos, que a pesar de aceptar y res-petar la inmigración al final siguen estigmatizando a per-sonas por el hecho de perte-necer a una cultura diferente. Por ejemplo, menospreciar a una persona por ser de un país y llevar determinada ro-pa, pensando casi automáti-camente que nos va a robar y que debemos desconfiar co-mo forma de defensa. Yo mis-ma he estigmatizado alguna vez a alguna persona o grupo, aun teniendo como principio la defensa de la multiculturali-dad y la tolerancia hacia otras culturas, aunque actualmente intento no tener estigmas ni

Parque Lucero

“la enemistad entre grupos de etnia

gitana y las bandas dominicanas es común en los

Barrios”

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prejuicios hacia nadie; ni dis-criminación negativa, ni positi-va. A veces sigo cayendo en prejuzgar a otra persona por su apariencia física, ya que tiende a ser algo muy simbóli-co para mí, pero esto tiene más que ver con motivos eco-nómicos y políticos, y sé que tengo que trabajar en ello. Creo que todos nosotros tene-mos que esforzarnos para evi-tar caer en prejuicios y estig-mas, siendo abiertos a lo otro y a los otros.

Otra experiencia que he vivido implica a personas inmi-grantes que, teniendo como referencia familias desestruc-turadas donde la violencia está normalizada y muchos de ellos cuentan con pocos recursos económicos o viven una situa-ción crítica y disfuncional (no trato de justificar lo que hacen sino trato de en-tender por qué lo hacen) se organi-zan en bandas para delinquir a través de la vio-lencia. La expe-riencia que voy a relatar me pare-ció muy curiosa, pero en ese mo-mento sentí bas-tante miedo y al principio me enfadó aunque luego lo enten-dí desde otra perspectiva.

Hace algunos años, mis amigos y yo estábamos dando un paseo después de anoche-cer por un gran parque cer-cano a nuestras casas, el par-que de la Cuña Verde, cuando de repente un grupo de chicos jóvenes, de edades compren-didas entre 11 y 13 años nos sacaron un machete y agarra-ron a uno de mis amigos por el cuello de la camiseta. Parte del grupo nos fuimos corrien-do hacia un lado quizá siendo un poco cobardes, ya que que-ríamos ayudar a nuestro ami-go, pero después de unos mi-

nutos cuando pensamos que se habían calmado las cosas fui-mos a ver qué pasaba. Se trata-ba de niños dominicanos que confundieron a mi amigo con un gitano con el que tenían pro-blemas (la enemistad entre gru-

pos de etnia gitana y las bandas domini-canas es común en los barrios) pero luego resultó que le conocían y le habían confundido, ya que los padres de ese amigo son de Suda-mérica. Esa noche tuve mucho miedo y sentí mucha impo-

tencia al ver a chicos tan jóve-nes con ese arma, diciendo que iban a llamar a sus hermanos, con tanto odio y agresividad.

Considero que se le debe prestar una mayor atención a este problema aunque creo que es un debate complejo y encon-trar la solución se me hace difí-cil, al ser grupos muy cerrados donde la violencia es lo único que conocen y han vivido.

La última experiencia que quiero explicar me impactó más que la anterior y me sentí muy triste y al mismo tiempo enfa-dada. Una noche paseando con un amigo por la Casa de Campo hasta llegar al barrio de Batan, vimos a una persona africana

pegar una paliza a una mujer. Llamamos a la policía y le de-tuvieron, pero el caso es que aunque si bien es cierto que se ha reducido significativa-mente la prostitución en esa zona ante las protestas de los vecinos y vecinas del barrio, sigue habiendo trata y explo-tación de mujeres en su ma-yoría africanas y eslavas. Más de una vez las he visto dur-miendo o “trabajando” en condiciones deplorables en las calles e incluso una vez inten-té hablar con ellas sin conse-guir nada.

Todas estas problemáticas que he vivido me han hecho reflexionar y han contribuido a repensar sobre ciertas cosas pero puedo decir que no me he sentido amenazada en ningún momento al convivir con personas de otros países, sean pobres o ricos. Pienso que se deben implementar políticas que regulen la situa-ción de la inmigración y la concesión de permisos a per-sonas con pocos o ningún recurso desde una perspecti-va inclusiva. Sobre todo debe-mos educar en el respeto y la tolerancia, como ya he men-cionado anteriormente, recon-ciliarnos con una diversidad que al fin y al cabo nos enri-quece.

Fuente: https://www.todoporhacer.org/tetuan/

“el precio del alquiler y la gentrificación está dejando una gran huella en el Barrio de Tetuán”

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La Pizzería y Tetuán Durante estos últimos meses he estado trabajando en una

pizzería de Tetuán, conociendo a nuevas personas de las que sigo aprendiendo mucho. Los empleados somos tanto espa-ñoles como latinos, y la verdad es que nos coordinamos bas-tante bien pues el clima de tra-bajo es distendi-do y respetuoso. Hemos tenido conversaciones sobre nuestras diferentes cultu-ras y costum-bres, y algunos compañeros me han relatado su experiencia al venir al país cuando eran pequeños o ado-lescentes.

Se trata de familias humil-des que vinieron a España en busca de una mejor calidad de vida, y que han vivido situacio-nes de pobreza y precariedad al intentar estabilizar su vida en un continente tan lejos de su país de origen. Mantuve conversaciones muy interesan-tes con ellos sobre el racismo en España, ya que es un tema

que me interesa, y la mayoría de ellos reconocieron que han sufrido discriminación por parte

de ciudadanos o incluso la poli-cía pero también afirmaron que se sienten muy arropados y ayudados por otros españoles. Reconocen que su vida ha me-jorado notablemente y que si-

guen esforzándose y trabajando duro por conseguir una situa-ción mejor. Otra de las conversa-ciones sobre la que hemos tenido bas-tantes diferencias es el tema del feminis-mo y la mujer, ya que tanto españoles como latinoamerica-

nos (mujeres y hombres) han hecho comentarios que a mi parecer son machistas y he creído necesario entrar en con-flicto o debate para confrontar ese tipo de ideas que infravalo-ran a la mujer y desprestigian su lucha a lo largo de todos estos años.

Algunas conclusiones a las que he llegado es que las per-sonas de los países del sur son bastante abiertas a la hora de hablar de cualquier tema, y son

solidarios cuando ven que tienes un problema y necesi-tas ayuda, aunque no la pi-das. En cuanto al tema del machismo, creo que su cultu-ra es bastante cerrada: el problema está bastante nor-malizado, pero precisamente en la cultura occidental tam-bién nos encontramos con actitudes machistas muy in-teriorizadas; se trata de un problema generalizado y nor-malizado a escala global.

Me gusta mucho el barrio Tetuán porque de una grande avenida confluyen diferentes barrios y casas bajas que jun-to a urbanizaciones confor-man un espacio en el que conviven todo tipo personas; los vecinos son personas de diferentes nacionalidades, diferente clase social, diferen-te religión y cultura, y puedo decir que la mayor parte del vecindario acepta y respeta y aprende de lo que es diferen-te a lo que conocemos. Tam-bién creo que muchos de los vecinos, inmigrantes o no del barrio viven en condiciones bastante críticas económica-mente, tienen una renta baja y se enfrentan al problema del acceso a la vivienda, ya que el precio del alquiler y la gentrificación está dejando una gran huella en el barrio, lo que supone un gran con-traste con otros vecinos que viven en las urbanizaciones aledañas a la zona y que per-tenecen a una clase más alta o con un mejor nivel de vida.

En cuanto a la delincuen-cia, existen problemas con la venta de droga, el robo y la violencia, y aunque creo que se trata de casos aislados yo no tengo ninguna experiencia sobre ello.

Cómo citar este artículo: Cabañas Casado, Marta (2018). ”Experiencias de intervención: en barrios de inmigración. Una reflexión personal”, Revista Ubuntu 9: 15-18.

“la mayor parte del vecindario acepta y

respeta y aprende de lo que es diferente a lo que conocemos”

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Siendo realistas lo más pro-bable es que el irreverente jovenzuelo tras sentarse en mi sillón y comerse mis cara-melos, plantease la cuestión en los siguientes términos:

—Paco, ¿tú crees que es verdad eso de que las clases sociales han muerto y todos podemos ser lo que nos pro-pongamos?

Mi primer impulso fue de-cirle: pero angelito, ¿quién coño te ha contado la patra-ña esa que inventaron los funcionalistas yanquis, que malos mengues les piquen la mui, de la fluidez social, la sociedad permeable, la meri-tocracia y todos esos embus-tes?, pero claro, tampoco es cuestión de fastidiar la ilu-sión de un chaval de 18 años. Pero como yo puedo mentir, a veces, pero de lo que no soy capaz es de en-gañar, que aunque no lo pa-rezca son conceptos comple-tamente distintos, me limité a referirle aquello que dijo Don Habacuc del Cura: ”la sociedad, así a bote pronto, se divide en dos clases, los amigos y los hijos de puta”. A continuación decidí abrirle los ojos a mi inocente o par-guela, como dicen ahora, pupilo con un ejemplo prácti-co del arraigo que tiene el concepto de clase en todas las clases de esta clasista y

clásica sociedad. Una historia que es real y que, como todas las historias que son reales, es una historia triste.

Vallecas es el barrio obrero de Madrid por antonomasia, de Madrid y de España. Lo de ba-rrio obrero es un eufemismo paternalista, Vallecas ha sido siempre un barrio pobre, de currelas y parados y durante décadas, quien más y quien menos se quitaba la necesidad y hasta el hambre a bofetadas. Y digo quien más y quien me-nos porque, para disgusto de Ismael, hasta para ser pobre hay clases.

