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IES “PADRE JUAN DE MARIANA”. DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Profesor: Luis Fco. Peñalver Página 1
HISTORIA DE ESPAÑA. CURSO 2015-2016
EPÍGRAFES CORRESPONDIENTES A LOS TEMAS 1 Y 2, RAÍCES HISTÓRICAS
DE ESPAÑA, TAMBIÉN DENOMINADO PARTE A DEL TEMARIO
1. La Hispania romana y la monarquía visigoda.
2. Al Ándalus y sus principales etapas.
3. Los Reinos cristianos de la Reconquista.
4. La formación del Estado español: la monarquía de los Reyes Católicos.
5. El siglo XVI: la España de Carlos I y Felipe II.
6. El siglo XVII: la crisis de la monarquía de los Austrias.
7. El siglo XVIII: el reformismo borbónico y la Ilustración.
OBSERVACIONES: Estos epígrafes se estudiarán apoyándose el alumno en los
materiales y documentos sugeridos por el profesor/a (mapas, textos, imágenes,…).
Se realizará una introducción a este bloque temático en el que se abordará la
Prehistoria de la Península Ibérica, así como las primeras colonizaciones anteriores a
la llegada de los romanos.
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1. LA HISPANIA ROMANA Y LA MONARQUÍA VISIGODA
Hispania fue el nombre que dieron los romanos a la Península Ibérica.
Tras la segunda guerra púnica contra los cartaginenses (siglo II a. C.) conquistaron sin
dificultades las zonas del levante y el sur de la Península que se convirtieron en la provincia
Citerior (costa este) y Ulterior (sur). Sin embargo tuvieron dificultades para extender su
dominio sobre el resto debido a la resistencia de los pueblos del oeste, centro y norte, que
luchaban contra las legiones romanas empleando la guerra de guerrillas. Fueron las
denominadas guerras lusitanas y guerras celtibéricas (154 a 133 a. C.) en las que destacaron
caudillos como Virato, surgiendo núcleos de resistencia como Numancia, cerca de Soria.
También tuvieron que hacer frente a las guerras cántabras (29 a 19 a. C.) contra los cántabros,
astures y galaicos que fueron vencidos bajo el gobierno del emperador Augusto. Éste, en el 27
a.C., dividió la provincia Ulterior en Lusitania (capital en Emerita Augusta) y Baetica (capital en
Corduba). A la Citerior la llamó Tarraconensis (capital en Tarraco).
Cada provincia quedó dividida en conventus para la administración de justicia. La ciudad era la
célula base de la administración territorial romana.
Durante el siglo IV los emperadores Diocleciano y Constantino convirtieron a Hispania en una
diócesis de las Galias y la dividieron en las provincias: Baetica, Lusitania, Carthaginensis,
Gallaecia, Tarraconensis y Balearica.
Se denomina romanización al proceso de aculturación de la población hispana tras su
conquista, mediante el cual asimiló el modo de vida romano en lengua, política, derecho,
costumbres, urbanismo, obras públicas, religión. La romanización no fue homogénea, se
intensificó a partir del siglo I a.C. con la paz imperial.
Roma impuso sus estructuras económicas basadas en el latifundio, la propiedad privada de la
tierra, la moneda etc. La estructura social la componía una aristocracia de senadores y
caballeros, una burguesía acomodada de comerciantes y terratenientes y una mayoría de
trabajadores libres artesanos y campesinos. Los esclavos no tenían derechos.
La base económica continuó siendo la agricultura y la ganadería, con nuevas técnicas como el
barbecho, el regadío y el uso de animales de tiro. La artesanía y el comercio se desarrollaron
intensamente en las ciudades. Se comerciaba con todo el Imperio, sobre todo con Roma.
Las ciudades aumentaron y se convirtieron en el centro administrativo, jurídico, político y
económico. Edificaron acueductos, foros, templos, teatros y anfiteatros. Estaban gobernadas
por un Consejo (Curia) elegido por los ciudadanos entre la oligarquía local. Una red de calzadas
con puentes las comunicaba entre ellas y con el resto del imperio (Vía Augusta, Vía de la Plata).
También se introdujo el latín, la religión y el derecho romano. Aparecieron intelectuales
hispanos como Séneca, Quintiliano, Marcial y los emperadores Trajano, Adriano y Teodosio.
A partir del siglo III el estado recibió menos ingresos por la concesión universal de la
ciudadanía y la ausencia de nuevas conquistas. Los saqueos de francos y alamanes en el 260
hundieron la economía y la vida urbana. Hispania se ruralizó, volvió a la autosuficiencia y el
trueque. Las ciudades se amurallaron para defenderse de las oleadas de invasores. En el siglo
V los barbaros (germánicos) depusieron al último emperador en Roma.
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Con el hundimiento del Imperio romano en su parte occidental diversos pueblos bárbaros
entraron en Hispania sin resistencia a partir del 409: fueron los suevos, vándalos y alanos. Los
vándalos, que formaban dos ramas, pasaron a África atacando esos territorios del Imperio.
Para controlar esta situación el Imperio romano convirtió a los visigodos en federados y los
autorizó a asentarse en el sur de la Galia y controlar los territorios de Hispania.
Entre el 416 y el 476 los visigodos expulsaron a vándalos y alanos. A los suevos los relegaron a
Galicia. El reino visigodo se extendía entre los ríos Loira y Tajo, pero sin embargo, en el año
507 fueron derrotados en Vouillé por los francos que los expulsaron de la Galia. Sólo
conservaron una franja en la costa mediterránea, perdiendo su capital Tolouse que la
cambiaron por Toledo.
Poco a poco se fueron romanizando: adoptaron el latín y el cristianismo.
La monarquía visigoda fue unificando la Península Ibérica. Leovigildo (572-586) de religión
cristiana arriana y su hijo Recaredo (586-601) católico, expulsaron a los bizantinos que se
habían instalado en el levante intentando reconstruir el Imperio romano. También vencieron a
los suevos conquistando Galicia.
Transformaron una monarquía electiva entre nobles en otra hereditaria. Para gobernar el rey
se apoyaba en un órgano asesor formado por altos funcionarios, nobles y clérigos, el Aula
Regia, y en unas asambleas eclesiásticas, políticas y jurídicas, los Concilios de Toledo.
Leovigildo igualó a hispanorromanos y visigodos derogando la ley que prohibía los
matrimonios mixtos. En el 589 Recaredo se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo.,
alcanzándose la unidad religiosa entre visigodos e hispanorromanos. Recesvinto (653-672) con
el Liber Iudiciorum recogió buena parte del derecho romano.
