Esencialismo ¿estratégico para quiénes? Sobre el ocaso del discurso del mestizaje

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XXIII Reunión Anual de Etnología - RAE 2009 503 Esencialismo ¿estratégico para quiénes? Sobre el ocaso del discurso del mestizaje. Alison L. Spedding P. Resumen El debate del mestizaje, prominente en la década de los 1990, a partir de 2000 ha sido sustituido por posturas que ensalzan lo indígena, mientras otras identidades, entre ellas la mestiza, se hunden en la casilla vacía de ‘no-indígena’. Paradójicamente, esto ocurre cuando las barreras estamentales de origen colonial, finalmente barridos por las reformas de libre mercado efectuadas en los años 1980, han dejado de funcionar. A la vez, los dirigentes, movimientos e intelectuales indígenas, reciben am- plio financiamiento desde el exterior, para difundir sus posiciones esencialistas. Portan tan aura de corrección política que los pocos que escriben sobre estos movimientos se limitan a repetir manifiestos y declaraciones de dirigentes, como si son efectivamente lo que dicen ser, aunque semejante ingenui- dad sería rechazada de plano referente a otros grupos sociales, y hay un ausencia de análisis de las características sociológicas de los activistas. El énfasis en la ‘espíritualidad’ como central a lo indígena también puede responder al evitar debatir qué une a un alto funcionario público y un albañil en tanto ‘aymaras’ o ‘quechuas’. Aunque la doxa académica suele rechazar el esencialismo, argumentando que las identidades son situacionales y cambiantes, Spivak ha propuesto que el ‘esencialismo estratégico’ puede tener utilidad política. La cuestión es ¿para quiénes es útil el actual esencialismo indigenista? Modas intelectuales ¿a la deriva o vanguardia? ‘El mestizaje’, como tópico de debate intelectual en los países andinos, estaba de moda sobre todo en la década de los 1990, como prueba tanto el seminario que yo dirigí en el Museo Nacional de Etnografía y Folklore en La Paz en 1996 (Spedding (comp) 1996) como la compilación peruana ‘500 años de mestizaje en los Andes’ publicado en 1992 (Tomoeda y Millones (comps) 1992), un artículo que se convirtió en una referencia clásica sobre el tema,‘Entre polleras, llicllas y ñañacas: los mestizos y la emergencia de la ‘tercera república’ (Barragán 1993), o el trabajo de Bouysse-Cassagne y Saignes ‘El cholo: actor olvidado de la historia’ (Bouysse-Cassagne y Saignes 1993). Los trabajos bolivianos de la época remarcan la adopción de un modelo discursivo de la nación mestiza a partir de la revolución de 1952, un discurso en que ‘se disolvían como por encanto los ejes de la confrontación colonial de castas’ (Rivera 1996:55). A la vez, se argumenta que esto no era más que un truco que no eliminó ‘la opresión económica y étnico cultural’ (ibid.). Aunque el Perú jamás tuvo un gobierno que adoptó oficialmente el mestizaje como bandera, también se asevera que hubo una época en que se pensaba ‘que enunciar y solidarizarse con la condición mestiza bastaba para eliminar la carga histórica de un pasado de opresión’ (Tomoeda y Millones 1992:14), pero que esto ya no es aceptable. Se deduce una posición común: que aceptar el mestizaje corresponde a rechazar la persistencia de las Dos Repúblicas – de indios y de españoles – a favor de un Estado único, cuyos ciudadanos serían mestizos por definición.; pero que esto ha resultado no ser más que una propuesta, mientras en la realidad las Dos Repúblicas persisten, aunque ahora se llamarían ‘indígenas’ y ‘criollos’ (op.cit..15). Rivera (op.cit.) hace hincapié en que se trata, incluso en la actualidad, de ‘mestizaje colonial andino’ (énfasis mío) y la mayoría de los estudios son históricos, tratándose de categorías fiscales y los vínculos entre clasificaciones consideradas como étnicas (indio, indígena/mestizo/español, blanco) y la división de trabajo. Hay una minoría de estudios que tratan, aunque sea en parte, del uso práctico de estos y otros términos (como ‘cholo/a’: Tomo II RAE 2009.indb 503 7/29/10 11:13:39 PM

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    Esencialismo estratgico para quines?Sobre el ocaso del discurso del mestizaje.

    Alison L. Spedding P.

    ResumenEl debate del mestizaje, prominente en la dcada de los 1990, a partir de 2000 ha sido sustituido

    por posturas que ensalzan lo indgena, mientras otras identidades, entre ellas la mestiza, se hunden en la casilla vaca de no-indgena. Paradjicamente, esto ocurre cuando las barreras estamentales de origen colonial, finalmente barridos por las reformas de libre mercado efectuadas en los aos 1980, han dejado de funcionar. A la vez, los dirigentes, movimientos e intelectuales indgenas, reciben am-plio financiamiento desde el exterior, para difundir sus posiciones esencialistas. Portan tan aura de correccin poltica que los pocos que escriben sobre estos movimientos se limitan a repetir manifiestos y declaraciones de dirigentes, como si son efectivamente lo que dicen ser, aunque semejante ingenui-dad sera rechazada de plano referente a otros grupos sociales, y hay un ausencia de anlisis de las caractersticas sociolgicas de los activistas. El nfasis en la espritualidad como central a lo indgena tambin puede responder al evitar debatir qu une a un alto funcionario pblico y un albail en tanto aymaras o quechuas. Aunque la doxa acadmica suele rechazar el esencialismo, argumentando que las identidades son situacionales y cambiantes, Spivak ha propuesto que el esencialismo estratgico puede tener utilidad poltica. La cuestin es para quines es til el actual esencialismo indigenista?

    Modas intelectuales a la deriva o vanguardia?El mestizaje, como tpico de debate intelectual en los pases andinos, estaba de moda

    sobre todo en la dcada de los 1990, como prueba tanto el seminario que yo dirig en el Museo Nacional de Etnografa y Folklore en La Paz en 1996 (Spedding (comp) 1996) como la compilacin peruana 500 aos de mestizaje en los Andes publicado en 1992 (Tomoeda y Millones (comps) 1992), un artculo que se convirti en una referencia clsica sobre el tema, Entre polleras, llicllas y aacas: los mestizos y la emergencia de la tercera repblica (Barragn 1993), o el trabajo de Bouysse-Cassagne y Saignes El cholo: actor olvidado de la historia (Bouysse-Cassagne y Saignes 1993). Los trabajos bolivianos de la poca remarcan la adopcin de un modelo discursivo de la nacin mestiza a partir de la revolucin de 1952, un discurso en que se disolvan como por encanto los ejes de la confrontacin colonial de castas (Rivera 1996:55). A la vez, se argumenta que esto no era ms que un truco que no elimin la opresin econmica y tnico cultural (ibid.). Aunque el Per jams tuvo un gobierno que adopt oficialmente el mestizaje como bandera, tambin se asevera que hubo una poca en que se pensaba que enunciar y solidarizarse con la condicin mestiza bastaba para eliminar la carga histrica de un pasado de opresin (Tomoeda y Millones 1992:14), pero que esto ya no es aceptable. Se deduce una posicin comn: que aceptar el mestizaje corresponde a rechazar la persistencia de las Dos Repblicas de indios y de espaoles a favor de un Estado nico, cuyos ciudadanos seran mestizos por definicin.; pero que esto ha resultado no ser ms que una propuesta, mientras en la realidad las Dos Repblicas persisten, aunque ahora se llamaran indgenas y criollos (op.cit..15).

    Rivera (op.cit.) hace hincapi en que se trata, incluso en la actualidad, de mestizaje colonial andino (nfasis mo) y la mayora de los estudios son histricos, tratndose de categoras fiscales y los vnculos entre clasificaciones consideradas como tnicas (indio, indgena/mestizo/espaol, blanco) y la divisin de trabajo. Hay una minora de estudios que tratan, aunque sea en parte, del uso prctico de estos y otros trminos (como cholo/a:

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    ver, por ejemplo, Gose 2001:17-22, o Spedding 1996:30-33). Aparte de los pocos trminos considerados anodinos y hasta aceptables como trminos de trato, por ejemplo cholita, los tintes de desprecio e insulto que adhieren a las mayora de estas palabras tiene como consecuencia que su uso espontneo es muy poco frecuente, y por tanto requiere de un trabajo de campo prolongado y paciente para recogerlos. Dado que la vasta mayora de los investigadores no quieren gastar tiempo, recurren a mtodos artificiales como cuestionarios e encuestas donde la gente tiene que responder segn preguntas y casillas predetermina-das por el o la investigador(a) o la institucin (como por ejemplo el Instituto Nacional de Estadstica o el PNUD) que ha diseado la encuesta. El hecho de que una persona opte para cierta denominacin en el contexto extra cotidiano de estar frente a un formulario, no indica nada sobre cmo esa persona se identificara en los contextos de su vida diaria, amn del hecho de que al figurar como una casilla en el formulario, se eleva automtica-mente la probabilidad de que tal categora sea adoptada por las y los encuestados, mientras cuando no es mencionado (y por tanto, tendra que ser mencionado espontneamente, y luego colocado en la casilla residual de otros) la frecuencia de adopcin automticamente se reduce, y eso incluso cuando se trata de etnicidades u otras identificaciones que no son consideradas inferiores o degradantes.

    Esta artificialidad es evidentemente el caso del Censo 2001 que dio el resultado de 62% de poblacin indgena u originaria en Bolivia (ver Spedding 2008:246-250), donde uno tena que escoger entre ser indgena u originaria o no ser nada en absoluto. Sin embargo, al menos hay la posibilidad de indagar sobre los motivos de los encuestados para escoger una u otra respuesta y la forma en que el formulario fue administrado. Pero si se suele obviar la artificialidad de los censos y encuestas actuales, se ignora el hecho de que la mayora de las fuentes histricas son igualmente artificiales, es decir que presentan datos procedentes de contextos oficiales ms o menos coercitivas, como por ejemplo los padrones coloniales y republicanos. La finalidad de estos registros era recoger la mayor cantidad de impuestos y por tanto, ubicar a la gente en categoras fiscales, con preferencia las que iban a ofrecer un mayor monto de pagos. Desconocemos las posibilidades de negociacin o consenso disponibles para los registrados (que adems eran en su mayora varones) versus la imposicin unilateral de una clasificacin que favoreca a las autoridades de turno. Lo mismo vale para el Registro Civil instaurado en 1940 y para los partidos de bautizo que lo antecedan, donde las perso-nas figuraban como indgenas, mestizas o blancas: no sabemos quin estableca la categora, si el notario preguntaba al solicitante o ms bien colocaba la categora que a l le pareca apropiada. Segn Nelson Aguilar, en la comunidad originaria de Cuchumpaya (Chulumani, Sud Yungas), antes de 1952 si uno figuraba como indgena no poda acceder a la escuela, y por ese motivo varios comunarios lograron registrar sus hijos e hijas como mestizas, en este caso dice- coimeando al notario. Al menos, eso era lo que hicieron sus abuelos, pero ser generalizable a otras familias de la misma comunidad, sin hablar de otras provincias?