Volvamos a los años cua-

renta del siglo pasado, no me termino de acostumbrar a eso, el siglo pasado siem-pre fue para los de mi quin-ta el siglo XIX, pero hay que adaptarse. Estamos en un Vallecas absurdo y ham-briento, como lo definiría don Ramón, en la primera planta de una cochambrosa corrala en una minúscula vivienda de dos habitacion-cillas, un cuartucho de mal estar y una cocina de peor cocinar que entre todo no sumaba más de treinta me-tros cuadrados. En tan in-fecto cubil vive, por decir algo, un clan compuesto por

SOCIOLOGÍA DE UN ESCRITOR Clases y más clases

Paco Carrero Barandiaran / Madrid

Ismael es mi más lúcido alumno, es joven y trabajador y quiere triunfar, nada nue-vo bajo el sol. Hace poco me planteó algo parecido a “Don Francisco, ¿qué opina

usted sobre la supuesta muerte de las cla-ses?”, digo que algo parecido porque eso del don y el usted solo puede ser fruto de mi calenturienta imaginación.

Autor: El Roto, tomado de: https://contrainformacion.es

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un pintor de brocha gorda majara perdido, una arago-nesa ubérrima e indolente, trece hijos, un ejército de chinches y como invitada perpetua el hambre. Mondas de patata, mendrugos de pan de la basura y grandes platos de sopas de aire cons-tituían la dieta diaria de la hambrienta prole del pintor y la maña.

De los nueve miembros de la famélica estirpe que llegaron a adultos, cuatro de ellos sucumbieron al hambre y al asco, destacó y, aún hoy destaca, por su torticera au-to ubicación social, su sober-bia, su egoísmo y su miseria moral Carmen, la Oncetetas. El apodo se lo puso el pa-triarca, con acierto, debido a los hábitos poco higiénicos de la Carmen, semejantes a los de las hembras del ma-rrano que tie-nen exacta-mente ese nú-mero de ubres, once.

Desde niña la Oncetetas f u e d ando muestras de su potencial, a los once años exi-gía a sus her-manos y hermanas, mayores y menores que le llamasen “señorita”, dado que consi-deraba que su nacimiento y permanencia en tan perjudi-cado hogar no era más que un error del creador que pronto sería subsanado; los hermanos, con un ágil hu-mor obrero, empezaron a llamarla “Señorita Oncetetas”

o “Dama Puerca” según la ocasión. Ella contestaba a los burladores con aquello de que ya le contarían el día que ella matrimoniase con un hombre de clase alta, como ella.

Casó la Oncetetas con un buen hombre de familia nor-mal al que hizo un desgracia-do y abocó al suicidio y más tarde con otros dos Juanlanas a los que despojó sin mira-mientos de haciendas y digni-dades. Explotó sin miramiento a sus dos hijos y manipuló a todo aquel que a tiro se puso, siempre, eso sí, afirmando que ella era una señora e in-tentando reescribirse un pasa-do poco menos que palaciego. Con estos manejos consiguió la Oncetetas llegar a formar parte de la parte meapilas y farisea de la sociedad de su localidad de residencia, acep-tada por tragamisas y peperas

del pueblo como una viuda de buena familia. Durante años se sintió por fin en la clase social que correspondía a una señora co-mo ella, al fin la Oncetetas y La Dama Puerca habían quedado

sepultadas en aquel infame y lejano Vallecas de su infancia: ahora era Doña Carmen.

En esas andaba la Oncete-tas cuando el hermano menor de la hambrienta prole, que aún moraba en la infame ca-sucha vallecana, comunicó a la familia que se casaba ena-moradísimo con su novia de siempre, la cual se había cria-

do en las Chabolas del Cerro del tío Pío, a cincuenta me-tros del hogar de nacimiento de la Oncetetas y compañía.

Hasta ahí podíamos lle-gar, casarse con una de las chabolas. La obsesión enfer-miza por la clase de la en-fermiza Oncetetas hizo que arremetiera contra el peque-ño de la prole tachándole de Judas, de traidor a su fami-lia y prometiéndole que si llegaba a consumar la trai-ción casándose con la cha-bolista jamás volvería a diri-girle la palabra. Al hermano se ve que se la sudaba lo que dijese la Oncetetas y la humanidad entera y se casó con su Sole y tan a gusto que sigue.

Estábase la Oncetetas viviendo tan feliz en su pa-pel de doña Carmen cuando el azar, que todo lo enreda, decidió que un antiguo ve-cino de los tiempos de Va-llecas estuviese emparenta-do con una de sus actuales correligionarias y que ambos coincidiesen en un acto so-cial. El pariente vallecano reconoció en la impostora doña Carmen a la genuina Oncetetas de Vallecas y cla-ro, enterarse las peperas meapilas del verdadero pa-sado desclasado de la Car-men y retirarle el saludo fue todo uno. Los amigos se tornaron hijos de puta y la Oncetetas sintió en carne propia el dolor de la clase.

Las clases han muerto,

vivan las clases.

Cómo citar este artículo: Carrero Barandiaran, Paco (2018). ”Clases y más clases”, Revista Ubuntu 9: 19-20.

“¿tú crees que es verdad eso de que las

clases sociales han muerto y todos

podemos ser lo que nos propongamos?”

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Orígenes y desarrollo de la fotografía La palabra fotografía se deriva de los vocablos griegos photós (luz) y graphein (grabar) y se define como un proceso técnico por medio del cual una imagen se fija en una superficie emulsionada con ma-teriales fotosensibles que reciben la acción de la luz. Fue John F. W. Hersrchel en 1839 quien pro-puso el término “fotografía” para reemplazar al de “dibujo foto-genético” que se usaba hasta entones. Aunque varios intenta-ron registrar ciertas imágenes y descubrir procesos para lograrlo, fue el litógrafo francés Nicéphore Niepce quien utilizando el “proceso del betún” obtuvo una primera foto-grafía en 1826. Una imagen que representaba la vista del campo en Le Gras desde la ventana de su casa. Niepce llamó a este proceso “heliografía” (Lynn, 2007).

Niepce utilizó su técnica del betún para ha-cer positivos directos sobre placas tanto de metal como de vidrio. El proceso consistía en exponer la placa a la luz del sol por un tiempo prolongado y lavarla en un solvente dejando al descubierto aquellos sitios en que había incidi-do la luz. Luego ponía la placa boca abajo so-bre una caja abierta que contenía yodo. Este elemento se hace gaseoso a temperatura am-biente, con lo que sus vapores oscurecen la placa en las zonas sombrías.

En 1837 Louis Jacques Mandé Daguerre, gracias a los hallazgos de Niepce y a sus pro-pios aportes, logró una fotografía rica en deta-lles con una amplia gama de tonos entre la luz y la sombra, con un convincente realismo en su textura, contorno y volumen. La fotografía representaba un bodegón realizado en una hoja de cobre recubierta de plata. Daguerre se

asoció con Niepce y, aprovechando los conoci-mientos de éste sobre la captura de imágenes y la forma de reproducirlas, desarrolló este proceso al que llamó “daguerrotipo” (ibíd.)

Fox Talbot realizó sus propios experimentos que lo llevaron a anunciar en 1839 su “dibujo foto-genético”, que perfeccionó en 1841 y presentó bajo el nombre de “calotipo”, también llamado “talbotipo”. Es un procedimiento por el que que se registra una imagen negativa en un papel re-cubierto de nitrato de plata, que luego se revela para obtener la imagen positiva. En 1884, George Eastman inventó

una película flexible, con el fin de sustituir las placas de vidrio porque eran muy frágiles y se rompían. Esta película de papel flexible podía enrollarse, de manera que se inventaron los carretes especiales que estiraban la película de un lado a otro dentro de la cámara.

En 1888 nace la marca Kodak y con ella la primera cámara cargada con película Eastman para 100 exposiciones (Torres 1999). Es en 1889 cuando el rollo de papel es sustituido por uno de celuloide, dando lugar al nacimiento del carrete de película perfeccionada por Eastman y el químico de la compañía Kodak. En 1890 Kodak presenta su primera cámara plegable y 5 años más tarde anuncia la cámara de bolsillo Kodak Pocket. Los principios del siglo XX no destacan por grandes cambios significativos.

La fotografía en España A comienzos del siglo XX, la fotografía en Es-paña todavía se mueve mediante la iniciativa individual de unos pocos. Con todo esto, conti-núa introduciéndose lentamente en la sociedad española. Los cambios políticos, económicos y

La fotografía y su evolución histórica: un relato en imágenes Paola Fuentes de la Torre / Madrid

“La etnografía proporciona una explicación de una comunidad, sociedad o cultura particular. Du-rante el trabajo de campo etnográfico, el etnógrafo recopila datos que organiza, describe, analiza e interpreta para construir explicaciones, que puede presentar en forma de libro, artículo o pelícu-la. De manera tradicional, los etnógrafos han vivido en pequeñas comunidades y estudiado el comportamiento, las creencias, las costumbres, la vida social, las actividades económicas, la polí-tica y la religión locales” (Conrad Ph. Kottak).

“Los años 60 suponen la época dorada del

comercio fotográfico español. ”

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sociales de la década de los años 20 repercu-ten en la industria, tomando la fotografía una concepción de producto de consumo. La Gue-rra Civil española extiende su sombra el pano-rama fotográfico lo que mermó su crecimiento. Sin embargo, a partir de los años 40 las cáma-ras se popularizan y la fotografía comienza a ser un artículo de consumo (Torres 1999: 103-161).

En la década de los 50 se produce el “boom” de las cámaras fotográficas de 35 mm, un hecho que pone de manifiesto que la foto-grafía inicia ya el camino de convertirse en un producto de consumo masivo y al alcance de todo el mundo. Las tiendas de fotografía se extienden por todo el país y empiezan a surgir los primero laboratorios industriales. Es en es-te momento cuando se crean ya las bases sóli-das para el crecimiento definitivo en las déca-das siguientes. (ibíd.: 193).

