Escudriñando la moral mercantil desde el tribunal del Consulado

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Escudriñando la moral mercantil en el Tribunal del Consulado de Comercio de Buenos Aires (1794-1821). Benjamín M. Rodríguez (CEHis, UNMdP) Introducción El Consulado de Buenos Aires (1794-1821) fue una institución central para la comunidad mercantil puesto que oficiaba, tanto como espacio de representación del comercio ante las autoridades (es decir que la institución era vocera de dicho sector), como tribunal de justicia privativo; lo que en otras palabras significa que los jueces que atendían las demandas comerciales eran también comerciantes, o sea, que juzgaban a sus pares. 1 Los comerciantes se batían a duelos judiciales en el Consulado utilizando sus conocimientos jurídicos, sus saberes propios de la actividad, las tradiciones y usanzas de la plaza mercantil, entre otras estrategias desplegadas por ellos. En los extensos escritos presentados por las partes en los juicios afloran una serie heterogénea de elementos y nuestra necesidad hermenéutica nos ha conducido a intentar ordenarlos y encasillarlos; tarea que si bien divide la realidad en distintos compartimentos (lo que nos obliga a tratar de señalar los cruces entre ellos), es útil a los 1 Esto que nos puede parecer extraño a nosotros, no lo era en la época ya que era frecuente el funcionamiento de justicias corporativas: Del Valle Pavón (2007). La de los comerciantes era una más de las posibles en el Antiguo Régimen. Para comprender el funcionamiento de la institución consular en el Río de la Plata deben consultarse: Tjarks (1962), Dalla Corte (2000) y Kraselsky (2010). Sobre la justicia consular, puede consultarse: Rodríguez (2013a), Rodríguez (2013b) y Cerutti (2003).

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El trabajo evalúa la forma que ha adoptado la moral mercantil desde el mirador que ofrece el Consulado de Buenos Aires (1794-1821).

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Escudriñando la moral mercantil en el Tribunal del Consulado de Comercio de

Buenos Aires (1794-1821).

Benjamín M. Rodríguez (CEHis, UNMdP)

Introducción

El Consulado de Buenos Aires (1794-1821) fue una institución central para la

comunidad mercantil puesto que oficiaba, tanto como espacio de representación del

comercio ante las autoridades (es decir que la institución era vocera de dicho sector), como

tribunal de justicia privativo; lo que en otras palabras significa que los jueces que atendían

las demandas comerciales eran también comerciantes, o sea, que juzgaban a sus pares.1

Los comerciantes se batían a duelos judiciales en el Consulado utilizando sus

conocimientos jurídicos, sus saberes propios de la actividad, las tradiciones y usanzas de la

plaza mercantil, entre otras estrategias desplegadas por ellos. En los extensos escritos

presentados por las partes en los juicios afloran una serie heterogénea de elementos y

nuestra necesidad hermenéutica nos ha conducido a intentar ordenarlos y encasillarlos;

tarea que si bien divide la realidad en distintos compartimentos (lo que nos obliga a tratar

de señalar los cruces entre ellos), es útil a los fines de entender y comprender las

herramientas utilizadas por los mercaderes (porque nadie, salvo excepciones, quiere perder

un juicio), al tiempo que nos devela algunas atisbos del imaginario social de la época.

Nuestras primeras aproximaciones se iniciaron a la luz de pensar qué elementos

jurídicos utilizaban los comerciantes en los diferentes juicios. Fue en ese momento de

análisis que nos dimos cuenta que el derecho era un orden normativo más de los presentes

en el Antiguo Régimen, tal como nos había advertido Víctor Tan Anzoátegui. (Tau

Anzoátegui, 1999) La religión y la moral eran también elementos de validación de las

prácticas cotidianas, por lo que su presencia en los juicios no sólo era posible sino que era

real y patente. Fue cuando cambiamos el foco, que comenzamos a vislumbrar, al principio

como indicios y luego como marcas más claras, señales evidentes de la presencia de otros

órdenes de normas en los juicios del Consulado. (Rodríguez, 2015)

1 Esto que nos puede parecer extraño a nosotros, no lo era en la época ya que era frecuente el funcionamiento de justicias corporativas: Del Valle Pavón (2007). La de los comerciantes era una más de las posibles en el Antiguo Régimen. Para comprender el funcionamiento de la institución consular en el Río de la Plata deben consultarse: Tjarks (1962), Dalla Corte (2000) y Kraselsky (2010). Sobre la justicia consular, puede consultarse: Rodríguez (2013a), Rodríguez (2013b) y Cerutti (2003).

