Espacio s

download Espacio s

of 265

Transcript of Espacio s

  • espacios pblicos y estrategias campesinas ante la crisis en mxico

    pensar el futuro de mxicocoleccin conmemoratiVa De las reVolUciones centenarias

  • primera edicin: 30 de noviembre de 2010

    D.r. Universidad autnoma metropolitanaUam-xochimilcocalzada del Hueso 1100col. Villa Quietud, coyoacnc.p. 04960 mxico, DF.

    isbn: 978-607-477-391-0isbn de la coleccin: 978-607-477-287-6

    impreso y hecho en mxico / printed and made in mexico

  • luciano concheiro brquezarturo len lpez

    coordinadores

    espacios pblicosy estrategias campesinas ante la crisis en mxico

  • UniVersiDaD aUtnoma metropolitanaRector general, enrique Fernndez FassnachtSecretaria general, iris santacruz Fabila

    UniVersiDaD aUtnoma metropolitanaUniDaD xocHimilcoRector, salvador Vega y lenSecretaria de la Unidad, beatriz araceli garca Fernndez

    DiVisin De ciencias sociales y HUmaniDaDesDirector, alberto padilla ariasSecretario acadmico, Jorge alsina Valds y capoteJefe de la Seccin de Publicaciones, miguel ngel Hinojosa carranza

    pensar el FUtUro De mxico.coleccin conmemoratiVa De las reVolUciones centenariasCoordinador general, Jos luis cepeda DovalaSecretario, miguel ngel Hinojosa carranza

    conseJo eDitorialPresidente, Jos luis cepeda Dovala ramn alvarado Jimnez / roberto constantino toto / sofa de la mora camposarturo glvez medrano / Fernando sancn contreras

    comit eDitorial ramn alvarado Jimnez / Jorge ivn andrade narvez Jos luis cisneros / Francisco luciano concheiro brquez roberto eibenschutz Hartman / Francisco Javier esteinou madrid luis adolfo esparza oteo torres / Jos Flores salgado alejandro glvez cancino / arturo glvez medrano raquel adriana garca gutirrez / patricia gascn muro etelberto ortiz cruz / mario ortega olivares silvia radosh corkidi / ernesto soto reyes garmendia salvador Vega y len / luis miguel Valdivia santa mara

    asistencia eDitorialirais Hernndez gereca (diseo de portada)yaritza lpez bez / Varinia corts rodrguez

  • n D i c e

    presentacin ........................................................................................... 9Salvador Vega y LenAlberto Padilla AriasJos Luis Cepeda Dovala

    introduccinespacios pblicos y estrategias campesinas ....................................... 11Luciano Concheiro BrquezArturo Len Lpez

    al alba: mxico y sus campesinos en el gozne de los tiempos .................................................................. 35Armando Bartra Vergs

    la lucha de los campesinos ante la crisis alimentaria en mxico ................................................... 69Miguel Meza CastilloBlanca Olivia Acua Rodarte

    espacio pblico y desarrollo campesino en morelos ........................ 99Elsa Guzmn GmezArturo Len Lpez

    caficultores organizados de la Frailesca chiapaneca ..................... 121Mara del Rosario Cobo GonzlezLorena Paz Paredes

    Veinte tesis sobre los aportes y retos de las mujeres indgenas al discurso y a las prcticas polticas de los movimientos sociales .................... 143ngela Ixkic Duarte BaastianGisela Espinosa Damin

  • Dos estrategias de vida que se encuentran en un mismo espacio .......................................... 161Gisela Landzuri BentezLiliana Lpez Levi

    De autonoma a autonoma. la vinculacin para el desarrollo entre la Uam-xochimilco y el municipio autnomo de san Juan copala ............................... 187Luciano Concheiro BrquezPatricia Delia Couturier BauelosCarmela Cario TrujilloArmando Martnez Rosales

    partidos polticos, grupos de poder y organizaciones campesinas en el municipio de las margaritas, chiapas .................................... 209Roberto Diego QuintanaCarlos Andrs Rodrgez Wallenius

    Desarrollo rural, estado de excepcin y memoria. Una reflexin desde los movimientos sociales ................................. 237Alejandro Cerda Garca

    los autores ........................................................................................ 257

  • | 9 |

    presentamos pensar el futuro de mxico. coleccin conmemorativa de las revoluciones centenarias como parte de la celebracin del bi-centenario de la independencia de mxico y del centenario de la revolucin mexicana. en reconocimiento de la trascendencia de aquellos dos hechos histricos para la determinacin de la realidad contempornea de nuestro pas, los volmenes que integran esta coleccin abordan diver-sos aspectos sociales, econmicos, polticos, culturales e institucionales considerados centrales en el desempeo de la sociedad mexicana actual.

    el objetivo de la obra en su conjunto es la elaboracin de un anlisis crtico que permita la mejor comprensin de la realidad contempornea y facilite un balance de lo que hasta el momento se ha logrado y de cmo debern afrontarse los nuevos desafos previstos en el futuro.

    cada volumen de la coleccin ofrece la visin histrica de un tema, ex-plica las circunstancias actuales de nuestra nacin sirvindose de los hechos pasados considerados relevantes en la conformacin del mxico de hoy, y presenta alternativas para superar tanto los retos del presente como aque-llos que ya pueden ser avizorados en el desarrollo histrico de nuestro pas. la coleccin pretende hacer no slo una revisin descriptiva del pasado, sino una reflexin equilibrada acerca de las fortalezas que posee nuestra sociedad y de aquellas que debe propiciar para esbozar un proyecto de nacin en el que se privilegie el bien comn en un rgimen de respeto a las libertades, las diferencias y los derechos civiles de los ciudadanos.

    Salvador Vega y Len

    rector de la Unidad

    Alberto Padilla Arias

    Director de la DcsH

    Jos Luis Cepeda Dovala

    coordinador general de la coleccin

    presentacin

  • | 11 |

    introDUccinespacios pblicos y estrategias campesinas

    la encrucijada que vive mxico, se antoja en medio de estos tiem-pos preados de sentidos escatolgicos, compararla con las condi-ciones que llevaron a las guerras de independencia y la revolucin. en este libro constatamos la vitalidad social, cultural y poltica que emana desde los mundos rurales de nuestro pas, en particular de una vuelta al sentido de estrategia,1 en tanto horizonte de visibilidad histrico2 que per-mite vislumbrar utopas posibles sobre la base de un cambio profundo de la correlacin de fuerzas y el bosquejo de proyectos empeados en una transformacin del mundo rural y de mxico en su conjunto. son los cam-pesinos e indgenas en el gozne de los tiempos3 los que, recuperando su memoria nuevamente, parecen decididos a ser una parte fundamental de los cambios que exige la situacin actual.

    las experiencias expuestas en los captulos que integran este libro mues-tran cmo las estrategias, producto de las luchas e interaccin entre diver-sos sujetos en un cierto espacio pblico,4 contemplan el desarrollo

    1 Daniel bensad, sobre el retorno de la cuestin poltico-estratgica, Memoria, nm. 218, abril, mxico, 2007, pp. 5-13.

    2 ren Zavaleta, clase y conocimiento, Historia y Sociedad, segunda poca, nm. 7, mxico, 1975, pp. 3-8.

    3 en el presente volumen, armando bartra Vergs lo refiere de esta forma en su artculo al alba: mxico y sus campesinos en el gozne de los tiempos.

    4 al respecto, vanse los trabajos de arturo len lpez y margarita Flores, Desarrollo rural: un proceso en permanente construccin, Uam-xochimilco, mxico, 1991, p. 189; y el artculo de elsa guzmn gmez y arturo len lpez en este volumen.

  • 12 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    campesino e indgena como una cuestin de contrapoder, que permite acu-mular fuerzas para enfrentar los proyectos hegemnicos impuestos por me-dio de instituciones que centralizan las acciones y tienden a homogeneizar la diversidad. el contrapoder, para un desarrollo econmico desde lo pro-ductivo,5 se combina en un mbito territorial6 con procesos que refieren a la esfera de la reproduccin social7 y de lo que puede tambin definirse como estrategias de vida,8 parte desde dentro y desde abajo; sin embar-go, requiere de una conciencia de lo global para desplegar las acciones desde lo local, adems de hacer girar sus propuestas para representar un modelo de transformacin, el referente esencial de la equidad y el desplie-gue de formas de democracia que la recrean y reivindican, rompiendo el desencanto generalizado que sobre ella existe9 y abren caminos bajo el principio de esperanza.10

    para los pueblos indgenas y campesinos, la lucha por la tierra por la madrecita tierra,11 representa el fundamento material y simblico de su existencia y, con una larga trayectoria de ms de 500 aos, actualmente se ha proyectado en una abierta insurreccin municipal que, desde mediados de la dcada de 1980, lleg a tomar violentamente uno de cada diez muni-

    5 Vanse los artculos de miguel meza castillo y olivia acua rodarte, la lucha de los campesinos ante la crisis alimentaria en mxico; el de elsa guzmn gmez y arturo len lpez, espacio pblico y desarrollo campesino en morelos; y el de rosario cobo gonz-lez y lorena paz paredes, caficultores organizados de la Frailesca chiapaneca, del presen-te volumen.

    6 carlos Walter porto-gonalves, La globalizacin de la naturaleza y la naturaleza de la globalizacin, casa de las amricas, la Habana, 2008, p. 399; y su texto Del desarrollo a la autonoma: la reinvencin de los territorios, Memoria, nm. 238, octubre-noviembre, cemos, mxico, 2009, pp. 44-46.

    7 Vase, en el presente volumen, el artculo de ngela ixkic Duarte baastian y gisela espi-nosa Damin, Veinte tesis sobre los aportes y retos de las mujeres indgenas al discurso y a las prcticas polticas de los movimientos sociales.

    8 Vase, en este libro, el artculo de gisela landzuri bentez y liliana lpez levi, Dos estrategias de vida que se encuentran en un mismo espacio.

    9 Felipe campuzano Volpe, Autoritarismo y democracia en Amrica Latina. Los retos de la transicin, DcsH, Uam-xochimilco, mxico, 2007.

    10 Vanse, de ernest bloch, El principio esperanza 1, 2003; El principio de esperanza 2, 2006; El principio de esperanza 3, 2007, trotta, madrid.

    11 luciano concheiro, mara tarro y sergio grajales, el tlcan al filo de la navaja: notas para una propuesta de renegociacin, Liminar. Estudios Sociales y Humansticos, ao 5, vol. V, nm. 2, diciembre, Universidad de ciencias y artes de chiapas; san cristbal de las casas, mxico, 2007 pp. 108-128.

