Ese Infierno mujeres sobrevivientes ESMA

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Ese Infierno mujeres sobrevivientes ESMA

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  • Foto de la p~gina anterior: Capucha, 24 de marzo 2004. Por Juan Garcia lewin. Mun Actis., CristinaAldini" Liliana Gardella Miriam Lewin" ELisaTokar

    Ese infierno Conversaciones de cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA

  • Ese infierno 1 Nilda Actis Goretta ... [et.al.]. la ed. Buenos Aires : Altamira, 2006. 320 p.; 22 x 16 cm.

    ISBN 987-9017-51-X

    l. Narrativa Histrica Argentina-Testimonios. CDDA863

    Fecha de catalogacin: 27/02/2006

    Edicin especial: 30 ANIVERSARIO DEL GOLPE MILITAR

    2006 Libros + Libros SA

    EDITORIALAlli\MIRI'--~ Nilda "Mun" Actis Goretta, Cristina Ins Aldini, Liliana Gardella, Miriam Lewin y Elisa Tokar.

    www.editorialaltamii-a.com.ar [email protected]

    ISBN: 987-9017-51-X

    Diseo de tapa e interior: Iglesias Comunicacin..,.

    Foto de tapa: Alejandro Amdan Ilustracin de tapa: Diana Astete Foto de contratapa: Juan Garca Lewin Foto actual de las autoras: Silvio Fabrykant

    Todos los derechos reservados. Hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en la Argentina Printed in Argentina

    Talleres grficos 1,3 La CuaDricula s.RL

    (54 ll) 4302 2014

    A los muertos y desaparecidos, y a los hijos robados que todava estamos buscando.

    A Cristina, Elisa, Miriam y Mun. (Liliana)

    A Nstor, mi compaero. A Ceci y Diego, mis queridos hijos. (Elisa)

    A Alejo Mallea y Pepe Villagra. A Sofia y Luca, y en ellas a todos los hijos. (Cristina)

    A Juan Eduardo Estvez, Norma Matsuyama y Patricia Palazuelos. A los bebs que ellas iban a tener en abril y octubre de 1977. (Miriam)

    A Enrique Desimone, Norma Robert y Adriana Barcia. A los hijos de todos los que se atrevieron a intentar un mundo mejor. A Ornar, por saber estar. (Mun)

    Los lectores pueden escribirles a las autoras a la siguiente direccin electrnica: [email protected]

  • De modo que, para contar mi historia, aqui estoy. Ustedes me escuchan hablar, pero ... me escuchan sentir?

    Gertrud Kolmar, escritora juda asesinada en Auschwitz. De "La mujer poeta"

  • lndice

    Las Autoras ...... . . ...................................................................... 11

    Prlogo "Y huir la tristeza y el gemido" ..................... . . ....... 13

    Introduccin ................. . . .................... 19

    Topografa del. terror ................................... . . ........ 21

    1'Un manto de memoria" .......... .............................................. . . ............ 27

    captulo 1. Los das previos y el secuestro. El golpe. De la militancia montonera a la clandestinidad. Primeros rumores del horror. Pastillas y otros mtodos para el suicidio. Como camos. La derrota: una sensacin permanente.... .. ........... 33

    Captulo 2. Detenidas-desaparecidas. Interrogatorios. Grilletes. Capuchas. Picanas. Vejaciones. Gritos. Traslados. Operativos. Lancheos. Dolor fsico. Dolor emocional.. ..... 65

    Capitulo 3. Da a da en cautiverio. Vida cotidiana. Carne, mate, queso y dulce. Ropa lavada y sbanas robadas. Un mobiliario muy particular. Esparcimientos. Trabajos asignados.... .. ... 107

    Captulo 4 Torturadores. Nosotros y ellos en el espacio sin rejas. Salidas impuestas. Absurdo y demencia. Adopciones, proteccin y enamoramientos. La vergenza de contarlo todo...... . ............ 155

    Captulo S Una excursin al mundo exterior. Contactos con familiares y amigos. Los compaeros como rehenes. Estrategias de silencios y de simulaciones. Primeras esperanzas de libertad......................................................................... .. ......... 211

    Capitulo 6. Bebs bajo custodia: Embarazadas junto a moribundos. Testigos de nacimientos. Descripcin de la maternidad. Incgnita sobre el paradero de los chicos..... .. ............... 241

  • 10 ~--------------------------------------------~Es~e~i~n~fi~e~rn~o Captulo 7 liberacin y despus Detalles de cada salida. Exilios y otros destinos. Monseor Grasselli: el ayudante de la Marina. Participacin en los juicios posteriores .................. 249 Captulo 8. El Holocausto judo Parangones entre la metodologa militar argentina y el nazismo. Viaje a los Campos de exterminio de Polonia. Relatos de Primo Levi ............ 283 Captulo 9 Presos polticos Charla grupal con la psicloga Mirta Clara, ex detenida en las crceles de la Dictadura. Similitudes y diferencias entre la ESMA y la crcel tradicional............................................................................................. 28

    ................... 9

    Eplogo El regreso al campo en libertad

    .297

    Y las puertas se abrieron ................................ . . ....................... 305

    Anexo documentaL. ..................................... . .......................................... 310

    Glosario ......................................... . . .. 313

    Bibliografa .................... .. . .... 317

    Agradecimientos .... ....... 318

    Identificacin de los actores presentes en el relato Represores. Se los nombra por sus alias, tal como se los conoca en el Cam-po. En el Anexo se los identifica por sus nombres legales y, en muchos ca-sos, por fotografas. Secuestrados. Cada intervencin de las autoras est precedida por su nombre o sobrenombre actual. Los dems secuestrados figuran en el tex-to con su nombre de guerra, tal como eran conocidos por sus pa-res en el Campo. En el caso de algunos secuestrados que protagoni-zaron s1tuaoones controversia les en la experiencia del Campo, se consigna el nombre abreviado. Las conductas y responsabilidades de los de-tenidos-desaparecidos frente al poder concentracionario son mate-ria de una discusin todava incipiente y existe disparidad de criterio entre las autoras. An as, privilegian la necesidad de dar a conocer aquellas situaciones.

    Ni ida "Mun" Actis Goretta.Naci en la provincia de Buenos Aires el18 de oc-. tubre de 1945. Vivi su infancia y adolescencia en el campo y luego estudi Pin-tura Mural en la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Su militancia transcurri en los barrios ms carenciados de la localidad bonaerense de Ensenada. Fue se-cuestrada en Buenos Aires el19 de junio de 1978 y permaneci en la ESMA hasta febrero de 1979, cuando la pasaron a uua situacin de libertad diaria-mente vigilada: los represores conocan su vivienda y era obligada a trabajar con ellos. El16 de julio de 1979le permitieron salir del pas con un pasaje de la Armada Argentina. Meses despus, seguan vigilndola en el exterior. Pas el exilio en Venezuela. Con la democracia regres al pas y termin sus estudios. Hoy hace Arte Pblico Monumental. Disfruta de su profesin subida a unan-damio y pintando murales colectivos en las paredes de las ciudades y pueblos .

    Cristina Ins Aldini. Naci en Lomas de Zamora el20 de febrero de 1954. Luego de cursar sus estudios secundarios particip en grupos cristianos y realiz trabajo social en barrios obreros de San Fernando, donde posteriormente se desempe como maestra de adultos y desarroll su militancia poltica. Despus del golpe mi-litar, vivi la represin y la prdida de la gran mayora de sus compaeros. Fue se-cuestrada el5 de diciembre de 1978 y permaneci en la ESMA hasta fines de ma-yo de 1979. Entre esa fecha y diciembre del mismo ao estuvo bajo una suerte de libertad vigilada, debiendo concurrir a trabajar a unas oficinas en las que la Mari-na instalara una Agencia de Prensa, proyecto que nunca se concret. En cuanto pudo se traslad a la provincia de Santa Fe, donde convivi con la familia de una compaera a quien haba conocido en la ESMA, y complet sus estudios. A par-tir de 1996 integr una agrupacin poltica y milit activamente por los Derechos Humanos. Fue concejal en Vicente Lpez, provincia de Buenos Aires. Actualmen-te trabaja en un rea del Ministerio de Educacin de la Nacin y ha creado un si-tio web con informacin sobre temtica educativa.

  • 12 ~------~--~--------------------------------~Es~e~i~n~fi~e~rn~o Liliana Gardella. Naci en la provincia del Chacoel20 de agosto de 1954. All creci y complet sus estudios secundarios. Curs la carrera de Antro-pologa en Buenos Aires. Luego vino la militancia, con su costo de represin y exilio. La secuestran en Mar del Plata el25 de noviembre de1977. Al poco tiempo la trasladan a la ESMA, donde permanece hasta el 8 de enero de 1979: La contactan nuevamente en la casa de sus padres en marzo de 1979, y la autorizan a salir del pas, cosa que hace en mayo de ese mismo ao. Con el retorno de la democracia volvi al pas, termin la carrera de Antropolo-ga que la dictadura la haba truncado. Fue docente universitaria y trabaja como profesional vinculada, tanto en el mbito pblico como el privado, a las polticas sociales.

    Miriam Lewin. Naci en 1957 en Buenos Aires. Inici su actividad poltica en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en tiempos del camporismo, ligada a grupos de izquierda. Poco antes de ingresar a la Facultad de Ciencias Eco-nmicas y a la Escuela de Periodismo del Instituto Grafotcnico, se vincul con la Juventud Peronista.Tena diecinueve aos, el 17 de mayo de 1977, cuando la secuestr en La Matanza un grupo armado de la Fuerza Area, que la mantuvo aislada hasta entregarla a la Marina, en la ESMA, casi un ao des-pus. Estuvo desaparecida hasta enero de 1979. Luego pudo volver a vivir con su familia, pero slo en abril de 1981 le permitieron abandonar el pas. Residi en los Estados Unidos, donde milit en grupos de defensa de los De-rechos Humanos hasta el regreso de la democracia. Trabaj como periodis-ta de investigacin en los programas Telenoche Investiga y Puntodoc, y las decenas de casos resonantes de corrupcin que revel tuvieron consecuen-cias sociales, polticas y judiciales. En la actualidad, finaliza el rodaje de un largometraje documental sobre la ESMA, trabaja en radio, donde conduce un programa de entrevistas a mujeres, y escribe su segundo libro.

    E lisa Tokar. Naci en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1953. Al termi-nar sus estudios secundarios, comenz a trabajar y a estudiar en la Facul-tad de Derecho, donde inici su militancia poltica, para luego continuar-la en la Juventud Trabajadora Peronista. La secuestran el 21 de setiembre de 1977 y contina durante un tiempo con trabajos forzados en el Minis-terio de Relaciones Exteriores. Termin la carrera de Psicologa Social y se especializa en Psicodrama. Trabaja en una organizacin no gubernamental dedicada a la asistencia a mujeres en situacin de vulnerabilidad.

    Prlogo "Y huir la tristeza y el gemido"

    LEN ROZITCHNER

    Lo que vamos a leer es el resultado de un largo tiempo suspendido, el de un pequeo puado de mujeres marcadas para siempre por una experiencia de los lmites extremos del sufrimiento, sobre fondo de decenas de miles de asesina-dos. "Nos cost veinte aos reunirnos'; dice una de ellas para explicar ese rea-comodamiento a la vida que tuvieron que sufrir para poder hablar del pasado. Todo ese largo plazo fue necesario para recordar entre si la experiencia del ho-rror que haban vivido. La llaga abierta por la tenacidad de la memoria no les trajo sin embargo ese sosiego que, en medio del desgarro, intentan alcanzar sin conseguirlo. Las huellas del horror del genocidio permanecen, indelebles.

