EQUIPO DE TRABAJO -...

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1 EQUIPO DE TRABAJO: Calende Gullón, Antonio Gómez Torres, Mª Socorro Gutiérrez Lázaro, Mª Pilar Marqués Verchili, Antonio Rustarazo Herranz, Gracia Salvia Manuel, Juan Vicente Andrés, Amelia Alumnos de 2º Curso - Grupo A Asignatura: “Dinamización Socio-Cultural” - PROFESORA: PILAR ESCUDER Castellón 11/05/2011

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EQUIPO DE TRABAJO:

Calende Gullón, Antonio

Gómez Torres, Mª Socorro

Gutiérrez Lázaro, Mª Pilar

Marqués Verchili, Antonio

Rustarazo Herranz, Gracia

Salvia Manuel, Juan

Vicente Andrés, Amelia Alumnos de 2º Curso - Grupo A

Asignatura: “Dinamización Socio-Cultural” - PROFESORA: PILAR ESCUDER

Castellón 11/05/2011

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ÍNDICE

1. Introducción: resumen de la historia del pueblo judío 4 1.1 Los Patriarcas; Éxodo de Egipto y Asentamiento en Canaán 6 1.2 La Monarquía 7 1.3 Dinastía Asmonea; La Dominación Romana 9 1.4 En Tiempos de Jesús 11 1.5 Los Profetas 12 1.6 Una historia de Diásporas 12

2. Llegada a España de los judíos: Época Romana

2.1 Diáspora y Asentamiento en España 14 2.2 El Concilio de Elvira 15 2.3 El Emperador Constantino 16 2.4 El Edicto de Milán 17 2.5 Fin del Imperio Romano 17

3. Los Judíos en la Época Hispano-Visigoda 19 4. Los judíos en la Edad Media Española 24

4.1 Los judíos en los Reinos Musulmanes y Cristianos 25 4.2 Algunos Ilustres Judíos 29 4.3 Escuela de Traductores de Toledo 30 4.4 Conversión o Expulsión 31 4.5 Las Juderías 33 4.6 Los Oficios Judíos 33

5. Los Judíos en el reino de Valencia 34

5.1 Presentación, Resumen e Introducción 35 5.2 Instalación y desarrollo 36 5.3 Decadencia, Reconstitución y Expulsión 48 5.4 Los Nombres y los Tópicos 57 5.5 Situación, Relaciones y Consecuencias 65 5.6 El Linaje de los Vives 66 5.7 El mito de la Holgazanería 67 5.8 Tabla Cronológica de la Corona de Valencia y Aragón 69 5.9 Glosario 70

6. Tras la expulsión: Dispersión y asentamiento de los sefardíes 72

6.1 En las Naciones Europeas: Portugal, Francia, Italia… 73 6.2 En Territorios musulmanes: I. Otomano y norte de África 76 6.3 Evolución de las Comunidades Sefarditas 77 6.4 En Naciones Cristianas de Europa 77 6.5 En las Naciones Islámicas 78 6.6 Retorno de los Judíos Sefarditas a España 79 6.7 Situación Actual de los Judíos Sefarditas 81

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Origen de la expulsión y esperanza de retorno desde Portugal 84 La salida de los judíos desde Castilla, León, Aragón y Ávila 88 7. Religión, cultura y costumbres de los Judíos 91

7.1 Situación de los Judíos en la España Romana y Visigoda 92 7.2 El Judaísmo: Sus deportes, juegos y fiestas 96 7.3 ¿Quien es Judío? 104 7.4 Corrientes del Judaísmo 108 7.5 Música Sefardí 110

8. Ambiente social antes y tras la expulsión 111 9. Los Judíos en la Época Contemporánea 114

9.1 Diáspora Sefardí hasta el siglo XVI 116 9.2 Ángel Pulido: Encuentro con Sefardíes 117 9.3 Ángel San-Briz: (“El Ángel de Budapest”) 123 9.4 Libertad Religiosa y de Culto en la España Aconfesional 124 (Anulación del Edicto de Expulsión) 124 9.5 Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a los Sefarditas 125 9.6 Relaciones Diplomáticas de España con Israel 126 9.7 “Premio Ángel Pulido”: Premiados 126 9.8 Actividades Casa Sefarad en España 127

El gran debate: Reflexiones en el quinto centenario de la expulsión 129 CONCLUSIÓN 131

ANEXOS:

I Edicto de Expulsión de los Reyes Católicos 133 II Oración al Creador por el Holocausto 136 III Documento de la Santa Sede sobre el Holocausto 138 IV Discurso de Juan Pablo II en la Sinagoga de Roma 147 V Carta de Juan Pablo II sobre la Inquisición 153 VI Asociaciones Judías en España 155

GLOSARIO JUDÍO 157

BIBLIOGRAFÍA 166

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INTRODUCCIÓN:

ORÍGENES DE LA HISTORIA DEL PUEBLO JUDÍO

brir la biblia, es descubrir la historia de un pueblo creyente en Dios. El

Pueblo Judío, hebreo o pueblo de Israel.

Para el pueblo de Israel, es una historia religiosa, que comienza con la elección del pueblo por parte de Yahvé y por mediación de este, Dios bendecirá a todas las naciones. Su historia, está en la Biblia hebrea o Torá, que coincide esencialmente con el Antiguo Testamento cristiano.

Es una historia hecha de huidas, astucias, cobardías y traiciones, pero también de luchas, arrepentimientos, ilusiones y esperanzas de amor y fidelidad. Una historia que se inicia en lo que se conoce, por el “Creciente Fértil”.

La voz judío, deriva de las formas griega y latina del adjetivo hebreo yehudi, que designa a las personas, instituciones o cosas pertenecientes o relativas a este antiguo pueblo. Los Sefardíes son los judíos oriundos de España o que sin proceder de España, aceptan las prácticas religiosas y costumbres, conservan con gran celo su personalidad, al igual que lo hicieron con su fe, su lengua y su cultura, de los judíos españoles en la diáspora. La presencia de los judíos en España a la que llamarán “SEFARAD”, se remonta a los primeros siglos de la era cristiana, donde conocieron periodos alternados de tolerancia y persecución, bajo los reinos visigodos, musulmanes y cristianos hasta su expulsión de la Península en el 1492 por los Reyes Católicos.

Entre mares y desiertos, las aguas del Nilo, Jordán, Tigris y Eufrates,

posibilitaron la vida en Egipto, Palestina y Mesopotamia. Los seis grandes Imperios de la Antigüedad: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma, fueron escenario de los acontecimientos bíblicos más importantes y por tanto, del nacimiento del pueblo judío.

Para la historia más remota del pueblo hebreo, las únicas fuentes son las bíblicas, especialmente el Tanaj (Antiguo Testamento) o Torá para los judíos y, muchos hallazgos arqueológicos en esos pueblos. El mapa adjunto, muestra algunos de los

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principales centros de documentación arqueológica en la época de los Patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob.

Principales Centros De Documentación Arqueológica

La investigación arqueológica en Israel atribuye mucha importancia al hecho de

que el país, sea el hogar del legado espiritual del las tres grandes religiones monoteístas. La investigación en Israel, comenzó a mediados del siglo XIX, cuando eruditos bíblicos recorrieron la zona en búsqueda de vestigios de lugares mencionados en el Antiguo y el Nuevo Testamento. A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se emprendió la excavación en muchos Tell (montículo en árabe y en hebreo) formados por restos de antiguos poblados, sentando así las bases de una arqueología científica. Estas actividades se ampliaron durante el período del Mandato Británico (1917-1948) y se han expandido en gran medida desde el establecimiento del Estado de Israel.

Por su singular ubicación geográfica, Palestina influyó en las más antiguas culturas. Decenas de miles de años atrás, lo que es hoy Israel, sirvió de vía de paso desde África a Europa, por la cual transitaron bandadas de cazadores. Sus campamentos y viviendas han sido hallados en el Valle del Jordán y en cuevas del Carmelo y de la Galilea. También fue el puente entre las civilizaciones prósperas de Mesopotamia (hoy, Irak) y Egipto. Desde su ocupación por Alejandro Magno, el país ha servido de enlace geográfico y cultural entre Oriente y Occidente.

En Israel existen unos 20.000 sitios de antigüedades reconocidos y protegidos

por ley. Cada año se efectúan excavaciones en decenas de sitios, de todos los períodos históricos del país. Jerusalén, la capital de Israel, ha sido el foco de una amplia actividad arqueológica que ha permitido descubrir vestigios de 5.000 años de historia. En la Ciudad de David, los muros de la ciudad cananea, ruinas de edificios de la capital del Reino de David y Salomón, así como sofisticados túneles para la conducción de agua del período del Segundo Templo. Los restos de edificios públicos, a lo largo de los muros de contención del Monte del Templo que subsisten hasta hoy. En el desierto de

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Judea cerca del Mar Muerto, donde se descubrieron los restos del centro espiritual esenio y los Rollos de Qumrán, que incluyen los más antiguos ejemplares de libros del Antiguo Testamento. Del mismo período se han descubierto lugares relacionados con la vida de Jesús - Cafarnaúm y Tabgha - donde hay también ruinas de iglesias del período bizantino. Han sido puestos al descubierto los sitios de las grandes ciudades romanas y bizantinas de Cesarea, Beit Shean y Banias (Cesarea de Filipo), al igual que las ciudades de Avdat, Jalutza y Mamshit, en el Néguev, que prosperaron en la misma época. Esta cadena histórica ininterrumpida puede ser observada en diversos lugares del país. Ciudades bíblicas de Hatzor, Megido, Gezer, Samaria, Beer Sheva y Dan. Ciudades del período del Segundo Templo - Tiberíades, Séforis (Tzipori), Gamala – y las ruinas de las fortalezas de Masada y Herodion, donde los judíos lucharon por su libertad.

El lugar de nacimiento del pueblo judío es la Tierra de Israel (Eretz Israel),

donde se desarrolló una parte considerable de la larga historia de la nación, de la cual los primeros mil años están registrados en la Biblia. Su identidad cultural, religiosa y nacional y su presencia física en Israel, se ha mantenido a lo largo de los siglos, inclusive después que la mayoría fuera enviada por la fuerza al exilio. Durante los largos años de dispersión o diáspora, el pueblo judío nunca cortó ni olvidó su lazo con su Tierra. Con el establecimiento del Estado de Israel en 1948, la independencia judía, perdida dos mil años antes, fue recobrada.

1.2. Los Patriarcas: Abrahán, Isaac Y Jacob

La historia judía empezó hace unos 4.000 años con los patriarcas: Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob. “Sal de tu tierra, y de la casa de tu padre, le dice el Señor a Abrahán, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré…” (Gn 12,1 ss.) Dios le llama y Abrahán responde con fe. Documentos descubiertos en Mesopotamia, que se remontan a los años 2000-1500 a.C., corroboran aspectos de vida nómada, descrito en la Biblia. El Libro del Génesis relata cómo Abraham fue llamado por Dios, desde Ur de los caldeos (Mesopotamia), a Canaán para formar un nuevo pueblo, con la creencia en un solo Dios. Cuando el hambre azotó Canaán, Jacob (Israel), sus doce hijos y sus familias se establecieron en Egipto, donde sus descendientes fueron sometidos a la esclavitud y obligados a realizar trabajos forzados. El Éxodo de Egipto y asentamiento en Canaán (“Tierra Prometida”)

Después de 400 años de esclavitud, los israelitas fueron conducidos a la libertad

por Moisés, quien de acuerdo a la narración bíblica, fue elegido por Dios para sacar a su pueblo de Egipto y retornarlo a la Tierra de Israel, “Tierra prometida” a Abrahán

El sentimiento nacional hebreo se fortificó aun más, después que Moisés condujera a su pueblo hasta el monte Sinaí, donde según la Biblia, Dios le reveló la Ley (Toráh), con los Diez Mandamientos, con lo cual se convirtió en el “Pueblo elegido del

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Dios” único y universal y acabar con el politeísmo, dando forma y contenido a su fe monoteísta. Este don de la Ley, es el que logrará dar cohesión a todos los que se reconocieron en la adoración al Dios único, el que los libró de Egipto y les exigió por medio de Moisés, que recibieran sus leyes como otras tantas condiciones de su felicidad. Toda la ley es bendición. El primer mandamiento, obligará a Israel a acoger a ese Dios que se le da: “yo soy el Eterno, tu Dios, que te hizo salir de Egipto”. Israel,

meditándolo, arraigándose en él, se convertirá en un pueblo único.

Durante cuarenta años los judíos anduvieron errantes por las tierras de Sinaí, hasta que finalmente, volvieron a Canaán, donde habrían de transformarse de nómadas pastores, en granjeros y comerciantes.

El éxodo de Egipto (1300 a.C.), dejó una marca imborrable en la memoria nacional del pueblo judío y pasó a ser el símbolo de la libertad y la redención. Año tras año los judíos celebran Pésaj (Pascua), Shavuot (Pentecostés) y Sucot (la Fiesta de los Tabernáculos), para conmemorar los eventos ocurridos en ese tiempo.

Durante los siguientes dos siglos, los

israelitas conquistaron gran parte de la Tierra de Israel y se transformaron en campesinos y artesanos, lográndose un cierto nivel de consolidación social y económica. Períodos de relativa paz fueron interrumpidos por tiempos de guerra en los que el pueblo se agrupó tras líderes conocidos como "jueces", elegidos por sus capacidades políticas y militares, así como por su habilidad de liderazgo. La debilidad inherente de su organización tribal frente a la amenaza planteada por los filisteos (un pueblo marítimo de Asia Menor que se estableció en la costa mediterránea del país) generó la necesidad de un gobernante que pudiera unir a las tribus y cuya autoridad se convirtiera en una institución permanente, transmitida por herencia.

1.2. La Monarquía

El primer rey, Saúl (1020 a.C.), abarcó

el período entre la pérdida de la organización tribal y el establecimiento de una monarquía plena, por parte de su sucesor, David.

El rey David (1004-965 a.C.), convirtió su reino en una importante potencia de la región, por medio de exitosas expediciones militares, infligiendo la derrota final a los

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filisteos, así como a través de una red de amistosas alianzas con los reinos vecinos. Como resultado de esto, su autoridad fue reconocida desde las fronteras de

Egipto y el Mar Rojo hasta las riberas del Éufrates. En lo interior, unió a las doce tribus de Israel en un solo reino, colocando a Jerusalén y la monarquía en el centro de la vida nacional del país. La tradición bíblica describe a David como poeta y músico, y se le atribuyen versos que aparecen en el Libro de los Salmos.

David fue sucedido por su hijo Salomón (965-930 a.C.), quien reforzó aún más el reino, por medio de tratados con los reyes vecinos y matrimonios con fines políticos. Salomón aseguró la tranquilidad dentro de las fronteras del reino y lo igualó a las grandes potencias de la época. Expandió el comercio exterior y promovió la prosperidad económica del país, desarrollando importantes empresas como las minas de cobre y la fundición de metales, a la vez que establecía nuevas ciudades y fortificaba otras, de importancia estratégica y económica.

El Templo de Salomón. La Monarquía dividida

El broche de oro de las actividades de Salomón fue la construcción del Templo de Jerusalén, que pasó a ser el centro de la vida nacional y religiosa del país. La Biblia atribuye a Salomón el Libro de los Proverbios y el Cantar de los Cantares.

El reinado de Salomón se deterioró hacia el final de sus días por el descontento

de parte de la población que debía pagar fuertes tributos por sus ambiciosos proyectos. Al mismo tiempo, el trato preferencial que recibía su propia tribu produjo la irritación de las demás, lo que provocó un creciente antagonismo entre la monarquía y los separatistas tribales. Después de la muerte de Salomón (930 a.C.), una insurrección abierta condujo a la separación de las diez tribus del norte y a la división del país en un reino norte “Israel,” y un reino sur “Judá”, en el territorio de las tribus de Judá y Benjamín.

El reino de Israel, con su capital Samaria, subsistió más de 200 años bajo 19 reyes, mientras que el reino de Judá, fue gobernado desde Jerusalén durante 400 años por un número igual de reyes de la casa de David. La expansión de los imperios asirio y babilonio trajo la conquista primero de Israel y después de Judá.

El reino de Israel fue vencido por los

asirios (722 a.C.) y su pueblo fue llevado al exilio y al olvido. Más de cien años después, Babilonia conquistó el reino de Judá, exilió a la mayoría de sus habitantes y destruyó Jerusalén y el Templo (586 a.C.)

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El Primer exilio (587 a.C.)

La conquista babilónica puso término al Período del Primer Templo, pero no cortó la relación del pueblo con la Tierra de Israel. Asentados junto a los ríos de Babilonia, los judíos prometieron recordar siempre su patria: "Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada. Mi lengua se pegue a mi paladar, si no ensalzare a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría." (Salmo 137, 5-6).

El exilio a Babilonia que siguió a la destrucción del Primer Templo (587 a.C.),

marcó el comienzo de la diáspora judía. Allí el judaísmo empezó a desarrollar un marco religioso. Los judíos cautivos en Babilonia crearon una literatura para los suyos y restituyeron la institución de la sinagoga, una forma de vida fuera de su Tierra, asegurando finalmente, la supervivencia nacional y la identidad espiritual del pueblo, que le infundió suficiente vitalidad para garantizar su futuro como nación, centrado en la oración y meditación de la palabra de Dios, más que en los sacrificios.

El Segundo Templo. Retorno a Israel

Períodos persa y helenístico (538-142 a.C.) A raíz de un decreto del rey persa Ciro, conquistador del imperio de Babilonia

(538 a.C.), 50.000 judíos emprendieron el Primer Retorno a la Tierra de Israel, dirigidos por Zorobabel, de la casa real de David. Menos de un siglo después, el Segundo Retorno fue dirigido por Esdras el escriba. Durante los siguientes cuatro siglos, los judíos conocieron diversos grados de autonomía bajo el dominio persa (538-333 a.C.) y posteriormente el helenístico, ptolomaico y seléucida (332-142 a.C.)

La repatriación de los judíos bajo el inspirado liderazgo de Esdras, la

reconstrucción del segundo Templo en el sitio del primero, la reedificación de los muros de Jerusalén y el establecimiento de la Knéset Haguedolá (Gran Asamblea) como ente religioso y judicial supremo del pueblo judío, marcaron el comienzo del período del Segundo Templo. Dentro de los confines del imperio persa, Judea era una nación cuya dirección estaba confiada al Sumo Sacerdote y al Consejo de Ancianos de Jerusalén.

Como parte del mundo antiguo conquistado por Alejandro Magno (332 a.C.), la

Tierra de Israel, se mantuvo como una teocracia judía bajo los gobernantes seléucidas con sede en Siria. Cuando se prohibió a los judíos la práctica del judaísmo y su Templo fue profanado para imponer a toda la población la cultura y las costumbres helenizantes, los judíos se rebelaron (166 a.C.)

1.3. La Dinastía Asmonea (142-63 a.C.)

Dirigidos en un comienzo por Matatías, miembro de la familia sacerdotal de los Asmoneos, y después por su hijo, Judas Macabeo, los judíos entraron en Jerusalén y purificaron el Templo (164 a.C.), eventos que se conmemoran anualmente durante la Fiesta de Janucá. A raíz de otros triunfos asmoneos, los seléucidas (147 a.C.), devolvieron la autonomía política y religiosa a “Judea”, como se llamaba entonces a la

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Tierra de Israel y, con la caída del reino seléucida (129 a.C.), se logró una completa independencia. Bajo la dinastía asmonea, que duró alrededor de 80 años, el reino recobró fronteras similares a las del reino de Salomón, se obtuvo una consolidación política bajo dominio judío y la vida judía floreció. Dominación Romana (63 a.C. - 313 d.C.)

Cuando los romanos reemplazaron a los seléucidas como principal potencia de la región, otorgaron al rey asmoneo Hircano II, una limitada autoridad dependiente del gobernador romano en Damasco. Los judíos fueron hostiles al nuevo régimen y en los años siguientes estallaron frecuentes insurrecciones. El último intento de restaurar la antigua gloria de la dinastía asmonea fue realizado por Matatías Antígono, cuya derrota y muerte puso término al régimen asmoneo (40 a.C.) y la Tierra de Israel pasó a ser un estado vasallo dentro del imperio romano. En el año 37 a.C. Herodes, yerno del rey Hircano II, fue designado por los romanos, rey de Judea. Poseedor de una autonomía casi ilimitada en los asuntos internos del país, pasó a ser uno de los más poderosos monarcas de la parte oriental del imperio romano. Gran admirador de la cultura grecorromana, Herodes inició un vasto programa de edificaciones que incluyó las ciudades de Cesarea y Sebastia y las fortalezas de Herodión y Masada. El Templo lo convirtió en uno de los edificios más magníficos de su tiempo. Pero, a pesar de sus múltiples logros, Herodes no fue capaz de ganar la confianza y el apoyo de sus súbditos judíos.

Diez años después de la muerte de Herodes, Judea quedó bajo la directa administración romana (6 a.C.) El creciente enojo contra la supresión romana de la

vida judía, condujo a violencias esporádicas que culminaron en una revuelta general en el año 66 d.C. Las superiores fuerzas romanas, dirigidas por Tito resultaron finalmente victoriosas, destruyendo totalmente Jerusalén (70 d.C.) y derrotando la última posición judía en Masada (73 d.C.)

La destrucción total de Jerusalén y del Segundo Templo, fue catastrófica para el pueblo judío. De acuerdo al

historiador judío de la época Flavio Josefo, cientos de miles de judíos perecieron en el asedio a

Moneda acuñada por los romanos después de la Destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C, con la inscripción IVDAEA CAPTA

(Judea capturada) •

Templo de Herodes “el GRANDE” (año 20 a. C a imitación del de Salomón,

es ampliado por el patio de los gentiles y rodeado de una muralla almenada.

El templo cubierto de oro, no respondía a la piedad judía. Algunas estatuas, e

inscripciones como “Marco Agripa”, eran una ofensa para los judíos

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Jerusalén y en distintas partes del país, y muchos miles fueron vendidos como esclavos.

Un último breve período de soberanía, siguió a la rebelión de Shimón Bar Kojbá (132), durante la cual se recobraron Judea y Jerusalén. Sin embargo, dado el enorme poderío de los romanos, el resultado era inevitable. Al término de tres años, conforme a la costumbre romana, Jerusalén fue "arada con una yunta de bueyes"; Judea fue llamada Palestina, y Jerusalén, Aelia Capitolina.

1.4. La educación judía en tiempos de Jesús

La educación judía organizada por los

fariseos, se iniciaba a los cinco años, y se prolongaba hasta la edad legal, a los trece. Se basaba en la religión. La finalidad era el conocimiento de las Escrituras. En algunos casos podía alcanzar una educación superior. La Sinagoga era la “casa del libro” donde se aprendía la Ley.

La ceremonia de la circuncisión, introducía al niño en la comunidad, que conmemoraba el pacto entre Yavé y Abrahán. Jesús también sufrió la circuncisión.

Así como el nacimiento de un niño era recibido con alegría, el de una niña se consideraba un bien con ciertas desventajas. No recibían una educación formal y se dedicaba muy pronto a los trabajos domésticos. Niños y niñas se casaban normalmente al llegar a la pubertad. A los catorce los primeros, y a los doce y medio, ellas. La boda, precedida de un año de noviazgo, era concertada por las familias y exigía el pago de una dote. (Mt 1,18-25

La Fiesta de la Pascua o “Pésaj” en el Siglo I

La fiesta de la pascua tenía especial significado, ya que era la conmemoración

del día en que el pueblo judío, con la ayuda de Dios, salió de Egipto y fue conducido por Moisés a la “Tierra Prometida”. Según el libro del éxodo, el 14 de nisán, Dios ordenó sacrificar un cordero, pintar las puertas con su sangre, preparar una cena rápida

(pan sin levadura) y estar preparados para partir a una orden suya. Era la fiesta de la libertad. Ex 12,1-36,16). En la época de Jesús, esta fiesta se celebraba de manera especial en Jerusalén, donde acudían los judíos más piadosos para celebrar la cena de pascua. En estas cenas se habían introducido ya costumbres romanas y se celebraban en los salones más lujosos de las casas, con la mejor

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vajilla y recostados en una especie de sofás o triclinia. Según los evangelios, Jesús fue con sus discípulos a celebrar la pascua a Jerusalén. La Iglesia conmemora la Institución de la eucaristía en esta cena. En el transcurso de esta fiesta, se fueron sucediendo los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, y posteriormente la persecución de sus seguidores. Lo judíos quedan divididos en los seguidores de Jesús, y los que siguen la Ley Mosaica. Jesús como buen Judío, observó la Ley de Moisés. En el Nuevo Testamento, está narrado su mensaje de Paz, Amor y Vida… “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”… Mt. 5,17-20 1.5. Los Profetas

Los Profetas: Pensadores religiosos carismáticos a quienes se tenía por dotados

de un don divino de revelación, predicaron en el período de la monarquía hasta un siglo después de la destrucción de Jerusalén (586 a.C.), ya sea como asesores de los reyes en asuntos relacionados con la religión, ética y política, o como sus críticos, bajo la primacía de la relación entre el individuo y Dios. Los profetas eran guiados por la firme convicción de la necesidad de justicia, y emitieron enérgicas censuras respecto a la moralidad de la vida nacional judía. Sus experiencias reveladoras fueron registradas en sus libros de inspirada prosa y poesía, muchos de los cuales fueron incorporados a la Biblia. El llamado universal y permanente de los profetas deriva de su apelación a una consideración fundamental de valores humanos. Palabras como las de Isaías (1,17):

"Aprended a hacer el bien, buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda”, continúan guiando a la humanidad en su búsqueda de justicia social.

Si algo caracteriza de manera particular al pueblo judío, es la esperanza que

mantiene en el “Mesías”, de manera constante y profunda, desde los días del profeta Isaías. Pero ¿quién es el Mesías? Los judíos creen que es un descendiente de la casa de David, que llegará para redimir a la humanidad y establecer el reino de Dios en la Tierra. La palabra “Mesías” proviene del hebreo Mashiaj, que en griego equivale a Khristós y que significa “ungido”. Sería el instrumento humano de la voluntad divina y su misión establecer el reino de Dios en la Tierra caracterizado por la hermandad, la paz y la justicia. Los profetas fueron quienes dieron una definición más exacta del Salvador del pueblo. De acuerdo con sus predicciones tendría que derrotar a los enemigos de Israel, restaurar la tierra, reconciliarlos con Dios e inaugurar un período permanente de armonía espiritual y física. 1.6. Una historia de diásporas

Las primeras comunidades judías que se instalan en Mesopotamia, llegan como consecuencia de la destrucción de Samaría en el 722 a.C. Luego se encuentran nuevas comunidades de judíos deportados a Babilonia por Nabucodonosor el 597 y 587 a.C. cuando la destrucción de Jerusalén.

Durante el periodo helenístico se produce un intenso proceso migratorio de

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judíos por todo el mundo mediterráneo. Se debe, además de a los prisioneros capturados en la conquista de Palestina, a diversa causas: el alquiler como mercenario, que era un medio de vida para aquella parte de la población que no encontraba sustento en la agricultura; la unificación política de Oriente (Imperio de Alejandro Magno y reinos creados por sus sucesores), que favoreció el desarrollo de las actividades y contactos comerciales. Además es posible que Judea y las comunidades judías tuvieran un alto crecimiento demográfico, que tenía que resolverse con la emigración, ya que rechazaban el infanticidio y el aborto, prácticas muy comunes y extendidas en el mundo grecolatino.

“Como una montaña nevada que brilla al sol" - así es como Flavio Josefo, el historiador del siglo I, describe el aspecto del Segundo Templo, construido en mármol de tres diferentes matices. Aunque el Templo fue destruido y Jerusalén quemada hasta los cimientos, los judíos y el judaísmo sobrevivieron su encuentro con Roma. El ente judicial y legislativo supremo, el Sanedrín (sucesor de la Knéset Haguedolá), fue reconstituido en Yavne (70 d.C.) y posteriormente en Tiberíades. Sin el marco unificador de un Estado y del Templo, la pequeña comunidad judía se recobró gradualmente, siendo reforzada de vez en cuando por exiliados que regresaban. La vida institucional y comunitaria se renovó; los sacerdotes fueron reemplazados por rabinos y la sinagoga pasó a ser el centro de las comunidades judías, como lo evidencian las ruinas de sinagogas encontradas en Capernaum, Korazín, Baram, Gamla y otros lugares. La Halajá (ley religiosa) pasó a ser el lazo común entre los judíos y se transmitió de generación en generación.

Con la toma de Jerusalén y la destrucción del templo por el ejército romano en el año 70 de nuestra era, finaliza el culto en Jerusalén y la comunidad judía se hizo mucho más dinámica en la diáspora. En los hechos de los Apóstoles y en las cartas de San Pablo, se habla de la diáspora que, no sin luchas ni resistencias, contribuyó a la expansión del cristianismo. Durante toda esa época, centenares de miles de judíos abandonaron la “tierra prometida” dispersándose por el mundo afroasiático y europeo. El centro de la vida judía se desplazó hacia Babilonia; fue entonces -durante el curso de los siglos IV y VI- que se compiló el Talmud, el gran compendio religioso hebreo, en dos versiones: una de ellas, el Talmud Babilónico, y la otra, el Talmud Palestino, o Talmud de Jerusalén. Más que un código de ritos y formas de culto religioso, el Talmud es una recopilación de las leyes tradicionales de los judíos, una especie de enciclopedia que incluye ramas de actividades intelectuales tales como ciencia, teología, folklore y material informativo legendario e histórico.

Maqueta del Templo de Jerusalén

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2.- LLEGADA A ESPAÑA DE LOS JUDÍOS: ÉPOCA ROMANA

Asentamiento en la península

Se cree que el pueblo judío llegó a Sefarad, que es como ellos llamaron a la península ibérica, con los comerciantes fenicios y griegos, estableciendo comunidades en las zonas litorales y en las islas Baleares. Otra tradición afirma que su llegada tuvo lugar tras la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, el año 587 a.C., como refugiados, encontrándose aquí con los judíos establecidos, venidos durante el comercio fenicio. Todo ello pudiera ser, aunque no hay documentación que lo acredite. Se supone, por haber encontrado epitafios y monedas en excavaciones, que los primeros asentamientos tuvieron lugar tras la destrucción de Jerusalén por Tito el año 70, dando lugar a la Diáspora hebrea por el Mediterráneo pudiendo alcanzar la Hispania romana en el siglo I. Ya San Pablo dirigió una carta a los romanos sobre su visita a la península, lo que parece indicar la existencia de comunidades judías en Hispania. En esta época el judío Jonatán Ben Uziel identifica a España con la Sefarad bíblica por ello a los judíos españoles les llamaron Sefardíes. (Abdías 1,20)

En el siglo IV, la población judía es ya muy numerosa en la Península Ibérica y conviven con los romanos.

En plena época visigoda, la convivencia es tranquila, mientras el reino es arriano. Los problemas aparecen cuando Recaredo, rey visigodo, se convierte al catolicismo en el 586. Comienzan las persecuciones.

En el año 711 los árabes invaden la Península, esto supone una liberación para los judíos sometidos a las leyes visigodas. Todas estas etapas de la vida de los judíos en España, se describirán en este trabajo.

2.1. La diáspora judía

El primer exilio o diáspora judía

ocurrió en el año 587 a.C. cuando el rey de los babilonios Nabucodonosor II, conquistó el Reino de Judá, destruyendo el primer templo y trasladando a los líderes judíos a Babilonia. Setenta años más tarde, el rey persa Ciro II el Grande permitió a los judíos retornar a la Tierra de Israel.

El segundo exilio se produjo en el

año 70 d.C. cuando el general romano Tito, futuro emperador, derrotó una revuelta judía y destruyó el Segundo templo. La guerra contra Roma y la desaparición del Templo abrieron la gran Diáspora hebrea

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por el Mediterráneo que pudo alcanzar Hispania en el siglo I. En el año 132, los romanos sofocan la última sublevación judía aplastando el levantamiento de Bar-Kochba. En esta época ya se encuentran epitafios y monedas en nuestras excavaciones. Otro dato importante es la carta que San Pablo escribe a los romanos sobre su visita a España, lo que puede indicar la existencia de comunidades judías en la Península. También en esta época Jonatán ben Uziel identifica a España con la Sefarad bíblica y de ahí que los judíos españoles se llamen sefardíes.

Durante estos años (132-135) las fuerzas judías resistieron al Imperio romano,

hasta que finalmente la revuelta fue aplastada por el emperador Adriano. El fracaso de la revuelta ocasionó la expulsión definitiva de los judíos del país y la reconstrucción de Jerusalén como colonia romana con el nombre de Aelia Capitolina. Una vez destruido el Estado judío y exiliada la mayor parte de su población, los romanos cambiaron intencionadamente la denominación del país, que pasó a denominarse Siria Palestina o simplemente Palestina, un nombre derivado de los antiguos adversarios de los judíos, los filisteos. Curiosamente la Mishná y el Talmud, dos de los textos más importantes del judaísmo, fueron escritos en el exilio a partir de esta época.

En el año 175, tuvo lugar la formación de la Mishná, compilación de la doctrina

tradicional judaica postbiblica, especialmente en lo referente a lo jurídico-religioso, exclusivamente en Eretz Israel, destacándose dos periodos, claramente separados por un hecho histórico trascendental en el Judaísmo: la conquista de Jerusalén y destrucción del Bet Hamikdash Sheni (Segundo Gran Templo), en el año 70 de la era común. La Mishná fue compilada por Rabí Yehuda Ha-nasi y todos los sabios que en ella aparecen, opinan, enseñan y discuten reciben el titulo de Tanaim.

Hay que llegar al siglo II d.C. para encontrarnos con los restos arqueológicos

más antiguos que testimonia la presencia real de los judíos en Hispania: se trata del epígrafe funerario de lustinus, natural de Flavia Neápolis (Samaria) que se hallo en Mérida. Del siglo III d.C. son otras dos lapidas, hoy desaparecidas, hallada una en Villamesías (Cáceres) y otra en Adra (Almería) de la niña Salomonula, la inscripción dice así: “Annia Salomonula, de un año, tres meses y un día, judía”, así como la inscripción trilingüe (hebreo, latín y griego) de Tarragona está grabada en una placa de mármol que perteneció probablemente al sarcófago de un niño. En caracteres hebreos está escrito: "Paz sobre Israel y sobre nosotros y sobre nuestros hijos, amén". 2.2. El Concilio de Elvira: Siglo IV

El concilio de Elvira, fue el primer concilio que se celebro en Hispania Bética por la iglesia cristiana, tuvo lugar en la ciudad de Lliberis cerca de Granada, actualmente en ruinas, a él asistieron diecinueve obispos y veintiséis presbíteros de todos los rincones de la Península Ibérica, su fecha es incierta se cree que fue entre el año 300 y el 324.

Este concilio fue uno de los más importantes llevado a cabo en las provincias, seguido por el concilio de Arlés y el concilio de Ancyra los cuales prepararían el camino para el primer concilio ecuménico católico.

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A través de los cánones del concilio de Elvira se puede constatar claramente la

presencia judía en España desde el siglo IV de nuestra era. Cuatro son los cánones que se refieren expresamente a los judíos el 16, 49, 50 y 78, el primero prohíbe los matrimonios entre mujeres judías y hombres cristianos, la pena iba dirigida a los padres: excomunión por cinco años, es curioso que la prohibición se dirigía solo a las mujeres y no a los varones.

El 49 prohibía que los judíos bendijeran los frutos de las tierras propiedad de los cristianos, la sanción era la excomunión perpetua, el 50 prohíbe que los cristianos y judíos se sienten a una misma mesa, la pena es igualmente la excomunión.

El canon 78 hace referencia al adulterio de cristiano con mujer judía sancionándolo con la excomunión por cinco años, en este caso las sanciones son personales para el infractor. 2.3. En Época del Emperador Constantino I

A pesar de la falta de datos, habría que pensar que la llegada de judíos a Hispania se produce en los primeros siglos del Imperio, pero hasta época tardorromana no podemos hablar de comunidades judías asentadas en Hispania y aún entonces, no sin ciertas dificultades.

Acueducto romano Tarraco

Los judíos gozarían de un "status" parecido al del resto de los ciudadanos del Imperio Romano, sobre todo a partir de la promulgación del Edicto de Caracalla, en el año 202.

Asentados sobre todo en ciudades hispanorromanas, participarían de su auge económico en los primeros siglos del Imperio y también de los problemas que afectaron a éstas y a todo el mundo romano en el siglo III d. C. Los cambios acaecidos provocarán el languidecimiento de algunas ciudades, en favor de un proceso de ruralización en el que grandes propietarios con numerosos asalariados y esclavos, vivían en torno a las grandes "villas", conocidas a través de la arqueología. Al mismo tiempo otras ciudades como Emérita Augusta y Tarraco van a mostrar una recuperación y un crecimiento importantes en los siglos IV y V d. C.

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Naturalmente gozarían, desde su llegada a Hispania, de tolerancia en materia religiosa, como era normal en época romana, conviviendo con la religión oficial, las indígenas y otros cultos orientales atestiguados por la arqueología. A pesar del Edicto de Constantino en el 313 d. C., el paganismo domina el ambiente religioso y es en este marco en el que se desarrolla una competencia entre judíos y cristianos.

La trascendencia del reinado de Constantino para la historia occidental procede de las consecuencias que tuvo su conversión al cristianismo (en algún momento indeterminado del proceso de conquista del poder, aunque no se bautizó hasta poco antes de morir); descartada la sinceridad de su sentimiento religioso, es posible que dicha conversión se debiera al fracaso de las persecuciones de los reinados anteriores, así como a la búsqueda de elementos de unidad que contrarrestaran las tendencias disgregadoras del Imperio.

2.4. Edicto de Milán (313)

Por el Edicto de Milán (313) acabó con el culto estatal pagano en Roma, decretó el fin de las persecuciones contra los cristianos y la devolución a éstos de los bienes expropiados. Aunque no convirtió al cristianismo en religión oficial del Estado (un paso que daría Teodosio en el 391), concedió importantes privilegios y donaciones a la Iglesia, apoyó la construcción de grandes templos y dio preferencia a los cristianos a la hora de seleccionar a sus colaboradores. A cambio, otras comunidades religiosas comenzaron a ser perseguidas dentro del Imperio, como sería el caso de los judíos.

2.5. El fin del Imperio romano de occidente (476)

Constantino I el Grande (280-337), trasladó en el 330 la Capital a Bizancio (luego Constantinopla y hoy Estambul).

En el 325, Constantino preside la primera reunión ecuménica de la Iglesia

Católica en el Concilio de Nicea. El arrianismo, religión de los visigodos, hasta la conversión de Recaredo, es condenado en este Concilio.

A la muerte del emperador Teodosio (395), el Imperio romano es dividido en

dos, para siempre. Honorio se hace cargo de Occidente. Arcadio se hace cargo de Oriente.

A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los pueblos hunos con Atila al frente, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio Romano.

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Las fronteras cedieron, por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no

pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio, donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre, en el Sacro Imperio Romano Germánico.

En el año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, que fue el último emperador Romano de Occidente y, que envió las insignias imperiales a Zenón, emperador Romano de Oriente, en Constantinopla, simbolizando de este modo la muerte del Imperio romano de Occidente.

Las comunidades judías dispersas en el imperio no podían abandonar la Ley, que para ellos constituía su identidad, pero que obligatoriamente hacía de ellos unos “separados”.

En efecto, les estaba prohibido entrar en casa de un incircunciso (Hech 10,28), comer alimentos que no fueran casher, trabajar el día sábado o participar en un culto extranjero, aunque fuera el imperial. Los judíos debían vivir aparte y eso explica la presencia en las ciudades del imperio de un barrio judío, con su sinagoga, sus tiendas y sus tribunales.

Tras las invasiones de los bárbaros en Hispania, asistimos a un proceso de fusión entre la antigua población hispano-romana, incluyendo las comunidades judías y los recién llegados.

El punto álgido de este proceso es la creación del reino visigodo, que se constituye en el centro de gravedad del poder político y económico.

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3. -LOS JUDÍOS EN HISPANIA (SEFARAD)

ÉPOCA VISIGODA

En el año 409 llegan a la península una serie de pueblos bárbaros, que pronto se reparten el territorio: Suevos en el Noroeste; Vándalos en la Bética y Alanos en la Cartaginense y Lusitania. Posteriormente, a partir del año 416 aparece un nuevo pueblo bárbaro, los Visigodos, que acabará dominando a los restantes. Los visigodos atravesaron la península con la intención de pasar al norte de Africa. Esto lo aprovechó Roma, que pacta con los visigodos: a cambio de trigo, éstos ayudarían a los romanos a expulsar del sur de la península a los Vándalos y Alanos. Tras dicho pacto y expulsados los vándalos y alanos, los visigodos se retiraron al sur de la Galia, a Tolosa, quedando la península a disposición de Asdigios y Suevos. Los asdigios pasaron a Africa y los suevos intentaron extender sus dominios, a pesar de su escaso número, lo que motivó a los romanos a llamar de nuevo

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a los visigodos, que hicieron retroceder a los suevos a las tierras de Galicia. El año 418 los visigodos se establecieron definitivamente en la península, fundamentalmente en las zonas centrales mas despobladas sin mezclarse con los hispanorromanos.

En aquel tiempo, el obispo de Menorca, Severo, da cuenta en un escrito, de enfrentamientos de cristianos y judíos en la isla, que acabaron con el martirio y muerte de muchos de ellos y con la conversión forzosa de unos 540. Esto da una idea de que la Comunidad judía en Menorca era numerosa, siendo una isla. Por lo que se deduce que ciudades importantes, como Toledo o las de la costa mediterránea tendrían comunidades de judíos importantes. Del siglo V son la pileta trilingüe de Tarragona y la Lucerna decorada con un símbolo judío encontrada en Toledo. La actitud seguida por los monarcas y por los obispos de España con respecto a los judíos en los primeros siglos, no desentona del ambiente general europeo de aquel entonces tanto en lo político como en lo religioso. En todos los países encontramos aplicada la violencia hasta en sus máximos grados: reyes que urgen la elección entre el bautismo o la muerte, o entre conversión o destierro, y obispos que dificultan a los hebreos la vida para que el castigo les conduzca a la Iglesia o que les prometen ciertas ventajas si aceptan el bautismo. La diferencia con el caso de España descansa, fundamentalmente, en la continuidad de las medidas adoptadas, explicable por la

misma continuidad del sistema político y la función de la Iglesia dentro del mismo.

A pesar de estos hechos, en general, podría afirmarse que en esta primera época visigoda los judíos gozaban de paz y estabilidad, ya que conservaban los mismos derechos contemplados en los códigos jurídicos romanos: no tenían que

vestir de manera distinta, podían reparar sus sinagogas, poseer esclavos y dirimir asuntos de su credo en sus propios tribunales. La vida de los judíos hispanos no debida de diferir en gran medida de la de los hispanorromanos o visigodos. Aunque la gran mayoría vivía de las labores del campo, en todos los estamentos, desde esclavos hasta propietarios, también había en las ciudades artesanos y comerciantes que residían en zonas distintas de los cristianos y que observaban los rituales y costumbres propios de la fe judía sin complicaciones.

A comienzos del siglo VI se consolida en la Península Ibérica el dominio visigodo, estableciéndose principalmente, en las zonas centrales de la península. Los visigodos, cristianos arrianos, no mostraron inicialmente ningún interés en perseguir a los judíos, los cuales convivían pacíficamente con los demás habitantes de Hispania, que ellos llamaban Sefarad.

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El rey de los visigodos, Leovigildo, viendo que la integración con los habitantes descendientes de romanos y de los nativos era necesaria para poder tomar el control de toda la península y afianzar la futura monarquía visigoda, promulgó una Ley sobre matrimonios mixtos, por la que se autorizaba la unión matrimonial de un godo con una romana y viceversa. Con ello anulaba la vieja ley que no lo permitía. Por lo que, previa petición de mano, pueda existir para los contrayentes la capacidad de contraer nupcias y esté permitido a un hombre libre tomar por esposa a la mujer libre que quiera, en honesta unión, tras informar bien de su decisión y con el acompañamiento acostumbrado del consenso del linaje.

El principal obstáculo entre el poder visigodo y los hispanorromanos, sus gobernados, residía en su diferente religión. Pues mientras la mayoría hispana practicaba el catolicismo, los visigodos seguían el arrianismo. Leovigildo intentó imponerlo sin resultado alguno. Incluso su hijo Hermenegildo, al que cedió la Bética, profesaba el catolicismo y desde Sevilla logró sustraerse a la autoridad de su padre. Aunque no por mucho tiempo, pues Leovigildo sometió a los suevos y bizantinos y conquistó Sevilla de nuevo.

Con su hijo y sucesor, Recaredo, se inicia una nueva época. Si con Leovigildo se alcanzó un gran poderío militar y económico, con Recaredo, se logra la unidad religiosa de la península, el convertirse al catolicismo el año 587, influido por su tío San Leandro de Sevilla. Esta conversión parece deberse a que la disciplinada jerarquía católica y su teología se habían mostrado más eficaces que el arrianismo desde el punto de vista político. La actitud de Recaredo acelera el proceso de romanización de los germanos, pues hasta entonces, godos y romanos habían vivido separados, regidos por leyes diferentes. Anteriormente el rey Leovigildo afianzó la dominación visigoda, de acuerdo al modelo de organización estatal del imperio romano de Oriente. Con la conversión de Recaredo al catolicismo

desaparecieron las tensiones internas, culminando el proceso con la convocatoria del III Concilio de Toledo, año 589.

El primer documento de la Hispania visigoda en que se menciona a los judíos es el Breviarium Alaricianum, compilado en las Galias por orden de rey Alarico II y promulgado en Tolosa en 506. Este cuerpo legislativo, recopilatorio de Derecho romano, imponía a los judíos las mismas restricciones que las leyes romanas del Imperio, ya católico, de los siglos IV y V: se les prohibían los matrimonios mixtos, la edificación de nuevas sinagogas o la posesión de esclavos cristianos, entre otras muchas cosas, y se castigaba duramente al cristiano que se convirtiese al judaísmo.

Sin embargo, las leyes visigodas eran relativamente tolerantes, ya que se les permitía restaurar las sinagogas ya existentes y mantener sus propios tribunales para

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resolver asuntos religiosos, e incluso civiles. Además, muchos historiadores creen que estas leyes no fueron aplicadas con rigor.

