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IES “PADRE JUAN DE MARIANA”. DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Profesor: Luis Fco. Peñalver Página 1 HISTORIA DE ESPAÑA. CURSO 2015-2016 EPÍGRAFES CORRESPONDIENTES A LOS TEMAS 1 Y 2, RAÍCES HISTÓRICAS DE ESPAÑA, TAMBIÉN DENOMINADO PARTE A DEL TEMARIO 1. La Hispania romana y la monarquía visigoda. 2. Al Ándalus y sus principales etapas. 3. Los Reinos cristianos de la Reconquista. 4. La formación del Estado español: la monarquía de los Reyes Católicos. 5. El siglo XVI: la España de Carlos I y Felipe II. 6. El siglo XVII: la crisis de la monarquía de los Austrias. 7. El siglo XVIII: el reformismo borbónico y la Ilustración. OBSERVACIONES: Estos epígrafes se estudiarán apoyándose el alumno en los materiales y documentos sugeridos por el profesor/a (mapas, textos, imágenes,…). Se realizará una introducción a este bloque temático en el que se abordará la Prehistoria de la Península Ibérica, así como las primeras colonizaciones anteriores a la llegada de los romanos.

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HISTORIA DE ESPAÑA. CURSO 2015-2016

EPÍGRAFES CORRESPONDIENTES A LOS TEMAS 1 Y 2, RAÍCES HISTÓRICAS

DE ESPAÑA, TAMBIÉN DENOMINADO PARTE A DEL TEMARIO

1. La Hispania romana y la monarquía visigoda.

2. Al Ándalus y sus principales etapas.

3. Los Reinos cristianos de la Reconquista.

4. La formación del Estado español: la monarquía de los Reyes Católicos.

5. El siglo XVI: la España de Carlos I y Felipe II.

6. El siglo XVII: la crisis de la monarquía de los Austrias.

7. El siglo XVIII: el reformismo borbónico y la Ilustración.

OBSERVACIONES: Estos epígrafes se estudiarán apoyándose el alumno en los

materiales y documentos sugeridos por el profesor/a (mapas, textos, imágenes,…).

Se realizará una introducción a este bloque temático en el que se abordará la

Prehistoria de la Península Ibérica, así como las primeras colonizaciones anteriores a

la llegada de los romanos.

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1. LA HISPANIA ROMANA Y LA MONARQUÍA VISIGODA

Hispania fue el nombre que dieron los romanos a la Península Ibérica.

Tras la segunda guerra púnica contra los cartaginenses (siglo II a. C.) conquistaron sin

dificultades las zonas del levante y el sur de la Península que se convirtieron en la provincia

Citerior (costa este) y Ulterior (sur). Sin embargo tuvieron dificultades para extender su

dominio sobre el resto debido a la resistencia de los pueblos del oeste, centro y norte, que

luchaban contra las legiones romanas empleando la guerra de guerrillas. Fueron las

denominadas guerras lusitanas y guerras celtibéricas (154 a 133 a. C.) en las que destacaron

caudillos como Virato, surgiendo núcleos de resistencia como Numancia, cerca de Soria.

También tuvieron que hacer frente a las guerras cántabras (29 a 19 a. C.) contra los cántabros,

astures y galaicos que fueron vencidos bajo el gobierno del emperador Augusto. Éste, en el 27

a.C., dividió la provincia Ulterior en Lusitania (capital en Emerita Augusta) y Baetica (capital en

Corduba). A la Citerior la llamó Tarraconensis (capital en Tarraco).

Cada provincia quedó dividida en conventus para la administración de justicia. La ciudad era la

célula base de la administración territorial romana.

Durante el siglo IV los emperadores Diocleciano y Constantino convirtieron a Hispania en una

diócesis de las Galias y la dividieron en las provincias: Baetica, Lusitania, Carthaginensis,

Gallaecia, Tarraconensis y Balearica.

Se denomina romanización al proceso de aculturación de la población hispana tras su

conquista, mediante el cual asimiló el modo de vida romano en lengua, política, derecho,

costumbres, urbanismo, obras públicas, religión. La romanización no fue homogénea, se

intensificó a partir del siglo I a.C. con la paz imperial.

Roma impuso sus estructuras económicas basadas en el latifundio, la propiedad privada de la

tierra, la moneda etc. La estructura social la componía una aristocracia de senadores y

caballeros, una burguesía acomodada de comerciantes y terratenientes y una mayoría de

trabajadores libres artesanos y campesinos. Los esclavos no tenían derechos.

La base económica continuó siendo la agricultura y la ganadería, con nuevas técnicas como el

barbecho, el regadío y el uso de animales de tiro. La artesanía y el comercio se desarrollaron

intensamente en las ciudades. Se comerciaba con todo el Imperio, sobre todo con Roma.

Las ciudades aumentaron y se convirtieron en el centro administrativo, jurídico, político y

económico. Edificaron acueductos, foros, templos, teatros y anfiteatros. Estaban gobernadas

por un Consejo (Curia) elegido por los ciudadanos entre la oligarquía local. Una red de calzadas

con puentes las comunicaba entre ellas y con el resto del imperio (Vía Augusta, Vía de la Plata).

También se introdujo el latín, la religión y el derecho romano. Aparecieron intelectuales

hispanos como Séneca, Quintiliano, Marcial y los emperadores Trajano, Adriano y Teodosio.

A partir del siglo III el estado recibió menos ingresos por la concesión universal de la

ciudadanía y la ausencia de nuevas conquistas. Los saqueos de francos y alamanes en el 260

hundieron la economía y la vida urbana. Hispania se ruralizó, volvió a la autosuficiencia y el

trueque. Las ciudades se amurallaron para defenderse de las oleadas de invasores. En el siglo

V los barbaros (germánicos) depusieron al último emperador en Roma.

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Con el hundimiento del Imperio romano en su parte occidental diversos pueblos bárbaros

entraron en Hispania sin resistencia a partir del 409: fueron los suevos, vándalos y alanos. Los

vándalos, que formaban dos ramas, pasaron a África atacando esos territorios del Imperio.

Para controlar esta situación el Imperio romano convirtió a los visigodos en federados y los

autorizó a asentarse en el sur de la Galia y controlar los territorios de Hispania.

Entre el 416 y el 476 los visigodos expulsaron a vándalos y alanos. A los suevos los relegaron a

Galicia. El reino visigodo se extendía entre los ríos Loira y Tajo, pero sin embargo, en el año

507 fueron derrotados en Vouillé por los francos que los expulsaron de la Galia. Sólo

conservaron una franja en la costa mediterránea, perdiendo su capital Tolouse que la

cambiaron por Toledo.