    Rivera (1996) reclama que yo no haba dado cuenta que su posicin sobre el mestizaje representaba el split narrative o relato dividido propuesto por Homi Bhabha. Ella no aclara su interpretacin de este concepto del escritor conocido como bastante difcil de comprender, pero en el texto que ella cita, Bhabha define el relato dividido como referido a la liminalidad del pueblo su inscripcin doble como objetos pedaggicos y sujetos actuantes (Bhabha 1990:362, traduccin ma). Yo identificara un relato dividido en este sentido ms bien en la pregunta del Censo de 2001, que es pedaggica en tanto que ensea a la poblacin censada que debe identificarse o no como miembro de un pueblo originario o indgena, aunque jams haya considerado tal afiliacin antes, y a la vez la erige en sujeto actuante al requerir que cada persona responde individualmente a esta pregunta (al menos, en lo ideal, aunque hay indicios que en un nmero no determinado de casos los empadronadores habran propuesto la

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    respuesta correcta antes de esperar mientras los encuestados cavilaban al respecto: Spedding 2008:248). Esta pedagoga, adems, ensea que el sujeto que opta para declarar que no es miembro de un pueblo indgena no es nada, ya que para ellos y ellas slo haba la casilla de No, sin desglose (ni siquiera un espacio abierto donde podran colocar blanco, mestizo, croata o lo que pudiera haber sido su auto identificacin no indgena). Esta anulacin de identidades no indgenas fue objeto de quejas en los medios de comunicacin en aos pos-teriores al Censo, donde autores que se supona declarados No demandaban saber cmo y dnde ellos iban a caber en los perfiles multitnicos del pas.

    En otros textos, el aspecto pedaggico llega a predominar sobre los sujetos actuantes, de tal manera que el autor parece asumir que se sabe quines son realmente indgenas (Alb y Quispe 2004:17, nfasis en original). Cuando las encuestas que incluyen la opcin de mestizo frente a blanco e indgena arrojan resultados donde la mayora optan por sta, se debe a que las connotaciones discriminantes de indgena en particular, supon-go conducen a una inmensa mayora a refugiarse en alguna categora comodn como mestizo (op.cit.:34). Esto implica que no son realmente mestizos, aunque no es claro si ellos mismos saben que no lo son y mienten conscientemente al respecto por miedo a ser discriminados, o si son tan colonizados que creen ser mestizos aunque realmente son indgenas. Rivera parece sugerir la segunda posibilidad cuando habla de la autonegacin de la etnicidad, tomada no como el disimulo de una identidad discriminada ante los dems, mientras se lo maneja abiertamente dentro de la propia comunidad tnica1, sino negar ante uno mismo y todos los dems que es miembro del grupo despreciado (Rivera 1996:56-7). No se contempla la posibilidad de que los proyectos polticos de la nacin mestiza, que como hemos visto no son exclusivos de Bolivia aunque quizs recibieron mayor nfasis oficialista en all, hubieran tenido cierto xito y que los autodeclarados mestizos realmente se sintieron como tales.

    Alb y Quispe proceden a establecer tres grupos de indicadores tnicos: auto identifi-cacin, idioma, y lugar de nacimiento y de residencia. El primero, de nuevo, se basa en una pregunta sobre s o no uno se siente miembro de un ayllu o pueblo originario, y al responder s se pregunta cul?, mientras los no otra vez quedan simplemente como no indgenas. El idioma refiere al saber, o no, un idioma nativo, matizado con una pregunta sobre qu era el idioma en que se aprendi a hablar y qu idioma o idiomas se habla actualmente. Los lugares de nacimiento y de residencia son clasificados como comunidades rurales, pueblos dentro de un medio relativamente rural e incluyendo poblados con menos que los 2.000 habitantes que es la definicin censal de un centro urbano, ciudades intermedias con entre 10.000 y 49.000 habitantes y ciudades grandes con 50.000 o ms habitantes (Alb y Quispe 2004: captulo 3). La combinacin de estos indicadores da dos categoras extremas, etnicidad alta aprendi a hablar en idioma nativo, naci en una comunidad rural, y se auto identifica como indgena y no indgena, que no cumple con ninguno de estos elementos. Entre las tres categoras intermedias, lo ms interesante es la de indgenas velados: se declaran no indgenas, pero cumplen con al menos uno, o hasta dos, de los otros criterios (aprender a hablar en idioma nativo y/o nacer en comunidad rural: op.cit.:62-63).

    Aqu lo pedaggico triunfa sobre el sujeto actuante: los autores ensean quines deben ser clasificados como indgenas, no importa si niegan serlo2. Jos Mara Arguedas, que se auto

    1 Esto es el caso del estudio de Eidheim (1969) a que ella hace referencia, que describe cmo lapones en el norte de Noruega se esfuerzan en hablar en noruego cuando se encuentran en contextos pblicos, mientras hablan en lapn en contextos privados junto con otros lapones. El autor considera que los lapones manejan su etnicidad de manera comparable a otras identidades estigmatizadas en trminos de Erwin Goffman (como las prostitutas, homosexuales, discapacitados, etc.) pero nunca expresa que esto constituye una autonegacin.

    2 Es notable el parecido con los intelectuales y activistas de izquierda que criticaban la falsa conciencia de los obreros que votaban por partidos conservadores y hasta de derecha en vez de apoyar los partidos de izquierda, y que no estaban a la altura de las cir-cunstancias porque no acataban las llamadas de estos partidos a la huelga general o a la protesta callejera.

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    identificaba como blanco pero aprendi a hablar en quechua, debido a que su madrastra le dejaba en manos de las sirvientas en la cocina, sera entonces un indgena velado segn estos criterios. Tambin existen los indgenas discursivos, que se declaran indgenas pero no cumplen con los otros dos elementos. Los autores se indignan ante concejales de la ciu-dad de Tarija que ni siquiera nacieron en el campo pero se atreven a declararse indgenas: Pensamos que, por algn motivo que desconocemos, all la pregunta de auto asignacin fue mal interpretada o registrada (op.cit.:65,69). Es decir, no se logr administrar la en-cuesta de tal manera que produjera las respuestas que los autores saben correctas. El resto del texto presenta una serie de correlaciones que confirman lo que se sabe de antemano sobre qu es ser indgena: por ejemplo, en tanto que el municipio sea ms pobre segn los ndices oficiales de pobreza, sus muncipes resultan ser ms indgenas, y lo mismo en tanto que el municipio tenga menor poblacin (op.cit:70-71). Esto es consecuencia de haber asumido de antemano que indgena es sinnimo de origen rural. Los municipios con menos poblacin son ms rurales, y los ndices de pobreza son urbano cntricos: entonces sale una correlacin automtica entre indgena, pobreza y ruralidad poco poblada.

    El debate sobre el mestizaje de los 1990 fue paralelo a otros debates que enfatizaron cmo las polticas neoliberales haban deshecho otros fundamentos del orden social y estatal anterior a los aos 1980. No slo la nacin mestiza se habra ido al tacho, sino tambin el Estado de bienestar (aunque para una europea resulta risible la sugerencia que haba tal cosa en los Andes), el movimiento obrero, y las instancias de mediacin social y poltica como la COB. Durante un rato, se mantena cierta esperanza en los partidos polticos, al menos los como CONDEPA que supuestamente ofrecan una nueva forma de hacer pol-tica (Archondo 1991), pero por mediados de los 1990 tambin se les consign al botadero de la historia. Vaciamiento era la palabra de moda, seguido de cerca por crisis, junto con denuncias interminables del libre mercado y, en Bolivia, su sinecdoche, el (Decreto Supremo) 21060 (1985). Si bien es cierto que las teoras del goteo (trickle down), que alegaron que al dar libertad al gran capital, los beneficios gotearan hacia el resto de la sociedad, no se cumplieron, y los procesos de privatizacin, o capitalizacin como se les llam en Bolivia, eran con frecuencia manejados de manera distorsionada es decir, en la prctica no cumplieron con los principios del mercado libre los sesgos obreristas y doctrinarios de buena parte de la inteligencia andina indujo a concentrar sus denuncias en sectores minoritarios como los mineros y los fabriles, quienes s perdieron gran parte de sus privilegios laborales. Ignoraron la vasta mayora de la poblacin que haba sido flexi-bilizado desde que se tiene memoria, en el sentido que no gozan ni nunca han gozado de contratos indefinidos de trabajo, horarios fijos o beneficios sociales. Tambin ignoraron los sectores donde las polticas de libre mercado, en un sentido ms objetivo que las versiones ideologizadas y manoseadas representadas por la capitalizacin y la venta de empresas pblicas, ofrecieron beneficios reales.

    Un ejemplo es la introduccin del transporte libre como parte del 21060. En las provincias, esto destruy los oligopolios de los sindicatos regionales dominados por los transportistas vecinos de los pueblos, quienes pudieron impedir la entrada de movilidades de otras regiones y obstaculizar los intentos de los grupos subalternos de su propia regin de entrar en el negocio del transporte. Una vez que cualquier poda operar una movilidad en cualquier lugar, los montos de los fletes y pasajes se sujetaron al juego de la oferta y la demanda. Tambin se abrieron los mercados de los productos agropecuarios, ya que los transportistas generalmente eran rescatistas a la vez, y bloquearon las actividades de otras personas que buscaban rescatar productos en cantidad y/o les hacan competencia ofre-ciendo precios ms altos para copar la oferta, negndose a llevar sus cargas y rehusando transportar a productores campesinos que hubieran vendido sus productos a personas fuera

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    de su crculo oligoplico. El libre mercado tambin puso fin a las prcticas de las lites pueblerinas quienes impidieron que un campesino abriera una tienda en el pueblo y no permitieron a las y los productores rurales ofrecer sus productos directamente en la feria, sino tenan que vender sus productos a los vecinos en las afueras del pueblo. Y el dinero no hace caso del color de la piel. Claro que esto no quiere decir que el mercado dar a todos lo que quieran conseguir, pero da lugar a una especie de meritocracia emprica, premiando a los que dominan sus reglas sin exigir que adems exhiban un capital cultural apropiado (por ejemplo, manejo prestigioso de cierto idioma o buenos modales en el trato: Max Fernndez era un perfecto ejemplo de esto). Tampoco perdona los errores comerciales por haber sido hijo de buena familia. Por tanto, los que no dominan una cultura valorada ni tienen lazos familiares importantes suelen apostar para la liberacin del mercado la eliminacin de restricciones extra econmicas a la actividad comercial y financiera y esto es el caso general del campesinado.