La situación cambió cuando el rey Recaredo se convirtió al catolicismo, deseando la homogeneización religiosa de toda la península. Desde este momento y de manera creciente a lo largo del siglo VII, la monarquía visigoda, en colaboración con la Iglesia católica, adoptó una actitud beligerante contra las comunidades judías. Los judíos sufrieron persecuciones y tuvieron lugar conversiones forzosas. Todo ello era con el objeto de conseguir la unificación del reino y una religión única. Aunque algunos nobles continuaron siendo arrianos, al estar enfrentados al rey, por lo que los judíos se ampararon en ellos hasta el final de la monarquía visigoda.

Aunque durante el reinado de Sisebuto, no fue convocado ningún concilio nacional, dos leyes del Liber y el decreto de expulsión (616-617), conocidos por las Etimologías de Isidoro, por el IV Concilio de Toledo y por la Crónica Mozárabe, muestran que Sisebuto inició la política antijudía más radical. Entre otras obligaciones, prohibían tener esclavos o asalariados cristianos y conminaban a los propietarios judíos la liberación de sus esclavos cristianos; también el rescindir el contrato de arrendamientos de tierras que tuvieran con sus colonos cristianos, prohibiendo volver a tener esclavos y colonos a su servicio. Estas leyes dejaron sin capacidad de usar las únicas fuerzas de trabajo posibles de la época a los propietarios judíos. Más tarde el mismo rey Sisebuto, promulga una ordenanza en el que conmina a los judíos a convertirse al catolicismo bajo pena de expulsión, advirtiendo sobre la necesidad de restaurar la legislación del rey Recaredo, probando con ello que fue incumplida, restableciendo la pena de muerte para el prosélito judío, que fue derogada por el III Concilio. Al endurecerse las restricciones, se produjeron numerosas conversiones forzosas, lo que motivó que gran número de judíos abandonaran el reino, instalándose en el norte de África. Tanto se forzaron las obligaciones sobre los judíos que se produjeron conflictos sociales insostenibles que llevaron a las autoridades eclesiales, bajo el reinado de Sisenando, en el Concilio IV de Toledo, año 633, a renunciar a medidas tan duras en la conversión de los judíos, aunque contra los ya convertidos se endurecieron las leyes aún más.

En los años siguientes, la situación se va haciendo cada vez más difícil para los judíos. Existía una gran desconfianza hacia los conversos, numerosos desde las persecuciones de Sisebuto, y en 638, durante el reinado de Chintila, debieron hacer un juramento especial, denominado placitum, rechazando públicamente su antigua religión y renunciando a la judaización. La presión sobre los judíos que se mantenían fieles a su religión fue haciéndose cada vez más dura, imponiendo un nuevo bautizo forzoso so pena de destierro. Las causas parecen deberse a la carta del papa Honorio exigiendo medidas más duras y a las rebeliones con las que tuvo que enfrentarse el rey. Con todo, ni la iglesia ni el monarca tenían medios suficientes para imponer los decretos y cánones que emanaban de los Concilios, por ello, en el año 681, el rey Ervigio intenta de nuevo aplicar las mismas medidas antijudías que a principios de siglo había legislado Sisebuto.

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A lo largo del siglo VII. El rey Égica, invocando una supuesta conspiración en la que estaban tramando apoderarse del reino, dar muerte a los cristianos y destruir el Estado, conspirando con los hebreos del otro lado del mar, es decir del norte de Africa, dictaminó en el Concilio de Toledo, en 694, la esclavitud de judíos y conversos, confiscando todos los bienes de los judíos y reduciéndolos a la esclavitud, entregando sus tierras a sus antiguos esclavos, y persiguió a ambas minorías hasta su muerte, en 702. Aunque no se sabe con certeza si existió esta conspiración, tras un siglo de acosos, masacres, prohibiciones de todo tipo y humillaciones, parece probable que la comunidad judía, más antigua en Hispania que los propios visigodos, estuviera dispuesta a aportar su ayuda para la caída de un sistema que les provocaba tanto dolor.

La comunidad judía en África, debía ser numerosa, puesto que era tan antigua como la peninsular y, además, se le habían unido los huidos por las persecuciones a lo largo del siglo, mas tribus beréberes judías. Por ello cuando se expansionó la conquista musulmana en el Magreb y prepararon el asalto a la península ibérica, llamada por los musulmanes Al-Andalus, es muy posible que prestaran ayuda a sus hermanos de fe de la península, para la conquista musulmana, creyendo que de este modo tendrían más libertad para sus tradiciones y cultos.

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4.- LOS JUDÍOS EN LA EDAD MEDIA: EN AL-ANDALUS Y EN LOS REINOS CRISTIANOS

Muralla de la Alcazaba Cadima (época zirí) (Granada)

La puerta de Fajalauza o de los almendros

Separa los barrios del Albaicín y del Haza Grande. (Granada)

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4.1. Los judíos en la Edad Media Española

Durante toda la Edad Media la población judía de España fue la más numerosa y de mayor importancia económica y cultural de toda Europa.

A lo largo de los siglos VIII y XV los judíos se encontraron sometidos, primero a autoridades musulmanas y más tarde, a reyes cristianos. Unas y otros compartían la misma actitud: los judíos no habían conseguido superar “todavía” su vieja Ley Mosaica, lo cual constituía un error las consecuencias que de esta afirmación se derivaban y dependían luego de las características personales del gobernante o de las circunstancias de la época concreta. Las Cortes castellanas estaban dispuestas a aceptar la legitimidad de la Torah, pero su actitud respecto al Talmud y a la Qabbalah variaba. En la práctica, sin embargo, estaba ocurriendo el hecho de que ni el cristianismo ni el judaísmo, concebidos ambos en el respeto a la tradición respectiva, permanecían estáticos; en su crecimiento recíprocamente se influían, aun sin advertirlo.

Desde su asentamiento en la Península, los judíos se organizaron en forma de

comunidades locales autónomas, semejantes a los municipios, llamadas aljamas. La aljama fue la agrupación de personas que, a veces, no vivían en la misma ciudad sino en aldeas o villas circundantes. En Castilla, y desde el siglo XIII, existió una especie de

organismo representativo supremo formado por los procuradores de todas o de las principales aljamas. Recogieron una tradición que pretendía afirmar la presencia de judíos en la península desde la época de la destrucción del Primer Templo, el 587 a.C., tratando de demostrar que los judíos ibéricos no habían tomado parte en el proceso y muerte de Jesús.

Nada de esto es verdad, según el

profesor Suárez. El judaísmo español es posterior a la destrucción del Segundo Templo, y su cultura fue rabínica, es decir, escolástica y no sacerdotal. Los rabinos nada tenían que ver con el sacerdocio, eran los conocedores e intérpretes de la Ley, a los que largos años de estudios capacitaban para ejercer la dirección moral de su pueblo. En la Diáspora se constituyeron en eje fundamental porque la adhesión a la Ley, era la verdadera razón de la existencia de Israel, su reino de predilección, su vida misma. El gran instrumento de la cultura rabínica es el Talmud. Sea como fuere, los hebreos fueron perseguidos en época romana-visigoda, entre otras cosas, por considerarlos el pueblo deicida, sin que su empeño renovado por demostrar la antigüedad de su permanencia en España diera ningún fruto en este sentido.

Lo cierto es que los judíos tuvieron problemas los últimos tiempos, hasta la

invasión musulmana de la Península en el año 711. No es de extrañar que los árabes fueran contemplados como auténticos liberadores. Estos no solo toleraban las practicas

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mosaicas, sino que confiaron totalmente en la capacidad política de los judíos puesto que en ocasiones les encomendaron la defensa de las plazas recién conquistadas a los cristianos. Entre los mozárabes se conservó viva la tradición de la participación israelita en la “pérdida de España”.

El establecimiento de un gobierno musulmán en la Península representó un

alivio para la situación jurídica y económica de los judíos, aunque no un estatuto de completa libertad. Cesaron las persecuciones y el pueblo de Israel fue reconocido como uno de los portadores del Libro Revelado, lo cual convertía a su religión en lícita; nuevos contingentes de judíos vinieron a instalarse en España y los conversos forzosos que habían producido las persecuciones visigodas, volvieron a su antigua fe. Sin embargo, para las nuevas autoridades, la actitud de los judíos, que se negaban a abrazar el Islam, como antes habían rechazado el Cristianismo, pronto pareció incomprensible. Los israelitas no podían aspirar a otra cosa que a una generosa tolerancia.

La legislación musulmana recogió algunas previsiones restrictivas: los judíos

tenían que usar trajes que les identificaran; no podían utilizar caballos de monta; recitaban sus oraciones en voz baja; nunca sus casas o sus sinagogas podrían superar una determinada altura. Tales disposiciones reaparecerán en la legislación de los reinos cristianos posteriores.

La legislación musulmana reconoció a los judíos completa libertad de

movimiento, de propiedades e incluso de culto en el interior de las sinagogas las cuales poseían un peculio, walq, para asegurar su sostenimiento. No cabe la menor duda de que en Al-Andalus, como en los demás países islámicos contemporáneos, los judíos contaban con representantes propios, para entenderse con las autoridades califales. Pero los nasis (príncipes) que se mencionan eran, al parecer, de nombramiento real.

La posición del Islam frente a los judíos en los primeros momentos de su

historia en suelo ibero, fue, pues, de cierta tolerancia. Durante el periodo del Califato se les concedió el mismo estatuto que a los cristianos, lo que implicaba que se les prohibió la construcción de nuevas sinagogas y el ejercicio de cargos públicos, discriminándoles socialmente al obligarles a llevar una vestimenta que les distinguiera. Pero todas estas disposiciones, que además variaron mucho a lo largo de este periodo, suponían una contrariedad mínima, comparada con las penalidades que habían pasado los judíos en época visigoda. La posterior etapa de los reinos de Taifas contemplará ya algunas persecuciones, como la de Granada del año 1066 en que murieron más de cuatro mil judíos.

El status de protegido, dimmí es el de “la gente del libro”, es decir, aquellos que

tienen una Escritura revelada, que viven permanentemente en territorio musulmán. En el caso andalusí se aplicará a dos grupos confesionales, a dos comunidades: la cristiana y la judía. Implica que a cambio del pago de un impuesto especial de capitación, estos grupos gozan de la protección y hospitalidad de la comunidad musulmana, conservando sus normas y usos internos bajo la jurisdicción de sus propios jefes. La condición de dimmí, de todas formas, no es equiparable a la del musulmán, sino

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ligeramente inferior. Es imposible, siquiera aproximadamente, llegar a saber el número de judíos que

había en la primera época de dominio musulmán, ya que no aparecen contabilizados sus tributos. Sabemos, por el testimonio de los Ahbar Magmu’a y de al Maqqari, que el ejército de Tariq, como señalábamos antes, “reunió todos los judíos de una comarca en la capital, dejando con ellos un destacamento de musulmanes, mientras continuaba su marcha el grueso de las tropas”. Esto nos consta expresamente para Elvira, Córdoba, Toledo y Sevilla. Después hay una laguna historiográfica, porque parece ser que pasaron bastantes a Al-Andalus, huyendo de los ataques del primer idrisi contra la zona de Tadla. Se sabe que tenían un arrabal, Madinat al –Yahud en las afueras de Toledo, en el año 820, y un barrio en la Córdoba del siglo IX. Tanto en tiempos del emir Abd Allah como de los ziries, Lucena era la “ciudad de los judíos”, que fueron capaces de repeler el ataque hafsuní y la autoridad granadina no parece muy efectiva en su recinto.

En esta época, fueron los judíos, personas importantes en las cortes califales,

como médicos, banqueros, embajadores o mandatarios. Pero, en términos generales, durante el emirato y el califato, la importancia tanto fiscal como administrativa del elemento judío parece haber sido infinitamente menor que la de los cristianos.

En cambio, tras la fitna, el período de las Taifas, se caracteriza por la

desaparición del elemento cristiano indígena, que parece totalmente desplazado por judíos, quienes copan los altos puestos de la administración y hacienda. Durante esta época tienen visires judíos en Badajoz, Valencia y Zaragoza. En el estado ziri granadino aparecen Abul Rabi como tesorero general de los Banu al-Qarabi, y validos granadinos, hasta los pogrom de 1066.

Cuando el Califato se derrumbó

a causa de las guerras civiles, siguió habiendo judíos poderosos en los reinos de Taifas, pero y en este tiempo las cosas empezaron a cambiar para ellos, desencadenándose en Granada la primera persecución y matanza de judíos. Se trató de un estallido hasta cierto punto aislado, pero muy poco después con los integristas almorávides y almohades comenzó una persecución sistemática que provocaría salidas en masas hacia los Reinos Cristianos. Los monarcas de éstos facilitaron

asentamientos de judíos, concediéndoles a las aljamas muchos privilegios, aunque a partir del siglo XIII la hostilidad popular contra los hebreos iría creciendo hasta culminar en las tremendas matanzas de finales del siglo XIV (1391), que volvieron a propiciar el éxodo masivo hacia el Reino Nazarí de Granada y el norte de África, principalmente.

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Las invasiones de los almorávides (1090-1147) y almohades (1147-1232) en Al-

Ándalus no sólo no solucionó la amenaza castellano-aragonesa—vigente desde la disolución del califato de Córdoba, fueron en general, nefastas para los hispanojudíos del territorio musulmán, que se vieron obligados a emigrar a los estados cristianos. Bien recibidos por Alfonso VII de Castilla y León, el centro de su actividad se desplaza hacia la España cristiana. De Toledo hicieron unas de sus principales ciudades, en la que eran considerados tan libres como los demás vecinos, e intervinieron brillantemente en la llamada Escuela de Traductores de Toledo, en el reinado de Alfonso X (1252-84), en cuya época se edifico la famosa sinagoga de Santa María la Blanca. Pero vamos a ver qué sucede con aquellos judíos que deciden permanecer en suelo musulmán.

La situación de los judíos mejoró bajo los almorávides. Estos, aunque en

principio tampoco se puede decir que fueran precisamente “blandos”, pronto se dan cuenta de que la capacidad intelectual hebrea les puede ser de gran utilidad y admiten rápidamente, por tanto, la sagaz cooperación de los judíos en el cobro y administración de las rentas públicas. Poco después empezarían también con algunas oras ocupaciones que, a la larga, se convertirían en tradicionales de este pueblo: hacendistas, físicos, diplomáticos, etc.… Con los almorávides llegaron a ser incluso gobernadores y consejeros de los monarcas. Granada fue teatro de la triste fortuna hebrea, que contempló unos tiempos de plenitud, desconocidos casi, en la historia de este pueblo.

El imperio almorávide será abatido en estos momentos bajo el empuje de las

tribus del desierto, los almohades que, bien pertrechos de fanatismo y con la pretensión clara de restaurar la primitiva, ley de Mahoma, se instalaron en suelo hispánico.

Los efectos de este fanatismo se llevaron en la

implacable persecución del pueblo hebreo que llevaron los almohades, y se prolongó durante diez años y en ella se les despojó de sus casas y se les acosó sin tregua, forzándoles a la emigración.

En esta difícil coyuntura, el nombre de Alfonso VII

ofrecía a los perseguidos israelitas de Al-Andalus un refugio seguro contra las hordas almohades. La suerte de los judíos españoles quedaba, pues, desde aquel instante exclusivamente sometida al dominio del cristianismo y al arbitrio de sus reyes. Toledo, como había hecho sucesivamente Córdoba, Granada, Sevilla y Lucena, se

erigía en centro principal, si no único, de la actividad de la ciencia del pueblo judío. Por

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otra parte los hebreos que se habían convertido a la religión de Mahoma para así salvar sus vidas y permanecer en sus hogares, esperaban con impaciencia la más mínima posibilidad para romper el lazo que los oprimía. Esta se les presentó cuando los nazaritas aceptaron capitanear los muchos descontentos que había en Granada, entre los que contaban, los judíos.

A mediados del siglo XIII toda la Península, salvo el reino de Granada es ya cristiana. Será una época de bienestar para los judíos de Castilla y Aragón. Toledo se constituye en un importante centro de la vida judía donde están los grandes rabinos, literatos, financieros y hombres de Estado.

4.2. Algunas Ilustres Personalidades de la Edad Media:

Los siglos XII y XIII fueron la edad de oro de los judíos en España. De sus aljamas surgieron médicos, financieros, intelectuales e incluso consejeros reales, hasta que el creciente y violento antisemitismo acabó con el esplendor de las juderías hispánicas.

Entre algunos de estos ilustres personajes podemos citar:

El judío cordobés Moisés ben Maimón o Maimónides (1135-1204): llamado por algunos el Santo Tomás del Judaísmo, fue el filósofo judío más importante de la Edad Media. Su gran labor fue fundamentar el judaísmo sobre los principios de la razón. La invasión de los Almohades le obligó a huir de Córdoba, residiendo en Almería. Luego emigró a Fez, y más tarde a El Cairo, donde fue médico del sultán Saladino. Su obra maestra es la “Guía de Perplejos”, donde intenta la reconciliación entre la razón y la fe religiosa. Se ha dicho que “entre Moisés y Moisés no ha habido otro Moisés”.

Yehuda ha-Leví (1075 - 1141): Filósofo y médico, considerado el mejor poeta medieval en lengua hebrea, y conocido por su obra titulada Diván (Dîwân), una colección de temas profanos y religiosos escritos en hebreo. Escribió también el Libro del Jazar, diálogo donde explica en árabe el judaísmo a un converso. Tras emprender un viaje hacia la Tierra Santa se le pierde la pista y se desconoce lo que le ocurrió, aunque la leyenda dice que muere a manos de un bandido a las puertas de Jerusalén.

Samuel ha-Leví (Samuel Ha-Levi Abulafia): Samuel ha-Leví Abulafia funcionario público, Oidor de la Audiencia y Tesorero Real del Rey Pedro I de Castilla. La notable influencia y el rápido crecimiento de la riqueza de Samuel Levi, hicieron que el tesorero obtuviera el permiso del rey para construir otra sinagoga (a pesar de la prohibición de crear nuevas sinagogas), conocida hoy como "El Tránsito", y erigió así un magnífico monumento en el que no faltaban inscripciones en hebreo como agradecimiento al rey. Samuel ha-Leví murió en 1360 tras perder a causa del propio rey la influencia que hasta entonces tenía.

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Yosef ibn Ferrusel: Administrador de Alfonso VI. Como ministro del monarca

protegió desde su cargo a los judíos de Castilla, y en particular a Jehudá Ha-Leví. Ben Ferruziel, también conocido como Cidellus, da inicio a la serie de judíos de la Corte. (El Gran Libro de la Red)

Judah ben Joseph ibn Ezra: Familiar del poeta ibn Ezra y nasí de los judíos de Toledo en el siglo XII, cuando la llegada de judíos a la ciudad fue masiva debido a la invasión almohade. Alfonso VII le ofrece un alto cargo en la corte y Judah aprovecha su posición para beneficiar a los entonces perseguidos judíos.

Joseph ben Salomón ibn Shushan (llamado también Yazid ibn Omar ha-Nasi): Almojarife de Alfonso VIII en Toledo; murió en 1205. Sucedió a su padre como príncipe de los judíos toledanos y mantuvo alto el favor de la corte. Construyó una bella sinagoga. Abrió las puertas de su casa de Toledo a los judíos de Ultrapuertos, como a Abraham ben Nathan, el autor de "Ha-Manhig", y con él a otros que huían de la intolerancia francesa.

4.3. La Escuela de Traductores de Toledo:

A partir de 1085, año en que Alfonso VI conquistó Toledo, la ciudad se constituyó

en un importante centro de intercambio cultural. El arzobispo don Raimundo de Sauvetat quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de traducción cultural demandados en realidad por todas las cortes de la Europa cristiana.

En la segunda mitad del siglo XIII el Sabio rey-emperador Alfonso X (rey de

Castilla y de León, en cuya corte se compuso la primera «Crónica General de España») institucionalizó en cierta manera en Toledo esta «Escuela de traductores», centrada sobre todo en verter textos astronómicos y médicos.

A Toledo habían ido a parar restos de importantes bibliotecas del mundo árabe, entre otras la del califa Al Hakam II. No era una escuela en el sentido de conjunto de maestros, estudiantes o aulas, sino en el sentido de conjunto de estudios en un mismo lugar, en unas bibliotecas, compartiendo procedimientos, y trabajando en un mismo campo: la ciencia árabe.

La obra esencial de la escuela de traductores de Toledo fue la difusión de la

filosofía y la ciencia griegas, a través de traducciones. El método seguido consistía en traducir las obras del árabe al romance castellano, y del romance castellano al latín. Al menos así lo hacían dos de los más insignes traductores de esa escuela: Domingo Gundisalvo (pasaba del romance al latín) y Juan Hispano (traducía el árabe al romance).

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Algunos nombres de traductores:

Domingo Gundisalvo: (Segoviano) que traducía al latín desde la versión en lengua vulgar, del judío converso sevillano Juan Hispalense.

Gracias a sus traducciones de obras de astronomía y astrología y de otros opúsculos de Avicena, Algazel, Avicebrón y otros, llegaron a Toledo desde toda Europa, sabios deseosos de aprender in situ de esos maravillosos libros árabes. Estos empleaban generalmente como intérprete a algún mozárabe o judío (como Yehuda ben Moshe) que vertía en lengua vulgar o en latín bajomedieval las obras de Avicena o Averroes.

Zag ibn Sid: Compilador de las Tablas Alfonsinas.

Yehuda ibn Moshé Cohen: Tradujo importantes obras de astronomía del árabe al romance, acaso traductor del famoso libro de magia conocido por el Picatrix.

Samuel ha-Leví Abulafia y Abraham Alfati: Realizadores de lúcidas versiones a las lenguas romances y luego al latín por traductores cristianos, del árabe o el hebreo.

Abraham Alfaquin, Hayyim Israel, Judah Cohen: Dedicaron su obra a la medicina.

Los judíos tenían una importante formación. Al contrario que los cristianos, la gran mayoría sabía leer y escribir. También tenían, por sus relaciones históricas y por contactos comerciales con Al-Ándalus gran dominio de la lengua árabe. De esta forma participaron de manera muy importante en la Escuela de traductores de Toledo. En una traducción trabajaban en equipo un judío y un cristiano: el judío traducía del árabe al romance, lengua vulgar no científica; y el cristiano traducía del romance al latín. De este modo llegaron a Occidente las obras de Aristóteles y las de la cultura clásica así como el imponente saber científico de los árabes.

4.4. Conversión o expulsión

En el año 1391 se producen movimientos populares antijudíos. Se asaltan las juderías de Sevilla, Córdoba, Toledo, Barcelona, Valencia, Gerona etc., que dan lugar a persecuciones y matanzas. A partir de este momento la decadencia de las aljamas es notoria y muchos judíos tienen que emigrar o convertirse.

Gran parte de la población judía aceptó el cristianismo, muchos insinceramente y por temor, otros muchos de buena fe y por convicción, a causa de los esfuerzos proselitistas de dominicos y franciscanos, como el valenciano San Vicente Ferrer (1350-1419), predicador y teólogo, quien defendió a los judíos contra los ataques del populacho en 1391.

A pesar del orgullo y exclusivismo judío, y de las prohibiciones de las leyes, hubo muchos matrimonios mixtos entre judíos y cristianos. Había debates teológicos públicos entre representantes de ambas religiones, y a consecuencia de estos, el

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número de judíos conversos aumentó extraordinariamente en los siglos XIV y XV. La disminución de las comunidades judías y su pérdida de influencia social se debe primordialmente a este hecho.

Se calcula que el número de hebreos que practicaban el judaísmo en el reino de Castilla antes de la expulsión en 1492, era de unas 35.000 a 40.000 familias. Entre los conversos más ilustres hay que destacar a Salomón Halevi, rabino mayor de Burgos, convertido con toda su familia al cristianismo en 1390, adoptando el nombre de Pablo de Santa María. Llegó a ser canciller de Castilla y obispo de Burgos.

Ante la oposición cada vez más intensa del pueblo, los reyes tomaron una serie de medidas para resolver el problema de los judíos y de los conversos insinceros. El colaboracionismo de los judíos del siglo VIII con los invasores árabes no había desaparecido de la memoria de los españoles. Y en este momento crucial de finales del siglo XV, cuando estaba a punto de consolidarse la unidad nacional, existía la creencia más o menos justificada, de que elementos judíos, por sus relaciones con los árabes del norte de África, representaban un peligro para el Estado.

La reina Isabel, habiendo logrado la unidad nacional con la conquista de Granada, trató de forjar una unidad religiosa que disminuyera el problema político tal

como se percibía. Y así, 31 de Marzo de 1492, promulgó el edicto de expulsión para aquellos judíos que no adoptaran el cristianismo. Muchos optaron por la conversión, otros prefirieron el exilio, extendiéndose por las regiones del norte de África, Turquía, y los Países Bajos. Los que quedaron en España estaban ya casi completamente asimilados medio siglo después. Los que partieron, llamados sefarditas, continuaron hablando y escribiendo castellano. A partir del siglo XV, la sociedad cristiana comienza a dividirse en dos grupos: cristianos viejos y conversos.

Son conocidos muchos casos de conversos pertenecientes a familias judías poderosas que entroncaron por vía del matrimonio con la nobleza cristiana, tales como la Casa de Osuna, Villena, Alburquerque, Medinaceli y otras.

En el siglo XV se promulgaron leyes para impedir a los conversos ejercer cargos públicos. Esto impulsó a algunos a escribir obras de apología cristiana para dar sinceridad a sus nuevas creencias. De origen converso fueron algunos de los más intransigentes inquisidores tales como Torquemada o Fray Hernando de Talavera.

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4.5. Los Oficios de los Judíos

En un primer momento trabajaron en tareas agrícolas. Al incrementarse la vida ciudadana se convirtieron en clase urbana y se dedicaron al comercio, a las labores administrativas y a la recaudación de impuestos. Algunos desempeñaron cargos importantes como ministros y tesoreros de reyes tanto musulmanes como cristianos. También los había que se dedicaron al préstamo con interés. Estos constituían las clases altas, mientras que las clases bajas se dedicaban a labores artesanales: peleteros, sastres, zapateros, joyeros, plateros, boticarios, especieros...

La medicina era una profesión típica de judíos. Hubo grandes médicos y científicos, matemáticos, astrónomos. Eran especialistas en la fabricación de instrumentos de cálculo como relojes, astrolabios, cuadrantes etc.

4.6. Las juderías

Además de las de Toledo, Córdoba, Barcelona, Sevilla y Lucena había juderías en todas las poblaciones importantes, siendo también notables las de Cáceres, Girona, Hervás, Jaén, León, Oviedo, Palma, Ribadavia, Segovia, Tortosa y Tudela por citar algunas. A pesar del gran número, los restos que quedan de todas ellas, son lamentablemente escasos.

La traza arquitectónica y los elementos decorativos en el interior de la Sinagoga de Segovia, hoy iglesia del Corpus Christi, eran semejantes a los de Santa María la Blanca; es posible que el mismo arquitecto trabajase en ambas. Hay una similitud de los capiteles, columnas y arquillos ciegos superiores con los de la sinagoga toledana. Se destruyó en un incendio en 1899.

De las comunidades judías del antiguo Reino de Valencia, se describen ampliamente en el siguiente punto.

Sinagoga de Córdoba Sinagoga del Tránsito en Toledo

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5.- LOS JUDIOS EN EL REINO DE VALENCIA

Queremos comenzar este trabajo haciendo referencia a parte de un poema de gran belleza, escrito por el filósofo y poeta judío IBN GABIROL, conocido por los escolásticos con el nombre de Avicebrón o Avincebrol (Málaga, 1220). De pequeño vivió en Zaragoza, donde se formó en la cultura árabe y hebrea; se refugió en Valencia, donde posiblemente murió en el año 1050 o 1058 antes de ser esta ciudad cristiana.

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Dice así:

Espera queda en Dios, alma mía en calma y sin tristeza,

en píe, atisbando, hasta que

al mirar en ti se fije el que mora en los cielos

“¡levanta y corre tras El, ligera como el águila o el ciervo!”

“caminando por valles y montañas,

o cabalgando sobre las crestas del mar,

deja atrás Sefarad”

RESUMEN: Desde 1231 hasta 1285, con los reinados de Jaime I y su hijo Pedro I el Grande, se vivió una fase de extraordinaria expansión territorial, demográfica, económica y cultural. Todos los grupos sociales se beneficiaron de aquella prosperidad; entre ellos los judíos, lo mismo que los otros súbditos de los monarcas. Los mismos judíos contribuyeron a los desarrollos que se produjeron en todos los sectores.

Fue la depresión agraria, la peste negra y las guerras, lo que en el siglo XIV agudizó las tensiones entre cristianos y judíos e inauguró la época conflictiva. Las pérdidas demográficas fueron importantes; toda una estructura económica se vino abajo; la vida política tuvo un periodo de inestabilidad y la iglesia, dividida, no olvidaba el objetivo de convertir a los judíos y su asimilación religiosa.

Los judíos fueron víctimas de las tensiones y los chivos expiatorios que pagaron con los motines de 1391, que provocaron la desaparición de algunas aljamas. Los más perjudicados fueron aquellos que se habían situado en posiciones elevadas. La crisis acumuló contra ellos el odio y el resentimiento de las masas populares, que veían el ellos los instrumentos y los beneficiarios de sus dificultades.

En el siglo XV son los conversos o cristianos nuevos los que constituyen un problema político, social y religioso. Durante los últimos años del reinado de Alfonso el Magnánimo (1416-1458) recibieron un efímero respiro que culmina con su expulsión en 1492.

INTRODUCCION: la llegada al Al-Andalús de almorávides y almohades (siglos XI a XIII) trajo consigo una aplicación rigurosa de la ley islámica, lo que provocó la constante persecución de los judíos que hasta entonces colaboraban con los musulmanes y, como réplica, su emigración a tierras cristianas del norte, donde empiezan a proliferar sus comunidades en aquellos núcleos que tenían una estratégica situación comercial.

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En el reino de Aragón, algunos de estos judíos llegaron a ser cortesanos de los monarcas y poseían bienes mobiliarios y algo de fortuna; otros hablaban y escribían árabe; y muchos otros estaban especializados en el comercio y la artesanía. Todos ayudaron a la gestación del Reino de València.

Las campañas militares y los territorios conquistados planteaban al rey Jaime I serios problemas de tipo económico, administrativo y diplomático que marcarán las directrices generales de la política del monarca hacía los judíos.

a.- Los hechos:

1.- INSTALACIÓN Y DESARROLLO

1.1.- La conquista y la repoblación

Jaime I, al igual que el resto de los reyes cristianos, emprende durante el siglo XIII grandes campañas militares cuyo resultado fue un avance considerable de la reconquista.

La conquista valenciana fue resultado de tres campañas militares intermitentes iniciadas a finales de 1231 con la conquista de Morella y acabadas con la toma de Biar a comienzos de 1245.

La distancia entre una y otra campaña militar es consecuencia del costo y de la escasa capacidad de convocatoria militar del monarca que únicamente podía atraer gentes armadas a su ejército, con la promesa de darles casas, tierras y señoríos en las tierras a conquistar.

Entre estas campañas el rey se dedicó a consolidar posiciones en las tierras conquistadas, no tanto repoblando con cristianos, que no acudieron masivamente a las tierras valencianas, como contentando a los primitivos habitantes moros que, mayormente, permanecieron en sus casas y, aunque cambiaron de señor, continuaron teniendo su lengua, costumbres y religión sin demasiados problemas bajo la protección real.

Con los musulmanes vivía una minoría judía que habitaba en barrios separados y a la que el rey concede las mismas prerrogativas, al objeto de que continuasen en el nuevo reino. Podían conservar su religión y se hallaban al amparo de sus jueces y sus leyes bajo la tutela directa de la Corona.

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El monarca necesitaba dinero con el que pagar la guerra y comunicarse con los musulmanes para cobrarles los tributos; precisaba también colonos con los que repoblar el territorio conquistado para contrarrestar la población musulmana y así poder mantenerlo.

Vemos como, en las empresas militares el Rey utiliza a sus cortesanos judíos en diversas funciones de tipo económico-financiero y diplomático y, conquistada una nueva ciudad, les encarga labores de organización y administración; por todo ello les recompensa concediéndoles tierras, casas y barrios e incluso entregándoles a modo de compensación la recaudación de muchos impuestos y rentas.

Así, Jaime I utilizó a Bahye Alconstantini, secretario de asuntos árabes de la Corona en las negociaciones de la rendición de Xátiva; a N´Astruc Bonsenyor, que llega con las tropas en 1264 para tomar por primera vez la ciudad de Elx, el rey lo empleó de intérprete y, entre 1265 y 1266, intervino en las negociaciones con el reino musulmán de Murcia.

N´Astruc fue escribano y formó parte junto con Bahiel y Salomó Alconstantini del trío de intérpretes de la corona de Aragón desde 1240.

Yehudáh ben Levi de la Caballería, judío zaragozano, actuó en un primer momento (1263) de Batlle o Bayle General del reino. Fueron bayles locales Salomón Vidal, barcelonés, de la Plana castellonense y Jucef Abenvives de alfòndec de Marinyen y su hijo Vives, arrendadores de las rentas de la bailía de Alzira.

El día 5 de febrero de 1276 Jaime I da licencia a Muçe de la Portella, Bayle real en Onda, Morvedre (Sagunt), Sogorb, Vila-real, Morella y Peñiscola, para establecer y dar a censo heredades en el término de Onda y los otros lugares.

Quedan numerosos testimonios de los préstamos que los judíos hicieron al rey Jaime I, y cómo éste luego, en compensación, se vio obligado a concederles

importantes cargos públicos y especiales favores sobre muchos lugares.

El 19 de marzo de 1270, en Valencia, Jaime I firma un escrito de promesa a favor de Astrug Jacob Sixó de entregarle las villas y castillos de Sagunt, Onda, Segorbe, y Uxó para que cobre con sus réditos lo que el rey le debía.

La confirmación de que Jaime I cumplió su promesa la tenemos en un documento fechado el 31 de agosto de 1273

en el que el rey hace definición de cuentas al citado Astrug referente a los réditos de

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los castillos entregados, cuyas bailías tenía obligadas por las cantidades que el rey le debía. Ese mismo día, y por idéntico motivo, el rey concede a Salomón, hijo de Jahuda, de la Caballería la bailía de Onda, entre otras, con facultad de cobrar réditos.

Dos años después ya ha cambiado de manos el castillo de Onda. El día 30 de enero de 1275 Jaime I hace definición de cuenta a Guillermo Dom Gerimón, vecino de Huesca, relativa a los réditos del castillo de Onda, que tenía igualmente a su favor para cobrarse lo que el rey le adeudaba.

En 1276, año de su muerte, Jaime I otorga una licencia a favor de Muçe de la Portella para que pueda cobrarse con fondos de las bailías que se citan, entre ellas Onda, las cantidades que le adeuda.

En la repoblación de los nuevos territorios, el Rey procuró traer a judíos, lo mismo que a cristianos, no sólo de otras ciudades de su reino, como Zaragoza, Barcelona, Girona, etc., sino de fuera de sus reinos, como Marsella y, sobre todo, del norte de África.

Muchos de ellos eran pequeños comerciantes y artesanos que fomentaron e impulsaron la vida económica en unos territorios relativamente poco desarrollados, consiguiendo así poder atraer colonos.

El sistema arbitrado por Jaime I para atraer nuevos pobladores judíos a los territorios recién conquistados se basó en la donación de generosas concesiones como: casas, tierra, molinos, exenciones fiscales, etc.

El día 29 de marzo de 1275, desde Lérida, confirma a Bernardo de San Feliú y a su esposa Guillermina la posesión de un molino en el término de Onda en el lugar llamado Carrascosa, junto al río Mijares, concesión que les había otorgado el Bayle real de Onda; y el día 20 de julio de 1276, apenas una semana antes de su muerte, desde Alcira, aún expide una donación a favor de Guillermo Massana, escribano suyo, de las casas y demás propiedades que fueron de Alí de Almeyat, sarraceno de Onda.

En Valencia, tras su conquista, los judíos lograron que el rey les otorgara las mismas libertadas y franquicias que a los judíos de Barcelona. Conservaron la religión y leyes propias, quedando bajo protección de la monarquía. Jaime I les señaló un barrio en la capital dentro de los muros de la ciudad y les autorizó regirse según la aljama de Barcelona.

Es precisamente a través de los registros del Libre del Repartiment donde se ve la política proteccionista del rey para con los judíos; la mayoría conservaron sus casas y sus parcelas. También las donaciones a nuevos judíos de Cataluña y Aragón son frecuentes y generosas.

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En el libro aparecen treinta y dos donaciones a judíos frente a un total de seis mil setecientas sesenta y dos asientos, de tipología muy variada. Se refiere a València. También se repartieron, casas y tierras en Mislata, Benifaraig, Benicalap, Beniferri, así

como en Xátiva, Sagunt, Tortosa y Montblanc. Entre los agraciados constan por su nombre judíos tan relevantes como David Abdanayán, Salomón Benafos, Astrug de Monseñor, los alfaquíes del Rey, del infante Don Fernando y el que fue médico real Jucef Aventreví, con lo que puede elevarse el número a más de cien. Así por ejemplo:

- en el asiento162 a Salomó, alfaquín real le concede casa y heredad y huerto de Mayma Abenhsçen y cuatro jovaes de tierra.

- Asiento288 a Jafuda, judío de Zaragoza, le concede casa en València y dos jovaes de tierra en término de Benimuslem.

- Asiento 312.Judío Alaçar Albufach de Zaragoza, casa en València y dos jovaes de tierra en término de València.

- Asiento 484. Salomón Benafos, casa de Alí, hijo de Anchallel, y seis jovaes de tierra en Campanar y huerto de Boabdile Abenchacham.

En estos pocos asientos ya se observa como el reparto no fue igualitario. Los judíos cortesanos obtuvieron más donaciones, al igual que ocurrió con la nobleza cristiana o la jerarquía eclesiástica y los colonos cristianos.

El rey tuvo gran interés en la organización y en la vida interna de la comunidad judía; le otorgó privilegios para el nombramiento de sus autoridades y rabinos, para el reparto de sus impuestos y para la administración de justicia. La judería estaba bajo la tutela del mustassaf. Las sentencias estaban siempre a resultas del recurso de alzada real y habían de ser dictadas en el lenguaje corriente en el reino de Valencia.

El 3 de abril de 1261 les exime de contribuir por la confirmación de privilegios tal y como habían de hacerlo cristianos y sarracenos. El 16 de Julio de 1265 les da la carnicería de la aljama en compensación de los 8.000 sueldos que aportan para la guerra contra los sarracenos. Confirmó la posesión de su barrio en un privilegio de 1273. Todo ello comportó que la judería de Valencia fuera la de mayor población de su futuro reino.

El mismo año de la conquista de Valencia, Jaime I promulgó las primeras leyes generales del Reino de Valencia y tuvo en cuenta a las tres comunidades que coexistían en el reino. Los fueros constituyeron en principio la legislación individualizada de la ciudad de Valencia, después se implantarán de modo gradual en todo el reino. Fueron específicos para los judíos los siguientes:

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Fueros 66-67 y 68, se prohíbe al judío que pueda comprar ni tener, aunque sea por donación, siervo cristiano; se dictan normas prohibiendo el trabajo en días festivos, y se dispone que cuando los judíos huyen para ir a otro señor eclesiástico o seglar no por esto son absueltos de la anterior relación, a menos que el nuevo señor hubiese recibido alguna donación real.

En el fuero 69 dispone que el derecho de asilo no exime a los judíos de pagar sus deudas ni de responder de sus crímenes, incluso aún cuando fuere bautizado.

En el 285 se determina la jurisdicción en materia de demandas civiles y militares, ante los tribunales de la ciudad, y en el fuero 467 se regula la prueba de cristianos contra judíos y de sarracenos contra cristianos y judíos.

Al tratar de la usura, el fuero 513 se refiere a los límites de percepción de la misma, cuya percepción de complementa con los privilegios “Aureum Opus” dados por Jaime I el 5 y 6 de febrero de 1241 a la ciudad de València.

Por último, en el segundo libro, en el fuero 1354, se prohíbe a los judíos que puedan tener oficio público, bailía o cargo en el tribunal.

En Xàtiva, viendo como el poblamiento judío, al igual que el cristiano, era lento concede en 1268, para atraer nuevos pobladores, que los judíos quedaran exentos durante cinco años del pago de tributos, exacciones y obligaciones reales, desde el día de su llegada.

En 1274 otro privilegio de Jaime I establecía que cualquier judío que acudiera a poblar Xàtiva tendría la franquicia pasados los cinco años que se concedió a los judíos que se instalaron allí. Pero si en el plazo de ocho años cambiaba de su domicilio a otro lugar debería abonar, antes de hacerlo, todas las peitas, tributos y cargas reales percibidas por la aljama durante el tiempo que residió en la ciudad.

Era una medida apropiada para fomentar la repoblación y conseguir fijar la población judía en Xàtiva, que era centro de una densa población mudéjar, en unos años particularmente inciertos de revueltas e inseguridad, y un emplazamiento y una

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imponente fortaleza que servía de control de los caminos y del territorio.

En Morella, en 1263, el rey concede a Jafuas Maymón y cuantos acudieran a poblar la villa los privilegios contenidos en el fuero de la misma, autorizándoles a establecerse en el centro urbano de la villa y dispensándoles por un año del pago de pechas y qüestias reales, y por cuatro años les aplicaba un único impuesto consistente en el pago de veinte sous por casa. A partir del quinto año, los judíos morellanos, seguirían el régimen fiscal común a todos los demás hebreos valencianos.

En 1267 concedió la bailía de Morella y la de Peñíscola a Astruc Jacob Xixó, tortosino, que actuaba de prestamista y proveedor real. Administraba la gabela de sal de Peñíscola y disfrutó del cargo hasta 1269; y en 1275 ocupó la bailía Muçe de la Portella que cesó en septiembre de 1276.

1.2.- Los asentamientos, las contribuciones y los préstamos a usura

Los asentamientos judíos se producen a partir de la conquista y con la repoblación en numerosas localidades donde la función estratégica o comercial era interesante.

Encontramos documentación que cita por una u otra causa: Morella, Sant Mateu, Peñíscola, Vinaroz, Segorbe, Jérica, Onda, Vila-real, Borriana, Sagunt (Morvedre), Lliria, Chelva, Valencia, Cullera, Alzira, Gandia, Corbera, Albaida, Ontinyent, Bocairent, Lluchent, Benixama, Alcoi, Cocentaina, Xâtiva, Montesa, Denía, Elda, Alicante, Aspe, Elx y Orihuela.

Eran las ciudades más importantes del nuevo reino. Prácticamente todas villas reales, formando parte del Patrimonio Real con todas las prerrogativas que ello comportaba. En ellas se dibuja una sociedad libre, con posición desahogada y bastante igualitaria, ya que en su inmensa mayoría todos sus pobladores poseen, en principio, idénticas y suficientes tierras dadas en propiedad (alodio).

La población israelita era por tanto, en el Reino de Valencia, esencialmente ciudadana y vivía en poblaciones, en las que sus habitantes tenían una posición desahogada, que podían ser interesantes para comerciar y negociar.

Dependían directamente de la Corona, “eran Patrimonio Real”, y mantuvieron

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con ella estrechos lazos, fundamentalmente de tipo económico. Eran una fuente regular de ingresos, bien a través de las contribuciones (peites o pechas), bien con motivo de los frecuentes subsidios extraordinarios, o bien a través de préstamos concedidos a la Corona.

La peita gravaba, de manera directa, el patrimonio inmueble y lo pagaba la comunidad judía de forma conjunta, distribuyendo la cantidad que correspondía a cada miembro de la misma. Esto daba lugar de vez en cuando a tensiones, ya que en las aljamas existía una amplia variedad de condiciones, desde los muy ricos financieros y comerciantes que trataban con el rey, hasta gente pobre e indigentes.

El Marqués de Lozoya, en su Historia de España, calcula la importancia de cada núcleo en función de la división fiscal de las colectas y suponiendo que la importancia de cada pequeña comunidad fuese directamente proporcional al impuesto. A fines del siglo XIII la importancia de las comunidades hebreas en el Reino de Valencia podría establecerse del siguiente modo: Valencia (5), Gandia (4), Alcoy (3), Corbera de Alcira (3), Valle de Valldigna (3), Cocentaina (3), Sagunto con Onda, Borriana y Segorbe (2), Luchente (1), Játiva (0,6), Alcira (0,5), etc. Existían aljamas en unas quince poblaciones valencianas, entre ellas la de Elche. A modo comparativo, en el Reino de Aragón, por ejemplo: Zaragoza (13), Calatayud (8), Huesca (6), Tarazona (3), Egea (2,5), Barbastro (2,4), etc., hasta unas veinte comunidades.

En la lista de contribución de 1271 se citan los judíos de Valencia, Sagunt, Xàtiva, Gandia y Alzira, que debían pagar 500 sueldos, al ser la comunidad más reducida. En el año 1274 Valencia pagó 5.000 sueldos, Alcoí 3.000 y Cocetaina, Sagunt, Onda, Borriana y Segorbe, 2.000 sueldos.

En el caso de Orihuela y Alicante por ejemplo, era de 400 sueldos anuales, Sagunt y Lliria 300 sueldos, Borriana 200, etc.

La contribución pagada por cada comunidad puede darnos una idea comparativa de su importancia, desarrollo y evolución.

En cuanto al tema de los préstamos, en el siglo XIII se pone ya definitivamente en vigor la ley eclesiástica, que prohibía el préstamo a interés entre cristianos, y es entonces cuando la profesión de prestamista pasa a ser una especialidad judía.

El 25 de abril de 1241 desde Girona el rey otorga el denominado privilegio de “usura dels judeus” que regula el crédito y, en particular, el préstamo a usura, fijando los topes máximos del tipo de interés y las formas de pago.

Había pequeños prestamistas que normalmente actuaban en la villa donde residían y las alquerías de su alrededor. Los préstamos solían solicitarlos mayormente los agricultores y artesanos, pero no faltaron nobles y clero. Los grandes prestamistas judíos eran financieros muchas veces acreedores de la Corona y corporaciones municipales.

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1.3.- La Iglesia

En la Iglesia, a partir de IV concilio de Letrán (1215), se imponen las ideas de los dominicos y franciscanos respecto a la necesidad de convertir los judíos al cristianismo. Convencida, la Iglesia, de las razones del soberano, pareció transigir, logrando por entonces que se lograra la conversión con persuasión más que con rigores, dejándoles libres el culto y sus leyes.

