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P eronismo José Pablo Feinmann Filosofía política de una obstinación argentina Suplemento especial de P ágina I 12 El Día de la Militancia 62

Transcript of eronismo - Página12 · Mundo. Walsh (en Quién mató a Rosendo) lo pone en boca de uno de sus...

PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

El Día de la Militancia62

ACTUALIZACIÓN,TRASVASAMIENTO, SOCIALISMO NACIONAL

Si bien es cierto que Perón acomo-da a su visión ancestral del pero-nismo los conceptos nuevos quele tiran Solanas y Getino –o queelaboran en colaboración con él–,

no lo es menos que toman vida propia en lapalabra y la escritura de los militantes. Quierodecir: si Perón dice del socialismo nacional pocoo nada que pueda unirlo con algún rigor alsocialismo (menos aún al socialismo que laRevolución Cubana, como acontecimiento fun-dante, echa a rodar por América latina), la mili-tancia revolucionaria sabe que el concepto espara ella. Socialismo nacional es claramente unsocialismo que debe crearse a partir de la luchade quienes están contra el imperialismo y susaliados internos. No es el socialismo soviético.Al ser latinoamericano, está cerca del socialismode Cuba. Al ser tercermundista forma parte delos movimientos de liberación del TercerMundo. Walsh (en Quién mató a Rosendo) lopone en boca de uno de sus personajes: el pero-nismo es “un movimiento de liberación”. Ade-más, la juventud traducía las cosas que largaba elViejo al lenguaje que requería su militancia.Socialismo nacional podía transformarse senci-llamente en “socialismo” sin que nadie se opu-siera. De hecho lo expresa la célebre consigna:“Perón, Evita, la patria socialista”. Luego, eldesengaño la transformará en “Perón evita lapatria socialista”. Aunque, para expresar desen-gaños, la mejor habrá de ser una que ya se pintahacia fines del ’73: Volvé Lanusse, te perdonamos.Era tan divertida como dolorosa. (Nota: Porquehay algo que acaso sea el momento de decir: haygente que se divierte con esta tragedia. Gentepara la cual se trató de una comedia entre unageneración de jóvenes pelotudos y un viejo hijode puta, del que esos jóvenes, de puro pelotu-dos, nunca averiguaron cómo había sido en elpasado. Cierta vez, en la redacción de Clarín,me crucé con el notable dibujante Hermenegil-do Sábat y le di un ejemplar de mi libro LópezRega, la cara oscura de Perón. Sería el año ’87,fecha en que ese libro se publicó. El libro abordauna serie de cuestiones decididamente trágicas.Ezeiza, la Triple A, López Rega, la muerte dePerón, en fin: todo el descalabro del peronismoa partir del 20 de junio de 1973. Poco despuésme cruzo de nuevo con Sábat y le pregunto quéle pareció el libro. “Ah, sí –dice–, me divertímuchísimo.” “¿Te divertiste?” Me hablaba ysonreía, como alguien que recuerda un buenchiste. “Sí, me reí muchísimo.” Me despedí deél y me fui algo turbado, confundido. Caramba,me decía, ese libro cuenta una tragedia. Despuésme dijeron que Sábat era muy antiperonista.Pero, ¿tanto? También me dijeron que no se lopuede ni debe criticar. Diga lo que diga. Porquees muy talentoso. Caramba, Heidegger fue ungenio y muchos perseveran en decir que fuenazi. Pero está bien, acepto. Me alegra haberlehecho pasar un momento divertido al maestro.Me sucedió (no exactamente igual) otras veces.Con un director de cine. Era radical y odiaba alperonismo por algo que el peronismo le habíahecho a su viejo. Había sido, en efecto, unainjusticia, una afrenta. De todos modos, uno nopuede tomar una posición política propia poralgo que le pasó a su viejo. Tal vez debiera teneren cuenta (o poner en la balanza para darle unfundamento más serio a su decisión) qué le pasóal resto del país. La cuestión es que –cierta vez–estoy con este cineasta cenando en Chiquilín yhablando del guión sobre un film que íbamos ahacer y no se hizo. De pronto sale el tema de larepresión y los desaparecidos. De pronto el tipodice: “Pobres pibes ésos, ¿no? Morir por bolu-dos. Por Perón. Por no haberse calentado enaveriguar que ese hijo de puta era un nazi”.Estas cosas son habituales. Y son dolorosas. Enla Argentina se muere sin gloria. Son muchoslos que piensan que los jóvenes peronistas del’70 fueron unos pelotudos que no sabían nadade Perón. Como saben ellos, los que dicen eso.Porque ellos sí saben qué fue Perón. Lo supie-ron siempre. Fue un facho. En general son radi-cales los que piensan así. La derecha-derecha no