  • introDUccin | 13

    cipios de menos de cinco mil habitantes.12 esta lucha incesante que busca el poder local para la defensa de la tierra y sus recursos naturales, poco a poco ha ido dibujando procesos de autonomas municipales, regionales, de pueblos indgenas especficos y en general de distintas prcticas de territo-rialidad que recomponen, en el marco de la disputa con el gran capital y el estado, parte del espacio rural mexicano.13

    la marejada ms profunda proviene de los sin nombre... los sin ros-tro, entre ellos destacadamente, el ejrcito Zapatista de liberacin na-cional (eZln), que se alz en armas en 1994 luchando por la tierra, por la democracia, la libertad, la dignidad y una fraternidad que en su andar bus-ca abrirle los ojos al mundo para detener la barbarie del capital, ejerciendo e imaginando prcticas de la sociedad diversas, donde los muchos mundos quepan en un mundo con sus diferencias, donde los nosotros, los todos somos indios, puedan regirse por sus usos y costumbres, en sus territorios, de forma autnoma.14

    tambin destacan las movilizaciones y el movimiento social el campo no aguanta ms de los campesinos productores de mercado. las oleadas desde principios de este siglo vinieron de muchos lados, los primeros fue-ron los maiceros, seguidos de frijoleros, sorgueros, caeros, pieros, cafi-cultores, ganaderos, que en sus reclamos y demandas especficas se fueron entretejiendo para enfrentar las polticas neoliberales, hasta acabar defi-niendo lo que puede llamarse un programa poltico en defensa de sus pro-ductos, pero en lucha por la soberana y la autosuficiencia alimentaria.15

    12 adriana lpez monjardin, 1982-1988: un proyecto anticampesino y antinacional, Cuadernos Polticos, nm. 53, enero-abril, era, mxico, 1988, pp. 19-33.

    13 Vanse los artculos de luciano concheiro brquez, patricia couturier bauelos, car-mela cario trujillo y armando martnez rosales, De autonoma a autonoma. la vincu-lacin para el desarrollo entre la Uam-xochimilco y el municipio autnomo de san Juan copala; y el de roberto Diego Quintana y carlos rodrguez Wallenius, partidos polticos, grupos de poder y organizaciones campesinas en el municipio de las margaritas, chiapas, en este libro.

    14 enrique Dussel, sentido tico de la rebelin maya de 1994 en chiapas. Dos juegos de lenguaje, en m. tarro y l. concheiro (coords.), La sociedad frente al mercado, la Jorna-da/Uam-xochimilco, mxico, 1998, pp. 369-385.

    15 al respecto, es importante revisar las obras de blanca rubio, Explotados y excluidos. Los campesinos latinoamericanos en la fase agroexportadora neoliberal, UacH/plaza y Valds, mxico, 2003; y otro que ella misma coordin, El sector agropecuario mexicano frente al nuevo milenio, iis-Unam/plaza y Valds, mxico, 2004. Vase tambin el artculo de armando

  • 14 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    la lucha econmica adquiri as un claro sentido territorial, la agenda agraria de lucha por la tierra volvi a posicionarse, la perspectiva ambien-tal se convirti en un claro referente y ambas se extendieron a la defensa del mercado interno y a las propuestas de desarrollo ecolgicamente sus-tentable y culturalmente compatible.

    pero como afirma armando bartra en su artculo de este volumen, la gran crisis actual tiene como caracterstica distintiva la diversidad de for-mas que la integran, lo que hace que la convergencia de procesos sacuda a mxico en una debacle multidimensional que en el cruce de milenios impli-que grandes trnsitos precedidos por crisis agrarias de hace 100 y 200 aos, junto con las crisis derivadas del quiebre del modelo neoliberal, la salida es-peculativa que se busca para el mismo (particularmente en relacin con los granos para la alimentacin y la produccin de agrocombustibles), junto con procesos que expresan una crisis de orden civilizatorio que tiene como una de sus expresiones ms violentas la crisis ambiental. esta cita de crisis impo-ne tiempos turbulentos para los que las estrategias y espacios pblicos que les correspondan requieren de mltiples dimensiones que van del altermundis-mo, nuestra amrica (como dira Jos mart), al espacio de lo nacional y las dimensiones ms cercanas, representan tambin la combinacin de tareas de diversos rdenes segn sus contenidos y formas de lucha.

    producto directo de las luchas sociales y polticas de las masas rurales que se enmarcan en los efectos que tiene la mundializacin sobre la rees-tructuracin espacial del dominio del capital,16 podemos decir que la lucha por la tierra se ha transformado al representar para los campesinos e ind-genas de mxico, desde la disputa (interna y externa) del medio de produc-cin bsico para la economa campesina y su resemantizacin como referente simblico de las identidades tnicas, pasando por su adjetivacin en las prcticas de territorialidad, del llamado ecologismo campesino17 y la disputa por el poder espacialmente referido, hasta la base de un ejercicio horizontal de la democracia directa y del despliegue de las autonomas in-dgenas y municipales.

    bartra, De rsticas revueltas: aoranza y utopa en el mxico rural, en John D. Vargas (coord.), Proceso agrario en Bolivia y Amrica Latina, plural editores, la paz, bolivia, 2003, pp. 223-254.

    16 marco revelli, crisis del estado-nacin, territorio, nuevas formas de conflicto y socia-bilidad, Viento del Sur, nm. 11, invierno, mxico, 1997, pp. 56-66.

    17 Vctor manuel toledo manzur, el otro zapatismo. luchas indgenas de inspiracin ecolgica en mxico, Ecologa Poltica, nm. 18, icaria, barcelona, 1999, pp. 11-22.

  • introDUccin | 15

    as, los movimientos sociales observan al desarrollo desde un estado de excepcin enfrentado desde la memoria misma acumulada en el seno de los procesos sociales fuertemente cargados de un sentido identitario.18

    De esta manera, la defensa de la tierra va ms all de la disputa por el medio de reproduccin bsico de la economa campesina, puesto que emer-ge y cobra sentido sobre un espacio sistemticamente simbolizado, sacrali-zado y constantemente reconstruido en diversas prcticas de territorialidad. sta puede ser entendida como la (re)construccin de una espacialidad propia, subalterna y autnoma a la vez, invisible a los ojos del poder, donde se reconstruye el sujeto colectivo [...] es el espacio social vivido, distinto al espacio fsico de realidades materiales, y distinto a las representaciones ofi-ciales del espacio.19

    la llamada globalizacin ha despertado y hecho visibles fuerzas diversas que demandan un mayor protagonismo, posibilidad de decisin y partici-pacin en diversos ejercicios autnomos de poder. emerge as la praxis desde lo local, donde las transformaciones y utopas, as como la esperanza de un mundo mejor, aparecen como realizables, como futuros cargados de posibilidad. en medio del convulso escenario de las transformaciones glo-bales renace, paradjicamente, la fuerza de lo local, de las comunidades, las regiones, los municipios. as tambin surge atenco, como una comuni-dad que, desde lo local, despliega diversas formas de (re)territorializacin como arma de lucha para enfrentar la brutal (des)territorializacin moder-nizante encarnada en el megaproyecto aeroportuario. as, la comunidad, como totalidad compuesta de mltiples determinaciones, jerarquizada y estructurada por los propios actores, sujetos y clases sociales constituye el punto de partida y de llegada para entender los modos en que los campesi-nos dan sentido a las transformaciones globales desde sus propios referen-tes socio-espaciales o territoriales.

    Desde esta perspectiva, nos parece que aun en los tiempos de la moder-nizacin avasallante e incluso, quiz por ello, la reflexin sobre la comu-nidad tiene plena vigencia. es al interior de la misma donde podemos constatar la existencia de innumerables vnculos que se construyen en dife-

    18 Vase el ltimo artculo de esta obra, Desarrollo rural, estado de excepcin y memo-ria. Una reflexin desde los movimientos sociales, de alejandro cerda garca.

    19 Vctor toledo llancaqueo, polticas indgenas y derechos territoriales en amrica la-tina: 1990-2004. las fronteras indgenas de la globalizacin?, en p. Dvalos, Pueblos ind-genas, Estado y democracia, clacso, buenos aires, 2005, pp. 67-102.

  • 16 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    rentes niveles, desde el mbito de gnero, de lo familiar hasta los ms am-plios escenarios de los ritos y ceremonias colectivas, pasando por un conjunto de expresiones sociales como el mbito de lo microsocial que tienen que ver con las formas de organizacin de los grupos domsticos, las relaciones de los habitantes en los barrios y los patrones de la relacin co-lectiva propios de la vida cotidiana. todos estos vnculos son producto del largo devenir histrico y le confieren a la comunidad una fuerte identidad cultural, misma que asume un papel de vital importancia en la vida de la comunidad, ya que hace posible, en momentos coyunturales, enfrentar la presencia de amenazas externas.

    la lucha por espacios pblicos refiere a una forma particular de apro-piacin territorial, donde el propio espacio y la resistencia interactan y se impactan mutuamente. los movimientos sociales, como se plantea en este libro, despliegan prcticas sobre un lugar especfico y, al mismo tiempo, dentro de un marco ms amplio de reestructuracin global del capitalismo, en lo que Ulrich oslender llama espacialidad de resistencia.20

    la espacialidad de resistencia se objetiviza en territorios productivos, en la reproduccin social, y toma forma en nuevos sentidos de lo pblico, redefiniendo tanto la esfera privada como las dimensiones estatales, desde las prcticas sociales en una espacialidad plural construida por medio de la historia especfica que combina luchas ideolgicas, religiosas y estrategias de vida. pero a la vez, los espacios pblicos y las estrategias campesinas son un palimpsesto de representaciones, historias reescritas donde se superpo-nen los conflictos.21

    puede desprenderse del conjunto de la presente obra, que los tiempos y ritmos de la vida rural son uno de los puntos clave de referencia de las es-trategias campesinas desde los espacios pblicos, incluyen no slo los tiem-pos condensados en las luchas sino los tiempos de vida que toman forma en las diversas actividades, las festividades, las migraciones, la milpa o la produccin especfica que acaban imponiendo caractersticas a las pro-puestas de transformacin econmica, social y poltica.

    20 Ulrich oslender, espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una espacialidad de re-sistencia, Scripta Nova. Revista electrnica de geografa y ciencias sociales, vol. Vi, nm. 115, junio, Universidad de barcelona, barcelona, 2002, pp. 20.

    21 carlos Zambrano, territorios plurales, cambio sociopoltico y gobernabilidad cultu-ral, en grupo de investigacin territorialidades, Territorio y cultura. Territorios de conflic-to y cambio sociocultural, Departamento de antropologa y sociologa, Universidad de caldas, manizales, colombia, 2001, pp. 19-67.