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A partir de ese derrotero intelectual, o trayectoria analítica, es que nos interesa

profundizar, en estas escasas páginas, el examen sobre la moral, sus implicancias

mercantiles y sus incidencias judiciales. Para ello, estás páginas sirven como introducción

problemática, intentando establecer los principales mojones historiográficos que unen

moral, comercio, ley y prácticas.

La moral como problema

Han sido varias las vertientes que se han detenido en la indagación respecto de la

moral. Entre ellas, la variante filosófica a partir de la ética ha resultado la predominante

respecto a las connotaciones del bien y del mal y sus sentidos para los hombres. Nos

interesa, sin embargo, desandar otras dos posibilidades como son las que surgen del análisis

histórico y jurídico.

Desde una perspectiva histórica, la prioridad consiste en establecer las raíces del

surgimiento de problemas de índole moral, a la vez que darle contenido a sus variaciones a

lo largo del tiempo, prestando atención a sus transformaciones fruto de los cambios

acaecidos en las sociedades en cada momento particular en que nos detenemos. Desde el

prisma que nos ofrece el derecho, como mirador jurídico, la moral será un orden de normas

de notable validez y alcance, relacionado en algunos momentos con la religión y en otros

conviviendo en paralelo a las leyes positivas, típicas del orden jurídico que comienza a

imperar con el advenimiento de la modernidad. Atender a la moral no es un asunto

escabroso, aunque requiere de una delimitación firme y concreta sobre aquellos aspectos

que queremos profundizar. Primero, establezcamos qué entendemos por moral. Como ha

sostenido Fernando Escalante Gonzalbo (1992), “la moral no es tampoco un sistema

uniforme. La estruendosa evidencia de los valores dominantes, malamente puede ocultar el

hecho de que el orden moral es, más que otra cosa, un arreglo de usos y valores dispares”.

Es al mismo tiempo una especie de “yo social” que se entreteje con el “yo individual”,

siguiendo a Bergson, como Escalante nos ha indicado. En este sentido, la moral da lógica o

explica los comportamientos particulares, las decisiones individuales, poniéndolas en

relación con las exigencias sociales. Desde luego, existe una relación de subordinación de

las conductas frente a los órdenes morales, no habiendo una conducta inmoral en sí misma,

sino sólo por referencia a otra jerarquía, a otro orden moral. Esto nos conduce a nuestro

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siguiente apartado. ¿Existe una única moral, o por el contrario existe una multiplicidad de

órdenes morales?

¿Una moral, varias morales?

Ya se habrán dado cuenta, lectores atentos, que no existe una única respuesta al

respecto de la pregunta planteada. Puesto que existen tantas morales como personas, se

vuelve así un ejercicio de definición de lo que es para cada uno “moral”. Otra respuesta

posible es la que establece que la moral es una, puesto que refiere a un orden establecido

socialmente en determinada época, que puede tener especificidad en función de la

delimitación que establezcamos. Pero que si nos referimos a lo que está bien y lo que está

mal en cierto momento histórico, en general proviene más de una definición social y

colectiva, antes que individual. Quizás sea conveniente sumergirnos un poco en el campo

histórico de modo de no perdernos ante estos dilemas.

Para nuestro análisis es relevante dimensionar la potencia del vínculo estrecho entre

moral y religión, más si pensamos que nuestro objeto de estudio transita el derrotero entre

el Antiguo Régimen y la modernidad política, donde el peso de la religión era sustantivo.

(Velasco, 1994) Para ello podemos recalar en el estudio de Paolo Prodi (2008), donde el

autor realiza un estudio de la distinción entre normas jurídicas y normas morales con

fuertes raíces históricas.2 Hay una transición entre pecado, culpa (de orden moral) y

transgresión de la ley como contracaras de los diversos órdenes, que es evidente, pese a que

la convivencia entre estas formas no se descarta en los distintos momentos. (Clavero, 1990)

Sin embargo, dónde se ponga el acento en determinada época marcará la diferencia o

evolución histórica sobre este asunto. En términos todavía más jurídicos que los de Prodi,

un clásico del derecho como Hans Kelsen consideró que la moral se diferencia del derecho

por el tipo de sanciones que conlleva, dado que éstas no pueden ser coercitivas sobre las

personas.3

2 Dice Prodi: “De hecho estoy persuadido de que todo el universo jurídico en que hemos vivido hasta nuestros días creció en momento de calma entre el fuero de la conciencia –más o menos secularizado– y la esfera de la ley positiva externa: el problema de la emancipación de ambos aspectos de la esfera teológica es, ciertamente, un problema fundamental en la marcha de la modernidad, pero corre el riesgo de no hacer perceptible el proceso de dialéctica y ósmosis que se produce entre el fuero interno y el externo, entre la norma moral y la norma positiva”. (Prodi, 2008, 300).3 La cita de Kelsen en Prodi (2008, 419-420).