    Esto no empez de cero en 1985. A partir de los aos 1960, los campesinos haban empezado a combatir estos dominios locales, estableciendo nuevas ferias alejadas de los pueblos de vecinos que escapaban al control de stos (uno de los ejemplos ms conocidos es el pueblo nuevo de Batallas como rival al pueblo colonial de Pucarani), pero las reformas neoliberales de 1985 en adelante acabaron definitivamente con estos resabios de la sociedad estamental, ejemplificado en los registros de nacimiento como indgena, mestizo o blanco, una clasificacin que determinaba de entrada las oportunidades que uno iba a tener en la vida. Es de notar que esta clasificacin fue eliminada del Registro Civil durante los primeros aos de la dictadura de Banzer (alrededor de 1972: no conozco estudios que precisan la fecha y los motivos de esta disposicin administrativa). Luego vino el consabido surgimiento del sindicalismo agrario independiente y el katarismo, cuyo momento constitutivo es el bloqueo de caminos de 1979 y el reconocimiento de la flamante CSUTCB por la COB, mientras en el registro de la poltica nacional criolla lleg la democracia en 1982.

    Entonces interviene un curioso agujero negro en la investigacin social (y tal vez tambin en la memoria social informal, aunque falta investigar ms al respecto): los aos de la hiperin-flacin bajo la UDP. Esto fue en realidad la poca del libre mercado en su forma total y salvaje, a diferencia de su versin pantalla neoliberal pos-1985. Los detractores del 21060 olvidan que buena parte de la poblacin estaba encantada con cualquier decisin gubernamental que pondra fin al caos y el desabastecimiento: especficamente, la poblacin urbana lo deseaba, porque la hiperinflacin no golpeaba a todos por igual. Aunque no todos se beneficiaban tanto como los cocaleros, para quienes era la poca de oro (cuando la coca estaba en su precio), los campesinos en general lo pasaban bastante bien. No tenan sueldos que perdan su valor, tampoco muchos depsitos bancarios a ser desdolarizados, pero s tenan productos, o sea valores de uso, que la poblacin urbana necesitaba. Mientras se poda conseguir que las tiendas vendieran arroz o azcar a travs de motines, slo se consegua papa yendo al campo a rogar a los campesinos, ofreciendo a cambio cualquier bien que ellos estuvieran dispuestas a aceptar; y si no les satisfaca, no entregaban el producto, ya que al fin podan comer la papa en vez de venderlo. Durante un breve periodo, se inverta las relaciones normales entre lo urbano y lo rural, donde los mercados urbanos determinan los precios para los productos rurales (y el gobierno apoya esta relacin, entre otras cosas porque una poblacin urbana descontenta con alimentos caros puede atacarles en cualquier momento, mientras los campesinos tienen que movilizarse con sacrificio para atentar contra el Parlamento).

    Esta poca tambin motiv a buen nmero de residentes en realidad, casi todos los que tenan un campo de origen a reactivar sus lazos con sus parientes y paisanos rurales. Evidentemente, sacaban ms beneficio los que nunca haban dejado de visitar o recibir vi-sitas, pero la hiperinflacin era un motivo fuerte para retomar vnculos debilitados y hasta

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    negados. Al menos, esto es mi hiptesis: y que, en adicin, este reconocimiento y activacin de vnculos sociales, que implica tambin retomar formas culturales (para rogar efectiva-mente y as obtener el producto deseado) consideradas indgenas segn las convenciones ejemplificadas por Alb y Quispe, habra sido un impulso importante en la reformulacin de las identidades y valoraciones tnicas que ha ido madurando en las dcadas posteriores. Las desavenencias neoliberales de los sectores obreros de proletariado formal a partir de 1985, aunque ya no bajo las presiones excepcionales de la hiperinflacin, tambin habran impulsado a adoptar estrategias econmicas ms campesinas convertir la unidad doms-tica (la familia) en unidad productiva a la vez que de consumo, apoyarse en redes sociales de colaboracin econmica que tienen que ser reforzadas a travs de actividades sociales como la celebracin de prestes, challas (por ejemplo de nuevos bienes econmicos) y ritos de crisis vital, cuyas formas particulares en los Andes son consideradas expresiones de cultura indgena Aqu hay una rica veta de exploracin etnogrfica y de historia oral, que ha sido obviado en las ciencias sociales.

    Mientras tanto volveremos a los aos 1990 las y los cientistas sociales seguan en el desamparo, carentes tanto de norte terico al nivel internacional, era la poca de auge del postmodernismo que anunciaba la muerte de todas las meta narrativas y por tanto, negaba que pudiera haber tal norte como de un grupo social de vanguardia en que depositar su fe. Ellos mismos acababan de renunciar a los mestizos que antes haban representado esa posibilidad, mientras la historia haba puesto fin a los mineros y el proletariado en general (al menos, como tradicionalmente se lo conceba). En este sentido, la Guerra del Agua en Cochabamba en 2000 no era tanto un momento constitutivo en la realidad social, pero s lo era en el imaginario colectivo de la intelectualidad (al menos, esa fraccin de la intelec-tualidad que se ocupa de las ciencias sociales). Descubrieron las formas comunitarias de hacer poltica, junto con la identidad indgena y la espiritualidad andina3, como sustituto de lo clasista y partidaria, y estas formas comunitarias que supuestamente eran la base de la sublevacin en El Alto de la Guerra del Gas son atribuidas a las races indgenas de las y los pobladores. A partir de 2000, ya no se habla ms del mestizaje, sino se pasa a hablar de lo indgena.

    Hemos visto que en los argumentos referente al fracaso del discurso poltico del mesti-zaje, estaba implcita la persistencia de los indgenas como negados o enmascarados por las alabanzas de lo mestizo. El Convenio 169 de la OIT (1989), ratificado por Bolivia en 1991, reconoci a los pueblos indgenas, pero hasta 1999 intelectuales como Flix Patzi siguie-ron hablando de campesinos y comunarios de la regin de los Andes y el movimiento indgena del oriente boliviano (Patzi 1999:9). Falta una revisin bibliogrfica detallada para ubicar cundo, referente a qu temas precisas y por parte de qu autores (y con qu afiliacin institucional y fuentes de financiamiento) los indgenas dejaron de ser slo de las Tierras Bajas y se extendieron a los Andes. La organizacin emblemtica del movimiento indgena a diferencia del movimiento campesino emblematizado en el sindicalismo agrario y la CSUTCB en las Tierras Altas es CONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu), fundado en 1997 en Challapata (Oruro). Algunos de sus componentes, como FASOR (Federacin de Ayllus del Sur de Oruro) o FAOI-NP (Federacin de Ayllus Originarios Indgenas del Norte de Potos) ya llevaban unos aos de existencia, a la vez que se han cambiado de nombre desde entonces (la primera ahora se llama Killakas-Asanaqi y la segunda, Qharaqhara). Otro vaco en la investigacin social trata de estas organizacio-nes: las pocas publicaciones existentes se limitan a exponer los manifiestos de las mismas organizaciones, o sino relatar la historia de su conformacin, sus participantes, metas y logros segn los trminos y declaraciones de los propios activistas. 3 Ver Canessa (2006:178-180) para un anlisis crtica de los discursos expresados en y sobre la Guerra del Agua.

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    No existe un anlisis de las fuentes ideolgicas de estos contenidos por ejemplo, la influencia de cierta corriente de estudios etnohistricos que han proporcionado las deno-minaciones de supuestos seoros prehispnicos como Qharaqhara a estas organizaciones contemporneas y mucho menos hay estudios sociolgicos de quines eran y son los activistas, tanto indgenas/locales como externos, que han protagonizado, asesorado, pro-movido y financiado estas agrupaciones. Mientras se admite para las Tierras Bajas que el desarrollo de las organizaciones indgenas no se puede entender sin la activa participacin de algunas organizaciones no gubernamentales (Herrera, Crdenas y Terceros 2003:22), esto no es mencionado en publicaciones sobre el movimiento indgena en Tierras Altas, aunque comentarios informales sealan que la cooperacin internacional, en particular DANIDA (de Dinamarca) y USAID (ya se sabe de qu pas, adems famoso por sus pos-turas anti imperialistas y liberadoras en todo el mundo no?) han tenido una participacin importante en financiar las actividades de CONAMAQ y otros activistas con lneas afines, como Jaime Apaza que tiene una organizacin alternativa.

    Referente a la composicin social de los activistas, se dijo que la inauguracin de Jacha Suyu Pakajaqi, otro componente de CONAMAQ, se realiz un fin de semana en la provin-cia y termin un domingo en la tarde, porque todas las flamantes autoridades tenan que volver a El Alto donde vivan y trabajaban (Silvia Rivera, comentario personal). Es decir, son residentes y no comunarios en ejercicio. A la vez, se habla de varios municipios en el Altiplano donde los muncipes igualmente son residentes y slo estn durante los fines de semana porque pasan los das laborales en El Alto, pero es un tema ausente en los estudios sobre poltica municipal, incluyendo el citado libro de Alb y Quispe. As que las trayec-torias sociales de las personas que se prestan a ser autoridades originarias reconstituidas puede ser comparable a las que se hacen elegir como autoridades municipales estatales, pero entonces:

    Qu pasa en estos lugares que induce a los residentes a interesarse por los cargos en ellos mientras los comunarios que viven all no quieren o pueden hacerlo?

    Qu diferencias hay entre los residentes que se hacen muncipes y los que se hacen autoridades originarias? Los segundos han fracasado en ser elegidos como los primeros, o han optado por un camino totalmente diferente? Qu?

    Luego hay casos como los sindicatos agrarios de Caquiaviri, que decidieron volverse originarios y se afiliaron a CONAMAQ, pero luego se desafiliaron porque CONAMAQ no rindi cuentas de unos fondos recibidos en su nombre y volvieron a ser parte de la CSUTCB como eran antes (Viviana Canda, comentario personal). Al parecer, lo hicieron sin deshacer el cambio de nombres de dirigentes que realizaron a pasar a originarios (Secretario General pasa a ser Mallku, etc.) pero la CSUTCB no hizo reparos al respecto. Sin embargo, publicaciones como la de Pablo Mamani (2009) ni siquiera mencionan estos aspectos. Hay una ausencia total de anlisis sociolgico del movimiento indgena. Parece que la correccin poltica actual impone un deber de representar estas organizaciones tal como sus miembros declaran que son, aunque es inconcebible que al presentar una inves-tigacin sobre digamos un partido poltico tradicional, ser aceptable basarse en los manifiestos y discursos de sus dirigentes, tomndolos como descripcin valida y objetiva de lo que es y hace el partido.