  • introDUccin | 17

    las estrategias campesinas y de otros sujetos y actores sociales como las mujeres, los jvenes, los indgenas, toman forma en contrapoderes que tie-nen sentido en una particular combinacin de una economa moral o eco-noma de las multitudes22 que, desde el nivel de la sobrevivencia y la insercin campesina, en medio de la cita de crisis, retoman las propias ex-periencias y prcticas de los sujetos sociales ubicando el desarrollo en una escala humana.23 tenemos as una amplia gama de caminos alternativos que dependen del enlace de las diversas propuestas y de la lucha por espa-cios de contrapoder y particularmente de tcticas para su consolidacin frente a un estado en retirada o de plano con rasgos cada da ms firmes de una condicin de excepcin.

    en esta perspectiva, el artculo de miguel meza y olivia acua, que reco-ge un balance pormenorizado del neoliberalismo, la crisis y soberana ali-mentarias, en particular la crisis de la tortilla, plantea cules han sido las estrategias que los campesinos excedentarios han impulsado para disputar el mercado agroalimentario a estas empresas y con ello promover la lucha por la soberana alimentaria y establecer un programa de disputa por la nacin.

    entre los espacios pblicos de las estrategias campesinas destacan, en el mbito productivo de competencia con economas de escala como el jito-mate y otros cultivos, el caso que analizan en el morelos campesino para el presente volumen elsa guzmn y arturo len: para un cultivo tan difcil, hay una complementariedad y combinacin de los mercados y lo que llaman espacios pblicos que le permiten, con un especial manejo de la va-riable tecnolgica, que los productores logren una mayor retencin de exce-dentes. las transformaciones regionales en los altos de morelos, que se han dado alrededor del cultivo del jitomate, son producto de dinmicas sociales complejas que establecen redes con diversos agentes que definen relaciones y campos de negociacin que los autores definen como espacio pblico, como mbitos de relaciones democrticas y espacios de recreacin de rela-ciones de igualdad y equidad en torno a ciudadanas de nuevo tipo.

    en trminos generales, los nichos de mercado (caf orgnico, miel, turismo ecolgico) y los llamados mercados solidarios, junto con el fortale-cimiento de los mercados locales y regionales por medio del trueque mo-

    22 Vanse de e.p. thompson, Tradicin, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, 1989; y Costumbres en comn, crtica, barcelona, 1995.

    23 anna monjo, entrevista a manfred max-neef. Hacia un desarrollo a escala humana, una poltica participativa, Ecologa Poltica, nm. 7, icaria, barcelona, 1994, pp. 7-13.

  • 18 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    derno entre los campesinos y otros productores, as como con los consumidores, redundan en un incremento del empleo local, en la diversifi-cacin y articulacin de las fuentes de ingreso, y en la elevacin del grado de autosuficiencia de las unidades campesinas de produccin, y del de sus comunidades, permitiendo una intra-acumulacin por medio de ahorros propios y la formacin de organizaciones como las uniones de crdito y las cajas de ahorro.

    en este sentido, la experiencia de organizacin de los caficultores en chia-pas, descrito en el artculo de rosario cobo gonzlez y lorena paz paredes, desde la economa familiar, combina la reconversin orgnica de este cultivo con un anlisis de los mercados, los agentes directamente involucrados en una bsqueda del paradigma de la organizacin social que, en relacin con la economa familiar, son organizaciones multiactivas que buscan adaptarse a los cambios diversificando actividades y estrategias; en ello destacan las autoras mencionadas consiste su vitalidad y persistencia.

    el principio de equidad,24 si bien depende para ser viable de las estruc-turas de dominacin, representa el eje de la acumulacin de cambios en el mundo rural. la equidad tiene un correlato con la base econmica, pero tambin con las relaciones sociales, polticas y en particular las culturales, en las que se desenvuelve el mundo campesino y rural. por ello, en la bs-queda de la equidad, los movimientos sociales enfrentan la modernizacin, pero tambin, en trminos ms profundos, el ncleo de modernidad que sta encierra; las formas de dominacin no slo polticas sino las que entra-an la reproduccin social del propio dominio, por eso es fundamental una perspectiva de gnero;25 el camino a la equidad tambin exige un reconoci-miento de la diferencia y de sus posibilidades de expresin autnomas, del reconocimiento de prcticas constituyentes que van ms all del pacto social. Vistas as, las estrategias campesinas referidas en este libro no slo

    24 Vanse, de carlos guerra, Democracia y participacin ciudadana: en busca de la equidad o de nuevos recursos?, Revista Mexicana de Sociologa, ao lVi, nm. 3, julio-sep-tiembre. iis/Unam, mxico, 1994, pp. 191-204; manuel chiriboga, Desarrollo agropecua-rio que necesitan amrica latina y el caribe: democracia econmica y crecimiento con equidad, en Amrica Latina: opciones estratgicas de desarrollo, nueva sociedad, caracas, Venezuela, 1992, pp. 219-237; y, del mismo autor, Desigualdad, exclusin tnica y partici-pacin poltica: el caso de conaie y pachacutik en ecuador, Alteridades, ao 14, nm. 28, julio-diciembre, Uam, mxico, 2004, pp. 51-64.

    25 Kirsten appendini, la perspectiva de gnero en la teora econmica y en los estudios de desarrollo, Umbrales. Revista del posgrado en Ciencias del Desarrollo, nm. 11, septiem-bre, ciDes/Umsa, la paz, bolivia, 2002, pp. 131-162.

  • introDUccin | 19

    son movimientos de resistencia sino de reconstruccin de las propias for-mas de organizacin que, en proceso pleno de contradicciones, recuperan y dignifican a los productores o sitan en trminos centrales a las mujeres, a la vez que reconocen alteridades.

    la relacin entre modernizacin y equidad es en s misma contradicto-ria. la modernizacin en sentido econmico se relaciona con la aplicacin de la tcnica a la produccin y por lo tanto no presupone formas de distri-bucin de la riqueza social ni est vinculada necesariamente con ciertas formas de organizacin social de la produccin ni con determinadas rela-ciones laborales. si bien implica estilos de gestin racional de la actividad productiva, stos sin embargo pueden desenvolverse bajo diverso tipo de unidades productivas, particularmente desde el punto de vista de su tama-o y de las formas de propiedad. en este sentido, un estilo de moderniza-cin incluyente, equitativa, implica reestructurar el estado desde lo local, sobre la base de la participacin democrtica e incluyente, al tiempo que ste es garante de los recursos26 y especficamente de las formas de propie-dad, como la llamada propiedad social, fundamento de la forma comuni-dad.27 slo en ese sentido puede pensarse un ajuste en trminos amplios, que resuelva simultneamente el problema de la integracin econmica y de mercado, con una fundada economa moral estructurante de la equidad, como en el caso de la lucha por la soberana alimentaria.

    en trminos generales, lo anterior ha exigido un amplio proceso de par-ticipacin social que enfrenta temas bsicos como los ambientales, y la re-forma del sentido de lo pblico y su expresin en los trminos de instituciones eficientes y abiertas a la participacin ciudadana, cuyas deci-siones emanan de la elaboracin de polticas pblicas y, por otro lado, de organizaciones sociales con capacidad de demanda y de gestin que repre-senten adecuadamente a sus integrantes. esto ltimo requiere, como se plantea en este libro, del fortalecimiento de las organizaciones civiles, so-ciales, de productores y empresas campesinas, de mecnicas de ejercicio del poder interno y de la toma de decisiones, propiciando la elevacin en el nivel de conocimientos, destreza y habilidades como factor clave para lo-grar la apropiacin de los procesos productivos, para una real autogestin.

    26 manuel chiriboga, Desarrollo agropecuario que necesitan amrica latina y el cari-be... op. cit., pp. 219 y 231.

    27 lvaro garca linera, Forma valor y forma comunidad, clacso/muela del Diablo/co-muna, la paz, bolivia, 2009.

  • 20 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    pero tambin, que las estrategias campesinas refuercen la llamada econo-ma moral, porque parten de la lgica de la reproduccin social y, con ello, dan cabida a proyectos ms generales como las luchas mencionadas por la conservacin de las semillas, la autosuficiencia alimentaria y la agricultura sustentable. esta estrategia parte de una concepcin distinta de cmo se construyen-reconstruyen los mercados, ms all de la idea que se tiene de ellos econmicamente, ya que aparecen como espacios producidos histri-camente, mbitos de distribucin y de desarrollo cultural y poltico.28

    la diversificacin productiva es constitutiva de la dinmica de repro-duccin campesina, pero en condiciones de especializacin como puede ser la de los servicios en el caso que tratamos est directamente ligada a lo que ha dado en llamarse el manejo del riesgo, o aquello de no poner todos los huevos en la misma canasta. esto permite disminuir la vulnera-bilidad ante los riesgos naturales y del mercado,29 y tambin est ligado a la creacin de agroindustrias y organizaciones de segundo y tercer nivel, y a lo que ha dado en llamarse una planeacin estratgica, desplegada desde la administracin municipal.

    en trminos operativos, esta estrategia presupone una territorialidad agraria junto con una visin ecolgica de desarrollo sostenido, para articu-lar una verdadera revolucin ecolgico-agraria que reformule, de manera completamente nueva, las formas de propiedad y de apropiacin de los re-cursos naturales en mxico.30 en el sentido que plantea Vctor manuel toledo, no basta ya que se produzca mucho, se requiere adems que estos volmenes se generen sin destruir o deteriorar los recursos que intervienen en el proceso, es decir, que se hagan sostenibles a lo largo del tiempo.31

    28 mara tarro, luciano concheiro y sonia comboni, polticas pblicas y campesinado en mxico. Del modelo neoliberal al movimiento el campo no aguanta ms, Tierra Aden-tro. Revista de Estudios Rurales, nm. 3, segundo semestre, cear/Universidad nacional de colombia, bogot, colombia, 2007, pp. 87-99.

    29 gerardo alatorre, La viabilidad de las empresas forestales campesinas, mimeo, 1994, pp. 7-8.

    30 Vanse, de Vctor manuel toledo manzur, comentario 1. la crisis ecolgica: segunda contradiccin del capitalismo?, Marx ahora, nm. 3, la Habana, 1997, pp. 181-183; Zapa-ta ecolgico: la rebelin indgena en chiapas y la batalla entre la naturaleza y el neoliberalis-mo, Ecologa Poltica, nm. 13, icaria, barcelona, 1997, p. 35; La paz en Chiapas: ecologa, luchas indgenas y modernidad alternativa, Quinto sol/Unam, mxico, 2000, pp. 256.

    31 Vctor manuel toledo manzur, Zapata ecolgico: la rebelin indgena en chiapas y la batalla entre la naturaleza y el neoliberalismo, Ecologa Poltica, nm. 13, icaria, barcelona, 1997, p. 37.