Las grandes ciudades decayeron con las invasiones bárbaras, hundiéndose el comercio y la
artesanía. La economía se ruralizó convirtiendo a la agricultura y a la ganadería en las
actividades básicas. Las instituciones municipales se vaciaron de contenido quedando el
gobierno de los núcleos urbanos a expensas de los obispos y condes.
Los visigodos se quedaron con dos tercios de las tierras despojando a los colonos que las
trabajaban. Las tierras públicas se explotaban en usufructo y con ellas se pagaban los cargos
públicos por lo que fueron disminuyendo a la vez que concentraban la propiedad en manos de
la nobleza. Los esclavos fueron desapareciendo equiparándose con los colonos y
transformándose ambos en siervos. A mediados del siglo VII el reino visigodo entró en crisis
por la dificultad para cobrar tributos y porque los nobles se disputaban el trono, siendo
frecuentes las guerras civiles y los magnicidios.
Artísticamente, los visigodos destacaron por su orfebrería (Tesoro de Guarrazar). La
arquitectura siguió los cánones romanos, con materiales más pobres y de menores
dimensiones, siendo característico el empleo del arco de herradura: iglesias de San Pedro de la
Nave (Zamora) y de San Juan de Baños (Palencia). En el ámbito cultural la figura más relevante
fue San Isidoro de Sevilla, con su obra Etimologías.
En el año 711, un ejército de bereberes con Tariq y Muza, cruzaron el estrecho de Gibraltar
derrotando al rey don Rodrigo en la batalla del Guadalete, finalizando de esta forma el reino
visigodo en la Península Ibérica.
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2. AL -ÁNDALUS Y SUS PRINCIPALES ETAPAS
En el año 711, un ejército de bereberes al mando de Tariq, lugarteniente de Muza, gobernador
de Ifriquiya (Túnez), cruzó el estrecho de Gibraltar derrotando al rey visigodo don Rodrigo en la
batalla del Guadalete. Se aprovecharon de la guerra civil entre los hijos de Witiza y el rey, y de
la ayuda del gobernador de Ceuta (Don Julián) que acusaba al rey de deshonrar a su hija.
Mezclaron su habilidad política (pactos de capitulación) con la militar donde usaban la
caballería. En un año dominaron la Península a la que llamaron Al-Ándalus. Vinieron, además
de los bereberes, sirios y árabes.
Entre el año 711 y el 756, Al-Andalus fue un Emirato dependiente de Damasco, gobernado por
un valí. La nobleza visigoda conservó gran parte de sus tierras a cambio de pagar tributos. En
este período, Córdoba se convirtió en la capital política de Al-Andalus. La expansión de los
musulmanes hacia el norte de la Península Ibérica fue frenada con su derrota en Poitiers (732).
El Emirato independiente (756-929) se inició con la llegada a la Península de Abd al-Rahmán I,
de la dinastía Omeya, que superviviente de la matanza de su familia en Damasco consiguió
llegar a la península Ibérica, y se proclamó emir independiente. Esta independencia se limitaba
al ámbito político, ya que en el religioso se reconocía al califa de Bagdad. El territorio quedó
dividido en coras, al frente de ellas estaban los jeques árabes.
Más adelante, Abd al-Rahmán III declaró su independencia política y religiosa al
autoproclamarse califa, con lo cual comenzó el período del Califato de Córdoba (929-1031).
Supuso la época de máximo esplendor cultural y artístico de Al-Ándalus, en especial bajo el
reinado de su hijo Al-Hakam II. La figura más destacada de esta etapa fue Almanzor (976-
1002), que ejerció el poder efectivo en nombre del califa Hisham II (976-1009). Trasladó la
administración a un nuevo palacio que él mismo había hecho construir a las afueras de la
capital, Almedina al-Zahira (la “ciudad brillante”). El califato se convirtió bajo su mando en una
dictadura militar, que se mantenía gracias a las victorias de un poderoso ejército integrado por
contingentes beréberes y mercenarios cristianos contra los núcleos cristianos (Santiago de
Compostela). Sus campañas no fueron de ocupación, sino razias cuyos objetivos eran la
destrucción y la rapiña.
Desde comienzos del siglo XI, tras la desaparición de Almanzor, algunos territorios comenzaron
a independizarse coincidiendo con la debilidad del califato. Finalmente, en el año 1031 una
rebelión en Córdoba depuso al último califa –Hisham III-, fragmentándose el califato en unos
veinte reinos de taifas (1031-1090), siendo los más poderosos gobernados por árabes y
muladíes (Zaragoza, Toledo, Badajoz, Sevilla). Los reyes cristianos aprovecharon la debilidad de
las taifas, exigiéndoles el pago de parias (tributos que pagaban a los cristianos a cambio de
protección y en reconocimiento de vasallaje).
En 1085, tras la caída del reino taifa de Toledo en manos de Alfonso VI, los reyes de Sevilla,
Granada y Badajoz reclamaron el apoyo de los almorávides (1090-1145), musulmanes
ultraordoxos que habían creado un gran imperio en el norte de África, con capital en
Marrakesh, y que se extendía desde los ríos Senegal y Níger, hasta el valle del río Ebro. La
invasión almorávide supuso el fin de los reinos de taifas quedando integrados como provincias
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de su imperio. Hacia 1145, la descomposición del poder almorávide propició unos nuevos
segundos reinos de taifas.
Otro movimiento religioso bereber procedente del actual Marruecos, los almohades (1146-
1232) protagonizó un segundo intento de unificación de las taifas de Al-Andalus. Sevilla se
convirtió en la capital del imperio almohade hispano (Torre del Oro, Giralda). Fueron
derrotados por los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212).
A finales del siglo XIII, tan sólo el Reino nazarí de Granada consiguió sobrevivir al avance
cristiano, siendo conquistado por los Reyes Católicos en 1492.
Al-Ándalus era un estado centralizado donde el califa unía el poder espiritual y el temporal;
era la máxima autoridad en religión, economía, poder judicial y militar. Dirigía la política
exterior y se ayudaba para la administración con un hachib (primer ministro). Nombraba a los
valíes (gobernadores de las provincias) y a los cadíes (jueces).