    A quines les interesa promover el discurso de lo indgena?Es a partir de 2000 que se ha abandonado el debate sobre el mestizaje para pasar a enfo-

    car la cuestin de lo indgena. Es cierto que las crticas anteriores al discurso del mestizaje apuntaban a que era falso de que los indios/indgenas hubieran desaparecido al fundirse en la nacin mestiza; pero lo que es notable es que el discurso que ha surgido despus enfoca

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    exclusivamente una de las Dos Repblicas, la de los indios, convirtiendo la otra Repbli-ca en categora no marcada, una casilla vaca sealada nicamente por la negatividad (no indgena) sin indicios de qu entonces representa - es el retazo obstinadamente mestizo, es blanco, europeo, es la fraccin social que sigue apostando por la vapuleada identidad nacional boliviana, peruana o lo que fuera, son los extranjeros (croatas, mennonitas) renuentes a integrarse al pas donde viven, o qu? Lo mismo pasa con el discurso de lo intercultural, que surgi a partir de la educacin intercultural bilinge propuesta en la Reforma Educativa de 1994. Se supone que tiene que relacionar dos (o ms) culturas, pero la nica nombrada es la cultura indgena (aymara, quechua, guaran identificando idioma con cultura, que da lugar a otro debate que no puedo abordar aqu) mientras no es claro si la(s) otra(s) cultura(s) con que se relaciona son la nacional no-tnica, la latinoamericana castellanohablante en general, una cultura occidental transhistrica, o qu.

    He argumentado que las reformas neoliberales sealaron el ocaso final de las divisiones estamentales que delimitaron la participacin econmica y social, y por tanto bloquearon la movilidad social. Adelantar la hiptesis de que los promovedores o voceros del discurso indigenista son productos de este proceso de movilidad social desatado por las reformas neoliberales. En primer lugar, no debe ser sorprendente, ya que se ha argumentado que los kataristas eran producto de un proceso anterior de movilidad social, que permiti que hijos de campesinos acudieran a la universidad, pero a la vez no les permiti un acceso pleno a las posiciones sociales correspondientes: de ah la denuncia de la falsedad de la nacin mestiza, abierta a todos. Eran productos de los aos 1960 y 1970, cuando, como he argumentado, las barreras estamentales todava seguan vigentes en cierto grado. En los 1980, esas barreras dejaron de existir. Ahora, un Flix Patzi puede ser ministro, un Pablo Mamani puede ser director de carrera en la universidad pblica, y, notoriamente, un Evo Morales puede ser presidente. Entonces por qu se insista, quizs con mayor empeo que antes, que la diferencia y la discriminacin tnica y colonial es determinante?

    Una primera respuesta es que es evidente que declararse indgena y/o hablar en nombre de ellos es rentable. En la coyuntura de la ltima dcada, puede impulsar carreras acadmicas y polticas, adems que conseguir algunos rditos para los grupos en cuyo nombre se habla. A partir de 1996, cuando la Ley INRA abri la posibilidad de tramitar Tierras Comunitarias de Origen (TCOs) para grupos indgenas, el aeropuerto de Riberalta era escenario de constantes llegadas y despedidas de dirigentes indgenas que transitaban por todo el pas, mientras salan de la misma terminal area vuelos privados para alcanzar las comunidades indgenas ms distantes donde tambin se realizaban eventos organizativos y polticos (Herrera et al. 2003:55). Todo este ajetreo, que por supuesto no hubiera podido ser financiado de los bolsillos de los propios dirigentes ni en base a cuotas levantadas entre los (no muy numerosos ni acomodados) afiliados a sus organizaciones, dio lugar en el caso de los tacanas a la titulacin de 289.471 Ha, pero los beneficiados quedaron decepcionados al enterarse que el ttulo era supra comunal y colectivo y no iban a obtener ttulos a nivel comunal ni lograr el reconocimiento de sus predios individuales. Esta perspectiva no slo era de los miembros de las comunidades Sino tambin de algunos dirigentes que haban tenido una participacin activa en el proceso de aplicacin de la ley (op.cit.:78). Surgen las preguntas sobre de dnde sali el dinero para tanto viaje en avin y dems actividades, y cules eran los dirigentes que s entendieron qu era el alcance real del ttulo demandado, frente a los que no obstante su participacin activa al fin no comprendieron el contenido real de las figuras legales. Tal vez al aclarar a sus bases que no iban a conseguir ttulos individuales, stas hubieran recelado de la demanda y reducido su apoyo. Es posible percibir aqu la misma actitud iluminista comentada arriba: nosotros sabemos qu es mejor para ellos. Ellos no lo comprenden todava, y costara tiempo y esfuerzo sacarles de su ignorancia, en vez de dedicar ese tiempo y esfuerzo directamente a la meta real.

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    Sera demasiado cnico considerar que esta postura fuera consciente y dirigido sobre todo a procurar, para esos dirigentes que s comprendieron el proceso, una vida de lujo: muchos activistas en situaciones similares creen sinceramente que estn actuando en el mejor inters de los dems y que sus representados entienden la meta de la misma manera que ellos, creencia apoyada por la tendencia de esos representados de callar sus incompren-siones y demandas divergentes en los eventos pblicos donde se consulta o informa a las bases. La explicacin adecuada tiene que ubicarse en elementos estructurales relacionados entre otros con el origen social y las trayectorias de quines llegaran a conformar la cpula dirigencial. Uno de estos elementos es el acceso a la educacin formal, ya que para negociar efectivamente con instancias estatales e internacionales es necesario dominar el castellano y un mnimo de lecto escritura. Herrera et al., mencionan de paso que algunos dirigentes tacana hubieran salido de escuelas misionales, y referente a su otro estudio de caso, sobre la TCO ayoreo, son explcitos: muchos dirigentes actuales fueron formados por los misioneros, con una perspectiva masculina del liderazgo, excluyendo a las mujeres del proceso (op.cit.:81). Esto combina un lugar comn del discurso indigenista si se encuentra sexismo entre los indgenas, tiene que proceder de influencias externas nefastas, ya que se sabe de antemano que no hay discriminacin de gnero en las culturas indgenas con un trasfondo del tradicional anticlericalismo de izquierda.

    Se vislumbra que, en todo caso, los que llegaron a ser dirigentes indgenas tienen caractersticas sociales distintas a las de sus bases en general, y que en tanto que logran integrarse al crculo de las ONG, la cooperacin internacional y/o la poltica nacional, asumen una posicin de clase y un estilo de vida que les aleja de sus supuestas bases. Esto no deslegitima su liderazgo en si, ya que no es necesario que un lder sea idntico en todo a sus bases, pero es un problema especfico en el caso indgena debido a que, como hemos visto, la identidad indgena en los pases andinos en general est concebida como esencial-mente vinculada con la vida de productor rural. Incluso la idea de indgenas urbanos se les retrata como migrantes que han llegado del campo y mantienen lazos con el lugar rural de origen4. Adems, tanto en la ciudad como en el campo, los indgenas son trabajadores manuales, mximo de servicios (comercio minorista, venta de comida cocida, etc.) o ar-tesanos (aunque segn las clasificaciones clsicas, el artesano es mestizo por definicin y no indgena). Uno que convierte la dirigencia en ocupacin, alternando entre cargos en organizaciones indgenas y puestos en ONGs o entidades estatales, ya es un profesional en el sentido de ser un trabajador intelectual y no manual, que segn la relacin tradicional y de origen colonial entre categora tnica y ocupacin, no es indgena, no importa que sea de tez oscura y apellido originario. Entonces, surge una duda sobre la validez de tal perso-na como representante indgena, a la vez que estas dudas raramente logran una expresin 4 Esta perspectiva no es exclusiva del mundo acadmico. Canessa (2006:26) cita a una comunaria de la provincia Larecaja que explica

    que los hijos de un jaqi que se traslada a la ciudad, quienes crecieron sin aprender al aymara y logran ganar buen dinero, ya seran qara. En aymara, jaqi significa ser humano, mientras qara, literalmente desnudo, y se aplica a personas que no actan como debe hacerlo un ser humano (no saludan, no comparten con los dems, etc.). En este sentido, cualquier individuo, no importa su origen social o sus caractersticas, puede ser calificado como jaqi o qara segn su forma de actuar; pero en efecto, las conductas humanas son las tpicas de la comunidad campesina, y cuando estas palabras son utilizadas para sealar categoras sociales y no como descriptores de las acciones concretas de un individuo determinado, jaqi refiere a comunarias/os y la clase baja urbana, mientras qara refiere a citadinos/as de clase media por arriba. De ah, se realiza la habitual desliz hacia la imagen racializada de estos grupos, y jaqi llega a significar indgenas versus qara que refiere a blancos; de ah, la feminista radical Mara Galindo denunci a Felipe Quispe por racismo cuando ste hablaba en contra de los qara. Pero esta ltima etapa slo aparece entre intelectuales de clase media como ella: la informante de Canessa no entenda estas palabras en trminos raciales, sino es difcil entender cmo en una generacin se poda cambiar de raza slo por cambiar de idioma y tener ms dinero. Para ella, los elementos que definen la pertenencia a una u otra categora son residencia, habla y cantidad de dinero (ibid.). Las y los acadmicos estaran de acuerdo con la pertinencia de estas variables, que apuntan a un consenso implcito generalizado en la sociedad boliviana sobre los contrastes entre la poblacin rural campesina y la burguesa urbana. La diferencia est en cmo se analiza o entiende estos contrastes, y con referencia a casos como dirigentes indgenas exitosos, quienes transitan en una sola generacin desde la residencia rural, idioma nativo como medio cotidiano y pocos ingresos monetarios, hasta una residencia citadina, castellano como medio cotidiano y un buen nivel de ingresos monetarios, la contradiccin entre su afiliacin tnica original, que de-pende de pertenecer al primer conjunto, y su actual posicin social, dentro del segundo conjunto que, segn este consenso implcito, significa que no son indgenas claro est, en base a la suposicin de que el primer conjunto no define simplemente una posicin de clase, sino adems expresa una membresa tnica y hasta racial.

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    discursiva, al menos en niveles pblicos (mediticos, es decir). Sin embargo, considero que esta duda fue la causa del castigo fsico impuesto al dirigente indgena Marcial Fabricano por parte de sus supuestas bases en 2009, y no el sectarismo poltico o un autoritarismo promovido por el oficialismo porque dicho dirigente no simpatiza con el MAS5.

    Los estudios histricos como los de Barragn (1990) argumentan que en los Andes, la ocupacin eventualmente determina la etnicidad y no viceversa, y yo mismo he argumentado que se trata de una estratificacin de clase que es representada localmente en trminos t-nicos y no una estratificacin o divisin tnica propiamente dicho. Las denuncias repetitivas de que ser indgena equivale a ser pobre, es decir carecer de servicios bsicos, tener bajos ingresos, no llegar a terminar el colegio, no acceder a atencin de salud biomdica, etc., se resumen en la ecuacin: indgena iguala a ser de clase baja. Varias prcticas culturales identificadas como indgenas tienen que ver con esta posicin de clase, como por ejemplo, la famosa reciprocidad. En el trabajo, el intercambio de jornadas laborales es practicado por campesinos porque no pueden individualizar el proceso productivo, y en las fiestas permite gastar en un da dado un monto de capital (expresado principalmente en cajas de cerveza) que no se hubiera podido reunir de golpe, sino se ha ido invirtiendo poco a poco en el curso de varios aos. Una familia de clase media o alta simplemente paga la fiesta de matrimonio o lo que fuera con el capital que quiere disponer, y una empresa dirige su proceso productivo contratando los trabajadores que requiere sin necesidad de coordinar sus labores con otras unidades productivas del mismo ramo.