Poco a poco se fueron romanizando: adoptaron el latín y el cristianismo.

La monarquía visigoda fue unificando la Península Ibérica. Leovigildo (572-586) de religión

cristiana arriana y su hijo Recaredo (586-601) católico, expulsaron a los bizantinos que se

habían instalado en el levante intentando reconstruir el Imperio romano. También vencieron a

los suevos conquistando Galicia.

Transformaron una monarquía electiva entre nobles en otra hereditaria. Para gobernar el rey

se apoyaba en un órgano asesor formado por altos funcionarios, nobles y clérigos, el Aula

Regia, y en unas asambleas eclesiásticas, políticas y jurídicas, los Concilios de Toledo.

Leovigildo igualó a hispanorromanos y visigodos derogando la ley que prohibía los

matrimonios mixtos. En el 589 Recaredo se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo.,

alcanzándose la unidad religiosa entre visigodos e hispanorromanos. Recesvinto (653-672) con

el Liber Iudiciorum recogió buena parte del derecho romano.

Las grandes ciudades decayeron con las invasiones bárbaras, hundiéndose el comercio y la

artesanía. La economía se ruralizó convirtiendo a la agricultura y a la ganadería en las

actividades básicas. Las instituciones municipales se vaciaron de contenido quedando el

gobierno de los núcleos urbanos a expensas de los obispos y condes.

Los visigodos se quedaron con dos tercios de las tierras despojando a los colonos que las

trabajaban. Las tierras públicas se explotaban en usufructo y con ellas se pagaban los cargos

públicos por lo que fueron disminuyendo a la vez que concentraban la propiedad en manos de

la nobleza. Los esclavos fueron desapareciendo equiparándose con los colonos y

transformándose ambos en siervos. A mediados del siglo VII el reino visigodo entró en crisis

por la dificultad para cobrar tributos y porque los nobles se disputaban el trono, siendo

frecuentes las guerras civiles y los magnicidios.

Artísticamente, los visigodos destacaron por su orfebrería (Tesoro de Guarrazar). La

arquitectura siguió los cánones romanos, con materiales más pobres y de menores

dimensiones, siendo característico el empleo del arco de herradura: iglesias de San Pedro de la

Nave (Zamora) y de San Juan de Baños (Palencia). En el ámbito cultural la figura más relevante

fue San Isidoro de Sevilla, con su obra Etimologías.

En el año 711, un ejército de bereberes con Tariq y Muza, cruzaron el estrecho de Gibraltar

derrotando al rey don Rodrigo en la batalla del Guadalete, finalizando de esta forma el reino

visigodo en la Península Ibérica.

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2. AL -ÁNDALUS Y SUS PRINCIPALES ETAPAS

En el año 711, un ejército de bereberes al mando de Tariq, lugarteniente de Muza, gobernador

de Ifriquiya (Túnez), cruzó el estrecho de Gibraltar derrotando al rey visigodo don Rodrigo en la

batalla del Guadalete. Se aprovecharon de la guerra civil entre los hijos de Witiza y el rey, y de

la ayuda del gobernador de Ceuta (Don Julián) que acusaba al rey de deshonrar a su hija.

Mezclaron su habilidad política (pactos de capitulación) con la militar donde usaban la

caballería. En un año dominaron la Península a la que llamaron Al-Ándalus. Vinieron, además

de los bereberes, sirios y árabes.

Entre el año 711 y el 756, Al-Andalus fue un Emirato dependiente de Damasco, gobernado por

un valí. La nobleza visigoda conservó gran parte de sus tierras a cambio de pagar tributos. En

este período, Córdoba se convirtió en la capital política de Al-Andalus. La expansión de los

musulmanes hacia el norte de la Península Ibérica fue frenada con su derrota en Poitiers (732).

El Emirato independiente (756-929) se inició con la llegada a la Península de Abd al-Rahmán I,

de la dinastía Omeya, que superviviente de la matanza de su familia en Damasco consiguió

llegar a la península Ibérica, y se proclamó emir independiente. Esta independencia se limitaba

al ámbito político, ya que en el religioso se reconocía al califa de Bagdad. El territorio quedó

dividido en coras, al frente de ellas estaban los jeques árabes.

Más adelante, Abd al-Rahmán III declaró su independencia política y religiosa al

autoproclamarse califa, con lo cual comenzó el período del Califato de Córdoba (929-1031).

Supuso la época de máximo esplendor cultural y artístico de Al-Ándalus, en especial bajo el

reinado de su hijo Al-Hakam II. La figura más destacada de esta etapa fue Almanzor (976-

1002), que ejerció el poder efectivo en nombre del califa Hisham II (976-1009). Trasladó la

administración a un nuevo palacio que él mismo había hecho construir a las afueras de la

capital, Almedina al-Zahira (la “ciudad brillante”). El califato se convirtió bajo su mando en una

dictadura militar, que se mantenía gracias a las victorias de un poderoso ejército integrado por

contingentes beréberes y mercenarios cristianos contra los núcleos cristianos (Santiago de

Compostela). Sus campañas no fueron de ocupación, sino razias cuyos objetivos eran la

destrucción y la rapiña.

Desde comienzos del siglo XI, tras la desaparición de Almanzor, algunos territorios comenzaron

a independizarse coincidiendo con la debilidad del califato. Finalmente, en el año 1031 una

rebelión en Córdoba depuso al último califa –Hisham III-, fragmentándose el califato en unos

veinte reinos de taifas (1031-1090), siendo los más poderosos gobernados por árabes y

muladíes (Zaragoza, Toledo, Badajoz, Sevilla). Los reyes cristianos aprovecharon la debilidad de

las taifas, exigiéndoles el pago de parias (tributos que pagaban a los cristianos a cambio de

protección y en reconocimiento de vasallaje).

En 1085, tras la caída del reino taifa de Toledo en manos de Alfonso VI, los reyes de Sevilla,

Granada y Badajoz reclamaron el apoyo de los almorávides (1090-1145), musulmanes

ultraordoxos que habían creado un gran imperio en el norte de África, con capital en

Marrakesh, y que se extendía desde los ríos Senegal y Níger, hasta el valle del río Ebro. La

invasión almorávide supuso el fin de los reinos de taifas quedando integrados como provincias

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de su imperio. Hacia 1145, la descomposición del poder almorávide propició unos nuevos

segundos reinos de taifas.

Otro movimiento religioso bereber procedente del actual Marruecos, los almohades (1146-

1232) protagonizó un segundo intento de unificación de las taifas de Al-Andalus. Sevilla se

convirtió en la capital del imperio almohade hispano (Torre del Oro, Giralda). Fueron

derrotados por los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212).