Los años 60 suponen la época dorada del comercio fotográfico español. Se produce el auténtico despegue del aficionado que utiliza la

fotografía, y además los clientes tienen el po-der adquisitivo suficiente para comprar flashes, películas, objetivos, bolsas, filtros y todo tipo de accesorios. En conclusión, entramos en un momento de abundancia fotográfica, gracias al

aficionado y a la profesionalización del sector. Los años 60 son la antesala de la definitiva explosión que vivirá el sector fotográfico en los

próximos años. Las cámaras del momento se caracterizan por tener una mayor simplicidad en el manejo, un control automático de la ex-

posición y obturadores, así como un gran avance en las ópticas. Kodak presenta las pri-meras cámaras instamatic, que vienen a facili-tar la carga de la película mediante un nuevo tipo de carrete cerrado con dos bobinas, de manera que el aficionado no toca la película y sólo ha de realizar la operación de introducirlo

en la cámara (figuras 2 y 3). Las primeras reflex del momento compiten

fuertemente aun con modelos anteriores, entre los que encontramos la Kodak Retina, cuya calidad óptica es muy elevada y su acabado metálico la hacen destacar entre las novedades del momento. Es una cámara compacta, lumi-nosa y precisa (fig 4)

Figura 1: Kodak 6.3 Modelle 21 (1952)

Figura 1: Kodak Instamatic 25 (1968) Parte frontal

Figura 3: Kodak Instamatic 25 (1968) Parte trasera

Figura 4: Kodak Retina (N35) (1965)

Figura 5: Kodak Pocket A-1 (1972)

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Es en los 70 cuando predominan las réflex entre los aficionados, aunque salen al mercado las primeras compactas, denominadas cámaras de visor. En este momento en el mercado pre-domina el consumo de las cámaras Werlisa Club y Color, así como las primeras cámaras Kodak Pocket (fig 5).

Sin duda los años 70 es la época en la que el aficionado cuenta con el mayor número de opciones en recursos, publicaciones, noveda-des tecnológicas, y en cámaras y accesorios. Los fotógrafos elevan el nivel artístico y el con-

sumo se multiplica. (Torres 1999: 235-288) Algunas de cámaras de esta década son la

Pentax ME Super (fig 6) y la Pentax K1000 (fig 7), caracterizadas por su origen japonés. La Pentax ME Super es destacable por su tecnolo-gía electrónica y por ser de óptica intercambia-ble. Por otro lado, la Pentax K1000 destacó por ser una cámara mecánica, es decir, que no necesita batería para trabajar.

A partir de esta época el consumo y el sec-tor fotográfico aumentó considerablemente en modelos de cámaras con características simila-res a las ya expuestas . Algunas de estas mar-cas son: Olympus, Nikon, Canon, Minolta.

La década de los 80 se caracteriza por el vídeo, las cámaras compactar autofoco, el mi-nilab con revelado en una hora y otras innova-ciones. Algunas firmas, como Werlisa mejora-

ron sus productos, saliendo cámaras más rápi-das y precisas (fig. 8).

A principios de la década de los 90 en el mercado hay muchas marcas y modelos de cámaras con precios variables. En ese momen-to las cámaras más vendidas son las Nikon, Canon, Olympus, Minolta y Kodak. A finales de la década aparecen las cámaras digitales, tanto en el sector fotográfico como en el informático,

impulsadas por el espectacular aumento del consumo de imágenes electrónicas. Sin duda es un momento de máxima revolución tecnoló-gica. La sociedad, calificada de la información, sostiene al sistema digital. La fotografía sigue

el curso de los acontecimientos, se deja sedu-cir por la imagen digital y sus enormes posibili-dades.

Estos dos últimos modelos de cámaras (fig. 9 y 10) son ya de la fotografía digital, un gran salto porque dejaron de usarse los carretes y los revelados . Es a partir de este momento cuando la revolución digital empieza a crecer.

Reflexión final

Sin duda alguna, podemos afirmar que nos encontramos en un momento socio-histórico en el que las nuevas tecnologías y los avances informáticos están aumentando notablemente.

Figura 6: Pentax ME Super (1976)

Figura 7: Pentax K1000 (1976)

Figura 8: Werlisa Club 35 (1984)

Figura 9: Olympus FE-280 (2007)

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Estos avances tecnológicos han permitido, en este caso, que las cámaras fotográficas y la

fotografía hayan evolucionado mucho. Se han creado un lugar dentro del marco socioeconó-mico que ha hecho posible su desarrollo con la creación de laboratorios y lugares especiales de fotografía, así como la adquisición de nue-vos conocimientos fotográficos.

Todo esto ha tenido una importancia en la sociedad y se ha convertido en un gran pro-ducto de consumo entre las personas, ya sea por trabajo profesional o por afición.

La digitalización de la información supuso un gran cambio en este ámbito, ya que pasa-

mos de tener las cosas físicamente a que exis-tiera un soporte digital donde todo podía alma-cenarse. Todos estos cambios tecnológicos han provocado cambios sociales, que han afectado a nuestros hábitos, actuaciones, formas de pensar e incluso nuestra forma de comunicar-nos.

Referencias bibliográficas

Lynn, G. (coord). (2007) Fotografía. Manual de procesos alternativos. México DR. Universidad Na-cional Autónoma de México.

Palacios, Juan Antonio. [Juan Antonio Palacios].

(2013, marzo, 7). 02.-Breve Historia de la Fotografía [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=BcNdQ6e4vEw

Rausch, Monica. (2007) George Eastman y la

cámara. Inventores y sus descubrimientos. Weekly Reader, Early Learning Library.

Acereda Valdés, G. (2001). 1890-1990. Cien

años de caámaras españolas. Murcia. Editado por el autor.

Torres Diaz, F. (1999) Crónica de un siglo de

fotografía en España. FROPEN, S.L. Barcelona.

Figura 10: Nikon D200 (2005)

Cómo citar este artículo: Fuentes de la Torre, Paola (2018). ”La fotografía y su evo-lución histórica: un relato en imágenes”, Revista Ubuntu 9: 21-24.

La colección de Cuadernos monográficos Ubuntu tiene el objetivo de crear pequeños cuadernillos sobre temas teóricos fundamentales, cuestiones de actualidad, fenómenos históricos, etc., en un tono asequible y divulgativo, con la intención de que sean de ac-ceso fácil a las personas que quieren conocer más sobre el mundo y comprender los pro-cesos complejos que vivimos. Para ellos, la Asociación Ubuntu ofrece los Cuadernos en tres formatos distintos: en formato PDF de forma gratuita, y en formato Ebook y en for-mato impreso a bajo coste.

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Asistencia sanitaria Según la normativa (art.14 Real Decreto 162/2014 de 14 de marzo), “en cada centro existirá un servicio de asisten-cia sanitaria bajo la responsa-bilidad de un médico pertene-ciente a la Administración Ge-neral del Estado, que estará auxiliado en sus cometidos por, al menos, un ayudante técnico sanitario o diplomado o graduado univer-sitario en enfer-mería. La Direc-ción General de la Policía dispon-drá lo necesario para garantizar la adaptación de dicho servicio a las necesidades existentes en cada momento en el cen-tro, en función del nivel de ocupación”.

Por su parte, el art. 7 Real Decreto 162/2014 de 14 de marzo insiste en que “en los centros existirá un servicio de asistencia sanitaria con dispo-nibilidad de personal, instru-mental y equipamiento nece-sario para la atención perma-nente y de urgencia de los internos. Existirán las depen-dencias necesarias para la per-manencia de los extranjeros

internados que, según el infor-me emitido por el facultativo, aun no requiriendo atención hospitalaria en razón de la en-fermedad física o psíquica o toxicomanía apreciada en su reconocimiento, aconseje su separación del resto de los in-ternados, medida que será co-municada inmediatamente al

Juez competente para el control de la estancia de los extranjeros en el centro.” Este mismo ar-tículo señala que al servicio de asistencia sanita-ria le correspon-dería además la

atención sanitaria, médica y farmacéutica de las personas extranjeras internadas en los CIE la inspección de los servi-cios de higiene. Es decir, ten-dría que informar y proponer medidas necesarias en cuanto a la mejora de aspectos como: estado, preparación y distribu-ción de alimentos; aseo e higie-ne de las personas internas, así como de sus ropas y pertenen-cias; higiene, calefacción, ilumi-nación y ventilación del centro; servicios de control de la salu-bridad y prevención de epide-mias y adopción de medidas de

aislamiento de pacientes in-fecto-contagiosas.

A pesar de que todos estos aspectos están recogidos en el Reglamento, existen multi-tud e irregularidades. El infor-me del Parlamento Europeo de 2007 dijo que “el servicio médico sanitario es carente y está desinteresado respecto a las condiciones reales de las personas retenidas”.

Y la Fundación San Juan del Castillo, Centros Pueblos Unidos señala las siguientes carencias: “provisión de medi-camentos adecuados, inclui-das las personas con enfer-medades crónicas; contratar a médicos y auxiliares de enfer-mería que no parezcan del Cuerpo Nacional de Policía, de manera que se garantice la objetividad de los informes médicos sobre maltratos acaecidos en el interior del centro por parte de policías; proporcionar asistencia psico-lógica y garantizar la presen-cia del médico”.

También a través del infor-me del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura del año 2012 se denuncia “que el servicio médico está externalizado. No hay asisten-cia médica por la tarde o no-che. Se ha vuelto a solicitar

Los centros de internamiento

para extranjeros (CIE). II. Asistencia

Rocío Monzón Salvador

/ Madrid

“Dentro de los CIE existen, y han

existido, torturas y tratos degradantes

hacia las personas que allí se encuentran

internas”

Los CIE son centros de internamiento en los que se encierra a las personas extran-jeras que se encuentran dentro de territo-rio español sin autorización administrati-va legal de estancia y permanencia, y su objetivo prioritario es ejecutar la expul-sión o devolución de estas personas a su país de origen. En el Real Decreto 162/2014 de 14 de marzo, los define co-

mo “espacios de internamiento”, haciendo hincapié en su carácter “no penitenciario” y cuya finalidad es preventiva y cautelar persiguiendo garantizar la presencia de la persona ciudadana extranjera durante la sustanciación de un expediente adminis-trativo y la ejecución de la medida de ex-pulsión.

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que sea permanente. Al anali-zar las historias clínicas, en las referidas a lesiones se observa que no se describían adecua-damente el tipo de lesiones, la forma, sus dimensiones, la localización exacta y demás características que permitieran establecer cuál había sido su mecanismo de producción. Como en 2011, se solicitó que las fotografiasen para su pos-terior remisión a la autoridad judicial. La Dirección General de Policía ha informado que debido a la importancia de esta materia, se ha trasladado a la nueva empresa adjudicataria para que valore su puesta en práctica”.

