Entrevista Reportaje - Hogar Madre Emilia

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“Dios tiene su mano puesta en la Casa Hogar”. Luisa Vivas: ejemplo de fe, compromiso y servicio El amor por los niños, su preocupación por verlos crecer y convertirse en personas de bien han sido la filosofía de vida de la religiosa, quien ha dedicado todo su tiempo, fuerza y energía en el servicio de los demás. Erika López Gimón. Hoy en día nuestra cultura está impregnada por el escepticismo, la ciencia ficción y el amor a los súper héroes; un universo irreal y de fantasías que llama la atención de grandes y pequeños. Pero si abrimos los ojos al mundo real, existen dentro de nuestro entorno personas que realizan una labor digna de admirar, casi de “súper héroe”. Este es el caso de la hermana Luisa Vivas Pérez, fundadora de la Casa Hogar Madre Emilia, institución que alberga en la actualidad 23 niños y jóvenes de diversas edades, a los cuales les brindan comida, vestido, educación, pero sobre todo amor y cobijo familiar. Luisa Vivas en la actualidad tiene 88 años de edad, muestra de ello es su cabello grisáceo, que se deja ver debajo del velo blanco. Su rostro de tez blanco está lleno de hermosas arrugas, que le hacen honor al paso de los años. La religiosa, sentada en una mecedora, estaba vestida con un hábito de color blanco, que se veía un poco gastado por el frecuente uso. Oriunda de San Cristóbal es la cuarta hija de los seis que tuvieron Antonio Vivas Chacón y Petra Pérez Sosa. Con

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Entrevista a fundadora del Hogar Madre Emilia en Puerto Ordaz, Venezuela.

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“Dios tiene su mano puesta en la Casa Hogar”.

Luisa Vivas: ejemplo de fe, compromiso y servicio

El amor por los niños, su preocupación por verlos crecer y convertirse en personas de

bien han sido la filosofía de vida de la religiosa, quien ha dedicado todo su tiempo,

fuerza y energía en el servicio de los demás.

Erika López Gimón.

Hoy en día nuestra cultura está impregnada por el escepticismo, la ciencia

ficción y el amor a los súper héroes; un universo irreal y de fantasías que llama la

atención de grandes y pequeños. Pero si abrimos los ojos al mundo real, existen dentro

de nuestro entorno personas que realizan una labor digna de admirar, casi de “súper

héroe”.

Este es el caso de la hermana Luisa Vivas Pérez, fundadora de la Casa Hogar

Madre Emilia, institución que alberga en la actualidad 23 niños y jóvenes de diversas

edades, a los cuales les brindan comida, vestido, educación, pero sobre todo amor y

cobijo familiar.

Luisa Vivas en la actualidad tiene 88 años de edad, muestra de ello es su cabello

grisáceo, que se deja ver debajo del velo blanco. Su rostro de tez blanco está lleno de

hermosas arrugas, que le hacen honor al paso de los años. La religiosa, sentada en una

mecedora, estaba vestida con un hábito de color blanco, que se veía un poco gastado por

el frecuente uso.

Oriunda de San Cristóbal es la cuarta hija de los seis que tuvieron Antonio Vivas

Chacón y Petra Pérez Sosa. Con pena señala no recordar muchas cosas de su infancia,

solo que sus padres tenían un matrimonio feliz, lleno de mucho amor y su madre le

inculcó valores y principios que ella conserva y atesora hasta hoy.

Su historia comienza en la Isla de Anacoco, ubicada entre el estado Bolívar y

Guyana Esequiba, la hermana Vivas junto a otras tres religiosas misioneras llegaron al

lugar para hacer trabajo comunitario, sin saber lo que el destino les tenía preparado.

Al llegar al lugar, fueron testigos de las necesidades que tenía la población de la

isla, una de las más notorias era el abundante analfabetismo. Esto impulso el primer

sueño de Vivas, crear una escuela para la población. A pesar de las circunstancias

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adversas y de no poseer los recursos necesarios, Vivas no se dio por vencida, decidió

escribirle una carta, al en ese entonces ministro de Relaciones Exteriores, Arístides

Calvani.

“Un día yo veo que se paró un helicóptero muy cerca de la casa misionera,

cuando salimos a ver, unos hombres estaban bajando pizarras, lápices, cuadernos, todo

lo que necesitábamos para la escuelita”, comentó Luisa con una pequeña sonrisa

esbozada en sus labios.

Vivas Pérez conversaba con una voz apacible y tenue, pero cuando los niños y

jóvenes que se encontraban cerca jugando y viendo televisión hacían algo indebido, con

una ternura como de abuela, los reprendía. Alejandro Martínez, un joven de 17 años que

vive en el hogar y estudia becado en el Colegio Santísima Trinidad, cuenta que no se

puede quejar, que nunca le ha faltado comida ni ropa. Al preguntarle por la hermana

Vivas, con un gesto en la cara dijo que aunque cariñosa, tenía un carácter fuerte y era un

poco regañona.

La “escuelita” aunque carencia de comodidades estuvo siempre colmada por el

don del servicio y pasión por la enseñanza. Esa escuela tenía clavada la pizarra al troco

de un árbol, que a su vez los protegía del inclemente sol y en lugar de pupitres, habían

varios pedazos de troncos que servían de asientos para los estudiantes.

Al poco tiempo, niños venían a la escuela a aprender y al mediodía o en la tarde

volvían a sus casas. Hasta que un día, un señor de la comunidad se acercó a las

religiosas con cuatro pequeños, para pedirle que ellas se quedaran con ellos, los

cuidaran y enseñaran.