En agricultura recuperaron las técnicas romanas y desarrollaron el regadío con norias,
acequias, albercas y aljibes. Incorporaron frutales, arroz, caña de azúcar, algodón, lino…
Las ciudades fueron el centro de la economía y la cultura. Desarrollaron una artesanía de
tejidos, cuero, cerámica, orfebrería… para el mercado interior y para un importante comercio
exterior. Importaban esclavos y materias primas, exportaban productos manufacturados de
lujo. La moneda fue la base del comercio. Córdoba llegó a tener cien mil habitantes en el s. X.
Había una religión oficial islámica pero se toleraba a las religiones del libro: judíos y
cristianos, que pagaban todos los impuestos mientras los musulmanes solo pagaban la
limosna. Cristianos eran los mozárabes, que no habían querido convertirse en musulmanes.
La mayoría islámica estaba dividida en etnias: el grupo privilegiado lo formaban los baladíes,
que tenían antepasados árabes y que se quedaron con las mejores tierras; los sirios eran los
siguientes en importancia mientras los bereberes, musulmanes del norte de África recibieron
las peores tierras en la Meseta; los muladíes eran los hispanogodos convertidos al islam que
conservaron parte de sus tierras.
Las manifestaciones culturales fueron notables desde el reinado de Abderramán II, alcanzando
el esplendor con Alhakam II, entre 961 y 976. Crearon escuelas y universidades. Destacaron en
medicina, astronomía, matemáticas, filosofía, geografía, literatura… La lengua árabe dejó su
huella en el castellano con muchas palabras de ese origen. El pensador más destacado fue
Averroes. Destacaron los historiadores Ibn Hayyan e Ibn Jaldun, o el geógrafo ceutí Al Idrisi.
Las realizaciones artísticas de la España musulmana se caracterizaron por el predominio de los
elementos decorativos, geométricos y florales. Su arquitectura pretendía dejar constancia del
poder político: ciudades palacio como Madinat al-Zahra en Córdoba, el palacio de la Aljafería
en Zaragoza, así como la Alhambra de Granada. La mezquita fue otro tipo característico de la
construcción musulmana destacando la mezquita de Córdoba.
En lo que corresponde a Castilla la Mancha destacó el reino taifa de Toledo (Tulaytula) que
abarcaba buena parte de este territorio. Toledo era la capital de la provincia que constituía la
Marca Media durante el Califato. Aquí se establecieron grupos de bereberes que recibieron
tierras de la Manxa (tierra seca). Se rebelaron en Toledo, Cuenca y Guadalajara mostrando su
descontento con el reparto. En 1085 Alfonso VI tomó Toledo.
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3. LOS REINOS CRISTIANOS DE LA RECONQUISTA
Se entiende por Reconquista el proceso de ocupación militar de los territorios musulmanes de
la Península Ibérica protagonizado por los cristianos entre los siglos VIII y XV.
LA CREACIÓN DEL REINO ASTUR-LEONÉS
Los musulmanes no llegaron a controlar la zona de la Cordillera Cantábrica habitada por
vascos, cántabros y astures. Uno de los nobles visigodos, Pelayo, derrotó a los musulmanes en
Covadonga (722). Sus sucesores, Alfonso I (739-756) y Alfonso II (791-842) crearon el reino de
Asturias, con capital en Oviedo. La mayor expansión territorial del reino fue en la segunda
mitad del siglo IX con Alfonso III (866-910), que lo extendió hasta alcanzar el Duero. Con
Ordoño II (914-924) la capital se trasladó a León, y el reino astur se transformó en el Reino de
León, abarcando las regiones de Asturias, Galicia, León, y las marcas fronterizas de Portugal y
Castilla. Las tierras del este de la Meseta se fortificaron con castillos y con la creación del
condado de Castilla. El conde Fernán González (927-970) se declaró independiente de León.
La instauración del califato de Córdoba, supuso para el reino leonés una etapa de sumisión,
especialmente durante las campañas de Almanzor entre 981 y 1002.
LOS CONDADOS PIRENÁICOS
El emperador franco Carlomagno, tras ser derrotado en Roncesvalles (778), creó una franja
fortificada al sur de los Pirineos para proteger su imperio de los musulmanes, la Marca
Hispánica, y estaba dividida en condados que dependían del emperador. Navarros y
aragoneses se independizaron simultáneamente de los francos. Hacia el 817 se creó el
condado de Aragón, y sobre el 830 el Reino de Pamplona.
En la zona catalana el conde Vifredo el Velloso (874-898) reunió bajo su mando los principales
condados catalanes, aunque se mantuvo como vasallo del rey franco. El conde Borrel II (947-
992) se negó a renovar el juramento al rey franco, naciendo los condados catalanes.
El máximo poder del Reino de Navarra se alcanzó en el reinado de Sancho III el Mayor (1000-
1035) que llegó a anexionarse nuevos territorios, entre ellos Castilla. Tras su muerte, el reino
se dividió entre sus hijos: Ramiro I se proclamó rey de Aragón y Fernando I, rey de Castilla y
García Sánchez, rey de Navarra. Fernando unió los reinos de Castilla y León bajo su Corona.
Posteriormente se dividiría y reunificaría en varias ocasiones hasta que en 1230 con Fernando
III el Santo, se llevó a cabo la unión definitiva. Portugal se independizó en 1128.
La Corona de Aragón surgió en 1137 con la unión del reino de Aragón con el condado de
Barcelona, núcleo principal de Cataluña.
LA EXPANSIÓN TERRITORIAL HACIA EL SUR
El siglo XI marca el verdadero comienzo de la Reconquista, el califato entró en una profunda
crisis política y se desmembró en reinos de taifas, mientras que los territorios cristianos del
norte se recuperaban y tomaban la iniciativa militar. Durante esta etapa se culminó la
conquista del valle del Tajo –Alfonso VI conquista el reino de Toledo en 1085-, y del valle del
Ebro.
Durante la segunda mitad del siglo XII, el apogeo de los almohades que llegaron a unificar bajo
su mando todos los territorios andalusíes, unido a las disputas entre los propios reinos
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cristianos, y derrotas como la de Alarcos (1195), frenó en gran medida el avance
reconquistador, que se limitó a los cursos altos de los ríos Turia, Júcar y Guadiana.
A principios del siglo XIII un ejército combinado de castellanos, navarros y aragoneses
derrotaron en las Navas de Tolosa (1212) a los almohades. Esta victoria cristiana supuso el
comienzo del declive almohade y despejó el camino hacia el valle del Guadalquivir. El avance
conquistador más rápido correspondió a catalanes y aragoneses unidos en el reino de Jaime I
el Conquistador, que se anexionó Mallorca en 1229 y concluyó la conquista del reino de
Valencia en 1245. En la zona occidental los portugueses llegaban a Faro, al sur de Portugal, en
1249. Los castellanos y leoneses, unidos definitivamente en 1230 bajo la corona de Fernando
III, conquistaron Extremadura, avanzaron sobre el valle del Guadalquivir conquistando Sevilla
(1248); su hijo y sucesor, Alfonso X el Sabio, culminó la conquista de Andalucía e incorporó
definitivamente el reino de Murcia.