A finales del siglo XIII, tan sólo el Reino nazarí de Granada consiguió sobrevivir al avance

cristiano, siendo conquistado por los Reyes Católicos en 1492.

Al-Ándalus era un estado centralizado donde el califa unía el poder espiritual y el temporal;

era la máxima autoridad en religión, economía, poder judicial y militar. Dirigía la política

exterior y se ayudaba para la administración con un hachib (primer ministro). Nombraba a los

valíes (gobernadores de las provincias) y a los cadíes (jueces).

En agricultura recuperaron las técnicas romanas y desarrollaron el regadío con norias,

acequias, albercas y aljibes. Incorporaron frutales, arroz, caña de azúcar, algodón, lino…

Las ciudades fueron el centro de la economía y la cultura. Desarrollaron una artesanía de

tejidos, cuero, cerámica, orfebrería… para el mercado interior y para un importante comercio

exterior. Importaban esclavos y materias primas, exportaban productos manufacturados de

lujo. La moneda fue la base del comercio. Córdoba llegó a tener cien mil habitantes en el s. X.

Había una religión oficial islámica pero se toleraba a las religiones del libro: judíos y

cristianos, que pagaban todos los impuestos mientras los musulmanes solo pagaban la

limosna. Cristianos eran los mozárabes, que no habían querido convertirse en musulmanes.

La mayoría islámica estaba dividida en etnias: el grupo privilegiado lo formaban los baladíes,

que tenían antepasados árabes y que se quedaron con las mejores tierras; los sirios eran los

siguientes en importancia mientras los bereberes, musulmanes del norte de África recibieron

las peores tierras en la Meseta; los muladíes eran los hispanogodos convertidos al islam que

conservaron parte de sus tierras.

Las manifestaciones culturales fueron notables desde el reinado de Abderramán II, alcanzando

el esplendor con Alhakam II, entre 961 y 976. Crearon escuelas y universidades. Destacaron en

medicina, astronomía, matemáticas, filosofía, geografía, literatura… La lengua árabe dejó su

huella en el castellano con muchas palabras de ese origen. El pensador más destacado fue

Averroes. Destacaron los historiadores Ibn Hayyan e Ibn Jaldun, o el geógrafo ceutí Al Idrisi.

Las realizaciones artísticas de la España musulmana se caracterizaron por el predominio de los

elementos decorativos, geométricos y florales. Su arquitectura pretendía dejar constancia del

poder político: ciudades palacio como Madinat al-Zahra en Córdoba, el palacio de la Aljafería

en Zaragoza, así como la Alhambra de Granada. La mezquita fue otro tipo característico de la

construcción musulmana destacando la mezquita de Córdoba.

En lo que corresponde a Castilla la Mancha destacó el reino taifa de Toledo (Tulaytula) que

abarcaba buena parte de este territorio. Toledo era la capital de la provincia que constituía la

Marca Media durante el Califato. Aquí se establecieron grupos de bereberes que recibieron

tierras de la Manxa (tierra seca). Se rebelaron en Toledo, Cuenca y Guadalajara mostrando su

descontento con el reparto. En 1085 Alfonso VI tomó Toledo.

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3. LOS REINOS CRISTIANOS DE LA RECONQUISTA

Se entiende por Reconquista el proceso de ocupación militar de los territorios musulmanes de

la Península Ibérica protagonizado por los cristianos entre los siglos VIII y XV.

LA CREACIÓN DEL REINO ASTUR-LEONÉS

Los musulmanes no llegaron a controlar la zona de la Cordillera Cantábrica habitada por

vascos, cántabros y astures. Uno de los nobles visigodos, Pelayo, derrotó a los musulmanes en

Covadonga (722). Sus sucesores, Alfonso I (739-756) y Alfonso II (791-842) crearon el reino de

Asturias, con capital en Oviedo. La mayor expansión territorial del reino fue en la segunda

mitad del siglo IX con Alfonso III (866-910), que lo extendió hasta alcanzar el Duero. Con

Ordoño II (914-924) la capital se trasladó a León, y el reino astur se transformó en el Reino de

León, abarcando las regiones de Asturias, Galicia, León, y las marcas fronterizas de Portugal y

Castilla. Las tierras del este de la Meseta se fortificaron con castillos y con la creación del

condado de Castilla. El conde Fernán González (927-970) se declaró independiente de León.

La instauración del califato de Córdoba, supuso para el reino leonés una etapa de sumisión,

especialmente durante las campañas de Almanzor entre 981 y 1002.

LOS CONDADOS PIRENÁICOS

El emperador franco Carlomagno, tras ser derrotado en Roncesvalles (778), creó una franja

fortificada al sur de los Pirineos para proteger su imperio de los musulmanes, la Marca

Hispánica, y estaba dividida en condados que dependían del emperador. Navarros y

aragoneses se independizaron simultáneamente de los francos. Hacia el 817 se creó el

condado de Aragón, y sobre el 830 el Reino de Pamplona.

En la zona catalana el conde Vifredo el Velloso (874-898) reunió bajo su mando los principales

condados catalanes, aunque se mantuvo como vasallo del rey franco. El conde Borrel II (947-

992) se negó a renovar el juramento al rey franco, naciendo los condados catalanes.

El máximo poder del Reino de Navarra se alcanzó en el reinado de Sancho III el Mayor (1000-

1035) que llegó a anexionarse nuevos territorios, entre ellos Castilla. Tras su muerte, el reino

se dividió entre sus hijos: Ramiro I se proclamó rey de Aragón y Fernando I, rey de Castilla y

García Sánchez, rey de Navarra. Fernando unió los reinos de Castilla y León bajo su Corona.

Posteriormente se dividiría y reunificaría en varias ocasiones hasta que en 1230 con Fernando

III el Santo, se llevó a cabo la unión definitiva. Portugal se independizó en 1128.

La Corona de Aragón surgió en 1137 con la unión del reino de Aragón con el condado de

Barcelona, núcleo principal de Cataluña.

LA EXPANSIÓN TERRITORIAL HACIA EL SUR

El siglo XI marca el verdadero comienzo de la Reconquista, el califato entró en una profunda

crisis política y se desmembró en reinos de taifas, mientras que los territorios cristianos del

norte se recuperaban y tomaban la iniciativa militar. Durante esta etapa se culminó la

conquista del valle del Tajo –Alfonso VI conquista el reino de Toledo en 1085-, y del valle del

Ebro.

Durante la segunda mitad del siglo XII, el apogeo de los almohades que llegaron a unificar bajo

su mando todos los territorios andalusíes, unido a las disputas entre los propios reinos

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cristianos, y derrotas como la de Alarcos (1195), frenó en gran medida el avance

reconquistador, que se limitó a los cursos altos de los ríos Turia, Júcar y Guadiana.