    Este libro se plantea el interrogante crucial: es posible la vida en sociedad cuando tantos seres humanos, amparados en la impunidad del poder, se com-placen con la tortura y el asesinato? Por dnde comenzar a pensar el fundamen-to posible de una "patria'; para el caso la Argentina, despus del genocidio? El genocidio es la matriz donde se muestra, con oscura y monstruosa evidencia, el ma:l absoluto que el poder es capaz de ejercer contra sus habi;antes.

    Antes pensbamos: eso, el genocidio, pasa en Europa, en Africa, pero en la Argentina no. La inmigracin que lleg al pas abri una distancia con su propio pasado y neg la tradicin de odio y de muerte de la que venia, an ese que estuvo en el origen de la colonizacin americana. A nosotros, ocano por medio, no nos poda pasar lo que all, en otras latitudes, si pasaba. Olvidamos la existencia de una internacional del terror y de la muerte, que abarc tam-bin a la Argentina, an en nuestro propio pasado no lejano. Sobre ese olvi-do. se amas la inocencia de las ltimas generaciones de argentinos. Y de * Isaias, 35-10.

  • 14 ~--------------------------------------------_EE~se~in~f~ie~rn~o pronto nos sorprendi nuevamente el horror que circulaba ya desde antes por las tenebrosas entraas de sus herederos.

    Hemos tenido que llegar hasta ese extremo lmite para comprender los cimientos criminales sobre los que nos asentarnos. Porque todo genocidio, to-do asesinato gozoso, plantea el interrogante ms crucial: cules son los abis-mos ms oscuros de la humanidad, siempre presentes, en los cuales sumer-ge sus races nuestra propia sociedad actual?

    Este libro transcribe el encuentro de algunas de las sobrevivientes del Campo de exterminio de la ESMA. Est inscripto en un largo debate "frente a lo inexplicable'; la criminalidad humana, algo que permanece corno la in-cgnita ms escandalosa, ms paradjica e incomprensible para muchos que piensan y sufren esta ignominiosa realidad que caracteriz, sobre todo, al si-glo XX, y que tambin alcanz a la sociedad argentina: los genocidios de mi-llones de personas realizados, en apariencia, de una manera considerada co-mo "banal". Pensarnos, sin embargo, que bajo la apariencia de la "banalidad del mal" -segn la expresin de Hannah Arendt- el crimen y el asesinato, in-dividual y colectivo, de Estado y hasta popular, esos crnenes aunque norma-lizados y burocrticos nunca pueden ser ni son algo banal.

    El mal que lleva a gozar de asesinar y torturar a otro ser humano nunca puede ser, creemos, algo indiferente para quien lo ejecuta. Hasta la rutina ase-sina en los campos de tortura y de exterminio, pensamos, debe resonar en los la-berintos ms oscuros de la propia subjetividad del asesino que se goza y se exal-ta con el sufrniento y la muerte de un semejante. Algo de lo ms propio debe morir definitivamente cuando se mata y se tortura al otro: seres agusanados por la muerte, aunque hagan todos los ademanes de la vida. Convertir el crimen en banal es la distancia que la institucin prepara en el mismo asesino para anes-tesiar la conciencia y el sentniento del crimen que ejecuta. Es quizs esta sos-pecha, la de que el asesino se convierte en un espectro de s mismo por el mal que hace, nuestra ltna esperanza para no desesperar de los mortales? Slo queda contar con que esto existe para aprender a vencerlo por medio de la vida.

    Este empuje asesino no forma parte de la "esencia" universal de todos los hombres, aunque hay que terminar por aceptar que est muy extendido. No podernos creer que entre las pulsiones "naturales" ms primitivas est con-tenida la violencia del asesinato del otro como fundamento de la vida. Po-dr el asesino formar parte de una mquina burocrtica de exterminio, estar presente el crimen en su vida cotidiana corno una especializacin profesio-nal-tal corno la del verdugo antiguo- entre las mltiples que solicita el Esta-do moder~o, arropada bajo los mil pliegues de una superficialidad y un acos-tumbramiento atroz, pero el goce en la tortura y el asesinato siempre ser un hecho humano que no puede ser universalizado. Es un acto al que no todos

    \

    ~Ac~t~is~I~A~Id~in~i~I~G~a~rd~e~lla~IL~e~w~in~l"~o~ka~r~-------------------------~ 15 los hombres se someten y cuya realizacin llevara a muchos a afrontar la propia muerte para no .realizarlo. Pero quienes lo sufrieron, pueden pensar siquiera esto que decirnos?

    Podramos sostener que existe "el deseo humano de derramar sangre humana ( ... )una lgica inexorable, humana y ominosa del crimen", como afirma Jack Fuks? O afirmar, por el contrario, que "matar es algo que va con-tra los normales deseos e inclinaciones de la mayora de los hombres'; corno escribe Hannah Arendt?

    Creo que debernos tomar partido por la vida. Decir que el crimen se ha banalizado quiere decir que lo ms hondo de cada asesino se ha destruido. Pe-ro tambin se destruye la sociedad que lo tolera con indiferencia. la banali-dad slo califica a la institucionalizacin del crimen, su rutina, no a la meta-morfosis profunda que se produce en quienes lo cometen y lo aceptan: siempre est corno fundamento alguna institucin social que lo promueve. An el crimen ms individual es colectivo. Tanto la humanizaci9n corno su contra-rio, la criminalidad, son un producto social. El asesino sostenido por una institucin -imaginaria o real, presente o pasada- siempre es un individuo que se cree impune en la ejecucin del crnen. Est siempre protegido por un poder colectivo. Y tambin lo estuvo aqu, corno en Alemania, cuando lapo-blacin en general dio muestras de absoluta indiferencia.

    Para que el crimen no quede slo brotando, implacable, de la msera fi-gura del asesino, es necesario trazar la lnea que lo incluye en el poder que se lo exige. Esta criminalidad no hubiera podido desatarse sin el apoyo y la necesidad estratgica de otros grupos y poderes. Porque la impunidad y la fulta de riesgo son el escudo que los cobardes necesitan para ejecutarlo. En el extremo estremecedor de la picana, en la oscuridad de la capucha, en los vuelos de la muerte estaba, para animarse a ser asesinos, el sostn que les dabala impunidad de la influencia criminal de los Estados Unidos y de la Iglesia en la formacin de los cuadros militares. Se hubiera desatado la avi-dez de dolor ajeno y de sangre sin ambos imperios que los protegan?, si la Iglesia no hubiera puesto su experiencia milenaria en hogueras, cepos y de-sollarnientos?, si los militares no hubieran asesinado desde antiguo a los indios y matado a los peones que hacan huelga? No. El genocidio no hu-biera sido posible sin la preparacin recibida en las escuelas de Inteligencia y de Guerra de los Estados Unidos y Europa, y sin el apoyo del poder de la Iglesia y de los intereses econmicos ligados al dominio nacional y del im-perio. Regmenes militares que, corno es sabido, fueron una respuesta cri-minal a la transformacin social que se tema. Se iniciaron en Brasil en 1964, en Bolivia en 1971, en Uruguay en 1972, en Chile en 1973, en el Pa-raguay desde 1954 y en la Argentina en 1976. No slo tenan rasgos comu-

  • Ese infierno 16 ~--------------------------~~~------~~~~

    nes: haba conexiones de fines entre ellos. El genocidio argentino es una es-trategia poltica cr.iminal de un sistema histrico productor de muerte. Es el Cuarto Reich neoliberal triunfante que, en la presencia de los Estados Unidos, ocupa ahora el lugar del Tercer Reich nazi vencido.

    Nuestras sobrevivientes viven bajo este mismo insistente e implacable in-terrogante: ellas, obsesionadas, se siguen preguntando -y ser una pregunta que las acompaar toda la vida- con la necesidad de comprender lo incom-prensible: el misterioso designio de haber transitado tambin ellas los lmites del horror y haber quedado vivas cuando muchos miles fueron muertos.

    Cmo justificar el privilegio de haber salvado la vida cuando tantos la perdieron? Sentir la culpa de estar vivas es la ms cruel de las formas pa-ra anular la vida. Es difcil sentirse una persona "elegida'' porel destino pa-ra sobrevivir, cuando quienes eligieron fueron los torturadores y los asesi-nos de sus propios familiares y compaeros.

    Pensaremos, acaso, que fue la piedad de los asesinos la que las dej con vida? No. Fue el inters por conservarlas, luego de torturarlas, como inteli-gencia esclavizada. La ESMA fue un Campo de exterminio de la .Armada, pero de concentracin slo para los pocos sobrevivientes que pudieron ser utilizados como "materia gris esclava" para el proyecto poltico del Almi-rante Massera. Se construy como un micromundo que, en pequeo, sin-tetizaba y condensaba las mismas formas de dominio y de destruccin ex-tendidas luego a toda la ciudadana. Se expandi, como terror amplificado, abarcando a la sociedad anonadada, y son sus consecuencias las que an es-tamos viviendo. Esto explica, en gran parte, la supervivencia de los pocos que escaparon, no a la tortura, que sufrieron, sino a la muerte.

    "La oficialidad montonera que qued viva no fue por casualidad, sino que haba un grupo de marinos, con Massera a la cabeza, que tenan un pro-yecto poltico y ah entra en escena 'la materia gris montonera:" "Se propo-nan usar las mentes montOneras para organizar su movimiento." ''Para no-sotras la cada fue el principio de una. nueva etapa. Para la mayora, en cam-bio, cer en manos de esos asesinos realmente fue el principio del final."

    El empuje popular temido, transformado en "blanco" de guerra, constituye el fondo de esta estrategia que llev a las mismas Fuerzas Ar-madas a querer apoderarse de las "armas" ideolgicas del "enemigo". Queran apropiarse de una pasin social transformadora y convertirla en una "tecnologa" exitosa para embaucar al pueblo. Esta astucia, pen-saban, les permitira una manipulacin poltica: pasar de la guerra ar-mada asesina a una poltica pacificada ms eficaz y destructiva, siem-pre sobre fondo del terror y el desprecio.

    Las consecuencias del terror sobre las personas muestran, como tcnica

    ~Act~is~i~A~Id~in~i~I~G~a~ro~e~lla~IL~e~w~in~i"~o~ka~r~------------------------~ 17 subjetiva, su eficacia disolvente en lo ms inconsciente y primario de cada ser humano. Repetimos: este asesinato del alma y la tortura de los cuerpos en la ESMA se expandi, al mismo tiempo, a todo el cuerpo social, y lo reor-ganizaron para la sumisin o el desconsuelo. Construyeron a los actuales su-jetos aterrados de la sociedad neoliberal postgenocida, cuyas consecuencias desoladoras estamos viviendo. Mas all de la angustia que se aviva en la lec-tura del libro, hay que tratar de pensar la matriz poltica que subyace en los Campos de exterminio. All se mostr al desnudo el fundamento mortal y sanguinario de los distintos poderes de la sociedad que nos oprime. Las con-diciones organizadas por el terror condensan, en pequeo, las formas ame-nazantes que, amplificdas, an hoy en dia determinan la vida de la gente.

    Las sobrevivientes de la ESMA expresan las transformaciones persona-les que sufrieron y que, aunque amenguadas, se extendieron a toda la so-ciedad: la amenaza de muerte penetr en los sujetos y produjo el aniqui-lamiento de las fuerzas civiles. Podemos sealar cuatro de estas agresiones, quiz las ms crueles que ellas vivieron y que, expandidas, se encuentran ahora como amenaza latente en cada uno de nosotros: Quitarle todo se~tido a la vida.

    "Yo no pensaba y me daba todo lo mismo." "Yo recuerdo que no pensaba nada, no tena un proyecto de vida': "Me haba matado a m misma, me ha-ba autodestruido." "El nico mundo era el presente sin expectativa de futu-ro. El hoy absoluto sin proyecto." Predominio del poder de darnos muerte.

    "Se ponan locos cuando un detenido intentaba escapar a su poder de de-cisin sobre la vida y la muerte." Complicidad de las instituciones disciplinarias (para el caso, la Iglesia Catlica).