    Es cierto que hay grupos sociales, como por ejemplo los contrabandistas, donde los gastos en fiestas, incluyendo el ayni, llegan a montos elevados; pero esto tiene que ver con la debilidad del marco estatal, que da lugar a sectores dedicados a actividades de dudosa legalidad quienes por tanto no pueden acceder a crditos bancarios y otros mecanismos financieros formales, porque no pueden presentar garantas o pruebas de su solvencia. Para ellos, patrocinar una fiesta fastuosa demuestra (1) que efectivamente tienen acceso a dinero, aunque no pueden demostrar de dnde procede (2) tienen una amplia red social sus aynis que funciona como apoyo y garanta de su solvencia, aunque tampoco podran firmar papeles que constan su relacin (S, somos sus primos, y si los del COA interceptan el trailer con su mercanca de contrabando y le detienen, todos nosotros vamos a movernos para solucionar el problema, as que no debes temer si le prestes dinero). La institucin andina conocida como pasanaku6 figura en la literatura antropolgica como asociacin de

    5 Las bases rurales de organizaciones campesinas/indgenas, al menos en la parte andina de Bolivia, no suelen ofenderse al observar que sus representantes cupulares han obtenido rditos de su actividad poltica, expresado en tener casas fastuosas, automviles y otros bienes costosos. Esto es tolerado ( y hasta esperado, de manera bastante cnica, o quizs realista) siempre que el dirigente en cuestin mantiene las formas de interaccin social que se espera de l. Debe seguir asistiendo a los ampliados y otros eventos de su organiza-cin, informando sobre sus gestiones de manera comprensible y demostrando que ha hecho algo que parece relevante para sus bases, y adems costear farras generales en dnde sea que aparezca (mecanismo de legitimacin de la jerarqua y desigualdad social heredado desde los Inka y probablemente mucho ms antes). El dirigente que no hace esto ser desconocido por sus bases, no importa que haya realizado gestiones reconocidas a nivel nacional o internacional sobre temas que refieren a los intereses ms generales de sus bases. Adems, si pretende mantenerse como miembro de una comunidad particular y ms an mantener casa en all, no es necesario que l asista en persona a las reuniones y trabajos sociales (trmino actual para labores comunales en el camino, la escuela, etc.) pero s tiene que mandar alguien que cumpla en su lugar. Esto apunta a lo dicho en la nota anterior, que para los campesinos andinos jaqi es una forma de actuar, en el fondo un modelo de sociabilidad. Cuando la comunidad de Sanka Jawira intervino la mansin que Vctor Hugo Crdenas mantena en all, un dirigente local dijo No ha cumplido con los trabajos sociales. Es de suponer que si lo hubiera hecho, aunque a travs de representantes, probablemente no hubieran afectado su casa. Claro que esto era la versin para consumo comunal (o para jaqi), y as los medios lo pasaron de largo; sabiendo que haba que presentar una versin para qara, o sea consumo externo, los dirigentes tambin argumentaron que los dueos del terreno donde se ubicaba la mansin jams habido firmado la transferencia legal de la propiedad y por tanto Crdenas no era propietario, versin que recibi mayor cobertura.

    6 Se rene un nmero determinado de participantes quienes se comprometan a entregar a diario, o semanalmente, cierta suma de dinero, durante un periodo que corresponde al nmero de participantes multiplicado por el intervalo de pago ms uno. A travs de un sorteo, cada una de ellas dispondr por una sola vez de un monto correspondiente a la cuota regular multiplicada por el total de participantes. El ms uno representa la ganancia de la persona (usualmente una mujer) que organiza el pasanaku y se ocupa en visitar a cada participante, recoger su cuota y cancelar a la que ha salido en el sorteo del momento. Por ejemplo: somos 13 personas, ms la organizadora. Cada da, pagamos 10 bolivianos. Hacemos esto durante 2 semanas (14 das). El da que sale mi nombre, yo recibo 130 bolivianos, pero pago un total de 140 bolivianos. La organizadora no paga nada pero al fin gana 130 bolivianos, a cambio de gastar bastante tiempo en ir a cobrar a diario a las otras 13. Hay variantes donde el premio (cuando una sale en el sorteo) no se entrega en efectivo, sino en algn tipo de especie, como un bidn grande de aceite o una cubrecama. En estos casos se puede

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    crdito rotativo en diversas partes del mundo, pero siempre en estratos sociales con acceso limitado a dinero en efectivo.

    Estas observaciones no apuntan a que la cultura andina/indgena no existe como ms que un epifenmeno de la clase. El hecho de que en los Andes la asociacin de crdito rotativo es asunto de mujeres (ver nota de pie al respecto) es propia de la cultura que asigna el comercio a mujeres hasta tal punto que es regular ver mujeres a cargo de la venta en gasolineras, porque aqu la gasolinera se clasifica como comercio y por tanto de mujer, mientras en los pases anglos del Norte, gasolinera se clasifica como de automviles, por tanto es de hombre y hombres venden el combustible. Tambin es eminentemente cultural que se extiende el concepto de pasanaku como metfora a los municipios donde cada ao se cambia de alcalde debido a conflictos o pactos polticos, y que a la vez esta rotacin de autoridades sea visto como expresin de una forma poltica indgena y hasta propuesto como la manera de organizar la autoridad edil en municipios indgenas, formalizando la rotacin anual del cargo de alcalde entre los diferentes cantones, distritos o ayllus que componen el municipio. Pero, de nuevo, los municipios indgenas son rurales y poco poblados. La idea de que cada poblador (bueno, en realidad cada poblador adulto, masculino, y a cargo de una unidad domstica establecida en el lugar) debe asumir cargos polticos locales por turno y rotacin, tambin elevada como principio fundamental de la cultura indgena (andina, no he ledo aseveraciones parecidas para las Tierras Bajas) funciona en comunidades rurales donde la autoridad slo tiene que dirigir las actividades conocidas de cada ao (trabajar el camino una vez que terminan las lluvias, limpiar las acequias en las fechas habituales ), dirimir peleas sobre linderos conocidos por todos o castigar al ladrn de gallinas. Hasta el ms lerdo puede hacer esto. Cuando se pasa a niveles metropolitanos, como observ un alumno de la Carrera de Sociologa, Acaso cada uno vamos a ser Alcalde de La Paz por un da? En las organizaciones campesinas, los cargos ejecutivos al nivel de Central o provincia no rotan por turno, sino son ocupados por personas con ambiciones, experiencia y conocimientos fuera de lo promedio, quienes suelen rotar pero en otro sentido, entre diversos cargos tanto campesinos como municipales o de entidades de servicios (luz, financieros, cooperativas o asociaciones de productores, etc.). De nuevo, estamos ante procesos de diferenciacin de clase.

    Esto ofrece una explicacin del nfasis a veces exagerado, o al menos muy abstracto, sobre los elementos espirituales en las culturas indgenas. La prctica religiosa y ritual es un campo social que no carece de vnculos con la estructura social y su base material, pero no se sujeta a una determinacin causal ni tiene consecuencias instrumentales. Entonces puede ser tras-ladado o realizado en cualquier sitio o contexto si las y los actores as desean. Por supuesto, lo que creen, buscan o entienden sobre el significado o consecuencias de ofrecer una waxta (mesa ritual andina) una familia campesina en Pacajes versus el Presidente de la Repblica y sus invitados en el Palacio Quemado, puede ser muy distinto y hasta incompatible, pero lo importante de un rito es lo que se hace y no lo que se piensa o opina al respecto (si es que se piensa algo ms all que cumplir con los actos indicados). Por tanto, la ritualidad puede ser mantenida, adoptada y/o exhibida como un marcador tnico sin preocuparse por la posicin

    suponer que la organizadora tiene acceso a estos bienes al por mayor y los entrega en un precio que le ofrece una ganancia adicional. Las participantes son personas que no pueden acceder de golpe al monto de capital (que luego invertirn en comprar mercancas en cantidad para vender) y/o el bien de consumo valorado en base a lo que les sobra de sus ingresos diarios despus de cubrir sus gastos diarios, pero s pueden cobrar la cuota del pasanaku. Las organizadoras (en La Paz, he visto mujeres de clase media empobrecidas meterse en esto) suelen ser personas que no tienen trabajo pero s tienen tiempo, contactos sociales y/o disposicin a meterse en contacto con quin sea para obtener algo de dinero, y adems un poco de capital si proponen jugar pasanaku con bienes y no slo con dinero. Se dice jugar en referencia al sorteo, porque no se sabe de antemano en qu momento va recibir el dinero o el bien. La razn porque, en el medio paceo, tanto las participantes como las organizadoras suelen ser mujeres es que este tipo de crdito rotativo es til para (1) comerciantes minoristas que venden todo el ao y pueden usar el crdito para adquirir stock en cualquier momento, y aqu esto es oficio de mujeres (2) amas de casa, con ingresos propios o que reciben dinero del marido, pero en montos mnimos que no las permiten adquirir vveres en cantidad u otros insumos domsticos relativamente caros. No es un arreglo pro-vechoso, por ejemplo, para adquirir herramientas o insumos de un taller que no van a generar ingresos inmediatamente o a diario con que seguir pagando las cuotas, y por tanto no es practicado segn s entre los miembros de oficios masculinos aqu. En otros contextos culturales donde el comercio minorista es masculino los hombres podrn formar este tipo de asociaciones.

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    de clase de los practicantes. Esto no es el caso con otros marcadores con valor simblico, entre ellos el idioma. No obstante su indigenismo declarado, el actual gobierno del MAS ha promovido una campaa de alfabetizacin exclusivamente en castellano, y ni ellos ni otros gobiernos anteriores han introducido reformas que hubieran dado utilidad o reconocimiento a la alfabetizacin en idiomas nativos: por ejemplo, ofrecer la opcin en Derechos Reales a pedir el ttulo de propiedad en aymara, quechua o guaran en vez de castellano. Ahora se ha propuesto establecer Universidades Indgenas donde se debe ensear en idiomas nativos, pero se tropieza con una carencia total de materiales escritos en dichos idiomas, ya que el impulso de Educacin Intercultural Bilinge se limit a preparar textos para los primeros aos de primario en idiomas nativos, porque se apuntaba a facilitar el aprendizaje inicial de lecto-escritura para luego pasar al castellano: jams se haba pensado en armar todo un sistema educativo, hasta el nivel superior, en idiomas nativos en pie de igualdad con el castellano. En las universidades andinas, se tropieza con el problema de que muchos textos relevantes no estn disponibles en castellano, sino slo en ingls; ni pensar en obtener digamos Weber en quechua o Habermas en aymara!

