Entrevista Con Panini

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Charla con Luis Panini A propósito de El uranista (Tusquets, 2014) Hay un caballo. Un caballo humedecido por las olas del mar. El mar de Valencia. Su piel, albina y resplandeciente, se recorta con el cuerpo desnudo de un chico anónimo que cubre su rostro con un enorme sombrero. No hay más. El animal y el niño regresan a la tierra, su ecosistema natural. Los dos, corcel y criatura, van desnudos. Se trata de la pintura El baño del caballo, de Joaquín Sorolla. El personaje principal de El uranista de Luis Panini, llamado por su narrador como “el viejo”, no reconoce al pintor de esta obra, sin embargo, está decidido a conseguir un rompecabezas con la impresión de este lienzo. El tipo es un fóbico social, atemperado por una profunda inclinación por los chicos como el del cuadro de Sorolla. Alimentado por el arrebato interior, el personaje vive la experiencia exterior, el mundo de afuera, contenido, provocando cortos circuitos entre dos resistencias: la corrección política y el apetito erótico. Esta segunda novela de Panini (la primera fue Esquirlas, editada por 27 Editores) está consagrada al viaje sentimental de un hombre atormentado por el deseo. El universo literario se despliega sobre un corto periodo de tiempo: tres días, un fin de semana. Un lapso tremendo, en el que su protagonista atraviesa por una serie de desventuras cotidianas con efectos sombríos que lo acercan a la misantropía. El viejo se va configurando, conforme recorremos las páginas del libro, también como un hombre delicado. Su carácter es complejo, muy racional y al mismo tiempo bastante fantasioso. No sólo es coleccionista de rompecabezas, sino de manías: teme a los elevadores, las puertas giratorias, la interacción con las personas, etcétera. Es, en otras palabras, un personaje demasiado real. Hay un acierto asombroso: Panini edifica un protagonista demasiado sustancial, demasiado humano. Pocas veces se logra un personaje tan redondo. Hablemos del viejo con su atuor. *** Franco: Panini, tenemos e-mail y Facebook y otras redes sociales. Vivimos en la Tierra y somos, más o menos, acordes a nuestro tiempo. El viejo no. Él es un personaje de otra época. Es un ilustrador sin software. ¿Por qué elegir un tipo así? ¿Por qué no seleccionar un personaje más cercano a nuestra generación? Me parece que aquí radica la puntería literaria, en el artificio. Te infiltraste en la cabeza de un anciano. Luis Panini: F: Gudbergur Berggson, un autor islandés, aborda el tema de la vejez en su novela Pérdida (Tusquets, 2012). Alguna vez escribí en La Tempestad (revista de artes que te ha seleccionado como autor emergente de 2014, a propósito) que el tema de la senilidad tiene barandales muy frágiles. Es muy fácil perder al lector cuando el protagonista es un sujeto ya en adultez avanzada. Sin embargo, los dos consiguen dominar el tópico y enganchan. Tu novela inicia con un anciano que sufre los escalones que lo llevarán al centro comercial. En la novela de Bergsson, el hombre sufre las terribles penas de levantarse de la cama. Hay paralelismos efectivos, una intensa reproducción de la realidad. La diferencia es que tú

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Entrevista con el escritor Luis Panini. Acerca de su novela El Uranista.

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Charla con Luis Panini A propósito de El uranista (Tusquets, 2014) Hay un caballo. Un caballo humedecido por las olas del mar. El mar de Valencia. Su piel, albina y resplandeciente, se recorta con el cuerpo desnudo de un chico anónimo que cubre su rostro con un enorme sombrero. No hay más. El animal y el niño regresan a la tierra, su ecosistema natural. Los dos, corcel y criatura, van desnudos. Se trata de la pintura El baño del caballo, de Joaquín Sorolla. El personaje principal de El uranista de Luis Panini, llamado por su narrador como “el viejo”, no reconoce al pintor de esta obra, sin embargo, está decidido a conseguir un rompecabezas con la impresión de este lienzo. El tipo es un fóbico social, atemperado por una profunda inclinación por los chicos como el del cuadro de Sorolla. Alimentado por el arrebato interior, el personaje vive la experiencia exterior, el mundo de afuera, contenido, provocando cortos circuitos entre dos resistencias: la corrección política y el apetito erótico. Esta segunda novela de Panini (la primera fue Esquirlas, editada por 27 Editores) está consagrada al viaje sentimental de un hombre atormentado por el deseo. El universo literario se despliega sobre un corto periodo de tiempo: tres días, un fin de semana. Un lapso tremendo, en el que su protagonista atraviesa por una serie de desventuras cotidianas con efectos sombríos que lo acercan a la misantropía. El viejo se va configurando, conforme recorremos las páginas del libro, también como un hombre delicado. Su carácter es complejo, muy racional y al mismo tiempo bastante fantasioso. No sólo es coleccionista de rompecabezas, sino de manías: teme a los elevadores, las puertas giratorias, la interacción con las personas, etcétera. Es, en otras palabras, un personaje demasiado real. Hay un acierto asombroso: Panini edifica un protagonista demasiado sustancial, demasiado humano. Pocas veces se logra un personaje tan redondo. Hablemos del viejo con su atuor.