A principios del siglo XIII un ejército combinado de castellanos, navarros y aragoneses

derrotaron en las Navas de Tolosa (1212) a los almohades. Esta victoria cristiana supuso el

comienzo del declive almohade y despejó el camino hacia el valle del Guadalquivir. El avance

conquistador más rápido correspondió a catalanes y aragoneses unidos en el reino de Jaime I

el Conquistador, que se anexionó Mallorca en 1229 y concluyó la conquista del reino de

Valencia en 1245. En la zona occidental los portugueses llegaban a Faro, al sur de Portugal, en

1249. Los castellanos y leoneses, unidos definitivamente en 1230 bajo la corona de Fernando

III, conquistaron Extremadura, avanzaron sobre el valle del Guadalquivir conquistando Sevilla

(1248); su hijo y sucesor, Alfonso X el Sabio, culminó la conquista de Andalucía e incorporó

definitivamente el reino de Murcia.

A partir de entonces y hasta el comienzo de las campañas de los Reyes Católicos contra el

reino nazarí de Granada en 1484, la frontera entre cristianos y musulmanes se mantuvo casi

intacta. La conquista de este reino se concluyó en 1492.

Tras la ocupación militar de los territorios musulmanes fue necesario repoblarlos para afianzar

las conquistas.

a) Repoblación al norte del Duero y estribaciones de los Pirineos (siglos VIII-X): Se realizó

mediante la presura (aprisio en catalán) que consistía en la ocupación de la tierra.

b) Repoblación entre el río Duero y el Sistema Central (siglos XI y XII): El tipo de repoblación

fue concejil. El territorio se dividió en concejos con grandes términos o alfoces. El rey otorgaba

al concejo un Fuero o Carta Puebla (normas que regulaban la vida municipal)

c) Repoblación del Valle del Tajo (siglos XI y XII): La repoblación del valle del Tajo, tras la

conquista de Toledo (1085) tuvo como novedad la existencia de abundante población

musulmana, a la que no se tardó en expulsar, y otra mozárabe que se quiso asimilar. El modelo

repoblador también fue concejil.

d) Repoblación del valle del Ebro (segunda mitad del siglo XIII): En los grandes núcleos

ribereños del río como Tudela, Zaragoza y Tortosa, los cristianos se instalaron de acuerdo con

un sistema de repartimientos. Mediante una capitulación se obligó a los musulmanes que no

quisieron exiliarse, a trasladarse a barrios extramuros, en los llamados arrabales, mientras que

los colonos cristianos ocuparon las casas del centro de la ciudad..

e) Repoblación del valle del Guadiana (la Mancha y Extremadura) y macizos montañosos de

Teruel y norte de Castellón (primera mitad del siglo XIII): Se trataba de zonas extensas y poco

pobladas, en cuya conquista habían destacado las Órdenes Militares (Álcantara, Santiago,

Calatrava). Éstas dividieron las nuevas tierras en encomiendas.

f) Valle del Guadalquivir y litoral levantino (segunda mitad del siglo XIII): El sistema empleado fue

el de repartimientos. Tras la ocupación de una ciudad, los oficiales reales hacían inventario de los

bienes obtenidos y los distribuían entre quienes habían participado en su conquista, los dividían en

lotes o donadíos. La escasez de colonizadores propició la existencia de grandes latifundios.

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4. LA FORMACIÓN DEL ESTADO ESPAÑOL: LA MONARQUÍA DE LOS REYES

CATÓLICOS

Isabel la Católica se casó en 1469 con Fernando II de Aragón, tras la muerte de su hermano

Enrique IV de Trastámara en 1474 se proclamó reina de Castilla en Segovia. A partir de

entonces se entabló una guerra civil por la sucesión al trono castellano contra los partidarios

de su sobrina Juana la Beltraneja. El “Tratado de Alcaçovas” (1479) puso fin a la contienda,

reconociendo a Isabel como reina de Castilla.

Con el matrimonio de los Reyes Católicos, y a partir de 1479, cuando Fernando II se convirtió

en Rey de Aragón, se unieron ambas Coronas, creándose una nueva entidad política: la

monarquía hispánica. Pero esta unión fue de carácter dinástico (Trastámara), puesto que

cada reino conservó sus leyes e instituciones, así como las monedas o aduanas. Se formó un

Estado plural integrado por unos territorios que sólo tenían en común una misma monarquía.

El mayor peso territorial, demográfico y económico correspondió sin embargo a Castilla.

Los Reyes Católicos se propusieron transformar una monarquía de carácter feudal en una

monarquía autoritaria, para ello sometieron por las armas a la nobleza y a los grandes

señores eclesiásticos (Toro, 1476) e impusieron su autoridad. Después recuperaron parte del

patrimonio real en manos de los señores, aunque aceptaron garantizar a la aristocracia y a la

Iglesia su poder e influencia a cambio de su sumisión política; de esta forma consolidaron

ambos grupos sociales sus privilegios jurisdiccionales o su poder dentro de la Mesta. Las Leyes

de Toro (1505) generalizaron el mayorazgo (que vinculaba las tierras a los grandes títulos

nobiliarios, transmitidas al primogénito y que no podían venderse).

Llevaron también a cabo una serie de reformas institucionales para reforzar el poder real:

a) Reorganización del Consejo Real de Castilla (1480), se convirtió en el órgano supremo de

gobierno e instancia judicial superior, en él se fue apartando a la gran nobleza e

introduciendo letrados y secretarios procedentes de la baja nobleza y de la burguesía; las

Cortes fueron perdiendo protagonismo y casi únicamente se reunían cuando los monarcas

necesitaban de recursos financieros, o cuando tenían que confirmar al nuevo rey. También

se establecieron otros Consejos para el gobierno de los reinos, como el Consejo de

Aragón (1494) y el Consejo de las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara y Calatrava).

b) Crearon un ejército profesional y permanente, en el que la nobleza, apartada de la

política, conservó cargos y prerrogativas.

c) Ejercieron el control real sobre los municipios en Castilla mediante el nombramiento de

los corregidores, que presidían los ayuntamientos preservando los intereses reales; tenían

funciones judiciales y de orden público. Nombraron virreyes como delegados del Rey

donde no estaba presente el Soberano: Aragón, Nápoles,…

d) Crearon la Santa Hermandad (1476), con atribuciones policiales, judiciales y de

recaudación de impuestos; perseguía a los delincuentes, juzgándoles.

e) Reorganizaron el sistema judicial. Junto a la Audiencia o Chancillería de Valladolid, se creó

otra en Granada. En Aragón continuó vigente la figura del Justicia Mayor, cuya misión era

ejercer de árbitro entre el rey y sus súbditos. En Cataluña y Valencia siguieron funcionando

sus propias instituciones judiciales.