A todo esto, hay que su-marle que en CIEs como los de Barcelona o Valencia, no exista un libro de registro de la de-manda de asistencia médica. Asistencia social Según la normativa (art.15 Real Decreto 162/2014) los

centros dispondrán de los co-rrespondientes servicios de asistencia social y cultural a los extranjeros internados, atendidos por trabajadores sociales, bajo la dependencia directa del director, a quien se someterán, para su aproba-ción, los oportunos planes o proyectos de actuación, pre-vio análisis de los mismos por la junta de coordinación. La prestación de servicios de asis-tencia social que se faciliten en los centros podrá ser con-certada por la Dirección Gene-ral de la Policía con órganos de otros ministerios o pertene-cientes a otras administracio-nes públicas o mediante la suscripción de acuerdos, con-venios o contratos, conforme a la normativa vigente en mate-ria de contratación del sector público, con entidades públi-cas o privadas y con organiza-ciones no gubernamentales u otras sin ánimo de lucro, con experiencia en la colaboración

en la prestación de estos servi-cios.

En todo caso, el personal integrante de los servicios de asistencia social deberá contar con formación o conocimientos adecuados en materia de dere-chos humanos, extranjería, protección internacional, me-diación intercultural, así como de enfoque de género y violen-cia contra las mujeres. La asis-tencia social y cultural se orientará fundamentalmente a la resolución de los problemas surgidos a los extranjeros in-ternados y, en su caso, a sus familias, como consecuencia de la situación de ingreso, en especial los relacionados con interpretación de lenguas, rela-ciones familiares con el exte-rior o tramitación de documen-tos. Los centros dispondrán de dependencias que aseguren la confidencialidad de la orienta-ción jurídica que preste al in-terno su abogado.”

Autora de la imagen: Mariela Rombach Corella

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En la intervención social dentro de los CIE existe el ries-go de que no se aborde en su totalidad aquellos supuesto que el Reglamento establece, esto puede deberse principal-mente a dos motivos: por un lado la falta de medios mate-riales y personales por razones de presupuesto, y por otro la-do la limitación por parte de la dirección en la realización de ciertas actividades que pudie-ran dotar de conocimiento so-bre sus derechos a las perso-nas internas. Por lo tanto, la asistencia social, que sería nuestra principal tarea, se ve mermada y se convierte en sumamente dependiente de las altas esferas.

Algunas de las principales funcio-nes que los educa-dores sociales po-drían desarrollar dentro de los CIE serían: (1) Identifi-car y atender posi-bles víctimas de trata, personas refugiadas o per-sonas especialmente vulnera-bles. (2) Gestionar espacios culturales y de ocio. (3) Gestio-nar planes de convivencia en el centro. (4) Gestionar los servi-cios de intérpretes. (5) Tener una conexión con los familiares y amistades de las personas internas. (6) Gestionar aspec-tos necesarios de cara a la ex-pulsión del país de acogida.

Desafortunadamente, todos estos servicios dependen, ac-tualmente, de la Dirección Ge-neral de la Policía, que a través de la creación de convenios y contratos con entidades públi-cas o privadas gestiona la asis-tencia social dentro de los CIE, y que, como ya hemos visto, se queda escasa. Asistencia jurídica En cuanto a la asistencia jurídi-ca he de señalar que las perso-

nas extranjeras que se en-cuentran encerradas en un CIE tienen el derecho de ser ase-soradas por una persona letra-da aunque en ocasiones, las personas internas no conocen los datos de contacto de la persona letrada que le asistió en comisario y en el Juzgado de Guardia por lo que sería necesario establecer los meca-nismo necesarios para que dicho profesional facilite a la persona extranjera una tarjeta en la que conste su identidad y la forma de contacto con ella. Sería necesario, en estos casos, redactar un escrito a la persona administradora del CIE, o educador social, para que informe de dichos datos. El Real Decreto 162/2014 de

14 de marzo así lo estable-ce en su ar-tículo 31.2. La forma en la que se presta asis-tencia jurídica a las personas extranjeras en

los procedimientos de expul-sión e internamiento debería ser de máxima prioridad ya que de esta manera se salva-guardarían sus garantías y derechos. Pero, como en casi todos los campos que el CIE toca, existe un gran desinterés por el correcto funcionamiento de este servicio. El informe de Pueblos Unidos (2013) semana que algunas malas prácticas, por parte de las personas le-tradas designadas por el turno de oficio, como por personas letradas de confianza. La más grave y habitual consiste en no recurrir la orden de expul-sión o el auto de internamien-to sin siquiera informar a sus clientes, lo que supone dejar-les sin defensa. En otras oca-siones, por falta de voluntad o conocimientos se limitan a realizar alegaciones sin anali-

zar las circunstancias particula-res del caso, lo que provoca que estas alegaciones no sean realmente efectivas ante la medida de expulsión.

Así pues, algunas de las funciones que se deberían lle-var a cabo en este tipo de asistencia serían: (1) Informar a la persona extranjera de las notificaciones de resolución que llegan al despacho del letrado/a. (2) Facilitar a sus clientes tarjetas con su nom-bre y teléfono y explicarles la situación jurídica en la que se encuentran. (3) Mayor esfuer-zo por parte de los Colegios de abogados en garantizar la ex-celencia del servicio público que presentan. (4) Recurrir a los servicios de traducción e interpretación. (5) Una inter-vención proactiva, procurando siempre la defensa del cliente más allá de las barreras admi-nistrativas. Derechos y deberes de las personas internas Conforme a lo establecido en el artículo 1.3 del Real Decreto 162/2014 “El ingreso y estan-cia en los centros tendrá úni-camente finalidad preventiva y cautelar, y estará orientado a garantizar la presencia del ex-tranjero durante la sustancia-ción del expediente administra-tivo y la ejecución de la medi-da de expulsión, devolución o regreso”. También, dentro del párrafo cuarto se especifica una serie de principios que han de respetarse y señala que “El principio de proporcionalidad en los medios utilizados y ob-jetivos perseguidos, el de in-tervención menos restrictiva y el de atención especializada a personas vulnerables, regirán, entre otros, la gestión de los centros.”

Por lo tanto, basándonos en lo estrictamente expuesto en estos artículos, más allá de la privación de libertad por los

“las personas extranjeras que se

encuentran encerradas en un CIE tienen el

derecho de ser asesoradas por una

persona letrada”

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fines propuestos, no es posible restringir ningún otro derecho fundamental de las personas que allí se encuentran recluida. Pero, es cierto, que más allá del papel nos encontramos con numerosos casos en los que la vulneración de dichos derechos es la norma. Peticiones, quejas y recursos Las personas que se encuen-tran internas en los CIE tienen derecho a formular peticiones y quejas que presentarán ante los órganos administrativos y judiciales competentes o ante el Ministerio Fiscal. Otra vía para las quejas y/o las peticio-nes de los internos es a través del Defensor del Pueblo y aquellos organismos e institu-ciones que se consideren opor-tunas.

Estas quejas o peticiones, según el artículo 20 del Real Decreto 162/2014, que podrán presentarse también al Direc-tor del centro en sobre cerrado del que se expida el recibo correspondiente, serán recogi-das y numeradas en un libro-registro en cada centro. Estas quejas, además, deberán estar a disposición de las personas internas. Las peticiones, que-jas o recursos se podrán pre-sentar en el propio registro del centro, en conformidad con el art. 38.4 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre51, y con los efectos detallados en la propia norma. En este tipo de casos, se deberá facilitar al interno una copia sellada de la primer página y ser realizará en el vio de la misma con la mayor ur-gencia posible, dejando regis-trada la fecha y hora de su presentación, la identificación

de la persona demandante y el destinatario al que se envía.

Así como se establece en el artículo 16.2. n) del Real De-creto, las quejas serán remiti-das, preservando su secreto, de manera inmediata a su destinatario. Y las resoluciones que se adopten a raíz de las mismas se notificarán a los interesados señalando los re-cursos que procedan, los pla-zos y los órganos ante quienes se han de presentar.

En relación a la presenta-ción de quejas, existen dife-rentes resoluciones judiciales que han abarcado el tema y desde las cuales se ha estable-cido que “Se debe habilitar un buzón de quejas dirigidas al Juzgado de Control de interna-mientos”. Trato inhumano y degradante Dentro de los CIE existen, y han existido, torturas y tratos degradantes hacia las perso-nas que allí se encuentran in-ternas. Es complicado cifrar estos datos, ya que muchos de estos hechos son solo co-nocidos por aquellas personas que los han recibido y aquellas que los han infringido. Para que estas prácticas sean reco-nocidas, es necesario que sean probadas en juicios y, ni si-quiera, entre las quejas princi-pales de los internos aparecen reflejados estos tratos, salvo el trato verbal incorrecto del fun-cionariado. Es difícil detectar-los y perseguirlos ya que se comenten en situaciones de aislamiento o espacios sin cá-maras. Además, a los casos de tortura física, habría que su-mar aquellos que no dejan huella en la piel y que tienen que ver más con lo emocional

y lo psicológico y que, en la mayoría de ocasiones y debido a su situación psicológica de inferioridad e humillación, hace que se dificulte la interposición de una denuncia por parte del interno. Además, a esto habría que sumarle el hecho de que cuando una persona interna denuncia es muy probable que sea expulsada del país, dificul-tando o impidiendo forzosa-mente cualquier investigación sobre tema.

Las instituciones policiales niegan la existencia de torturas y/o tratos inhumanos o degra-dantes alegando tres argu-mentos. El primero de ellos, de carácter general sería el dis-puesto por el Relator Especial de Naciones Unidas que señala “que existe cierta reticencia a discutir la incidencia y exten-sión de la práctica de la tortura en Espala en la medida en que ésta se ha convertido en un problema de elevado conteni-do político.” El segundo argu-mento, utilizado en multitud de ocasiones por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Esta-do es que las personas deteni-das se autolesionan para de esta manera, denunciar poste-riormente a los agentes. Y por último, el tercer argumento consiste en afirmar que dichas lesiones son provocadas por una violencia policial propor-cional y necesaria.