El propio concilio dictó leyes que obligaban a los judíos a pagar diezmos a la Iglesia y a vestir ropas especiales con un signo distintivo. El rey se opuso a estas medidas y consiguió del papa una moratoria.

En 1240 la propaganda antijudía y la presión misionera de dominicos y franciscanos se intensifica. Son los años en que la Inquisición y los profesores Escolásticos de la Universidad de París lanzan un formidable ataque contra el judaísmo y, en concreto, contra el Talmud, que acabaron condenando a la hoguera.

En el año 1263 y los siguientes, los dominicos insistieron en su campaña misionera mientras el rey unas veces defendía a los judíos y otras apoyaba, si bien con prudencia, la labor de los frailes, obligando a los judíos a escuchar sus sermones en las sinagogas o en otros lugares.

Desde el principio de la fundación del reino, Jaime I, favorece la conversión libremente y hubo judíos que, por razones diversas, abrazaron la fe cristiana, aunque fueron muy pocos. El rechazo de sus antiguos correligionarios y la frialdad de los receptores cristianos fueron siempre más allá de las disposiciones legales de protección, respeto y ayuda y las campañas misioneras no obtuvieron el resultado deseado.

Los judíos vivieron durante el reinado de Jaime I un periodo de tranquilidad que les permitió instalarse y aumentar su población. El rey, en opinión de muchos autores, fue tolerante (mejor permisivo) e incluso protector y defensor de los judíos. Practicó una política favorable para ellos.

Las numerosas disposiciones reales protectoras despertaron recelos entre los cristianos. También veían con disgusto el hecho de que hubieran judíos ocupando cargos públicos con jurisdicción sobre ellos y cuando el préstamo se generalizó encontraron más motivos de aversión hacia ellos.

Pedro I (1276-1285) hereda el reino de València a la muerte de su padre Jaime I (1276). Inició su reinado tratando de sofocar las revueltas musulmanas, que de nuevo habían hecho presencia en importantes zonas del reino. Las negociaciones con los musulmanes revoltosos las llevaron a cabo en 1279 los hermanos Abenmenase, que luego desempeñaron otras funciones diplomáticas y financieras.

Samuel Abenmenase fue médico del rey, escribano mayor de cartas árabes y recaudador de impuestos, y Jahuda Abenmenase alternaba puestos administrativos con la dirección de la sección arábiga de la cancillería real; en 1284 y 1285 todavía

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aparece como administrador junto a Musa Ravaya y Samuel Avenvives. Yosef Ravaya, hermano de Musa, fue tesorero real y acompañó al rey en la conquista de Sicilia, muriendo en aquella isla.

Siguiendo la costumbre de retirar de sus puestos a los funcionarios fieles al rey muerto, Pedro I nombró Bayle General a Mosé Alconstantini que, debido a su mala gestión, fue procesado por deudas con el rey y, por razón de su cargo, encarcelado en 1282, confiscándole sus bienes y pagando una multa de 50.000 sueldos.

El 23 de noviembre de 1276 nombra, desde Valencia, a Vidal Aberrabe para el cargo de Bayle de Onda y el 30 de diciembre, desde Daroca, a Pedro Vidal para el cargo de justicia. De nuevo nombró a Vidal Aberrabe bayle de Onda el 19 de enero de 1280, esta vez con licencia para establecer obradores en beneficio propio.

En 1281 fue Bayle de Xàtiva, y otros lugares, Judá Manase, que también desempeñó el cargo de canciller de árabe. En 1282 fue encargado de recaudar el impuesto sobre focs de los moros del reino. Cargo que ocasionó problemas al rey.

Pedro va más lejos que su padre al conferir a los judíos poderes considerables y dejar gran parte del patrimonio real en sus manos, lo cual era abiertamente contrario a las normas canónicas repetidamente recordadas por la Iglesia.

A partir de 1283 les prohibió ejercer el cargo de Bayle, pertenecer a la curia o ejercer cargo público con jurisdicción sobre cristianos. Se les restringieron las donaciones, aumentaron las dificultades en pleitos y juicios con cristianos, y vieron recortado el plazo para la validez de las operaciones de usura.

Se lleva a cabo una reorganización espacial de las comunidades hebreas y muchas de las pequeñas comunidades desaparecen de la documentación (Albaida, Corbera, Bocairent, Montesa, etc.), quedando como comunidades con organización jurídica (aljamas) las siguientes localidades: Morella, Sant Mateu, Onda, Castelló, Borriana, Vila-real, Segorbe, Sagunto, Valencia, Xátiva, Gandía, Alzira, Elx, Alicante y Orihuela y como grupos Peñíscola dependiente de la aljama de Sant Mateu, Jérica de la aljama de Segorbe y Cocentaina de Xàtiva. Siendo Valencia la cabeza visible de todas ellas.

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1.4.- La población y su ubicación:

La población judía que habitaba en todas estas ciudades es difícil de evaluar. El marqués de Lozoya, en su Historia de España (1967), cifra en unos 10.000 los judíos instalados en el Reino de Valencia a mediados del siglo XIII.

A finales del mismo siglo, el historiador Baer, según José L. Lacave, llegó a contar hasta 250 familias en Valencia; le seguían, con unas 50 familias Sagunto, Xátiva y Castellón. Otras juderías como Morella y Sant Mateu contaban con muy pocos judíos.

Las 250 familias de València significan 1.250 judíos y 250 las 50 familias de Castelló, aplicando el coeficiente cinco que los historiadores aplican habitualmente. Respecto al total de la población podrían significar un tres y un

dos por cien para Valencia y Castelló, respectivamente.

La población continuó creciendo hasta que se desató la peste negra y posteriores infecciones en 1348.

Los judíos vivían agrupados en barrios específicos (juheries) allí donde eran muchos, o bien en calles específicas buscando la protección y la defensa de sus identidades. Las juderías estaban emplazadas cerca de los centros de decisión política y religiosa como fue el caso de Valencia, o al amparo de sus fortalezas como en el caso de Sagunt, Xátiva y Orihuela. En localidades como Peñíscola, Jérica, Cocentaina, Alcoí, Elda, Aspe, etc., con pocos judíos, no se menciona la existencia de un barrio judío.

En Morella la judería debió estar ubicada en el mismo corazón de la villa, en el irregular cuadrilongo formado por las actuales calles de Blasco de Alagón, y Marquesa Fuente el Sol, al norte; San Nicolau, al sur; Costera de Sant Joan, al este y Costa Palau, al oeste.

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Sant Matéu sólo conserva un callejón “dels juheus”.

En Borriana estaba cerca del portal de Tortosa, incluyendo las actuales calles de la mare de Déu dels Desamparats (antes de la juhería) y de Santa Teresa (antes de la Carnicería dels juheus). La sinagoga estaba en el ya citado Carrer de la Juhería, al lado de la ermita de la Sang, adosada al muro septentrional y cerca de la esquina con el Carrer Major.

La judería de Castelló estuvo situada entre las calles del Batle, del Forn Dén Reus, de l´Empedrat y de L´Estudi, es decir su eje principal constituía la parte norte de la calle caballeros, y sus callejas adyacentes estuvieron tambié habitadas por los judíos. La sinagoga en el actual callejón de Gracia y el fossar a extramuros, cerca de la actual plaza de San Luís.

La reducida judería de Vila Real ocupaba el estrecho callizo hoy llamado San Luís Gonzaga, adosado a la muralla que se abría al Portal de Sant Hilari, después dels Judheus o de la Sanch de Jhesu Xrist.

La judería de Onda, sin datos arqueológicos o documentales que lo confirmen, la calle mayor de la judería, podría ser los antiguos “carrer de d´Alt y “carrer La Sang”que hoy se denominan, santa Isabel, San Isidro y Ceramista Peyró, junto con algunas calles adyacentes a las mismas como al callizo La Cruz. L sinagoga posiblemente se ubicaría en la actual plaza triangular de La Sinagoga.

En Sagunt (Morvedre), tras la conquista de Sagunt, Jaime I asignó como zona para la judería el barrio de la Sangre Vieja y Nueva y les Penyetes. La sinagoga se encontraba en el barrio de la Sangre Vieja y después de la expulsión de los judíos en 1492, fue trasnformada en iglesia de la cofradía de la Sangre de Cristo.

La judería de Elx, sin datos arqueológicos o documentales que lo testifiquen, se sitúa en la Almórida.

En Orihuela, a mediados del trescientos, el barrio judío estaba emplazado en la parte alta de la villa, en la ladera del monte. Bellot indica que iba desde el callejón de Viudes hasta el Estudio.

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Finalmente en Valencia, desde el recinto inicialmente asignado por Jaime I, articulado en torno a la calle del Mar, la judería fue ampliando sus límites hacia el sur debido a su incremento poblacional. En las Cortes de Monzón de 1376 se acordó delimitar y cerrar la judería debido al resquemor contra los judíos que flotaba en el ambiente.

Podemos iniciar el recorrido de su recinto en la actual plaza de san Vicente Ferrer donde se encontraba el denominado Portal Nou en las inmediaciones de la puerta musulmana de Exerea. Desde aquí se dirigía hacia el flanco del cementerio de Sant Joan del Hospital y proseguía al oeste, a través de las manzanas existentes entre

las calles del Mar y del Miracle , donde se abría el portillo de la Sabatería ( en el cruce con la calle de Sant Cristofol), hasta llegar a la calle de Avellanes.

Desde este punto, la tapia hacia una inflexión hacia el sudoeste, hasta alcanzar la desaparecida plaza de la Figuera donde se encontraba el principal acceso a la barriada, en los aledaños de la actual plaza de la Reina.

Continuaba hacia el sur, a través de la calle Lluís Vives y la plaza de Margarita Valldaura, por la trasera de la puerta de Sant Martí, hasta aproximadamente la calle Rinconada de Federico García Sanchíz. Aquí giraba bruscamente hacia el este, en busca de la calle Llibrers y al llegar a ella torcía hacia la plaza del Patriarca para alcanzar, a través de la calle Salvá, la puerta cristiana del Trabuquet o de N´Esplugues abierta a la vieja muralla almohade.

Desde esta puerta cerraba el circuito cruzando en paralelo por entre las calles Vestuario y Comedias –antigua de la Olivera-hasta regresar al punto de partida.

En el interior de la judería se encontraba la sinagoga Mayor, emplazada aproximadamente en la manzana definida por las calles de la Paz, Ruiz de Lihory, Mar y Muñoz Degraíny que se convirtió en la iglesia de San Cristóbal después de 1391.

Existían otras sinagogas de menor rango, como la de Aaron Rubio y la de Esdra de Padre, tal vez relacionada con la sinagoga de Ibrahin Marban y probablemente asentada en la actual calle de San Juan de Ribera.

1.5.- Los sucesores de Jaime I

Siguiendo con la monarquía, a Pedro I, le sucedió su hijo Alfonso I (1286-1291)

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que, durante su breve pero agitado reinado (apenas seis años), obtuvo importantes subsidios de las aljamas judías, lo que acabó empobreciéndolas.

Le sucede su hermano Jaime II (1291-1327) que, en líneas generales, se limitó en lo referente a los judíos a conservar lo existente. Defendió sus derechos económicos y legales cuando no se oponían a los principios de un reino cristiano.

Durante su reinado se incorporan definitivamente al reino de Valencia, en 1305, las tierras situadas al sur de Biar, lo que provocó un incremento de las juderías. Se documentan en la Bailía orcelitana tres comunidades hebreas: la de Orihuela, que abonaba al rey 500 sueldos anuales; la de Elx, con la misma cantidad; y la de Elda con 100 sueldos, índice de su poca vitalidad.

Con el fin de acelerar la repoblación de Elx, el rey faculta, el 10 de febrero de 1307, a la aljama para que todos los judíos que se establezcan en la villa quedaran exentos de impuestos el primer año.

En 1320 autoriza a la aljama de Xàtiva a restaurar la sinagoga, y a la de Castelló a construirse un cementerio (fossar) y evitarles de este modo el traslado de los cadáveres hasta Murviedro (Sagunt). En 1321 los judíos de Sagunt solicitaron del rey licencia para rodear con un muro la judería, petición que les fue concedida.

Al final de su reinado no parece que la situación de las aljamas fuera muy próspera. En 1328 su hijo Alfonso es coronado en Zaragoza rey como Alfonso II (1328-1336), manteniéndose con respecto a los judíos la situación anterior.

Durante el reinado de Pedro II (1336-1387) la sucesión de una serie de adversidades que afectan a las comunidades judías de manera profunda, como consecuencia de sus pautas autoritarias (inicio de una monarquía absoluta), y los sucesos de 1391 durante el reinado de su hijo Juan I (1387-1395) con la desaparición de juderías, por destrucción o conversión de sus moradores, significan la decadencia del pueblo judío en el Reino de Valencia.

2.- DECADENCIA, RECONSTITUCIÓN Y EXPULSION.

2.1.- Fracturas agraria, demográfica, social y política

La depresión agraria fue consecuencia de las alteraciones meteorológicas, en especial la sequía, que se produjeron en València entre los años 1310 y 1314, y volvieron a repetirse entre 1324 y 1329, y fueron la causa más común de las bajas producciones cerealistas que originaron situaciones de carestía y reiterada escasez de granos. A partir de 1340, año tras año, la escasez constituía el problema económico principal de la ciudad alcanzando esta vez el momento álgido en 1347, llamado l´any de la gran fam por un cronista local.

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“El hambre” “La peste”

La peste recorrió de norte a sur el reino, amainando su intensidad en su recorrido. Apareció en València en el mes de mayo de 1348; tres meses duró la acometida de este brote epidémico, el primero y más mortífero de los episodios de la peste bubónica, que posteriormente se repetiría periódicamente cada diez o quince años.

Los judíos sufrieron los efectos de la depresión y la peste tanto como los cristianos, pero las dificultades económicas aumentaron la conflictividad y la inseguridad.

La guerra de la Unión fue un movimiento de caracter ciudadano y popular, de cariz político-social que obtuvo la adhesión de una gran parte de los lugares del reino, si bien, entre las villas reales, sólo Alzira, Sagunt y, más tarde Castelló, entraron en la liga. Ello supuso la división del reino y resultó perjudicial para los judíos ya que los unionistas asaltaron la judería de Sagunt por ser los judíos aliados de la Corona.

El cronista A. Chabret nos relata en 1888 los hechos de esta manera: “Huyeron despavoridos los infelices hebreos, más no todos pudieron ponerse en cobro; seis hombres y cinco mujeres perecieron a manos de la desenfrenada soldadesca que miraba a los descendientes de Israel como á encarnizados enemigos. Sus casas fueron saqueadas y los unionistas tornaron a la capital cargados de botín, gozosos con la esperanza de vender á alto precio tan ricos despojos.”

Los judíos atacados fueron indemnizados con la elevada suma de 64.590 sueldos, que supondría la mitad o tres quintos de lo perdido por los hebreos.

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En la guerra con Castilla (1356-1365). Sus orígenes hay que buscarlos en la posesión de las comarcas del sur por parte de Castilla, en el apoyo de Pedro I de Castilla a Génova y en sus afanes imperialistas sobre el territorio peninsular. El sur valenciano se convirtió en uno de los principales escenarios bélicos arruinando temporalmente las aljamas de esta zona. Conquistada Orihuela por Pedro I de Castilla, la judería quedó destruida. En Alicante en 1366 no quedaba un solo judío.

Las tropas castellanas que ocuparon Sagunt expulsaron a los judíos, que fueron a refugiarse en València donde sufrieron toda clase de atropellos.

La guerra que fue sumamente cruel y costosa, aparte de muertes y cautiverios, debió producir una huida masiva de los judíos en busca de seguridad. La Corona dejó de percibir sus tributos.

La población quedaría reducida por el hambre, la peste y las guerras, en medida imposible de cuantificar, aunque cabe presuponer un elevado índice dada la precariedad y hacinamiento de las juderías y las muertes o huidas como consecuencia de los asaltos que sufrieron.

Para las localidades de la actual provincia de Castelló, José R. Magdalena, estudiando actas notariales, contabiliza 35 judíos en Morella a principios del siglo XIV. En Castelló, analizando el registro del impuesto (peita), calcula en 1371 veinte y siete hogares, que daba un centenar de personas.

Por la extensión de la topografía del barrio judío, podrían ser un centenar o poco más para Borriana; y Vila-real debió contar en el mejor de los casos con unas quince viviendas, que podrían alojar unos cincuenta judíos todo lo más. La población judía supondrá, por tanto, un dos por cien para Vila-real y un tres por cien para Castelló.

En los censos gandienses de los años 1370-1380 aparecen según Pierre Guichard, 42 fuegos judíos (210 habitantes) que se registraban en Gandía, de los cuales una tercera parte poseían bienes de un valor de más de 2.000 sueldos (aproximadamente la misma proporción que entre los cristianos).

En el último tercio del siglo, la judería de Orihuela tenía unas sesenta casas y unas trescientas personas.

En vísperas de 1391, Valencia superaba las 2.500 personas judías, según José

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Hinojosa, que suponían un diez por cien de la población, ya que València tenía en 1355 y en 1361, fechas en que se confeccionaron dos censos fiscales, unos 25.000 o 28.000 habitantes sólo en el recinto amurallado.

2.2.- El asalto a las juderías

A la muerte de Pedro II le sucede en el trono su hijo Juan I (1387-1395). Durante su reinado el odio a los judíos alcanzó sus máximas cuotas. Rencor basado en motivaciones económicas y fomentadas por propagandas de tipo social y religioso que desencadenaron el asalto a las juderías.

La judería de València era asaltada el dia 9 de julio (san Cristóbal), desapareciendo totalmente en un solo día. El infante Martín, hermano y heredero del rey, fue incapaz de evitar el asalto.

Oficialmente morían unos cien judíos. Testimonios escritos suben la cifra hasta doscientos treinta e incluso doscientos cincuenta; otros huyeron por mar o encontraron refugio en las casas de amigos cristianos, y otros muchos se convirtieron al cristianismo.

Del suceso se dieron variadas interpretaciones, comenzando por los propios jurados de la ciudad que lo consideraron obra de la providencia divina. Trataban así de eludir la realidad, en la que bajo un barniz religioso, de suprimir la minoría hebrea, latía un fuerte componente social y económico, como lo muestra el hecho de que en el saqueo lo primero que se destruía eran las cartas de deudas.

El asalto a la judería de valencia no fue un suceso aislado. Se extendió por todo el reino, afectando a la mayoría de aljamas.

En Castelló no hubo desmanes ni saqueos pero, a partir del 18 de julio, se multiplicaron las conversiones y se disolvió la aljama. En Vila-real y Morella los judíos no fueron molestados. En Borriana si que hubo violencia, con los consiguientes robos,

pillajes y apresuradas conversiones. Acudieron cristianos de la vecina Vila-real a participar en los alborotos, debiendo pagar al erario real una multa de 7000 sous.

El 20 de julio los jurados en Valencia hablaban de la conversión de los judíos de Castelló, Borriana y Lliria. No sabemos cómo se desarrollaron los hechos en Onda y Sant Matéu.

Los judíos de Sagunt pudieron ser puestos a salvo del furor popular refugiándolos en el castillo, y hallaron adecuada defensa en los funcionarios reales. La judería de Alcira fue asaltada,

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aunque los judíos no debieron sufrir grandes daños. El 10 de julio al anochecer la judería de Xàtiva fue invadida, robada y dispersada; sus moradores, siguiendo los consejos y disposiciones de los jurados, se refugiaron en el castillo.

La judería de Elx fue asaltada algo más tarde que las demás del reino. Supuso el final de la aljama. El caso de Orihuela fue algo peculiar por cuanto se evitaron los ataques físicos, gracias a la protección de algunas autoridades y del patriciado local. En Alicante no pudieron evitarse los daños.

Aparte de Valencia, no encontramos datos de cuántos judíos murieron víctima de estos ataques o cuántos se bautizaron, aunque estos últimos serían la mayoría.

El rey, que pecó de débil, trato de castigar a los culpables y reconstruir las juderías. Pero castigar a los culpables era muy difícil, porque se trataba de tumultos generalizados (avalots). Todo quedó en una multa a la ciudad donde hubo violencia.

Intentó reconstruir la aljama de València y para ello recabó en 1396 la ayuda del filósofo aragonés Hasday Crescas. Pero fracasaron todos los intentos (la población no la admitía), y el rey acabó aboliendo oficialmente la aljama y confiscando todos sus bienes comunales, como había hecho con los bienes de los judíos muertos.

Con todo, algunas aljamas consiguieron remontar la crisis. Otras entraron en una decadencia paulatina y acabaron desapareciendo como sucedió con la aljama de Cullera, Vinaroz, etc., y en localidades como Morella, Sant Mateu, Alzira, Gandía, Alcoi, Alicante, etc., dejó de haber judíos de forma regular, sustituidos por los nuevos conversos al cristianismo.

A Juan I le sucedió su hermano Martín I (1396-1410). Durante su reinado trató de rehacer las aljamas y así en 1399 concedió a los judíos que habitaban o fuesen a repoblar Borriana los mismos privilegios que disfrutaba la de Sagunt, ordenando al bayle que procediera a reorganizar la aljama con los judíos que hay y los que se espera que vengan.

Podemos hablar de refundación de la aljama de Castelló a partir del privilegio que le otorgó a la villa el 3 de febrero de 1400 por el que se autorizaba a las cinco familias judías que allí residían a elegir adelantados y constituirse en aljama, pudiendo promulgar ordenanzas comunales y aplicar sisas, además de declarar exentos de peita durante diez años a los hebreos que acudieran a instalarse en la ciudad.

En cambio en la ciudad de Valencia desde las cortes de 1403 se limitó la presencia de los judíos, salvo el tiempo necesario para resolver sus asuntos personales, prohibiéndoles residir en las parroquias de la antigua judería y tener cualquier contacto personal con los conversos. La aljama acabó extinguiéndose.

A pesar de sus intenciones no podemos hablar de reconstitución hasta 1416, año en el que murió su sucesor don Fernando, rey por decisión de los nueve compromisarios reunidos en Caspe.

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Su reinado como Fernando I (1412-1416) duró apenas cuatro años, pero, en 1414, publicó un ordenamiento general que restringía dramáticamente la difícil situación que llevaban los judíos y sus aljamas. El ordenamiento era consecuencia del resultado de la controversia judeo-cristiana celebrada en Tortosa auspiciada por el papa de Aviñon, Benedicto XIII, promotor de su elección como rey.

2.3.- La Iglesia y los judíos conversos

Al congreso de Tortosa los judíos acudieron en gran número quizá por miedo. Entre los cristianos destaca la presencia de fray Vicente Ferrer.

Las discusiones empezaron el 7 de febrero de 1413 bajo la presidencia de Benedicto XIII (Papa Luna) y toda la corte pontificia. Por parte cristiana el converso Jerónimo de Santa Fe (antes Josué Ha-Lorquí, ex rabino de Alcañíz) defendía la tesis de que el Mesías había llegado y, en 22 proposiciones, hizo una crítica profunda del Talmud.

La réplica la llevó a cabo el rabino Bidael Bembeniste al que no le fue posible destruir los argumentos del converso, pero planteó una serie de contraposiciones que alargó la disputa hasta el 13 de noviembre de 1414.

Como remate de la disputa, Benedicto XIII publicaba en Valencia el 11 de mayo de 1415 la bula “Etsi doctoris Pentium”, con un llamamiento a los que negaban la venida del Mesías, advertencia de las falsas doctrinas del Talmud y con unas leyes similares a las castellanas del rey Juan II promulgadas el 2 de enero de 1412, tremendamente antijudías.

Juan A. Balbás, en su libro de la Provincia de Castellón de 1883, nos dice acerca de la bula que: “En ella se mandaba entre otras cosas, que no pudiera haber más de una sinagoga en cada población; que ningún judío pudiera ser médico, cirujano, tendero, droguero, proveedor, ni tener otro oficio alguno público, ni vender, ni comprar viandas á los cristianos, ni hacer, ni tener trato alguno con ellos, etc.”

Además del comentario de Balbás, las leyes promulgadas por Juan II de Castilla ordenaban: “…“encerrar” a los judíos en barrios nuevos, obligándolos a abandonar los antiguos. Tendrían que vestir paños oscuros y baratos, llevar rodela bermeja y dejarse crecer cabello y barba. Se les prohibía arrendar los impuestos y ejercer cargos públicos.”

Se abolía la autonomía de las aljamas y en adelante no podrían tener sus propios tribunales, ni para casos civiles; tampoco podrían recaudar sus tributos internos ni administrarse por sí solas. En todo quedarían sometidas a los municipios. Finalmente se les prohibía viajar o trasladarse a territorios de los nobles, donde estas

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leyes podían quedar sin valor.

Fray Vicente Ferrer (1350-1419), poco después del compromiso de Caspe (1412) comenzó a predicar por los pueblos de la Horta, la Ribera, la Vall d´Albaida y la

Valldigna.

En una segunda etapa recorrió las tierras de La Plana, del Maestrat y dels Ports, abandonando poco después el país.

Anteriormente (1411) se encontraba en Murcia. El 30 de Abril del mismo año llega a Toledo; luego se traslada a Ayllón donde residía la Corte. Continúa su gira por Salamanca, Valladolid y Palencia.

Su predicación en itinerancia tuvo un carácter de reforma y conversión. Sus sermones en valenciano recogen el lenguaje familiar de la época y las inquietudes del momento, entre ellas se encontraban su deseo de convertir a los judíos.

Hombre de una oratoria que arrastraba multitudes, fue pacificador de pueblos y enfrentamientos familiares. Su influencia se debe no solo a sus dotes de predicador sino a los apoyos políticos que supo granjearse. El número de judíos bautizados fue elevado.

La inquisición valenciana se estableció en 1420, en virtud de una bula dada por el papa Martín V. Sin relación con la posterior de los Reyes Católicos, entendía en las causas de fe con un comisario dependiente del inquisidor general de la Corona.

Se nombró un consejo de ciudadanos y varones respetables, renovado anualmente por elección. Comenzó en 1484 y duró hasta 1530. Juzgó 2.160 conversos y dictó 909 sentencias de muerte. Entre los conversos había mercaderes, tenderos, prestamistas y artesanos.

Los asaltos a las juderías, la bula del papa Benedicto, la campaña misionera de Vicente Ferrer y finalmente la inquisición valenciana, fomentaron las conversiones al principio aisladas, después en masa. Duraron hasta mitad de siglo y trajeron consigo la formación de una nueva sociedad en el reino formada por los conversos o cristianos nuevos.

Se crearon dos tipos de conversos: los que veían en el bautismo el único modo de evitar la muerte (conversos forzados), la mayor parte de los cuales seguirán sintiéndose judíos, practicando su fe en el secreto de sus hogares (judaizantes); y los conversos convencidos, algunos de ellos fanáticos, que se vuelven defensores a ultranza de su nueva fe.

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Tendieron a agruparse, por lo que en algunas ciudades surgieron barrios aislados de conversos en donde mayormente continuaron desempeñando los mismos oficios y las mismas funciones que habían ejercido cuando eran judíos.

Las rupturas entre judíos y cristianos, materializadas, como hemos visto, en agresiones y asaltos a juderías parecen complicarse con el nacimiento del grupo converso. A pesar de ello cuando el judaísmo del Reino de Valencia parecía desplomarse las circunstancias cambiaron súbitamente, lo cual le permitiría recobrarse y reconstituir algunas aljamas, aunque sin alcanzar ya los niveles anteriores.

2.4.- La reconstitución

Benedicto XIII perdía su posición y un nuevo papa romano, Martín V, gobernaba la iglesia y estaba interesado en revocar los decretos de aquél. Entre 1419 y 1422 se abolieron los decretos. Las limitaciones económico-sociales quedaron anuladas, en parte por las nuevas leyes y también porque cayeron en desuso, consiguiendo en algunas ciudades el establecimiento de judíos en barrios nuevos.

El 26 de julio de de 1429 en la iglesia arciprestal de Sant Mateu, Clemente VIII, sucesor del Papa Luna, renunciaba al papado ante Pedro de Foix, legado del papa romano Martín V, finalizando así el cisma de la Iglesia Occidental.

Por otra parte la sucesión al trono en la persona de Alfonso III (1416-1458), hijo de Fernando I, a la muerte de éste, significó un cambio radical en la política de los últimos monarcas con respecto a los judíos, favoreciendo su reconstitución que comenzó cuando el rey Magnánimo dictó medidas que incidieron particularmente en la reactivación de las aljamas.

Vemos como da órdenes al Bayle General para que el Justicia y Jurats de Castelló se encarguen de asignar un lugar conveniente en la villa, al objeto de que puedan vivir concentrados y formen aljama.

En 1430 ya contaba la villa de Castelló con un reducido número de hebreos procedentes en su mayoría de la aljama de Sagunt, que ocupaban casas (albercs) alquiladas a los cristianos. En 1432 se cita documentalmente la casa que compraren de na Panceta de la cual han feta Sinagoga.

En el año1450 en Onda las autoridades locales intentaron expulsar a las pocas familias hebreas que residían en el arrabal desempeñando sus labores de sastres y plateros, y trasladarles a la morería. Los interesados recurrieron a las autoridades reales, alegando que vivían allí desde hacía mucho tiempo (de gran temps).

El recurso tuvo respuesta y, el 4 de mayo del mismo año, el Bayle General del reino de Valencia ordena a los jurados de Onda que no obliguen a los judíos del arrabal que vayan a vivir a la morería de la villa. El emplazamiento no es calificado como judería, debido a la escasa entidad numérica de la comunidad.

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La judería de Xàtiva vuelve a consolidarse a mediados del siglo XV. En 1453 aparece un documento con referencias a la aljama setabense. El texto es muy claro cuando alude a los juheus qui- son ací venguts novament..

En el tercer cuarto de siglo Xàtiva aparece como la segunda judería del reino, llena de vitalidad, pues los judíos setabenses se dedicaban preferentemente al comercio de la seda. Ningún testimonio hace referencia a su ubicación.

Cuando en 1411 san Vicente Ferrer visitó Orihuela parece que no había judíos. El regreso de estos fue lento; no obstante, en 1447, ya estaba organizada la aljama judía, que pechaba con 1.000 sueldos. No se conoce el número de familias ni el origen de las mismas. El regreso de los judíos a Elx debió producirse entre 1450-1460, puesto que, en 1467, se conoce un impuesto de 10 sueldos anuales abonados por los judíos que poseyeran casa en la localidad, contabilizándose solamente tres hogares.

A pesar de las medidas, a finales del siglo XV únicamente encontramos pequeñas aljamas en Sagunt, Castelló, Borriana, Xàtiva y Orihuela. Hay que tener presente que los judíos en esta época eran una auténtica minoría en el conjunto demográfico del reino y sólo en Sagunt o Xàtiva formaban una población apreciable.

La desaparición de la aljama de Valencia, y el descenso demográfico de otras, trajo una reorganización en la jerarquía de las mismas, pasando a ocupar Sagunt el papel rector seguida por la judería de Xàtiva, ambas en enclaves estratégicos desde el punto de vista de las comunicaciones.

Al rey Alfonso le sucedió su hijo Juan II (1458-1479). En 1477, con motivo de la boda de su hija, la infanta Juana, la judería de Sagunt tributó, por el dret de maridatge, con 220 sueldos, Xàtiva entregó 110 sueldos que le correspondían y Castelló 33 sueldos. Lo que corrobora la posición jerárquica de las aljamas.

2.5.- La expulsión

A Juan II le sucede su hijo Fernando II, que contrajo matrimonio siendo un muchacho con Isabel I de Castilla. Con Fernando el Católico no parece que se produjera ninguna innovación substancial respecto a Alfonso el Magnífico y Juan II.

Durante su reinado (1479-1516) acontecieron hechos de suma importancia en los que participaron judíos, financiando la campaña para la toma de Granada y el descubrimiento de América, o fueron protagonistas directos, como en la historia de la

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inquisición o el acto de su expulsión.

El edicto de expulsión para el Reino de Aragón fue firmado en Granada por Fernando el Católico, el 31 de marzo de 1492. En el plazo de cuatro meses todos aquellos judíos que no optasen por tomar el bautismo estaban obligados a salir de su reino. El edicto no se hizo público hasta finales de Abril.

Ocho días después el Bayle General del reino de València comisionaba al Alguacil de los Mares y Armadas Reales, Joan Aduart, para que recorriese todo el reino y resolviese con diligencia y justicia todos los procesos y problemas derivados de las deudas contraídas entre judíos y cristianos, y también entre mudéjares y judíos, para que fuesen liquidadas antes de la fecha límite fijada en el Decreto.

El 7 de mayo se firmó un contrato de embarque entre los judíos de Sagunt y Xàtiva, con Bernardo Franquis y sus hermanos, importantes mercaderes genoveses que operaban en València, así como con Jaume Marga, mercader de València.

Los mercaderes se comprometían a entregar a los judíos la nave de micer Francisco Grimaldis genovés u otra similar, aparejada y armada con 100 hombres, que podría cargar de 1.000 a 1.500 pasajeros debiendo encontrarse en el Grau de Sagunt el 20 de junio y esperar allí todo lo más hasta el 10 de julio.

Una vez embarcadas las personas y mercancías la nave partiría sin escalas hasta Pisa, donde harían una escala de ocho días. Luego seguiría hasta Nápoles, con otra escala similar de ocho días. En el caso de que los genoveses prohibieran el atraque en Pisa, lo harían en Civitavechia. Otro destino fue el norte de África: Orán, Bugía, Argel o Tenés.

El flete acordado fue de tres ducados por persona salvo los niños, declarados exentos. La cantidad recaudada permite determinar de forma bastante ajustada el número de judíos que salieron por el grau de Sagunt: 248 de Xàtiva y 700 de Sagunt.

Las aljamas y los particulares tuvieron que liquidar sus patrimonios y cancelar sus deudas. El 6 de junio, el Bayle General ordena al Gobernador de la Plana las gestiones a realizar con respecto a los bienes y deudas del judío Abraham Legem y demás correligionarios de la aljama castellonense, para evitar los abusos y las arbitrariedades.

En el edicto se mantienen las prohibiciones anteriores sobre exportación de

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oro, plata y moneda acuñada, pero tienen facultad para llevarse letras de cambio o mercaderías, siempre que no se trate de cosas habitualmente vedadas, como armas o caballos.

Pero hay excepciones para la norma como es el caso de Yehudá León Abravanel al que se le permite llevarse todas sus riquezas y sale a primeros de junio del grau de Valencia con toda su familia y un grupo de judíos valencianos y castellanos, con destino a Italia.

No encontramos datos de los judíos de Castelló, que también salieron por el grau de Sagunt; ni los que embarcaron en el grau de València. Así mismo de los judíos del norte del reino, que de irse lo harían por Tortosa. Y, finalmente, cabe pensar que los judíos de la gobernación de Orihuela partirían por el puerto de Cartagena.

El total pudieron ser unos mil, o algo más de mil, los judíos que se fueron del reino. El resto se quedaron como judíos conversos.

Hasta el final el Estado exprimió todo lo que pudo a los judíos, quienes tuvieron que pagar una tasa de partida que para el Reino de València se evaluó en cinco sueldos por persona.

b.- El análisis

3.- LOS NOMBRES Y LOS TÓPICOS

3.1.- Jaime I El Conquistador y Pedro I el Grande

En el curso del reinado de Jaime I y su hijo Pedro (1238-1285) se observa la existencia de tendencias contrapuestas con respecto al pueblo judío.

Por un lado los objetivos de la reconquista y repoblación, que dan lugar a la protección y fomento de las comunidades hebreas, quizá porque no podían prescindir de algunos de ellos. Por otro la creciente inclinación a dificultar la vida judía y la convivencia, al tratar de poner en práctica las leyes emanadas de la Iglesia tras el concilio de Letrán.

Durante su reinado (1238-1285), los judíos conocieron una etapa de desarrollo y plenitud. Vivieron una época dorada que se prolongó hasta la primera parte del reinado de Pedro I. Simplemente se aprovecharon de la prosperidad general, política, militar, demográfica y económica, al igual que el

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resto de los vecinos del Reino de València.

Pero no fueron equiparados a los cristianos con los que coexistieron; nunca se olvidó el objetivo implícito que las máximas autoridades eclesiásticas habían fijado: su conversión, su asimilación religiosa y su desaparición como comunidad minoritaria autónoma, dentro de una mayoría cristiana.

3.2.-Las juderías y las aljamas

Las comunidades judías valencianas no vivían al margen del resto de la población. Las juderías o barrios no eran ghettos como a veces se proclama.

Es cierto que Jaime I, tras la conquista de una ciudad, les asignaba un barrio que iba creciendo, a medida que la comunidad se desarrollaba o se producían traslados espaciales. Razones de seguridad hicieron que las juderías estuvieran emplazadas cerca de los centros de decisión política o religiosa, y normalmente al amparo de las fortalezas de la ciudad. En localidades con pocos judíos nunca se menciona la existencia de un barrio judío.

Los judíos del reino de Valencia tenían toda libertad para instalarse donde quisieran. Preferían vivir juntos por múltiples razones, desde las familiares a las profesionales, pero sobre todo, por seguridad, pues el antijudaísmo creciente en la sociedad cristiana a partir del siglo XIII hacía necesaria la adopción de medidas protectoras por parte de las autoridades, siendo su manifestación externa más visible la cerca con la que se rodeaban las más importantes juderías como Valencia o Sagunt, esta última a petición de los propios judíos.

No eran barrios marginales. Se ubicaron generalmente en el centro de las ciudades y moraron también cristianos, abundando los testimonios de ello en la compra-venta de viviendas y, sobre todo, en las reiteradas prohibiciones de las autoridades, que buscaban evitar que los cristianos pudieran contaminarse de la doctrina hebrea.

La palabra ghetto aparece en Venecia en 1516. Contiene la idea de un barrio en el que, a raíz de las recomendaciones del IV Concilio de Letrán (1215), los judíos estaban obligados a vivir apartados del resto de la población sin ninguna comunicación con ella, por lo menos de noche. Podían salir los días laborables, pero no los domingos y los días de fiesta religiosa. Esta situación es típica de la Europa medieval y moderna.

El rey Jaime I, al igual que Fernando III de Castilla, hicieron poco o ningún caso a estas normas.

Fue en 1480 cuando los Reyes Católicos ordenaron el apartamiento de los judíos en barrios separados, de donde no podrían salir de día para sus ocupaciones profesionales. Se dieron dos años para cumplir lo legislado, pero el plazo no se respeto por la complejidad en llevarlo a la práctica.

Desde el punto de vista institucional, los judíos se agrupaban en aljamas.

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Concepto que a veces se entiende en un sentido territorial; era una entidad jurídico-administrativa que no siempre coincidía con la judería.

En el reino de València, a su frente, se hallaban los adelantats (muccademin), asistidos por consellers, imitando el modelo del municipio cristiano. El dayyan o juez, asesorado por el rabino, dictaba sentencia en las querellas entre judíos, en función de sus leyes (talmúdicas) y en tribunales propios. El rey, en la práctica, ejercía el control de las aljamas a través de la legislación real, en la que se incluyen los privilegios, y la emanada de las Cortes.

En la sinagoga estaba la escuela talmúdica en donde el rabino iniciaba a los niños a saber leer y escribir. A los diez años tenían que leer el Talmud; con lo que el nivel de los judíos fue superior al de los cristianos, lo que les permitió ocupar durante el reinado de Alfonso el Magnánimo puestos en la administración real.

3.3.- Pedro II el Ceremonioso

Siguió, en líneas generales, una política de protección a las aljamas, estimulando su desarrollo económico e institucional. La segunda mitad del siglo XIV es un periodo de progreso democrático en las instituciones comunales, pero también es la época de mayores luchas políticas y sociales entre los propios judíos.

Para que los judíos pudieran vivir sin mayores problemas con el resto de la sociedad se requería expansión económica y estabilidad política. Estas son precisamente condiciones que no se dan durante su reinado y el de su hijo Juan I el Cazador (1336-1395).

Las crisis económicas y el debilitamiento del poder provocaron una fuerte tensión antijudía. El odio hacia los judíos desencadenó los sucesos de 1391, con cariz netamente social y económico, que fueron preludio de su expulsión en 1492.

3.4.- La riqueza y los préstamos a usura

Económicamente fueron los préstamos a usura y los arrendamientos de impuestos los que peor fama han dado a los judíos.

Pero solo algunos fueron recaudadores de impuestos de localidades de señorío, y otros se afianzaron como arrendadores de rentas reales, municipales, señoriales o eclesiásticas. Arrendar un impuesto o renta significaba anticipar el dinero al destinatario último de la misma y luego encargarse de la recaudación.

El monarca o señor, mediante este procedimiento, se desentendía de la recaudación de impuestos, dejándola en manos de distintas gentes, entre ellas los judíos, que se hacían odiosos por ello. El arrendamiento y la recaudación permitieron a algunos judíos alcanzar prosperidad y riqueza, pero también lo fueron de la animadversión popular.

En el reino de València, los judíos, siempre desempeñaron un papel secundario

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en este terreno, con algunas excepciones a nivel local.

En cuanto al préstamo, era la actividad más generalizada entre los judíos. Se dedicaban a ella en exclusividad o como un complemento a sus actividades ordinarias para incrementar sus ingresos.

La ley no prohibía el préstamo, ni siquiera el préstamo a interés, sino el préstamo usurario, con intereses superiores a la tasa legal que Jaime I valoró en cuatro dineros por libra (20 por 100. Castilla estableció el 33,3 por 100).

El problema planteado en el siglo XIV es más bien el de los préstamos en que muchos deudores pretenden ser usurarios, y así tener un pretexto para no pagar en los plazos marcados.

Como estaban escarmentados, los prestamistas solían exigir prendas de un valor superior a la cantidad prestada o bien cobraban los intereses de antemano, de tal forma que en el pagaré sólo constase el principal de la deuda.

Estas prácticas sí que eran consideradas como “fraude de usura”, prohibidas y castigadas, y las acusaciones más frecuentes contra los prestamistas eran para quejarse de ellas y denunciarles ante la justicia.

La Iglesia, que procuraba defender al pobre contra la usura, no prohibió el préstamo a interés entre las distintas religiones, ni censuraba las grandes operaciones de crédito, sino el préstamo sobre prendas.

Por ello resulta inexacto hablar en términos generales de la usura. Pero el mito del judío usurero y explotador del pueblo había nacido; se le dio el protagonismo en la crisis y, por vía de generalización, fueron todos los judíos envueltos en el resentimiento de las masas.

Sin embargo, los judíos que se dedicaron a préstamos, recaudación o arrendamiento de impuestos y rentas, desempeñaron un papel complementario de las actividades económicas de los cristianos, sin que ello implicara especialización o una propensión típicamente judía.

Los agricultores pudieron adquirir nuevas tierras, roturarlas, y comprar aperos o el ganado necesario, y a los artesanos les permitió establecerse, siendo un elemento dinamizador que contribuyó a la viabilidad y mantenimiento de la empresa familiar campesina y artesana.

En general se trataba de un préstamo de unas decenas de sueldos a corto plazo, que oscilaba entre seis meses y un año. A pesar de ello, los préstamos a usura serán causa de grandes problemas para los judíos. En la ciudad de València, la mejor estudiada, la cifra anual de prestamistas se sitúa entre 120 y 150 personas (no todos judíos), de las cuales bastantes se repiten en varios años, aunque predominan los que ejercían la usura de forma ocasional, solo un año.

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A partir de 1391, y con el asalto a las juderías, prácticamente desaparecieron los prestamistas judíos, como resultado de la conversión forzosa al cristianismo. Los conversos ya no podrán dedicarse a la usura y su lugar fue ocupado por el mercado de los censales y violarios.

3.5.- Benedicto XIII

No fue original al convocar su congreso. No era la primera vez que se celebraban encuentros entre cristianos y judíos; ya en julio de 1263 los dominicos habían celebrado uno en Barcelona, en presencia de Jaime I. Denunciaron entonces que los libros hebreos contenían frases injuriosas contra el cristianismo y falsificaciones doctrinales.

La disputa de Tortosa tiene un carácter distinto por situarse en un ambiente de máxima tensión antijudía, después de las matanzas de 1391 y en el momento en el que se estaba reforzando la discriminación legal contra los hebreos.

Esta vez, Benedicto XIII obligó, mediante el envío de una carta a los judíos, que estuviesen presentes en Tortosa, en donde no hubo una libre discusión sobre la interpretación de las Sagradas Escrituras y aspectos doctrinales de una u otra religión; tampoco fue controversia ni polémica, se trató sencillamente de un adoctrinamiento, de demostrar la verdad cristiana.

3.6.- San Vicente Ferrer

Su actuación fue determinante para el destino de la comunidad judía. Su labor fue más allá del ámbito religioso. En lo político inspiro una serie de ordenanzas que confirmaban el apartamiento de los judíos de los órganos del poder y en lo social contribuyó a crear un estado de opinión contrario a los judíos.

No es de extrañar que en su visita a Ayllón influyera en la promulgación de las Leyes de 1412 por la reina doña Catalina, durante la minoridad de Juan II, que luego fueron la base de la bula leída en València por Benedicto XIII.

Dada la presión política, social e ideológica que se ejerció entre los años 1391 y 1415, la mayoría de las conversiones de esta época no fueron sinceras. La conversión forzosa no eliminó el elemento hebreo de la sociedad valenciana; al contrario, creó un cuerpo extraño e inasimilable ante el que la ideología cristiana no encontraba otra salida que la represión o la eliminación.

3.7.- Alfonso III El Magnánimo

El alivio proporcionado a los judíos durante los últimos años de su reinado fue

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efímero. Alfonso intentó equilibrar las contribuciones, verdaderamente onerosas, de los judíos con algunas concesiones.

Algunos de los nuevos cristianos ocuparon puestos, no de primer plano, en la administración municipal y en la del rey, particularmente en la burocracia fiscal o en la judicial, exhibiendo una fachada exageradamente cristiana.

Pero la mayoría se eclipsó en la mediocridad social, hundiéndose en la pobreza anónima y quedando atrapados en una sociedad difícil que además les mostraba su hostilidad en cada momento.

3.8.- La relación con los cristianos

Frente a la visión de los que ven en las relaciones segregación y marginación, están los que creen en la convivencia entre las dos culturas, incluyendo, además, la cultura musulmana. La convivencia o el choque, son entre las personas y no entre culturas. La realidad cotidiana se encargaba de desmentir esta pretendida convivencia.