piensa que fueron unos boludos. Al menos, lostoman más en serio: fueron el “foco marxista”que denunció en mayo de 1973 el general Sán-chez de Bustamante. Hay cosas de las que losradicales no se curarán nunca. Como los pero-nistas, desde luego. Pero los radicales se creenalgo así como los dueños de la democracia y lasinstituciones y grandes enemigos del fascismo.Que, en la Argentina, es el peronismo. Y esosboludos de los ’70 quieren hacer de ese viejofacho un socialista. Qué boludos, ¿no? “Medivertí mucho.” Claro: ¿algo puede ser másdivertido que la historia de un viejo fascista y deunos jóvenes idiotas que lo siguen como si fueraLenin? Sólo esto: ¿por qué los mataron enton-ces? ¿Tan peligrosos son los boludos? ¿Por quéesa masacre? ¿Para qué matar 30.000 boludos enlugar de 30.000 radicales piolas enemigos delfascismo? Pero es así: en la Argentina se mueresin gloria. El líder que esos jóvenes levantaban–al margen de lo que antes hubiera sido– era unanciano rodeado de un círculo siniestro. LaConducción “revolucionaria” a la que muchosadherían era lamentable, demencial, los mandóa morir bajo estrategias y tácticas terriblementeequivocadas, sólo posibles por un iluminismoinhumano, por un desdén inmenso por la vidade sus militantes. Cuando uno mira la foto enque Salvador Allende se prepara a vender cara suvida, a defender su causa hasta el fin, en LaMoneda, al frente de los pocos que ya quedan asu lado, el respeto lo invade, la envidia también.¡Qué digno ha de haber sido luchar y hastamorir con un hombre como ése! Los pibes deMalvinas, lo mismo. Fueron a una guerra queno entendían. Los maltrataron, los estaquearonsus propios jefes. Los ingleses los cazaron comoa liebres. Al volver, no los esperaba nadie. Hoy,ya son tantos los que se han suicidado desdeentonces como los que murieron en las islas. Semuere sin gloria en la Argentina. Para colmo,después vienen los lúcidos, los que se las sabentodas, y a los que murieron les dicen boludos,ingenuos, o se callan, o se ríen.) Seguimos: si elsocialismo nacional se leía como la lucha por latoma del poder era claro que la consigna habíasido radicalizada. En ningún momento de “Actua-lización política y doctrinaria para la toma delpoder” Perón habla de quitarle el poder a la bur-guesía. De establecer un gobierno basado en laclase obrera. De llevar a los obreros a la toma delpoder. El socialismo se inventó para eso. Paraque la clase obrera dejara de ser la clase explota-da por el capitalista y se adueñara del poder.Para eso era necesaria una dictadura y un férreocontrol del Estado y el Partido, que expresabanlos intereses de los obreros revolucionarios. Sepodía hacer ahora o paulatinamente pero –pormás nacional que sea– el socialismo no puedeprescindir de un decisivo traslado del poderdesde las clases dominantes hacia las dominadas.Pero no por eso dejaba de recibirse con beneplá-cito un concepto como el de “socialismo nacio-nal”. Al cabo, el Viejo tiene que decir “eso” parano asustar tanto. Una vez con la manija en lamano la historia va a ser otra. El trasvasamientogeneracional se complementaba con el socialis-mo. Como muchas veces dijo Perón “no eratirar todos los días un viejo por la ventana”,pero una aceptación de un evolucionismo bioló-gico necesario. Los jóvenes debían reemplazar alos viejos. Con lo cual Perón les decía a los mili-tantes que –poco a poco o no tanto– el Movi-miento quedaría en sus manos. Son los jóveneslos que tienen que realizar el socialismo, a secaso nacional. Todo era parte de un juego de “darmanija”. Era el momento del “ala dura”. Habíaque golpear a los milicos. Y Perón sabía que esono lo iban a hacer los sindicatos. Ni los políti-cos. Los sindicatos tenían que cuidar lo suyo yno podían arriesgarse en una lucha incierta.Desde Onganía que venían negociando con estallamada “Revolución Argentina” y lo seguiríanhaciendo siempre que fuera necesario. Para jugar ala rebeldía estaba la CGT de Ongaro, que todoel tiempo hablaba de los “traidores”. Los sindi-catos eran factores de poder. Tenían que asegu-rarles muchas cosas a los obreros y no era cues-tión de perderlas si a Perón se le ocurría no vol-ver porque sí nomás o porque estiró la pata, cosaque todos siempre tenían muy en cuenta. Del