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Si bien entonces podemos observar en el período que trabajamos una moral católica

consistente y clara, a fines prácticos es posible reducirla en sus niveles de análisis para

vislumbrar cómo ésta se presenta para los asuntos mercantiles.

La moral en términos mercantiles

Corriendo ya por los carriles descriptos, una primera consideración provendría del

concepto de “economía moral de la multitud” elaborado por Edward P. Thompson (2002).

Si bien el concepto tendería a una proposición colectiva, el planteamiento en términos

morales del respeto de una tradición o usanza económica es una buena puerta de acceso a la

cuestión. Podremos volver sobre ello más adelante, puesto que es necesario primero

detenernos sobre la cultura mercantil y sus planteamientos jurídicos.

La usura será el “pecado/delito” que perseguirá a los mercaderes durante buena

parte de la Edad Media y el Antiguo Régimen. (Le Goff, 1986) Los problemas relacionados

a la usura consistirán en que en la práctica del interés se “vende el tiempo”, y éste no

pertenece a los hombres sino a Dios, por lo tanto, se ubica en la esfera del pecado, al no

poder eludir un marco teológico moral estrecho. (Le Goff, 1986; Clavero, 1990) A partir de

éstas prescripciones se elabora una ética del mercader, en términos de Le Goff, “mundana y

laica”, definida por una moral de los negocios que los tratados mercantiles manifestaban

expresamente; al mercader se le exige prudencia, sentido de sus intereses, desconfianza

frente a los demás, temor de perder el dinero y experiencia. (Le Goff, 1986, 106) Sin

embargo, el mercader no sólo se preocupará de conseguir bienes terrenales sino que

aspirará también a los espirituales. Con esto queremos decir que no hay que extrapolar un

sentido de laicidad a la práctica mercantil del período puesto que estamos en presencia de

una moral colectiva que es católica, a pesar de la existencia de ciertas reglas éticas que

siguen los mercaderes. Por ello, no sorprende que los comerciantes reunidos en el

Consulado de Buenos Aires, eligieran en 1796 como patrono a San Francisco Xavier.4

Es un elemento de lo anteriormente dicho el que nos vuelve nuevamente al centro de

la problematización de la moral mercantil: la confianza o desconfianza. Sobre ésta es que se

sustentan las transacciones comerciales, configurándose en eje central de la moral de los

mercaderes. (Barriera y Tarragó, 2003) Se posan obviamente sobre los vínculos primarios,

sobre las redes de relaciones que permiten los tráficos de mercaderías, sobre los que se

4 AGN, Actas del Consulado de Buenos Aires. Antecedentes-Actas-Documentos, Tomo I, lámina XII, Buenos Aires, 1936, pp. 57-58.

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deberá prestar siempre especial atención.5 La disolución de ese orden de confianza se

asimila a la ruptura de un contrato, muchas veces de palabra, antes que escrito. El respeto

de la palabra empeñada, el honor y la buena fe serían centrales para el ejercicio comercial

en cualquier época, pero sobre todo en la estudiada por nosotros, pesando sobre ellos un

trasfondo moral que si bien era católico y podía observarse en la generalidad, en las

actividades propias de los comerciantes salía a la luz más nítidamente.

Costumbre, prácticas y moral

Por último, las prácticas mercantiles se asentaban sobre un basamento jurídico,

conocido como Ius Mercatorum, que tenía un valor consuetudinario extraordinario y difería

del derecho común de la época. No era solamente un tipo de derecho exclusivo para los

comerciantes; era una cultura mercantil surgida de prácticas cotidianas, usanzas y

tradiciones. La costumbre era parte integrante de ese derecho, pero no solamente se reducía

al ámbito estrictamente jurídico. (Tau Anzoátegui, 2000) La costumbre era el centro de la

cultura mercantil. (Petit, 2008) Sobre su base se había dado forma a las prácticas de los

comerciantes en las distintas plazas. Habrá que observar también, a modo de hipótesis, si se

puede determinar algún funcionamiento similar a la “economía moral” postulada por

Thompson, en los casos de ruptura de ese orden consuetudinario, en tanto conflictos de un

orden moral instalado y defendido por los mercaderes. Para ello, continuaremos con la

indagación que planteamos a partir del mirador que proporciona la justicia del tribunal del

Consulado de Comercio de Buenos Aires. Ofrecimos aquí un recorrido interpretativo, y

brevemente historiográfico. Esperamos en trabajos siguientes acercar una pintura un tanto

más elaborada al respecto.

