Esferas Precolombinas

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    Alexandra De-Simone2

    Fecha de recepcin: 30 de julio del 2013

    Fecha de aprobacin: 3 de setiembre del 2013

    De-Simone, A. Esferas precolombinas dela zona sur en Costa Rica: cultura y poderen la tecnologa de la piedra. Tecnologa enMarcha. Nmero Especial. Pg 70-83.

    Esferas precolombinas de la zonasur en Costa Rica: cultura y poder

    en la tecnologa de la piedra1

    1 Fotografas: Coleccin personal 2013

    2 Escuela de Cultura y Deporte Instituto Tecnolgico de CostaRica y Escuela de Psicologa Universidad de Costa Rica. Correoelectrnico: [email protected].

    Precolumbian Spheres in Costa Rican south :Culture and Power around stone technology

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    Alexandra De Simone

    Profesora universitaria con categora de Asociada,Escuela de Cultura y Deporte Instituto Tecnolgicode Costa Rica (ITCR) y Escuela de PsicologaUniversidad de Costa Rica. Psicloga Social conEspecialidad en Procesos Grupales institucionalesy comunitarios y Metodologas Participativas, enfo-que histrico cultural. Actriz y Directora Teatral.Consultora en Proyectos sociales y Cultura, y enGnero, Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos.

    Promotora y Gestora en Cultura.Con 27 aos de servicio como acadmica del ITCR,su labor se ha centrado en la apertura de espacios yservicios culturales. Gestora de la Unidad de Culturay Deporte del Centro Acadmico San Jos, Gestoradel Proyecto Casa Cultural Amn, fundadora de los

    grupos teatrales Agosto (estudiantil universitario) eITCR, profesional universitario. Directora del TeatroAgosto desde su fundacin, hace 26 aos, con 29direcciones teatrales destacando en la depuracindel mtodo de creacin colectiva para teatro comu-nitario. Vicepresidenta de la Asamblea InstitucionalRepresentativa (perodo 2001), Reconocimientocomo Profesora Destacada de la Vicerrectora deDocencia del ITCR, Reconocimiento como Mujer

    Destacada de la Oficina de Equidad de Gnero delITCR. Coordinadora de Cultura y Deporte SanJos en su primer perodo. Presidenta AsociacinCultural Centro Acadmico (ACUCASJ).

    Ctedras: Artes Dramticas, Apreciacin de Cine,Dinmica de la Cultura.

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    Palabras clave

    Esferas; cultura; poder; esttica; resistencia

    ResumenEste artculo pretende articular una reflexin sobrela cultura y el poder, tomando como objeto las esfe-ras producidas por una cultura antigua de Amricaen lo que hoy es la zona sur del territorio costarri-cense. En la primera parte se describen algunas delas dinmicas simblicas del poder en las que estosenigmticos objetos se han visto involucrados: comoespectculo meditico, reforzadores de la identidadnacional u objetos de movilizacin de una comuni-dad bananera; adems se mencionan los avataresinstitucionales con relacin al patrimonio arqueol-gico. En la segunda parte se desarrolla un conjuntode notas para el anlisis esttico interpretativo delas esferas, aplicando categoras de la historiografacrtica a los hallazgos y trabajos recientes de laarqueologa de las esferas: encuadre histrico y con-textualizacin (reconstruccin interpretativa, descla-sificacin, dilogo entre objetos diversos, carctersocial de la prctica esttica). Se pretende destacarla dinmica trama de significaciones en que las esfe-ras se han visto involucradas a partir del misterioque encierran.

    Keywords

    Spheres; culture; power; aesthetic; resistance.

    AbstractThis article seeks to ar ticulate a reflection on cultureand power, taking as object the Spheres producedby an ancient culture of America, in what is nowthe southern of Costa Rican territory. In the firstpart, we describe some of the symbolic dynamics ofpower in wich these enigmatic objects have beeninvolved: as media spectacle, as a reinforcer of natio-nal identity, as the object of a banana communitymobilization, with mention of the institutional pro-blems around archaeological heritage. In the secondpart, we develop a set of notes for interpretiveaesthetic analysis of the spheres, using categories ofcritical historiography on findings of recent archeo-logy: historical setting and context (interpretivereconstruction, declassification, dialogue betweendifferent objects, social character of aesthetic practi-ce). It aims to highlight the dynamic web of meaningsin which the Spheres have been involved from themystery they contain.

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    Punto de partida

    La lucha de clases, que el historiador educadoen Marx tiene siempre presente, es una luchapor las cosas burdas y materiales, sin las cuales

    no existen las ms finas y espirituales. Pero estasltimas estn presentes en la lucha de clases,y no como la simple imagen de una presadestinada al vencedor. En tal lucha esas cosasse manifiestan como confianza, valenta, humor,astucia, impasibilidad, y actan retroactivamenteen la lejana de los tiempos. Ellas pondrn encuestin toda victoria lograda en el tiempo porlos dominadores. Walter Benjamn (2010, p. 61)

    Desde su desamparado hallazgo en lo que serauna plantacin bananera, echadas a rodar como

    ornamentos de jardn, dinamitadas para extraerureos tesoros, regaladas como curiosidad, objetode lucha comunitaria contra el despojo, fetiche demagnetismos energticos y viajes extraterrestres,emblema nacional del papel moneda, embajadorasde la cultura costarricense, promesa de seduccinturstica, souvenir de artesana local, inspiradorasde uno de los artistas con mayor reconocimientointernacional, hasta motivo protagnico de resistenciade la defensa institucional del patrimonio ancestralcostarricense. El camino de significaciones de las

    esferas muestra la contradictoria y diversa trama del

    reconocimiento del valor esttico a un producto dela tecnologa de la piedra precolombina. Una tramaque adquiere sentido en el escenario poltico, socialy econmico costarricense de los ltimos cincuentaaos.