trasvasamiento generacional se pasaba a la actuali-zación doctrinaria. Era otra bandera que el Viejoles daba a los jóvenes. Claro que sí, ¡hay queactualizar la doctrina! Los nuevos tiempos loexigen. El mundo ha cambiado. Todos sabemosque marcha hacia el socialismo. ¿Cómo nosvamos a quedar en las 20 verdades? Eso era parala década del ’40. Estuvo perfecto pero quedóatrás. Ahora, actualizar la doctrina. Que era untrámite muy sencillo. Era pasar del peronismodistributivo y nacional y popular de los ’40 y los’50 al peronismo de hoy, el peronismo tercer-mundista, el peronismo que requiere la Américalatina de la Revolución Cubana. Todo estabaclaro. Todo armonizaba. Todo era para la“juventud maravillosa”. Trasvasamiento genera-cional: los jóvenes son la vanguardia. Actualiza-ción doctrinaria: al ser los jóvenes –precisamen-te– la vanguardia del Movimiento hay queactualizar la doctrina, aggiornarla. Una doctrinajoven para una generación joven. Socialismonacional: es el resultado del encadenamientoconceptual. Si los jóvenes (trasvasamiento)actualizan la doctrina (actualización doctrinaria)inevitablemente lo harán llevando la doctrinaperonista al socialismo (socialismo nacional).

“SI LA JUVENTUD NO SALVA ESTO, NO LO SALVA NADIE”

A un par de meses de las elecciones del 11 demarzo del ’73, Perón dará un reportaje incendiarioa Mayoría, periódico que había sido casi fundadopara la campaña electoral y que dirigía MarceloSánchez Sorondo. El momento es así: las eleccio-nes no están aseguradas, Perón quiere golpear algobierno de Lanusse, irritarlo. Adelanta, entonces,sus piezas duras. Nunca, como en este reportaje, ledio toda la manija a la juventud. “O ellos llaman aelecciones o provocan una guerra civil”, decíaPerón. Y aclaraba que una guerra civil “es lo peorque puede pasar, pero también suele ser el único yúltimo remedio”. No se puede amenazar con unaguerra civil y no adelantar las tropas más temidaspor el enemigo. Perón, además, sabe que se estápor largar la campaña electoral y sabe también quequienes realmente la harán serán los jóvenes. Demodo que todo el peso de la tarea lo pone ahí: “Ola juventud toma esto en sus manos y lo arregla,aunque sea a patadas, pero lo arregla, o no se lo vaa arreglar nadie”. No dice: “No lo arregla nadie”.Dice: “No se lo va a arreglar nadie”. Que significa:“Esto hay que arreglarlo para ustedes. Y son uste-des quienes lo tienen que arreglar”. Luego es toda-vía más claro: “Los viejos no van a arreglar esto; losviejos no están en la evolución. Es un mundo quecambia, y los muchachos tienen razón. Y si tienenrazón hay que dársela y hay que darles el gobierno(...) Si la juventud no salva esto, no lo salva nadie”(Mayoría, 11 de enero de 1973, las cursivas nospertenecen). Cinco meses después, en junio de eseaño, la juventud pasará a ser la “juventud cuestio-nada” y los peronistas tienen que volver a la con-ducción del movimiento y “somos lo que las vein-te verdades peronistas dicen”. “Usted es uno de lostantos otarios que andan por ahí, mi amigo”, diríael general. Es un giro muy lindo que usa en Con-ducción política: “La otra vez vino a verme un ota-rio. Uno de los tantos otarios que andan por ahí”.Creemos que nos diría eso. Y también: “¿Qué pre-tende? Yo digo lo que hay que decir en el momen-to que hay que decirlo. Cuando le tiré a Lanussecon ‘los muchachos’ por la cabeza necesitaba pre-sionarlo. Y a fondo. Usted sabe que en enero de1973 decir ‘los muchachos’ era más que decir sen-cillamente ‘la juventud’. ‘Los muchachos’ se lesdecía a los de las formaciones especiales. Había quegolpear y lo hice. Conseguí resultados inmediatos.¡Otra vez los imbéciles me prohibieron! El ComitéFederal de Radiodifusión prohibió que se propaga-ra mi palabra por cualquier medio: radio, televi-sión, gráfico. En la otra situación que usted men-ciona ¡el país había cambiado por completo! Era-mos gobierno y teníamos que ordenar la patria.Un país no se ordena con los duros. Hay quenegociar, hay que hablar, hay que unir. ‘Losmuchachos’ no servían para eso. Si el ataque fron-tal terminó usted retrocede esa pieza. Y avanzaotras. ‘Los muchachos’ no supieron entenderlo. Yeso que yo lo dije claro: ni apresurados ni retarda-tarios. Todo en su medida y armoniosamente”. El