    "Recuperadas para la sociedad occidental y cristiana, deca el Tigre Acos-ta, que pregonaba a Santo Toms de Aquino." "l hablaba todas las noches con Jesusito, y Jesusito le deca quin se quedaba y quin 'se iba para arriba:" Identificacin con el represor.

    "Identificacin muy fuerte con los represores, hasta la cadencia de la voz del Tigre, los chistes, la forma de pararse." "Ideolgicamente parecan totalmen-te identificadas. ( ... )Algo les cambi internamente y se identificaron con ellos."

    Estas cuatro consecuencias, amenguadas pero vivas y dolientes, se ex-pandieron disolviendo las energas de cada ciudadano. Es el fundamento del terror poltico presente an en nuestra "democracia''. Para que el neo-liberalismo triunfara fue necesario que la muerte hiciera "tronar el escar-miento", como la frase que aprendimos en la escuela desde nios, y nos quedramos solos, indefensos, desolados dentro de la sociedad misma.

    '~ m no me quedaba nadie, nadie. Empec a llamar y estaban todos muertos."

  • Introduccin

    Cuando en 1998, y por la apropiacin de menores, los militares comenzaron a volver a la crcel-a ms de una dcada del refugio que les haban dado las le-yes y el indulto que los devolvieron a la calle-, sentimos la necesidad de hablar.

    Hace veintitrs aos ya que fuimos secuestradas y llevadas a la ESMA. All compartimos una experiencia horrorosa que durante mucho tiempo juzgamos intransmisible. La mayor parte de nosotras pudo denunciar ante la Justicia a los s~cuestradores y torturadores, sufriendo a veces represalias. Pe-ro salir del amparo del lenguaje estructurado, del testimonio presentado an-te un juez o un organismo de Derechos Humanos, para describir la vida dia-ria en el Campo, no es fcil.

    Significa contar cmo transcurra la existencia adentro, por qu y cmo se trabajaba para sobrevivir, cmo se fmga permanentemente frente a los marinos y a muchos prisioneros una "recuperacin", un arrepentimiento. Rememorar la frustracin por haber cado con vida, la pastilla de cianuro como liberacin y sacrificio por los dems. La tortura y, despus, la charla y la convivencia con los propios torturadores. Recordar los "traslados" masivos, seguidos de intempestivas e inslitas invitaciones de los secuestradores a ce-nar, las visitas familiares con custodia y sin ella, los "paseos o lancheos"- en realidad, excursiones a la pesca de nuevos secuestros y la angustia de hacer-los con ex militantes que estaban dispuestos a entregar a otros-; revivir la obligacin de participar como testigo en esos secuestros y como "cobertu-ra" en operativos en la calle. Cenar y mirar televisin Simulando que no se senta nada cuando se escuchaban los gritos de la tortura en el cuarto de al la-do. Temer a los ex compaeros que se haban transformado en represores y

  • 20 ~--------------------------------------------~E~s~e~i~nf~i~er~n~o a veces or las confesiones de algn represor que se quebraba entre lgrimas. Hacer el amor a escondidas con un compaero y alguna vez escuchar y tratar de entender a otra prisionera viviendo la contradiccin de amor-odio con un represor. Resistir o desmoronarse varias veces al da. Todo eso, junto o por se-parado. Todo eso envasado en los mismos cuerpos, en las mismas almas.

    Somos cinco mujeres. Seguimos unidas veinte aos despus. Tuvimos necesidad de volver a hablar de estas cosas antes de que se diluyeran en nues-tra memoria. De dejarlas escritas. Tuvimos que esperar dos dcadas para ha-cerlo porque nuestros tiempos internos slo coinciden ahora, entre s y con el tiempo social.

    Sabemos que mucho de lo que contamos generar discusiones, pero, unas ms y otras menos, estamos preparadas para atravesar esa prueba. El haber sobrevivido ya nos convirti en sospechosas. El "si se lo llevaron por al-go ser" se transform en "si sobrevivieron por algo ser" en pocas de exi-lio y hasta aparece de vez en cuando ahora. Nuestra propia culpa actu tam-bin como freno durante aos.

    Decidimos contar el dolor en forma de charla, con un mate circulando co-mo circula el afecto. En nuestras conversaciones hubo lgrimas, rabia, pero tambin muchas risas. Hay cosas que slo pueden exorcizarse con el humor.

    No nos arrepentimos de estar vivas. Pensamos que lo mejor sera que todos escucharan nuestro relato, pero

    principalmente nos preocupan quienes estn involucrados afectivamente con los desaparecidos, sobre todo sus hijos. Queremos que conozcan la dimen-sin humana de esta historia. Que eso les permita apartarse del maniquesmo. Porque toda exigencia es insuficiente cuando se trata de emular el herosmo absoluto. Y lo real es que, ms all de pequeos episodios de herosmo o de san-tidad, la verdadera historia la hicieron contradictorios seres humanos.

    LAS AUTORAS 1 AGOSTO 2001

    Topografa del terror

    Este edificio que l1nda con las Escuelas Tcnicas Raggio, sobre Avda. Libertador, fun-cionaba formalmente el casino de Oficiales. En realidad, era la sede del "chupadero".

    En la Escuela de Mecnica de la Armada funcionaron dos estructuras repre-sivas: la conocida como Grupo de Tareas 3.3.2 (GT3.3.2) y la del Servicio de Inteligencia Naval (SIN).

    Las actividades represivas eran ejecutadas por grupos especiales que de-pendan de los mandos naturales de la Armada. Estos grupos estaban com-puestos fundamentalmente por oficiales y suboficiales de la Armada, pero tambin participaba personal de otras fuerzas: Polica Federal, Prefectura, Servicio Penitenciario.

    Adems de la represin propiamente dicha, el Grupo de Tareas era una organizacin que lucraba con los objetos y bienes de los secuestrados, y fue el soporte logstico del proyecto poltico del Al te. Emilio Eduardo Massera, que fue jefe de la Armada hasta el ao 1978.

    La ESMA est ubicada en la zona Norte de la Capital Federal. Su predio se encuentra delimitado por la Avenida del Libertador al oeste, la Avda. Como-doro Martn Rivadavia y Avda. Leopoldo Lugones al este, la calle Santiago Calzada al sur y las Escuelas Tcnicas Raggio al norte. Su superficie est ocu-pada porvarios edificios: el de la Escuela de Mecnica de la Armada propia-mente dicho, el de la Escuela de Guerra Naval y, en el extremo norte, el Casi-no de Oficiales. Este ltimo, una construccin de tres pisos con stano y altillo, era el asentamiento y base operativa del GT3.3.2.

    La descripcin de los lugares internos del centro de detencin es pro-ducto de la reconstruccin de los sobrevivientes que estuvieron secuestra-dos en distintos perodos. Por esta razn, no siempre coinciden. Tanto la

  • 22 ~--------------------------------------------~E~s~e~i~nf~i~er~n=o planta baja como el stano, el tercer piso (Altillo) y el sobrealtillo, que eran los espacios utilizados por el GT3.3.2, cambiaban constantemente su dispo-sicin interna. El primero y el segundo piso fueron siempre ocupados por dormitorios de los oficiales, y all nunca entraban detenidos.

    En la planta baja se encontraban las oficinas destinadas a la administra-cin, tareas de inteligencia y planificacin de las operaciones. Estos espacios eran denominados Jorges y Dorado. Algunos secuestrados eran llevados a trabajar al Dorado. En los Jorges, en general no trabajaban secuestrados; al-gunos fueron llevados all ocasionalmente.

    Desde el Dorado se acceda al Stano por una escalera de dos tramos. El Stano tena una pesada puerta de hierro. Delante de esta puerta, del lado externo, se encontraba siempre un guardia con armas largas. Era el encarga-do de abrir la puerta y de llevar el control de todos los movimientos de entra-da y salida de personas del Stano. Los represores no entraban all armados. Cuando un oficial o un suboficial queran salir, deba identificarse, el guar-dia miraba por la mirilla y luego abra la puerta.

    El Stano era el primer lugar al que eran llevados los secuestrados. Podan permanecer all un tiempo, aunque en general eran subidos a Capucha, y se los volva a bajar cada vez que iban a ser interrogados o torturados, a habitacio-nes especialmente preparadas. En el Stano haba pocas paredes fijas y constan-temente se cambiaba la disposicin de los espacios. Las divisiones se hacan con materiales livianos, lo que permita un fcil montaje y desmontaje.

    Las piezas de tortura tenan como nico mobiliario una cama de hierro a la que era atado el secuestrado, una repisa para la picana y una silla para el torturador. En uno de los cuartos funcionaba una enfermera.All haba dos camas y dos pequeos armarios de vidrio -cerrados con candado- que con-tenan medicinas. En este lugar, durante un perodo, se atenda a los secues-trados que llegaban heridos y a las embarazadas en el momento del parto. Todo all ola a sangre y suciedad.

    No haba luz natural en ningn lugar del Stano, que era iluminado con tubos fluorescentes las veinticuatro horas. La ventilacin se lograba a travs de ventiluces que se elevaban unos pocos centmetros del nivel de la tierra. El aire era muy enrarecido. En las piezas de tortura no haba ninguna ventilacin y all los secuestrados a veces permanecan semanas enteras.

    Sobre el lateral derecho haba un gran portn de hierro con tres escalo-nes. Este portn daba al exterior y por all se sacaba a los secuestrados que eran "trasladados': El Stano fue modificado en ocasin de la visita de la Comisin de Derechos Humanos de la OEA, en 1979; por ejemplo: la escalera de acceso al Dorado fue tapiada y el ingreso al Stano se haca por el portn externo.

    En el Stano convivan los secuestrados recin llegados con otros que

    ~A~ct~is~[~A~Id~io~i~[~G~a~rd~e~lla~[L~e~w~in~[T~o~ka~r--------------------------~ 23 trabajaban. Estos ltimos lo hacan en lugares especialmente preparados: un laboratorio fotogrfico, un cuarto de falsificacin de documentos, una ofici-na de diagramacin, una imprenta, un laboratorio de sonido (la Huevera). Tambin haba un comedor y dos baos. A! fondo del pasillo central haba per-manentemente un guardia.

    Planta baja r---------------------------------------------------------------~ ~ . 1

    o l ~ l ~ ' 1 ~ ' :S COCINA l

    '

    PLAYN

    DORADO

    PLAYN OPERATIVO

    1

    ' ' ' ' ! ' ' '

    ---------------------------------------------------------------J

  • 24 ~----------------------------------------------~E~s~e~i~n~fi~e~rn~o~ Planta altillo 1 Escalera central. 2Guardia armada. 3 Puerta de acceso. 4Puerta yes-ca lera a Ca puchita. 5 Escaln ascendente. 6 Puerta de hierro. 7 Escaln descendente. 8 Come-dor(anteri6rmentecuartode embarazadas). 9 Bao. lO Motor de ascensor.11 Escaln ascen-dente.12 Bao.13 Habitacin.13' Habitacin (tambin cuarto de embarazadas).14 Ventanas a Avda. del Libertador.15 Ventanas al Rio de la Plata.16 Puerta de h ierro.17 Escaln des-cendente.18 Ventiluces.19 Camarotes. 20 Sala de uso comn. 21 Biblioteca. 22 Oficina de prensa. 23 Archivo. 24 Despacho del oficial de la Armada a cargo.

    r----------------------------------------------------------------------------.

    J ~~ f.8 '' : ' : ' ' ' 1 Tanqui dS 'ague :

    1

    CAPUCH!TA 1.~ Ventanos fapiodos

    1

    PAI'JOL Depsito de

    bolin do guerra

    -----------------------------------------------------------~----------------

    '

    :A~ct~is~j~A~Id~i~ni~I~G~a~ro~e~ll~aLI~~~w~in~IT~o~ka~r~-------------------------~ 25 Planta dorado 1 Escalera de acceso al Stano. 2 Puerta de acceso al playn. 3 As-censor. 4 Puesto de guardia y control. 5 Escalera de acceso al Dorado. 6 Sala. 7 Sala. 8 Central telefnica. 9 Entrada al Dorado.10 Ventanas prolongacin deventiluces de S-tano.11 Guardia. Control circuito cerrado deTV.12 Office.13 Despachos de oficiales de

    inteligencia.140fici~as de auxiliares de inteligencia.