    Este artculo busca articular una reflexin sobre lacultura y el poder, tomando como objeto las esferasproducidas por una cultura antigua de Amrica enlo que hoy es la zona sur del territorio costarricen-se. En su primera parte, se describen las dinmicassimblicas del poder en las que estos enigmticosobjetos se han visto involucrados, en su segundaparte se desarrolla un conjunto de notas para elanlisis esttico interpretativo, aplicando categorasde la historiografa crtica a los hallazgos y trabajosrecientes de la arqueologa de las esferas.

    Los referentes conceptuales desde los cuales setrabaja este artculo entienden la cultura en sudimensin simblico-poltica, como el conjunto decreencias y prcticas que actan como mundo designificacin en el que la conducta de una sociedaddebe ser contenida, como horizontes organizadoresde sentido, modeladores de identidades/subjetivida-des (Araujo, 2010, p. 72). La cultura se revela comolugar de conflicto y de tensin, como tecnologadel control, en el que se legitiman los discursosde los grupos hegemnicos, como microfsica del

    poder segn plantea Foucault (1976), en que los

    Figura. 1 Esferas en trnsito, Finca 6

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    movimientos del poder no solo remiten a domina-cin sino siempre a resistencia. En la cultura comoespacio simblico en el cual se tejen relaciones depoder destaca la esttica como discurso en tornoal comportamiento sensible, lo bello y lo feo, lopermitido/prohibido, y las dinmicas que explican laparticular construccin de su mundo perceptualque cada grupo social produce. En la aplicacinde categoras estticas y las instituciones que lasvehiculizan, como por ejemplo lo artstico, se tejela astucia de la hegemona, (al decir de Gramsci):la violencia simblica que homogeneiza lo diverso,mediante la repeticin e insistencia de versiones dela historia esttica que ordenan, clasifican, produceninvisibles, por exaltacin y negacin (Fernndez y DeBrasi, 1993, p. 80).

    I Parte

    El misterio y sus puestas en escena

    Las esferas precolombinas fueron descubiertas en ladcada de 1940 y se mantuvieron en una discretamarginalidad de objeto de escena decorativa deinstituciones y residencias hasta muy recientemente.Son artefactos producidos por alguna de las culturasantiguas que poblaron el hoy territorio costarri-cense. Desde el punto de vista arqueolgico, se lasencuentra en la Regin del Gran Chiriqu (que inclu-ye la Zona Sur costarricense y atraviesa hasta partedel territorio panameo). Los hallazgos de esferasse concentran en un lugar: la Subregin del Diqus(Corrales, 2005, p. 3).

    Por qu producen este artefacto en cantidadessignificativas con esa exclusiva localizacin? Este es elenigma que rodea de un inmenso atractivo recientea esos objetos.

    En la vida de las formas pululan estos gigantes sin

    sentido, o con un sentido demasiado pequeopara un cuerpo tan grande, gigantes quesolamente se pueden justificar infundindolesunos sentidos desmesurados. Umberto Eco(2005, p. 304)

    Su significado se ha perdido. Son un misterio. Lasesferas se han convertido en un tema cultural-est-tico con cierta popularidad de manera muy reciente,a partir de la explotacin del valor comercial y pol-tico del misterio.

    El misterio funciona como atractor y echa a rodaruna diversidad de sentidos estrafalarios sin funda-mento cientfico, en los que se desliza una simblica

    propia del imaginario audiovisual hollywoodense: lasesferas como portadoras de magnetismos ener-gticos que una prosapia de personajes famososhan experimentado, la especulacin paranormal oextraterrestre (el millonario gur de los misteriosVon Daniken menciona las esferas ticas como pro-ducto de visitas de seres espaciales [Sibaja, 2004, p.139]), paradoja de una poca que se define como lacumbre de la razn cientfico-tecnolgica. Nuestrasesferas han dado para colocarse en el mismo estan-te especulativo de una esttica interestelar, con laspirmides egipcias o mayas, los petroglifos, mono-

    litos y otros artefactos antiguos, explotados porresignificaciones que un mercado logra posicionarcon altsimo consumo. La expansin de la industriaturstica en las ltimas dcadas es una nueva coyun-tura en la que esta lectura comercial del misterioamenaza con imponerse:

    El astrlogo espaol Vicente Cassanya lleg aPalmar Sur en una maana de octubre del 2011.Abraz una de las esferas patrimoniales delparque y percibi una sensacin hermosa. Estabatan emocionado que impresion al alcalde de