II

reportaje de Mayoría sacudió al país. Lanusseaprovechó para –según creía– asustar a la gente:“Van a gobernar Perón y la Juventud Peronista”.O sea, un viejo y la subversión. Pero no asustó anadie. El país estaba con el peronismo y la clasemedia amaba a la juventud. Todos los jóvenes semetían en la Jotapé. Los otros partidos perdíanafiliados a patadas. La historia iba por otro lado.Ser joven era ser Jotapé. Un tipo que conozco–que deambula entre la política, los medios, loslibros, sin cerrar nunca en nada pero siempreentretenido–, sin preocuparse por su homofobia,suele decir: “Hoy, si un hijo te sale rebelde se tehace puto. En los ’70 se te hacía montonero”.Cierto o no, la juventud peronista era un imán.Parecía incontenible. Su propio entusiasmo lahacía ser vista así. ¿Dónde está el fervor, el fuego,el compromiso, lo nuevo, el riesgo? Estaba en laJotapé. En el ’73 yo vivía en un lindo departamen-to de la calle Virrey Loreto. Cierta noche, en unareunión del Consejo de Redacción de Envido,oímos unos cánticos atronadores. Salimos al bal-cón. Sería enero o febrero del ’73. La campañaelectoral. La noche era cálida, con brisa, con luna,con todo. No sabíamos de dónde, pero de algúnlado nos llegaba un coro enorme de voces demuchachos y de chicas que cantaban las estrofasJotapé de la marcha peronista: “Ayer fue la Resis-tencia/ Hoy Montoneros y FAR/ Y mañana elpueblo entero/ en la lucha popular”. ¿Quién iba adetener eso? ¿Quién podía negarse al deseo de serparte de esa fiesta? “Si Perón y Evita, en los cin-cuenta, hubieran tenido este respaldo masivo de lajuventud no los paraba nadie”, me comentó acasoesa misma noche una socióloga brillante, unamujer de una inteligencia privilegiada. Puedojurar, sin duda alguna, que era diez veces más inte-ligente que el cineasta que me dijo: “Murieron porboludos”. O por no saber que el Viejo había sido yera nazi. Ella sabía de sobra quién había sido elViejo. Pero lo que estaba pasando iba más allá deeso. No importaba qué era o no era el Viejo. El fer-vor revolucionario de toda una generación de jóvenes,un fervor que encontraba su cohesión en torno delperonismo, que el peronismo y el líder prohibido, ylas masas postergadas, y la torpeza de la Argentinagorila, conservadora, reaccionaria y macartista, habí-an nucleado, habían dado forma de rebeldía, habíantransformado en descontento revolucionario, enambición de una sociedad más justa, esto era lo queimportaba. Cuando se les reprocha a los jóvenesdel ’70 no haber averiguado si Perón era o no nazi