A partir de entonces y hasta el comienzo de las campañas de los Reyes Católicos contra el
reino nazarí de Granada en 1484, la frontera entre cristianos y musulmanes se mantuvo casi
intacta. La conquista de este reino se concluyó en 1492.
Tras la ocupación militar de los territorios musulmanes fue necesario repoblarlos para afianzar
las conquistas.
a) Repoblación al norte del Duero y estribaciones de los Pirineos (siglos VIII-X): Se realizó
mediante la presura (aprisio en catalán) que consistía en la ocupación de la tierra.
b) Repoblación entre el río Duero y el Sistema Central (siglos XI y XII): El tipo de repoblación
fue concejil. El territorio se dividió en concejos con grandes términos o alfoces. El rey otorgaba
al concejo un Fuero o Carta Puebla (normas que regulaban la vida municipal)
c) Repoblación del Valle del Tajo (siglos XI y XII): La repoblación del valle del Tajo, tras la
conquista de Toledo (1085) tuvo como novedad la existencia de abundante población
musulmana, a la que no se tardó en expulsar, y otra mozárabe que se quiso asimilar. El modelo
repoblador también fue concejil.
d) Repoblación del valle del Ebro (segunda mitad del siglo XIII): En los grandes núcleos
ribereños del río como Tudela, Zaragoza y Tortosa, los cristianos se instalaron de acuerdo con
un sistema de repartimientos. Mediante una capitulación se obligó a los musulmanes que no
quisieron exiliarse, a trasladarse a barrios extramuros, en los llamados arrabales, mientras que
los colonos cristianos ocuparon las casas del centro de la ciudad..
e) Repoblación del valle del Guadiana (la Mancha y Extremadura) y macizos montañosos de
Teruel y norte de Castellón (primera mitad del siglo XIII): Se trataba de zonas extensas y poco
pobladas, en cuya conquista habían destacado las Órdenes Militares (Álcantara, Santiago,
Calatrava). Éstas dividieron las nuevas tierras en encomiendas.
f) Valle del Guadalquivir y litoral levantino (segunda mitad del siglo XIII): El sistema empleado fue
el de repartimientos. Tras la ocupación de una ciudad, los oficiales reales hacían inventario de los
bienes obtenidos y los distribuían entre quienes habían participado en su conquista, los dividían en
lotes o donadíos. La escasez de colonizadores propició la existencia de grandes latifundios.
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4. LA FORMACIÓN DEL ESTADO ESPAÑOL: LA MONARQUÍA DE LOS REYES
CATÓLICOS
Isabel la Católica se casó en 1469 con Fernando II de Aragón, tras la muerte de su hermano
Enrique IV de Trastámara en 1474 se proclamó reina de Castilla en Segovia. A partir de
entonces se entabló una guerra civil por la sucesión al trono castellano contra los partidarios
de su sobrina Juana la Beltraneja. El “Tratado de Alcaçovas” (1479) puso fin a la contienda,
reconociendo a Isabel como reina de Castilla.
Con el matrimonio de los Reyes Católicos, y a partir de 1479, cuando Fernando II se convirtió
en Rey de Aragón, se unieron ambas Coronas, creándose una nueva entidad política: la
monarquía hispánica. Pero esta unión fue de carácter dinástico (Trastámara), puesto que
cada reino conservó sus leyes e instituciones, así como las monedas o aduanas. Se formó un
Estado plural integrado por unos territorios que sólo tenían en común una misma monarquía.
El mayor peso territorial, demográfico y económico correspondió sin embargo a Castilla.
Los Reyes Católicos se propusieron transformar una monarquía de carácter feudal en una
monarquía autoritaria, para ello sometieron por las armas a la nobleza y a los grandes
señores eclesiásticos (Toro, 1476) e impusieron su autoridad. Después recuperaron parte del
patrimonio real en manos de los señores, aunque aceptaron garantizar a la aristocracia y a la
Iglesia su poder e influencia a cambio de su sumisión política; de esta forma consolidaron
ambos grupos sociales sus privilegios jurisdiccionales o su poder dentro de la Mesta. Las Leyes
de Toro (1505) generalizaron el mayorazgo (que vinculaba las tierras a los grandes títulos
nobiliarios, transmitidas al primogénito y que no podían venderse).
Llevaron también a cabo una serie de reformas institucionales para reforzar el poder real:
a) Reorganización del Consejo Real de Castilla (1480), se convirtió en el órgano supremo de
gobierno e instancia judicial superior, en él se fue apartando a la gran nobleza e
introduciendo letrados y secretarios procedentes de la baja nobleza y de la burguesía; las
Cortes fueron perdiendo protagonismo y casi únicamente se reunían cuando los monarcas
necesitaban de recursos financieros, o cuando tenían que confirmar al nuevo rey. También
se establecieron otros Consejos para el gobierno de los reinos, como el Consejo de
Aragón (1494) y el Consejo de las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara y Calatrava).
b) Crearon un ejército profesional y permanente, en el que la nobleza, apartada de la
política, conservó cargos y prerrogativas.
c) Ejercieron el control real sobre los municipios en Castilla mediante el nombramiento de
los corregidores, que presidían los ayuntamientos preservando los intereses reales; tenían
funciones judiciales y de orden público. Nombraron virreyes como delegados del Rey
donde no estaba presente el Soberano: Aragón, Nápoles,…
d) Crearon la Santa Hermandad (1476), con atribuciones policiales, judiciales y de
recaudación de impuestos; perseguía a los delincuentes, juzgándoles.
e) Reorganizaron el sistema judicial. Junto a la Audiencia o Chancillería de Valladolid, se creó
otra en Granada. En Aragón continuó vigente la figura del Justicia Mayor, cuya misión era
ejercer de árbitro entre el rey y sus súbditos. En Cataluña y Valencia siguieron funcionando
sus propias instituciones judiciales.