*** Franco: Panini, tenemos e-mail y Facebook y otras redes sociales. Vivimos en la Tierra y somos, más o menos, acordes a nuestro tiempo. El viejo no. Él es un personaje de otra época. Es un ilustrador sin software. ¿Por qué elegir un tipo así? ¿Por qué no seleccionar un personaje más cercano a nuestra generación? Me parece que aquí radica la puntería literaria, en el artificio. Te infiltraste en la cabeza de un anciano. Luis Panini: F: Gudbergur Berggson, un autor islandés, aborda el tema de la vejez en su novela Pérdida (Tusquets, 2012). Alguna vez escribí en La Tempestad (revista de artes que te ha seleccionado como autor emergente de 2014, a propósito) que el tema de la senilidad tiene barandales muy frágiles. Es muy fácil perder al lector cuando el protagonista es un sujeto ya en adultez avanzada. Sin embargo, los dos consiguen dominar el tópico y enganchan. Tu novela inicia con un anciano que sufre los escalones que lo llevarán al centro comercial. En la novela de Bergsson, el hombre sufre las terribles penas de levantarse de la cama. Hay paralelismos efectivos, una intensa reproducción de la realidad. La diferencia es que tú

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apenas rebasas los treintas, Berggson nació en 1932. Debió ser una investigación interesante. Cuéntanos un poco sobre este proceso creativo. Luis Panini: F: Luis, eres arquitecto de profesión. Sin lugar a dudas, conoces el universo oficinesco de los despachos de diseño. Lo digo porque recuerdo el cuento del niño degollado en Terrible anatómica (2009) y ahora el lugar de trabajo del protagonista de El uranista (2014). No es necesario entrar en detalles, pero sabes cómo funciona este mundo. Pienso que tu narrativa es inherente a tu otro oficio. Hay una construcción mesurada de la novela, de las oraciones, hay un texto obsesivo, muy bien cuidado. Has edificado tu novela como a un edificio. Tengo que hacer esta pregunta mórbida: ¿Arquitectura o Literatura? ¿Qué prefieres? Luis Panini: F: El viejo no tiene nombre, sólo es “el viejo”, ni siquiera es un apodo, es un adjetivo. No tiene amigos, sus familiares no están cerca, no hay quién le solicite el hombre (excepto por la chica que hace los cargos a la tarjeta de crédito al teléfono). Su condición de anonimato ofrece múltiples lecturas, la primera: todos somos o seremos el viejo en algún momento (no sólo por el sino temporal que supone la edad o la vejez, sino por las pulsiones). Todos caemos, somos acosados por la fantasía. Esta condición desnuda al personaje. ¿Por qué, desde la visión del autor, el viejo carece de nombre propio? Luis Panini: F: El personaje vestido de negro que observa al viejo desde un aparador es aterrador, sombrío, cautivador también. El asunto de la mano cortada es alucinante. Descubro otra vez, la obsesión anatómica (que está íntimamente ligada a la anatomía arquitectónica), leo la precisión de los movimientos, cada detalle, una respiración, el movimiento de un dedo, los olores del viejo, los contactos, los roces. Esto es histeria pura, es exquisito. El viejo es obsesivo compulsivo, sólo para rozar su compleja personalidad. ¿Eres obsesivo compulsivo, Luis, o sólo has hecho un enorme trabajo narrativo? Sé que no hay que confundir al narrador con el autor, pero la misma precisión sintáctica es un reflejo de la precisión vital del personaje. Es una locura. Confiesa. Luis Panini: F: Si pudieras hallar conexiones entre tu personaje y los personajes de otros escritores. ¿Con quién estaría emparentado el viejo? Los personajes pueden ser de películas, discos, libros, series, etcétera. Y por último, la pregunta de cajón para los lectores: ¿Cuáles son las venas literarias de tu escritura? ¿Podrías hablarnos un poco sobre tus influencias o tus inquietudes como escritor? Luis Panini: F: [Aquí meteré mis comentarios finales]