  • introDUccin | 21

    sin embargo, las propuestas y las prcticas de los campesinos a lo largo y ancho del pas plantean un camino posible por recorrer, en la perspectiva de la recuperacin del sentido estratgico.

    las familias campesinas siguen esforzndose para producir los granos para su alimentacin, cultivados bsicamente en tierras de temporal, de tlacolol, con mtodos tradicionales o en procesos que las insertan en el mercado. pero su produccin, depende cada vez ms de la capacidad que tenga la unidad domstica de conseguir fuera del predio los recursos que se requieren para financiar las labores agrcolas indispensables y de espacios que redefinen lo pblico, desde lo social.32 estos gastos se sufragan con las actividades preponderantes fuera de la agricultura, especialmente el co-mercio, pero tambin por medio de las remesas33 que envan los familiares emigrados y, en parte, de los programas del pobrismo oficial, como el programa oportunidades. estas estrategias de sobrevivencia ligan estre-chamente a la poblacin rural de bajos ingresos al mercado de trabajo, as como al del dinero y de productos, hacindose sumamente vulnerable a toda una serie de cambios negativos relacionados con la crisis.34

    la crisis ecolgica y social, producto del paradigma de la agricultura industrial moderna, tiene como dice bartra en su artculo una dimensin civilizatoria que obliga a replantear las estrategias de desarrollo rural y los modelos tecnolgicos empleados. parte sustancial de este posible cambio de paradigma son los aportes de la agroecologa y disciplinas afines como el control biolgico y la etnobiologa, que se alimentan del conocimiento de las virtudes ecolgicas y sociales de los sistemas agrcolas campesinos. el saber campesino se convierte en un recurso y no en un obstculo en este cambio de paradigma. en este marco general, vale la pena mencionar un elemento que destaca en el caso de caficultores organizados de la Frailesca chiapaneca.

    32 nuria cunill grau, Repensando lo pblico a travs de la sociedad. Nuevas formas de gestin pblica y representacin social, nueva sociedad/claD; caracas, Venezuela, 1997.

    33 alma muoz, remesas familiares y su impacto en el crecimiento econmico 1950-2004, Anlisis econmico, vol. xxi, nm. 46, primer cuatrimestre, Uam-azcapotzalco, mxico, 2006, pp. 23-57.

    34 Vanse, de luciano concheiro, mara tarro y sergio grajales, el tlcan al filo de la navaja: notas para una propuesta de renegociacin, op. cit., pp. 108-128; cynthia Hewitt de alcntara, Reestructuracin econmica y subsistencia rural, mxico, el colegio de mxi-co, 1992, pp. 50-51; y en este libro el artculo de armando bartra.

  • 22 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    la agricultura sostenible se caracteriza por cultivos poliespecficos; con-trol biolgico de plagas, malezas y enfermedades; fertilizacin con materia-les orgnicos; la rotacin de cultivos; la integracin de la agricultura con la ganadera y la produccin forestal; y el uso de recursos locales, todos estos elementos se cumplen en la lgica del productor campesino. es ms pro-ductivo el policultivo maz-frijol-calabaza de la llamada milpa.

    no se trata de un simple retorno romntico (aunque de ese sentido parta su posible fuerza cultural), que en trminos de la lgica del mercado sera inviable, lo que se puede referir desde las experiencias que se analizan en los artculos siguientes, es analizar la posibilidad de un modelo de desarro-llo que transforme el agro a partir de un manejo adecuado de la naturaleza y del reconocimiento del saber de las comunidades rurales, para sentar ciertas bases para la superacin de la crisis ambiental y alimentaria, como parte de la crisis civilizatoria.

    este planteamiento es, en cierta medida, una realidad que ha sido impul-sada por diversas organizaciones, la mayora indgenas, que aglutinan cien-tos de comunidades, especialmente en el sur del pas. Destacan los productores de caf orgnico, las comunidades forestales de campeche y Quintana roo en el trpico y de la sierra norte de oaxaca, los pescadores de varios lagos del centro del pas y ribereos a lo largo de las costas. lla-man la atencin los importantes xitos en cuanto a productividad de las comunidades de san Juan pueblo nuevo en michoacn o las de la regin de Usila en oaxaca. en el caso de cultivos de exportacin destaca el caf org-nico de comunidades de chiapas y oaxaca, que han logrado vincularse con nuevos mercados en europa y estados Unidos o la cooperativa de vainille-ros de la chinantla o la exportacin de la alegra. en la misma perspectiva se encuentran las plantas medicinales, junto con el fortalecimiento de ese tipo de medicina, los hongos y varias especias35 y, en un sentido biocultural, puede hablarse de una biodiversidad ligada en trminos indisolubles, cultu-ralmente, a los territorios indgenas como los define eckart boege.36

    35 Vctor manuel toledo manzur, repensemos el agro: hacia una modernizacin basada en la reconversin ecolgica, en La modernizacin del sector agropecuario, iie-Unam, mxico, 1991, pp. 378-386; La paz en Chiapas: ecologa, luchas indgenas y modernidad alternativa, Quinto sol/Unam, mxico, 2000, pp. 256.

    36 eckart boege, El patrimonio biocultural de los pueblos indgenas de Mxico. Hacia la conservacin in situ de la biodiversidad y agrodiversidad en los territorios indgenas, inaH/cDi, mxico, 2008.

  • introDUccin | 23

    en un plano ms abstracto pero que permite redimensionar los aspectos citados, tenemos que en trminos de la modernidad, la dinmica social que determina la actual crisis es de un orden civilizatorio, porque es resultado directo de la racionalidad ltima del modelo econmico dominante y de la suma de una serie de crisis de distinto alcance.

    el cuestionamiento de un camino de desarrollo, que bsicamente se fun-damenta en las revoluciones industriales (incluimos la revolucin verde y la biotecnolgica) y en la llamada civilizacin occidental, tiene un fundamen-to bsico en el patrn sinttico mesoamericano. la matriz de civilizacin indoamericana se estructura en torno a los principios de reciprocidad (en las relaciones sociales y entre los hombres, la naturaleza y el cosmos); auto-suficiencia, con valores derivados que privilegian la diversificacin frente a la especializacin y desestimulan la acumulacin en beneficio de la igual-dad, todo ello sustentado en una cosmovisin en la que el hombre no es el centro del universo sino un integrante ms que debe encontrar formas de relacin armnica con el resto.37 las estrategias son realmente alternativas en su dimensin civilizatoria, porque si los valores trascendentes de la civi-lizacin mesoamericana38 son los ejes que articulan las matrices culturales, segn las cuales interpretan y organizan su vida los sectores mayoritarios de nuestra sociedad rural, el mxico profundo, entonces a partir de ellos, de ese otro esquema civilizatorio, es posible disear un proyecto nacional inclusivo (es decir, plenamente nacional y verdaderamente democrtico), que no pretenda ser autrquico frente a los muchos logros de la humanidad en su conjunto.

    la propuesta desde el mundo rural tiene as una cara puesta en las uto-pas realizables, que a la vez se sostiene en un anlisis cientfico del flujo de energa y de materiales. De esta manera, la propuesta desde un ngulo civi-lizatorio tiene el sentido de una modernidad alternativa.

    en general, fuera de las principales zonas de agricultura comercial, el cultivo de maz est asociado con el de frijol, calabaza y otros productos agrcolas, que hacen de las prcticas culturales de los campesinos, un punto

    37 eckart boege y narciso barrera, produccin y recursos naturales en los territorios t-nicos: una reflexin metodolgica, en a. Warman y a. argueta (coords.), Nuevos enfoques para el estudio de las etnias indgenas en Mxico, ciiH, Unam/miguel ngel porra, mxico, 1991, p. 96.

    38 guillermo bonfil batalla, Mxico profundo. Una civilizacin negada, conaculta/grijal-bo, mxico, 1989, p. 141.

  • 24 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    de arranque para los planteamientos de agricultura diversificada frente a la especializada o industrial, que desestimulan la acumulacin en beneficio de la igualdad, todo ello sustentado en una cosmovisin en la que el hom-bre no es el centro del universo sino un integrante ms que debe encontrar formas de relacin armnica con el resto de la naturaleza.39 esto hace que el desarrollo tenga que aprender a vivir con, desde y para la diversidad. las expresiones de la cotidiana diversidad estn, como se deca, en la sociedad campesina, y es ah donde los movimientos, en relacin con la cuestin ambiental, pueden tomar un sentido tambin alternativo, de un ecologismo que sea referente para una sntesis de contradicciones y de posibles alianzas a escala global, partiendo de una propuesta campesina popular, como la de-nomina martnez alier40 en alusin al movimiento narodniki ruso, anclado en la madrecita tierra, referido como planteamos en el segundo artculo de este libro, al mito de origen.

    el territorio, una construccin que obedece a procesos histricos de lar-ga duracin sedimentados en la cultura y en un profundo sentido de iden-tidad, est sujeto como hemos planteado a momentos histricos de alta concentracin de subjetividades que le imprimen un rumbo, y en el que las prcticas adquieren formas polticas, donde los sujetos son producentes de su propia realidad y abren sentidos de futuro, donde la matria41 se contra-pone y une a la patria. la lucha contra el capital, por la disputa de los re-cursos, particularmente la tierra, representa sin dudarlo uno de esos momentos de intensidad social y una suma en lo ecolgico,42 la manera como se construyen los sujetos a pesar y por medio de sus historias, desde su memoria.

    el desarrollo campesino ha partido de las necesidades reales y sentidas por la poblacin, especialmente en el mbito familiar; esto genera la bs-queda de satisfactores que desembocan en valores y normas de conducta establecidos en comn,43 base a su vez de una red de identidades y sobera-

    39 eckart boege y narciso barrera, produccin y recursos naturales en los territorios t-nicos: una reflexin metodolgica, op. cit., p. 96.

    40 Joan martnez alier, De la economa ecolgica al ecologismo popular, icaria, barcelo-na, 1992.

    41 luis gonzlez y gonzlez, suave matria, en Invitacin a la microhistoria, clo, mxico, 1997, pp. 167-187.

    42 carlos Walter porto-gonalves, Geo-grafas. Movimientos sociales, nuevas territoriali-dades y sustentabilidad, siglo xxi editores, mxico, 2001, pp. 298.

    43 anna monjo, entrevista a manfred max-neef..., op. cit., p. 9.