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Establecieron la unidad religiosa mediante el reforzamiento del Tribunal de la Santa
Inquisición (1478). La Inquisición se convirtió en un instrumento de control ideológico y de
unidad religiosa, dirigida contra los sospechosos de herejía, y especialmente los judíos y
musulmanes convertidos al catolicismo (conversos). La política de unidad religiosa se
completó con la expulsión de los judíos (1492) que fueron obligados mediante decreto a
emigrar en caso de no convertirse. Afectó a 150.000 personas en Castilla y unas 30.000 en
Aragón, cuyas propiedades fueron confiscadas; mientras que 50.000 aproximadamente
aceptaron ser bautizadas. Tras la conquista de Granada, si bien en un principio respetaron la
libertad religiosa para los musulmanes, en 1502 se les obligó a convertirse al cristianismo o
abandonar España. La mayoría aceptó el bautismo, pero sin convicción, y siguió practicando la
religión islámica más o menos clandestinamente; los mudéjares se transformaron así en
moriscos (musulmanes cristianizados)
Los Reyes Católicos ampliaron los dominios peninsulares. A partir de 1482 iniciaron la
conquista del reino nazarí de Granada que culminaron en 1492 derrotando al último rey
nazarí, Boabdil. De esta forma Granada quedaba anexionada a Castilla. Navarra fue
incorporada también a la Corona de Castilla por el rey Fernando en 1512.
También dedicaron amplios esfuerzos a la política exterior. Realizaron una intensa política de
matrimonios mediante las alianzas de sus hijos con diversos reinos europeos: Juana se casó con
Felipe (hijo del emperador Maximiliano I de Austria), Catalina con el futuro rey de Inglaterra
Enrique VIII, e Isabel y luego María con el rey de Portugal. El rey Fernando recuperó los
territorios del Rosellón y la Cerdaña (1493) que su padre Juan II había cedido al Rey de Francia.
Para frenar el avance musulmán en el Mediterráneo llevaron a cabo campañas de expansión por
el norte de África a partir de 1505 conquistando el Peñón de la Gomera, Orán Bugía, Trípoli,
además de Melilla, conquistada en 1497. La expansión hacia el Atlántico se plasmó con la
conquista de Canarias (1496) y el descubrimiento de América.
Cristóbal Colón, tras el rechazo de Juan II de Portugal a sus planes para abrir una nueva ruta
hacia las Indias por Occidente, presentó su proyecto a los Reyes Católicos que firmaron las
Capitulaciones de Santa Fe (3 agosto de 1492) posibilitando una expedición que partió de
Palos de la Frontera con dos carabelas y una nao, además de 105 hombres. Después de una
escala en Canarias las embarcaciones iniciaron la travesía rumbo al Oeste y el 12 de octubre
avistaron tierra; era la pequeña isla de Guanahaní (archipiélago de las Bahamas), a la que
Colón llamó San Salvador. Tras su regreso y entrevista con los Reyes Católicos en Barcelona, se
organizó una nueva expedición compuesta por diecisiete buques, que consiguió arribar a La
Española. Colón realizó otras dos expediciones más.
La concesión de las tierras descubiertas a la Corona de Castilla realizada por el Papa Alejandro
VI fue considerada por Portugal como una usurpación de sus derechos; para evitar conflictos
los Reyes Católicos firmaron el Tratado de Tordesillas (1494) por el que se trazaba una línea
imaginaria a 370 leguas al Oeste de las Islas Cabo Verde. Las tierras situadas al Oeste de este
meridiano serían para Castilla, y las del Este para Portugal.
Tras los viajes de Colón se procedió a la conquista y exploración de nuevos territorios en
América: Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio en 1499 navegaron por
Venezuela y Brasil; Juan de la Cosa hizo el primer mapa de América en 1500; Nuñez de Balboa
descubrió el océano Pacífico en 1513.
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5. EL SIGLO XVI: LA ESPAÑA DE CARLOS I Y FELIPE II
Los sucesores de los Reyes Católicos, los Austrias, crearon el primer imperio de los tiempos
modernos. Castilla, por el número de habitantes y por su riqueza, se convirtió en el reino
hegemónico de la nueva monarquía. Una serie de herencias afortunadas y las riquezas que
llegaron de América convirtieron a la Monarquía Hispánica en la principal potencia europea.
La salud mental de Juana, hija de los Reyes Católicos, hizo que su hijo Carlos, tras las regencias
de su abuelo Fernando y del cardenal Cisneros, se convirtiera en rey, Carlos I de España
(Carlos V emperador de Alemania). Gracias a la política matrimonial de los Reyes Católicos
recibió una inmensa herencia. Por su madre heredó la Corona de Aragón, que incluía el reino
de Nápoles y Sicilia, y la Corona de Castilla con América. Por su padre heredó Flandes y el
Franco Condado, el título de emperador del Imperio Romano-Germánico y las tierras
patrimoniales de los Habsburgo en Alemania y Austria.
La herencia recibida del Imperio alemán y la enorme extensión territorial de sus posesiones
alentaron en Carlos la idea imperial. Quería reunir a toda la cristiandad bajo el mando del
emperador y luchar contra los enemigos del catolicismo: turcos y protestantes. Esta idea
resultó un fracaso debido tanto a la tendencia a la creación de estados nacionales, a la división
de la cristiandad y a las crisis que surgieron en sus territorios.
Tres fueron los ejes de la política exterior de Carlos I: enfrentamientos con Francia por la
hegemonía de Europa, en la que salió victorioso; la defensa de la cristiandad frente a los
turcos, en la que no se obtuvo buenos resultados; y la defensa del catolicismo ante el
protestantismo, su principal problema, que le llevó a constantes guerras que acabaron con la
Paz de Augsburgo (1555) por la que se reconocía la división religiosa del Imperio.
En política interior, Carlos I tuvo dos grandes problemas: las Comunidades y las Germanías.
Las Comunidades de Castilla (1520) surgieron como un movimiento de los representantes de
las ciudades en las Cortes castellanas encaminado a ejercer el control sobre la monarquía y
sobre la nobleza; fue también una protesta castellana contra los consejeros extranjeros del
rey y su política imperial; y un conflicto de los campesinos contra el régimen de propiedad
nobiliaria. La ciudad de Toledo fue fundamental en el desarrollo de los acontecimientos. Tras la
unión del rey con la nobleza, los comuneros fueron derrotados en la batalla de Villalar (1521),
sus líderes (Bravo, Padilla y Maldonado) fueron decapitados y el movimiento aplastado.
Las Germanías de Valencia y Mallorca (1520) fue un conflicto más social que político. El
artesanado urbano y los pequeños propietarios rurales intentaron tomar el poder de las
ciudades, controladas por la nobleza y por la burguesía más adinerada. La unión de la
monarquía y de la nobleza acabó con la sublevación.