    SALN DORADO

    Or9aizacin d: operativos

    14

    Planta stano 1 Escalera de acceso. 2 Trastos. 3 Generador elctrico. 4 Guardia ar-mada.5 Puerta de hierro. 6 Escaln. 7 Oficina diagramacin. 8 Viga area hormign. 9 Ofi-cina de documentacin falsa.1 O Ventiluces.11 Laboratorio fotogrfico.12 Enfermera.13 Pe psito de laboratorio fotogrfico. 14 Escritorio de guardia. 15 Cuartos de tortura.16 Comedor para secuestrados.17Sala de audiovisuales "Huevera".18 Baogrande.19 Ba-o chico. 20 Escalera a playn.21 Portn de salida "traslados". 221mprenta.

  • 26 ~---------------------------------------------~Es~e~i~n~fi~e~rn::;o Los secuestrados eran subidos al Altillo por una escalera ancha. A la en-

    trada del Altillo haba una gran puerta de hierro, donde, al igual que en la entrada del Stano, haba un guardia armado que registraba en un cuader-no todos los movimientos de entrada y salida de secuestrados.

    El Altillo tena dos grandes alas controladas mediante un circuito cerra-do de televisin, cuyas pantallas se hallaban en la planta baja, a la entrada del Dorado.

    El ala de la izquierda, llamada Capucha, era utilizada para mantener a los secuestrados acostados en el suelo, encapuchados, engrillados y separados entre s por tabiques de aglomerado de un metro de altura. Haba algunos espacios cerrados llamados Camarotes, que tenan ventiluces. Estos ventila-ces provean la escasa ventilacin de Capucha, que estaba reforzada por dos extractores que producan un gran ruido. La luz artificial estaba encendida to-do el da. El piso era un alisado de cemento.

    A algunos secuestrados los mantenan aislados en estos Camarotes. Tam-bin fueron usados como lugar para dormir por los secuestrados que forma-ban parte del denominado "Proceso de recuperacin': Tenan camas cuchetas.

    El techo del Altillo era en declive, por lo que las vigas de hierro en algunos sectores llegaban al piso. Por las vigas circulaba una superpoblacin de ratas.

    En el espacio central del Altillo haba dos baos y tres habitaciones con ventanas que, segn los distintos momentos, fueron utilizadas como come-dor, cuarto para las embarazadas o dormitorios para algunos secuestrados.

    En el ala derecha del Altillo se construyeron oficinas donde trabajaban al-gunos secuestrados. Se las conoca como Pecera porque las divisiones eran en gran parte de vidrio y las personas eran vistas como en una pecera. En estas oficinas, entre otras tareas, se archivaban diarios y revistas, se escriban mo-nografas y notas periodsticas, se hacan traducciones. En la entrada de la Pecera y en Capucha haba guardia.

    En distintos lugares de! Altillo siempre hubo un Paol, donde se guarda-ban objetos robados a los secuestrados y durante los operativos de secues-tro: ropa, muebles, utensilios, electrodomsticos.

    Frente a la entrada al Altillo haba una pequea puerta, por la que se acceda a una escalera que conduca al sobrealtillo, llamado Capuchita.All haba secues-trados que soportaban condiciones de vida an peores que en Capucha. En una poca permanecan all los secuestrados por el Servicio de Inteligencia Naval.'

    * Reconstruccin realizada por las autoras y completada con datos extrados del Informe Nunca ms y de testimonios de los sobrevivienteS, previa a la conversin de la ESMA en Espacio para la Memoria en marzo de 2004.

    Un manto de memoria

    Ten cuidado ... No vayas a olvidarte de aquello que tus ojos han visto ... Ensaselo a tus hijos y a los hijos de tus hijos.

    DEUTERONOMIO, 4: 9

    Nos cost empezar. No recordamos de quin fue la idea. Pero hablar, dejar un registro de Jo vivido en la Escuela de Mecnica de la Armada, surgi re-pentinamente en todas nosotras como una urgencia casi fsica.

    Somos cinco mujeres. Algunas compartimos el encierro: somos ami-gas desde entonces. Otras no nos conocamos ms que por el nombre, por-que nuestro cautiverio no coincidi en el tiempo. Pero haber pasado por ese infierno fue contrasea suficiente. Ahora, somos hermanas. Empeza-mos a reunirnos para hilar nuestros recuerdos en 1998, mientras resona-ban todava los ecos del vigsimo aniversario del Golpe y los jueces encar-celaban a algunos jefes militares.

    Despus de haber pasado por un Campo de Concentracin, uno pue-de llevar una vida en apariencia normal. Trabaja, lleva a los chicos al cole-gio, viaja, hace las compras, va al cine. Hasta que, algunas veces contun-dente, demoledor e incendiario como un rayo, otras suave, engaoso y en-volvente como la niebla, el Campo de Concentracin se hace presente. Y entonces, uno se paraliza: se perciben Jos olores, se ve la oscuridad, se es-cucha el arrastrar de las cadenas, el ruido metlico de las puertas, los chis-pazos de la picana, se siente el miedo, el peso de las desapariciones. Sobre todo, las ausencias que dejan las desapariciones. Peridicamente, desde ha-ce muchos aos, a veces disparados por hechos concretos -como la cita-cin a declarar en un juicio, la noticia sobre la recuperacin de un beb o el aniversario de una "cada"-, otras por una cara vista en la calle, una fo-tografa vieja, una carta amarillenta en un placard, una lectura ... los re-cuerdos nos acechan y nos atrapan.

  • 28 Ese infierno

    Durante un tiempo estuvimos convencidas de que haba sido suficien-te declarar ante la Justicia. Algunas de nosotras pudimos hacerlo inmedia-tamente despus de la liberacin, en el exterior. Otras, cuando volvi la de-mocracia al pas, en el juicio a las Juntas. Para un tercer grupo, por distin-tas razones, el proceso fue ms largo. Pero todas sabamos que habamos vi-vido otro tipo de historias, no contadas todava. Historias de odios, de so-lidaridad, de afectos, de cobardas, de desafos, de resistencias ... De muerte, pero tambin de vida. En la ESMA, como en todo Campo de Concentra-cin, hubo luces y tinieblas. Podramos morir ahora o simplemente olvi-darlas. Y cremos que era ya tiempo de asegurarnos de que no se perdieran.

    Recordarlas es incmodo ... Son historias difciles de decir. Provocan angustia, reavivan dolores. Nos confrontan con pasiones olvidadas, con si-tuaciones lmite. Jorge Semprn, sobreviviente del Campo de exterminio nazi de Auschwitz, pudo escribir sus historias despus de cuarenta aos. Convocarlas antes, dice, le hubiera impedido vivir. Para nosotras -salvan-do las distancias-, esta experiencia colectiva de recordar, sistemticamen-te, pudo darse recin despus de veinte aos. Recogerla en charlas graba-das, durante tres aos y medio, tuvo sus dificultades. .

    Quisimos hacerlo de todos modos. Tena que quedar registro en algn lugar, adems de los expedientes judiciales -donde slo estn los hechos crudos, objetivos-, de lo que pas en la ESMA, tal vez el ms maquiavlico de los proyectos represivos de la ltima Dictadura ...

    Decidimos recordar en conjunto, porque creemos que sobrevivir en ese sitio fue una empresa colectiva. El aislamiento era una herramienta que los represores usaban para hacernos sucumbir, para quebrarnos: en Capu-cha, para los secuestrados, las reglas eran el tabique, la capucha y la prohi-bicin de hablar con los compaeros.

    Resolvimos ser slo mujeres en el grupo, porque, para nosotras, haber pa-sado por el Campo tuvo tintes especiales vinculados con el gnero: la desnu-dez, las vejaciones, el acoso sexual de los represores, nuestra relacin con las compaeras embarazadas y sus hijos. A nuestros compaeros varones de cau-tiverio seguramente atravesar la ESMA les signific sensaciones diferentes.

    El lugar elegido para nuestros encuentros fue una habitacin en la ca-sa donde vive Miriam. El momento, podo general, la tarde de los sba-dos ... Nunca, casi hasta la ultima charla, tuvimos en claro qu hacer con esas grabaciones recogidas por un viejo pero noble grabador que Mun. llevaba y traa en una bolsita plstica en su cartera, junto con pilas y case-tes. ''A lo mejor, depositarlas en una caja de seguridad", deca una. "Darlas en custodia a algn organismo de Derechos Humanos, o entregarlas alAr-chivo Histrico Nacional'; propona otra. La decisin de publicarlas sur-

    ::;Act~is:.li::.A:::Id:.::in~i:.li.::G::::a:,:rd:::e:.::lla::l.:l L~e::_w~in.:..LI lC:.:::o;::ka:::.r _____________ _,. 29

    gi casi al final, y fue el resultado de muchas discusiones, la superacin de muchos miedos y reparos. Habamos hablado as, entre mujeres, sin otro testigo que nosotras mismas, nuestro afecto y nuestra comprensin, la comprensin que solamente puede darle al otro quien padeci lo mismo.

    Develar cosas que habamos callado durante tanto tiempo nos haca sen-tir demasiado expuestas. En algn momento de nuestras vidas, todas nos en-frentamos a la desconfianza que provoca el ser sobreviviente despus de ha-ber estado en poder de un enemigo que aniquil a la mayor parte de sus pri-sioneros. Y en estas charlas nosotras mismas, una y otra vez, volvemos a inte-rrogarnos como en una leta!a: Por qu estamos vivas? En una entrevista he-cha por Miriam, un sobreviviente de la lista de Schindler se pregunta: "Por qu nosotros? Y los otros?" Ni l ni nosotras conocemos la respuesta.

    En el cuarto de la terraza que elegimos para reunirnos haba ventanas desde donde se vea el cielo, unas veces lmpido, otras negro de tormenta. Hubo siempre ruedas de mate y caf, cigarrillos y facturas, idas y venidas. A pesar de que pusimos un lmite de una hora y media de grabacin por encuentro, y de que ahuyentbamos el espanto con la risa, dejbamos las reuniones con las heridas reabiertas. Y un buen da, Liliana, una de las que con mayor decisin haban empezado a venir, dijo que no lo soportaba ms. Estuvo ausente casi un ao, cicatrizando ... Y volvi, con ms fuerza que antes. La recibimos casi sin preguntas y con los brazos abiertos. Uni-das por el Campo, por una relacin casi sangunea, estamos acostumbra-das a acompaarnos y aceptarnos en las buenas y en las malas.

    Durante los aos de nuestras citas para la memoria, la vida tambin nos sacudi .. Elisa atraves durante la primera poca de nuestras reunio-nes la ltima parte de un tratamiento de quimioterapia, que enfrent con la misma voluntad de vivir que haba mostrado en el Campo. Cristina fue elegida concejal, y su agenda se hizo ms y ms poblada a medida que, con sus compaeros de hoy, debi enfrentar corrupciones, pragmatismos y las dificultades de construir un proyecto colectivo (males de estos tiempos que mucho tienen que ver con esta historia). La nica hija de Liliana, co-mo tantos otros pibes de su edad, dej el pas para seguir .su vida en otro lado junto a su padre. Miriam recorri como periodist los Campos de Concentracin nazis en Europa y trabaj sobre las historias de sobrevi-vientes del nazismo. Encontr en ellas puntos de contacto que la sacudie-ron ms de lo que hubiera sospechado. Mun pudo por fin expresar en una obra plstica un homenaje a su compaero desaparecido y comenzar a llorar su dolor.