Los judíos formaron parte de una sociedad minoritaria en el seno de otra sociedad cristiana mayoritaria que era la que imponía las normas y regulaba estrictamente los contactos entre ambas comunidades, siempre en perjuicio de la segunda.

Durante el periodo de instalación y desarrollo, en las relaciones de los cristianos con los judíos había negocios, conversaciones, celebraciones y vecindad. Vida en común pero muy pocas veces mezcla, cuestión impensable en aquellos momentos en los que se castigaba todo contacto entre miembros de las dos religiones, sobre todo los sexuales.

Los artesanos judíos eran considerados necesarios para el desarrollo de la economía local allí donde estaban instalados y tenían buena parte de su clientela entre los cristianos. Pero siempre fueron vistos con hostilidad, como rivales, por los artesanos cristianos. Oficialmente no podían ejercer determinados oficios y se les impusieron medidas restrictivas en el espacio y tiempo para el desarrollo de sus actividades profesionales.

En el ámbito comercial se formaron en ocasiones compañías mixtas, de cristiano y judío. Los contactos más intensos fueron particularmente en la esfera del crédito que tuvo su contrapartida en el antisemitismo creciente en las masas populares, lo que se tradujo en una ruptura traumática de las relaciones, materializada en agresiones y asaltos a los barrios y juderías, y el mantenimiento de las diferencias, oficiales y cotidianas, entre cristianos y judíos.

Hubo también otra violencia cotidiana: la de los insultos y el desprecio de los cristianos, o la que cristalizaba durante la Semana Santa, ya que los judíos eran el pueblo deicida, el causante de la muerte en la cruz de Jesucristo. Tales violencias eran contenidas habitualmente por las autoridades locales que cobraban a los judíos un impuesto especial en estas fiestas, el dret de protecció.

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El rasgo gastronómico también fue causa de conflictos. La carne era un alimento básico en dieta cotidiana de los judíos. La concesión de una carnicería era una regalía, siendo preceptivo el permiso del monarca. Pero no siempre se podía disponer de carnicería y matarife propio, y ello lo aprovechaban las autoridades eclesiásticas o locales para presionar a los judíos a la conversión o la emigración, bajo la excusa de la pureza.

Es cierto que se les toleraba practicar una religión distinta a la oficial, no a título individual, como asunto meramente privado, sino colectivamente, pero se les obligaba a oír los sermones de los frailes dominicos, multándolos en el caso de no asistir.

Por todo ello hay que considerar las relaciones cristiano-judías como de coexistencia, y no siempre pacífica, antes que de convivencia.

3.9.- Fernando II El Católico

Nada más heredar en 1479 el Reino de Aragón, pidió que el Santo Oficio se estableciera también en la Corona de Aragón, ya que la bula concedida a los reyes católicos en 1478 solo era válida para Castilla. Fernando se salió con la suya e impuso la Inquisición en la Corona de Aragón, pese a todas las resistencias.

De El Decreto de expulsión, que se presenta bajo la forma jurídica de una provisión real, se conocen tres versiones. Entre las tres versiones se notan, en su primera parte, variantes significativas. La versión aragonesa, con la sola firma de Don Fernando, es la más dura de las tres, por sus expresiones en contra de los judíos. La versión de Torquemada y la castellana se limitan estrictamente al terreno religioso; no contienen ninguna alusión a la usura, ni acusan a los judíos de burlarse de la ley de los cristianos y considerar a éstos como idólatras.

Habría que preguntar a Don Fernando por su actitud ante estos dos hechos trascendentales para el futuro de los judíos y sería bueno que su vicecanciller, Alfonso de la Caballería, le recordase como ya en 1257 su antepasado don Yeudá ben Leví de la Caballería aparece como Bayle de Zaragoza, y tres años después Jaime I le encarga recaudar todas sus rentas en el reino de Aragón. Fue además Bayle de Valéncia donde tenía tierras y ganados.

A su hijo Salomón, Jaime I le concede en agosto de 1273 la Bailía de Onda con facultad de cobrar réditos; y a su yerno N´Astruc Bonseyor, que ejerce de intérprete en la conquista de la ciudad de Elx, Jaime I, lo deja de interprete y con tres cristianos, como repartidores de las tierras y propiedades de la villa. Yeudá fue acusado de blasfemo, y su familia, que asistió al congreso de Tortosa, se convirtió allí al

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cristianismo.

Familias judías como la de Yeudá, con su dinero, conocimiento del árabe y su trabajo como artesanos o mercaderes, colaboraron en la fundación y desarrollo del Reino de Valencia que ahora hereda el sagaz, cauteloso e inteligente Don Fernando y ayudaron a financiar su descubrimiento de América (Caballería y Santangel).

Parece que fueron las profundas convicciones religiosas de Isabel y Fernando, y la necesidad de lograr la cohesión social en sus reinos, las que facilitaron la expulsión de los judíos. Para los que se quedaron, judíos conversos, convencidos o no, les esperaba, hasta 1834, la nueva Inquisición. Pero esta es otra historia que vamos a conocer de refilón en nuestro epílogo.

La expulsión de los judíos del Reino de València, así como del resto de España, no fue la primera, ni tampoco la última, que sufrieron en Europa. En 1290 se había decretado la expulsión de Inglaterra; Alemania los había desterrado antes. En 1306 lo hizo Francia; el Reino de Navarra fue el siguiente en 1498; de Portugal fueron expulsados en 1497; en 1569 de los Estados Pontifícios…

En 1968 se reconoció finalmente la derogación del edicto de expulsión de los Reyes Católicos. Hoy (2001) existen en el antiguo Reino de València, comunidades judías en Alicante y València. Ambas pertenecen a la Federación de Comunidades Judías de España, que se encarga de coordinar todas sus actividades.

c.- La conclusión

4.- SITUACION, RELACIONES Y CONSECUENCIAS.

Indudablemente, la situación de los judíos en el Reino de València fue más favorable que en los demás reinos peninsulares y europeos. Fueron una minoría que podemos calificar de “privilegiada” por los abundantes privilegios que les concedió la Corona, bien a nivel general o particular.

Es evidente que existe una discriminación y segregación hacia el judío, un odio de base religiosa y económica (la usura), pero también que hubo puntos de contacto, de aproximación entre cristianos y judíos, de relaciones cotidianas, que muestran como el judío valenciano estaba bien integrado en la formación social de la época. Creemos que no hubo una convivencia sino más bien una coexistencia, a veces difícil, entre la cultura dominante cristiana y la minoría hebrea.

Su expulsión sienta el principio de la responsabilidad colectiva, y desde el punto de vista social y económico no tuvo consecuencias negativas para el reino, dado el reducido número de judíos que se fueron. Quizá una convivencia pacífica habría permitido el desarrollo de una elevada cultura.

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d.- Epílogo

5.- EL LINAJE DE LOS VIVES

Antes de empezar a escribirlo, buscamos entre linajes de familias judías valencianas notables que pudiesen adaptarse a los hechos y consecuencias descritos. Pensamos en: los March, los Santangel, los Valeriola, y nos quedamos con los Vives, familia de conversos cuyo apellido hebreo fue Abenfassam.

Tras el asalto a la judería de València, Abrafim Abenfassasm abrazó el cristianismo y tomó el nombre de Fransec Vives.

Protocolos notariales de principios del s. XV recogen la existencia de un descendiente de Fransec: el mercader Gabriel Vives, cuyo hijo, el también mercader Miguel Vives, hizo constar en su testamento su condición de ciutadá y su voluntad de ser enterrado en la iglesia de san Cristóbal, construida sobre restos de la sinagoga mayor de València.

Manuel Vives, hijo de Miguel, se hizo cargo del negocio familiar hasta su muerte acaecida en 1482. Tuvo dos hijos Luís y Salvador.

Salvador se casó con Castellana Guioret, mientras que Luís lo hizo con Esperanza Valeriola, hija de Joan Valeriola. Ambos fueron comerciantes al igual que Luís Vives y Valeriola, que se casó con Blanquina March y Almenara; estos últimos padres del humanista Juan Luís Vives y March.

En 1501, y tras el descubrimiento de una sinagoga clandestina en casa de Salvador, tío del humanista, fueron ejecutados en la hoguera su tía Castellana, el hijo de su tío Salvador, el rabino Miquel, que era conocido entre la comunidad judaizante como Jussef Abenfassam, y la esposa de éste, llamada Esther Ciunfa.

El padre del filósofo fue ejecutado en la hoguera en 1524, y su madre Blanquina procesada por la Inquisición después de muerta, entre 1528 y 1529, con el fin de

obtener los bienes de la familía. Condenada en julio de 1529, sus huesos fueron desenterrados y quemados públicamente.

El gran humanista valenciano Juan Luis Vives y March (València, 1492- Brujas, 1540) es, sin embargo, el miembro más conocido de la familia Vives. Nació el año en que fueron expulsados los judíos y hacia los diecisiete años dejó para siempre su patria.

Su formación intelectual, primero en la escolástica y luego en el humanismo, la recibió en París y Lovaina, donde se abrazó a la causa de Erasmo. Desde 1514 se estableció en Brujas, en

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donde se casó con su parienta Margarita Valldaura, y escribió la mayor parte de su obra, alrededor de sesenta títulos todos en latín.

Su tratado Sobre la verdad de la fe cristiana gozó de tanta popularidad que superó en el s.XVI las cuatrocientas ediciones, en francés, flamenco, castellano, inglés, alemán, italiano, polaco, checo… Sin embargo, a causa de su erasmismo y sus críticas a la escolástica, fue menos estimado en España.

e.- El apunte

6.- EL MITO DE LA HOLGAZANERÍA JUDÍA

El botánico Cavanilles al visitar el término de Onda escribe en la página 102 de sus Observaciones (1794-1797): “Está muy bien plantado de olivos y algarrobos, pero poco menos que abandonados a su suerte. La madera inútil los abruma y las pobres hembras se ven viudas y con poco fruto. Convendrá multiplicar los machos, operación fácil…. Pues basta ponerle un inxerto……Hasta que cada árbol tenga un ramo macho, la fecundación será precaria y expuesta…: el fruto será también de corta cantidad, y de menor peso.”

Juan Valera (escritor, diplomático y político) en su discurso pronunciado en la Real Academia (1876), discurso favorable a la tolerancia y libertad de culto, pero bastante crítico para los judíos, escribía: “los judíos son inteligentes, y poco trabajadores, menos… que nosotros….acaparan y atraen a sí la riqueza pero no la crean. Son grandes músicos, poetas, filósofos y banqueros, pero no fabricantes y agricultores.”

Las actividades de los judíos valencianos eran de carácter urbano. La mayoría eran artesanos, dedicados al trabajo del cuero (calzado) y del textil, sobre todo sastres, así como a la orfebrería (plateros), actividades en las que gozaban de justa fama, gracias a su laboriosidad y a la calidad del producto. Los artesanos judíos eran considerados necesarios para el desarrollo de la economía local.

Fueron además, intérpretes, embajadores, libreros, encuadernadores, herreros, médicos, comerciantes, mercaderes, prestamistas…no encontramos noticias que nos hablen de judíos agricultores aunque sí que tenían propiedades agrarias, principalmente viñedos que les proporcionaba el vino que necesitaban para su consumo.

El mito de persona vaga y ociosa, que se resiste a trabajar, y de no crear riqueza, caló entre los cristianos.

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Actualmente los agricultores de Onda, y también del antiguo Reino de Valencia, conocen la necesidad del polen del algarrobo macho para que produzcan regularmente las variedades femeninas; pero continúan llamando a los ramos de algarrobo macho: “jueus”.

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TABLA CRONOLÓGICA DE LOS REYES DE LA CORONA DE VALENCIA Y ARAGÓN.

Dinastía de Aragón:

Jaime I de Valencia y Aragón el Conquistador (1238-1276).

Pedro I de Valencia, III de Aragón, el Grande (1276-1285).

Alfonso I de Valencia, III de Aragón, el Liberal (1285-1291)

Jaime II de Valencia y Aragón, el Justo (1291-1327)

Alfonso II de Valencia, IV de Aragón, el Benigno (1327-1336)

Pedro II de València , IV de Aragón, el Ceremonioso o del punyalet (1336-1387)

Juan I de Valencia y Aragón, el Cazador (1387-1395)

Martín I de Valencia y Aragón el Humano (1395-1410)

Dinastía castellana

Fernando I el de Antequera de Valencia y Aragón (1412-1416)

Alfonso III de Valencia y V de Aragón el Magnánimo (1416-1458)

Juan II de Valencia y Aragón (1458-1479)

Fernando el Católico (1479-1516)

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GLOSARIO

Alfaquí: Se denominaba así a los secretarios e intérpretes judíos o mahometanos al servicio de los monarcas cristianos en sus relaciones con Al Andalus. El significado primario de la palabra es el de quien conoce o comprende algo. Luego se amplió su sentido, hasta abarcar el término de teólogo y, más adelante, el de jurista e incluso médico.

Alfòndec: Edificio público que servía como almacén y hospedería de viajeros. Estos hostales fueron muy comunes en todo el Reino y con frecuencia aparecen en las donaciones hechas por Jaime I. El rey se reservaba la propiedad y la mitad de los beneficios… Al pasar a manos cristianas estas instalaciones se fueron transformando paulatinamente en fondas privadas.

Aljama: Designa a la institución que gobierna y organiza la vida de las morerías y juderías valencianas y peninsulares. Es por tanto similar a la universitas o municipio cristiano. Su origen parece anterior a la conquista cristiana.

Alodio: En el sistema de propiedad feudal se denomina alodio (alou) a la propiedad libre de toda carga, prestación o dependencia, es decir, a lo que denominaríamos propiedad plena, definiéndose por oposición a tenencia o feudo.

Aureum Opus: Compilaciones manuscritas de privilegios reales concedidos por los reyes de la Corona de Aragón a los vecinos de la ciudad de València y en ocasiones a todo el Reino.

Avalot: Tumulto protagonizado por las clases populares que se caracteriza por su carácter violento, espontáneo, colectivo y anónimo, que se manifiesta en todas las sociedades, especialmente en momentos críticos como pueden ser tras una crisis de subsistencias, una exacerbada presión fiscal o determinados cambios tecnológicos.

Bailía: Institución creada para gobernar y administrar el Patrimonio Real. Este patrimonio estaba formado por los derechos que los reyes se reservaban por derecho de conquista y de los que podían disponer libremente. La bailía tenía al frente el magistrado llamado bayle, (batle) que para Valencia tomó el titulo de bayle general.

Censal: Formula crediticia en la que el deudor vendía al acreedor el derecho a cobrar una pensión fija y perpetua por un precio que no era otro que el capital prestado. Su gran ventaja consistía en que no era obligatorio amortizar el capital en un plazo prescrito, sino que era el deudor quien, podía devolver ese censal devolviendo integro el capital que le había sido prestado. Los intereses que se solían cobrar por este tipo de créditos oscilaban entre el 4,12 y el 10 por cien.

Dret de maridatge: Exacción que pagaban los habitantes de la Corona de Aragón, desde el siglo XIII al XVIII, cuando las hermanas o las hijas del monarca contraían matrimonio. Con una finalidad dotal, tanto su montante como su distribución eran, generalmente, acordadas en Cortes.

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Fossar: Cementerio. Solía ubicarse a extramuros de la ciudad, a veces bastante alejado, y debía reunir las siguientes condiciones: ser tierra virgen, estar en pendiente y orientado hacia Jerusalén. Estaban prohibidos los mausoleos. Cada cementerio tenía una pila (tahará) para lavar el cadáver.

Fuego o focs: Agregado de personas que viven juntas bajo un mismo techo, con independencia de los lazos de parentesco. Su tamaño varía según el tamaño de familia predominante y otros condicionamientos, aunque suele aplicarse un coeficiente de 3,5-

Gabela: Nombre genérico aplicado a determinaos impuestos que, en régimen de monopolio cobraba el monarca. El más conocido es la gabela de la sal, tasa impuesta sobre el consumo de dicho producto. Distribuida una cantidad fija por municipio, siendo normalmente arrendada la recaudación de la misma.

Jovada o yugada: concebida como medida de la tierra que podía labrar en un día una yunta de bueyes o mulas, correspondiendo casi a una hectárea (9.973 metros cuadrados) y relacionada con la cahizada en la proporción 1:6.

Mishná: Pandectas legislativas de tradición oral que constituyen el suplemento de la Torá; fueron redactadas en el siglo II y aplican las leyes bíblicas a la vida cotidiana, para preservar e espíritu judaico.

Mustassaf o Almudaçaf: Cargo de la aljama valenciana que correspondía al de corregidor. Entre otras cosas, debía ocuparse del peso del pan, pero que muy pronto ampliará sus competencias a la vigilancia de los mercados y a la higiene pública

Peita o Questia: Impuesto municipal de origen real que gravaba, de manera directa, el patrimonio inmueble de los vecinos y de los forasteros con posesiones en el término de la villa. Cada villa era gravada con una cantidad más o menos proporcional a su tamaño o riqueza, estando a cargo del gobierno local el reparto de la carga entre sus vecinos y su recaudación.

Rabin o rabbí: Literalmente maestro. Hasta el siglo XV no podían aceptar ningún salario y ejercían, además, algún oficio. El rabino mayor era la máxima autoridad en la sinagoga, fundamentalmente en lo que atañe a la enseñanza e interpretación de las leyes.

Sous: En 1249 Jaime I crea el reial valenciano. En el sistema de cuenta de la época, que se utilizaba en toda Europa y que se remontaba a tiempos de Carlomagno, un dinero era la doceava parte de un sueldo y veinte sueldos hacían una libra.

Talmud: Compilación canónica de la ley recogida en el Mishná y otras fuentes rabínicas clásicas.

Violario: Es en lo básico similar al censal, pero en el violario la duración de la deuda se limita a la vida de dos personas que no tienen por qué ser el acreedor ni el deudor, sino gente sin ninguna relación con el contrato (es frecuente se tome la vida de un infante real). El tipo de interés normalmente asciende al 14,33 por cien.

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De Pedro Berrugute –“Auto de Fe” Museo del Prado

6.- LOS JUDÍOS SEFARDÍES DESPUÉS DE LA EXPULSIÓN

Introducción: los intérpretes judíos han visto siempre en Sefarad el nombre bíblico de España, y han acuñado el gentilicio sefaradí o sefardí referido a los judíos que habitaron la península Ibérica y, en especial, a sus descendientes, después de la expulsión de 1492 y hasta la actualidad. El número de judíos que salieron de España no está determinado, y a ellos hay que añadir los pocos que tras haber simulado el bautismo (criptojudíos o judaizantes) marcharon durante los siglos XVI, XVII, y XVIII a países donde podían reunirse y vivir como judíos.

1.- DISPERSIÓN Y ASENTAMIENTOS DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES.

Al finalizar el plazo que les habían dado los Reyes Católicos, los judíos del reino

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de Castilla y Aragón no tuvieron más remedio que emprender la marcha hacia el destierro, dando así origen a las comunidades sefardíes de Europa y Asia Menor.

Los primeros la emprendieron por vía terrestre hacia Portugal, Navarra o Francia, los segundos por mar, embarcando en los puertos del Cantábrico -principalmente Laredo-, del Mediterráneo -Tortosa, Sagunt, València y Cartagena- o del Atlántico -Cádiz, Sanlucar y Puerto de Santa María.

Varios de ellos no habían perdido del todo la esperanza de que los Reyes pudieran cambiar de parecer, autorizándoles a regresar a su patria. Por ello se marcharon a países cercanos o a zonas mediterráneas, donde encontraron condiciones de vida no muy diferentes de las que tenían en España. Navarra y Portugal eran, por este motivo, las naciones que acogieron más judíos españoles en un primer momento. Muy pocos fueron los que se instalaron entonces en el norte de Europa -Inglaterra o Flandes-.

1.1.- Naciones europeas: Navarra, Portugal, Francia e Italia. En Navarra entraron unos dos mil judíos fronterizos con el reino. En 1498, seguramente por presión de los monarcas españoles, se decidió expulsarlos del reino, convirtiéndose casi todos para evitar un nuevo exilio. Sólo unos pocos se dirigieron a Francia, concretamente a las inmediaciones de Bayona, en el barrio del Espíritu Santo. Su asimilación parece que fue rápida y completa. Portugal vio en su llegada la oportunidad de recaudar fondos para sus empresas bélicas. El rey Juan II decidió cobrar ocho ducados por cada uno de los judíos que se asentara en el país. La tasa era menor para los expertos de determinados oficios -herreros, armeros, etc.- considerados especialmente útiles. El cronista Damiao de Göis opina que las cantidades cobradas fueron grandes, pues los que se quedaron fueron cien mil. Cantidad que parece exagerada. Según la cuenta de Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, más de 3.000 salieron por Benavente y entraron en Portugal por Braganza; otros 30.000 pasaron de Zamora a Miranda do Douro; 35.000 pasaron por Miranda de Alcántara a Marvao, y otros 10.000 por Badajoz a Elvas. Como se vieron sometidos a vejaciones de todo tipo varios de ellos se fueron a Marruecos, al reino de Fez, en donde los moros los maltrataron, robaron, forzaron a sus mujeres e hijas…Algunos prefirieron volver a España y pedir el bautismo. En 1497 el rey Manuel III les dio a elegir entre el bautismo o salir de Portugal, pero puso dificultades para su marcha y no tuvieron más remedio que quedarse. Las consecuencias de las conversiones forzadas fueron desde el primer momento judaizantes, y como cristianos les abrió las puertas a oficios, empleos… beneficios a los que como judíos no podían acceder. Varios de ellos ocuparon puestos destacados en los arrendamientos de rentas y en los negocios, lo que atrajo contra ellos el odio de los cristianos viejos.

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En abril de 1506 se registraron durante tres días grandes matanzas de judíos. Se supone que murieron más de dos mil judíos en Lisboa como consecuencia de los asaltos que sufrieron. El rey D. Manuel reprimió esos excesos con mano dura, y en 1507 dictó una pragmática, la cual rehabilitaba a los “cristianos nuevos” en los beneficios de la ley común, permitiéndoles salir del reino o permanecer en él. En 1536 se instaló la Inquisición, y cuando en 1580 Portugal fue incorporado a la monarquía de Felipe II muchos judíos portugueses volvieron a Castilla. En algunos casos la salida de España hacia Portugal no fue más que una etapa hacia la instalación en otras naciones europeas como Francia o Flandes; de ahí el hecho de que a aquellos judíos se les conociese como “portugueses”, aunque conservasen la lengua castellana. Francia: dada su proximidad fue, desde fecha muy temprana, antes y después de 1492, otra de las tierras a las que se dirigieron los judíos españoles, sobre todo los de la zona norte de la Península (Vascongadas, Navarra, Aragón); así como portugueses que huían de la Inquisición. Hasta casi a finales del siglo XVIII los registros de la sinagoga de Burdeos señalan la llegada de conversos peninsulares quienes, nada más cruzar la frontera y verse libres del santo oficio, vienen a incorporarse al judaísmo pidiendo la circuncisión y cambiando de nombre. El primer contacto se situaba en San Juan de Luz y de ahí pasaban a Bayona. Algunos se quedaban allí o en Biarritz, Bidache etc.; la mayoría se trasladaban a Burdeos ciudad que, por su desarrollo comercial, ofrecía mayores oportunidades. Burdeos había sido uno de los primeros asentamientos en Francia hasta que, en 1287, Eduardo I les expulsó desapareciendo la judería, que se reconstituyó en el s. XV con la llegada de los judíos españoles. Los judíos de Burdeos eran teóricamente católicos. Se casaban conforme el rito de la Iglesia, bautizaban a sus hijos, etc.; pero de manera discreta seguían practicando el judaísmo, a lo que las autoridades hacían la vista gorda. En 1550 se dio un paso más en el trato benévolo otorgándoles los mismos derechos de que disfrutaban comerciantes extranjeros. En 1614, cuando Luís XIII reiteró la orden de expulsión de los judíos de Francia, el decreto no se hizo extensivo a los de Burdeos porque teóricamente se les consideraba católicos. Para otros Burdeos fue una etapa en la marcha a otros países del litoral atlántico: La Róchele, Nantes, Rouen, o todavía más al norte. Todos aquellos eran puertos en los que había colonias de mercaderes castellanos establecidos desde el s.XV. Los conversos que querían volver a un judaísmo más riguroso y público procuraban marcharse a otras tierras; sobre todo a los Países Bajos y en especial a Ámsterdam, que apareció como el centro casi oficial de los sefardíes hasta merecer llamarse la Jerusalén holandesa. En 1619, el concejo de Ámsterdam autorizó formalmente a los judíos a vivir y trabajar como tales en la ciudad y practicar libremente su culto, exigiéndoles el

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compromiso de no atacar la religión cristiana ni verbalmente ni por escrito. En 1609 no había más de 200 sefardíes para una población de 70.000; en 1630 eran ya más de 1000 y a mitad de la centuria llegaron a ser 2000. Los Sanedrines y la Academia judeo-holandesa fueron brillantes en los s.XVI y XVII, levantándose una sinagoga a imitación del templo de Salomón. Los sefardíes de Ámsterdam supieron aprovecharse de manera muy hábil de la coyuntura internacional, utilizando relaciones con parientes, amigos y correligionarios, residentes en Francia, en Portugal o en España, para desarrollar fructuosas operaciones de importación o exportación desde puertos de Holanda. Llegaron a monopolizar durante algún tiempo el negocio del azúcar procedente del Brasil lo que les dio la oportunidad de emigrar al nordeste de este país, conquistado por Holanda a Portugal, y, desde allí, pasar a los virreinatos del Perú y la Nueva España. En 1644 había unos 1.500 sefardíes en la zona del Brasil ocupada por Holanda; diez años después, en la sola ciudad de Recife, eran casi 5.000 que vivían en excelentes condiciones de libertad para practicar su culto y ejercer su profesión de mercaderes. Fue oficialmente la primera colonia judía implantada en América. Cuando, en 1654, Portugal logró reconquistar los territorios, muchos de ellos tuvieron que refugiarse en las islas del Caribe: colonias holandesas como Curaçao o Aruba. Italia: bastante numerosos fueron los que la eligieron como tierra de exilio. Salieron hacia allí desde los puertos de Tortosa, Sagunt, Valencia y Cartagena. El cura de Los Palacios no lleva la cuenta de los que embarcaron en todos los puertos de Levante hacia Italia, tampoco hacia los reinos moros de Africa o hacia el Oriente. Recientemente, Hinojosa Montalvo nos dice que partieron hacia el exilio entre 4000 y 6000 judíos del Reino de Aragón, unos 3000 los que lo hicieron de Cataluña y en torno al millar del Reino de València. Unos fueron a Nápoles, donde reinaba el hijo bastardo de Alfonso V de Aragón, Ferrante, quien les recibió antes de morir en 1494 y les dio su protección. Entre ellos figuraba Yehudá León Abravanel (1460-1521) que salió desde el puerto de Valencia. Fueron expulsados en 1510, so pretexto de que propagaban la peste y la sífilis a la población. Buscan refugio en Roma donde, en un principio, parece que se encuentran bien a pesar de que los papas les exigen contribuciones elevadas, hasta que sube al trono pontificio Pablo IV y comienzan las persecuciones. Diez años más tarde Pío V, en 1569, ordena la expulsión de todos los judíos de los Estados Pontifícios. Muchos de los judíos que salieron de Nápoles y Roma se fueron a Ferrara o a Venecia. En Ferrara en noviembre de 1492 los duques se mostraron especialmente benévolos con unas veinte familias judías, algunas ricas e ilustres en España. Los duques los aceptaron con la condición de que no practicarían los préstamos usurarios. Este fue el inicio de la comunidad que se amplió luego con nuevas venidas. Ferrara dispuso durante algún tiempo de una comunidad dinámica y próspera, pero en 1591 se denuncia la presencia de apóstatas y relapsos y muchos judíos españoles son

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detenidos y llevados a Roma donde se celebra, el 19 de febrero de 1583, un auto de fe en el que se pronuncian varias sentencias de muerte. En Italia, desde entonces, sólo parece relativamente próspera Venecia, en donde se les obligaba a vivir en barrios separados (ghetto), llevar señales distintivas, pagar contribuciones elevadas, no adquirir inmuebles, no prestar dinero con interés superior al 10 ó 12 por cien y no ejercer determinados oficios. En varias ocasiones, 1497- 1550, se pretendió expulsarles, pero los judíos lograron burlar aquellas órdenes y volver a la ciudad después de un tiempo, de modo que siguieron viviendo en Venecia de manera ininterrumpida hasta fechas recientes. 1.2.- Territorios musulmanes: Imperio Otomano y Norte de África. En el Norte de África: ya había judíos antes de 1492, algunos procedentes de España emigrados a raíz de las matanzas de 1391. Aquella procedencia se vio reforzada después de 1492 por los hebreos que se embarcaron directamente en Cádiz (8000 familias de Andalucía y del maestrazgo de Santiago, s. Bernáldez), Valencia (sin datos) y los que hicieron otro tanto después de su breve estancia en Portugal. Por lo general en Marruecos, y concretamente en el reino de Fez, se les dio muy mala acogida. A pesar de ello decidieron quedarse, constituyendo en núcleo de juderías urbanas que a veces han subsistido hasta el s. XX. En Argel eran objeto de menosprecio de todos: los turcos y moros les asignaban un puesto inferior en la sociedad; los esclavos cristianos los odiaban por su participación en las transacciones del corso (Barbarroja). Llama la atención el hecho de que, en el s. XVII, los frailes que viajaban a Argel para redimir cautivos solían hospedarse en casas de judíos sefardíes. También accedieron judíos españoles a Túnez. No se mezclaron con los judíos de allí, sino que prefirieron formar una comunidad aparte. En Oran: conquistada en 1512 por el cardenal Cisneros y Pedro Navarro, y ocupada por España, casi sin interrupción hasta 1792. Tratándose de un territorio español, varias familias hebreas vieron el presidio hasta bien entrado el s. XVII. En 1669 la reina gobernadora ordenó la expulsión de los judíos de Oran, que embarcaron en una nave genovesa que los llevó a Liorna, ciudad en la que residían varios de sus correligionarios. Para muchos judíos españoles Italia fue solo una etapa en la marcha que les condujo hasta Oriente, hacia Salónica, Constantinopla, Esmirna, Rodas, Monastir, Sarajevo, Sofía… Turquía fue la única potencia que acogió a los sefardíes con los brazos abiertos. El sultán Bayaceto II (1481-1512) facilita su entrada. Su sucesor Solimán el Magnífico y los sucesores de éste, se esforzaron por facilitar la venida y estancia de sefardíes procedentes de Europa y el Norte de África porque veían en ellos a hombres

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emprendedores y conocedores de las técnicas que se usaban en Occidente: ferretería, sederías, pañerías, cañones, etc. Las comunidades más importantes fueron las de Constantinopla, donde a finales del s. XVI vivían 60.000 sefardíes, y de Salónica. Encontraron en el Imperio Otomano una segunda patria en la que, sometidos a vejaciones y a una fuerte presión fiscal, menospreciados por los turcos, pudieron sin embargo practicar su religión. A pesar de ello, no cabe duda de que fue la tierra que ofreció mejores condiciones a los judíos expulsados de España. Para finalizar esta primera parte de trabajo, destacar que la supervivencia de los sefardíes en la cristiandad europea y en la América ibérica se debió principalmente a dos factores que guardan estrecha relación entre sí:

- por una parte la practica matrimonial, casi siempre endógama; son rarísimas las uniones entre conversos y cristianos viejos.

- y por otra parte la existencia de redes organizadas cualquiera que sea el lugar donde se encuentren los sefardíes. Aquellas redes de solidaridad se constituyen a base de relaciones de negocios, complicidades religiosas y lazos de parentesco.

2.- EVOLUCIÓN DE LAS COMUNIDADES SEFARDÍES. Los judíos españoles expulsados de España acabaron por establecer su residencia definitiva en unas naciones que conviene dividir en dos grupos, de características y evolución muy distintas: - por una parte naciones de Europa, principalmente Los Países Bajos, Francia, Italia, Alemania, Inglaterra. - por otra parte los territorios musulmanes, casi todos a excepción de Marruecos sometidos al Imperio Otomano: Turquía, Siria, Egipto; pero también en regiones europeas como Grecia y los Balcanes, que estaban integradas en el Imperio Otomano. 2.1.- En las naciones cristianas de Europa. En el s. XVI, a pesar de sus enormes diferencias religiosas, políticas y sociales, los judíos eran tolerados, se les posibilitaba practicar el culto discretamente, sin darles ninguna garantía, y también la posibilidad de dedicarse a ocupaciones que les permitiera vivir holgadamente. La situación cambia a partir del s. XVII: el Mediterráneo deja de ser el Centro del mundo y surge el concepto moderno de Europa; las diferencias religiosas no tienen la importancia de antes; la primacía política, cultural, científica son: Holanda, Inglaterra y Francia, que son fuente de riqueza, desarrollo y bienestar. Los sefardíes se adaptan a esta evolución que implica renunciar ante todo a definirse como judíos; en este sistema, el comunitarísmo ya no tiene sentido.

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Los sefardíes de Burdeos fueron los primeros en reivindicar y obtener, en 1789, su emancipación política y su integración. Se convirtieron en ciudadanos franceses, lo que supuso que, desde entonces, sus orígenes hispánicos pasarán a segundo plano. Una evolución semejante se nota en las demás naciones de la Europa occidental, aún más significativa a partir de la revolución industrial del s. XVIII. Conforme avanza el s. XIX los sefardíes se integran cada vez más en la sociedad en la que viven; adoptan sus costumbres, indumentaria, y los idiomas español y portugués van cediendo a las lenguas nacionales. Libremente siguen acudiendo a la sinagoga y practicando los ritos que se exigen de un judío, pero lo hacen a título privado. 2.2.- En naciones islámicas. Mientras los sefardíes de Europa se benefician del desarrollo económico y cultural, sus correligionarios que vivían en los Balcanes, en Turquía, en el Oriente Próximo y en el norte de África, se veían arrastrados por el declive del mundo musulmán que repercutió en la posición económica y social de la minoría judía. En tierras del Islam seguían gozando de relativas garantías. Protegidos, a cambio de fuertes impuestos y varias vejaciones y discriminaciones, estaban autorizados no solo a practicar libremente su religión sino a disponer de un alto grado de autonomía, formando una comunidad aparte que se administraba por su cuenta, al margen de de la sociedad musulmana. Al contrario que los sefardíes europeos, un elemento determinante en la conformidad de la identidad de las comunidades sefardíes fue la lengua, que siguieron hablando o escribiendo hasta nuestros días. Un castellano tal como se hablaba cuando fueron expulsados pero que, a partir del s. XVII, empezó a distinguirse del que se hablaba y escribía en la Península. A principios del s. XIX la población sefardí de Turquía giraba alrededor de 200.000 personas. Las ciudades con mayor población judía eran: Estambul, Esmirna, Edirna y, sobre todo, Salónica: “la Jerusalén de los Balcanes”. Los sefardíes no se habían beneficiado de las reformas llevadas a cabo en el Imperio Otomano en 1839 y 1856. No frecuentaban las escuelas turcas. En 1860 unos sefardíes franceses fundaron la Alianza Israelita Universal que fue fundamental para la instrucción y modernización de las comunidades judías del Imperio Otomano, abriéndoles la puerta a la cultura francesa y, por medio de aquella cultura, al mundo contemporáneo. Pudieron desde entonces emigrar a Francia, Alemania o EEUU. El progreso cultural se acompañó de una especie de renacimiento económico, que se materializa en el gran número de bancos de negocios que los sefardíes crean en Estambul entre 1880 y 1914. A través de la Alianza es pues la cultura europea y occidental la que se difunde en el mundo musulmán. El norte de África también se benefició de aquellos adelantos.

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Desde 1830 Argelia es colonia francesa; a finales de s. XIX y principios del XX Francia se impone en Túnez y Marruecos. En todos estos territorios los sefardíes gozan de la solidaridad y solicitud de sus correligionarios franceses, que tratan de sacarlos de la ignorancia y estancamiento. La educación dada por la Alianza contribuyó al afrancesamiento en general de la cultura sefardí, favoreciendo la relajación en la lengua judeo-español que pasa al ámbito estrictamente familiar. De tal manera que en el s. XX el judeo-español era a la vez una señal de identidad y una causa de aislamiento y estancamiento.

3.- RETORNO DE JUDÍOS SEFARDÍES A ESPAÑA España ocupa un lugar aparte en el de la Europa moderna: el de una nación en la que oficialmente no existen judíos.

En el s. XVIII los procesos contra judaizantes van disminuyendo, y en el s. XIX realmente no quedaban ni judíos ni criptojudíos en España. No obstante el antijudaísmo preocupaba a la Iglesia católica pero ahora completamente unido con el tema del complot masónico. España no solo no tenía judíos en su seno sino que había olvidado por completo a los que habían sido

expulsados en 1492. Hasta 1860 no se tenía noticia de las comunidades sefardíes que vivían en el mundo musulmán; fue el seis de febrero de 1860 cuando las tropas españolas entran en Tetuán y quedan asombradas al ver salir a las calles gentes que las ovacionan en un castellano un poco raro. Eran los judíos maltratados por los moros que antes de abandonar la plaza habían saqueado la judería, causando decenas de víctimas. De esta manera se enteró España que al otro lado del estrecho de Gibraltar vivían miles de sefardíes, descendientes de los judíos que fueron expulsados en 1492, que seguían hablando el español medieval. España tuvo que evacuar Tetuán en 1862 pero dejó en la plaza una importante colonia, un consulado y unas relaciones muy estrechas con los hebreos de la ciudad, que vieron mejorar su situación. A pesar de esto, varias decenas de ellos se refugiaron en Ceuta y otras ciudades del sur de España, donde fueron bien recibidos. De Marruecos procedió la colonia hebrea de Sevilla. La revolución de 1868 suscitó esperanzas en los sefardíes. Los de Burdeos solicitaron al general Serrano la derogación del edicto de expulsión, y la respuesta fue que con la aprobación de la libertad religiosa se entendía dicho edicto derogado.

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Comerciantes de Marruecos aprovecharon la libertad religiosa para establecerse en Madrid, Barcelona y algunas ciudades andaluzas. En definitiva, el descubrimiento de los sefardíes de Tetuán y la libertad religiosa no produjeron gran impacto, y el movimiento de retorno emprendido fue muy limitado. En 1876 cuando se restauró la monarquía, el gobierno de Alfonso XII no derogó el edicto como solicitaban los judíos ingleses. Veinte años después, en 1881, los espantosos pogromos de Rusia y los Balcanes tuvieron consecuencias más positivas. Emilio Cautelar, Presidente de la primera República española, se mostró dispuesto a sumarse a la campaña de ayuda a los judíos rusos “abriéndoles las puertas de lo que fue su antigua patria”, pero los resultados fueron muy modestos no por culpa del rey y su gobierno sino porque a los judíos que huían de Rusia, y que no eran todos sefardíes, les interesaba instalarse en naciones que consideraban más desarrolladas y prósperas que España. No pasarían de 41 las familias de judíos que se establecieron en España en 1881. Eran sastres, panaderos, peleteros, dependientes de comercio...

Unos meses antes, en el verano de 1880, el doctor Ángel Pulido Fernández (1852-1932) con ocasión de un viaje a Viena, donde estaba estudiando su hijo, se llevó la sorpresa al encontrarse con varios judíos de que le hablaron en español y le dieron noticias de las comunidades sefardíes de Serbia, Bulgaria, Rumania y Turquía. El 13 de noviembre de 1903, Pulido pidió al Senado que España se acercase a los sefardíes balcánicos. Poco se hizo en su favor. Algunos judíos se establecieron en España con la garantía de que se les permitiría celebrar su culto discretamente e incluso abrir alguna sinagoga.

Las campañas de Pulido, como senador, a favor del acercamiento y la repatriación de los judíos sefardíes tuvieron al menos el mérito de llamar la atención de las autoridades españolas sobre los miles de sefardíes que vivían en los Balcanes, en Grecia y en Turquía. Así vemos como: Los sefardíes turcos seguían beneficiándose de la tradicional tolerancia del Imperio Otomano, no así los sefardíes asentados en otras naciones sobre todo Grecia. Los griegos tomaron una actitud negativa hacia ellos, siendo víctimas de discriminaciones legales, cuando no vejaciones y saqueos. Los sefardíes griegos pidieron la intervención del gobierno español y este firmó con el griego, en 1916, un acuerdo por el cual tomaba a los sefardíes bajo su protección como si fueran de nacionalidad española, en el caso de producirse algún litigio o amenaza contra su persona o bienes. España se declaraba así protectora oficial de los

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sefardíes. Y el Directorio Militar de Primo de Rivera aprobó el Decreto de 1924 que concedía la nacionalidad española a los antiguos protegidos españoles o sus descendientes y, en general, a individuos pertenecientes a familias de origen sefardí. Para poner las cosas más fáciles la solicitud podía tramitarse antes del 31 de diciembre en cualquier Consulado Español. Pidieron la nacionalidad española de cuatro a cinco mil sefardíes. El mismo ministro Fernando de los Ríos promueve un nuevo Decreto, el 31 de abril de 1931, donde se reduce el tiempo de residencia en territorio español a solo dos años para ciertos grupos nacionales, y se incluye a los naturales de la zona marroquí. Una medida que apunta directamente a la nacionalización en masa de los sefardíes residentes en el norte de Marruecos. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, el Decreto está en una situación nebulosa en el que no está en plena vigencia pero tampoco ha sido revocado. Lo que da pie a que algunos diplomáticos españoles, a título individual, lleven a cabo la tramitación de documentos legales españoles para salvar la vida de los judíos. Destaca la labor de Ángel Sanz Briz que salvó a 5.200 judíos húngaros proporcionando pasaportes españoles, en un principio a judíos que alegaban un pasado sefardí y posteriormente a cualquier judío. Por este hecho fue reconocido por Israel como Justo entre las Naciones, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto. La práctica totalidad de los judíos húngaros que salvó eran askenazies. Mientras, el mariscal Petain, el 3 de 0ctubre de 1940, anuló todo lo legislado en Francia desde 1791, considerando a los judíos una raza aparte que sólo en casos muy contados podrían adquirir la nacionalidad francesa; lo que se tradujo en la deportación y persecución de todos los judíos residentes en Francia, incluidos los recién emigrados sefardíes. El régimen de Franco, a pesar de declaraciones ideológicas sobre el complot judeo-masónico y de la repetida aprobación del decreto de expulsión de 1492, se mostró bastante benévolo con los sefardíes y judíos. En 1968 se reconoció finalmente la derogación del edicto de expulsión de los Reyes Católicos. En 1974 vivirían en España cerca de 10.000 judíos la mayoría procedentes de Marruecos tras la independencia de 1956. De ellos: 2.800 en Barcelona, 2.500 en Madrid, 800 en Málaga, 1.200 en Ceuta, 800 en Melilla y el resto en Sevilla, València, Alicante y otras ciudades, todos ellos aparentemente sin problemas mayores.

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4.- SITUACIÓN ACTUAL DE LOS JUDÍOS SEFARDÍES. La guerra mundial ha aportado cambios sustanciales en la estructuración del judaísmo. Las comunidades sefardíes del Norte de África, de los Balcanes y del antiguo Imperio Otomano están en vías de desaparición. En Grecia vivían unos 80.000 sefardíes en 1940, unos 50.000 perecieron en los campos nazis; en la actualidad sólo quedan unos 1.000 sefardíes; de los 70.000 de la antigua Yugoslavia, 55.000 han muerto; en Bulgaria, los sefardíes no pasan de 10.000 y en Turquía de 15.000…Cifras similares se podrían aducir para el resto de comunidades. En el Norte de África es la descolonización la que ha acarreado la casi desaparición de los sefardíes. De los 150.000 que en 1962 había en Argelia la inmensa mayoría (135.000) se estableció en Francia; unos 15.000 se fueron a Israel. En Marruecos se produjo un fenómeno parecido; los sefardíes marcharon o a Québec o a Israel. La creación del estado de Israel, en 1948, ha tenido como consecuencia que muchos supervivientes hayan emigrado a una tierra que consideran ahora como su patria, llegando a representar, los sefardíes, un 60-65 por cien de la población judía de Israel. En España residen unos 20.000 judíos, casi todos ciudadanos españoles, pero no está claro que todos sean sefardíes. Están asimilados al resto de la población. Sus hijos, sin renegar de sus orígenes, se alejan de la tradición y de la práctica religiosa; los matrimonios mixtos parecen estar en aumento y una de las grandes preocupaciones de la comunidad judía es cómo lograr la transmisión de los valores culturales y de la religión para que ambas pervivan. Los viejos tópicos ya no tienen vigencia. En enero de 1968 se reconoció oficialmente al estado de Israel. Por parte de las máximas autoridades, España da señales inequívocas de su voluntad de liquidar un pasado doloroso. Lejos de su tierra los sefardíes se convirtieron en una España itinerante, que ha conservado con inigualable celo el legado cultural y lingüístico de sus antepasados. En el V centenario del decreto de expulsión, el rey Juan Carlos, sucesor de los Reyes Católicos, afirmaba que Sefarad ha dejado de ser una nostalgia para convertirse en un hogar en el que los sefardíes deben sentirse como en su casa, ya que España es todos los españoles, cualquiera que sea su religión. Pero lo cierto es que lo sefardí como tal está en vías de desaparición. Hemos visto cómo los hispano-hebreos que, a raíz de la expulsión, se habían establecido en la Europa cristiana habían acabado asimilándose a las naciones en las que vivían, hasta olvidarse de la lengua y las tradiciones de sus antepasados. Lo mismo ocurrió con los

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sefardíes de las colonias francesas de Marruecos y Argelia. Los sefardíes del Imperio Otomano conservaron durante siglos su lengua y su apego a la tierra de sus antepasados porque vivían separados del resto de la población y del mundo moderno, sin participar activamente, como lo hicieron en el s. XVI, en la vida económica. A mediados del s. XIX los esfuerzos por mejorar la suerte y la cultura de los sefardíes del Imperio Otomano acabaron dando los mismos resultados que en la Europa cristiana. La amistad y las excelentes condiciones que los sefardíes tuvieron con los turcos persisten aún a la fecha. El genocidio y la creación del Estado de Israel, y la autorizaron desde 1989 de la salida de la Unión Soviética de miles de judíos askenazíes, que emigraron a la nueva patria del judaísmo, han acelerado aquel proceso. Hoy para muchos sefardíes su segunda patria no es España sino Israel

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LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS DE ESPAÑA: Origen, consecuencias, esperanzas.