(un reproche que hasta una mujer inteligentecomo Alicia Dujovne Ortiz hace en su libro sobreEva Perón) es porque se desconoce la interioridaddel fenómeno. La juventud se sentía protagonista.Sentía que era parte de la historia y hasta que laestaba haciendo. Se burlaba de la bronca de susviejos. De sus consejos llenos de sabiduría gorilonasobre “lo que de verdad fue el peronismo y vos nosabés porque sos muy joven”. Ni les importabasaberlo. O tenían mejores lugares donde averiguar-lo. La plenitud estaba ahí. Era irresistible. Habíaque ser parte de ella. De aquí que mi amiga soció-loga estuviera metida en eso. No por boluda, sinopor buscar los caminos de la vitalidad histórica. Sí,todo se fue a la mierda. Pero, ¿hay algo que no sehaya ido a la mierda en este país? ¿Hay algo que nose haya ido a la mierda en el mundo? Sí, mi amigaestá muerta. Nunca estuvo en la guerrilla, pero dioclases en la Universidad del Sur, en Bahía Blanca,y los matarifes del general Vilas la mataron. Habrásido porque le descubrieron uno o dos libros deMarx en la bibliografía de la materia que dictaba.Sí, el cineasta que dice que todos fueron “unosboludos” está vivo. ¿Saben algo? Es un viejo bolu-do. No hizo una buena en su vida. Hará una o dospelículas malas todavía. En medio del resentimien-to y la amargura porque –para colmo– lo agarróesta ola de directores-autores-jóvenes-geniales.Que se joda. Y después de esas dos películas se va amorir. Como vivió: como un boludo. Pero zafó detodas. No se metió en ninguna. Tal vez, un poco,en la más obvia: el alfonsinismo del ’84. Pasó porla vida sin dejar la más mínima huella. Tampocola vida trazó en él una marca. Pero era un piolabárbaro. Se las sabía todas. No como esos boludosque se hicieron matar por nada. Como mi amigasocióloga: ¡morir por meter dos libros de Marx enla bibliografía! A quién se le ocurre. Y algo más: lamatanza fue tan descontrolada, la sed de venganzatan impiadosa, tan enorme la necesidad del “casti-go ejemplar”, tan deliberado el plan de introyectarel terror en la sociedad para dominarla durantedécadas, tan asesinas las bandas que ejercieron larepresión, que miles, miles de jóvenes y obreros yprofesionales e intelectuales murieron por nada.Porque no habían hecho nada. Nada como paramorir. Nada para morir, además, como murieron.Porque no debieron haber muerto. Murieron víc-timas de un delirio represivo, de una matanzaparanoica, de una locura de muerte y de crueldadque se desató desde el poder. Entre los aterradosque permanecían en el país, o porque aún no se

habían exiliado, o porque no podían hacerlo oporque no querían, solían hacerse cautelosas reu-niones para evaluar la seguridad. Nunca se llegabaa ninguna conclusión. Sólo a una: se mataba amansalva. La frase que se decía era: “A cualquierapor cualquier cosa”. Nadie esperaba algo así. Nin-guna juventud pagó más caras sus rebeldías. Siaceptamos eso que se dice, que siempre se paga unprecio por los pecados de juventud, el precio quepagaron los jóvenes del ’70 fue –cuanto menos–demasiado alto. Seguramente pecaron demasiado,se excedieron en sus pecados. Pecaron, antes quecomo jóvenes, como sujetos, como protagonistasde un cambio histórico, revolucionario. Y eso, lospadres terribles de este país de orden lo castigaronhasta más allá del horror.

“SÁNCHEZ, SALLUSTRO, AL PUEBLO LE DA GUSTO”

Con el empuje de las palabras fuertes del Viejoen Mayoría, Galimberti se anima a una declara-ción que, sin duda, estaba destinada a herir a losotros sectores del Movimiento: “La JuventudPeronista está dando en este momento una políti-ca para el conjunto del Movimiento”. Fue elmomento de mayor romance entre el Viejo y lajuventud: la campaña electoral de febrero de 1973.Fue un febrero inolvidable: todos eran jóvenes y elfuturo esperaba por ellos, los requería. Había queganar las elecciones, ocupar el gobierno y empezarla revolución. José María Rosa –que tenía asegura-do el Ministerio de Educación y que, desde luego,no lo tuvo– decía exultante: “Apenas asuma man-damos un barco a Southampton y lo traemos alRestaurador”. Cada uno imaginaba su mejor futu-ro. Cada uno imaginaba lo que no habría de tener.Lo “mejor” –en la Argentina de comienzos del’73– no pertenecía al futuro. Estaba en el presente.Y no volvería a estar en ninguna otra parte.

El año ’72 se define por la pulseada entre Peróny Lanusse. Cierto es que poner dos nombres fuer-tes para encerrar una época tan sobredeterminadala empobrece. Estaban llenos de sujetos actuantesesos meses. Había un exceso de historicidad.Todos sentían el peso de la coyuntura. ¿Cómopodría definirse esto? No hay quien no conozcaesa sensación. Sobre todo en un país tan agitadocomo la Argentina. Es levantarse cada mañana ysentir que ese día no va a terminar sin que pasealgo inesperado. Un hecho o muchos. Sentir quetodas las fraguas desbordan fuego. Sentir, también,que todo lo desborda a uno. Que miles de cosas