En la mayoría de casos, de denuncias de internos sobre personal funcionariado, es la persona denunciada la que también denuncia para alegar una violencia previa que justifi-que el uso de la fuerza. A pe-sar de que se pongan estas trabas, existen condenas a los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Esta-do.

Cómo citar este artículo: Monzón Salvador, Rocío. (2018) “Los centros de in-ternamiento para extranjeros (CIE). II. Asistencia”, Revista Ubuntu 9: 25-28.

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El cuerpo enfermo y el dolor en familiares En nuestra relación con el mundo los gestos que se dan no remiten puramente a la fisiología o a la psicología (propios al sujeto) sino que son fruto del entrelazamiento de ambas en una simbólica corporal que les otorga senti-do, se nutren de una cultura afectiva que el sujeto vive a su manera. Hasta el punto de que lo que ve cada fa-miliar correspon-de a las significa-ciones aprendi-das y a su propia sensibilidad. Los sentimientos y emociones no son estados absolutos, sino relaciones y significaciones. Es decir, en-tendemos el mundo según nuestra pertenencia social y cultural.

El cuerpo es muy importan-te, ya que nos facilita el princi-pio de apropiación del sí mis-mo, lo cual nos ayuda a dife-renciar nuestro yo (el sí mis-mo) del mundo (del resto). Esta corporeidad favorece que estas personas puedan cons-truir su relación con el mundo con un estilo propio y a través de experiencias, que se sien-ten a través de él; que pueda crear una serie de significados que a partir de él atribuye al

mundo (Moreno-Altamirano, 2010). Cuando aparece el cán-cer, ese principio de apropia-ción, ayuda a comprender que “la enfermedad es una eventua-lidad que altera al ser en el mundo” (Estrada, 2012), des-truyendo los estados de salud y la calidad de vida, y despertan-do en estas personas una an-gustia e impotencia por no po-

der enfrentar ese dolor. El sentir dolor su-pone vivir dicha enfermedad a través del cuer-po y a través de la mente (las emociones de los familiares). Por un lado, el

sentirlo a través del cuerpo crea un malestar en la persona. Siente como el cuerpo está ca-da vez más pesado y decaen bajo el influjo de la enferme-dad, dejando irrumpir el dolor en su cuerpo, dando lugar a que en algunos momentos sien-ta cierta “despersonalización” entre el cuerpo y el mundo que le rodea; es decir, la persona está tan enfocada en ese dolor, en lo que siente en esos mo-mentos, que sufre cierta altera-ción de lo que está viviendo a su alrededor, de tal manera que ve pasar la vida pasar como si fuera un mero espectador. Pero por otro lado, si vemos el dolor como forma particular de emo-

ción de los familiares, estas personas pueden concebir esa emoción de dos maneras: primero, ese dolor puede pro-vocar en la persona sufrimien-to; y segundo, “alegría” de sentir dolor, porque eso signi-fica que el mundo que le ro-dea, le apoya.

Esa lucha interna que tie-ne el cuerpo por sobrevivir hace que según Gadamer (2005), el dolor que sienten estas personas las aísle del mundo exterior y las encierre en lo que es puramente inte-rior; con ello, el familiar busca consuelo en sus propios re-cuerdos, necesita recordar momentos que para él fueron importantes y le hicieron sen-tir bien. Y es en ese instante, cuando estas personas se dan cuenta que en la cotidianidad está la felicidad, en los pe-queños detalles.

Por otro lado, a lo largo de la historia, se han llevado a cabo diferentes métodos para paliar el dolor. “En las épocas pre-modernas, los principios de la vida y la muerte eran la guía de la vida social. Las di-vinidades eran el referente en los últimos días de vida, así como en la muerte, el dolor y el sufrimiento de estas perso-nas, ya que se consideraban que en sus manos estaba el destino. Con la modernidad, desaparecen estas divinidades y referentes religiosas, produ-

El dolor de la enfermedad en las familias I. El cuerpo y su significación

Fco. Javier Barreno Alves / Madrid

“ese dolor puede pro-vocar en la persona

sufrimiento; y “alegría” de sentir do-lor, porque eso signifi-ca que el mundo que le rodea, le apoya”

Ante todo es necesario saber que la condi-ción humana es corporal, ya que el cuerpo es materia de identidad en el plano indivi-dual y colectivo y permite la apropiación de uno mismo y de los otros. El cuerpo supone existir y nos permite comprender

el mundo, e interactuar en él y con los otros. Es importante porque nos facilita el principio de apropiación del sí mismo, lo cual es temporal. Además, ayuda a dife-renciar el yo (el sí mismo) del mundo (del resto)

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ciendo en los principios que guían la sociedad (orden y caos) un nuevo escenario, donde la ciencia empieza a ocupar un lugar preponderante en la explicación de las leyes del cosmos” (Bustos 1998). Después de la Revolución Francesa, la medicina hace su aparición como aliada del “orden” (vida) para desterrar el “caos” y, por consiguiente todo lo que hay en él: “dolor, sufri-miento y muerte” (Bustos, 1998).

Con esta visión moderna, como afirma Le Bretón (1995), quizá se ha ido olvidando “al sujeto y su historia, su medio social, su relación con el de-seo, con la angustia, con la muerte y con el sentido de la enfermedad, para considerar solamente al mecanismo cor-poral” (Le Bretón 1995). A lo que añade que: “Vivir consiste en reducir continuamente el mundo al cuerpo, a través de lo simbólico que éste encarna”. Por tanto, el cuerpo es separa-do del ser humano para con-vertirlo en “objeto”, en un cuerpo impersonal (Moreno-Altamirano, 2010).

Según Mier (2002), una de las causas de que esto haya sucedido es debido a que cien-

cias como la antropología han dejado de darle importancia al papel del cuerpo como una figura esencial en la participa-ción de técnicas, disciplinas, impulsos expresivos, modos de interacción, etc. Además, afirma que mirar el cuerpo como un objeto lo convierte en una incoherencia, ya que el cuerpo es lo que permite al familiar saber que todo lo que le rodea le afecta y esa sensa-ción no es meramente fisioló-gica, sino que “es un indicio en sí mismo significativo y de-terminante en la atribución de sentido” (Mier, 2002). Por ese motivo, considero que el pen-samiento social deberían tener la visión fenomenológica de Merleau-Ponty (2000: 153-154), quien señala que “el problema de padecer una en-fermedad, en este caso pade-cer cáncer, consiste en saber rigurosa y científicamente de qué modo se personaliza el cuerpo no solo del paciente sino también de los familiares, cómo los procesos somáticos se integran a la vida personal del titular y emocional de la persona. El cuerpo humano es la expresión, y en la corporei-dad descansan las raíces de la individualidad, de la intimidad

y del sentido de la moral; que se proyecta en la inviolabilidad de la personalidad, el mundo donde la privacidad, integri-dad, respeto y confidencialidad se hacen patentes”.

Es decir, el cuerpo tiene una historia, por lo que miran-do el cuerpo se puede apren-der el mundo a través de él y así, a través de la empatía, mirar a estas personas en to-dos sus aspectos. Representaciones de la enfermedad en familiares cercanos Desde hace muchos años, las representaciones de esta en-fermedad han sido objeto de estudio de los antropólogos y sociólogos y, más reciente, de los psicólogos sociales de la salud y por qué no de los edu-cadores sociales. El motivo por el cual los familiares se en-cuentran decaídos emocional-mente, así como los momentos que lo pueden originar se debe entre otras cosas a la enorme vulnerabilidad a la que están expuestos, así como al miedo de no saber qué puede pasar: Como sabemos esta enferme-dad causa un gran impacto emocional en nuestra sociedad (Weiner, 1981): “Al mismo

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tiempo, dependiendo del curso e índices de gravedad del cán-cer, es decir, si es menos gra-ve o más severo, las personas serán más propensas a encon-trar la causa, siendo en los casos más severos donde la frecuencia de atribuciones será mayor” (Mumma y McCorkle, 1982).

“Las causas atribuidas al cáncer y a otras enfermedades en general en parte reflejan las alteraciones de los valores de los grupos. Esto supone que las causas emocionales e inter-personales pueden ser predo-minantes en las representacio-nes y las creencias relaciona-das con la salud en las culturas colectivistas, donde hay grupos que valoran la armonía inter-personal y la interdependencia, como los asiáticos, entre otros” (Helman 1994).

A su vez, los conceptos etiológicos intrapersonales pueden ser esenciales en las culturas individualistas, donde se da menos importancia la armonía interpersonal y más a la asertividad, al control perso-nal y a la actividad autónoma en la realización personal. Ade-más, “el atribuir las causas de la enfermedad a factores per-sonales y responsabilizar a la por la misma, suele ser muy común en occidente debido a que nuestra sociedad está marcada por un sistema de salud oficial en el cual, a través de campañas de educación, información o prevención, ha-cen ver al individuo lo que de-be hacer para evitar enfermar-se, reforzando la creencia de la responsabilidad individual en la salud/enfermedad” (Helman, 1994).

Por otro lado, durante el trascurso de la enfermedad, la mayor parte de los familiares

tienden a realizar representa-ciones de la misma (erróneas o no) debido a que el ser hu-mano cuando se encuentra en situaciones de incertidumbre, donde su integridad personal está en peligro, tiende a bus-car y/o analizar el origen del problema porque tienden a pensar que de esa manera van a controlar la situación. “Por todo esto, algunos teóricos de la atribución han indicado que al atribuir la causa de la enfer-medad a factores bajo el con-trol de uno les ayuda a afron-tar mejor la amenaza que su-pone que un familiar cercano padezca cáncer. Al mismo tiempo, se ha observado que al atribuir las causas de la en-fermedad a conductas propias, se consigue una mayor adap-tación”. (Bulman y Wortman, 1977).

Sin embargo, otros afirman que culpabilizarse de que uno es el culpable de padecer esta enfermedad acarrea multitud de problemas emocionales (Schiaffino y Revenson, 1992).