La expulsión de los judíos tuvo su origen en el antisemitismo, agitación

política, social y económica o de cualquier otro tipo en contra de los judíos. El término designa la forma de hablar y el comportamiento despectivo hacia el pueblo judío en general, independientemente de la religión, extendido desde la crisis del siglo XIV lo que provocó expresiones particularmente violentas en 1391.

Una de las salidas que optaron los judíos era convertirse por interés, de esta

manera podía seguir siendo judíos en la intimidad pero a puertas abiertas serian nuevos cristianos. Pero mientras la práctica del judaísmo estuviera permitida y las sinagogas funcionaran con normalidad, el judío converso corría el peligro de que volviera a su religión lo que animó a la reina, aconsejada por la Inquisición, a expulsar a los judíos, a pesar de que ayudaron a los Reyes Católicos, financieramente, para sufragar los gastos de la guerra contra los musulmanes de Granada. Así pues, no atendieron las súplicas de Isaac Abravanel a favor de sus hermanos, pues la política real, basada en la unidad dinástica, el poder real y la unidad religiosa, apoyada en la Inquisición y en su Inquisidor Mayor, fray Tomás de Torquemada, solamente aceptaba la conversión de los judíos.

El Edicto de expulsión promulgado el 31 de Marzo de 1492 en la ciudad de

Granada, daba un plazo de cuatro meses, es decir hasta el 31 de Julio del mismo año 1492, para que todo judío que se negase a convertirse al cristianismo abandonase el territorio. Indicaba dicho Edicto que si optaban por el destierro, no podían llevarse oro, plata, joyas, monedas, armas, ni otros valores, todo ello podría ser canjeado por letras de cambio de la Corona, lo cual creó un próspero elemento financiero que se disputaron la Corona y la Inquisición por motivo de las expropiaciones del Decreto.

Bastantes judíos, se

calcula que 20.000, muchos de ellos pertenecientes a la élite hebrea escogieron la conversión para evitar su expulsión y la pérdida de sus bienes, aunque la gran mayoría eligieron el camino del exilio. Algunos de los conversos que simularon el bautismo marcharon, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, a países donde podían reunirse y vivir abiertamente como judíos.

La expulsión supuso que se perdieran figuras ilustres del mundo cultural y

científico, tales como Abraham Zacuth (astrónomo y cosmógrafo); Salomón Ben Verga

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(escritor), Isaac Abravanel (hijo de un consejero de los Reyes Católicos y escritor), además de otros muchos.

Las estimaciones de la cifra total de judíos que salieron de España son muy dispares, pues abarcan desde los 50.000 a los 250.000 individuos. En Aragón se calcula que eran pocos, unos 15.000 habitantes. Sin embargo en Castilla y León, Castilla La Mancha, Andalucía y Murcia, eran bastantes más.

Un grupo numeroso, alentados por la esperanza de retornar pronto a Sefarad,

como llamaban a España, fueron admitidos con determinadas condiciones en el vecino reino de Portugal, en el cual en breve, dada la similitud con el ejemplo de los Reyes Católicos, determinaron que el 5 de Diciembre de 1496, el rey D. Manuel El Afortunado, decretase la expulsión de los hebreos establecidos en sus dominios, siempre que se negasen a recibir el bautismo; aunque cometió el error de hacer bautizar a muchos judíos a la fuerza con la idea de que sus tesoros quedasen en el reino. Estas conversiones forzadas provocaron grandes apostasías, las cuales por el peligro que suponía el pueblo judío para las gentes, desencadenaron su antisemitismo.

En Abril de 1506 se registraron en Portugal durante tres días una gran matanza de judíos. Se supone que solamente en Lisboa fueron más de dos mil. El rey D. Manuel reprimió esos excesos con mano dura y en 1507 dictó una pragmática, la cual rehabilitaba a los “cristianos nuevos” en los beneficios de la ley común, permitiéndoles salir del reino o permanecer en él.

Debido a la labor de los judaizantes, el rey D. Manuel, en 1515, solicitó a la

Santa Sede el establecer el Tribunal de la Inquisición, pues se sospechaba que los judíos conversos seguían practicando su religión, incluso atacaban los lugares de culto y las imágenes. Dicha Inquisición se enfrentó a los judaizantes con procesos contra la apostasía, prohibiéndoseles la expatriación. En 1587, el rey Felipe II de España, tras la conquista de Portugal, autorizó a los judíos para que pudieran salir del reino y establecerse en las colonias portuguesas de Africa y América. Esto agradó a los hebreos y numerosos de ellos salieron de Portugal.

Grupos de sefarditas se instalaron en

Navarra, de donde años más tarde fueron expulsados y, atravesando los Pirineos, se refugiaron en las juderías del mediodía de Francia, en las ciudades de Burdeos, Bayona, Nantes y Marsella, principalmente. Algunos falsos conversos continuaron camino y llegaron hasta los Países Bajos; en Holanda, donde encontraron campo propicio para su expansión financiera y mercantil, llegaron a trasladar a Ámsterdam, el

centro comercial de mundo y el centro de la cultura rabínica. Los Sanedrines y la Academia judeo-holandesa fueron brillantes en los siglos XVI y XVII, levantándose en Ámsterdam una sinagoga a imitación del Templo de Salomón.

Algunas familias judías se desplazaron hasta Inglaterra y otros países de la

Europa Central.

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Otros, pasando por el estrecho de Gibraltar, se distribuyeron por el norte de

Africa (Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto), debiendo mencionar entre ellos al sabio cosmógrafo Abraham Zacuth, que fue catedrático de la Universidad de Salamanca y autor del Almanach Perpetuum, publicado en 1496, aunque era conocido desde antes, y el cual más tarde tradujo al portugués José Vizinho, un judío de la corte de Lisboa que fue discípulo de Zacuth. Algunos de los desterrados no se quedaron y continuaron hacia Palestina llegando hasta el Imperio del Gran Turco. Donde fundaron las comunidades sefardíes más importantes, tales como Constantinopla, Corfú, Esmirna, Monastir, Safed, Tiberíades, Jerusalén y especialmente en Salónica, ciudad en la que se han convertido en población mayoritaria.

También hubo los que cruzando el Mediterráneo, se instalaron en ciudades de

Italia, sobre todo en Venecia, Florencia, Roma, Génova y Ferrara, en las cuales ya se notaba la influencia de los banqueros y mercaderes hebreos. Entre las familias que se asentaron en Venecia, destaca la de Isaac Abravanel, quien había sido ministro de Alfonso V de Portugal y de los Reyes Católicos de España. Murió 14 años después de su destierro, legando al judaísmo importantes comentarios de critica histórica sobre textos del Antiguo Testamento; más tarde su hijo Jehudá, escribió sus conocidos Dialoghi di Amore.

Los que no se quedaron en Italia siguieron camino a los Balcanes, Asía Menor y

Palestina, donde se juntaron con los que habían tomado el camino del norte de Africa. En todos los lugares donde se asentaron, fundaron centros judíos que

conservaron la lengua y el recuerdo de la procedencia regional (castellanos, catalanes, aragoneses, portugueses, etc.). Los turistas que recorren el norte africano, encuentran aun hoy día, familias judías que se precian de descender de los sefarditas expulsados de España y aunque aparentemente se confunden con la población indígena al hablar su mismo idioma y vestir como ellos no han claudicado de su vieja fe, ni renunciado a sus costumbres israelitas, por lo que frecuentemente padecen persecuciones por la población berberisca. La última de que se tiene noticia se efectuó en Túnez y Argelia en los años 1920-1921, sobre todo en la judería de Orán.

A fines del siglo XIX, los sefardíes del imperio otomano empezaron a emigrar a

América, donde conservaron el recuerdo de su procedencia (comunidades de esmirlíes, menasterlíes, etc.). La nueva Constitución turca de 1908, que obligaba a los judíos a hacer el servicio militar, aumentó la corriente migratoria a América.

También en aquellos países tuvieron que sufrir persecuciones, debido principalmente a que sus habitantes, descendientes de españoles, siguieron obsesionados con la “limpieza de sangre” para apartar a los judíos de los puestos dirigentes. Aunque éstos conservaron sus costumbres, lenguaje y tradiciones sefardíes.

Las naciones surgidas del desmembramiento del imperio turco (Grecia, Bulgaria,

Yugoslavia, Montenegro, etc.) y del imperio austrohúngaro (Rumania) vieron sus comunidades judías terriblemente diezmadas, cuando no suprimidas, con la persecución nazi durante la segunda guerra mundial.

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Posteriormente nutridos grupos de sefardíes se instalaron en Israel, donde

mantienen una actividad específica notable y representan un 65% de la población judía. En el judaísmo mundial, los sefardíes constituyen un 60%. Actualmente sigue siendo importante la comunidad sefardí de Marruecos (Marraqueck, Mogador, Casablanca y Fez, donde hoy día aún subsisten), a pesar del éxodo que se produjo tras su independencia (1957-1963), dentro la operación Yakhin de retorno a Israel.

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SALIDA DE LOS JUDIOS DE ESPAÑA

Los judíos fueron expulsados de España el 31 de julio de 1492, en virtud del Edicto de Granada que establecía la obligación de abandonar el territorio Español para todos los judíos, salvo aquellos que se convirtieran al cristianismo.

Proclamada la expulsión, el inquisidor Torquemada prohibió mantener el menor contacto con los judíos. El rey Fernando II confisco las propiedades de los israelitas desterrados con el pretexto de garantizar el pago de las deudas supuestamente contraídas, así la riqueza se desvaneció por completo y tuvieron que abandonar pobres el país hacia el exilio.

Al salir de España, los judíos sefarditas dejaron tras de sí muchas cosas, pero una se llevaron con ellos: la cultura española.

Generalmente los judíos exiliados terminaron en zonas mediterráneas o países cercanos.

Los judíos de Castilla y León pasaron a Navarra o Portugal donde el monarca luso Juan II los acepto por una estancia limitada de seis meses, previo pago de un ducado por persona, muchos de ellos se quedaron más tiempo hasta que fueron expulsados en 1499 por el rey luso Manuel I. los que fueron a Portugal y no podían pagar sus impuestos, fueron enviados a las Islas de los Lagartos, de ese reino serian expulsados definitivamente en 1496. En l536 la Inquisición se instalo firmemente en Portugal para investigar las actividades de los conversos, produciendo un nuevo exilio, ahora hacia el norte de África, Italia, Turquía y Holanda, siendo bien recibidos en esta ultima nación llegando a ser Ámsterdam el principal centro judío de Europa Occidental.

Los judíos de Aragón y Álava, también se dirigieron hacia Navarra (reino independiente hasta 1512) hasta que en 1498 se les expulso de allí, marchando entonces hasta Francia, donde fundaron el barrio del Santo Espíritu de Bayona. También se establecieron en Inglaterra, Países Bajos, y Alemania. Muchos llegaron al Imperio Otomano donde fueron bien recibidos por el sultán Bayaceto II, les permitió que conservaran la lengua y la mayoría de sus tradiciones hispánicas por casi 4OO años algo así ocurrió en Marruecos, donde ya Vivian judíos mucho tiempo antes, a pesar de los malos tratos que recibieron en Marruecos, los sefarditas pudieron proceder a la redacción de nuevas ordenanzas para la convivencia, logrando que las autoridades las confirmasen, el cesarismo como carácter diferencial incluyendo el uso de la lengua y la conservación del folklore, se mantuvo de modo persistente. Sin embargo el tiempo favoreció que se originaran dos versiones del español sefardí, el ladino (hablado en los Balcanes) y la Haquitía de Marruecos.

Algunos de los desterrados, tras la amarga experiencia vivida en Portugal o Marruecos regresaron a la Península alegando que querían hacerse cristianos o presentando certificados de que habían recibido el bautismo.

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En sus lugares de exilio, los judíos mantuvieron la lengua española porque ésta era un signo de pertenencia a la comunidad judía, el español hablado por los sefardíes era conocido como yahudice (literalmente judío).

Judíos de Al-Ándalus, primero se dirigieron hacia el Puerto de Santa María, después de varios días de frustración, embarcaron hasta la ciudad de Arcilla (Marruecos) donde hubo un cruce entre los judíos que venían expoliados del reino de Fez y los que deseaban llegar, de cualquier modo, los que llegaron al reino de Fez fueron expoliados, tanto por los musulmanes como por los judíos instalados desde hacia tiempo.

Los que se trasladaron hacia Italia tuvieron mejor suerte, exceptuando los que se dirigieron a Génova, donde nunca se autorizó a los judíos a establecerse en sus dominios. Exceptuando a los genoveses, el rey de Nápoles, el duque de Ferrara y el Pontífice acogieron con simpatía a los judíos exiliados.

Señalar que en la ciudad de Roma la comunidad judía asentada intentó evitar la entrada de los sefarditas (judíos procedentes de la península ibérica, en hebreo 'Sefarad') ofreciendo una gran cantidad de dinero al pontífice.

Muchos judíos pasaron por Italia como una etapa que conducía hasta Oriente, a Constantinopla, Rodas, Sarajevo, Sofía,..., etc.

Durante los siglos XIX y XX muchos judíos de Europa Central y Oriental, se fueron a América del Norte y después de la II guerra mundial, grupos de distintos lugares emigraron a Israel. El Holocausto

El genocidio judío se llevó a cabo durante el III Reich, en la Segunda guerra mundial, cuyo último responsable técnicamente fue Adolf Hitler, líder nacionalsocialista socialista (Partido Nazi), quien impuso una dictadura en Alemania y fundó el III Reich. Llevó a cabo medidas de recuperación económicas a causa de la crisis de la época y la deuda alemana, tras la Primera Guerra Mundial, hacia los demás países que sufrieron pérdidas de guerra. Además, impregnó con esas medidas un racismo antisemita, la animadversión a los judíos, a quienes Hitler culpaba de la crisis y del deterioro social y político, pues la ideología del Partido Nazi era anticapitalista, antimarxista. “La solución final”: eliminar la raza judía de Europa. Se exterminaron alrededor de seis millones de judíos durante el Holocausto, sin contar los demás grupos sociales que no fueron aceptados y se les internaron en campos de concentración de Alemania, Polonia y demás países donde habitaban. Los campos de concentración más conocidos son los de Buchenwald, Dachau, Auschwitz-Birkena.

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La destrucción de casi toda la comunidad sefardí en el Holocausto originó en gran medida una disminución sustancial en la población hablante de lengua judeoespañola. Esto llevó a muchos miembros de la comunidad sefardí, esparcida principalmente en América e Israel. Intentar preservar la lengua, institucionalizarla y promover actividades científicas y culturales en torno a ella. Israel funda, a iniciativa del presidente Isaac Navón, la Autoridad Nacional del Ladino, órgano encargado del estudio del judeoespañol, su protección y conservación.

Los sefarditas en la actualidad

La comunidad sefardí, hoy en día, es mucho más numerosa en el Estado de Israel, donde hubo desde tiempos otomanos una comunidad en Safed, Galilea. En la actualidad, existen comunidades en las ciudades de Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Tienen su propia representación en la Knesset e incluso un rabino actúa como líder de la comunidad, Salomo Amar. El partido religioso sefardí Shas es una de las principales fuerzas políticas en Israel y la fuerza "confesional" más numerosa.

En pro de la preservación de la cultura sefardí, las emisoras de radio Kohl Israel y Radio Exterior de España emiten programas en lengua judeoespañola y dedican gran parte del tiempo a la divulgación de los eventos en favor de la cultura. Recientemente, el Instituto Cervantes de Estambul, en colaboración con la comunidad sefardí residente en la ciudad, imparte cursos de judeoespañol de manera regular. La Fundación Francisco Cantera Burgos en la ciudad española de Miranda de Ebro (Burgos) posee la mayor biblioteca en temas sefarditas y hebraicos de Europa, y una de las mayores del mundo.

Desde 1982, España tiene establecido el reconocimiento de la nacionalidad a los sefardíes que demuestren una clara vinculación con el país. Las nacionalizaciones se tramitan por vía de excepcionalidad a través del acuerdo del Consejo de Ministros. Por vía ordinaria, el plazo para adquirir la nacionalidad por los sefardíes en razón de su residencia es de dos años, al igual que para los nacionales de origen de Iberoamérica, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal y ocho menos que el resto de los no nacionales.

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7.-RELIGIÓN, CULTURA, COSTUMBRES, DEPORTES, LEYES, DE LOS JUDÍOS

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7.1. Los judíos en la España Romana y Visigoda. Situación Jurídica

Los orígenes del establecimiento de los judíos en España, fueron motivo de leyendas. A partir del siglo X circularon numerosas historias relativas a las familias y comunidades judías de cuyos antecesores se aseguraba que Tito, o incluso Nabucodonosor, los había desterrado de Judea y los había traído a España. Tanto los judíos como los cristianos se empeñaron en asociar sus orígenes con las tradiciones más antiguas y consagradas del género humano.

Hacia el final de la Edad Media, los conversos de

ascendencia judía, buscaron apoyo en estas leyendas con el fin de probar que sus antecesores no habían tomado parte en la crucifixión de Jesús. Pero el motivo predominante en la formación de tales leyendas fue la convicción de los judíos españoles de que su alto nivel cultural se debía a su descendencia de la tribu de Judá.

Los judíos se extendieron por todo el Imperio romano, vivían su vida separados

de la comunidad cristiana, con sus propias leyes. Tenían sus sinagogas y seguían las enseñanzas de la Biblia. En Magona (Mahón) participaban en la vida política de la ciudad con los mismos derechos que los demás habitantes, hasta que la nueva religión cristiana vino a romper la armonía. El jefe de la comunidad judía estaba exento de las tareas de la curia o concejo municipal y desempeñaba el cargo de Defensor, de alto honor y muy codiciado. Otro judío tenía el título de comes Provincia.

La mayoría de los judíos eran ricos terratenientes. Abundaban entre ellos los

nombres latinos y griegos y solo unos pocos llevaban nombres hebreos. Algunos apellidos famosos por las personalidades que los llevaron se originaron también en este periodo.

“Broche Para Talit”

“Los flecos del talit representan los 613

mandamientos encontrados en la Toráh o

Ley de Moisés (Números 15:37-40).Tiene bordados

símbolos religiosos y escrituras en

Hebreo.”

Situación Jurídica: De su vida ciudadana conocemos muy poco. Continuaba en vigor el Derecho Municipal romano, pero no sabemos si la posición social antes de que llegaran los visigodos, los judíos ya gozaban de importancia en España

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En un principio, los visigodos no introdujeron cambios en la situación jurídica de los judíos. La legislación que se hallaba en vigor en el siglo VII parece indicar que la tierra era para los judíos la base de su existencia, lo mismo que para los godos e hispanorromanos. Los judíos cultivaban sus tierras por sí o con ayuda de esclavos. Poseían fincas en arriendo o la arrendaban a otros por el sistema muy extendido del colonato.

Algunos desempeñaban el puesto de administradores de haciendas y

económica de los judíos habitantes de las ciudades seguía siendo la misma. Alguna noticia nos informa de judíos dedicados al comercio con otros países. Los documentos existentes dan pie para deducir que los judíos habitaban sobre todo en los núcleos culturalmente avanzados: la capital, Toledo, y las regiones meridionales Andalucía y orientales (Cataluña).

En los tribunales civiles se juzgaba a los judíos según el Derecho Romano. Sin

embargo, no se les consideraba ciudadanos romanos con plenitud de derechos, pues las leyes del Código de Teodosio, que por influencia cristiana habían cercenado los derechos de los judíos fueron incluidas en el primer código visigótico.

Código Visigótico: En este primer código visigótico excluía a los judíos de los cargos públicos, proscribía los matrimonios entre cristianos y judíos y prohibía a éstos construir sinagogas nuevas, poseer esclavos cristianos, perseguir a los judíos apóstatas, etc. Pero en la práctica no se cumplieron estas disposiciones.

En su modo de vivir los judíos estaban más cerca de los hispanorromanos que

de los visigodos, pero el fanatismo religioso levantaba una barrera entre ellos. Al parecer los judíos pagaban un impuesto especial. En las grandes ciudades

estaban organizados en comunidades separadas. Conocemos sus costumbres y prácticas religiosas por los decretos promulgados contra ellos durante las persecuciones posteriores. Observaban los preceptos fundamentales de la ley judía: la circuncisión, el sábado y las fiestas, las leyes alimenticias y las relativas al matrimonio y los esclavos. Para fortalecer su fe leían opúsculos religiosos, muy probablemente escritos en latín.

Corazón Jai Símbolo de bendición del hogar

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Durante la época visigoda, los judíos lo pasaron mal, fueron perseguidos por

Sisebuto y no les dejaban desarrollarse con libertad, hasta que llegaron los árabes y entonces empieza una época de esplendor para los judíos.

Los judíos Bajo El Califato: La cultura y el poder en Andalucía estaban

representadas por el califa Abd al Rahman III quien hizo de Córdoba la capital cultural del Oeste. Fue esta una edad de oro para los judíos; estudiaron árabe y erigieron prósperas comunidades en Sevilla, Granada y Córdoba, la capital: Bajo el Califato los judíos podían preservar sus ritos y tradiciones. La coexistencia pacífica condujo a su florecimiento económico y social. Poco a poco comenzaron a obtener posiciones importantes en la administración del califato y también se distinguieron como hábiles artesanos.

Desempeñaban un papel en las caravanas que cruzaban las rutas principales de

Al-Andalus y sus ciudades, siendo pieles, telas y alhajas sus mercancías principales. La comunidad judía de Córdoba gozó de un crecimiento extraordinario bajo la protección del Califa y contaba con el apoyo real en sus relaciones con el estado.

La sociedad judía en los siglos X, XI y XII corre pareja con la cristiana. En esta

época se mantiene una cierta estabilidad social y por lo tanto el matrimonio constituye la base de la familia judía, pudiendo practicar libremente sus ritos religiosos y sus costumbres tradicionales. El nacimiento de un varón sigue siendo un acontecimiento importante. Pero los cristianos no ven con buenos ojos la circuncisión de los judíos.

Para los judíos españoles, la sinagoga sigue siendo el centro de la comunidad,

allí siguen las enseñanzas del rabino. La vida familiar giraba en torno a las mujeres de la casa. En las familias

modestas trabajaban y se ocupaban del hogar y los hijos, mientras que entre las élites dirigentes podían equiparase a las nobles damas cristianas.

Gremios, Profesiones y Oficios: Hasta el siglo XIII muchos judíos fueron ricos

terratenientes y otros muchos basaban su economía en el campo. La gran mayoría se dedicaba al comercio y la artesanía, se constituían en gremios y ocupaban determinadas calles de la ciudad.

En Aragón se distinguían por ser tintoreros y guarnicioneros, sastres, zapateros,

joyeros, y comerciantes en paño por lo que llevaban una vida muy desahogada. Una de las profesiones en que destacaron fue la medicina.

El ejercicio físico en día festivo

Los judíos tenían prohibido realizar ningún tipo de esfuerzo, labor o trabajo (definidas con el término” mejalá”) durante su día festivo de descanso (el Sabbath), lo que provocó que tan solo pudieran practicar actividades físicas recreativas los días festivos de las otras religiones, el viernes y el domingo, días que para ellos eran

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laborables y que empleaban para vender y hacer buenos negocios, que el resto de la semana estaban vetados para ellos.

Además, los judíos estaban tremendamente dirigidos por sus normas y tradiciones.

Todo en la vida de los

sefardíes estaba dirigido por leyes escritas y rituales marcados por el calendario litúrgico. Todo estaba regulado por la Thorá y la Mishnah, todas están escritas en la Biblia.

Maimónides, que era médico,

les recomendó hacer ejercicio físico para adquirir mejor calidad de vida. Practicaban la danza y el tiro al arco,

paseaban y hacía ejercicios de autodefensa. También les gustaba: bailar, los juegos de azar, el ajedrez, y los juegos de niños. Durante toda la Edad Media se aprecia en toda la cultura sefardí una gran preocupación por todas las actividades físicas higiénicas que aportasen bienestar a los ciudadanos.

Tampoco podemos olvidar que los propios rabinos eran los encargados de hacer

cumplir los severos códigos rituales de higiene y limpieza que ya aparecían en el Levítico, e incluso que para la cultura hebrea la enfermedad era un castigo divino por los pecados, de ahí, la importancia de mantener el cuerpo sano.

Según decía Moisés La mejor clase de ejercicio es aquel que cansa el cuerpo

mientras que endurece el alma, haciéndola feliz, como por ejemplo la caza, o jugar con la pelota. Tales efectos psicológicos pueden incluso curar enfermedades.

También practicaban masajes corporales. La práctica de la natación fue una

actividad muy arraigada en las tres culturas, siendo costumbre muy habitual el asistir a los baños públicos o termas.

El deporte sefardí: Se cree que se disputaban

competiciones populares festivas: torneos de lanza como los celebrados en Alemania o en Italia, donde se siguieron disputando hasta el siglo XVIII.

El atletismo es una de las actividades físicas más

practicadas por los judíos (velocidad y resistencia). También practicaban la hípica, era costumbre entre los judíos realizar justas y

torneos como parte de las celebraciones de las bodas. Entre los juegos infantiles destacaban: las canicas, la rayuela todos los juegos de

los cristianos, porque muchas veces jugaban juntos.

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Los judíos de Sefarad pretendieron en todo momento la integración cultural con

las gentes con las que convivían, la musulmana y la cristiana, practicando sus propios entretenimientos. Los viernes y los sábados los judíos podían divertirse con los de otras culturas.

Los judíos estaban muy marcados por las estrictas normas de su religión y eso

les complicaba la vida a veces.

7.2. El Judaísmo y sus Fiestas: La religión de los judíos es el judaísmo. Fundador: Abraham

Deidad: YHVH

Tipo: Monoteísmo, religión Abrahámica

Nombre y número de seguidores: Judíos, 13.300.000

Textos sagrados: La Torá y el Talmud

Lengua Litúrgica: hebreo

Nace en: Mesopotamia, Oriente Medio

Tierra Santa: Jerusalén, Israel, sede del Templo de Salomón

País con mayor cantidad de judíos: Israel

Corrientes: Judaísmo ortodoxo, judaísmo reformista, judaísmo conservador, judaísmo reconstruccionista, judaísmo laico, judaísmo caraíta

Símbolo: Estrella de David

Templos: Sinagogas

Clero: Rabinos

Religiones relacionadas: Cristianismo e Islam

El calendario judío del siglo I estaba lleno de grandes fiestas, que casi todas coincidían con el ciclo agrario. Dos meses al año, eran importantes desde el punto vista festivo: el mes de nisán y el mes de tisrí. En el mes de nisán (primer mes del año sagrado), se celebraba la gran fiesta de la pascua o Pésaj (día 14), junto con las fiestas de las primicias (día 21 del mes). Y en el mes de tisrí, se celebraba el año nuevo (día 1), la fiesta de la expiación (día 10) y la fiesta de los tabernáculos (del 15 al 23).

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Tisrí (que coincide con nuestro septiembre/octubre). Hesván (octubre/noviembre). Kislev (noviembre/diciembre). Tebet (diciembre/enero). Sebat (enero/febrero). Adar (febrero/marzo). Nisán (marzo/abril) Iyar (abril/mayo). Siván (mayo/junio). Tamuz (junio/julio). Ab (julio/agosto). Elul (agosto/septiembre).

Una de las tres religiones monoteístas es el judaísmo todos los pueblos están especialmente marcados por sus religiones por varios motivos: porque el ser humano es especialmente religioso, porque el poder político se aprovecha de la religión para dominar, por costumbres sociales asociadas a las dos cosas anteriores etc. Etc.

Los judíos tienen la religión como base de todas las actividades que realizan, ella les juzga y les dice lo que está bien y lo que está mal. El libro donde están escritas todas las normas es La Torá llamada también Pentateuco, se le atribuye a Moisés y consta de cinco partes. Se cree que la religión más antigua que existe es el judaísmo y que después dio origen a las otras dos religiones monoteístas: El cristianismo y el Islam.

Junto a las normas de la Torá juega un papel importante la tradición oral. Cuando en el monte Sinaí, se le entregaron las tablas de la Ley a Moisés se les señaló un camino a seguir, que se considera ley natural y que siguen todas las religiones.

La tradición oral le da mucha importancia al texto bíblico, la codificación y comentario de estas costumbres ha dado origen a la Misnhá, al Talmud y a otros muchos trabajos que van añadiendo los judíos. El compendio de estos textos es lo que se llama: Ley judía o Halajá.

El rasgo principal de la religión judía es la creencia en un Dios omnipotente- que está presente en todas las cosas y que decide sobre el principio y el fin. La religión judía se considera también una tradición y una cultura.

Una de las maneras más importantes de transmitir la cultura es de padres a hijos en el seno de las familias, por eso si la madre es judía, aunque el padre sea de otra religión, a los hijos se les considera judíos. Porque consideran que las madres transmiten mejor las enseñanzas por estar más cerca de los hijos.

Actualmente siguen esta religión trece millones de judíos extendidos por todo el mundo.

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En Israel es donde más concentración de judíos hay y allí tienen cita las tres religiones monoteístas. Transmiten mejor las enseñanzas por estar más cerca de los hijos.

A los ocho días de nacer el niño judío es circuncidado. La circuncisión consiste en que se les corta el prepucio. Esta práctica tiene orígenes ancestrales porque en muchas tribus de África ya se practicaba. Algunos opinan que se hacía por higiene y otros dicen que es una ofrenda a Dios de una parte de su cuerpo.

Poco a poco los niños van adquiriendo los conocimientos de la religión y a los 13 años es admitido en la sinagoga mediante la ceremonia de “Bar-Mitzbá. Las niñas celebran una ceremonia pero de carácter privado.

El templo judío se llama sinagoga. Aquí en España se pueden contemplar en varios lugares, como en Toledo.

La sinagoga está situada hacia Oriente, Hacia Jerusalén, a la que consideran la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas.

Las mujeres están separadas de los hombres en las ceremonias. En algunos pueblos de España y dentro de la religión cristiana, también existe esa costumbre.

El día sagrado es el sábado. En las ceremonias se lee la Torá y el oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen. La sinagoga es casa de oración y casa de instrucción donde se aprenden los libros sagrados.

Todas las fiestas tienen una significación religiosa: Leeros (Ros hasaná) o del Gran Perdón (Yom Kipur) o día de año nuevo, cae en otoño, la sinagoga se viste de blanco y se hace sonar el shofar, es una fiesta muy alegre.

“Tefilín” “Shofar”

También están las fiestas de: Yom Kipur, EL día del Perdón en ella se guarda un ayuno de 24 horas y se pide perdón por las faltas cometidas.

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Festividad del Yom Kipur (“Día de la expiación o del gran perdón”):

Es la festividad más solemne del calendario judío, y se celebra al final de los diez Días Austeros o Temerosos (Yamim Noraim). Se celebra entre septiembre y octubre.

Entre el Año Nuevo (Ros hasaná) y Yom Kipur pasan diez días, (Aseret Yemé Tesubá) de arrepentimiento y penitencia en los que era costumbre visitar las tumbas de los antepasados.

El Yom Kipur comienza la víspera por la tarde y es un día de riguroso ayuno en el que no está permitido comer, beber, bañarse, perfumarse, llevar calzado de cuero, mantener relaciones sexuales, ni por supuesto hacer ninguno de los trabajos prohibidos en sábado. A los niños se les va acostumbrando poco a poco al ayuno, hasta que a la edad de trece años deben seguirlo como sus padres.

Es una fiesta solemne pero no triste y toda la liturgia está orientada a lograr el perdón de los pecados cometidos durante el año. Hay curiosas costumbres ajenas a la fiesta, como es la Expiación (kapará) consistente en sacrificar en las vísperas un gallo por cada varón y una gallina por cada hembra como rescate simbólico de los pecados; antes de degollar el ave el sacrificador (sohet) la sostiene describiendo un círculo sobre la cabeza de la persona de cuyos pecados se hace el rescate.

La celebración del Yom Kipur se inicia en la sinagoga con la plegaria "Kol nidré" ("Todos los Votos"), cuya composición se atribuye a los judíos españoles de tiempos del rey visigodo Recaredo. Por esta plegaria se anulan todos los votos. En otra de ellas se describe un tribunal divino en el que se sopesan las acciones de cada persona. Entre los sefardíes se recitaban composiciones de Salomón ibn Gabirol, de Judá Haleví y de otros poetas hispanojudíos.

Los varones deben vestir de blanco en recuerdo del pasaje de Isaías 1, 18: "Aun si vuestros pecados fuesen rojos como la púrpura se emblanquecerán como la nieve". También son blancos los adornos textiles de la sinagoga en la que se encienden todas las luces. Los judíos, incluso los no ortodoxos, pasan el día entero o su mayor parte en la sinagoga y no calzan zapatos de cuero sino otro calzado penitencial.

Antes de acabar el servicio se hace sonar el cuerno de morueco, o Shofar, para anunciar el final del ayuno e indicar que Dios ha escuchado las oraciones y ha concedido el perdón de los pecados.

La fiesta de Pentecostés, en la que se lee la Torá y se medita sobre la estancia de los hebreos en el monte Sinaí.

La fiesta de las Luces, que recuerda la purificación del Segundo Templo.

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La fiesta de las Suertes (Purim):

Es una fiesta profana con ambiente festivo. Se celebra el 14 de adar (febrero-marzo) y se conmemora la salvación milagrosa de los judíos en Persia gracias a la intercesión de la reina Ester y de su tío <B<MARDOQUEO< b>. El cortesano Hamán, que contaba con el favor del rey persa (Jerjes o Antajerjes) acusó a los judíos de no cumplir las leyes del reino porque sus leyes son diferentes a las de los demás pueblos, y hecho a suertes el día en que debían de perecer. Enterado

Mardoqueo avisa a la reina, quien se presenta ante el rey y consigue la salvación de su pueblo, siendo ahorcados Hamán y sus diez hijos. La historia la cuenta con detalle el rollo bíblico, meguilá, que se lee en hebreo en la sinagoga en los servicios vespertino y matutino, mientras los asistentes siguen la lectura en pequeños rollos (meguilot) de su propiedad y los niños alborotan con silbidos y sonidos de carracas cada vez que lee el nombre del malvado Hamán.

La decoración de los rollos puede ser muy rica y variada, ya que admite motivos profanos, lo que ha estimulado la imaginación de artífices e iluminadores. Temas como la historia de Ester y la visión diferente de la misma según los países y las épocas, escenas galantes, flores, frutos, etc constituyen algunos de los motivos utilizados para decorar estos meguilot ; también se incluyen motivos burlescos que tienen como protagonista la figura de Hamán.

En esta fiesta está permitido beber hasta llegar a confundir los nombres de Mardoqueo y de Hamán y se comen dulces y golosinas; se dan limosnas a los pobres y aguinaldos en metálico, platos y dulces y regalos de ropa y joyas a parientes y amigos, en especial a los niños. Son corrientes las representaciones teatrales, los juegos de azar y los disfraces, en los que está el origen del teatro moderno. Es en definitiva el carnaval judío: Los niños se disfrazan y también los mayores, y la fiesta se celebra con todo jolgorio, en el que participan los rabinos y estudiantes de academias rabínicas.

La Fiesta de Pascua (Pésah):

La fiesta de Pascua (una de las tres de peregrinación al Templo de Jerusalén en tiempos biblicos), se celebra durante ocho días del 15 al 23 de nisán, en el mes de abril. Su origen se pierde en el tiempo, ya que era una fiesta de pastores a la que se unió otra de carácter agrícola, la de los ácimos, en la que está prohibido el consumo y posesión de pan y de cualquier producto con levadura. Luego pasó a ser la fiesta de la libertad, en conmemoración de la liberación de los judíos del yugo de Egipto, según se narra en el libro del Éxodo. La salida de Egipto se rememora todos los años en el "orden", séder, de las dos primeras noches de Pascua durante la cual se cena en familia y se lee la Hagadá, relato en hebreo del éxodo según textos rabínicos.

En las fechas previas a la Pascua, hay que hacer en las casas y propiedades judías una meticulosa limpieza para eliminar de utensilios y vestidos cualquier resto de alimento que contenga levadura, ya que según cuenta la Biblia los judíos salieron de Egipto tan deprisa que no tuvieron tiempo para que la masa leudara (fermentara). Un

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preciso ritual indica la manera de proceder con estos alimentos y con los recipientes que los han contenido, siendo costumbre tener una vajilla especial para usarla sólo en Pascua. El séder tiene como objetivo primordial revivir y hacer comprender a los niños el hecho milagroso de que fueron protagonistas los antepasados de los judíos. Por eso el momento culminante es cuando casi al comienzo de la celebración el más pequeño de la casa (o en su defecto la mujer) hace la pregunta: "¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?".

Para la cena se prepara un plato en el que se ponen varios alimentos que deben consumirse en el séder y que simbolizan las penalidades y sufrimientos de los judíos en Egipto así como la intervención milagrosa de Dios en favor de su pueblo, a saber:

Tres panes ácimos, masot, puestos uno encima de otro, que son el símbolo de los tres sectores del pueblo judío: sacerdotes, levitas y resto del pueblo.

Verduras amargas, maror, como lechuga, endivia, rábanos picantes, berros, etc..., que son el símbolo de las amarguras de la esclavitud.

Una pasta, haroset, hecha con frutos secos, canela, miel, manzana y vino: recuerda el mortero con que hicieron las construcciones para el faraón de Egipto.

Una paletilla, zeroa, de cordero, que representa el brazo tendido de Dios que liberó a los hijos de Israel de la esclavitud.

Apio, Karpas, las primeras hierba amarga que se moja en un recipiente con vinagre o agua salada.

Un huevo duro, besá, cocido, comida propia de luto que simboliza la fugacidad de lo terreno y alude al dolor por la destrucción del Templo de Jerusalén.

Un recipiente con agua salada o vinagre para mojar el karpás, que recuerdan las aguas del mar Rojo que hubieron de atravesar los israelitas en su huida.

Durante la celebración cada uno de los comensales debe tener una hagadá, libro que contiene el relato del éxodo con elementos narrativos y folklóricos y que se lee durante la cena; es en realidad un manual para el séder que contiene el texto hebreo y frecuentemente se traduce a otras lenguas.

Durante la cena se bendicen y se consumen cuatro copas de vino, cuyo significado explica la Biblia y el Talmud. Una de ellas se refiere a la promesa de redención divina a Israel expresada en cuatro verbos en primera persona (Ex. 6: 6-7) "...os sacaré....os liberaré....os redimiré...os tomaré".

La fiesta de los árboles que se celebra en Pascua. Según la Biblia fue” El paso del Mar Rojo” donde milagrosamente se separaron las aguas para dejar paso a Moisés y a los israelitas.

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Fiesta de las Luces (Hanuká):

Esta fiesta tiene lugar a finales del mes de Kislev (diciembre) y dura ocho días. En ella se conmemora la purificación del Templo de Jerusalén en el año 165 a. C. después del levantamiento de los hermanos Macabeos ante el griego Antinoco Epifanes, quien había prohibido el culto a Dios en el Templo, implantando el culto a Zeus o Júpiter, e intentando que los judíos asimilasen las costumbres y la cultura helenísticas. El uso de la luz en esta fiesta es en recuerdo de una piadosa leyenda recogida en las tradiciones judías, que tuvo lugar cuando al volver a encender la

lámpara del Sancta Sanctorum, se advirtió que no quedaba aceite consagrado más que para un día y a pesar de ello la luz permaneció encendida durante los ocho días que duró la rebelión, hasta que ésta triunfó. En conmemoración del suceso, la fiesta dura ocho días, encendiéndose cada noche una luz adicional en una lámpara, hanukiyá, que contiene ocho receptáculos para mecha y aceite más uno auxiliar, hasta que en la octava noche aparecen todas las luces de la lámpara encendidas. Esta lámpara debe colocarse en un sitio visible desde el exterior, como en las ventanas, para que se sepa que aquel

hogar es un a casa judía.

Los niños son los protagonistas principales de esta fiesta: se les obsequia con monedas u otros regalos y juegan con una perínola, sevivon, de cuatro costados, en los que figuraban las letras hebreas de la frase que significa: "un gran milagro ha ocurrido

Fiesta de las Cabañuelas (Sukot):

La Fiesta de las Cabañuelas o de Sukot se celebra durante ocho días, del 15 al 22 de tisri (entre septiembre y octubre). En ella se conmemora el tiempo en que el pueblo de Israel, tras su salida de Egipto, anduvo errante por el desierto habitando en sencillas tiendas, o cabañas. Esta celebración se fundió con otra de carácter agrícola, la fiesta de la vendimia y de la cosecha. En recuerdo de ambos hechos, cada familia debe construir una cabañuela, suká, en la cual se debe comer durante el período que dura esta fiesta.

La suká debe ser una pequeña construcción temporal que tenga al menos tres paredes y cuyo techo debe estar cubierto con ramas y hojas que protejan de la luz del sol pero que permitan ver las estrellas. Hay que amueblarla como la propia casa y adornarla con productos relacionados con el campo: flores, frutos, guirnaldas, etc... Además de tapices, cuadros, cadenetas, farolillos y cuantos elementos se consideren

necesarios.

Algunas sukot son verdaderas obras de arte. En la sinagoga se utilizan una serie de productos agrícolas de carácter simbólico. En la mano izquierda se coge un cítrico, etrog, y en la derecha un ramo formado por una rama de palmera o palma, lulab, tres ramitas de mirto (hadas), y dos ramas de sauce, arabá. El ramo se agita tres veces en dirección a oriente, sur, occidente y norte, y luego hacia arriba y hacia abajo. Los cítricos, etroguim, se

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conservan en artísticos estuches de plata u otro material noble y se caracterizaban por su hermosa ornamentación.

Según la tradición siete huéspedes notables, uspizim, visitan la suká durante la fiesta: Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Aarón, y David, cuyos nombres se recogen en un grabado o placa que adorna las paredes de la suká; el huésped de cada día es invitado en una oración antes de la comida. Es costumbre de leer en la fiesta el Eclesiastes (Cohelet) que contrasta con el ambiente festivo que se respira.

Una ceremonia importante de esta fiesta es la de la petición de las lluvias para el invierno que entra. Al final de Sukot se celebra la fiesta de la "Alegría de la Ley", Simhat Torá, en la que se exalta la Ley revelada por Dios a su pueblo. Se celebra con grandes manifestaciones de alegría paseando en procesión siete veces los rollos de la ley en torno al estrado de lectura, tebá, cantando y bailando. Los personajes centrales de esta fiesta son el "novio de la Ley", hatan Torá, y el "novio del Génesis", hatán Beresit, a quienes corresponde leer la última y la primera parte del texto sagrado en un ritual que recuerda a una ceremonia nupcial.

Ciclo Festivo: El ciclo festivo judío lo podemos dividir en dos ciclos, uno anual y otro semanal. El anual está dedicado a la conmemoración de determinados hechos bíblicos e históricos que han acontecido al pueblo judío desde su formación. El ciclo festivo semanal está dedicado a la oración.

Ciclo Festivo Anual: Dentro del ciclo festivo anual podemos distinguir entre:

1) las fiestas solemnes en los llamados "días temerosos" (Yamim noraim), que comprenden desde año nuevo (Ros hasaná) al día de la Expiación o del Gran Perdón (Yom Kipur).

2) Las fiestas mayores o "días buenos" (yamim tobim) que son aquellas que en tiempos del Templo, había la obligación de peregrinar a Jerusalém.

3) Las fiestas menores que recuerdan algún hecho histórico del pueblo judío:

La Consagración o Hanuká Las Suertes o Purim El 15 de sebet o Tu-bisbat

La principal festividad judía: Es el Shabat (el sábado)

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Yamim Noraim : Días del Arrepentimiento (o del perdón): Rosh Hashaná: "Año Nuevo", 1 y 2 de Tishrei (primer mes del calendario

hebreo). Yom Kipur: "Día del Perdón", 10 de Tishrei.

4) Se conmemoran aquellas fiestas en las que hay obligación de ayunar: el 9 Ab, Tisa beab, día de la destrucción del Templo.

Aunque no existe un cuerpo único que sistematice y fije el contenido dogmático del judaísmo, su práctica se basa en las enseñanzas contenidas en la Torá, también llamado Pentateuco, compuesto, como su nombre lo indica, por cinco libros. La Torá o el Pentateuco, a su vez, es uno de los tres libros que conforman el Tanaj (o Antiguo Testamento, según el cristianismo), a los que se atribuye inspiración divina.

Juega también un papel importante en la práctica religiosa la tradición oral que, según las creencias, fue entregada a Moisés junto con la Torá y conservada desde su época y la de los profetas. La tradición oral rige la interpretación del texto bíblico; la codificación y comentario de esta tradición ha dado origen a la Mishná, al Talmud y a un enorme cuerpo exegético, desarrollado hasta el día de hoy por los estudiosos. El compendio de estos textos forma la denominada Ley Judía o Halajá.

El rasgo principal de la fe judía es la creencia en un Dios omnisciente, omnipotente y providente, que habría creado el universo y elegido al pueblo judío para revelarle la ley contenida en los Diez Mandamientos y las prescripciones rituales de los libros tercero y cuarto de la Torá. Consecuentemente, las normas derivadas de tales textos y de la tradición oral constituyen la guía de vida de los judíos, aunque la observancia de las mismas varía mucho de unos grupos a otros.

Otra de las características del judaísmo, que lo diferencia de las otras religiones monoteístas, radica en que se considera no sólo como una religión, sino también como una tradición y una cultura. Las otras religiones trascienden varias naciones y culturas, mientras que el judaísmo se considera la religión y la cultura de un pueblo específico. El judaísmo no exige de los no judíos unirse al pueblo judío ni adoptar su religión. La religión, la cultura y el pueblo judío pueden considerarse conceptos separados, pero están estrechamente interrelacionados. La tradición y la cultura judía son muy diversas y heterogéneas, ya que se desarrollaron de modos distintos en las diferentes comunidades, y cada comunidad local incorporó elementos culturales de los distintos países en los que vivieron los judíos a partir de la dispersión, siguiendo el llamado de Dios (Génesis 12:1), hace unos

7.3. ¿Quién es judío?

La identidad judía: no depende en primer lugar de la aceptación de creencias o del seguimiento de un modelo de vida determinado. Existen dos versiones sobre quiénes conforman la religión judía.