    Osa y el presidente municipal que casualmentepasaban por ah. Hubo una conexin especialy en solo un rato de charla surgi la idea deorganizar un congreso de cinco das en octubrecon ms de 2.000 personas para divulgar en elmundo las esferas precolombinas del valle de ElDiqus y el valor mstico que percibi Cassanya.(...) El Concejo Municipal tom el 20 de marzoel acuerdo 297-2012 para nombrar a Cassanyaembajador del cantn sureo y directorejecutivo de algo que bautizaron ProyectoEsferas, basado en el patrimonio arqueolgico

    nacional. (Murillo, 2012)

    Esta iniciativa ha logrado seducir a sectores deterratenientes y del gobierno local con la promesadelglamour que atraera visibilidad y negocios a unazona plagada de necesidades en que se tramita unamezcla del valor simblico de un estatus de celebri-dad asociado a poseer millones o pertenecer a lafarndula. En esta ocasin, las esferas entran en con-tacto con el poder de los medios masivos, creadoresde modelos glamorosos de identidad y filantropa

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    asociados a la generacin de negocios usando comorecurso el espectculo de la imagen:

    El mercadeo del proyecto se apoya en partesobre millonarios como la espaola Carmen

    Cervera, baronesa Thyssen y duea del museohomlogo, y de famosos como el artista imitadorJulio Zavala. La espaola incluso anunci quevendr y pagar a pintar el puente sobre el roTrraba, en la carretera Interamericana Sur. (...)Estas personalidades aportan imagen y dineropara el proyecto nutrido de filantropa, segnsu gestor en Costa Rica, el empresario JorgeCollado, oriundo y terrateniente en la zonasur. (...) Ningn negocio! Bueno s, pero parala gente de la zona sur, para los hoteles y lagente que podr hospedar en sus casas a los

    extranjeros, en un mes en que ni las gallinasponen, justific Collado, quien asegur queProyecto Esferas es municipal, no privado.(Murillo, 2012)

    El deslizamiento del sentido misterioso que rodeaestos productos estticos antiguos al territorio dela fantasa no es en modo alguno inocuo. Refleja unaconstruccin imaginaria que acta despojando a susproductores humanos originales de la capacidad

    simblica para crearlos y usarlos en su contextocultural, e imponindoles la convencin culturalmeditica por proyeccin de sus categoras deespectacularidad. Se trata de una operacin de des-

    contextualizacin, que opera la violencia simblicade secuestrar de su mbito original estas produccio-nes estticas, y sus funciones sociales, cualesquieraque fueran. La inmediata reaccin de las autoridadesdel Museo Nacional y la indignacin por esa puestaen escena de instancias culturales locales lograron,en esta oportunidad, desestimular un proyecto quepretenda la visibilidad turstica de los poderes cs-micos de las esferas.

    Avatares del Patrimonio

    Las luchas institucionales para contar con losrecursos para el estudio y la proteccin de estepatrimonio han requerido de una particular habilidadpoltica para leer y sacar provecho de diversascoyunturas del poder nacionales e internacionales.Una autntica tarea de resistencia se ha logradoafianzar con un titnico esfuerzo de profesionalesde la arqueologa como Francisco Corrales oIfigenia Quintanilla, que han establecido alianzas consectores locales organizados, movilizado recursos

    Figura 2. Sitio Finca 6

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    privados de empresarios y fundaciones y que ala fecha han fructificado en la candidatura antela UNESCO de las esferas como Patrimonio dela Humanidad. El camino ha sido largo y ha sidoesencial la construccin progresiva de conocimientoy puesta en valor esttico, en medio de las tramasde poder.

    Las esferas como smbolo nacional

    recientemente reconocido

    En un pas que construy su imaginario de nacin entorno al mito de un origen blanco-europeo-excep-cional-democrtico, segn ha estudiado Jimnez(2008, pp. 250-259), los sectores hegemnicospromovieron un consenso efectivo basado en lanegacin de un pasado indgena y en la exclusin

    de los aportes de otros grupos culturales. La evi-dencia real de ese pasado, constituida por los obje-tos y hallazgos de seres difcilmente reconocidoscomo ancestros, ha requerido una labor crtica deruptura con esa mitologa, en un contexto en elque la antropologa, los estudios culturales y la his-toriografa poscolonial han confrontado categorasoccidentales y colonialistas como arte primitivo oarte prehistrico, proponiendo que la compleji-dad y la produccin esttica son caracterstica uni-versal de todos los grupos humanos y rompiendo

    con las categoras evolucionistas binarias del poder:culturas atrasadas-culturas de progreso, tasadas porsu desarrollo tecnolgico, y convertido en mediaesencial de valor-poder de las comunidades huma-nas (Jenckes y Dove, 2010, p. 104).