Bibliografía

-Barriera, D. y G. Tarragó (2003). “Elogio de la incertidumbre. La construcción de la

confianza, entre la previsión y el desamparo: Santa Fe y el Río de la Plata, siglo XVIII”.

En: Revista de Historia, Núm. 48, San José.

5 Sobre ese asunto existe una abundante bibliografía para trabajar, comenzando con el artículo de Barriera y Tarragó señalado anteriormente. Se puede recurrir a algunas clásicos de la sociología de redes como Granovetter (1973) y Boissevan (1974). Sobre la utilización de las redes para la historia de los Consulados resulta ineludible la obra de Guillermina Del Valle Pavón y Antonio Ibarra (2007). Véase para el caso rioplatense, entre varias obras, Dalla Corte (2002) y Moutoukias (2000).

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-Berman, H. J. (2001), La formación de la tradición jurídica de Occidente, México, FCE.

[1983].

-Boissevan, J. (1974). Friends of Friends. Networks, manipulators and coalitions, Nueva

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-Cerutti, S. (2003). Giustizia sommaria. Pratiche e ideali di giustizia in una societo di

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-Clavero, B. (1990). “Delito y pecado. Noción y escala de transgresiones”. En: Tomás y

Valiente (ed.), Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid, Alianza Editorial.

-Dalla Corte, G. (2000). Vida i mort d’una aventura al Riu de la Plata. Jaime Alsina i

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-Dalla Corte, G. (2002). “La red social frente a la crisis del orden colonial: compensación

judicial y vínculos de parentesco entre Buenos Aires y Cataluña”. En: Colonial Latin

American Historical Review, Vol. 9, Nº 3, Albuquerque, Estados Unidos.

-Del Valle Pavón, G. (2007). “El régimen de privilegios de la Universidad y Consulado de

Mercaderes de la ciudad de México”. En: ROJAS, B. (coord.), Cuerpo político y pluralidad

de derechos. Los privilegios de las corporaciones novohispanas, México, CIDE –Instituto

MORA.

-Escalante Gonzalbo, F. (1994). Ciudadanos imaginarios, México, El Colegio de México.

-Granovetter, M. (1973). “The strength of weak ties”. En: American Journal of Sociology,

vol. 78, nº6.

-Ibarra, A. y G. Del Valle Pavón (coords.) (2007). Redes sociales e instituciones

comerciales en el imperio español, siglos XVII a XIX, México, Instituto Mora –UNAM.

-Kraselsky, J. (2010), Las estrategias de los actores del Río de la Plata: las Juntas y el

Consulado de comercio de Buenos Aires a fines del Antiguo Régimen (1748-1809), La

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-Le Goff, J. (1986). Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Eudeba, Buenos Aires.

-Moutoukias, Z. (2000). “Familia patriarcal o redes sociales: balance de una imagen de la

estratificación social”. En: Anuario IEHS, Nº15, Tandil.

-Petit, C. (2008). “Del vsvs mercatorvm al uso de comercio. Notas y textos sobre la

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-Rodríguez, B. (2013a). “Una justicia corporativa. Saberes, prácticas y estrategias judiciales

hacia el interior del Tribunal del Consulado de Buenos Aires (1794-1821)”. En: Anuario

del Instituto de Historia Argentina, Nº 13, La Plata, Centro de Estudios de Historia de

América y Argentina - Facultad de Humanidades.

-Rodríguez, B. (2013b). El tribunal del Consulado de Buenos Aires: actores y prácticas

judiciales en una institución corporativa. (1794-1821), Tesina de Licenciatura, Mar del

Plata, Universidad Nacional de Mar del Plata, Inédita.

-Rodríguez, B. (2015). “El Consulado de Buenos Aires y los órdenes normativos del

Antiguo Régimen (1794-1821): religión, moral y derecho”. En: Historia et Ius, Nº 7.

Disponible en: http://www.historiaetius.eu/uploads/5/9/4/8/5948821/rodriguez_7.pdf

-Tau Anzoátegui, V. (1999). “Órdenes normativos y prácticas jurídicas”. En: Academia

Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina, II, Buenos Aires.

-Tau Anzoátegui, V. (2000). El poder de la costumbre. Estudios sobre el Derecho

Consuetudinario en América hispana hasta la Emancipación, Buenos Aires, Instituto de

Investigaciones en Histora del Derecho.

-Thompson, E. P. (2002). “La economía moral de la multitud en la Inglaterra del siglo

XVIII”. En: Thompson, E. P. Obra Esencial, Crítica, Barcelona.

-Tjarks, G. (1962). El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la Historia del

Río de la Plata, Buenos Aires, Instituto Ravignani -Universidad de Buenos Aires.

-Velasco, J. M. (1994). “Religión y moral”. En: Isegoría, Nº10.