III

–que pueden afectarlo seriamente– están fuerade su alcance o de su conocimiento. Y del detodos. Que hay demasiados sujetos. Demasiadaspraxis diferenciadas. El 10 de abril de ese 1972volvía al hotel, en Córdoba, cansado, con miattaché (que me había sacado un callo en lapalma de la mano y provocaba las cargadas demi hermano y socio: “¡Al fin sos un trabaja-dor!”) y miro, como siempre, los diarios y lasrevistas de los kioscos. Leo: “Fueron asesinadosel general Sánchez y el empresario Sallustro”.No me alegraban para nada esas noticias. Opensaba: “Los milicos no negocian más y salen ameter bala por todo el país”. O que se venía unaguerra civil y que todas nuestras discusionessobre la movilización y la organización popular,sobre la política de masas, sobre el entrismo en elmovimiento peronista para trabajar desde aden-tro, desde las convicciones reales de la claseobrera, se iban al diablo. Habían sido por com-pleto inútiles.

La tapa de Gente era catastrófica. Los títulosgigantescos del diario Córdoba aterraban. Nadiedecía nada. Los de los kioscos voceaban lasnoticias. En un mismo día. Por qué. OberdanGuillermo Sallustro fue secuestrado por el ERPel 21 de marzo. Era el gerente general de FiatConcord. “El capo de la Fiat.” Casi nada. Lotenían en cautiverio y negociaban. Ese 10 deabril la policía encuentra el lugar en que loguardan. Hay un tiroteo infernal. Hay, tam-bién, dos versiones. Una: los del ERP, al huirdel lugar, le pegan un tiro a Sallustro para queno lo recuperen vivo. Otra: son tantos los bala-zos que arroja la policía que son ellos mismoslos que matan a Sallustro. Días antes, el segun-do de Sallustro, el que lo sucede en la conduc-ción de la Fiat, les habla a los del ERP enmedio de un reportaje que le hace la televisión.El hombre sorprende porque era un reportaje aél. Y de pronto empieza a hablarles a los secues-tradores. “Si ustedes luchan contra el fascismo–dice–, tienen que saber que Oberdan Sallustroy yo también lo hicimos. Fuimos partisanos.Luchamos para echar a los nazis de Italia.” Inú-til esfuerzo. Cualquier militante del ERP lehabría dicho: “Sí, pero ahora son dos capitalis-tas de mierda que se afanan la guita de nuestropaís”. Boleta. En cuanto a Sánchez no cabeduda de que el hombre no habrá sido un custo-dio de los derechos humanos. Era el comandan-te del Segundo Cuerpo de Ejército en Rosario.Se lo había visto un par de veces por la TVhaciendo declaraciones durísimas. Ese hombreestaba lleno de odio. Se lo acusaba de dar auto-rización a torturas de presos políticos o de par-ticipar en ellas. Pero responderle borrándolo delmapa era llevarlo todo al terreno de las armas.Echaba a perder el trabajo de base porque siem-pre había represalias. Cierta vez, Miguel Hurst,en una reunión, comenta: “Ayer, en la UnidadBásica de Palermo, bien de noche, unos tipostrataron de levantar la cortina metálica y entrar.Qué macana”. “¿Por qué? –dijo otro–, tenemosque estar preparados. Contestar”. “Sí –le dijoMiguel–, pero eso es la guerra y nosotros esta-mos con el laburo de base. En la guerra lasbases se retraen. Y el peronismo siempre fue unmovimiento de masas. No un ejército.” Esto notenían por qué compartirlo los del ERP. Y no locompartían. Ellos no hacían trabajo de base.Tenían cierta estructura de superficie, pero lamilitancia barrial, sindical, universitaria, etc.,no era lo de ellos. De aquí que fuera una para-doja que se llamaran a sí mismos Ejército Revo-lucionario del Pueblo. ¿De qué pueblo? Res-puesta: una vanguardia armada, una estructuramilitarista actúa por afuera del pueblo. Insertar-se en el pueblo es lo propio del populismo. Esolo hacen los Montoneros con el peronismo.Porque son populistas. Nacionalistas burgueses.¡Cómo usaban esto los del ERP y la izquierdaantiperonista en general! En muchas unidadesbásicas de la Jotapé se planteaba la cuestión unay otra vez: “Vino un tipo de la izquierda y nosdijo que el peronismo no era revolucionario.Que era un movimiento nacionalista burgués.Nadie supo qué decirle”. Hasta una vez me lodijo un pibe salteño, fuera de la ciudad, preocu-pado, casi angustiado, sin saber qué respuestatenía eso. ¡Si los habremos puteado! Se metían

entre los militantes y les decían un par de estasfrasecitas y casi los arruinaban o los llenaban deamargura. “Nacionalismo burgués.” “Concilia-ción de clases.” “Bonapartismo.” “Populismode transclase.” “Populismo demagógico y mani-pulador.” “Heteronomía de la conciencia obre-ra.” Todo esto eran capaces de decírselo a unospibes salteños para llenarles la cabeza de confu-siones y escupirles el asado.