    Es decir, hasta hoy los idiomas nativos sirven para la interaccin social cara a cara en el campo y ciertos espacios urbanos de clase baja, pero para manejar lo escrito, tanto en ambientes oficiales y legales como al comunicarse sea por carta o por chat con los que no estn fsicamente presentes, se requiere dominar el castellano. Y para salir del pas, sea a Argentina o Espaa, slo sirve el castellano, y para ir ms all, el ingls. Por tanto, el programa oficial de alfabetizar en castellano es eminentemente pragmtico y responde a lo que el pueblo en general pide, a la vez que contradice tcitamente su postura indige-nista. En resumen: se carece de un modelo de cmo ser indgena fuera de la comunidad rural de origen y la posicin de clase baja. Las causas histricas de esto son evidentes; lo que destaco aqu es que los proponentes del discurso indigenista actual evitan confrontar este tema, aunque sin una propuesta y acciones al respecto, la identidad indgena quedar en lo superficial folklrico o sino se refugiar en lo ms retrgrada, es decir, lo racial: el color de la piel y otros aspectos fenotpicos. Me atrevo a decir: esto tiene que ver con la insistencia de ciertos autores indigenistas (aqu abstengo de colocar referencias) sobre la supuesta pigmentocracia en los Andes?

    Mientras que autores que tal vez algunos calificaran como exponentes de pensamien-to qara7 habran argumentado que en los Andes la ocupacin, es decir la clase, determina la atribucin tnica, los indigenistas aseveran que la raza es determinante: la divisin de las ocupaciones y de las funciones o roles, estara determinada por la raza (Patzi 2004:72, refiriendo a la vez a Fausto Reinaga). La raza se entiende como la composicin fsica de la persona, sobre todo el color de la piel. De esta manera, si uno es de piel oscura ser excluido de la educacin formal y condenada a una ocupacin manual de bajos ingresos, mientras al tener piel clara se accede a una universidad privada y una carrera profesional bien pagada. Es interesante que un exponente de esta posicin ha llegado a declarar que: nuestra sociedad an no ha podido romper con las fronteras tnicas, y que exista una fuerte pertenencia consangunea a un grupo tnico determinado. En este sentido, no habra ningn proceso de mestizaje biolgico (Patzi 2009:218). La cita refiere a la comunidad de Santiago de Llallagua en el altiplano del departamento de La Paz, pero sugiere que su situacin particular puede ser generalizada a Bolivia, sino a los Andes en general. No slo persisten las Dos Repblicas hasta hoy, sino en realidad jams llegaron a mezclarse: la

    7 La expresin fue aplicada a m por Flix Patzi en la defensa oral de un borrador de tesis de un alumno suyo, en diciembre 2008, cuando observ que el alumno no haba presentado estudios de caso de trayectorias dirigenciales en la comunidad que estudi, para demostrar hasta qu punto cumplieron con el thaki o camino de cargos ascendientes que describi como regla general. Al parecer, era qara pedir comprobacin emprica particular ms all de exponer la versin normativa e ideal, pero no he tenido la oportunidad de debatir la cuestin ni de constatar si hay otros ejemplos acadmicos que se haya calificado de la misma forma.

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    tercera repblica (de los mestizos) no existe. Tampoco se valida el avance? terico que rechaz el concepto decimonnico de raza biolgica a favor del grupo tnico socialmente construido en base a las interacciones sociales y la cultura: la pertenencia tnica se basa en la descendencia biolgica, de la misma manera en que los Nazis evaluaban la pertenencia a la raza juda.

    Entonces, si uno procede de padres y abuelos indgenas dejando al lado cmo se podra comprobar esto ser indgena, sin importar el idioma o la ocupacin. Si combinamos esto con la aseveracin anterior sobre la determinacin racial de las ocupaciones, al parecer nunca habra casos de un catedrtico indgena o un obrero no indgena, porque la sociedad no dejara lugar a que ocurra, y no se discute el caso de dirigentes o activistas que se mueven entre posiciones laborales y sociales mal definidos. De hecho, estas declaraciones ideolgicas no especifican categoras de empleos o funciones con las razas correspondientes, sea en base a datos histricos o como esquema del imaginario social o simblico. Sospecho que refieren a las convenciones sociales ya referidas, que suponen compartidas por sus lectores, y sus declaraciones representan una denuncia de una situacin que no requiere ser deta-llada. Esto puede ser aceptable en un manifiesto poltico, cuyo fin es animar a sus lectores a militar en determinada corriente, y no necesita fundamentar sus aseveraciones en tanto que convenzan al pblico. Pero no es adecuado para obras que se presentan como ciencia social. El hecho de que el concepto terico de clase social haya entrado en crisis (como muchos otros conceptos) a fines del siglo XX, o que no se haya desarrollado esquemas de la estructura de clases en Amrica Latina y menos en los pases andinos que hubieran logrado una aceptacin general, no quiere decir que la clase social haya dejado de funcionar como marco bsico de la sociedad capitalista, de la cual todos formamos parte, queramos o no. Es ms: en tanto que un marco o sistema de estratificacin dado constituye la base de una sociedad dada, resulta menos necesario y hasta aceptable mencionarlo. Los que lo hacen se denuncian como personas despreciables, o sino como participantes en un enfrentamiento interpersonal que conduce a la ruptura de relaciones entre las partes.

    Esto digo en base a mi experiencia en Inglaterra, donde todo el mundo a travs de un sistema complejo de signos, sobre todo las matices del acento al hablar identifica al rato tanto la clase de asimilacin como la clase de origen del otro, y se comporta como corresponde, sin necesidad de mencionar nunca las posiciones de clase; pero cuando se quiere romper relaciones de manera definitiva con una persona, un elemento utilizado para hacerlo es decirle en su cara su posicin de clase real. Esto tiene paralelos evidentes con la situacin boliviana, donde casi nunca se dice en la cara Eres indio/cholo/misti (etc.) y cuando se lo hace, conduce sino a una ruptura a una transformacin definitiva de las relaciones. En esto, se debe notar que, en la vida cotidiana, no se suele utilizar indgena como trmino de auto identificacin (Soy indgena) aunque en ciertos casos s se puede usar el polticamente reprobado indio (Soy un indio igual que vos). Tambin es de no-tar que las encuestas o censos jams preguntan sobre trminos como indio o misti (y mucho menos qara!), tampoco en ninguna parte, segn s preguntan directamente a las personas Qu es tu clase social? Esto se evala luego en base a indicadores como la ocupacin, nivel de ingresos y otros, ya que no se fa en la auto identificacin de clase. Creo que esto es porque en la vida social todos hemos conocido demasiadas personas que declaran tener una clase social que evidentemente no les corresponde, o a la inversa niegan tener la clase que efectivamente tienen. Lo curioso aqu es porqu, referente a la etnici-dad, ahora se prefiere aceptar la auto identificacin y hasta se le atribuye valor definitivo, aunque se sabe que estas declaraciones dependen de elementos coyunturales y la imagen que se quiere presentar. Esto es un tema muy complejo que no puedo desarrollar aqu. Mi punto preciso refiere a la ausencia de un debate sobre la relacin entre clase y etnicidad en

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    el discurso indigenista actual, ms all de las denuncias habituales de que indgena iguala a pobre: denuncias que asumen que se puede identificar a los que son indgenas en base a criterios que no tienen relacin con el nivel econmico, para luego demostrar que esas personas resultan ser pobres.

    Esto puede ser posible con grupos como los negros en los EE.JJ., quienes se identifican en base al fenotipo, independiente del empleo, nivel educativo, idioma u otro. Eso no es posible con los indgenas en los Andes. Hemos visto que las bases consideradas indgenas, es decir de clase baja, cuestionan representantes que han llegado a una posicin de clase media pero siguen declarndose indgenas. Considero que se rechaza debatir la clase social referente a los grupos indgenas actuales, por que los dirigentes, activistas e inte-lectuales que se reclaman indgenas, tienen una posicin de clase que es distinta a la de sus representados y ms cercana a los grupos histricamente considerados no indgenas. Sus estilos de vida y prcticas lingsticas y culturales cotidianas se les acercan a estos no indgenas, a la vez que sus carreras polticas y acadmicas se fomentan en base a la dis-criminacin positiva que se puede obtener al exhibirse como indgena. En el caso andino boliviano, si es que nacieron en el campo, generalmente llegaron a la ciudad siendo an nios, llevado por sus familias con fines educativos. Muy pocos, si alguno, han conocido la vida en la comunidad rural de adulto antes de salir a la ciudad, o se han dispuesto a realizar estadas prolongadas compartiendo las actividades ordinarias all siendo ya in-vestigadores sociales; sin embargo, sus recuerdos superficiales e idealizados de la niez o de visitas en vacaciones, suplementados por contactos breves en seminarios, talleres institucionales o viajes a alguna fiesta en reas rurales, ms la asistencia a ampliados y otros eventos pblicos donde entrevistan a las cpulas y activistas, son presentados como pruebas empricas de sus aseveraciones, con el fundamento adicional de que llevan el conocimiento de la cultura indgena en la sangre8.

    Por lo general, nunca aclaran su relacin con la comunidad de origen, y por tanto lo que voy a decir se basa en nada ms que datos anecdticos, pero yo dira que los que han mantenido contactos ms habituales con el rea rural no suelen presentar versiones muy idealizadas ni ideologizadas. stas proceden, en casos, de personas que han tenido trayec-torias sociales conflictivas: se qued hurfano a temprana edad y huy a un centro minero donde fue criado como hijo adoptivo de una familia misti; su padre fue trabajador civil asimilado al ejrcito, insisti que siempre eran urbanos y cuando en la adolescencia descu-bri a travs de su abuela que proceda ms bien de una comunidad del Altiplano le caus un conflicto de identidad que resolvi adoptando la militancia indigenista; sus padres eran rentistas urbanas que vivan de sus alquileres, pero un incendio destruy la fuente de sus ingresos y tuvo que financiar sus estudios de trabajo social haciendo manualidades, hasta que descubri que su cultura indgena, en vez de ser un lastre, era vendible frente a ciertas entidades internacionales. Sin embargo, la antropologa reflexiva o la auto etnografa brilla por su ausencia en sus escritos, y el hecho de hablar en nombre de los pobres, excluidos y discriminados hace que sean dispensados de tener que fundamentar sus argumentos segn las exigencias acadmicos regulares. Lo que propongo aqu es un anlisis, no de los beneficios del indigenismo para dichos pobres, sino de qu ofrece para sus voceros intelectuales y porqu el indigenismo y hasta el racismo han sustituido al mestizaje como temas de moda.