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Establecieron la unidad religiosa mediante el reforzamiento del Tribunal de la Santa

Inquisición (1478). La Inquisición se convirtió en un instrumento de control ideológico y de

unidad religiosa, dirigida contra los sospechosos de herejía, y especialmente los judíos y

musulmanes convertidos al catolicismo (conversos). La política de unidad religiosa se

completó con la expulsión de los judíos (1492) que fueron obligados mediante decreto a

emigrar en caso de no convertirse. Afectó a 150.000 personas en Castilla y unas 30.000 en

Aragón, cuyas propiedades fueron confiscadas; mientras que 50.000 aproximadamente

aceptaron ser bautizadas. Tras la conquista de Granada, si bien en un principio respetaron la

libertad religiosa para los musulmanes, en 1502 se les obligó a convertirse al cristianismo o

abandonar España. La mayoría aceptó el bautismo, pero sin convicción, y siguió practicando la

religión islámica más o menos clandestinamente; los mudéjares se transformaron así en

moriscos (musulmanes cristianizados)

Los Reyes Católicos ampliaron los dominios peninsulares. A partir de 1482 iniciaron la

conquista del reino nazarí de Granada que culminaron en 1492 derrotando al último rey

nazarí, Boabdil. De esta forma Granada quedaba anexionada a Castilla. Navarra fue

incorporada también a la Corona de Castilla por el rey Fernando en 1512.

También dedicaron amplios esfuerzos a la política exterior. Realizaron una intensa política de

matrimonios mediante las alianzas de sus hijos con diversos reinos europeos: Juana se casó con

Felipe (hijo del emperador Maximiliano I de Austria), Catalina con el futuro rey de Inglaterra

Enrique VIII, e Isabel y luego María con el rey de Portugal. El rey Fernando recuperó los

territorios del Rosellón y la Cerdaña (1493) que su padre Juan II había cedido al Rey de Francia.

Para frenar el avance musulmán en el Mediterráneo llevaron a cabo campañas de expansión por

el norte de África a partir de 1505 conquistando el Peñón de la Gomera, Orán Bugía, Trípoli,

además de Melilla, conquistada en 1497. La expansión hacia el Atlántico se plasmó con la

conquista de Canarias (1496) y el descubrimiento de América.

Cristóbal Colón, tras el rechazo de Juan II de Portugal a sus planes para abrir una nueva ruta

hacia las Indias por Occidente, presentó su proyecto a los Reyes Católicos que firmaron las

Capitulaciones de Santa Fe (3 agosto de 1492) posibilitando una expedición que partió de

Palos de la Frontera con dos carabelas y una nao, además de 105 hombres. Después de una

escala en Canarias las embarcaciones iniciaron la travesía rumbo al Oeste y el 12 de octubre

avistaron tierra; era la pequeña isla de Guanahaní (archipiélago de las Bahamas), a la que

Colón llamó San Salvador. Tras su regreso y entrevista con los Reyes Católicos en Barcelona, se

organizó una nueva expedición compuesta por diecisiete buques, que consiguió arribar a La

Española. Colón realizó otras dos expediciones más.

La concesión de las tierras descubiertas a la Corona de Castilla realizada por el Papa Alejandro

VI fue considerada por Portugal como una usurpación de sus derechos; para evitar conflictos

los Reyes Católicos firmaron el Tratado de Tordesillas (1494) por el que se trazaba una línea

imaginaria a 370 leguas al Oeste de las Islas Cabo Verde. Las tierras situadas al Oeste de este

meridiano serían para Castilla, y las del Este para Portugal.

Tras los viajes de Colón se procedió a la conquista y exploración de nuevos territorios en

América: Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio en 1499 navegaron por

Venezuela y Brasil; Juan de la Cosa hizo el primer mapa de América en 1500; Nuñez de Balboa

descubrió el océano Pacífico en 1513.

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5. EL SIGLO XVI: LA ESPAÑA DE CARLOS I Y FELIPE II

Los sucesores de los Reyes Católicos, los Austrias, crearon el primer imperio de los tiempos

modernos. Castilla, por el número de habitantes y por su riqueza, se convirtió en el reino

hegemónico de la nueva monarquía. Una serie de herencias afortunadas y las riquezas que

llegaron de América convirtieron a la Monarquía Hispánica en la principal potencia europea.

La salud mental de Juana, hija de los Reyes Católicos, hizo que su hijo Carlos, tras las regencias

de su abuelo Fernando y del cardenal Cisneros, se convirtiera en rey, Carlos I de España

(Carlos V emperador de Alemania). Gracias a la política matrimonial de los Reyes Católicos

recibió una inmensa herencia. Por su madre heredó la Corona de Aragón, que incluía el reino

de Nápoles y Sicilia, y la Corona de Castilla con América. Por su padre heredó Flandes y el

Franco Condado, el título de emperador del Imperio Romano-Germánico y las tierras

patrimoniales de los Habsburgo en Alemania y Austria.

La herencia recibida del Imperio alemán y la enorme extensión territorial de sus posesiones

alentaron en Carlos la idea imperial. Quería reunir a toda la cristiandad bajo el mando del

emperador y luchar contra los enemigos del catolicismo: turcos y protestantes. Esta idea

resultó un fracaso debido tanto a la tendencia a la creación de estados nacionales, a la división

de la cristiandad y a las crisis que surgieron en sus territorios.

Tres fueron los ejes de la política exterior de Carlos I: enfrentamientos con Francia por la

hegemonía de Europa, en la que salió victorioso; la defensa de la cristiandad frente a los

turcos, en la que no se obtuvo buenos resultados; y la defensa del catolicismo ante el

protestantismo, su principal problema, que le llevó a constantes guerras que acabaron con la

Paz de Augsburgo (1555) por la que se reconocía la división religiosa del Imperio.

En política interior, Carlos I tuvo dos grandes problemas: las Comunidades y las Germanías.

Las Comunidades de Castilla (1520) surgieron como un movimiento de los representantes de

las ciudades en las Cortes castellanas encaminado a ejercer el control sobre la monarquía y

sobre la nobleza; fue también una protesta castellana contra los consejeros extranjeros del

rey y su política imperial; y un conflicto de los campesinos contra el régimen de propiedad

nobiliaria. La ciudad de Toledo fue fundamental en el desarrollo de los acontecimientos. Tras la

unión del rey con la nobleza, los comuneros fueron derrotados en la batalla de Villalar (1521),

sus líderes (Bravo, Padilla y Maldonado) fueron decapitados y el movimiento aplastado.