    Cada una atraves experiencias nicas, irrepetibies. Tenemos distintas posiciones frente a muchas de las situaciones vividas en el Campo. Sin em-

  • 30 Ese infierno

    bargo, no necesariamente eso se reflej en un debate. En ocasiones, por el contrario, alguna se hunda en un silencio melanclico que las otras trat-bamos de quebrar sin xito. Fueron muchos los das en que ese silencio fue de todas, porque nos enmudeca el estupor que nos causaba la confesi6n de una de nosotras.

    Pero fueron ms los momentos en que la risa inund la mesa. El hu-mor fue para el grupo una de las herramientas para ahuyentar la angustia, que de otra manera se habra vuelto insoportable y nos habra impedido seguir adelante. La distancia y la frialdad aparente con las que relatamos algunos hechos fueron otros de los recursos con que nos sobrepusimos a los golpes que nos asestaba el pasado ...

    Para que estas charlas fueran posibles, hicimos un culto del afecto y la tolerancia. No existieron presiones: cada una cont lo que se sinti en con-diciones de recordat. Nuestra memoria fue un animal por momentos re-belde, corcoveante, difcil de domar. Seguramente este libro seria distinto si hubiera sido escrito varios aos atrs, o dentro de una dcada.

    No siempre estuvimos solas. Adriana Marcus1 tambin estuvo secues-trada en la ESMA. Es ahora una mdica que vive en Zapala y atiende des-de su lugar de trabajo en el hospital pblico a la poblacin suburbana y ru-ral, incluidas comunidades mapuches, visitndolas en sus parajes distantes de la ciudad, adonde casi nadie llega. Dej varias veces su trabajo para via-jar a Buenos Aires en mnibus y unirse a nuestros "ts canasta", como ella con su particular irona los llamaba. No estuvo en todos, pero es una de nosotras. Sus historias son una parte sustancial de nuestro testimonio.

    El caso de Mirta Clara2 fue diferente. Estuvo presa en una crcel legal durante ocho aos, y trabaja como psicoanalista con vctimas de la repre-sin. Por ambas razones, fue una de las primeras personas que leyeron nuestro material y estuvo en uno de nuestros encuentros. Desde que cono-cimos su punto de vista, su anlisis agudo acerca de las similitudes y dife-rencias entre la crcel y el Campo de Concentracin, pensamos que su in-

    1. Adriana Marcos nad ell2 de octubre de 1955 en Capital Federal. Cursaba quinto ao de la carre-ra de Medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires cuando la secuestraron, el26 de agosto de 1978. Tambin realizaba la prctica hospitalaria en el Hospital Castex, de San Martn, y trabajaba ca-m~ enfermera en una clfnica. El24 de abril de 1979 fue puesta bajo libertad vigilada y obligada a tra-baJar hasta el mes de febrero de 1980. Hoy es mdica general en el hospital de Zapala, Neuqun, a car-go del rea Programa Urbano y Rural. 2 Mirta Clara fue detenida el9 de octubre de 1975 y estuvo incomunicada durante un mes junto a su esposo, Nstor G1rlos Sala, en la Brigada de Investigaciones de Resistencia, Chaco. Permaneci como detenida legalizada en las crceles de Chaco, Formosa, Ezeiza y Devoto hasta el 9 de noviembre de 1983, fecha en que recuper su libertad. Su esposo fue fusilado en la Masacre de Margarita Beln (Cha co) el13 de diciembre de 1976. Mirta es psicloga e investiga sobre los recursos utilizados para sobre~ vivir ante una situacin limite de sometimiento.

    ~A~ct~is~lc_:A~Id~i!C.niCJI.c:G::a~rd~e~ll~a.LI =:Le~w~i~n .Lil~

  • Los das previos y el secuestro 1

    Qu est pasando, qu misterios son stos, en qu suerte de mecanismo fatal nos hemos visto atrapados? La respues-ta no puede ser simplemente que somos todos cobardes. No somos tan despre-ciables. Nos enfrentamos a una cuestin mucho ms profunda ...

    ETTY HILLESUN. LINGISTA, ABOGADA Y PSIClOGA

    JUDA HOLANDESA ASESINADA EN AUSCHWITZ.

    La militncia se haba transformado. Ya no era esa experiencia plena, seme-jante a la felicidad, que a todos nos haba embargado: a partir de 1976 el pe-ligro, la tortura, la muerte, se sentan cada vez ms cerca ... Estuvo marcada por el cansancio, el desamparo, el miedo. El terror cerraba las puertas que an-tes se abran para los militantes. Estaban cercados, golpeados por las desapa-riciones casi diarias de los que queran. Algunos elegan el suicidio en el mo-mento del secuestro, algo que al menos les aseguraba dos cosas: no entregar a sus compaeros en la tortura y arrancarles a los desaparecedores la peque-a victoria de la decisin pstuma, la de la propia muerte.

    Mun. Nuestra historia como militantes fue armndose lentamente. El ti-po de militancia que tenamos, a medida que avanzaba la represin, nos llev a una prctica de simulacin ante los dems que luego nos sirvi pa-ra resistir dentro de la ESMA. Miriam. S, tal vez por eso pudimos desarrollar la estrategia de fingir para defendernos de los marinos. Liliana. Afuera ya tenamos experiencia en lo que llambamos clandestini-dad, en ocultar nuestra militancia ante los dems. La relacin con la fami-lia tambin estaba desquiciada, haba mucho ocultamiento. Mun. Yo todos los das sala a barrer la vereda de mi casa con la mejor ca-ra, como todas las vecinas, y hablaba con la de aliado, la de enfrente. No era gente que conociera desde chica, no tena nada en comn con ellos. Y haba que salir de compras siempre con la misma canasta para luego

  • 34 ~---------------------------------------------E~s~e~i~n~fi~e~rn~o poder usarla para sacar algo que no queras que te vieran. Creo que ha-bamos desplazado el temor a la muerte. Sabamos que podan matarnos en cualquier momento, pero ste no era un pensamiento permanente ni paralizante: trabajbamos, estudibamos, nos enamorbamos, tenamos hijos, proyectos ... Entonces, cuando camos' en la ESMA, tambin tena-mos desplazado ese temor. Liliana. Probablemente fuera as. Elisa. Yo me enteraba de lo que estaba pasando por comentarios, pero deca. "No puede ser verdad tanta perversin': Una vez, un compaero del Sindicato de Actores que haba sido chupado y liberado cont que haba visto un brin-dis entre los marinos y los secuestrados en la ESMA para un Ao Nuevo. Liliana. Debe de haber sido cierto. Elisa. Por supuesto! Pero cuando a m me lo contaron ... Miriam .... vos dijiste: est loco! Elisa. Claro! La ESMA era el lugar del que circulaban los peores comenta-rios. Se deca que con una sierra te cortaban los dedos. Adriana. Ser por eso que me hicieron un simulacro de cortarme las ma-nos cuando cm1 Miriam. Afuera se contaba que en la ESMA te ponan ratas en la vagina. Elisa. Cuando yo ca, en la tortura, me preguntaron. "Cul es el lugar don-de, por lo que conocs o por lo que escuchaste hablar, menos te gustara estar?" Yo dije: "En la ESMA". "Ests en la ESMA'; me contestaron. A mu-chos deben de haberles preguntado lo mismo. Miriam. Era el latiguillo, la broma macabra. E lisa. Comentarios haba muchos. Al caer me explicaron que ellos no utili-zaban la sierra con los detenidos, sino que, como estaban construyendo, el ruido provena de ah. Eran buensimos! (risas) Cristina. Gente civilizada ... Elisa. Y vos, Cristina, habas escuchado algo de todo esto? Cristina. Haba escuchado hablar de una especie de Proceso de recuperacin. Eran los rumores que corran entre los compaeros, esas cosas de las que no se conoca exactamente la procedencia. Decan que cuando se detena gente en la ESMA inmediatamente la hacan entrevistar con otros secues-trados para que vieran lo bien que se encontraban. Elisa. Claro, vos caste ms adelante. Cristina. Yo ca a fines de !978. * Las palabras que aparecen en letra cursiva pertenecen a la jerga de la militancia e integran el Glosa~

    rio, que el lector encontrar en las pginas 311 a 314 de este libro. En el mismo Glosario, pero por separado, se incluyen los trminos acuados por los represores dentro de la ESMA. Los alias de los represores aparecen en VERSALITA. Sus nombres y apellidos reales se incluyen en el Anexo, en pginas 308 a 310 (N .. de lasA.)

    ~A~ct~is~I~A~Id~in~i~I~G~a~rd~e~lla~IL=e~w~in~IT~o~ka=r~-------------------------~ 35 Liliana. Ya haba corrido mucha agua bajo el puente. Elisa. Militabas en esa poca? Cristina. Yo dej de funcionar orgnicamente cuando se produjo la repre-sin ms sistemtica sobre la zona Norte,1 a fines de !976 Despus, a prin-cipios del 78!, con mi compaero, tercamente intentamos militar en Capi-tal, pero todo estaba desarticulado y las condiciones de seguridad eran p-simas. Luego de algunos ensayos desesperados y poco exitosos, agotados y desorientados, decidimos tratar de reorganizar nuestra vida, que a esa al-tura estaba reducida a su mnima expresin. Intentamos asentarnos labo-ralmente y, an en la clandestinidad, pretendamos comunicamos con otros que estuvieran en nuestra situacin para tratar de recomponer algo. Pero estbamos prcticamente desconectados. Liliana. Uno tena una negacin de lo que estaba pasando; creo que no po-damos soportar la idea de que la organizacin estuviera desarticulada, por eso reorganizar la vida era tan difcil. Miriam. Yo estaba convencida de que al caer los mataban a todos, nunca cre que se salvara nadie. E lisa. Y cuando calste en la ESMA y te mostraron gente viva, qu pensaste? Miriam. Yo ca en Fuerza Area y, aproximadamente despus de un ao, me llevaron a la ESMA, en el bal de un Ford Falcon, con tabique y esposas en las manos y en los pies, es decir totalmente inmovilizada. Me dejaron slo un da porque iba a haber una inspeccin. Los de la ESMA le dijeron al ofi-cial de Fuerza Area que me haba llevado que tena que volver a llevarme al otro Campo,2 que no podan dejarme ah porque iban a ir periodistas extranjeros. Era el mes de marzo de 1978, el26 o 27. Yo haba cado en ma-yo de 1977. Cuando me llevaron nuevamente a Fuerza Area, abrieron el bal, y un zumbo,l que era el que cocinaba, le pregunt al oficial: "Est muerta?", como si preguntara: "Llueve?" Me qued helada porque el tipo me conoca, haba estado dndome de comer durante un ao! Elisa. Pas y dijo: "Est muerta?" Miria m. Como si me hubieran llevado de Fuerza Area para matarme y me hubieran trado de nuevo. Entonces, si me faltaba la confirmacin, con eso ya la tena. Que un tipo que me vea y me daba de comer todos los das du-rante casi un ao, que tena cierta relacin conmigo porque yo era la nica prisionera en esa casa (me traa el plato, hablbamos dos palabras), pregun-tara, con tanta frialdad, si estaba muerta, me llev a pensar que ah mata-ban a todo el mundo. Adems, no entenda por qu iban a dejarnos vivir. 1. En el esquema organizativo de Montoneros, la zona Noite del Gran Buenos Aires. 2. Utilizao como apcope de Campo de Concentracin. 3. Popularmente''suboficial'~