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En primer lugar, el judaísmo ortodoxo defiende que la Ley judía (halajá) establece que aquel que ha nacido de madre judía, o ha realizado un proceso de conversión (guiur) conducido por un rabino, comunidad judía (sinagoga) y finalizado ante un beit din (tribunal rabínico) ortodoxos, es judío por definición.

En segundo lugar, el judaísmo conservador defiende los mismos puntos, con la particularidad de que los procesos de conversión aceptados son los realizados por la ortodoxia (proceso anteriormente citado) o por los beit din propios del judaísmo conservador.

En tercer lugar, los reformistas creen que son judíos aquellas personas que han «nacido de madre o padre judíos» o se han convertido ante un beit din ortodoxo, conservador o ante un rabino reformista (cabe mencionar que cada rabino reformista tiene libertad para decidir cuando un prosélito pasa a ser judío). A este punto cabe añadir que los rabinos reformistas que habitaban en América establecieron que los hijos de padre judío podían ser considerados como tales si recibían algún tipo de educación judía. Esto se debe a que un 57 por ciento de los hombres judíos decidían casarse fuera del grupo de mujeres judías.

A pesar de todo esto, convertirse al judaísmo es posible, pues en el Talmud menciona:

Los rabinos dicen: Si alguien llega y quiere ser un converso, ellos le dicen: "¿Por qué quieres ser un converso? ¿Acaso no sabes que los judíos están hostigados, acosados, perseguidos y acorralados, y que numerosos problemas los aquejan?" Si contesta: "Lo sé, y no soy digno", entonces lo reciben sin que sea necesario argumentar nada más.

Sin embargo, en la práctica será una tarea ardua y compleja. Hubo una época en la que la Iglesia cristiana consideró una grave ofensa la conversión de sus fieles al judaísmo; no obstante, no es ninguna ventaja, ya que la Torá debe ser seguida por toda la comunidad. Por tanto, se defendían con que no hay ningún tipo de provecho al judaísmo ni motivo para fomentar la conversión.

Este punto es uno de los que más diferencia al judaísmo del cristianismo o del islam, pues a estas dos últimas religiones monoteístas puede pertenecer cualquiera que profese y respete sus creencias.

Fundamentos del Judaísmo

Estos son algunos de los principios sobre los que se basa la religión judía, o que la caracterizan:

El judaísmo se basa en el Tanaj (lo que los cristianos llaman Antiguo Testamento), compendio de 24 libros que cuenta la historia del hombre y de los judíos, desde la Creación hasta la construcción del Segundo Templo, e incluye también preceptos religiosos, morales y jurídicos; filosofía, profecías y poesía, entre otros. Sus cinco primeros libros, en conjunto conocidos con el nombre de "la Torá" o

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"Pentateuco", son considerados escritos por inspiración divina y, por ende, sagrados, y su lectura pública en la sinagoga los días lunes, jueves y sábados forma parte fundamental del culto judío, lo que le ha valido al pueblo judío el nombre de «Pueblo del Libro».

La Torá es la fuente primera de los siete preceptos morales básicos que obligan a todo ser humano como tal: («Los siete preceptos de los hijos de Noé»; Génesis 9:1-7), y de los 613 preceptos religiosos que obligan a los judíos (613 mitzvot): 365 que imponen abstenerse de acción —uno por cada día del año— y 248 preceptos que obligan positivamente a hacer —uno por cada órgano del cuerpo—. Los preceptos bíblicos son comentados, explicados, ampliados e implementados por las diferentes exégesis que plasmaron por escrito las tradiciones orales: la Mishná y el conjunto en el que ésta está incluida: el Talmud.

“Kipá”

“La gran Menorah de oro del Templo llevada en triunfo a Roma por Tito”

Kipá (solideo tradicional judío) y Menorá (candelabro ritual de siete brazos), dos de los más conocidos símbolos de la tradición judía.

La festividad judía más venerada es el Shabat (del hebreo בש ,sábado ,ת"reposo, cese de actividad", Génesis 2:2-3), considerado sagrado y superado, en solemnidad, sólo por el Día del Perdón o Yom Kipur, precisamente llamado también "Sábado de sábados". Su relevancia en la vida judía es tal que está incluido entre los Diez Mandamientos, que se estiman palabra divina (Éxodo 20:8-11, Deuteronomio 5:12-15).

El liderazgo de la comunidad judía tradicional está en manos del rabino, persona culta y docta en la Halajá que conduce a sus acólitos no sólo en lo espiritual y religioso, celebrando el culto judío, sus festividades y celebraciones, sino que se gana el respeto de su grey como autoridad moral y líder comunitario, brindando consejo, solucionando problemas y dirimiendo todos los conflictos que pudiesen suscitarse entre sus miembros.

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El culto judío se celebra en el templo o sinagoga, que sirve asimismo de lugar de reunión y encuentro comunitario, para cuyo fin el rezo en público requiere de un mínimo de diez varones. La sinagoga sustituye en tal función al Templo de Jerusalén, destruido en el año 70 y lugar único de oración y peregrinación hasta su desaparición

física. Del mismo modo, los sacrificios rituales que allí se efectuaban fueron reemplazados por sendas plegarias, que el judío piadoso eleva tres veces al día: al alba (ש ח ר Shajarit), por la ,תtarde (מ ח Minjá) y al anochecer ,החש) ח Arvit). En días festivos se ,תagrega una cuarta a media mañana מ) Musaf), y sólo en Yom Kipur se ,הסcierra la celebración con una quinta plegaria (עמ .(Ne'ilá ,חתח

La religión y el pueblo judío consagraron desde siempre a la tierra

de Israel, la tierra sagrada, como uno de sus ejes principales, ya desde sus mismos albores (Génesis 12:7), convirtiéndose ésta en parte integral de la idiosincrasia judía: el mundo se divide entre la Tierra Santa y todo el resto, llamado diáspora. Así, las sinagogas de todo el mundo se construyen de cara a Israel; los rezos y festividades concuerdan con su clima y sus estaciones; gran parte de los preceptos pueden cumplirse sólo al pisar su suelo, por nombrar algunos pocos. Dentro de la tierra de Israel ocupa Jerusalén un lugar único en la devoción judía, y dentro de la ciudad los restos del Templo de Salomón, el llamado "Muro de los Lamentos", es considerado el más sagrado de los sitios. Comparten con Jerusalén su condición de santidad, en menor medida, también las ciudades de Hebrón, Safed y Tiberíades.

El pueblo judío se identificó desde un principio con la lengua hebrea, considerada "lengua sagrada" (מד קש עשל, leshón hakódesh), en la que están escritas laTorá y la mayor parte de la literatura judía. Relegada a condición de lengua muerta durante siglos, reservada a la oración, a la literatura y a los textos jurídicos y teológicos, fue recuperada como lengua hablada y modernizada con el resurgir del sionismo y adoptada como lengua oficial del Estado de Israel.

Segundo Templo de Jerusalén

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Sinagogas

Desde el año 70 de nuestra era, fecha en la que el Imperio romano destruyó el Segundo Templo de Jerusalén, la sinagoga pasó a ser el lugar de preferencia para el culto, aunque el judaísmo no emite una preferencia sobre un lugar específico para dicha actividad. En hebreo, la sinagoga se llama Bet Haknéset (מכחסש ש) o "lugar de reunión".

Los varones, al entrar a la sinagoga, generalmente se ponen una kipá o yarmulke sobre su cabeza. También se acostumbra utilizar espacios normalmente destinados al estudio para la oración. A los miembros del clero judío se les llama rabinos o dayanim.

7.4. Corrientes del Judaísmo

Existen varias doctrinas derivadas del judaísmo. El judaísmo a lo largo de la historia se ha dividido en diferentes grupos, lo que no significa que sus relaciones con diferentes comunidades se pierdan; por el contrario, el judaísmo está muy unido en torno a sus comunidades.

Judaísmo Ultraortodoxo

También conocido como haredí; presenta dos diferencias doctrinales con el ortodoxo, una práctica especialmente devota, y su distanciamiento del sionismo. Tiene dos grandes subdivisiones:

Jasidismo

El judaísmo jasídico es un movimiento ultraortodoxo. El jasidismo fue creado en Polonia a principios del siglo XVIII. Su fundador fue el rabino Israel ben Eliezer, también conocido como el "Baal Shem Tov". Los seguidores del jasidismo desearon crear un judaísmo más alegre y menos académico. Actualmente están divididos en múltiples tendencias.

Mitnagdismo

También ultraortodoxos, los mitnagdím (del hebreo השחגקם, oponentes), por el contrario, rechazan algunas posturas del jasidismo, como el estudio intensivo de la parte oculta de la Torá. Es una corriente más unificada.

Judaísmo Ortodoxo

El judaísmo ortodoxo presenta la religión como una unidad, sin corrientes alternas, y como un estilo de vida regido por la Ley Suprema. Afirma que la festividad de pésaj, el shabat (sábado) y todos los preceptos de la Torá (tanto la parte escrita como la parte oral) que conforman el comportamiento del judío fueron entregadas por Yahvéh mismo a Moisés hace unos 3.300 años.

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Moisés a su vez enseñó estas leyes a todo el pueblo israelita, que como una sola entidad aceptó cumplirlas antes de saber en qué consisten o el porqué de cada una de ellas, con una disposición única de entidad indivisible. De aquí que se conozca como ortodoxo al judío que cumple con todos los preceptos entregados, siendo que el significado de la palabra “ortodoxo es: generalmente aceptado, posición de ideas que son aprobadas por todos".

Considera que las leyes fueron entregadas no solamente a esta generación, sino también dirigidas a todos sus descendientes, y contienen en sí todas las facetas que se puedan pensar que requieran su aplicación. Por ende, todos los avances de la tecnología moderna y la ciencia no hacen "obsoleta" a ninguna de estas leyes; al contrario, ayudan a su cumplimiento con mayor facilidad.

Afirma que la Torá (Pentateuco) no representa un símbolo ni es un conjunto de sermones para el judío, sino un programa de vida, para aplicarse a cada momento. Se basa en el amor al prójimo, enfatizándose en la tolerancia y comprensión y la preocupación por ayudar a todos y cada uno de los miembros de la comunidad - todo esto dentro del cuadro de las obligaciones que impone la Torá escrita y oral.

Judaísmo Conservador

También conocido como judaísmo masortí o tradicionalista (del hebreo masóret, הסוש "tradición"). Este movimiento se formó en los Estados Unidos a través de la fusión de dos grupos distintos: los judíos reformados, que se oponían al rechazo de la ley judía, y los judíos ortodoxos, que se habían alejado del judaísmo jasídico y cabalista. Enfatizan que los judíos constituyen una nación (Am Israel).

Los conservadores no siguen la ley judía en su totalidad, sino que se inclinan hacia interpretaciones más abiertas al mundo moderno, no siempre basada en la opinión mayoritaria de los sabios (talmidim o jajamim).

Judaísmo Reformista

El judaísmo reformista (también llamado "reformado", "progresista", "progresivo" y "liberal") defiende la autonomía individual en lo relativo a la interpretación de los preceptos religiosos. Con todo, entre los judíos reformados existen los siguientes planteamientos:

Rechazo de la segregación sexual y defensa de los derechos de la mujer. Hombres y mujeres rezan en las sinagogas reformadas de manera conjunta.

Ausencia de integrismo en su interpretación de los preceptos religiosos. Dichos preceptos fueron escritos por personas influidas por su sociedad, y no debe realizarse una interpretación literalista, sino adecuada al contexto.

Fuerte compromiso social Consideración del Mesías como símbolo de una sociedad idílica en la

que se cumplen los principios de paz y fraternidad, y no como una persona individual que instaurará dicho orden.

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Mezuzá

(La Mezuzá es una caja hueca y alargada, de unos 10 centímetros de largo, en la

que se introduce un rollo de pergamino, que reza dos plegarias: la más solemne del judaísmo, «Shemá Israel y «Vehayá im shamoa»). Se fija en la base del tercio superior de la jamba derecha del pórtico principal de la casa)

7.5 La música sefardita

La música sefardí o sefardita nace de los judíos españoles instalados en Castilla y Aragón que adaptan canciones populares castellanas hasta su expulsión en tiempos de los Reyes Católicos, siendo una fusión de la música árabe y la cristiana. Árabe en el ritmo y los instrumentos y cristiana por el idioma en que se cantaban, que era el castellano. La temática más corriente de las canciones sefardíes es la amorosa, aunque también destacan las canciones de cuna y las de boda.

Por lo tanto cuando se habla de música sefardí como tal no se puede hablar de un género nuevo sino de una adaptación a su medida de unas melodías ya existentes, que hicieron los judíos llegados a España, pero que ganaron con la llegada de los sefardíes en riqueza rítmica e instrumental.

Los sefardíes al ser expulsados de España llevaron su música y tradiciones a Turquía, Grecia y Bulgaria, países donde se establecieron principalmente. Han sabido mantener las canciones en castellano que heredaron de sus antepasados ibéricos pese al paso de los siglos y añadir palabras propias de cada idioma autóctono.

Con la música sefardí que se sigue practicando en el Mediterráneo oriental en la actualidad podemos hacernos una idea de cómo sonaba esta música en la Edad Media.

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8.- AMBIENTE SOCIAL ANTES Y TRAS LA EXPULSIÓN

Durante el siglo XIII, los judíos vivían bien, siempre separados en guetos pero eran hábiles en conseguir riquezas. Eran cultos, algunos formaban parte de la escuela

de traductores de Toledo, eran buenos artesanos, buenos médicos etc.

Donde más judíos había era en Toledo, después en Córdoba, Sevilla en casi toda Andalucía, Extremadura, Aragón. Valencia y Cataluña.

A finales del siglo XIV hubo grandes matanzas de judíos, los acusaban de casi todo: de contagiar enfermedades, de judaizar a los judíos conversos, de intromisiones en las finanzas etc.

En realidad había dos acusaciones muy graves: haber matado a Dios y estar aliados con el demonio. Ellos leían el antiguo testamento pero no reconocieron a Jesucristo porque eran aliados del demonio. Estas cosas en una sociedad poco culta les creaban enormes problemas.

El clero y los reyes en su lucha por dominar a la sociedad optaron por quitarse a los judíos del medio y publicaron decretos de expulsión.

Anteriormente los judíos habían sido expulsados de Francia, de Inglaterra y de diversas ciudades de Europa. En España la Inquisición llevó a la hoguera a miles de

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judíos y a cualquier persona que les pareciera que dudaba de la fe.

En 1492, Los reyes católicos firmaron el decreto de expulsión de los judíos no conversos. Anteriormente se había convertido al cristianismo Abrahán Seneor, e hizo campaña para que la gente se bautizara, pero no le hicieron caso.

Desde que se publicó el decreto el 31 de marzo de 1492 hasta la salida obligatoria transcurrieron tres meses. En ese tiempo, los judíos tuvieron que malvender todas sus propiedades ya que no podían sacar del país ni oro, ni plata, ni nada valioso, solo letras de cambio.

Fernando también publicó otro decreto de expulsión en Aragón que fue mucho más duro e injusto.

No se sabe cuántos judíos salieron de España, porque muchos se bautizaron “en extremis” para poder mantener su permanencia aquí y no irse a la aventura.

El decreto firmado por los Reyes Católicos, les obligaba a salir con sus hijos y les instaba a no volver bajo pena de muerte. Decía también el decreto que si alguna persona les ayudaba le serían confiscados todos sus bienes.

A finales del mes de julio de 1492 ya no quedaba en España ningún judío no converso.

A ciencia cierta no se sabe el número de judíos que salieron de España. Pasaron muchas penalidades porque tuvieron que abandonar casi todo, les estafaron y como no podían sacar nada de valor se fueron casi con las manos vacías.

Entre 100.000 y 150.0000 judíos salieron de España, pero según los historiadores la cifra puede variar. En Aragón había 19 aljamas. En Cataluña y Valencia había menos, en Castilla había 244 juderías. Se extendieron por el mundo entero.

Hubo cinco corrientes de emigración principalmente:

Marruecos, pasando luego a quedarse en todo el Norte de África. Italia. Turquía donde fueron muy bien acogidos. Portugal, que tuvieron que salir en 1497, por decreto del rey de Portugal. América del sur. Allí se dedicaron a cultivar la tierra y a la artesanía.

Algunos que se fueron al norte de África, fueron los que peor suerte corrieron porque acabaron como esclavos, sometidos a trabajos muy duros y con la pérdida total de libertad.

A los países bajos también llegaron los judíos. Desarrollaron sus habilidades y fueron poco a poco venciendo sus dificultades.

El sultán Bayaceto permitió que los judíos se asentasen en sus posesiones de Europa y Asia y admirado por las excelentes cualidades que tenían los judíos dijo: “Dicen que el rey Fernando es listo, pero yo me estoy enriqueciendo y él los ha

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expulsado de su país”.

Cuando los judíos se fueron de España conservaron su lenguaje puro que lo utilizaban sobre todo cuando transmitían sus fuertes convicciones morales y religiosas. Actualmente aún hablan algunos el mismo lenguaje le llaman “Ladino”.

Los judíos vivían tranquilos en América del Sur hasta que llegó la Inquisición y otra vez tuvieron que sufrir persecuciones y calamidades.

En España, los judíos, antes de la expulsión, ya no eran ricos comerciantes, ni tenían grandes actividades comerciales. Poco a poco los habían ido minando y habían ido reduciéndolos y aislándolos de la sociedad.

La Inquisición los tenía atemorizados. Les acusaban de querer judaizar a los conversos y poco a poco fueron convenciendo a los reyes para que les expulsaran.

El decreto de los reyes fue contestado por Abrahán, en una misiva les decía que los judíos eran cultos y buenos profesionales: en medicina, en leyes, en artesanía etc.

Súbditos y vasallos de la corona, los judíos dependían totalmente de ella. No disponían como los cristianos de una institución como las cortes capaz de poner ciertos límites siempre teóricos y relativos pero reales. Los reyes podían exigir de ellos lo que quisieran. Los monarcas no ganaron nada con la expulsión. Del edicto sacaron provecho particulares sin escrúpulos que compraron por poco dinero bienes valiosos y cometieron otros muchos abusos.

Los judíos les interesaban más como contribuyentes, pero con la expulsión de los contribuyentes desaparecen las contribuciones.

La expulsión provocó trastornos de todo tipo de la actividad económica, hubo que prescindir de la noche a la mañana de determinados artesanos y comerciantes.

Las rentas acusaron bajas importantes, y en todos los aspectos de la sociedad quedaron vacantes todas las actividades que hacían los judíos.

A decir verdad, las dificultades habían empezado unos diez años antes con el establecimiento de la Inquisición.

Los judíos siempre consideraron a España su patria y conservaron sus costumbres y su idioma.

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9. LOS SEFARDITAS EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

Sefard o Sefaraf, es un vocablo que designa en lengua hebrea a España y Portugal y derivados de él son los nombres sefardim, sefarditas ó sefaraditas. Esta es la rama española y portuguesa. La otra rama es llamada aschkenazim, askenasim ó asquenasitas y designan a los israelitas establecidos en países germanos y eslavos. Ambos nombres expresan los dos grandes ritos o sectas, en que se divide la religión hebrea.

Los sefardíes (del hebreo ספקם: españoles) son los descendientes de los judíos que vivieron en la Península Ibérica (España y Portugal) hasta 1492, y que están ligados a la cultura hispánica mediante la lengua y la tradición. Su nombre procede de la denominación bíblica de España, Sefarad. Frente a la principal comunidad judía en el mundo, la de los ashkenazis, los sefarditas han mantenido un ritual religioso propio.

La cultura sefardí es amplia y diversa. En ella confluye la identidad judía, pervivencias de los orígenes hispánicos, e influencias de las culturas con las que los sefardíes han vivido en contacto a lo largo de la Historia.

Es una cultura transnacional, puesto que los sefardíes han vivido y viven en múltiples países, y en cada lugar han mantenido elementos de identidad comunes, adoptando rasgos locales específicos. Es una cultura políglota. Como toda cultura viva, ha sufrido una evolución a lo largo de su historia. A partir del siglo XIX, se realizan estudios de investigación por filólogos romanistas sobre su cultura, su lengua (el judeoespañol o ladino).

Los Reyes Católicos. La expulsión de los judíos en 1492

El Decreto de la Alhambra o Edicto de Granada fue un decreto editado en la Alhambra (palacio de la ciudad de Granada en Andalucía, España) el 31 de marzo de 1492 por los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en el cual se obliga a todos los judíos de España a convertirse a la religión católica o ser expulsados, con término el 31 de julio de 1492. Este plazo se extendió hasta el 2 de agosto. Fernando el Católico firmaba otro para el reino de Aragón. Ambos partían de un mismo borrador elaborado por Tomás de Torquemada, inquisidor general en España.

El día 2 de agosto coincidió con la partida de Cristóbal Colón hacia el descubrimiento de una nueva ruta a las Indias, viaje que acabó con el descubrimiento de América.

Las causas y las consecuencias de la expulsión, han sido muy discutidas y no todos los historiadores coinciden: Presión de la opinión popular, mayoritariamente antijudía, promovida por la Inquisición española; episodios de luchas clasistas entre los grupos tradicionalmente privilegiados (nobleza y clero) y la burguesía incipiente judía. La pretensión de los inquisidores de acabar con “la herética influencia que conllevaban las relaciones sociales judeo-cristianas”…

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Los Reyes Católicos creyeron que sólo la unidad católica, con exclusión de cualquier otra fe, podía dar a la comunidad que regían, la estabilidad, orden y solidez que deseaban para su reino.

Con el “Edicto de Expulsión” de los Judíos de España, a estos se les presentaba un dilema:

Quedarse en España, con la condición de convertirse en cristiano, renunciar a sus creencias y tradiciones judías, bajo la atenta mirada del Tribunal de la Inquisición, a quien en cualquier momento podía ser denunciado, juzgado, sometido a tortura y ejecutado.

La Inquisición española o “Tribunal de Santo Oficio”, se fundó con aprobación papal, en 1478 a través de una bula que expidió Sixto IV, a propuesta del rey Fernando y la reina Isabel. Esta Inquisición se iba a ocupar del problema de los llamados marranos (conversos), los judíos que por presión social se habían convertido al

cristianismo.

Los judíos, tenían que optar en tres meses, entre la conversión o el destierro. La confusión era enorme en las juderías, y muchos de ellos decidieron aceptar la conversión y permanecer aquí, en la península.

Tras su expulsión, se dispersaron siguieron distintas rutas en su emigración: por el norte, a Navarra, Francia; por el sur, hacia el norte de África

desde donde algunos núcleos continúan camino hasta la Tierra de Israel; por el oeste, hacia Portugal; y por levante, vía Italia, hacia los Balcanes, Grecia y Asia Menor, continuando también algunos de ellos hasta Israel. Muchos de ellos conservaron la lengua castellana, los ritos religiosos y costumbres adquiridos durante su larga permanencia en la península ibérica. Los principales destinos de estos judíos sefarditas, eran las ciudades mediterráneas de Nápoles, Roma, Salónica, Constantinopla, Alepo, Trípoli, Alejandría o el Cairo desde las cuales, controlaron el mercado de especias y seda que llegaba a España años más tarde. Según algunos autores, la cifra de desterrados es difícil de determinar, pero establecen una cifra aproximada que oscila alrededor de 100.000 a 200.000 judíos. De cien a ciento veinte mil entraron en Portugal, de donde fueron expulsados en 1497. De allí pasaron a tierras islámicas y otros a Italia y Países Bajos.

Los sabios identificaron la tragedia de la expulsión de los judíos de la Península ibérica, como una ruina, comparable por su magnitud y su repercusión, con la destrucción de Jerusalén y del Estado Judío, por Roma y Babilonia. El acontecimiento

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marcó tan hondamente las conciencias, que se llegó a considerar como el punto de partida de una nueva historia, una nueva era, como una nueva huida de Egipto, la destrucción del Templo. Pero la tragedia de 1492, dio motivo a una nueva efervescencia espiritual en el seno del judaísmo. Se inició una auténtica revolución cultural: La Cábala y la Halajah – derecho hebraico- ambos estrechamente unidos y marcados por el sello de la mística.

9.1. La diáspora sefardí hasta el siglo XVI

El comienzo de la diáspora sefardí se remonta al fatídico año de 1391, en el que las persecuciones y las conversiones forzadas condujeron corrientes de fugitivos hacia el norte de África, y hacia el oriente mediterráneo, donde ya existían comunidades hebreas. Durante el periodo siguiente hasta 1492, el movimiento migratorio afectó también a los cristianos nuevos, sobre todo a partir de la caída de Constantinopla en manos otomanas (1453) y del comienzo de las persecuciones inquisitoriales en España (1481). Pero es a partir de la expulsión masiva de los judíos en 1492, y de las posteriores emigraciones de judeoconversos de España y Portugal durante los siglos XVI - XVII, cuando se da esta dispersión del judaísmo sefardí y los diferentes modos de fundación de sus nuevos centros de asentamiento.

La literatura especializada llama Sefarad-2, para diferenciarlo del anterior a la expulsión -la medieval Sefarad-1 -, y del período posterior - Sefarad-3 - que comprende desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días. En este último tramo se produce la desestabilización de la diáspora sefardí en oriente, dando lugar a una emigración con rumbo a la Europa central y occidental provocada por la situación económica y por otros varios factores políticos, como, por ejemplo, las nuevas regulaciones otomanas que obligan a los jóvenes judíos a incorporarse al ejército para cumplir con sus obligaciones militares. El desmembramiento del Imperio Otomano (1863-1920) es también causa del éxodo de sefardíes turcos y balcánicos hacia el Nuevo Mundo recién descubierto.

Dentro de la península italiana los primeros asentamientos tienen lugar en Roma, Ferrara, Génova, Ancona y Pisa, y en época algo más tardía, en Venecia, Livorno y otras ciudades. A éstas les siguen las comunidades de los Países Bajos, donde Ámsterdam acaba engendrando la de Hamburgo al este, la de Londres al norte y las antiguas de los Estados Unidos y el Caribe hacia el oeste. Las colonias portuguesas de Goa, Ormuz, Malacca, costa de Malabar y Cochín, que se vio incrementada durante el siglo XVI por la incorporación de criptojudíos.

Fue en el Imperio Otomano donde se afincó el más nutrido grupo de los judíos expulsados en 1492, estableciendo en un primer momento comunidades en Constantinopla, Edirne y Salónica, de donde irradiaron a otras ciudades como Esmirna, Valona, Brusa, Monastir, Sofía, Belgrado, Damasco, Safed, Jerusalén, Tiberíades... y a casi cualquier núcleo urbano de importancia en el oriente mediterráneo. Allí se dieron, las condiciones más favorables para que los expulsados de España, desarrollaran sus actividades económicas y sobre todo reorganizaran su vida comunitaria de acuerdo con sus tradiciones religiosas y culturales. Fue éste, uno de los principales factores que

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permitió y propició el hecho de que los sefardíes continuasen hablando su lengua y cantando canciones en romance que habían llevado de España.

En occidente los judíos hispanoportugueses de origen converso formaron igualmente sus comunidades. El triunfo de la independencia de los Países Bajos, el advenimiento de la República en Inglaterra bajo la Cromwell y la fundación de colonias holandesas e inglesas en el Nuevo Mundo, favorecieron el libre establecimiento de los criptojudíos hispanos en Europa occidental y en el Atlántico. Dado el florecimiento económico y el alto nivel intelectual de este componente sefardí, los Países Bajos junto con Italia se convirtieron en un importantísimo centro editorial en el que se imprimieron numerosos libros de la literatura sefardí.

9.2. Ángel Pulido: El encuentro con los sefardíes en 1900:

Uno de los personajes más importantes de este periodo y que se implicó en el tema de los sefardíes, fue el doctor y escritor Ángel Pulido. Discípulo, amigo, y médico personal del brillante parlamentario Emilio Castelar -en el periodo de la Restauración de la Monarquía Borbónica - quien ya señaló la necesidad de tratar el problema sefardita y de quien Pulido heredó sus principios y enseñanzas.

El primer encuentro que tuvo Pulido con los sefarditas, fue por casualidad. (Narrado este encuentro en páginas anteriores)

En 1904 viajó por el Imperio Austro-Húngaro para obtener un mayor conocimiento de las

comunidades sefarditas en esa zona. Conoció y trató al director de Instituto español de Bucarest, después Gran Rabino de Turquía D. Enrique Bejarano con quién mantuvo conversaciones en español y judeoespañol; se comunicó en Constantinopla con altos personajes judíos españoles, como Isaac Pachá Molho, pertenecientes a la corte del Sultán Abdul-Hamid y examinó con ellos el problema de las relaciones hispano-hebreas.

A su regreso a España, empezó una campaña de propaganda que pronto le dio la fama de ser “el apóstol de los judíos españoles”. El Rey Alfonso XIII le recibió en audiencia, sin ser pedida, quien le manifestó el interés por sus contactos con las comunidades sefarditas en los Balcanes, asunto de capital importancia para España. Pulido queda sorprendido por esta visita. El rey que soñaba con el engrandecimiento de España, comprendía que el pueblo sefardí, constituía una base mundial principalísima para lograrlo.

A Pulido no le movían ideas egoístas o medrar en esta tarea, sino que le impulsaba, una idea suprema de humanidad, reconciliación y de justicia. Es un admirador de la grandeza histórica del pueblo elegido de Dios, Israel. Conoce sus grandes hechos y su aportación sin igual al progreso intelectual y material de la humanidad. Deplora las terribles injusticias cometidas contra su vida, tranquilidad y su

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derecho a la existencia. Le produce horror, y condena de forma enérgica las matanzas, crueldades y los pogromos, que los barrios hebreos con frecuencia sufren en algunos países de Europa. Su postura política, influirá en la postura adoptada por los sucesivos gobiernos españoles hasta la República. El famoso discurso de su amigo, el brillante orador Emilio Castelar, durante el “debate sobre la libertad religiosa” de 1869, le hizo reflexionar. Pulido como creyente, cristiano y practicante que era, no creía culpables a los judíos actuales, de la crucifixión de Cristo. (Doctrina que años más tarde debatirá y aprobará el Concilio Vaticano II en la Declaración sobre la Libertad Religiosa “Nostra Aetate” en 1965)

Comunidades sefarditas en este periodo:

Tras estos primeros contactos e información, el doctor Pulido envió un cuestionario, a los sefarditas de la diáspora, junto con el libro “Los israelitas españoles y el idioma castellano” y pidió a los destinatarios que le escribieran en judeoespañol y le informaran sobre la situación de sus comunidades: En qué medida se hablaba el español; qué periódicos y revistas se publicaban allí; qué centros culturales existían etc. A través de la información recibida de la múltiple correspondencia de distintos puntos del mundo, le permitió comprobar las diversas comunidades que había. Así como sus costumbres, su idioma y estatus socio-económico. En general, los sefarditas también expresaban sus quejas, como los escasos medios de que disponían para conservar la cultura y la lengua española.

El español que se conservaba en algunos países y que era gracias a la tradición familiar, solía estar impregnado de numerosos vocablos de origen francés e italiano, hasta el punto, que para comunicarse con un español, preferían hacerlo en francés porque en su judeoespañol no podían ser entendidos. Lo que más había contribuido a la degeneración del español entre los sefardíes, había sido la influencia de la enseñanza en francés e inglés que recibían de la “Alianza Israelita Universal” y de la “Jewish Association”.

Las comunidades sefarditas de este periodo, se encontraban prácticamente diseminadas por todo el mundo: Turquía, Serbia, Rumania, Bosnia, Viena, Hungría, Moravia, Bohemia, Grecia, Italia, Francia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Marruecos, Túnez, Argelia, Orán, Egipto, Palestina, Siria, Persia, América, etc.… y en España también se encontraban algunas comunidades en Andalucía oriundas de Marruecos.

Estados Unidos, más que cualquier otra nación americana, fue puerto de refugio de los judíos perseguidos en Europa y Asia: hacia 1800 comenzó la inmigración; en 1848 había ya 50.000, y hacia 1880 eran 230.000; en la década que va desde ese año hasta 1890, entraron 600.000 más, y en los quince primeros años del siglo XX, ingresaron 1.450.000. Al promediar dicha centuria, la población judía de Estados Unidos sumaba 5.500.000: es decir, que sólo en dicho país viven más judíos, que en el propio Estado de Israel, hogar nacional de ese pueblo desde su erección como nación soberana e independiente en 1948.

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En Turquía había una comunidad numerosa y distinguida de israelitas de origen español, donde entre ellos, había generales, coroneles y capitanes del ejército turco, médicos, cirujanos, farmacéuticos, abogados de gran reputación; miembros del Consejo Superior de las Ciencias y Cultura, publicistas y periodistas famosos. El comercio otomano lo dominaban los sefardíes, quienes figuraban en primera línea. En Constantinopla, eran destacados por los altos cargos que ocupaban en la banca y la jurisprudencia.

En Salónica, había una comunidad numerosa y se podía apreciar tres categorías socio-económicas de Sefardíes: A la primera pertenecían los banqueros de operaciones financieras e industriales, los ricos eran una minoría. La segunda categoría eran, la de las profesiones liberales con una riqueza media: comerciantes, detallistas, abogados, médicos y contables. En la tercera clase, figuraban los más pobres de los sefardíes y también el colectivo más numeroso. Ocupaban en general trabajos muy duros, y la mayoría de ellos eran “iletrados”. Descargadores de barcos a vapor, transportadores de cargas, vendedores ambulantes, carreteros, y otros pequeños trabajos. Esta clase representaba las dos terceras partes de la población judía española de Salónica. En la milicia solo

eran admitidos los médicos, muchos de los cuales habían estudiado en París o en Italia.

Los sefardíes de Viena eran muy importantes por su distinción. Allí se reunía el núcleo más evolucionado para realizar estudios superiores y ponerse al frete de sus comunidades. Procedían de los judíos españoles que se instalaron en Hungría hacia el siglo XVII.

En Jerusalén del siglo XIX con una población oriunda de muchas naciones y que se disputaban la supremacía, Duc Omercy realiza una narración graciosa que lisonjea nuestro patriotismo: “entre los sefarditas, hasta los más pobres cuidan de sus cuerpos, y nunca tienen la barba despeinada, ni el cabello en desmelenados tirabuzones. Las mujeres brillan por su limpieza y muestran una apariencia gallarda, un andar gracioso. Gustan de los colores vivos, el adorno y los perfumes; anchas cadenas de oro, adornan su busto; ricas pulseras ciñen sus brazos; brillantes anillos resplandecen en sus manos; grandes broches refulgentes lucen en su pecho y adornan su garganta collares de ámbar, demostrando con ello que persevera el gusto de la mujer española que fue muy aficionada a esta joya. Solamente las

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mujeres más ancianas y ortodoxas, llevan capuzas negras de terciopelo que debían servir a las jóvenes para recoger y ocultar sus cabellos cuando llegaban a la juventud. Después de cuatrocientos años, vemos en estos fugitivos, retratos fieles de particularidades y costumbres españolas”…

Comenta también que “Los sefarditas encarnan la belleza superior del pueblo judío, lo mismo en las bíblicas comarcas de Palestina, que en las templadas costas de Macedonia como en los lujosos salones de Viena o en las atrasadas urbes de Marruecos”. Atribuyen esta pureza admirable, a lo excepcionales que eran los matrimonios mixtos. Desde su exilio de Iberia, los judíos de lengua española o sefarditas, se casan exclusivamente entre ellos. Estos hebreos, nuestros hermanos, a los cuales un antropólogo clasificaría como afiliados al tronco de las razas blancas, rama semítica y familia caldea, pueden ostentar perfectamente su semejanza con los españoles.

El objetivo último del doctor Pulido era promover, con la ayuda de las autoridades, la entrada en España de un selecto número de judíos sefardíes, que constituyera un acicate a la débil economía española. Sugirió que España debería asignar fondos para patrocinar la enseñanza de español en las escuelas judías y cooperar con la “Alliance Israelite Universelle”, la cual mantenía un grupo de escuelas en el Cercano Oriente. Sugirió también que el gobierno español debería establecer contactos con alguno de los más eminentes judíos concediéndoles y nombrándolos cónsules locales y representantes diplomáticos. La Real Academia de la Lengua, La Unión de Escritores y Actores y la Unión Iberoamericana deberían distribuir libros, periódicos y obras de teatro, a los centros culturales judíos y animar a la prensa judeoespañola a abandonar la escritura hebrea y sustituirla por la escritura latina.

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Además las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación deberían fomentar la exportación con los comerciantes judíos y aprovecharse de su experiencia para mejorar la productividad y el comercio en España. Pulido sugirió también que los procedimientos para la naturalización de los extranjeros – incluyendo a los judíos – deberían simplificarse, para quienes lo desearan y se lo merecieran.

En 1920 fue creada en Madrid, la “Casa Universal de los Sefardíes”. Este movimiento no era religioso ni político. En sus Estatutos afirmaba: ”Prohibimos rigurosamente en la Casa Universal de los Sefardíes, toda polémica sobre cuestiones religiosas y políticas, solo nos importa atender a la realización de los ideales y mutua confianza entre sefardíes y españoles. Aspiramos a que se conozcan y se estimen todos los hombres de origen español”. Con la “Casa Universal de los sefardíes”, trabajaría por el ideal hispanohebreo la “Federación de las Asociaciones Hispano Hebreas de Marruecos”, que contaban con organismos en plena actividad en Ceuta, Melilla, Tetuán, Larache, Tánger, Alcazarquivir y Arcilla con millares de asociados. Su Majestad el rey Alfonso XIII, atento siempre a cuanto significara una acción españolista, les favoreció con un inestimable apoyo y aceptó el patronato de la Federación, animándoles en su proyecto.

Personalidades que contribuyeron a la cultura Española en este periodo:

Entre los personajes que desarrollaron su obra principal en este periodo y contribuyendo de alguna manera a la cultura española fueron: Philip Hauser. Nace en Hungría en 1832 y estudia Medicina en Viena, ejerció en la judería de Tetuán entre 1857 y 1861 donde se instaló en Gibraltar. Murió en Sevilla y tuvo amistad con Antonio Machado y Núñez entre otros. Escribió tratados sobre Higiene y Medicina “El cólera actual en España y sus enseñanzas para la historia” (1885) entre otros.

Rafael Cansino: nace en Sevilla en 1882 y a la muerte de su padre se traslada a Madrid. Se interesó por la cuestión judía simultáneamente al inicio de la campaña del Senador Ángel Pulido. En sus memorias refleja la impresión de su visita al Senador, después que éste escribiera “los israelitas españoles y el idioma castellano” en 1904, y antes que publicara “Españoles sin Patria y la Raza Sefardí” que se publicó en 2005. La obra judaica de Rafael Cansinos está compuesta por: “España y los judíos españoles”; “las bellezas del Talmud” (1970) entre otras.

Abraham Yahuda: nació en Jerusalén en 1877, doctor en filosofía y letras.

Según su amigo Rafael Cansinos “habla un español algo arcaico, el de los sefardíes de oriente” aunque modernizado por recientes estudios. En Mayo de 1914 fue recibido por audiencia por el Rey Alfonso XIII: “Parece que hay interés de confiarle a usted una cátedra, y yo lo vería con mucho gusto le dijo”. La cátedra de lengua y literatura rabínica le fue concedida en 1915. Creó la primera sinagoga en Madrid, en la calle príncipe 5, propiedad de Bauer. Es autor de numerosos libros y manuscritos hebraicos, pero sobre todo árabes, de excepcional valor que se reparten entre el Museo Británico y la Biblioteca Nacional de Israel.

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Ignacio Bauer: Nació probablemente en Madrid en 1891. Doctor en letras, ocupó diferentes cargos públicos, cónsul de Finlandia en Madrid y correspondiente de la real academia de la Historia. Hacia 1930 era presidente del colegio de Doctores de Madrid. De sus cuatro hijos, Gustavo se había convertido al cristianismo.

Se unió a la campaña de Ángel Pulido y a los esfuerzos de Yahuda para

constituir la sinagoga madrileña. Dirigió hasta la guerra civil la comunidad israelita de Madrid desde su nacimiento en 1920. En 1923 fue elegido diputado a Cortes. Era amigo personal del rey Alfonso XIII. Autor de numerosos libros: “Goeth (ensayo bio-bibliográfico”); “Maimónides, un sabio de la edad media” (1935) entre otros.

Tras el voto negativo de Israel contra el ingreso de España en las naciones

Unidas, Bauer ayudó al Gobierno franquista a explicar ante las organizaciones judías del mundo, la postura española durante la guerra, favorable a los judíos. Ya jubilado se estableció en Jerusalén. En 1961 a los 70 años fallece en Jerusalén. Su vida fue intensa en cambios sociales y en ella, el judaísmo fue una luz permanente.

Entre otros personajes de este periodo, se pueden citar: J.M.Bensasson; Jacob

Güita; Isaac Levy; David Shriqui; al rabino Asher Perl…

Inmigraciones de Sefardíes Desde la Constitución española de 1869, un grupo de judíos tetuaníes y

europeos ligados a grupos financieros con intereses en la industrialización del país se instalaron en Sevilla y en diversas capitales españolas. La primera guerra mundial atrajo a un número no muy elevado de judíos europeos de Alemania, Imperio Austro-Húngaro y del Imperio Otomano residentes en Francia, producto sin duda de la campaña de Ángel Pulido.

Entre 1933 y 1934 encontraron refugio más de tres mil judíos procedentes de Alemania. En la guerra civil española, causa un importante trauma en el desarrollo de dicha población, que pasa de sobrepasar las seis o siete mil personas a contar apenas con un millar.

Otras emigraciones posteriores a la guerra civil vinieron a cubrir el vacío. Un pequeño número de judíos del centro y del este europeo se instaló aquí durante la segunda guerra mundial, y sobre todo en el periodo inmediatamente posterior.

Son dos grupos de judíos hispanófonos, y sus descendientes, los que constituyen la mayoría de la población judía española actual. El primer grupo, el hispanomarroquí, originario del extinto Protectorado de Marruecos y de la llamada zona internacional de Tánger, llega a España entre 1956 y 1973.

El segundo grupo, latinoamericano, de Chile, Uruguay y principalmente

argentinos, llega a partir de 1976, cuando las condiciones políticas generan una situación de caos económico y social en sus países de origen. En 1978 se podía hablar de aproximadamente de unos doce mil judíos en el territorio español, distribuidos en las ciudades de Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, Alicante, Marbella, Torremolinos, Mallorca, Canarias, Ceuta y Melilla. El Gobierno español continuó con el apoyo al

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estudio de la cultura hebrea, por medio del “Instituto Arias Montano”, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y de las visitas periódicas de hebraístas españoles a Israel y viceversa.

9.3. ÁNGEL SANZ-BRIZ: “Justo entre las Naciones” (Segunda Guerra mundial)

Ángel Sanz-Briz, conocido como “el ángel de Budapest”

para muchos judíos, que durante la segunda guerra mundial, huyeron del genocidio del holocausto. Encargado de negocios, en la embajada española en Hungría, un Estado aliado al Eje, pero que no había puesto en práctica medidas de exterminio de los judíos como las que ya estaban en marcha en toda la Europa ocupada por los nazis. Sin embargo, la tranquila vida de Sanz-Briz como Encargado de negocios, cambió completamente cuando Alemania tomó el control de Hungría, invadiendo el país en marzo de 1944.

Indignado por los planes nazis, Sanz-Briz (católico), decidió al margen del gobierno español, proporcionar documentos españoles a los judíos sefardíes que pudiese encontrar y negociar con las autoridades húngaras, el traslado a lugar seguro de dichas personas. Sanz-Briz procedió a proteger las vidas de unos 5.200 judíos, usando su influencia y contactos (también su dinero, con el que sobornó al gauleiter -Gobernador- alemán), así como edificios alquilados con los fondos de la embajada que rotuló como "Anejo a la delegación española". Los métodos que siguió los describió él mismo en el libro: “Los judíos en

España”. De los 5.200 judíos cuya vida pudo salvar, sólo unos 200 eran de origen sefardí.

Cuando regresó a España, no fue objeto de felicitaciones y tampoco de críticas. Prosiguió con su carrera diplomática siendo destinado a los Estados Unidos y durante 35 años representó a España en numerosos países del mundo y falleció el 11 de junio de 1980, siendo embajador ante el Vaticano.

En 1991, el Museo del Holocausto Yad Vashem de Israel distinguió su acción y reconoció a sus herederos el título de “Justo entre las Naciones”, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto. En 1994 el gobierno húngaro le concedió a título póstumo la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara.

¿“Judeoespañol” o Ladino?

El español hablado por los sefardíes, que hoy se ha acordado llamar

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"judeoespañol" (aunque no se ha desechado la designación de "ladino") ha sido conocido igualmente como "judezmo", "jaquetía" en África del Norte y simplemente "español" en Turquía (2). ¿Es un idioma, una jerga o un dialecto? La cuestión queda limpiamente zanjada por los filólogos del “Instituto Arias Montano” de España”:

El español sefardí es una más entre las varias judeolenguas, pero desde el punto de vista hispano es un dialecto, o mejor dicho, un complejo dialectal, dadas las diferencias existentes entre las distintas variedades geográficas. Aunque se le conoce también como "ladino", esta es una calificación errónea. El ladino propiamente dicho tiene una clara definición técnica: es la "lengua calco" utilizada para "ladinar", o sea traducir literalmente en lengua latina los textos litúrgicos hebreos, siguiendo estrictamente las acepciones y el orden de palabras del original. No es un lenguaje oral, sino un instrumento didáctico empleado para la enseñanza del hebreo escrito mediante la comparación, palabra por palabra, con el español.

9.4. Libertad religiosa y anulación del Edicto de Expulsión: Después del “Concilio Vaticano II”, la Iglesia Católica y los grupos

internacionales que representan al pueblo judío, determinaron establecer juntos, un mecanismo para continuar el notable momento histórico que representó la Declaración del Concilio Vaticano II “Nostra Aetate “. “La Iglesia de Cristo reconoce que, los comienzos de su fe y de su elección se encuentran en los Patriarcas, en Moisés y en los Profetas. Que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca. Lo que se hizo en la Pasión de Cristo, “no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. La Iglesia cree que Cristo, nuestra Paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en SI mismo. La Iglesia recuerda que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos, anunciaron al mundo el evangelio de Cristo”… Nostra Aetate, (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas. Roma 1965). El resultado del Vaticano II, fue el establecimiento del “Comité Internacional de Enlace Judío-Católico”.