Por último, hay que decir que “los conocimientos sobre la salud y cáncer son enrique-cidos por la sociedad y modu-lados por el contexto cultu-ral” (Helman, 1994). Por su parte, prácticas culturales co-munes a todas las sociedades en cuanto al cáncer se refiere en términos de gravedad o duración son expresiones utili-zadas muy frecuentemente en nuestra sociedad.

Además, dependiendo de la cultura en la que se viva, se tiende a creer que uno es más propenso o no a padecer cán-cer, ya que en culturas indivi-dualistas se otorgar una gran importancia a la imagen de uno mismo y a su fortaleza. De la misma manera, los fami-

liares procedentes de culturas individualistas, tienden a pen-sar que son totalmente inven-cibles ante dicha enfermedad, ensalzan la persona como algo todopoderoso que todo lo pue-de. Esta creencia de que nada lo puede se ve relacionada con unos cuantos factores: “falta de experiencia directa con en-fermedades o hechos negati-vos; la percepción de control, donde las personas se perci-ben más invulnerables ante enfermedades controlables; manejo de la ansiedad; y tener un estereotipo sobre el tipo de personas que son víctimas de esta enfermedad” (Van der Pligt, 1995).

Referencias BULMAN, R. y WORTMAN,R.(1977). “Attributions of blame and coping in the "real world": se-vere accident victims react to their lot”, Journal of Personality and Social Psycho-logy, 35, 351-363. BUSTOS, R. (1998). Las Enfermedades de la Medicina. Ed. Cesoc-Colegio Médico, Santia-go. ESTRADA, D. A. (2012). “Hacia una fenome-nología de la enfermedad”, Latreia 25(3): 277-286. GADAMER, H-G (2005). El estado oculto de la salud. Barcelona: Gedisa. HELMAN, C. (1994): Culture, health and illness. 3ª Ed. Bath: Bath typesetting. LE BRETÓN D. (1995). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión. MERLEAU-PONTY M. (2000) Fenomenología de la percepción. Barcelona: Península. MIER G. R. (2002) Seminario Teoría del Ritual. México: ENAH. MORENO-ALTAMIRANO, L. (2010). “Enfermedad, cuerpo y Corporeidad: Una mirada antropológica”, Gaceta Médica Mexi-cana 146(2): 150-156. SCHIAFFINO, K. y REVENSON,T. (1992). “The role of perceivedself-efficacy,perceived control and causal attributions in adaptation to rheumatoidarthritis: distinguishing mediator from moderator effects”, Personality and Social Psychology Bulletin 18 (6): 709-718. VAN DER PLIGT, J. (1995). “Risk”, en: Mans-tead,A.S.R.-Hewstone,M. (Eds.). The Bla-ckwell Encyclopedia of Social Psychology. Oxford: Blackwell. WEINER, B. (1986). An attributional theory of motivation and emotion. Nueva York: Springer-Verlag.

Cómo citar este artículo: Barreno Alves, Fc. Javier (2018) “El dolor de la enferme-dad en las familias I. El cuerpo y su significación ”, Revista Ubuntu 9: 29-31.

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M e dispongo a salir de casa, son las ocho de la tarde. El cielo está com-

pletamente oscuro y no hace tanto frío como me pensaba. Transcurro por la última man-zana de la calle del Mesón de Paredes. Justo al llegar a la esquina más próxima (calle de Miguel de Servet) me encuen-tro con una antigua compañera del colegio y a su madre. Nos saludamos y char-lamos un rato. Qué tal, cómo estáis y esos tópicos iniciales y respetuosos de la conversa-ción. Se pregunta por los pre-sentes y por los ausentes (en la compañía, claro). La madre haciendo de su rol propio me recomienda Vick Vaporub para mi hermano, en estado gripo-so. Como si fuera mano de Santo. Elena —tocaya de su madre o de la madre tocaya— no está por la labor de pronun-ciar palabra. Cierto es que ha-cía tiempo que no coincidíamos y que la relación se ha ido dilu-yendo. Nos despedimos con dos besos y con la dedicatoria de "Feliz año", que se pone de moda en estas fechas.

Reanudo la marcha. Cruzo la calle y tardo cuatro pasos en pararme de nuevo. La copiste-ría sigue abierta y ya que hacía unos minutos que me acaba-ban de recordar que faltaban dos días para despedir el año fui a hacer honor a ello. No todos los días se cambia de milésima en el calendario. Ade-más, conozco a su dueño des-de que era bien pequeña e

inauguró la tienda. Es muy apreciado por la familia, como uno más. Razón más que de peso para felicitarle por el fin de año, de siglo o del mundo, si acontece. Nos alegramos mutuamente de vernos y me pregunta por qué hace tiempo que no me paso por esos lares. Le digo que los profesores ca-da vez quieren menos trabajos fotocopiados y que la mayoría de apuntes y notas las conser-vo en el ordenador. Pero no sirve obviamente como excusa (verdadera) para eximirme de pasar de vez en cuando a salu-dar.

Salimos a fuera, como ya dije, no hacía tanto frío y la noche estaba agradable. En esos instantes salía del portal de su casa, al lado del estable-cimiento, una vecina de toda la vida y quizás una de las que más quiero. Si ahora mismo me preguntaran qué es para mí el barrio diría su nombre. Existe tal simbiosis entre ellos que me cuesta singularizar la barriada y la persona, desde mi perspectiva, claro. En cada vida hay un propio cuento. Me abraza tan fuerte y de manera tan prolongada que casi se me caen las lágrimas. Cuando el abrazo finaliza me agarra tan fuerte, otra vez, la mano que el calor llega a callejear por todo mi cuerpo, pese a estar inmóvil. Por cierto, la palabra callejear me recuerda a lo que debería estar haciendo y aún no he empezado. Más que ha-blar nos reímos, contando al-gunas anécdotas divertidas. La

verdad es que admiro como pequeños individuos que pade-cen lo que no está escrito —literal— sacan una sonrisa a los demás y se desternillan de sus propias carencias. La vida ha dejado huella en ellos y de qué forma, pero no se achan-tan ante ella. Han hecho de los accidentes, circunstancias de vida que pueden ocurrir o no, su mayor escuela. Escuela de formación permanente vivida en sus propias carnes en la que no han necesitado leerse a Khalil Gibran o a Jacques La-can para saber qué hacer o cómo vivir. Sin embargo, han sabido trazar sus propias líneas de novelas que no llegarán a bestseller porque se han alber-gado en el anonimato del mun-do. Ese secreto que forma par-te del temible juego por la su-pervivencia.

Llega un momento en el que nos despedimos. Les co-mento que "tengo que hacer un trabajo sobre el barrio", a lo que la vecina suelta de re-pente: ¡Esto es el barrio! Y me achucha como si no me fuera a ver en 2018: ¿preludio de lo que iba a observar después?

*

M iro mi reloj, son las ocho y media. Todavía no he visto nada de lo

que me disponía a ver antes de salir de casa. Y recordando a los santos de nuevo, uno de ellos se me ha ido al cielo —con su mano incluida—. Ya no

Contemplaciones de

una noche de invierno Texto: Cristina Aparicio Ponce

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sé a dónde ir exactamente de los sitios que las compañeras yo habíamos propuesto. Así pues, sigo subiendo la calle Mesón de Paredes y mental-mente me digo: "Ponte a ob-servar", como si no lo hiciera habitualmente, como si no for-mara parte de mi ser. Esto me inquieta bastante: ¿Estamos asistiendo a una mutación an-tropológica de los sentidos ca-da vez más notable o soy yo? Para alegrarme y sosegarme un poco, pienso que no soy la única a la que le sucede, como muestra solidaria hacia los de-más, dejando el narcisismo a un lado: "Vosotros también tenéis vuestra parte. Lo com-parto". El ego a veces ironiza cuando no tiene otra cosa me-jor que hacer o para salir del aprieto, como es mi caso. Nota mental: "Quizá el trabajo etno-gráfico radique en revalorizar la cultura de los sentidos, y no tanto en buscar el sentido a cada cultura".

*

E l barrio de Lavapiés tiene aceras muy es-trechas y calzadas empedradas. También

poca iluminación en sus calles. Aquí no han llegado las vene-rables luces de Navidad, ni se las espera. No obstante, mi colegio sigue ahí, con sus pa-redes exteriores pintadas de tono beige desde el tejado hasta el medio metro antes de llegar al suelo, pintado de color rojizo. Cuando yo me gradué el exterior era bastante más so-brio, compuesto por mampos-tería de ladrillo. La reforma tiene poco años. Bueno, y ha-blando de interculturalidad, que es lo que toca, algunos adultos, entre profesores y padres, decían que este cole-gio "era la ONU". No sé si con cierto orgullo o repudio.

En la siguiente calle que cruza con Mesón de Paredes, llamada Provisiones, hay unos niños y niñas jugando en la calzada con una pelota. Podría decir que están haciendo un intento de jugar al fútbol. A mi parecer no superan los 14 años pero tampoco son meno-res de 10. A mi parecer se lo están pasando bien. Me alegra verles, sobre todo para acallar rumores de que ya los meno-res no se relacionan ni hacen vida en la calle. Al menos és-tos, sí.

Sigo subiendo. La calle está en cuesta desde principio al fin de la misma, prácticamente. Me quedan dos calles más pa-ra llegar a la cima propuesta, la plaza de Agustín Lara. Mien-tras camino no veo a mucha gente, verdaderamente el am-biente se empieza a notar cer-ca de la plaza, donde se reú-nen grupos de amigos y están abiertos algunos bares. Los que podían tener terraza esta-ban en overbooking tanto den-tro como fuera. Recuerdo que no hacía mala noche ni para tomar algo ni para observar. Llego al lugar y me siento en un poyo elevado que hay en medio de la plaza. Ésta, de forma cuadrangular, tiene dos zonas diferenciadas: una de uso peatonal y otra como zona de recreo. Se puede acceder por ella por la misma calle de Mesón de Paredes y también por otras dos perpendiculares a ésta: la calle Caravaca y la de Sombrerete; incluso por la calle Embajadores, paralela a Mesón de Paredes. Si entra-mos desde esta calle nos en-contramos a nuestra izquierda la zona de viandantes, a la que da lugar la biblioteca pública de la UNED (Escuela Pías).