Las Germanías de Valencia y Mallorca (1520) fue un conflicto más social que político. El

artesanado urbano y los pequeños propietarios rurales intentaron tomar el poder de las

ciudades, controladas por la nobleza y por la burguesía más adinerada. La unión de la

monarquía y de la nobleza acabó con la sublevación.

En 1556, Carlos I abdicó en su hijo Felipe II, dejándole la mayor parte de su herencia, salvo la

dignidad imperial y los territorios patrimoniales de los Austrias en Alemania y Austria, que

heredó su hermano Fernando. Felipe II heredó de su padre la misma idea de la política

internacional: la defensa del catolicismo y de la superioridad del imperio hispánico en Europa.

La política exterior tuvo estos ejes: la lucha contra los turcos que llevó a la creación de una

Liga Santa formada por la Venecia y la monarquía hispánica que bajo la jefatura de don Juan

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de Austria consiguió la victoria contra los turcos en la batalla de Lepanto (1571), lo que

significó el freno de la expansión otomana en el Mediterráneo; la sublevación de Flandes, en

la que se mezclaban cuestiones religiosas y políticas, en ella los protestantes del norte de

Flandes se levantaron dirigidos por Guillermo de Orange, con la ayuda de los protestantes de

Alemania, Francia e Inglaterra. La guerra fue larga y Felipe II tuvo que dividir el territorio en

dos: las provincias del sur, mayoritariamente católicas y fieles al rey y las del norte,

protestantes que se convirtieron en un estado independiente. El tercer eje fue el

enfrentamiento contra Inglaterra que apoyó a los rebeldes de Flandes y permitió que

corsarios ingleses (Drake) atacasen los navíos españoles y que incluso llegaran a la bahía de

Cádiz, por lo que comenzó una guerra abierta contra la reina Isabel I de Inglaterra que terminó

con el fracaso de la Armada Invencible. Mejor fortuna tuvo con Portugal ya que en 1580 tras

la muerte del rey, Felipe II heredó todo su imperio.

En política interior tuvo problemas con la población morisca que se sublevó en las Alpujarras,

tras ser vencidos fueron expulsados de Granada y repartidos por toda Castilla con el fin de

facilitar su asimilación. Otro problema fue la rebelión de Aragón que se produjo en defensa

de sus fueros; el problema fue político y tuvo como desencadenante la figura de Antonio

Pérez que pidió ayuda a través de los fueros y el rey recurrió a la Inquisición saltándose las

leyes aragonesas. El Justicia Mayor de Aragón se negó a entregar al Secretario de Estado y el

rey respondió con el envío del ejército que ocupó Zaragoza y ajustició el Justicia Mayor.

A lo largo del siglo XVI se produjo una extraordinaria expansión territorial en el continente

americano, Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca y Francisco Pizarro el Inca, que pasaron

a pertenecer a Castilla. Magallanes y Juan Sebastián Elcano circunnavegaron por primera vez

el planeta en 1522. La conquista fue muy fácil y rápida debido, no sólo, a la superioridad

militar ya que muchos pueblos indígenas se unieron a los conquistadores porque estaban

sometidos a los grandes imperios. La llegada de los conquistadores supuso la reducción de la

población indígena a la que transmitieron muchas enfermedades y obligaron a trabajar en muy

duras condiciones. Los españoles explotaron económicamente América, consiguieron riqueza

minera, a través de la mita, y agrícola con la encomienda. Institucionalmente, América se

organizó como Castilla y se dividió en dos virreinatos: Nueva España y Perú.

En España las instituciones creadas para el control de América fueron la Casa de Contratación

de Sevilla que controlaba el monopolio del comercio americano, además se convirtió en un

gran centro de investigaciones geográficas y el Consejo de Indias que ejercía la suprema

jurisdicción sobre el gobierno y la justicia del nuevo mundo.

El siglo XVI vio aumentar la población de España que en su mayoría vivía de la agricultura, que

apenas experimentó transformaciones a lo largo del siglo. La actividad artesanal vivió un

período de expansión debido a la mayor demanda debida al aumento de la población y al

mercado americano. Sin embargo, este sector siguió estando dirigido por los gremios y no

experimentó mejoras. A pesar de las riquezas llegadas de América, la Monarquía Hispánica

tuvo muchas dificultades hacendísticas debido al gasto de mantenimiento del ejército y de la

administración. Las continuas guerras obligaron a los castellanos, que sufragaron la mayor

parte de los gastos imperiales, a pagar muchos impuestos. Felipe II llegó a declarar tres veces

la bancarrota del Estado.

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6. EL SIGLO XVII: LA CRISIS DE LA MONARQUÍA DE LOS AUSTRIAS

Durante el siglo XVII la Monarquía Hispánica vivió un claro proceso de decadencia. Los

problemas de los últimos años del reino de Felipe II se agravaron con los Austrias del siglo XVII

(Felipe III, Felipe IV y Carlos II), por lo que se habla de decadencia de la España imperial. Esta

crisis vino marcada por la imposibilidad de mantener la hegemonía política en Europa frente a

unos enemigos cada vez más poderosos. Las guerras fueron constantes.

A diferencia del gobierno personal de los primeros Austrias, durante el siglo XVII utilizaron la figura

del valido, persona en la que el rey delegaba la acción del gobierno. Los validos más importantes

fueron el duque de Lerma con Felipe III y el conde-duque de Olivares con Felipe IV.

Felipe III heredó un gran imperio, pero también una deuda enorme y dos largas guerras: con

Inglaterra y con los rebeldes de los Países Bajos. La grave situación de la hacienda hizo que su

reinado fuera pacífico, llegando a la paz con Inglaterra y a la firma de la Tregua de los Doce

Años con los Países Bajos (1609). En política interior los moriscos fueron expulsados de

España definitivamente, lo que provocó un grave problema económico.

El acceso al trono de Felipe IV implicó un cambio en la política exterior. Su valido, el conde

duque de Olivares pretendía la restauración de la posición internacional de la monarquía a

través de la movilización total de sus recursos, lo que suponía que todos los territorios

participasen en el esfuerzo común con el mismo sacrificio que lo hacia el reino de Castilla

(Unión de Armas). Este esfuerzo era necesario para mantener la integridad del imperio. La

actividad bélica de este reinado fue impresionante, participó en la Guerra de los Treinta Años

(1618-1648) en las que en un primer momento salió victorioso. Sin embargo, al final de la

guerra Francia derrotó a nuestros ejércitos. La Paz de Westfalia (1648) puso fin a esta lucha y

significó el fracaso de Felipe IV, además de la confirmación de la hegemonía francesa, la

consagración del pluralismo religioso y la independencia de los Países Bajos. A pesar de esta

paz, la guerra con Francia continuó unos años y finalizó en 1659 con la Paz de los Pirineos.