    8 Debo decir que nunca he escuchado esta frase en boca de dirigentes indgenas o indigenistas, a la vez que slo participo en eventos cocaleros donde el discurso indigenista no cala. Lo escuch de forma textual en la conferencia de Caterina Gonzles, investigadora colombiana de movimientos sociales, con referencia al movimiento indgena en Colombia. Era evidente que ella no se considera indgena, sino atribua a los indgenas una fuerza propia que los ajenos no podan compartir, derivada de su espiritualidad y otros conocimientos que llevan en la sangre (conferencia en la UMSA, 27/9/09). Denise Arnold me ha referido una versin diluida de esta postura que ella ha encontrado en eventos indigenistas en Bolivia, donde intentos de criticar las aseveraciones que (para nuestro pensamiento qara) parecen idealizadas o infundadas, han sido respondidos con el argumento de que vos no eres de aqu, as que no entiendes y nunca vas a poder entender.

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    Por ejemplo, se describe como racismo los hechos ocurridos en la ciudad de Sucre el 24 de mayo de 2008, cuando habitantes urbanos obligaron a campesinos a desnudarse hasta la cintura y arrodillarse en la plaza central para besar la bandera del departamento. Es cierto que se utiliza indio/india como insultos, y se les puede considerar trminos raciales, pero se asume automticamente que descripciones regionales como colla tambin sean racistas. Sin embargo, Hayde Nava, alcaldesa de Sucre y dirigente del movimiento cvico/citadino que protagoniz estos abusos, aparenta ser de tez ms oscura que varios de los campesinos humillados: no necesariamente hay una divisin fenotpica evidente que sigue estas divisiones sociales, pero s hay evidentes diferencias de clase entre la dirigencia del movimiento cvico en la ciudad de Sucre y las organizaciones campesinas cuyos seguidores eran agredidos por los que apoyan al primero. Es racismo la forma ms apropiada de analizarlos? Machucar en la tez morena como identificador de ser indgena, permite apuntar a un caracterstica compartida entre un intelectual urbano y un campesino rural, mientras libera al autor de tener que debatir qu tiene en comn un funcionario pblico o un catedrtico con un pas-tor de llamas o un albail en tanto aymaras o quechuas. De esta manera, por ejemplo al comentar sus experiencias en el actual gobierno, Esteban Ticona habl en 2007 de funcio-narios indgenas versus los de clase media: entre indgenas no hay clase, mientras los no indgenas, los sin etnicidad, tienen clase social. Se justifica las mencionadas Universidades Indgenas argumentando que los indgenas han sufrido exclusin, pero entre los muchos defectos de las universidades estatales en Bolivia no se puede mencionar la exclusin: los estndares de admisin son mnimas, de hecho ni siquiera es necesario que uno sepa leer y escribir castellano correctamente, entonces de qu exclusin se trata?

    Spivak habla de un uso estratgico del esencialismo positivista en aras de un inters poltico (Spivak 1985/1997:258, nfasis en original). Los nuevos discursos indigenistas frecuentemente expresan un esencialismo, donde la reciprocidad, la espiritualidad, el man-dar obedeciendo y otros elementos del pensamiento y cultura indgena son asumidos a priori en cualquier espacio o tiempo (que, adems, son un espaciotiempo nico y circular, a diferencia del tiempo occidental linear y separado del espacio) y opuestos en un dualismo maniqueo a sus equivalentes occidentales, concebidos de manera igualmente esencialista y ahistrico. Se trata de lo que Canessa (2006:185), siguiendo a Ramos (1994), llama el indio hiperreal. Esto va a contrapelo de la letana dominante en las ciencias sociales, que reitera que las identidades son mltiples, fraccionadas, cambiantes, situacionales, etc.; as que en el feminismo por ejemplo hace dcadas se ha abandonado el discurso de la mujer o la identidad femenina para debatir sobre femeneidades diversas, matizadas y hasta contradictorias. Se argument que el discurso universalizante y esencialista sobre la mujer, en realidad expresaba las experiencias e intereses de mujeres blancas, de clase media y de los pases industrializados, y excluyeron o callaron las experiencias e intereses muy distintas de mujeres de otras clases y etnicidades, dentro y fuera de esos pases.

    Puede ser que la aceptacin de esta diversidad dentro del feminismo seala la madurez del movimiento, mientras en sus primeras etapas el discurso esencialista simplista sirvi para con-seguir conquistas bsicas, como por ejemplo el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas plenas con derecho al voto, la educacin superior y la participacin en la vida pblica al igual que los varones; una vez logradas estas bases, fue posible dar lugar al reconocimiento que no todas las mujeres sienten lo mismo o buscan los mismos fines, mientras si se hubiera admiti-do de entrada que no todas ellas tienen los mismos objetivos, el movimiento jams hubiera tenido la unidad necesaria para esas conquistas fundamentales. Esto es como yo interpreto la propuesta de esencialismo estratgico de Spivak. Tal vez el movimiento indgena se encuentra en esa fase inicial donde este esencialismo es necesario para concretar los primeros pasos. A la vez, la adscripcin a la categora social de mujer suele ser enteramente clara, y las metas

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    y temas de lucha al respecto no tratan de quines son, o deben ser, considerados mujeres, sino de las consecuencias sociales (como no poder votar) que resultan de ser miembro de esa categora. En agudo contraste, la adscripcin a la categora social de indgena es y ha sido objeto de constantes fluctuaciones, contestaciones y disputas en el curso de la historia hasta hoy en da, como demuestran las grandes diferencias en el porcentaje de la poblacin boliviana as clasificado segn censos y encuestas entre 1900 y 2001 (Spedding 2008:246-250), o los criterios y posturas encontradas sobre quines son indgenas y tacanas en el curso de la demanda de su TCO (Herrera et al. 2003: 68-79). Puede ser realmente apropiado aplicar o inventar un discurso esencialista frente a situaciones sociales que evidentemente nunca han correspondido a ninguna esencia supuesta, a diferencia de las como ser mujer que frecuentemente son asumidas de manera esencialista dentro de la vida social cotidiana, aparte de su presentacin en discursos intelectuales y polticos?

    Adems, es de notar que las metas de la primera ola del feminismo, como el voto, s eran universales en el sentido de aplicarse a todas las mujeres, no importa que algunas de ellas no se interesaban por el tema o no estaban en condiciones de aprovechar las oportunidades que traa, como llegar a ser diputada. El esencialismo puede ser realmente estratgico en tales contextos polticos. Herrera et al. (2003) demuestran con claridad que declararse tacana s era estratgico para conseguir la titulacin de TCO, a la vez que las personas que no ocupan el territorio titulado, aunque tendran origen tacana, seguiran como parte de la poblacin campesina y rural de la regin (op.cit.:79), sin ser reconocidos por ellas mismas u otras como tacanas. Es decir, insistir en ser indgena sirve para conseguir un TCO determinado, pero no ofrece nada para cualquier indgena que no vive dentro de esa rea geogrfica, ni siquiera personas con similar origen tnico y mucho menos los y las indgenas en general.

    El discurso esencialista intelectual sobre lo indgena no tiene metas pragmticas obvias como en el caso de la demanda de un TCO, y es por este motivo que he titulado esta ponencia Esencialismo estratgico para quines?. A veces parece buscar una especie de discriminacin positiva, sea al establecer curules tnicos en el Parlamento, puestos de docencia en unidades educativas indgenas o al asignar financiamiento a ONGs, que ha de beneficiar ciertos sectores sociales que ya son efectivamente de clase media o sino decididos a lograr ese nivel de vida. Encuentro preocupante el hecho de que esta bsqueda puede decantar por rutas como el establecimiento de centros de estudios superiores con denominacin tnica, que hace recordar la poca anterior a Martin Luther King en los EE.JJ., cuando haba colegios y universidades para negros y otros colegios y universidades para blancos, y ms an cuando las universidades existentes no niegan el acceso a indgenas y tampoco les aplican una discriminacin siste-mtica que impida que, una vez adentro, logren el ttulo acadmico: si as fuera, conocidos intelectuales indgenas actuales como Pablo Mamani Ramrez o Flix Patzi Paco no hubieran hecho carrera. Apoyo plenamente la idea de desarrollar cursos de estudios superiores en idiomas nativos, y mis observaciones sobre los obstculos prcticos de iniciarlos se dirigen a criticar los programas de Educacin Intercultural Bilinge que se limitaron al ciclo bsico, mientras si desde 1994 se hubieran ocupado de desarrollar libros de texto en idiomas nativos en todos los niveles, incluyendo el superior, ahora tendramos una base ms adecuada para Universidades Indgenas. Otra crtica indigenista con la cual estoy de acuerdo es la restriccin de la educacin en idiomas nativos a reas rurales con poca incidencia del castellano, en vez de introducir el bilingismo no slo en barrios urbanos perifricos habitados por migrantes recientes del campo (otra vez, la ecuacin indgena iguala a rural) sino hasta en escuelas urbanas centrales. Pero la propuesta de establecer cursos en idioma nativo en universidades indgenas segregadas, en vez de incorporarlo en las universidades capitalinas existentes, vuelve a incidir en la misma discriminacin o restriccin ya criticada.

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    Canessa (2006:193) indica que pobladores rurales como las y los de la comunidad de Larecaja que el estudia, hablantes de aymara y practicantes de la cultura andina tradicional que se estima indgena, pueden encontrar que son inconvenientemente inautnticos en comparacin con el indio hiperreal. Las medidas del actual gobierno que encuentran ma-yor aceptacin entre la poblacin rural considerada indgena, o al menos as registrada (como aymaras) en 2001, en los Yungas de La Paz, son econmicas y populistas, como por ejemplo el Bono Juanito Pinto (un pago anual en efectivo a los padres de cada escolar que asiste al ciclo bsico fiscal). Si bien expresan admiracin por la figura de Evo Mora-les como presidente, no lo basan en ser indgena, sino por haber hecho que Bolivia sea estimada en el exterior y en su oposicin a los patrones (En Santa Cruz sigue habiendo patrones) y empresarios es decir, identifican a la oposicin al gobierno en trminos de clase, no tnicos. La retrica indigenista es ignorada por ellos, y alguno lleg a declarar Eso de los pueblos indgenas ha sido inventado para dividirnos. La vituperada nacin mestiza, por lo imaginario que hubiera sido, ofreca la posibilidad de una identificacin universal o generalizable, a diferencia de las 36 naciones indgenas que ahora son la oferta de moda, junto con la mencionada identidad nula de no indgena.