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Siguiendo más hacia delante, vemos al compositor mexicano autor del chotis Madrid imper-térrito como una estatua. Des-pués, la entrada al Centro de Salud del barrio y, en su planta baja, uno de los vestíbulos por donde se puede acceder al Mercado de San Fernando. A punto de finalizar este lado de la plaza se halla una cafetería de nombre asombroso, La Pla-za. Los otros dos flancos que la encierran están escoltados por bloques de pisos y en sus bajos la Asociación Paideia, que colabora en la integración de los menores en riesgo de exclusión, y un comedor social. El otro, que terminaría la cua-dratura, está abierto, dando lugar a dos escaleras de pie-dra; una que da a la plaza y otra a la zona infantil.

Además, hay una terraza que corresponde al bar de la acera de enfrente. En la plaza misma, en su centro, encontra-mos una zona de descanso, por denominarla de algún mo-do, con una forma geométrica bastante singular que intenta dar asiento y sombra por me-dio de un techo decorado con plantas que nacen del levanta-miento de una zona ajardina-da. Esas mismas plantas suben a la techumbre gracias a las columnas multico-lores que la sus-tentan. Es curioso ver como algunas de ellas se levan-tan enrollándose en la propia co-lumna. Eso sí, no comparables a las del Baldaquino de la Basílica de San Pedro. Y como decía, ahí estaba sentada.

Miro, esta vez no el reloj, sino a mi alrededor. Veo varios grupos y me dan ganas de apuntar meticulosamente todo lo que pueda extraer de ellos. Estoy en modo on, modo tra-bajo. En mi cabeza se instala

la idea de "grupos étnicos" como la esencia del mismo. Dejo las columnas salomónicas en paz. Me voy a la página donde había realizado previa-mente una lista con lo que pa-rece importante anotar de los grupos. En ella se deja ver:

-Número de personas que lo forman: -Diversidad de hombres y mujeres: -Pluralidad de etnias en un mismo

grupo: -Existencia de algún conflicto y su

resolución:

Y observo, lo juro. Pero la ac-ción de anotar no se vuelve un hecho. Más bien, guardo la libreta. La gente que viene frente a mí me mira de refilón con un gesto que a mí me aco-barda. En vez de ser yo, la "etnógrafa", la que intimida se produce el efecto contrario. Además, me viene a la mente que esta plaza suele estar bas-tante vigilada. Yo no quiero pasar por una policía de pai-sano [...]. Me siento bastante ridícula en ese momento y me desconcentro un poco. Ahora pretendo dar la sensación de que me está esperando al-guien. Situación grotesca allá donde las haya. ¿Y si llegara?

Mientras tanto, hay gente en las terrazas charlando. En

verdad, nadie está solo. Lo de sentirse así es otra cosa. Junto al parque, con columpios y cachivaches va-rios, hay unos bancos donde

diferentes grupos de gente joven se cuentan historias, beben, ríen y hacen piña. Cada uno sus propias piñas. Pasa delante de ellos una mujer de pelo blanco, más blanco que su chaqueta, también blanca. Va con un carrito típico de la compra. Está enseñando a los jóvenes unas camisetas que

está poniendo a la venta. No sé si son propias, de alguna asociación para recaudar fon-dos u otros ejemplos. El caso es que ya se las ha mostrado a dos grupos sin éxito alguno. Me desentien-do de esa escena y echo un vistazo hacia el grupo de tres chicos negros que se encuen-tran sentados en las escaleras que dan a la plaza. "¿Qué pasa con los negros?", recuerdo una de las frases de la película Vuelo de la paloma de José Luis García Sánchez. En el film la pregunta la hacía uno de los policías que estaba vigilando el rodaje de una serie de televi-sión en la que se reflejaba al-gunos sucesos de la Marcha Verde. Por ello necesitaban a hombres de color para hacer el papel de guerrilleros en el Sahara. Cada vez que se que-jaban por algo el policía les espetaba la pregunta. Y yo me hago el mismo interrogante: ¿Qué pasa con los negros? O más bien, ¿acaso pasa algo con ellos?

Están charlando animada-mente en un idioma que yo no entiendo pero ellos sí. De re-pente uno se levanta, no para marcharse, sino para recoger algo que se le ha caído. Al ha-cer el ademán de incorporarse su cuerpo titubea, quizá esté un poco ebrio. Tiene a su lado una litrona de cerveza medio vacía. Elemento que también portaban los jóvenes y los que estaban en la terraza, éstos últimos en jarras de cristal. Cada cual disfruta del viernes noche en las condiciones que puede.

En la calle Mesón de Pare-des, colindante con la plaza, hay otros grupitos más. Bueno, la verdad es que no sé si son realmente grupos o gente dis-persa. Se los ve juntos en los bancos, por las aceras pero no se hablan ni se dirigen la mira-da. Si especulamos, podríamos

“La vida ha dejado huella en ellos y de qué forma,

pero no se achantan ante ella”

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decir que se dedican a la venta ilegal de algún producto. Circu-la mucha droga por el barrio, no son prejuicios, es una reali-dad. Ahora, no pondría la mano en el fuego por afirmar que esos hombres que estoy viendo son traficantes. Al fin de al cabo, son estereotipos que destruyen al barrio. Y tra-ficantes podemos ser todos. No conocemos al dedillo ni a nuestra propia sombra.

Decido marcharme de la plaza y dirigirme a la de Lava-piés. Estoy a menos de cinco minutos de llegada. Nada más cruzar a la calle Sombrerete hay otra plaza, que no tiene nombre concreto, adherida a la "Corrala de Sombrerete", como así se llama. Antiguamente en ella había otro bloque de pisos, pero lo derruyeron y lo dejaron diáfano, poniendo en su lugar unos bancos de madera que cierran, al igual que la propia plaza, la forma rectangular de la misma. El suelo está consti-tuido por adoquines de piedra y hay plantados unos cuantos árboles. Nada más. Sobre las nueve de la noche la plaza pa-rece abandonada e indiferente frente a la concurrencia de otras, como la de Lavapiés.

Dentro de ella hay dos per-sonas durmiendo a la intempe-rie: una de ellas en un banco y la otra en el mismo suelo. Es-tán tapadas de los pies a la cabeza con varias mantas co-mo capas de cebolla. Es impo-sible reconocer cualquier apa-riencia en su rostro y en su cuerpo. No se sabe si son hombre o mujer, si conocen algún villancico o si les gusta más la playa que la montaña. Lo que se sabe sin dudas es que son personas sobrevivien-do día a día, tal cual, con la esperanza —o no— de desper-tar a la mañana siguiente. Qui-zá piensen que la Parca, cuan-do acontezca, no tendrá nada que llevarse.

Reinicio la marcha y a po-cos pasos me topo con la tien-da de comestibles donde días antes habíamos estado mis compañeras y yo comprando algunos dulces típicos de Pa-kistán. El vendedor, de origen tal, nos recomendó un burfi, de textura y presentación muy parecida al turrón. Uno de pis-tacho con chocolate y otro de almendras. Nos deleitó mucho más el segundo que el prime-ro. Aparte de comprar, pregun-tamos al hombre cuál era su país de procedencia y si "sentía" la diversidad en el ba-rrio. ¡Sí, hay mucha! —respondió lacónico. De regalo nos ofreció un jalebi, un dulce con forma de regaliz fino en-roscado, de color llamativa-mente naranja, crujiente por fuera y blando por dentro. No estaba mal.

A estas horas en la tienda están acoplados varios adoles-centes comprando samosas y pakoras para el disfrute del paladar —y del estómago, cla-ro—. Su vestimenta, sus ras-gos y su tono de voz me certi-fican que han nacido en nues-tro país.

Continúo por la misma calle del Sombrerete. En ella nos podemos encontrar con baza-res chinos, tiendas, comercios al por mayor y locutorios (al menos hay cuatro de estos últimos). Todos estos estable-

cimientos están casi vacíos y poca gente paseando por allí. No obstante, en cuanto doy un paso a la plaza de Lavapiés el murmullo y los transeúntes se multiplican. Parece que el ba-rrio se oxigena en algunas zo-nas donde se puede vislumbrar el albor de las ánimas tacitur-nas en el ocaso del día. Se respira de nuevo, aparente-mente.

En los alrededores de la plaza se ven grupos de gente reunida para charlar, para ir a tomar algo o dar un paseo. En cuanto a los que nos interesan, puedo decir que se manifiesta otra camarilla, que no se ha dejado vez por las calles nom-bradas anteriormente o en la plaza Agustín Lara, compuesta por hombres latinoamericanos. Hay dos grupos, uno que se encuentra en uno de los bor-des de la plaza y otro sentado en uno de los bancos de ma-dera cercano al parque infantil. Los primeros se desternillan desmesuradamente ante un comentario de uno de ellos; en total son tres. Los segundos, en tono reservado, pierden sus miradas en algún punto, mien-tras que uno de ellos se en-cuentra de pie por la poca dis-ponibilidad del banco (son cua-tro y sólo entran tres en el banco). De vez en cuando da-ban sorbos a sus latas de cer-veza. También hay bastante

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africanos, algunos solos y dis-persos y otros en parejas. No se ven grandes grupos. ¿Y de mujeres? Nada de nada.

En la plaza nos tropezamos con restaurantes de diferente naturaleza (italiano, chino, hin-dú, incluso un mesón gallego). En su centro se halla la única boca de metro que tiene, un Carrefour 24h y el Teatro Valle-Inclán.

Se pueden notar, ya en esta plaza, notables diferencias con la de Agustín Lara. En la de Lavapiés hay más movi-miento de personas, vecinos, gente que se encuentra, que-dadas de amigos de todas las edades y condiciones. También personajes de turismo low cost y high cost. En cambio, la otra plaza queda reducida a unos grupos de jóvenes que pare-cen de una ideología concreta, se los ve en los bancos del parque y también en la terra-za, y a los senegaleses, con los que habló nuestro compañero el día veinte. Cierto es que en las dos soplan vientos de cor-dialidad y tolerancia. Eso sí, tú a aire y yo al mío.