El reinado de Felipe IV también se va a caracterizar por ser un período de revueltas y de

sublevaciones internas, esto era consecuencia de las continuas guerras que la monarquía

afrontaba y que hacían necesario recabar todos los recursos disponibles ya que los de Castilla

resultaban insuficientes. Para ello se hizo la Unión de Armas, pero los distintos reinos la

rechazaron frontalmente. Cataluña con ayuda de Francia se convirtió en una república en

1640, tras unos años de lucha se rindieron (1652). Portugal inició otra sublevación que

terminó con la proclamación de su independencia (1640) . Hubo también problemas en

Andalucía y Aragón.

A la muerte de Felipe IV le sucedió su hijo de cuatro años Carlos II, de débil salud física y

mental. Durante su minoría de edad se hizo cargo del gobierno su madre, Mariana de Austria.

Ya mayor de edad el rey tuvo validos como sus antecesores. Debido a sus problemas de salud,

la corte se convirtió en un escenario de continuas intrigas. En política exterior el reinado

recibió constantes agresiones de la Francia de Luis XIV. Sin embargo, el problema más

importante fue la cuestión de la sucesión, ya que el rey no tuvo hijos. Dos fueron los

candidatos el francés Felipe de Anjou y el austriaco Carlos de Austria. El rey eligió al primero

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y comenzó la Guerra de Sucesión entre ambos que terminó con la llegada de la dinastía de los

Borbones a España.

Durante el siglo XVII la Monarquía Hispánica vivió un claro proceso de decadencia. El reino

de Castilla sufrió una profunda crisis económica. Castilla la Mancha tuvo una crisis dilatada y

profunda y su recuperación fue lenta y penosa, lo que significó una disminución en su

población.

En cuanto a la sociedad, se produjo un incremento de los grupos privilegiados, que no

producían bienes ni pagaban impuestos y un aumento del número de pobres y mendigos, con

lo que se produjeron numerosas rebeliones populares y el crecimiento del bandolerismo.

Nuestra región se convirtió en camino imprescindible hacia Sevilla.

La expulsión de los moriscos afectó a la economía, también en concreto a la de Castilla la

Mancha.

América durante el siglo XVII continuó siendo la gran generadora de riquezas para el imperio.

Se fundaron dos virreinatos, el de Nueva España al norte que comprendía Centroamérica y las

islas caribeñas; y el del Perú, que se extendía por América del Sur hasta la Patagonia. También

se crearon gobernaciones como unidades político-administrativas, dentro de los virreinatos,

generalmente otorgadas al jefe del ejército conquistador. Tanto los virreyes como los

gobernadores tuvieron atribuciones de gobierno y justicia y capacidad para beneficiarse de los

productos de la zona a su cargo.

Uno de los ejemplos más originales de colonización fue la llevada por los misioneros en las

reducciones fundadas por los jesuitas en la zona comprendida entre los ríos Paraguay y

Uruguay. Se trataba de poblados habitados por guaraníes, en ellas el indígena era adoctrinado

en la fe católica y aportaba su trabajo en el campo.

La colonización provocó cambios bruscos en la economía americana. A los tradicionales

cultivos americanos se sumaron los europeos como el trigo, las legumbres, la vid, el olivo y la

caña de azúcar. En ganadería se introdujeron caballos, ovejas, cabras, cerdos y aves de corral.

La industria no progreso ya que las Indias fueron consideradas como una inmensa fuente de

materias primas y un mercado para productos manufacturados españoles.

El impacto de la colonización tuvo consecuencias demográficas desastrosas para la población

indígena, que en algunos lugares casi llegó a desaparecer, de ahí que se impulsase el tráfico de

esclavos negros.

La sociedad se fue transformando a lo largo del tiempo. Aparecieron los criollos

(descendientes de españoles), los mestizos (descendiente de español y nativo) y los mulatos

(descendiente de europeo y negro). Cada uno de estos grupos tenía diferentes derechos,

ocupaciones y posiciones económicas.

En cultura se impuso la castellana, aunque permanecieron algunos elementos nativos. El

castellano se convirtió en el idioma del Nuevo Mundo.

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7. EL SIGLO XVIII: EL REFORMISMO BORBÓNICO Y LA ILUSTRACIÓN

En 1700 murió sin descendencia el último monarca de la Casa de Austria, Carlos II. Los

principales candidatos a ocupar el trono fueron Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y María

Teresa de Austria, y el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo de Austria. El

testamento de Carlos II designaba como sucesor a Felipe, que fue proclamado Rey de España,

como Felipe V. Su designación que provocó el temor entre las potencias europeas a que

España pasara a formar un potente bloque con Francia, dirigido por el monarca francés, y

rompiendo de esta forma el orden europeo. Inglaterra y Holanda, opuestas a la hegemonía

borbónica, pasaron a apoyar las pretensiones del archiduque de Austria formando la Gran

Alianza (La Haya, 1701) declarando la guerra a los Borbones, pronto contaron con el apoyo de

Dinamarca, la mayor parte de los príncipes alemanes y Prusia, Saboya y Portugal. España se

aliaba con Francia.

Fue una guerra (Guerra de Sucesión) que se desarrolló en Europa y en España. En lo que

respecta a España, Castilla, aunque contó con alguna oposición, apoyó a Felipe V, mientras

que Cataluña y Valencia desde 1705 y Mallorca y Aragón en 1706, temerosos del centralismo

Borbónico, se declararon decididos partidarios del archiduque. Destacamos las batallas de

Brihuega, Almansa y Villaviciosa

La paz entre los contendientes se firmó en los Tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714).