    Hoy importantes museos de pases poderosos cam-bian de nombre y las colecciones que acumularonpara exhibicin extica de pueblos colonizadosreciben otro tratamiento. Esta es una coyuntura quepolticamente ha favorecido el reconocimiento delas esferas por sectores del poder. Las circunstan-

    cias han cambiado, las esferas se promueven comoevidencia funcional para afirmacin de lo nacionalcomo poseedor de algo nico y exclusivo. Es intere-sante que, a partir de las ltimas dcadas, en que sepromueven con fuerza los procesos de integracincentroamericana como agenda de democratizaciny consolidacin regional, los gobiernos ticos hanredescubierto las esferas como productos repre-sentativos de la cultura costarricense, como en elPabelln Centroamericano de la Feria Internacionalde Aichi en Japn 2005, o el siguiente anecdotario

    acerca de las poltica de promocin internacionaldel pas:

    Una esfera de piedra precolombina de CostaRica est a punto de ser una de las atracciones

    ms vistas del nuevo museo del Quai Branlyen Pars, Francia. En el 2002 Ani Quirs fuedesignada como Embajadora de Costa Rica enFrancia, y como ella misma dice das antes deentrevistarme con el presidente Jacques Chiracse me vino un chispazo. Me haban dicho quela entrega de credenciales era muy formal yno se poda pedirle nada al presidente, peroa m se me ocurri ofrecer, record. En esemomento se le ocurri que una esfera depiedra sera ideal, de inmediato llam a CostaRica y pidi los permisos respectivos. Cuando

    lleg la hora de su entrevista present suscredenciales y momentos antes de que finalizarasu audiencia rompi el protocolo. Le cont dela esfera al presidente y qued fascinado, siguihablando conmigo. A l se le olvid que otrosembajadores estaban esperando y me hablde las esferas, algo que conoca ms que yo. Alda siguiente el director del nuevo museo meestaba llamando para empezar a concretar,aadi la seora Quirs.

    Francisco Corrales, director del Museo Nacional,contraparte costarricense en el prstamo,explic que se trata de un hecho de primeraimportancia que slo es frecuente entre losgrandes museos del mundo. Adems aadique el museo del Quai Branly rpidamenteestar en los primeros lugares en el rnking delos museos mundiales. El museo es la gran obradel gobierno de Chirac, y por eso el inters queel propio presidente le dedica al tema. Para sucreacin se reunieron las colecciones de dosmuseos que pasaron a mejor vida, el Museo delHombre y el Museo de Artes de frica, Asiay Oceana. Cuenta con 300 mil piezas en sucoleccin y expondrn permanentemente 3500.

    Acerca de las esferas, Corrales explica que setrata de utensilios realmente interesantes queidentifican a lo que es hoy Costa Rica, nicolugar del mundo donde existen esferas perfectasde piedra. En otros pases se encontraronobjetos redondeados pero no en la cantidad ytamaos como los que aqu se encuentran, poreso el pas va a figurar, va a llamar la atencinen el museo y as se dar a conocer, la gente

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    va a querer saber dnde est ese pas de lasesferas de piedra, explic Francisco Corrales.(Molina, 2006)

    Esta cita de un peridico nacional sintetiza la pre-

    ciada exclusividad de las esferas como dotadorasde identidad: producir objetos nicos otorga reco-nocimiento de existencia en el mapa. Se trata delmapa de quienes legitiman otras culturas? La insti-tucionalidad cultural europea, representada en sumuseo, es cargada aqu de una investidura dadorade existencia, mediante su atencin a los objetos delas culturas diversas no europeas, con connotacinde originalidad. El objeto entra a escena como inte-grante del panorama cultural mundial, para que losojos europeos confirmen su apropiacin: un lugarpara nuestras esferas es un intento poltico de lograrvalidacin cultural mediante la legitimacin de unproducto esttico desde quienes tienen poder deotorgar valor simblico. Ese utilitario reconocimien-to oficial del potencial de generacin de sentidonacional del misterio lleva las esferas al diseo delos billetes y a prefigurar potenciales de explotacinturstica de lo que antes eran plantaciones banane-ras. Progresivamente se desata el furor esfricooficial, y en buena hora, el resultado del juegopermite que aos de un trabajo cientfico tesonerotenga alguna oportunidad de resonancia, incluyendo

    un proyecto para la declaratoria como PatrimonioCultural de la Humanidad ante la UNESCO. Paracoronar este momento estelar, el escultor cos-tarricense posicionado en Europa, Jorge JimnezDeredia, promueve las esferas precolombinas comofundantes de su simbolismo csmico y se consti-tuye en autoridad que termina de legitimar un valoresttico a las esferas. Seala Amoretti (2004) en elprlogo de su libro:

    para l la creacin artstica se genera de unacorrecta comprensin de la propia identidadcultural. As, en el sustrato indgena de esaidentidad encuentra un smbolo que, en suprstina desnudez, le muestra el sentido del sery su existencia: las esferas de piedra esculpidaspor el pueblo boruca.

    No existe evidencia actual para asociar la culturaboruca con la produccin de las esferas, como nosea su coincidencia en la regin. Al parecer, unagran diversidad de pueblos y culturas se movieronen diferentes perodos por la zona y, entre ellas,

    solo una produce las esferas y, por los estudios deentierros y restos seos, parece haber sido bastan-te endogmica segn los hallazgos de Quintanilla(2004, p. 35). Tampoco en los descendientes actualeshay memoria o uso de las esferas y su significado.En sntesis, se trata de un discurso perdido. En elao 2009, el escultor instal sus trabajos de inspi-racin esfrica a lo largo y ancho del patrimonioarqueolgico romano, lo cual es sin duda un hito deposicionamiento para un artista nacional. La para-doja de esta produccin esttica que se reconocecontinuadora de las esferas es muy particular, masno se pretende analizar este hecho ms que comouna referencia de un inusitado protagonismo esf-rico actual, y es probable que haya contribuido acategorizarlas como productos escultricos.