  • 36 ~---------------------------------------------E~s~e~i~n~fi~e~rn~o E lisa. Nunca pudimos entenderlo y seguiremos sin encontrarle explicacin. Liliana. Uno realmente sigue sin saberlo. Sigue resultando irracional. Elisa. A m ah no se me ocurra pensar ni en la muerte ni en la vida. No poda armar un proyecto para despus de que saliera. Creo que las compa-eras que testimoniaron inmediatamente despus de que salieron de la ES-MA ya tenan este proyecto estando adentro. Yo tena mucha relacin con todas ellas pero no se me hubiese ocurrido hacerlo. Hoy trato de recordar qu pensaba en ese momento y la sensacin que tengo es que estaba como encapsulada, senta que esas cosas no me estaban pasando a m. Miria m. Es muy difcil acordarse exactamente de lo que pensbamos all. Adriana. Yo tampoco poda pensar en la vida o en la muerte. Era una ma-sa de tiempo suspendida para siempre, era como el fin de la historia en se-rio. Despus de eso, nada nunca ms. Cristina. Antes de caer, hablando con compaeros, tratbamos de imaginar qu era lo que pasaba con los que desaparecan y habamos llegado a la con-clusin de que en algn lugar estaban. Era un mecanismo de defensa, no ha-ba informacin cierta sobre lo que pasaba. Recuerdo que un compaero de-ca: "Seguramente estn en condiciones desastrosas, pero estn!" Cuando ca, una de las cosas ms dolorosas fue tomar conciencia de que no era as. Elisa. De que no estaban. Miriam. Antes de caer, yo estaba en la clandestinidad y tena ciertas medi-das de proteccin, pero eran muy ingenuas. Por ejemplo, en ese momento mi abuela estaba agonizando. Yo llamaba por telfono todos los das para averiguar cmo se encontraba. Saba que el telfono de mis viejos poda estar pinchado, entonces hablaba siempre de uno diferente, pero en un rea donde haba diez telfonos pblicos. Descompusieron cinco, instalaron a cinco tipos en cada uno de los otros y me engancharon. Me chuparon as. En La Matanza4, en 1977, haba muy pocos telfonos pblicos. Mun. Uno no supona que pudieran hacer ese tipo de cosas. Miria m. Yo creo que si no hubieran estado buscando a mi amiga Patricia, que militaba y era hija de un brigadier, no habran armado semejante apa-rato para secuestrarme. Yo era una militante de base, una perejila. Queran llegar a ella y pensaban que yo sera el nexo. No habran utilizado cuaren-ta tipos si yo hubiera sido el objetivo. Mun, Yo siempre haba militado en La PlataS y cuando me vine a Buenos Aires consegu un contacto en zona Sur6 en la provincia, para seguir mili-tando. Sera abril o mayo de 1977. Para que me engancharan escrib la histo-

    Municipio ubicado en la zona Oeste del Gran Buenos Aires. 5. Ciudad ca pitar de la provincia de Buenos Aires. 6. En el esquema organizativo de Montoneros, la zona Sur del Gran Buenos Aires.

    ~A~ct~is~I~A~Id~i~ni~I~G~a~rd~e~ll~a~l~~~w~in~l"~o~ka~r------------~-------------~ 37 ria de mi vida en un papel finito, con letra muy pequea, y debajo puse, bien grande: Enganchenm! Y pas la cartita. Quera que los compaeros que la leyeran supieran quin era yo, pensaba que quizs hubiera alguien que me conoca. Despus los marinos me la hicieron leer adentro de la ESMA. Adriana. Cmo? Mun. Alguien que tena la cartita haba caldo. Todo sucedi as: cuando en zona Sur los compaeros me dijeron qu actividad iban a asignarme no es-tuve de acuerdo. Lo nico que haba quedado era la estructura militar de la Organizacin. Adems me corresponda ser responsable de mbito y no me senta en condiciones de tomar decisiones que involucraran a otros compaeros, apenas si poda decidir por m. Segu conectada con ellos pa-ra colaborar de alguna manera. Los compaeros iban quedndose sin casa, sin ollas y sin ropa por las sucesivas cadas. Entonces yo juntaba ropa usada y, una vez cada veinte das, iba a una cita a esa zona a llevrselas. Una de esas ve-ces aparecieron dos Falcon. Elisa. Y te chuparon? Mun. No, si no habra cado en ese momento. Los vi venir por una calle de tierra y empec a cruzar campos y campos. Era cerca de la fbrica Al-pargatas. Miriam. Revoleaste la ropa! Mun. No, en vez de tirarla me aferr a las cosas. En medio de la huda se larg una lluvia torrencial. Y yo segua cruzando campo. Cruc caminan-do de la ruta 2 al Camino General Belgrano. Como no poda subir a un co-lectivo, empapada, en plena noche, para regresar a Capital, golpe la puer-ta de una casa, le cont una historia a la seora que me abri y le ped que me dejara pasar para cambiarme la ropa mojada por la que le mostraba que tena en la bolsa. La seora me permiti entrar, me cambi y me fui a tomar el Ro de la Plata.7 Una vez ms haba zafado. Adriana. Muchos bajamos la guardia con respecto a las medidas de seguri-dad. Yo haba armado todo para irme a Paysand:S tena adonde llegar y adems tena pasaporte alemn, ya que en Uruguay pensaba meterme en la embajada alemana. Fui a una cita con la Flaca, donde tambin estara su suegra, pero no estaban. En ese momento tendra que haberme ido del pas y no lo hice. Pens: "Le habr pasado algo". Y le haba pasado! Dicho aho-ra parece una reaccin suicida, pero igual volv a mi casa. Cuando llegu, me estaban esperando los milicos. Mun. Yo hice algo parecido~ En noviembre de 1976 se produjo una calda muy grande en La Plata y secuestraron a mi marido. Era la se-7. Empresa de transporte de pasajeros. 8. Ciudad del Uruguay.

  • 38 ~------------------------------------------~~E~s~e~i~nf~i~er~n~o gunda gran cada. Desde haca tiempo se planteaba que yo deba irme porque era bastante conocida, pero no poda hacerlo porque mi com-paero deba quedarse all. Cuando l cay pens en irme. Pero los miembros de la conduccin de la Organizacin me pidieron que me quedara: haba llegado mucha gente nueva que no conoca la zona y queran que yo los ayudara a ubicarse. En enero me tocaron las vaca-ciones y cuando regres haban cado todos los integrantes de mi m-

    . bita. Entr en un estado de parlisis, no poda dejar la ciudad, senta que irme era abandonar a los que haban cado. Me qued sola, ence-rrada en una casa. Sobreviva con lo que teja a mano, un suter por da. Una vez por semana iba hasta una boutique, me daban una bolsa con lana y yo entregaba una con pullovers. Volva con la lana y teja, teja ... Para qu estaba yo en La Plata? Elisa. No podas irte. Mun. No. Hasta que pude hacerlo y vine a Buenos Aires, en abril de 1977. Me qued en la provincia por seguridad. Elisa. Qu seguridad? Mun. Les tena miedo a las pinzas en Capital. Ac tenan un aparato con el que controlaban el documento ... Adriana. El Digicom,9 que tenan los patrulleros. Mun. Y yo no saba cmo estaba el mo, si me tenan fichada. Pude aban-donar La Plata y comenc a pensar en abandonar tambin el pas. Me re-sultaba muy difcil dejar todo. De alguna manera haba que quedarse a morir. No supona, como muchos, que la gente que haba desaparecido es-taba viva en algn lugar, yo pensaba que todos estaban muertos. Quiz porque en La Plata haban matado a mucha gente en la calle y tiraban all los cadveres de los compaeros que haban desaparecido. Entonces co-menc a hacer los papeles para sacar el pasaporte. Me haba llegado la ver-sin de que si uno estaba haciendo los trmites y le decan que fuera al se-gundo piso, tena que irse sin perder tiempo. Inici el trmite, me manda-ron al segundo piso y yo ... Afuera! Si bien esto es real, no s hasta qu pun-to haca yo lo necesario para irme. Cuando ca en la ESMA, tena estos pa-peles y los aprovech en la tortura como parte de mi argumento, que en un principio me creyeron. Elisa. Yo no pensaba en irme. Tampoco tena cmo, ni adnde ir. Incluso cuando ca, segua pensando que los que se iban eran traidores. Mun. Una cosa era pensar en irse en el ao !976 y otra en 1978. Era co-mo si hubieran pasado diez aos aunque slo haban sido dos! E lisa. No sabas dnde estaba la Organizacin, qu haba pasado, cmo ha-9. Sistema centralizado de informacin que se operaba desde los mviles de la Polica.

    ;:Ac::l.:;is:.!I.::.A:::Id:_::in:.::i..!..I.:::G:.::a:..::rd:::e:..::lla::.J..:I L::::e:.;w:.:;in.:.J...I T:::o:..::ka::;.r _____________ _,. 39

    cer para engancharte o para desengancharte. Eras un muerto vivo. Todo lo hermoso de la militancia, la costumbre de encontrarte con los compae-ros, la actividad que realizabas, todo eso fue desapareciendo. Uno no po-da ir a dormir a su casa ni tener sus pertenencias. Miriam. Muchas veces, ni siquiera tena dnde dormir! Adriana. La ausencia del soporte de todo el aparato de nuestra militancia. Elisa. Entonces empezabas a criticar: "Dnde estn los compaeros ahora que los necesito? Cmo hago para seguir?" Adriana. Yo nunca critiqu, en ese momento pensaba que todo el mundo haba cado. En la Navidad de 1977 nos reunimos, en el departamento de mis viejos, Andrea, su marido y el beb, la Flaca con la nena, el Chango, que era cuado de ellas, otro amigo de l y yo. Cuando salimos de all se-cuestraron al marido de Andrea. Al mes siguiente nos fuimos de vacacio-nes a Villa Gesell con nuestro responsable y, cuando volvimos, lo chuparon a l, a Chango y al otro flaco. Quedamos las tres mujeres solas sin ningn tipo de contacto con nadie, tratando de hacer una vida normal pero sin lo-grarlo. Tenas que vivir la historia que vos misma habas armado: darles explicaciones a los vecinos sobre quin eras, qu hacas, y que todo sonara coherente con el personaje ficticio que ahora representabas. Tenas que cuidarte de no entrar en contradicciones. Era una situacin esquizofrni-ca que ya no se toleraba. No estbamos militando; tenamos el estigma de haberlo hecho y sentamos la obligacin moral, el deseo, la necesidad y el compromiso de militar sabiendo que no podamos. Yo creo que eso favo-reci tambin las cadas. Elisa. Uno estaba como muerto en vida, sin militancia y sin proyecto alguno. Adriana. Era todo o nada. Y si no era todo, era nada, y lo asumas. E lisa. Nuestra existencia era as. Uno no tomaba conciencia de las cosas que estaban pasando, o no quera. En mi caso, salvo Vctor, todos mis compa-eros de militancia haban cado. Estaba desenganchada y me encontraba con l muy espordicamente, hasta que perdimos el contacto y no s c-mo termin en zona Norte, donde no tena nada que ver. En la primera reunin, me invitaron al cumpleaos de Manteca!... Miriam. No te puedo creer! E lisa .... ah conoc a Roque, a Manteca! y a Bichi. Que cayeron en la misma redada que yo pero unos das antes. Fueron mis referentes en mis prime-ros das en la ESMA.