Durante los años sesenta hubo indicios de cambio en la actitud de España ante

otras religiones que no fuesen la católica, pues se dejó influir la actitud del Concilio Vaticano II que promulgó la ley de libertad religiosa en 1965. En diciembre de 1968 con motivo de la inauguración de la nueva Sinagoga de Madrid en la calle Balmes nº 3, un Decreto del Ministerio de Justicia anuló el Edicto de Expulsión de 1492.

España con “La Ley Orgánica de Libertad Religiosa” establece la posibilidad de

que el Estado concrete su cooperación con las confesiones o comunidades religiosas mediante la adopción de acuerdos o convenios de cooperación, cuando aquellas hayan alcanzado en la sociedad española un arraigo que, por el número de sus creyentes y por la extensión de su credo, resulte evidente o notorio. En este caso se encuentra la religión judía, de tradición milenaria en nuestro país, integrada por distintas comunidades inscritas en el Registro de Entidades Religiosas, las cuales se han constituido en “Federación de Comunidades Israelitas de España”, como órgano

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representativo de las mismas ante el Estado para la negociación, adopción y ulterior seguimiento de los acuerdos adoptados.

Una vez fallecido Franco, se siguieron grandes cambios políticos en España, pero éstos no alteraron la condición jurídica de los judíos, hasta que en 1978 con la nueva Constitución Española se garantizó la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades. Se declara que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”.

Acercamientos: ¡“Nunca más la intolerancia”!

“Si el pasado ha sido obstáculo y lastre, reconocerlo es el modo más sano de librarse de él”. Es menester buscar en todo lo que nos separa, aquellos aspectos cuya coincidencia mueve a trascender odios y resentimientos. Subrayar la simbiosis vital y cultural del judaísmo e hispanismo a lo largo de los siglos, a pesar de la expulsión y de tantos otros episodios tenebrosos de la historia española, ha de contribuir a crear una atmósfera de fraternidad cultural, comprensión mutua y respeto recíproco. Del mismo modo, educar para resaltar los factores de semejanza por encima de las barreras que nos separan. Esta ha de ser la única tabla salvadora en el océano de odios.

Este fue el sentido del abrazo de S.M. Juan Carlos I y del Sr. Haim Hergoz, entonces Presidente de Israel, y de su presencia en la Sinagoga de Madrid el 31 de Marzo de 1992, exactamente 500 años después del edicto de expulsión. Un año antes nuestro Monarca había dicho en Nueva York al recibir la medalla de honor de la Weisel Fundación: España ha aprendido lo bastante de los errores y éxitos de su historia pasada para sepultar la intolerancia y la intransigencia y abrirse animosamente al mundo en la ciencia, la economía y las ideas. Nunca más volverán el odio o la intolerancia a llevar a España a la desolación y al exilio”.

9.5. Premio “Príncipe de Asturias de la Concordia”

En 1990 la comunidad sefardita mundial recibió el “Premio Príncipe de Asturias de la Concordia”. Un jovencísimo Príncipe Felipe respondió con unas palabras cargadas de contenido: “Desde el espíritu de concordia de la España de hoy, y como heredero de quienes hace 500 años firmaron el decreto de expulsión, yo los recibo con los brazos abiertos y con una gran emoción”.

En la imagen, Naim Güleryüz, comisario del Museo Judío de Turquía recuerda con cariño la ceremonia de entrega en Oviedo, a la que asistió y en la que el jefe de la delegación sefardí, Salomón

Gaón, no pudo contener las lágrimas. El 12 de septiembre de 1991 tuvo lugar la visita a Buenos Aires de Su Alteza Real, el príncipe Felipe de Borbón. Se trató del primer viaje oficial fuera de España representando a la Corona y al Estado español, situación que hasta entonces realizaran solamente el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía.

En los salones de la Embajada de España se realizó un encuentro con una delegación de las comunidades sefardíes de la Argentina. Esta fue la primera

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comunidad en recibir particularmente el reconocimiento oficial por parte de España desde que se concediera el premio Príncipe de Asturias de la Concordia

9.6. La Normalización Diplomática

A su llegada al Palacio de la Moncloa, Felipe González manifiesta que el Gobierno socialista considera, que no mantener relaciones con Israel, es una “situación anómala”, sin comparación con ningún otro país de Europa occidental que no puede mantenerse durante mucho tiempo más. No obstante, subraya que se debe desvincular la normalización diplomática y la aprobación de la política Israelí. Su propósito es, de entablar relaciones, vinculándolo a una posible contribución española al proceso de

Paz de Oriente Medio, y no a la solución al problema de los territorios ocupados. Tras varias negociaciones diplomáticas y contactos, con el Presidente del Congreso mundial Judío Edgar Bronfman, la CEE, el Mundo Árabe etc., el 17 de enero de 1986 y después de 38 años, desde el nacimiento del Estado de Israel en 1948, se pone fin a una “anomalía

histórica”, por medio de un comunicado conjunto y una declaración unilateral española. El 19 de enero de 1986, Felipe González y Simón Peres sellan la normalización diplomática con un encuentro en la Haya. Solo Irán y Kuwat llaman a consulta a sus Embajadores en Madrid. Por su parte Jordania, Túnez y la OLP moderan las duras propuestas que Siria pretende que la Liga Árabe apruebe. La operación es un éxito al no haber apenas consecuencias en los países árabes. Con el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea, su presencia en la OTAN y el establecimiento de las Relaciones Diplomáticas con Israel, la política española concluye un proceso de normalización internacional.

El establecimiento de un Estado judío en Palestina fue proclamado en la ciudad de Tel Aviv el 14 de mayo de 1948.

9.7. LA FCJE (Federación de Comunidades Judías Españolas) establecen en 2005 “El Premio Senador Ángel Pulido”

Entre las actividades que desarrolla la FCJE (Federación de Comunidades Judías Españolas) estableció el “Premio Senador Ángel Pulido “en el 2005, año del centenario de la publicación de la obra más importante y emblemática de Pulido sobre esta cuestión: “Españoles sin patria y la raza sefardí” (Madrid 1905), con el objeto de reconocer a personas o instituciones que se hayan destacado por su contribución al desarrollo de las comunidades judías en España y en el mundo hispánico, la defensa de la libertad de conciencia y el pluralismo religioso o su lucha contra el antisemitismo.

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Premiados:

2005 – La Asamblea de Madrid, primera institución pública en realizar el acto del Día de la Memoria del Holocausto.

2006 - Ex Presidente del Gobierno Felipe González quien en 1986 selló el establecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestro país y el

Estado de Israel.

2007 - Ex Presidente de la Generalitat de Catalunya Jordi Pujol, por su constante apoyo al pueblo judío y a Israel.

2008 - Defensor del Pueblo D. Enrique Múgica.

2010 - Juan Fernando López Aguilar, por promover la libertad religiosa mediante la creación de la Fundación Pluralismo y Convivencia en el año 2005 y por sus muestras de apoyo y amistad a la comunidad judía.

2009 - Pilar Rahola, por su lucha permanente contra el

antisemitismo y la criminalización del Estado de Israel.

9.8. La Casa Sefarad-Israel en Madrid

La Casa Sefarad-Israel es un consorcio institucional, creado el 18 de diciembre de 2006, mediante un acuerdo entre el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid.

El 22 de febrero de 2011, se inauguró oficialmente la Casa Sefarad-Israel en

Madrid con la presencia de Sus Majestades los Reyes y el Presidente de Israel, Simón Peres, que se encontraba de visita en España, con motivo de la conmemoración del 25 aniversario de las relaciones diplomáticas entre España e Israel. De este modo, la institución española inicia una nueva etapa en la que continuará fomentando las relaciones de amistad y cooperación entre España, Israel y las comunidades judías de todo el mundo.

Casa Sefarad-Israel desarrolla un

intenso programa de actividades en el campo educativo y formativo, con el fin de contribuir a formar a las nuevas generaciones en los valores de la tolerancia y convivencia a partir de las enseñanzas que se derivan de la tragedia del Holocausto.

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La UCV (Universidad Católica de Valencia (“San Vicente Mártir”) y Casa

Sefarad colaborarán en formación e investigación en Antropología, integración e interculturalidad, tras un convenio de colaboración firmado entre ambas instituciones.

José Alfredo Peris, Rector de la Universidad Católica de Valencia, y Diego de Ojeda, Director General de Casa Sefarad, firman el convenio el 24/09/2010

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EL GRAN DEBATE: LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS DE ESPAÑA

Reflexiones en el quinto centenario de la expulsión.

El 31 de marzo de 1492 el rey Fernando de Aragón y la reina Isabel de Castilla firmaron el fatídico Edicto de Expulsión de los Judíos de España por medio del cual ordenaban que todos los judíos, sin excepción, debieran salir del reino y de todas las tierras bajo su dominio a más tardar para el 31 de julio. Cualquier judío que permaneciera después del día designado debía optar por el bautismo o la muerte. Esta trágica decisión tomó por sorpresa a la comunidad sefaradita cuya historia se remontaba quince siglos atrás. Miles abandonaron sus hogares llevando consigo la llave de su morada y la truncada esperanza de volver. A pesar del paso del tiempo el dolor no ha amainado y los descendientes de los exiliados evocan sus vínculos con España con ambivalencia y a la vez con sentimientos de profunda nostalgia.

Durante su estancia en suelo ibérico los judíos crearon una cultura única que ha pervivido a pesar de las vicisitudes. Hoy en día su poesía se publica en antologías en hebreo y se recita en las sinagogas en forma de oraciones. Su filosofía y mística forman parte de las corrientes del judaísmo moderno. Sus líderes espirituales son considerados hombres del renacimiento que lograron asimilar las influencias intelectuales de su entorno sin perder su identidad.

A nivel internacional 1992 ofrece la posibilidad de ponderar el significado y las implicaciones de las expediciones de Colón y del complejo encuentro entre dos culturas y dos mundos. Sin embargo esta fecha ha suscitado una cadena de sentimientos y reacciones encontrados. En América Latina, particularmente, se cuestiona si se debe festejar la síntesis cultural resultante de la conquista o afligirse por el genocidio que conllevó la conquista. Para los judíos el "año de España" también trae consigo ambivalencias: por un lado se honra el rico legado cultural de la vida judía en España y por el otro lado se recuerda su abrupto fin en 1492.

A todas luces 1992 es un espacio idóneo para reflexionar qué sucede, por un lado, cuando se pretende imponer al seno de una sociedad la cosmovisión de una cultura dominante eliminando así todas las demás opciones de expresión igualmente legítimas. Así mismo provee un resquicio para convalidar el influjo determinante de diversidad de corrientes en la conformación de la cultura y el crisol resultante del contacto enriquecedor entre los pueblos. Tal vez este afortunado hito en el tiempo constituya, a fin de cuentas, la coyuntura ansiada para desechar recriminaciones y rescatar los elementos positivos de este episodio dramático y al mismo tiempo singular dentro de la convivencia humana.

¿Fue la expulsión un evento extraordinario?

Cuando Fernando, heredero al reino de Aragón, e Isabel, heredera de Castilla contrajeron matrimonio en 1469 los judíos se alegraron pues creían que los monarcas unirían al país y terminarían con la anarquía. Los reyes católicos tenían un objetivo prioritario: conformar la primera nación unida de la historia moderna, amalgamando a andaluces, castellanos, aragoneses, etc. Con la caída de Granada, última fortaleza musulmana en noviembre de 1491, lograron la unificación. El proceso terminó cuatro meses después con la expulsión de los judíos, considerados un elemento extranjero, a

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pesar de los siglos de convivencia e integración.

De acuerdo con el edicto el objetivo de la expulsión era el de terminar con la influencia que ejercían los judíos sobre los conversos y acelerar su asimilación al nuevo reino. Para finales del siglo XV la presencia de los conversos se había convertido en un tema delicado ya que a diferencia de los judíos, los conversos no enfrentaban ninguna restricción y muchos de ellos alcanzaron altos niveles sociales. Conforme aumentaba su poder crecía el resentimiento de los llamados viejos cristianos quienes sospechaban de la autenticidad de los conversos.

Muchos conversos huyeron de la Península Ibérica y se establecieron en Ámsterdam y el Nuevo Mundo donde abiertamente retornaron a su judaísmo. Los que permanecieron en la región sufrieron un terrible destino. La Inquisición, creada en 1480 no contra los judíos practicantes sino contra los conversos que continuaban practicando su judaísmo, fue implacable. Ningún hereje podía escapar del fuego purificador del Santo Oficio. Sin embargo junto a los argumentos de carácter religioso surgieron otros de cariz político y económico. Las propiedades de los condenados eran confiscadas en honor de la corona y la Inquisición, que reemplazó a la justicia, sirvió como arma para imponer a todas las comunidades de la región la ideología de los testamentos eclesiásticos.

Bajo el mandato del gran inquisidor, Tomás de Torquemada, fueron procesadas, ejecutadas y castigadas 114,401 personas, entre judíos, conversos y herejes. Los procesos siguieron hasta su abolición oficial en 1834.

¿Cuántos Judíos emigraron?

El número de judíos practicantes que abandonó España en 1492 es uno de los aspectos más controvertidos entre los historiadores. El Prof. Beinart establece que fueron más de 200.000 individuos los que salieron de la Península Ibérica mientras que Miguel Ángel Motis, profesor de la Universidad de Zaragoza afirma que sólo 100.000 judíos practicantes vivían en España en 1492 y que la mitad de éstos aceptaron el bautizo y permanecieron en el país.

Algunos historiadores españoles afirman que la expulsión fue una cuestión periférica que involucró sólo a un pequeño número de judíos provenientes de comunidades que habían perdido influencia. Por su parte los judíos sostienen que la expulsión fue un evento central en la historia del mundo medieval, que llevó a la decadencia económica y cultural de España como potencia, por lo que se vio inmersa en una era de oscurantismo. A la vez el exilio representó la primera crisis de identidad judía en la época moderna.

¿Cómo deben los judíos conmemorar 1992? ¿Con sobriedad y luto? ¿Cómo una celebración a la cultura judeo-española? Si a pesar de las memorias traumáticas los judíos logran rememorar el rico legado sefaradí, esta fecha permanecerá como un homenaje póstumo a la judería española y a sus trascendentales aportes a la cultura judía y universal en el quincuagésimo aniversario de su desaparición.

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Conclusión

Este trabajo en grupo, en gran medida, nos ha servido para aprender a trabajar en esta modalidad. Saber compartir información, darnos ánimo en los momentos bajos cuando los nubarrones se acercaban al paisaje que nos ha tocado otear en el horizonte de los judíos, de la Edad Media. Con este trabajo, hemos recordado una triste página, no solo de España, sino de Europa y el mundo. Hemos recordado los orígenes del pueblo judío, así como su cultura - con años de esplendor- religión, costumbres a lo largo de la historia. Pero sobre todo, hemos recordado sus sufrimientos por diversas causas de intolerancia religiosa, sociales, económicas, políticas, racismo etc., en las distintas etapas de su asentamiento en España, a quienes ellos llamarán “Sefarad”. Ello nos ha motivado a reflexionar una vez más, sobre las consecuencias de la intolerancia hacia otras religiones y etnias, fruto muchas veces de la ignorancia. Si nos consideramos más informados, más demócratas, también se nos exigirá, mayor responsabilidad a la hora de emprender un camino de respeto, tolerancia y diálogo con todas las religiones y etnias, a fin de superar los viejos prejuicios ideológicos.

Nos parecen oportunos terminar este trabajo con las palabras de Juan Pablo II pronunciadas en Roma en su visita a la Comunidad israelita de Roma el 13 de abril 1986:

“Ciertamente no se puede ni se debe olvidar que las circunstancias históricas del pasado fueron muy distintas de las que han ido madurando fatigosamente en los siglos; se ha llegado con grandes dificultades a la aceptación común de una legítima pluralidad en el plano social, civil y religioso. La consideración de los seculares condicionamientos culturales no puede, sin embargo, impedir el reconocimiento de los actos de discriminación, de las limitaciones injustificadas de la libertad religiosa, de la opresión también en el plano de la libertad civil, que, respecto a los judíos, han sido objetivamente manifestaciones gravemente deplorables. Sí, una vez más, a través de mí, la Iglesia con las palabras del bien conocido Decreto "Nostra Aetate (n. 4), "deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos"; repito: "de cualquier persona"... (Anexo III)

“La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra”. (Benedicto XVI)

Y terminamos este trabajo, con una hermosa Y

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terminamos este trabajo, con una hermosa poesía del poeta Gabriel Celaya “El sueño de educar”:

Educar es lo mismo que poner un motor a una barca, hay que medir, pensar, equilibrar,

y poner todo en marcha. Pero para eso,

uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta,

y un kilo y medio de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar,

mientras uno trabaja, que esa barca, ese niño

irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío

llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestro propio barco,

en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

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I

ANEXOS

EDICTO DE LOS REYES CATÓLICOS - EXPULSIÓN JUDÍOS DE ESPAÑA

Los Reyes Fernando e Isabel, por la gracia de Dios, Reyes de Castilla, León, Aragón y otros dominios de la corona- al príncipe Juan, los duques, marqueses, condes, órdenes religiosas y sus Maestres,... señores de los Castillos, caballeros y a todos los judíos hombres y mujeres de cualquier edad y a quienquiera esta carta le concierna, salud y gracia para él.

Bien es sabido que en nuestros dominios, existen algunos malos cristianos que han judaizado y han cometido apostasía contra la santa fe Católica, siendo causa la mayoría por las relaciones entre judíos y cristianos. Por lo tanto, en el año de 1480, ordenamos que los judíos fueran separados de las ciudades y provincias de nuestros dominios y que les fueran adjudicados sectores separados, esperando que con esta separación la situación existente sería remediada, y nosotros ordenamos que se estableciera la Inquisición en estos dominios; y en el término de 12 años ha funcionado y la Inquisición ha encontrado muchas personas culpables además, estamos informados por la Inquisición y otros el gran daño que persiste a los cristianos al relacionarse con los judíos, y a su vez estos judíos tratan de todas maneras a subvertir la Santa Fe Católica y están tratando de obstaculizar cristianos creyentes de acercarse a sus creencias.

Estos Judíos han instruido a esos cristianos en las ceremonias y creencias de sus leyes, circuncidando a sus hijos y dándoles libros para sus rezos, y declarando a ellos los días de ayuno, y reuniéndoles para enseñarles las historias de sus leyes, informándoles cuando son las festividades de Pascua y como seguirla, dándoles el pan sin levadura y las carnes preparadas ceremonialmente, y dando instrucción de las cosas que deben abstenerse con relación a alimentos y otras cosas requiriendo el seguimiento de las leyes de Moisés, haciéndoles saber a pleno conocimiento que no existe otra ley o verdad fuera de esta. Y así lo hace claro basados en sus confesiones de estos judíos lo mismo a los cuales han pervertido que ha sido resultado en un gran daño y detrimento a la santa fe Católica, y como nosotros conocíamos el verdadero remedio de estos daños y las dificultades yacían en el interferir de toda comunicación entre los mencionados Judíos y los Cristianos y enviándolos fuera de todos nuestros dominios, nosotros nos contentamos en ordenar si ya dichos Judíos de todas las ciudades y villas y lugares de Andalucía donde aparentemente ellos habían efectuado el mayor daño, y creyendo que esto sería suficiente de modo que en esos y otras ciudades y villas y lugares en nuestros reinos y nuestras posesiones seria efectivo y cesarían a cometer lo mencionado. Y porque hemos sido informados que nada de esto, ni es el caso ni las justicias hechas para algunos de los mencionados judíos encontrándolos muy culpables por lo por los susodichos crímenes y transgresiones contra la santa fe Católica han sido un remedio completo obviar y corregir estos delitos y ofensas. Y a la fe Cristiana y religión cada día parece que los Judíos incrementan en continuar su maldad y daño objetivo a donde residan y conversen; y porque no existe lugar donde ofender de mas a nuestra santa creencia, como a los cuales Dios ha protegido hasta el día de hoy y a aquellos que han sido influenciados, deber de la Santa Madre Iglesia reparar y reducir esta situación al estado anterior, debido a lo frágil del ser humano, pudiese ocurrir que

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podemos sucumbir a la diabólica tentación que continuamente combate contra nosotros, de modo que, si siendo la causa principal los llamados judíos si no son convertidos deberán ser expulsados del Reino.

Debido a que cuando un crimen detestable y poderoso es cometido por algunos miembros de algún grupo es razonable el grupo debe ser absuelto o aniquilado y los menores por los mayores serán castigados uno por el otro y aquellos que permiten a los buenos y honestos en las ciudades y en las villas y por su contacto puedan perjudicar a otros deberán ser expulsados del grupo de gentes y a pesar de menores razones serán perjudiciales a la República y los mas por la mayoría de sus crímenes sería peligroso y contagioso de modo que el Consejo de hombres eminentes y caballeros de nuestro reinado y de otras personas de conciencia y conocimiento de nuestro supremo concejo y después de muchísima deliberación se acordó en dictar que todos los Judíos y Judías deben abandonar nuestros reinados y que no sea permitido nunca regresar.

Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos y Judías cualquiera edad que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de Julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras tierras y que no tomen un paso adelante a traspasar de la manera que si algún Judío que no acepte este edicto si acaso es encontrado en estos dominios o regresa será culpado a muerte y confiscación de sus bienes.

Y hemos ordenado que ninguna persona en nuestro reinado sin importar su estado social incluyendo nobles que escondan o guarden o defiendan a un Judío o Judía ya sea públicamente o secretamente desde fines de Julio y meses subsiguientes en sus hogares o en otro sitio en nuestra región con riesgos de perder como castigo todos sus feudos y fortificaciones, privilegios y bienes hereditarios.

Hágase que los Judíos puedan deshacerse de sus hogares y todas sus pertenencias en el plazo estipulado por lo tanto nosotros proveemos nuestro compromiso de la protección y la seguridad de modo que al final del mes de Julio ellos puedan vender e intercambiar sus propiedades y muebles y cualquier otro artículo y disponer de ellos libremente a su criterio que durante este plazo nadie debe hacerles ningún daño, herirlos o injusticias a estas personas o a sus bienes lo cual sería injustificado y el que transgrediese esto incurrirá en el castigo los que violen nuestra seguridad Real.

Damos y otorgamos permiso a los anteriormente referidos judíos y Judías, a llevar consigo fuera de nuestras regiones sus bienes y pertenencias por mar o por tierra exceptuando oro y plata, o moneda acuñada u otro artículo prohibido por las leyes del reinado.

De modo que ordenamos a todos los concejales, magistrados, caballeros, guardias, oficiales, buenos hombres de la ciudad de Burgos y otras ciudades y villas de nuestro reino y dominios, y a todos nuestros vasallos y personas, que respeten y obedezcan con esta carta y con todo lo que contiene en ella, y que den la clase de asistencia y ayuda necesaria para su ejecución, sujeta a castigo por nuestra gracia soberana y por la confiscación de todos los bienes y propiedades para nuestra casa real y que esta sea notificada a todos y que ninguno pretenda ignorarla, ordenamos que este edicto sea proclamado en todas las plazas y los sitios de reunión de todas las ciudades y en las ciudades principales y villas de las diócesis, y sea hecho por el heraldo

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en presencia de el escribano público, y que ninguno o nadie haga lo contrario de lo que ha sido definido, sujeto al castigo de nuestra gracia soberana y la anulación de sus cargos y confiscación de sus bienes al que haga lo contrario.

Y ordenamos que se evidencie y pruebe a la corte con un testimonio firmado especificando la manera en que el edicto fue llevado a cabo.

Dado en esta ciudad de Granada el Treinta y uno día de marzo del año de nuestro señor Jesucristo de 1492.

Firmado Yo, el Rey, Yo la Reina, y Juan de Coloma secretario del Rey y la Reina quien lo ha escrito por orden de sus Majestades.

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II

CONMEMORACIÓN DE LA SHOA (Holocausto) EN LA ASAMBLEA DE MADRID

Carta de Elie Wiesel al Creador del Mundo en Víspera de Rosh-Hashana (Año Nuevo judío)

31 DE ENERO DE 2005

Maestro del Universo, vamos a reconciliarnos. Ya es hora. ¿Cuánto tiempo más podemos seguir peleados? Más de 50 años han pasado desde que la pesadilla acabó. Muchas cosas buenas y menos buenas, le han pasado a los que sobrevivieron desde entonces. Aprendieron a construir sobre ruinas, a recrear la vida familiar. Nacieron hijos y se fundaron amistades. Aprendieron a tener fe en lo que les rodeaba, incluso en los hombres y mujeres que les rodeaban. Nadie es tan capaz de sentir agradecimiento como ellos. Están agradecidos de cualquiera que está dispuesto a oírles sus historias y convertirse en su aliado en la batalla contra la apatía y el olvido. Para ellos, cada momento es una gracia.

Ay, no olvidan a los asesinos y sus cómplices, ni deben hacerlo. Tampoco debes olvidar Tú, Maestro del Universo. Pero ellos ya no miran a cada persona que les pasa por el lado con sospecha. Tampoco ven una daga en cada mano.

¿Significa esto que las heridas han sanado en su alma? Nunca sanarán. Mientras la chispa de las llamas de Auschwitz y Treblinka ilumine su memoria, mi gozo estará incompleto.

¿Y mi fe en ti, Maestro del Universo? Ahora sé que estaba allí. Ahora comprendo que nunca la perdí, ni siquiera en ese lugar, durante las horas más oscuras de mi vida. No sé por qué seguía susurrando mis oraciones diarias, y las que se dicen en Shabbat, y para los días de Fiesta, pero las rezaba, a menudo con mi padre y en la noche de Rosh-Hashanah, con cientos de presos en Auschwitz. ¿Era porque las oraciones quedaron como un eslabón que me unía al mundo desaparecido de mi infancia? Pero mi fe ya no era pura. ¿Cómo podía serlo? Estaba lleno de angustia en lugar de fervor, de perplejidad más que de piedad. En el reino de la eterna noche, en los días del pavor, que son los días del juicio, mis oraciones tradicionales estuvieron dirigidas a Ti y contra Ti, Maestro del Universo. ¿Qué me hería más, Tu ausencia o Tu silencio?

En mi testimonio he escrito palabras duras, palabras que queman acerca del rol que desempeñasTe en nuestra tragedia. Hoy no las repetiría. Pero las sentí entonces. Las sentí en cada fibra de mí ser. ¿Por qué permitisTe, si no es que capacitasTe, al asesino día tras día, noche tras noche, para que atormentara, matara y aniquilara a decenas de miles de niños judíos? ¿Por qué fueron abandonados por Tu creación? Estos pensamientos no estaban destinados a disminuir la culpa de los culpables. Su culpabilidad establecida es irrelevante a mi “problema” contigo, Maestro del Universo. En mi infancia no esperé mucho de los seres humanos. Pero lo esperaba todo de Ti

¿Dónde estabas, D—s de bondad en Auschwitz? ¿Qué estaba pasando en el cielo, en el Tribunal Celestial, mientras los niños estaban siendo marcados para la humillación, para el aislamiento y la muerte sólo porque eran judíos?

Estas preguntas me han estado atormentando por más de cinco décadas. Tienes defensores elocuentes, ¿sabes? Muchas respuestas teológicas se me dieron, tales como:

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“D—s es D—s, Sólo Él sabe lo que está haciendo. Uno no tiene derecho a cuestionarlo a Él o sus caminos”. O: “Auschwitz fue un castigo dado a los judíos europeos por su asimilación o sionismo”. Y: ¿No es Israel la solución? Sin Auschwitz, no habría existido Israel”.

Reconciliémonos. Rechazo todas estas respuestas. Auschwitz debe quedar y quedará, sólo como

un signo de interrogación: no puede ser concebido con D—s, ni tampoco sin D—s. Hubo un momento en que empecé a plantearme si no estaría siendo injusto contigo. Después de todo, Auschwitz no fue algo que bajaba del cielo ya hecho. Fue concebido por hombres, ejecutado por hombres. Y su meta no era destruirnos sólo a nosotros sino a Ti también. ¿No deberíamos pensar en Tu dolor también? Mirar a tu hijo sufrir en manos de otros hijos ¿no te causaba sufrimiento también?

A medida que los judíos entramos de nuevo en los días de Fiesta,

preparándonos para orar por un año de paz y felicidad para nuestro Pueblo y para todos los pueblos, vamos a reconciliarnos, Maestro del Universo. ¿A pesar de todo lo que pasó? Si, a pesar de todo eso. Vamos a reconciliarnos: “porque al niño que hay dentro de mí se le hace insoportable estar separado de Ti tanto tiempo”.

Leído por Marina Lara

Esta y otras preguntas nos hemos hecho y hacemos tantas personas que tras

visitar en Polonia, los campos de concentración de Auschwit y otros, gritamos con todas nuestras fuerzas en el fondo de nuestra alma, un ¿por qué,...? El silencio, la reflexión, la oración, el perdón, se imponen como respuesta.

Muchas preguntas hicimos a nuestra guía Polaca, que tan detalladamente nos describió los horrores del Holocausto. Nuestro grupo de Castellón al terminar la visita a los campos del infierno allá por el año 2007, repetimos ¡NUNCA MÁS, UN MAL SEMEJANTE VUELVA A OCURRIR y que el diálogo entre los hombres, sea el mejor camino para las soluciones a los problemas del mundo!

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Anexo III

EL DOCUMENTO DE LA SANTA SEDE SOBRE LA SHOAH (Holocausto)

R.P. Lic. Gabriel Zapata, V.E. El documento.

«Es justo que, mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos, recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del Espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo».

Estas palabras del Papa en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente han sido una incisiva invitación a la revisión de algunos momentos delicados de la historia: ya sea para pedir perdón, ya sea para aclarar situaciones mal entendidas. Esto es lo que movió a la Comisión para las Relaciones con el Judaísmo a publicar el 16 de marzo de 1998 el documento «Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah».

Después del Vaticano II, la Iglesia Católica y los grupos internacionales que

representan al pueblo judío determinaron establecer juntos un mecanismo para continuar el notable momento histórico que representó la Declaración del Concilio Nostra Aetate. El resultado fue el establecimiento del Comité Internacional de Enlace Judío-Católico (ILC). Actualmente los co-presidentes son el Cardenal Edward Idris Cassidy (presidente de la Comisión para las Relaciones con los Judíos) y el Dr. Gerhard Riegner (vice-presidente honorario del Congreso Mundial Judío).

El Card. Cassidy ha sido el principal responsable del presente documento. Pero

ahora nos interesa conocer la opinión del otro co-presidente, el Dr. Riegner. Aseguró que la comunidad judía está profundamente impresionada por algunos pasajes muy fuertes del documento, por su firme compromiso para asegurar que un mal semejante no vuelva a ocurrir. También destacó el deseo de revisar en la historia las actitudes de «antijudaísmo». Sin embargo expresó una seria decepción, ya que el documento «evita tomar una postura clara sobre la relación directa entre la enseñanza del desprecio y el clima político y cultural que hizo posible la Shoah».

Habiendo pasado más de cinco meses de la publicación del documento nos

proponemos volver a hacer una lectura para comprobar si hay justicia en las anteriores afirmaciones y sobre todo para que tan importante llamado a la reflexión no quede en el olvido.

La «Shoah» (Holocausto) fue una tragedia que no debemos olvidar.

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«Este siglo ha sido testigo de una tragedia inefable, que nunca se podrá olvidar: el intento del régimen nazi de exterminar al pueblo judío, con el consiguiente asesinato de millones de judíos (...) Esa fue la Shoah: uno de los principales dramas de la historia de este siglo, un drama que nos afecta todavía hoy».

El Pueblo judío sufrió mucho en la historia por dar testimonio del Santo de Israel y de la Ley (la Torah). «Pero la Shoah fue, ciertamente, el peor sufrimiento de todos».

Semejante tragedia suscita muchas preguntas de orden histórico, sociológico,

filosófico, etc. Pero también es preciso valorar este acontecimiento desde un punto de vista moral y religioso, y esto es lo que pretende el documento. La Shoah se produjo en Europa, o sea en países por largo tiempo cristianos; esto lleva a la pregunta: ¿qué relación existe entre la persecución nazi y las actitudes de los cristianos?

Como reconoce el documento «la historia de las relaciones entre judíos y

cristianos es una historia tormentosa». Al inicio del cristianismo los judíos se opusieron, a veces violentamente, a los primeros cristianos. Durante el tiempo del Imperio Romano los judíos estaban protegidos por los privilegios otorgados por el Emperador, mientras que se desataba la persecución contra los cristianos. Más tarde, cuando los emperadores se convirtieron al cristianismo, primero siguieron garantizando los privilegios del pueblo hebreo, pero hubo grupos de cristianos exaltados que así como asaltaban los templos paganos, hicieron lo mismo con algunas sinagogas judías. En la base de estas actitudes se encontraban, según el Papa Juan Pablo II, «algunas interpretaciones erróneas e injustas del Nuevo Testamento con respecto al pueblo judío y a su supuesta culpabilidad...»

Nos detenemos un poco en este punto. Es la declaración conciliar Nostra

Aetate la que abordó el tema: «Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras».

En la histórica visita a la sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986, Juan Pablo II

reflexionaba sobre ese texto insistiendo en que no se puede imputar a los judíos como pueblo una culpa colectiva por lo que se hizo en la pasión de Jesús. De ahí que no se puede justificar teológicamente ninguna discriminación. El juicio está en manos de Dios, «el Señor juzgará a cada uno según las propias obras, a los judíos y a los cristianos».

Por tanto, insiste el Papa, no es lícito decir que los judíos son «réprobos o

malditos», como si se dedujera de la Sagrada Escritura. Más aún, había dicho antes el Concilio, en este mismo texto de Nostra Aetate, pero también en la Constitución Dogmática Lumen Gentium citando la carta de san Pablo a los Romanos (11,28s.), que los judíos permanecen muy queridos por Dios, que los ha llamado con una vocación irrevocable.

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Aunque la Iglesia nunca dejó de predicar la caridad a todos los hombres,

surgieron sentimientos de antijudaísmo en algunos ambientes cristianos «y la brecha existente entre la Iglesia y el pueblo judío llevaron a una discriminación generalizada, que desembocó a veces en expulsiones o en intentos de conversiones forzadas».

Hasta fines del S. XVIII, los judíos no siempre gozaron de un status jurídico,

plenamente reconocido. De todas maneras, a pesar de que estaban extendidos por todo el mundo cristiano, conservaron sus tradiciones religiosas y sus costumbres propias. Entre el final del s. XVIII y el inicio del XIX los judíos lograban, por lo general, una posición de igualdad con respecto a los demás ciudadanos, y varios de ellos ocupaban puestos importantes en la sociedad. Pero, en este contexto histórico, especialmente en el s. XIX, «se desarrolló un nacionalismo exasperado y falso». Los judíos fueron acusados a menudo de ejercer demasiado influjo en relación con su número. «Entonces comenzó a difundirse, con grados diversos, en la mayor parte de Europa, un antijudaísmo esencialmente más sociopolítico que religioso».

Pero ¿qué ideas se encuentran en la base de estas actitudes? Surgían en ese

período teorías que negaban la unidad de la humanidad. Se afirmaba que las razas eran una diferencia fundamental y originaria. Ya lo había planteado el francés Conde de Gobineau, el ascenso y la decadencia de las sociedades se debe a lo racial; por tanto un pueblo decaerá en cuanto se mezcla con otro. Las razas superiores progresan siempre y cuando se mantengan puras.

También en el siglo XIX el darwinismo suministró, aunque es de pensar que

involuntariamente, las pretendidas bases científicas para explicar las desigualdades raciales y para justificar la superioridad de unos sobre otros.

Pero en el siglo XX, «el nacionalsocialismo en Alemania usó esas ideas como

base pseudocientífica para una distinción de las así llamadas razas nórdicoarias y supuestas razas inferiores». Adolfo Hitler en Mein Kampf atribuye a la providencia la voluntad de mantener la desigualdad de las razas. Para Hitler era necesario velar por la pureza de la sangre y es el Estado el guardián; por tanto se propuso controlar los nacimientos y tomar medidas eugenésicas. En su pensamiento, para cumplir bien su destino la nación alemana debía odiar a las demás razas. La decadencia de Alemania se debía a que no había respetado este plan; ahora era preciso hacerlo y el chivo expiatorio era el pueblo judío.

La Iglesia frente al racismo.

¿Cómo fue la reacción de la Iglesia frente a este racismo? En Alemania, la

Iglesia, a través de la predicación, la enseñanza y del periodismo católico lanzó su condena. El mismo Papa Pío XI alzó su voz repudiando el racismo nazi en la encíclica Mit brennender Sorge, que se leyó en las iglesias de Alemania el viernes de Pasión del año 1937, lo que atrajo sanciones y ataques contra el clero. Poco importaba la consecuencia, la verdad la resumía esta frase del entonces Papa: «El antisemitismo es inaceptable. Espiritualmente todos somos semitas». Y el gran Pío XII, desde su primera

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encíclica, Summi Pontificatus, advertía del peligro de sostener doctrinas que negaban la unidad de la raza humana y que sostenían la divinización del Estado.

La postura de la Iglesia fue firme: alzó su voz por medio de sus pastores y de

muchos fieles cristianos condenando el racismo como anticristiano y anticientífico. Pero, ¿se les puede recriminar a los miembros de la Iglesia alguna culpa? ¿El silencio, la participación en la discriminación o en la misma persecución culpable?

Ante estos interrogantes el documento presenta las reflexiones más

importantes. Para abordar el tema es necesario distinguir netamente para no caer en verdaderas injusticias, el antisemitismo del antijudaísmo. Este último, consiste en los sentimientos de sospecha y de hostilidad existentes desde siglos con respecto al pueblo judío, y de los cuales también son culpables los cristianos, como se mencionó al hacer el resumen histórico. Pero el antisemitismo, «basado en teorías contrarias a la enseñanza constante de la Iglesia sobre la unidad del género humano y la igual dignidad de todas las razas y de todos los pueblos», es fruto de la ideología nacionalsocialista que llega al extremo de no reconocer una «realidad trascendente como fuente de la vida y criterio del bien moral». La consecuencia fue que un grupo humano se vio con el derecho de exterminar al pueblo judío. No fue sólo este pueblo el blanco de aversiones, ya que no pocos afiliados al partido nazi llegaron a manifestar un odio específico hacia Dios mismo, y por ende también a la Iglesia.

«Fue esa ideología extrema la que se convirtió en fundamento de las medidas

tomadas, primero para expulsar a los judíos de sus casas y, luego, para exterminarlos. La Shoah fue obra de un típico régimen neopagano moderno. Su antisemitismo hundía sus raíces fuera del cristianismo y, al tratar de conseguir sus propios fines, no dudó en oponerse a la Iglesia, incluso persiguiendo a sus miembros».

Pero, aquí llegamos a un punto difícil que el documento aborda con entereza:

«El sentimiento antijudío ¿hizo a los cristianos menos sensibles, o incluso indiferentes, ante las persecuciones desencadenadas contra los judíos por el nacionalsocialismo, cuando alcanzó el poder?».

No se puede ofrecer una única respuesta pues se trata de actitudes de muchas

personas en situaciones muy distintas; por tanto, la respuesta se ha de dar caso por caso y estudiando las motivaciones precisas que movieron a cada uno en su actuación.

Al inicio, los jefes del Tercer Reich querían expulsar a los judíos. Aquí debemos

reconocer, según nos pide el documento, una actitud poco evangélica: los gobiernos de varios países occidentales de tradición cristiana (incluidos algunos de América del Norte y del Sur) «dudaron mucho en abrir sus fronteras a los judíos perseguidos (...) En esas circunstancias, el cierre de las fronteras a la inmigración judía, sea que se debiera a la hostilidad o sospecha antijudía, o a cobardía y falta de clarividencia política, o a egoísmo nacional, constituye un grave peso de conciencia para dichas autoridades»19 .

Y cuando la persecución recrudeció, ¿qué ayuda dieron los cristianos a los

perseguidos? Ante esta pregunta podemos individualizar dos actitudes bien opuestas:

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por un lado la de la cobardía y la indiferencia, y por otro la de los que aún con grandes riesgos socorrieron cristianamente. Veamos las dos actitudes comenzando por la última, la de los hombres de Iglesia, en especial Pío XII, aunque no siempre ha sido así comprendido.

Pío XII, blanco de ataques.

La propaganda anticatólica se ha cansado de desfigurar los hechos y acusar a la

Iglesia de complicidad, al menos con el silencio, en tales persecuciones. Pero esto es falso, «no se debe olvidar a los que ayudaron a salvar al mayor número de judíos que les fue posible, hasta el punto de poner en peligro su vida».

Juan Pablo II no dudó en recordar estos hechos en su visita a la sinagoga de Roma: «Fue ciertamente un gesto significativo el que (...) las puertas de nuestros conventos, de nuestras iglesias, del seminario romano, de edificios de la Santa Sede y de la misma ciudad del Vaticano, se abrieran para ofrecer refugio y salvación a tantos judíos de Roma, rastreados por los perseguidores».

Pero, es bien sabido que a partir de 1963, el Papa Pío XII se convirtió en el

protagonista de una leyenda negra: «por cálculo político o por pusilanimidad habría permanecido impasible y silencioso ante crímenes contra la humanidad que con una intervención suya podían haberse evitado». Así resume la acusación contra el Papa el P. Pierre Blet, S.J., el más importante experto viviente de la historia de la Santa Sede durante aquel período polémico.

Estudiemos un poco el tema: la humildad evangélica nos debe llevar a

reconocer nuestros pecados, no a inventarlos. Y es un bien para el diálogo con los judíos el presentar «las verdades sobre la mesa».

Como dice Blet, no se puede discutir cuando se trata de leyendas que se fundan

en la imaginación exacerbada por la pasión o directamente en la mentira. Lo único que queda es «contraponer al mito la realidad histórica probada por documentos incontestables». Fue precisamente esa la intención de Pablo VI cuando autorizó, ya desde 1964, la publicación de los documentos de la Santa Sede referentes a la segunda guerra mundial.

Cuenta el P. Blet que se dio cuenta de que los volúmenes publicados

permanecían desconocidos, inclusive para los historiadores, por tanto, se dedicó entre los años 1996-1997 a recoger lo esencial y las conclusiones en un volumen de dimensiones modestas, pero lo más denso posible.

Una consulta serena de tal documentación deja ver la actitud y la conducta del

Papa Pío XII durante la guerra mundial y lo infundado de las acusaciones en su contra. Dejemos al mismo historiador sintetizar la acción del Papa: «Los documentos demuestran con toda evidencia cómo los esfuerzos de su diplomacia para evitar la guerra, para disuadir a Alemania de agredir a Polonia, por convencer a la Italia de Mussolini a separarse de Hitler, llegaron al límite de sus posibilidades.

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No se encuentra rastro alguno de la pretendida parcialidad filogermana que el Papa habría contraído en el período transcurrido en la nunciatura en Alemania. Sus esfuerzos, junto con los de Roosevelt, por mantener a Italia fuera del conflicto, los telegramas de solidaridad del 10 de mayo a los soberanos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo tras la invasión de la Wehrmacht, sus valientes consejos a Mussolini y al rey Vittorio Emanuele III para sugerir una paz separada, no van ciertamente en esa dirección. Sería ilusorio pensar que con las albardas de la guardia suiza o con una amenaza de excomunión el Papa hubiera podido frenar a los tanques de la Wehrmacht».

El P. Blet reporta otra de las acusaciones: «Pío XII habría mantenido contacto

epistolar con Hitler. Estos documentos faltarían en la publicación de Actes y Documents por ser comprometedores. ¿Qué decir? Esa correspondencia no se publicó, sencillamente porque no existió. Alguno pensó en contactos de Pacelli (futuro Pío XII) con Hitler, mientras se desempeñaba como nuncio en Alemania. Pero resulta que las fechas lo hacen imposible: Hitler llega al poder en el 1933 y, por tanto, sólo a partir de esta fecha podría haber tenido ocasión de encontrarse con el nuncio. Pero Mons. Pacelli había vuelto a Roma en diciembre de 1929 y Pío XI le había hecho cardenal el 16 de diciembre y nombrado Secretario de Estado el 16 de enero de 1930. Pero, sobre todo, si hubiera existido dicha correspondencia, las cartas del Papa se habrían conservado en los archivos alemanes y dejados algún rastro en los archivos del ministerio de Asuntos Exteriores del Reich. Las cartas de Hitler, a su vez estarían en el Vaticano, pero habría alguna mención de ellas en las instrucciones a los embajadores de Alemania (...) De todo esto no hay rastro alguno».

Otra acusación, propia de un escritor a quien «las musas» le son esquivas y que

debe recurrir a retorcer a sus personajes para mantener la atención del lector, es la siguiente: la Santa Sede habría utilizado el oro nazi para ayudar a los criminales de guerra a huir a Latinoamérica, sobre todo al croata Ante Pavelic. Esto apareció en un artículo del Sunday Telegraph de julio de 1997. «En nuestra investigación en los archivos de la Secretaría de Estado, comenta Blet, no hemos encontrado mención alguna de la supuesta llegada a las arcas del Vaticano del oro sustraído a los judíos...». Es evidente que quien sostiene esa acusación debe aportar, al menos, alguna prueba documental que no hubiera quedado en los archivos del Vaticano, pero, nada de eso consta. «Consta, sin embargo, la intervención solícita de Pío XII cuando las comunidades judías de Roma fueron chantajeadas por las SS, que les exigían 50 kg de oro; el gran rabino acudió entonces al Papa para pedirle los 15 kg que faltaban y Pío XII ordenó inmediatamente a sus oficinas que hicieran lo necesario».

Pero, ¿qué decir del pretendido silencio culpable de Pío XII ante la persecución

racial? Hay que afirmar que los documentos muestran a las claras los esfuerzos del Papa por oponerse a la barbarie nazi. «El aparente silencio escondía una actividad secreta a través de las nunciaturas de los episcopados para evitar, o por lo menos limitar, las deportaciones, las violencias y las persecuciones. Los motivos de tal discreción las explica claramente el mismo Papa en varios discursos, en las cartas a los episcopados alemanes o en las deliberaciones de la Secretaría de Estado: las

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declaraciones públicas no habrían hecho más que agravar la suerte de las víctimas y multiplicar su número».

El Papa Pío XII, en realidad, mostró una prudencia admirable en las decisiones

que tuvo que tomar para ayudar a esas almas que sufrían. Las palabras del Papa Pío XII reflejan esto: «Cada palabra que dirigimos a las autoridades responsables y cada una de nuestras declaraciones públicas tuvieron que ser seriamente ponderadas y consideradas debido al interés que teníamos en los mismos perseguidos de modo tal que, inconscientemente, no hiciéramos su situación aún más dificultosa e insoportable».