    Si son redondas, dan vueltas. Hay que moverlas

    de aqu, el difcil comienzo en una plantacin de

    banano y un evento que marc la poltica cultural

    La historia del reconocimiento de las esferas comoproductos estticos tiene inicios bastante precarios:el hallazgo arqueolgico en los aos cuarenta fuerealizado por peones bananeros que limpiabanterrenos para las plantaciones de la United FruitCompany. Gran parte de las esferas fueron removi-das de su sitio original para dar lugar al banano y soloalgunas fueron temporalmente concedidas al estu-

    dio de la arqueloga norteamericana Doris Stone,por su amistad con el capataz a cargo de la obra, sucoterrneo George P. Chittenden. En agradecimien-to, la Dra. Stone registr como descubridor delas esferas a este funcionario de la Yunai en 1943(Sibaja, 2004, p. 26). A partir de ese momento se daun autntico carnaval que lleva a la moda de teneruna esfera en el antejardn de las familias adineradasdel pas, as como de las instituciones pblicas, eimplica la venta, donacin, traslado de las bolas y laprdida significativa de la informacin acerca de sucontexto cultural. La memoria local guarda la anc-dota que titula este apartado, y las historias de oro ytesoros extraordinarios guardados en el interior delas bolas, que llev a la destruccin de algunas deellas, con mazos y dinamita (Obando, 2013). Apartede la fragilidad de regulacin para la conservacindel patrimonio precolombino que es evidente en lapoca, que denota el imaginario nacional afirmadodesde el no tener un pasado indgena (y justamen-te lo opuesto a la descrita como exaltacin, comobase identitaria de los ltimos aos), este elemento

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    llama la atencin por los circuitos de acumulacin yconsumo de estos productos como signos de poderde sectores adinerados del pas.

    Este hecho no es exclusivo de las esferas: impor-tantes colecciones de objetos precolombinossaqueados se convirtieron en smbolo de distincin,segn el concepto de Bourdieu (2010), despojadosde su contexto y convertidos en objetos exticosdecorativos y su comercio ilegal propiciado porredes internacionales han promovido la apropiacinde estos productos estticos como entretenimientoprivado y acumulacin de poderosos.

    Cabe sealar que la historia de las esferas resultaun claro ejemplo de cmo un artefacto viaja porlos tiempos como enunciador de distintos discursosadjudicados segn intereses metaestticos, polticos,econmicos. Pero las esferas tambin guardan laotra cara de la moneda. Es en la plantacin banane-ra y sus condiciones de enclave que la historia dela organizacin de los trabajadores costarricensestiene una de sus ms gloriosas pginas, reivindican-do un discurso de justicia social y defensa nacional.En los aos ochenta, la compaa bananera seaprestaba a un cambio operativo sustantivo, dejar laproduccin, costosa por las reivindicaciones socialesy las caractersticas operativas del monocultivo, para

    quedarse con la siempre ventajosa comercializacin.Como respuesta a un intenso movimiento de huel-ga, la Compaa comunica su decisin de irse de lazona, dejando tras de s incer tidumbre y desempleo.

    Obando (2013) relata en una entrevista que por

    esos mismos aos, dos enormes esferas (de msde dos metros de dimetro) cuyo destino es sercolocadas en la recin construida Plaza de la Culturaen San Jos, son cargadas en un transporte que ensu primer intento de partida no logra remontar lapendiente del cerro y debe volverse al punto departida, las comunidades que parte el ro Trrabaen Palmar Norte y Palmar Sur. La comunidad no sequeda como espectadora pasiva. Un movimientosocial, protagonizado por estudiantes y profesoresdel Colegio Tcnico, logra articular una respuesta

    social de gran movilizacin cuya arma principal escerrar el trnsito por la carretera interamericana.Dos posturas de poltica cultural entran en conflicto:la oficial del gobierno y su Ministerio de Cultura, queargumenta que las esferas son patrimonio culturalnacional y no local y por tanto su destino es decisinde la institucionalidad, que dice proteger el intersnacional frente a la beligerancia de una conflictivacomunidad bananera, y la postura comunitaria: lasesferas deben permanecer en el territorio en quese fabricaron, que tambin para eso tiene su centro

    Figura 3. F. Obando en el Parque de Palmar Sur

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    de cultura el colegio, una respuesta de afirmacinde dignidad contra el despojo acumulado. El triunfode ese movimiento debe reconocerse como unhito que pondra en cuestionamiento el modelocentralizado en el Valle Central de la poltica culturalcostarricense (Obando, 2013).

    En la actualidad, una fructfera alianza entre sectoresorganizados locales, en particular la cooperativaSurCoop, propietaria de Finca 6, que ha donado losterrenos, y profesionales del Museo Nacional cuyaaccin de resistencia se ha logrado afianzar institu-cionalmente, trabajan en el Proyecto Parque de lasEsferas, en el nico lugar que al momento contieneel hallazgo de esferas en su ubicacin original. Setrata de un proyecto promisorio, por el hallazgode vestigios de asentamientos que guardan valiosainformacin acerca de la cultura que las produjo,enterrados bajo sedimentos de las crecidas del ro.