    Liliana. Antes de la cada, yo tena una sensacin de malestar con la socie-dad. Estaba enojada. Creo que era un efecto del aislamiento, que, quizs por mi inmadurez, se me traduca en resentimiento. Merecera un anlisis

  • 40 ~---------------------------------------------E~s~e~i~nf~i~er~n~o poltico esta sensacin de que la sociedad no te contena. Y no lo hada por-que, finalmente, haba un problema en el proyecto poltico. Miriam. Tambin jug un papel importante la virulencia de la represin. Re-cuerdo que a mi compaero, que era clandestino desde junio de 1976, se le fueron terminando las retaguardias, los lugares donde estar. Haba gente que le deda: "Mir, si yo fuese soltero te prestara el departamento, pero ahora que soy casado y tengo un beb, me da miedo". O parientes a los que les pe-das que te lavaran la ropa y se ponan lvidos, o dejaban de tener contacto incluso con tus viejos porque tenan hijos adolescentes y teman que se los chuparan. La sensacin era que se llevaban a cualquiera, no solamente a los militantes: a la gente comprometida, a la que no lo estaba tanto, a los ami-gos, a los familiares, y las historias de represin que corran eran de un sal-vajismo tal que la gente que te quera, y que en otras circunstancias te hubiec se abierto las puertas, te las cerraba. Terminabas quedando completamente solo. La gente senta que hasta un llamado telefnico tuyo la comprometa. Elisa. Habamos bajado los brazos ... Recuerdo esa vivencia en el ltimo tiempo. Era tanta la soledad que yo senta, que estaba recluda en ese ma-lestar, en ese duelo que me produda la prdida de la gente querida. Una noche senta que no tena adnde ir a dormir y me met en un velatorio. U liana. De alguien que vos no conocas? Elisa. Claro, era una casa veJatoria que quedaba en Den Punes y Chiclana. Pens: "Dnde paso la noche? No tengo adnde ir". No era tan as, creo que si yo le hubiera tocado el timbre a cualquiera de mis compaeras de la escuela secundaria, del barrio, me habran hecho entrar. liliana. Eso no lo sabs. Elisa. Pero eran compaeras de la escuela, que ni siquiera saban de mi militancia. liliana. Con lo que estaba pasando, en cualquier casa de fmilia la gente ya empezaba a tener miedo de que alguien conocido tocara la puerta y dije-ra: "Me quedo a dormir". Elisa. Yo ni siquiera intent golpear una puerta para ver si me la abran o no. Me mand a esa casa veJatoria donde estaban velando a un seor, me sent y empec a llorar. Era el llanto acumulado por todas las muertes. Hasta em-pec a ser el centro de la escena, porque lloraba ms que la viuda. liliana. Y nadie pregunt quin eras? Elisa. Nadie se atrevi. liliana. Yo creo que se dieron cuenta y no les import. E lisa. Fueron aliados involuntarios. Estaban metidos en su dolor. Nadie me pregunt si era una compaera de trabajo o una vecina del barrio. Me sir-vieron caf. Y yo llor hasta que me cans de llorar, y me fui.

    :A~ct~i.s~j~A~Id~n~~j~G~a~rd~e~lla~jL~e~w~n~i"~o~~~'---------------------------~ 41 Cristina. A m me pas algo parecido, pero despus de salir de la ESMA. Me fui al interior y, cuando volv, falleci un amigo de mis padres, una excelen-te persona. Yo le tena afecto, pero no era mi gran amigo. Fui al velorio y sen-t una angustia ... como si se tratara de mi padre y no de su amigo. No poda parar de llorar. Creo que lo hada por todo lo que no haba podido lloraran-tes. En la poca previa a la cada, cuntas veces nos hemos tragado el dolor de perder compaeros! No podas ponerte a llorar en medio de la calle. Miria m. Haba muchas situaciones extraas por la falta de lugar. Yo estaba vi-viendo con una compaera en una pensin en Ciudadela lO y la agarraron. Te-namos una hora lmite para esperarnos: si ella no vena, yo tena que irme. Es-per una hora y media y, finalmente, me levant. No tena adnde ir a dormir. Me contact con mi novio y decidimos ir a la casita que estbamos armando, que ya habamos alquilado, un departamentito ubicado en Villa Madero,n de-trs de una casa. Llegamos al departamentito vaco una noche de lluvia torren-cial y nos acostamos en el piso. La duea, una viuda, se alter porque escuch ruidos y mand al hijo, que entr con una linterna. Esta gente solidaria nos trajo un colchn. No me acuerdo cul fue la excusa que les pusimos, si donde estbamos viviendo nos habamos olvidado la llave, o se haba roto la cerra-dura y no tenamos cmo conseguir un cerrajero. A veces ibas a dormir con un compaero a un hotel alojamiento, sin que pasara nada por supuesto. Me acuerdo de que haban secuestrado a. la compaera de mi responsable y l no tena dnde dormir. Se decidi que yo lo acompaara a un hotel alojamiento. Conozco compaeros que lo hicieron montones de veces. liliana. S, a m tambin me toc. Miria m. Recuerdo que fue muy cmico; yo entr, me acost en la cama y l tir la campera en el piso para dormir ah. Yo le dije que se dejara de jo-der, me re. Pobre flaco, su mujer estaba secuestrada. Despus se supo que la tuvieron bastante tiempo viva hasta que la mataron. No tenas adnde ir, andabas a los sobresaltos por la calle. Tenas que arreglarte como podas. liliana. Yo, el ltimo tiempo, en La Plata, las ltimas semanas antes de ir-me para Mar del Plata, con el asunto de que estudiaba Enfermera tena un montn de amigos que trabajaban en hospitales. No s si rrie crean o no, pero yo les deca que quera hacer las guardias con ellos. E lisa. Ellos no saban de tu militancia. liliana. No, no saban. Yo les deca que lo haca para aprender, y me pasaba las noches, agotada porque lo nico que quera era dormir, en las camillas de las guardias de los hospitales. Miriam. Y dormas?

    10. Localidad del Gran BuenOs Aires. 11. Localidad del Gran Buenos Aires.

  • 42 ~--------------------------------------------~Es~e~i~n~fi~e~rn~o Liliana. Dorma cuando ellos dorman. En las guardias normalmente se duerme. Si surga una urgencia, trabajabajunto a ellos. Pero senta un des-gaste y un aislamiento tremendos. E lisa. Para mi hubo un antes y un despus. Si bien todos intuamos esa re-presin feroz, yo la viva de otra manera. Y cuando caen mis compaeros, se me desfigura la realidad. Empiezo a sentir una carga terrible y un mie-do atroz. Pensaba todo el tiempo: "Me conviene venir a esta casa?, ser segura? Y si me voy, dnde duermo?, dnde, me bao?" Trabajaba por la zona Norte de Capital, iba casi todos los das con la misma ropa; me lleva-ba un desodorante, la ropa interior para cambiarme y as viva. Miriam. En general tenamos muy poca ropa. Cuando yo me mud, los ltimos quince das, a ese departamento, el placard estaba vado. Tenia una campera, un pantaln y dos camisas. Encima la mitad de esa ropa no era ma, sino de compaeros que me la haban prestado. Cuando allanaban tu casa, no ibas a ir a buscar tus cosas, no podas, era un riesgo. Y a veces la patota se las llevaba. Cristina. Cuntas veces uno perda lo poco que tenia en alguno de los luga-res donde recalaba! A lo mejor estabas un tiempo y tenias que irte de gol-pe, por una cuestin de seguridad, y lo poco que tenas quedaba ah. Se per-dan casas enteras, que eran sencillas pero era todo lo que tenamos. A m me ha pasado estar en esas situaciones en las que haba que andar yirando,12 sin tener dnde dormir, procurndose la comida del da consiguiendo un trabajito. Muchas veces no tenamos a quin recurrir para poder comer. Elisa. Y seguir viviendo. Cristina. Yo me acuerdo de haber pasado, con mi hermana, todo un da con un caf con leche. Miriam. Yo en ese momento viva con una asignacin. Trabajaba, me que-daba con un poquito de plata para lo mnimo, y el resto lo aportaba para los compaeros que estaban clandestinos y no tenan trabajo. Yo estaba clandestina, pero lo tenia, trabajaba en negro en la administracin de una fbrica de muebles. En ese momento los sueldos daban para un poco ms que ahora, pero el ochenta por ciento de ese dinero yo lo ceda para la gente que no tena de qu vivir. Cristina. Trabajo se consegua, cosa que hoy sera imposible. No poda-mos quedar registrados porque tenamos problemas de documentos, pero tomabas un trabajo temporario que te permita tirar. A m me ha pasado que se me terminara uno y salir en el da y conseguir otro. Contar con un trabajo ms o menos estable y un techo donde poder aflojarse y hacer una vida ms normal no era fcil, pero era lo que per-12. En el lenguaje popular: dar vueltas, deambular sin rumbo.

    ~A=ct=is~I=A=Id=i~ni~I~G~a~rd=e=ll=a~l=~=w=i=n~l"=o=k~ar ___________________________ ~ 43

    mita medianamente recuperarse. Miriam. Yo los he encontrado por el diario. Sala y en menos de dos o tres das consegua trabajo. Elisa. Yo siempre enganchaba con la misma agencia. Miria m. Pero con la precaucin de no quedar en los libros, era peligroso. Tenias que pedir que no te registraran, que te tomaran por un perodo a prueba porque vos no sabas qu ibas a hacer. Siempre inventabas algn verso para que no te pusieran en los libros. En mi ltimo trabajo, la excu-sa era que estaba por casarme y mi novio quera que nos furamos a Ro-sario, entonces yo no sabia cunto tiempo iba a quedarme en el puesto. Siempre la pantalla. Sin embargo a mi mentir no me pesaba tanto, lo que ms me pesaba eran las muertes cotidianas. Entrabas en un grupo de sie-te personas, al da siguiente eran seis y a la semana eran dos. Todos caan. Liliana. Pero adems se establecian relaciones muy intensas. Se armaban los grupos, se iban desarmando, quedabas enganchada con otros y, cuan-do queras acordarte, se haba hecho una relacin fortsima con alguien a quien habas visto durante un mes, cuatro o cinco horas por da, y al que de golpe dejabas de ver. Como estbamos aislados, las conversaciones con esos compaeros eran intenssimas. El ltimo tiempo en Mar del Plata, en realidad, como no tenamos nada que hacer, nos reunamos a hablar. Ter-minabas conversando horas con una persona que habas conocido haca dos das. Eso a m no me pasa ahora. E lisa. Recuerdo que seis meses antes de mi cada me vea con la Petisa, una compaera que, si bien haba militado, nunca haba tenido problemas con su documentacin. Aprovechando esa estructura legal, ella alquil a su nombre un departamento para que Pipo, mi responsable, y su familia tu-vieran donde vivir. Ella tena que hacer cntroles prcticamente diarios pa-ra ver si todo estaba bien, porque si no se converta en clandestina. Cuan-do cay Pipo, se vincul con Ela, su esposa, y lograron rescindir el contra-to de alquiler con la inmobiliaria. El vinculo entre la Petisa, Ela y yo con-tinu y se hizo muy fuerte. Tenamos necesidad de encontrarnos todas las semanas. bamos al teatro, al cine. Cuando Ela se enter de mi cada rom-pi el vnculo y no sabemos, hasta el da de hoy, qu fue de su vida. La idea que tenemos es que se fue a Espaa con su suegra. Miria m. Es que adems nos relacionbamos con gente que haba sufri-do prdidas muy importantes. Mi responsable tena una nena chiquita, creo que de dos aos, y su mujer estaba desaparecida. l, que estaba en la clandestinidad, no poda ver a su hijita porque .Ja nena haba queda-do con la familia de la madre. Gracias a Dios. Tena que llamar a lo de una vecina, todo un movimiento, para poder hablar dos palabras por

  • 44 ~--------------------------------------------~Es~e~i~n~fi~e~rn~o telfono, una vez cada quince das, con la hija. lmaginte la situacin en la que estaba ese hombre. Tena una enorme avidez de cario, ne-cesidad de que alguien lo abrazara, lo escuchara. Cristina. El contexto era el terrorismo de Estado. E lisa. La sociedad estaba secuestrada. Nuestros compaeros que no tenan una militancia tan activa, que slo fueron colaboradores, desaparecieron de los lugares habituales; dejaban la facultad, el trabajo, por el peligro que implicaba quedarse. Si eras joven, eras peligroso. Cristina. A m me ha pasado que personas que apenas me conocan me ten-dieran una mano, y gracias a muchos "annimos" creo que una cantidad de compaeros pudo escapar a la represin. Tambin viv el ir a una casa y que se negaran a dejarme entrar por miedo. Y me acuerdo de haberlo en-tendido, porque saba lo que era eso. Ms o menos conscientemente, toda la sociedad viva con miedo. E lisa. Fue una sociedad sojuzgada. Una generacin forzada a no seguir con sus proyectos. Algunos compaeros que tuvieron miedo se fueron y otros tuvieron que cambiar su forma de vida. Cristina. Hace poco encontr un casete que contiene una charla producida un 24 de marzo, creo que en el21 o aniversario del golpe de 1976. A esa char-la, para ejemplificar acerca de las distintas caras del terrorismo de Estado y de cmo despleg su accionar disciplinador sobre el conjunto de la socie-dad, yo haba llevado una documentacin que haba circulado en esos aos alertando sobre elementos subversivos en el sistema educativo: cmo detec-tarlos, cules eran los indicios, qu cuidados deban tener los padres, qu palabras usar y cules encendan la luz roja: la palabra "compromiso'; lapa-labra "dilogo'; "explotacin", "Amrica Latina!'; la teora de conjuntos, los trabajos en equipo, "que atentan contra el desarrollo individual de las per-sonas y encubren otros intereses y otras concepciones ideolgicas': Y un texto donde MASSERA hablaba de cules haban sido los males del siglo XX: Freud y el psicoanlisis, Einstein y la teora de la relatividad y Marx. Liliana. Concepciones que haban cuestionado el orden de cosas. Cristina. La concepcin de vida occidental y cristiana. Miriam. Genio y palabra del almirante ...