  • introDUccin | 25

    nas que encuentran un principio en la produccin de alimentos y en la re-creacin cultural de las comunidades en un espacio esencialmente local. por eso, al mencionar este referente espacial, se entiende compuesto por micro-organismos no formales, que operan bajo una racionalidad distinta a la del capital, como son las economas domsticas, las comunidades cam-pesinas o la economa sumergida.

    el plano de lo local es el de las naturales construcciones de contrapoder y el paso de lo local a lo regional, o de lo micro a lo macro, y de la construc-cin de organizaciones de segundo o tercer nivel, dependen de una dimen-sin ms bien poltica, en el sentido tradicional del trmino, esto es, de una buena estrategia de alianzas y del referente legal e institucional. los proyec-tos de desarrollo no se insertan en un vaco semntico, sino en una cultura, en una tradicin. el valor simblico de los logros visibles, en particular los servicios, refuerza los prestigios de distinta ndole, tanto la legitimidad de los dirigentes y de las familias principales, como el de cada comunidad ante las otras de la regin. cada avance concreto se convierte en un fetiche positivo, ms all de su importancia econmica, por su relevancia ideolgi-co-cultural.44

    es decir, lo que potencialmente puede hacerse en los mbitos locales, en general se resuelve localmente, ello choca con las ideas de una globaliza-cin aplastante, generadora de dependencias unvocas. las intervenciones de tipo macro tienen casi siempre una perspectiva homogeneizante que di-ficulta hacer discriminaciones positivas hacia un sector u otro.45

    la identidad comunitaria, nos parece que queda expuesta claramente en el caso que analizan gisela landzuri bentez y liliana lpez levi, no est atada a su contraparte: la modernizacin o la ciudadanizacin construida a troche y moche, sino que se une como un lugar en la historia y da origen a diversas identidades con el caminar nacional, desde el reforzamiento de la identidad local, entendida por lo que da un sentido al habitar. el estudio aborda el caso de los chinamperos, originarios de san gregorio atlapulco, xochimilco, esto es, en un espacio rural-urbano, donde se analizan las es-trategias para la reproduccin de un espacio agrcola, rural, de gran tradi-cin indgena, con una religiosidad popular muy rica, cargadas de una

    44 gerardo alatorre, La viabilidad de las empresas..., op. cit., pp. 5-6.45 manuel chiriboga, Desarrollo agropecuario que necesitan amrica latina y el cari-

    be..., op. cit., pp. 231-232.

  • 26 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    memoria colectiva enraizada en la cultura y el territorio del que se apro-pian y les es propio.

    existe, por lo dicho en los prrafos anteriores y si vemos de conjunto las experiencias referidas en este libro, una tensin entre los abstractos intereses colectivos y los intereses particulares concretos y efectivos. los grupos de inters generan identidades que se confrontan o sirven de base a colectividades ms amplias, por eso la lgica de las identidades sirve como gua de los proyectos de desarrollo alternativos. as, es fundamental con-templar al desarrollo como autorreproductivo, en tanto se finca en la propia lgica de las unidades de produccin campesina y, en ese tenor, ver cmo inciden los proyectos productivos en las estrategias familiares de so-brevivencia y reproduccin, y en una perspectiva ms amplia reconocer en la creciente autosuficiencia y avance de la seguridad alimentaria un ele-mento bsico de las estrategias para el campo mexicano.

    estas estrategias son alternativas, en tanto se vuelven hacia lo local y lo regional para adquirir una nueva perspectiva global que rompe con el gre-mialismo y el economicismo, al conjuntar las luchas por la apropiacin del proceso productivo con la de los circuitos de la vida social, lo que supone una organizacin polivalente de gestin y gobierno de los municipios,46 junto con el control comunal, que no estatal, de los medios de produccin en la perspectiva del ecologismo de la sobrevivencia.47

    el tema central es la jurisdiccin de cada institucin (comunidad, ejido, municipio, reserva, parque, gobierno del estado, secretara de medio am-biente), pero antes que nada la correlacin y ejercicio de la fuerza sobre el espacio para transformarlo en pblico. el movimiento y la recuperacin de las estrategias de vida han redundado en el control de las condiciones de produccin y reproduccin, que finalmente representa el control poltico, econmico, cultural, y se expresa en procesos autonmicos por medio de una territorializacin, es expresin de la sedimentacin de las luchas expresa-das en el poder jurisdiccional para ejercer autoridad e imponer dominio.48

    el carcter espacial de la pobreza rural implica la necesidad de generar condiciones propicias para la modernizacin de la regiones pobres, que abra

    46 Julio moguel y enrique Velzquez, crisis del capital y desarrollo sustentable: reorga-nizacin productiva y descentralizacin, en El Cotidiano, ao 8, nm. 47, mayo, Uam, mxico, 1992, p. 69.

    47 Joan martnez alier, De la economa ecolgica..., op. cit., p. 9.48 carlos Zambrano, territorios plurales, cambio sociopoltico..., op. cit., pp. 19-67.

  • introDUccin | 27

    oportunidades de empleo y genere condiciones para la modernizacin de las pequeas unidades productivas49 en el sentido anteriormente descrito.

    territorio plural que hemos referido, donde se ha reescrito la historia sobre las luchas anteriores y se superponen los conflictos. pero a la vez, esa espacialidad exige pensar estrategias y prefigurar nuevas relaciones socia-les. en este paso se transita del territorio y los espacios pblicos como referente cultural, como un espacio de conflicto, a un espacio poltico y, en este caso, a un territorio referido a la economa y ecologa poltica. esta dinmica sociopoltica gira en torno, como ya decamos, en primer trmino al derecho de pertenencia a un espacio50 pblico, en una suerte de ciuda-dana campesina. en este sentido, el dominio sobre la tierra, sobre las re-glas no escritas de su movilidad, de su uso, pasan al plano del dominio en cuanto soberana, y a un ejercicio especfico de territorializacin de lo poltico frente al fenmeno de la desterritorializacin de la poltica y la crisis del estado-nacin.51

    Varios movimientos han transitando de la defensa de intereses inmediatos al planteamiento de modernidades alternativas, de polticas nacionales y mundiales, especialmente reconociendo que la integracin econmica lati-noamericana debe anteceder a la integracin a la economa continental y mundial. a raz del desarrollo del tratado de libre comercio de amrica del norte (tlcan), se han agudizado los contrastes entre norte y sur; por ello, se plantea recuperar varias de las atribuciones de los estados nacionales des-echadas por el neoliberalismo52 y un planteamiento de cooperacin y desa-rrollo que incluya la proteccin ambiental, un desarrollo sustentable, y en general los derechos humanos y laborales, con el planteamiento de un mejor nivel y calidad de vida para la poblacin rural. particularmente ilustrativo de lo anterior es el artculo de miguel meza castillo y olivia acua rodarte.

    49 manuel chiriboga, Desarrollo agropecuario que necesitan amrica latina y el cari-be..., op. cit., p. 222.

    50 carlos Zambrano, territorios plurales, cambio sociopoltico..., op. cit.51 guillermo almeyra, el estado de competencia. la lucha por otra mundializacin y los

    actores de la resistencia, en beatriz canabal, aline Hemond et al., Moviendo Montaas... Transformando la geografa del poder en el sur de Mxico, el colegio de guerrero, chilpan-cingo, guerrero, 2002, pp. 17-30; lo poltico y la poltica en la mundializacin, en g. valos (coord.), Redefinir lo poltico, Uam-xochimilco, mxico, 2002, pp. 299-313.

    52 ruy mauro marini, acerca de la reforma del estado en amrica latina, en Estado, nuevo orden econmico y democracia en Amrica Latina, nueva sociedad, caracas, 1992, pp. 177 y 181.

  • 28 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    en contradiccin con el despliegue de entidades internacionales cada vez mayores, el mundo rural da fundamento a referentes de identidad vincula-dos a las races histricas, tnicas y culturales de cada pueblo, convirtindose en referente de particularismos orgnicos a diversos niveles, empezando por el local y regional, esto es, territorializando la democracia, permitiendo un ejercicio horizontal de la misma,53 base del despliegue de procesos autoges-tionarios y autonmicos.

    en el artculo acerca del municipio autnomo de san Juan copala, oaxaca, se analiza el particular camino de los triquis autonmicos, de su recuperacin de espacios, especficamente aquellos bsicos para la existen-cia comunitaria.

    Hay que recuperar para la memoria el hecho de que la modernizacin impuesta por medio de las polticas de ajuste estructural ha sido bsica-mente antidemocrtica y ha ejercido un nivel de violencia extremo, al ser socialmente excluyente al beneficiar a unos cuantos y, junto con ello como refiere alejandro cerda en el ltimo artculo de este libro, en el plano po-ltico, prefigura un estado de excepcin; por ello, las salidas campesinas estn ligadas finalmente al cmo resolver esta cuestin desde lo que l lla-ma los usos pblicos de la historia y la memoria para la resignificacin del espacio y tiempo.

    es importante recordar que si bien se acab el ciclo de un patrn estatal organizador del desarrollo, la inercia de la expansin burocrtica hace al modelo actual cada vez ms ineficaz, sumado a la escasez de recursos esta-tales para satisfacer las demandas sociales ms apremiantes, por lo que las alternativas dependen ms que nunca de los sujetos sociales mismos. a esto se suma, hay que insistir en ello, un proceso de criminalizacin por parte del estado de los movimientos sociales.

    es por medio de la apropiacin de los recursos en especial de la tie-rra, de un desarrollo con equidad, de las identidades especficas y colecti-vas, de contrapoderes, de la autonoma, de la territorializacin de la democracia (en diversos procesos sociales, econmicos, polticos, tnicos, culturales; hasta la construccin y el reconocimiento de las autonomas te-rritoriales), que se van construyendo los caminos de un desarrollo desde los movimientos sociales. esto implica diversos procesos como el reconoci-miento pleno de los derechos y cultura de los pueblos indios y las regiones

    53 ruy mauro marini, acerca de la reforma del estado..., op. cit., p. 182.

  • introDUccin | 29

    especficas, as como la revalorizacin del papel del municipio, el cuestio-namiento de la relacin con los poderes federales y estatales, la revalora-cin de la pluralidad y la tolerancia, el nuevo carcter de las alianzas sociales y polticas, el papel de la apropiacin real de los procesos y los conocimientos, las prcticas de autogestin, el de un desarrollo autore-productivo, el de una especializacin diversificada, de una creciente auto-suficiencia y seguridad alimentaria propia.

    por la gran diversidad de condiciones ecolgicas y sociales en que se encuentran los campesinos, la construccin de la participacin social como recurso del desarrollo slo puede darse en mbitos territoriales y con inter-locutores institucionales muy prximos, y slo a ese nivel se pueden corre-gir y reorientar las opciones identificadas, teniendo en cuenta sus impactos ms inmediatos,54 a la vez que las instituciones propias que le son bsicas a los movimientos se conforman bajo los principios de equidad, esto es, reco-nociendo las diferencias, siendo incluyentes, al tiempo que se fortalece las instituciones democrticas ms generales por medio de procesos de descen-tralizacin, de redistribucin social y territorial del poder en favor de la sociedad civil organizada. en este sentido apuntan ngela ixkic Duarte y gisela espinosa Damin en su artculo acerca de los aportes de las mujeres indgenas.

    la regin puede visualizarse tambin como un espacio pblico desde el punto de vista de las relaciones estado-sociedad. las organizaciones de productores, las cooperativas de ahorro y crdito y las organizaciones cam-pesinas locales constituyen la base para tal desarrollo. su fortalecimiento complejiza el sistema poltico local y sienta las bases para la democracia local. entonces, la descentralizacin en este marco otorga un rasgo funda-mental a las polticas, su heterogeneidad ante situaciones heterogneas, para responder a las particularidades campesinas. la descentralizacin ad-ministrativa y la democracia local tienden a ser las nuevas fronteras del estado. ello implica que los campesinos y los pequeos productores pro-muevan organizaciones en los mbitos local y regional, con capacidad de interlocucin con otros sujetos sociales. la descentralizacin constituye un espacio privilegiado para vincular el tema de modernizacin con equidad, pues permite la representacin y participacin de los grupos locales, entre los que predominan los sectores pobres.