    No resulta sencilla la obtencin de recursos paraun manejo nacional, digno y que permita el estudiocientfico de este patrimonio, por lo que su reco-nocimiento como Patrimonio de la Humanidad sinduda es una iniciativa de poltica cultural afirmativa.Resistencia para contener poderosos intereses eco-nmicos que podran haber convertido la zona enparque temtico.

    II Parte: Notas para un anlisis esttico

    El encuadre temporal

    El primer aspecto a tomar en cuenta para el anli-sis esttico de un objeto precolombino es la tareadeconstructiva (De la Campa, 2010, p. 80) de su

    encuadre histrico cultural. Un discurso perdidoes un vaco relevante para los modelos de la his-toria social que tienen como punto culminante larazn y la expresin verbal. Es una irritacin, unamolestia, un llamado, una fragilidad. Encubre estola omnipotencia de encontrar frmulas de desci-framiento conquistador, que confa en razonar dedeterminada manera y ponerle nombre a las cosascomo manera de explicarlas. Ha sido un proble-ma para la historia de la esttica occidental generarcategoras que den cuenta de la inmensa diversidadde objetos, prcticas, usos y sus funciones que pue-

    den ser considerados artsticos. Esta circunstanciams que una excepcin parece ser la regla en lahistoria de la esttica cuando se abordan produc-tos culturales remotos, como se advierte respectodel arte prehistrico o de culturas antiguas. Laconstruccin de una historiografa de lo esttico enque se fundamenta la historia del arte se evidenciacomo la invencin de un discurso. Las caractersticasideolgicas de este discurso parecen ser la distor-sin de la universalidad de la produccin esttica,transformada en una gentica del ideal de progre-

    Figura 4. Esferas en el colegio

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    so de la cultura occidental y la instalacin de unmodelo evolutivo homogeneizador, que naturalizala produccin social de sentido que es la cultura. Elresultado es una versin muy poderosa que explicala cultura humana como el camino lgico racionalhacia la entronizacin y prevalencia de una cultura: laoccidental. El tema del poder queda oculto. Toda laproduccin esttica humana, compleja y diversa, estransformada en evidencia, que comprueba, corro-bora este discurso. Los productos estticos antiguoso diversos pasaron a ser evidencia de confirmacinde evolucin y superioridad cultural: de esos seresprimitivos de pensamiento mgico connotadoscomo ilusos no podra salir otra nocin que la cer-tidumbre de estar mejor que ellos en lo sucesivo,y agradecerlo a la evolucin de la historia humana.

    Poderosos imperios como el que produce la culturaegipcia fueron adosados como captulos.

    La herramienta central de la razn imponiendo estediscurso es la organizacin de la historia de acuerdoa un cierto orden, que una vez que se instala, quedaoculto. Para esto es necesario sin duda una accinselectiva: es muy probable que una serie de eviden-cias deban ser obviadas, ocultadas, para garantizarla coherencia del discurso. Se entiende as cmo laproduccin esttica precolombina no est incor-porada a la historia del arte. Acha (1993) propone

    renunciar a un purismo indigenista, es decir, desdehoy el mestizo ser un anlisis interpretativo. Peroser posible que el mismo se emprenda como unadeconstruccin crtica de esas versiones impuestaspor el poder en la historia. Aplicar esta accin cues-tionadora propone la ruptura en la esferasimblicadel poder.

    Perspectiva contextualizadora

    Se hace necesaria la relectura rigurosa e incluyentede los productos estticos de las culturas antiguasde Amrica desde una perspectiva contextualizadora,

    que parta del esfuerzo por comprender la lgicapropia de sus vestigios en s misma, y no desde elmolde de la historiografa tradicional. Se trata de unadecisin consciente por cuestionar cules son lasfuerzas legitimadoras desde las que acta la adjudi-cacin del valor esttico. Un aspecto central de esarelectura es la ruptura del modelo centro/periferiaen que se inscribi la historia social humana.

    Costa Rica ha sido, desde esa perspectiva, un margi-nal entre marginales; al no tener vestigios de grandes

    construcciones arquitectnicas o templos, entramosa la historia precolombina como no importantesrespecto de los centros imperiales norte y sur de lasculturas antiguas de Amrica, los que a su vez sonperiferia de la cultura central europea. La produc-cin esttica del hoy territorio costarricense, reflejode esa cultura menor, solo tena sentido comozona de trnsito, de encuentro de esos dos centrosculturales. Las esferas nicas en la produccincultural precolombina y el sistema cultural que lasprodujo parecen apuntar a lo contrario: a un ciertoaislamiento de estos pueblos, a una complejidad ypersistencia propias (Quintanilla, 2004, p. 36).