    Mun. Yo creo que caer fue como decir: bueno, ya est. Imagino que esto debe de haber sido diferente en 1977, en 1978 yen 1979.Amedida quepa-saban los aos, uno iba resistiendo ms tiempo y desgastndose ms, so-bre todo si por alguna razn ya no se estaba militando; mientras tanto, se-guan matando a todo el mundo alrededor. Haba que esconderse debajo de las baldosas, ms aos, cada vez ms solos. Uno llegaba al secuestro ya

    ~A~ct~is~I~A~Id~i~ni~I~G~a~rd~e~ll~aLI~Le~w~in~.c~o~ka~r~------~-----------------~ 45 desinflado, en las ltimas. No tenamos estructura para irnos del pas, ni siquiera podamos pensarlo. Por eso creo que para muchos la cada fue co-mo decir: ya est, ya pas. Si hubiera sido en 1973 o 1974, aunque fuera utpico, nuestro nimo habra sido otro, la hubiramos peleado diferente. Miriam. La moral era otra! Cuando camos ya tenamos una moral de de-rrota. Estbamos derrotados internamente. Es lo que muchos cuestiona-ban de la pastilla, que haca qu ni siquiera te enfrentaras a la tortura por-que presumas que no podras soportarla. Lo presumas, aunque despus des-cubras que s podas. Entonces, para proteger a los otros, lo mejor era la autoinmolacin. Elisa. Yo creo que todo influy. Pero en especial influa la relacin que ca-da uno tena con la Organizacin en el momento de su cada. Miriam. Es que no exista la Organizacin! Mun. S exista ... Sabas que estaba ... Miriam. ... y que maana iba a caer completa! La Organizacin estaba de-rrotada, desgraciadamente. Elisa. Quin habra yo encontrado de la Organizacin si me fugaba en 1978? Antes de caer, la estructura orgnica a la que yo perteneca ya no exista, de los veinte compaeros slo sobrevivimos dos; el resto no esta-ba! Nunca ms! Mun. Lo que todava exista estaba fuera del pas y algunos dando vuelta por ac. Miriam. Cuando yo ca, en Oeste Provincia 13 quedaban siete compaeros, solamente. Todos los das caa alguien, todos los das haba una baja. Una tarde, en 1976, llegu a una cita veinte minutos despus de lo acordado y encontr, en un charco de sangre, el peine de mi responsable; el barrio es-taba alborotado y la patota revoloteaba con las armas largas fuera de los Falcon. Era cuestin de tiempo que yo cayera. Para m, haberme matado con la pastilla hubiera sido, tal como lo vea en ese momento, una muer-te digna, pensando en los otros. Una muerte como la de Jess, una muer-te por los amigos. Eso quera. Elisa. Una muerte digna! Miriam. Me desesper cuando no pude lograrlo, porque la pastilla que yo tena era casera, estaba revestida con medio centmetro de cinta aisladora. Elisa. La ma tambin era as. Una vez me la puse en la boca para concurrir a una cita que tema que estuviera cantada y me produjo una infeccin. Miriam. Los jefes tenan una de vidrio que al morder cortaba la lengua y el cianuro enseguida entraba en el torrente sanguneo. Mun. Yo ni sabia que exista la de vidrio, tenia una de plastiquito. 13. En el esquema organizativo de Montoneros, la zona Oeste del Gran Buenos Aires.

  • 46 ~--------------------------------------------~Es~e~i~n~fi~e~rn~o Cristina. Yo tambin tena de plstico, pero cuando ca haca rato que se ha-ba destruido de tanto llevarla en la cartera ... Miria m. La ma la haba hecho yo con mis propias manos. Conocen los l-pices de labios de cotilln para las nenas? Haba que romper con los dien-tes la cinta aisladora negra que envolva eso y abrir la cpsula para tragar el cianuro. La cinta negra era para protegerla de la luz. Elisa. Ah no! La ma estaba envuelta en cinta scotch. Cristina. La ma era una cpsula parecida a la de los medicamentos. Mun. La ma tambin era una cpsula. Yo cubra las citas regionales en La Plata y entonces me tocaba una de sas. Miria m. sas eran de las buenas, la nuestra era de juguete. ~un. Saben las veces que yo circul con la pastilla en la boca! Me lapo-ma al entrar en la ctta. Llegaban compaeros de todas partes y en medio de la hecatombe no se poda saber si la cita estaba cantada. De esa forma me senta protegida, mi nico objetivo era no caer viva. Liliana. Generalmente la llevbamos en la cartera. Miria m. Mi pastilla la hicimos con el grupo de Oeste Provincia. Usamos

    cia~uro que habamos comprado en un laboratorio. El cianuro se emplea en Joyera para identificar la plata, as que en el placard de mi casa tena medio kilo de cianuro (risas y comentarios). Mun. Chiqui me cont que cuando la secuestran, en Uruguay; ella no te-na la pastilla porque no tena informacin y no quera tenerla tampoco. Yo no saba que en la misma casa; otra chica se tom la pastilla y muri. Elisa. Los chicos estaban todos en esa casa? Mun. S, las hijas de Elena, la de Chiqui y la de la otra compaera, eran todos muy chiquitos. Liliana. Ahora recuerdo, esa compaera se tom la pastilla con una mamadera. Elisa. Hoy, a la distancia, nos parece terrorfico ... Liliana .... el grado de locura en que estbamos metidos ... Elisa. En aqul momento estbamos en esa vorgine, sentamos que era la mejor manera de defender nuestro proyecto, salvando a los compaeros. Liliana. Qu locura! Mun: Quince das .antes de caer, tuve la pastilla en la boca porque el Ejr-Cito hizo un operativo rastrillo14 en el barrio donde viva en Valentn Alsi-

    15 . ll 1 na con una amiga y a anaron todas as casas. Llegaron de noche, rodea-ron el lugar, se apostaron en las calles, se metieron por los patios, tomaron todas las manzanas por dentro y por fuera. Fue horrible! Hacia donde mi-raras haba un fusil que te apuntaba.

    14 Proc:dimiento en el que se revisaba exhaustivamente un rea prefiJada. 15. Locahdad del sur del Gran Buenos Aires.

    ~A~ct~is~I~A~Id~i~ni~I~G~a~~~e~ll~aLI~Le~w~in~lc~o~ka~r------------~-------------~ 47 Elisa. Y te revisaron la casa? Mun. S, en la madrugada comenzaron a registrar, miraban todo, abran los muebles, revisaban los libros, preguntaban a qu nos dedicbamos, anotaban los datos de los documentos en unas hojas. Nuestra casa era in-terna, haba que entrar por un pasillo y tena un patio adelante; en un mo-mento, el que diriga el allanamiento agarr los documentos y sali para la calle, yo supuse que a corroborar si tenamos antecedentes o si estbamos en alguna lista, entonces ... De slo pensarlo se me eriza la piel! Mi amiga era seguro que no estaba buscada y yo desconoca mi situacin. Por las du-das me puse la pastilla en la boca, me par en medio del patio de manera que si entraban me vieran y desde ah le daba rdenes a la Negra: "Si en-tran corriendo desde la calle, yo me voy a tomar la pastilla, voy a correr pa-ra aquel lado para que me disparen y vos te tirs al piso ac". E lisa. Ahora todo eso parece terrible. Liliana. Cmo se pudo haber estado tan loco! Elisa. Yo no lo vivo como locura. Mun. Yo tampoco. Liliana. Yo lo vivo como locura porque en la actualidad me parece tan im-practicable, tan lejano de lo que yo hara con mi vida ahora. Tal vez no sea locura la palabra, pero s la sensacin que tengo ahora, cuando recuerdo aquel momento. Elisa; En ese momento era lo natural. Mun. Era una decisin. Liliana. Implicaba una serie de elecciones previas. Y todo me parece abso-lutamente imposible de elegir ahora! E lisa. Pienso que en aqul momento, en plena militancia, tenamos un pro-yecto de vida distinto y eso nos llevaba a pensar en consecuencia. Estbamos totalmente convencidos de que lo correcto para salvar ese proyecto era to-marse la pastilla, por temor a no soportar la tortura y entregar compaeros. Mun. Participbamos de una militancia donde cada uno era un engrana-je. Lo social era ms importante que lo individual, que lo personal. Creo que slo desde ah, desde esa forma de pensar, uno puede entender el ju-garse la vida en una militancia. Elisa. S, ese era el sentir militante y pensbamos as. Liliana. Evidentemente era as, lo que pasa es que uno se mira a la distancia y lo que ve son actos imposibles de concebir. Mun. Porque lo ves desde lo individual y como actos aislados. Elisa. Claro. Mun. Yo sigo reivindicando hoy da la pastilla, y eso que estoy viva. Si hu-biera podido tomarla estara muerta, pero sigo pensando as, por lo me-

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    nos hasta hoy. Elisa. Era una forma de defender a los compaeros. Mun. Eso por un lado, pero adems como para m los mataban a todos, la pastilla me protega de pasar por la tortura y de la muerte que los mili-cos eligieran. Yo recuerdo perfectamente que cuando me la descubrieron el que me torturaba me gritaba que eso demostraba que yo tena una filo-sofa de muerte, y yo le deca que no era as, que la pastilla era lo que me permita decidir el momento de mi muerte y que, en c:ambio, de ah en ms lo decidira l. Estoy viva. No me toc, por esa puta suerte que uno a veces tiene y que nunca podr explicarme. Elisa. Seguir viviendo. Ustedes lo pensaban adentro? Pensaban cmo se-guira la vida afuera? Liliana. No me acuerdo si lo pensaba. Adriana. Yo tampoco. Ni siquiera poda imaginarlo. Elisa. Yo recuerdo que no poda pensar, me esforzaba para no pensar. Mun. No pensabas riada? Elisa. No poda armar un proyecto de vida. Mun. Era imposible. No s qu le pasara a la gente que tena hijos, tal vez ellos forzosamente deban pensar en el maana. Elisa. Probablemente. Mun. Estando en la ESMA una sola vez sent que iban a matarme, y me sacaron a cenar! Ni siquiera saba dnde estaba y mucho menos que de ese lugar podan sacarte a cenar. Era ms coherente pensar que me sacaban para matarme! Despus fui aprendiendo que all la lgica y la coherencia estaban ausentes. Recuerdo que temblaba de arriba abajo. Temblaba y pre-guntaba: "Adnde me llevan? Adnde me llevan?" Senta que tena la ca-ra desencajada, los ojos dados vuelta. Entonces, no s hasta qu punto uno desplazaba la realidad, el temor, Liliana. Los esfuerzos de disociacin fueron tremendos. Elisa. Yo