    54 manuel chiriboga, Desarrollo agropecuario que necesitan amrica latina y el cari-be..., op. cit., p. 233.

  • 30 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    ciertamente, los lmites de ello estn dados por el espacio y la capacidad para plasmar acciones polticas concertadas y para recrear los marcos ins-titucionales volvindolos aptos para que incidan en los procesos de desa-rrollo. en este sentido, la descentralizacin constituye uno de los espacios privilegiados para potenciar la integracin entre los procesos de transfor-macin econmica y social con la democratizacin, siempre y cuando la descentralizacin pueda conjugar procesos de socializacin y eficacia en la gestin local con una genuina representacin y participacin local, resol-viendo problemas y desafos, de forma democrtica, que una estructura estatal centralizada no puede resolver.55

    la descentralizacin y el fortalecimiento de los gobiernos locales impli-can desarrollar la capacidad de administracin de los recursos para el desa-rrollo rural y particularmente la capacidad de administrar y planificar el desarrollo microrregional e identificar y supervisar la ejecucin de proyec-tos. implica simultneamente concertar alianzas con los sectores sociales locales y el despliegue de capacidades tcnicas para la planificacin demo-crtica del desarrollo microrregional.

    obviamente este tipo de trabajo slo se puede realizar localmente y en estrecha relacin con los diversos sujetos y actores, desplegando el sentido participativo, como la capacidad para incorporar sus intereses en la defini-cin y control de las decisiones, la administracin y la disposicin de los recursos de la gestin pblica. si los actores sociopolticos principales no optan por defender sus intereses dentro de la institucionalidad democrti-ca, no hay una democracia en el sentido que se ha planteado.

    Un problema bsico es que los pobres, entre ellos especialmente los del mundo rural, disponen de organizaciones dbiles y de reducida capacidad de participacin, y que en general el sistema poltico refleja el poder de ac-tores de mayor poder econmico. De ah que una cuestin central para una poltica destinada a un desarrollo incluyente est en promover instituciones abiertas a la participacin y simultneamente organizaciones sociales con capacidad de demanda y de gestin.

    la descentralizacin territorial, municipal y regional, pero sobre todo una reinvencin de los espacios pblicos, de pasar del desarrollo do-

    55 Fernando calderon y mario Dos santos, Veinte tesis y un corolario. Hacia un nuevo orden estatal en amrica latina, en Estado, nuevo orden econmico y democracia en Am-rica Latina, nueva sociedad, caracas, Venezuela, 1992, p. 194.

  • introDUccin | 31

    minante a las autonomas o desarrollo territorial desde las autonomas,56 es un campo de conflicto en gestacin que evidencia las diferentes tensiones e incertidumbres de las polticas de modernizacin del estado y de la de-mocratizacin efectiva. si llegan a predominar polticas que impulsen y re-fuercen tanto mecanismos locales de eficacia y de racionalizacin de la gestin, como de una mayor participacin y representacin en el sistema local de toma de decisiones, posiblemente se ver fortalecida la articulacin entre los distintos niveles del estado y las condiciones de las sociedades re-gionales o locales, con las consiguientes ventajas para una insercin dinmi-ca de cada espacio econmico especfico en la economa global, adems de lograrse una representacin ms genuina de los intereses locales a nivel cen-tral, como muestran en este libro roberto Diego Quintana y carlos rodr-guez Wallenius en su anlisis de los partidos polticos, grupos de poder y organizaciones campesinas en el plano municipal. si predominan polticas que se orientan a una reduccin unilateral del gasto de la administracin central, a fragmentar demandas y a segmentar los conflictos locales, a mani-pular el voto o, en el caso extremo, a la pura contrainsurgencia militar, los resultados sern procesos de modernizacin excluyentes y democracias lo-cales frgiles que no redundarn en un desarrollo econmico y que incluso posibilitan o mantienen el caos poltico y social. la poltica dominante en mxico, a pesar de la alternancia partidaria, apoya un ejercicio sobre todo electoral de la ciudadana poltica y, debido a la poltica econmica, desvin-culado en forma arbitraria de la ciudadana social.

    las figuras centrales en el escenario poltico concreto que se vive en las comunidades rurales de nuestro pas, por lo general han sido el cacique y el acaparador, cuyas funciones se entrelazan tan estrechamente que podan fu-sionarse bajo el control de un slo individuo o familia. el cacique controlaba y controla an buena parte de los recursos polticos de las localidades o de las regiones, sirviendo como enlace entre los niveles ms altos del sistema poltico, por un lado, y de su clientela local, por el otro; mientras tanto, el acaparador maneja el flujo de los productos desde la comunidad hacia el exterior y viceversa, bajo condiciones de control del mercado que le permi-ten comprar barato y vender caro sin tener que enfrentarse al reto que signi-fica la competencia. Frente a estos agentes, la democratizacin se expresa en

    56 carlos Walter porto-gonalves, La globalizacin de La naturaleza..., op. cit.; Del de-sarrollo a la autonoma..., op. cit., pp. 44-46.

  • 32 | lUciano concHeiro brQUeZ artUro len lpeZ

    procesos de gestin que dependen de la ampliacin de los consensos, pues la suma de ms actores y grupos sociales son los que revalorizan este tipo de democracia y le dan un contenido sustancial.

    la pluralidad coordinada de los diversos actores es bsica para el fin de un centralismo avasallante, excluyente de las mayoras en su diversidad; en ello, la regin puede visualizarse tambin como un sistema socio poltico en el cual diferentes actores interactan entre s, desarrollan una democracia horizontal, territorializada, que cobra diversas formas en los tejidos en red que permiten un mayor despliegue de las iniciativas populares, lo que supo-ne la coordinacin de esfuerzos en el plano de las organizaciones campesi-nas, sindicales, sociales y culturales.

    por otro lado, la reversin del flujo de capitales, las presiones de la deu-da y de sus intereses, el deterioro de los precios de intercambio, el aumento de la brecha tecnolgica y la incapacidad de actuar frente a ella, tambin limitan la capacidad de reproduccin del estado. en este contexto, es im-portante la emergencia de un proceso de democratizacin con un relativo fortalecimiento de instituciones democrticas y actores sociales y polticos, cuyas decisiones se tomen en sistemas polticos con un juego ms amplio para los diversos poderes sociales; as, el resultado ser diferente segn cunto y cmo pese el rgimen democrtico.57

    elementos de estos planteamientos de democracia territorial tienen su expresin en planteamientos como el de pensar globalmente, actuar local-mente y el de biorregionalismo, como sistema social para una sociedad sostenible o los planteamientos de lo pequeo es hermoso; donde el mo-delo poltico gira en torno a la comunidad. as, este tipo de democracia rinde tributo a la democracia comunitaria tradicional, con el consenso como una de sus prcticas.

    pero la democracia territorial, la construccin de los espacios pbli-cos, finalmente hay que subrayarlo, es diferente a la mera participacin o a la ambigua democracia econmica y no slo se circunscribe a lo lo-cal, exige de una visin compleja de las autonomas, en especial las autono-mas de los pueblos indios, que son la base de la dislocacin de los poderes actuales, del modelo hegemnico, ya que revolucionan los principios de las prioridades del modelo econmico dominante y de los propios fundamen-

    57 Fernando calderon y mario Dos santos, Veinte tesis y un corolario. Hacia un nuevo orden estatal en amrica latina, op. cit., pp. 187-188.

  • introDUccin | 33

    tos del pacto social de la modernidad en crisis, abriendo, paradjicamente desde el mundo rural, los caminos para nuevas utopas posibles, para mo-dernidades alternativas y para procesos de una democracia que tiene su correlato directo en las prcticas sociales que constituyen un poder consti-tuyente contrapuesto permanentemente a los poderes constituidos.

    Luciano Concheiro BrquezArturo Len Lpez

    Universidad autnoma metropolitanaUnidad xochimilconoviembre de 2010

  • | 35 |

    en 2010 se cumplen 100 aos del inicio de la revolucin y 200 del arranque de la independencia. buena oportunidad para revisar pa-sado y presente siempre que se evite el fetichismo de las efemrides: variante de la teora de la excepcionalidad que nos presenta a mxico como pas isla transcurriendo con sus propios hitos y de espaldas al mundo. gra-ve sera que ocupados en tiempos y ciclos domsticos perdisemos de vista tiempos y ciclos mayores a los que estamos uncidos.

    aherrojados

    y lo sera an ms hoy, cuando la globalidad estrecha sus lazos y mxico est atrapado como nunca en los engranes del mundo a travs de una ver-tiginosa integracin a estados Unidos, slo comparable con la que tuvimos con espaa durante la colonia. y as como los movimientos independen-tistas de hace dos siglos no se explican sin las reformas borbnicas (Vz-quez, 2009:15-48), la coyuntura mexicana actual slo se entiende en su especificidad, pero a la luz de las conmociones que sacuden al planeta ente-ro y que nos llegan a travs del vecino del norte.

    al alba: mxico y sus campesinos en el gozne de los tiempos

    armando bartra Vergs*

    * profesor-investigador en el Departamento de relaciones sociales, Uam-xochimilco.