    De acuerdo con los estudios de esta autora, seconsidera el Diqus como zona de influencia sud-americana, y los estudios genotpicos y dialectales

    de los pobladores actuales referencian un origen-chibchoide, por lo que debe pensarse en largosperodos de tiempo que promueven un desarrollocultural con caractersticas propias (en realidad, elpoblamiento del mundo entero sigue ese patrnde lento movimiento-asentamiento). La proyec-cin desde una perspectiva actual de un intenso yfrecuente intercambio no resulta sostenible. Estoimplica otra ruptura necesaria del enfoque: la pre-suposicin de un modelo evolucionista hacia elavance y el progreso, que instala una sola lnea decontinuidad y de interaccin con los centros de

    poder. Desde esa ruptura es posible prefigurar otrosritmos, otros caminos, todos legtimos por s mismosy no atrasados respecto de otros y, por qu no, unacierta independencia cultural, es decir, la produccinesttica se presenta como incomparable por serconsustancial a la construccin de una cultura. Nospuede atraer o no, la podemos relacionar con otraso no, pero instalar un valor en funcin de culturasajenas es inadmisible e impone. Es cierto que parecehaber constantes y coincidencias en la historia cultu-ral, pero es la diferencia entre culturas la clave paradesmitificar la historia misma.

    Reconstruccin interpretativa

    Quintanilla (2004, 2007), mediante un estudio eco-lgico y cultural de las esferas, se pregunta acerca decul era el sentido de producirlas y su posible lugarde consumo y circulacin como producto cultural,para aproximarse a su carcter esttico en tantoexpresin simblica ritual. Establece una produccinde esferas de larga duracin, por unos 1000 aos,que tiene su inicio en el perodo Aguas Buenas, data-

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    do entre el 400 DC y el 800 DC y contina en unperodo siguiente que va del 800 DC hasta la llegadade los espaoles alrededor de 1500 DC en que seextingue por completo. Lo peculiar es su restr iccingeogrfica en el Delta del Diqus. Se han documen-tado alrededor de 200 esferas que van desde los 2.5m de dimetro hasta los 30 cm. Pero su promedioronda 1.5 m. Fabricar y colocar durante tantos aosestos monolitos colosales da cuenta de su notableimportancia para esa cultura, su restriccin espacialpuede estar asociada a una funcin de reforzamien-to de etnicidad, de pertenencia y diferenciacincolectivas (Quintanilla, 2004, pp. 9-10).

    A partir de 500 DC, las excavaciones muestranun proceso de complejizacin de la organizacinsocial, de una sociedad tribal a cacicazgos con

    funcin redistribuidora, que luego funcionan comoconfederaciones cuya produccin se especializay complementa, dada la evidencia escultricaantropomorfa de guerreros armados en guerrasde control y reorganizacin territorial. Las esferasse producen y consumen en un contexto dediversificacin de elementos arquitectnicos: losasentamientos mostraron un aumento de poblacin,con construcciones diferenciadas en su interior quepodan tener hasta 30 metros de dimetro por 3metros de altura, calculados por los montculosque constituyeron sus basamentos. Hay espacios

    pblicos, evidenciados en plazas, suelos empedrados,sistemas de caminos, muros de proteccin. Lasesferas parecen haber sido elementos monumentalesinstalados para el consumo pblico, dispuestas enalineamientos y conjuntos en espacios abiertos(Quintanilla, 2004, pp. 30-35). No se ha logradoestablecer evidencia de las hiptesis que postulanrepresentaciones astronmicas.

    Desclasificar

    La ruptura con la historiografa tradicional implica

    el cuestionamiento de las clasificaciones y patronescon que se organiza la historia de la esttica. Serposible pensar en un perodo clsico pobre o en lasencillez coexistente con un barroquismo ornamen-tal. Esta ruptura parte de un desmoldamiento y unaabierta decisin por comprender OTRAS estticasy por establecer la coexistencia de diversidadesestilsticas predominantes y antagnicas. De algunamanera, la historia del arte y su consumo actual esevidencia de eso, y de la fragilidad de las argumen-taciones legitimadoras.

    De lo anterior se deriva otro cuestionamientonecesario relacionado con las categoras estticascon que se pondera un producto como arte.Esas esculturas esfricas que un pueblo produjodurante mil aos son arte u objetos arqueolgi-cos? Lo reconocido como artstico est ligado a lascategoras estticas legitimadoras de una institucio-nalidad cultural. En el trabajo cannico de Ferrero(1977) sobre la Costa Rica precolombina, las esferastienen una muy discreta mencin en el captulode Etnohistoria (p. 172) y una total ausencia enel captulo sobre Esttica y el Precolombino: artedeslumbrante. Se evidencia lo planteado sobre sureciente reconocimiento como producto con valoresttico. Su retrica de reiteracin est lejos de lacategora de originalidad y, a pesar de que no se ha

    logrado encontrar vestigios de los lugares o herra-mientas de fabricacin, al parecer se est frente aun cdigo simblico construido con una funcincomunicacional, por grupos humanos artesanalesespecializados que desarrollan un virtuosismo queprobablemente implica labor colectiva de produc-cin, propia de taller para transmisin de cdigosformales a partir de los cuales prcticamente nohay mucha preponderancia de la expresin singularo personal del fabricante, sino en la adscripcin aun sistema de trabajo y a una forma que reta su

    dominio.Poner en dilogo con otros objetos

    Si se integra a esta perspectiva la consideracin deotros objetos producidos por la misma cultura, valo-res como la originalidad y los patrones de diseose expresan a partir de variaciones de prototipos,por ejemplo, de la escultrica animal en figuras deespiga, los barriles tallados, las lozas funerarias, lasextraordinarias mesas ceremoniales y figurillas enoro constituyen variaciones en tamao, detalles, decdigos reiterados. La maestra en el tallado en pie-dra figurativo o en el vaciado de oro reflejan pocaimportancia de registrar la autora y s de mostrarel dominio de la techn como bsqueda de uncamino de expresin simblica. Tambin se denotadiversidad de produccin esttica: para consumoindividual con funcin de ornamentacin en el oro,mientras que en el trabajo en piedra hay escultricaritual probablemente de consumo colectivo y enno pocos casos ligado a objetos funcionales comometates, mesas, bancos.