En 1556, Carlos I abdicó en su hijo Felipe II, dejándole la mayor parte de su herencia, salvo la
dignidad imperial y los territorios patrimoniales de los Austrias en Alemania y Austria, que
heredó su hermano Fernando. Felipe II heredó de su padre la misma idea de la política
internacional: la defensa del catolicismo y de la superioridad del imperio hispánico en Europa.
La política exterior tuvo estos ejes: la lucha contra los turcos que llevó a la creación de una
Liga Santa formada por la Venecia y la monarquía hispánica que bajo la jefatura de don Juan
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de Austria consiguió la victoria contra los turcos en la batalla de Lepanto (1571), lo que
significó el freno de la expansión otomana en el Mediterráneo; la sublevación de Flandes, en
la que se mezclaban cuestiones religiosas y políticas, en ella los protestantes del norte de
Flandes se levantaron dirigidos por Guillermo de Orange, con la ayuda de los protestantes de
Alemania, Francia e Inglaterra. La guerra fue larga y Felipe II tuvo que dividir el territorio en
dos: las provincias del sur, mayoritariamente católicas y fieles al rey y las del norte,
protestantes que se convirtieron en un estado independiente. El tercer eje fue el
enfrentamiento contra Inglaterra que apoyó a los rebeldes de Flandes y permitió que
corsarios ingleses (Drake) atacasen los navíos españoles y que incluso llegaran a la bahía de
Cádiz, por lo que comenzó una guerra abierta contra la reina Isabel I de Inglaterra que terminó
con el fracaso de la Armada Invencible. Mejor fortuna tuvo con Portugal ya que en 1580 tras
la muerte del rey, Felipe II heredó todo su imperio.
En política interior tuvo problemas con la población morisca que se sublevó en las Alpujarras,
tras ser vencidos fueron expulsados de Granada y repartidos por toda Castilla con el fin de
facilitar su asimilación. Otro problema fue la rebelión de Aragón que se produjo en defensa
de sus fueros; el problema fue político y tuvo como desencadenante la figura de Antonio
Pérez que pidió ayuda a través de los fueros y el rey recurrió a la Inquisición saltándose las
leyes aragonesas. El Justicia Mayor de Aragón se negó a entregar al Secretario de Estado y el
rey respondió con el envío del ejército que ocupó Zaragoza y ajustició el Justicia Mayor.
A lo largo del siglo XVI se produjo una extraordinaria expansión territorial en el continente
americano, Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca y Francisco Pizarro el Inca, que pasaron
a pertenecer a Castilla. Magallanes y Juan Sebastián Elcano circunnavegaron por primera vez
el planeta en 1522. La conquista fue muy fácil y rápida debido, no sólo, a la superioridad
militar ya que muchos pueblos indígenas se unieron a los conquistadores porque estaban
sometidos a los grandes imperios. La llegada de los conquistadores supuso la reducción de la
población indígena a la que transmitieron muchas enfermedades y obligaron a trabajar en muy
duras condiciones. Los españoles explotaron económicamente América, consiguieron riqueza
minera, a través de la mita, y agrícola con la encomienda. Institucionalmente, América se
organizó como Castilla y se dividió en dos virreinatos: Nueva España y Perú.
En España las instituciones creadas para el control de América fueron la Casa de Contratación
de Sevilla que controlaba el monopolio del comercio americano, además se convirtió en un
gran centro de investigaciones geográficas y el Consejo de Indias que ejercía la suprema
jurisdicción sobre el gobierno y la justicia del nuevo mundo.
El siglo XVI vio aumentar la población de España que en su mayoría vivía de la agricultura, que
apenas experimentó transformaciones a lo largo del siglo. La actividad artesanal vivió un
período de expansión debido a la mayor demanda debida al aumento de la población y al
mercado americano. Sin embargo, este sector siguió estando dirigido por los gremios y no
experimentó mejoras. A pesar de las riquezas llegadas de América, la Monarquía Hispánica
tuvo muchas dificultades hacendísticas debido al gasto de mantenimiento del ejército y de la
administración. Las continuas guerras obligaron a los castellanos, que sufragaron la mayor
parte de los gastos imperiales, a pagar muchos impuestos. Felipe II llegó a declarar tres veces
la bancarrota del Estado.
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6. EL SIGLO XVII: LA CRISIS DE LA MONARQUÍA DE LOS AUSTRIAS
Durante el siglo XVII la Monarquía Hispánica vivió un claro proceso de decadencia. Los
problemas de los últimos años del reino de Felipe II se agravaron con los Austrias del siglo XVII
(Felipe III, Felipe IV y Carlos II), por lo que se habla de decadencia de la España imperial. Esta
crisis vino marcada por la imposibilidad de mantener la hegemonía política en Europa frente a
unos enemigos cada vez más poderosos. Las guerras fueron constantes.
A diferencia del gobierno personal de los primeros Austrias, durante el siglo XVII utilizaron la figura
del valido, persona en la que el rey delegaba la acción del gobierno. Los validos más importantes
fueron el duque de Lerma con Felipe III y el conde-duque de Olivares con Felipe IV.
Felipe III heredó un gran imperio, pero también una deuda enorme y dos largas guerras: con
Inglaterra y con los rebeldes de los Países Bajos. La grave situación de la hacienda hizo que su
reinado fuera pacífico, llegando a la paz con Inglaterra y a la firma de la Tregua de los Doce
Años con los Países Bajos (1609). En política interior los moriscos fueron expulsados de
España definitivamente, lo que provocó un grave problema económico.
El acceso al trono de Felipe IV implicó un cambio en la política exterior. Su valido, el conde
duque de Olivares pretendía la restauración de la posición internacional de la monarquía a
través de la movilización total de sus recursos, lo que suponía que todos los territorios
participasen en el esfuerzo común con el mismo sacrificio que lo hacia el reino de Castilla
(Unión de Armas). Este esfuerzo era necesario para mantener la integridad del imperio. La
actividad bélica de este reinado fue impresionante, participó en la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648) en las que en un primer momento salió victorioso. Sin embargo, al final de la
guerra Francia derrotó a nuestros ejércitos. La Paz de Westfalia (1648) puso fin a esta lucha y
significó el fracaso de Felipe IV, además de la confirmación de la hegemonía francesa, la
consagración del pluralismo religioso y la independencia de los Países Bajos. A pesar de esta
paz, la guerra con Francia continuó unos años y finalizó en 1659 con la Paz de los Pirineos.