Y yo sigo la corriente que me lleva a desplazarme por la calle Argumosa. El paisaje, poco a poco, se transforma. A cada dos pasos te encuentras con un bar o un pub, y como es de esperar en un viernes por la noche no cabe ni un alfiler en su interior como en las mesas de afuera. Cuando el tiempo es favorable da lo mis-mo el día de la semana que sea, estas terrazas están aba-rrotadas de gente disfrutando de la vida, la compañía y su bebida. Es curioso que tenien-do en cuenta la gran diversi-dad que hay en el barrio, en las aceras de la calle no se aprecie de manera rotunda.

Quizá estos ambientes "algo bohemios y soñadores" no estén al alcance de todos los bolsillos o simplemente

acogen a un tipo de "público" en función de lo que intentan expresar. Las comidas, las be-bidas y las paredes hablan y dicen mucho de un lugar de-terminado. También la gente y sus "maneras de vivir", al estilo Julio Iglesias o Leño. Cada uno con su música de fondo.

Hablando de música, un cantante aficionado amenizaba la noche en una de las terrazas acompañado de una guitarra.

Son las nueve y media y estoy llegando a la glorieta. A medida que voy avanzando los bloques de pisos tienen balco-nes mucho más grandes y lar-gos, lo que me da a entender que las casas también lo son. Además, la magnitud de al-guno de los portales de estos bloques es bastante considera-ble comparada con los de las calles recorridas anteriormen-te. Me imagino que los precios de éstas encarecen, tanto en venta como en alquiler.

Terminando la calle, llegan-do pues al museo Reina Sofía me encuentro con una gatote-ca. Lleva algo más de un año instalada y ahí se mantiene. En ella, puedes disfrutar de un café mientras acaricias y jue-gas con los gatos, todos ellos sin hogar. Se realizan activida-des lúdicas y terapéuticas con ellos, y ofrecen charlas sobre cómo cuidar al animal. Además de talleres, conciertos, terapias para personas con discapaci-dad y clases de yoga con los felinos. Creo que es difícil lle-gar a comprender cómo los animales conectan con los hu-manos, y gracias a esto se transmiten mutuamente una cura para las heridas. A veces, un tratamiento "de igual hacia igual" no lo llega a conseguir.

Dos mujeres de origen mu-sulmán y sin hogar ni "humanoteca" que las acoja están seleccionando algunas prendas aceptables que hay esparcidas por el suelo junto a

unos grandes contenedores. En la propia acera del mu-

seo Reina Sofía los viernes o, mejor dicho, los días en los que la policía les deja, nóma-das de venta ambulante ex-tienden sus mantas con una serie de artículos de todo tipo, desde un zapato hasta una batidora que no promete estar en buen estado. No tienen un lugar fijo para la venta y se desplazan al ruido de sirenas y luces de coches de policía.

*

L lego al fin y tuerzo para mí derecha, di-rección Ronda de Ato-cha. En la acera hay

más trasiego de personas que en la de la calle Sombrerete. Si se ven grupos, son de jóvenes rumbo a Atocha o disfrutando de unos botellines de cerveza en una conocida franquicia.

Las rondas de Atocha y de Valencia se encuentran en el límite del bien y el mal. Tengo esta impresión porque una chica que estaba buscando piso por la zona me dijo un día: "Yo estoy buscando de Embajadores para abajo, de Embajadores para arriba ¡ni de coña! Mucha gente extranjera por allí".

Y sí, hay gente extranjera, turistas y residentes, madrile-ños de toda la vida, amigos. Individuos solitarios y muy acompañados, perros (y ga-tos), terrazas, música, cerveza, calor, multitud. Soledad, oscu-ridad y frío. Miedo, tristeza, alegría, júbilo, indiferencia. Conversaciones, ruidos, calles, caminos. Tradición, cultura, innovación, espacios. Cuerpos multicolores, gestos particula-res y miradas, como la de una servidora, que han contempla-do el barrio.

FIN

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Arte, conciencia e imaginación de los posibles

Géralh Rocío Antares / Uruguay y Chile www.rocioantares.com

E ntregada a la contemplación, ese estado interior en el cual no juzgas, si no que

eres testigo de la vida, siendo un observador que siente lo que el telón de la existencia mostró cuando se abrió a tus sentidos, o cuando decidiste abrirte a ellos, quizás aún no consciente de tal elección. Allí he intenta-do observar los procesos de creación consien-te en las largas noches de atelier entre pince-les, oleos, espejos, telas, lápices —muchos lápices— y a veces una copa de vino como brebaje sagrado del encuentro de la vid con la vida, con la propia sangre, con el diluvio constante que llevamos dentro.

L a palabra Arte indica una herramienta, y es en esta concepción adonde me

paro para pensar el fluir de estos procesos de pleno encuentro con el propio Ser o decir, a través de estas herramientas que se convier-ten en la extensión de mi cuerpo. Así como el bailarín usa su cuerpo para manifestar los eslabones musicales con su propia corporali-dad dándole a ese organismo el lugar de templo del deseo de expresarse en su intui-ción y capacidad, de ser más que aquello que lo contiene, más que el propio cuerpo que parece perder a momentos sus leyes para transformarse en una emanación del univer-so, ¿Acaso no lo sentiste frente a un gran ballet? Así el pintor como emblema y director de su orquesta interior se aparta en su propio latido para orquestar sus decires, sus obser-vaciones, su relación con la luz, con el color, con la forma, con el contenido. Como el baila-rín que trata de generar una sinergia con el movimiento y la amplitud de un espacio que le pone como condición el límite espacial para concentrar un siento que carece de ese lími-te, pero que lo condiciona a las reglas estéti-cas que dan lugar a su manifiesto. Entonces el pintor también trabaja dentro de los límites de su lienzo, quizás de los marcos de su pro-pio universo, concentrando allí toda su alma para poder atrapar un poco de universo en él.

¿ Pero qué hace único este proceso? ¿Qué es lo que podríamos dejar como ebulli-

ción a la vida para ampliar las vertientes de los límites contemplados por la materia para manifestar sus espejos? ¿Acaso es una condi-ción? ¿Es una regla dentro del propio mani-fiesto liberador del Arte? Se dice que todo es posible en él, y todo lo es pero siempre con el instituido juicio del que conoce las técnicas para usar una herramienta, o los límites de las formas en los que debemos bajar el uni-

verso creativo según algunos; quizás el esce-nario del bailarín o el lienzo del pintor son escenas claras de este límite material y a la vez infinito, ya que lo que lo hace infinito no es la extensión del espacio físico adonde se limita el decir; no es el tamaño del lienzo, ni la extensión matemática de un escenario, sino la profundidad con la que esto estará expresado. En este espacio de profundidad convergen varios aspectos del individuo que usa el Arte como herramienta de su infinitud: el conocimiento técnico y estético de su cam-po de expresión, las ideas, la reflexión sobre su humanidad, la sinergia de todos sus senti-dos físicos, la intuición: ese manifiesto interior que aparece cuando el individuo conecta con su silencio interno, y la más rica herramienta: la imaginación, ese lienzo interior en blanco que hace manifiesto lo desconocido, y que en

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algún punto se toca con la intuición porque aparece abrupta después de un suspiro si-lencioso que busca lo que no sabe qué ,en la materia, pero siente en algún lugar de sí.

E s aquí adonde quería llegar, interesán-dome en la concepción de “procesos

de creación consciente”, es decir del inte-grar en los métodos de imaginación la pro-fundidad del conocimiento que se va encon-trando para a través de él entregar al mun-do un nuevo fondo para nuestra tan anhela-da evolución, pero no la ligada a cuestiones materiales, ni la ligada al desarrollo de la tecnología, ni a la revolución de las comuni-caciones, sino a la interior porque sin ésta seremos ínfimos jugando a ser estelares y evolucionados. Hay una necesidad profun-da de evolución interior, para que todo esto cobre un gran sentido, y es llegar a encon-trar las vías de la paz de nuestra mente y el regocijo de nuestro corazón. Pienso que no hay forma de que esto se consiga en sole-dad, siendo gregarios, porque siempre esta-rá ligado con la necesidad colectiva de tener claros los valores que nos consagran a una vida humana con sentido, y el sentido lo daremos en la medida que seamos cons-cientes, es decir conocedores del potencial superior que nos espera si abrimos nuestros diferentes canales y en la posibilidad de as-

pirar a un mundo que sea una oportunidad para todos y no sólo para algunos, por más discursiva que sea esta idea. El Arte, la he-rramienta del creador consciente, se hace un manifiesto que altera los campos ener-géticos, fecunda semillas de posibilidad si es tomado desde la concepción de ser un po-tencial plano de visualización para las posi-bilidades futuras de emanación de nuevas y completas concepciones, más ricas integra-doras y gestálticas.

L a mirada Jodorowskiana, como trans-formadora y posibilitadora de espa-

cios de amplia libertad para ser quienes realmente somos utilizando el Arte como puente de nuevas y superiores realidades, se hace latente en estas reflexiones, poten-ciando ideas en las cuales volvemos a ser creadores de realidad utilizando nuestra li-bertad creativa con propósito y no desechando el poder generador de realidad que han tenido históricamente quienes lle-van el nombre común de “Artistas”, por atreverse a conjugar dentro de sí todas las fuerzas que proyectan nuevas formas en el imaginario colectivo de la humanidad, es decir en el campo desde donde nacen todas las formas conocidas, todas las realidades posibles…..

Poema Entregué a mis pupilas la luz, para que en ellas se encienda la vida. Apagué la oscuridad con la aurora de la búsqueda, con muchos encuentros de letras, frente a inefables melodías. Me di de beber noches llenas de estrellas, otras de cuerpos y algunas de lágrimas ante la cruda inconsciencia del llamado homo. Pero cuando nada vi, por salvarme, tuve que renacer de nuevo, de fuego y agua, de agua y fuego. Entregué a mis pupilas la luz; y allí encontré el amparo que me hizo viva. Entonces descubrí que todo fue como debió, porque el que doma al diablo bebe su sangre y al fin saca los clavos, liberando al Cristo de su propia Cruz...

(Autora: Géralh Rocío Antares)