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    En estas coordenadas es fundamental no aislar losobjetos esfera de los otros productos estticosde esa cultura, por lo que un abordaje de sistemapuede iluminar ms para descubrir una produccincompleja, diversa, que trasciende una dimensinfuncional y se complementa con un discurso quepropone una interpretacin (aunque no sabemoscul en el caso de las esferas), una conciencia est-tica que se vehiculiza en apropiacin/reproduccin/adscripcin de expresiones simblicas. La creativi-dad formal, la generacin de significados originales ola autonoma de las funciones prcticas con que sedefine un arte de artistas individuales, desarrolladocon fines explcitos de disfrute segn ciertos cdigosde legitimacin que implican competencias (propiosde la produccin artstica de Occidente a partir

    del Renacimiento segn resea Gombrich (1984),deben en este caso ceder ante el poder expresivo,unificador, de una esfera perfecta reiterada en mediode un asentamiento en un bosque lluvioso.

    La prctica esttica como produccin social

    El vaco de una gramtica para entenderlo puedellevar a especulaciones sin rumbo siguiendo aShiner (2004, pp. 119-415): pudo ser un arte enserie, arte religioso, arte oficial, ser el sello de dise-o arquitectnico, un elemento escenogrfico convalor de signo, o art tool desde alguna perspectiva

    ritual. Cmo caracterizar esas invenciones humanascomo arte? Se trata de un tema ideolgico, ya queimplica una asignacin de sentido: la historia, en suvitalidad voraz, vaca y llena las formas, las priva ydota de significado, seala Eco (2005, p. 304). Unavez ms depende de si nos adscribimos a la expre-sin de novedad formal o de contenido, cuyo efectoincita a nuevas actitudes artstico-culturales segnAcha (1993, p. 196).

    La representacin estilizada y abstracta que coexis-te con el desarrollo de otros lenguajes simblicos

    con figuracin tambin estilizada en animalstica yfiguras antropomorfas, hacen pensar en una cultu-ra que no conoca el trmino arte, pero invertaextraordinarias energas en su produccin esttica;baste sealar que ninguno de sus asentamientosse ubic en funcin de la disponibilidad de la rocagrantica que era trabajada en el sitio de yacimiento,para luego ser rodada a su destino, lo que implicabaun esfuerzo de transporte de 15 km o ms, tareatambin indudablemente colectiva. Es significativoque la esfera ms grande hasta ahora encontrada

    no fuera colocada en el espacio ms visible ni enel asentamiento ms grande. Con sus 2,54 metrosde dimetro y 16 toneladas de peso, se la ubica enuna ladera, lo que sugiere patrones diversos o cam-biantes de ubicacin o distribucin, probablementeligados a un sentido de conmemoracin o sacralidadespecial (Quintanilla, 2007, p. 92).

    Aparte del tamao y la ubicacin, otro aspecto desingularizacin de las esferas fue la diversidad deacabados, logrados mediante el uso de abrasivoslogrando diferentes texturas de superficie: las bsi-cas, en las que se aprecian muescas del golpeteo defabricacin, otras de superficie alisada o finamentealisadas y otras con un trabajo de pulido hasta unacabado brillante. En unas pocas (n= 10) se logranapreciar decoraciones de petroglifos mediante inci-

    siones en la piedra, que pueden o no ser contem-porneas a su produccin (Quintanilla, 2007, p. 106).

    A manera de cierre

    Silenciosas, siguen hablando. Fueron hechas con esaintencionalidad contundente: su material es piedraslida capaz de emerger de la selva, la tierra y el olvi-do. Su forma es a la vez sntesis abstracta y volumengeomtrico. Son nicas, pero hay muchas, iguales, dedistintos tamaos. La fabricacin y uso de las esferascomo esculturas pblicas fue expresin material deuna serie de ideas relacionadas con el concepto deesfericidad que se repiten idnticas por siglos. Estohace pensar en artefactos para indicar de maneraperdurable una evocacin, un recurso de memoria,que probablemente fue preciso y concreto parasus consumidores. La concentracin restringida auna ubicacin regional implica una fabricacin des-tinada al consumo interno: no circulaban fuera desu particular ubicacin, no obstante, al interior desta pudieron haber sido fijas o cambiar de lugar....Artefactos que comunican algo, cuyo reto tcnico

    y de organizacin del trabajo colectivo implica unadecisin social de alta inversin de energa, lo quelleva a pensar en su gran valor de posesin y repro-duccin como objeto simblico cuya gramtica seha perdido. Los estudios arqueolgicos dan cuentade una organizacin social compleja que pudo teneren su imaginario distintas funciones de comunica-cin, como la pertenencia, la identidad. Hoy el dis-curso perdido tiene guardados ambos potencialesde resignificacin: desde la dominacin o desde laresistencia.

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