El reinado de Felipe IV también se va a caracterizar por ser un período de revueltas y de
sublevaciones internas, esto era consecuencia de las continuas guerras que la monarquía
afrontaba y que hacían necesario recabar todos los recursos disponibles ya que los de Castilla
resultaban insuficientes. Para ello se hizo la Unión de Armas, pero los distintos reinos la
rechazaron frontalmente. Cataluña con ayuda de Francia se convirtió en una república en
1640, tras unos años de lucha se rindieron (1652). Portugal inició otra sublevación que
terminó con la proclamación de su independencia (1640) . Hubo también problemas en
Andalucía y Aragón.
A la muerte de Felipe IV le sucedió su hijo de cuatro años Carlos II, de débil salud física y
mental. Durante su minoría de edad se hizo cargo del gobierno su madre, Mariana de Austria.
Ya mayor de edad el rey tuvo validos como sus antecesores. Debido a sus problemas de salud,
la corte se convirtió en un escenario de continuas intrigas. En política exterior el reinado
recibió constantes agresiones de la Francia de Luis XIV. Sin embargo, el problema más
importante fue la cuestión de la sucesión, ya que el rey no tuvo hijos. Dos fueron los
candidatos el francés Felipe de Anjou y el austriaco Carlos de Austria. El rey eligió al primero
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y comenzó la Guerra de Sucesión entre ambos que terminó con la llegada de la dinastía de los
Borbones a España.
Durante el siglo XVII la Monarquía Hispánica vivió un claro proceso de decadencia. El reino
de Castilla sufrió una profunda crisis económica. Castilla la Mancha tuvo una crisis dilatada y
profunda y su recuperación fue lenta y penosa, lo que significó una disminución en su
población.
En cuanto a la sociedad, se produjo un incremento de los grupos privilegiados, que no
producían bienes ni pagaban impuestos y un aumento del número de pobres y mendigos, con
lo que se produjeron numerosas rebeliones populares y el crecimiento del bandolerismo.
Nuestra región se convirtió en camino imprescindible hacia Sevilla.
La expulsión de los moriscos afectó a la economía, también en concreto a la de Castilla la
Mancha.
América durante el siglo XVII continuó siendo la gran generadora de riquezas para el imperio.
Se fundaron dos virreinatos, el de Nueva España al norte que comprendía Centroamérica y las
islas caribeñas; y el del Perú, que se extendía por América del Sur hasta la Patagonia. También
se crearon gobernaciones como unidades político-administrativas, dentro de los virreinatos,
generalmente otorgadas al jefe del ejército conquistador. Tanto los virreyes como los
gobernadores tuvieron atribuciones de gobierno y justicia y capacidad para beneficiarse de los
productos de la zona a su cargo.
Uno de los ejemplos más originales de colonización fue la llevada por los misioneros en las
reducciones fundadas por los jesuitas en la zona comprendida entre los ríos Paraguay y
Uruguay. Se trataba de poblados habitados por guaraníes, en ellas el indígena era adoctrinado
en la fe católica y aportaba su trabajo en el campo.
La colonización provocó cambios bruscos en la economía americana. A los tradicionales
cultivos americanos se sumaron los europeos como el trigo, las legumbres, la vid, el olivo y la
caña de azúcar. En ganadería se introdujeron caballos, ovejas, cabras, cerdos y aves de corral.
La industria no progreso ya que las Indias fueron consideradas como una inmensa fuente de
materias primas y un mercado para productos manufacturados españoles.
El impacto de la colonización tuvo consecuencias demográficas desastrosas para la población
indígena, que en algunos lugares casi llegó a desaparecer, de ahí que se impulsase el tráfico de
esclavos negros.
La sociedad se fue transformando a lo largo del tiempo. Aparecieron los criollos
(descendientes de españoles), los mestizos (descendiente de español y nativo) y los mulatos
(descendiente de europeo y negro). Cada uno de estos grupos tenía diferentes derechos,
ocupaciones y posiciones económicas.
En cultura se impuso la castellana, aunque permanecieron algunos elementos nativos. El
castellano se convirtió en el idioma del Nuevo Mundo.
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7. EL SIGLO XVIII: EL REFORMISMO BORBÓNICO Y LA ILUSTRACIÓN
En 1700 murió sin descendencia el último monarca de la Casa de Austria, Carlos II. Los
principales candidatos a ocupar el trono fueron Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y María
Teresa de Austria, y el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo de Austria. El
testamento de Carlos II designaba como sucesor a Felipe, que fue proclamado Rey de España,
como Felipe V. Su designación que provocó el temor entre las potencias europeas a que
España pasara a formar un potente bloque con Francia, dirigido por el monarca francés, y
rompiendo de esta forma el orden europeo. Inglaterra y Holanda, opuestas a la hegemonía
borbónica, pasaron a apoyar las pretensiones del archiduque de Austria formando la Gran
Alianza (La Haya, 1701) declarando la guerra a los Borbones, pronto contaron con el apoyo de
Dinamarca, la mayor parte de los príncipes alemanes y Prusia, Saboya y Portugal. España se
aliaba con Francia.
Fue una guerra (Guerra de Sucesión) que se desarrolló en Europa y en España. En lo que
respecta a España, Castilla, aunque contó con alguna oposición, apoyó a Felipe V, mientras
que Cataluña y Valencia desde 1705 y Mallorca y Aragón en 1706, temerosos del centralismo
Borbónico, se declararon decididos partidarios del archiduque. Destacamos las batallas de
Brihuega, Almansa y Villaviciosa
La paz entre los contendientes se firmó en los Tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714).
Por estos tratados queda confirmado Felipe V en el trono de España aunque tuvo que
renunciar al derecho de sucesión al trono de Francia. Gran Bretaña se consolidó como
potencia marítima gracias a la concesión de ventajas en América como el navío de permiso y el
“asiento de negros”; también consiguió que se demoliera la base naval francesa de
Dunquerke, apoderándose de Gibraltar y Menorca, cedidas por España, y Terranova, por
Francia. España también cedió a Austria los Países Bajos, el ducado de Milán, Nápoles y
Cerdeña (más tarde cedida a Saboya a cambio de Sicilia, que también había perdido España)
Tras la llegada de Felipe V, y por tanto de los Borbones, al trono español, se implantó un
modelo de Estado claramente centralista con una monarquía absoluta, siguiendo el modelo
llevado por Luis XIV en Francia. Esta transformación fue posible por la desaparición de los
modelos institucionales de la Corona de Aragón, provocado por el apoyo de estos territorios al
archiduque Carlos de Austria durante la Guerra de Sucesión, mediante la promulgación de los
Decretos de Nueva Planta que suponía integrar estos territorios en un mismo modelo
administrativo: Valencia y Aragón (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716). Los territorios
vascos y navarro, leales a Felipe V durante toda la guerra, conservaron sus fueros y sus
aduanas. Estos decretos suprimían los fueros, las Cortes particulares y sus diputaciones,
además de los tradicionales concejos municipales, el cargo de Justicia Mayor, el sistema fiscal y
monetario propio de cada reino y el Consejo de Aragón. En su lugar se imponían las leyes,
instituciones y cargos de Castilla: los corregidores, los regidores municipales y las Audiencias.