    Las identificaciones espontneas de los habitantes rurales de los Yungas son como cam-pesinos, cocaleros, jaqi (ver nota de pie 4), y en su conjunto yungueos; se diferencian entre hijos del lugar versus los que son del Altiplano, del valle (las cabeceras de valle cercanas al Lago Titicaca), peruanos o hijos de peruanos (de la banda oriental del Titicaca perteneciente al Per, pero igualmente aymara hablante). Lo que definitivamente no son, es mistis. En el curso de una demanda en el sindicato de mi comunidad, el demandado (un comunario muy conflictivo) empezaba a protestar en contra de mi marido (nacido en una comunidad originaria cercana), diciendo que su conducta no corresponda con ser profesional (es egresado de de la UMSA). El referido contest Yo soy indio igual que vos. Esto hizo callar al aludido, explicado por otro comunario: Acaso iba a decir No, yo soy misti?. Esta interaccin verbal da para mucho anlisis (entre otras cosas, la aseveracin de ser un indio implicaba que por tanto no poda ser criticado por haber proferido groseras); aqu me limitar a sealar que demuestra que estos pobladores consideran que son indios, aunque raras veces lo declaran, y que este trmino de origen colonial tiene una fuerza y operatividad social ausente en indgena. La etimologa de misti viene de mestizo, pero su semntica refiere a la clase y no la descendencia; denomina ciertas posiciones sociales, y no una manera de actuar. En este sentido, no es sinnimo de qara(y su intensificacin anu qara) que puede ser aplicado en este discurso rural regional a cualquier perso-na, hasta el hijo de uno, que demuestra egosmo, rechaza los consejos de los dems y no acepta interactuar con ellos en una igualdad formal. En esto, qara puede equipararse con cholo, al menos segn mi dentista, quien opin (referente a un estudiante que me entabl juicio penal por difamacin cuando comprob que su tesis era plagiada) Eso s es ser cholo. Cholo no es una raza, es una manera de actuar.

    Creo que era la combinacin de su origen social (clase media, estudi en la Universidad Catlica) y mi calidad de gringa catedrtica que le permiti expresar con franqueza este juicio, a la vez que exhibe con una claridad indita incluso entre cientficos/as sociales que estos trminos que supuestamente refieren a esencias raciales, tienen significados situacionales establecidos por la prctica social de los actores. As, se puede decir, refiriendo a lo que hizo cierta persona en alguna ocasin, se le sali el indio pero no se le sali el indgena, y tampoco que se le sali el mestizo o el blanco. Considero que el proyecto de la nacin mestiza en Bolivia en realidad ha tenido xito, no en haber conseguido que todos y todas se identificaran como mestizos (en contextos fuera de los oficiales como por ejemplo libretas de familia o encuestas, donde s surge con frecuencia), sino en que la

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    vasta mayora me atrevo a decir todos se identifican como bolivianos/as, es decir, s han llegado a sentirse como ciudadanos/as de esta nacin. Creo que es relevante que antes de 1952, era necesario ser clasificado como mestizo para acceder a la escuela, es decir, tener derecho a un servicio estatal que corresponde a ser ciudadano de ese Estado; tambin es relevante que la participacin en la Guerra del Chaco, aunque fuera por reclutamiento forzoso, convenci a los sobrevivientes indgenas (campesinos) que ahora s eran ciuda-danos, y empezaron a organizarse para exigir sus derechos.

    Declarar la nacin mestiza era una manera de expresar que todas y todos ya eran ciudadanas/os, comprobado en el voto universal y la educacin fiscal generalizada. La poblacin antes excluida de la ciudadana lo asumi al fondo. Esto se demuestra en el uso de la bandera boliviana en la cabecera de las marchas de protesta, sobre todo marchas campesinas e indgenas (es notable que son las marchas urbanas de tipo ms gremial, incluyendo las universitarias, donde la bandera no necesariamente figura; aunque los estandartes de cualquier gremio de comerciantes, etc., siempre tienen los colores de la bandera como fondo). Salen en protesta, exigiendo algo del Estado, porque son bolivianos, es decir miembros con pleno derecho de la nacin. Si no lo fueran, se limitaran a tomar las medidas de hecho (linchar a la autoridad abusiva, etc.) como siempre han hecho, y sin utilizar banderas ni estandartes en el acto (claro que a veces siguen con estas medidas, pero en ningn Estado los derechos de ciudadana llegan a ser tan comprensivos que las manifestaciones no violentas bastan para solucionar todos los problemas). El proyecto de la nacin mestiza se habra centrado en la nacin, no en lo mestizo; esto habra funcionado como un esencialismo estratgico con que cualquier podra identificarse para transitar hacia la identificacin con la nacin, y yo dira que ha resultado. Es por eso que los pobladores rurales de Sud Yungas estiman que uno de los logros ms valiosos de Evo Morales es haber hecho que Bolivia como nacin tenga mayor perfil internacional, porque ellos se identifican con la nacin (antes de lo indgena) y quieren que sea valorada por otros.

    A la vez, un elemento que ha contribuido a este perfil positivo es ser un Presidente indgena, valorado en el exterior aunque no sea muy importante en s para las masas nacionales que votaron por l. Esto conduce al ltimo tpico de esta ponencia, que trata del apoyo de financiadores internacionales, gubernamentales o no, a los movimientos in-dgenas, o mejor dicho, a sus cpulas dirigenciales (a diferencia del Bono Juancito Pinto, los fondos que pagan los pasajes en avin de dirigentes indgenas no son distribuidos a co-munarios individuales de base). No soy amiga de las teoras de conjura; adems, como dice Bourdieu, algunas estrategias sociales dependen por su efectividad de no ser reconocidas conscientemente como tales por los que las practican. As, no admito de antemano de que el Banco Mundial, USAID y otros habran financiado movimientos que exigen TCOs y si-milares con el objeto consciente de que as, estos movimientos eventualmente obtendran derechos totales subsuelo, suelo y vuelo, no slo suelo como es el caso ahora sobre sus territorios, y luego sera mucho ms fcil que una empresa transnacional adquiera los derechos sobre recursos estratgicos como el petrleo que existen en ese territorio nego-ciando con unos dirigentes comunales (con poca formacin legal, baratos para comprar, etc.), en vez de tener que tratar con un gobierno nacional como es el caso ahora. Tampoco admitir sin ms el argumento emergente de mis ltimos prrafos, que al fomentar estos movimientos indgenas que apuntan a fragmentar la identidad nacional apenas lograda en docenas de nacionalidades dispersas, se buscara socavar las posibilidades de armar un go-bierno nacional unida que pudiera hacer frente a las intenciones transnacionales de hacerse de recursos naturales estratgicos y escasos. Incluso es posible que la asociacin habitual entre indgena y pobre, mediado por rural, explica gran parte de la preferencia actual para indgenas, ya que la cooperacin internacional en general se enfoca en asistir a los

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    pobres; sera simplemente que recin han descubierto que en pases como Bolivia los ms pobres tambin son indgenas.

    Las intenciones subjetivas y/o explcitas de los y las cooperantes internacionales no agotan la explicacin de sus opciones de financiamiento, pero tienen que ser tomadas en cuenta (como dice Godelier, representan elementos imaginarios que tienen efectos en lo real, debido a que la gente acta en base a ellos produciendo consecuencias materiales). No tengo conocimiento personal de estas intenciones o justificaciones si es que se trata de un sentido de culpa frente a los abusos coloniales de Europa, por ejemplo, o una atraccin ms difusa a favor de la diversidad, una diversidad que se hace evidente cuando se encuentra con representantes con trajes llamativamente distintos a los bluejines y camisetas de la globali-zacin9, y as motiva a financiarlos. La literatura revisada dice muy poco de estos motivos. Puede ser que creen sinceramente que los indgenas, por ser tales, podan garantizar un manejo sostenible y equilibrado de las reas a que pretendan (Herrera et al. 2003:67, referente a la demanda de TCO ayoreo). Esta creencia representa un esencialismo que puede ser aprovechado para conseguir fines pragmticos, desde la aprobacin legal de dicha demanda hasta empleos bien pagados en entidades que impulsan esta idea, pero los autores citados no indican de dnde sali la propuesta (de los ayoreos, de sus asesores nacionales, de alguna entidad internacional o qu) ni quines decidieron incluirlo en el proceso legal en cuestin. Tambin es obvio que hay otros discursos que proponen un esencialismo indgena y cultural como la hoja de coca milenaria que no consiguen sacar dinero de nadie, sino todo el dinero de fuera sigue viniendo con fines de erradicar el cultivo de la mencionada hoja. En el seminario original (Spedding 1996:34), he propuesto cuatro caractersticas del indgena reconocido por el Estado10 y me ratifico en las mismas, pero los propuse con referencia al Estado nacional. Quin es el indgena reconocido por la cooperacin inter-nacional? Las definiciones pblicas (ver Spedding 2008:244-245) no exhiben el cinismo evidente en la ma, pero hay puntos implcitamente coincidentes, como la perpetuacin voluntaria de una cultura distinta (mi punto 4) y una experiencia de subyugacin, mar-ginalizacin, desposesin, exclusin o discriminacin (mi punto 1, y 2 como la respuesta de los as maltratados frente a esta experiencia). Tambin incluyen reconocimiento por autoridades estatales, es decir, la cooperacin internacional depende de que el Estado nacional haya reconocido tal grupo como indgena para que el dinero internacional luego se dirija a ellos, pero no mencionan aspectos como ser naturalmente ecologistas, amantes de la Tierra ni espirituales, que s figuran bastante en las imgenes que se propaga sobre el ser indgena y justifican apoyo puntual a sus demandas y organizaciones. 9 Hay muchas ocasiones donde se ha observado que representantes indgenas se presentan con trajes vistosos, mientras en su vida

    cotidiana (incluso en el momento de abordar la movilidad para volver a casa despus del evento poltico) usan ropa comn que no les distingue. Esto se contrasta con sus representados de base, que pueden seguir usando ropa comn incluso en estos eventos, o sino pueden usar trajes distintivos mientras estn en sus comunidades, pero para salir de viaje adoptan ropa ordinaria que no les identifica, porque al ser identificado como de tal o cual lugar alejado, seran despreciados lo opuesto de lo que pasa con dirigen-tes que son estimados por usar ropa distintiva frente a cooperantes internacionales. Tambin hay el caso de esos habitantes rurales quienes para ir a la ciudad adoptan ropa ms tradicional, e incluso ms arcaica y rada, que lo que usara en su lugar de origen, pero esto suele ser porque van a pedir limosna, por lo cual corresponde presentarse como lo ms indgena y pobre que se puede. El primer caso utilizar trajes tradicionales para actuaciones polticas donde es beneficioso exhibirse como notoriamente indgena, extica y diversa, mientras en la vida diaria se vive como uno ms sin una identidad indgena evidente es otro de los elementos del movimiento indgena actual que se conoce a travs de observaciones y comentarios de pasillo, pero es eliminado de estudios y publicaciones a travs de la censura de lo polticamente correcto, aunque hay una veta interesante en investigar qu individuos y grupos de dirigentes y activistas optan por esta estrategia, versus los y las q