ENTREVISTA de Michel Houellebecq a Arrabal

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ENTREVISTA DE Michel Houellebecq Michel Houellebecq (MH): Un personaje histórico con el que se identifica. Fernando Arrabal (FA): Con el Atila enamorado del final de su vida. Con el Stalin adolescente de Tiflis. Con el místico (y secretario secreto de Sartre hasta su muerte) Benni Lévy deslumbrado por la trascendencia. Con el dios Pan y la niña Teresa de Ávila cuando quiso desterrarse. Con… Todas mis respuestas están sujetas a mi circunstancia: mañana podrían ser otras. MH: Un periodo que le hubiera gustado vivir. FA: El big bang. Todos podemos teorizas sobre la parte más maldita de los terráqueos, porque todos formamos parte de la maldición. MH: ¿A quién admira? FA: A mi padre, mártir y santo pagano, a Topor, a Marcel Duchamp, a Beckett. Todos los días que pasan añoro sus presencias. Y hoy, a Lis, Kundera, Lélia, Samuel, usted, la guardiana portuguesa de mi domicilio parisino, mi amiga Louise Bourgeois, mi enemiga Sarah Palin y un etcétera gigantesco. MH: ¿De qué se arrepiente? FA: De tantas cosas. Por ejemplo, de no haber abrazado las matemáticas cuando me lo recomendó el tribunal de mi premio de superdotado en 1941. MH: ¿Qué es la felicidad? FA: Si existiera, ¿habria mejor calidad para alcanzarla que la generosidad sexual, en especial la pánicamente sádica o la geriátricamente casta? MH: ¿Cuál es su mayor miedo?

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ENTREVISTA DE Michel Houellebecq

Michel Houellebecq (MH): Un personaje histórico con el que se identifica.

Fernando Arrabal (FA): Con el Atila enamorado del final de su vida. Con el Stalin adolescente de Tiflis. Con el místico (y secretario secreto de Sartre hasta su muerte) Benni Lévy deslumbrado por la trascendencia. Con el dios Pan y la niña Teresa de Ávila cuando quiso desterrarse. Con… Todas mis respuestas están sujetas a mi circunstancia: mañana podrían ser otras.

MH: Un periodo que le hubiera gustado vivir.

FA: El big bang. Todos podemos teorizas sobre la parte más maldita de los terráqueos, porque todos formamos parte de la maldición.

MH: ¿A quién admira?

FA: A mi padre, mártir y santo pagano, a Topor, a Marcel Duchamp, a Beckett. Todos los días que pasan añoro sus presencias. Y hoy, a Lis, Kundera, Lélia, Samuel, usted, la guardiana portuguesa de mi domicilio parisino, mi amiga Louise Bourgeois, mi enemiga Sarah Palin y un etcétera gigantesco.

MH: ¿De qué se arrepiente?

FA: De tantas cosas. Por ejemplo, de no haber abrazado las matemáticas cuando me lo recomendó el tribunal de mi premio de superdotado en 1941.

MH: ¿Qué es la felicidad?

FA: Si existiera, ¿habria mejor calidad para alcanzarla que la generosidad sexual, en especial la pánicamente sádica o la geriátricamente casta?

MH: ¿Cuál es su mayor miedo?

FA: El de morir sin estar rodeado por quienes quiero, incluidas mis amadas cucarachas.

MH: ¿Le sorprendió el recibimiento internacional de su “Carta a Franco” (1972), evidentemente prohibida en vida del dictador, como toda su obra?

FA: Me sorprendió enormemente y aún más a mis editores. Las sabandijas cuando enferman no se meten en la cama.

MH: ¿Qué podría justificar la mentira?

FA: Nada. Es una componenda inútil con la ira centrípeta de uno mismo. El cíclope ciego se distingue mal del tuerto.

MH: Si tuviera poder ilimitado, ¿qué es lo primero que haría?

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FA: Limitarlo, por lo menos. Vivimos tiempo de miopía en que matar por placer parece peor que hacerlo por un ideal.

MH: ¿Cómo le gustaría morir?

FA: Durmiendo en plena levitación con Louise Michel.

MH: ¿Su comida preferida?

FA: Los platos con garbanzos que preparaban para mí las personas que dijeron que me querian en mi primera infancia con Spinoza.

MH: ¿Cuál cree que de sus definiciones debería formar parte de los diccionarios de las academias?

FA: No parece que se puedan establecer vasos comunicantes (con visos de comunión) entre mi diccionario pánico y el de ellas sin que perdamos nuestras identidades al alimón. Que un camello pase por el ojo de una aguja es menos infrecuente que encontrar al camellero que trató de hacerlo.

MH: ¿Ha reinventado la provocación como escribió Village Voice’

FA: La provocación es infantil, centrípeta y aleatoria.

MH: ¿Por qué le acusaron de provocador las lumbreras del Ministerio de Información y Turismo de Franco?

FA: Con esta coartada trataron de justificar que el dramaturgo más representado entonces prohibido en España. Cosas más peregrinas se oyeron… y se oirán. Los antropófagos diabéticos no comen fabricantes de azucarillos.

MH: ¿Cree que el hecho de que el antiguo régimen prohibiese su obra es, mirado desde la distancia, un honor?

FA: Fue el único que podía otorgarme “sin mancillarme”, como se decía entonces.