Se sustituyeron los antiguos virreinatos por provincias, al frente de cada una se puso a un
Capitán General. Otra aportación relevante fue la creación de los Intendentes en las capitales
de provincia, que eran funcionarios dependientes directamente del Rey y que ejercían
funciones políticas y económicas sobre sus demarcaciones respectivas.
Además de este proceso de centralización administrativa también se fueron sustituyendo
progresivamente las instituciones de los Habsburgo. El primero paso en este sentido fue la
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pérdida del peso político de los Consejos, y la aparición de las Secretarías de Despacho
creadas en 1721 en áreas como Justicia; Hacienda, Guerra, Marina e Indias. Dirigidas por
Secretario, a modo de los ministros actuales. Este proceso se terminó de perfilar durante el
reinado de Carlos III con la creación de la Junta Suprema de Estado para coordinar las
Secretarías en 1787.
Otro campo de reformas fue la fiscalidad. Se trataba de abandonar el modelo impositivo
heredado de los Habsburgo, pasando a un modelo de Única Contribución proporcional a la
riqueza personal para lo cual se elaboró un Catastro en 1749, pero la oposición de la nobleza
echó atrás el proyecto dejando un documento excepcional para conocer la España del siglo
XVIII, conocido el Catastro de Ensenada.
La Ilustración fue una corriente de pensamiento que tuvo su origen en Francia, de donde se
expandió por toda Europa a lo largo del siglo XVIII. Su característica fundamental fue una
ilimitada confianza en la razón. Los ilustrados creían que los hombres, conducidos por su
inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que era para ellos la base de la felicidad. Por ello
se mostraron firmes partidarios de la educación y del progreso. Defendían la igualdad y el
derecho a la libertad de todos los hombres; la propiedad y la libertad de comercio e industria y se
opusieron al dominio ideológico de la Iglesia y al absolutismo monárquico.
La otra preocupación básica de los ilustrados españoles fue la cuestión económica. Todos ellos
eran conscientes de que el atraso del país, en relación con otras potencias europeas, provenía
de la pervivencia del fuerte predominio de la propiedad nobiliaria y eclesiástica, del excesivo
control sobre las actividades económicas, y del desconocimiento de las nuevas técnicas,
inventos y avances, aplicados ya en otros países como Gran Bretaña u Holanda. Por ello se
esforzaron en estudiar la situación real del país y proponer una serie de reformas.
En España, el desarrollo del pensamiento ilustrado se vio favorecido por la llegada de los
Borbones y con la apertura de múltiples contactos intelectuales europeos (especialmente con
Francia). Los primeros pasos de la Ilustración en España vinieron del trabajo desarrollado en el
campo político por personajes como José del Campillo (secretario de Hacienda de Felipe V) y
Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada en tiempos de Fernando VI. Estos precursores
tuvieron una amplia continuidad durante el reinado de Carlos III (1759-1788) en figuras de
Campomanes, Floridablanca y Jovellanos.
La práctica de gobierno se llevó a cabo mediante el Despotismo Ilustrado que fue un intento
de unir la autoridad real con las ideas de progreso de la Ilustración. Querían la racionalización
de la administración, el fomento de la educación y la modernización económica con programas
de desarrollo agrícola e industrial y la libertad de comercio, pero a su vez pretendían mantener
intacta la sociedad estamental y el poder absoluto (Carlos III).
Algunos de los máximos exponentes de la Ilustración española fueron fray Benito de Feijoo,
Mayans i Siscar, y Francisco Cabarrús. También hubo un importante crecimiento del interés
científico y académico. Se fundaron abundantes centros de estudio y experimentación al
margen de las universidades como el Real Gabinete de Historia Natural, el Real Jardín
Botánico, las Escuelas de Mineralogía, de Ingenieros Industriales y Caminos (Agustín de
Betancourt); o el Instituto de San Isidro en Madrid, primer centro de enseñanza dotado de un
plan de estudios moderno.
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Se protagonizaron expediciones científicas y políticas a América como las de José Celestino
Mutis (1763), o la más conocida de Alejandro de Malaspina (1789), que encabezó un viaje
científico por las posesiones españolas de América y el Pacífico (Viaje político científico
alrededor del mundo) dando a conocer más de 14.000 nuevas especies.
En el campo económico se buscó evitar la gran dependencia del producto extranjero, impulsar
el comercio y buscar una mayor eficacia a la hora de explotar los recursos naturales del país.
Así podemos enumerar iniciativas como: la aparición de Sociedades Económicas de Amigos
del País que impulsaban la aplicación práctica de reformas agrarias para mejorar la productiva
económica; el fomento de Manufacturas Reales (como por ejemplo la Real Fábrica de Tapices,
Real Fábrica de Sedas de Talavera); la promulgación del Reglamento de Libre Comercio (1788)
que finalizaba con el monopolio de Sevilla y Cádiz sobre el comercio americano; la creación de
una red de Caminos Reales con formato radial y centro en Madrid para facilitar la conexión de
la Corte con las grandes ciudades periféricas; o el impulso de obras hidrológicas para mejorar
el abastecimiento y uso del agua (inicio de las obras del Canal de Castilla en 1753) para tareas
agrícolas facilitando la extensión del regadío.
Esta corriente de pensamiento, sumada al reformismo borbónico propio del siglo XVIII,
produjo toda una serie de rechazos, como los provenientes de los grupos que tradicionalmente
habían llevado los “asuntos” del Estado, y que con la llegada los Borbones, se habían visto
desplazados por individuos con una formación académica y universitaria específica (baja
nobleza, estado llano).También se trató de incitar a la población en contra de los nuevos
planteamientos y reformas traídos por los ministros borbónicos (Motín de Esquilache -1766-).