  • 36 | armanDo bartra Vergs

    mxico se ha vuelto eptome de dependencia. obvio es que los procesos globales cien cada vez ms estrechamente a los nacionales, pero en el caso de nuestro pas el condicionamiento universal devino forma particular. y es que padecemos ms de tres mil kilmetros de frontera con estados Uni-dos, potencia mundial con la que hemos mantenido una intensa y conflicti-va interaccin que en lo tocante al flujo de mercancas y personas se acrecent a raz de las polticas de apertura y desregulacin y del tratado de libre comercio de amrica del norte (tlcan). el saldo de la vecindad y la historia, pero igualmente del unilateral desarme econmico emprendi-do por nuestros gobiernos desde hace casi 30 aos, es la dependencia inte-gral, estructural casi ontolgica de mxico respecto de la nacin contigua.

    sometimiento extremo que nos hace excepcionales aun en un mundo de intensas interdependencias como el actual. lo que a su vez explica que en la crisis recesiva de 2008-2009 el pas haya tenido el peor desempeo eco-nmico de amrica latina, pues fue arrastrado como ninguno por la cada de la produccin y demanda estadounidenses.

    esta subordinacin es econmica: alrededor del 85% de nuestros inter-cambios son con estados Unidos y vienen de ese pas dos tercios de la in-versin extranjera directa; demogrfica: 30 millones de personas de origen mexicano viven al norte del ro bravo, de las cuales 12 millones nacieron en mxico; energtica: nuestra produccin de petrolferos lleva 10 aos estancada y recientemente ha cado, mientras que el creciente consumo lo-cal de procesados, sobre todo gasolina, disel y gas licuado por algo ms de 13 mil millones de dlares, se importa de estados Unidos; alimentaria: traemos de ese gigante agrcola 40% de lo que comemos, en particular granos, oleaginosas y lcteos; social: los 400 mil mexicanos que migraron anualmente a estados Unidos durante los tres primeros lustros del tlcan, atenuaron el desempleo y mediante las remesas que para 2008 llegaron a 24 mil millones de dlares elevaron el ingreso familiar y mantuvieron la actividad econmica en muchas zonas depauperadas; poltica: las sucesivas administraciones locales necesitan, para legitimarse, el aval de su vecino y socio mayor; diplomtica: mxico nunca ha figurado en el mundo y se distanci de amrica latina, lo que dificulta sostener la tradicional inde-pendencia de nuestra poltica exterior respecto de los designios imperiales; de seguridad: al ser mbito de origen y trnsito de enervantes y haber cedi-do a la poltica estadounidense de combatir extramuros al narcotrfico, mxico enfrenta una guerra interna con la delincuencia organizada que no puede sostener sin la colaboracin de su vecino manifiesta en el plan

  • al alba: mxico y sUs campesinos en el goZne De los tiempos | 37

    mrida; cultural: con polticas que ven la cultura como negocio es imposi-ble para mxico resistir, o al menos compensar, la invasin de la poderosa industria estadounidense del entretenimiento; cientfica: el raqutico fo-mento a la investigacin desalienta la produccin nacional de conocimien-to y nos obliga a importar tecnologa que podramos desarrollar aqu.

    el mundo atraviesa por una crisis mltiple y unitaria cuyas sucesivas, paralelas o entreveradas manifestaciones configuran un periodo histrico de indita turbulencia. lo nuevo de la gran crisis radica en la pluralidad de dimensiones que la conforman; emergencias globales mayores que de-vienen crticas precisamente por su origen comn y convergencia. y el modo particularmente violento como sacude a mxico la debacle multidi-mensional que agobia al planeta entero se explica, en parte, por el alto grado de integracin econmica subordinada que tenemos con la mayor potencia. Dependencia que determina la fuerza que adquieren aqu los des-calabros financieros y productivos metropolitanos, la gravedad que reviste la escasez y caresta de los alimentos, los severos efectos que tiene el progre-sivo agotamiento del petrleo, la compulsin migratoria que nos desfonda y el impacto que est teniendo la reduccin de los flujos transfronterizos de personas y dinero, los estragos econmico-sociales que ocasionan el cam-bio climtico y nuestro especfico deterioro ambiental, la inmanejable crisis de seguridad provocada por el narcotrfico, dado el modo belicoso que eligi el gobierno para enfrentarlo.

    en el cruce de los milenios, mxico y en particular su mundo rural viven lo que parece un fin de ciclo. pero esto tiene menos que ver con los grandes trnsitos histricos precedidos de crisis agrarias que se iniciaron aqu hace 100 y 200 aos, que con el cambio de poca que enfrenta la humanidad toda. encrucijada indita, pues resulta del agotamiento de un patrn de acumulacin, el llamado neoliberalismo, pero tambin de un modo de pro-ducir y distribuir, el proverbial capitalismo, e incluso de un orden civiliza-torio, la sociedad urbano-industrial y su fetiche, el progreso. entonces, sin negar nuestra especificidad, el mayor reto intelectual y poltico que enfren-tamos es el de ubicar los descalabros domsticos dentro de la gran crisis. y para esto emprender un rodeo conceptual.

  • 38 | armanDo bartra Vergs

    tiempos turbulentos

    la palabra crisis devino muletilla, pero qu entendemos por crisis? para los economistas es recesin, para los ambientalistas cambio climtico an-tropognico, para los politlogos desfondamiento de los estados naciona-les, para los socilogos descrdito de la modernidad... yo prefiero hablar de crisis multidimensional pero unitaria, cuya radicalidad proviene de que se estn cerrando tres ciclos: el patrn neoliberal de acumulacin, el capita-lismo como modo de producir y la sociedad urbano-industrial como orden civilizatorio. pero dado que no hay crisis sin sujeto que la asuma (Haber-mas, 1975:15-18), y los actores colectivos lo son en tanto comparten viven-cias, interpretaciones, proyectos y esperanzas, el diagnstico de la crisis es tambin el diagnstico de cmo se la percibe y enfrenta. y es, por ltimo, una apuesta: la que hace el responsable de la interpretacin como un juga-dor entre otros.

    el agotamiento del ciclo neoliberal y su patrn de acumulacin fase histrica particularmente salvaje donde con el conque de la sabidura del mercado se propici que el capital depredara sin medida al hombre, a la naturaleza y al propio capital es reconocido as sea retricamente por casi todos, incluyendo al Fondo monetario internacional: el mercado no sana al mercado, dijo su director Dominique strauss-Kahn. y como los orga-nismos multilaterales, los gobiernos nacionales preconizan regulacin fi-nanciera y polticas de fomento. muestra de que la fase neoliberal est exhausta, es el revisionismo de los gobiernos latinoamericanos de izquier-da, que si no desertaron del capitalismo cuando menos le dieron el esquina-zo a los lineamientos ms duros del consenso de Washington.

    el neodesarrollismo con brochazos de posdesarrollismo es la respuesta del cono sur americano al capitalismo desmecatado imperante en los lti-mos 30 aos. pero detrs del desfonde de ese modelo est el agotamiento del sistema econmico del que el neoliberalismo fue slo la fase ms reciente.

    el capitalismo inaugura siglo con una de sus recurrentes crisis recesivas que balconean la irracionalidad de un modo de producir y distribuir que al enfrentar problemas de subconsumo y disponibilidad excesiva de bienes destruye peridicamente puestos de trabajo, patrimonios familiares y parte de su capacidad productiva. crisis de abundancia en un escenario de esca-sez extrema: miles de millones padecen pobreza patrimonial y alimentaria, carecen de agua potable y otros servicios bsicos, son diezmados por ham-brunas o enfermedades y emprenden xodos econmicos multitudinarios

  • al alba: mxico y sUs campesinos en el goZne De los tiempos | 39

    mientras que las empresas quiebran por no poder vender lo que producen. en el extremo: miles de estadounidenses viven literalmente en la calle mien-tras que las casas de los que no pudieron pagar la hipoteca estn vacas (bartra, 2009:9-15).

    lo que padecemos es el fracaso del mercado absoluto: de un sistema econmico cuyo motor es la acumulacin; de un orden codicioso que a todo le pone precio y donde lo nico que cuenta es el lucro; de un modo de producir y consumir condenado al crecimiento, pues para el gran dinero dejar de ganar es perder (costo de oportunidad, le llaman); de un molino satnico que no slo genera mercancas, tambin transforma en mercan-ca a lo que no lo es: el hombre, la naturaleza y el dinero (polanyi, 2001:123 y 124); de una mquina codiciosa que en su compulsin lucrativa carcome a la sociedad, erosiona los recursos naturales y se devora a s misma en sus recurrentes crisis de desproporcionalidad.

    la primera recesin del siglo xxi no es saldo del neoliberalismo. De he-cho, los excesos financieros que lo caracterizan ms bien retrasaron la cri-sis de sobreproduccin mediante apalancamientos insostenibles que hicieron falsamente rentables inversiones redundantes y ficticiamente sol-ventes a los insolventes, hasta que de todos modos el sistema financiero estall, el mercado se contrajo y se derrumb la produccin. las crisis ccli-cas no resultan de un modelo transitorio como el neoliberal, sino de la irracionalidad intrnseca de un sistema que quiz seguir dando guerra pero difcilmente vivir bonanzas nuevas y duraderas, entre otras cosas porque el orden social que sustenta est tambin exhausto: presa de un agotamiento no slo econmico sino extendido a la vida toda.

    si llamamos civilizacin occidental (braudel, 1994:12-46) a un orden espacialmente expansivo; ambientalmente predador; socialmente urbano-in-dustrial a la vez que polarizado, clasista, patriarcal y racista; tecnolgica-mente prometeico; econmicamente capitalista; intelectualmente racionalista; moralmente individualista y culturalmente hbrido. Un orden que en su lu-cha sin fin contra la civilizacin tradicional (braudel, 1994:12-46), rechaza el pasado y fetichiza el futuro. Un orden que no es imperio sino economa mundo (Wallerstein, 1979:21-25), pues se extiende y domina va mercado. Un orden donde, a raz del gran vuelco por el que transitamos de ser socie-dades con intercambios a ser sociedades para el intercambio (polanyi, 2001:123-124), la economa se mont sobre la sociedad, el valor de cambio sobre el de uso, el trabajo muerto sobre el vivo y las cosas sobre el hombre.

  • 40 | armanDo bartra Vergs

    si llamamos al esperpento civilizacin occidental, la presente es una crisis civilizatoria. Debacle de poca y no de coyuntura, pues no slo des-fonda el modelo neoliberal imperante durante los ltimos 30 aos, tambin pone en cuestin el modo capitalista de producir y socava las bases mismas de la sociedad urbano-industrial.

    la decadencia del sistema corroe los valores que lo soportan. moderni-dad, progreso y desarrollo fueron palabras que convocaban apasionadas mi-litancias y que hoy se ahuecan. la convergencia de flagelos objetivos de carcter econmico, ambiental, energtico, migratorio, alimentario, sanitario y blico que en el arranque del tercer milenio agrava y encona las abismales desigualdades socioeconmicas consustanciales al sistema, deviene potencial crisis civilizatoria porque encuentra terreno abonado por factores subjetivos: estado de nimo de profundo escepticismo y generalizada incredulidad, am-biente espiritual de descreimiento en los dolos de la modernidad.

    la gran promesa del progreso: conducirnos a una sociedad que al prescin-dir de toda trascendencia metafsica y apelar slo a la razn nos hara libres, sabios, opulentos y felices, comenz a pasar aceite hace rato. por un tiempo, creer en la regularidad cognoscible y operable de un mundo natural-social desencantado fue dogma de fe en un orden que, al estar presidido por la ra-zn tcnico-econmico-administrativa, crea haber prescindido de toda ideo-loga de sustento trascendente. pero la conviccin no era suficiente, haca falta inclinacin afectiva, militancia: Hay que querer y amar la moderni-dad, escribi touraine (1988:65). y afiliarse a la modernidad era enrolarse en el progreso. en palabras del socilogo: creer en el progreso significa amar al futuro, a la vez ineluctable y radiante(touraine, 1988:68).