MH: Cuando fundaron el Movimiento Pánico, ¿Jodorowsky, Topor y usted imaginaron su porvenir?

FA: Todo loque yo pueda decir de la vigencia del movimiento tendría aun menos trascendencia que lo que opinó el ministro Ucelay de Picasso en 1937. Que los rinocerontes canten, es de por sí bastante molesto, pero lo insoportable es que vuelen.

MH: Jorris escribió que usted es el último superviviente de los tres grupos de la llamada modernidad, pánico, surrealismo y el colegio patafísico. ¿Qué opina?

FA: En el grupo surrealista tan sólo estuve (pero con presencia diaria) tres años.

MH: Políticamente, ¿qué era entonces este grupo?

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FA: Como lo fue siempre el ala cultural del partido comunista trotskista. Artísticamente lo formaba el corro de rebeldes más espeluznante y genial de aquel momento. A nosotros tres nos consideraron los espeluznantes de los espeluznantes.

MH: Se pretende que es un adepto de la confusión.

FA: Todo lo contrario, soy casi fanático de la exactitud, del ajedrez y de la ciencia. El hombre pánico (e incluso su pene) observa con pena el eterno triunfo de la confusión.

MH: El Colegio de Patafísica que define al omnipresente universo de las excepciones, ¿por qué le nombró “trascendente sátrapa”?

FA: Injustamente, se habla menos de los miles de miembros que hoy forman el Colegio de Patafísica, que de los cinco trascendentes sátrapas aún en vida -Umberto Eco, Barry Flanagan, Dario Fo, Edoardo Sanguineti y yo-, desgraciadamente acaba de ocultarse (fallecer, “vulgaris”) Baudrillard. Y años antes los irremplazables Marcel Duchamp, Max Ernst, Ionesco y Man Ray. Excepcionales todos y ajedrecistas, obviamente.

MH: ¿Cuál es su vía?

FA: Las golondrinas melillenses y los cóndores peruanos ignoran la manía demente de ir siempre en línea recta.

MH: ¿Cree que Cervantes se enorgulleció desde el más allá cuando usted abofeteó a un presentador francés de TV francesa por tratar irrespetuosamente el nombre del autor?

FA: Cervantes tenía demasiado humor (y cachondeo) como para no apreciar mi reacción. Recuerde la réplica de Sancho: “Ni quito ni pongo rey, sino que me sirvo a mí que soy mi señor”.

MH: ¿Por qué le estrenan tanto jóvenes compañías como en visto en arrabal.org?

FA: El porcentaje de jóvenes compañías (o de “teatros consagrados”) a los que les importan mis obras (o las que les importa un comino todo lo que haya podido escribir) hasta el punto de representarlas es, misteriosamente, semejante hoy, en Chicago y en las Antípodas.

MH: ¿Cuáles son sus obras más representadas?

FA: Las elegidas (y las desechadas) son las mismas siempre. Sorprende que mi “circunstancia”, familiar sólo para mí, pueda serlo igualmente para un joven director de Sydney o de La Habana.

Tras los tiempos de penitencias oscurantistas, ¿atravesamos los senderos de las mistificaciones luminosas? Me acostumbré durante decenas de años a la hostilidad casi paranoica del antiguo régimen y a la obstinación de su censura.

MH: ¿Por qué formó parte del grupo de cinco españoles que tuvieron aún vetada su vuelta a España por “muy peligrosos” hasta un año después de la muerte de Franco?

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FA: Desde luego no por militar, pues nunca milité en nada., en la misma formación que los otros cuatro: Líster, Carrillo, Pasionaria y “El campesino”. Si dos puercoespines se cruzan tiene prioridad el de más espinas.

MH: A los teatros decimonónicos internacionales, ha escrito Esslin, les asusta su teatro, ¿es cierto?

FA: Como nos gustaría ver la luna bocabajo. Por ejemplo, el Teatro Real de Madrid, que va a estrenar el próximo 13 de febrero mi última ópera (con la dirección de “Els Comediants”), en efecto, fue inaugurado en 1850.

MH: ¿Hay teatros creados con anterioridad que le representan?

FA: En la Comedie Francaise y otros teatros nacionales europeos se puede representar mi teatro actualmente de la forma más sorprendente e incluso, arriesgada. O no representarse sin que las masas salgan a manifestar su repulsa por ello.

MH: ¿Por qué en su día su “Emperador de Asiria” se hizo en el Royal National Theatre de Londres con el inolvidable sir Laurence Olivier?

FA: Porque sistemáticamente la rueda de la fortuna no da el triunfo a los mejores, sino a los más conocidos.

MH: Su teatro se publicó , hasta 1977, antes en japonés o griego que en su lengua materna.

FA: Por orden de las autoridades. La sarna inteligente prefiere los toros colorados. No tengo, hélas, ni lenguas maternas ni lenguas chupantes.

MH: ¿Cómo ve el futuro desde París, donde vive?

FA: La confusa complejidad actual hace que los problemas cambien de naturaleza para que las “soluciones” parezcan racionales. Menos los adivinos, todos pueden prever el porvenir.

MH: Dice usted que no es emigrante, sino desterrado.

FA: Sí, puesto que más que de raíces dispongo de piernas. Gracia a un reloj de sol (y de pulsera) cada instante señalaría la hora que más nos apeteciera.

MH: ¿Y de sexo?

FA: Sólo sé que no sé nada (como de casi todo).