Lanusse le pide a Perón que condene los asesi-natos de Sánchez y Sallustro. Se lo pide, enMadrid, el embajador Rojas Silveyra. Perón, niloco. “Los muchachos que sigan dando.” Esto,luego, se le volverá en contra. Al menos muchagente se lo echará en cara. Es cuando tenga susenfrentamienmtos con las guerrillas: “¡Ah, él lesdio alas, ahora que no se queje! Los hubieraparado antes”. ¿Podía Perón desautorizar a lasguerrillas, aun a la del ERP? Difícil. Era muyprobable que el temible general Sánchez fueraun torturador de presos políticos. Los abogadosde esos presos habían hecho las correspondientesdenuncias y Lanusse no podía alegar descono-cerlas. ¿Por qué no lo destituyó en un acto claro,ejemplar? Lanusse estaba al frente del país. Nopodía presentarse como víctima de cosas atrocesque hacían los otros. Sánchez torturaba y losmarinos de Trelew cometían una masacre.Perón podría haberle dicho: ¿Por qué no condenausted lo de Trelew? ¿Por qué no releva a los mari-nos de la base Aalmirante Zar? ¿Por qué no ponepreso al capitán Sosa? Así que Perón no condenalo de Sánchez ni lo de Sallustro. Están dentro desu ajedrez. Se sabe: “los muchachos” golpeanduro. Aunque en este caso los muchachos hayansido los del ERP, que no reconocían ni locos sersus muchachos. Sin embargo, era Perón el quecapitalizaba sus acciones. Era Perón el que se pre-sentaba ante el régimen como la garantía parafrenar a la guerrilla. “A la violencia se la comba-te con la justicia social”, había dicho con muchotino. Pero esto significaba algo evidente: A laviolencia se la frena conmigo. Él era la justiciasocial. De esta forma, cada acto de los “troskos”antiperonistas del ERP jugaba objetivamente afavor del esquema de Perón. Lo fortalecía.“Denle duro, muchachos. El que recoge lasfichas soy yo.” La alternativa del ERP era terri-ble: o suspender las acciones armadas o servir alajedrez de Perón, ser funcionales a él. Difícil queesto se le haya escapado a Santucho, pero es evi-dente que decidió pagar ese costo. No teníaotra.

Perón no podía desautorizar a las formacionesespeciales. ¿Cómo habría de hacerlo si los mili-tantes de la Jotapé quedaban deslumbrados porsus acciones? Eran tiempos de violencia. Lalucha armada tenía –sobre todo a través delChe– un aura romántica. La estética del fusil.Después de las muertes del general Sánchez y deOberdan Sallustro, en los actos masivos de lajuventud se canta una consigna abiertamentedura. Sobre todo se la canta en el de la Federa-ción de Box, del 9 de junio, fecha recordatoriade los asesinatos de José León Suárez. La consig-na es: “Sánchez, Sallustro, al pueblo le da gusto”.Y hay otra (en la que se toma al teniente Azúa,también liquidado durante ese año): “Sánchez,Azúa, la lucha continúa”. ¿Cómo iba Perón adesautorizar a las formaciones especiales si leinformaban que entre ocho y diez mil jóveneshabían voceado esa consigna en la Federación deBox?

HERNÁN BENÍTEZ: “PERÓN NO DEBE CONDENARA LA GUERRILLA”

Durante esos días los de Envido nos reunimoscon el padre Hernán Benítez. Había sido elconfesor de Eva Perón. El que oficio la últimamisa por su recuperación... junto a VirgilioFilippo, el que escribía los libelos paranoicoscontra la hidra del comunismo internacional.Benítez dijo una hermosa oración en el sepeliode Fernando Abal Medina. Estaba jugado afavor de la juventud. Era ya un hombre viejopero tenía una energía espléndida: “Va a hacermuy mal Perón si condena a la guerrilla”, nosdijo claramente. “Esos muchachos son lo máspuro que tenemos y los que más luchan por elpueblo.” En el sepelio de Fernando Abal su