“En julio del 67 llegaron los primeros cuatro niños”, menciona Vivas, quien no

pudo negarse ante tan petición. Posteriormente, llegaron tres niñas más las cuales

también aceptaron, siendo así como pasaron del proyecto inicial, la escuela, a otro

mucho más ambicioso, la Casa Hogar.

Más tarde, un episodio manchó la felicidad y tranquilidad de las religiosas. En

épocas de lluvia el río Cuyuní y el río Venamo crecían estrepitosamente, provocando

que se inundara la casa. Ante tal situación, las religiosas esta vez acompañadas por siete

niños emprendieron otro rumbo y llegaron a Tumeremo.

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Un nuevo reto

La hermana Luisa, expone de manera recurrente que su vida ha estado llena de

ángeles terrenales que la han ayudado en su transitar por la vida, uno de los que

recuerda con cariño es el Monseñor Mata Coba, quien en su estadía en Tumeremo le

facilitó dos casas en esa comunidad.

Cuenta además, que en un principio su madre se opuso a que ella se fuera al

Convento, hasta que un día la fue a visitar y al ver lo feliz que estaba se convenció que

esa era la verdadera vocación.

La inquieta y risueña hermana Luisa se propuso otra meta, que en un principio

veía imposible, conseguir un terrero en Puerto Ordaz. En ese momento, el destino y

Dios colocaron en su camino a una amiga de Leopoldo Sucre Figarella. Cuando Luisa le

contó su anhelo y esta señora se contactó con político e ingeniero, resultando que a los 7

días ya contaba con el lugar.

“A la semana me llamaron de la CVG por el terreno, ¡era un milagro y no lo

podía creer!”. En seguida Luisa fue a ver la propiedad, le sorprendió lo amplia que era.

“Lo que había era tierra, monte y algunos árboles, pero yo cerraba los ojos y me

imaginaba la Casa Hogar ya construida”, comenta Vivas.

Este fue el primer paso, para la consolidación del proyecto. Tenía el terreno pero

le faltaba la construcción de la infraestructura. Esta vez, acudió a su amiga Cristina

Niklas quien la ayudó a ponerse en contacto con el gobernador de ese momento, Andrés

Velásquez, el cual le construyó cinco casitas, unas que servían de habitaciones y otra el

área de cocina y comedor.

Pasaron unos pocos años, la hermana Vivas vislumbró que esas casas podían

estar unidas por un corredor, por lo que fue a solicitar ayuda a otro gobernador, Antonio

Rojas Suárez, quien sin dudarlo, mandó un equipo de ingenieros a la Casa Hogar Madre

Emilia.

Para su sorpresa, los trabajadores no solo hicieron el corredor que unía las cinco

casas para convertirla en una sola, sino también construyeron un piso arriba con varias

habitaciones y separaron el área de la cocina y el comedor.

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Un sueño hecho realidad

Los años de trabajo incansable, lucha, entrega, compromiso y dedicación dieron

sus frutos. La Casa Hogar Madre Emilia quedó terminada, sus paredes y techo han

acobijado a centenares de refugiados para ofrecerles un hogar sustituto en el que puedan

crecer, compartir y estudiar para ser los profesionales del mañana.

La hermana Vivas y la subdirectora de la Casa Hogar, Yolanda Coriano, en el

blog de la institución agradecen a la comunidad por su constate colaboración: “La

amabilidad de los habitantes de Ciudad Guayana, su cercanía, su presencia muchas

veces silenciosa, es un gesto que nos recuerda que no estamos solos, que caminamos

juntos por la senda del amor al prójimo, lo que nos permite seguir adelante con

esperanza y optimismo”.

Hoy quien lleva las riendas de la Casa Hogar Madre Emilia es la ingeniero

Coriano que luego de jubilarse de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) comenzó a trabajar

a tiempo completo. Ella, comenta haber aprendido de la hermana Luisa durante los 14

años que han estado trabajando juntas, reconociendo que Vivas es ejemplo de que con

fe y trabajo se puede realizar grandes proezas.

Luisa Vivas Pérez, ha sido una madre para cientos de niños, jóvenes y adultos

con los cuales ella ha compartido en su transitar por la vida. Aun cuando su memoria le

está pasando factura y tras salir recientemente del dengue y la chicungunya,

enfermedades que han debilitado su salud, su característica sonrisa y amabilidad

permanecen con ella.

La religiosa, devota del Papa Juan Pablo II, agradece diariamente al Papa y a

Dios por las oportunidades que le da, por la vida que tiene y porque ni a ella, ni a sus

hijos (los refugiados del hogar) nunca les ha faltado nada. Para Vivas: “Dios tiene su

mano puesta en la Casa Hogar y el Papa Juan Pablo II siempre intercede por ellos”.

- ¿Cómo le gustaría ser recordada?

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A mí me gustaría ser recordada por mis muchachos de la Casa Hogar, por las vivencias

que tuvimos aquí, por los bonitos recuerdos, porque siempre quise inculcarles lo mejor

para ellos.

- Cinco palabras que definan la Casa Hogar Madre Emilia.

Amor, servicio, trabajo, compromiso y educación.

- ¿Qué consejo le daría a los venezolanos?

Que luchen por sacar el país adelante, porque las cosas están muy difíciles. Y lo más

importante que haya unión y respeto entre todos.

En pocas palabras (despiece)

- Paisaje: Montañas.

- Olor: El de las colonias.

- Libro: La Biblia.

- Un hombre: Juan Pablo II.

- Una mujer: La Virgen María.

- Un temor: Que haya una guerra en el país.

- Un anhelo: Seguir con vida y salud.

- Su mayor motivación: Ver a los niños crecer.