    Fatal y seductor como vampiresa del cine el porvenir fue dolo tanto del progresismo burgus como del revolucionarismo proletario, pero los altares de la modernidad fueron paulatinamente desertados. las lites me-tropolitanas que durante la segunda mitad del siglo xx vieron hacerse rea-lidad muchas de las premisas del paraso prometido, pero sin que las acompaara la aorada plenitud, cultivaron un posmodernismo desilusio-nado, donde la subjetividad se desafana del flujo sin sentido del mundo. Despus de un esperanzado cuanto efmero coqueteo con la democracia occidental, los damnificados del socialismo realmente existente desplega-ron una desmodernidad pragmtica que pasa tanto de las promesas de la sociedad sin clases como de las del mundo libre. los pueblos origina-rios, largo tiempo negados o sometidos, reivindicaron identidades de raz premoderna.

  • al alba: mxico y sUs campesinos en el goZne De los tiempos | 41

    sostenidos en estructuras longevas, los rdenes civilizatorios correspon-den a la cuenta larga y no se desvanecen de un da para otro. as, tanto la duracin como el curso de la gran crisis son impredecibles. pero si bien el presente evento patolgico podra ser superado por el metamrfico capi-talismo, la enfermedad es terminal. todo indica que protagonizamos un fin de fiesta, trnsito epocal posiblemente prolongado pues lo que est en cues-tin son estructuras profundas, relaciones sociales aejas, comportamien-tos humanos de larga duracin, inercias seculares.

    Vista en su integridad, la presente es una clsica crisis de escasez (oconnor, 2001:203; leff, 1986:181; bartra, 2008a:135-136), patente en la devastacin del entorno socio-ecolgico operada por las fuerzas produc-tivo-destructivas del sistema. y es que detrs de la abundancia epidrmica de un capitalismo que se las da de opulento, pues por cada dos personas que nacen fabrica un auto, se oculta la ms absoluta depauperacin. Un empobrecimiento radical patente en la extrema degradacin del entorno humano-natural que nos tiene al borde de la extincin.

    los apologistas de la sociedad industrial se ufanaban de que despus de las hambrunas europeas de 1846-1848 haban quedado atrs las emergen-cias agrcolas del Viejo rgimen. parece que la industrializacin ha roto, a finales del siglo xViii y en el xix, este crculo vicioso(braudel, 1994:30). admitiendo que no existe actualmente el temor ante las malas cosechas o las epidemias en la vida cotidiana de las sociedades alta o medianamente desarrolladas, Witold Kula reconoce, sin embargo, que no deja de ser aun una realidad en los pases subdesarrollados (Kula, 1973:530). es de-cir, que la modernidad no rompi el crculo vicioso ni acab con las hambrunas, slo las envi a las orillas del sistema. pierre Vilar considera que las crisis por malas cosechas son cosa del pasado en que la insuficien-cia de la produccin, en la antigua economa, se manifestaba sobre todo por una irregularidad, una incertidumbre, pero establece igualmente que si bien con el desarrollo tecnolgico y comercial se superarn sin duda cierto tipo de sacudidas [...] otra clase de crisis aparecer en el seno de la economa capitalista, y volvern la incertidumbre, la irregularidad de la produccin, del empleo, del nivel de vida (Vilar, 1993:72).

    la cuestin es que esta otra clase de crisis, propia de la sociedad in-dustrial, se combina con recurrentes crisis de viejo tipo, baches histricos que no son estrangulamientos internos de la economa del gran dinero sino tropiezos resultantes de su rasposa relacin con la naturaleza. y esto lo te-na claro Kula: cuanto ms aprenda a utilizar las posibilidades que le ofre-

  • 42 | armanDo bartra Vergs

    ce la naturaleza, cuanto ms se la domine, ms ha de depender el hombre de ella (Kula, 1973:528), conclusin aparentemente paradjica que lo lleva a especular sobre los posibles efectos venideros del moderno dominio sobre el medio natural. al influir sobre el medio [...] el hombre, por enci-ma de la realizacin de sus objetivos, provoca asimismo una serie de efec-tos involuntarios [...] la investigacin de (estos) efectos involuntarios [...] es muy importante para la ciencia, y muy difcil para la ciencia histrica. y en una clarividente anticipacin, a mediados del siglo pasado el historia-dor vislumbra una pstula que estallara cincuenta aos despus:

    en el curso de los actuales procesos de produccin, la humanidad lanza anualmente al ambiente una cantidad de anhdrido carbnico equivalente a 1/300 parte de la cantidad total de este gas existente en la atmsfera. esta es una cantidad desconocida en los anales geolgicos de la tierra desde el pe-riodo cuaternario podremos, acaso, prever los efectos de este proceso al fin de un largo periodo de tiempo? (Kula, 1973:529).

    no pudimos. y por ello estamos entrampados en una crisis de escasez del tipo de las que diezmaban a los pueblos agrarios y que la modernidad y sus historiadores creyeron que habamos dejado atrs.

    menos de dos siglos despus del despegue del capitalismo fabril la emer-gencia por escasez, resultante del cambio climtico provocado por la indus-trializacin, amenaza con asolar al mundo entero. es verdad que la caresta alimentaria reciente no es aun como las del Viejo rgimen pues, pese a que se han reducido severamente, por el momento quedan reservas globales para paliar hambrunas localizadas. en cambio, se les asemeja enormemen-te la crisis medioambiental desatada por el calentamiento planetario. slo que la penuria de nuestro tiempo no ser local o regional sino global y en ella habr escasez de alimentos, pero tambin de agua potable, tierra culti-vable, recursos pesqueros y cinegticos, espacio habitable, energa, vivien-da, medicamentos...

    los pronsticos del panel intergubernamental para el cambio climti-co (picc) de la onU, son inquietantemente parecidos a las descripciones de las crisis agrcolas de la edad media: mortandad, hambre, epidemias, sa-queos, conflictos por los recursos, inestabilidad poltica, xodo. lo que cambia es la escala, pues si aquellas congojas ocasionaban migraciones de cientos de miles, se prev que la crisis ambiental capitalista deje un saldo de 200 millones de ecorrefugiados, los primeros 50 millones en un plazo de 10

  • al alba: mxico y sUs campesinos en el goZne De los tiempos | 43

    aos; se estima que para el 2050 habr mil millones de personas con seve-ros problemas de acceso al agua dulce; y la elevacin de un metro en el ni-vel de los mares afectar directamente durante el prximo siglo a 600 millones de personas. Debido al clima errtico y la recesin, en los ltimos cuatro aos 115 millones se sumaron a los desnutridos y hoy uno de cada seis seres humanos pasa hambre.

    nuestra amrica va

    la gran crisis se cuela en el imaginario colectivo en la medida en que se diluye el espejismo de abundancia que haba sido la gran promesa de la sociedad industrial. Despus de las dos guerras mundiales del siglo xx, la fe prometeica en los beneficios resultantes del desarrollo de las fuerzas pro-ductivas va dejando paso a la incredulidad. las sociedades opulentas deser-tan de una modernidad y un progreso que resultaron vacuos, mientras que los perifricos pasan progresivamente de un desarrollo que, por mucho que se lo adjetive autosustentado, integral, sostenible, incluyente, participati-vo, humano, etctera no abate las carencias.

    si el corto verano de keynesiana regulacin econmica y estado de bien-estar que entibi los aos de la posguerra, despert expectativas latinoame-ricanas, el capitalismo desmecatado, rapaz y especulativo que se impone desde fines de la dcada de 1970, se encarg de cancelarlas. el llamado modelo neoliberal no slo result efmero, tampoco alent verdaderos en-tusiasmos, ms all de un puado de tecncratas al servicio de las trasna-cionales, y en la ltima dcada de la pasada centuria comenzaron a soplar con fuerza vientos contrarios al consenso de Washington.

    Despus del capitalismo regulado que sigui a la crisis de 1929, en el ltimo tercio del siglo xx cursamos una fase de libertinaje financiero, con-centracin desmedida del capital, sobreexplotacin del trabajo, rapia de los recursos naturales, rentismo y especulacin desbordada; flagelos que intensificaron sobremanera la polarizacin econmica y la exclusin, ade-ms de ocasionar una indita erosin de la naturaleza y de la sociedad, que nos puso a un tris de la catstrofe. sin embargo, los principios y valores que sustentan el capitalismo salvaje pronto comenzaron a perder pie y fueron sus vctimas mayores ubicadas en la periferia quienes iniciaron la demoli-cin. proceso lento, pues si cambiar paradigmas es relativamente fcil, no

  • 44 | armanDo bartra Vergs

    lo es transformar rdenes econmicos constreidos desde dentro y desde fuera, y presas de poderosas inercias.

    casi siempre precedidos y acompaados por amplios movimientos so-ciales, en algo ms de una dcada la mayor parte de los gobiernos latinoa-mericanos viraron a la izquierda apartndose del an imperante consenso de Washington. Venezuela, brasil, argentina, chile, Uruguay, bolivia, ecua-dor, nicaragua, paraguay y repblica de salvador se fueron apartando de la ortodoxia, aunque sea en los estrechos mrgenes que deja la globalidad imperial.

    la desobediencia franca o moderada de diez pases latinoamericanos es causa y efecto del agotamiento de un patrn de acumulacin cuyos costos eran pagados al contado por las mayoras y cuyos beneficios se posponan una y otra vez. as, el descreimiento en el modelo desarrollista se alimenta de los estragos ocasionados por el capitalismo gandalla de las ltimas tres dcadas, pero lo impulsan tambin las primeras evidencias de la gran cri-sis y en particular sus dimensiones medioambientales, energticas y alimen-tarias. estrangulamientos que ponen obstculos adicionales al de suyo poco transitable camino del desarrollo.

    porque, no es lo mismo despegar con energticos baratos, como lo hicieron los pases hoy desarrollados, que hacerlo con combustibles caros. no es igual industrializarse con base en agriculturas pujantes y alimentos accesibles, que hacerlo con campos estragados, dependencia alimentaria y comida cara. y si en el pasado les result fcil a los que ahora son desarro-llados impulsar la acumulacin originaria depredando los recursos natura-les y barriendo con las comunidades tradicionales y sus culturas, ya no lo es hoy cuando los costos ambientales y sociales han cobrado visibilidad.

    el agotamiento de la fase neoliberal del capitalismo y su paulatina deser-cin por algunos gobiernos, es un proceso relativamente lento y prolongado que se inici hace ms de diez aos. y as como la crisis alimentaria dio la razn a quienes luchaban por la soberana y seguridad en esa materia, la crisis econmica confirma por si hiciera falta la absoluta pertinencia del cambio de rumbo. pero la crisis recesiva no es disparador del cambio. al contrario, al tiempo que dramatiza la inviabilidad del patrn de acumula-cin, el descalabro financiero erosiona aceleradamente los ingresos, empleos y patrimonio de los trabajadores, que ms all de las protestas reactivas tienden a adoptar posiciones defensivas y conservadoras. la crisis econmi-ca puede ser la puntilla de la fase neoliberal del capitalismo y legitimar las