Por estos tratados queda confirmado Felipe V en el trono de España aunque tuvo que

renunciar al derecho de sucesión al trono de Francia. Gran Bretaña se consolidó como

potencia marítima gracias a la concesión de ventajas en América como el navío de permiso y el

“asiento de negros”; también consiguió que se demoliera la base naval francesa de

Dunquerke, apoderándose de Gibraltar y Menorca, cedidas por España, y Terranova, por

Francia. España también cedió a Austria los Países Bajos, el ducado de Milán, Nápoles y

Cerdeña (más tarde cedida a Saboya a cambio de Sicilia, que también había perdido España)

Tras la llegada de Felipe V, y por tanto de los Borbones, al trono español, se implantó un

modelo de Estado claramente centralista con una monarquía absoluta, siguiendo el modelo

llevado por Luis XIV en Francia. Esta transformación fue posible por la desaparición de los

modelos institucionales de la Corona de Aragón, provocado por el apoyo de estos territorios al

archiduque Carlos de Austria durante la Guerra de Sucesión, mediante la promulgación de los

Decretos de Nueva Planta que suponía integrar estos territorios en un mismo modelo

administrativo: Valencia y Aragón (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716). Los territorios

vascos y navarro, leales a Felipe V durante toda la guerra, conservaron sus fueros y sus

aduanas. Estos decretos suprimían los fueros, las Cortes particulares y sus diputaciones,

además de los tradicionales concejos municipales, el cargo de Justicia Mayor, el sistema fiscal y

monetario propio de cada reino y el Consejo de Aragón. En su lugar se imponían las leyes,

instituciones y cargos de Castilla: los corregidores, los regidores municipales y las Audiencias.

Se sustituyeron los antiguos virreinatos por provincias, al frente de cada una se puso a un

Capitán General. Otra aportación relevante fue la creación de los Intendentes en las capitales

de provincia, que eran funcionarios dependientes directamente del Rey y que ejercían

funciones políticas y económicas sobre sus demarcaciones respectivas.

Además de este proceso de centralización administrativa también se fueron sustituyendo

progresivamente las instituciones de los Habsburgo. El primero paso en este sentido fue la

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pérdida del peso político de los Consejos, y la aparición de las Secretarías de Despacho

creadas en 1721 en áreas como Justicia; Hacienda, Guerra, Marina e Indias. Dirigidas por

Secretario, a modo de los ministros actuales. Este proceso se terminó de perfilar durante el

reinado de Carlos III con la creación de la Junta Suprema de Estado para coordinar las

Secretarías en 1787.

Otro campo de reformas fue la fiscalidad. Se trataba de abandonar el modelo impositivo

heredado de los Habsburgo, pasando a un modelo de Única Contribución proporcional a la

riqueza personal para lo cual se elaboró un Catastro en 1749, pero la oposición de la nobleza

echó atrás el proyecto dejando un documento excepcional para conocer la España del siglo

XVIII, conocido el Catastro de Ensenada.

La Ilustración fue una corriente de pensamiento que tuvo su origen en Francia, de donde se

expandió por toda Europa a lo largo del siglo XVIII. Su característica fundamental fue una

ilimitada confianza en la razón. Los ilustrados creían que los hombres, conducidos por su

inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que era para ellos la base de la felicidad. Por ello

se mostraron firmes partidarios de la educación y del progreso. Defendían la igualdad y el

derecho a la libertad de todos los hombres; la propiedad y la libertad de comercio e industria y se

opusieron al dominio ideológico de la Iglesia y al absolutismo monárquico.

La otra preocupación básica de los ilustrados españoles fue la cuestión económica. Todos ellos

eran conscientes de que el atraso del país, en relación con otras potencias europeas, provenía

de la pervivencia del fuerte predominio de la propiedad nobiliaria y eclesiástica, del excesivo

control sobre las actividades económicas, y del desconocimiento de las nuevas técnicas,

inventos y avances, aplicados ya en otros países como Gran Bretaña u Holanda. Por ello se

esforzaron en estudiar la situación real del país y proponer una serie de reformas.

En España, el desarrollo del pensamiento ilustrado se vio favorecido por la llegada de los

Borbones y con la apertura de múltiples contactos intelectuales europeos (especialmente con

Francia). Los primeros pasos de la Ilustración en España vinieron del trabajo desarrollado en el

campo político por personajes como José del Campillo (secretario de Hacienda de Felipe V) y

Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada en tiempos de Fernando VI. Estos precursores

tuvieron una amplia continuidad durante el reinado de Carlos III (1759-1788) en figuras de

Campomanes, Floridablanca y Jovellanos.

La práctica de gobierno se llevó a cabo mediante el Despotismo Ilustrado que fue un intento

de unir la autoridad real con las ideas de progreso de la Ilustración. Querían la racionalización

de la administración, el fomento de la educación y la modernización económica con programas

de desarrollo agrícola e industrial y la libertad de comercio, pero a su vez pretendían mantener

intacta la sociedad estamental y el poder absoluto (Carlos III).

Algunos de los máximos exponentes de la Ilustración española fueron fray Benito de Feijoo,

Mayans i Siscar, y Francisco Cabarrús. También hubo un importante crecimiento del interés

científico y académico. Se fundaron abundantes centros de estudio y experimentación al

margen de las universidades como el Real Gabinete de Historia Natural, el Real Jardín

Botánico, las Escuelas de Mineralogía, de Ingenieros Industriales y Caminos (Agustín de

Betancourt); o el Instituto de San Isidro en Madrid, primer centro de enseñanza dotado de un

plan de estudios moderno.

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Se protagonizaron expediciones científicas y políticas a América como las de José Celestino

Mutis (1763), o la más conocida de Alejandro de Malaspina (1789), que encabezó un viaje

científico por las posesiones españolas de América y el Pacífico (Viaje político científico

alrededor del mundo) dando a conocer más de 14.000 nuevas especies.

En el campo económico se buscó evitar la gran dependencia del producto extranjero, impulsar

el comercio y buscar una mayor eficacia a la hora de explotar los recursos naturales del país.

Así podemos enumerar iniciativas como: la aparición de Sociedades Económicas de Amigos

del País que impulsaban la aplicación práctica de reformas agrarias para mejorar la productiva

económica; el fomento de Manufacturas Reales (como por ejemplo la Real Fábrica de Tapices,

Real Fábrica de Sedas de Talavera); la promulgación del Reglamento de Libre Comercio (1788)

que finalizaba con el monopolio de Sevilla y Cádiz sobre el comercio americano; la creación de

una red de Caminos Reales con formato radial y centro en Madrid para facilitar la conexión de

la Corte con las grandes ciudades periféricas; o el impulso de obras hidrológicas para mejorar

el abastecimiento y uso del agua (inicio de las obras del Canal de Castilla en 1753) para tareas

agrícolas facilitando la extensión del regadío.

Esta corriente de pensamiento, sumada al reformismo borbónico propio del siglo XVIII,

produjo toda una serie de rechazos, como los provenientes de los grupos que tradicionalmente

habían llevado los “asuntos” del Estado, y que con la llegada los Borbones, se habían visto

desplazados por individuos con una formación académica y universitaria específica (baja

nobleza, estado llano).También se trató de incitar a la población en contra de los nuevos

planteamientos y reformas traídos por los ministros borbónicos (Motín de Esquilache -1766-).