También la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de las Iglesias

coincidieron en que era mejor guardar silencio para no poner en peligro los esfuerzos en favor de los judíos. Sin embargo, ¿quién ataca a la Cruz Roja por su «silencio» ante el Holocausto?

En Amsterdam, la jerarquía católica actuó de manera diversa: en 1942 denunció

vigorosamente la persecución de los judíos, y ¿cuál fue el resultado? «Los nazis respondieron redoblando las redadas y deportaciones; al final de la guerra, habían muerto el 90% de los judíos de la capital. Las organizaciones humanitarias judías estaban completamente de acuerdo con el Vaticano: una denuncia pública del Vaticano no tendría la menor influencia en los planes de Hitler, y en cambio pondría en peligro a los judíos que la Iglesia tenía escondidos».

Personalidades judías reconocen la acción del Papa y de la Iglesia.

He aquí un testimonio incontestable: el de Massimo Caviglia, director de la

revista Shalom, el mensual más difundido y autorizado de la comunidad hebrea italiana. Así declaró: «Creo que Pío XII sólo podía actuar de la manera en que lo hizo (...) En privado ayudó a los hebreos, dándoles asilo en las estructuras eclesiásticas. Mis padres se salvaron al encontrar refugio en un convento».

Son muchos los judíos que se muestran reconocidos por la acción del Papa,

inclusive varias veces destacaron oficialmente la sabiduría de la diplomacia de la Santa Sede. Prueba de esto es la gratitud expresada por comunidades y personalidades judías personalmente o a través de sus representantes.

Un historiador judío, Joseph Lichten, de B´nai B´rith (organización judía

dedicada a denunciar las manifestaciones de antisemitismo y mantener viva la memoria del genocidio nazi) señala «que en setiembre de 1943, Pío XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. También recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la ciudad del Vaticano y en Castelgandolfo, así como en templos y conventos. En gran parte por esto, los judíos tuvieron en Italia una tasa de supervivencia mucho más alta que en otros países ocupados por los nazis.»

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Pinchas E. Lapide, israelita cónsul en Italia por varios años llegó a declarar: «La Iglesia Católica salvó más vidas judías durante la guerra que todas las otras iglesias, instituciones religiosas y organizaciones de rescate juntas. Su registro (se entiende el registro de número de vidas salvadas) sobresale en alarmante contraste en comparación a los logros efectuados por la Cruz Roja Internacional y las democracias occidentales... La Santa Sede, los Nuncios y la Iglesia Católica entera salvaron unos 400.000 judíos de la muerte segura».

Cuando muere el Papa Pío XII, en 1958, Golda Meir, Ministra de Asuntos

Exteriores del Estado de Israel, envía este mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad (...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz».

El silencio culpable ante la persecución racista es vergonzoso.

Después de habernos detenidos en leyenda negra de Pío XII, es preciso

reconocer que la actitud del Papa y la de tantos otros no fue la de todos los cristianos, «no podemos saber cuántos cristianos en países ocupados o gobernados por potencias nazis o por sus aliados constataron con horror la desaparición de sus vecinos judíos, pero no tuvieron la fuerza suficiente para elevar su voz de protesta. Para los cristianos este grave peso de conciencia de sus hermanos y hermanas durante la segunda guerra mundial debe ser una llamada al arrepentimiento».

Ante estas situaciones, la Iglesia pide a sus hijos el examen de conciencia y el

reconocimiento sincero de sus culpas. Pero, además, como Maestra que es, debe volver a enseñar y a repetir a los cuatro vientos las consecuencias de la verdad del Evangelio. Juan Pablo II se dirigía a los jefes de la comunidad judía de Estrasburgo en 1988: «Repito de nuevo, junto con ustedes, la más firme condena de todo antisemitismo y de todo racismo, opuestos a los principios del cristianismo».

Pero también es justo recordar que no ha sido la Shoah la única persecución

racial o religiosa. La Iglesia católica repudia toda actitud de ese género y «condena de modo más firme todas las formas de genocidio, así como las ideologías racistas que los han hecho posibles».

El documento se ve en la obligación de nombrar hechos de violencia que son

una verdadera vergüenza para la humanidad y especialmente para los hombres del siglo XX: «Recordamos, en particular, la matanza de los armenios, las innumerables víctimas en Ucrania durante la década de 1930, el genocidio de los gitanos, también fruto de ideas racistas, y tragedias semejantes ocurridas en América, en África y en los Balcanes. No olvidamos los millones de víctimas de la ideología totalitaria en la Unión Soviética, en China, en Camboya y en otros lugares. Y tampoco podemos olvidar el drama de Oriente Medio, cuyos aspectos son muy conocidos. Incluso mientras hacemos esta reflexión».

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El documento vuelve a insistir en la necesidad de pedir perdón por las actitudes poco evangélicas, «se trata de un acto de arrepentimiento (teshuva), pues, como miembros de la Iglesia, compartimos tanto los pecados como los méritos de sus hijos».

Todo cristiano se debe comprometer a que el Evangelio impregne cada acto de

su vida; con palabras del Papa: «nos arriesgamos a hacer morir nuevamente a las víctimas de muertes atroces, si no sintiéramos pasión por la justicia y no nos comprometiéramos, cada uno según sus propias posibilidades, a lograr que el mal no prevalezca sobre el bien, como sucedió a millones de hijos del pueblo judío... La humanidad no puede permitir que todo eso suceda nuevamente».

El Papa nos enseña la auténtica actitud cristiana con sus palabras pero también

con sus gestos. El 7 de junio de 1979 visitó el lager de Auschwitz, se recogió en oración en particular ante la lápida con la inscripción hebrea que recordaba a las víctimas: «Vengo, pues, y me arrodillo en este Gólgota del mundo contemporáneo (...). Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. (...) Este pueblo que ha recibido de Dios el mandamiento de no matar, ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia».

Las raíces judías de nuestra fe

El documento termina con una insistente llamada a que los católicos tomen

mayor conciencia de las raíces judías de su fe. «Les pedimos que recuerden que Jesús era un descendiente de David; que del pueblo judío nacieron la Virgen María y los Apóstoles; que la Iglesia se alimenta de las raíces de aquel buen olivo en el que se injertaron luego las ramas del olivo silvestre de los gentiles; que los judíos son nuestros hermanos queridos y amados; y que, en cierto sentido, son realmente nuestro hermanos mayores (Juan Pablo II)».

Los obispos alemanes dijeron: «Quien se encuentra con Jesucristo, se

encuentra con el judaísmo». El Papa no dudó en hacer suya esa expresión, agregando: «La fe de la Iglesia en Jesucristo, hijo de David e hijo de Abraham contiene de hecho lo que los obispos llaman...la herencia espiritual de Israel para la Iglesia».

La Iglesia es consciente que tiene un particular vínculo con el Pueblo judío,

relación que tenemos, como señala el Papa, sólo con esa comunidad religiosa. «Este vínculo puede ser calificado de sagrado, ya que procede de la misteriosa voluntad de Dios».

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Anexo IV

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II EN LA SINAGOGA DE ROMA

13 de abril 1986

HEBRAÍSMO E IGLESIA

Señor Rabino Jefe de la Comunidad israelita de Roma, Señora Presidenta de la Unión de las Comunidades israelitas italianas, Señor Presidente de las Comunidades de Roma, Señores Rabinos, queridos amigos y hermanos judíos y cristianos que participáis en esta histórica celebración: Acción de Gracias por un acontecimiento que es a la vez realidad Y símbolo

1. Ante todo, quisiera junto con vosotros, dar gracias y alabar al Señor que "desplegó el cielo y cimentó la tierra" (cf Is 51,16) y que ha escogido a Abraham para hacerlo padre de una multitud de hijos, numerosa "como las estrellas del cielo" y "como la arena de la playa" (Gén 22, 17; cf. 15,5), porque ha querido, en el misterio de su Providencia, que esta tarde se encontraran en este vuestro "Templo mayor" la comunidad judía que vive en esta ciudad, desde el tiempo de los antiguos romanos, y el Obispo de Roma y Pastor universal de la Iglesia Católica.

Siento además el deber de manifestar mi gratitud al Rabino Jefe, profesor Elio Toaff, que ha acogido con alegría, desde el primer momento, el proyecto de esta visita y que ahora me recibe con gran apertura de corazón y con un vivo sentido de hospitalidad; y doy las gracias también a todos aquellos que en la comunicad judía romana han hecho posible este encuentro y se han comprometido de tantas maneras a fin de que fuese al mismo tiempo una realidad y un símbolo. Gracias por tanto a todos vosotros. Todâ rabbâ (=muchas gracias).

La herencia de Juan XXIII.

2. A la luz de la Palabra de Dios proclamada hace poco y que "vive por siempre" (cf Is 30,8), quisiera que reflexionáramos juntos, en la presencia del Santo, ¡bendito sea El! (como se dice en vuestra liturgia), sobre el hecho y el significado de este encuentro entre el Obispo de Roma, el Papa, y la comunidad judía que habita y trabaja en esta ciudad, tan querida para vosotros y para mí.

Desde hace mucho tiempo pensaba en esta visita. En realidad el Rabino Jefe tuvo la gentileza de ir a saludarme, en febrero de 1981, cuando hice la visita pastoral a la vecina parroquia de San Carlo ai Catinari. Además, algunos de vosotros han ido más de una vez al Vaticano, bien con ocasión de las numerosas audiencias que he podido conceder a representantes del Judaísmo italiano y mundial, bien incluso

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anteriormente, en tiempos de mis predecesores, Pablo VI, Juan XXIII y Pío XII. Sé muy bien además que el Rabino Jefe, en la noche que precedió a la muerte del Papa Juan, no dudó en ir a la plaza de San Pedro, acompañado de un grupo de fieles judíos, con el fin de rezar y velar, mezclado entre la multitud de católicos y de otros cristianos, como para dar testimonio, de un modo silencioso pero tan eficaz, de la grandeza de ánimo de aquel gran Pontífice, abierto a todos sin distinción, y en particular a los hermanos judíos.

La herencia que quisiera ahora recoger es precisamente la del Papa Juan, quien, en una ocasión pasando por aquí -como acaba de recordar el Rabino Jefe-, hizo detener el coche para bendecir a la multitud de judíos que salía de este mismo templo. Y quisiera recoger su herencia en este momento, en el que me encuentro no ya en el exterior, sino, gracias a vuestra generosa hospitalidad, en el interior de la Sinagoga de Roma.

El "Holocausto" de millones de víctimas inocentes

3. Este encuentro concluye en cierto modo, después del pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, un largo período sobre el cual es preciso no cansarse de reflexionar para sacar de él las enseñanzas oportunas. Ciertamente no se puede ni se debe olvidar que las circunstancias históricas del pasado fueron muy distintas de las que han ido madurando fatigosamente en los siglos; se ha llegado con grandes dificultades a la aceptación común de una legítima pluralidad en el plano social, civil y religioso. La consideración de los seculares condicionamientos culturales no puede, sin embargo, impedir el reconocimiento de los actos de discriminación, de las limitaciones injustificadas de la libertad religiosa, de la opresión también en el plano de la libertad civil, que, respecto a los judíos, han sido objetivamente manifestaciones gravemente deplorables. Sí, una vez más, a través de mí, la Iglesia con las palabras del bien conocido Decreto "Nostra Aetate (n. 4), "deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos"; repito: "de cualquier persona".

Una palabra de execración quisiera una vez más expresar por el genocidio decretado durante la última guerra contra el pueblo judío y que ha llevado al holocausto de millones de víctimas inocentes. Al visitar el 7 de junio de 1979 el "lager" de Auschwitz y al recogerme en oración por tantas víctimas de diversas naciones, me detuve en particular ante la lápida con la inscripción en lengua hebrea, manifestando así los sentimientos de mi ánimo: "Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abraham, que es el padre de nuestra fe, como dijo Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo que ha recibido de Dios el mandamiento de "no matar", ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia" (L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 17 de junio de 1979, página 13).

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También la comunidad judía de Roma pagó un alto precio de sangre. Y fue ciertamente un gesto significativo el que, en los años oscuros de la persecución racial, las puertas de nuestros conventos, de nuestras iglesias, del seminario romano, de edificios de la Santa Sede y de la misma Ciudad del Vaticano se abrieran para ofrecer refugio y salvación a tantos judíos de Roma, rastreados por los perseguidores.

La Declaración Conciliar "Nostra Aetate"

4. La visita de hoy quiere aportar una decidida contribución a la consolidación de las buenas relaciones entre nuestras comunidades, siguiendo las huellas de los ejemplos ofrecidos por tantos hombres y mujeres de una y otra parte que se han comprometido y se comprometen todavía para que se superen los viejos prejuicios y se dé espacio al reconocimiento cada vez más pleno de ese "vínculo" y de ese "común patrimonio espiritual" que existen entre judíos y cristianos.

Es éste el deseo que ya expresaba el párrafo n. 4, que ahora he recordado de la

Declaración conciliar "Nostra Aetate" acerca de las relaciones de la Iglesia Católica con el Judaísmo y con cada uno de los judíos se ha dado con este breve pero lapidario texto.

Somos todos conscientes de que entre las muchas riquezas de este número 4 de "Nostra Aetate", tres puntos son especialmente relevantes. Quisiera subrayarlos aquí, ante vosotros, en esta circunstancia verdaderamente única.

El primero es que la Iglesia de Cristo descubre su "relación" con el Judaísmo

"escrutando su propio misterio" (cf. Nostra Aetate, ib). La religión judía no nos es "extrínseca", sino que en cierto modo, es "intrínseca" a nuestra religión. Por tanto tenemos con ella relaciones que no tenemos con ninguna otra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir nuestros hermanos mayores.

El segundo punto que pone de relieve el Concilio es que a los judíos como

pueblo, no se les puede imputar culpa alguna atávica o colectiva, por lo que "se hizo en la pasión de Jesús" (cf. Nostra Aetate, ib). Ni indistintamente a los judíos de aquel tiempo, ni a los que han venido después, ni a los de ahora. Por tanto, resulta inconsistente toda pretendida justificación teológica de medidas discriminatorias o, peor todavía, persecutorias. El Señor juzgará a cada uno "según las propias obras", a los judíos y a los cristianos (cf. Rom 2,6).

El tercer punto de la Declaración conciliar que quisiera subrayar es la

consecuencia del segundo; no es lícito decir, no obstante la conciencia que la Iglesia tiene de la propia identidad, que los judíos son "réprobos o malditos", como si ello fuera enseñado o pudiera deducirse de las Sagradas Escrituras (cf. Nostra Aetate, ib) del Antiguo Testamento o del Nuevo Testamento. Más aún, había dicho antes el Concilio, en este mismo texto de "Nostra Aetate", pero también en la Constitución dogmática "Lumen gentium" (n. 6) citando la Carta de San Pablo a los Romanos (11, 28 s.), que los judíos "permanecen muy queridos por Dios", que los ha llamado con una "vocación irrevocable".

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Jesús de Nazaret y sus Discípulos 5. Sobre estas convicciones se apoyan nuestras relaciones actuales. Con ocasión

de esta visita a vuestra Sinagoga, deseo reafirmarlas y proclamarlas en su valor perenne. Este es en efecto el significado que se debe atribuir a mi visita a vosotros, judíos de Roma.

No es cierto que yo haya venido a visitaros porque las diferencias entre

nosotros se hayan superado ya. Sabemos bien que no es así. Sobre todo cada una de nuestras religiones, con plena conciencia de los

muchos vínculos que la unen a la otra, y en primer lugar de ese "vínculo" del que habla el Concilio, quiere ser reconocida y respetada en su propia identidad, fuera de todo sincretismo y de toda equívoca apropiación.

Además, se debe decir que el camino emprendido se halla todavía en sus

comienzos, y que por tanto se necesitará todavía bastante tiempo, a pesar de los grandes esfuerzos ya hechos por una parte y por otra, para suprimir toda forma, aunque sea subrepticia, de prejuicios, para adecuar toda manera de expresarse y por tanto para presentar siempre y en cualquier parte, a nosotros mismos y a los demás, el verdadero rostro de los judíos y del Judaísmo como también de los cristianos y del cristianismo, y esto a cualquier nivel de mentalidad, de enseñanza y de comunicación.

A este respecto, quiero recordar a mis hermanos y hermanas de la Iglesia Católica, también en Roma, el hecho de que los instrumentos de aplicación del Concilio en este campo preciso están ya a disposición de todos, en dos documentos publicados respectivamente en 1974 y en 1985 por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones religiosas con el Judaísmo. Se trata solamente de estudiarlos con atención, de penetrar en sus enseñanzas y de ponerlos en práctica.

Seguramente quedan todavía entre nosotros dificultades de orden práctico, que esperan ser superadas en el plano de las relaciones fraternas: son fruto, tanto de siglos de mutua incomprensión, como de posiciones diversas y de actitudes no fácilmente superables en materias complejas e importantes.

A nadie se le oculta que la divergencia fundamental desde los orígenes es la adhesión de nosotros los cristianos a la persona y a la enseñanza de Jesús de Nazaret, hijo de vuestro pueblo, del cual nacieron también la Virgen María, los Apóstoles, "fundamento y columnas de la Iglesia", y la mayoría de los miembros de la primera comunidad cristiana. Pero esta adhesión se sitúa en el orden de la fe, es decir, en el asentimiento libre de la inteligencia y del corazón guiados por el Espíritu y no puede ser jamás objeto de una presión externa, en un sentido o en el otro; es éste el motivo por el que nosotros estamos dispuestos a profundizar el diálogo con lealtad y amistad, en el respeto de las íntimas convicciones de los unos y de los otros, tomando como base fundamental los elementos de la Revelación que tenemos en común, como "gran patrimonio espiritual" (cf. Nostra Aetate). Diálogo leal, amistad auténtica y colaboración fraterna en roma

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6. Es preciso decir, además, que las vías abiertas a nuestra colaboración a la luz

de la herencia común que procede de la Ley y de los Profetas, son varias e importantes. Queremos recordar sobre todo una colaboración en favor del hombre, de su vida desde la concepción hasta la muerte natural, de su dignidad, de su libertad, de sus derechos, de su desarrollo en su sociedad no hostil, sino amiga y favorable, donde reine la justicia y donde en esta nación, en los continentes y en el mundo, sea la paz la que impere, el shalom auspiciado por los Legisladores, por los Profetas y por los Sabios de Israel.

Existe, más en general, el problema moral, el gran campo de la ética individual y

social. Somos todos conscientes de lo aguda que es la crisis sobre este punto en nuestro tiempo. En una sociedad frecuentemente extraviada en el agnosticismo y en el individualismo, y que sufre las amargas consecuencias del egoísmo y de la violencia, judíos y cristianos son depositarios y testigos de una ética marcada por los diez mandamientos, en cuya observancia el hombre encuentra su verdad y su libertad. Promover una reflexión y colaboración común sobre este punto es uno de los grandes deberes de la hora presente.

Y finalmente quisiera dirigir mi pensamiento a esta ciudad donde convive la

comunidad de los católicos con su Obispo, la comunidad de los judíos con sus autoridades y con su Rabino Jefe.

Que no sea la nuestra una "convivencia" sólo de medida estrecha, casi una

yuxtaposición, intercalada con encuentros limitados y ocasionales, sino que esté animada por el amor fraterno.

El Amor exigido por la Tora

7. Los problemas de Roma son muchos. Vosotros lo sabéis bien. Cada uno de

nosotros, a la luz de esa bendita herencia a la que anteriormente me refería, sabe que está llamado a colaborar, al menos en alguna medida, a sus soluciones. Tratemos en cuanto sea posible de hacerlo juntos, que de esta visita mía y de esta concordia y serenidad conseguidas surja, como el río que Ezequiel vio surgir de la puerta oriental del Templo de Jerusalén (cf. Ez 47, 1ss.), un torrente fresco y benéfico que ayude a sanar las plagas que Roma sufre.

Al hacer esto, me permito decir, seremos fieles a nuestros respectivos

compromisos más sagrados, pero también a aquel que más profundamente nos une y nos reúne: la fe en un solo Dios que "ama a los extranjeros" y "hace justicia al huérfano y a la viuda" (cf. Dt 10,18), comprometiéndonos también nosotros a amarlos y socorrerlos (cf. ib., y Lev 19, 18,34). Los cristianos han aprendido esta voluntad del Señor de la Torá, que vosotros aquí veneráis, y de Jesús, que ha llevado hasta extremas consecuencias el amor pedido en la Torá. LA MISERICORDIA DE DIOS

8. Sólo me queda ahora dirigir, como al principio de esta alocución, los ojos y la

mente al Señor, para darle gracias y alabarlo por este encuentro feliz y por los bienes

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que del mismo ya emanan, por la fraternidad reencontrada y por el nuevo y más profundo entendimiento entre nosotros aquí en Roma, y entre la Iglesia y el Judaísmo en todas partes, en cada país, para beneficio de todos.

Por eso quisiera decir con el Salmista, en su lengua original que es también la

que vosotros habéis heredado: Hodû la Adonai ki tob / ki le olam hasdo / yomar-na Yisrael / ki le olam hasdo /

yomerû-na yi'è Adonai / ki le olam hasdô (Sal 118, 1-2,4). “Dad gracias al Señor porque es bueno / porque es eterna su misericordia. /

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. / Digan los fieles del Señor: / eterna es su misericordia”.

Amén.

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Carta de Juan Pablo II sobre la Inquisición

Carta dirigida por el Papa Juan Pablo II al cardenal Roger Etchegaray con motivo de la publicación de las «Actas del Simposio Internacional "La Inquisición"». Ciudad del Vaticano, martes, 15 junio 2004 (ZENIT.org).

Al venerado hermano señor cardenal Roger Etchegaray antiguo presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000.

1. He recibido con vivo aprecio el volumen que recoge las «Actas» del simposio internacional sobre la Inquisición, organizado en el Vaticano entre los días 29 y 31 de octubre de 1998 por la Comisión histórico-teológica del Comité para el gran jubileo del año. 2000.

Este simposio respondía al deseo que expresé en la carta apostólica «Tertio millennio adveniente»: «Es justo que... la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo». (n. 33).

Ante la opinión pública la imagen de la Inquisición representa de alguna forma el símbolo de este antitestimonio y escándalo. ¿En qué medida esta imagen es fiel a la realidad? Antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los hechos y reconocer las carencias ante las exigencias evangélicas en los casos en que sea así. Este es el motivo por el que el Comité pidió la consulta de historiadores, cuya competencia científica es universalmente reconocida.

2. La insustituible contribución de los historiadores constituye, para los teólogos, una invitación a reflexionar sobre las condiciones de vida del Pueblo de Dios en su camino histórico.

Una distinción debe guiar la reflexión crítica de los teólogos: la distinción entre el auténtico «sensus fidei» y la mentalidad dominante en una determinada época, que puede haber influido en su opinión.

Hay que recurrir al «sensus fidei» para encontrar los criterios de un juicio justo sobre el pasado de la vida de la Iglesia.

3. Este discernimiento es posible precisamente porque con el paso del tiempo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, percibe con conciencia cada vez más viva cuáles son las exigencias de su conformación con el Esposo. De este modo, el Concilio Vaticano II ha querido expresar la «regla de oro» que orienta la defensa de la verdad, tarea que corresponde a la misión del Magisterio: «la verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en

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las almas» (Dignitatis humanae, 1. Se cita esta afirmación en «Tertio millennio adveniente», n. 35).

La institución de la Inquisición ha sido abolida. Como dije a los participantes en el Simposio, los hijos de la Iglesia deben revisar con espíritu arrepentido «la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad» («Tertio millennio adveniente», n. 35).

Este espíritu de arrepentimiento comporta el firme propósito de buscar en el futuro caminos de testimonio evangélico de la verdad.

4. El 12 de marzo de 2000, con motivo de la celebración litúrgica que caracterizó la Jornada del Perdón, se pidió perdón por los errores cometidos en el servicio a la verdad recurriendo a métodos no evangélicos. La Iglesia debe realizar este servicio imitando a su Señor, manso y humilde de corazón. La oración que dirigí entonces a Dios contiene los motivos de una petición de perdón, que es válida tanto para los dramas ligados a la Inquisición como para las heridas en la memoria que han provocado: «Señor, Dios de todos los hombres, en algunas épocas de la historia los

cristianos a veces han transigido con métodos de intolerancia y no han seguido el gran mandamiento del amor, desfigurando así el rostro de la Iglesia, tu Esposa. Ten misericordia de tus hijos pecadores y acepta nuestro propósito de buscar y promover la verdad en la dulzura de la caridad, conscientes de que la verdad sólo se impone con la fuerza de la verdad misma. Por Cristo nuestro Señor».

El bello volumen de las «Actas» del simposio se enmarca en el espíritu de esta petición de perdón. Dando las gracias a todos los participantes, invoco sobre ellos la bendición divina.

Vaticano, 15 de junio de 2004 IOANNES PAULUS II.

(Beatificado por Benedicto XVI el 1-05-2011)

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V

ASOCIACIONES JUDÍAS EN ESPAÑA:

Federación de Comunidades Judías de España Organización que agrupa a la inmensa mayoría de comunidades judías en el país y las representa ante las instituciones oficiales nacionales e internacionales. E-mail: [email protected] Blog: http://fcje.blogspot.com/ Radio Sefarad: www.radiosefarad.com Observatorio de Antisemitismo: http://observatorioantisemitismo.fcje.org/

Keren Hayesod Spain Representación en España del Fondo Nacional Judío, organización fundada en 1920 para recaudar fondos para Israel, y que opera en diferentes países del mundo E-mail: [email protected]

Keren Kayemet LeIsrael Representación en España del Fondo de Forestación de Israel, fundado en 1901, cuya tarea continúa hoy, abarcando una gran diversidad de programas y proyectos relacionados con la ecología y la mejora del medioambiente.

Asociación Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalén Desarrolla actividades de apoyo para el desarrollo científico, académico e institucional de la Universidad y colaboran en la promoción de programas de cooperación e intercambio académico.

Asociación Amigos de la Universidad de Tel Aviv España Desarrolla actividades de apoyo para el desarrollo científico, académico e institucional de la Universidad y colaboran en la promoción de programas de cooperación e intercambio académico.

Asociación de Amigos de Yad Vashem España La Asociación de Amigos de Yad Vashem en España coordina seminarios para educadores, críticos literarios y toda persona interesada en el tema del Holocausto.

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Asociación de Amigos del Centro Peres para la Paz, España Organización apolítica, sin fines de lucro, abocada a traducir las oportunidades ofrecidas en el marco de los Acuerdos de Paz del Tratado de Oslo, en verdadera coexistencia entre los pueblos del Oriente Medio. E-mail: [email protected]

RAMBAM Asociación Médica Judía de España Asociación formada con el propósito principal de brindar un marco de colaboración, contacto e intercambio para los profesionales sanitarios judíos en España en el ámbito nacional e internacional. E-mail: [email protected]

Red de Juderías de España, Asociación pública, sin ánimo de lucro que tiene

como objetivo la defensa del patrimonio urbanístico, arquitectónico, histórico, artístico y cultural del legado sefardí en España

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GLOSARIO JUDIO Adafina (esp.; dafina): guiso para el almuerzo sabático de origen medieval hispanojudío, tradicional entre los sefardíes de la zona del estrecho de Gibraltar.

Adar: sexto mes del año judío. Tiene generalmente veintinueve días y su comienzo oscila entre el 1º de febrero y el 2 de marzo; en él cae la fiesta de Purim. En los años embolismales o bisiestos se le añade un día, amén de un segundo adar de veintinueve días.

Alyah: significa "regreso". Es el término que se utiliza para indicar "el viaje de regreso" que realizan los judíos desde la diáspora a Israel.

Amidá: oración; se reza de pie y ocupa lugar central en los tres oficios diarios.

Amora: en un principio significaba "el que interpreta en público las palabras del sabio". Más tarde pasó a designar exclusivamente a los sabios del período de la elaboración de la Misna y del Talmud.

Asquenasí: perteneciente a la rama del judaísmo europeo afincada en su origen en países del norte de Europa y que tiene como lengua propia el yidis.

Bar misvá: lit. 'hijo del precepto, sujeto al precepto', nombre que se da al varón judío de 13 años y por extensión a la ceremonia en que alcanza la mayoría de edad religiosa, tras de la cual se le considera responsable de sus acciones y está obligado a cumplir los preceptos en general y el de ponerse los tefilín en particular.

Berajot (pl. de berajá): bendiciones y fórmulas de alabanza a Dios por los bienes que nos otorga; deben formularse al cumplir una prescripción ritual, al gozar de los sentidos corporales, en alegrías y tristezas, etc.

Berit milá: lit. 'pacto de la circuncisión'. Señal de la alianza del pueblo judío con Dios. .

Bet din: Tribunal rabínico cuyo origen se remonta a los tiempos bíblicos. Los judíos prefirieron muy a menudo a lo largo de la historia someterse a estos tribunales y no a los de los gentiles.

Bet haquenéset: lit. 'casa de reunión'; sinagoga.

Bet midrach: Escuela donde se estudia la Biblia y el Talmud. Ha sido uno de los espacios que ha permitido la supervivencia de la comunidad judía durante sus múltiples exilios.

Birz-milah: Término que se usa para designar la circuncisión que simboliza la alianza con Dios. Esta circuncisión se realiza el octavo día tras el nacimiento.

Cábala: Corriente esotérica del misticismo judío. Tuvo su apogeo al final de la Edad

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Media, con la difusión del libro Zohar, la obra por excelencia de la mística judía.

Cadís: oración en arameo de alabanza y glorificación a Dios y de esperanza en el establecimiento del reino de Dios en la tierra; su recitación separa los distintos segmentos del rezo sinagogal y asimismo deben recitarla las personas de luto.

Cal nidré: Todos los votos; palabras iniciales que dan nombre a la plegaria de anlación de votos que se recita al inicio del servicio de Yom Quipur .

Caser: apto, lícito según la ley judía.

Cholent (yd.): guiso asquenasí para el almuerzo sabático.

Dayan: Juez del tribunal rabínico.

Diáspora: Voz de origen griego y que significa "dispersión". Se usa para designar, en general, a los judíos instalados fuera de Israel. La diáspora judía mantiene vínculos muy estrechos con el Yisuv.

Dinar: Unidad monetaria de denominación romana utilizada en Israel.

Donme: Voz de origen turco que significa "convertido". En el siglo XVII se aplicó, sobre todo, a las familias que se convertían al islam para escapar de las persecuciones pero que mantenían en su vida privada la fe y los rituales judíos.

Elul: duodécimo y último mes del año judío. Tiene veintinueve días y su comienzo oscila entre el 8 de agosto y el 6 de septiembre; por preceder a las conmemoraciones solemnes del mes de tisrí, es tiempo de recogimiento y devoción.

Etrog: toronja; fruto de uso litúrgico en la festividad de Sucot, que se blande junto con el lulab en las procesiones que tienen lugar en las sinagogas.

Éxodo (Salida de Egipto): Uno de los acontecimientos más importantes en la historia religiosa judía. Simboliza el abandono de la esclavitud y la elección de la libertad.

Fariseos: Era el partido judío más influyente durante el periodo del segundo Templo. Sus miembros seguían la Ley judía de una manera muy estricta.

Gentiles: Término que los judíos y los primeros cristianos usaban para designar a los no judíos y que significa "los de las naciones".

Guemará: Estudio, discusión, comentario, interpretación, etc. de la Misná que constituye la parte más extensa del Talmud y recoge la ley oral formulada por varias generaciones de amoraítas en las academias rabínicas de Palestina (Israel) y de Babilonia (Mesopotamia).

Gueto: El término "gueto" se utilizó por primera vez en 1516 para designar los barrios en los que se confinó a los judíos en Venecia. En España se adoptó la palabra "judería".

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Habdalá: lit. Separación, diferenciación; ceremonia al término de sábados y días festivos para separar el día santo que acaba del profano que comienza.

Hagadá: Narración del éxodo de Egipto formada por pasajes de la Biblia , del Midrás y de otras fuentes rabínicas, junto con plegarias, himnos y cánticos, que es preceptivo leer en el séder de Pésah en cumplimiento del precepto de «narrarás a tu hijo» (Éxodo 13:8); también recibe el mismo nombre (pl. hagadot) el libro que la contiene.

Hakham: "Hombre sabio". Título dado a algunos rabinos.

Halakha: Este término, que en hebreo significa "paseo", designa la marcha correcta por el camino recto. Los principios que lo rigen se encuentran en las leyes dictadas por los sabios del Talmud.

Hamín: Guiso para el almuerzo sabático propio de los sefardíes de los Balcanes y del Mediterráneo oriental.

Hanucá: Festividad menor en que se conmemora la purificación del Templo tras la victoria de los macabeos sobre los griegos seléucidas en el año 165 a.C; se inicia el 25 del mes de quislev y dura ocho días, durante los cuales es preceptivo encender una hanuquiyá

Hanuquiyá: Lámpara de ocho candelas alineadas y una novena auxiliar, que es preceptivo encender en Hanucá.

Haróset: Pasta o salsa hecha con frutas machacadas, especias y vino, en la que se untan algunos alimentos simbólicos del séder de Pésah.

Hazán: Cantor oficiante de sinagoga.

Hebrá Cadisá: Cofradía Santa, nombre que recibe la asociación voluntaria que se ocupa de la preparación de los ritos funerarios y del enterramiento.

Hesván: Segundo mes del año judío; tiene veintinueve o treinta días y su comienzo oscila entre el 6 de octubre y el 4 de noviembre.

Hosaaná rabá: Nombre que recibe el séptimo día de la fiesta de Sucot, el cual se diferencia de los restantes por tener una liturgia específica que se inicia con una vigilia.

Hosaanot (pl. de hosaaná): lit. hosanas; oraciones que se recitan durante las procesiones de Sucot .

Hupá: En las bodas, baldaquino o palio nupcial bajo el cual se sitúan los contrayentes.

Huquim (pl.): lit. "estatutos divinos"; son las leyes no explicadas en el texto bíblico.

Israel: "El que lucha con Dios" es el sobrenombre dado por Dios a Jacob, patriarca de las doce tribus; tiene los dos significados de la expresión "luchar con", es decir, con y en

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contra.

Iyar: Octavo mes del año judío, tiene veintinueve días y su comienzo oscila entre el 12 de abril y el 11 de mayo.

Judaísmo conservador: La corriente ideológica más importante del judaísmo americano durante el siglo XIX. Se opone a la corriente reformada que permite adaptar la Torá al os tiempos.

Judaísmo reformado (o judaísmo liberal): Corriente ideológica liberal que tiene en cuenta la evolución de la Historia y permite a sus miembros aportar los cambios necesarios, con el fin de llegar a una práctica que no suponga ninguna cortapisa para integrarse en el mundo moderno.

Judío: El origen de esta palabra se remonta a los hebreos del siglo VI a.C. pertenecientes a la tribu de Judá y que tomaron el nombre de "miembros de la tribu", es decir, yehudim.

Kaser: Palabra que designa al conjunto de leyes relativas a la pureza y que afectan tanto a los alimentos y su modo de prepararlos como a los métodos para purificarlos.

Ketuba: Contrato matrimonial que recoge todas las obligaciones del marido con respecto a su esposa.

Ladino: Voz con muchas acepciones, y todas procedentes de la España medieval; dialecto hispanocristiano no árabe; persona que además de su lengua vernácula habla otra; judeoespañol; lengua litúrgica sefardí; por extensión, sefardí.

Lulab: Hoja de palma rodeada de mirto y sauce de uso litúrgico en la festividad de Sucot, que se blande junto al etrog en las procesiones que tienen lugar en la sinagoga.

Macabeos (Libro de los): Se trata de cuatro obras apócrifas, dos de las cuales forman parte del Antiguo Testamento, y se las clasifica dentro de los libros sagrados.

Maguen David: "El escudo de David". Es la conocida estrella de seis puntas, símbolo religioso y nacional del pueblo judío.

Mahzor: Libro de oraciones, especialmente el de los días solemnes y de las festividades mayores.

Maror: Hierba amarga; uno de los alimentos simbólicos del séder de Pésah .

Marrano: Converso judaizante.

Masá (pl. masot): Pan cenceño, a modo de torta aplastada o de oblea, que es preceptivo comer durante la fiesta de Pésah en lugar de pan leudado.

Massorah: Guía que recoge todos los comentarios necesarios para que el creyente

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realice una correcta "lectura santa de la Biblia”. Su objetivo principal es homogeneizar las distintas interpretaciones del Libro sagrado.

Matzá o pan ácimo: Harina de trigo amasada con agua pura sin ningún agente fermentativo. En la festividad del Pésaj los judíos celebran la salida de sus ancestros esclavos de Egipto y se abstienen de consumir cualquier masa de harina fermentada. La harina de matzá no es otra cosa que pan ácimo molido muy fino y que sirve para emplear en cocina y repostería.

Meguilá (pl. meguilot): Cada uno de los cinco rollos o libros bíblicos de Cantares , Rut , Lamentaciones , Eclesiastés y Ester ; especialmente el último, que para su lectura ritual en la fiesta de Purim se escribe en un rollo de pergamino más pequeño que el séfer Torá y enrollado en una sola vara.

Mezuzá: Estuche alargado que contiene un pergamino enrollado en el que están escritos dos pasajes alusivos de la oración de la Semá (Deuteronomio 6:49 y 11:13-21) y que es preceptivo fijar en las puertas, en la parte superior de la jamba derecha.

Micvé: Estanque de agua para la purificación ritual por inmersión.

Midrás (pl. midrasim): Sistema de comentario del texto bíblico que contiene interpretaciones analógicas, parabólicas, alegóricas y otro material agádico, expuesto con intención homilética o exegética; también cada una de las compilaciones de ley oral que recoge ese tipo de interpretación; con mayúscula Midrás es el género literario.

Miskan: Tabernáculo itinerante que los hebreos llevaron consigo cuando abandonaron Egipto.

Misná: lit. enseñanza; repetición; Compilación canónica de la ley oral, formulada por varias generaciones de tanaítas y ordenada a finales del siglo II, que recoge y especifica las reglas de la Torá o ley escrita; se divide en seis «órdenes» y éstos en un total de sesenta y tres tratados.

Misvá (pl. misvot): Cada uno de los preceptos jurídicoreligiosos que en número de 613 -248 positivos o mandatos y 365 negativos o prohibiciones- regulan la conducta del judío observante.

Mohel: Circuncidador.

Nisán: Séptimo mes del año judío. Tiene treinta días y su comienzo oscila entre el 13 de marzo y el 11 de abril; en él cae la fiesta de Pésah.

Nisuín: Esponsales.

Parve (yd.): lit. neutro; Alimento que puede consumirse tanto con la carne como con la leche.

Perasá: Cada una de las secciones o perícopas en que se segmenta la Torá o Pentateuco

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para su lectura litúrgica en las sucesivas semanas del año.

Pésah: Pascua; una de las tres festividades mayores, de peregrinación en tiempos bíblicos, en que se conmemora el éxodo israelita de Egipto y la liberación del cautiverio. Comienza el 15 del mes de nisán y dura ocho días, en los que es preceptivo comer pan cenceño o masá y eliminar todo rastro de levadura o hamés; la celebración casera se inicia con la ceremonia del séder.

Purim: Festividad menor en que se conmemora la salvación milagrosa de los judíos en la Persia del rey Asuero según se relata en el libro bíblico de Ester; tiene lugar el 14 del mes de adar y su celebración ofrece rasgos de carácter carnavalesco.

Quetubá (pl. quetubot): Contrato matrimonial.

Quidús: Rezo de santificación sobre una copa llena de vino con el que se inician las comidas del s abat y de las fiestas.

Quidusín: Consagración del matrimonio.

Quipá: Solideo. Rab (rabí, lit. mi maestro): Rabino. Rabino: "Maestro". Título dado a las personas capacitadas para explicar y enseñar la Ley judía. Ros Hasaná: Principio del año; festividad solemne de comienzo del año que conmemora la creación del mundo y el sacrificio de Isaac. Se celebra los días 1 y 2 del mes de tisrí, con los que se inician los diez días penitenciales que culminan en Yom Quipur; su ceremonia más llamativa es el toque del sofar en el servicio de la mañana. Sabat: sábado, una de cuyas principales observancias es la del descanso, estando prohibido encender fuego, realizar cualquier trabajo, etc.; su inicio en el hogar lo marca la ceremonia de encendido de velas o candiles.

Sabuot: Pentecostés; una de las tres festividades mayores, de peregrinación en tiempos bíblicos, en la que se conmemora la revelación de la ley a Moisés en el Sinaí. Comienza el 6 de siván al final de la cuenta del ómer, es decir, siete semanas después del segundo día de Pésah, y dura dos días.

Sandac: Padrino, el que sostiene al niño durante la circuncisión, recibiéndolo de manos de la sandaquit.

Sebat: Quinto mes del año judío: tiene treinta días y su comienzo oscila entre el 2 y el 31 de enero.

Séder: lit. orden; Así se denomina la ceremonia ritual de la cena de Pésah durante la cual se recitan o cantan varias bendiciones y plegarias, se comen la masá y el maror

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untado en haróset , se bebe vino, se recita la Hagadá y, entre medias, se cena.

Sefarad: Región geográfica identificada desde tiempos medievales con la Península ibérica. En hebreo es la ambigua denominación tanto del conjunto o de cada uno de los reinos hispanos medievales, como de la España unitaria posterior.

Sefardí: Judío originario de Sefarad; también la lengua hispana propia de los sefardíes, denominada corrientemente judeoespañol o ladino.

Séfer (pl. sefarim): Libro; denominación abreviada del séfer Torá.

Séfer Torá: Largo rollo de pergamino, sujeto por sus extremos a sendas varas, en el que para fines litúrgicos está escrito por mano de sofer el texto de la Torá.

Sehitá: Degüello de animales para el consumo conforme a la ley judía, que debe realizar un sohet.

Sekel: Unidad monetaria del Estado de Israel.

Semá: Oración principal de la liturgia considerada como la profesión de la fe judía.

Sibá: lit. siete; Período de luto mayor que deben guardar los parientes cercanos durante los siete días que siguen al enterramiento.

Sidur: Libro de oraciones de la liturgia de diario.

Simhat Torá: lit. Alegría de la Torá; Festividad en la que se celebra la conclusión del ciclo anual de lectura litúrgica de la Torá y el inicio de un nuevo ciclo; tiene lugar el 23 del mes de tisrí, tras Sucot y en ella se pasean los sefarim en festiva procesión.

Siván: Noveno mes del año judío. Tiene treinta días y su comienzo oscila entre el 11 de mayo y el 9 de junio; en él cae Sabuot.

Sofar (pl. sofarot): Instrumento de viento hecho con un cuerno de carnero vaciado, que se toca en Ros hasaná y en otras ocasiones solemnes de la liturgia.

Sohet: Degollador de animales conforme a las leyes de la sehitá.

Sucá (pl. sucot): lit. Tabernáculo; Cabañuela construida en la festividad de Sucot.

Sucot: Fiesta de las Cabañuelas o de los Tabernáculos; una de las tres festividades mayores, de peregrinación en tiempos bíblicos, en que se conmemora la travesía de los israelitas por el desierto durante cuarenta años, habitando en tiendas o tabernáculos, hasta llegar a la tierra prometida; comienza el 15 de tisrí y dura una semana, en la que es preceptivo residir o sentarse a comer en cabañas construidas al efecto en jardines o terrazas.

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Tahor: lit. Puro.

Taled: (esp.): Manto de oración.

Tamé: lit. Impuro.

Talmid hajam: lit. Discípulo de sabio; Erudito y estudioso rabínico.

Talmud: Compilación canónica de la ley oral recogida en el Misná y otras fuentes rabínicas clásicas y desarrollada por los amoraítas en la dos redacciones finales de la Guemará : la del Talmud palestino (siglo IV) y la del babilónico (sigloVI).

Talmud-Torá: Institución escolar equivalente a una escuela o colegio.

Tamuz: Décimo mes del año judío; tiene veintinueve días y su comienzo oscila entre el 10 de junio y el 9 de julio.

Tanna: Término que se usa para designar a los sabios que intervinieron en la redacción de la Misna.

Tebet: Cuarto mes del año judío; tiene veintinueve días y su comienzo oscila entre el 4 de diciembre y el 2 de enero.

Tefilín: Filacterias; par de estuchitos cúbicos de cuero que contienen cuatro pasajes alusivos de la Torá (Éxodo 13: 1-10 y 11-16. Deuteronomio 6:49 y 11: 13.21) escritos sobre pergamino que se prolongan en unas correas con las que se fijan en el brazo izquierdo y en la cabeza. Es preceptivo para varones de trece años cumplidos ponerse los tefilín durante el servicio de la mañana en días no festivos.

Terefá: No apto, ilícito según las leyes dietéticas judías.

Tesubá: Arrepentimiento, penitencia.

Tisábeab: 9 de ab; Día de ayuno mayor, duelo y quebranto del alma que rememora la destrucción del Templo y otras calamidades de la historia judía clásica.

Tisrí: Primer mes del año judío. Tiene treinta días y su comienzo oscila entre el 6 de septiembre y el 5 de octubre; en él caen Ros hasaná, Yom Quipur y Sucot .

Torá: Pentateuco y libro o rollo en el que está escrito; en general, el código mosaico y la doctrina del judaísmo que la tradición considera revelados en el Sinaí, tanto la ley escrita, fijada en la Biblia , como la ley oral, transmitida de maestro a discípulo y fijada en diversas recensiones.

Torá se-beal Peh: La Tora oral. Comprende los comentarios de la Torá contendiso en la Misna , el Talmud y el Midrach

Yesiva: Academia talmúdica de estudios superiores de la Torá, la Misna y el Talmud.

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Yídico: La lengua de los judíos askenazíes, resultado de la fusión del hebreo y el alemán.

Yidis (yd. Yiddish): lengua con elementos hebraicos, germánicos, eslavos, etc., hablada y escrita por los judíos asquenasíes.

Yom Quipur: lit. 'Día del perdón o de la expiación'. La más solemne y respetada conmemoración del año litúrgico, dedicada al arrepentimiento y a la expiación de los pecados; tiene lugar el 10 del mes de tisrí, culminando los diez días penitenciales iniciados en Ros hasaná; su celebración exige ayuno y mortificación, abstención de toda actividad material y dedicación exclusiva a la oración y al cuidado del alma.

Zeroa: Hueso con carne cocido que se pone en plato del séder.

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