enfoque había sido ajustado y sensible: un paísque había acorralado a su pueblo, que lo habíaperseguido, hambreado, no había hecho sinoconseguir la rebelión de sus mejores hijos. Eranlos hijos de los gorilas del ’55. “Estos jóvenes(dice en un testimonio que recoge NorbertoGalasso) sienten, con una fuerza que no senti-mos los viejos, la monstruosidad de que unquince por ciento posea más bienes que elochenta y cinco por ciento restante. Viven enun estado de indignación y de irritación (...)Por eso son fervorosos del socialismo. No por feen el sistema sino por castigar con él a suspadres individualistas. Por eso ven con buenosojos al peronismo Y reaccionan en contra de laspestes oídas contra él (...) Esos jóvenes presencia-ron el regocijo exultante de la oligarquía en elfestín de sangre de junio del ’56” (Galasso,Ibid., p. 1110, tomo II). Era un viejo apasiona-do, un cura hermoso. Se ven pocos de ésos.Hoy, casi ninguno. Pero hoy –para qué negar-lo– de todo lo bueno se ve poco. Entre tantascosas que ya no hay no hay un cura como Her-nán Benítez. De pronto nos dice: “Leo mucho aRodolfo Puiggrós. ¿Lo leen ustedes?” Le deci-mos que sí, que por supuesto. Admirativo, dice:“¡Qué hombre ése!, ¿no? ¡La chorrera de librosque ha escrito!” Esa frase de Benítez me marcó.¿No es hermoso que se le agradezca a un escri-tor haber escrito una “chorrera” de libros? ¿Quése quiere decir con eso? Lo que Benítez le reco-nocía a Puiggrós: que el tipo había sido genero-so con sus lectores, que se había arriesgado, quealgunos de sus tantos libros serían mejores queotros, que algunos serían mediocres y otrosdecididamente formidables o malos o apenasbuenos, pero que el tipo seguía dándole a suoficio de escritor. Oficio que consiste, precisa-mente, en eso: en escribir. Además, era fantásti-co que un cura admirara a un escritor marxista.Era un símbolo de los tiempos. Aún no hemoshablado del diálogo entre marxistas y católicos.Pero habrá que hacerlo. Fue importante. De ahísalen los Sacerdotes del Tercer Mundo. Y noso-tros tuvimos en Envido a uno excepcional:Domingo Bresci. Al que quiero y admiro desdeel día en que lo conocí. Nadie me pareció máscercano a la santidad que él, que Domingo.Durante la dictadura, la revista Para Ti, de Edi-torial Atlántida, lo denunció con nombre y apelli-do. Aquí, en esta parroquia, da misa un curasubversivo. Ya hablaremos de Domingo. Sepuede consultar el libro de Lucas Lanusse: Cris-to revolucionario, la Iglesia militante, Vergara,Buenos Aires, 2007. Hay un largo capítulodedicado a Domingo.

Ya estamos cerca del 17 de noviembre de1972, el Día de la Militancia. El del primerregreso de Perón, que fue muy lindo, no comoel otro, el de la espantosa memoria. Antes habráque analizar el discurso de Lanusse en el ColegioMilitar, el 27 de julio, ante mil uniformados.De donde saldrá la frase sarcástica: “Los mil afi-liados del Partido Militar”. El acto en NuevaChicago y el espectacular discurso de RodolfoOrtega Peña. Y luego, el primer regreso delViejo.

“José.” “Qué hacés, Miguel.” “¿Sos boludo ote hacés?” “No me jodás, Miguel. Recién llego ami casa. Catorce horas en tren. No pegué unojo. Estoy fundido. Ni un paso puedo dar.”“Oíme.” “Sí.” “Vuelve Perón, flaco.”

–Vuelve Perón, flaco –dice Miguel. Yo era flaco en 1972. Y Miguel estaba vivo. Y

sí, carajo, volvía Perón. –¿Dónde nos vemos? –pregunté.–En ninguna parte –dice–. Vos andá a bus-

carlo a Domingo. Está en su parroquia con cua-tro curas más. Después nos buscan a nosotros.

Me dio una dirección. Me metí en el Renault12 y fui en busca de Domingo Bresci y los otroscuras del Tercer Mundo. Creo que no fuimosmuy heroicos ese 17 de noviembre. Al menos–cuando me llamó a la noche– Miguel merecontraputeó. Creo que no es por Domingo nipor mí ni por los otros cuatro curitas del TercerMundo que le dicen el Día de la Militancia.Pero la pasamos muy bien.

Colaboración:Virginia Feinmann - Germán Ferrari

IV Domingo 25 de enero de 2009

PROXIMO DOMINGO

“Buenos días, General,su custodia personal”